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Una trampa Tentadora

 
Pamela Alayon

Una trampa Tentadora


 

Dedicatoria
 
A Rosanna y a mi tía Jeannette, porque gracias a ellas este libro está
aquí, en esta plataforma.
A mis padres y mi hermano, que son mis primeros fans y siempre
promocionan mi libros en todas sus redes.
Paula, Samantha, Brianna, Anngiselle, Marlyn, María Alejandra,
Nancy  y Emely. Porque ustedes fueron las creadoras de mi club de fans y
las primeras en saber que escribía, por promocionarme y estar orgullosas de
mí, seguirme y estar atentas a mi trabajo… Las quiero mucho.
A Anngiselle, que es una gran escritora y confidente, con un corazón
increíble y bonitos sentimientos. Sé que llegará muy lejos.
Y a ustedes, que leyeron este libro en wattpad y por todo el apoyo, ya
está en esta plataforma.

Sinopsis
 

 Las traiciones envenenan y provocan venganza. Y aquí no hay


excepción.
 
 La familia Ellison provocó que los Villarreal cayeran en una gran
Bancarrota, hasta llegar a perderlo todo.
 
 Años después de recuperarse, les pagaron con la misma moneda.
Haciendo que ellos perdieran todo en un abrir y cerrar de ojos.
 
 Los Ellison están resentidos y con sed de venganza. Para saber el
más profundo secreto de los Villarreal, deciden utilizar a su hija:
Verena Ellison, para ser secretaria de Marlon Villarreal, el más guapo
y arrogante empresario que puede existir.
 
 Lástima que no dura mucho el hechizo.
 

Capítulo 1
 
Marlon
 
—¿Dónde estabas? —me encuentro con mi padre cuando entro a
mi oficina.
—Haciendo algunos trámites personales —cierro la puerta—. ¿Para qué
andas atento a lo qué hago? Que no se te olvide que yo soy el líder de esta y
todas las empresas.
Se cruza de brazos y suspira, me quiere ver como si todavía
tuviese dieciocho años. Tiene que entender que no soy más un
bebé.
—Mañana hay una cena con los Ellison. Nos invitaron a una fiesta
benéfica donde se va a donar dinero para la gente necesitada.
—¿Y qué tiene qué ver eso conmigo? Pregúntame si me
importa.
—Pues debería de importarte porque vendrás conmigo, maldito
idiota —se desespera—. Van a haber varias personas importantes,
así que cambiarás tu cara de culo y ofrecerás tu mejor sonrisa.
Sonrío, incrédulo.
—No entiendo por qué quieres ir allá si no los soportas.
—Efectivamente por eso, para que los opaquemos.
No me pregunten la razón por la que nuestras familias se llevan
mal... es una larga historia que debe ser explicada después.
—Van a ser las peores horas de mi vida. Tener que ver sus feas caras
provocará que vomite.
—Tampoco seas tan dramático —bufa y sale, cerrando la puerta a sus
espaldas.
Saco el papel que me tendió la chica con la que pasé la noche, veo su
número y abajo su nombre: Nora.
Pf, suena a nombre de ñoña.
Lo tiro en una de las gavetas de mi escritorio y me senté a trabajar. Son
las diez de la mañana apenas.
Estuve toda la noche teniendo intimidad con esa chica... digo, con Nora.
El último fue de despedida, logré dormir unas tres horas; fui a una
discoteca, ella me sedujo y fuimos a un motel. Así de fácil.
No quiero relaciones serias, compromisos, amor... nada de esas mierdas.
Y no, no soy de esos bad boys en los libros tóxicos. Es que, solamente
no tengo el tiempo para perder más tiempo en esas cursilerías.
Y odio que siempre intenten besarme, sólo lo he hecho una vez y fue
cuando estaba borracho, hace unos años. Luego de esa mala experiencia y
mal aliento de esa chica, preferí no volverlo a hacer.
Además, ¿cuál es la necesidad de besar para seducir? Pueden salirte
herpes, quién sabe a dónde habrán estado los labios y boca de esa persona.
Suelto una maldición, necesito una taza de café. Y odio con mi vida no
tener a alguien que haga todo lo que yo le pida, ahora tengo que llamar a
una cafetería para que me lo traigan.
No he pensado en contratar a una secretaria. Digo, al menos tiene que
ser guapa, y las que he visto para el puesto, no son muy eficientes.
Reviso todas las cadenas de restaurantes que tenemos. Hay varias en
todo el mundo, pero el que más ha resaltado ha sido el de aquí, en Nueva
York.
Hace muchísimos años, mi tatarabuelo empezó con un pequeño
restaurante en su propia casa, en España. Luego se lo heredó a mi
bisabuelo, el cual con el pasar de los años recaudó lo suficiente para
comprar un terreno y hacerlo más enorme.
Llegó mi abuelo, y gracias a él, llegaron a Estados Unidos, donde
hicieron varios restaurantes y ganaron millones, pero no fue hasta que
recibimos un golpe de traición y cerraran los restaurantes en ese tiempo.
Pero, por la audacia de mi padre, lograron volver a levantarse y ganar el
doble de lo que generaban. Ahí llegué yo y decidí hacer más restaurantes en
varios países como México, República Dominicana, Francia, Italia,
Argentina, Colombia... Bueno, es una lista muy larga.
¿Y quiénes fueron los traicioneros? Fácil, nadie más que Elliot Ellison,
antiguo amigo de mi abuelo.
Fueron unos cinco años en los que mi familia sufrió y luchó para volver
a levantarse. Robert Ellison, actual empresario y heredero de su cadena de
restaurantes, fue testigo de todo lo que mi familia tuvo que pasar, él fue
parte de ese trato.
Al ver que ahora somos millonarios de vuelta, siempre trata de
buscarnos. No lo soporto a ese hombre, al igual que su esposa, he
escuchado que tiene una hija, más o menos está cerca de tener mi edad.
Pero es algo que no me interesa, ella es el enemigo, y lo que tenga que
ver con ellos. No me interesa.
Mi padre tiene algo entre manos definitivamente, ¿para qué insistir con
esos ridículos?
Reviso mi teléfono y entro a instagram, lo primero que me sale en
explorar, es la importante cena benéfica de los Ellison para ayudar a los
niños necesitados.
Hago una mueca de desagrado. No me malinterpreten, no me molesta
donar dinero para ayudar, pero cuando es algo organizado por ese hombre,
las cosas pueden salir mal.
Reviso mis notificaciones y veo un nuevo seguidor, sonrío de forma
irónica al ver que es la tal Nora. Vaya, ya me encontró demasiado rápido la
stalker.
Bueno, ella debe suponer que sólo porque hemos follado la vaya a
seguir. Sólo sigo veinte cuentas, que una de ellas es la de mi padre y la de
los restaurantes, ya que soy yo quien las maneja.
Escucho el teléfono y contesto al tercer pitido para no parecer un
intenso.
—Señor Villarreal, su pedido está aquí —murmura
la recepcionista.
—Tráemelo —cuelgo de una vez.
Apago mi teléfono y decido concentrarme en el trabajo. Así que no
pienso que mañana será un día mucho peor porque tendré que ver a esos
desgraciados.

Capítulo 2
 
Verena
 
Se siente bien.
Es como si estuviera en la playa y el agua de las olas refrescara mi cara.
Aunque caiga más agua, me siento un poco tensa, como si molestase.
Ahora no está tan tibia...
Espera, ¿qué?
Abro mis ojos y doy un respingo cuando toda el agua me cae encima,
levantándome de inmediato para toser.
—¡Mamá! —me quito el agua, bruscamente— ¿Cuál es la necesidad?
—¡Llevo días diciéndote qué hoy era un día bastante especial! ¡Y tú
durmiendo aquí!
—Te dije que no iba a ir —quito las sabanas con agresividad y las tiro al
piso, me mojó la cama—. Lárguense y déjenme dormir.
El sonido del vaso truena en la pared, convirtiéndolo en añicos.
—De veras que eres una decepción —niega, aborrecida—. No haces
nada con tu vida, y aún así no nos puedes hacer el favor de venir a la cena
benéfica.
—Que no haga nada en su empresa no significa que sea una decepción,
mamá —suspiro—. Soy modelo, y es una carrera muy importante...
—Ajá, me cuentas después —resoplo—. Vete a bañar, falta una hora
para irnos. Quiero verte arreglada, Verena.
Cierra de un portazo y me despeino el cabello por la angustia. Ninguno
de mis padres me entiende, y al ser hija única es mucho peor, todo el peso
cae sobre mis hombros.
Voy al baño para darme una ducha de agua caliente. La resaca me tiene
horrible, bebí demasiado y llegué en la madrugada, pero no tenía idea de
que iba a dormir tanto, quedan unos minutos para que sean las ocho de la
noche.
Cuando salgo, tomo la secadora de pelo y me lo seco en más o menos
media hora. No me da tiempo rizarlo, así que lo dejo lacio.
Tomo un vestido de tirantes ajustado y rojo vino brillante junto con
unos tacones negros. Mi maquillaje se basa en un pinta labios rojo y una
sombra marrón no tan notoria.
Me miro al espejo y noto mi voluptuosa figura. Dios, hasta yo misma
me enamoro de mí.
Agarro una pastilla para eliminar la resaca y me la tomo junto con una
botella de agua que siempre tengo en mi repisa. Alcanzo mi bolso y bajo a
pasos rápidos para aproximarme al auto, ya estoy un poco tarde.
Cierro la puerta y el chófer arranca, mi padre está sentado en el copiloto
y mi madre está a mi par.
—Vaya, hasta que al menos haces algo bien, estás decente.
Ya sus comentarios no me afectan, desde los doce años estoy
acostumbrada.
—Tu madre tiene razón. Perder el tiempo esperándote valió la pena.
—¿Me pueden explicar qué haremos justamente en esa cena benéfica?
—emití, con ironía.
—Invitamos a varios empresarios a una cena y a la vez para que donen
para los niños necesitados
—explica mi padre.
Tengo tanta molestia en mi interior, más porque muy pocas veces mis
padres llevan el dinero a una fundación. La mayoría de veces se lo quedan
para disfrutarlo.
Y lo peor, que vamos a ver a los Villarreal, me caen de la mierda.
Y puede ser que mi familia hayan sido los culpables de que cayeran en
quiebra hace años, ¿pero quién les manda a sabotear nuestros restaurantes?
En esos tiempos, ellos solían hacer falsas críticas donde decían que mi
familia envenenaba a la gente y que habían ratas.
Le encerraron a mi abuelo como cinco restaurantes, se merecían tomar
una cucharada de su propia medicina.
Nosotros también pasamos por malos momentos, ellos se hacen los
inocentes y que no rompen ni un plato. Son imbéciles.
Nos estacionamos y bajamos para entrar al salón de fiestas, es precioso.
No puedo admirar completamente porque llegan varios fotógrafos a
atacarnos con los flashes, y obvio que no les negaré ninguna.
Nos tomamos fotos como la familia perfecta, cuando de perfecta, sólo
tenemos el nombre.
Al pasar de los minutos y de entrevistas absurdas,
mis padres llegan a saludar a algunos de los invitados y yo les brindo mi
sonrisa forzada. No quería venir, y ellos lo saben muy bien.
—¡Robert! —los tres nos volteamos hacia dónde proviene esa voz, es
Nolan Villarreal— Un gusto verte, igual a ti Rose Ellison.
—El gusto es nuestro al verte a ti, Nolan —saluda a mi padre,
estrechando su mano, al igual que mi madre. Me mira y me ofrece una
sonrisa—. Encantado, Verena ¿cierto?
Asiento y le ofrezco mi mano.
—Encantada.
Ellos comienzan a hablar de restaurantes y logro zafarme de ahí para
buscar una copa de champán. No quiero beber tanto, si termino borracha la
reprimenda que me darán los que dicen ser mis padres, será horrible.
Escucho a alguien carraspear detrás de mí y miro de reojo a un hombre
esbelto y alto, tengo que alzar mi cabeza para verlo, pero hubiese deseado
no haberlo hecho.
—Miren a quién tenemos aquí —detalla mi figura— Verena Ellison
¿no?
—Y tú, Marlon Villarreal —confirmo—. Admito que para mí no es un
gusto conocerte.
Él sonríe de boca cerrada.
—Quería ser simpático, pero no tiene sentido mentir. Me caes de la
mierda, tú y tu familia.
—Ustedes se hacen los angelitos, pero bien que cometieron errores —
ambos sonreímos, como si tuviésemos una conversación civilizada—. Tú
eres otro idiota hipócrita.
—No te hagas, belleza —hago una mueca de asco cuando me llama así,
le da un trago a su copa—. Tu familia recibirá muy buenas noticias en
menos de lo que te esperas.
Su sonrisa irónica me hace estremecer disimuladamente.
—¿Qué quieres decir?
—Ya lo verás —me guiña un ojo y se va, dejándome con la palabra en
la boca.
La enorme pantalla se enciende y mi corazón se detiene al ver que la
grabación es de mi padre hablando con alguien. ¿Qué rayos...?
—¿Estás seguro de continuar con esta farsa? —se escucha una voz
inaudible.
—Nadie se dará cuenta —es la voz de mi padre—. Nadie se da cuenta
de esas páginas para donar, sólo dan el dinero para hacerse los caritativos.
Pero nunca se enterarán.
—¿Sabes qué es un delito?
—¿Y? —escuchan cómo ríe, todos están sorprendidos y miran a mi
padre como si lo quisieran asesinar— Quien esté libre de pecado, que lance
la primera piedra. Son niños pobres y mendigos, pobres se van a quedar.
La grabación se corta y se escuchan murmullos de todos. Mi padre sólo
acribilla a Nolan con la mirada, mientras él le ofrece su mejor sonrisa, me
acerco hacia ellos donde está su hijo al lado.
—Quien ríe al último, ríe mejor —palmea su hombro—. Prepárate para
lo que se viene.
Se van sin decir más. Marlon choca conmigo a propósito y le saco el
dedo medio, no puedo creer esto.
—¡Vámonos! —mi padre grita, mi madre y yo lo seguimos detrás para
irnos a casa.
No habrá vuelta atrás.
• ────── ✾ ────── •
Al día siguiente, cuando bajo las escaleras, me encuentro con algunas
personas sacando los muebles de la sala. Corro hasta mis padres,
confundida.
—¿Qué está pasando?
—El desgraciado de Nolan. Gracias a su maldito video, me cerraron las
cuentas de banco y me obligaron a devolver los millones que donaron en las
cenas que hemos hecho. Debo mucho, y ahora estamos pagando con la casa.
—¿¡Qué?! P-pero... no puede ser.
—Pues sí lo es, cámbiate y toma ropa, nos tenemos que ir.
—¡No lo puedo creer! ¿Y a dónde iremos?
—Por favor, Verena —habla mi madre—, sabemos muy bien que tienes
dinero. ¿Por qué no nos apoyas y compras otra casa? Haz algo por alguna
vez en tu vida.
—No gastaré mi dinero en esa mierda —espeto—. Tengo un
departamento, allá iremos.
—¡No iré a una casa de pobres!
—¡Pues te quedas en un hotel y ya está!
—¡Basta las dos! —interviene mi padre— ¡Busca la jodida maleta y
larguémonos!
Gruño y me largo a cambiarme de ropa, si pudiese estar lejos de ellos, lo
haría definitivamente.
Ese departamento lo compré con mis ahorros hace una semana, estaba
lista para mudarme al siguiente mes, pero ahora tengo que tenerlos conmigo
también.
Nunca seré feliz, eso es seguro.
• ────── ✾ ────── •
Las noticias son un revuelo en la televisión, redes y periódicos. Todos
hablan de cómo mi padre es un hipócrita, un desgraciado insolente... y más
insultos que no quiero escuchar.
—¿Qué harás ahora qué no tenemos nada?
—pregunta mamá— Ni te creas que puedo soportar estar en esta agonía.
—¿Ahora es mi culpa? ¡Tú fuiste la de la maldita idea!
—¡Tú fuiste el idiota que se atrevió a hablarlo con cualquiera! ¡De veras
que eres retrasado!
Él está por contestarle, pero escucha su teléfono y lo toma para hablar.
—¿Qué quieres? ¿Ya no me arruinaste la vida en dos minutos? —coloca
el teléfono en altavoz.
—Nadie te manda a hablar con cualquiera tus problemas —mi madre
le da un manotazo, admito que mi padre es tonto—. ¿Cómo se siente perder
todo en un abrir y cerrar de ojos?
—Vas a ver lo que te pasará. No te la vas a acabar —cuelga.
Me paso ambas manos por la cabeza, llena de frustración. Las ganas de
llorar me golpean, pero decido mantener la compostura.
—Tengo que hacer varios negocios para conseguir algo de dinero. No
permitiré que ese desgraciado se salga con la suya.
—Ahora solo dependemos de Verena —frunzo el ceño cuando ella me
menciona—. Tendrás que traer la miseria que ganas como modelo.
Mejor no lo discuto.
—Solo gano unos mil dólares al mes. Soy principiante.
—Es increíble —mi padre ríe—. Si hubieses escogido una buena carrera
en la universidad, no tendríamos estos problemas.
—Digan lo que quieran, total. Nunca se sentirán conformes conmigo.
—Y en eso tienes razón, ahora tendrás que devolvernos todo lo que
hemos hecho por ti.
—Ajá, ¿y cómo? —me cruzo de brazos.
—Todavía no sé, pero buscaré algo que nos acerque a los Villarreal,
teniéndote a ti de por medio no sospecharan tanto.
Resoplo.
—¿No escuchas lo cínico que suena eso?
—Respeta a tu padre, haz lo que te diga. Si tienes hasta que tirarte a la
tierra, lo vas a hacer, Verena.
—¿Es qué ustedes no me quieren siquiera?
Mi padre bufa.
—Déjate de boberías, no estamos para eso ahora.
Niego, decepcionada de tener una familia cómo esta y me dirijo a mi
habitación, trancándome para tomar calma. No puedo creer que ellos
quieran cobrar venganza de esto, y que me tengan que utilizar a mí de por
medio.

