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En el enjambre

Comunicación digital y su impacto en la sociedad: nuevas conductas, percepciones y


sensibilidades y como estos efectos nos acaban encandilando y haciéndonos perder de vista
los efectos de sus consecuencias.

Idea de respeto: el respeto viene de respectare (mirar hacia atrás, a la distancia). Hoy en día
carecemos de distancia, ya que las tecnologías nos han arrebatado esa distancia. A día de
hoy tenemos una visión enfocada. En lugar de respectare ahora tenemos espectare
(espectáculo), vivimos en una comunidad de espectadores, sin distancia, una sociedad de
espectáculo y que además de espectáculo o por dar espectáculo es una sociedad del
escándalo.

La comunicación digital anula las distancias físicas y mentales. Particularidad: la


comunicación digital separa al mensaje del mensajero y esa separación de mensajero y
mensaje puede hacer prescindir a este de la presencia de su emisor, para quitar toda
distancia entre los mensajes.

El mensajero, alejado del mensaje, se vuelve un ser anónimo y es ese anonimato el que vive
en las redes sociales.

Antiguamente las cartas eran mensajes afectivos pero que se demoraban en el tiempo, a día
de hoy el whatsapp es su alter ego pero inmediato.

El medio digital favorece la simetría: relaciones horizontales con mensajes horizontalizados


amenazando a la lógica del poder que es la de el mensaje vertical, que es precisamente la
asimetría, la diferencia de posición, la jerarquía, que hace que cuanto más asimétrica sea
una relación, mayor es la presencia de un volumen de poder en la autoridad.

A día de hoy desafiamos al poder que necesita de su lado oscuro, de su misterio, necesita
del secreto y las sombras para consolidarse y hacer sentir su presencia, pero en estos
tiempos de transparencia, la información necesita fluir.

La reacción a este conflicto entre comunicación digital y el poder es el fenómeno de la


indignación. La indignación circula por las redes y eso puede derivar en un flujo de basura
“shit storm”. Esa corriente de indignación provoca un efecto aglutinante que podría
desestabilizar completamente el poder, la cosa es que esta indignación no suele pasar al
plano de la acción pública. La consistencia de esa indignación se agota y la solidez se pierde
porque sin distancias, la indignación no pasa del plano individual, propio. No se traslada al
campo de lo político, se queda en el plano emocional, la indignación no es política, la ira del
siglo xx si lo era, por ejemplo, que se aglutinaban en masa contra el poder. Hoy no hay
masa, hay enjambre. Un enjambre de muchos amenazando el dominio de pocos pero con
escasas posibilidades de éxito.

El enjambre, no es la masa, son personas alejados y en soledad, creando solo ruido y sin
generar un nosotros sino siendo individuos aislados.
Homo digitales: nunca es nadie, no se esconde, es alguien, porque pretende ser y por eso
puede ser anónimo.

Vivimos en un enjambre que es la unión provisoria, fugaz e inestable de todos nosotros.

La masa tenía coherencia ideologica, unidad y solidez, en la masa vivía un nosotros, la masa
tenía un nosotros y un objetivo concreto dirigido al poder.

El enjambre no tiene ni solidez, ni unidad, ni un afán de poder.

Son sujetos neoliberales incapaces de crear un contrapoder que ponga en jaque al poder,
prevalece la soledad que se privatiza hasta el alma.

Los medios anológicos estaban destinados a multiples espectadores pasivos, con los medios
digitales, la comunicación circula por otros planos, de personas conectadas por la red. Esos
sujetos se vuelven consumidores activos de información, pero esa actividad no se refleja
solo ahí sino también como consumidores activos de bienes y servicios.

Las redes desmediatizan la comunicación (fin del periodismo que es otro poder asimétrico).
La consecuencia paradójica es la masificación, todos somos informadores y lectores de
otros, siendo nuestras propias audiencias y nuestros propios votantes, por lo que el político
deja de ser una referencia para el votante para correr detrás de ese individuo activo que en
lugar de proponerle futuro el político pasa a expresarlo en el presente del votante.

La comunicación digital también conspira contra el contacto físico de las personas, cada uno
se vincula consigo mismo a través de ese espejo negro que es su pantalla. Ese black mirror
en el que se encuentra a sí mismo, donde no habla el otro (hablo yo anulando la espera).
Antes había más mirada, más lejanía, más distancia, más respeto. Han dice que ya no
podemos mirarnos a los ojos, ya que tenemos la opción de mirar a la cara o a la pantalla,
pero no a las dos.

