Está en la página 1de 199

Índice

Título/Autora
Legales
Dedicatoria
Prólogo - Olivia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo
Sobre la autora
Editorial
D. G. Lanerose
Todo me lleva a ti / D. G. Lanerose. - 1a ed. - Godoy Cruz : Tinta de Luz, 2021.
Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-8420-48-6

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.


CDD A863

TODO ME LLEVA A TI
Autor/a: ©2021, D. G. Lanerose
Todos los derechos reservados

Ilustración, edición, corrección y diseño: Editorial Tinta de Luz


+54 9 261 3014073 | info@tintadeluz.com.ar | www.tintadeluz.com.ar
Mendoza, Argentina.
*
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723

ISBN 978-987-8420-48-6
Primera edición
Mendoza, Argentina 2021

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en
cualquier formato o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el
permiso previo y escrito del Autor.
Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.
Para todo aquel que, como yo, ame perderse en un sinfín de historias de
amor.
Prólogo
Olivia

Un año atrás
Estacionando, frunzo el ceño al ver una patrulla de policías y un camión
de bomberos allí. Anonadada, observo a un bombero tras otro entrar
corriendo al edificio frente a mí: el lugar al que llamo mi hogar.
Pesadas nubes grises de humo salen sin parar de las ventanas delanteras
del tercer y cuarto piso. Mi corazón se acelera.
¡Billy!
Desesperada, bajo del coche y corro a través de la pequeña multitud de
gente empujando a algunos fuera de mi camino, directo a la puerta
principal. Antes de poder llegar, soy detenida por un brazo que rodea mi
cintura.
—¡Señorita, no puede entrar allí!
—¡Déjame ir! —grito, apartándome del extraño hombre— ¡Mi perro está
ahí dentro!
Él me deja a un lado y se para frente a mí impidiendo que avance.
—Hemos evacuado todo el edificio, no había ningún perro —dice
mirándome—. ¿Cuál es su apartamento?
—Tercero B.
Estoy sin aliento, mis ojos yendo de un lado a otro intentando ver qué
sucede.
Su rostro cae y una mala sensación se asienta en mi estómago enviando
escalofríos por todo mi cuerpo.
—¿Qué?
—Siento tener que decirle esto, pero creemos que fue en ese piso donde
comenzó el fuego, cuando llegamos… no logramos…
Oh no… no, no.
Tropiezo hacia atrás, como si él me hubiera abofeteado, y aterrizo sobre
mi trasero. A través de mi visión borrosa veo al hombre arrodillándose a mi
lado, está hablándome, pero no puedo escuchar lo que me dice.
Billy… Oh, Dios, esto no puede estar pasando.
Cuando mi respiración comienza a acelerarse, me desespero y llevo las
manos a mi pecho, intentando tomar grandes bocanadas de aire.
—¡Paramédico!
Otro hombre se acerca a nosotros y me ayuda a recostarme antes de
tomar mis signos vitales.
Yo solo lo dejo.
—Lo siento mucho —lo escucho susurrar mientras hace su trabajo.
Me siento entumecida, no sé cuánto tiempo me quedo allí observando a
estas personas lidiar con el caos que hay en el interior del edificio. Las
lágrimas caen sobre mis mejillas con el recuerdo del día en que mis padres
y Ben me sorprendieron con Billy, yo acababa de mudarme a este
apartamento. Ellos pensaron que sería una buena idea tener al pequeño
como compañía. Y cuánta razón tenían.
—¿Señorita?
Levanto mis ojos y encuentro allí al oficial que me ayudó antes.
—¿Tiene a alguien a quien llamar? —pregunta extendiendo un móvil
hacia mí.
Asiento limpiando mi rostro antes de tomarlo, él se mueve a un lado
dándome un poco de espacio. Con dedos temblorosos marco el número de
mi padre y lo llevo a mi oído.
— ¿Sí?
—¿Papá?
No necesito decir otra palabra, mi llamada lo alarma. Escucho un rápido
movimiento del otro lado, lo que me indica que él estaba descansando.
—¿Olivia?
Puedo decir por el tono preocupado de su voz que sabe que algo no va
bien.
—Pa, ¿puedes venir a buscarme? —lloro sorbiendo mi nariz.
Cuando termino la llamada, le devuelvo el móvil al oficial, quien me
mira con pena. Una vez que se va, cierro mis ojos y descanso mi cabeza
sobre mis rodillas.
¿Cómo diablos mi vida llegó a esto?
Capítulo 1

—Que tenga un buen día, señora Jones —sonrío entregándole la caja de


cupcakes a la pequeña mujer frente al mostrador.
—Gracias, querida. Mis nietos adoran tus pastelitos, no tardarán más de
un minuto en devorarlos —ríe mientras se dirige a la puerta.
Agitando mi mano hacia ella, rodeo el mostrador y me dejo caer en la
silla más cercana. Hoy fue un día agotador, de esos que te dejan noqueada,
pero feliz. Amo mi trabajo, poseo una pequeña y nueva panadería en la
avenida Lexington, Nueva York, llamada “Sugar Bloom”. Los cupcakes y
las galletas son mi especialidad.
La ubicación y el lugar son perfectos, es una zona muy concurrida por lo
que siempre hay personas buscando un café y algún dulce para llevar.
También me gusta la distribución del espacio en tienda, tener la cocina
separada de la sala de exhibición y atención lo hace mucho más práctico.
Cuando acepté ese curso culinario unos meses atrás, nunca esperé
quedarme por mucho más tiempo que un mes, pero acá estoy, siete meses
después, haciendo una de las cosas que más me gusta hacer.
Definitivamente fue un gran cambio pasar de un pequeño pueblo como
Cold Spring a la Gran Manzana, sí, la GRAN Manzana. Pero me encanta
estar aquí, mi mejor amiga vive en la ciudad, ella lo hace todo más fácil.
Dejar mi hogar de la manera en que lo hice no fue nada sencillo, toda mi
vida estaba allí, mi familia, mi trabajo, verme forzada a dejar todo atrás no
fue algo que esperaba. Por suerte mis padres me apoyaron desde el primer
día y, apenas vi la oportunidad de hacerlo, tomé mi pequeña valija con lo
esencial y me fui del pueblo. Ellos no estaban nada contentos, mucho
menos mi padre y mi hermano, pero aun así lo hice, y lo entendieron.
—¿Estás dormida?
La repentina voz me sobresalta sacándome de mis pensamientos. Mis
ojos se abren de golpe y me pongo de pie deprisa. Justo allí, frente a mí, veo
al hombre más grande que alguna vez haya visto.
—¿Hola? —repite él inclinando la cabeza a un lado.
—¡Oh, lo siento, hola! —saludo sorprendida—. Solo estaba… Umm —
limpio mis manos en el delantal que llevo puesto, moviéndome hasta estar
detrás del mostrador—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—Cupcakes, una docena, chocolate y vainilla —responde mirándome de
cerca.
—Claro, enseguida.
Tomo una de las cajas grandes y comienzo a colocarlos adentro. De
reojo, veo que se balancea un poco sobre sus pies, pisando repetidamente
con uno de ellos, mostrando impaciencia. Esto hace que me ponga un poco
más nerviosa y me apresure a terminar de colocar los cupcakes en la caja.
—Serían $24.50 —digo caminando hacia la caja registradora.
Él alcanza su bolsillo, saca su billetera y, mientras lo hace, me tomo el
tiempo para apreciarlo un poco mejor. Sip, definitivamente grande, él es
alto ¿1.80? ¿1.85 quizás? Puedo decir que pasa horas en un gimnasio,
parece algo tenso.
Viste una remera blanca básica que se ajusta en sus brazos y pecho,
haciendo que su cuerpo se realce aún más, jeans oscuros y zapatillas.
—Ejem —mis ojos inmediatamente suben y se encuentran con los suyos
una vez más.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta en un tono engreído alzando una ceja
—. Porque puedo apostar a que lo haces —insiste con una sonrisa torcida
en sus labios.
—Umm —desvío la mirada, sonrojándome un poco, de repente
avergonzada por mi reacción—. Aquí está tu orden —digo empujando la
caja hacia él.
—Adorable —murmura.
Dios, Olivia, mantén la compostura, es solo un chico.
—Quédate con el cambio —dice dejando un billete de $50 sobre el
mostrador.
—¿Qué? No, no, ¡eso es demasiado! —exclamo buscando el cambio en
la caja registradora para entregárselo, pero ya se encuentra de camino a la
salida—. Está bien, entonces.
—Nos vemos por ahí.
La puerta se cierra detrás de él, y suspiro negando con mi cabeza.
Toda una impresión.
Miro el reloj ubicado a un lado del mostrador que marca las 3.30 p. m..
Comienzo a ordenar para dejar todo listo para el día siguiente, repaso las
mesas dejándolas limpias, realizo el pedido de ingredientes que hacen falta
y empaqueto las sobras del día. Cuando termino, tomo mi bolso, la caja de
sobras y las llaves. Mientras me dirijo hacia la puerta, tomo mi celular para
llamar a mi mejor amiga, Abby. Contesta al segundo tono.
—¡Hola, hola!
—Oye, Abbs, estoy saliendo de la pastelería en este momento, hoy fue un
día de locos —resoplo antes de agregar—: ¿Adivina qué? ¡Hice un papelón
que no te lo creerás! —las palabras salen tan rápido que ni yo me entiendo
—. Te espero en casa alrededor de las 6 p. m. para cenar.
—¡No me digas! Estaré allí —responde con una risita—. ¡CONSIGUE
VINO! —grita desde el otro lado haciéndome apartar el móvil de mi oreja.
—Nunca falta —digo riendo—. Enseguida voy a la tienda, te aviso
cuando llegue a casa, nos vemos en unas horas —digo, y termino la
llamada.
Haciendo malabares con las cosas en mis manos para no dejar caer nada
al piso, apago el resto de las luces de la tienda. Una vez afuera dejo caer mi
bolso al suelo en el intento de cerrar la puerta.
—Maldición.
—¡Oye! —alguien grita no muy lejos de mí.
No logro voltearme a tiempo, ya que de repente me empujan y golpeo mi
hombro contra la fría superficie de la puerta, me arrebatan las bolsas de la
mano. Dejo escapar un grito por el dolor y el susto. Sin pensarlo, me dejo
caer al suelo y rodeo mi cuerpo con mis brazos formando un ovillo,
protegiéndome.
—¡Mike! ¡Ven aquí! —grita una voz femenina y chillona.
Capítulo 2

Apenas puedo oír lo que sucede a mi alrededor, una mano toca en mi


hombro haciendo que me retraiga, encogiéndome un poco más.
—¡Por Dios! ¿Te encuentras bien? —pregunta la voz de la chica, esta vez
no tan fuerte.
Junto a mí, arrodillada, se encuentra una joven rubia mirándome con
preocupación. Me siento sobre el pavimento, observo a mi alrededor a la
pequeña multitud que está manteniendo la distancia, esperando a ver qué
sucede.
—¿Te encuentras bien? —repite ella apoyando con cuidado su mano en
mi hombro una vez más.
—Bien —murmuro sintiendo como mi respiración comienza a acelerarse
más de lo normal.
Colocando la cabeza entre mis piernas tomo repetidas bocanadas de aire
intentando calmarme, pero no está funcionando.
—¡Oh, mierda! ¡Por favor, cálmate! —me pide poniéndose nerviosa—.
¡Oye! ¡No sé qué debo hacer! ¡MIKE!
Sus nervios y gritos me ponen aún más nerviosa de lo que ya estoy.
Podría estar muriendo de un ataque de pánico, y esta chica sería inútil,
genial Olivia.
—Samantha, hazte a un lado —pide la voz de un hombre, una voz que
reconozco.
Tienes que estar bromeando. ¿Esto realmente está sucediéndome?
Cierro mis ojos e intento concentrarme en controlar mi respiración. Lo
siento tomar asiento a mi lado en el suelo, su brazo rodea mis hombros
colocándome en una posición sentada. Sin molestarme en abrir mis ojos,
apoyo la cabeza sobre la pared detrás de mí.
—Respira —me tranquiliza frotando su mano por mi espalda de arriba a
abajo—. Vamos, respira lento.
Inhalo y exhalo repetidas veces dejando que el aire entre en mi cuerpo,
hasta comenzar a relajarme. Permanecemos en esa posición durante lo que
parecen minutos. Su cuerpo tan cerca del mío emana calor, haciéndome
sentir más cómoda. Lo siento alejar con suavidad el cabello de mi rostro,
poco a poco abro mis ojos encontrándome con esos bellos ojos color
avellana de más temprano.
—Te dije que nos veríamos pronto, nena —susurra mientras una sonrisa
engreída aparece en su atractivo rostro—. Aunque debo decir que imaginé
otro escenario.
—Esto es una mierda —resoplo haciéndolo reír.
—¿Te sientes mejor?
—Mejor —digo asintiendo y levantando la mirada.
Por suerte ya no hay muchas personas observando, no me gusta para nada
ser el centro de atención, mucho menos en una situación como esta.
— ¡Vaya espectáculo! —exclama la rubia acercándose y estirando su
mano hacia mí—. Me llamo Sam, soy su hermana —dice señalando al
hombre sentado junto a mí—. Él es Mike.
—Olivia —le devuelvo el saludo aceptando su mano.
—¿Quieres intentar ponerte de pie? Eso no parece cómodo.
—No creo que… —interviene Sr. Músculos junto a mí.
—Está bien, puedo hacerlo —le doy una sonrisa tranquilizadora.
—Déjame ayudarte —dice él tomando mi mano y pasando uno de sus
brazos por mi cintura para darme soporte.
Una vez de pie, paso las manos por mi cuerpo intentando limpiar un poco
los restos de polvo y suciedad que quedaron en la ropa. Inspecciono el
pavimento buscando alguna de mis pertenencias, pero no las veo.
—Aquí están —Sam me entrega mi bolso y el móvil—. El chico solo
logro tomar la bolsa grande que estabas sosteniendo, espero que no tuvieras
nada importante ahí. El resto parece estar todo, tu móvil sin embargo va a
necesitar un arreglo.
—Gracias —digo con una pequeña sonrisa mirándolos a ambos—. Y
gracias por detenerse a ayudarme.
—No fue nada, estoy contenta de haber estado cerca, sucedió todo tan
rápido, y tu grito me asustó como el demonio —se ríe aún nerviosa.
—Lo siento.
—¿Trabajas aquí? —pregunta ella señalando la pastelería.
—Sí, es mía.
—Oh, eso es genial. Me encantan los postres de aquí, las galletas son mis
favoritas —mira a su hermano—. Es por eso que estábamos por la zona.
Incité a Mike a romper su dieta con los deliciosos cupcakes —comenta
codeándolo.
Maldición, esta chica tiene energía, no para de hablar.
Mis ojos se desvían a él, quien se encuentra en silencio y en este
momento tiene su intensa mirada puesta sobre mí, la sostiene por unos
segundos obligándome a ser quien la aparte.
—Bueno, creo que es momento de ir a ca…
—Te llevaremos —interrumpe él.
Cuando estoy por oponerme para decir que no es necesario, repite:
—Te llevaremos.
Su rostro está serio, por lo que desisto y asiento.
—Es solo a unos bloques de distancia, podemos ir a caminando.
—Bien.
Caminamos en silencio hasta llegar a The Sage House. Allí Sam se
despide de mí con un pequeño abrazo, pidiéndome mi número de teléfono
así puede ponerse en contacto conmigo.
—De nuevo, gracias por su ayuda hoy, espero verlos pronto.
—Seguro que lo harás —murmura él tan bajo que apenas alcanzo a
escucharlo.
Capítulo 3

—Hola, cariño, estaba esperando tu llamada.


—Hola, ma, perdón por hacerte esperar.
—¿Cómo está todo por allí?
La gran pregunta del día…
No me gusta mentirle a mi madre, pero no hay chance en el infierno que
le cuente lo que sucedió hoy, la tendría parada en la puerta de mi
apartamento en menos de cuarenta minutos. Además, ellos han estado bajo
constante estrés desde que me fui de casa, incluso antes. No quiero
preocuparlos con esto. El gran problema de mentirle a mi madre es
encontrar las palabras correctas para hacerlo y que suene creíble.
—Todo va bien.
—¿Eso es todo? ¿Bien?
—Sí, ma, bien.
—Olivia Brown, ¿acaso estás mintiéndome?
—¿Qué? Claro que no —digo colocando un mechón de cabello detrás de
mi oreja—. ¿Cómo están ustedes?
Hace un sonido de “Hmm” y entonces contesta:
—Estamos bien, cariño, te extrañamos —suspira—. Tu padre no para de
preguntar cuándo vuelves a casa.
—Los extraño mucho también, ¿quizás pueda visitarlos antes de que
inicie el otoño? —sugiero.
Pasamos los próximos veinte minutos planeando mi visita a Cold Spring
para antes del otoño, mi madre está más que emocionada. Después de que
termino la llamada, realizo el pedido a la tienda con las cosas que necesito
para la cena de esta noche, comienzo a preparar la comida y dejo todo en el
horno. Una vez que todo está listo decido tomar un baño, y así pasa el resto
de la tarde.

Estoy sirviendo una copa de vino cuando el portero de mi apartamento


suena, voy hasta él y presiono el botón de altavoz.
—¿Sí?
—Buenas noches, señorita Liv. La señorita Abigail se encuentra aquí.
—Puede dejarla subir, Robert. Que tenga una buena noche.
Desde que vivo en este edificio he intentado que Robert, nuestro portero,
me llame Liv. Costó un poco, pero finalmente me llama “señorita Liv”.
Minutos después golpean a la puerta y voy a recibir a mi amiga.
Conocí a Abby unos cuantos años atrás en la escuela y, desde ese
momento, fuimos inseparables. Teníamos unos 10 años, recuerdo que era el
horario del almuerzo y una desagradable niña se estaba burlando de mi
lonchera como en muchas ocasiones. De la nada, aparece otra niña con
cabello vibrante y rojo que se colocó frente a mí, empujándola y gritando
que si no dejaba de molestarme la golpearía con su enorme puño, ambas
terminamos en detención ese día.
Lo sé, salvaje.
Físicamente somos muy diferentes, Abby es alta, piernas kilométricas,
tez muy clara. Con su característico cabello largo y rojo y unas adorables
pecas sobre la nariz y mejillas que ella detesta. Su personalidad puede
resultar algo avasallante si no la conoces, es audaz, sin filtro, le encanta
obtener una reacción. Es imposible no divertirse a su lado. Lo único que
compartimos son nuestros ojos verdes. En el otro extremo estoy yo, soy
pequeña, 1.56, tez cálida, cabello castaño claro por debajo de los hombros.
Soy más tranquila, ¿extrovertida? Claro, quizás un punto medio.
A ambas nos encanta el arte, mientras ella crea arte con sus manos, sobre
lienzos; a mí me gusta trasmitir el arte a través de mis creaciones en la
pastelería. Es dueña de su propio estudio de arte donde vende las piezas
más impresionantes.
—¡Chica! Pensé que me llamarías cuando llegaras a casa. ¿Cómo estuvo
hoy? —Abby deja su cartera en el sillón y se acerca a abrazarme.
—¡Oye! —le devuelvo el abrazo, manteniéndola cerca por unos
segundos antes de soltarla.
Suelto una risa nerviosa, al mismo tiempo que le entrego una copa de
vino y señalo el sillón para que tome asiento.
—¿Por dónde quieres que empiece?
—¿Tan malo? —se ríe.
Tomo un gran sorbo de mi copa y comienzo a contarle todo lo que
sucedió hoy, desde el incómodo momento con Sr. Músculos en la pastelería
hasta el incidente con el joven cuando estaba cerrando.
—¡Liv! ¿Por qué no me llamaste cuando esto sucedió?
—¡Ugh! Ni siquiera podía pensar —digo negando con mi cabeza—. Mi
mente se puso completamente en blanco.
—Oh, querida, puedo imaginar lo difícil que fue para ti —se acerca para
abrazarme—. ¿Realmente estás bien?
—Sí, sí —la tranquilizo—. Supongo que fue solo el momento, el
recuerdo que trajo, no me lo esperaba, ¿sabes?
Puedo decir por su expresión que está preocupada.
—¿Le has dicho a tu madre?
—Dios, no, claro que no. Sabes que estaría aquí si así fuera.
Me da una pequeña sonrisa.
—Se preocupan, ellos te aman.
—Lo sé.
Se acomoda en su asiento, cruzándose de piernas.
—Así que, ¿quiénes eran el hombre y la mujer que te ayudaron? —
pregunta levantando una ceja—. ¿Los conocías?
—No tengo idea. A ella, Sam, definitivamente la he visto antes, me
resultó familiar y luego mencionó sobre comprar en la pastelería así que
supongo que la he visto allí, pero a él, no lo había visto nunca —suspiro—.
Abby, nunca vi un hombre tan atractivo.
—E hiciste el ridículo delante de él —ríe ella haciendo que me queje y
me tape los ojos.
—Ni lo menciones, debe pensar que soy una tonta.
El resto de la noche es tranquila, la cena quedó deliciosa y alrededor de
las 9 p. m. Abby se fue a su casa ya que a la mañana siguiente ambas
teníamos trabajo que hacer. Una vez que se fue, di por terminada la noche.
Después de semejante día espero que el sueño llegue rápido, pero no
cuento con esa suerte, un par de ojos color avellana me persiguen por unos
minutos hasta que por fin logro dormir.
Capítulo 4

Ha pasado una semana desde el incidente y las cosas van muy bien, hace
unos días atrás recibí un mensaje de Sam preguntando cómo estaba, hemos
estado en contacto desde entonces y hoy quedamos para almorzar.
Le pedí que me enviara la dirección del restaurante, diciéndole que la
encontraría allí, por lo que después del trabajo fui hasta el apartamento, me
duché, cambié, maquillé y cuando estuve lista pedí un uber. Me decidí por
un vestido media pierna negro con detalles en la parte inferior y breteles
delgados, recogí mi pelo en un rodete desordenado. Completé el look con
sandalias negras y un pequeño bolso color rosa.
El día esta agradable, soleado y con una suave brisa. Al bajar del coche
sonrío, Sam eligió almorzar en Fire que es uno de los restaurantes más
conocidos de la ciudad. Con Abby solemos venir seguido, es nuestro lugar
favorito, definitivamente la tendré en cuenta para la próxima vez.
—Hola, Tara —saludo a la recepcionista, a quien veo cada semana.
—Hola Liv, ¿cómo estás hoy?
—Muy bien, gracias. Tengo una reserva a nombre de Samantha B —digo
recordando el nombre que Sam me envió antes.
—Ya está esperando por ti —asiente guiándome hacia la mesa.
La sigo hasta la parte trasera del restaurante, donde hay una preciosa
terraza que permite disfrutar una vista alucinante de la ciudad de Nueva
York. Sam se encuentra sentada en una mesa para dos, está hablando con
alguien con su móvil, me acerco saludándola con una mano. Tomo asiento y
después de unos minutos termina la llamada con un “Adiós, idiota” que me
hace reír.
—Lo siento por eso —se disculpa poniéndose de pie y rodeando la mesa
para darme un abrazo—. ¡Luces esplendida, Liv! Me encanta tu vestido —
elogia echándose hacia atrás para verme mejor.
—Oh, gracias. Luces increíble también, me tienes que decir dónde
compraste esa chaqueta —digo señalando la prenda que tiene sobre sus
hombros.
—¡Yo la hice!
—¿En serio? —pregunto sorprendida—. ¡Es fabulosa! Me gusta la
combinación del jean con las distintas estampas.
—Fue una idea de último minuto —desestima con la mano—. Ven,
vamos a sentarnos, espero que no te moleste, pero ordené nuestras bebidas:
pedí mojitos.
—Fantástico.
Nos sentamos mientras el camarero trae nuestras bebidas y deja un
pequeño plato largo con aperitivos.
—Este lugar es asombroso —digo probando mi mojito.
Qué delicia
—Es uno de mis favoritos. ¿Has estado aquí antes?
—Sí, con mi amiga Abby solemos almorzar aquí.
—Eso es genial —bebe de su trago—. Estoy contenta de que lográramos
coincidir hoy. ¿Cómo estuvo la semana después de lo que ocurrió?
—Estuvo bien, mucho trabajo, pero me gusta cuando es así, realmente
disfruto de la cocina así que no lo hago de manera forzada.
—Desearía poder decir lo mismo, no puedo hacer ni siquiera una tostada
para salvar mi vida.
Ambas reímos
—Así que, la ropa, ¿es un pasatiempo? —pregunto curiosa.
—En realidad, es lo que hago —se encoje de hombros—. Tengo mi
propia y pequeña tienda en la 3ra Avenida, allí vendo todas mis creaciones.
—¿Tú las diseñas?
—Lo hago, todas ellas.
—Sam, ¡eso es sorprendente! —digo impresionada—. Definitivamente
tengo que ir a visitar esa tienda, estoy segura de que si las prendas son tan
bellas como esa chaqueta, la tienda debe estar explotando.
—Es algo nuevo, me tomó tiempo decidir hacerlo realidad. Mi hermano,
umm, no estaba convencido de que fuera una buena idea —me mira
nerviosa—, y yo solo quería que fuera algo mío y lograrlo por mis propios
medios.
Asiento:
—Eso es entendible y muy maduro de tu parte, estoy segura de que tu
familia está orgullosa de lo que has hecho, incluso tu hermano.
—Entonces, ¿qué te trajo a la ciudad, Liv?
Me muevo algo incómoda.
No sé qué hay en ella que me transmite confianza, pero decido contarle
como fue dejar Cold Spring y por qué vine aquí, claro, evitando los detalles
importantes, mi familia y Abby son los únicos que saben acerca de eso.
Conversamos por un buen rato, conociéndonos, hasta que en un momento
Sam se me queda mirando raro.
—¿Qué sucede?
—¡Mi hermano es Michael Butler! —suelta ella de repente.
—Umm, lo supuse, te oí llamarlo Mike el día que nos conocimos —digo
tomando uno de los aperitivos frente a mí.
—Lo sé, él es Mike, como Michael Butler —repite.
Debe notar mi cara de desorientada, porque me mira y frunce el ceño.
—¿No lo conoces?
Niego.
—¿Debería?
Parpadea sorprendida, con una expresión en su rostro que no logro
comprender, incomodándome un poco. Segundos después tira su cabeza
hacia atrás y comienza a reír, muy alto.
—Umm, ¿Sam? ¿Estás bien? —miro a nuestro alrededor con mis ojos
muy abiertos.
La gente debe pensar que está loca.
—¡ESTO ES INCREIBLE! —ella no puede parar de reír—. ¿Hace
cuánto vives en Nueva York?
—Unos siete meses —respondo aún sin entender nada de lo que está
sucediendo con esta chica.
—Increíble, se va a morir cuando sepa de esto —murmura limpiando su
ojo, antes de recobrar la compostura y hacerme un gesto con la mano—.
Solo olvídalo.
—Esto es raro.
—Lo sé, lo sé, olvídalo —dice llamando al mesero para pedir el
almuerzo.
Mientras esperábamos la comida, una Samantha mucho más emocionada,
comienza a contarme sobre su tienda de ropa, cómo inició, de dónde se
inspira, cómo su madre es quien la ayuda a confeccionar muchas de las
prendas que realiza. Puedo ver que es algo que disfruta hacer. Ella habla
con una emoción que me tiene sonriendo durante todo el rato.
El almuerzo, como siempre, estuvo exquisito. Al despedirme de ella
agendamos otro almuerzo para dentro de los próximos días y una visita para
conocer su tienda.
Capítulo 5

Miro el reloj y veo que son pasadas las 3 p. m., hoy ha estado muy
tranquilo, inusualmente tranquilo para un lunes, por lo que decido terminar
el día temprano.
Rápidamente calculo las sobras y comienzo a empaquetarlas. Los
pasteles y galletas de mi tienda son horneados y vendidos en el día por lo
que los restos son enviados a un hogar de beneficencia de la ciudad.
Voy hasta la puerta delantera para cerrarla, pero antes de que lo pueda
hacer esta se abre. Doy un paso atrás sorprendida cuando veo a Mike entrar.
—Oh, ¡Hola!
—Oye, ¿aún estoy a tiempo? He vuelto por otro de esos deliciosos
pastelitos tuyos.
Sonrío asintiendo y dando un paso atrás.
—Claro, pasa. ¿Quieres un café? —pregunto cerrando la puerta detrás de
él y apagando algunas de las luces del exterior.
—Solo si te unes a mí —dice dándome una sonrisa para morir.
Toma todo de mí no soltar un suspiro al verlo allí. Con su cabello corto
castaño oscuro, mandíbula definida y barba apenas crecida, él tiene que ser
el hombre más atractivo que he cruzado en mi vida.
Y esos ojos…
Toma asiento en una de las pequeñas mesas y casi me río, él es muy
grande para una de esas.
—Bien.
Puedo sentir su mirada sobre mí mientras preparo el café, lo que me pone
un poco nerviosa. Elijo una de las cajas empaquetadas que contienen
distintas variedades de cupcakes y galletas, tomo algunas servilletas y
endulzante. Rodeo el mostrador caminando hacia donde él se encuentra
sentado, dejo los dulces en la mesa antes de buscar las tazas de café.
Cuando vuelvo, dejo salir una risita al ver que tiene un cupcake a medio
camino de su boca.
—¿Qué? Estas pequeñas cositas están deliciosas. ¿Cómo estuvo el día?
—pregunta tomando otro bocado.
—Estuvo bien, demasiado tranquilo para mi gusto, estaba a punto de ir a
casa cuando llegaste.
—Lo siento —hace una mueca.
—Oh, no lo dije para que lo lamentaras —me disculpo—. Me alegra que
vinieras.
Apenas las palabras salen de mi boca quiero traerlas de vuelta.
—¿Sí?
Siento mis mejillas calentarse y me miro las manos, de repente tímida. Él
ve eso.
—Tenía que conseguir una última dosis de estos —dice él estirándose por
otro cupcake de la caja, llamando mi atención.
—¿Última? ¿Por qué?
—Mi entrenador me mataría si descubre que estos dulces forman parte de
mi dieta mientras estoy entrenando. Hoy me he escapado, pero no se lo
digas, ¿ok? —me guiña un ojo, y yo me río.
—Estoy feliz de que llegaras a tiempo, entonces.
—Escuché que eres nueva aquí. ¿Qué tal te está tratando la gran ciudad
hasta el momento? —pregunta recostándose en el respaldo de su silla.
Sus músculos se flexionan con el movimiento y me obligo a apartar la
mirada de vuelta a su rostro antes de que él lo note.
—Este es un lugar muy bonito —agrega mirando la pastelería.
—Gracias, y me encanta aquí, es una ciudad hermosa. No fue fácil tomar
la decisión de mudarme, pero mi mejor amiga vive aquí por lo que no fue
extremadamente difícil adaptarme. Además, el trabajo me ha mantenido
muy ocupada estos últimos meses.
—Eso es bueno. Mi familia y yo hemos vivido aquí toda mi vida —toma
un sorbo de su café—. ¿De dónde eres?
—Cold Spring, no muy lejos.
—Lindo, ¿tu familia sigue allí?
—Sí, no los arrastraría conmigo a una de mis locas aventuras.
Sonríe levantando una ceja:
—Locas aventuras, ¿uh? ¿Estás pensando en volver pronto?
—No realmente, al menos por el momento, estoy disfrutando de mi vida
aq…
El sonido de su celular interrumpe, lo saca del bolsillo de su pantalón
ofreciéndome una mueca de disculpa antes de aceptar la llamada.
—¿Qué sucede? —contesta sin saludar—. No puedo, hazlo tú, estoy
ocupado. No es de tu inconveniencia—espera en silencio y rueda sus ojos
—. No te lo diré, Sam, nos vemos para la cena.
Puedo escuchar un pequeño grito del otro lado antes de que él termine la
llamada y se ponga de pie.
—Perdón por eso, la princesa de la casa exige mi presencia.
—No hay porque, ¿estaba ella enojada? —pregunto replicando su
movimiento y acompañándolo a la puerta.
—Ella es un dolor de trasero, es la menor de nosotros dos, está
acostumbrada a salirse con la suya —se encoge de hombros.
—Me gusta ella, es divertida.
Él me da una cálida sonrisa y se me queda mirando por unos segundos.
Cuando intenta alcanzar su billetera, lo detengo poniendo mi mano sobre la
suya haciendo que sus ojos encuentren los míos una vez más.
—Eso no es necesario, va por cuenta de la casa —digo caminando con él
a la salida—. Oh, espera —lo detengo y corro hacia la mesa en la que
estábamos sentados, tomo la caja de cupcakes que quedaron y vuelvo a su
lado—. Llévale estos a Sam, salúdala de mi parte.
—A ella le encantarán, gracias —dice tomando la caja de mis manos—.
Así que… —dice sin apartar sus ojos de los míos mientras una sonrisa se
asoma por la esquina de sus labios—. Te veré pronto, nena.
Nena.
Eso envía un pequeño cosquilleo por mi cuerpo haciéndome sonrojar y
mirar al piso.
—Adiós.
Cierro la puerta detrás de él y suspiro cerrando los ojos.
¿Qué es lo que tiene este hombre?
Claro, es atractivo, pero la forma en que reacciono a su alrededor es
nueva para mí, no me había sucedido antes. Esto se repite por los próximos
cuatro días, a los pocos minutos de cerrar la pastelería Mike entra, nos
sentamos, compartimos un café y simplemente conversamos.
Después del segundo día, me encuentro esperando la hora de cierre para
verlo. Soy la que habla. Él pregunta, pregunta mucho. No le gusta hablar de
sí mismo, lo que me indica que es un hombre reservado.

Hoy he quedado con Sam para conocer su tienda de ropa. Cuando ella
dijo “pequeña tienda” definitivamente no imaginé la tienda de dos plantas
que estamos recorriendo en este momento, mientras ella va comentando
acerca de los distintos detalles. La planta superior es donde se confeccionan
las prendas y se preparan los encargues, en la inferior está la tienda.
El lugar es precioso, pisos claros, paredes blancas, hermosas arañas
colgantes en cada piso, los colgadores y percheros negros haciendo al
diseño monocromático clásico. Sus prendas por otro lado, generan un
contraste fantástico, colores vibrantes, brillos, texturas. Es… Sam.
—¿Te gusta?
—¿Si me gusta? Sam, esto es bellísimo, has hecho un trabajo alucinante
aquí.
Ella salta sobre sus pies con mi halago y me río.
—Ven, quiero mostrarte la nueva colección en la que estamos trabajando
—me guía hacia un pequeño ascensor.
—Entonces, aquí es donde la magia sucede —dice cuando las puertas se
abren dejándonos entrar.
Sam me presenta a algunas personas que se encuentran trabajando en
distintas mesas de confección. La sigo hasta una pequeña oficina en la parte
de atrás, allí comienza a mostrarme sus nuevas ideas, las cuales me tienen
fascinada. Me encanta ver y escuchar la pasión y el amor con las que las
personas realizan sus trabajos y creaciones, eso las hace mucho más
especiales.
Estamos sentadas en el piso viendo los diseños y los tipos de telas con los
que ella está pensando trabajar.
—Hola, cariño, no sabía que te encontraría hoy aquí —saluda una dulce
voz.
Me giro para encontrar a una pequeña mujer rubia de pie en la puerta de
la oficina sosteniendo tres vasos de café en sus manos.
—Hola, mamá —Sam va hasta su madre a darle un pequeño abrazo—.
Ella es Liv, ¿recuerdas? He venido a mostrarle la tienda.
Me pongo de pie hasta estar a su lado y le sonrío a la mujer frente a mí.
—Hola, señora Butler, es un gusto conocerla —saludo extendiendo mi
mano en su dirección.
—Oh, nada de eso, ven aquí —da uno unos pasos hacia mí tomándome
en un abrazo—. Mis hijos me han hablado tanto de ti.
Le doy a Sam una mirada curiosa por encima de su hombro, ella solo se
encoje de hombros con una sonrisa en sus labios.
—Lis me avisó que estaban aquí, les traje café —dice ella colocando el
café sobra la mesa.
—Eso es agradable de su parte.
Se nota que es una madre cariñosa y atenta, justo como mi madre.
—No fue nada, cariño.
—¿Yo no obtengo un abrazo? —pregunta otra voz desde la puerta, una
voz que hace que sienta un pequeño cosquilleo en mi estómago.
Por Dios, Olivia.
—Mike, ¿qué haces aquí?
Sam suena irritada. Los ojos de Mike no se despegan de mí.
—Hola, nena.
Ante eso, mis ojos se abren como platos. Claro, él me ha llamado de esa
forma unas pocas veces antes, pero nunca delante de otras personas.
Definitivamente no delante de su madre y su hermana.
—Umm —me sonrojo.
—¿Nena? ¿Qué carajos, Mike? —una Sam enojada se coloca delante de
él—. Ya hemos hablado de esto.
—¿Qué sucede, niños? —interviene su madre, que hasta el momento
estaba en silencio—. Sam, por favor, cálmate y controla tu lenguaje, niña.
—Nada —Mike se encoje de hombros desafiando la paciencia de su
hermana pequeña.
—¿Quieres café, hijo?
—No, mamá, tómalo tú —dice apoyándose en el marco de la puerta,
observándome.
A mi lado, Sam aún está enojada. Continúa con sus ojos sobre él
esperando obtener una reacción, pero él parece no darle importancia alguna.
Aclaro mi garganta atrayendo su atención.
—Entonces, chicos, esta noche mi amiga Abby presenta sus obras de arte
en la galería Monroe —cambio de tema intentando aliviar la tensión en la
habitación—. Pensé que quizás querrían venir, ¿qué dicen?
—No —mis ojos se disparan a Mike sorprendida por el cambio abrupto
en el tono de su voz.
Él está serio, no lo recuerdo así desde el día en que lo conocí en la
pastelería.
—¡Niños! ¿Qué sucede con sus modales hoy? —se queja Mrs. Butler
cruzándose de brazos y mirando a sus dos hijos con el ceño fruncido.
—¡Genial! —chilla Sam, su malhumor de repente olvidado—. Es
viernes, también podríamos ir a tomar algunos tragos a un bar cuando
finalice la exposición y quizás conocer a algunos chicos.
Esa sugerencia hace que Mike se queje por lo bajo, pero no me volteo a
verlo, sin embargo puedo sentir sus ojos clavados en mi espalda.
—Shhh —dice su madre, mirándolo de reojo antes de acercarse a
nosotras—. Esa es una buena idea, chicas, suena tan divertido —luego me
mira—. Y, Olivia, me encantaría que pronto vinieras a cenar a casa, a mi
esposo le encantará conocerte.
Capítulo 6

Mi look de esta noche es un vestido a media pierna azul marino ajustado


al cuerpo, un clutch negro y sandalias negras. A mi cabello solo le hice
algunas ondas y lo dejé suelto. El maquillaje es sencillo, pero glamoroso, un
smocky eyes con un intenso iluminador y labios nude.
Me encanta.
—Rayos, chica —escucho a Sam mientras bajo del uber—. ¡Sí que estás
sexy! Esta noche tendrás a más de un hombre rendido a tus pies.
Sam eligió un vestido corto color vino, sandalias plateadas y su cabello
está recogido en una coleta alta que deja ver por completo su bello rostro.
—Tú no te quedas atrás —me río—. Me gusta mucho tu peinado.
Esta noche hay demasiadas personas en la galería de arte y estoy contenta
de que sea así. Abby es una de las artistas más talentosas de la ciudad. Esta
es una noche especial para ella. Cuando ingresamos al salón, un camarero
se acerca a nosotras con una sonrisa y nos ofrece una copa de champagne.
—Hay muchas personas aquí —me mira Sam—. ¿Ya has visto las obras?
—Oh, no, Abby nunca las muestra antes de la exhibición, dice que eso
hace su magia.
—Chica inteligente, ven, vamos a verlas, no puedo esperar a conocer a
esta amiga tuya.
Pasamos la próxima hora apreciando cada una de las obras de arte de mi
amiga. La mayoría de las obras que Abby ha realizado hasta el momento
son abstractas, esas son sus favoritas, ella dice que este tipo de pinturas
permiten que cada persona pueda imaginar y comprenderla de una manera
singular.
En la exhibición de hoy, todas las obras de arte son espectaculares, pero
hay una que se lleva mi atención apenas la veo, ella la llamo “Océano” y es
brillante, creada con una variedad de tonalidades azules y detalles en otros
colores que contrastan perfectamente como blanco, gris, amarillo. Es
refrescante, profundo y simplemente elegante.
—¡Liv!
Me giro y veo a Abby acercándose a nosotras.
—¡Oye! —la saludo abrazándola antes de girarme—. Abbs, ella es
Samantha —presento señalando a la rubia—. Sam, ella es mi mejor amiga y
la artista de esta noche: Abbigail Ray.
—¡Hola! Puedes llamarme Sam, es un gusto conocerte al fin.
—Un gusto conocerte también.
—Gran trabajo el que has hecho esta noche —Sam la felicita.
—Mi amiga sí que es talentosa —digo orgullosa de ella.
He acompañado a Abby desde sus comienzos como artista y se que no ha
sido fácil, la competencia aquí en la ciudad no es la misma que de donde
venimos, pero lo logró. Ella ha trabajado tan duro por ganar su lugar como
artista en Nueva York.
—Basta ya —ríe—. Sam, ¿te gusta el arte?
—Me encanta, admirarlo y crearlo, soy diseñadora.
—Sam es dueña de una tienda, Abby. Te llevaré conmigo a visitarla la
próxima vez, te enamorarás cuando veas las prendas que diseña.
—Es una cita.
—Iremos a tomar unos tragos cuando finalice la exposición, ¿te unes? —
la invito.
—No tienes que preguntarlo, necesito relajarme después de esta noche,
fueron unos días largos —suspira frotándose la sien.
—Chicas, en un minuto vuelvo, iré hasta el aseo de damas —anuncia
Sam.
—Te espero aquí —la observamos alejarse entre la multitud.
—Así que… ¿qué opinas? —pregunta Abby.
—Son fascinantes, Abbs, como siempre, ya tengo mi elegida —señalo la
obra delante de nosotras.
Me da una enorme sonrisa.
—Me aseguraré de que la preparen para ti y que la envíen a tu casa
mañana por la tarde.
—Genial, no puedo esperar a colgarla en mi apartamento.
—¿Señorita Ray? —un hombre de traje se detiene frente a nosotras—.
Mr. Fredrick solicita su presencia.
—Liv…
—Ve, ve, te enviaré un mensaje con la ubicación del bar.

