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¿Viene la libertad?

La libertad es un concepto muy utilizado en


política, especialmente cuando se trata de
justificar las posiciones más radicales y las
decisiones socialmente más cuestionables. Desde
su consolidación como valor público indiscutible
con el triunfo del liberalismo a partir del siglo
XVII, referirse a la libertad se ha vuelto común en
los liderazgos de las masas y en los espacios
políticos de los diferentes actores políticos de la
sociedad. Pero qué es exactamente la libertad y
hasta dónde llega siguen siendo cuestiones
dignas de debate en la sociedad postindustrial
contemporánea.

La libertad, tal como la define el diccionario de la


Real Academia Española, es “la facultad natural
que tiene el hombre de actuar de una forma u
otra, y no de actuar, de la que es responsable de
sus actos”, es decir, se trata de la capacidad de
decidir el propio rumbo y asumir las
consecuencias que ello implica. En otras
palabras, la libertad es una forma de libre
albedrío.
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Este último término es común en el discurso
religioso: se dice que Dios, creador y controlador
del mundo, nos permite el libre albedrío y por
tanto no interviene para salvarnos de las
posibles consecuencias catastróficas de nuestras
acciones y decisiones. Esto, a pesar de que Dios,
según la mayoría de las creencias, dictaba leyes
muy específicas a sus fieles, de cuyo
cumplimiento –especialmente en los grandes
monoteísmos– dependería la salvación o el
castigo eterno.

Pero el libre albedrío también implica que los


seres humanos deben encontrar un modelo de
sociedad que les permita comportarse de buena
manera. Así, debe proponer leyes y autoridades
propias, dirigidas de manera organizada hacia el
bienestar común, lo que implica una tensión
inevitable entre la voluntad individual y las
necesidades del colectivo. Las sociedades
modernas se han desarrollado en el marco de
esta tensión.
¿Viene la libertad?
La libertad es un concepto muy utilizado en
política, especialmente cuando se trata de
justificar las posiciones más radicales y las
decisiones socialmente más cuestionables. Desde
su consolidación como valor público indiscutible
con el triunfo del liberalismo a partir del siglo
XVII, referirse a la libertad se ha vuelto común en
los liderazgos de las masas y en los espacios
políticos de los diferentes actores políticos de la
sociedad. Pero qué es exactamente la libertad y
hasta dónde llega siguen siendo cuestiones
dignas de debate en la sociedad postindustrial
contemporánea.

La libertad, tal como la define el diccionario de la


Real Academia Española, es “la facultad natural
que tiene el hombre de actuar de una forma u
otra, y no de actuar, de la que es responsable de
sus actos”, es decir, se trata de la capacidad de
decidir el propio rumbo y asumir las
consecuencias que ello implica. En otras
palabras, la libertad es una forma de libre
albedrío.

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Este último término es común en el discurso
religioso: se dice que Dios, creador y controlador
del mundo, nos permite el libre albedrío y por
tanto no interviene para salvarnos de las
posibles consecuencias catastróficas de nuestras
acciones y decisiones. Esto, a pesar de que Dios,
según la mayoría de las creencias, dictaba leyes
muy específicas a sus fieles, de cuyo
cumplimiento –especialmente en los grandes
monoteísmos– dependería la salvación o el
castigo eterno.

Pero el libre albedrío también implica que los


seres humanos deben encontrar un modelo de
sociedad que les permita comportarse de buena
manera. Así, debe proponer leyes y autoridades
propias, dirigidas de manera organizada hacia el
bienestar común, lo que implica una tensión
inevitable entre la voluntad individual y las
necesidades del colectivo. Las sociedades
modernas se han desarrollado en el marco de
esta tensión.
¿Viene la libertad?
La libertad es un concepto muy utilizado en
política, especialmente cuando se trata de
justificar las posiciones más radicales y las
decisiones socialmente más cuestionables. Desde
su consolidación como valor público indiscutible
con el triunfo del liberalismo a partir del siglo
XVII, referirse a la libertad se ha vuelto común en
los liderazgos de las masas y en los espacios
políticos de los diferentes actores políticos de la
sociedad. Pero qué es exactamente la libertad y
hasta dónde llega siguen siendo cuestiones
dignas de debate en la sociedad postindustrial
contemporánea.
La libertad, tal como la define el diccionario de la
Real Academia Española, es “la facultad natural
que tiene el hombre de actuar de una forma u
otra, y no de actuar, de la que es responsable de
sus actos”, es decir, se trata de la capacidad de
decidir el propio rumbo y asumir las
consecuencias que ello implica. En otras
palabras, la libertad es una forma de libre
albedrío.