Capítulo 3
 
Verena
 
La falda de tubo me queda apretada. Compré la talla que no era; la blusa
de mangas largas blanca es igual de ajustada, tengo demasiadas caderas,
tuve que comprar una talla menos.
Termino de rizar mi cabello y darle un último toque a mi brillo de
labios. Me veo preciosa.
Mi taxi casi está por llegar. Así como nos quitaron la casa y las cuentas
bancarias, pues claro, nos quitaron los autos.
Me cruzo con mis padres desayunando en la sala, ambos me ven y mi
madre es la primera en levantarse.
—¿Sabes lo qué harás? La cita con Marlon Villarreal es en media hora.
No lo arruines, Verena.
—No soy pendeja, ya sé qué haré —entro mis cosas en la cartera.
—Te lo advierto —habla mi padre ahora, como joden—. No te aceptan
en la empresa y te puedes ir largando de esta casa...
—¿¡Disculpa?! —me altero— ¡Esta es mi casa! ¡Y si no me aceptan
pues se largan ustedes de aquí!
Rose alza su mano para pegarme, pero soy más rápida y la logro
detener, echándola hacia atrás.
—Agradezcan que al menos estoy haciendo esto por ustedes, si fuese
por mí, sigo con mi vida adelante.
Recibo la notificación de que llegó mi taxi y me calmo. Agarro las
llaves y cierro de un portazo sin despedirme, no puedo creer que de verdad
me echen de mi propio departamento.
—Lléveme a la empresa de los Villarreal —digo, mientras entro al auto.
Él me mira por el retrovisor con un deje de incomodidad y miedo, y ya
sé el porqué.
—¿Qué tanto me ves? —chasqueo mis dedos y se concentra en manejar
— ¡Haz tu trabajo!
¿Quién no sabe lo qué hizo mi padre? Esa noticia hasta los peces lo
saben.
Saco mi currículum y lo reviso por décima vez, tiene que estar todo a la
perfección. Mis competencias, experiencia, educación... nada puede salir
mal.
Se me hace raro que ellos me hayan aceptado, más sabiendo quién soy y
de dónde vengo. Tengo que andar con mucho cuidado, porque puede ser
que estén tramando algo; pero no se saldrán con la suya.
Le pago al taxista cuando llega a mi destino y me apresuro hacia la
recepcionista, estoy tarde, como siempre.
—Buenos días —me saluda, no es muy agradable, tampoco me
impresiona.
—Hola, vengo por lo del trabajo, ¿a dónde debo ir?
Ella ríe por lo bajo y toma mi currículum para fingir que lo está
revisando. Agarra su teléfono y habla después de unos segundos.
—Señor, aquí está la señorita Verena Ellison, ¿la dejo pasar?
Escucha una breve respuesta y asiente.
—Mhm —cuelga—, suba al sexto piso, ahí está la oficina del señor
Villarreal.
—¿Por qué tuviste qué avisar qué estaba aquí? —la tuteo porque se ve
menos de la edad que tengo— ¿Piensan que lanzaré misiles?
—Ellos me dieron órdenes de que los llamara cuando vea a un Ellison.
No se lo tome tan personal.
Suspiro y tomo mis papeles para ir al ascensor y subir al dichoso sexto
piso. Dios, es una empresa muy grande, más que la que teníamos.
Cuando llego, veo a unas tres mujeres en la sala de espera y me acerco a
ellas.
—Disculpen, vengo por lo del puesto de trabajo, ¿es aquí?
Las tres se miran, indecisas.
—¿Qué trabajo exactamente?
—Supongo que uno eficiente, ¿manejos de los
ingresos o la bolsa?
Ellas se ríen y yo mantengo mi semblante serio, ¿cuándo dije un chiste?
—Aquí no encontrarás eso, chica —dice la rubia, la que me habló
anteriormente—. Aquí vinimos para otro puesto.
—¿Puesto cómo cuál?
—Aquí vienen a trabajar, no a charlar.
Cierro mis ojos lentamente cuando escucho esa voz de mierda. Me
volteo lentamente y levanto mi cabeza para cruzarme con esos ojos grises
que hacen que me encoja como una niña buscando los brazos de su mami.
—Pf, ¿viniste aquí por el puesto o para desconcentrar a las personas?
—Solo estaba preguntando cuál era el trabajo...
—No te di el permiso para hablar, y no me hagas perder el tiempo.
Llegas diez minutos tarde; ni siquiera sé si darte la oportunidad de entrar.
—A mí no me —me callo cuando enarca una ceja y sacudo mi cabeza.
Control, Verena—... tuve un problema antes de venir y había mucho tráfico.
—No me interesa tu vida —llega a la puerta—. Entra.
Lo sigo detrás y cierro la puerta, tengo ganas de darle un puñetazo.
—¿De qué es el trabajo? Yo pensé que era algo relacionado con la
bolsa.
—Jamás en mi vida le daría ese puesto a alguien como tú —me encara
—. Mírate, te ves absolutamente inservible.
—Sé qué hay niveles, pero usted debería de tenerme más respeto.
Me arrebata el currículum y lo revisa detenidamente, suelta una pequeña
risa.
—Qué fea te ves en esa foto.
Aprieto mis puños, quiero ahorcarlo.
—¿Me puede decir cuál será el trabajo?
Me lanza los papeles, cayendo todos al piso.
—Es un puesto de secretaria. No era necesario traer todos esos papeles,
con que me sirvas el café ya haces algo, aunque, no creo que seas buena
para eso si tu familia siempre ha sido mediocre…
La palma de mi mano se estrella contra su mejilla, volteando su  cara y
dejándolo tieso.
—No me vuelvas a hablar así, porque te juro que no te la vas a acabar.
Podemos tener diferentes niveles, pero a mí me respetas, que soy una mujer
muy valiosa como para desperdiciar mi tiempo contigo.
Suelto un gruñido cuando sostiene ambos de mis brazos y me pega
contra la pared. Su rostro está a unos milímetros del mío, dejándome sin
respirar.
—¿Muy fuerte, verdad? —sostiene mi mentón— Aquí mando yo, y
harás lo que me dé la gana.
—¡Eres un maldito! —lo empujo y tomo los papeles que tiró— ¡Me
vale mierda si me aceptas o no! ¡Pero no puedo estar con un desgraciado
como tú!
Cuando me estoy por ir, él me sostiene la mano fuertemente.
—Te quedas aquí.
Abre la puerta y le hace una señal a las tres chicas para que pasen.
Se notaba que estaban hablando y cuchicheando, pero él no le toma
importancia. Me suelta y me arreglo mi blusa, me la arrugó por su agarre.
—Bien, como saben, aquí no vienen ni a manejar ingresos y mucho
menos asuntos de la bolsa —me lanza una ojeada y entrecierro mis ojos—.
Vienen a ser mi secretaria. Sólo servirán para ayudarme cuando lo necesite.
Todas nos quedamos en silencio y dejamos que prosiga.
—Ya tomé mi decisión y ya sé quién lo será. Sólo les digo que trabajar
en una empresa tan importante cómo esta, significa dar una buena imagen al
público.
Bufo con una risa y todos me miran. Borro mi sonrisa al instante y
carraspeo.
—Mi secretaria será la señorita Verena Ellison.
—¿Ah? —es lo primero que digo, ¿de verdad me elige a mí después de
soltarle tremendo bofetón?
—Ya se pueden retirar, vuelvan la próxima —le dice a las otras tres
chicas, las cuales me miran de arriba a abajo y se largan.
Marlon cierra la puerta y se cruza de brazos.
—¿Quieres que te dé otro bofetón? ¿Acaso eres masoquista?
—No, pero si me voy a divertir mucho contigo. Así que tú decides,
porque no estoy seguro de que tengan el suficiente dinero para mantenerse,
viniste aquí por una razón ¿no?
Trago grueso y me quedo con la boca entreabierta, me comió la lengua
el gato.
—No sé cuales sean tus intenciones, pero te tendré bien acechada y
seguiré tus pasos, Lorena.
—Verena —le corrijo.
—Como te decía, Lorena —ruedo mis ojos—. Aquí estarás a partir de
las 7:00 am hasta las 9:00 pm.
—¿Qué? ¿Y solo para servirte una mísera taza de café?
—Puedes irte si no te gusta, total, no me interesa.
humedezco mis labios y dejo que continúe.
—Somos gente con educación y alto nivel, no como ustedes. Así que
me vas a hablar de usted, no somos iguales.
—¿Algo más, señor Villarreal?
—Para entrar a mi oficina tendrás que tocar la puerta —imbécil, como
si eso no lo supiera—. Puedes tener tus aires de reina y mujer maravilla,
pero tendrás que bajarte de tu absurda nube.
—Disculpe, pero así es mi actitud. No voy a cambiar por usted ni por
nadie.
Resopla y su mirada asesina acribilla mis ojos.
—Me dijo que le hablara de usted, no que le tenga respeto, señor
Villarreal.
—Si no me cayeras de la mierda —chasquea su lengua—. Ya te hubiese
callado esa boca de una manera que no te gustaría saber.
—¡Más respeto! —me indigno— Sus perversidades las calma con su
mano.
Él da varios pasos para acercarse, yo retrocedo, pero me detengo para
mostrar autoridad. Vuelve a sostener mi mentón y acaricia mi labio inferior
con su pulgar.
—Empiezas a trabajar desde ahora —me mira fijamente—. Cruza a la
panadería, tráeme un café y un croissant.
Me suelta y va a su escritorio, se sienta y enciende su computadora
mientras yo sigo como estúpida.
—¿Qué esperas para irte? ¡Lárgate!
Doy un respingo y salgo rápido. Inhalo y exhalo, ese hombre me tiene
descarrilada, pero no son más mis ganas de hundirlo.

Capítulo 4
 

Marlon
 
Cuando la vi con esa falda, sólo pensé en formas de arrancársela.
¿Qué es una maldita infantil y quisquillosa? Claro, pero las cosas como
son, es una chica aceptable.
La furia emana en mí cuando esa estúpida me dio esa cachetada, estaba
a punto de tirarla por la ventana, a punto.
Pero tuve paciencia y recordé lo que me dijo mi padre.
«Contrátala, así la tenemos en la mira»
«No se pondrán vengar, nosotros estamos en un nivel mucho más
avanzado»
Puede ser una secretaria ahora, pero no me confiaré. Ella hará lo que le
diga. Y si no le gusta, aún así tendré que tenerla aquí, pero no la tendrá tan
fácil.
Abren la puerta y salgo de mis cavilaciones. Verena entra con una bolsa
de comida, me incorporo y la detengo antes de que dé otro paso más.
—¿Qué te dije?
—Se me olvidó.
Que ni crea que me tragaré ese cuento.
—Pues devuélvete y toca la puerta como una persona con educación.
—¿Para qué? Ya traje sus cosas...
—Cierra la maldita boca —muestro postura—. Sal de la maldita oficina
y toca la jodida puerta.
Suspira pesadamente y aprieta sus labios, yéndose a la puerta. La cierra
de vuelta y da tres toques, abriéndola con educación.
—No te dije que podías pasar.
—Maldita sea, ¿quiere qué me coma esto yo o qué se lo deje en su
escritorio? Porque estoy por hacer la primera opción.
—Toca otra vez y entrarás hasta que yo lo diga.
—Maldito hijo de... —susurra, pero la alcanzo a escuchar.
—¿Qué estabas por decir? —me acerco a ella, bajando la mirada, su
altura llega a mis hombros— Repítelo, pero esta vez la oración completa.
Traga grueso y retrocede dos pasos.
—No iba a decir nada, señor Villarreal —noto un deje de nerviosismo
en su semblante—. Volveré a entrar.
Bajo mi vista a su culo sin poder evitarlo, ella es voluptuosa. Tiene
demasiado de arriba y abajo, y joder... ese cabello tan largo que tiene, le
cubre toda la espalda.
Sus ojos son bastantes grandes para mí gusto, pero no sé porque le
quedan bien. Sus ojos son una mezcla entre miel y marrón, que es un color
básico, pero por tener esos ojos de gato, podría ser la excepción.
Vuelve a tocar y abre la puerta.
—¿Puedo pasar, señor?
Asiento y entra tendiéndome la bolsa la cual veo como si fuese un bebé.
—¿Me ves cara de quiero sostenerlo?
—Eh... yo...
—¡Déjala en el escritorio! —se exalta por mi tono de voz y va de
inmediato a dejarlo en el lugar que le pedí.
Cuando me pasa por el lado cabizbaja, la sostengo del brazo y la halo
hacia mí para que me encare.
—Espero que sepas tener modales. La principal es que siempre me veas
a la cara, así recordarás que soy mucho más poderoso que tú, mientras tú
sólo eres una simple mediocre.
Se suelta bruscamente y sale de la oficina, cerrando de un portazo. Me
río amargamente y niego, divertido. Me encanta ver a mis enemigos sufrir.
Me siento en mi escritorio y abro la bolsa dónde está mi café y mi
croissant. Saco primero la bebida y le doy un sorbo.
Hago una mueca de asco al notar que no tiene azúcar. Por esta vez se lo
paso, ella no sabe si lo quería con azúcar o no; tomo el sobre y lo echo en el
vaso para mezclarlo.
Al momento en el que le doy un trago, escupo todo de golpe,
pasándome la mano por la lengua.
¡Me las va a pagar esa maldita!
Echó sobres de sal en vez de azúcar. La voy a aniquilar.
—¡Verena! —me levanto y me dirijo a la salida de mi oficina—
¡Verena, maldita sea!
La encuentro sentada en su escritorio y utilizando su celular con una
pequeña sonrisita.
—¿Le gustó su café, señor Villarreal?
—Te odio.
Sonríe y deja su teléfono en el escritorio para levantarse.
—Pobre usted si cree que voy a llorar con sus tratos, siempre tengo un
as bajo la manga. No soy débil, y nunca me debilitaré por usted.
—¿Quieres jugar a quién hiere a quién? Vamos a hacerlo.
Entro a mi oficina de vuelta y me siento en la computadora. Busco los
documentos que hay que imprimir en algunas semanas para mandarlos a
varios arquitectos del mundo.
Es algo muy largo, de hecho puede tomar diez horas, y eso que solo hice
un pequeño avance.
Pero claro, se me olvida que ahora tengo una secretaria. Ella los podrá
imprimir por mí ¿cierto?
Salgo luego de media hora con un USB y se lo tiro en las piernas.
Frunce el ceño y lo agarra, mirándome a los ojos.
—Vas a imprimir todo lo que está en ese USB y lo organizarás entre
cuál restaurante es el más grande y el más pequeño.
—¿Cuántos son?
—Casi nada, unos trescientos.
—¿¡Qué?! P-pero, no voy a poder terminar eso hoy...
—¿Me ves cara de qué me interesa? —apoyo ambas manos en su
escritorio— No vas a salir hasta que termines esto. Si veo que le pides
ayuda a alguien o tratas de salir, te las vas a ver conmigo. Me encargaré de
que los guardias no te dejen salir.
—No me puede hacer esto. ¡Es abuso de poder!
—Si no te gusta, puedes irte por donde viniste y nunca aparecer en
nuestras vidas. Claro, pero se me olvidó que eres una maldita pobre y que
necesitas el dinero. Así que tú decides, Verena.
—Ojalá se pudra en el infierno.
humedezco mis labios, con una sonrisa seductora.
—Por favor, bella —cuando intento sostener su mentón, ella voltea la
cara—. Si yo me voy al infierno, tú te irás junto conmigo. No actúes como
si fueses una florecita de jardín.
—No me llame así y respéteme.
—Hago lo que quiera, bella —remarco la palabra y me separo de ella
—. Ponte a trabajar, si mañana no tienes eso hecho, te me largas de la
empresa y no vuelves.
Hace un berrinche dándole un manotazo al escritorio, pero tampoco es
que me interese tanto.
Entro al ascensor y bajo al primer paso para ir hacia Olive, la
recepcionista.
—No dejes que Verena Ellison salga de aquí hasta que yo lo diga. Si
intenta salir, avísale a los guardias que la mantengan aquí dentro.
—Sí, señor —asiente—. ¿Algo más?
—¿Y qué más quieres?
—Ya sabe lo que quiero.
Y otra vez con lo mismo. Las mujeres siempre se confunden, ¿no
entienden lo que significa algo de una noche?
—Supera eso, no va a volver a pasar porque no repito con la misma
persona, Olive.
—Le prometo que no se va a decepcionar, pero me gustaría volver a
revivir lo del otro día —apoya sus antebrazos en la mesa, enseñándome su
escote—. Vamos, sé que quiere.
Me coloco mis lentes de sol y sigo manteniendo mi semblante serio.
—Nos vemos en el estacionamiento a las nueve. Ni un minuto más, ni
uno menos, sino te dejo botada y te jodes.
—Sí, señor Villarreal.
La dejo y vuelvo al ascensor. Ella sólo fue algo insignificante, he
conocido mejores, pero bueno, ella es bonita, al igual que su cuerpo. Es
como todas que quieren presumir que al menos han tenido sexo conmigo.
Lo que más ansían de mí son mis besos, lástima que eso es algo que no
puedo brindarle a nadie.
Me encuentro a Verena haciendo lo que le pedí, noto que el cable del
CPU está a mi lado. Haciéndolo a propósito, finjo que tropiezo y apago su
computadora en unos tres segundos.
—¡Maldito idiota! —gruñe cuando me río, es cómico verla enojada—
¡No los había guardado!
—Pues empieza de cero, y esta vez guárdalos. Puede ser que me vuelva
a tropezar con el cable y tendrás que volver a empezar.
—¡Te odio!
—A mí no me tutees si no quieres que te dé un castigo peor —advierto
y se calla—. Genial.
Pobre, sé que mañana no podrá terminar el trabajo y se tendrá que ir. Tal
vez lo haga a propósito, pero no me importa. Ella se quedará en esta
empresa y a mi lado hasta que yo lo diga.