Más tarde esa noche, estamos pasando el tiempo y disfrutando de la


hermosa noche en la terraza exterior del bar Poison solo a unas cuadras de
la galería de arte. El camarero se acerca con la cuarta ronda de bebidas. Esta
noche sí que fue una brillante idea. Sam es divertidísima, no hemos parado
de reír, tiene las ocurrencias más raras y locas que pueda imaginar. Abby
está encantada con ella.
—Así que… Liv, ¿qué está sucediendo con mi hermano? —su pregunta
me hace ahogarme con la bebida provocando que las dos estallen en
carcajadas.
Encantador, Olivia
—¿Su hermano? —Abby frunce el ceño sin entender de qué hablamos.
—Mike —dice Sam rodando los ojos.
—¿Mike, como Sr. Músculos?
Asiento renuente, le he hablado acerca de él, pero me olvidé de ese
detalle.
—Perdón —me disculpo limpiando mi rostro y mirándolas—. No sucede
nada, ¿por qué me preguntarías eso?
—¿Quizás porque él no despega sus ojos de ti? ¿O porque te llama nena?
—Wow, wow, ¿él te llama nena? —interviene Abby.
Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa.
—Solo está intentando ser amable, en realidad apenas nos estamos
conociendo.
—Amable mi trasero, él no llama a otras mujeres nena.
—Te gusta —mi mejor amiga me mira, y yo suspiro.
—No puedo negar que es atractivo —digo sonrojándome—. Estos
últimos días ha estado visitando la pastelería, compartimos un café y
hablamos.
—¿Qué? ¿Cuándo? —pregunta Sam sorprendida.
—Ayer, antes de ayer, te envié cupcakes, ¿no te los entregó?
—La pequeña mierda —murmura haciéndonos reír—. Lo mataré, se
comió mis cupcakes.
Aprovechando que estamos hablando de él miro a su hermana.
—Él no habla mucho acerca de su vida. ¿Por qué es eso?
Ella se mueve incómoda en su asiento antes de responder.
—Umm, no es mi lugar responder o hablar de eso, Liv —me ofrece una
disculpa mirando sus manos—. No es la persona más conversadora. Solo te
diré, que si quieres saber algo se lo preguntes, ¿está bien?
Eso es raro, pero no digo nada al respecto, solo asiento entendiendo lo
que ella me dice. No volvemos a tocar el tema esa noche.

Dos horas después, estoy en casa preparándome para ir a la cama cuando


mi móvil suena avisándome que llegó un mensaje. Miro el reloj que marca
las 12:18 a. m., extrañada lo cojo y veo que es un número desconocido.
Mi cuerpo se tensa en alerta, se me pone la piel de gallina mientras
pienso quién podría ser. Tengo todos los números de teléfono importantes
agendados.
No puede ser él, han pasado meses.
*¿Puedo llamarte?*
Respondo el mensaje con dedos temblorosos:
*¿Quién es?*
Me quedo mirando la pantalla, hasta que el móvil comienza a sonar en mi
mano con una llamada entrante. Lo miro alarmada por unos segundos antes
de contestar.
—¿Sí?
—Oye —responde una voz a la que he llegado a acostumbrarme.
Exhalo aliviada al oírlo, relajándome.
—¿Mike?
—Soy yo.
—Hola. ¿Sucedió algo?
—¿Te he despertado?
—Oh, no, no.
—Bien, no quería molestarte.
—No lo hiciste —le aseguro sentándome en la cama.
—Solo quería hablar contigo.
Eso trae una pequeña sonrisa a mi rostro.
—No recuerdo haberle dado mi número, señor —bromeo.
Puedo imaginar la sonrisa torcida en su rostro.
—Quizás un pequeño pajarito me lo haya dado.
—¿Ella te lo dio?
—He de decir que no fue nada fácil, mi hermana pequeña es un hueso
duro de roer —suspira—, pero lo conseguí, ¿no?
—¿Por qué no me lo pediste? —pregunto frunciendo el ceño—. Yo te lo
hubiera dado.
—Lo sé, nena.
Bastardo engreído.
—Quería disculparme.
—¿Por qué es eso?
—Mi actitud hoy cuando nos invitaste a Sam y a mí a la exposición, es
solo… yo… no suelo asistir a ese tipo de eventos —explica.
—Mike…
—No pretendía ser un idiota —me corta queriendo explicarse.
—Mike, en verdad, está bien, lo entiendo.
—¿Lo haces? —escucho la duda en su voz.
—Claro que sí.
Se queda en silencio por unos segundos.
—Bueno, ahora que esto ya está aclarado, quiero invitarte a un sitio.
—¿Cómo… una cita? —pregunto intentando no sonar tan emocionada
como me siento.
—Definitivamente una cita —ríe—. Entonces, ¿qué dice señorita Brown?
Tiene que responder sabiamente.
—Sí, iré a una cita contigo.
El cosquilleo se asienta en mi estómago.
—Buena respuesta —concuerda—. Te enviaré un mensaje mañana por la
mañana.
—Está bien.
—Ahora que mi deber aquí está hecho, dejaré que descanses.
—Tú también.
—Buenas noches.
Termino la llamada y hago un pequeño baile feliz antes de dejarme caer
de espaldas sobre la cama con una sonrisa en mi rostro.
Capítulo 7

Mi mañana al día siguiente comienza a las 07.00 a. m. y estoy con pocas


horas de sueño. Tengo tres pedidos pendientes que deben estar listos para
antes del mediodía y aún demasiadas cosas por terminar, por lo que apenas
llego a la pastelería, voy hacia la cocina, coloco música y me pongo a
trabajar.
Dos de los pedidos son pasteles. Uno de ellos es un pequeño, pero
delicado pastel de cumpleaños con flores de azúcar como decoración, esas
son las que realmente toman tiempo para hacerlas. El otro pastel es de dos
niveles con temática de PawPatrol para un niño de 5 años, un nivel rojo y el
otro azul, ambos decorados con pequeños huesos y patitas de fondant.
Termino el pastel con el logo del dibujo animado entre ambos. En la parte
superior, agrego la figura de un personaje con el nombre del niño. El último
pedido son tres docenas de cupcakes, algunos son simples color rosa y otros
personalizados de unicornio.
Él no pasó por la tienda hoy.
Para cuando termino son las 3.50 p. m., con todo entregado y mis clientes
felices, estoy lista para ir a casa a descansar.
—Hola, Robert —saludo entrando al edificio.
—Buenas tardes, señorita Liv —sonríe—. ¿Mañana ocupada?
—Como siempre —asiento con una sonrisa cansada—. Le traje algunos
cupcakes —le entrego la pequeña caja al dulce hombre frente a mí.
Toma la caja de mis manos y su rostro se ilumina.
—Mi esposa estará encantada con el postre de esta noche, muchas
gracias.
—Disfrútenlos.
En mi apartamento, me preparo una ensalada como almuerzo tardío, la
cual devoro con rapidez antes de dirigirme al baño y dejar lista la bañera.
Me despojo de toda mi ropa antes de meterme dentro de la deliciosa agua
tibia, cierro mis ojos relajándome. El sonido de mi móvil interrumpe mi
pequeño descanso, lo cojo al ver el nombre de mi madre brillando en la
pantalla.
—Hola, ma —respondo cerrando los ojos nuevamente y apoyando mi
cabeza en el borde de la bañera.
—Hola, cariño, vi las fotos que enviaste hoy, esos pasteles lucían
preciosos.
—Gracias, me tomó toda la mañana hacerlos, pero quedaron muy bien, a
los clientes les encantaron.
—¿Ya estás en casa?
—Sí, estoy tomando un baño.
—Bien, necesitas relajarte —asegura antes de callar a mi padre que habla
encima de ella—. Carl, espera un segundo, estoy hablando con ella.
—Dame eso, mujer.
Eso es seguido de un pequeño forcejeo y risas.
—Hola, pequeña —la voz de mi padre ocupa el otro lado.
—Hola, pa.
—¿Cuándo vienes a casa? —pregunta sin rodeos—. Te extrañamos.
—Los extraño muchísimo también, en las próximas semanas estaré
yendo, tengo que dejar todo listo aquí antes de ir.
—Tu hermano ha dicho que te arrastrará aquí si no vienes antes del
próximo mes —afirma con su voz seria haciéndonos reír a mi madre y a mí
—. Estoy de acuerdo con eso.
Nosotras nos podemos reír, pero él no está bromeando, lo sé.
—¿Es eso una amenaza? —digo jugando con él, pero cuando no
responde suspiro antes de tranquilizarlo—. Iré, no puedo esperar a verlos.
—Está bien, pequeña.
A nadie en mi familia le gustó que deje Cold Spring, pero el que peor se
lo tomó fue mi padre. Él se preocupa, mucho. Siempre ha sido así, pero
ahora es diferente, desde esa noche meses atrás en que lo llamé para que me
recogiera su preocupación se intensificó. Lo entiendo y lo amo por eso.
—Bueno pa, me tengo que ir, abraza a mamá y a Ben por mí, los llamaré
en los próximos días, los quiero.
—Te queremos, cariño —mamá grita.
Cuando termino la llamada, dejo el móvil a un lado y salgo de la bañera.
Me cambio a mi pijama de dos piezas y hago mi rutina de cuidado personal,
cepillo mis dientes, coloco crema hidratante en mi rostro y cuerpo. Para
terminar, peino mi cabello y estoy lista para tomar una siesta.
Subiendo a la cama, tomo el móvil que dejé en la mesa de luz, me doy
cuenta de que hay varios mensajes sin leer, algunos de Abby, Sam y mi
familia, respondo cada uno de ellos hasta que llego a los mensajes de Mike.
*Buen día, hermosa.*
*¿Estás libre esta noche?*
Eso fue hace al menos, tres o cuatro horas, pero de todas formas decido
responder.
*¡Oye! Perdón, recién veo los mensajes, estuve trabajando toda la
mañana.*
Envío el mensaje, seguido de otro.
*Estoy libre esta noche :), si los planes siguen en pie.*
Antes de que pueda dejar el móvil su respuesta aparece debajo de la mía.
*Te recojo a las 7.30 p. m.*
*¿Adónde iremos?*
*Sorpresa…*
*Espera, ¿qué debería vestir?*
*Casual, ¿jeans?*
*Okey, nos vemos esta noche*
*Nos vemos, nena*
Recostándome para una pequeña siesta, programo una alarma para las
5.30 p.m.. No pasa mucho tiempo para que el sueño llegue.

¡Mierda! ¡Estoy nerviosa!


Mike me envió un mensaje hace unos minutos diciéndome que estaba en
camino. Estoy arreglando mi cabello cuando suena el timbre haciéndome
saber que él ya está aquí, rápidamente cojo mi bolso, cierro el apartamento
con llave y me dirijo al ascensor.
—Hola —saluda cuando salgo del edificio.
—Hola.
Sonrío bajando las escaleras y caminando hacia él. Aprovecho esa
distancia para observarlo, está usando una camisa azul marino arremangada
hasta los codos y vaqueros oscuros. Su cabello está un poco más corto que
la última vez que lo vi, pero no lo suficiente para no lograr ese aspecto
despeinado.
—Estás preciosa.
Me tomo más tiempo de lo que pensé elegir qué usar, terminé usando
vaqueros de jean negros, blusa en el mismo color, blazer camel y terminé el
look con botas de tacón.
—Gracias —me sonrojo.
—¿Lista?
Asiento siguiéndolo hacia la acera.
—Guau —digo impresionada cuando veo un Aston Martin negro
estacionado frente a nosotros—. Bonito coche.
Él solo me da una pequeña sonrisa abriendo la puerta para mí. Tiene buen
gusto, es masculino y elegante.
—¿Adónde vamos? —pregunto mirándolo cuando se sienta detrás del
volante.
—¿Ansiosa?
Asiento.
—Pronto lo verás.
Enciende el coche y, en poco tiempo, estamos atravesando las calles de
Nueva York. Mike enciende la radio y la música nos rodea, sin la necesidad
de conversar nos quedamos allí, disfrutando de la compañía del otro. El
paseo no es largo. Me relajo disfrutando de la vista de la ciudad iluminada,
puedo sentir su mirada sobre mí cada pocos minutos y toma toda mi fuerza
de voluntad no regresársela.
—Estamos aquí —dice ingresando en lo que parece ser una calle sin
salida.
Aparca el coche, enseguida se baja, lo rodea y abre mi puerta
extendiendo su mano para ayudarme a salir. Con una sonrisa la tomo y bajo
quedando de pie a su lado.
—¿Dónde es aquí? —observo a nuestro alrededor los departamentos o
residencias revestidas de ladrillo, con ventanas y puertas negras. El exterior
de cada una está decorado con macetas, plantas y árboles, lo que lo hace
mucho más hermoso. Nunca había estado aquí.
—Estamos en Grace CourAlley.
Con mi mano aún en la suya, me guía hacia una gran puerta de hierro
vidriada. Adentro, el lugar es pequeño. Es un bar moderno y elegante,
mantiene la esencia del exterior, colores oscuros, madera, luz cálida. A la
izquierda hay una gran barra de cócteles y al fondo, una mesa de pool.
—Buenas noches, señor Butler —nos recibe un hombre de mediana edad
—. Señorita Brown —asiente en mi dirección—. Está todo listo.
Él nos lleva hasta una mesa preparada en el centro del lugar.
—Le traerán la cena en unos minutos, que disfruten de su noche.
—Gracias.
—Gracias, Bob, te debo una —Mike le da un abrazo al hombre. Una vez
que se retira toma una de las sillas y la sostiene para que yo me siente.
Él es todo un caballero. Le sonrío y tomo asiento.
—¿Qué piensas?
—Me gusta, nunca había estado aquí —sorprendida de ser los únicos en
el lugar, pregunto—: ¿Está cerrado esta noche?
Se sienta frente a mí.
—Un amigo es el dueño del lugar, le pedí si podía tomarlo prestado esta
noche.
—¿Tú planeaste la cita?
—Lo hice. ¿Eso te sorprende?
—¿Qué hicieras cerrar un bar para invitarme a cenar? Definitivamente
sorprendida.
Ríe.
—¿Qué puedo decir? —dice encogiéndose de hombros—. Soy un
hombre lleno de sorpresas.
—Sí que lo eres.
Capítulo 8

—¿Hace cuánto eres pastelera?


—¿Respuesta corta o larga?
—Todo.
La forma en que me mira me muestra que está interesado y quiere saber
más de mí.
—Siempre me gustó hornear, solía hacerlo en casa con mi madre —ese
recuerdo trae una sonrisa a mi rostro—. Comencé a tomar pequeñas clases
como pasatiempo unos pocos años atrás, antes de ir a la universidad.
Sus cejas se alzan sorprendidas.
—Sí, fui a la universidad.
—Bueno, parece que no soy el único con sorpresas —dice mirándome de
cerca—. ¿Qué estudiaste?
—Administración en Morrisville State Collage en Morrisville —
respondo tomando un sorbo de vino—. Luego encontré un trabajo y
abandoné la cocina, horneaba aquí y allá, pero no mucho más.
—Hasta… —me alienta para que continúe.
Me muevo un poco en mi asiento, no queriendo hablar del tema, él nota
eso, pero no dice nada.
—Hasta que hace poco menos de un año apliqué para un curso aquí en la
ciudad, fui aceptada y todo fluyó desde ese entonces —dejo mi copa en la
mesa y sonrío—. Ahora, aquí estoy, con mi propia tienda —río—. De locos.
—Creo que es bastante impresionante.
—Suficiente de mí. ¿Qué hay de ti? ¿A qué te dedicas? —pregunto
reclinándome en el respaldo de mi silla.
Mi pregunta lo pone incómodo, puedo notarlo, está por toda su cara.
—Invierto —responde sin más, encogiéndose de hombros con
indiferencia.
Él no está diciéndolo todo. Esto debería ponerme alerta, ¿no? Pero por
algún extraño motivo no lo hace. Me inclino sobre la mesa y tomo su mano
haciendo que sus ojos vuelvan a los míos.
—¿Está todo bien?
—Liv…
Es la primera vez que me llama de otra forma que no sea nena, aprieto su
mano y me echo hacia atrás deseando cambiar su repentina incomodidad.
No me gusta incomodar a las personas, no me gusta verlo así a él.
—Deberíamos jugar una partida —digo señalando la mesa de pool detrás
de nosotros—. Tú rompes.
Su cuerpo se relaja y una sonrisa blanca aparece en su rostro, haciendo
que mi estómago se retuerza.
—¿Sabes cómo jugar?
—Un poco —me pongo de pie y comienzo a caminar hacia la mesa de
juego, puedo escucharlo hacer lo mismo y seguirme.
Lo cierto es que soy muy buena en este juego. Apenas tuve edad
suficiente, Ben y yo comenzamos a visitar una sala de juegos para niños y
adolescentes que tenía una, pasábamos horas allí, él fue quien me enseñó a
jugar. En los primeros tiros me contengo un poco, Mike es muy bueno en
esto. Después de varios turnos y ya sin disimular vamos empatados.
Solo quedan tres bolas sobre la mesa y es mi turno. Su mirada quema en
mi espalda, puedo ver de reojo que comienza a acercarse a mí, lo que me
pone más nerviosa aún. Intentando concentrarme en el juego, tiro y fallo,
golpeando la bola negra en lugar de la otra bola, la bola negra entra en la
cesta y sé que perdí.
—Perdiste.
Cuando levanto mis ojos, Mike está a mi lado observándome con
intensidad. Me enderezo enfrentándolo y él se acerca un poco más, siento
su mano tomar la mía, entrelazando nuestros dedos. Su rostro desciende
lentamente sobre el mío, mi corazón está latiendo tan rápido en este
momento que casi puedo escucharlo.
—He estado pensando en besarte durante todo el día —susurra,
acariciando mi nariz con la suya.
Contengo la respiración antes de tomar valor e inclinarme apenas en su
dirección, eso parece darle señal suficiente porque lo próximo que sé es que
sus labios están sobre los míos. Mis manos suben tomando su rostro. Con
uno de sus brazos rodea mi cintura atrayéndome hacia él y profundizando el
beso.
Él es bueno besando
Ni siquiera puedo explicar lo que estoy sintiendo en este momento, solo
sé que se siente bien, muy bien. Disfruto del beso adorando la sensación de
sus labios contra los míos, hasta que nuestras bocas se separan quedando a
centímetros. Mi mente está corriendo intentando procesar todo lo que estoy
sintiendo con este hombre.
—Hermosa —murmura contra mis labios, sus palabras hacen que mis
ojos se abran encontrándose con esos ojos color avellana que tanto me
gustan.
Puedo sentir el calor invadir mi rostro. Con una pequeña sonrisa coloca
un mechón de cabello detrás de mi oreja y besa la comisura de mi boca.
—¿Estás lista para ir a casa?
Yo solo asiento, él toma mi mano llevándonos a la salida. El viaje de
regreso a casa es rápido. Otra vez baja antes que yo y rodea el coche para
abrir mi puerta. Una vez que estamos en el exterior de mi edificio, me giro
para verlo de pie detrás de mí con las manos en sus bolsillos.
—¿Estás bien? —pregunta acercándose—. Si fue un movimiento muy
rap…
Intenta disculparse, pero lo corto, tomándolo por sorpresa al silenciarlo
con mis labios. Me devuelve el beso y levanta su mano llevándola a mi
cuello sosteniéndome cerca por unos minutos, hasta que me separo de él.
—Me divertí mucho esta noche, Mike —mi voz es un poco baja—.
Gracias.
—También yo, nena —deja un pequeño beso en mis labios—. Ahora ve a
descansar.
Él se queda de pie en la acera hasta que ingreso al edificio, en el ascensor
llevo la yema de mis dedos a mis labios y los siento hinchados por el beso,
una sonrisa llena mi rostro para cuando llego a mi apartamento. Mi móvil
suena en mi bolso y rápidamente lo saco y veo un mensaje de Mike.
*Buenas noches, nena.*
Mi abdomen se contrae por décima vez esta noche. No puedo recordar ni
una sola vez en la que un chic… no, un hombre, me haya hecho sentir de
esta manera.
*Buenas noches, Mike.*
Capítulo 9

Estoy llegando tarde al almuerzo con Abby y Sam. Abro la puerta de


Fire, apresurándome al interior, pregunto por la reserva y ellos me guían
hacia la mesa. Cuando llego, mis amigas se ponen de pie para abrazarme, al
soltar a Sam, tomo asiento en la silla disponible. No alcanzo a acomodarme
cuando las preguntas comienzan a llegar.
—Entonces… ¿Cómo fue? —Abby es la primera en preguntar.
—Umm, bien.
—¿Solo bien? —exclama Sam—. ¿Qué hizo?
—¿Qué? Nada —ella me mira esperando por más—. Está bien, fue mejor
que bien, él se lució.
Sam deja salir un suspiro y se relaja a mi lado.
—¿A dónde fueron?
—Él me llevo a un pequeño bar en Brooklyn… —comienzo a contarles
todo acerca de la noche del sábado, y ellas piden todos los detalles.
—¿Él te besó? —insiste mi amiga.
—Ya sabes la respuesta a eso —digo sonrojándome con el recuerdo.
—Quiero los detalles sucios, chica —exclama Abby haciéndonos reír.
—No hay detalles sucios, pequeña pervertida, él fue todo un caballero.
—¿Planeas salir con él otra vez? —pregunta Sam.
—No lo sé —ella se ve sorprendida con mi respuesta por lo que me
corrijo—. Quiero decir, no hemos hablado mucho más después de la cita,
pero me gustaría.
—¿No te ha llamado?
—Me ha estado enviando mensajes.
—Probablemente está ocupado con su trabajo —interviene Sam, y eso
llama mi atención.
—¿Qué sucede con eso de todos modos? —le pregunto mirándola con
curiosidad.
—¿A qué te refieres? —ella abre un poco los ojos.
—La noche de la cita le pregunté a qué se dedica, el solo mencionó que
invierte, pero puedo decir que estaba muy incómodo con la pregunta.
—Eso es raro —dice Abby frunciendo el ceño.
—No sucede nada. Él es muy reservado, Liv —me tranquiliza Sam—.
Solo te puedo decir que a él realmente le gustas, no dudes de eso, si te
preocupa intenta hablar de nuevo con él acerca de ello.
Asiento.
—Creo que lo haré.
—¿Besa bien? —Abby pregunta abruptamente.
—¡Ugh!, Abbs —me quejo riendo, pero sé que ella está esperando la
respuesta, así que se la doy—. Sí, lo hace muy bien.
Puedo escuchar a Sam simulando tener nauseas a mi lado lo que me hace
reír aún más.
—Ve por ello, chica —alienta Abby levantando su copa.

Hoy es jueves y es día de limpieza. Fui a hacer las compras después de


salir del trabajo, y luego directo a casa. Encendí la música lo
suficientemente alto, procurando no molestar a mis vecinos y pasé el resto
del día dejando mi apartamento tan brillante como me fue posible.
Estoy pasando la aspiradora manual por el sofá cuando mi móvil
comienza a sonar en la barra de desayuno. Dejo lo que estoy haciendo, voy
hasta allí y lo tomo. La pantalla se ilumina con el nombre del hombre que
no he sido capaz de sacar de mi mente. Han pasado cinco días desde mi cita
con Mike, no lo he visto desde entonces, pero él me ha enviado mensajes
todos los días.
Hace dos noches atrás nos quedamos hasta tarde conversando acerca de
todo: cumpleaños, hobbies, que nos gusta y que no. Fue divertido. Ahora sé
que su cumpleaños es el 25 de diciembre, también como ya imaginaba pasa
horas entrenando, varias veces a la semana está viajando por lo que
supongo que debe ser su trabajo.
Una de las cosas que tenemos en común es que para ambos la familia es
muy importante, disfruta mucho del tiempo con ellos. Me gustó que él
compartiera conmigo una parte de sí, me permite saber más acerca de él y
de su vida.
—¿Hola?
—Hola.
—Hola —repito más bajito, contenta de oírlo.
—¿Cómo estuvo tu día? —su voz se escucha cansada.
—Muy bien —respondo sentándome en el sofá que acabo de limpiar—.
¿Qué tal el tuyo? Suenas cansado.
—Hoy fue un día duro, solo quería escuchar tu voz por un momento.
—Oh.
—¿Oh? ¿Es todo lo que tienes para decir? —se ríe de mí—. Nena, quiero
otra cita.
Su apodo para mí hace que mi estómago se contraiga cada vez que lo
dice.
—¿Lo haces? —pregunto esperanzada.
Pasamos un buen momento el día de la cita, sabía eso, pero él no ha
traído el tema desde entonces y eso me hizo dudar.
—Claro que sí —exclama—. ¿Pensabas que no?
—Umm.
—Olivia, sería un hombre estúpido si dejara pasar esta oportunidad
después de pasar tiempo contigo, no puedo dejar de pensar en ti.
Su admisión trae una enorme sonrisa a mi rostro.
—Tampoco puedo dejar de pensar en ti —susurro.
—Eso me pone muy feliz —su voz se vuelve un poco ronca.
—¡MIKE! HOMBRE, TENEMOS QUE IRNOS —grita una voz del otro
lado.
—ENSEGUIDA —grita de vuelta Mike—. Tengo que colgar, pero te veo
pronto. ¿Está bien?
—Está bien.
Capítulo 10

—Sí, ya compré el pasaje —le digo a mi madre por enésima vez mientras
comienzo a llevar todas las fuentes sucias a la cocina.
—Bueno, cariño, tu hermano dijo que puede buscarte.
—Ma, eso no es necesario, sabes que Ben está ocupado con la escuela de
entrenamiento, además se supone que es el momento para que se relaje
antes de que comience la nueva temporada.
Mi hermano es un jugador profesional de baseball, juega para Los
Angeles Dodgers y es el mejor, realmente bueno. Pasé mi infancia y
adolescencia viendo sus partidos y alentándolo desde los estrados, él solía
avergonzarse con mis gritos, pero con el tiempo lo superó.
Gran parte del año se la pasa viajando, el resto del año vuelve a casa a
visitar a mis padres. Al poco tiempo de ser reclutado por los Dodgers lo
primero que hizo fue comprar la casa que está al lado de la casa de mis
padres en Cold Spring. Ahora Ben está trabajando en iniciar una escuela de
entrenamiento para jóvenes y yo no puedo estar más orgullosa de él.
—Está bien, le diré.
—Entonces… —ajusto mi voz y detengo lo que estoy haciendo,
apoyándome en el mostrador.
—¿Qué?
—Conocí a este chico… —digo casi balbuceando.
—¿Qué tu qué?
—¡Ma! Déjame hablar.
Suelo hablar acerca de todo con mi madre, no sé por qué contarle acerca
de Mike me pone nerviosa, quizás porque es muy pronto. Si he salido aquí
y allá con otros chicos, pero nunca le he presentado un novio a mi familia.
—Perdón, continúa
—La semana pasada fuimos a una cita —le cuento—. ¿Recuerdas que te
hablé de Sam?
—Mhm.
—Bueno, Mike es su hermano.
—Mike, ese es un bonito nombre. ¿Lo has besado? —pregunta, y puedo
imaginar su sonrisa del otro lado.
Juro, que amo a mi madre.
—¡MAMÁ!
—Solo estoy molestándote, cariño —bromea—. ¿Qué está sucediendo
con este muchacho?
Casi me río de la palabra “muchacho”, esa descripción no encaja para
nada con él.
—Solo nos estamos conociendo, viendo a dónde nos llevan las cosas,
ambos estamos demasiado ocupados, así que intentamos hacer tiempo para
vernos.
—¿Es lindo?
Sin poder evitarlo suelto una carcajada.
—Sí, ma, él es muy atractivo.
—Estoy feliz por ti, cariño, no puedo esperar a verte y escuchar todo
acerca de él.
—Sobre eso…
—¿Qué?
—Ni una palabra a papá, ¿está bien?
—Livi —comienza ella, pero la corto.
—Mamá, lo conoces, se volverá loco.
—No creo que él…
—Sabes que lo hará, y ni pensar en Ben, así que, por favor, solo…
guárdatelo.
—Está bien, está bien.
—Ahora, tengo que terminar de limpiar la pastelería e ir a casa. Te amo,
hablamos pronto.
—Adiós, cariño, te amo más.
Adoro a mi madre, ella es alegre y divertida. Pocas veces en mi vida he
visto a mi madre triste o angustiada, ella es de esas personas que
constantemente busca algo positivo en todo lo que sucede. Solía ser
maestra, pero dejó de ejercer hace pocos años atrás, ahora ayuda a mi padre.
Es una hermosa mujer, pequeña, rellenita, con sus ojos verdes idénticos a
los míos y cabello rubio largo. Mi padre ama su cabello, suele acariciarlo
todo el tiempo.
Mi padre, por otro lado, es un hombre serio, con cara de pocos amigos,
pero es solo el exterior, cuando lo conoces puede ser el hombre más dulce.
Él es alto, cabello castaño y ojos marrón claro. Tiene su propia
concesionaria de autos, la creó hace algunos años atrás y hasta el día de hoy
trabaja en ella.
Cuando termino de lavar todas las bandejas, las coloco en su lugar;
desato mi delantal y me lo quito para colgarlo en el perchero. Una vez que
está todo en orden, tomo mis cosas y me preparo para ir a casa. Antes de
que pueda llegar a la salida, la puerta se abre revelando a Mike. Tiene un
ramo de rosas rojas en una de sus manos, una bolsa en la otra y una sonrisa
grande y sexy en su rostro.
—Oye —digo en voz baja intentando esconder mi entusiasmo, coloco
una mano en mi abdomen sintiendo el habitual hormigueo que sucede cada
vez que veo a este hombre.
—Parece que llego a tiempo.
—Justo a tiempo.
—Traigo el almuerzo, espero que te guste la comida india —dice
levantando la bolsa que sostiene en su otra mano, colocándola en la mesa
más cercana antes de voltearse y mirarme—. Y estas son para ti —agrega
entregándome las rosas.
Las llevo a mi rostro, oliendo su distintivo aroma y le sonrío por encima
de ellas.
—Son bellísimas.
Da unos pasos hacia adelante hasta estar de pie justo frente a mí.
—Extrañé este hermoso rostro estos últimos días —susurra acercando su
rostro al mío, me levanto de puntillas haciendo que mis labios se encuentren
con los suyos.
Me encanta como su mano sostiene mi mejilla, manteniéndome cerca y
profundizando el beso. Llevo una de mis manos a la de él, sosteniéndolo
allí.
—Gracias por las flores —murmuro separándome y dando un paso atrás.
—¿Lista para el almuerzo? —señala la mesa en donde dejó la comida.
—Claro, déjame ir a buscar algunas servilletas.
En la cocina, me apoyo contra el mostrador, tomándome unos segundos
para calmarme antes de regresar. Él ya está sentado llenando nuestros
platos.
—Esto luce delicioso —digo entregándole una servilleta, y tomando
asiento frente a él.
El almuerzo es tranquilo, Mike me pregunta acerca de estos días en la
pastelería, cuando le pregunto cómo estuvo su semana solo contesta que fue
productiva sin darle demasiada importancia. Toda su atención está en mí.
No esperaba verlo hoy, pero estoy contenta de que esté aquí.
—Estoy muy llena —me río mirándolo—. Estaba riquísimo.
Él coincide conmigo con un asentimiento y devolviéndome la sonrisa.
—¿Cuáles son tus planes para mañana?
—Tengo que ir de compras —su rostro cae ante mi respuesta, no es lo
que él quería escuchar—. Pero, ¿qué piensas acerca de cenar mañana en mi
casa?
—Es una cita, nena.
Y con eso, mi sábado está planeado.
Capítulo 11

—Te ves increíble en ese.


—Luce muy bien —digo mirándome en el espejo apreciando una de las
nuevas creaciones de Sam, es un vestido corto color menta suave, con
mangas bombé que llegan justo por encima de los codos y pequeños
botones en la parte delantera. Se amolda a mi cuerpo, pero no lo suficiente
como para que luzca ajustado—. Lo llevo.
—Bien, le diré a Lisa que lo deje a un lado.
Me quito el vestido y se lo entrego a Sam.
—Te espero afuera.
—Está bien, enseguida salgo.
Para ser un sábado, me levanté muy temprano, había quedado con Sam a
las 9 a. m. para el almuerzo y un día de compras. Terminé levantándome a
las 7 a. m., limpié el apartamento, me di una ducha y fui al supermercado
no muy lejos de mi edificio a comprar las cosas que me hacían falta para la
cena de esta noche. Al volver a casa, dejé todo en su lugar y cuando me
quise dar cuenta era hora de salir de nuevo.
Ir de compras con Sam fue divertido, pasamos horas en el centro
comercial caminando y visitando otras tiendas. Cuando Sam me dijo que
uno de sus nuevos modelos estaba terminado, vinimos a su tienda así podía
verlo. Termino de cambiarme, tomo mi bolso y salgo del probador en busca
de mi amiga. La encuentro en la recepción, apoyada sobre el mostrador con
el móvil apoyado en su oído, manteniendo una conversación que no parece
nada amigable.
—Te lo dije —dice ella pisando fuerte con uno de sus pies—. No me
importa, tienes que decirle —hace una pausa antes de enfadarse y comenzar
a gritarle a la persona que está del otro lado—. Es mi asunto si te estoy
encubriendo, idiota.
Termina la llamada y tira el móvil dentro de su bolso maldiciendo por lo
bajo.
—Oye —digo acercándome a ella. Mi voz la sobresalta y sus ojos se
encuentran con los míos.
—¿Escuchaste todo eso?
Asiento.
—Lo siento.
—No tienes por que. ¿Estás bien? —pregunto colocando mi mano en su
brazo.
—Bien, nada importante —me da una pequeña sonrisa, una que no llega
a sus ojos—. ¿Quieres ir por algo para comer?
No le creo cuando dice que está todo bien, pero lo dejo pasar, si ella no
quiere hablar sobre ello no voy a forzarla a hacerlo.
—Me encantaría, pero no puedo —me lamento—. Mike va a cenar en
casa esta noche y aún tengo cosas que hacer.
—¿Verás a Mike esta noche?
No puedo descifrar la expresión en su rostro.
¿Qué es lo que pasa aquí?
—Sam, ¿hay algo que tenga que saber? —pregunto preocupada—.
¿Realmente estás bien conmigo viendo a tu hermano?
—No, Liv, nada de eso —ella viene hacia mí y me da un abrazo—. No
me hagas caso.
—¿Estás segura?
—Claro que sí, tonta, solo ve y pasa un buen rato con el idiota de mi
hermano, si no se comporta dile que lo mataré.
Me río.
—Esta bien.
Sam toma la bolsa con el vestido y me la entrega.
—Aquí, úsalo esta noche, se veía precioso en ti, regalo de la casa.
—Sabía que harías eso —niego con la cabeza ocultando mi sonrisa
mientras camino a la salida.
—Ya le entregué mi tarjeta de crédito a Lisa para que lo cargue —guiño
saludándola con mi mano.
—Pequeña mierda inteligente —ríe ella detrás de mí.