Como el centro de todo es la mirada, nos hemos vuelto iconoclastas, la imagen es nuestro
ídolo y la pantalla nuestro templo. Como todo ídolo debe ser perfecto, la imagen debe ser
perfecta, sin fallos, se vuelve una ilusión (el síndrome de parís, la imagen se vuelve nuestra
realidad y preferimos la imagen a la realidad porque esa realidad es defectuosa. la imagen
pierde su profundidad poética, ya no hay temporalidad. Las imágenes analógicas envejecían
las digitales son siempre perfectas, son eternas.

Homo ludens: personas que hacen su trabajo y de su trabajo un juego y del juego una forma
de trabajo, diversión y trabajo pasan a ser lo mismo y no los opuestos que eran. Esto
configura la distopía del rendimiento, una sociedad marcada por el agotamiento y el
cansancio. Para el neoliberalismo el tiempo de trabajo ocupa todo el tiempo creando una
topografía que convierte cualquier sitio en un lugar de trabajo.

Hegger: la mano que escribe es parte de lo que escribe (la máquina de escribir atrofia el
pensamiento).
Hoy existe una masa de información, sin embargo, no existe una masa de verdades, porque
la búsqueda de la verdad requiere de tiempo (no hay cosecha sin labranza). Hemos pasado
de una sociedad de labradores de conocimiento a una sociedad de cazadores de
información. Cazadores de información que viven del presente y necesitan barrer todo
obstáculo buscando la completa transparencia.

Los cazadores viven en el presente y están en constante caza de información, reemplazan la


acción por la operación, el pensamiento por el cálculo funcional, el análisis reflexivo por la
adicción contable de datos.

La información necesita circular de la manera más rápoda posible por lo que requiere de
espacios con las barreras más bajas posibles, porque toda defensa alta dificulta la
transmisión de datos, por eso el mejor universo es el universo del me gusta, es la entrada al
cálculo de datos sin límites ni control.

Este exceso de información intoxica y lleva al síndrome de la fatiga informativa. Ese


síndrome de fatiga informativa impide que podamos discernir entre lo que es importante y
lo que es secundario, el volumen de datos no tiene jerarquías, todo es igual, todo se
encuentra en un mismo plano.

Autorreferencialidad de la imagen, la política también es autorreferente: los políticos han


perdido su referencia con el pueblo, se han alejado de la gente y han pasado a
representarse a si mismos.

Es imperioso según Han el volver a la representación, sin representación la sociedad se


fragmenta y en lugar de ir detrás de una ideología nos aislamos y el sistema político se
transforma en una ficción democrática.

Esa ficción democrática simula debates, se presencian pseudodiscusiones que al perder


representatividad se van alejando de toda ideología, por ende, todas las políticas se vuelven
iguales, no hay conflictos, se trata de meras opiniones, diferencias de opinión no de ideas.

El mundo político se convierte en un ejercito de expertos tecnócratas que canalizan sus


decisiones en la política digital del me gusta. No hay ideas, la participación política es
sustituida por un clik, el mismo que para comprar, para aprobar decisiones políticas con el
mismo nivel de reflexión que si te compras una air fryer y hasta para votar.

Gobernar se ha convertido en una cuestión de marketing, los mercados y la política


conviven, nos hemos transformado de ciudadanos a consumidores.

El mundo digital es también un mundo de huellas que cada uno de nosotros deja en cada
acción que realizamos en la red. Hemos pasado de ser el Gran hermano de 1984 a el Big
Data, en el nuevo panóptico el control es a través de perfiles sociales, decisiones de
consumo, hipervinculaciones que convierten a las redes en un verdadero mercado de datos
que dan forma a un servicio secreto de índole digital que es aún más efectivo que cualquier
espía del Estado.
Faucoult: control político de los cuerpos (biopolítica). El panóptico digital va más allá de la
biopolítica, es una instancia superior, pasa del dominio sobre los cuerpos al dominio sobre el
pensamiento.

Ya no es necesario buscar razones de conducta, hoy con describirla se puede modificar.

El territorio final del control es la construcción de un poder psicopolítico capaz de influenciar


los pensamientos y acceder al inconsciente colectivo, un poder totalitario.

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