Capítulo 5
 

Verena
 
Marlon sale con su maletín en manos y cierra su puerta con seguro.
Maldita sea, hubiese entrado, pero igualmente tengo que buscar una forma
de apagar las cámaras.
—¿Ya estás terminando?
No respondo y sigo trabajando.
—Recuerda que soy tu jefe y me tienes que responder cuando yo lo
diga.
—Si le hace feliz, no —estrujo mis ojos, me duelen por llevar seis horas
aquí sentada—. Solo he llegado a más de la mitad. ¿Satisfecho?
—Un poco sí, y no tendré ni un poco de compasión. Por mí te quedas
ciega, pero terminarás ese trabajo.
—Usted es un jodido cruel.
La recepcionista aparece y frunzo el ceño al ver su mirada lobuna, a
punto de querer comer a su presa.
—¿Nos vamos, señor?
—Espérame abajo.
—Pero...
—¡Qué bajes!
Da un respingo y se apresura. Este hombre no puede ser más animal al
momento de tratar a la gente, es una bestia.
—Con qué la recepcionista ¿eh? ¿No puede calmar su calentura?
—¿Celosa?
Suelto una risotada.
—¿Celosa de quién? ¿De ella? Por Dios, mejor váyase y déjeme sola.
Deja un pequeño papel en mi escritorio y lo agarro, es un número de
teléfono.
—Por si extrañas que te joda, ahí está mi teléfono
—bufo—, me voy, me están esperando.
Sí, que se vaya a la mierda.
Al pasar de unos tres minutos, me incorporo de la silla y veo por los
vidrios del edificio como el idiota ese se va con su secretaria en su auto
deportivo. Ugh, ellos se van a disfrutar mientras yo estoy aquí, encerrada.
Y lo peor es que no puedo salir sin terminar, los guardias no me van a
dejar. Bueno, lo harán, si es que renuncio.
Sé que Marlon me está poniendo a prueba, soy
como su hámster de laboratorio. Pero aquí el experimento terminará
siendo él.
Tomo mi teléfono y decido llamar a mi madre. Mis
padres ni siquiera me han mandado un mensaje para saber cómo estoy,
pero ya estoy acostumbrada, no se acuerdan de mis cumpleaños desde los
quince.
—¿Hola? ¿Mamá?
—¿Qué quieres? —masculla— Déjame dormir, niña.
—¡Espera! Es que... no podré llegar a casa porque Marlon me dijo que
trabajara toda la noche.
—¡Me cuentas después! —hago una mueca triste— ¡Déjame dormir
qué me da mal humor!
—Mamá...
Colgó. Dejándome con la palabra en la boca.
Mis ojos se humedecen y me siento en el escritorio, tapándome la
cabeza y comenzando a sollozar. Estoy sola, así que no importa llorar de
vez en cuándo ¿no?
De tanto llorar los ojos se me hincharon y el sueño me ganó,
quedándome completamente dormida, aunque no quiera.
• ────── ✾ ────── •
El fuerte disparo me levanta junto con un jadeo del susto. Me agarro el
pecho y escucho otro más, pero esta vez me mantengo en silencio.
Tomo el celular junto con el papel que me dio Marlon, llamo a la policía
mientras entro al baño y le coloco seguro. No sé qué carajos está pasando,
pero es mejor prevenir que lamentar.
Llamo a Marlon y contestó al tercer pitido.
—Villarreal.
Se escuchan varios estruendos y otro disparo más.
—¡Oye, ven rápido a la empresa! ¡Están disparando! —grito en susurro.
—¿Verena? —su voz es somnolienta y ronca a la vez— ¿De qué
hablas?
Suelto un grito al momento en el que él disparo se escucha en este
mismo piso.
—¡Qué están disparando joder! ¡Despierta maldito imbécil!
Cuelgo, el pomo de la puerta gira con brusquedad y tiemblo. Los golpes
son fuertes, cada vez tengo más miedo.
Se escuchan los sonidos de las sirenas de la policía y suelto un suspiro
de alivio, escucho varios pasos rápidos y la oración «policía, suelte el
arma».
Tocan la puerta y sigo en silencio.
—¿Hola? ¿Hay alguien? No te haremos daño.
Trago grueso y abro la puerta. efectivamente, sí es un policía. Noto que
los esposados están vestidos de negro, veo que son unos delincuentes.
—¿A qué vinieron aquí? —pregunta al policía a uno de los malandros.
—Pensábamos que el señor Villarreal estaba aquí, como solo había un
guardia durmiendo, se nos hizo fácil matarlo y entrar.
Me quedo sorprendida, ¿de verdad Marlon me dejó desprotegida en esta
empresa dónde cualquiera podía entrar fácilmente?
—Señor Villarreal —me volteo hacia el hombre de ojos grises el cual
está en pijama.
Él se acerca corriendo hacia mí y las lágrimas atacan con salir.
—¿Estás bie...?
El empujón que le doy provoca que choque con un policía, me abalanzo
hacia él y doy el inicio de golpearle con mis pequeños puños en el pecho.
—¡Cómo te atreviste a dejarme de esa manera aquí! —me desahogo—
¡Eres un maldito perro desgraciado, casi me matan por tu maldita culpa!
—¡Pero no lo hicieron! —sostiene mis brazos— ¡Deja de ser tan
dramática, pareces una niña!
—¡Eso no hubiera pasado si no me hubieses dejado aquí! ¡¡Sola a estas
horas de la madrugada por tu maldita prepotencia!!
—¡Así trabajo yo! ¡Y si no te gusta, la puerta está muy abierta para qué
te vayas!
—¡Pues me voy! —se queda con la boca entreabierta al escuchar mis
palabras. Los policías y los delincuentes sólo prestan atención a nuestra
pelea.
—¿Qué? —suelta, junto con un jadeo de exasperación.
—Lo que oíste, me largo.
—No, no, no —me detiene antes de que dé un paso—. Te vas conmigo.
—¡Déjame ir!
—¡Cállate! ¡Te dije qué te vas conmigo!
—Eh, disculpen...
—¿QUÉ? —preguntamos ambos al mismo tiempo y el señor se encoge.
—Que... nos vamos a ir, si necesita algo, siempre estamos dispuestos a
servirle, señor Villarreal.
Él no responde, ni toma el tiempo de agradecer. Yo les murmuro un
gracias y se van junto con los esposados.
—Lárgate con tu recepcionista y déjame tranquila.
—Ella está en su casa, deja de comportarte como una niña y ven
conmigo.
—¡No iré contigo a ninguna parte!
—Maldita sea —se pasa las manos por la cabeza, frustrado—. Estoy a
unos segundos de colgarte en un abanico, Verena. No tengo mucha
paciencia y me la estás arrebatando.
Suelto un sonido de asombro y me cruzo de brazos, ahora nos resultó
asesino.
—Nadie te manda a estar aquí, estúpido imbécil de mierda.
—¿Acabaste con los insultos?
—¡Lárgate!
—¡Qué no me voy a ir! ¡Vienes conmigo!
—Pues no puedo, todavía no he terminado de trabajar, y me dijiste que
hasta que no termine...
Él finalmente se harta y se agacha, sosteniendo ambas de mis piernas.
Me impulsa y me carga, pataleo y doy varios puñetazos de protesta en su
espalda.
—¿¡Quién te crees cómo para cargarme?! ¡Bájame!
Él llega al ascensor y pulsa el botón del piso cero, sigo peleando, pero él
no me baja.
—¿Ahora me tendrás así? —no responde— ¡Háblame!
—¡Dios! ¡Me tienes harto!
—¡Pues bájame!
Él suspira y lo hace, cuando estoy por pegarle, él logra esquivar mi
golpe y me voltea de frente, pegando mi cuerpo a la pared del ascensor,
sosteniendo mi brazo por detrás.
—Mira, maldita niña de mierda, vuelves a tratar de pegarme y no te la
vas a acabar. Recuerda que aquí hay diferentes clases, respétame.
—Me estás lastimando.
Siento su respiración en mi cuello y cierro mis ojos. Se está pasando un
límite.
—Más lo voy a hacer si sigues así, tal vez hay que educarte con el
cinturón para ver si captas quién manda aquí.
La puerta del ascensor se abre y se aleja, pero igual lo tengo agarrado de
la mano mientras me arrastra a su auto. Abre la puerta del copiloto y me
entra de forma brusca mientras me coloca el cinturón.
Cierra la puerta y se aproxima al piloto. No pude tomar mi bolso por la
bestialidad de este señor, no lo soporto.
—¿Y se puede saber a dónde vamos?
—A mi casa —abro mis ojos como platos—. Dormirás en la habitación
de servicio, eso es lo que eres.
—¿Puedes parar de ofenderme?
—No.
Enciende el auto y nos vamos. Son las tres de la mañana, bueno,
tampoco es que a mis padres les importe si estoy en el departamento o no.
—Déjame en la calle, prefiero dormir ahí que estar contigo.
—Verena, estás provocando que me dé un infarto.
Acuesto mi cabeza en el asiento y el aire acondicionado me llega a la
cara, sigo teniendo demasiado sueño. Duré siete horas pegada a una silla y
los ojos me pesan luego de llorar por media hora.
Mis ojos caen y yo también, dormida otra vez en el auto del idiota en el
que no confío.
• ────── ✾ ────── •
Suelto un gruñido por el frío, me remuevo en la cama, la cual se siente
muy cómoda y esponjosa.
Es tan cómoda, pero cada vez siento más frío...
Espera, algo no anda bien.
Abro mis ojos y veo el aire acondicionado ¿cuándo compré uno?
Esta no es mi casa.
Me levanto de golpe y me quito las sábanas. Abro mi boca al
percatarme de que tengo un pijama de... ¿hombre?
No puedo creer lo que me hizo este desgraciado...
Me bajo de la cama y salgo de esta habitación. Miro hacia varios lados.
A la mierda, esta casa es demasiado enorme.
Camino varios minutos y salgo del pasillo. Veo unas escaleras que
parecen las de un castillo y subo, la primera puerta enorme es lo primero
que me atrae y es la primera que abro.
Y ahí está. El idiota de mierda, durmiendo.
Cierro la puerta y camino furiosa hasta él, la almohada que está a su
lado impacta contra su cara, tres veces.
Él se levanta, maldiciendo en voz baja.
—¡Despierta cabrón! —estoy por darle otro golpe, pero él me arrebata
la almohada y la tira al otro lado del cuarto.
—¿¡Qué es lo que quieres?!
—¿Por qué me cambiaste la ropa sin mi consentimiento? ¿¡Quién sabe
qué más me llegaste a hacer!?
—¿Eh? —frunce el ceño— ¿Ahora me ves cómo un abusador?
—¡No te conozco! ¡Así qué no te vengas a hacer la víctima!
—¡Fue el servicio quién te cambió la ropa, idiota! —siento un poco de
paz al saber que no fue él y sí una mujer— ¡Siempre tienes qué venir a
joder!
—¡Pues te jodo porque así te lo mereces!
Él se pasa una de sus manos por la sien y la masajea, levantándose en el
proceso.
—Mira, Verena, ¿sabes qué tengo la oportunidad de tirarte por la
ventana ahora mismo?
—¡Hazlo! ¡A ver si eres tan hombrecito y tienes las bolas para
lastimarme!
Él se voltea y me encara, pero yo no pierdo la seguridad, voy hacia él,
acercándome más de lo indebido.
—A ver, ¡ven! ¡Pégame!
Jadeo cuando lleva su mano a la parte trasera de mi cabeza y acerca su
nariz a la mía, rozándose en el proceso.
—No sabes las ganas que tengo de...
—¿De qué?
Se queda callado y acerca sus labios a los míos, pero hay un momento
en el que aprieta sus labios y se aleja rápidamente de mí.
—Vete a bañar y cámbiate, tenemos que ir a la empresa.
—¿Qué estabas por hacer?
—¡Lárgate y no me atormentes la vida! —señala la salida— ¡Cuando
salga quiero verte lista para irnos! ¡¿Comprendes?!
Choca con mi hombro y cierra la puerta del baño, al pasar de los
segundos, escucho el sonido de la ducha.
Inhalo y exhalo antes de salir de su habitación, ¿qué iba a hacer?
¿Acaso...?
No. Él no iba a hacer eso.
Sacudo mi cabeza y voy a la habitación en la que estaba para bañarme,
necesito despejar mi mente.
Y, además de todo, necesito despejarlo de mis entrañas.

Capítulo 6
 

Marlon
 
Ambos bajamos del auto en completo silencio, tuvo que ponerse la
misma ropa que tenía ayer porque le dije que no irá a su casa. Tiene que
estar aquí, cumpliendo mis órdenes.
—Ve y cómprame un latte —le determino antes de que entremos a la
empresa.
Se detiene y se devuelve, mirándome incrédula.
—¿No podía esperarse al menos qué entremos? Busca cualquier forma
para joder.
—Estamos en el trabajo, a mí no me tutees, bella.
—No me llame así.
—Mejor ve y compra lo que te dije.
Camino hacia ella y choco con su hombro, siguiendo de largo. Entro y
me encuentro con Olive, la cual no está de buen humor, pero no me
importa.
—Llama a los que van a arreglar los daños que causaron esos idiotas —
peino mi cabello hacia atrás—. Que vengan lo más rápido posible, no
quiero desastres.
—¿No me dirá nada más?
Ruedo los ojos.
—¿Por qué no me dices directamente qué quieres qué te diga? No des
tantas vueltas.
—Bueno, una de esas cosas era que al momento en el que usted y yo
íbamos a tener sexo, desde que se enteró de que Verena estaba aquí en
peligro, me devolvió a mi casa.
—¿Y qué querías qué hiciera? ¿Qué tuviera sexo contigo al saber que
ella estaba aquí sola?
—No se haga, bien que la estaba acechando por las cámaras...
Escucho unos pasos y hago una señal con mis labios para que cierre su
maldita boca. Todo esto
me pasa por volver a repetir, ella cree que tiene que saber todo de mi
vida.
—No sabes nada, ¿entendiste? —susurro y Verena aparece a mi par—
¿Trajiste lo qué te pedí? ¿Qué es eso?
Señalo la otra bolsa que tiene, son dos. Ella me tiende una donde veo mi
latte y ella se queda con la otra.
—Un sándwich que me comeré ahora mismo. Tengo hambre.
—¿Y yo cuándo te di el permiso de qué puedes comer? No es el horario.
—Mire, señor Villarreal, ayer solo desayuné. No sé si recuerda que por
su culpa no he comido ni un trozo de pan. Así que yo haré lo que yo quiera
hasta que no coma.
—Verena —la llamo cuando se aproximaba al ascensor— ¡Verena!
Entra y veo como la puerta del ascensor se cierra. Esa tipa me está
volviendo un demente.
—¿En serio dejará que la trate así? Qué falta de respeto —opina Olive
—¿Y a ti qué te importa? —mascullo— Yo sé qué es lo que hago, así
que ahórrate tus consejos.
Subo al último piso y Verena está comiéndose su comida, ella me mira y
señala la puerta de mi oficina.
—Tu padre te espera.
Joder.
Entro y cierro la puerta a mis espaldas, mi padre me encara cuando
estaba viendo por la ventana, cruzado de brazos.
—¿Ha hecho algo indebido?
—No la soporto —dejo mi maletín en el escritorio—, Si no la despido,
es porque quieres sí o sí que esté aquí.
—Más te vale que no lo hagas. Tenemos que tenerla en la mira, y tú
serás el responsable, sabes que tengo viajes de negocios que hacer; y si es
necesario llevarla al culo del mundo, los vas a hacer.
—Bueno, ¿y qué haces aquí? Largo, tengo que trabajar.
—A mí no me hablas así, respétame, que soy tu padre.
Bufo y me siento en mi silla, encendiendo la computadora.
—Me voy de viaje a España, pero necesito que vayas a Francia, nos
invitaron a un evento y requiero que revises el terreno donde están haciendo
el nuevo restaurante.
—¿Cuándo será eso?
—Mañana.
Asiento, ya estoy acostumbrado a que surjan estos viajes de la nada.
—Necesito que lleves a una acompañante, no me importa si es tu
recepcionista o cualquier chica del bar, pero tienes que llevar a alguien.
Se despide palmeando mi hombro y se larga. Me quedo pensativo por
unos segundos, Olive ha ido varias veces conmigo de viaje, así como
cuando me encuentro a cualquier mujer atractiva en la calle.
Pero ahora, no es mi idea. Tengo a alguien mucho mejor.
Salgo y Verena termina su sándwich, lanzando la basura al cesto.
—Irás conmigo a Francia mañana.
Se atraganta con lo que estaba masticando y tose.
—¿Escuché mal lo qué me dijo?
—¿Estás sorda? —trato de ser simpático, pero ella me lo impide—
Mañana te vas conmigo a Francia, tengo un evento por el cual no puedo
faltar y serás mi acompañante.
—¿Y si no quiero?
—Te llevo a la fuerza. No sé si tendré que amarrarte, pero no me tientes,
Verena.
—No voy a ir a ningún lado contigo. No me puedes obligar.
—Pues te obligo, mañana a las 5:00 am partimos, ya que son siete horas
de vuelo. Mi chófer te pasará a buscar.
Ella se levanta y alza su cabeza para mirarme, con mucho detenimiento.
—¿Por qué no buscas a tu recepcionista? Bien que le gustaría estar entre
tus sábanas.
—No me provoques, irás tú porque así lo decido yo, ¿comprendes,
bella?
—¿Siempre has sido tan arrogante? Todo hay que hacerlo como tú dices
y cuando lo dices. Entiende que no quiero ir.
—¡Pues lo harás! —estallo— ¡Te busco y te arrastro, pero de que irás
conmigo, irás!
Gruñe y se sienta, apoyando sus manos de la mesa y haciendo un fuerte
sonido.
—Bien, iré.
—Pf, total, no te lo estaba sugiriendo. Ibas a venir aunque no quisieras,
y termina lo de los restaurantes, necesito mandarlo hoy.
—¿Algo más, señor? —remarca la última palabra.
Su maldito señor me saca de mis casillas. Ella en general, además con
lo buena que está...
—Sigue trabajando y haz lo que te dije —emití.
El teléfono resuena y lo tomo.
—Señor, los constructores están aquí abajo, ¿los dejo pasar?
—Bajaré.
Le lanzo una ojeada a Verena y bajo al primer piso, choco con alguien
por mirar hacia abajo y me cruzo con Otis, la única persona que puedo
considerar mi amigo.
—¡Pero finalmente te veo! ¿Dónde andabas metido?
—me da un corto abrazo y accedo.
—Estuve ocupado y no tuve tiempo de visitarte. ¿Te sientes mejor?
—Uf, sí, la próxima no tomaré varias mezclas de alcohol junto con
gomitas.
Bufo y niego, este hombre es un imbécil.
—¿Y qué onda con la chica? ¿La despediste?
Le conté todo lo que está pasando por mensaje, así que está al tanto del
chisme.
—Ya sabes que tiene que estar aquí, mi padre quiere que la aceche. Esa
chica no me da buena espina.
—Lo que está es que se cae de buena, ¿no viste sus fotos del insta...?
—No hables así de ella —lo detengo—. Sólo yo puedo decir lo que
quiera de ella.
Frunce el ceño y luego suelta una risa cómplice.
—No me digas que te atrae. ¿El señor Villarreal cayendo en la
tentación?
—No seas insolente. No caeré en ninguna tentación con ella, sólo te
estoy advirtiendo las cosas y que no hables así de ella, te acecho a ti
también, Otis.
Hace un signo de rendición con sus manos.
—Tranquilo, entre amigos nos respetamos, y más cuando una mujer nos
gusta.
—¡Ella no me gusta!
—Ajá, repítelo hasta que te lo creas. Me iré a mi oficina, tengo que
trabajar.
humedezco mis labios y me dirijo a la recepción, no estoy para pensar
en esas cosas, mucho menos en Verena. Jamás.
• ────── ✾ ────── •
Verena terminó el trabajo. Tarde, pero lo hizo.
No pude dormir en toda la madrugada porque me encargué de mandar
los archivos adjuntos, ella hizo demasiado sin descanso, tampoco soy tan
malo como ella cree.
Ahora estoy de camino al jet privado, mandé a Luca, mi chófer de
confianza para que buscara a Verena.
Sólo lo usamos en algunas ocasiones, pero igual le tengo cariño. Él
siempre estuvo para mí cuando mi padre no podía, mi madre se fue y nos
dejó por otro hombre. Hace años que no sé de ella.
Sacudo mi cabeza y me concentro en la carretera, ya no vale la pena
lamentarme por eso.
Le entrego las llaves al tipo que cuida mis autos y subo al jet, justo me
encuentro a Verena sentada en la ventanilla, enfurruñada.
—No me dieron quejas de ti, supongo que te comportaste bien.
—Me hablas como si fuese una bebé que se calma con una paleta —
sigue con su mirada puesta en la ventanilla—. Solo a ti te saco de tus
casillas, con los demás me comporto.
Me siento enfrente de ella y me coloco el cinturón al igual que ella, ya
vamos a despegar en unos minutos.
—De verás que eres un dolor de huesos, compraré un tigre para que te
coma.
Me muestra una mueca de indignación, ya empezará a pelear.
—¡No te atrevas a inventar, desgraciado! ¡Yo también tengo garras!
—¿Y por qué no las sacas, tigresa?
—Porque no me las he limado.
Río por inercia y ladeo mi cabeza, divertido. A veces se pone de
cómica.
Mi sonrisa se desvanece cuando entra la azafata, no suelo sonreír
delante de la gente y muestro mi mejor postura. Verena lo nota y me guiña
un ojo. Ridícula.
—Señor Villarreal, un gusto verlo —dice la pelinegra que ni me sé su
nombre—. Quiero saber si usted quiere que le sirva algo cuando el avión
despegue.
—No quiero nada ahora.
—Bien, usted sólo me llama y lo atenderé con mucho gusto —su tono
seductor no queda atrás.
—Bueno, si no mal recuerdo, yo también estoy en esta porquería de
avión y merezco el mismo trato ¿no? —ambos nos fijamos en Verena— A
mí me traes una botella de agua, y la quiero ahora, no cuando despegue el
jet.
—Disculpa, pero no puedo recibir órdenes de tu parte, sólo del señor...
—¿Qué no la escuchaste? —se calla— Si ella te dijo que quiere algo, se
lo traes, sin emitir ni discutir nada.
—Perdone, es que usted con sus otras acompañantes me decía que le
consultara.
—No hables más y trae lo que te pidió, no tenemos todo el tiempo.
Le lanza una última ojeada a la quisquillosa y enarca una ceja. Asiente y
se va.
Ambos nos quedamos en silencio y el jet comienza a dar vueltas por
todas las pistas, esto es para asegurarse de que está en buenas condiciones
para volar.
Regresa la azafata y le dio su botella de agua. Ella la abre y le da un
trago.
—No quiero que nadie entre si no lo ordeno —determino a la azafata.
—Sí, señor.
Ella se devuelve a la cabina y escucho como coloca el seguro. El jet
minutos después comienza a despegar, alejándonos de la tierra para ahora
estar en el aire.
Siempre cierro mis ojos y me coloco tapones cuando el jet despega,
siempre se me tapan por la altura.
Al parecer a Verena no se le tapan, porque cuando me quito los tapones
y abro los ojos, ella me mira muy fijamente.
—Así que... ¿solo a mí me dejas pedir lo que yo quiera sin pedirte
permiso?
—No te creas la última coca cola del desierto por esa mierda.
—¿Y por qué yo, señor? —se quita el cinturón y apoya uno de sus
antebrazos en sus muslos— ¿Soy la excepción?
—Deja de provocarme.
No sé en qué momento se quitó sus tacones y ahora está llevando su pie
a la parte baja de mis pantalones. Va levantando lentamente hasta llegar a
mi muslo y la detengo.
—Basta.
Muerde la uña de su pulgar como una niña inocente y que no rompe ni
un plato.
—No sabes cuánto te odio, maldito cretino. Pero admito que me prende
la forma en la que me das autoridad.
—Verena...
Cuando su pie llega a esa parte, me quito el cinturón y le hago un leve
agarre en el cuello mientras estoy de pie y ella sentada, esos malditos ojos
de gato hechizándome y encendiéndome.
—Prepárate, porque una vez que toque tus labios, lo nuestro va a ir a
otro nivel y no voy a querer parar.
—¿Y si no quiero qué me beses?
—Tú te lo ganaste, estás provocando que empiece, así que tú me dices
si quieres que me siente y sigamos con nuestros papeles de jefe y secretaria,
o que hagas lo que yo te diga cuando te tome y haga lo que quiera contigo.
—Las dos formas siempre serán las mismas. No cambias en ninguna.
—Así soy yo, bella quisquillosa —acaricio su labio inferior—. No me
hagas perder el tiempo.
La suelto y me volteo para sentarme, pero no llego a acomodarme
cuando ella me voltea y sostiene la parte trasera de mi cabeza para besarme,
devorándome los labios.
Me separo de ella con el ceño fruncido, ambos nos miramos con la
respiración acelerada y mi vista vuelve a bajar a sus carnosos labios.
No puedo, no puedo besar a mi enemiga.
Pero es imposible, nunca me ha atraído tanto una figura y personalidad
como la de ella.
Y sin más, yo mismo la vuelvo a besar.