Mi portero suena haciéndome saber que Mike debe de estar aquí.


—¿Sí?
—Buenas noches, señorita Liv —responde Robert—. Tengo aquí a un
joven preguntando por usted.
—Gracias, Robert, déjalo pasar.
Cuelgo el teléfono del portero y corro al baño para chequear por última
vez mi apariencia. Escuché a Sam y me puse el vestido que compré hoy
junto con sandalias negras de tacón. Mi maquillaje se ve bien, simple. Solo
estoy usando máscara de pestañas, labial, iluminador y rubor. Dejé mi
cabello suelto.
Cuando escucho un golpe en la puerta, me apresuro a abrirla. Encuentro a
Mike detrás, él se congela cuando me ve. Como siempre, se ve muy
atractivo. Esta noche está vistiendo vaqueros color caqui y una camisa
blanca, la cual parecer realzar aún más su musculosa figura.
Caliente.
—Estás preciosa esta noche —dice con su voz pesada, y sus ojos se
pasean por todo mi cuerpo.
—Tú no te ves nada mal —digo haciéndolo reír, también apreciándolo de
cerca.
Me acerco a él saludándolo con un beso en los labios antes de tomar su
mano y guiarlo a la mesa de mi pequeño comedor—. Espero que estés
hambriento —lo miro por encima de mi hombro encontrando sus ojos.
—Lo estoy.
La forma en que lo dice hace que un escalofrío atraviese mi cuerpo. Se
puede sentir la tensión sexual que hay entre nosotros a metros de distancia.
—Bien.
Él abre una botella de vino mientras yo busco los platos con la comida y
cuando está todo listo, tomamos asiento.
—Esto huele delicioso.
Para esta noche cociné filete asado con verduras y una salsa de finas
hierbas. Da una mordida y cierra los ojos.
—Muy bueno.
—Me alegra que te guste.
Durante todo el rato noto como sus ojos me observan, atento a todo lo
que digo y hago. En más de una oportunidad me ha pillado mirándolo
también, ya no muestro vergüenza cuando me descubre. Cuando acabamos
la cena, me ayuda a juntar la mesa y a colocar todo en el lavaplatos, una vez
que eso está listo, le digo que me espere en la sala.
Tomo dos copas limpias, otra botella de vino y me dirijo hasta donde está
él esperando. En la sala lo encuentro sentado en el sofá, relajado con un
brazo detrás del respaldo. Sirvo nuestras copas y las dejo sobre la pequeña
mesa ratona antes de unirme a él.
—Te ves cansado —digo estirando mi mano para acariciar su cabello—.
¿Día largo?
Cierra los ojos y asiente.
—Ven aquí —dice señalando el espacio que queda entre nosotros.
Comienzo a hacerlo cuando él toma mi mano y me guía hacia él de modo
que quedo sentada en su regazo. Ese contacto, la sensación de su cuerpo
duro debajo de mí, tiene mi cuerpo en llamas y esta vez no puedo
detenerme. Sin pensarlo dos veces, acuno su rostro entre mis manos y
desciendo uniendo nuestros labios.
Soy un poco agresiva, pero no me importa, a él parece que tampoco,
emite un sonido de aprobación.
Mi lengua sale y acaricia su labio inferior, lo que hace que él profundice
el beso. Me muevo sobre su regazo hasta que estoy acomodada a horcajadas
sobre él. Eso saca un quejido grave del fondo de su garganta mientras sus
manos suben acariciando desde mi cintura hasta mi espalda. Mi piel se eriza
bajo su toque, sus manos son firmes, pero tan suaves al mismo tiempo,
acariciándome con cuidado. A los pocos minutos estamos sin aire, lo que
nos obliga a separarnos por un segundo.
—Mike —susurro contra sus labios presionándome contra su regazo con
un poco más de fuerza, sintiendo su dureza contra mí.
—Tan dulce —se queja antes de llevar su boca a mi cuello y besar allí
haciéndome estremecer—. ¿Estás segura de esto, nena? —pregunta
tomando mi rostro obligándome a que lo mire.
Sin una palabra me pongo de pie, tomo su mano enredando nuestros
dedos y le doy un pequeño tirón indicándole que me siga. Lo llevo por el
estrecho pasillo hasta mi habitación, una vez adentro, cierra la puerta detrás
de nosotros y me atrae contra él chocando su boca con la mía una vez más.
La habitación solo está iluminada con las luces de la ciudad entrando por
la ventana, pero es suficiente para apreciar lo atractivo que es. Mis brazos
suben a sus amplios hombros, al mismo tiempo que los suyos rodean mi
cintura. Comienza a avanzar lentamente llevándome de espaldas hacia la
cama hasta que estoy sentada en ella y él está de pie frente a mí. Alto y
fuerte.
Sus brillantes ojos recorren todo mi cuerpo hasta encontrarse una vez
más con los míos, dándome una seductora sonrisa. Se arrodilla frente a mí,
su rostro queda a mi nivel, aprovecho esa oportunidad para besarlo, sus
manos acarician mis piernas desnudas, hasta llegar a mis pies, quita mis
sandalias y las deja en el piso.
Se separa, echándose hacia atrás y mis manos van a su pecho queriendo
sentirlo. Lo miro antes de desprender cada uno de los botones de la camisa,
cuando termino empujo el material sobre sus hombros quitándosela.
¡GUAU! Simplemente, guau.
Su cuerpo parece estar tallado a mano, hombros anchos, brazos firmes y
abdomen marcado con esas líneas que descienden hasta su cadera. Sigo sus
movimientos mientras se encarga de sus pantalones, despojándose de ellos,
revelando ante mí su perfecto miembro, largo, ancho y muy animado.
Trago, poniéndome un poco nerviosa por su tamaño, pero estoy
demasiado excitada como para pensar más en ello. Levanto mi mano para
tocarlo, pero él me detiene negando con la cabeza.
—Nena, si me tocas, esto va a terminar antes de lo que ambos queremos.
Tomando mis labios con los suyos, Mike desciende su cuerpo
apretándome entre él y la cama. Mis manos suben a su marcada espalda,
acariciando cada centímetro, adorando la manera en que se tensa bajo mi
toque, produciéndole la misma sensación que él me hace sentir cada vez
que me toca.
Siento cómo comienza a levantar la falda de mi vestido hasta quitarlo por
encima de mi cabeza. Él se toma su tiempo, besa mi hombro y deja un
rastro hasta mi pecho, donde se detiene para quitarme el sostén. Continúa
por el centro de mis senos hasta mi abdomen y suspiro cuando desciende
aún más. Cada centímetro de mi piel se eriza mientras él me venera, con sus
manos, con sus labios. Besando mi pubis sobre la fina tela, sus dedos
agarran los lados de mi tanga y la saca por mis piernas. Cuando termina, los
dos estamos completamente desnudos y su cuerpo está pegado al mío de
nuevo. No hay un solo lugar de mi cuerpo que sus manos dejen sin tocar.
—Preciosa —murmura.
—Mike —gimo presionándome contra él.
—Shh.
Su boca se mueve por mi piel hasta llegar a mis pechos, toma uno de mis
pezones en su boca y succiona.
—Ah —mi cuerpo se contrae y mis caderas comienzan a moverse contra
su prominencia, sacando pequeños gruñidos de él.
Mis manos van a su cabello sosteniéndolo allí mientras gimo su nombre.
Lo necesito, nunca en mi vida he estado tan excitada como en este
momento, nunca nadie se tomó tanto tiempo adorando mi cuerpo como él lo
hace, disfrutando de ello.
Deja un beso en mi pecho antes de subir hasta mi rostro y tomar mis
labios, apoya uno de sus fuertes brazos a un lado de mi cabeza y con su otra
mano sostiene mis caderas. Siento su dura erección rozar mi calor, deseosa
levanto mis caderas invitándolo.
—Mike, te quiero dentro de mí —murmuro mordiendo su labio inferior.
Eso lo vuelve loco, la mano que sostenía mi cadera me deja ir,
moviéndose hacia mi centro, siento uno de sus dedos acariciar mi punto
sensible antes de introducirlo en mi interior. Jadeo arqueando mi espalda. Él
se aleja, sus ojos brillantes de necesidad sostienen mi mirada y observan
cómo me retuerzo bajo su toque.
—Nena… estás tan mojada.
—Ahora, te quiero a ti ahora —me muevo impaciente.
—Ahora me vas a tener.
Lleva a sus labios un pequeño envoltorio plateado y lo rasga, sus ojos no
dejan los míos mientras hace un trabajo rápido colocando el condón sobre
su erección.
—¿Estás bien? —pregunta posicionándose en mi entrada.
Como respuesta, mis manos van a su firme trasero y tiro de él contra mí,
ambos jadeamos, fuerte, quedándonos sin aire.
Mierda, eso duele.
—Oh, Dios —tomo una respiración y la dejo salir.
—Despacio —dice con los dientes apretados, él se está conteniendo, se
siente tan duro dentro de mí.
Apoya su frente contra la mía y muy despacio comienza a empujar dentro
de mí, no todo de él, empuja lento y firme, entrando un poco más con cada
embestida. Abrumada por las sensaciones que este hombre me hace sentir
cierro mis ojos y me abrazo a él. Besa mi hombro desnudo mientras se
mueve adoptando un ritmo lento y constante, dándome tiempo a
acostumbrarme a él. Puedo sentir mi orgasmo empezar a construirse, mis
caderas se mueven debajo de él y su mirada se fija en mí.
Mis manos van a su cabello atrayendo su rostro al mío, besándolo con
fuerza, sus caderas comienzan a moverse, realmente a moverse.
—¡Maldición! —gruñe y yo subo mis piernas a cada lado de sus caderas,
levantando mi pelvis e incitándolo a que continúe.
Entra y sale repetidamente, sacando pequeños gritos de mí hasta que me
contraigo alrededor de su longitud haciéndole saber que estoy a punto de
correrme, sus manos toman mis piernas, presionándome aún más contra él.
—¡Oh, Mike!
—¡Mierda!
Entierro mi rostro en su cuello y tiro de su cabello. Lo siento endurecerse
y crecer dentro de mí y con una última embestida ambos llegamos al
orgasmo.
Capítulo 12

Estamos acostados en la cama mientras Mike acaricia mi cabello con


pereza.
—¿Por qué viniste a Nueva York, Liv?
Su pregunta me toma por sorpresa, mis ojos se encuentran con los suyos.
—La verdadera razón, nena —dice levantando una ceja—. No piensas
que realmente creí que dejaste a tu familia, el trabajo para el que estudiaste
solo para venir aquí y tomar un curso de pastelería, ¿no?
—Mike, yo… —comienzo a apartarme de su pecho, pero me sostiene
firme contra él.
—Mi apartamento fue quemado hasta las cenizas —suelto cerrando mis
ojos.
El dolor es duro.
—¿Qué? —su agarre se afloja un poco, y yo tomo asiento necesitando un
poco de distancia.
Me apoyo contra el cabezal de la cama trayendo las sábanas hasta mi
pecho para cubrir mi cuerpo desnudo. Él se sienta hasta estar a mi lado, sus
ojos preocupados encuentran los míos y solo decido contarle qué fue lo que
sucedió.
—Cuando regresé a casa luego de la universidad obtuve un trabajo en un
consultorio médico de un viejo amigo de mi padre, Frank —comienzo—. El
hijo de Frank, Luke, trabajaba en el mismo consultorio como odontólogo.
Nos conocíamos desde hacía tiempo, el solía ir a la secundaria con Ben, mi
hermano. A los pocos meses de estar trabajando allí, Luke comenzó a
invitarme a salir.
Puedo sentir su cuerpo tensarse junto al mío, pero lo ignoro y continuo.
—Al principio, yo solo lo rechazaba amablemente, no estaba interesada,
pero él era dulce ¿sabes? —me encojo de hombros—. Así que dije, ¿por
qué no? Una de las tantas veces que me lo pidió, acepté ir, aclarándole que
sería como amigos, nada más —trago mirándolo—. Él no pareció tener
ningún problema con eso, por lo que al fin la semana siguiente fuimos a
cenar.
—¿Qué sucedió? —su voz suena más grave de lo habitual.
—La cita fue terrible —le cuento—. Durante toda la noche se me insinuó
haciéndome sentir realmente incómoda, intentaba tomar mi mano, ¡hasta le
dijo a la camarera que yo era su prometida! —me quejo—. ¡Su prometida!
Cuando le pregunté por qué lo había hecho le restó importancia y cambió de
tema, las cosas se pusieron más y más raras después de eso, pero lo que se
llevó el premio de la noche fue cuando en un momento, de repente, Luke se
acercó a mí, me tomó por el cuello e intentó besarme. Enojada me aparte de
él, poniéndome de pie y empujándolo, eso hizo que tropiece y caiga sobre
su trasero, todas las personas a nuestro alrededor comenzaron a reír, lo deje
allí, tomé mi bolso y salí volando del restaurante.
—¿Él te siguió?
—Lo hizo, salió detrás de mi gritando como un lunático, gritando que era
un perra desagradecida, que las cosas no quedarían así —Mike levanta una
ceja—. Lo sé, loco… En fin, no le di demasiada importancia, no le conté a
mis padres lo que sucedió, simplemente decidí evitarlo en el trabajo. Poco
sabía que dos semanas después la pesadilla comenzaría —suspiro.
Mis últimas palabras hacen que Mike abra mucho los ojos y se acerque
más a mí.
—Al principio eran cosas pequeñas, faltaban cosas en mi oficina, mis
informes no se enviaban, pensé que estaba distraída, hasta que comenzaron
a desaparecer papeles importantes. Hubo una oportunidad en que llegué
antes a la oficina y lo encontré adentro intentando abrir uno de los cajones,
enojada le pedí una explicación. No me dio ninguna, él solo se encogió de
hombros y salió como si nada hubiese pasado.
—¿Te echaron?
—No, renuncié —mi cabeza comienza a doler haciendo que cierre los
ojos—. Había una reunión muy importante para la junta médica del
consultorio, me encargué de dejar todo preparado, pero horas más tarde
Frank entró a mi oficina furioso conmigo porque al parecer los contratos no
estaban listos y había errores, yo estaba segura de que había hecho las cosas
bien, intenté explicarle, pero no quiso escuchar. Al día siguiente presenté la
renuncia.
—¿Qué hay de tus padres? ¿Hablaste con ellos? —pregunta acariciando
mi mano con su dedo pulgar.
—No me quedó más remedio que contarles lo que sucedió, las cosas
estuvieron tranquilas por un par de semanas. Luego de mi renuncia,
comencé a trabajar en la concesionaria de mi padre hasta poder encontrar
otro puesto, pero todo comenzó de nuevo —un pequeño escalofrío recorre
mi cuerpo—. Un día, estaba caminando a mi coche cuando vi que las
cubiertas estaban pinchadas, en ese momento no pensé que podía estar
relacionado con él, quiero decir, ni siquiera lo veía. A la semana siguiente el
parabrisas de mi auto aparece hecho añicos, y en el interior del auto había
una pequeña nota que decía: Te dije que lo ibas a lamentar, perra.
Se queja por lo bajo, pero no me interrumpe.
—Luego de hablar con mis padres y Ben, decidí dar la notificación en la
policía, no me escucharon, ya que no había pruebas suficientes, pero
dejaron la denuncia; para ese momento estaba tan estresada que no podía
ver bien —hago una pausa para tomar un respiro—. Pero eso no fue nada,
lo peor sucedió cuando una noche después de una cena con una compañera,
llego a casa para ver una multitud reunida afuera del edificio en donde
vivía, observando a los bomberos intentando apagar el fuego.
Mi cuerpo comienza a temblar con el horrible recuerdo, Mike me rodea
con su brazo levantándome y colocándome en su regazo, yo no lo detengo.
—Continúa —dice con sus labios pegados a mi sien.
—El incendio comenzó en el piso de mi apartamento, tenía un pequeño
perro, Billy, el quedó atrapado en el incendio y no logró salir —las lágrimas
caen por mis mejillas—. Luego de toda la conmoción, los bomberos y la
policía determinaron que el incendio fue intencional aunque no había
sospechosos, pero yo lo sabía, Mike, algo dentro de mí me decía que lo que
sucedió fue su culpa. No dije nada, ninguno de ellos me hubiera creído. El
caso fue cerrado por falta de evidencia.
—Después de esa noche yo no me sentía segura, ¿sabes? Me quedé en la
casa de mis padres las semanas siguientes. Un día, buscando en Internet me
encontré con el anuncio del curso intensivo de pastelería, completé el
formulario sin expectativa alguna. A la próxima semana recibí un email
informándome que había sido aceptada, no lo pensé mucho, mi mejor amiga
estaba aquí por lo que no estaría sola, empaqué mis cosas, me despedí de
mis padres y llegué aquí.
—¿Qué pasó con ese bastardo?
—Nada —digo pensando en cómo pudo haberse salido con la suya—.
Bueno, sí, Ben le dio una paliza cuando se enteró de lo que había sucedido.
—¿Has vuelto a casa desde entonces? —pregunta él limpiando el resto de
las lágrimas que quedaban en mi rostro.
—No, mis padres estuvieron conmigo aquí las primeras semanas antes de
volver a Cold Spring, pero yo no he vuelto. Los extraño, pero llegué a
enamorarme tanto de esta ciudad que no estoy pensando en volver. Que
Abbs esté aquí y el éxito de mi pastelería son un gran motivo para
quedarme.
—Siento que hayas tenido que pasar por todo eso, nena —acaricia
suavemente mi rostro—. No puedo imaginarme lo que habrá sido para ti y
tu familia.
Asiento descansando mi cabeza en su hombro, él me abraza y nos
quedamos así hasta que comienzo a dormitar.
—Y con suerte puedo hacer que haya otro motivo más para que te quedes
—lo escucho susurrar en mi oído antes de caer dormida.
Capítulo 13

La luz entrando por la ventana me despierta de mi profundo sueño, siento


un brazo apretarse a mi alrededor y sonrío. Ayer fue la segunda noche que
Mike se quedó en casa. El fin de semana no hicimos mucho más que tener
sexo, comer y mirar televisión. El sexo con este hombre es increíble. Nadie
nunca me hizo sentir tan deseada alguna vez, él parece no poder tener
suficiente de mí y me encanta, porque tampoco puedo tener suficiente de él.
Miro a un lado a Mike, está durmiendo de costado con su brazo por
encima de mi abdomen sosteniéndome cerca de él. Me muevo un poco
intentando salir de su agarre, hasta que logro hacerlo sin despertarlo. El
hombre tiene el sueño pesado. Tengo que trabajar esta mañana, así que
decido levantarme. Salgo de la cama, voy al baño donde rápidamente me
aseo y luego a la cocina.
Estoy famélica esta mañana.
Preparo sándwiches de jamón y queso, pongo a hacer café y saco el jugo
de naranja de la heladera. Estoy cocinando huevos revueltos cuando dos
brazos me rodean y mi espalda es presionada contra un muro de músculos.
—No me has despertado —susurra con esa voz ronca de recién salido de
la cama.
Tan sexy.
Saco los huevos del fuego y me giro enfrentándolo.
—Estabas tan tranquilo —digo mis manos acariciando sus hombros
desnudos—. El desayuno está listo, ¿tienes hambre?
—De ti —dice antes de que su boca tome la mía en un sensual beso.
Me dejo llevar por unos segundos hasta que siento su dura erección
contra mi pelvis.
—Mike —jadeo.
—Es por la mañana, nena —besa mi cuello y comienza a sacarnos de la
cocina—. Y mi chico te tuvo anoche, no va a estar contento solo con mi
mano.
—Tengo que ir a trabajar en cuarenta minutos —digo devolviéndole el
beso.
—Podemos trabajar con eso —responde él llevándome a la habitación.

Treinta minutos y dos orgasmos más tarde estoy cambiándome para ir al


trabajo.
—¿Quieres que te lleve?
—¿Puedes? —pregunto colocando mi bolso en mi hombro—. Después
de todo estoy llegando tarde por tu culpa.
—Mi culpa, ¿eh? —ríe golpeando mi trasero cuando pasa junto a mí
antes de tomar mi mano y dirigirnos al ascensor.
En la recepción saludo a Robert, y veo que nos observa con una extraña
expresión, cuando salimos a la acera Mike se dirige a su coche.
—¿Adónde vas? —pregunto frunciendo el ceño.
—A tu trabajo.
—Mike, está a cinco minutos caminando —me río.
—Vamos, subeee —insiste.
Niego y comienzo a caminar por la acera.
—Puedes venir conmigo a pie si quieres, grandulón.
Puedo escucharlo maldecir detrás de mí, pero luego está caminando a mi
lado. En nuestro camino, más de una persona se voltea en nuestra dirección,
confundida miro a Mike, pero él solo me da una sonrisa, una que no llega a
sus ojos. Cuando llegamos a la pastelería, él toma las llaves de mis manos y
abre las puertas de la tienda.
—Entremos —dice mirando detrás de él.
—¿Qu... —él estrella su boca contra la mía deteniéndome, sus manos van
a mi trasero apretándolo un poco—. Mmm —murmuro contra sus labios.
—Ten un buen día, nena —besa mi frente—. ¿Te mando un mensaje para
recogerte?
—Eso suena bien.
Una hora más tarde, solo faltan unos pocos minutos para abrir la tienda
cuando escucho una pequeña conmoción y gritos provenientes del exterior.
Antes de poder salir a ver qué está sucediendo, mi móvil comienza a sonar
como loco.
¿Qué carajos?
Hay varios mensajes y una llamada entrante de Sam.
—¿Sam?
—Liv, ¿dónde estás?
—En la pastelería, ¿dónde más estaría?
—¿Ya abriste?
—Umm, aún no —digo sin entender nada—. ¿Qué sucede?
—Estoy de camino, solo a unos bloques, no abras la tienda y espera por
mí.
—Sa…
Termina la llamada antes de que pueda responder. En ese momento y de
la nada, Abby y Mike entran corriendo a la cocina asustándome muchísimo.
—¡Maldición! Me asustaron como el demonio —digo llevando una mano
a mi pecho—. ¿Qué hacen aquí?
—Lo siento —Abbs toma un par de respiraciones apoyándose en la pared
detrás de ella.
Ella luce como si se fuera a desmayar, es casi gracioso, mi amiga no
corre una milla ni aunque le paguen.
—Tú no corres. ¿Por qué estás corriendo?
—Liv —Mike intenta dar un paso hacia mí, pero mi amiga lo detiene.
—Oh, no, no, detente ahí —Abby lo corta—. ¿Ya le has dicho quién
eres?
Mis ojos se mueven de mi amiga a Mike, quien me suplica con la mirada.
—Olivia, solo déjame explicar —él avanza hacia mí, pero doy un paso
atrás.
—¿Me pueden decir qué es lo que sucede?
Tengo la sensación de que esto no me va a gustar nada.
—¿Qué sucede? —la voz de mi amiga se eleva—. ¡Sucede que estás
follándote a Michael “La Bestia” Butler y tú ni siquiera lo sabes!
Mike se encoge ante esa afirmación.
—¿Qué? —mis ojos vuelven hacia el atractivo hombre de pie frente a mí.
—Jugador de la NFL, Liv —explica ella confundiéndome aún más—.
¿No sabes quién es él?
Niego.
¿Un jugador?
Levanto mis manos y froto mi rostro, una sensación pesada se asienta en
mi estómago.
¿Por qué él escondería algo como esto?
—Más de una vez te pregunté a qué te dedicabas —mi voz es baja—. Y
más de una vez evitaste la pregunta y mentiste.
Él niega con la cabeza, sus bellos ojos no se despegan de mí, observando
mi reacción. No quiero que él vea lo confundida que me siento en este
momento.
—Olivia, solo escu…
Después de todo lo que le conté, él me mintió.
—¿Qué se supone que era esto? —pregunto cruzando mis brazos, estoy
enojada, herida—. ¿Un maldito juego?
—Nena, sabes que no es así —intenta tomar mis manos, pero lo aparto
no queriendo su toque en este momento, puedo ver el dolor en su rostro,
pero lo ignoro, no quiero que me importe.
Dios, eres tonta Olivia.
Las piezas comienzan a caer en su lugar, su actitud los primeros días
después de conocernos, él rechazando la invitación la noche de la
exhibición, nuestra cita en el bar cerrado, los días que pasaba fuera de la
ciudad. Estaba todo allí.
—Quiero que te vayas —me cuesta decir esas palabras—. Ahora.
—El exterior de la tienda está repleto de malditos paparazzi y fans
enloquecidos —interviene Sam llamando mi atención, no me había
percatado de su presencia hasta este momento—. Lo siento, Liv…
La detengo levantando mi mano y niego, no quiero escuchar sus
disculpas en este momento. Mike se acerca una vez más, pero esta vez no se
detiene hasta estar a centímetros de mí.
—Olivia, tenemos que hablar de esto —sus ojos buscan los míos.
—No, ahora —murmuro apartándome—. Tendrías que haber pensado eso
antes de este desastre.
Mis palabras son duras, lo veo en su expresión. Tomo mi bolso y me
dirijo hacia la puerta trasera evitando las miradas de todos.
—Abby, ¿podrías cerrar aquí? —le pregunto a mi amiga, quien solo
asiente.
Rápidamente salgo de allí con la cabeza gacha evitando que alguien
pueda verme. Cuando llego a The Sage House, voy directo al ascensor y
mientras espero que abra diviso a Robert a mi lado.
—Señorita Liv, ¿se encuentra bien?
Asiento antes de mirarlo.
—Tú lo reconociste esta mañana, ¿cierto?
—Mi hijo es un gran fan —se encoge de hombros.
El ascensor se abre.
—Robert, si Abby viene, déjala subir —le digo—. Nadie más.
—Como usted desee.
Capítulo 14

Estoy sentada en el sillón tomando una copa de vino cuando la puerta se


abre y mi amiga entra.
—¡Que día! —exclama dejándose caer a mi lado con un suspiro.
—Ni que lo digas.
—¿Qué está pasando por tu cabeza?
—Me siento una tonta, Abbs —me encojo de hombros—. Sin embargo,
ahora todo tiene más sentido.
—¿A qué te refieres?
—A todo, su actitud el día que nos conocimos, por qué no compartía
mucho acerca de él mismo, por qué evitaba mis preguntas sobre su trabajo.
—Liv, ¿realmente no lo reconociste? ¿Acaso vives en una burbuja?
Quiero decir, hasta yo sé quién es él.
—No tenía idea, creo que la última vez que vi un partido de football fue
con mi padre antes de que Ben comenzará a interesarse en el baseball, y eso
fue hace años. Después todo lo que veía sobre deporte era eso, ¿cómo se
supone que supiera?
—¿Estás enojada con ellos?
—Estoy más herida que enojada —digo mirándola.
—Creo que deberías escucharlos, no creo que ellos tuvieran una mala
intención, Liv.
—Lo sé, lo sé.
He estado pensando en lo que pasó desde que llegué a casa, por qué él no
dijo nada, la forma en que me miró más temprano en la pastelería. Puedo
decir que él tampoco esperaba que esto sucediera.
—Bueno, tengo que decirlo —Abby rompe el silencio con una media
sonrisa en su rostro—. ¡Lo hiciste bien, chica! Ese sí que es un pedazo de
hombre. ¿Piensas que tendrá un amigo para mí?
—¡Ugh! Eres insoportable —me río empujándola.
Es por esto que la amo tanto, ella logra sacarme una sonrisa en cualquier
momento.
—Quiero los detalles jugosos. ¡SÚELTALO!
Suspiro mirando mis manos y apoyando la cabeza en el respaldo del sofá.
—Pasó el fin de semana aquí y fue increíble Abbs —le cuento cerrando
mis ojos—. Él estuvo asombroso, fue dulce, atento y ¿el sexo?: fuera de
este mundo.
—Él te tiene mal, amiga —suelta una risilla—. Eres una perra con suerte,
demasiada suerte —le da un pequeño apretón a mi mano—. Tienes que
hablar con él, estoy segura de que tiene una buena explicación.
—Lo haré —asiento—. Por cierto, ¿cómo te enteraste de todo esto?
—Está por toda Internet, con la temporada en pleno auge estos chicos son
monitoreados 24/7 por los medios de comunicación —saca de su bolso el
móvil y lo extiende hacia mí.
Es una captura de una página local de chismes.
Michael Butler: ¿Tiene una nueva conquista?
Debajo está el artículo y también hay algunas fotos de nosotros, en una se
nos ve a Mike y a mí caminando, la otra captura nos muestra entrando a la
pastelería, su mano en la parte baja de mi espalda. Definitivamente fueron
tomadas esta mañana.
—Asombroso —me quejo devolviéndole el móvil.
—Ben va a alucinar —dice con una carcajada—. No puedo esperar a ver
su reacción cuando se entere.
—Oh, por favor.
Conociendo a mi hermano, se pondrá como loco, ya de por sí es
demasiado sobreprotector teniendo en cuenta a cualquier chico, pero ¿un
jugador de la NFL? No, esto no le gustará nada. No quiero ni pensar en mi
padre.
—¿Te han llamado?
—No he tocado el móvil, llamaré a mi madre esta noche —digo frotando
mis ojos.

Unas horas más tarde Abby se fue, aún intrigada busco mi laptop y tipeo
el nombre de Mike. Según esto juega para los Gigantes de Nueva York en la
posición de mariscal de campo. Ellos lo llaman La Bestia debido a su
enorme tamaño y fuerza. Tiene dos premios acumulados como el mejor
jugador ofensivo de la NFL. La mayoría de las noticias están relacionadas a
su carrera en el football, que es impresionante considerando su edad. No
hay mucha información acerca de su vida personal lo que me indica cuan
serio que es acerca de mantener a su familia alejada de los medios.
No debe ser nada fácil. Cuando creo que vi suficiente cierro las páginas,
dejando la laptop a un lado y voy a tomar una ducha. Una vez lista, me
meto en la cama y decido encender el móvil, ignorando todos los mensajes
de texto, llamo a mi madre.
Contesta al primer tono.
—Señorita, tiene algunas explicaciones que dar.
—Lo sé.
—¿Quién es este chico? ¿Y por qué está por toda Internet?
—Él es Mike.
—¿El chico del que me hablaste? No me dijiste que era famoso.
Hago una mueca.
—En realidad no sabía a qué se dedicaba, me enteré de la noticia al
mismo tiempo que el resto.
—Pensé que estaban saliendo.
—Tuvimos un par de citas, ma —la corrijo—. No lo reconocí y él…
omitió esa parte.
—¿Por qué haría eso? —pregunta confundida.
—No lo sé, cuando explotó todo esta mañana me fui de allí enojada y no
he hablado con él aún.
—¿Te gusta él? ¿Livie? —insiste ante mi silencio.
—Me gusta mucho —admito cerrando mis ojos.
—Entonces ve y habla con él, cariño, escucha lo que tiene para decir —
dice antes de agregar—. Es muy guapo.
—¡MAMÁ! Estoy hablado en serio.
—Yo también, cariño —la escucho reír del otro lado—. Oh… tu hermano
llamó a tu padre cuando vio las noticias.
—Ellos simplemente tendrán que lidiar con ello.
—Espera un segundo, tu padre quiere hablar contigo.
—Genial —murmuro.
Me siento en la cama, poniéndome cómoda para lo que viene.
—Pequeña.
—Hola, papá.
—Dime que es solo un amigo —dice sin rodeos.
—Umm.
Él maldice por lo bajo y me encojo. Hablar de hombres con mi madre es
una cosa, pero compartir esa información con mi padre es otra cosa
totalmente diferente. Me pone nerviosa.
—Tu hermano dijo que es un mujeriego —afirma la voz dura de mi
padre.
—¿Qué? —pregunto sorprendida—. ¡Eso no es cierto! Ben solo está
molesto porque estoy viendo a alguien —respondo frunciendo el ceño—. Él
ha sido más que un caballero conmigo.
—¿Estás saliendo con él?
—Mira, pa, no sé lo que está pasando. Estoy confundida en este
momento y es complicado, hablaremos de esto cuando los visite la próxima
semana, ¿está bien?
—Pequeña…
—Solo llamé para hacerles saber que estoy bien, fue un día largo y solo
quiero ir a dormir.
Escucho su suspiro del otro lado.
—¿Cómo no sabías quien es “La Bestia” Butler? Vives en New York,
niña —pregunta mi padre y juro que puedo imaginar el ceño en su rostro.
—¡Ugh, no tú, papá!
—Está bien, está bien, ve a descansar, te queremos.
—Los quiero.
Cuando terminó la llamada, reviso los mensajes sin abrir. Contesto
algunos de ellos, principalmente los de mi hermano, diciéndole que lo
llamaré mañana por la tarde. El último es de Mike.
*Voy a esperar tanto como quieras, pero necesitamos hablar.*
*Solo… dame un par de días.*
Respondo su mensaje antes de dejar el móvil en la mesa de noche e
intentar dormir.
Capítulo 15

Al día siguiente, la pastelería es una locura, sabía que tendría muchos


clientes, pero nada se compara con la cantidad de personas que vinieron
esta mañana. Abrí a las 9 a. m. y, en menos de tres horas, ya no tenía ni un
solo pastelito; considerando que siempre hago un lote de más de cada
variedad, es mucho.
No voy a mentir, estaba un poco nerviosa por abrir. Algunas de las
personas se acercaron e intentaron preguntarme por Mike, no sabía qué
responder, me puse tan nerviosa que creo que se compadecieron y lo
dejaron pasar. Cuando el último grupo de jóvenes abandonó la pastelería,
fui hasta el frente y cerré la puerta con llave.
Busco mi móvil y le envío un rápido mensaje a Sam diciéndole que
puede venir a la tienda a conversar. Ella ha intentado contactarse conmigo
en las últimas horas. Una vez que recibo su respuesta, comienzo a limpiar
todo.
Una hora más tarde un golpe en la puerta trasera me hace saber que Sam
está aquí, voy hasta allí y la abro. Mi amiga esta parada del otro lado
vistiendo un largo vestido rojo y gafas de sol.
—Oye.
—Hola, pasa.
Ella lo hace y se queda de pie a un lado, puedo decir que está incómoda y
nerviosa, no me gusta verla de esa forma.
—Ven, preparé café —digo dirigiéndome hacia una de las mesas.
Ambas tomamos asiento y permanecemos en silencio por unos minutos
hasta que ella habla.
—No me gusta cómo sucedieron las cosas —dice, mirándome apenada
—. Solo quiero que sepas que lo siento, yo no tenía la intención de mentirte.
—Sam…
—Ese día en Fire, cuando mencioné el nombre de Mike quedé
sorprendida de que no lo reconocieras. Al principio pensé que era divertido,
quiero decir, ¿qué más bonito que molestar a mi hermano golpeando su ego
al decirle que la chica que llamó su atención no tiene idea de quién es él? —
se encoge de hombros con una media sonrisa—. Luego nosotras nos
volvimos más cercanas, las cosas entre ustedes comenzaron a ponerse
serias.
Hace una mueca.
—Al principio le dije que no hiciera ningún movimiento, pero, como
sabes, no lo pudo evitar. Cuando le pregunté cuándo te lo diría, él parecía
inseguro, y yo de alguna manera lo entendí —suspira—. Lo entendí porque
yo también estaba acostumbrada a eso, desde que la carrera de mi hermano
despegó solo he sido conocida como la “hermana de”, todos querían estar a
mi alrededor debido a eso.
—Pero yo no lo hice, no me acerqué a ti por eso —me defiendo—. No
los conocía.
—Lo sé, pero tampoco sabíamos eso nosotros —concuerda conmigo—.
Después de pasar más tiempo contigo y llegar a conocerte, ya no estuve de
acuerdo con que continuaras sin saber acerca de su carrera. Por eso
discutíamos, pero él también tenía sus razones, Liv, y no era mi lugar
decirlo.
—Lo entiendo —digo alcanzando su mano.
—¿En serio? —pregunta esperanzada—. Siento la forma en que te
enteraste.
—No fue la forma en que me hubiese gustado enterarme —digo tomando
un sorbo de café.
—No has hablado con él, ¿cierto?
Niego.
—Bueno, tengo que decirte que su humor está terrible.
—No era mi intención, solo le pedí un par de días —digo mirando mi
taza casi vacía—. Quizás estoy exagerando…
—Oye, no es tu culpa, yo hubiera reaccionado de la misma manera o
peor —me consuela—. Al menos él no vive conmigo, ahí sí estaríamos en
un problema —dice sonriendo—. ¿Estamos bien?
—Mejor que bien —asiento con una sonrisa.
—Deberíamos ir de compras el fin de semana para celebrarlo, Gucci
lanzó unos modelos nuevos que me muero por ver —sugiere haciéndome
reír.
—Siempre encuentras una excusa para ir de compras, pero eso suena
bien, además hay unos tacones que quiero.
—Excelente, ¡qué emoción! —Sam aplaude contenta—. Ahora, última
pregunta, ¿cómo demonios no tenías idea de quien era mi hermano?
Suelto una risita antes de responder la pregunta por cuarta vez.

