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TRABAJOS DESTACADOS

RUANDA: EL ECO DE LA BARBARIE


23 OCTUBRE, 2016 TANIA LEZCANO

Esta semana se cumplen 20 años del comienzo de uno de los


genocidios más atroces de la Historia, el de Ruanda. En
apenas cien días fue asesinado alrededor de un millón de
personas: más de 300 a la hora, la mayoría a machetazos.

En este artículo se realiza un repaso por lo que sucedió, debido a la ignorancia de los
problemas de fondo que sufren muchos ciudadanos occidentales. Aquí se explica un
poco la historia de Ruanda, como la creación por parte de Bélgica de las dos razas que
acabarían enfrentadas, hutus y tutsis. Por otra parte, la ONU tenía pruebas de que el
genocidio se produciría, y aun así no hizo nada.
Colonización
Antes de la colonización de Ruanda por parte de Bélgica, en el llamado país de las mil
colinas no existían diferencias étnicas, excepto los twa, que son pigmeos. Ruanda
pertenecía a Alemania, y con el reparto que se hizo de sus colonias después de la
Primera Guerra Mundial, África Oriental quedó dividida: algunos territorios fueron
para Gran Bretaña y otros para Bélgica. Esta división se especificó en el Tratado de
Versalles de 1919.
En 1924, la Sociedad de Naciones emitió un mandato por el cual garantizaba el control
belga de Ruanda y Burundi, que pasaron a llamarse Ruanda-Urundi. Aunque las reglas
del sistema de mandatos eran que la metrópoli debía facilitar el camino a la
independencia de las colonias, Bélgica explotó económicamente este territorio y,
lejos de cumplir con el objetivo de la Sociedad de Naciones, dividió al pueblo ruandés,
que hasta entonces era ampliamente homogéneo, hablando la misma lengua y con las
mismas tradiciones, a excepción de la pequeña comunidad pigmea twa.
Bélgica decidió dividir en dos grupos a la población: hutus y tutsis, que
conformaban dos estamentos dentro de una única etnia, la banyaruanda. Los tutsis
eran una minoría –comerciantes y otros, considerados la burguesía–, pero fueron los
elegidos por la metrópoli para ocupar puestos en el sector público y dirigir el país a
nivel local. Los hutus abarcaban la mayoría de la población, eran principalmente
agricultores. Según el censo de 1991, los tutsis representaban el 8 por ciento de la
población, los hutus el 90 por ciento y menos del uno por ciento eran twa.
Mapa de África durante la I Guerra
Mundial. Con el Tratado de Versalles, todas las colonias alemanas fueron
repartidas. Entre otras, Tanganica pasó a manos británicas y Ruanda y Burundi a
manos belgas. Fuente: Vicens Vives
Tras la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en territorios administrados por la
ONU. Durante los años cincuenta estallaron los movimientos de descolonización por
todo el mundo, y en esa región el Congo belga fue el protagonista. Finalmente, en
1960 consiguió su independencia, y dos años después lo hicieron los territorios de
Ruanda-Urundi, que se separaron conformando los actuales Estados de Ruanda y
Burundi. Fue entonces cuando comenzaron los problemas entre ambos grupos étnicos.
El resentimiento entre los hutus había ido creciendo a lo largo de los años, y veían a
los tutsis como cómplices de los colonizadores. Además, ya con la independencia, en
Ruanda, convertida en república, empezaron a gobernar los hutus, cuyos políticos
alentaron aún más este sentimiento anti-tutsi. Así, durante las décadas de los 60 y 70
se sucedieron varias masacres contra el grupo minoritario, a menudo ejecutadas
cuando el gobierno buscaba un chivo expiatorio ante otros problemas.
Los años 90
Ya en 1990, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), de mayoría tutsi, invadió Ruanda
desde la vecina Uganda. Comenzó así la guerra civil que duró tres años, hasta que
el 4 de agosto de 1993 el FPR y el Gobierno hutu de Juvénal Habyarimana –que
ocupaba el poder desde 1973 tras un golpe de estado– firmaron el Acuerdo de Paz de
Arusha, en Tanzania. Esto no gustó a los círculos hutus más extremistas, que veían
en este acuerdo un signo de debilidad del gobierno y una posibilidad de pérdida de
poder. Así que pusieron en marcha el plan de eliminar a sus enemigos, lo cual, al estar
el FPR encabezado por tutsis, pasaba necesariamente por hacer desaparecer a toda la
etnia contraria.
Mientras tanto, la ONU envió a Ruanda una misión de paz, siguiendo el Acuerdo de
Arusha, aunque tanto el número de tropas como la capacidad de acción eran muy
reducidos. Los agentes enviados sólo eran observadores y no tenían permiso para
utilizar la fuerza. Cualquier información sobre actos de violación de la paz debía ser
reportada al gobierno del país, que era, a su vez, el que se perpetraría el genocidio.