Capítulo 7
 

Marlon
 
La beso y marco su cuello, como un maldito salvaje.
Ella misma se quitó su blusa, desabotonándola junto con su sostén, yo
no sé en qué momento me quedé yo sin la mía, pero sentir sus senos
comprimidos en mi pecho, sólo hace que la apriete más contra mí.
—Sabes qué lo que estamos haciendo está incorrecto ¿no? —jadea
cuando magreo uno de sus senos.
—Tú me provocaste —llevo su mano hacia mi miembro, donde puede
sentir mi dureza—. Y te daré lo que tanto ansias, maldita quisquillosa.
Ella me empuja y me planta en el asiento, se echa su cabello hacia atrás,
aún con la falda puesta. Cuando ella se la intenta bajar, yo la detengo y la
siento a horcajadas sobre mí.
—Quédate así —acaricio su suave espalda con mis manos.
—¿El señor Villarreal tiene esos fetiches? —muerde mi labio inferior y
se restriega sobre mí— Vaya, ¿qué otra cosa oculta tendrás?
Ella me desabrocha el cinturón, desabotona mi pantalón y baja la
cremallera lentamente. Los baja un poco junto con mi bóxer y sostiene mi
erección, acariciándola con premura.
—¿Tienes condones? —me pregunta.
Maldita desgraciada, solo a ella se le ocurre hacerme preguntas mientras
me masturba.
—No, pero no creas que te escaparás de mí.
—De seguro has follado sin condón con más mujeres, no seré una más.
Echo mi cabeza hacia atrás, ella sigue moviendo mi erección con más
rapidez.
—Siempre me protejo, estoy limpio, Verena.
—¿Seguro?
—Nunca te mentiría —la miro—. ¿Y tú lo estás?
—Por supuesto, señor Villarreal.
Aparto su mano de un manotazo y sostengo su nuca.
—¿Y qué esperas para montarme entonces?
—¿Desesperado?
La azoto y echa la cabeza hacia atrás junto con una risa. Levanto su
falda y noto sus bragas de hilo, las hago a un lado, coloco la punta en ese
lugar y ella es la que se desliza de golpe, soltando un profundo gemido.
—Mierda —susurro, nunca había sentido algo tan... diferente.
En estos momentos no me importa si es mi enemiga, mi secretaria o la
tipa que vende tacos en la esquina. Está tan apretada, caliente y húmedo
dentro de ella. Que lo repetiría mil veces más.
—Sí —gime y se mueve hacia adelante y hacia atrás.
—Eres mejor teniendo sexo, no te comportas tan arrogante... ¡ah!
Le doy varias estocadas para que cierre esa jodida boca. Agarro sus
caderas con fuerza y la muevo en círculos, vuelvo a azotarla, y al ver que
echa su cabeza hacia atrás y me da sentones, lo hago tres veces más.
Lleva mi mano a su cuello para que le haga un simple agarre, trato de
no lastimarla. Resultó ser masoquista, pero tampoco es algo que me
moleste.
—¿Qué se siente montar a tu jefe? —sus gemidos son incontrolables.
—¡Me encanta!
Llevo mi pulgar a su clítoris y lo froto con fiereza. Ella se sacude y
tiembla, viviendo el mejor orgasmo de su vida.
Solo basta unas estocadas, salgo de ella y me masturbo, vertiendo mi
líquido en todo su estómago.
Cuando termino, suelto un largo gemido y caí derrotado en el asiento.
Verena aún sigue encima de mí, apoyando sus manos en mis hombros y
recuperando la respiración.
—Ya quítate —mascullo.
—La educación se fue a la mierda.
—Maldita estúpida —agarro su nuca con mis manos y ella me mira con
una sonrisa perversa— ¡Mira lo qué hiciste!
—¿Qué? ¿Te dolió haberme besado? Porque bien que fuiste tú el que lo
volvió a hacer.
—Me dieron asco tus jodidos besos —me paso la mano por la boca,
mentí. Fue el mejor beso que he tenido—. Sólo lo hice para ver a qué
sabían.
—Ajá —se hace un moño—. Deja de mentir, cretino. Te encantó
saborearme, sentir cada parte de mí...
—¡Qué te pares! —suelta una risotada y lo hace, le tiro su camisa y
sostén para que los agarre— ¡Lárgate a limpiarte!
Ella bufa y también me tira mi camisa a la cara.
—¿Así tratas a todas las mujeres con las qué te acuestas?
—Sí, y a ti te trato peor. Por tu culpa hice algo que no quería hacer.
—Pero te gustó.
—Lárgate, lo último que quiero ver es tu fea cara aquí.
Su diversión se desvanece al ver que estoy furioso, ella se va al baño y
evito mirar su trasero. Maldita sea, mi padre me va a matar.
No, más bien:
¡Me mataré yo mismo!
De tantas mujeres qué hay, tuve que tener sexo, y no sólo eso, besarme
también a esa idiota.
Mi idea era solo atormentarla, pero no. Tuve que desflorarla para que mi
padre sepa lo mucho que la estoy acechando.
Me levanto también y me dirijo al otro baño, por suerte hay dos.
Tomo papel, me limpio todo el sudor y los líquidos corporales que tuve
con la quisquillosa esa. Me lavo con agua fría y me palmeo la cara varias
veces.
Dios, la besé.
¡La besé!
¡Yo me prometí no besar a nadie!
Y lo peor es que fue con ella. Odio que haya sido con ella, y odio tanto
con mi alma que me haya encantado.
Amé devorar sus labios, que me montara, agarrar su cuello, su trasero,
sus pechos... maldita sea.
Me echo agua otra vez, pero eso solo provoca que esos pensamientos
regresen a mi mente. Suelto una maldición y le doy un manotazo a la pared;
necesito calmarme, pensar en ovejas o en caricaturas. Todo menos en ella.
Salgo luego de vestirme, la encuentro sentada y cabizbaja, jugando con
sus dedos.
Me siento en el lugar donde estaba y acaricio mi mentón, observando
esa maldita figura que quisiera volver a marcar...
No. Ella es el enemigo.
Llamo a la azafata y ella se acerca, necesito comer, lo que sea, menos
pensar en sexo.
—Tráeme una pasta —ordeno y trago grueso antes de hablarle a Verena
—. ¿Qué quieres?
Alza su cabeza y evita mi mirada a toda costa.
—Quiero pasta también, y una copa de Champagne.
—Señor, ¿puedo servirle...?
—¿Acaso no oíste lo que te dijo? —Verena llama nuestra atención— Yo
pido lo que se me pegue la gana, y no me interesa si el señor malhumorado
tiene que comprar más, quiero mi Champagne y eso es lo que me vas a
traer.
—¿Cómo qué deberías tener más respeto no crees?
—frunzo el ceño cuando la pelinegra se le dirigió así— Soy una azafata,
no tu maldita gata.
—¡Cuidado de cómo le hablas! —¿para qué la defiendo?— Yo te había
dicho que podía pedir lo que quiera, y volviste a preguntar, ¿no? Ten más
educación.
Ella aprieta sus labios y maldigo cuando Verena sonríe con disimulo.
Desgraciada.
—¿Y todo para qué? ¿Por sólo montarle el pene la anda defendiendo?
—ríe— Por favor, así me sedujo usted la otra vez...
—¡Cállate! —sostengo su brazo y la alejo— Estás despedida, ¿captaste?
¡No vuelvas jamás!
La empujo y se larga otra vez. Me volteo cuando escucho como Verena
mofa, con una mueca de desagrado.
—¿Por qué no me sorprende? Bien que ella andaba muy bien
seduciéndote, y tú cómo eres un maldito sátiro, tenías que ir.
—¿Y qué te importa mi vida?
—¡Una mierda! —se levanta— ¡Me entero de que no estás limpio y te
corto las bolas maldito cabrón!
—¡Yo nunca te mentiría con eso! ¡Mejor espero que no me hayas
mentido tú con tus malditos juegos de loca demente...!
La cachetada que me dio me la veía venir.
—¡Cuida tus palabras y tus insultos! ¡A mí me respetas, Marlon
Villarreal!
La empujo y cae en el asiento. Sostengo ambas de sus mejillas con una
sola mano y la atraigo hacia mí,
muy cerca de mis labios.
—Ten cuidado a quién tientas, Verena Ellison. No soy un ángel, ni
tampoco pretendo serlo, mucho menos contigo, conmigo vas al infierno,
porque de alguna u otra forma, puedo hacerte sufrir hasta que te derrumbes
y me supliques tu perdón.
—Suéltame.
Fuerzo más mi agarre.
—Deja tus juegos de este día sí y el otro no, porque conmigo no
funcionan. Conmigo siempre será sí o sí.
—¿Ah sí? No decías eso hace una hora.
—Haz silencio, no te di el permiso de que hables —se calla y esos
malditos ojos mirándome otra vez, esos ojos que me tienen hechizado—.
Compórtate conmigo y haz todo lo que yo te diga, no me gustaría amarrarte
en una silla.
—No te atreverías...
—¿Qué no? Ja, es que no me conoces.
Me aparto de ella y me siento de vuelta, ella sigue en la misma posición,
respirando entrecortadamente.
—De alguna u otra forma, no soy un ángel. Y créeme, Marlon.
Conmigo también arderás en el infierno.
• ────── ✾ ────── •
Le ordené a otra azafata que despertara a Verena mientras yo busco mi
camioneta. Lastimosamente tendré que tenerla a mi lado a donde sea que
vaya, al igual que la habitación del hotel.
Sé que Verena ha venido a París, y lo más seguro a todo el mundo.
Total, fue millonaria, pero ella no sabe a dónde iré, así que tiene que estar
conmigo.
Ella se sube en el copiloto y se coloca el cinturón. Arranco y salimos de
la pista para llegar a la carretera.
—Queda una hora para la fiesta, te pones lo que sea y muestras tu mejor
sonrisa, no quiero sospechas.
—Como hartas, Marlon —suspira—. Cierra la boca un rato.
—Hablo lo que se me pegue la gana. Verena ¿qué derecho tienes de
callarme?
—El derecho que me nace de los cojones que no tengo —blanqueo los
ojos—. Solo quiero llegar y bañarme, estoy pegajosa.
Llegan los recuerdos de la razón por la que está pegajosa, sacudo mi
cabeza y me concentro en manejar. Sí, eso es lo que debo hacer.
Llegamos en veinte minutos al hotel que está en el centro de París,
hacemos el check in y nos llevan a ambos a una de las habitaciones
exclusivas. Hay una enorme cama junto con un Jacuzzi al lado, se ve la
vista de todo París.
Esta habitación está en el último piso y son como veinte. Los vidrios
son transparentes, Verena ya está admirando la vista, las luces iluminan
todos los edificios.
—Báñate rápido, tienes veinte minutos, bella.
—¿Cuántas veces te dije qué no me llamaras así?
—¿Prefieres quisquillosa?
—Mucho mejor la verdad.
Ella me aparta y entra al baño. Inhalo y exhalo para tener paciencia, en
muchas reuniones he actuado muy bien con las mujeres que he llevado,
pero con esta tipa será más complicado que las otras veces. Es el enemigo.
Y la enemiga a la que te follaste.
No, ella me manipuló.
Ajá.
Gruño y busco ropa en mi maleta, me dirijo al otro baño, que es más
pequeño, pero sólo necesito bañarme para quitarme la pegajosidad.
¿Qué estoy cometiendo el peor error de mi vida al llevar a Verena
Ellison a este evento? Por supuesto.
Pero, ¿me arrepiento?
Tal vez después, pero en estos instantes no.