Mi semana en el trabajo ha estado tan ocupada que he estado


considerando buscar un empleado para atención al público. He ido todos los
días al menos dos horas antes para hornear, he triplicado las cantidades de
cupcakes y galletas que suelo hacer, y los pedidos no paran de llegar.
Hoy es viernes, fue el día más largo de la semana y estaba exhausta, salí
del trabajo alrededor de las 7 p. m. debido a que el pedido de suministros se
demoró.
Esta noche pensé quedarme en casa y mirar una película, así que eso es lo
que estoy haciendo. Relajada y tranquila, no puedo evitar que cierto hombre
de ojos bonitos venga a mi mente. Aún no he hablado con él, planeaba
hacerlo, pero cuando hablé con Sam, ella mencionó que esta noche tenían
un juego, por lo que decidí esperar hasta mañana.
En este momento estoy en mi cama, con un balde de palomitas mirando
“El viaje más largo”, una de mis películas favoritas por lejos, no sé cuántas
veces la he visto, pero puedo seguir haciéndolo.
Además ¿Scott Eastwood? Sip, podría verlo por horas.
Me despierto abruptamente cuando escucho el timbre de mi portero,
extrañada tomo mi móvil de la mesa de luz y veo que marca las 11.48 p. m..
Continúa sonando, por lo que me levanto de la cama, me coloco mi bata,
voy hasta él y presiono el altavoz.
—¿Hola?
Mi voz se escucha un poco ronca por el sueño.
—¿Señorita Brown? —contesta Paul del otro lado. Él es el portero que
está de turno después de las 7 p. m..
—¿Sí?
—Di… di… disculpe —tartamudea—. Te… tengo aquí a Mi… Michael
Butler preguntando por usted.
¿Qué?
—Umm, está bien Paul, déjalo subir.
¿Qué hace él aquí?
Intento pensar qué debería decirle, aún no estoy lista para hablar con él,
quiero decir, es mitad de la noche y estoy en mis malditos pijamas. Voy
hasta el baño, hago un trabajo rápido aseando mi rostro y vuelvo a la sala.
Estoy caminando en mi lugar cuando golpea la puerta. Tomo una
respiración profunda y la abro. Ahí está él, vistiendo unos pantalones y
camiseta de algodón. Sus ojos cansados se detienen en mí mientras da uno
pasos dentro del apartamento.
—Dijiste un par de días.
—Lo sé —digo colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja—.
Sam me dijo que esta noche estabas ocupado, iba a llamarte mañana.
—Hubiera atendido de todos modos, Olivia.
—No quería molestar.
—Me ofende que pensaras por un segundo que me molestarías —se
acerca aún más a mí—. Quiero hablar contigo acerca de lo que sucedió.
Suspiro.
—Está bien, sentémonos.
Tomo asiento en el sofá señalando el lugar a mi lado, él hace lo mismo.
—¿Por qué no me dijiste nada, Mike? —soy la primera en hablar—. Te
di la oportunidad para que lo hicieras, más de una vez.
—Lo sé —sus ojos buscan los míos—. Nunca quise lastimarte, tienes que
saber eso. Sé que debería haber sido honesto contigo después de nuestra
primera cita, pero estaba sorprendido y abrumado, ¿está bien? —traga—.
Desde que comenzó mi carrera todo lo que he visto es cómo mi vida se
rodea de personas falsas y ambiciosas, me encanta lo que hago, pero la
mayoría de las veces no me gusta lo que eso trae. Programas de televisión y
revistas inventando mierda que no es cierta, mujeres, amigos detrás de la
fama, los autos, el dinero; mi familia lo sufrió, es por eso que solemos ser
tan reservados. Mi propia hermana tuvo que abrir la tienda con la que tanto
soñó bajo otro nombre porque no quería ser tratada diferente o lograr sus
metas solo por ser la hermana de Michael Butler.
—Pero yo no soy como esas personas que describes —digo en voz baja
—. En verdad no te conocía, eras solo un hombre que llamó mi atención.
—Lo sé, nena, lo sé —se acerca a mí hasta que nuestras piernas se tocan
—. Por es…
—Sabías que en algún momento me iba a enterar —lo corto—. ¿No
pensaste que sería mejor enterarme por ti? El football es gran parte de tu
vida, ¿no pensaste que me gustaría compartir eso contigo? —pregunto
herida.
—Quería hacerlo, pero también sabía que en el momento en que lo
hiciera algo cambiaría y simplemente no quería que eso sucediera, no
quería que me miraras como lo hiciste ese día —suspira—. Después del fin
de semana que pasamos juntos, después de que me contaras acerca de lo
que sucedió con ese bastardo, sabía que tenía que decírtelo cuanto antes, no
estaba siendo honesto contigo.
Coloca sus manos en mis piernas, me quedo mirándolas antes de
tomarlas.
—No me gusta lo que sucedió, pero entiendo por qué lo hiciste —digo
buscando sus ojos para que vea que estoy siendo sincera.
Deja caer sus hombros y se relaja como si le hubieran sacado un peso.
Capítulo 16

—¿A dónde vamos desde aquí? —pregunta con cautela.


—Dime tú.
—Las cosas no cambiaron para mí, te quiero a ti.
Sus ojos me suplican.
Dejo ir sus manos, moviéndome hasta quedar en su regazo, tomo su
rostro con firmeza obligándolo a mirarme.
—No me gustan las mentiras, Mike, tampoco las verdades contadas a
medias, ¿está bien?
Él asiente.
—No quise lastimarte, sabes eso ¿no?
—Lo sé —digo acariciando su mejilla, él cierra los ojos con el leve
contacto.
—¿Estoy perdonado? —murmura llevando sus manos a mi espalda y
acercándome.
Conforme de haber aclarado las cosas, hago lo que estoy muriendo por
hacer desde hace días.
—Lo estás —susurro antes de inclinarme y besarlo.
Extrañé esto.
—Nena.
—Han sido días, Mike.
Mis brazos lo rodean atrayendo y apretando su cuerpo contra mí. Mis
caderas comienzan a moverse mientras mi boca va de sus labios a sus
mejillas terminando en su cuello, me quedo allí inhalando su aroma antes de
volver a encontrar su boca. El beso se intensifica, la necesidad de ambos a
flor de piel. Tomo el dobladillo de su camiseta y la saco por encima de su
cabeza, mis manos acarician su pecho y hombros, amando lo suave que es
su piel.
Mike me quita la bata y el top del pijama dejándome desnuda de la
cintura para arriba, no estoy usando sostén. Sus manos van a mis pechos
rellenos y los masajean, con la punta de sus dedos toma mis pezones y los
pellizca.
—Ahh —gimo separando nuestros labios para mirarlo, el maldito me está
sonriendo.
Salgo de su regazo parándome delante de él. Sus ojos siguen cada uno de
mis movimientos. Con rapidez me saco los shorts, las bragas y vuelvo a
sentarme sobre él, sus manos van a mi trasero presionándome contra su
erección. Baja su boca y toma mi pezón izquierdo haciendo que lo desee
aún más.
Llevo una de mis manos a su cabello tirando un poco y, con la otra,
deslizo mis dedos a lo largo de su estómago hasta llegar a la pretina de sus
pantalones, empujo suavemente hasta tener su erección en mi mano. Estoy
desesperada por él.
—Dios, nena.
Comienzo a acariciarlo de arriba a abajo, rotando un poco mi muñeca
sintiendo su dura longitud pulsando. Nuestra respiración aumenta y con eso
la velocidad de mi mano. Suelta mi pecho que estaba sosteniendo en su
mano y la lleva entre nosotros hasta mi humedad, allí introduce uno de sus
dedos, luego dos, sacando pequeños gemidos de mí.
—Amo lo mojada que estás.
—¡Ohh!
Deja ir mi pezón de su boca con un ¡pop!, recorriendo mi piel con su
lengua hasta llegar a mi cuello.
—Mike, te quiero aquí.
Muevo mis caderas haciendo que sus dedos salgan de mi interior y con su
deliciosa erección en mis manos la guio hasta mi entrada. No le doy tiempo,
solo desciendo sobre él, introduciendo toda su erección en mi calor,
haciéndonos gritar a ambos.
—¡Ahh!
—¡Puta mierda!
Sus manos van a mis caderas y me sostienen firmemente allí. En esta
posición lo siento mucho más grande, más duro.
—Liv —gime a centímetros de mi boca.
—Muévete, por favor, muévete —sueno desesperada, pero lo necesito.
Me impulso hacia arriba casi sacando su miembro de mí antes de volver a
descender, repito esta acción varias veces. Jadeamos, nuestros cuerpos
empiezan a sudar. Agarro su cabello entre mis dedos y tiro, atrayendo sus
labios para besarlo, mi orgasmo comienza y mis gemidos aumentan en
volumen. Muevo mis caderas repetidas veces acelerando los movimientos,
lo siento agrandarse y tensarse dentro de mí indicándome que también está
al borde.
—¡Oh, Dios! —grito— ¡Sí!
—Nena, no tengo puesto condón —dice sin aliento.
—Estoy con la píldora —mis caderas se mueven con más fuerza
llevándolo dentro y fuera.
—¡Ahh! —mueve sus caderas contra la mías y, segundos después,
exploto a su alrededor.
—¡Mike!
Me desciende sobre su erección dos veces más y lo siento estremecerse
una última vez. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos. Nos
quedamos allí intentando recuperar el aliento, su mano de desliza de arriba
a abajo por mi espalda acariciándola perezosamente. No sé cuánto tiempo
permanecemos en esa posición, estoy dormitando cuando lo siento moverse
debajo de mí. Se pone de pie conmigo en brazos como si yo no pesara nada.
—Me encanta lo fuerte que eres —murmuro adormilada haciéndolo reír.
Me deja con suavidad en la cama, antes de subir detrás de mí
abrazándome con sus enormes brazos. Segundos después estoy
completamente dormida.
Capítulo 17

Despertar en los brazos de este bello hombre es mi nueva sensación


favorita, su cuerpo es casi dos veces el tamaño del mío y me encanta lo
segura que me hace sentir. Me tomo unos minutos para apreciarlo, se ve tan
tranquilo cuando duerme. Está acostado sobre su espalda, uno de sus brazos
colocado detrás de su cabeza, el otro está rodeando mi cuerpo
manteniéndome cerca de él. Es tan caliente.
Mis ojos recorren el resto de su cuerpo, no puedo evitar llevar mi mano a
la dura masa muscular, apenas se inmuta mientras lo estoy tocando. Una
sonrisa aparece en mi rostro cuando una idea viene a mi mente. Lentamente
salgo de su agarre, gateo sobre la cama hasta estar a la altura de su abdomen
y saco la sábana que apenas lo cubre. Inclinándome sobre su cuerpo
comienzo a dejar un sendero de besos por su abdomen, bajando hasta que
mi boca está a centímetros de su dureza, siento como se tensa bajo mi
toque. Paso mi lengua por toda su longitud, de la base a la punta, dejando
un pequeño beso allí.
Un gruñido hace que mis ojos vuelen hacia arriba encontrándome con sus
ojos, los suyos brillan. Tomo su ya dura erección entre mis manos, con una
sostengo la base mientras deslizo la otra de arriba a abajo, apretándolo.
Luego lo meto en mi boca y comienzo a succionar repetidas veces. Poco a
poco aumento la velocidad de mis movimientos, sus quejidos se
intensifican, escucharlo hace que el calor se acumule en mi centro ardiente.
Estoy disfrutando de esto también, ver sus ojos llenos de deseo me
enciende.
—Nena —sus manos van a mi cabello sosteniéndome.
Lo meto profundamente en mi boca hasta que lo siento en la parte
posterior de mi garganta, retrocedo y vuelvo a acogerlo, repito esto varias
veces hasta que la respiración de Mike esta irregular y jadeante. Siento que
se endurece aún más si es posible, sin poder contenerme, deslizo una de mis
piernas por encima de su cuerpo, subo a horcajadas de él dándole la espalda
y lo introduzco en mi interior.
—Ahh —jadeo.
Mis caderas sacudiéndose con movimientos firmes, me inclino hacia
adelante apoyando las manos en la cama en busca de soporte. Ante esto
Mike toma mi trasero en sus manos haciéndome descender sobre él con
golpes fuertes y profundos. Una, dos, tres embestidas.
—Oh, Dios —grito.
—Joder, eres tan caliente —gruñe cada vez que se hunde en mi interior.
Él se inclina sobre mí rodeándome con su brazo para enderezarme, pega
mi espalda a su pecho, su mano va a uno de mis senos masajeándolo.
Muerde mi oreja sacando un quejido de mí antes de besarla. Volteo mi
rostro en busca de sus labios, enredo mi lengua a la suya, succionándola, en
ese momento su mano libre va hacia mi centro y con su dedo acaricia mi
pequeño botón de placer.
Con un último grito me dejo llevar, mis músculos se contraen a su
alrededor y lo siento seguirme estallando dentro de mí. Él se deja caer de
espaldas en la cama llevándome con él, acariciando la suavidad de mi
abdomen.
—Podría despertar todos los días del resto de mi vida con esa dulce boca
—susurra en mi oído dejando un beso allí.

Después de ducharnos —lo que por cierto, fue todo un desafío con él
junto a mí—, Mike hizo el desayuno. Una vez que terminamos, nos
preparamos para el día, debía irse porque tenía una reunión con su equipo
para ver la grabación del juego de anoche.
Yo, por otro lado, estoy disfrutando de un día de chicas con mis amigas.
Tras recorrer la 5ta Avenida, con demasiadas bolsas en nuestras manos,
decidimos ir por algo de comer.
—Estás brillando hoy —dice Sam.
—Luces recién follada —agrega Abby, mirándome con ojos
entrecerrados.
Suelto una risilla.
—¿Qué? Suéltalo, perra —empuja con suavidad uno de mis hombros.
—Ayer, Mike fue a mi apartamento a mitad de la noche.
—¿Y…? —Sam me hace señas con su mano indicándome que continúe.
—Hablamos, él se explicó y lo entendí —digo sin más, queriendo dejar
ese tema—. Él pasó la noche conmigo.
—Bueno, no es de extrañar que estés radiante hoy —ríe Abby—. ¿Lo
hizo bien? ¿Qué tan grande es? —pregunta sin pelos en la lengua.
—¡Ugh, Abby! —se queja Sam.
—¿Qué?
—¡Él es mi hermano! —su expresión de disgusto me hace soltar una
risita—. No necesito escuchar acerca de sus partes.
—Un hermano caliente —Abby le guiña un ojo.
Sam niega con la cabeza, pero puedo ver que está intentando contener
una sonrisa. Llega por encima de la mesa tomando una de mis manos,
dándole un pequeño apretón.
—Estoy feliz de que lograran solucionar las cosas —sonríe—. Él está
completamente loco por ti, puedo decirlo.
—Y tú mereces eso y mucho más —mi otra amiga coincide con ella.
—Las quiero, chicas —digo agradecida con su apoyo—. Ahora,
suficiente de mí, ¿qué sucede con ustedes?
Sorprendiéndome, en lugar de responder, Abby levanta su mano
llamando la atención de un empleado.
—¡CAMARERO! TRÁIGAME OTRA RONDA! —grita agitando su
copa cuando el pobre hombre la mira—. ¡QUE SEA DOBLE!
—LO MISMO QUE ELLA DIJO —Sam repara.
Estallo a carcajadas escuchando a mis locas amigas, segundos después se
unen a mí.
Capítulo 18

No hice mucho luego de la tarde de compras. Mike se ofreció para


recogerme, volvimos a mi apartamento y pasamos el resto del día allí.
Estamos acostados en mi cama mirando uno de mis programas de televisión
favoritos, un reality.
—Quiero que vengas al partido esta semana.
Volteo mi rostro para mirarlo, apoyando la barbilla en su pecho pregunto:
—¿Estás seguro? Quiero decir, después de lo que sucedió en la
pastelería…
—Te quiero allí —me interrumpe—. Como dijiste, el football es una
parte muy importante en mi vida y quiero que comiences a conocerla.
Además —una pequeña sonrisa aparece en su rostro—, soy malditamente
bueno en ello.
—Tan engreído —me río de él empujando su hombro.
—¿Irás?
—Claro, ¿quizás puedo decirle a Sam que vaya conmigo? Nunca he ido a
un juego de esos.
—Te gustará.
—Verás… —digo mordiéndome el labio y evitando sonreír—. Soy una
chica del baseball.
—Bueno, supongo que tendremos que cambiar eso —desciende su rostro
para darme un rápido beso antes de hacerme cosquillas.
—¿Cuándo es el partido? —pregunto riendo e intentando evitar su
ataque.
—Jueves.
—Estaré allí.
Debo decir que estoy bastante intrigada por ver de qué se trata toda esa
locura, quiero decir, mi adolescencia la pasé entre tribunas viendo a mi
hermano jugar.
—¿Cómo está yendo el trabajo?
—Sobre eso… —me muevo un poco incómoda sobre su costado—. Esta
última semana fue intensa. Muchas personas, y me refiero a muchas —
enfatizo—. He estado cerrando antes casi todos los días.
—¿Te han molestado? —puedo sentir su cuerpo tensarse a mi lado.
—Varios de los nuevos clientes han preguntado. Intento ser educada y
evitar responder —me encojo de hombros—. Las ventas han sido geniales,
solo…
No puedo evitar sentir que le debo algo, las ventas están por el cielo
desde que los medios de comunicación estuvieron allí, porque él estuvo allí.
—Para —me regaña como si pudiera escuchar lo que estoy pensando—.
Eres más inteligente que eso. Esa tienda es fruto de tu trabajo, trabajas duro
cada día, nena, lo he visto. Tienes mucho talento y todo lo que haces es
delicioso, incluso antes de que las redes sociales lo compartieran.
Él es tan dulce.
Aprieto mis brazos a su alrededor conmovida por sus palabras.
—He estado pensando en contratar a alguien que me ayude cuando
vuelva de visitar a mis padres la próxima semana.
Mike se aparta sentándose en la cama.
—¿Irás a Cold Spring este fin de semana? —puedo ver la preocupación
en sus ojos.
—Pensé que te lo había comentado —digo colocando un mechón de
cabello detrás de mi oreja—. Iré a pasar el fin de semana con ellos.
—¿Está ese bastardo viviendo allí aún?
Mi silencio responde su pregunta.
—Olivia…
—No es gran cosa, ¿está bien? He estado pensando y no puedo evitar
visitar a mis padres por el resto de mi vida solo porque un hombre está
enojado conmigo —intento minimizar la situación, pero eso parece
enfadarlo más.
—Considerando que ese “hombre” incendió tu apartamento, creo que sí
es gran cosa.
—Bien, lo es —suspiro—. No quiero pensar en ello, solo iré a casa de
mis padres, pasaremos un agradable fin de semana y volveré aquí. Además
Ben estará allí.
—No me gusta esto.
—Mike, solo no te preocupes —lo tranquilizo tomando su mano y
besándola.
Me mira como si me hubiese crecido otra cabeza.
—Mi novia me acaba de decir que irá a casa, donde un loco pasó meses
acosándola, hizo que renunciara a su trabajo, destruyó su apartamento, ¿y
no debo estar preocupado?
Trago. Mis ojos abriéndose mucho ante lo que acaba de decir.
—¿Tu… tu novia?
Se echa hacia atrás como si lo hubiese insultado.
—Mi novia —repite—. ¿Qué es lo que crees que estamos haciendo aquí,
Olivia? —pregunta con una ceja levantada.
—Umm.
—Vamos a dejar un par de cosas claras —dice acercándose a mí y
tomando mi rostro en sus manos hasta que está a centímetros de distancia
—. Mírame.
Mis ojos se clavan en los suyos. Mi corazón está latiendo a mil por hora
con anticipación.
—Esto no es un juego para mí —dice serio—. Eres la única mujer en la
que he estado interesado hace meses, creo que ya he demostrado que no
puedo mantenerme alejado de ti —sus labios rozan los míos—. Eres mía.
Oh.
—¿No lo entiendes? No puedo dejar de pensar en ti, nena, estás en todos
lados.
Parpadeo un par de veces.
—Solo si tú eres mío también —susurro—. Lo digo en serio, Mike, yo no
comparto.
—Soy todo tuyo, nena.
—Bien.
Y con eso me inclino apoderándome de sus cálidos labios, mi lengua sale
deslizándose por el contorno de su boca pidiendo acceso, él lleva su mano
hasta la parte posterior de mi cuello profundizando el beso.
—¿Estamos claros ahora? —pregunta separándose un poco para mirarme
a los ojos.
Asiento.
—Eres tan caliente cuando te enojas —murmuro acariciando su pecho
con suavidad.
Sin poder contenerse, echa la cabeza hacia atrás soltando una carcajada,
tan atractivo.
—Dios —niega con su cabeza—. Eres un dolor de trasero —se burla
antes de pasar su brazo por mi cintura recostándome en la cama y enterrar
su rostro en mi cuello.
Capítulo 19

Guau, esto es una locura.


El estadio está repleto, los fans a nuestro alrededor rugen con aprobación
en cada una de las jugadas. Ya que era la primera vez que asistía a un juego,
Sam decidió que debíamos verlo desde las gradas en lugar de estar en el
palco.
—¡Wohoooo! —grita Sam a mi lado saltando arriba y abajo—. ¡Así es
como se hace!
Aplaudo a su lado con una sonrisa en mi rostro. Estos últimos días, Mike
se encargó de explicarme todo acerca del deporte, las posiciones,
anotaciones, castigos. He de reconocer que es entretenido de mirar. Cuando
llegamos estaba un poco abrumada por la cantidad excesiva de personas. La
adrenalina es contagiosa. Observamos a los chicos agruparse y posicionarse
para la siguiente jugada. Sam a mi lado se ríe.
—¿Qué?
—Se nota que es tu primer juego, cariño —dice entregándome una bolsa
de palomitas.
—¿Es demasiado obvio?
—Un poco —se encoge de hombros—. No te preocupes, te
acostumbrarás rápido —agrega con sus ojos pegados en lo que está
sucediendo en el campo.
Las jugadas son rápidas por lo que tengo que prestar atención, la defensa
de nuestro equipo es sólida y fuerte. Durante todo el juego estoy nerviosa y
preocupada de que vaya a ser herido o derribado, estos jugadores son
enormes.
No mentían, Mike es bueno, muy bueno. Cada vez que la cámara aterriza
sobre él puedo ver su expresión fría y concentrada, no cede en ningún
momento, constantemente dando indicaciones a sus compañeros. Y sus
brazos, por Dios, esas cosas son como misiles, lo observo jugar fascinada
por él y su talento.
Estamos a segundos de terminar el juego, Mike recibe la bola, retrocede
unos pasos y la lanza a través del campo, el numero 27 la coge y…
—¡SÍ! —gritamos poniéndonos de pie y abrazándonos.
La tribuna se vuelve loca con la última anotación. No puedo dejar de
sonreír, ganamos 19 a 6 y no podríamos estar más felices por ellos.

Una vez que todo se tranquiliza, con gran parte del estadio vacío y luego
de lidiar con la prensa, Sam me lleva hacia el lobby frente a los vestuarios
para esperar a Mike. Sale acompañado de otros dos hombres, al verme se
acelera su paso caminando hacia mí, me toma en sus brazos inclinándose
para besarme. Cuando me deja ir, retrocede y saluda a su hermana con un
abrazo.
—Entonces, aquí está ella —exclama uno de los hombres, el rubio,
llamando mi atención.
—Preséntanos, hombre —añade el otro.
Mike rodea mi cintura acercándome a su lado antes de voltearse hacia sus
amigos.
—Chicos, ella es Liv —dice besando mi sien—. Nena, este es Adam
Pierce, mi receptor —señala al rubio—. Y Chris Hayes, mi centro —señala
al castaño de ojos azules.
—También conocidos como idiota uno e idiota dos —interviene Sam
haciendo reír a ambos.
—O sus mejores amigos —corrige Chris dando un paso en nuestra
dirección extendiendo su mano—. Un gusto, preciosa, hemos estado
esperando por conocer a la mujer que tiene atrapado a nuestro amigo.
—El gusto es mío, chicos —saludo a ambos estrechando sus manos—.
Buen juego —felicito.
—Gracias, dulzura —dice Adam y veo que Sam rueda los ojos en su
dirección, tendré que preguntarle qué es lo sucede allí—. Mi amigo aquí
mencionó que esta es la primera vez que asistes a un juego, espero que lo
hayas disfrutado.
—Lo hice.
Los chicos se ven realmente cansados y, luego de ver el juego, no sé
cómo no están arrastrándose por el piso, conversamos un rato más antes de
despedirnos de ellos. Estamos caminando en dirección al estacionamiento
cuando suena una bocina que hace que nos volteemos encontrando a ambos
hombres dentro de un Lexus rojo.
—¡QUIERO CUPCAKES LA PRÓXIMA VEZ! —grita Adam
haciéndome reír.
—Idiota —mi amiga murmura por lo bajo, levanto una ceja en su
dirección, pero ella solo niega.
—Tortolitos, vayan a casa —dice dándome un abrazo, hace lo mismo con
su hermano y sube a su coche.
Más tarde, al llegar a mi apartamento, Mike va directo a tomar una ducha
mientras yo pido la cena y voy a terminar de armar las maletas para el fin
de semana. Estoy guardando las últimas cosas cuando mi madre me llama.
—Hola, ma —contesto sosteniendo mi móvil entre mi oreja y mi hombro
mientras intento cerrar la pequeña maleta.
—Cariño —saluda—. ¿Ya tienes todo preparado?
—Estoy en eso.
—Bien, entonces, ¿lo traerás contigo? —pregunta esperanzada.
—Mamá —suspiro sentándome en la cama—. Ya hablamos de esto.
En ese momento, Mike sale del cuarto de baño envolviendo una toalla
alrededor de su cintura, su cabello está mojado y su cuerpo aún se ve un
poco tenso a causa del día que tuvo.
Este hombre es el sueño húmedo de toda mujer.
Esta vista me tiene babeando, con los ojos clavados en el increíble
hombre.
—Olivia, ¿aún estás ahí? —escucho a mi madre del otro lado.
—Umm —miro a Mike de pie frente a mí que ahora está sonriendo,
divertido con la situación—. Sí, ma, me tengo que ir, nos vemos mañana, te
amo.
Con una sonrisa me recuesto en la cama apoyándome en mis antebrazos.
—¿Disfrutando la vista, nena? —pregunta dando unos pasos hacia la
cama, se sube sobre mí.
—No te das una idea.
Llevo mis manos a sus brazos acariciándolo y desplazándolas sobre sus
definidos hombros antes de enredar mis dedos en su suave cabello húmedo.
Baja sus labios a mi mejilla dejando un camino de pequeños besos hasta mi
cuello, allí succiona suavemente mi piel causando escalofríos en mi cuerpo.
—Dios, voy a echarte de menos los próximos días —retrocede
encontrando mis ojos.
Mi corazón se encoge.
—También te echaré de menos, nene.
Es la primera vez que lo llamo así, una enorme sonrisa llena su rostro, mi
estómago se aprieta un poco más. Toma mis labios en un duro beso, su
cuerpo presionándose sobre el mío. En un rápido movimiento nos voltea,
posicionándome sobre él.
Capítulo 20

Le envié un mensaje a Ben dejándole saber la hora en que llegaría.


Cuando me dijo que me recogería en la estación quise negarme, pero sabía
que terminaría perdiendo. Una vez que se detiene el tren tomo mi valija, mi
bolso y salgo. Lo diviso de inmediato, de pie en el medio de la estación con
las manos en los bolsillos, una gran sonrisa aparece en su rostro cuando me
ve y se apresura hacia mí encontrándome a medio camino.
Ben, mi hermano, es la imagen de mi padre, más joven y musculoso, pero
con los ojos verdes de mi madre.
—Oye, mocosa.
Me lanzo hacia él envolviéndolo en un apretado abrazo. Ben y yo somos
muy cercanos, de pequeña solía molestarlo todo el tiempo haciendo que
mamá lo regañe. Siendo la única niña, era muy protector conmigo, eso solo
empeoró a medida que fui creciendo, la secundaria fue un calvario. Cuando
se fue a la universidad tuve un mal momento intentando adaptarme a su
ausencia, pero volvía a casa tan seguido como era posible.
—Estoy tan feliz de verte —murmuro alejándome para mirarlo.
—Te ves bien, pequeña —dice inspeccionándome de arriba a abajo.
Un hombre pasa a mi lado con prisa chocándome y haciendo que
tropiece, Ben frunce el ceño, sacudiendo su cabeza.
—Ven, vamos a casa —toma mis pertenencias guiándome hacia el
estacionamiento.
—¿Qué pasó con el Porsche? —pregunto cuando lo veo dirigirse a una
enorme camioneta negra.
—Está en casa, pensé que llamaría mucho la atención —se encoge de
hombros.
—Oh, porque seguro esta chica grande no llama para nada la atención —
bromeo—. Bueno, un poco menos que la cosa amarilla esa que conduces.
Él deja escapar una carcajada, me encanta ponerlo de los nervios.
—Cállate y sube, mocosa —dice subiendo al vehículo.
Salimos del estacionamiento y se sumerge en las calles del pequeño
pueblo, lo más acogedor de este lugar es la cantidad de naturaleza que nos
rodea. Estoy disfrutando de la bella vista cuando noto que se desvía del
camino a casa.
—¿A dónde estamos yendo?
—Quiero enseñarte en lo que he estado trabajando aquí.
—¿La escuela de baseball? —cuando él asiente, yo sonrío aplaudiendo
—. No puedo esperar a verla.
Luego de unos minutos llegamos al lugar, estaciona y bajamos.
—¿Qu…?
Sin palabras, observo el gran campo frente a nosotros, uno que sin dudas
hace unos meses atrás no existía. Me volteo hacia mi hermano, la pregunta
en mi rostro.
—Logré cerrar los contratos poco antes de que te mudaras a Nueva York.
¿Cómo en el mundo no sabía de esto?
—Lo hiciste, ¿uh? —pregunto, de repente sonando triste.
Supongo que no he estado en casa por demasiado tiempo.
—Cuando me contabas que todo iba avanzando no pensé que… —señalo
anonadada el campo de baseball completamente terminado— …estaba así
de avanzado.
—Queríamos terminarlo cuanto antes, y yo quería que sea una sorpresa
para cuando llegaras a casa.
Él ha hablado tanto de este proyecto, todos estábamos emocionados, solo
pensé que yo tendría más participación en ello.
—Ben, estoy tan orgullosa de ti —mis ojos se empañan un poco—. Lo
siento por no venir a casa ni estar aquí contigo para esto.
—Lo estuviste, Livie —pasa un brazo sobre mi hombro acercándome a
su costado—. Entiendo por qué tuviste la necesidad de irte, realmente lo
hago.
Su voz es sincera y sé que no lo diría si no fuese verdad.
—También estoy malditamente orgulloso de ti y de todo lo que has
logrado por tu cuenta —sonríe—. No puedo esperar a visitar la tienda de
nuevo.
—Sé que lo estás, me lo dices todo el tiempo —digo mirándolo con
cariño—. Me gusta vivir en la ciudad y me encanta lo que estoy haciendo
con la pastelería, es lo que me mantiene allí.
Ante mis palabras siento que su cuerpo se torna rígido.
—¿Solo eso? —pregunta levantando una ceja.
—Ben… —me quejo dándome cuenta de a dónde quiere llegar.
Levanta su mano y rasca la parte trasera de su cuello, señal de que está
molesto.
—¿Un maldito jugador de football, Livie? ¿En serio? De todos los
hombres…
—No lo conoces —lo corto poniéndome a la defensiva.
—Pero sé lo que es vivir la vida que él vive y déjame decirte, no es un
juego, no es nada fácil.
Sé que este es solo mi hermano intentando cuidarme porque está
preocupado de lo que la fama de Mike pueda llegar a traer a mi vida.
—Él es tan bueno conmigo, Ben —mi vientre se contrae pensando en él
—. Creo que me estoy enamorando de él —admito en un susurro jugando
con mis dedos.
Mi hermano suspira, relajándose un poco.
—Entonces es un hombre con mucha suerte —sus brazos me rodean
apretándome contra él—. Eres mi hermanita, no puedo evitar preocuparme
por ti.
Besa mi frente con afecto antes de alejarse y mirarme a los ojos:
—Te hace daño e iré por él.
Su amenaza me hace sonreír
—Ahora, volvamos a casa antes de que mamá comience a hacer explotar
mi teléfono preguntando por qué estamos demorados.
El camino a casa es corto y estoy tan emocionada por ver a mis padres.
Cuando estacionamos, Ben sonríe señalando la casa.
—Nuestra bebé está en casa —escucho a mi madre gritar mientras bajo
de la camioneta—. Carl, ella está aquí.
Sigo el sonido de su voz y la veo descender con rapidez la pequeña
escalera viniendo hasta mí. Su pequeño cuerpo impacta contra el mío, la
abrazo fuerte colocando mi cabeza en su hombro.
—Oh, cariño —su mano acaricia mi cabello—. Te he echado tanto de
menos.
Otros grandes y largos brazos nos rodean a ambas en un abrazo de oso
que solo mi padre puede dar. Levanto mis ojos encontrándome con los
suyos.
—Hola, pa —mi voz tiembla un poco por la emoción.
—Estoy contento de que estés en casa, pequeña —se inclina para besar
mi frente—. Tan contento.
Permanecemos allí por minutos, hasta que mi madre se aleja tomando mi
mano y tirando de mí hacia la entrada.
—Hice tu torta de manzana favorita.
Dios, es bueno estar en casa.

Más tarde esa noche, después de una maravillosa cena preparada por mi
madre, estoy en mi habitación desempacando cuando mi móvil suena
haciéndome saber que llego un mensaje de texto. Es de Mike.
*Déjame saber si llegaste bien.*
Decido llamarlo, él contesta al segundo tono.
—Nena —saluda—. ¿Llegaste bien?
—Llegué muy bien —lo tranquilizo—. Acabo de ver tu mensaje, fue un
día largo.
—¿Cómo está todo por allá? ¿Tu familia? —pregunta y lo escucho
moverse.
—Todos están bien, contentos. Es bueno verlos, los he echado de menos.
—Lo sé.
Por los próximos minutos me escucha hablarle acerca del día con mi
familia.
—¿Qué hay de ti? ¿Entrenaron hoy? —pregunto apartando mi maleta y
metiéndome bajo las sábanas, el cansancio golpeándome.
—Lo hicimos, el coach fue duro hoy, tenemos un juego esta semana —
comenta—. En Dallas.
—¿Cuándo se van?
—El domingo, no volveremos hasta el jueves o el viernes —el tono su
voz me dice que eso no le gusta nada—. Quería esperar por ti cuando
volvieras de casa de tus padres.
Oh.
—Bueno, esperaré yo por ti cuando regreses —digo con una sonrisa.
—Me gusta cómo suena eso.
—Ahora, te dejaré descansar, debes de estar cansado, hablamos mañana
¿sí?
Cuando cuelgo, reviso los mensajes pendientes; la mayoría de ellos
provienen de pedidos de pastelería. Una vez que termino, lo dejo a un lado
y me acomodo para dormir. Apenas mi cabeza toca la almohada, dejo que el
sueño se apodere de mí.
Capítulo 21

Es la mañana siguiente y es mi turno de preparar el desayuno, por lo que


me levanté temprano y comencé a hornear. Hice los muffins favoritos de mi
padre, un pan de cilantro y galletitas de chocolate. Dos horas más tarde
estamos sentados los cuatro en la mesa conversando y disfrutando de
nuestro tiempo juntos.
—Así que, cariño, cuéntanos más sobre este muchacho —dice mi madre
sorbiendo su té.
—Deja de llamarlo muchacho, ma —me río—. No hay mucho para
contar, ustedes sabían más acerca de él que yo —encojo mis hombros y los
miro—. Estamos saliendo. Esta semana fui a uno de sus juegos con Sam,
me gustó mucho.
—¿Estas abandonándome, hermanita? —interviene Ben simulando estar
ofendido.
—Sabes que eres mi favorito —le digo lanzándole un beso.
Mi padre, que hasta el momento estaba en silencio, se aclara la garganta
llamando nuestra atención.
—¿Pa?
—¿Él te trata bien, pequeña? —puedo ver la preocupación en su rostro.
—Lo hace —sonrío—. Sé que es pronto, también sé que estás
preocupado, pero realmente me gusta él, pa. Es muy educado, gentil y
divertido.
Asiente y se queda unos minutos en silencio.
—Eso es lo que importa, entonces.
Y agrega de repente:
—Es bueno jugando.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo sabes? Tú no miras football.
—¿Quién lo dice?
—Umm… yo lo hago —digo frunciendo el ceño.
—Querida, tu padre pasa horas mirando esa cosa.
—¿Qué? ¿Desde cuándo? —pregunto sorprendida—. La última vez que
recuerdo que lo miraras fue hace años.
Ahora me siento aún más tonta por no reconocer al maldito hombre,
definitivamente vivía en una burbuja.
—Entonces, no estabas prestando atención, niña —se ríe de mi cara.
—Ugh —niego con mi cabeza—. Limpiaré la mesa.
Mientras Ben lava los platos, le envío un mensaje de texto a Mike.
*Al parecer mi padre mira football.*
Después de un momento, responde.
*¿Es así?*
Otro mensaje llega.
*Quizás esto juegue a mi favor, después de todo.*
—Cariño —grita mamá asomando la cabeza por el marco de la puerta—.
Vamos a la tienda, tenemos que conseguir algunas cosas para mañana.
—Enseguida voy.
—Bien, te espero en el coche.
Sonriendo le envío un último mensaje:
*No dejes que se te suba a la cabeza, nene. Iré con mi madre a la tienda,
hablamos más tarde.*
Responde inmediatamente:
* ;) Hasta más tarde, nena.*

Saliendo de la tienda, estoy riendo de algo gracioso que mi madre acaba


de decir cuando ella se detiene abruptamente.
—Oye, ¿qué sucede? —pregunto, pero antes de que ella pueda responder
alguien interrumpe.
—Bueno, bueno, bueno —su voz me deja de piedra—. Miren quién
decidió volver después de todo este tiempo.
Levanto los ojos para ver al hombre que tanto daño me ha hecho parado
frente a mí. Decir que estoy sorprendida es poco, no esperaba verlo aquí.
¿Qué es lo que hace aquí de todos modos?
Mis padres me aseguraron que poco tiempo después de que me fui para
Nueva York fue la última vez que lo vieron a él también.
¿Está él siguiéndome de nuevo?
—¿Cómo has estado, Livi? —un nudo se forma en mi estómago al
escucharlo decir mi nombre.
Mi cabeza está trabajando tan rápido que siento como comienza a doler.
Imágenes de esta noche invaden mi mente dejándome paralizada.
—Liv, cariño —la mano fría de mi madre me sobresalta—. Lo siento,
ven vamos a casa.
Engancha su brazo con el mío y comienza a caminar a paso apresurado
en dirección al coche.
—¿Cómo está el nuevo novio, Livi? ¿Cuánto va a durar esta vez? ¿Dos
citas? —se ríe.
Eso hace que me detenga en seco, mis puños se cierran con fuerza a mis
costados.
—Señor Royce, le voy a pedir que retroceda si no quiere que llame a la
policía —la voz de mi madre es fría como el hielo.
—Señora Br… —comienza hablar con su engreída voz.
—¡Le he dicho que retroceda! —lo interrumpe, ella está enfadada.
Toma mi mano y tira de mí hacia el auto, el viaje de vuelta a casa la
hacemos en completo silencio. Cuando llegamos, bajo del auto, entramos en
la casa y apenas escucho a mi padre preguntar qué sucedió, voy directo a mi
habitación.
Sentándome en la cama, llevo las piernas a mi pecho apoyando mi cabeza
sobre ellas, estoy furiosa por mi reacción, furiosa porque ese bastardo tenga
el poder de hacerme sentir tan insegura. Un golpe en la puerta me
sobresalta, no me muevo, pero siento a mi hermano tomar asiento a mi lado.
—¿Estás bien?
—Estoy tan enfadada, Ben —mi voz se quiebra—. ¿Qué demonios le
sucede? Han pasado meses, ¿no es suficiente? —pregunto—. Estoy cansada
de estar asustada de él.
—Le daré una paliza —dice con los dientes apretados.
Sé que lo haría.
—Y luego irías a la cárcel, tonto.
—No si no me descubren.
Entrecierro mis ojos.
—¿Piensas que es estúpido? ¿Cómo crees que logró salirse con la suya
después de todo este tiempo? Sabe lo que hace.
—Fue lo suficientemente estúpido como para acercarse a mi hermanita.
—Eso sí fue estúpido —la voz de mi padre llena la habitación.
Levanto mis ojos y veo a mis padres de pie en la puerta, mi madre
aferrada a su brazo. Mi enojo disminuye al verlos.
—Se supone que sería un fin de semana tranquilo, y él arruinó eso —me
quejo.
—Oh, cariño, no, claro que no —mi madre camina hacia mí tomando mi
rostro en sus manos—. Él no tiene ese poder.
—Llamé al oficial para agregar este episodio al reporte —dice mi padre
—. Quedará registrado, me aseguraré de que sea así, no te preocupes por
eso.
Asiento.
—Mañana es tu último día aquí, disfrutemos de lo que resta del fin de
semana, ¿está bien?
—Gracias, ma —digo abrazándola—. Por todo.
—Te amo, cariño.
Al día siguiente, Ben se ofreció a llevarme de vuelta a la ciudad y esta
vez no lo rechacé, como cada una de las veces fue duro despedirme de
ellos, pero era hora de volver a casa.
Capítulo 22