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Este último término es común en el discurso
religioso: se dice que Dios, creador y controlador
del mundo, nos permite el libre albedrío y por
tanto no interviene para salvarnos de las
posibles consecuencias catastróficas de nuestras
acciones y decisiones. Esto, a pesar de que Dios,
según la mayoría de las creencias, dictaba leyes
muy específicas a sus fieles, de cuyo
cumplimiento –especialmente en los grandes
monoteísmos– dependería la salvación o el
castigo eterno.

Pero el libre albedrío también implica que los


seres humanos deben encontrar un modelo de
sociedad que les permita comportarse de buena
manera. Así, debe proponer leyes y autoridades
propias, dirigidas de manera organizada hacia el
bienestar común, lo que implica una tensión
inevitable entre la voluntad individual y las
necesidades del colectivo. Las sociedades
modernas se han desarrollado en el marco de
esta tensión.
¿Viene la libertad?
La libertad es un concepto muy utilizado en
política, especialmente cuando se trata de
justificar las posiciones más radicales y las
decisiones socialmente más cuestionables. Desde
su consolidación como valor público indiscutible
con el triunfo del liberalismo a partir del siglo
XVII, referirse a la libertad se ha vuelto común en
los liderazgos de las masas y en los espacios
políticos de los diferentes actores políticos de la
sociedad. Pero qué es exactamente la libertad y
hasta dónde llega siguen siendo cuestiones
dignas de debate en la sociedad postindustrial
contemporánea.

La libertad, tal como la define el diccionario de la


Real Academia Española, es “la facultad natural
que tiene el hombre de actuar de una forma u
otra, y no de actuar, de la que es responsable de
sus actos”, es decir, se trata de la capacidad de
decidir el propio rumbo y asumir las
consecuencias que ello implica. En otras
palabras, la libertad es una forma de libre
albedrío.

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Este último término es común en el discurso
religioso: se dice que Dios, creador y controlador
del mundo, nos permite el libre albedrío y por
tanto no interviene para salvarnos de las
posibles consecuencias catastróficas de nuestras
acciones y decisiones. Esto, a pesar de que Dios,
según la mayoría de las creencias, dictaba leyes
muy específicas a sus fieles, de cuyo
cumplimiento –especialmente en los grandes
monoteísmos– dependería la salvación o el
castigo eterno.

Pero el libre albedrío también implica que los


seres humanos deben encontrar un modelo de
sociedad que les permita comportarse de buena
manera. Así, debe proponer leyes y autoridades
propias, dirigidas de manera organizada hacia el
bienestar común, lo que implica una tensión
inevitable entre la voluntad individual y las
necesidades del colectivo. Las sociedades
modernas se han desarrollado en el marco de
esta tensión.
¿Viene la libertad?
La libertad es un concepto muy utilizado en
política, especialmente cuando se trata de
justificar las posiciones más radicales y las
decisiones socialmente más cuestionables. Desde
su consolidación como valor público indiscutible
con el triunfo del liberalismo a partir del siglo
XVII, referirse a la libertad se ha vuelto común en
los liderazgos de las masas y en los espacios
políticos de los diferentes actores políticos de la
sociedad. Pero qué es exactamente la libertad y
hasta dónde llega siguen siendo cuestiones
dignas de debate en la sociedad postindustrial
contemporánea.

La libertad, tal como la define el diccionario de la


Real Academia Española, es “la facultad natural
que tiene el hombre de actuar de una forma u
otra, y no de actuar, de la que es responsable de
sus actos”, es decir, se trata de la capacidad de
decidir el propio rumbo y asumir las
consecuencias que ello implica. En otras
palabras, la libertad es una forma de libre
albedrío.

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Tiempo restante -1:24

reactivar el silencio
Este último término es común en el discurso
religioso: se dice que Dios, creador y controlador
del mundo, nos permite el libre albedrío y por
tanto no interviene para salvarnos de las
posibles consecuencias catastróficas de nuestras
acciones y decisiones. Esto, a pesar de que Dios,
según la mayoría de las creencias, dictaba leyes
muy específicas a sus fieles, de cuyo
cumplimiento –especialmente en los grandes
monoteísmos– dependería la salvación o el
castigo eterno.

Pero el libre albedrío también implica que los


seres humanos deben encontrar un modelo de
sociedad que les permita comportarse de buena
manera. Así, debe proponer leyes y autoridades
propias, dirigidas de manera organizada hacia el
bienestar común, lo que implica una tensión
inevitable entre la voluntad individual y las
necesidades del colectivo. Las sociedades
modernas se han desarrollado en el marco de
esta tensión.

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