Capítulo 8
 

Verena
 
Me doy unos últimos toques y salgo del baño, Marlon me dijo que me
esperará abajo, y eso fue hace diez minutos.
Sonrío maliciosamente cuando veo su camioneta y me siento en el
copiloto con mucha seguridad. Su mirada pesada llega hasta mi nuca, pero
no dice nada; se coloca el cinturón y procedo a hacer lo mismo para irnos al
dichoso evento.
—¿No podías ponerte otra jodida cosa? —río en mis adentros cuando
finalmente habla.
Me volteo hacia él y detallo su traje negro. Prácticamente vamos
combinados, y es algo que me gusta mucho.
—¿No le gusta, señor? —me incorporo un poco y su mirada baja un
segundo a mi escote. Bueno, aunque este vestuario no requiere de sostén—
Es que no sabía que más ponerme.
—Tengo ganas de...
—¿De qué? —lo reto— ¿Arrancarme el vestido y tener sexo aquí
mismo? —me lanza una ojeada— Claro, ya lo sabía.
—Deja de tener el ego por los cielos, no todo se trata de ti, quisquillosa.
Al pasar de unos dos minutos decido volver a hablarle.
—Sí, claro —río—. ¿No te importaría si me cruzo con otro hombre en
la fiesta? Digo, es que quiero divertirme un poco...
Mi corazón se detiene luego del fuerte frenazo que dio. Apaga el auto y
se quita el cinturón, no me permite hablar cuando junta sus labios con los
míos de forma muy carnal.
Me quito el cinturón y me paso a su lado, sentándome a horcajadas
sobre él. Agarra las tiras del vestido que me sostienen los pechos y los abre,
teniendo para él una deliciosa vista.
—Tranquila, fiera —pasa sus yemas por el valle de mis senos—. No
voy a tener sexo contigo.
—Te equivocas si crees que me dejarás con las ganas.
—Y así será cuando yo quiera, bella —palmea uno de mis senos y doy
un respingo, me encantó tal acto—. ¿Ves cómo eres tan sumisa conmigo?
No tendremos sexo hasta que yo quiera, ¿entendido?
Abre la puerta de la camioneta y me aparta para bajar, ya estamos en el
lugar y ni me había dado cuenta. Fue rápido.
Cierra de un portazo y se va caminando, dejándome sola.
—¡Maldito estúpido! —golpeo el volante.
Arreglo mi vestido lo más rápido posible y alcanzo mi bolso para llegar
a él, al menos no caminó tan lejos y se detuvo cuando escuchó el resonar de
mis tacones.
—Ojalá se pudra.
—Si me pudro, sé que tú te pudrirás conmigo.
Me quita el bolso y se lo da a la chica que está en la entrada sin decir
nada. Me toma de la mano y me jala, lleva su mano descarada a mi trasero
cuando varios hombres nos miran. Bueno, me miran a mí.
—Está ocupada, imbéciles —masculla y me lleva hacia el salón.
—¿Qué fue eso?
—¿No ves cómo te miraban? Te estaban comiendo con la mirada.
—¿Y a mí qué? Tú eres al que menos le debería de importar eso.
—Agradece que te defendí, estúpida.
—A mí no me insultes, troglodita de las cavernas.
—¿No se te ocurre un insulto mejor?
—Créeme que contigo tengo una lista infinita de insultos. Puedo durar
hasta diez mil años insultándote y nunca me cansaría.
Él me está por responder, pero cuando ve que un señor muy bien vestido
se nos acerca, él me abraza por el hombro y ofrece su mejor sonrisa. Y yo,
como cómplice, hago lo mismo.
—Marlon Villarreal, el orgullo de la familia.
—Vincent —lo saluda con un asentimiento.
El tal Vincent me señala, con un deje de confusión.
—¿Verena Ellison? ¿Qué haces aquí?
Miro de reojo a Marlon, si será...
—Es mi secretaria, ¿lo puedes creer? Después de la traición de su padre,
les quitaron todo su dinero. Ahora trabaja para mí.
Ambos se ríen y yo sólo tengo ganas de pegarle una patada en la cara,
cuando trato de irme, Marlon aprieta mi cintura, pegándome más a él.
—Lamento mucho lo que le pasó a tu familia, querida. Pero bueno, las
traiciones se descubren tarde o temprano.
Todas las personas en esta sala me ven y murmuran mientras ríen. ¿Para
eso este imbécil me trajo aquí?
—Sí, bueno —Marlon vuelve a hablar y cierro mis ojos cuando me
vuelve a tocar—. Los envidiosos siempre regresan a donde les conviene.
Suficiente. Lo empujo bruscamente para alejarlo de mí, escucho los
uhhh de todos aquí, pero no me interesa. Él fue el que empezó.
Mientras me aproximo a la terraza, escucho varios comentarios como:
"Envidiosa" "interesada" "Ramera" y más risas.
Cierro la puerta y me detengo en el barandal para tomar un poco de aire
fresco. Mi teléfono vibra y lo tomo, es mi padre.
—¿Qué quieren?
—El tono, recuerda que soy tu padre.
—Solo cuando te conviene a ti y a mi madre son mis padres.
—¿Cómo va lo del evento? ¿Lograste descubrir algo? —escucho la voz
de Rose, siempre interesada.
—El imbécil de Marlon me trajo aquí para que me humillen, me
empezaron a decir palabras feas y ahora estoy tomando un poco de aire
fresco...
—Ay, por favor. No te pregunté cómo estás, te estoy diciendo que nos
digas qué has descubierto.
—¡Pues no he encontrado nada! ¿Feliz?
—¡No nos grites!
—¡Pues lo hago! ¡Estoy harta de qué nunca se sientan cómodos
conmigo, me tienen hasta la...!
—¿¡Y qué esperas para largarte de la casa e irte lejos de nuestras
vidas?! Eso sí, seguirás trabajando en la empresa...
—¡¡Váyanse al diablo con su jodida empresa!!
Estrello el teléfono en la pared, cayó al suelo, hecho añicos.
Quito mis lágrimas con el dorso de mi mano cuando abren la puerta, me
cruzo con Marlon, y no dejaré que me vea débil.
—¿Por qué rompiste tu teléfono? —escucho como cierra la puerta.
—Lárgate, tú eres la última persona a la que quiero ver.
—No te la tomes conmigo, bella. Ellos fueron los que te insultaron, no
yo.
—¿Y quién fue el que empezó? ¿No fuiste tú? —interrogo— Eres un
ser asqueroso.
—¿Me dirás por qué rompiste tu teléfono? —evita lo que le dije y repite
la pregunta que había hecho cuando entró— ¿Te dio un ataque de drama
queen? —se burla.
—Mis padres me dijeron que no les importa mi vida, me denigran cada
día, y me quieren echar del departamento que yo misma compré con mis
ahorros —su diversión se desvanece— ¿Te parece un ataque de drama?
Lo ignoro y vuelvo a ver la hermosa vista que hay en este segundo piso,
se ve la torre Eiffel, que aunque haya venido de pequeña a París, es algo
que no recuerdo.
—Si crees que tendré lástima, te equivocas.
—No tienes corazón ni compasión por nadie, Marlon. Menos lo tendrías
por mí.
El frío me ataca y me abrazo a mí misma, debería entrar, pero no quiero
hacerlo. Prefiero pasar frío que escuchar las risas de esos idiotas.
—Ahora lo que no entiendo ¿me explicas la razón de llamarme
envidiosa? Culpa a mis padres de sus errores, no a mí.
—Eres parte de la familia, lo que implica que eres una traicionera
mentirosa al igual que ellos.
—¡Pero yo no estuve involucrada en sus decisiones!
—¡Lo sabías, Verena! —me señala— No te hagas la que no rompe un
plato, porque ya has roto demasiados.
—Pues sí, lo sabía ¿pero qué querías que hiciera? Sé que si hubiera sido
tu familia, nunca los hubiesen delatado.
—No soy tan cobarde como tú.
Sonrío.
—Cobarde no, pero un cretino sí.
—Y tú eres una quisquillosa, controladora, impulsiva, un dolor de
cabeza —cuenta con sus dedos—... ¿quieres qué siga? Tengo una lista.
—Me los cuentas después, no estoy de humor.
—¿Quieres qué te pida perdón? Porque sería muy hipócrita de mi parte.
—Marlon, no estoy así por tus sandeces. Es por lo de mis padres, y es
algo que no te diré más porque no tienes empatía ni por ti mismo. ¿Cuántos
tienes? ¿Cuatro años?
—No, bella. Tengo veintiocho años.
—Ajá, veintiocho pelos en las bolas será.
Se encoge de hombros.
—Ya viste mis bolas ¿no? Y bien que te gustaron porque me pedías
más...
Le doy un empujón mientras sonríe, pícaramente.
—No me lo recuerdes.
—¿Y cuántos tienes tú?
—Veinticinco, al menos soy más joven y no me saldrán arrugas como a
ti.
—Idiota —susurra, pero lo escucho.
Nuestra conversación se detiene en un instante cuando escuchamos una
canción en todo el lugar, llegando hasta acá, en la terraza.
Desde la melodía del principio, logro escuchar «Angels like you» de
Miley Cyrus.
Ambos nos miramos, sin saber qué hacer. ¿Tenemos qué hacer algo?
Comienza la canción y él rueda los ojos.
—Solo te digo que no te estoy pidiendo bailar, pero si quieres hacerlo,
no me retractaré.
—Aún sigo enojada contigo.
—¿Me ves cara de qué te pregunté? —me atrae hacia él.
Mis manos involuntariamente van a su cuello y las de él a mi espalda
baja. Comienza a moverse en varios pasos y yo lo sigo hasta marcar nuestro
propio ritmo.
Llega el coro y lo miro fijamente a los ojos, al igual que él a mí. La
canción prácticamente se refleja en nuestras orbes, es como si fuese elegida
específicamente para nosotros.
Es obvio, los dos fingimos ser ángeles, pero somos dos demonios que
tratan de no caer en el mismo infierno para no hundirnos más.
—Te tengo una pregunta.
Él se separa y me da una vuelta, al momento de volver a atraerme, me
besa.
Su lengua se une con la mía y me sorprendo por su intromisión.
Acaricia todas las partes de mi cuerpo y me pega más contra él, todo esto es
mientras seguimos bailando al mismo tiempo.
¿Qué estoy haciendo con él? No lo sé.
Él entra su mano en mi vestido y llega a mis bragas, a lo que me besa,
comienza a frotar ese punto de placer.
Vuelve a sonar el coro de la canción y yo rompo el beso para echar la
cabeza hacia atrás.
—N-no es el lugar —muerdo mi labio inferior para no gemir.
—No hagas ruido entonces —entra uno de sus dedos y maldigo,
mordiendo su hombro.
—Joder, Marlon... no me hagas esto.
—Ya lo estoy haciendo.
—¿Y qué es específicamente?
—Eso mismo, bella. Jodiéndote, justo como tú lo hiciste conmigo.
Acelera sus movimientos y jadeo como loca, si alguien entra y nos
descubre, mataré al cretino que está masturbándome en estos momentos.
—Si pudieras verte en estos momentos —muerde el lóbulo de mi oreja
—. Mira como gimes para mí y estás envuelta entre mis brazos. Disfrutas el
placer con la persona que te arruinó la vida.
—Y tú... estás disfrutando el placer con la chica a la que besaste y
tuviste sexo sin condón. ¿Dónde quedó tu buena moral?
Saca su dedo de mi interior y le da una lamida rápida. Me sostiene
bruscamente de la mano, jalándome a la salida.
—Vámonos, no tenemos nada más qué hacer aquí.
—¿Qué tan desesperado estás?
—No hagas que me arrepienta.
• ────── ✾ ────── •
Él cae a mi lado y ambos miramos al techo, recuperando la respiración,
siento su mirada en mi cuerpo y se incorpora, apoyándose de su codo para
verme.
—Mira qué buena te ves —acaricia con sus yemas mi abdomen—. Te
tomaré una foto.
—Atrévete y te mato ahogándote con la almohada.
—Tienes razón, ¿para qué tirarte una foto si podemos tener sexo 
cuando se me dé la gana?
—¿Disculpa? —río y niego— Eso será cuando yo quiera también.
—Ajá, pero lo que dije no es un chiste. Sólo yo estaré dentro de ti, nadie
más.
—¿Y qué pasó con eso de humillarme y odiarme?
—No te equivoques, sólo tendré sexo contigo, nada más. Tu cuerpo me
vuelve loco, especialmente tus pechos y tus gemidos.
Ruedo los ojos y lo aparto para levantarme, tomo una toalla y la enrollo
en mi cuerpo.
—¿A dónde crees qué vas?
—¿Cómo qué a dónde? Me bañaste de tu líquido varonil, no voy a
dormir así.
Antes de cerrar la puerta, ya él está adentro conmigo, y ni pude
detenerlo. Porque al momento en el que entramos a "bañarnos", él volvió a
usarme como su juguete sexual, y yo no se lo pude impedir, deseaba lo
mismo.