Fue bueno volver a la rutina luego del fin de semana. La pastelería me


mantuvo ocupada evitando que le dé muchas vueltas al asunto. Cuando
hablé con Mike, no le mencioné lo que había sucedido, él debe concentrarse
en su juego, y sabía que si decía una palabra estaría aquí conmigo en un
abrir y cerrar de ojos.
Sí se lo conté a Sam y a Abby cuando fuimos a cenar anoche, estaban
preocupadas, incluso se ofrecieron a quedarse conmigo en el apartamento,
pero las convencí de que estaba bien y que no era necesario.
Hoy es viernes, comencé el día temprano ya que quería probar una receta
nueva en la que he estado trabajando las últimas semanas. Son galletas de
chocolate y pistachos. Están deliciosas, una de mis nuevas favoritas por
lejos.
Mi móvil vibra en el bolsillo de mi delantal de cocina, limpio mis manos
y lo tomo.
*Preciosa, ¿cómo va tu día?*
No lo he visto desde hace poco más de una semana, y lo echo de menos.
Estos días han sido eternos sin él aquí. Es una locura cómo me he
acostumbrado a tenerlo en mi vida solo después de un par de meses.
No sé cómo lo hizo, pero este magnífico hombre ha dado vueltas mi
mundo y estoy feliz con ello.
Ambos hemos estado ocupados, pero aun así encontramos el tiempo para
mensajearnos, él llama todas las noches para comprobar que estoy bien y
desearme buenas noches.
*Muy bien, comenzando temprano. ¿Qué tal el tuyo?*
*Echándote de menos, no puedo esperar a verte.*
Sonrió como una adolescente.
*Tampoco puedo esperar a verte, han sido días largos.*
Suena la alarma de mi móvil indicándome que es hora de abrir la tienda,
le mando otro mensaje y lo dejo a un lado. Los clientes entran y salen
durante toda la mañana, manteniéndome muy ocupada, corro de un
mostrador a otro, tomando turnos entre preparar el pedido y cobrar. Gracias
a Dios que los clientes son pacientes y no tienen problema con ello.
Voy hasta la cocina a buscar una nueva bandeja de cupcakes y me llevo
un susto terrible cuando lo veo allí de pie colocándose un delantal.
—¡Mike!
Se acerca dándome un rápido beso—. Seré tu asistente hoy —dice con
una gran sonrisa.
—¿Qué? Está lleno de personas —señalo lo obvio.
—¿Y? —pregunta como si no fuese gran cosa—. En este momento no
soy el jugador de football, soy solo Mike, tu novio, ayudándote.
Casi me derrito frente a él, mi corazón hinchándose.
—¿Estás seguro?
—Nena, estás agotada —coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja
y acuna mi rostro—. El salón está repleto, solo déjame ayudarte y dime qué
hacer.
—Si insistes, no me digas que no te advertí —me encojo de hombros con
una media sonrisa—. ¿Qué tal te llevas con las matemáticas? Yo tomo los
pedidos y tú cobras.
—Claro, puedo hacerlo —dice dirigiéndose a la caja registradora.
Lo sigo y comienzo a tomar los pedidos. Los clientes lo reconocen de
inmediato, él solo agradece con una sonrisa y continúa con el próximo. Y
así pasa el resto de la mañana, trabajamos uno al lado del otro por las
próximas dos horas, sin detenernos en ningún momento. Cuando sale el
último cliente, lo acompaño hasta la puerta para cerrarla tras él, en ese
momento dos lindos hombres aparecen frente a mí.
—¡Hola!
—Hola, dulzura, vinimos por los pastelitos —dice Adam y Chris asiente
en acuerdo.
—He estado esperando siglos —se queja—. Por favor, dime que te quedó
algo —suplica haciéndome reír.
—Claro, entren.
—Oigan, chicos —Mike aparece detrás de mí sosteniendo mi cintura y
yo me apoyo contra su cuerpo, agotada.
—Oye, hombre —Chris saluda tomando su mano y estrechándola.
Adam hace lo mismo y se queda mirando al hombre detrás de mí con una
sonrisa.
—¿Eres el nuevo pastelero? Porque, hombre, si es así me voy corriendo
de aquí —bromea, y yo suelto una risita.
—Idiota, la estaba ayudando —responde acariciando mi cintura.
—Esperen un segundo aquí —voy hasta la cocina, tomo una bandeja,
coloco cupcakes de diferentes sabores y preparo tres cafés negros.
Cuando vuelvo, están sentados en una mesa conversando.
—Esos lucen increíbles —dice Chris cuando dejo la bandeja frente a
ellos—. ¿De qué variedad son?
—Zanahoria, Limón y Chocolate con almendras.
—Gracias, dulzura —dice Adam, y yo sonrío limpiando mis manos.
—Disfrútenlos, estaré atrás limpiado la cocina, ¿está bien?
Adam y Chris asienten, alcanzando cada uno un pastelito. Mike intenta
ponerse de pie, pero lo detengo.
—Quédate con los chicos, me has ayudado demasiado — me inclino y le
doy un beso—. Terminaré rápido —y con eso voy nuevamente a la cocina.
Media hora más tarde, estoy terminando de limpiar cuando escucho la
puerta del frente cerrarse, a los pocos segundos Mike entra en la cocina y
me ve parada allí.
—¿Puedo tener mi beso ahora? —pregunta acercándose.
En respuesta, salto sobre él rodeando su cuello con mis brazos y su
cintura con mis piernas. Tomo sus labios con los míos mientras su mano va
a mi cuello. Mi cuerpo se enciende cada vez que lo veo y sé que él siente lo
mismo, se nota en cada centímetro de su cuerpo, en lo tenso que está. Si yo
estoy así de necesitada de él, no quiero imaginar cómo se debe sentir él
después de toda la semana de entrenamientos, sin poder aliviar esa tensión.
—Dios, te eché de menos esta semana.
Ahora, sus manos están ahuecando mi trasero, sosteniéndome contra él.
Él camina hacia adelante sentándome sobre el enorme mostrador que está
detrás de mí, separando mis piernas se mete entre ellas.
—Me hiciste mucha falta —digo pegada a sus labios.
—Vamos a casa, necesito este hermoso cuerpo desnudo —murmura
acariciando mi espalda. Intenta levantarme del mostrador, pero yo solo
aprieto mis piernas alrededor de su cintura.
—Te quiero ahora.
—Nena… —sus ojos buscan en los míos, está tan necesitado como yo.
—Tómame aquí, Mike —susurro pasando mi lengua por su labio inferior
—. Te necesito.
Eso es suficiente para que él desista.
—A la mierda.
Con rapidez, quitamos las prendas del otro dejándolas caer a nuestro
alrededor sin importarnos nada más que tener nuestras manos en el otro.
Una vez desnudos, da un paso atrás apreciando la vista frente a él, sus
ojos brillan con deseo. Toma una de mis piernas y se arrodilla quedando a la
altura de mi pelvis, cuando me doy cuenta de lo que está por hacer, dejo
salir un suspiro.
—He estado muriendo por probarte —sus labios se mueven por la parte
interna de mi muslo, besando suavemente.
Mi cuerpo se tensa con anticipación y cuando siento su aliento sobre mi
centro, tiemblo. Mi mano va a su mejilla, sus ojos encontrándose con los
míos antes de descender su boca y besarme allí. Jadeo.
Continua presionando suaves y pequeños besos hasta que su lengua sale
y lame mi húmedo centro haciéndome contener la respiración, repite esto
varias veces hasta que me inclino atrayendo su rostro al mío.
Mi piernas vuelven a enredarse a su alrededor atrayéndolo a mí mientras
meto la mano entre nosotros tocando su dureza a través de sus vaqueros
haciéndolo gemir, antes de liberarla de allí.
—En mí —bombeo su erección en mi mano—. Ahora —digo sin aliento.
—Malditamente caliente —gime apartando mi mano de él.
Tomando mis caderas, me lleva al borde de la mesada sosteniéndome
firme con sus fuertes manos antes de golpear dentro de mí, duro.
—Ahh —grito aferrándome a él.
—¡Sí! —gruñe mientras se entierra en mí varias veces.
No disminuye la velocidad, me está sosteniendo tan fuerte que no me
sorprendería que me queden marcas, pero no me importa, solo lo quiero a
él. Necesitábamos esto. Lo siento expandirse en mi interior lo que me excita
aún más, muevo mis caderas encontrándolo en cada embestida.
—Maldita sea —gruñe.
—Mike, estoy llegando —digo jadeando.
Potencia aún más sus movimientos sacando otro grito de mi garganta, y
con una última embestida nos lleva al clímax.
—Esta noche te quiero en mi cama.
Capítulo 23

Luego de cerrar la tienda, le digo que debemos detenernos en mi


apartamento. No esperaba verlo hoy, por lo que dejé en casa cosas
pendientes del trabajo que debo terminar y listas que preparar para
comenzar la próxima semana. Él se entretiene mirando televisión mientras
hago algunas llamadas.
Tres horas más tarde, luego de hablar con el proveedor, llamar a mis
clientes y organizar la semana, termino. Voy a mi vestidor, empaco algunas
cosas esenciales para el fin de semana y nos vamos para su casa.
Su hogar está ubicado en Upper Westside, por supuesto. Conduce hasta el
final de la calle, deteniéndose frente al portón de un edificio e ingresa un
código. Cuando se abre, desciende hacia un estacionamiento y apaga el
motor. Bajamos del coche y me guía hacia un ascensor. Al detenernos en el
piso correcto ingresa otro código de acceso y las puertas de abren,
dejándome ver el hermoso apartamento.
El lugar es amplio, de concepto abierto, con pisos grises, paredes blancas
y gigantes ventanas negras que van del piso al techo. A la derecha,
ocupando gran parte del espacio, está la sala de estar y frente a esta hay un
pasillo que supongo que lleva a las habitaciones.
Entro y mis ojos se fijan en la lujosa cocina que está al lado del pasillo,
voy directo a ella. Mármol negro, diferentes acabados, texturas, gabinetes
que combinan y… ¿lo mejor?: tiene una vista despampanante de la Gran
Manzana.
Puedo imaginarme cocinando aquí.
Pienso deslizando mi mano por el mármol de la encimera.
Quizás desnuda.
—Tu cocina está haciendo cosas conmigo.
—¿Cómo es eso? —me mira divertido.
—Tu cocina es realmente sexy —respondo volteándome para mirarlo.
—Sexy, ¿uh? —dice dando un paso más cerca, quedando a centímetros
de mí—. Puedo pensar en algunas ideas para disfrutar de ti aquí.
Me sonrojo ante la imagen que llega a mi mente. Niega con su cabeza.
—Esa cabecita tuya nos traerá problemas —ríe—. Ven aquí —toma mi
mano rodeando la encimera y me detengo.
—¿Cuando…?
Allí, en el piso, frente a la deslumbrante vista, hay montada una pequeña
cena. Pensó en todo, desde los pétalos de rosas esparcidos sobre el mantel
extendido y la botella de champagne, hasta el elegante juego de vajilla.
—En tu casa, cuando estabas trabajando —responde—. Llamé a la
administración del edificio pidiéndoles que preparen todo —se encoje de
hombros como si no fuera gran cosa.
—Mike, esto es precioso —digo poniéndome de puntillas de pie para
besarlo.
—No fue nada.
Echo mi cabeza hacia atrás encontrando su mirada.
—Créeme, lo fue —le aseguro.
La cena estuvo deliciosa, esta noche eligió comida asiática y pidió lo
suficiente como para alimentar a cinco personas. Ahora estamos allí
tendidos observando las luces de la ciudad delante de nosotros, estoy entre
sus piernas apoyada en su pecho mientras él acaricia mi cabello con pereza.
—Mi familia ya sabe sobre ti —dejo salir.
Su mano no se detiene.
—Eso es bueno, la mía también.
—¡¿Qué?! —me empujo fuera de él para poder mirarlo— ¿Cuándo?
Pregunta estúpida, Olivia.
—Le conté a mis padres de ti antes del escándalo en la pastelería —dice
—. Mi madre me ayudó a preparar la cita —se sonroja un poco.
—Eso es dulce.
—Mi padre está deseando conocerte.
Sonrío.
—No puedo esperar. Y tú, mejor prepárate porque mi madre quiere
conocerte. No me deja en paz —resoplo haciéndolo reír—. En serio, ella
está loca.
—¿Qué ha dicho tu hermano?
—Se está haciendo amigo de la idea aún, lo superará.
—Bien.
—Así que… —comienzo dudando si debería o no hablar de esto, pero
luego de estar ofendida con él por no contarme sobre su carrera sería
hipócrita si no lo hiciera, además sé cuánto se preocupa por mí—. El fin de
semana no fue tan bien como te conté.
—¿Qué sucedió? —pregunta arrugando su frente y enderezando su
espalda.
—Umm.
—Olivia…
—Él estaba allí —susurro sintiendo su cuerpo tensarse debajo de mí—.
Mamá y yo estábamos saliendo de la tienda cuando él nos detuvo. Estaba de
piedra, Mike —digo negando con la cabeza—. Se suponía que no estaba
allí, no ha sido visto en meses.
—¿Qué te dijo? —su voz es dura.
—Solo molestó, bromeando acerca de mi yéndome de Cold Spring, él…
él te mencionó —suspiro—. No hizo mucho en realidad, pero no puedo
explicar el miedo que me atravesó, y estaba tan, pero tan enojada por eso,
Mike.
Me toma en sus brazos, y entierro mi rostro en su cuello inhalando su
aroma.
—Él no se te acercará, me aseguraré de ello —está enojado, muy
enojado.
—Siento arruinar el momento con esto —murmuro contra su piel.
Su cuerpo se relaja un poco.
—Mírame —y lo hago.
—Nena, no te he visto en días, ¿realmente piensas que dejaría que algo
arruine un momento contigo? —pregunta levantando una ceja—. Nadie, ni
siquiera ese bastardo puede hacerlo, ¿me escuchas?
Yo solo asiento y bajo mi rostro para besarlo queriendo sentirlo aún más
cerca. Cuando mi boca va a su cuello, él se queja agarrando mi cintura.
—Te quiero en mi cama —susurra poniéndose de pie conmigo en sus
brazos y llevándome a su habitación.
Capítulo 24

Su dormitorio tiene las mismas ventanas que están en la sala y es


increíble. Es masculino y elegante, con enormes muebles empotrados de
madera oscura, paredes color gris claro y ropa de cama blanca.
Mike me estrecha contra él y camina hasta la cama colocándome de pie
encima de ella. Levanta el vestido que estoy usando y lo pasa por encima de
mi cabeza dejándome en ropa interior. Se inclina besando mi abdomen,
quita mi brasier, y toma mis pechos en sus manos antes de llevárselos a la
boca.
Ya estoy excitada y recién estamos comenzando, es tan difícil
controlarme con él. Saco su camiseta y mis manos no pueden quedarse
quietas, recorren cada centímetro de su cuerpo sintiendo cómo sus músculos
se flexionan bajo mi toque. Cuando mis manos van a sus pantalones, él se
levanta y se los quita como es usual, no lleva ropa interior. Suspiro cuando
mis ojos se posan en su magnífica erección. Mi interior se aprieta pensando
en lo que eso me puede hacer.
—Ven aquí —susurro recostándome en la cama.
De pie en el borde de la cama me observa allí tendida en nada más que
mis diminutas bragas y sus ojos brillan. Se sube a la cama moviéndose
sobre mi cuerpo hasta estar a la altura de mi rostro. Comienza besándome
lento, suave, mis brazos rodean su cuello atrayéndolo a mí, pegando su
cuerpo al mío.
—Te haré el amor esta noche —murmura contra mi boca, dándole a mi
labio un pequeño mordisco.
—Sí.
Estoy perdida en él, en la forma en que toca y besa mi cuerpo,
haciéndome sentir hermosa, deseada. Se mete entre mis piernas frotando su
miembro contra mi centro cubierto. Besa mis labios, mi barbilla antes de
lamer mi cuello y morderlo.
—Nene —digo en voz baja.
En un rápido movimiento saca mis bragas dejándome desnuda y siento su
longitud en mis pliegues, enviando chispas por todo mi cuerpo. Balancea
sus caderas frotándose directamente en mi piel. Jadeamos.
Su perfecta boca toma un pezón succionando con fuerza, mientras sus
dedos juegan con el otro. Gimo, mi cuerpo tensándose con todas las
sensaciones que estoy sintiendo. Él tiembla y se contrae contra mí. Levanto
mis piernas enredándolas alrededor de su cintura con fuerza, segundos
después lo siento en mi entrada empujándose con lentitud en mi interior.
—Oh.
—Te sientes jodidamente bien —entra y sale de mí con movimientos
lentos y firmes.
Me aprieto a su alrededor sacando otro gemido de él y tomo sus labios,
mis manos acarician su espalda hasta llegar a su trasero llevándolo más
profundo en mi interior.
—Oh, sí —jadeo cuando sus movimientos comienzan a tomar velocidad
—. Mike.
—Dime qué quieres, nena —susurra.
—Te quiero a ti —giro mis caderas con fuerza.
—Maldición.
Se levanta un poco apoyando uno de sus brazos al costado de mi cabeza
y con su otra mano toma una de las piernas que tengo enredada en su
cintura y la levanta llevándola cerca de mi pecho abriéndome para él.
—Ahh —grito.
Él va tan profundo de esta manera que mi visión se nubla un poco y
segundos después mi cuerpo se estremece con el orgasmo. Verme venir lo
lleva casi al borde, con un gruñido acelera sus movimientos. Los músculos
de sus brazos se tensan mientras golpea en mí una y otra vez, mi interior se
aprieta y jadeo cuando siento un nuevo orgasmo comenzando a construirse.
Mis uñas se clavan en su espalda, estoy al borde junto con él.
—Oh, Dios.
—Estás tan apretada.
Envuelve su boca alrededor de mi pezón succionando con fuerza, y con
eso estoy perdida, me deshago a su alrededor, disfrutando una vez más. Tres
embestidas más y él se está viniendo conmigo.
Se deja ir, enterrando su rostro en mi cuello y convulsionando en mi
interior, yo envuelvo mis brazos a su alrededor sosteniéndolo contra mí.
Rueda a un lado llevándome con él e intentamos recuperar el aliento
—Maldito infierno, nena —dice besando mi frente—. Serás mi muerte.
Coloco una pierna sobre su cadera, acurrucándome cerca de su cuerpo y
nos quedamos así, agotados por completo.
Capítulo 25

A la mañana siguiente me despierto con el rostro de Mike entre mis


piernas. Sus manos recorren mi cuerpo de un lado a otro, cuando miro hacia
abajo me da una enorme sonrisa antes de besar mi estómago y descender.
Jadeo cuando agarra mis piernas y las separa, besa mi pubis moviéndose
por la marte interna de mis muslos hasta mi centro. La próxima cosa que
siento es él separando mis pliegues y su boca en mí.
—¡Oh!
El contacto tan directo hace que intente retroceder, pero no me lo
permite, sus manos sostienen mis muslos contra la cama, abierta para él.
Pasa su lengua sobre mí antes de succionar con fuerza, repite esto una y otra
vez, volviéndome loca. Estoy sin aire, mis manos van a su cabello
sosteniéndolo con fuerza. Frota su nariz sobre mi clítoris antes de empujar
su lengua en mi interior.
—Ahhh —mis caderas se levantan de la cama, mientras él lleva sus
manos a mi trasero encajándome en su boca y continuando su dulce tortura.
—Eres exquisita —murmura.
—Mike —gimo—. No puedo… —mi cuerpo tiembla descontrolado.
No me escucha, lleva su boca a mi clítoris y sus dedos se introducen en
mi interior.
—¡Oh, Dios mío! —tiro de su cabello con fuerza sosteniéndolo allí.
Sus dedos se mueven con destreza, entrando y saliendo repetidas veces.
Mi cuerpo se estremece una vez más. Arqueando mi espalda, tiro mi cabeza
hacia atrás, el orgasmo me golpea rápido y duro. Besa mi pubis antes de
subir y tomar mis labios, puedo saborearme en él.
Entra en mí de una sola embestida, con un gruñido. Pasando mis piernas
por encima de las suyas, se echa hacia atrás sentándose sobre sus tobillos,
con mi cabeza y hombros apoyados en la cama.
—Ahhh.
Sus manos rodean mi cintura llevando mi pelvis contra la suya una y otra
vez. Levanto mis brazos por encima de mi cabeza buscando algo a qué
aferrarme, encontrando la cabecera de la cama, esto hace que mis pechos se
impulsen hacia arriba.
—Jodidamente caliente —gruñe estirando su mano para aferrarse a mi
seno.
Se introduce en mí unas cuantas veces más antes de inclinarse y sentarme
sobre él, lo rodeo con mis brazos moviendo mis caderas de adelante hacia
atrás.
—Vente conmigo, nena.
Nos estremecemos una última vez y explotamos. Cuando nuestra
respiración vuelve a la normalidad, hace a un lado el cabello de mi rostro
sonriéndome.
—Buen día.
—Vaya manera de despertar —sonrío con pereza.
—Mi nueva favorita —guiña.
Beso sus labios.
—¿Cuáles son los planes para hoy?
—Adam y Chris vendrán a cenar esta noche —me informa—. ¿Estás
bien con eso?
—Claro que sí —digo—. ¿Quizás puedo invitar a las chicas?
—Esa es una buena idea —se inclina y besa mi nariz—. Sam no estará
contenta, pero no creo que se niegue.
Lo miro sin entender.
—Por Adam —aclara.
—Oh, ¿qué sucede entre ellos de todos modos? —pregunto acariciando
su espalda—. Ella está siempre tan rara a su alrededor.
—Quién sabe —frunce el ceño—. He intentado hablar con ambos, pero
ninguno me dice nada.
—Raro.
—Lo sé.
Para la cena de esta noche preparé lasaña. Mike se encargó de la bebida y
yo de la comida.
—¿Cómo están las cosas? —pregunta mi amiga siempre cotilla.
Las chicas llegaron temprano, en este momento estamos en la sala de
estar disfrutando de una copa de vino y conversando.
—Las cosas van muy bien —sonrío—. ¿Qué hay de ustedes chicas?
—Nada nuevo —dice Sam.
—Nada interesante —resopla Abby—. Mis citas han sido tan malas que
estoy pensando en retirarme del mercado por un tiempo.
Me río.
—Debes darles una oportunidad.
—Mira quien habla —se mofa rodando los ojos—. Son como niños,
Livie, no necesito cuidar de uno —frunce el ceño.
—Conocerás al indicado.
En el momento en que digo eso mis ojos se encuentran con los de Mike,
que está detrás de la barra preparando unos tragos, él me guiña un ojo
enviando escalofríos por mi cuerpo.
—Estás tan jodida —se ríe mi amiga.
Sam esta inusualmente callada hoy, llamo su atención chasqueando mis
dedos frente a su rostro, cuando me mira levanto una ceja en su dirección.
—¿Qué sucede contigo?
—Nada.
—Es por Adam, ¿no? —pregunto—. He notado lo incómoda que estás a
su alrededor ¿pasó algo?
—¿Quién es Adam? —pregunta Abby.
—Un amigo de Mike —contesto y vuelvo a mirar a mi otra amiga—.
¿Sam?
—Lo amo, y él no me quiere, ¿está bien? —sus ojos brillan y ella se
tensa.
El portero suena sobresaltándola. Cuando veo a Mike ir hacia el ascensor,
me acerco a Sam.
—Es su pérdida, cariño, te lo aseguro. Hablaremos de esto más tarde —
susurro acariciando su hombro.
Ella me sonríe con tristeza. Abby se nos une, con un pequeño neceser en
sus manos.
—Ve a arreglarte al baño —dice entregándoselo a Sam—. Asegúrate de
retocar los labios rojos, él va a morir en cuanto vea eso.
—Yo no…
—Shhh, shhh — la silencio entendiendo la intención de Abby—. Ve, te
esperaremos aquí.
La vemos desaparecer por el pasillo, estoy por abrir la boca, pero somos
interrumpidas.
—Dime que hiciste los cupcakes —ruega Adam apenas me ve y yo le
sonrío.
—Lo siento, Mike compró helado para el postre.
—Hombre, ¿qué está mal contigo? —le pregunta a mi hombre quien
rueda los ojos no prestándole demasiada atención.
—¿Cómo están? Estoy contenta de que estén aquí —me acerco a ellos y
los saludo.
—Estamos bien, dulzura, gracias por invitarnos esta noche —Chris besa
mi mejilla.
Adam hace lo mismo dándome un pequeño abrazo de oso, haciendo que
Mike se queje, y el rubio suelte una carcajada. Cuando me alejo, me volteo
hacia mi amiga que aún está detrás de mí.
—Chicos, quiero que conozcan a Abby, mi mejor amiga —digo
moviéndome a un lado—. Abby, ellos son Adam y Chris —señalo a cada
uno.
—Hola —dice de repente tímida, frunzo el ceño en su dirección.
¿Qué pasó con mi amiga bocazas?
Estrecha la mano de Adam, se gira hacia Chris y él estrecha su mano
inclinándose para besar su mejilla, cuando se retira veo el rubor subir por el
cuello de mi amiga.
—Hola, roja —dice guiñándole un ojo y observándola de cerca.
En ese momento Sam entra a la habitación llamando nuestra atención.
Adam se queda de piedra, mirándola de arriba a abajo. Encuentro los ojos
de Abby y compartimos una pequeña sonrisa.
—Bueno, ¿quién quiere un trago? —pregunto uniéndome a mi hombre en
la barra.
—DOBLE —dicen los cuatro, y todos rompemos a reír.
Definitivamente van a necesitarla.
Capítulo 26

La semana siguiente pasa volando, por fin puse el anuncio en línea


buscando un empleado para la tienda. Hubo varios registros por lo que llevó
tiempo revisar cada uno de ellos. Terminé contratando a Amanda, una joven
madre soltera, su pequeña niña tiene dos años. Ella es solo un año mayor
que yo, apenas más alta, con cabello rubio largo. Antes de aplicar para el
puesto trabajaba de cajera en un supermercado.
Comenzó el día martes, hace cuatro días atrás, y estoy muy contenta con
ella.
—Amanda, puedes ir a casa por hoy —le digo limpiándome las manos en
mi delantal.
—¿Estás segura? —pregunta mirando a nuestro alrededor—. Puedo
ayudarte a limpiar.
—Oh no, ve a casa, puedo manejarlo desde aquí —sonrío.
Ayer tuvimos que quedarnos dos horas extras y ella no tuvo problemas
con eso tampoco, estos pocos días ha sido de mucha ayuda tenerla
trabajando conmigo.
—Bien —ella va a la parte de atrás a buscar su bolso y aprovecho el
momento para empaquetar algunos pastelitos de red velvet. Voy hasta la
cocina y veo que está a punto de salir.
—Espera, toma —la llamo—. Llévale estos a Holly, dile que solo puede
comer dos —me río—. Envíame una foto.
Ella se ríe tomando la caja de mis manos.
—Gracias Liv, lo haré —me sonríe y camina hacia la salida trasera.
Cierro la tienda y comienzo a poner en orden todo lo que necesito, una
vez que termino voy directo a casa. Me sorprendo cuando entro al edificio y
veo a Robert en la recepción.
—Hola Robert —saludo acercándome a él—. ¿Cómo te sientes hoy?
El pobre hombre tuvo una descompensación durante el fin de semana e
incluso así estaba aquí.
—Estoy bien, señorita Liv.
—Pensé que el doctor le había dado algunos días de reposo —lo
reprendo cruzándome de brazos.
—Ya me siento bien, además mi mujer me estaba volviendo loco en casa
—dice haciéndome reír.
—Cuídese, ¿está bien? —le digo caminando al ascensor, él solo asiente
con una pequeña sonrisa.
Una vez en mi departamento, mi estómago gruñe, por lo que voy a la
cocina y preparo el almuerzo antes de llamar a Mike.
—Hola, nena —saluda sin aire.
—Lo siento, ¿aún estás entrenando?
—Estamos en el descanso, ¿cómo estuvo la mañana?
—Estuvo bien —respondo mordiendo mi sándwich.
—Entonces… —dice despacio—. Mamá quiere que vayamos a almorzar
mañana a su casa, ¿qué dices?
Me detengo, intentando que el pánico no llegue a mí, hemos hablado de
esto ya. Quiero conocer a sus padres, solo estoy exagerando porque estoy
nerviosa, quiero agradarles. Sé que es un paso importante en nuestra
relación. Ya he conocido a su madre, pero en ese momento era solo la
amiga de Sam. Esto es diferente.
Suspira.
—Nena, para…
—Está bien.
—¿En serio? —pregunta sorprendido y puedo imaginarlo levantando su
ceja.
—Sí.
—Bueno, esto fue más fácil de lo que creía, pensé que tendría que
secuestrarte para llevarte.
—Bastardo —murmuro riéndome—. ¿Aún vendrás a dormir aquí esta
noche?
—Sí. Terminaremos tarde el entrenamiento hoy y luego el coach quiere
una reunión, no me esperes despierta.
—Bien, te veo más tarde.
Luego de colgar, termino mi almuerzo y voy a darme una ducha. Desde
que volví de la casa de mis padres hemos dormido juntos, ya sea en su
departamento o aquí. Más tarde, esa noche, me despierto cuando siento un
movimiento en la cama.
—Shhh —susurra besando mis labios—. Vuelve a dormir.
Él sube a mi lado, rodeándome con sus brazos me pega a su cuerpo y
vuelvo a sumirme en un profundo sueño.

Al día siguiente, el viaje a casa de sus padres no es muy largo. Desde que
subimos al coche estoy intentando calmar los nervios, pero es imposible y
él lo nota.
Estaciona frente a un portón similar al de su apartamento, pero más
grande e introduce el código, ingresa a la propiedad, y espera a que se
cierre. Cuando lo hace, apaga el motor y se gira enfrentándome.
—¿Por qué estás tan nerviosa?
Me muevo en mi asiento jugando con mis dedos.
—Yo… —tartamudeo un poco—. Estoy siendo una tonta, solo no me
hagas caso.
Nunca conocí a la familia de un novio, y eso está jodiendo conmigo. Se
cuán cercano es Mike a su familia, no quiero pensar lo que sería si no les
agrado.
—Tú ya conoces a mi madre, y a Sam, ¿qué sucede?
—Conocerla es una palabra grande, la vi algunas veces. Esto es diferente,
estás a punto de presentarme como tu novia —muerdo mi labio.
—Oye —dice tomando mis manos y llevándolas a sus labios—. Ellos te
adorarán.
—Espero que tengas razón —suspiro.
Toma mi rostro en sus manos y me besa.
—Además, no es por nada, pero trajiste pastelitos —se encoje de
hombros—. Nadie hornea aquí, excepto mi madre, tienes puntos extras
asegurados —me guiña inclinándose para besar mi frente.
Una vez que se asegura de que estoy tranquila, enciende el motor
avanzando por el sendero hasta llegar a la casa. Baja del auto y abre mi
puerta.
—Guau —digo mirando a mi alrededor—. Es bellísimo.
La propiedad es grande y el exterior de la casa es encantador. Al menos
dos pisos, paredes color beige, techos tejados y grandes ventanas. Mientras
aprecio la casa, la puerta principal se abre y su madre sale acercándose a
nosotros.
—Estoy tan contenta de que estés aquí, Olivia —viene directo a mí
envolviéndome en sus brazos—. Mira lo preciosa que te ves hoy —dice ella
antes de dar un paso atrás para observarme.
Estamos a inicios de noviembre, por lo que el frío comienza a sentirse en
la ciudad, estoy usando un vestido verde oscuro estampado con falda y
mangas largas, lo combiné con unas botas taco medio y un bolso negro.
—Gracias, señora Butler —sonrío comenzando a sentirme más relajada
con su bienvenida.
—Cariño, por favor, solo llámame Cassy, o mamá, como más te guste.
—Mierda, ma, la vas a espantar —se ríe Mike detrás de mí acercándose a
su madre y dándole un abrazo.
—Tú, tonto —lo golpea en el brazo cariñosamente—. Por favor, entren
—señala la puerta.
Mike coloca su mano en mi cintura y me guía al interior de la casa, en
donde es mucho más bella. Mientras caminamos a través de la sala veo
muchas fotos familiares, lo que hace al hogar aún más acogedor. Cuando
entramos al comedor, allí de pie, hay un hombre alto y de cabello castaño
esperando por nosotros.
—Bueno, al fin tengo el placer de conocer a la chica de la que mis hijos
no paran de hablar —sonríe él caminando hacia mí.
—Es un gusto, señor Butler.
—Ven aquí, niña —dice dándome un abrazo de oso, escucho a Mike y
Cassy reír detrás de mí—. Puedes llamarme Jim, bienvenida a la familia.
—Gracias —digo devolviéndole el abrazo.
El almuerzo ya está listo en la mesa y luce delicioso. Jim toma asiento en
la cabecera, Cassy a su derecha y Mike me guía hasta los dos lugares vacíos
a la izquierda de su padre.
—¿Dónde está Sam? —pregunto extrañada de no verla aquí.
—Ella llamó justo antes de que llegaran diciendo que no podría venir
hoy, no se sentía muy bien.
— Oh, no mencionó eso cuando hablé con ella más temprano —digo
sorprendida de que Sam no me dijera nada.
—¿Qué le sucede? —pregunta Mike frunciendo el ceño
—Ella está bien, cariño, solo no quería que ustedes se preocupen —
responde su madre con una sonrisa tranquilizadora.
Durante el almuerzo me hacen algunas preguntan acerca de mi familia y
de mi trabajo. Me preocupé tanto sin razón alguna, ellos son tan amables y
me hacen sentir cómoda y bienvenida en todo momento.
Cuando Cassy anuncia que es hora del postre, me ofrezco a ayudarla. La
sigo a la cocina y, mientras ella prepara el café, yo comienzo a colocar los
cupcakes que traje en una pequeña bandeja de porcelana.
—Estoy feliz de que vinieras hoy —dice ella de repente, y me giro para
mirarla, tiene una sonrisa en su rostro.
—Tengo que admitir que estaba un poco nerviosa.
Alza sus cejas sorprendida.
—¿Por qué es eso? ¿Luzco aterradora?
Suelto una risita negando con la cabeza.
—Para nada, es solo que esto es nuevo para mí, no sabía qué esperar.
Su expresión se suaviza, deja lo que está haciendo y se acerca a mí
tomando una de mis manos.
—Oh, cariño, no tendrías que haberte preocupado por eso, eres
bienvenida aquí. Puedo ver el cambio en mi hijo desde que te conoció, eres
buena para él y eso es suficiente para nosotros.
Y sus palabras terminan de quitar cualquier duda que pude tener acerca
de ellos.
—Gracias, Cassy —digo con la voz entrecortada, y ella sonríe.
Una vez que todo está listo tomo la bandeja de cupcakes y nos dirigimos
a la mesa en donde los hombres están hablando.
—¿Estás bien? —pregunta Mike cuando tomo asiento a su lado.
—Mejor que bien.
Sonríe antes de inclinarse y besar mi frente.
—Niña, estos son deliciosos —dice Jim tomando un bocado del pequeño
pastel.
Horas más tarde, luego de un hermoso día, nos despedimos de sus padres
con la promesa de visitarlos pronto.
Capítulo 27