Roméo Dallaire, comandante de las


fuerzas de UNAMIR en 1994. Fuente: Andrew Rusk
A principios de 1994, el comandante canadiense Roméo Dallaire, que había sido
puesto al mando de las tropas de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para
Ruanda (UNAMIR, por sus siglas en inglés) a finales de 1993, ya alertó de que se
estaban preparando asesinatos en masa. Sabía, por sus fuentes, que los extremistas
hutus habían recibido la orden de registrar a todos los tutsis de Kigali, la capital. Pero,
además, estaban llegando a Ruanda aviones cargados con armas de fuego, granadas y
machetes. Otras dos comisiones internacionales –una enviada por la ONU y la otra por
una organización de derechos humanos– también advertían explícitamente de un
posible genocidio.
Roméo Dallaire pidió permiso a la Oficina de Mantenimiento de la Paz de la ONU,
entonces dirigida por Kofi Annan, para atacar los depósitos de armas de los
extremistas hutus. La respuesta fue negativa, y tan solo se le ordenó reportar toda la
información a los gobiernos belga, francés y estadounidense, además del ruandés.

Tras todo esto, el 6 de abril de 1994, el avión en que viajaban Habyarimana y su


homólogo de Burundi fue atacado y ambos murieron, junto a más personas. Este fue el
pretexto utilizado por los hutus extremistas para iniciar el genocidio que duraría hasta
el mes de julio, cuando el FPR tutsi consiguió entrar en Kigali. A pesar del breve
periodo temporal, el genocidio dejó más de 800.000 tutsis y hutus moderados
asesinados –bastantes autores señalan un millón– y más de dos millones de refugiados
y desplazados internos en un país de ocho millones de personas.
Una vez derrocado el poder hutu, se estableció un gobierno mixto, con el hutu Pasteur
Bizimungu como presidente y el tutsi Paul Kagame como su adjunto. En el año 2000,
Kagame pasó a ser presidente del país, hasta la actualidad.
Política de Paul Kagame
Desgraciadamente, que los tutsis llegaran al poder y acabaran tras el genocidio no
significa que todo sea perfecto en Ruanda. Entre los aspectos positivos hay que
destacar que desde que el nuevo gobierno de transición llegó al poder, el principal
objetivo era que aquello no se volviera a repetir. Basándose en la causa étnica, se
abogó por la eliminación de las etnias, de tal forma que, entre otras cosas, se eliminó
esta información de los carnets de identidad de la población. En definitiva, el
argumento era que «si se pueden aprender las diferencias étnicas, también se puede
aprender la idea de que el origen étnico no existe». También es cierto que los delitos
de genocidio que se juzgan imponen las mismas sanciones a los hutus genocidas que a
los tutsis que asesinaron.