Capítulo 9
 

Marlon
 
Cuando despierto siento unas manos rodeando mi torso, Verena está
completamente desnuda y abrazándome mientras duerme.
Chasqueo mi lengua y la aparto con cuidado de no despertarla. No
quiero tanto contacto físico.
Pf, ya he tenido más que eso con ella.
Abro la regadera y el agua caliente me golpea, cierro mis ojos y echo mi
cabello hacia atrás. Luego de bañarme con Verena no tuvimos nada y nos
quedamos dormidos.
Minutos después me cepillo los dientes y salgo del baño,
encontrándome con la quisquillosa, paseándose desnuda por toda la
habitación.
—Tápate.
—Estoy buscando mi ropa, cretino.
—Pero puedes buscar una toalla —sigo mirándola—. ¿Acaso me estás
provocando?
—¿Tú qué crees? —me lanza una ojeada y se voltea para dirigirse a mí
— No sabía que tenías tatuajes, se ven muy sexys.
Ruedo mis ojos cuando me intenta tocar y la aparto.
—Vete a bañar, no estoy para perder el tiempo.
—¿No hay un momento en el qué no te comportes como un animal? —
agarra su ropa bruscamente junto con una toalla— Más imbécil no puedes
ser.
Le saco el dedo medio y cierra de un portazo. Ya debe saber que ni con
ella tendré una excepción de tratarla bien.
Recuerdo como hizo añicos a su teléfono ayer, ahora está incomunicada
la tonta esa. Mi idea era ir a desayunar, pero se me ocurrió otra cosa antes.
Me levanto y me apresuro en cambiarme para sólo esperarla a ella, lo
más seguro se me irá una vida esperándola.
• ────── ✾ ────── •
Salgo de la tienda y me coloco los lentes de sol, aunque haga un poco
de frío, está muy fuerte el brillo del sol y hace que los ojos se me
humedezcan.
Entro a la camioneta y le lanzo la pequeña caja a Verena, la cual ella
sostiene confusa.
—¿Qué es esto?
—¿Eres ciega? Un teléfono, mensa.
—Ya lo sé, me refiero a por qué me das esto.
—Porque eres mi secretaria y no puedes andar incomunicada, cuídalo
bien, es uno de los últimos modelos.
—No lo quiero.
Ahí está, la etapa de la negación.
—Quieras o no, lo vas a aceptar. Y atrévete a romperlo, porque no sabes
de lo que soy capaz; te compraré trescientos celulares si es necesario, pero
no andarás incomunicada ¿te queda claro?
—No te entiendo, un día me tratas de la mierda y al otro tienes estos
tipos de detalles, ¿me explicas a qué estamos jugando?
—No estoy jugando a nada —la encaro—. Si te confundes, es tu
problema, yo sólo te veo como la chica que tiene sexo conmigo y ya.
—¿O sea qué cómo eso me ves? ¿Cómo una prostituta?
Frunzo el ceño.
—No, no dije eso...
—No lo dijiste, pero es lo que quisiste implicar. O sea que tengo sexo
contigo y a cambio me das lujos ¿no? Soy tu juguete.
—¡No saques palabras de mi boca que no he dicho!
—¡Pero es lo qué demuestras! ¿Sabes qué? Vámonos a donde sea que
quieras ir, porque si me sigues hablando estaré a punto de romperte la nariz.
Enciendo el auto y no respondo, no vale la pena hablar con ella, parece
que la única forma en la que nos entendemos es en la cama. Mantener una
conversación es demasiado difícil.
Nos parqueamos en uno de mis restaurantes, cosa que ella se da cuenta
porque tiene el apellido de mi familia en letras bien grandes.
Bajamos del auto y no es necesario decir que tengo reservación. Sólo
nos llevan a la terraza, donde hay vista de todo París y está solitario, este
lugar es solo para los miembros de mi familia y gente exclusiva.
Nos sentamos en la mesa de dos y tomé el menú para pedir lo que
quiero. Se nota que Verena está furiosa, carraspeo para que salga de sus
pensamientos.
—Pide lo que quieras.
—¿Para qué me sigas viendo como tu prostituta y luego me lo eches en
cara? A la mierda con tus detallitos.
—Siempre malinterpretas todo lo que digo. Nunca te he visto de esa
forma.
—No voy a comer.
—Verena...
—¡No voy a comer! —refunfuña y se cruza de brazos. Dios, no sé si
estoy con una mujer adulta o una bebé.
Llega la que toma las órdenes y pido dos omelettes junto con jugo de
naranja. Ni siquiera sé si a Verena le gusta eso, pero como no dijo nada, me
da igual.
—Perfecto, señor Villarreal. Lo tendrá en unos minutos —sonríe de
forma simpática y asiento.
—¿También te la cogiste? —masculla la quisquillosa con mucha
molestia.
—¿Y por qué lo dices ahora?
—No bueno, como te sonrió muy simpática, ya decía yo que te la
tuviste que haber llevado a la cama.
—Hace tiempo que no vengo a París y es ahora que la veo, ¿cómo me la
voy a coger? ¿Por telepatía?
—¡No te hagas el gracioso! ¡Quiero romperte esa sonrisa qué tienes
ahora mismo!
Y así es, no puedo evitar sonreír con la demencia que tiene.
—No tuve sexo con ella, ¿feliz?
—No, vete a la mierda.
—¿Me explicas tu mal humor?
—¡Qué me dijiste prostituta! —vuelve a alterarse— ¡Tu teléfono
métetelo por el...!
—¡Ya cálmate! —interrumpo— Ya te advertí que si lo rompes, te
compraré más hasta que entiendas que tienes que estar comunicada.
—Yo puedo comprarme uno.
Bufo.
—Sí, los de tapa.
—¿No quieres qué esté comunicada? Pues eso es un teléfono, ¿qué
tiene?
—Que las mujeres como tú no van a andar con porquerías, y más si
andas conmigo. Así que te quedas con el jodido teléfono que te compré si
no quieres un castigo.
—¿Qué vas a hacer? ¿Romperme la ropa?
—Algo mucho mejor —humedezco mis labios—, soy capaz de dejarte
aquí sola, y estarás completamente jodida porque no tendrás forma de
devolverte.
Su sonrisa de diversión se desvanece y me siento completamente
satisfecho al lograr mi objetivo. Ella sabe cómo soy, sí soy capaz de dejarla
aquí.
Llega la chica que nos tomó la orden con una bandeja, nos sirve los
platos junto con los jugos.
Ella me lanza una mirada pícara y hace el ademán de tocarme el
hombro.
—Espero que le guste señor... es de lo mejor para usted — acaricia mi
brazo.
Cuando trato de responder, esa acción se queda a la mitad cuando la
quisquillosa se incorpora bruscamente de la silla.
—¿Qué estabas por hacer?
La chica se queda con la boca entreabierta.
—Eh... yo sólo quería...
—Exacto, querías.
Me quedo sorprendido cuando ella viene con toda la seguridad del
mundo a sentarse en mis piernas, sostiene mi cara y me planta un beso que
me toma por desprevenido.
—Gracias por atendernos, ahora puedes irte, te llamaremos si
necesitamos algo.
—Sí, señorita —se va, cabizbaja.
Verena toma un pedazo de pan y me lo entra en la boca con mucha
agresividad. Comienzo a toser y se levanta de vuelta.
—Delante de mí no vas a coquetear con las mujeres, ¿me escuchaste,
cara de mierda?
—¡Era ella la qué lo estaba haciendo! —tomo un vaso de agua cuando
trago, joder, me entró ese pan hasta la garganta.
—Ajá, bien que no haces nada para evitarlo.
Al momento en el que trata de dirigirse a su silla, la agarro de la mano y
la jalo a mis piernas otras vez, volviéndola a besar, metiendo mi lengua para
enroscarla con la suya.
Ella me da varios manotazos para que me separe de ella, lo hago y río
cuando respira entrecortadamente.
—Maldito cabrón.
—¿No querías ver qué no estoy coqueteando con nadie? Ahí está.
Llevo mi mano a su trasero y le doy un leve apretón.
—Bien que me odias, pero no puedes evitar celarme con cualquier chica
que me diga los buenos días.
—No te estaba celando, más bien me siento incómoda de estar de
espectadora, viendo como te comes con la mirada a cualquier mujer que se
te cruce.
—Tranquila, a la única que le miro el trasero es a ti.
—Vaya, gracias por recalcar.
Rodeo mi brazo en su cintura cuando vuelve a levantarse.
—Haz algo y dame de comer.
—¿Qué? —se indigna— Más rápido te entro el cubierto hasta la
garganta.
Me acerco al plato, tomo un pedazo de omelette y me lo como, hago
una señal de que está delicioso, tomo un pedazo para ella.
—Come.
Aparta el cubierto.
—No tengo hamb...
La callo cuando se lo entro en la boca y traga sin protestar.
—Mmm, no está mal —murmura y toma otro pedazo para comer.
—Obvio, los Villarreal nunca hacemos malas comidas.
—Claro, lo más seguro lo envenenaste.
Me echo hacia atrás y la miro de espaldas.
Al contrario, ella me envenenó con su deseo.
• ────── ✾ ────── •
La veo salir del vestidor con ese vestido plateado, repleto de brillos.
Ella da una vuelta completa y coloca sus manos en su cintura con una
sonrisa reluciente.
—¿Cómo me veo?
—¿Para qué me lo preguntas si ya sabes cómo te ves? —arreglo las
mangas de mi camisa.
—Pero quiero escucharlo de ti.
—Pues te quedarás esperando, porque no diré nada.
Me miro al espejo y trato de arreglar las mangas, de ninguna forma me
queda bien, ya estoy por romperlas...
Verena se acerca y me da un manotazo para que quite mis manos.
Sostiene el cuello, lo arregla y luego sigue por las mangas, abotonándolas y
doblándolas.
—¿Ves? —se voltea hacia el espejo— Creo que te queda mejor ahora.
Me quedo callado mirándome, la verdad es que Verena me arregló muy
bien la camisa.
—¿Por qué nunca muestras tus tatuajes? —toca mis hombros y su mano
se desliza por mi pecho hasta llegar a mis abdominales— Es lo que más me
gusta de ti.
—Porque no quiero que me vean como bandolero.
—¿Y para qué te los hiciste?
—Tenía diecinueve años y me los hice por rebeldía, apenas era un
simple adolescente, Verena.
—¿Puedo verlos cuándo te quites la camisa?
—No.
—Gracias —lo toma como un sí.
Salimos y vamos al ascensor, oprimo el botón del primer piso, Verena
saca el teléfono que le di y abre la cámara para enfocarla en el espejo.
—Ven, quiero tirarme una foto contigo.
—Tírala tú sola, no me sé tirar fotos, mucho menos posar.
—Marlon, ven aquí ahora mismo.
—No quiero.
—¡Qué vengas! ¡Quiero una foto contigo y me la vas a dar!
—Joder, pronto te enterraré viva, vas a ver.
Accedo finalmente y la abrazo por su cintura, tapando la mitad de mi
cara en su cuello e inhalando su olor.
Escucho el click de la foto, sé que ya la tiró, pero aún así me quedé
estático en mi lugar.
Le doy un leve mordisco en su cuello y se retuerce con una pequeña
risita. Se separa de mí y me enseña la foto, satisfecha.
—Primera foto juntos.
Se abren las puertas del ascensor y salimos para aproximarnos a la
camioneta.
—Vaya, parece que ahora sí quieres el teléfono.
—No me preocupo, sé que si lo rompo me comprarás otro, ¿verdad?
—Estás loca.
—No, no lo estoy —acaricia mi mejilla—. A mí me vas a consentir
cuántas veces se me dé la gana.
—¿Te fumaste algo antes de salir? No haré tal barbaridad.
—O lo hace, o me pierde como secretaria, señor Villarreal. Será una
pena perder a la chica con la que tienes el mejor sexo ¿verdad? Pero es
obvio que eso no pasará.
Me lanza un beso en el aire y se va hacia el auto. Resoplo al verla,
aunque la odie, odio no tenerla cerca.
• ────── ✾ ────── •
Llegamos al restaurante y veo a Vincent junto con su hermana, Vero.
Saludo a Vincent con un corto abrazo y a su hermana con simple
asentimiento.
—¿Y tú, Verena? ¿Cómo estás?
—Muy bien, Vincent. Gracias por preguntar.
Noto como él la mira de una forma no muy normal, ya sé cuales son sus
intenciones, pero está muy equivocado si cree que se la llevará a la cama.
—Cuánto tiempo sin verte, Marlon —escucho la voz de Vero—. Te has
puesto cada vez más guapo.
—Gracias —es lo único que digo, acabo de llegar y ya estoy de mal
humor.
—He estado pensando ir a Nueva York un fin de semana, ¿crees que me
darías una habitación en tu casa?
Miro de reojo a Verena, la cual está con el ceño fruncido.
—Sería buena idea, amigo. No quiero que mi hermana esté sola, y
confío en ti.
—Lo voy a tener que pensar —carraspeo, incómodo—. ¿Por qué mejor
no pides un vino y hablamos de otra cosa?
Quiero cambiar de tema, no estoy para escuchar los dramas de Verena
cuando regresemos al hotel. Jode demasiado, y aunque no seamos nada,
anda de loca psicótica posesiva.
Llamo a un mesero para que nos atiendan.
—Quiero un pollo a la Vasca y una botella de los mejores vinos que
tengan —habla Vincent—. El vino lo invito yo.
—Quiero una Bullabesa, estoy a dieta y no puedo comer mucho —Vero
me guiña un ojo, y como siempre, Verena tiene como diez ojos y lo nota
todo.
—Yo quiero una carbonara —siempre suelo pedir
pasta, es lo que más me gusta desde pequeño.
Cuando el mesero mira a la insoportable ella se queda cabizbaja.
Sostengo el mechón rebelde de su cabello y lo echo hacia atrás, lo que
llama su atención.
—¿Qué quieres pedir?
—No tengo hambre —suelta, secamente.
—Verena, vas a comer, no vas a irte con el estómago vacío al hotel...
—Déjala, Marlon —evito no rodar los ojos al escuchar a Vero—. Si ella
no quiere comer, que no lo haga y se muera de hambre.
Noto como Verena acribilla con la mirada a Verónica, me aparta y toma
el menú, ella señala una de las carnes y mira al mesero.
—Quiero una carne a la florentina.
—¿Qué? —dicen Vincent y Vero al mismo tiempo— Esa es lo más caro
que hay en el menú —murmura ella.
—Eso es lo que quiero, y es lo que Marlon me va a pagar.
Aprieto mis labios por sus malditos berrinches, ya sé qué es lo que está
buscando, pero me las va a pagar.
—Que lo pida —mascullo.
Estoy furioso, esta mujer me va a salir demasiado cara.
—Hace mucho que no te veo con tus tatuajes, Marlon. ¿Te los quitaste?
Siempre dejabas que los vea.
—¿Qué dice? —susurra la chica a mi par, acuchillándome con la
mirada.
—Aún los tengo, pero no me gusta mostrarlos, sólo fueron errores de la
adolescencia.
—Ay, no me digas eso —Vero hace un puchero—. Si fui yo la que te los
recomendó.
Mierda, no quería que dijera eso. Trataba de evitarlo a toda costa.
—¿Con qué fuiste tú? —pregunta Verena mientras nos sirven el vino—
No tienes tan mal gusto.
—Obvio. El que tiene mal gusto es Marlon en traer a una chica como tú
acá.
—Verónica... —le reprende Vincent.
—No, no me voy a callar —le da un sorbo a su copa y me mira—. ¿En
qué estabas pensando en traerla aquí? ¿No ves cómo su familia está hasta el
fondo?
—¿Por qué no me miras y me lo dices a la cara?
—Pues lo hago, Marlon cometió un gran error en contratarte como
secretaria y traerte aquí. Además, te estás aprovechando de su dinero.
—A ver, basta —la detengo—. Las cosas no son así...
—¡Sí lo es! —golpea la mesa y llama la atención de algunas personas.
Vincent trata de calmarla, pero no cede— Eres solo una maldita interesada
y ramera que aprovechó la primera oportunidad para enredar a Marlon.
¿Cómo le pagas? ¿Follándola cómo una cualquiera?
Los impulsos de Verena son muchos fuertes, no pude detenerla al
momento en el que le lanzó la copa llena de vino en su cara y ropa. Se
escuchan los jadeos de asombro de todos y me tapo la cara, qué desastre.
—Mierda —se tapa la boca—. Lo siento, n-no quise...
—¡Eres una maldita! —se levanta— ¿Eso es lo qué quieres, Marlon?
¿Una perra que no sabe controlar sus impulsos sólo porque le digan la
verdad?
Verena deja su servilleta y se levanta, yéndose a la salida sin ni siquiera
esperarme.
—¡Verena!
—¿En serio irás detrás de ella?
—Tú la provocas, Verónica. ¿Cómo quieres que reaccione?
—¡No puedo creer qué me digas esto!
—Chicos, es mejor que nos calmemos y hablemos civilizadamen...
—¡Pues te lo digo! —ignoro a Vincent— Yo hago lo que quiera con mi
dinero, y si lo gasto en ella, es porque me da la gana. Con permiso.
Abandono la mesa y corro hacia la salida. Joder, está lloviendo y hace
demasiado frío.
—¡Verena! —la llamo mientras llego al estacionamiento— ¡Verena!
No contesta el teléfono tampoco y no la encuentro en el estacionamiento
ni cerca de la camioneta.
Miro hacia varios lados y mi vista llega hasta la chica que está sentada
en un banco, empapada completamente por la lluvia. Corro hacia ella,
totalmente enfurecido.
—¿¡Se puede saber el maldito show qué acabas de hacer?!
—¿Disculpa? —se levanta del banco y me encara— ¡Ella empezó! ¡Me
insultó sin ninguna razón y yo sólo me defendí!
—¡Me tienes totalmente harto, te juro qué no te soporto!
—¡Lárgate con Verónica entonces! ¡A ella si la dejas ver tus tatuajes y
hasta la tratas cómo a una reina, mientras yo tengo que aguantar tus malos
tratos de animal!
—¡Porque eso es lo qué eres! ¡Una basura que cualquiera puede recoger
a su antojo, no tengo nada qué hacer por ti! ¡Por mí te mueres y me da
igual!
Ella se queda petrificada por mis palabras, al igual que yo. Mierda, ya la
hice llorar.
—Mira, yo... no quería decirte eso...
—¿Solo cómo eso me ves?
—No, Verena.
—Sí, sí lo haces. Eso mismo soy para mis padres: Una basura que
pueden manejar a su antojo. Así mismo me tratas tú, porque siempre hago
todo lo que la gente quiera.
Me empuja y la sostengo de la mano.
—Bella...
—¡NO ME LLAMES ASÍ! —me da una cachetada junto con un
empujón.
Me acaricio la mejilla donde me golpeó y veo como toma un taxi. Dura
unos segundos, pero el taxi arranca y se va.
Voy hacia mi camioneta y cierro la puerta, inhalo y exhalo para
calmarme, pero no puedo.
—¡Joder! —le doy un manotazo al volante.
¿Por qué me importa tanto hacerla sentir mal? Es como si me doliera
ver que ella está dolida.
Pf, vaya mierda. No me tiene que importar.
O eso era lo que creía.