Mike ha estado fuera de la ciudad hace ya trece días, y no hago más que
extrañarlo, sé que esto es parte de su trabajo y tengo que acostumbrarme a
ello, pero eso no hace que sea más fácil. El último partido no fue tan bueno
y, cuando conversamos anoche, pude escuchar en su voz como eso lo
afectaba. Decidí terminar la llamada temprano y dejarlo descansar.
Como casi todos los jueves estoy almorzando con Abby y Sam.
—Entonces, ¿qué está sucediendo con ustedes dos? —entrecierro mis
ojos—. ¿O piensan que soy tonta y no me he dado cuenta?
Se miran entre ellas.
—Tu primero, desembucha, Abby.
—Estoy teniendo sexo con Chris —suelta, y mis ojos se abren como
platos.
—¿QUÉ?
—¿QUÉ? ¿DESDE CUÁNDO?
Sam y yo hablamos al mismo tiempo.
—Shhh —dice ella mirando a nuestro alrededor.
—Nadie está mirando, perra, habla —tiro una papa frita en su dirección
haciéndola reír.
—Unos días después de la cena, no sé dónde consiguió mi número, pero
me envió un mensaje de texto —comenta—. Salimos a cenar a la noche
siguiente y nos hemos visto desde entonces.
—Guau.
—Sí, guau —ríe ella nerviosa.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué está pasando? —me volteo hacia mi otra amiga.
Sam ha estado decaída estas últimas semanas, no hemos querido
presionarla a contarnos qué es lo que sucede ya que vemos como eso la
afecta.
—¡No nos digas! ¿El labial funcionó? —pregunta Abby.
La rubia se sonroja dándonos la respuesta que buscamos.
—¡Lo sabía! —digo riendo, pero me detengo cuando veo su expresión—.
¿Qué sucedió?
—Él no quiere nada serio, y yo no quiero seguir jugando sus juegos, pero
cada vez que vuelve es difícil.
—¿Se lo has dicho?
—Algo así, intento alejarme, pero luego lo veo y estoy perdida —
resopla.
—Deberías hablarlo con él —dice Abby—. Si no le gusta, su pérdida,
querida.
Sam asiente y me mira.
—¿Has hablado con mi hermano?
—Anoche, ¿por qué?
—Lo llamé esta mañana y su humor era espantoso, le colgué el teléfono.
—No lo escuché bien, sonaba cansado y sí, malhumorado, con los
resultados del último juego su cabeza no debe estar parando ni un segundo
—le digo—. Lo echo de menos.
—Deberías ir a verlo.
—Pensé en eso, pero ¿crees que es buena idea? —pregunto dudosa.
Se encoje de hombros.
—Sería una sorpresa, además él no se esperará para nada que tú estés allí.
—Creo que es una buena idea —agrega Abby.
Cuando luego llego a casa no lo pienso mucho más, compro un boleto de
avión para mañana por la tarde y comienzo a armar la valija. Esa noche
cuando Mike llama, intento disimular mi emoción para que no sospeche
nada.
Es tarde cuando llego a Chicago el viernes por la noche. Me tomo un taxi
del aeropuerto al hotel donde el equipo se está quedando. Ayer por la noche
le envié un mensaje a Adam y a Chris para que me ayudaran a conseguir
una copia de la llave de la habitación de Mike. Por supuesto, ellos lo
hicieron y me dieron todas las indicaciones.
Voy hasta la recepcionista, le digo lo que estoy buscando y ella me
entrega un pequeño sobre. Una vez en la puerta, abro el sobre y saco la
llave, la uso para entrar a la habitación. El lugar es grande y lujoso. Dejo mi
maleta cerca del vestidor, voy hasta la cama viendo que está vacía. Cuando
escucho la ducha correr, sonrío.
Hago un trabajo rápido, me quito mis zapatos y ropa antes de dirigirme a
donde está él. Casi me trago la lengua al ver el enorme baño, pisos
brillantes de mármol, en el centro hay una bañadera con grandes ventanas
con vista a la ciudad justo enfrente.
Deslumbrante.
A mi izquierda hay una gran ducha recubierta de cristal. Mi cuerpo
tiembla con anticipación cuando lo veo allí, han pasado días. Está de
espaldas a mí. Mis ojos recorren su cuerpo observando cómo se flexiona
con cada movimiento, arrugo mi frente cuando veo un moretón de
significante tamaño comenzando a formarse en la parte superior de sus
costillas.
Doy unos pasos dentro de la ducha, mi cuerpo empapándose en cuestión
de segundos, hasta estar a centímetros de él, extiendo mi mano acariciando
su espalda. Se voltea abruptamente con los ojos alarmados, pero se suavizan
apenas me ve.
—Hola, nene.
Sin una palabra envuelve sus brazos a mi alrededor tirándome hacia él,
enterrando su rostro en mi cuello. Rodeo sus hombros con mis brazos
sintiendo su mojado cuerpo pegado al mío.
—Sorpresa —susurro besando su piel.
Se aleja y toma mi rostro en sus manos.
—Dios, tú… —suspira negando con la cabeza antes de descender su
boca tomando mis labios con suavidad.
El agua cae sobre nosotros con fuerza, mis manos están por todas partes
acariciando su piel. Profundizo el beso metiendo mis manos entre sus
cabellos, parecería que no nos hemos visto en meses. Siento su erección
endurecerse haciendo que me presione aún más contra él. Él gruñe y
muerde mis labios, nuestras lenguas se entrelazan en un dulce baile.
—Te necesito —murmura mientras toma ambos globos de mi trasero
apretándolos en sus manos.
Lo próximo que sé es que me alza y mi espalda esta contra la fría pared,
mis piernas rodean su cintura. Me sostiene allí, entre su cuerpo y la pared,
frotándose contra mi centro húmedo y acariciando mi cuerpo con la mano
que tiene libre. Me toca como si necesitara asegurarse de que estoy aquí.
Aprieto mis piernas a su alrededor, sintiendo su dureza palpitar contra mí.
—Mike —gimo encontrando sus bellos ojos y levantando mi pelvis a su
encuentro.
Lleva su mano a mi nuca antes de inclinarse y tomar mi boca con
desesperación, su brazo abraza la parte baja de mi espalda sosteniéndome
con firmeza antes de hundirse en mi interior hasta tocar fondo.
—Ahhh —echo la cabeza hacia atrás.
—Sii —gime besando mi barbilla empujando sus caderas contra las mías.
El vapor nos envuelve mientras el agua se desliza sobre nuestros cuerpos,
su piel se siente suave y caliente debajo de mis manos. Entra en mí una y
otra vez, acelerando sus movimientos, cuando me contraigo a su alrededor,
él desacelera queriendo extender el momento, para luego empezar otra vez.
Lo hace por los próximos minutos, hasta que lo aprieto con más fuerza y
muerdo su hombro haciéndolo perder el control. Se mete en mi interior con
embestidas firmes hasta que sus caderas están temblando con movimientos
erráticos.
—Joder, nena —cierra los ojos.
Aprieto una vez más, él empuja con fuerza dentro de mí una última vez y
se derrama en mí. Permanecemos allí por unos minutos hasta que conmigo
aún en sus brazos nos saca de la ducha y va hacia la cama. Me acuesta antes
de subir a mi lado y envolverme en sus brazos.
—Eres increíble —susurra mirándome con cariño—. No puedo creer que
estés aquí.
Sonrío.
—No podía esperar a verte —digo acariciando su rostro.
Se inclina y besa mi frente.
Capítulo 28

—¡Ouch! —digo tapándome los ojos cuando Mike es derribado por dos
hombres.
El juego de hoy está muy parejo, vamos ganando por apenas unos puntos.
Los chicos están haciendo un trabajo excelente, pero el rival es fuerte
también.
—¡SÍ! —exclamo aplaudiendo cuando veo que Mike tiene la bola y se
echa a correr—. ¡Corre, corre!
Sigue corriendo hasta que traspasa la línea de la defensa y anota. Los
espectadores se vuelven locos festejando la última jugada.
—¡Touchdown, nene! —grito saltando de mi asiento y riendo.
Adam se acerca a él felicitándolo con un empujón en su hombro. En ese
momento él mira hacia el palco y me señala, ha estado haciéndolo durante
todo el juego cada vez que hace una anotación, cuando sus ojos me
encuentran lanzo un beso en su dirección. El vuelve a tomar su posición y
yo no puedo sacar la sonrisa de mi rostro.
—Esa fue una buena jugada —dice Mindy a mi lado.
La conocí hoy, ella es la hermana de uno de los compañeros de Mike. Él
insistió que hoy vea el juego desde el palco así que aquí estoy. Volvemos a
nuestros asientos, saco mi móvil y saco una foto antes de enviársela a Sam,
su respuesta llega inmediatamente.
*¡Chica con suerte! Abraza a mi hermano por mí.*
El juego termina pocos minutos después, nuevamente ganamos esta
noche y todos están más que contentos. Espero a que los familiares de los
jugadores salgan antes de tomar mi bolso y caminar a la salida.
—Tú debes de ser Olivia —dice una voz a detrás de mí, deteniéndome.
Me volteo para ver a una morocha de pie con los brazos cruzados. Es alta
y delgada con cabello largo color azabache.
—Soy Sara, la RR. PP. del equipo —se acerca extendiendo su mano y yo
la tomo.
—Oh, un gusto.
Asiente y sus ojos se clavan en el campo.
—Él es bueno —dice señalando a Mike que ahora está hablando con el
entrenador.
—El mejor —sonrío sintiéndome orgullosa de él.
—Definitivamente sabe cómo trabajar con esas manos —el comentario
hace que alce una ceja en su dirección—. Pero me imagino que tú ya debes
saber eso, ¿no? Siendo el nuevo sabor y todo…
—¿Discúlpame?
Estoy incrédula, sin palabras.
—Querida, muchas han pasado por esos brazos —se encoge de hombros
—. Nada personal, te acostumbrarás a ello.
Me da una sonrisa forzada saliendo por la puerta y dejándome parada allí
con la boca abierta. De repente, incómoda, tomo mis pertenencias y voy a
esperar a Mike. Aprovecho los minutos de espera y le envió un mensaje de
texto a Sam, contándole lo que acaba de suceder y está tan incrédula como
yo.
*Maldita Sara.*
Suelto una risita, y llega otro mensaje.
*Ni siquiera te molestes en darle un segundo de atención, conoces a mi
hermano.*
*Lo sé.*
Respondo y guardo el móvil cuando lo veo salir de los vestidores. Voy
hasta él y envuelve sus brazos a mi alrededor en un gran abrazo alzando mis
pies del suelo.
—Estuviste increíble —digo rodeando su cuello con mis brazos y
besándolo.
—Gracias, nena.
Me deja en el suelo y toma mi mano. Veo por el rabillo del ojo a la
morocha acercarse a nosotros y me tenso.
—¿Qu…?
—Buen juego, Michael —felicita ella apoyando su mano en su brazo
antes de inclinarse en él y besar su mejilla.
¿Qué demonios está mal con esta chica?
—Umm, gracias Sara —él suena confundido.
—Bueno, disfruta del resto del fin de semana —le sonríe ella acariciando
su brazo antes de alejarse sin dirigirme una palabra.
—Lo haremos —suelto sin pensarlo, enojada con el atrevimiento de la
mujer.
Eso fue tan incómodo que quiero que la tierra me trague en este
momento. No me doy cuenta de Chris hasta que está a nuestro lado.
—¿Qué fue esa mierda, hombre? —pregunta riendo.
Puedo sentir a Mike mirándome, pero no levanto mis ojos, avergonzada.
—Nos vemos esta noche para la cena, avísale a Adam —responde sin
más, tirando de mi mano y caminando a paso apresurado hacia el ascensor.
No digo una palabra en el camino a la habitación, cuando entro voy
directo a la cama y me siento allí.
—¿Qué fue eso allá abajo?
—¿Dormiste con ella? —pregunto en un susurro, me arrepiento al
instante no queriendo saber la respuesta.
—¿Qué? —pregunta asombrado.
—Pregunte si la…
—Escuché lo que preguntaste —me corta—. ¿Por qué preguntarías eso?
Suspiro y le cuento lo que sucedió más temprano en el palco.
—Mírame.
Niego con mi cabeza sintiéndome una tonta por siquiera permitir que esa
mujer me incomodara de esta manera.
—Nunca toqué a esa mujer, Olivia —su voz está tensa—. No por su falta
de intentos, pero no lo hice.
Lleva uno de sus dedos a mi barbilla levantándola, haciendo que
encuentre sus ojos. Cuando veo su expresión me siento peor aún.
—No fui un santo —suspira arrodillándose frente a mí y tomando mis
manos—. No voy a mentirte y decirte que no volverá a pasar algo similar, o
que la prensa nunca molestará, no puedo prometerte eso, son las cosas que
vienen con mi profesión. Pero necesito que confíes en mí, esto no
funcionará de otra forma, Liv.
Este hombre no ha hecho más que demostrarme una y otra vez cuanto le
importo, y aquí estoy yo dudando de él. Me deslizo de la cama hasta estar
de rodillas frente a él, tomo con mis manos ambos lados de su rostro y lo
miro directo a los ojos.
—Confío en ti —susurro.
—¿Lo haces? —pregunta agarrando mi cintura.
—Lo siento, solo estoy siendo una tonta.
—No…
Apoyo mi frente contra la suya y paso mi mano por su suave cabello.
—Confío en ti —repito, y confieso—: me estoy enamorando tanto de ti
—susurro dejando mis labios a centímetros de los suyos.
La sonrisa más grande atraviesa su rostro haciendo que pequeñas
mariposas revoloteen en mi estómago.
—Maldición, nena, espero que sea así, porque yo ya estoy allí —dice
antes de estrellar sus labios contra los míos.
Cuando profundizo el beso intentando acercarme a él, se separa de mí.
—Aunque… debo admitir que me gusta verte celosa —agrega
haciéndome reír antes de inclinarse y tomar mi boca una vez más en un
feroz beso.
Capítulo 29

Más tarde esa noche cenamos con Adam y Chris en la terraza que hay en
la habitación, me gusta pasar tiempo con ellos, son tan divertidos. En un
momento, cuando nombré a Sam, pude notar como Adam se removió
incómodo en su asiento, por lo que supuse que las cosas seguían
complicadas. Ella no ha hablado mucho acerca del tema.
En este momento estoy recostada en el regazo de Mike dormitando
mientras él acaricia mi cabello y conversa con sus amigos. Por momentos lo
pillé observándome, la comisura de su boca ligeramente inclinada hacia
arriba en una media sonrisa. Estoy más dormida que despierta cuando,
momentos más tarde, Mike se pone de pie conmigo en sus brazos.
—La voy a llevar a dormir, pueden encontrar la salida —dice en voz baja
y sus amigos ríen.
No me molesto en abrir mis ojos, entierro mi rostro en su cuello sintiendo
el calor de su piel. Quita la ropa de mi cuerpo y me coloca en el centro de la
cama antes de prepararse para ir a dormir. Cuando la cama se hunde un
poco, abro levemente los ojos para verlo sentado en el borde, desnudo y de
espaldas a mí. El feo moretón formándose en su piel hace que me encoja.
Intentando no hacer ruido saco las sábanas que cubren mi cuerpo y voy
hasta él. Me inclino presionando mis labios sobre su piel dañada y él
suspira.
—Nena.
—No me gusta esto — digo con la voz un poco ronca, y él ríe bajo.
—No es nada, solo un pequeño golpe.
Levanto mis ojos, y él me está mirando por encima de su hombro.
—Ven aquí —musito.
Gira su cuerpo acomodándose, aprovecho ese momento para sentarme a
horcajadas sobre su regazo, está a punto de decir algo, pero me inclino
silenciándolo con mis labios. Siento su ya firme miembro contra mis
pliegues y mis caderas comienzan a balancearse por voluntad propia,
anhelando ese contacto.
—Pensé que estabas cansada —gime llevando sus manos a mis caderas y
acompañando mis movimientos.
—No de ti.
Veo sus ojos empañarse de deseo. Metiendo mi mano entre nuestros
cuerpos tomo su erección y la coloco en mi entrada para luego descender
lentamente sobre él.
—Ahh —jadeo cuando ya no queda un centímetro afuera, él es tan
grande.
Con mis ojos en los suyos, comienzo a moverme encima de él
balanceando mis caderas de adelante hacia atrás, mis manos acarician los
músculos de su prominente pecho y él me deja hacer. Se siente tan bien.
Con una mano en mi cintura, lleva la otra a mi espalda, atrayéndome hacia
él para tomar mi pezón en su boca, segundos después lo deja ir y hace lo
mismo con el otro. Mi respiración se acelera y me contraigo a su alrededor
sacando otro gemido de él.
—Tan caliente —jadea—. Tan malditamente caliente.
Su halago me enciende aún más. Aferrándome a sus hombros, con mis
piernas firmes a cada lado, empiezo a moverme de arriba a abajo con
movimientos bruscos. Me inclino y muerdo su oreja haciéndolo temblar en
mi interior. Sonrío y lo vuelvo a hacer.
—¡Joder!
Y lo que sucede después me deja viendo estrellas. Mike toma mi trasero
en sus manos y lo aprieta antes de embestir dentro de mí. Me sube y me
baja sobre él con una fuerza descomunal, cada vez más rápido.
—Oh, Dios.
Gruñe jalando de mí cada vez más fuerte y con el sonido de nuestros
cuerpos chocando, nuestra respiración jadeante y su boca en mí, enterrando
mi rostro en su cuello me dejo ir.
—Ahh.
Suelta mi pezón con un sonido húmedo y ahora sus labios envuelven los
míos. Sus manos sostienen con fuerza mi trasero, después de tres
embestidas más, tiemblo a su alrededor sintiéndolo explotar en mí.
—Pequeña provocadora —murmura contra mis labios antes de llevarme
a la cama y acostarse a mi lado.
Una hora más tarde él está fuera, viéndolo dormir tan tranquilo
aferrándose a mí hace que mi corazón se hinche. Paso mis dedos por su
cabello y él suspira. Estoy tan cautivada por este hombre, que no voy a
pretender que no lo amo, estaría mintiendo.
Incluso si es pronto.
Capítulo 30

—Sí, ma, ya hemos empacado —digo rodando los ojos.


—Cariño, estoy tan emocionada por verlos.
—Lo sé —sonrío con cariño—. Mike vendrá a recogerme en cualquier
momento, llegaremos para la cena.
—Está bien, te dejaré ir —se queja—. Por favor, tengan cuidado en el
camino a casa.
—Bien, nos vemos pronto, te quiero.
Cuando colgamos, voy a mi habitación a terminar de preparar mi bolso
de mano. Estas últimas semanas han sido perfectas, y han sucedido tantas
cosas. Luego del fin de semana en Chicago volví a mi rutina en casa, rutina
que involucra a cierto hombre a mi lado.
El entrenamiento de Mike se pone cada vez más intenso, pero casi todas
las noches nos vamos a dormir juntos, excepto aquellas en las que él está
fuera de la ciudad. Comienza temprano en la mañana con su rutina en el
gimnasio y por la tarde el entrenamiento con el equipo. Los chicos están
arrasando esta temporada.
Sus padres han sido muy atentos conmigo, hace unas pocas semanas atrás
fueron a cenar al apartamento de Mike y pasamos un muy buen momento.
Cassy es increíble, veo tanto de mi madre en ella, se asegura de enviarme
un mensaje de texto todos los días.
La buena noticia es que Abby está saliendo con Chris, lo hicieron oficial
días después de que volvimos de Chicago. Ella estaba aterrada y, siendo una
cabeza dura, el pobre de Chris tuvo que correr detrás de ella. Nunca vi a mi
amiga reaccionar a un hombre como lo hace con él, ellos lucen contentos.
Es mi nueva compañera para ir a ver los partidos.
Sin embargo, la mala noticia es que Sam y Adam no parecen solucionar
las cosas entre ellos. Ella ha estado enfocándose en su trabajo, creando
nuevos proyectos. No ha asistido a muchos de los juegos y todos nos damos
cuenta del motivo. Mike está cada día más molesto con la situación, ama a
su hermanita; la otra noche lo escuché hablando con Adam, pero el hombre
no quiere hablar sobre ello y es frustrante.
Por otro lado, el trabajo nunca ha estado mejor y los pedidos no paran de
llegar. Amanda ha sido de mucha ayuda, realmente me encanta trabajar con
ella y sé que a ella también conmigo. Puedo ver que le gusta el mundo de la
pastelería, por lo que le insistí para que tome clases y lo ha estado haciendo,
es talentosa.
Nos hemos vuelto muy cercanas en este tiempo. Adoro a la pequeña
Holly, es la niña más dulce. Cuando le pregunté a Manda acerca del padre,
solo me dijo que la dejó apenas se enteró de que estaba embarazada y no
volvimos a hablar del tema.
Este fin de semana iremos a pasar acción de gracias a Cold Spring y mi
familia conocerá a Mike. Mamá ha hablado con él algunas veces y ya está
encantada. Mentiría si dijera que no estoy nerviosa, nunca he llevado a un
hombre a conocer a mis padres y mucho menos a mi hermano. El sonido de
mi móvil me saca de mis pensamientos, lo cojo llevándolo a mi oreja.
—Oye.
—Nena, estoy aquí.
—Estoy yendo.
Termino la llamada metiendo el móvil en mi bolso, tomo mi pequeña
maleta y me dirijo a la puerta cerrándola con llave. Al salir del edificio lo
veo de pie apoyado en su Aston Martin, negando con la cabeza intento
ocultar mi sonrisa.
—¿Qué? —pregunta acercándose y tomando mi maleta.
—¿No podrías haber elegido otro coche?
Sonrío cuando lo escucho gruñir.
—Maldita mujer, ven aquí —dice antes de inclinarse para besarme—.
Eres un dolor de trasero —murmura contra mis labios y yo me río.
Cuando me deja ir, la sonrisa en su rostro me hacer retorcer un poco, es
precioso. Toma mi mano y me lleva hacia la puerta abierta del vehículo.
El viaje a Cold Spring es tranquilo y corto, su mano derecha descansa en
mi pierna durante todo el tiempo. Últimamente me he dado cuenta de
pequeños detalles de Mike, este es uno de ellos, cada vez que estamos
juntos él no puede evitar tocarme, por más mínimo que sea el contacto.
Cuando estaciona frente a la casa de mis padres, como siempre, baja del
coche y lo rodea para abrirme la puerta.
—¿Estás listo? No me digas que no te avisé.
Él se ríe dándome un rápido beso, escucho una puerta abrirse y cierro los
ojos.
—¡Oh, dulce Jesús! —exclama mi madre corriendo hacia nosotros—.
¡Están aquí!
—Hola, mamá —doy un paso al frente abrazándola antes de que ella se
gire hacia mi hombre.
—Es un placer conocerla, señora Brown.
Mi madre se derrite y yo sonrío. Ella ya lo adora.
—Querido, no sabes lo que he estado esperando por conocerte —dice
ella rodeándolo con sus pequeños brazos.
Él me mira por encima de la pequeña mujer y yo me encojo de hombros.
—Ma, lo estás asustando —río.
—¿Qué? —su rostro cae, preocupada, pero Mike interviene.
—Para nada, señora Brown, Liv está bromeando —dice guiñando un ojo
—. Ella cree que es graciosa.
—¡OYE! —grito simulando estar ofendida—. ¡Soy graciosa!
Mi madre niega.
—Vamos, entren, hace mucho frío aquí afuera.
Dejamos nuestros abrigos a un lado y seguimos a mi madre a la sala de
estar donde están Ben y mi padre, voy hasta ellos y los abrazo.
—Sean buenos —susurro cuando me separo de ellos.
—Chicos, quiero que conozcan a Mike, mi novio —digo tomando la
mano de él y parándome a su lado—. Mike, ellos son Ben y mi padre Carl.
—Señor —saluda Mike estirando su mano en dirección a mi padre, quien
la estrecha—. Oye, hombre, buena temporada —se gira hacia mi hermano
haciendo lo mismo.
—Gracias, parece que también están teniendo una buena —responde Ben
mirándolo de cerca y me relajo un poco.
—Lo intentamos —ríe.
Y con eso, se alivia la tensión que queda en mi cuerpo. Mamá toma mi
brazo y me lleva a la cocina para terminar de preparar la cena dejando a los
hombres en la sala disfrutando de una bebida.
—Es muy educado —dice ella mientras pongo la tarta en el horno—. Y
atractivo.
—Lo es —sonrío limpiando mis manos—. Es un buen hombre.
—¿Lo amas?
La miro por unos segundos y asiento. Aún no me tomado valor para
decírselo, cada noche luego de que me hace el amor he querido hacerlo,
pero las palabras no salen.
—Ma, ¿y si es muy pronto? ¿Y si comenzamos esto muy rápido? Tengo
miedo.
Ella deja lo que está haciendo se acerca hasta estar a mi lado.
—Cariño, a ese hombre se le iluminan los ojos cada vez que te ve, si de
verdad lo amas, tienes que decírselo. Es un hombre afortunado por tenerte a
su lado —dice con una sonrisa—. Ahora ve a llamarlos, la cena esta lista.
Camino a la sala de estar y me detengo cuando los escucho hablar.
—Entonces, muchacho… —mi padre se aclara la garganta—. ¿Qué está
sucediendo con mi hija?
—Nada más que una relación amorosa y sumamente respetuosa, señor.
Mi padre y Ben asienten, antes de que puedan decir algo más los
interrumpo.
—La cena ya está lista.
Los tres hombres se ponen de pie y se dirigen al comedor. Mike es el
último, cuando pasa a mi lado lo detengo sorprendiéndolo y me inclino
besándolo suavemente.
—Cuidado con esas manos, Butler, no estás fuera de riesgo aún —
amenaza Ben haciéndonos reír.
Capítulo 31

A la mañana siguiente me despierto en la cama de mi viejo dormitorio


con Mike besando mi hombro.
—Nena, es hora de levantarse —dice en mi oído.
—Mmm.
Me giro, enfrentándolo y envolviendo mis brazos a su alrededor lo
atraigo hacia mí. Él solo está usando su ropa interior, mientras yo estoy
usando su camiseta, nada más. Con los ojos aún cerrados, dejo que mis
manos acaricien su cuerpo, las llevo a su trasero cubierto y paso mis uñas
por el material.
Estoy excitada, muy excitada. Anoche no me hizo el amor, por lo que me
levanté más excitada aún. Paso mi pierna por encima de su cadera,
manteniéndola allí y acerco mi centro descubierto a su extremadamente
dura erección matutina.
—Nena, para —gime sosteniendo mi cadera con su mano y sé lo mucho
que le está costando contenerse.
Mis labios van a su pecho plantando pequeños besos húmedos. Al
sentirlo temblar contra mí, jadeo. De repente y en un rápido movimiento me
voltea dejándome recostada sobre mi espalda, toma mis dos manos y las
sostiene sobre mi cabeza antes de acercarse y quedar a centímetros de mi
boca.
—Me gusta esto —sonrío somnolienta.
—Escúchame, señorita —su respiración es áspera—. No voy a follarte
bajo el techo de la casa de tus padres, así que levántate y cámbiate —
desciende su rostro y toma mis labios en un prolongado beso antes de dejar
ir mis manos, ponerse de pie y dirigirse al baño.
Mirándolo alejarse, una sonrisa aparece en mi rostro cuando una idea
viene a mi mente. Separo mis piernas y deslizo mi mano entre ellas
suspirando cuando mis dedos acarician la suave piel. Cierro los ojos y me
vuelvo loca al imaginar que son sus manos tocándome. Mi otra mano se
mete bajo la enorme camiseta y acaricio mi pecho, pellizcando mi pezón
como muchas veces suele hacerlo él.
—Oh, Dios —jadeo.
Froto mis pequeños y delicados dedos sobre mi piel sensible. Continúo el
camino hasta mi centro, antes de volver a mi punto de placer y aumentar la
velocidad. Mi cuerpo se tensa y con un último movimiento, levanto la
pelvis de la cama temblando de placer murmurando su nombre. Cuando
abro mis ojos, él está de pie en el borde de la cama con sus ojos en llamas.
—Tú… joder —niega sin encontrar palabras—. Eso fue caliente, nena.
Me levanto de la cama y camino hacia el baño, cuando paso a su lado se
inclina hasta estar a la altura de mi oído y sonrío.
—Después de ese espectáculo, cuando lleguemos a casa no vas a dejar
nuestra habitación —gruñe antes de darme una palmada en el trasero y abrir
la puerta.

Es un hermoso día.
Mi padre y los chicos se fueron después del desayuno a ver el campo de
baseball en el que Ben está trabajando. Mi madre y yo decidimos quedarnos
en casa, horneamos, le conté acerca de los padres de Mike y cuan amables
ellos son conmigo, ella no puede esperar a conocerlos.
En este momento estamos pasando el tiempo en su precioso jardín de
invierno y disfrutando de una buena copa de vino. Este lugar es uno de mis
favoritos en la casa de mis padres, solía pasar horas aquí con mi madre,
tomando el té, ayudándola con sus plantas y flores. El verano pasado
remodelaron el espacio para prepararlo para el invierno y quedó precioso,
es como estar dentro de una habitación de cristal.
—Entonces… —dice ella tomando un sorbo de vino—. Iba a esperar
para contártelo, pero no puedo —se ríe.
—¿Que sucede?
—Nada malo —deja su copa a un lado y me mira—. Con tu padre hemos
estado pensando en mudarnos a la ciudad.
—¿Qué? —pregunto sorprendida.
Ella levanta la mano antes de que pueda decir algo más.
—Nos gusta aquí, pero sin ustedes no es lo mismo. Tu hermano pasa más
tiempo viajando que en casa y tú ahora estás en la ciudad. Con tu pastelería
en su mejor momento y la relación con Mike, no creo que tengas planes de
volver a casa, ¿me equivoco?
Sacudo mi cabeza, negando. Ella me conoce muy bien.
—Tu padre puede trabajar desde cualquier lugar, por lo que eso no es un
problema, él fue quien lo sugirió.
—Ma, no tienen que hacer eso —digo intentando sonar convincente y
ocultar mi emoción, nada me podría emocionar más que tener a mis padres
cerca.
—Esa es la cosa, nosotros queremos hacerlo —me da una pequeña
sonrisa—. A Ben le gustó la idea, irá a la ciudad tan seguido como viene
aquí, volverá a Cold Spring lo necesario para ver cómo van las cosas con el
proyecto, es perfecto.
Me levanto de la silla en la que estoy sentada y voy hacia ella
abrazándola fuerte, aún sin poder procesar por completo la noticia.
—Tu padre ya encontró una casa que le gusta —ríe cuando levanto una
ceja—. Sip, se ha tomado todo muy en serio.
—¿Cuándo se mudarán?
—Tenemos algunas cosas que solucionar aquí primero, pero quizás para
inicios del próximo año ya estaremos allí.
Sonrío y la abrazo una vez más, nos quedamos allí por varios minutos
hasta que escuchamos a los chicos llegar a casa.
—¡Trajimos comida! —grita mi hermano.
—¡Gracias a Dios! Estaba muriendo de hambre —resopla mi madre
haciéndome reír—. Vamos, cariño —dice tomando mi mano y caminando a
la casa.
—¿Se divirtieron chicos? —pregunta ella cuando entramos yendo
directamente hacia mi padre y abrazándolo.
Sonrío mirándolos con cariño, desde que tengo uso de razón soy testigo
del amor que ellos se tienen el uno al otro, mi madre me ha contado
millones de recuerdos acerca de su historia de amor. He estado deseando un
amor como este durante mucho tiempo y no pensé que llegaría, hasta él.
—Estuvo bien —responde Ben sentándose en la mesa.
Miro a Mike y él me está observando.
—¿Ya te han vuelto loco, nene? —sonrío.
—Ellos no son tan malos —se encoje de hombros acercándose a mí antes
de inclinarse y dejar un beso en la comisura de mi boca.
Mi hermano resopla.
—No tan malos —murmura señalando a mi hombre—. No te
acostumbres, Butler.
—No asustas —me burlo sacando mi lengua, y él frunce el ceño.
Mis padres se ríen de nosotros. Al día siguiente, luego de un maravilloso
fin de semana, nos despedimos de mi familia con la promesa de vernos
pronto y regresamos a Nueva York.
Capítulo 32

—Felz cumpaños, Ivvyy —una pequeña voz canta detrás de mí.


Me volteo encontrando a Manda con Holly de pie a su lado.
—Oh, Dios, miren quién está aquí —sonrío acercándome a ella y
alzándola en mis brazos.
Está adorable, con un vestido celeste floreado, zapatitos blancos
combinando con un tapado del mismo color. Su cabello rubio amarrado en
dos coletas, haciendo el atuendo aún más tierno.
—Quería traerte el regalo ella misma —Manda extiende una pequeña
bolsa hacia mí—. Feliz cumpleaños, Liv.
—Gracias, chicas —digo tomando el regalo y abrazándolas. En ese
momento suena la campana de la puerta de la tienda haciéndonos saber que
entró alguien.
—Yo iré.
—Creo que ya es hora de cerrar, ¿te molestaría hacerlo?
—Claro que no.
Holly jala de la bolsa que estoy sosteniendo en mi mano.
—¡Abre, abre, abre!
—Está bien, está bien —siento a la niña sobre el mostrador y la abro.
Dentro encuentro un set de cuidado facial, una tarjeta de regalo para mi
tienda de maquillaje favorita y un dibujo echo por la pequeña niña.
—Oh, ¿tu hiciste esto para mí? —ella asiente y sus coletas se balancean
—. ¡Me encanta!
—Mamá elige —señala el interior de la bolsa.
—Me encanta lo que eligió mamá también.
—Todo listo —Manda vuelve limpiando sus manos y dejando la llave en
la mesa—. ¿Te gustó?
—Sí, muchas gracias —digo sonriendo—. No tenían que hacerlo.
Me hace un gesto con su mano.
—Nos divertimos eligiéndolo, ¿verdad, bebé? —pregunta dando unos
pasos hacia la niña, alzándola y colocándola sobre su cadera—. Ahora,
tenemos que irnos, dile adiós a Liv.
—Aios, Ivyyy.
—Adiós, hermosa, gracias por visitarme hoy —digo dejando un sonoro
beso en su mejilla regordeta haciéndola reír antes de inclinarme y abrazar a
Manda—. Te enviaré un mensaje cuando organicemos con las chicas los
planes para el fin de semana.
—Lo esperaré.
Ella sonríe tomando su bolso y caminando hacia la salida. Una vez que se
fueron, chequeo que todo en la pastelería quede en su lugar y también
decido ir a casa. Cuando llego a mi apartamento, voy directo por una
caliente y relajada ducha.
Hoy cumplo veinticinco años. Desperté esta mañana con mensajes de
felicitaciones de mi familia y amigos, incluso de los padres de Mike. Él no
me ha llamado aún, lo que me sorprendió un poco, pero me envió un dulce
mensaje deseándome feliz cumpleaños, ha estado fuera de la ciudad desde
el miércoles, creo que estará de vuelta aquí mañana sábado.
Le envié un mensaje a Sam y Abby para un almuerzo tardío, pero las dos
estaban ocupadas en el trabajo así que quedamos en hacer algo el fin de
semana. Estoy saliendo del baño con una toalla alrededor de mi cuerpo
cuando de repente me detengo, sorprendida.
—Feliz cumpleaños, nena.
Mike está de pie en medio de mi cuarto con un ramo de rosas rojas en sus
manos. Una enorme sonrisa se extiende por mi rostro y corro hacia él
saltando a sus brazos. Me atrapa enterrando su rostro en mi cuello. Con mis
brazos en sus hombros, echo mi cabeza hacia atrás atrapando sus labios en
un profundo beso. Estoy tan feliz de que esté aquí.
—Pensé que volvías mañana —susurro.
Levanta una ceja.
—¿Creíste que dejaría que pases el día de tu cumpleaños sola?
—Estabas ocupado.
—Estoy aquí ahora —dice bajándome al suelo—. Y tenemos un lugar en
donde estar, así que ve a cambiarte.
—¿Tenemos? —pregunto ajustando la toalla en mi cuerpo, sus ojos
siguen mis movimientos y sonrío, él me desea tanto como yo lo deseo.
Estaría feliz solo pasando tiempo con él.
Viste pantalones negros, una camisa blanca, puedo ver a través lo firmes
y grandes que son sus músculos. Combina el atuendo con cinturón y
zapatos marrones.
Él es el hombre más atractivo que he conocido, y es todo mío.
—Nena —gruñe haciendo que yo deje de comerlo con los ojos y mirarlo
—. Sigue haciendo eso y no saldremos de esta habitación.
Sonríe.
—Está bien —digo con una risita—. ¿Qué debería usar?
—Lo que tú quieras, iremos a cenar —va hacia la cama, se sienta y
agarra el control de la tv—. Ahora ve, que llegaremos tarde.
Arrugo mi frente y cruzo mis brazos.
—Me podrías haber avisado antes, ¿sabes?
—Solo ve a cambiarte mujer —dice negando con la cabeza e intentando
ocultar una sonrisa.

—Mike, ¿a dónde estamos yendo? —sostengo su brazo con firmeza.