El actual presidente de Ruanda, Paul


Kagame, quien además luchó con el FPR durante el genocidio. Fuente: The
Commonwealth
No obstante, a pesar de todas estas buenas intenciones, el régimen de Kagame ha
manipulado la memoria y medidas como la eliminación de la etnia puede parece
importante, y a mi juicio lo es, pero antes debería ser necesario un ajuste de cuentas en
que cada parte asuma su responsabilidad. Además, medidas como esta no son
demasiado útiles si en cada conmemoración anual Kagame niega explícitamente la
situación de las víctimas hutus que el propio FPR causó. Lo cierto es el gobierno de
Paul Kagame ha conseguido manipular la memoria, desviando la atención de todos los
asesinatos que su grupo cometió y consiguiendo el visto bueno de una comunidad
internacional que prefiere ignorar el pasado de violación de derechos humanos del
actual presidente y así sentir que expía el comportamiento que tuvo durante el
genocidio.
El Gobierno del FPR tipificó como delito el divisionismo étnico, lo cual es un arma de
doble filo, porque, aunque a simple vista pueda parecer una medida unificadora,
cualquier persona con memoria crítica que quiera reconocer la responsabilidad y el
sufrimiento de ambas etnias es acusada de este delito. Y tiene sentido, partiendo de
que el FPR y el propio Kagame perpetraron igualmente miles de asesinatos. Este
delito de divisionismo étnico, junto al de ideología del genocidio, se utiliza también
para coartar la libertad de expresión y de información. Estas políticas dan libertad para
que todos realicen las actividades que deseen, siempre y cuando se ajusten a la línea
oficial. En el momento en que los medios rozan la disidencia o intentan ofrecer
distintas opiniones, su independencia es aplastada en nombre de la seguridad nacional,
y son acusados de «divisionismo», «ideología étnica» o «mentalidad genocida». Así
que no es de extrañar que muchos periodistas respetables y políticos de la oposición
hayan optado por abandonar el país.
Tribunales para el genocidio: gacaca y TPIR
La mayoría de los responsables del genocidio han cumplido o cumplen condena por
sus delitos. Se establecieron unos tribunales tradicionales para intentar englobar tanto
la justicia como la reconciliación nacional, los conocidos como tribunales gacaca,
que se establecieron en 2001 y llegaron a su fin en 2012. Aunque cumplieron algunas
de sus funciones, tenían muchas limitaciones, como la incapacidad de ofrecer la
protección adecuada a víctimas de delitos muy graves, como los de violación. Se
trataba de un sistema de justicia transitorio que se asentaba en unos mecanismos
tradicionales basados en la comunidad para resolver los conflictos. El principio
fundamental de este tipo de justicia es la participación ciudadana para la
reconciliación, así como promover la confesión de los acusados a cambio de
reducciones en las penas. A pesar de carácter tradicional al que aludió el presidente
cuando decidió crear los tribunales gacaca, lo cierto es que su funcionamiento se
alejaba bastante del vigente con sus antepasados, debido tanto a los crímenes que
trataban como a los muchos aspectos importados del sistema judicial moderno.
Hay una especie de trampa en la propia creación de este sistema, debido a que se
define como un conjunto de tribunales establecidos para juzgar crímenes perpetrados
por genocidas durante el genocidio. Esta expresión, «por genocidas durante el
genocidio», limita tanto el espacio temporal, dejando fuera todos los asesinatos
producidos durante la guerra civil, como los autores, sin dar cabida al FPR. Por lo
tanto, los asesinatos cometidos por la guerrilla tutsi quedaban impunes.
Por su parte, la ONU, que permaneció pasiva ante lo sucedido, creó el Tribunal
Penal Internacional para Ruanda (TPIR) el 8 de noviembre de 1994. El primer
juicio tuvo lugar en 1997 y en diciembre de 2012 el tribunal había completado la
primera parte de su mandato. Espera poder terminar definitivamente este año 2014,
cuando traspase sus competencias al Mecanismo Residual Internacional de los
Tribunales Penales, establecido por el Consejo de Seguridad.
Reflexión final
Para terminar, me gustaría explicar que considero necesario este artículo porque nunca
hay que olvidar, aunque las masacres se produzcan en tierras tan lejanas como
Ruanda, que en realidad están más cerca de lo que creemos. Considero interesante este
país precisamente por lo poco que se sabe de él en Occidente, a pesar de los muchos
intereses económicos que nuestros países y las grandes potencias tienen en él. Creo
que todos deberíamos hacer lo posible para aprender sobre países africanos, porque los
Estados de los países donde vivimos los explotan diariamente y nosotros somos
víctimas de esa ignorancia impuesta, haciéndonos creer que toda África es igual. Pero 
la mayor culpa es nuestra, porque aceptamos esa ignorancia.
Lo sucedido en Ruanda fue una de las peores matanzas que ha vivido el mundo, pero
no sólo lo hemos visto allí. El Congo ha sufrido una guerra tras otra desde su
independencia en 1960, cada cual más cruel que la anterior, y la década de los noventa
fue atroz para este país. Sin embargo, a ninguna potencia occidental le interesa
terminar con los conflictos en este lugar, porque manteniendo las luchas armadas y
sobre todo la pobreza, se genera el caos suficiente para poder explotar las inmensas
minas de minerales preciosos como el coltan. Si bien hay que mencionar que el
monopolio del coltan en el este del país lo tiene Ruanda, con los enfrentamientos que
esto conlleva. Por supuesto, muchas de las empresas que trabajan para Ruanda en este
negocio son occidentales. En el Congo ya son más de 5 millones los muertos por el
conflicto, el hambre y las enfermedades; y más de 2,6 millones los desplazados. Y no,
no están en guerra porque son pobres, precisamente porque son ricos. Y sí, las
potencias más importantes del planeta son las mayores genocidas del mundo.
Los países occidentales son responsables de las guerras en África, en ocasiones por
pasividad pero generalmente por actividad. En el caso de Ruanda, no podemos ni
debemos olvidar que fue Bélgica la que decidió dividir al pueblo en dos etnias
absurdas e inexistentes, solamente por ese dicho tan cierto que es «divide y vencerás».
Por último, y para no saturar al lector, creo que es interesante reflexionar sobre la
memoria. En Ruanda se eliminaron las etnias, y eso está bien, pero sólo ha pasado
una generación y nadie puede hablar de lo que sucedió. Y el debate es siempre
necesario, hablar y reflexionar para poder perdonar –nunca olvidar–. Pero para ello
primero es necesario hacer justicia. Las personas tenemos una memoria colectiva que
se remonta a tiempos lejanos. Esta memoria colectiva e histórica marca también las
relaciones de los grupos tras un conflicto. Por ello, es necesario reconocer a las
víctimas del mismo, con el fin de superarlo. El rencor que estas puedan sentir hacia
sus verdugos sólo puede desaparecer, o al menos reducirse, con juicios justos y
reconocimientos mutuos. Y ahí dejo la reflexión, porque es aplicable a todos los
conflictos del planeta.
Nota: Toda la información ha sido extraída de mi Trabajo Fin de Máster (2013):
Estrategias y medidas nacionales e internacionales para la reconstrucción nacional
de Ruanda tras el genocidio de 1994.
Artículo original en El Nuevo Fígaro el 10/04/2014.

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