Capítulo 10
 

Verena
 
Cierro la puerta y me deslizo en la misma, llorando.
No puedo evitar sentirme mal con todas esas horribles palabras que me
dijo Marlon. Más porque es verdad.
Soy una basura, mis padres siempre me lo recalcaron, siempre hice todo
lo que ellos me pedían y aún así, nunca logré convencerlos.
¿Y ahora? Soy la secretaria de ese desgraciado, mi plan era solo joderle
la vida y descubrir algo que derrumbe todo su imperio. ¿Qué hice yo? tener
sexo con él como una ninfómana.
Voy al baño y me miro en el espejo. Detengo mi lloradera y mis
sollozos, fue suficiente.
Me quito el maquillaje y el rímel corrido con una toallita
desmaquillante. Mi pelo está todo mojado, al igual que mi vestido, está
arruinado, los brillos desaparecieron.
Busco en mi maleta una pijama, tomo una blusa de tirantes de seda y
unos pantalones cortos de algodón. Vuelvo al baño, me cambio de ropa y
meto la mojada en una bolsa. Está lloviendo y no vale la pena que lo ponga
a secar en la terraza.
Veo que tengo cinco llamadas perdidas de Marlon, pero ya fue hace
media hora. De seguro regresó a donde pertenece... en el mundo de la
hipocresía y soberbia.
Me acuesto en la cama y apago las luces para dormirme, ahora no
quiero saber ni de él ni de nadie.
• ────── ✾ ────── •
Escucho varios sonidos en la puerta, pero no le tomo importancia.
Bueno, eso es hasta que escuché algo que se rompió en el piso.
Estrujo mis ojos y enciendo la lámpara a mi par. Me volteo y mis ojos
se cruzan con los grisáceos de Marlon.
Al parecer chocó con una jarra que estaba en la repisa y se rompió.
Él está cabizbajo, con el pelo todo mojado y alborotado, al igual que su
ropa, está demasiado empapada.
—¿Dónde estabas? —pregunto, con la voz ronca por estar recién
despierta.
—Por ahí —tira las llaves a la repisa.
Cuando intenta dar un paso, él se vuelve a tropezar y voy hacia él
después de recoger algunos vidrios sin cortarme para tirarlos al cesto de
basura.
—¿Estás borracho? —pregunto, como una estúpida. Es obvio que lo
está.
—¿Tú qué crees? —ríe, como un bobo.
Veo en el reloj que son las doce de la noche, sólo dormí dos horas.
—¿Se puede saber a dónde andabas y por qué vienes todo demacrado?
—me cruzo de brazos— ¡Estás en un país donde no tienes a nadie que te
socorra, podrías tener un accidente!
—Eso no es cierto, te tengo a ti —sigue tambaleándose como un idiota
y se apoya de mí.
—Joder, y justo vienes encima de mí cuando soy mucho más pequeña
que tú —gruño y lo llevo con cuidado al sofá, Dios, pesa demasiado.
—Déjame solo —me aparta—. No te quiero cerca.
—¿Incluso borracho te sigues comportando cómo un perro rabioso? —
lo empujo, me enoja este hombre.
Él se acuesta y apoya su cabeza en el respaldo, cierra sus ojos y se tapa
la cara, murmurando varias cosas que no entiendo ni un rayo.
—Nos vamos a las diez, quítate la ropa y duérmete.
—Ey —me detiene antes de que dé un paso—. Eres mi secretaria ¿no?
Quítame la ropa tú —expresa, de forma pícara.
—Vete a la mierda.
—¿Sabes cuánto me gusta cuándo estás enojada
—se sienta y agarra mi mano, jalándome hacia él— Me prendes en
todos los sentidos, Verena.
—Suéltame, Marlon —termino encima de él y me besa el cuello, pero
trato de apartarlo—. Basta, así no.
—¿No quieres qué arreglemos nuestros problemas? Así es como nos
entendemos tú y yo.
—Las diferencias que tenemos tú y yo se resuelven hablando, pero
como tú eres una jodida bestia...
Me callo porque literalmente él sólo se concentra en besarme en todas
las partes de mi cuerpo.
—Marlon, detente —mi voz suena autoritaria y obedece.
—Quiero besarte.
—Bésame cuando estés sobrio y seco.
Cuando intento levantarme, él se opone a que me aleje y me abraza,
apretujándome contra él.
—No te vayas.
—Marlon, estás mojando toda mi ropa.
—Quiero abrazarte, tengo mucho frío y siento que me dará una
hipotermia.
Mierda, verlo así me hace sentir... No puedo tener resentimiento con él,
no ahora.
—Suéltame para ayudarte a quitarte la ropa.
Lo hace y finalmente me levanto. Desabotono sus pantalones y los bajo,
quito sus zapatos, comienzo a desabotonar su camisa y dejo la ropa
empapada a un lado.
Él se quedó completamente en bóxer y evito no salivar. Puede ser un
desgraciado cretino, pero está que se cae de bueno.
—¿Hay algo qué no has visto ya? —sacudo mi cabeza y pongo a un
lado mis pensamientos calientes— No te preocupes, todo este cuerpo es
tuyo, bella. Yo soy tuyo.
Hago un sonido de arrogancia.
—Eso no me decías hace unas horas.
Su sonrisa se evapora poco a poco.
—Ven aquí.
—No iré a ningún lado, menos cerca de ti.
—Soy tu jefe, quisquillosa. Así que ven aquí.
Ruedo mis ojos y me siento en la esquina del sofá, él literalmente ocupa
todo el espacio con lo alto que es.
—Perdón por decirte eso —acaricia mi muslo—. Soy un imbécil, no
hagas caso a lo que te digo.
—No tomaré eso como una disculpa hasta que estés sobrio. Así que no
intentes disculparte.
Chasquea su lengua.
—Te odio.
—No te preocupes, yo también te detesto con toda mi alma.
Se abraza a sí mismo y su labio comienza a temblar, contengo mis ganas
de reír, parece un bebé. Y es muy raro lo que diré, pero se ve... tierno.
—Te buscaré una sábana para arroparte.
—No, llévame a la cama. Quiero dormir contigo.
—Marlon...
—¡Quiero dormir contigo! —refunfuña y suelto una maldición.
Yo me quejo de él, pero es que somos tal para cual. Nos comportamos
como bebés.
Lo ayudo y lo acuesto en su lado de la cama, voy hacia el mío y bajo la
luz de la lámpara para que quede una tenue.
No llego a acomodarme y ya el cretino está encima de mí, arropado y
con su cara enterrada
en mi cuello, dejando varios besos en él.
—Eres mía —espeta.
—No soy de nadie.
—Sí lo eres. Ya esté ebrio o sobrio, siempre tendré en mi mente que
eres mía, y yo soy tuyo, Verena.
Suspiro y acaricio su cabello, lo dice porque está borracho.
Al pasar los minutos él se queda profundamente dormido, al igual que
yo. Fue una noche muy cansada, y es mejor olvidarla.
• ────── ✾ ────── •
Duramos todo el trayecto en un total silencio. Él se despertó y sólo me
dirigió la palabra para decirme que estábamos tarde, ya volvimos a ser los
mismos de siempre.
Ahora estamos en el aire. El jet despegó hace diez minutos, ni siquiera
me dio tiempo de maquillarme, me quito el cinturón y tomo mi bolso para ir
al baño.
Sentí su mirada en mi espalda, pero lo ignoré. No estoy para aguantar su
resaca.
Me doy unos últimos retoques de polvo y rímel, solo me puse eso
porque es muy temprano y quiero ocultar las ojeras, parecía Gasparín, el
fantasma.
Cuando salgo, me cruzo con la mirada del cretino, el cual hace señales
en su muslo para que me siente sobre él.
Esa mirada tan fija y detonadora... no pude retractarme.
Sostiene mi mentón con un poco de fiereza y deja un beso en la
comisura de mis labios.
—Perdón por tratarte mal ayer, bella.
—Bueno, resulta que si te acordaste de lo qué pasó mientras estabas
borracho.
—Yo me acuerdo de todo, y créeme que todo lo que te dije, fue de
verdad, quisquillosa.
—Me caes mal.
—¿Y crees que tú a mí no? —ríe— Eres un grano en el trasero.
Me mofo y decido cambiar de tema para no comenzar a pelear.
—¿Pediste algo para comer?
Asiente.
—La pasta que no me pude comer ayer por tu culpa.
—Se nota que te encanta mucho la pasta.
—¿Hasta ahora lo notas? Me encanta, es lo único que sé cocinar.
—¿El señor Villarreal tiene millones de restaurantes y no sabe cocinar
otra cosa? —toco mi pecho, indignada— Sé tu mayor secreto.
—No se lo digas a nadie —aunque tenga su semblante serio, sé que lo
dijo en un tono bromista.
—Mis labios están sellados.
La puerta se abre y veo como entra una rubia con una pequeña mesa de
ruedas, es lo que usan en los aviones para servirle a los pasajeros.
—¿Y la pelinegra?
—La despedí, no tenía derecho de hablarte como lo hizo.
Le sonrío, pero él evita mi mirada. Más seco no puede ser.
La chica sirve la pasta en la mesita que tiene el asiento con dos jugos de
naranja, me doy cuenta de que él también pide mucho ese jugo. Ya sé más o
menos lo que le gusta.
—¿Necesitan algo más? —ella se ve simpática.
—No te preocupes, estamos bien —le brindo una sonrisa sincera—.
Gracias.
Asiente y se retira, cierra la puerta de la cabina y rodeo mis brazos hacia
el hombro de Marlon.
—¿Te olvidaste de mí?
—No, ridícula. Pedí sólo un plato porque sabía que me ibas a utilizar
como una silla.
—Tú me dijiste que me sentara en tus piernas.
—Y me gusta, pero me gustaría más que tú estuvieras entre mis piernas.
Muerde él lóbulo de mi oreja y suspiro, pesadamente.
—¿Tu fantasía sexual es tener sexo en un jet?
—Y ya la cumplí, contigo, bella.
Lo ignoro y tomo un tenedor para probar la pasta, y justo es la misma
que pidió ayer. La carbonara.
—¿Te gusta?
—Es aceptable —entrecierra sus ojos—. Es que no sé de pastas.
—Mira —se acomoda en el asiento y acaricia mi cintura—. Está hecha
de huevo batido y mucho queso —hago una mueca de asco—. Sí, suena
asqueroso, pero no me niegues que no sentiste esa mezcla.
—La verdad no —tomo de la pasta otra vez y le doy a él—. Abre.
Obedece y la degusta. Ambos comimos del mismo plato y terminamos
satisfechos, luego de darle varios bocados, me encantó la pasta.
—¿Quieres ir a mi casa cuando aterricemos?
Enarco una ceja.
—¿Para qué exactamente?
Bufa.
—Para que juguemos a la mamá y el papá, las escondidas y veamos
películas. Cosas de amigos.
Noto que está bromeando y le doy un zape.
—Bien, juguemos a la mamá y el papá, pero sin procrear engendros.
—Ni lo digas de broma, ni loco tengo hijos contigo.
—Ja, tranquilo, tengo mi inyección al día. Tener un bebé es lo que
menos nos atormentará.
—Más te vale, porque lo que menos quiero es tener un bebé que lo
único que hace es llorar, comer y cagar todo el tiempo.
—Sí, ajá. Cállate y bésame, cretino.
Decido evitar el tema de hijos, en lo único que llegaremos Marlon y yo
es en tener sexo, nada más.
• ────── ✾ ────── •
Durante todo el camino a casa Marlon no paraba de tocarme en todas las
partes de mi cuerpo, estaba más que ansioso.
No descansamos tan bien, tengo sueño. Pero mis ganas de estar con él
las elimina.
Entramos a su mansión y cerró la puerta a sus espaldas. Ni siquiera
hemos llegado bien y ya se agachó para sostenerme por las piernas y
llevarme a su habitación.
Esta vez no protesté y me río por su desesperación. Llegamos a su
enorme habitación y cerró la puerta con seguro.
En la habitación únicamente se escucha como nuestros cuerpos chocan
como si estuviésemos aplaudiendo, nuestros gemidos hacen sincronía y me
vuelve a azotar.
—Esta es la mejor vista que me has podido ofrecer, bella —me jala  del
cabello y mi cabeza termina apoyada en su hombro—. Me encanta verte
así... sudada, ansiosa y deseosa de lo que puedo hacerte.
Susurra en mi oído miles de las cosas morbosas que quiere hacerme,
cada vez me da más fuerte y yo cada vez menos puedo controlar.
—Solo mía —su mano va a mi clítoris y lo frota—. ¿Verdad que sólo
soy yo?
—¡Sí! —digo varias veces como una grabadora descompuesta.
Esta vez, él estaba disfrutando tanto que se corrió dentro de mí.
Llenándome completamente.
Todo mi cabello está pegado a mi cara y estoy bañada en sudor, como
él.
—¿Puedes pedir una pizza? —sigo respirando como si hubiese corrido
un maratón— Quiero ver películas.
Él ríe por lo bajo y sale de mí, se siente un poco doloroso, pero puedo
soportarlo.
—La pediré, pero antes debemos darnos una ducha.
• ────── ✾ ────── •
Marlon me prestó una de sus enormes camisetas, literal, sí me quedan
como una bata.
Él se sienta a mi lado con la caja de pizza de pepperoni. Tomo un
pedazo y busco películas de terror, selecciono la monja, da un respingo y
me quita el control.
—¿Te volviste loca? Ya es de noche y puede ser que esa monja aparezca
en mi closet.
Suelto una risotada y le arrebato el control.
—¿Tiene miedo el bebé?
—No soy un bebé, estúpida demente. Te pareces a la monja, las dos son
locas.
Suelto una risotada y palmeo su hombro, en su idioma de hombre
soberbio y prepotente significa que sí, tiene miedo.
Durante las dos horas que estuvimos viendo la película, el hombre
fuerte aquí a mi lado fingía que me abrazaba para ocultar su cara detrás de
la mía cuando venían los screamers.
Yo solo rodaba los ojos y daba uno que otro saltito, ahora resulta que
Marlon es "una miedosa".
A mí siempre me han encantado las películas de terror, la monja es la
que siempre me ha aterrado más de todas, pero tampoco es para tanto.
La película termina y el cretino apaga la televisión, se incorpora y
coloca sus brazos debajo de mis piernas para agarrarme como princesa en
apuros.
—Te mandaré a dormir al patio por hacerme esa maldad —musita,
mientras sube las escaleras a su habitación.
—Ajá, ya bájame, principito.
Me acuesta en la cama y me besa. Sus labios son tan adictivos, y no sé
si él piensa lo mismo de mí, total, sólo tenemos sexo. No irá a nada más.
—¿Segunda ronda? —asiento y me vuelve a besar.
Sí, sólo es sexo. Nada más.

Capítulo 11
 

Verena
 
No encontré a Marlon cuando desperté, su lado de la cama estaba
tendido. Luca, su chófer, me está llevando a casa; la felicidad dura muy
poco.
—¿A dónde está? —pregunto, luego del largo silencio.
—No le puedo decir, señorita Ellison.
—¿Por qué no? ¿Está bien? ¿Le sucedió algo...?
—El señor Villarreal me dio órdenes de que no le diga nada y sólo
cumpla con mi trabajo de llevarla a casa.
Gruño y me cruzo de brazos.
—¿Ni siquiera me puedes decir si está con vida? Esta agonía me va a
matar.
—No puedo, y sí, está vivo —sonríe— ¿pero por qué no lo llama usted
y le pregunta?
Ah, verdad. Se me olvidó que tengo un teléfono.
Sigo su consejo y marco el número de Marlon, suena el segundo pitido
y suelto un suspiro de alivio cuando contesta.
—¿Qué quieres?
—¿Por qué no me dijiste qué te ibas a ir sin avisarme nada?
—¿Y quién eres tú cómo para avisarte lo qué tengo qué hacer o no?
Aprieto mis labios, muy poco le duró la generosidad.
—Tampoco me hables así, sólo estaba preocupada por ti.
—Pues no lo hagas tanto, porque créeme que la última persona que me
ronda por la cabeza eres tú. Así que no me jodas más, no estoy para perder
el
tiempo contigo.
Y sin más, me colgó.
Me colgó el maldito hijo de su madre.
Mis ojos se humedecen, pero los aprieto con fuerza para que no salgan
las lágrimas. Guardo el teléfono con molestia y me concentré en la vista de
Nueva York.
—¿Qué le dijo? —pregunta Luca, con cautela.
—¿Tú qué crees? Tu jefe es un maldito maleducado, ¡me trató cómo
una mierda!
—No se preocupe, se le va a pasar.
—No, no es asunto de que si se le pasa o no. Es que no tiene porque
tratarme así, como una más de su lista.
—Créame, él puede ser así con todas, pero con usted es —él se calla de
golpe y sacude su cabeza—... olvídelo.
—No, dime qué soy para él —insisto.
Se estaciona en la torre donde vivo. Se baja y me abre la puerta para que
baje.
—¿Por qué no se hace la pregunta usted misma y se la responde? Creo
que tendrá una respuesta más rápida que la mía.
Saca mis cosas del maletero y me las tiende, aún sigo pensativa con lo
que me dijo.
—¿Quiere qué la acompañe arriba?
—No, me puede dejar aquí, así es cómo se maneja la familia con la qué
trabaja ¿no? Todos son unos incompetentes, luego de que te utilizan para lo
que les beneficia, te desechan sin darte explicaciones.
—No piense eso del señor Marlon...
—Pues lo pienso —determino—. Gracias, Luca. Pero lo mejor es que
me vaya antes de desahogarme contigo, ojalá nos veamos pronto.
Resopla.
—Créame que nos veremos seguido.
Frunzo el ceño, pero decido no preguntar y adentrarme al edificio. Lo
único que necesito es descansar, mañana tengo que ir a la empresa y
soportar el mal humor de ese imbécil.
Cuando entro, ambos de mis padres salen del
pasillo, corriendo hacia mí.
—¿Descubriste algo? —pregunta mi padre.
—No. Solo fui su acompañante en algunos eventos, pero no pude
descubrir nada.
—¿Y cuándo es que te dará la gana de hacer algo? ¡Nos estamos
quedando sin dinero! —espeta Rose.
—¡Pueden buscar trabajo también! ¡Sólo están aquí perdiendo el tiempo
y utilizándome...!
El impacto de recibir su palma contra mi mejilla me toma por
desprevenida y sorprendida. Ella nunca me había pegado... nunca me había
puesto una mano encima.
—¡Pues para eso sirves! —mi padre trata de calmarla pero ella no cede
— ¡Nosotros queríamos un hombre, sólo eres una inservible y un maldito
error!
—¡Rose, no le digas esas cosas!
—¡No te hagas! ¡Tú también piensas lo mismo qué yo!
Jadeo de asombro y los aparto, me voy a mi habitación y le coloco el
seguro a la puerta.
¿De qué sirve recuperar toda nuestra riqueza? ¿Si lo único qué quiero
tener es aunque sea un gramo de amor de mis padres?
Me siento en la cama y me quito los zapatos. Esto ya no es vida.
Siento vibrar mi teléfono y lo saco de mi bolsillo, me etiquetaron en una
historia, ni siquiera sigo a ese usuario.
Mi cuerpo y corazón se detiene al ver a la hermana de Vincent, dándole
un beso a Marlon en la mejilla mientras él no mira a la cámara, cabizbajo.
¿Así qué eso era lo tan importante qué tenía qué hacer? ¿Salir con
alguna tipeja en mis narices?
Le tiro una captura de pantalla y se la mando a Marlon junto con un
mensaje.
Verena
«foto»
Yo pensé que eras leal a tus promesas, pero resulta que me equivoqué.
Veo como entra en línea y lee el mensaje. En dos minutos, se
desconecta.
¡Me dejó en visto el maldito imbécil!
Me indigno y apago el celular, mejor que no me conteste. Que se coja a
Verónica y a todas las que quiera, es un mentiroso.
Suena el tono de llamada, pero mis esperanzas desvanecen, es la
agencia de modelaje en la que trabajo. Por suerte pude obtener mi antiguo
número, ahí es donde tengo todos esos contactos.
—¡Verena, querida! —Alana, es la organizadora— Te necesito
urgentemente.
—Un gusto escucharte, Alana. ¿Para qué soy buena?
—Sé que es muy rápido, pero una de nuestras modelos se enfermó y te
necesitamos, ¿tienes algo qué hacer hoy?
Sonrío, llena de entusiasmo. Necesito el dinero, así que es obvio que no
la voy a rechazar.
—¿A qué hora nos vemos?
—Sabía que podía contar contigo.
• ────── ✾ ────── •
Me rizan los últimos mechones que quedan de mi cabello mientras me
colocan el labial rojo pasión.
Hoy modelaré una edición exclusiva del poder femenino, hecho por una
muy famosa marca de ropa. Solo usaré tres atuendos, contando el que tengo
puesto ahora, pero no importa. Me pagarán bien y es lo que cuenta.
Casi no suelen llamarme debido a mi figura. Tengo muchas curvas,
siempre llaman a las de piernas largas y altas. Efectivamente, soy todo lo
contrario.
Pero amo mi cuerpo, fue mucho tiempo en el gym para lograr mi cuerpo
perfecto, estoy muy bien y conforme así.
—Preciosa, ya casi es tu momento de salir —me encuentro con Alana y
aprieta mis hombros—. Mucha suerte, sé que serás espléndida.
—Gracias a ti por llamarme, Alana. Te prometo que daré lo mejor de
mí, como siempre.
Me deja un beso en la coronilla.
—¡Confío en ti!
Me levanto y me dirijo a donde todas ya están modelando. Voy después
de la otra que está modelando un vestido corto, a mí me toca uno más largo.
Marlon no volvió a conectarse, no me escribió ni me llamó. Prefiero no
pensar en eso, es mi gran momento y tengo que darlo todo.
Suena «Power» de Little mix. Salgo y los flashes se disparan. Ofrezco
mi mejor sonrisa angelical y echo mi larga melena hacia atrás, los aplausos
ovacionan y llega el coro de la canción; definitivamente, es mi momento de
brillar, y ya lo estoy haciendo.
Llega la parte más destacada de la canción, en la parte de «You're the
man, but i got the power» Doy una vuelta completa y les guiño un ojo a los
espectadores. Los silbidos no pueden faltar.
Me voy contoneando mis caderas en el proceso y entro, necesito
cambiarme de atuendo y solo tengo tres minutos.
La segunda ronda fue magnífica y ahora toca mi último vestuario.
Además que soy la que cierra, tengo que demostrar que vale la pena venir
por mí.
Cuando salgo del vestidor, la canción sigue sonando y las personas
aclaman mi presencia cuando vuelven a tirar fotos como locos y a grabar
vídeos. Wow, se nota que me adoran.
Al momento en el que llego al frente, me lanzan varias rosas. Logro
sostener una y huelo el aroma de su fragancia, trato de localizar a la persona
que me lo lanzó.
¿Y para qué lo hice? Mi cara fue de un total shock cuando mis ojos se
cruzaron con esos grisáceos que me tienen loca.
Es Marlon.
Está aquí.
Eso significa que me ha estado viendo desde que empezó la pasarela.
Parpadeo varias veces y me concentro en el público. Odio la forma en la
que me mira, sentado y con las piernas cruzadas, aplaudiéndome y
lamiendo sus labios en el proceso.
Les lanzo un beso y me voy con la rosa que me tiró Marlon en la mano.
Sería de mala educación tirarla.
—¡Fuiste la mejor! —Alana llega a abrazarme— Te prometo que trataré
de buscarte para más eventos, todas lo hicieron maravilloso, pero tú
resaltaste. Me salvaste, Verena.
—Siempre estaré a tus órdenes —dejo la rosa en mi tocador—. Espero
que me llames pronto.
—Tenlo por seguro.
Voy a mi camerino para cambiarme de ropa. Tomo el vestido que me
regaló la marca por adelantado, la verdad es que no tengo planes de regresar
a casa, además que Marlon está aquí, pero no sé si se irá o qué.
Me coloco el vestido y arreglo las mangas largas, el ondulado de mi
pelo se desvaneció un poco, así que decidí peinarlo para dejarlo lacio.
Me quito el pintalabios por igual y me unto uno más rosa oscuro.
Cuando salgo del pequeño vestidor, me tapo la boca del asombro, hay
una mesa repleta de flores y una enorme de rosas.
¿Será para mí o...?
Cuelgo el vestido en una percha y tomo el papel doblado que hay
encima de las rosas.
«Lo que yo vi en ti, no lo ves ni tú»
Marlon Villarreal.
Escucho como la puerta de mi camerino se abre, me volteo y me cruzo
con él.
—¿Qué es esto? —le señalo el papel.
Cierra la puerta y me muestra una sonrisa torcida.
—Las compré de último momento. Todos pueden echarte rosas, pero yo
siempre te brindaré el jardín entero, bella.
—¿Ahora soy tu bella? ¿Luego de qué me hayas colgado y además
subido una foto con Verónica?
—Ni siquiera me di cuenta cuando tomó la foto, cuando vi tu mensaje le
dije que la borrara y lo hizo.
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—Estaba en Carolina, mi padre me llamó de último momento y tuve
que ir, teníamos un desayuno importante.
—¿Y Vero?
—El desayuno era con ella y Vincent. Si estoy con ellos, es para que
firmen un contrato y hagan un nuevo restaurante. No es nada importante —
se encoge de hombros.
Me dirijo hacia las enormes rosas que me trajo, joder, nunca me habían
hecho un detalle así.
—Estás preciosa —echa mi cabello hacia atrás y deja un beso en mi
cuello.
—¿Cómo sabías qué estaba aquí?
—¿Siempre has sido tan preguntona? —entrecierro mis ojos—. Me
crucé por aquí y quise entrar ¿feliz?
—¿Y te dejarán entrar así cómo así?
—Soy dueño de los mejores restaurantes del mundo, obvio que me iban
a dejar entrar.
Ruedo mis ojos, aún sigo un poco enojada y él lo nota.
—Compré dos entradas para una obra de teatro —suspira—. ¿Quieres
venir conmigo?
—No sé realmente —acaricio mi mentón, pensativa—. ¿Te comportarás
como un caballero?
—No te prometo eso si te sigo viendo con ese vestido puesto.
Sonrío y le doy mi celular.
—Tírame fotos, quiero subirlas a mis redes.
—¿Y conmigo?
—Tú te jodes —lo echo hacia atrás—. Quiero mis fotos sola.
Resopla y me tira varias fotos. Hago muchas poses mientras me captura
como loco, no sé si esas fotos son más para él o para mí.
—Mándame todas, las guardaré en mi galería.
—¿El señor Villarreal me quiere en su galería?
—sostengo su camisa y lo atraigo hacia mí— ¿Para qué será?
—Para jalármela cuando no estés conmigo.
—Qué sucio eres.
Me da un beso corto.
—Solo contigo.
• ────── ✾ ────── •
Los asistentes de Marlon se encargaron de llevar todas las flores a su
casa. Me dijo que son mías y que cuando vaya puedo verlas cuantas veces
quiera, estará en buenas manos porque las regarán.
Bajamos de su auto y él me sostiene de la mano para que caminemos
más rápido.
—Tienes suerte de que no quiera romper ese vestido, te queda
magnífico.
—Igual no puedes comprarme otro, saldrá en unos meses y me gusta
mucho.
—Todo te queda bien, pero esta vez —me lanza una breve ojeada—...
Te superas los límites, quisquillosa.
Llegamos a la sala y nos sentamos en el último piso, donde hay
únicamente dos sillas.
—Es carísimo estar aquí arriba, y más si los asientos son reservados.
—Lo sé, pero no me pesa gastar dinero. Soy millonario.
—Pf, claro, el rico humillando al pobre.
Las luces se apagan y el telón se abre, salen varias bailarinas de ballet.
Es el Cascanueces.
Los minutos pasan y admiro lo interesante que se ve. Cada bailarina
baila con sincronía y la música es muy alta.
Marlon enrolla uno de sus brazos en mi vientre. Lo miro y en ese mismo
instante junta sus labios con los míos.
Llevo mi mano a su mejilla cuando su lengua conecta con la mía. Mi
respiración se pone cada vez más acelerada y me separo de él.
Solo escuchamos la música, pero ni siquiera nos concentramos en la
obra, sólo pienso en besarlo y que este momento no se detenga nunca.
—Concéntrate en la obra. Me estás distrayendo —se separa de mí y ríe.
—Me gusta ser su distracción, señor Villarreal —acaricio su pecho—.
Pero más me gusta que me trates como si fuese la única mujer en el mundo.
Evita mirarme por unos segundos luego de lo que le dije, mostrando un
semblante serio.
—Tal vez es porque lo seas. Al menos en mi mundo.
Mi corazón dio un vuelco con sus palabras. Por más que no quería
ilusionarme, terminé haciéndolo por él.
Y es difícil cuando no eres tú quién toma sus propias decisiones.
Decido ignorar sus palabras y cambiarle el tema.
—También puedes demostrarlo en la cama.
Muerde mi labio inferior.
—Prepárate, porque después de esto te llevaré a mi casa y te voy a dejar
sin caminar, Verena. Eso te lo juro.
—No diré nada hasta que lo demuestres.
—Vete preparando.
¡Ja! Por supuesto que lo estoy.
Capítulo 12
 