Él me vendó los ojos con una cinta apenas salimos del departamento,
solo sé que nos subimos al coche y que manejó por unos minutos. Cuando
llegamos, se baja y rodea el coche para ayudarme. Camino con él a mi lado,
sosteniéndome, camino lentamente con miedo a resbalar y romperme el
cuello.
—Espera aquí —dice intentando apartarse, pero aprieto mi agarre.
—¡Espera! Me voy a caer —casi grito haciéndolo reír—. Nene, tengo
tacones de al menos diez centímetros y no veo una maldita cosa.
Él solo se ríe con más fuerza.
Dios, amo escuchar su risa.
Siento su calor frente a mí, el hombre es enorme, no puedes no sentir su
presencia.
—Te ves caliente en esos tacones —murmura inclinándose y besándome
—. No puedo esperar a tenerte en casa.
Inhalo profundo y mi estómago se aprieta. Para esta noche elegí un
apretado vestido media pierna color azul marino, mis nuevos tacones negros
y un tapado de piel también en color negro. Recogí mi cabello en un rodete
alto, dejando algunos mechones caer sobre mi rostro.
—Ven —su mano se apoya en la parte baja de mi espalda, guiándome
hacia adelante hasta detenerse—. Te quitaré la venda de los ojos, pero
mantenlos cerrados.
Asiento ansiosa mientras lo hace.
—¿Qué estás tramando?
—Ábrelos.
Abro mis ojos lentamente y doy un salto hacia atrás chocando contra él.
—¡SORPRESA! —gritan todos.
—¡Oh, Dios! —digo sin poder creerlo, mirando a mi familia y amigos.
—Feliz cumpleaños —murmura Mike en mi oído y me giro
enfrentándolo—. ¿Te gust… —lo corto envolviendo mis brazos alrededor
de su cintura y besándolo.
—Gracias —lo beso una vez más antes de voltearme hacia el resto y
saludar a cada uno de ellos.
Todos están aquí, mis padres, Ben, mis amigos, sus padres, incluso
Manda y Holly vinieron. El lugar es precioso, decorado con tonos en oro,
durazno y blanco, hay mesas redondas con sillas altas distribuidas en todo
el piso, una gran barra de tragos, catering y un DJ.
Mis padres están encantados, sentados allí conversando con Jim y Cassy.
Ya puedo notar lo bien que se llevan.
—Es tan bueno verte, Liv —me abraza Cassy cuando voy hasta su mesa,
ella me pasa a Jim, quien hace lo mismo.
—Feliz cumpleaños, cariño —mis padres me saludan abrazándome
fuerte.
Después de un momento con ellos, los dejo que vuelvan a su
conversación. Ben está en una mesa con Mike, Adam y Chris, entrecierro
mis ojos cuando lo veo seguir con la mirada a Manda, quien está caminando
detrás de Holly, la pequeña niña corriendo con globos en sus manitas.
—Oye, chica cumpleañera —dice Sam acercándose a mí con Abby a su
lado—. Toma —me tiende una copa de champagne.
—Gracias —sonrío tomando un sorbo.
—Ven, vamos con los chicos —dice Abby tirando de mí hacia la mesa.
Voy hasta donde Mike está sentado, descansando mi cuerpo en el suyo, él
se inclina dejando un beso en mi frente. Ellos continúan hablando y
nosotras comenzamos nuestra charla también.
—Oh esperen, quiero que conozcan a alguien —me giro en busca de la
rubia—. Oye, Manda —grito llamando su atención—. Ven aquí.
Ella se acerca a nosotros con la niña en brazos.
—Chicos, ella es Amanda o Manda —la presento—. Y esta pequeñita es
Holly.
Ella esconde su rostro en el cuello de su madre y nosotros reímos de lo
adorable que es.
—Hola a todos —saluda con la mano libre y una pequeña sonrisa.
—Mami —llora Holly, sus ojos algo enrojecidos.
—Oh no, ¿qué le sucede? —Sam se acerca y acaricia su espalda.
—Su globo explotó, solo está enojada.
—Aquí —la voz de mi hermano interrumpe mientras da unos pasos hacia
ellas—. Aquí tienes, niña —le extiende dos globos a Holly, que los toma
mirándolo con ojos grandes y brillantes.
—Gracias —dice Manda con un pequeño asentimiento.
—De nada, preciosa —responde Ben, y las mejillas de ella se sonrojan
Mike aprieta mis caderas, lo miro y me encojo de hombros. No tengo
idea de lo que se le ha metido a mi hermano.
Esta fue la mejor fiesta de cumpleaños, por lejos. El resto de la noche se
pasa volando, horas después, esperamos a que todos se vayan antes de
volver a casa.
—Gracias por esta noche.
Él me besa y suspiro, estoy a punto de profundizar el beso, pero se
aparta.
—La noche aún no terminó —dice tomando mi mano, llevándome a su
habitación.
En la cama hay dos bolsas, una pequeña y una más grande, se sienta en
ella y me sube arriba de su regazo.
—Mike…
—Solo abre los regalos, nena —besa mis labios—. Me gusta consentirte,
por favor, déjame hacerlo.
Tomo la bolsa más grande y la abro, saco una caja. Inmediatamente sé lo
que es, he estado intentando conseguir este bolso desde hace meses, es un
Lady Dior en color verde oscuro.
—Tuve un poco de ayuda para ese —dice con una sonrisa—. Abre el
otro.
Dentro de la bolsa pequeña, hay una caja color rojo, lo miro.
—Nene, esto es demasiado.
El niega y abre la caja por mí, mostrando una hermosa y delicada cadena
de oro, con un dije en forma de corazón. La saca y la coloca en mi cuello
dejando un beso allí cuando termina.
—Todo listo.
—Me encanta —digo levantando la mano y tocando la cadena con mis
dedos.
—Te amo.
El aire deja mi cuerpo al escuchar esas palabras. Lentamente, me giro en
su regazo enfrentándolo para poder mirarlo. Y lo veo: el amor en sus ojos.
Paso mi mano por su suave y recortado cabello, mis ojos no se despegan de
los suyos.
—Te amo —dejo salir las palabras que he estado reteniendo todo este
tiempo—. Te amo malditamente tanto.
Su amor es más de lo que he sentido alguna vez y estoy tan agradecida de
haberlo encontrado, agradecida de que me ame. Gruñe estrellando su boca
en la mía. La ropa vuela de nuestros cuerpos en segundos. Nuestras manos
están por todos lados, tocando, acariciando, rasguñando.
—Te necesito —jadeo contra sus labios, y él asiente.
Me levanta, recostándome sobre mi espalda en su cama, sostiene mis
piernas separándolas y enredándolas en su cintura, se frota contra mi
húmedo centro, antes de entrar de una sola embestida.
—Ahh.
Desciende su cuerpo sobre el mío apoyando uno de sus brazos al lado de
mi cabeza, con su otra mano sostiene mi rostro y une nuestros labios. No
necesitamos más, solo nosotros. Comienza a balancear sus caderas con
lentitud, entrando y saliendo, una y otra vez, con cada movimiento me
aprieto a su alrededor haciéndolo gemir.
—Dios, nena —murmura contra mis labios.
Eso es todo, con un último golpe se entierra profundo en mi interior y
tiemblo a su alrededor.
Capítulo 33

Diciembre es mi mes favorito del año. Además de mi cumpleaños, me


encanta como todos comienzan a anticipar la navidad: decoraciones por
todos lados, las luces, la nieve, es perfecto.
Ha pasado ya una semana desde mi fiesta sorpresa, una semana desde la
noche en que él me dijo que me amaba. Siento como si estuviera caminando
sobre una nube y soy tan feliz con él a mi lado.
Los últimos días han sido productivos, con Manda hemos estado
trabajando por horas en las nuevas recetas y productos para esta navidad,
desde las tradicionales galletas de jengibre hasta budines, minitortas y
cupcakes, nos volvimos un poco locas dejándonos llevar, las decoraciones
están asombrosas. Los clientes están amando todo.
Hoy, después de que Mike me recogiera del trabajo pasamos el resto del
día en el apartamento, descansando en su sofá y mirando tv, ambos
cansados. Estoy a punto de dormirme cuando mi móvil suena, veo el
nombre de Robert brillando en la pantalla y frunzo el ceño, este no es su
horario de trabajo. Tomo la llamada.
—¿Robert?
—Señorita Liv, siento molestarla, pero me acaban de llamar de The Sage
House diciendo que no podían comunicarse con usted.
—¿Sucedió algo? —una sensación rara se asienta en mi estómago, siento
a Mike moverse a mi lado saliendo de la cama.
—Creo que sí, la necesitan allí.
Froto mi sien.
—Está bien —termino la llamada y voy a cambiarme.
Encuentro a Mike en la sala de estar, ya vestido y esperando por mí con
mi abrigo en su mano. Una vez allí, bajamos del coche, Mike toma mi mano
y caminamos al interior del edificio, el cual es un caos.
—Señorita Brown —llama el gerente acercándose a nosotros junto con
un oficial—. Intentamos llamarla, no logramos…
—¿Qué sucede aquí? —la voz de Mike es dura, da un paso adelante
moviéndome detrás de su cuerpo de manera protectora.
Observo a nuestro alrededor y veo un grupo de policías hablando con
empleados, el ascensor que suelo tomar hasta mi apartamento tiene cintas
amarillas impidiendo el paso.
—Soy el Oficial Wilson —extiende su mano y Mike la toma—. El
apartamento de la señorita Brown ha sido asaltado hace poco más de dos
horas —informa el oficial dando un paso al frente y yo doy un paso atrás
negando con mi cabeza.
No otra vez.
—¿Cómo es eso posible? —interrumpe mi hombre, su cuerpo vibrando
con ira—. Estos edificios tienen seguridad.
—Señor…
—¿Dónde estaba el portero cuando esto sucedió?
—Paul, el chico de turno, dijo que este hombre aseguró ser un familiar
que venía a visitarla, estamos lidiando con ello, necesitamos que la señorita
Brown responda alguna preguntas —el oficial toma su bloc de notas y me
mira.
—¿Un… un hombre? —mi voz tiembla.
Mis ojos van al ascensor clausurado, no hay manera de que pueda entrar
por allí, veo las escaleras al final del lobby y me echo a correr.
—¡Señorita Brown!
—¡Olivia!
Hay un forcejeo detrás de mí y sé que me están siguiendo, pero no me
detengo. Mi apartamento está en el quinto piso, cuando llego estoy sudando
y mi sangre se hiela cuando veo mi puerta. Está arruinada, camino sobre los
pedazos de madera en el piso, cuando entro al apartamento el aire deja mis
pulmones y mi visión se vuelve borrosa por las lágrimas.
Esto no puedes estar pasando otra vez, no de nuevo.
—Liv, nena, ven aquí.
Apenas escucho la voz de Mike detrás de mí. Un sollozo deja mi cuerpo
y mis manos van a mi boca, sin poder creer lo que veo.
El lugar está destrozado, todo lo que pudo ser destruido, lo está. Paredes
manchadas, golpeadas, mi mesa de cristal y las sillas hechas añicos, el sofá,
la isla, todo, todo se ha ido. Y me golpea, duro, todos los recuerdos de
aquella noche, cuan vacía me sentí, robada.
Mi respiración comienza a agitarse, mi cuerpo temblando, muerdo mi
lengua intentando evitar el ataque de pánico, pero solo lo empeora. Estoy
luchando por mantenerme en pie.
—Olivia, mírame.
Él se para delante de mí, tomándome de los hombros obligándome a
mirarlo, pero mis ojos no enfocan. Siento las lágrimas correr por mis
mejillas, él me envuelve en sus brazos sosteniéndome cerca y firme, eso es
bueno porque en ese momento un agudo dolor atraviesa mi cabeza haciendo
que mis ojos se nublen por completo y mis piernas se den por vencidas.
—¡MIERDA! ¡TRAIGAN UN PARAMÉDICO!
Es lo último que escucho antes de que todo se vuelva negro.

Abro mis ojos y los vuelvo a cerrar por la intensidad de la luz que me
golpea. Intento abrirlos otra vez, lentamente hasta acostumbrarme. Estoy en
una cama con algunos cables sobre mi cuerpo y una pequeña máquina a mi
lado que no para de sonar, lo que intensifica mi dolor de cabeza. Miro a un
costando y veo a Mike dormido, sentado en una silla pegado a la cama
sosteniendo mi mano.
Mi cuerpo se relaja al verlo allí. Es increíble la paz y tranquilidad que
este hombre me da, estiro mi mano y la paso por su desordenado cabello,
eso lo despierta. Su cabeza se levanta de golpe con una expresión alarmada.
—Oye —mi voz suena ronca.
Sus ojos se suavizan cuando me ven.
—Dios, nena, me diste un susto de muerte —susurra acercándose y
besando mi frente.
Cierro los ojos aferrándome a su camisa y dejo salir las lágrimas una vez
más.
—Lo siento.
—Me estás matando —me abraza sentándose a mi lado a mi lado y
llevando mi rostro a su pecho—. Lo voy a matar.
—Fue él, ¿verdad? —pregunto en un susurro.
Su cuerpo se tensa respondiendo a mi pregunta, se aleja y saca un
mechón de cabello de mi rostro, está a punto de hablar cuando se escuchan
voces fuera de la habitación.
—¿DÓNDE ESTÁ ELLA?
De inmediato reconozco la voz de mi hermano.
—¿DÓNDE ESTÁ MI HERMANA?
—¿Lo has llamado?
Él solo asiente. La puerta se abre y Ben aparece allí de pie, mis padres
están detrás. Sus ojos se clavan en mí, está enfurecido. Se acerca a mí en
tres largos pasos hasta estar a mi lado. Mike se aleja dándonos espacio, pero
sin soltar mi mano.
—Estoy bien —musito sin encontrar su mirada.
No es una completa mentira, estoy bien físicamente.
—No me mientas, Olivia, no estás malditamente bien.
—Y tú —dice apuntando a Mike—. ¿Dónde demonios estabas? Se
supone que tenías que protegerla.
—Ben… —mi madre interviene.
—No es su culpa —lo defiendo, sé que mi hermano me ama y se
preocupa, pero no está siendo justo.
Mike respira profundo intentando controlarse.
—La estoy protegiendo.
—Bueno, terrible trabajo el que has hecho hasta ahora, mira dónde está
ella —me señala.
Y ellos no se detienen.
—No pensé que ese bastardo estuviera en la ciudad —su voz se eleva.
—Esa es la cosa, no pensaste —resopla mi hermano negando con la
cabeza—. Ella no puede quedarse aquí.
Eso es todo, Mike rodea la cama en la que estoy hasta pararse frente a
Ben, mis padres se ponen de pie, mi padre listo para intervenir mientras mi
madre viene a mi lado y toma mi lado.
—Escúchame, y escúchame bien: amo a esta mujer más que a nada —
dice con su voz dura—. Y la voy a proteger con todo lo que tengo. Ella se
quedará aquí, conmigo. Me agradas, pero no vuelvas a amenazarme con
alejarla de mí, no voy a tolerarlo.
Ben abre la boca, dispuesto a continuar discutiendo, pero mi llanto los
detiene. Ambos se giran mirándome.
—Chicos, creo que es suficiente —dice mi padre alcanzando mi otra
mano y dándole un apretón.
Ellos me dan unos minutos, hasta que me detengo, el dolor de cabeza
comienza a intensificarse una vez más.
—Necesita dormir —mi madre besa mi mejilla y se pone de pie
caminando hacia mi padre—. Te veremos mañana, cariño, ¿está bien? —
cuando asiento, ella se voltea enfrentando a mi hermano—. Vamos.
Ben resopla y sale se la habitación sin una palabra más. Ella se dirige
hacia la puerta con mi padre a su lado y se detiene al lado de Mike, le dice
algo en voz baja que no logro escuchar, él asiente inclinándose para
abrazarla, saluda a mi padre y ellos se retiran.
—Lo siento por eso —Mike vuelve a mi lado, toma mi mano y la lleva a
su boca, dejando un beso allí.
—No me gusta que peleen.
—Lo siento —repite mirándome.
Me levanto un poco para poder llegar a sus labios y besarlo.
—Te amo.
—También te amo —dice limpiando las lágrimas de mi rostro—. Me
estás matando aquí. Por favor, ya no llores.
—No me puedes decir que no llore —casi grito empujándolo.
Él intenta ocultar su sonrisa y niega con la cabeza.
Más tarde ese día me dan el alta y puedo ir a casa, con la condición de
controlar mi presión. También me recetan unas pastillas para el dolor de
cabeza en caso de que se vuelva muy fuerte. Cuando llegamos al
apartamento de Mike, le envío un mensaje de texto a mi madre, mientras
Mike prepara la bañera. Me quito toda la ropa, la dejo en el lavadero y voy
a buscarlo. Lo encuentro en el baño solo en un par de pantalones, extiende
su mano hacia mí.
—Ven, está lista.
Me ayuda a entrar en el agua tibia, antes de meterse él junto a mí, se
apoya en un extremo y me lleva sobre él. Cierro los ojos y me relajo, mi
cuerpo poco a poco comienza a liberar toda la tensión del día.
Capítulo 34

Al día siguiente, Mike no va a entrenar, lo escuché esta mañana llamar al


entrenador y decirle que no iba a poder ir. Le dije que no era necesario, pero
él solo me besó y fue a preparar el desayuno.
Tampoco fui al trabajo. Anoche, antes de ir a dormir, llamé a Manda
contándole lo que había sucedido. Ella se preocupó, me ofreció abrir la
pastelería, pero no pondría esa responsabilidad en ella, además siendo
viernes no perderíamos muchos días de trabajo. Abby me visitó esta
mañana temprano y pasó algunas horas aquí conmigo hasta que tuvo que ir
a la galería.
Ahora, estamos en la sala de estar con mis padres, los padres de Mike.
Sam y Adam, también están aquí, llegaron juntos, y Adam ha estado sobre
ella todo el tiempo. No sé qué es lo que está sucediendo entre ellos a esta
altura, Sam no habla mucho al respecto y yo lo respeto.
Las puertas del ascensor se abren llamando nuestra atención. Entra Ben
junto a otros dos hombres, uno es el oficial Wilson, al otro hombre no lo
conozco. Mi hermano camina hacia mí y me abraza quedándose de pie a un
lado.
—Él es el detective Spitz, ha estado trabajando para mí, contraté sus
servicios luego de que me contaras lo que había sucedido, quería
asegurarme de que ese bastardo estuviera lo más lejos posible —dice Mike
presentando al hombre y mirando a Ben mientras lo hace.
—Es un placer conocerlos a todos —dice sentándose en uno de los
sillones—. ¿Empezamos?
—¿Cómo está, señorita Brown? —pregunta el oficial.
—Mejor.
—Me alegra escuchar eso —se acomoda en su asiento—. El caso fue
definido como intencional y premeditado. Logramos recuperar las copias de
las cámaras de seguridad. Este individuo fue captado en muchas de las
imágenes, pero no hemos sido capaces de reconocerlo aún —aclara su
garganta—. Tengo que preguntar, ¿hay alguien que pueda intentar hacerle
daño?
Asiento.
—Su nombre es Luke…
Les digo todo acerca de los episodios anteriores en Cold Spring, cómo
empezó, qué sucedió con mi viejo apartamento, mientras él anota toda la
información que le doy.
—¿Realizaron las denuncias anteriores?
—Sí, están registradas —dice mi padre— Nos aseguramos de eso.
—Eso ayudará mucho.
—Debe haber algo más —interviene el detective—. He estado siguiendo
su locación, y todos los registros que figuran pertenecen a Inglaterra, hay
algo aquí que no cuadra.
Dos horas más tarde, todos se han ido, excepto Ben, está apoyado contra
la pared frente a nosotros.
—Lo siento, hombre —dice mirando a Mike—. Siento la forma en que
reaccioné ayer, pero ella es mi hermanita, no pude evitarlo, solo pensar en
ese bastardo molestándola otra vez tiene mi sangre hirviendo.
Mi hombre se pone de pie y camina hasta él extendiendo su mano.
—Lo sé, lo entiendo, también reaccioné mal.
Ben toma su mano sacudiéndola y yo sonrió observándolos. La discusión
entre ellos ayer no me gustó nada.
—Las cosas que dije no estuvieron bien, puedo ver cuánto la amas.
—Lo hago —asiente con una sonrisa extendiéndose por su rostro—. Ven
aquí, hermanote —extiende sus brazos.
Ben resopla y se ríe aceptando el abrazo.
—Eso suena bien. Que tenga buenas noches, señor Clark.
—Usted también, señorita Brown.
Termino la llamada y dejo mi móvil en la mesa. Era el propietario de mi
edificio, llamó para disculparse por lo que sucedió, también me informó que
el seguro del edificio se hará cargo de todos los daños en el apartamento,
pero que demoraría al menos unas dos semanas.
—Oye, nena, ¿está todo bien? —pregunta Mike yendo hacia la heladera
para tomar una botella de agua.
Mis ojos lo siguen, él viste pantalones holgados de algodón y nada más.
Él es caliente.
—Bien, buenas noticias —digo mientras saco la cena, ahora fría, de las
bolsas—. Me dijeron que el apartamento será arreglado en las próximas
semanas, así que al menos no tendré que preocuparme por eso.
—¿Estás planeando volver allí?
Lo miro, está frunciendo el ceño.
—Bueno, es donde vivo.
Me encojo de hombros y continúo lo que estoy haciendo, segundos
después lo siento detrás de mí, con sus manos en mi cintura se inclina y
besa mi cuello. Dejo salir un suspiro recostándome contra él, disfrutando de
su atención.
—Ven a vivir conmigo —susurra contra mi piel.
—¿Qué? —mi voz es aguda, me volteo sorprendida.
Él está sonriendo.
—¿Estás hablando en serio?
Asiente.
—Mike… ¿no crees que es muy pronto?
—No para nosotros —sus hermosos ojos encuentran los míos.
El habitual hormigueo se asienta en mi estómago. Mirándolo sé que estoy
preocupándome por tonterías, puedo ver lo sincero que es, él me ha
demostrado todos los días cuanto se preocupa por mí, cuanto me ama. Estoy
enamorada de este hombre y nada nunca se sintió tan bien.
—Nena, te quiero conmigo, no me importa otra cosa —dice besando mis
labios—. ¿Acaso estás cansada de mí?
Ruedo mis ojos.
—Sabes que no —empujo su hombro haciéndolo reír—. ¿Estás seguro
sobre esto?
Se queda mirándome, y suspiro.
—Está bien entonces, vamos a vivir juntos.
—¡SÍ! —grita levantándome del piso y girando antes de colocarme sobre
mis pies—. Vamos a comenzar la mudanza este fin de semana.
—Bien —llevo mi mano a su cuello atrayendo su rostro al mío, uniendo
nuestros labios.
El beso es sensual y lento. Deslizando sus manos por mi espalda, va hasta
mi trasero y me levanta. Envuelvo mis piernas y brazos a su alrededor
mientras que él camina hacia la habitación.
—Amo lo fuerte que eres —murmuro contra su boca.
—¿Sí?
—Mhm.
Con suavidad me acuesta en la cama y da un paso atrás, quitándose la
única prenda que tiene puesta. Me elevo apoyándome en mis codos y lo
observo fascinada, los músculos de sus brazos flexionándose. Siento el
calor entre mis piernas mientras camina hacia mí.
—Te quiero desnuda, ahora —dice subiendo a mi lado.
Nuestras manos se ponen en acción, quitando todo de nuestro camino,
hasta que nada me cubre. Mike está sobre sus rodillas, rodeando mi cintura
con su brazo me atrae pegándome a su pecho, mis manos acarician cada
centímetro de su piel. Siento su erección rígida presionando contra mi
abdomen, cuando intento tocarlo me detiene y sonríe.
Me empuja lentamente con su cuerpo hasta tenerme recostada en la
cama, se pone sobre mí. Toma mis manos y las levanta por encima de mi
cabeza, sosteniéndolas con firmeza en su lugar. Su boca viaja por mi
cuerpo, va a mi cuello barriendo de arriba a abajo antes de descender a mis
senos y tomar uno de mis pezones, su otra mano va entre nuestros cuerpos
hasta que encuentra lo que está buscando, sus dedos se mueven haciendo
pequeños círculos sobre mi punto de deseo.
—Ahh.
Arqueo mi espalda despegando mi cuerpo de la cama y jadeando su
nombre.
—Eres hermosa —susurra antes de volver a tomar mis labios—. ¿Estás
lista para mí?
Como respuesta, muevo mis caderas, sintiendo su dureza golpear mi
centro desnudo. Él abre mis piernas con las suyas, acomodándose entre
ellas hasta estar presionado contra mí, se frota en mi humedad y mi cuerpo
se tensa con anticipación.
—Nene, deja de jugar conmigo —su mirada encuentra la mía y brilla.
Retira sus caderas y en un movimiento se desliza dentro de mí,
enterrándose hasta donde es posible.
—Te amo —murmura contra mis labios y comienza a moverse dentro de
mí, entrando y saliendo cada vez con más fuerza. —Joder —su respiración
es áspera.
—Quiero tocarte —gimo tirando de mis manos.
Él las suelta, mis brazos envuelven su cuerpo con fuerza, aferrándome a
él. Una de sus manos va a mi cintura sosteniéndome allí y con la otra acuna
mi rostro profundizando el beso.
—¡Mike! —grito echando la cabeza hacia atrás.
Mis paredes se contraen a su alrededor, mi cuerpo temblando con la
fuerza del orgasmo. Golpea con sus caderas dos veces más y con un rugido
se vacía dentro de mí enterrando su rostro en mi cuello. Acaricio su espalda
con movimientos tranquilos mientras su cuerpo se relaja, es perfecto. Beso
su sien y sonrío, me siento saciada, feliz y, sobre todo, amada.
Capítulo 35

—Si alguien me hubiera dicho hace un año que estarías viviendo con un
hombre, me hubiese reído en su cara —dice Abby mirándome y mordiendo
su cupcake.
—Tampoco lo hubiese creído —resoplo.
Estas últimas dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos,
empezamos la mudanza el día después de que Mike me pidiera ir a vivir
con él. No había mucho que rescatar en mi departamento más que mi ropa y
otras cosas, así que fue un trabajo rápido. Ese mismo día rescindí del
contrato, hemos estado viviendo juntos desde entonces.
Debo admitir que estaba un poco asustada al principio, pero no podía
estar más equivocada. A esta altura del año los dos estamos ocupados con
nuestros trabajos lo que a veces hace difícil encontrar tiempo, pero
procuramos ir a dormir todas las noches juntos.
Él pasa horas entrenando y yo en la pastelería, todas las mañanas lo dejo
durmiendo en nuestra cama antes de ir al trabajo. Apenas ha cambiado mi
horario, solo debo despertarme unos minutos antes. Cuando le conté la
noticia a mi familia, mi padre se aseguró de enviar mi auto a la ciudad, y es
el que uso para ir a mi trabajo.
Sam ríe.
—¿Pero eres feliz?
—Él me hace feliz —asiento con una sonrisa.
Estamos en la pastelería disfrutando de mi nuevo producto estrella:
chocolate caliente con malvaviscos.
—Pensé que Manda se quedaría.
—La niñera llamó más temprano, Holly no se sentía bien y tuvo que
volver a casa —digo pensando en la pequeña niña.
—Pobre bebé, espero que esté bien.
Desde mi fiesta de cumpleaños, Manda ha estado pasando mucho tiempo
con nosotras. Todos nos hemos encariñado con ella y Holly.
—¿Qué hay de ti, señorita? —pregunto mirando a Sam y levantando una
ceja—. ¿Qué sucede con Adam?
Ella suspira, una pequeña sonrisa se asoma en sus labios.
—Lo estamos intentando.
—¿Y…? —mi otra amiga le hace señas indicándole que continúe.
La rubia mira sus manos.
—Es difícil, pero nos estamos tomando un día a la vez, solo… no pude
evitarlo.
Estiro mi mano y acaricio su brazo sonriéndole.
—Bueno, mientras sea lo que quieres no veo problema, no pierden nada
intentándolo.
—Lo sé.
—No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo, navidad está a la
vuelta de la equina —dice Abby estirándose por otro dulce—. ¿Cuáles son
sus planes?
—Mis padres vendrán a la ciudad. Mamá y Cassy lo han estado
planificando, como ese día también es el cumpleaños de Mike, están
planificando algo grande.
—Eso suena divertido.
—Amo navidad, y este año seremos más de cuatro celebrándola, estoy
emocionada —suspira Sam mirándome—. ¿Has pensado en el regalo?
—Lo hice, pero es una sorpresa, solo quedan unos pocos detalles por ver.
—Chris quiere que conozca a su familia —suelta Abby haciendo una
mueca.
Arrugo mi frente en su dirección.
—Pensé que tú querías conocerlos.
—Quiero hacerlo —responde sorbiendo de su taza.
—Pero…
—Su hermana es una perra.
Sam y yo abrimos los ojos como platos antes de echarnos a reír.
No ha sucedido mucho más, además de la mudanza. En cuanto al asalto
de mi antiguo apartamento, aún no han logrado recopilar la información
suficiente. Debido a que el video de las cámaras de seguridad no es claro no
ha sido posible hacer alguna denuncia contra Luke, aunque yo estoy segura
de que él tiene algo que ver con todo esto. Cuando interrogaron al portero
de esa noche, el que lo dejó entrar al edificio, solo recordaba que el hombre
podría tener cabello claro. Tampoco ha sido posible dar con el paradero de
Luke para hacerle las preguntas pertinentes, por lo que en este momento
estamos en un callejón sin salida. He intentado dejar de pensar en el tema,
pero hay días que es no puedo evitarlo y Mike nota eso, lo que lo enfada
aún más.
Estoy peinando mi cabello cuando escucho el sonido del ascensor
abriéndose, seguido de murmullos.
—¿Nene? —llamo en voz alta.
Me detengo cuando escucho un lloriqueo.
—Shhh —susurra.
Frunzo el ceño y camino hasta la sala.
—Mike, ¿estás ahí?
—No vengas aquí —grita, pero yo ya estoy allí.
Él esta arrodillado detrás de la barra de desayuno, susurrando cosas que
no alcanzo a escuchar.
—¿No crees que estás grande para jugar a las escondidas? —pregunto
apoyando una mano en mi cadera y mirándolo.
Se ríe negando con la cabeza.
—Ve y espera en el sofá.
—¿Qué estás haciendo? —doy un paso hacia adelante intentando
acercarme, pero otro lloriqueo me detiene.
De repente, una pequeña bola de cuatro patas sale corriendo con rapidez.
Mike maldice riéndose, sus ojos pegados al pequeño animal antes de
sentarse en el piso y mirarme.
—OH, DIOS MÍO —grito sorprendida llevándome la mano a la boca.
—Sorpresa.
Despego mis ojos del pequeño perro y corro hacia el hombre allí sentado
abalanzándome sobre él y empujándolo sobre su espalda, gruñe rodeando
mi cintura con su brazo.
—¿Qué piensas?
—¿Es nuestro? —pregunto emocionada sosteniendo su rostro en mis
manos.
Cuando asiente dejo salir un pequeño grito antes de abrazarlo y besarlo
con fuerza.
El cachorro deja escapar el ladrido más adorable llamando nuestra
atención. Me pongo de pie, voy hasta él y no puedo evitarlo: lo levanto y lo
abrazo contra mi cuerpo, acariciando su liso y suave pelaje azulado. Mike
se para detrás de mí, estirando su mano rasca la oreja del pequeño.
—Es un bulldog francés.
—Lo amo —murmuro acercando mi rostro al del cachorro, río cuando su
lengua conecta con mi mejilla.
Me giro enfrentando al hombre de ojos verdes que me tiene tan
enamorada.
—No puedo creer que consiguieras un perro —digo abrazándolo y
enterrando mi rostro en su pecho—. Gracias.
Su brazo rodea mis hombros acercándome a él.
—De nada, nena —se inclina y me besa—. Te amo.
Suspiro contra sus labios, jamás me voy cansar de escucharlo decir esas
palabras.
—Te amo.
El pequeño inquieto en mis brazos intenta meterse en nuestro beso. Mike
da un paso atrás frunciendo el ceño, y yo solo río.
—¿Cómo se llama?
—Estaba esperando por ti para elegir un nombre —se encoje de
hombros.
—Umm.
Pienso mientras estiro mis brazos para sostener el cachorro frente a mí, lo
observo: es adorable.
—Bueno, Blueberry, bienvenido a casa.
Sonrío abrazando al pequeño animal, y Mike se ríe a mi lado.
Capítulo 36

Hoy es veinticuatro de diciembre. Después del trabajo, pasé el día en el


centro comercial corriendo de una tienda a otra para comprar los regalos de
mi familia y amigos. Dos horas después, vuelvo a casa con las manos llenas
de bolsas.
Mike está recostado en el sofá mirando un juego en la tv con Blueberry
durmiendo en su regazo, voltea su cabeza cuando me escucha entrar.
—¿Acaso vaciaste las tiendas, nena? —suelta una carcajada antes de
dejar al pequeño en el sofá y venir a ayudarme.
Dejo salir una risita entregándole algunas de las bolsas, caminamos hasta
nuestro no tan pequeño árbol de navidad y las dejamos allí. Cuando coloco
la última bolsa, Mike rodea mi cintura y me lleva contra su cuerpo, sube su
mano, ahuecando mi mejilla.
—Ahora, dame mi beso —dice inclinándose y tomando mis labios.
Y lo hago, mis manos van a sus hombros en busca de soporte,
disfrutando del beso, segundos después me separo de su boca.
—¿Cómo estuvo el entrenamiento? —pregunto acariciando sus brazos.
Se encoge de hombros.
—No entrenaremos mañana así que el entrenador nos dio una golpiza
hoy.
Blueberry suelta un ladrido, ahora queriendo atención, salgo de los
brazos de Mike y camino hacia el pequeño.
—Oh, bebé, lo siento —digo levantándolo y abrazándolo. Escucho un
resoplido detrás de mí, miro a mi hombre con el ceño fruncido en nuestra
dirección.
—No estoy seguro de que me siga agradando —camina hacia nosotros—.
Está quitándome toda tu atención —bromea molestando al cachorro, que
ahora está intentando morder su mano.
—Tonto —me río elevándome sobre las puntas de mis pies y dejando un
beso en su barbilla.
Él me devuelve la sonrisa.
—¿Quieres mirar el juego? —pregunta señalando el televor.
—Claro —digo empujando a Blueberry a sus brazos—. Aquí, sostenlo—
él lo coge llevándolo a su pecho—. Espera un minuto.
Corro hacia nuestra habitación, busco en el baño mi pintura de uñas color
rojo y vuelvo a la sala de estar. Me siento con ellos en el sofá y pasamos el
resto de la tarde allí.

A la mañana siguiente, me despierto con su boca dejando suaves besos en


mi hombro izquierdo, su mano acariciando mi abdomen y su calor en mi
espalda. Estoy sobre mi costado, con las sábanas sobre mi cuerpo. Anoche
después de hacer el amor, me vestí con su remera y mis bragas mientras
Mike abría la puerta dejando entrar al cachorro. Sonrío acercándome a él
antes de girarme para enfrentar a Mike.
—Feliz navidad —dice con su voz ronca y profunda.
Inclinándome lo beso y levanto mi mano para acariciar su cabello.
—Feliz cumpleaños, nene.
Suspira cerrando los ojos y sintiendo mi toque.
Blueberry aparece entre nosotros casi saltando sobre nuestros rostros, él
gruñe y yo comienzo a reír. Ha estado durmiendo en nuestra habitación
desde que llegó, la cama es enorme así que no ocupa mucho espacio.
El pequeño tiene mucha energía en la mañana, cuando Mike lo intenta
apartar, el cachorro ladra y comienza a jalar de las sábanas. Lo observamos
jugar por unos minutos hasta que se cansa y se recuesta allí en el medio.
Mike ríe y niega con la cabeza
—¿Estás listo para tu regalo? —pregunto emocionada, queriendo dárselo
ahora.
—No, quiero quedarme contigo en la cama —dice tirando de mí más
cerca.
—¡Qué mal! Te lo daré ahora.
Me siento en la cama, tomo el sobre que está en mi mesa de noche y se lo
entrego.
—Feliz cumpleaños.
Se sienta a mi lado y besa mis labios antes de mirar el sobre en sus
manos.
—¿Qué es esto?
—No te lo diré —me río—. ¡Ábrelo!
Lo abre y saca dos boletos y un folleto del interior, los lee y me mira con
los ojos muy abiertos.
—¿Maldivas? —pregunta con una sonrisa expandiéndose en su rostro.
—Por una semana, salimos esta noche —digo acariciando su brazo—. Sé
que debería haber hablado contigo antes, pero ya que el próximo juego es
en dos semanas pensé que sería una buena idea, hablé con el entrenador
para…
Él me corta llevando su mano a la parte posterior de mi cuello y
besándome con fuerza, me derrito en él apoyándome en su cuerpo.
—Te amo —susurra contra mis labios apenas separándose—. No puedo
esperar.
—Yo tampoco —sonrío—. No sabía qué regalarte, tú ya lo tienes todo —
resoplo.
Se ríe acariciando mi rostro y frunce el ceño.
—¿Qué hay de tu trabajo?
—Manda abrirá los pocos días que no esté aquí —explico—. Y tu madre
se ofreció a cuidar de Blueberry.
Sonríe.
—Recuérdame agradecerles.
—¿Te gustó el regalo?
—No tienes idea cuánto.
Luego de unos minutos más en la cama, nos levantamos y comenzamos a
preparar las maletas para el viaje. Como aquí es invierno, tuve que comprar
mucha ropa la semana pasada: bikinis, vestidos, sandalias, ropa interior.
Cuando termino, ayudo a Mike con la suya, él sonríe durante todo el tiempo
y es contagioso. No puedo esperar para estar allí.
Por esto he estado tan ocupada esta última semana, me aseguré de que
Manda tuviera todo listo antes de irme, fue ella quien se ofreció cuando le
comenté la idea y no puedo estar más agradecida. También hablé con el
entrenador de Mike, la única indicación que me dio fue asegurarme de que
él entrene durante nuestras pequeñas vacaciones.
Para el almuerzo vamos a casa de sus padres, ya están todos allí, incluso
está Ben.
—Pensé que no vendrías —digo abrazando a mi hermano.
—¿Y perderme la fiesta que mamá ha estado organizando desde hace un
mes? —levanta una ceja—. Me hubiera ido a buscar para traerme de la
oreja —dice riendo y yo me uno a él.
—Estoy feliz de que estés aquí.
—También yo.
Mamá y Cassy hicieron un trabajo increíble, cada rincón del comedor
está decorado con luces, flores, velas y el enorme árbol de navidad cerca de
la ventana. Todo en plateado, blanco y gris. A la derecha de la mesa
principal hay una larga mesa con la comida, todo luce delicioso.
Luego del almuerzo, pasamos a la sala de estar y abrimos los regalos. Es
mi parte favorita de navidad, me encanta ver las reacciones cuando los
abren.
—Estoy enamorada —dice Sam a mi lado sosteniendo a Blueberry en su
regazo, como siempre él está durmiendo.
—Es adorable —digo estirando mi mano y acariciando al pequeño.
—Creo que lo robaré —se ríe, y yo con ella—. ¿A qué hora tienen el
vuelo?
—A las 4.00 p. m..
Las próximas horas disfrutamos de nuestra familia y pasamos un buen
momento, hasta que es hora de irnos.
Capítulo 37

Ben nos lleva hasta el aeropuerto. En realidad, no viajaremos con una


aerolínea, estaba a punto de comprar los pasajes en primera, pero Cassy me
comentó que ellos tenían un jet, eso lo hizo todo mucho más fácil.
El jet es más grande de lo que pensé que sería, hay dos hombres y una
mujer esperando por nosotros allí. Bajamos del coche y, mientras ellos se
ocupan del equipaje, yo me quedo a un lado. Cuando terminan, Ben se
despide de nosotros.
Mike toma mi mano y me presenta al piloto, copiloto y la azafata.
Obviamente, ya conoce a estas personas. Ellos nos informan que está todo
listo para despegar. La azafata nos guía al interior indicándonos nuestros
asientos.
Es un vuelo largo, por lo que me aseguré de vestir cómoda: jeans,
camiseta y un gran abrigo encima. A los pocos minutos, el avión despega,
cierro con fuerza mis ojos y aprieto la mano de Mike cuando se sacude un
poco. Una vez que el movimiento se estabiliza, me relajo y abro lo ojos
para encontrarlo mirándome con preocupación.
—¿Estás bien? —acaricia mi rostro.
—Sí —le doy una pequeña sonrisa—. Ha pasado un tiempo desde la
última vez que subí a uno de estos.
Lleva mi mano a su boca dejando un beso allí antes de relajarse en su
asiento. Diez horas y tres películas más tarde, el sueño golpea mi cuerpo.
Miro a mi lado, lo veo ya dormido y sonrío. Levanto el apoyabrazos que
separa nuestros asientos y me acurruco cerca de su cuerpo descansando mi
cabeza en su hombro hasta que mis ojos se cierran.
Me despierto con Mike acariciando mi cabello, abro mis ojos
observándolo debajo de mí, ya no estoy en mi asiento, sino que estoy
literalmente acostada sobre él.
—Oye —susurro estirándome y frotando mis ojos—. Eres más cómodo
que ese asiento.
Ríe y besa mi frente.
—Puedo ver eso —dice pasando su mano por mi espalda de arriba a
abajo.
—¿Puedo traerles algo? —pregunta una voz, volteo mi cabeza
encontrando a la azafata a un lado con una pequeña libreta, sus ojos
clavados en mi hombre.
No la culpo.
—Sí, algo para comer estaría bien —responde Mike sin despegar sus ojos
ni sus manos de mi cuerpo.
—¿Quieres algo en particular? —pregunta la chica sentándose en el
asiento detrás de ella y cruzando sus piernas. Es bonita, rubia con piernas
largas.
—¿Nena?
Lo miro y sonrío.
—Estoy bien con cualquier cosa.
—Lo que ella dijo —dice sin más, ella asiente y se retira.
Cuando desaparece por la puerta de atrás, me despego de su pecho y
frunzo el ceño.
—¿Por qué fuiste tan grosero con ella?
Él se acomoda el asiento y se sienta derecho, lo hace todo conmigo en su
regazo, no encuentra mi mirada. Puedo ver que está incómodo, el motivo
vine a mi mente en segundos y resoplo.
—¿Tuviste algo con ella?
—No sabía que aún trabajaba aquí, desde que tengo mi propio jet uso
ese, fue hace un tiempo.
No puedo evitar sentir celos, no me gusta imaginarlo con otras mujeres,
ahora tengo esa imagen en mi cabeza.
Gracias por eso, nene.
—Fue hace tiempo, y te lo estoy diciendo para que no pienses que soy un
idiota por contestarle de esa forma. Ella me está haciendo sentir incómodo
con la mierda —dice en voz baja.
Ambos tenemos un pasado, no puedo ofenderme o enojarme cada vez
que me cruce con una mujer con la que él ha estado.
—Oye —toma mi barbilla entre sus dedos haciendo que mis ojos
encuentren los suyos—. Sabes que te amo.
Mi corazón se ablanda con esas palabras.
—Está bien —digo queriendo dejar ya el tema.
—¿Está bien? —levanta una ceja sorprendido.
Inclinándome, beso su mejilla y susurro en su oído:
—Te amo también.

Cuando llegamos al bungaló en el que nos quedaremos, me enamoro: es


una belleza, es simple y elegante, madera y paredes blancas. Lo primero
que se ve apenas entramos es una cocina moderna y living, dejamos
nuestras maletas allí y caminamos hasta las puertas francesas que nos llevan
a la habitación principal. Mi boca cae abierta. En el centro está la cama y en
frente hay una enorme apertura que nos permite ver el océano cristalino. El
baño principal está a un lado de la habitación, hay un espejo muy amplio
sobre el lavamanos doble y sobre una plataforma hay una tina también con
vista al océano.
Vuelvo a la habitación y salgo a la terraza exterior, hay una piscina al
borde que da la sensación de continuidad del agua.
—Esto es maravilloso —suspiro admirando nuestro alrededor.
Mike se para detrás de mí rodeando mi cintura con sus brazos y besando
mi hombro.
—Lo es, gracias por esto.
Giro en sus brazos y rodeo su cuello acercándolo a mí.
—Te tengo todo para mí por los próximos cinco días —sonrío besando
sus labios—. Ahora vamos a cambiarnos, estoy muriendo de calor.
Buscamos nuestras maletas y las llevamos a la habitación, él hace un
trabajo rápido sacándose la ropa y poniéndose unos shorts azules.
—Te esperaré afuera —guiña saliendo a la terraza y tirándose a la
piscina.
Me deshago de toda mi ropa y busco entre los tantos bikinis que compré,
me decido por uno simple, negro con la parte superior en forma de
triángulo. Cuando termino salgo para unirme a él, está en la piscina de
espaldas a mí, admirando el paisaje.
Él es algo para admirar, los músculos de su espalda flexionados, sus
grandes brazos a cada lado, el sol brillante golpeando sobre su ya bronceada
piel.
—Te ves caliente —digo llamando su atención.
Se voltea para mirarme llevando la mano sobre sus ojos para poder ver
mejor, recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo. Me acerco dejando mis
sandalias en el borde antes de meter mis pies en el agua y de descender por
la pequeña escalera.
—No me dejes empezar contigo entonces —murmura tomándome en sus
brazos una vez que estoy adentro.
Mis piernas rodean su cintura y mis manos van a sus brazos, me inclino
besándolo. Poco a poco profundizamos el beso, sus manos pasean de mi
cintura a mi espalda, acariciando mi piel, hasta llegar al top de mi traje de
baño jugando con las tiras hasta desatarlo. Cuando lo logra, me aprieto
contra su pecho mirando a ambos lados. Nuestro bungaló es el último, por
lo que me relajo cuando noto que no pueden vernos.
—Shhh —dice contra mis labios dando la vuelta y apoyando mi espalda
en el borde de la piscina.
Besa mi mejilla, descendiendo por mi cuello hasta el hombro. Toma la
pequeña prenda y la saca por encima de mi cabeza tirándola a un lado antes
de tomar uno de mis pechos en su mano y el otro en su boca.
Mierda, eso duró poco.
Elevo mi pecho encajándome más en él, su mano se une a la otra en mi
cintura acomodándome hasta que puedo sentir su dureza en mi entrepierna,
cuando me tiene como él quiere, lleva sus manos a mi trasero. Lo aprieta
antes de comenzar a mover sus caderas contra mí haciendo círculos. Gruñe
bajo soltando mi pezón para pasar al otro y darle la misma atención. Mis
manos van a su espalda, descendiendo hasta la pretina de su short, mis
brazos son cortos por lo que no logro quitarlos por completo, uso uno de
mis pies que está enredado en su cintura para terminar de bajarlos.
—Pequeña ingeniosa —ríe contra mi piel, soltando mi pecho y tomando
mi boca una vez más.
Su mano va entre nuestros cuerpos, cuando lo siento tocarme tiemblo y
jadeo en su boca. Sus dedos corren el fino material a un lado y posiciona su
erección en mi entrada mojada antes de empujar en mí lentamente.
—Ahh —gimo rodeando sus hombros, aferrándome a él con fuerza.
—Amo esto contigo —gruñe acelerando sus movimientos, pero no
demasiado, entrando y saliendo de manera controlada.
Jadeo, lo quiero más rápido, intento mover mis caderas, pero su agarre
me lo impide, me aprieto a su alrededor sabiendo que eso lo vuelve loco.
Sisea entre dientes y me mira con sus ojos brillantes.
—¿Lo quieres duro, nena? —pregunta contra mi boca, yo asiento
mordiendo su labio inferior y repitiendo el movimiento.
—Joder.
Sus manos aprietan mi trasero y sus caderas comienzan a golpear en mí,
duro.
—Oh sí —entierro mi rostro en su cuello.
Minutos después, mis músculos internos se aprietan una última vez a su
alrededor y tiemblo, muerdo su hombro cuando el orgasmo me golpea
mitigando mi grito. Él no se detiene, acelera aún más el ritmo y la
intensidad, embiste en mí una y otra vez, con fuerza, el agua chapotea a
nuestro alrededor con la fuerza de sus movimientos. Enterrando su rostro en
mi cuello gruñe, y con una última embestida se deja ir.
—Mujer, me vas a matar —murmura pasando las manos por mi cuerpo, y
yo suelto una risita antes de besar su hombro ahora marcado.
Capítulo 38

Abro mis ojos sintiendo la fresca brisa sobre mi cuerpo desnudo y el sol
en mi rostro. Mike está durmiendo de costado con su brazo rodeando mi
cintura. Me encanta observarlo dormir, se ve tan tranquilo.
Estos días han sido maravillosos, nos hemos relajado por completo, no
quiero dejar este lugar, es como estar en un constante sueño. Ayer, luego de
un día de spa, sorprendí a Mike con una cena romántica en la terraza del
bungaló. Nos quedamos allí toda la noche, lo último que recuerdo es
quedarme dormida en sus brazos con él acariciando mi cabello, supongo
que en algún momento nos trajo a la cama.
Hoy es nuestro último día en este bello paraíso. Lentamente me levanto
de la cama procurando no despertarlo, preparo el pequeño bolso con las
cosas que necesitaremos y me visto. Aún está durmiendo cuando termino,
me acerco a él sentándome a su lado, sus ojos se abren al sentir mi mano en
su rostro.
—Buen día —susurro inclinándome y besando su pecho.
Se retuerce un poco antes de envolver mi cintura con su brazo y enterrar
su rostro en mi abdomen. Paso mis manos por su cabello, y él suspira
—Ven a la cama.
—Tenemos que estar en un lugar, esperaré por ti en la terraza —beso sus
labios y salgo de su agarre.
Afuera el yate que contraté ya está esperando por nosotros, voy hasta allí
para saludar al capitán que está de pie en el pequeño muelle.
—¿Estamos listos? —pregunta el hombre mirando detrás de mí.
Me volteo para ver a Mike caminando hacia nosotros.
—Lo estamos —sonrío.
El capitán asiente y camina hacia el pequeño barco. Doy unos pasos para
seguirlo, pero Mike me detiene tomando mi mano y jalándome hacia él.
—Quiero mi beso de buenos días —dice descendiendo su rostro sobre el
mío.
Y me derrito contra su cuerpo, sus labios de mueven con firmeza hasta
que se aparta dejándome un poco tonta.
—Eso está mejor.
Subimos al yate y vamos a la enorme cubierta exterior, suspiro
apreciando la vista.
—No me canso de verlo —camino hasta la barandilla cautivada con el
océano que nos rodea.
—La mejor vista de todas —dice él detrás de mí, está parado con sus
manos en los bolsillos observándome.
Le sonrío. Nos quedamos allí hasta que una joven se acerca informando
que la mesa esta lista. Tomamos asientos en el sofá y a los minutos
comienzan a traer el desayuno, me aseguré de pedir una variedad de comida
y nuestros favoritos: huevos, tostadas, frutas.

—No quiero dejar este lugar.


Estamos recostados en el sofá, relajados, observando el agua frente a
nosotros. Estoy con la cabeza apoyada en su pecho mientras él acaricia mi
espalda.
—Podemos volver cuando tú quieras.
Nunca me he sentido tan feliz, estar con él me hace feliz. No sabía que
era posible sentir de esta manera, amar a alguien de esta manera y cada día
que pasa estoy más segura de que amo a este hombre con todo mi corazón.
—Gracias por esto —dice en voz baja besando mi frente—. Por todo.
Inclino mi cabeza hacia atrás para poder mirarlo.
—Estoy feliz de que te gustara. Estos días fueron increíbles.
Él asiente de acuerdo conmigo.
—Nadie nunca ha hecho algo así por mí.
Una enorme sonrisa atraviesa mi rostro.
—Estoy feliz de ser la primera, entonces.
Sus ojos están fijos en los míos, me encanta cuan expresivos son, lo
mucho que hablan. Lleva su mano detrás de mi cabeza sosteniéndola.
—Nena, eres lo más importante en mi vida, lo sabes ¿no?
Siento las lágrimas llenar mis ojos.
—Lo sé, me lo demuestras todos los días —murmuro con la voz
entrecortada.
—Te amo.
Levanto mi mano y acuno su rostro.
—También te amo. Mucho.
Besa mis labios.
—Y por eso soy el hombre más afortunado que existe en todo el planeta.
Entierro mi rostro en su cuello y me abrazo a él, también sintiéndome
como la mujer más afortunada por tener el amor de este hombre.
Dos horas más tarde volvemos al bungaló, preparamos nuestras maletas y
esa tarde regresamos a casa.
Capítulo 39

Volver al mundo real no es tan malo como pensé que sería. Luego de
nuestra pequeña escapada a Maldivas volvimos a casa y nos sumergimos en
una cómoda rutina, Mike con sus entrenamientos y yo con mi trabajo.
—¡Blueberry, ven aquí! —grito siguiendo a la pequeña bola que corre a
la cocina.
Son las 6 de la mañana exactamente, y el cachorro ya está con toda su
energía corriendo por la casa. Él es muy gracioso y adorable, hace las cosas
más traviesas, le encanta dormir casi tanto como le gusta morder y arruinar
las medias, no importa cuántos juguetes le compre. Ninguno parecía
gustarle hasta que hace unos días atrás Mike llego a casa con un juguete
masticable en forma de zanahoria.
—¡Blueberry! —repito, esta vez un poco más fuerte.
Su pequeña cabeza se asoma detrás de la isla, no puedo evitarlo y me río.
Está todo agitado, jadeando con su lengua afuera y todo.
—Vamos chico, ven aquí —me siento sobre mis talones estirando mis
brazos.
Suelta un ladrido.
—Shhh —intento acercarme a él, pero piensa que estoy jugando y se
echa a correr una vez más—. ¡Mierda! —río rodeando la barra y yendo
detrás de él.
No llega muy lejos. Mike, ahora de pie en el pasillo, bloquea su paso
antes de agacharse y tomarlo en brazos. Mi hombre viste solo un par de
pantalones, su cabello desordenado por el sueño.
—¿Te está dando problemas? —pregunta con una sonrisa somnolienta en
su rostro rascando detrás de las orejas del pequeño.
Suspiro caminando hacia él.
—Lo siento, no quería despertarte.
Se ríe inclinándose para besarme mientras yo deslizo mi mano alrededor
de su cintura sintiendo el calor de su piel.
—Mmm.
—Estoy llegando tarde —murmuro contra sus labios y me alejo
observándolos—. Gracias a este pequeño travieso —bromeo haciéndole
cosquillas a Blueberry en su pancita.
El cachorro se mueve como loco en los brazos de Mike haciéndonos reír,
listo para seguir jugando. Le doy un último beso, tomo mi bolso y me dirijo
al ascensor.
—Oh —me detengo, girándome para mirarlo—. Cenaremos con tus
padres esta noche, tu madre quiere ver las fotos de nuestras vacaciones.
—Suena bien, llevaré al pequeño.
Asiento y le tiro un beso antes de irme.

Llego tarde al trabajo. Gracias a Dios Manda tiene una llave y comenzó
sin mí. Como es habitual la mañana es agitada. Para pasado el mediodía
estamos desechas y aún hay cosas que hacer. Nos tomamos unos minutos
para almorzar antes de comenzar a limpiar. Cuando termino de ordenar las
mesas y los mostradores me uno a Manda en la cocina, que está
colocándose su abrigo.
—Liv, me tengo que ir, ¿estás segura de que puedes terminar aquí?
—Claro que sí, ve —limpio mis manos—. Gracias de nuevo por esta
mañana.
Ella sonríe.
—No fue nada. Holly aún está esperando por la cita de juego con
Blueberry, quiere uno.
—Imagina eso —me río abrazándola—. Bésala por mí, la visitaré pronto.
La acompaño hasta la puerta de atrás antes de comenzar a apilar las
bandejas en su lugar, segundos después oigo que la otra puerta se abre y se
azota con fuerza asustándome. Frunzo el ceño y voy hacia el frente, me
quedo petrificada al ver a un hombre de pie en el centro del lugar.
El terror y la adrenalina se apoderan de mi cuerpo al verlo allí.
—Es bueno verte otra vez, Olivia —dice Luke dando unos pasos hacia
adelante, haciéndome retroceder hasta que choco con el mostrador detrás de
mí.
—N… no… no puedes estar a… aquí —balbuceo sin poder controlar la
forma en que mi voz tiembla.
Alarmada observo a mi alrededor buscando mi móvil. Tengo que llamar a
la policía. Parece como si lo hubiera pedido porque en ese momento
comienza a sonar con una llamada entrante.
Retrocedo despacio con mis ojos clavados en el hombre frente a mí y ahí
es cuando lo veo. Sus ojos se vuelven completamente negros enviando
escalofríos por mi espalda. Todo el miedo que he sentido durante las
últimas semanas se intensifica al ver su expresión, está perdido y la sangre
se drena de mi cuerpo cuando se abalanza hacia mí. Dejo salir un grito
ensordecedor y corro a la cocina, pero no me da tiempo a nada, él es mucho
más ágil.
—No lo creo, perra.
Agarra mi brazo para detenerme y me desespero. Grito intentando
apartarme empujándolo con mi cuerpo. El forcejeo hace que yo pierda el
equilibrio y me resbale sobre las baldosas, cayendo sobre mi trasero.
—¿Olivia? —la voz de Amanda llama desde la puerta trasera, mis ojos se
abren como platos.
—¡AMANDA!
—¡Maldita, perra! —Luke gruñe enojado antes de inclinarse para
tomarme por la camiseta y golpearme contra la pared con fuerza sacando el
aire de mis pulmones.
Lloro del dolor al sentir mi cabeza pulsando por el golpe, lo veo reírse de
mí a través de mi visión borrosa. Las lágrimas se filtran por las comisuras
de mis ojos mientras lucho por respirar. Se acerca hasta tener su boca a la
altura de mi oído y susurra.
—Te dije que te arrepentirías.
Esto no puede estar pasando.
Cuando su boca toma contacto con mi piel, algo dentro de mí explota y
me vuelvo loca. Grito asqueada e indignada, furiosa comienzo a golpearlo y
patearlo repetidas veces, escuchando sus gruñidos de dolor. No es
suficiente. Él es más fuerte que yo, me aparta de la pared arrojándome al
suelo, sube a horcajadas sobre mí inmovilizando mis piernas para evitar que
lo golpee. Estoy llorando con fuerza ahora.
—¡OLIVIA! —alguien grita golpeando la puerta.
¿Mike? No puede ser.
Ambos nos quedamos inmóviles al escuchar la voz masculina, un muy
pequeño alivio me llena al oírlo. Luke cubre mi boca con su mano evitando
que grite y sus ojos se fijan en mí.
Sus fosas nasales se abren y se cierran, observándome con desprecio, no
tengo idea de lo que está pasando por la cabeza de este hombre, lo que sí sé
es que de pronto aparta su mano de mi boca cerrándola en un puño y lo
levanta por encima de su cabeza. Mi corazón cae anticipando lo que está
por venir.
—¡NOO! —grito llevando mis manos a mi rostro protegiéndome, pero de
nada sirve.
Los primeros dos golpes son los peores, mi cabeza retumba y mi visión
se nubla. Me encojo con cada uno de sus golpes hasta que ya no los siento,
por los próximos minutos estoy dentro y fuera de la consciencia. Pesados
golpes suenan en la puerta.
—¡MALDITA SEA! ¡OLIVIA!
Pero eso tampoco lo detiene, continua asaltando mi cuerpo con sus
puños, apenas puedo mantener abiertos mis ojos. De repente escucho la
puerta ser removida con un estruendo, y segundos después lo apartan de mí.
—¡OH, DIOS MÍO! —la voz de Manda se quiebra, la siento acariciar mi
pierna con sus manos temblorosas—. Liv, oh, Dios.
Mis ojos revolotean mientras trato de concentrarme en lo que sucede a mi
alrededor, pero de repente me siento pesada, muy cansada.
—¡MIKE DETENTE!
Cierro mis ojos lentamente y dejo que la oscuridad venga a mí.
Mike
Marco el número de Olivia cuando estoy llegando a la pastelería, pero va
al buzón de voz. Una vez allí apago el motor y me volteo hacia el cachorro
que está en el asiento trasero, Olivia le compró un asiento para el coche en
el que puede viajar.
—Iré a buscar a tu mami, ¿está bien? No demoraremos mucho.
Él inclina su pequeña cabeza a un lado con la lengua afuera y me río
negando con la cabeza. Bajo del coche y voy hasta la puerta delantera,
frunzo el ceño al intentar abrirla notando que está cerrada con traba. Me
acerco y veo a través del vidrio que la luz de la cocina está encendida.
Esto es raro, ella nunca cierra la puerta hasta que es hora de irse, negando
doy la vuelta y camino a la puerta trasera encontrando allí a una Manda
histérica con el móvil en su oído.
—Oye, ¿estás bien?
Mi voz la sobresalta y se voltea alarmada.
—¡OH, DIOS, MIKE! ¡Gracias a Dios que estás aquí!
—¿Qué sucede?
Antes de que ella pueda responder se escucha un grito desde el interior de
la cocina de la pastelería.
—¿Qué carajos? —corro hasta la puerta y Manda me sigue.
—No tengo la llave, no sé qué está sucediendo —dice con la voz
temblorosa—. Ella gritó mi nombre cuando me escuchó, Mike.
Un escalofrío sube por mi espalda al escuchar eso.
—¡OLIVIA! —golpeo la puerta con mi puño.
El picaporte de esta puerta solo está en el interior por lo que es difícil
abrirla desde el exterior sin la llave.
—¡NOO!
Mis ojos se abren como platos al escuchar su grito ensordecedor,
desesperado comienzo a golpear mi hombro con fuerza contra el duro
material.
—¡MALDITA SEA! ¡OLIVIA!
La puerta cede debajo de mí y con un último empujón vuela abierta.
Nada me hubiera preparado para esto, mi mundo cae a mis pies al ver a la
mujer que amo más que a nada tendida en el suelo inmóvil siendo golpeada
repetidas veces. Veo rojo.
Con un gruñido me lanzo sobre el bastardo quitándolo de encima de ella.
Él deja salir un grito ahogado cuando su espalda golpea el suelo, pero no
me detengo, me aferro a su camiseta y golpeo con el puño sobre su patético
rostro una y otra vez liberando toda mi ira en él. Ira por el infierno que le
hizo pasar a ella y a su familia, por cuanto los hizo sufrir, solo porque el
pedazo de mierda tenía su orgullo herido.
—¡MIKE DETENTE! —los brazos de Manda se aferran a mí desde atrás
intentando detenerme—. Para, ella te necesita.
Eso me trae de vuelta a la tierra, dejándolo ir me pongo de pie y corro
hacia mi chica. Las lágrimas nublan mi visión al verla allí, muerdo mis
nudillos y cierro los ojos intentando controlarme antes de acariciar su
cabello. Su rostro está hinchado, muy hinchado, y tiene los ojos cerrados.
También tiene marcas y moretones en sus brazos y cuello. Mis manos
forman puños con la necesidad de tocarla, pero sé que no puedo, no
sabemos qué tan grande es el daño.
—La ambulancia está en camino —llora Manda sentada a mi lado.

Ellos no me están diciendo una mierda y estoy a punto de perder la


cabeza. Ella ha estado ahí dentro por una hora. Luego de que llegáramos al
hospital, la llevaron inmediatamente a la sala de urgencias y desde entonces
no he sabido nada.
El oficial Wilson se fue hace quince minutos con mi declaración y la de
Manda, él dijo que deberemos esperar para saber si me pueden acusar con
algún cargo, pero es poco probable. La verdad es que me importa una
mierda, yo solo necesito saber que Olivia está fuera de peligro.
Blueberry se mueve en mis brazos y mis ojos van a él, debe percibir que
algo anda mal porque todo este tiempo ha estado allí tranquilo mirando a su
alrededor o durmiendo. Cierro los ojos y permanezco allí entumecido.
Puedo escuchar sonidos y voces a mi alrededor, pero no puedo entender qué
están diciendo.
Imaginando lo peor, intento apartar mis pensamientos, ella tiene que estar
bien, acabo de encontrarla y hay tanto esperando por nosotros. Ella es todo
en mi vida, no lo lograré sin ella.
No me doy cuenta de que todos comienzan a llegar, solo sé que en un
momento mi madre se sienta a mi lado y toma mi mano, conteniéndome en
silencio. Con cada minuto que pasa, mi respiración aumenta. Hemos estado
aquí por horas cuando sus padres y hermano se unen a nosotros. Anna está
en los brazos de su esposo, tiene los ojos inflamados y rojos. Ben se acerca
y me preparo para sus acusaciones, pero eso no sucede, en su lugar palmea
mi espalda antes de sentarse a mi otro lado.
—Ella va a estar bien —aprieta mi hombro—. Es malditamente fuerte.
—Tiene que estarlo —mi voz se quiebra—. La necesito… la necesito
tanto.
Inclino mi cabeza sobre la pared detrás de mí no queriendo mirar a nadie
y me quedo allí… esperando. Otra hora pasa hasta que una puerta se abre y
el doctor sale.
—¿Familia de Olivia Brown?
Me levanto de inmediato con el cachorro aún en mis brazos y me
apresuro hacia él, quien abre mucho los ojos cuando ve la sala de espera.
—Soy su prometido —suelto sin pensarlo.
—Hay muchas personas aquí —dice escaneando la habitación—. ¿Quiere
que hablemos en privado?
Miro a mi alrededor y todos están aquí, los que importan, nuestra familia
y amigos.
—Somos su familia, puede hablar aquí.
Asiente y mira la tabla que tiene en sus manos.
—Olivia está estable.
Suelto el aire que he estado reteniendo y mis piernas se debilitan, si no
fuese por mi padre que me sostiene estaría en el suelo.
—Presentaba golpes significantes en la cabeza por eso debimos
monitorearla muy de cerca para evitar cualquier tipo de hemorragia interna
—explica, y su mirada se fija en mí—. El resto de las heridas son
superficiales, dolorosas, pero sanaran con tiempo y reposo. En este
momento está siendo transferida a una habitación, queremos mantener un
ojo en ella por el próximo día.
—¿Puedo verla?
—Una enfermera vendrá a buscarlos cuando ella esté lista, solo podrán
entrar de a dos personas a la vez, ella necesita descansar.
Asiento, el brazo de mi padre abrazándome cerca.
—Respira, ella está bien, hijo —susurra en mi oído.
Cuando nos avisan que podemos verla, nos turnamos. Ella aún está
dormida por los efectos de la medicación que le han dado. Ahora sus padres
están con ella, Adam, Abby, Sam y Chris se fueron a casa después de verla,
llevándose a Blueberry con ellos. Las chicas no querían irse, pero no había
mucho que pudieran hacer aquí. Mis padres están esperando por Anna y
Carl en la recepción para buscar la cena.
—Manda, ¿por qué no vuelves a casa con Holly? —le pregunto a la
rubia, que está en los brazos de Ben.
Hay ojeras formándose bajo sus hinchados ojos, ella lleva tanto tiempo
como yo aquí. No lo había notado hasta que salí de la habitación de Olivia
más temprano, ellos han estado uno encima del otro toda la tarde, mientras
esperábamos las novedades.
—Creo que es buena idea —dice él acariciando su rostro—. Ella debe
estar preocupada, han pasado horas, cariño.
Puedo ver en su rostro que está batallando, no quiere dejarla ir, pero
tampoco quiere dejar a su hermana aquí.
—Ve con ella.
Él se voltea a verme y le ofrezco lo más parecido a una sonrisa.
—Yo…
—Hombre, ve. Olivia está bien y pienso quedarme toda la noche aquí
con ella.
Duda por un momento.
—¿Me avisarás si algo pasa? Volveré luego de asegurarme de que ellas
están bien —dice señalando a la mujer a su lado.
—Te llamaré.
—Bien.
Camino hasta Manda y la tomo en mis brazos.
—Gracias por estar con nosotros hoy.
Asiente y me devuelve el abrazo, siento sus lágrimas mojar mi camiseta.
—Ahora, vayan a casa e intenten descansar.
Una vez que todos se fueron, voy a la habitación de Olivia y me siento a
su lado observándola, verla allí me está matando, hoy estuve a punto de
perderla. Acaricio con suavidad su mejilla, me inclino, beso su frente
cubierta de gasas y cierro los ojos. Dios, esta mujer es mi vida.
Capítulo 40

Olivia
Un mes después.

—¿Qué dices si escribimos tu nombre? —le pregunto a la pequeña niña


sentada en la isla de la cocina.
Ella asiente entusiasmada y sus coletas rebotan haciéndome reír.
—Bien, pero me tienes que ayudar —digo agarrando la manga pastelera
y el recipiente con glaseado rosado.
Le entrego una cuchara y abro la manga mirándola.
—Ahora, coloca esa cosa rosada y rica aquí.
La sostengo cerca de ella y comienza a llenarla, dejando caer la mitad de
la mezcla en la mesada.
Ha pasado un mes desde que Luke me atacó en la pastelería. Las
primeras semanas fueron difíciles, estuve con mucho dolor, lo que me
imposibilitaba hacer muchas cosas. Por suerte y como siempre, mi familia y
amigos estuvieron a mi lado ayudándome en todo el proceso de
recuperación.
Desde ese día mis padres se quedaron en la ciudad y ya están instalados
en su nuevo hogar. Resulta que la propiedad que mi padre encontró meses
atrás es justo la que está al lado de la casa de los padres de Mike. Nuestras
madres no podían estar más felices. Esas dos primeras semanas entre mi
familia y amigas se tomaban turnos para estar conmigo mientras Mike
entrenaba, de esa forma nunca estaba sola.
Mis heridas están sanando muy bien, de a poco los moretones fueron
desvaneciéndose.
Lo que sucedió estuvo por todas las noticias, aún no sabemos cómo eso
se filtró, pero suponemos que debió ser en el hospital cuando vieron a Mike
allí. Estuve preocupada por si pudiera afectar su carrera o que le pusieran
algún cargo por golpear a Luke, pero no fue así, lo consideraron como
defensa una vez que fueron entregadas las copias de las cámaras de
seguridad de la pastelería.
Luke, por otro lado, fue arrestado a la semana del incidente con varios
cargos en su contra, incluidos los incidentes en Cold Spring y el asalto en
mi apartamento. Él lo confesó todo.
—¿Bien? —la dulce voz me saca de mis pensamientos y miro a la niña.
—Estás haciendo un trabajo espectacular, cariño.
Ella brilla con mi cumplido.
Este último mes, Manda ha estado a cargo de la pastelería. Ella me ha
ayudado tanto que ya no sabía cómo agradecerle así que hace una semana
Mike me ayudó a tramitar los papeles para inscribirla como socia. Ayer le
dimos la sorpresa. Ella lloró mucho, y yo también.
Hoy, la niñera que cuida a Holly después del jardín de infancia estaba
descompuesta, por lo que la pequeña niña se está quedando conmigo hasta
que Manda salga del trabajo. Ellas ya son parte de nuestra familia, también
sé que algo está pasando entre mi hermano y Manda, pero aún no han dicho
mucho.
—Ahora, vamos a escribir tu nombre —le digo tomando la manga.
Holly coloca sus manos en las mías mientras lo hago, su rostro
concentrado en lo que estamos haciendo.
—Listo.
Ella ríe y aplaude con sus manitas todas sucias, es adorable. Llevo el
pastel al refrigerador, limpio sus manos, la isla y una vez que está todo listo
llevo a Holly al sofá. Enciendo la tv buscando su película favorita y así
pasamos la próxima hora. Las puertas de ascensor suenan al abrirse y mi
hombre entra.
—¡Mikyyy! —la niña baja torpemente del sillón y corre hasta él.
—Oye, niña —saluda él alzándola en sus brazos mientras yo me pongo
de pie.
—Hola, nene.
Sus ojos se iluminan al verme y mi vientre se aprieta cuando noto eso.
Camina hasta mí inclinándose para besarme, mi mano sube sosteniendo su
mejilla.
—¡Yuck! —se queja Holly a un lado y nosotros reímos.
En ese momento, Blueberry sale corriendo del pasillo, debió haber
escuchado la voz de Mike y decidió salir de su escondite. Corre como loco
alrededor de nuestros pies haciendo que Holly se emocione y estalle a
carcajadas.
Mike deja a la niña en el piso y ella va directo al cachorro, quien cuando
lo ve sale disparando hacia el pasillo una vez más. Suelto una risita
escuchándola gritar su nombre antes de que los brazos de mi hombre me
envuelvan atrayéndome a su cuerpo. Apoyando mis manos en su pecho,
levanto mis ojos para encontrar los suyos.
—Oye —susurra llevando su mano a la parte de atrás de mi cabeza
bajando sus labios a los míos una vez más.
Esta vez me aferro a su camiseta profundizando el beso. Escuchamos un
ruido en el pasillo seguido de risitas y ladridos.
—¡Ops!
Me río contra sus labios.
—Iré a buscarlos antes de que hagan un desastre.

Más tarde esa noche, estoy recostada sobre el costado de Mike con
Blueberry entre nosotros mientras miramos una película. Lo siento
observándome cada pocos minutos.
Mike no ha llevado nada bien las semanas siguientes al ataque, él no
puede mantenerme fuera de su vista por mucho tiempo y lo amo aún más
por eso, pero puedo notar lo angustiado que está. Tampoco ha hablado
mucho acerca de lo que pasó y eso me preocupa.
—¿Estás bien? —pregunto besando su brazo.
Él solo asiente.
—Mike… tenemos que hablar de eso.
Cuando no contesta, tomo al pequeño y lo muevo a un lado antes de ir
hasta mi terco hombre y subir a su regazo. Sus brazos me rodean
inmediatamente llevándome a su pecho, sintiéndome cerca.
—Estoy bien, nene, necesitamos olvidar lo que pasó y seguir adelante.
—¿Cómo puedo olvidar lo que sucedió viéndote así? —señala mis
brazos, donde aún quedan rastros de las marcas.
—Mike…
—Pude haberte perdido ese día.
La expresión de dolor en su rostro me mata. Abrazándolo con fuerza, mis
ojos se llenan de lágrimas al escuchar su voz destrozada.
—No puedo pasar por eso de nuevo, nena, no puedo —dice enterrando su
rostro en mi cuello, su cuerpo temblando debajo de mí.
—Shhh —lo tranquilizo acariciando su espalda de arriba a abajo una y
otra vez.
—Eres mi vida, sabes eso, ¿no?
Y eso me rompe. Asiento en su hombro sin poder contener las lágrimas
que ahora caen por mis mejillas.
—No puedo evitarlo, nunca voy a dejar de preocuparme por ti. Verte ese
día allí tendida… no lo lograría sin ti, tú eres todo.
—No digas eso, no tendrás que hacerlo, estoy aquí contigo, nene.
Quiero seguir adelante, pero esto no ha sido fácil para él tampoco y sé
que tengo que darle tiempo para que pueda lidiar con ello. Me alejo y apoyo
mi frente en la suya mientras paso mis manos por su suave cabello. Tomo
su rostro entre mis manos haciéndolo mirarme. Inclinándome, beso sus
labios.
—Todo estará bien, te daré todo el tiempo que necesites.
Otro beso.
—Te amo.
Sus ojos se cierran por un segundo escuchando esas palabras y cuando se
abren están brillando con emoción.
—Te amo, más que a nada.
Y escuchar eso me hace la mujer más feliz, ni siquiera puedo seguir
lamentando algo de lo que sucedió, porque todo eso me ha llevado hasta él.
Epílogo

—¡Maldición! —siseo encogiéndome cuando Mike es derribado con


fuerza por otro jugador.
Eso debió de doler. Esta es la parte que no me gusta de mirar los partidos
en directo, estos hombres son unas bestias.
Estoy sentada en el palco con toda nuestra familia y amigos viendo a los
chicos jugar el último partido de la temporada. Él se levanta con la ayuda a
Chris y vuelven a posicionarse para la próxima jugada. Tengo los nervios de
punta, no despego mis ojos del campo, este partido ha estado peleado, pero
ellos lo están haciendo increíble.
—Corre nene, corre —murmuro temblando con anticipación mientras
observo a Mike correr a toda velocidad por el lateral del campo.
—¡SÍ! ¡Ese es mi hombre! —grito cuando él anota, saltando fuera de mi
asiento aplaudiendo como loca.
Mi padre y Ben están a mi lado negando con la cabeza y riéndose de mí,
les sonrío antes de volver a mi asiento.
—ESO ES TODO, SE ACABÓ. LOS GIGANTES DE NUEVA YORK
GANAN POR SEGUNDA VEZ CONSECUTIVA…
Y ahora, todos nos volvemos locos celebrando el triunfo. Abrazo a mi
familia con lágrimas de felicidad en mis ojos, estoy tan contenta por ellos.
¡Han ganado! Ni siquiera viéndolo con mis propios ojos puedo creerlo,
estoy vibrando de felicidad.
Aplaudo viéndolo abrazarse con sus compañeros y otros miembros del
equipo, ellos están saltando por todos lados, tan emocionados como
nosotros. Después de todos estos meses de esfuerzo y trabajo duro, ellos se
lo merecen.
—ESPERA, ¿A DÓNDE ESTÁS YENDO, BU-TLER? —pregunta el
locutor por los altavoces y las cámaras lo siguen.
Frunzo el ceño cuando sale corriendo fuera del campo. Miro a Cassy,
pero ella solo se encoje de hombros.
¿A dónde está yendo?
Espero unos minutos pensando en qué estará sucediendo, pero de repente
escucho murmullos detrás de mí. Volteándome lo veo de pie en la puerta de
la habitación, todo sudado y con el casco en su mano. La sonrisa que tiene
en su rostro hace que mi vientre se apriete y que le sonría como una idiota.
—Te ves bien con mi nombre en ti —señala la camiseta que estoy usado
caminando hacia mí.
—Lo sé —respondo engreídamente haciendo que él y otras personas se
rían—. Felicitaciones, nene.
Una vez que está frente a mí, inclino mi cabeza hacia atrás para encontrar
sus hermosos ojos, nunca los he visto tan brillantes como en este momento.
Levanta su mano acunando mi rostro y yo cierro los ojos por segundos
disfrutando de su toque.
—Cásate conmigo —dice con la voz ronca.
Mis ojos se disparan abiertos.
—¿Qu… —pregunto sorprendida intentando dar un paso atrás, pero no
me deja ir, rodea mi cintura con sus brazos atrayéndome contra su cuerpo.
Busco sus ojos y lo veo, la pregunta, los nervios, la emoción y el amor,
todo a nuestro alrededor desaparece, solo estamos él y yo.
—He estado esperando por el momento perfecto hace semanas, pero
terminé de esperar —su voz es baja ahora—. Te amo, nena. Desde el
momento en que te vi dormida sobre ese mostrador no ha habido un solo
día en que no pensara en ti.
Me río, sintiendo las lágrimas escaparse por las esquinas de mis ojos.
—Eres la mujer más hermosa, inteligente y deslumbrante que he visto en
mi vida —continúa colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja, sus
ojos no se despegan de los míos—. Quiero todo contigo.
Con un suspiro, saca una pequeña caja roja del bolsillo de su pantalón y
se arrodilla delante de mí abriéndola. Dentro hay un precioso anillo de
compromiso con un diamante principal de al menos cuatro quilates en
forma de pera y un aro de pequeños diamantes alrededor.
—Mike —susurro llevando la mano a mi boca sin poder creer lo que está
sucediendo.
—Olivia Brown, ¿te casarías conmigo?
—Oh, Dios, ¡SÍ! —tomando su rostro entre mis manos, estrello mi boca
en la suya.
A nuestro alrededor todos gritan y aplauden felices, puedo escuchar a mi
madre y Cassy llorando de la emoción.
—Claro que sí —murmuro contra sus labios mientras las lágrimas caen
por mi rostro—. Te amo, Dios, te amo tanto.
Descansando su frente en la mía, gruñe abrazándome con fuerza y
poniéndose de pie conmigo en sus brazos. Cuando me deja sobre mis pies,
se inclina limpiando mi rostro.
—¿Puedo colocar esto ahora? —pregunta levantando el anillo, yo solo
asiento extendiendo mi mano izquierda hacia él.
La toma deslizando el deslumbrante anillo en mi dedo anular antes de
besarme una vez más.
—Te prometo que te voy a hacer tan feliz.
—Tú ya lo haces, nene.
D. G. LANEROSE

Nació en la Argentina. Amante de los libros, se define como una


romántica empedernida. Cuando no está escribiendo está pasando el tiempo
con su familia y amigos, o enterrada bajo libros universitarios. ¿Todo lo que
necesita? Una taza de café… o tres.

Instagram: @authordglanerose
Editorial
www.tintadeluz.com.ar
+54 9 261 3014073
info@tintadeluz.com.ar
Mendoza, Argentina.

También podría gustarte