Marlon
 
Maldigo cuando ella me sacude como un títere.
—Marlon... ¡Marlon!
—¡Qué! —protesto, tapando mi cabeza en la almohada.
—¡Es tardísimo, hay qué ir a la empresa!
Levanto mi cabeza, noto como se levanta de la cama y corre como una
loca por toda la habitación, buscando su ropa.
Apoyo el puño de mi mano en mi mejilla, sonriendo al verla
desesperada.
—¿Por qué sonríes, idiota? ¡Recuerda qué hablamos de tu empresa!
—Verena, hoy es día festivo.
Se detiene abruptamente y se gira como el exorcista a mirarme.
—¿Disculpa?
—Eso, que hoy no se trabaja. ¿Quién es la cretina ahora?
—¿¡Y por qué no me dijiste?! —llega a la cama y se vuelve a acostar a
mi lado.
—Porque me distraje viendo tus pechos mientras corrías.
—¡Ay! —me da un manotazo— Estúpido.
—¿Ahora me dejarás dormir?
—No —mira mi brazo y ya sé con lo que viene—. ¿Me dejarás ver tus
tatuajes?
Niego e intenté acomodarme, pero ella lo impide, subiéndose encima de
mí y haciendo forcejeo con mis brazos.
—No puedes estar así encima de mí y no pensar en metértela.
—Veré tus tatuajes, quieras o no.
Cómo está débil, uso toda mi fuerza para tenerla encima de mí y
embestirla de una estocada.
—¡Ah! —protesta— ¡Tramposo!
Gime otra vez y echa su cabeza hacia atrás, agarrándose de las sábanas.
Ya conozco el método perfecto para distraerla.
• ────── ✾ ────── •
Bajo al comedor y me cruzo con Luca, me da una sonrisa simpática.
—Lo veo de buen humor.
—Mentiroso.
—¿Será porque tiene a la señorita Ellison con usted? Le cambia el
humor de golpe.
Bufo.
—No es nada, sólo tenemos sexo. Ella no me gusta y no le gusto, nos
divertimos y ya.
—Ajá, repítalo hasta que se lo crea.
—Ella no me gusta —digo entre dientes—. Como jodes, estoy por
despedirte.
—Sé que no lo hará, soy su segundo padre y lo conozco desde que tiene
pañales, así que cállese.
Sonrío, tiene razón. Lo veo más como un padre que mi propio padre, sé
que podré confiar en él.
—¿Y para dónde va tan playero?
—A esa quisquillosa le dieron ganas de ir a la playa, quería ir sola, pero
como no tengo nada qué hacer —me encojo de hombros—. La acompañaré.
Frunzo el ceño cuando se ríe y se tapa la boca. Es insoportable.
—Ustedes mismos se contradicen.
—¿De qué hablas?
—¿Qué esperas para decirle que te gusta? —me tutea, cuando lo hace es
porque habla en serio— Sé que tienes miedo, pero ella es diferente.
—No —respondo de inmediato—. Ella me dejará solo. Estoy seguro de
eso, y por eso no puedo enamorarme de ella, además, es parte de la familia
que más odio.
—¿Y? Ella no es culpable de los errores que comenten sus padres —se
acerca y palmeó mi hombro—. No sea tonto, haga algo para conquistarla.
Para eso estudió.
Luca recupera su postura cuando Verena aparece en nuestro campo de
visión. Tiene unos shorts y un top amarillo, hasta con ropa simple se ve
deseosa.
—Luca —saluda a mi chófer—. Es un gusto verte.
—Igual, señorita Ellison. Ya le dije que nos íbamos a ver seguido —me
mira por unos segundos—. Los dejo solos.
Sale de la casa y Verena se sienta a mi par. Quería que se sentara en mis
piernas, pero decidí no protestar.
—Estaba viendo las flores que me compraste, ¿por qué tienes cinco
mujeres regándolas?
—Para que no se marchiten, después me pegas una cachetada si no las
ves en buen estado.
—Y tienes razón. A veces tienes un pensamiento racional.
Ella toma una tostada, le unta la mermelada y comienza a comer. Yo me
quedo mirándola, embobado. Sus labios, su cabello, sus ojos... mierda, sus
malditos ojos. Me encantan, me encanta todo de ella. Todo.
—¿Por qué no me dejas ver tus tatuajes? —salgo de mis cavilaciones
cuando vuelve con esa maldita pregunta.
—¿Por qué tanto interés? No tienen significado alguno.
—¿Entonces por qué te preocupa tanto?
Porque hay uno que es el único que tiene un significado, y ella no puede
saberlo.
Por lo menos no ahora.
—Algún día los verás. Nadie lo ha hecho.
—Bueno, no te insistiré más. No me tienes confianza como para
contarme cosas.
Pf, si ella supiera que después de Luca, es la persona en la que estoy
empezando a confiar ahora.
—No sabías que dormías tanto —cambio de tema—. Nos levantamos a
las cuatro de la tarde y aún así querías ir a la empresa.
—¿Y qué querías? No tuviste tregua conmigo en toda la noche.
Y no miente, tuvimos sexo en cada parte de la habitación, en todas las
posiciones habidas y por haber. Le prometí que la dejaría agotada, y yo
nunca rompo mis promesas.
—¿Y para qué quieres ir a la playa? ¿Ahora quieres intentar el sexo en
la arena?
—Iba a ir sola, fuiste tú el que decidió acompañarme.
—Porque tengo una casa en la playa, está a una hora de aquí, pero así
estamos solos. Hoy deben de estar repletas de gente.
—Bueno, espero que hayan cambiado las sábanas de la cama en donde
te llevaste a cualquier tipa que se te cruzara.
—Fingiré que no me estás celando.
—Ajá, como si tú no lo haces.
—Por supuesto que lo hago, nadie puede disfrutar de lo que es mío.
—Claro, ¿pero tú sí puedes tener sexo con quién se te dé la gana
entonces?
—No he follado con nadie más desde que me montaste, por si era tu
preocupación.
Suspira y se levanta a buscar su bolso que dejó en el mueble.
—Más te vale.
• ────── ✾ ────── •
Le dije a la quisquillosa que se adelantara, tenía que ponerme
bloqueador solar y mi gorra, aunque esté atardeciendo, no quiero
broncearme.
Ella ya se había untado bloqueador en mi casa, se puso de pone manos y
lo encontró en mi gavetero.
Bajo las escaleras y camino en la arena. Me detengo cuando la veo con
ese bikini rojo y nadando en el agua; no se ha dado cuenta de que estoy
aquí, pero no quiero que lo haga.
Agarro mi teléfono y entro a la cámara, entro un poco en el agua,
capturo su bella imagen de espaldas con el atardecer detrás y sonrío.
Tiro el teléfono en la arena junto con la camisa que me cubría los
abdominales.
Nado disimuladamente hasta ella, le tapo los ojos, suelta un jadeo del
susto y ríe. Sabe que soy yo.
—Sí, Marlon, ya quita tus manos de mis ojos.
Lo hago y se voltea hacia mí. Acaricia mis brazos y enrolla los suyos en
mi cuello. Ella se impulsa y la sostengo por sus piernas, poniéndolas
alrededor de mi torso.
—Tardaste mucho.
Si supiera que duré más de cinco minutos observándola como un
acosador.
—¿Ves qué era mejor venir aquí? Podemos hacer lo que queramos.
—Mhm, te refieres al sexo ¿cierto?
—No.
Me sorprendo a mí mismo por darle esa respuesta, ella también está
petrificada. Siempre le digo que sí en ese sentido, pero me retracté.
—¿Escuché bien lo qué dijiste?
Sus malditos ojos no pueden dejar que le mienta, ya le dije que no, y
toca seguir.
—Sí, no quiero tener sexo contigo. No ahora.
—¿Ya te aburriste de mí? —se separa de mí y me siento completamente
frío— Sabía que esto pasaría pronto...
—Cállate —suspiro—. No me aburres, es solo que—cierro mis ojos por
un momento—... no quiero tener sexo contigo ahora. Quiero verte hasta
cansarme, ver tus hermosos ojos y que también veas los míos. Besarte en
todas partes, que duermas conmigo todas las noches, que salgas conmigo a
cada lado... eso quiero.
—M-Marlon —tiembla—... ¿Qué quieres decir?
—Que me gustas, Verena. Odio decirlo, pero me gustas.
—No —niega y se aleja más de mí—. N-no, tú me dijiste que lo nuestro
era sólo sexo.
—Pues para mí dejó de serlo a partir de este instante.
—Tú y yo no podemos estar juntos —su tono de voz suena tan seco,
provocando que me arrepintiera de habérselo dicho.
—¿Y por qué no?
Ella niega y me aparta, yéndose a la orilla.
—Llévame a mi casa.
—¿Qué? —pregunto como estúpido, alcanzándola
—¡Qué me lleves a mi casa! —se altera— ¡No puedo seguir aquí!
—¿¡Y cuál es tu jodido miedo?! —salgo del agua y me incorporo para
encararla— ¡Solo te dije qué me gustas!
—¡Pero no puedes sentir eso por mí! ¡No puedo creer que hayas caído
tan bajo cómo para gustarte!
—¿Y ahora harás cómo qué nada pasó?
—Efectivamente. Tú eres mi jefe, y yo soy tu secretaria, fin de la
discusión.
—¿Estás bromeando?
—¿Crees qué mi cara da un reflejo de qué estoy bromeando? —nunca la
había escuchado hablar así— Llévame a mi casa y olvidémonos de todo
esto. Ha sido un error, uno muy grande.
Mi semblante frío vuelve a mí, y no me importará herirla, así como ella
lo está haciendo conmigo.
—¿O sea qué harás cómo si nada pasó?
—Sí —responde de inmediato—. Tú... tú no me gustas, Marlon. Nadie
te obligó a que sintieras cosas por mí.
—Pues vete tú sola, porque no te llevaré a ningún lado.
Frunce el ceño.
—¿Qué dices?
—¡Qué te largues! ¡No me importa cómo regreses, pero no quiero verte
más!
—¡Pues me voy! —toma sus cosas— ¡Muérete, imbécil!
—¡Muérete tú! —le grito mientras se va— ¡Por mí que te lleve el
diablo, maldita cobarde!
No me responde y camina hasta adentro, siento tanta furia dentro de mí.
¿Para qué le dije eso? Es igual a todas, una mentirosa.
—Maldita sea —me siento en la arena.
Será lo que era, jefe y secretaria. No más de lo laboral.
• ────── ✾ ────── •
Dos semanas.
Dos semanas han pasado desde esa discusión que tuve con ella.
Casi no la he visto, he estado de viaje en viaje, resolviendo algunos
negocios.
Solo le hablo para lo necesario, si no la despido es porque le tengo
compasión y todavía tengo mi idea de mantenerla al acecho.
Verena entra a mi oficina, cabizbaja.
—Señor, la señorita Vero la espera abajo —lo dice con un deje de
molestia.
—¿Y qué esperas para hacerla subir?
—Quería preguntarle...
—Claro, como eres una estúpida que no sabe hacer nada —me encara,
con una mueca de tristeza, pero en estos instantes no la soporto—. ¡Hazla
subir y ya!
—S-sí... —escucho como se le rompe la voz y sale, dejando la puerta
abierta.
Me arrepiento de hablarle así, pero es que no lo puedo controlar. Es la
culpable de que esté así, cayendo a sus pies por ella.
Vero entra y llega a abrazarme.
—Verena, no te he dado la orden de que te vayas
—coloco una de mis manos en la cintura de Verónica—. Quédate aquí
hasta que yo lo diga.
Ella traga grueso y esquiva la mirada.
—¿Cómo estás, guapo? —me da un beso en la mejilla— Vengo aquí
para decirte que vayamos a una fiesta hoy, necesito divertirme.
No tengo ni un gramo de ganas de salir, pero sólo asiento, serio.
—Claro —me abraza y miro a Verena con mucho odio, pero eso se
desvanece cuando una lágrima cae por su mejilla.
—Nos vemos más tarde, tú me buscas —me da un beso en el mismo
lugar y sale de la oficina.
—Señor, disculpe que se lo diga, pero es que... hay que terminar la
presentación para los italianos.
—Para eso estás tú aquí —determino—. Lo harás tú, me lo traes
mañana a la perfección. Noto un error y te mando a la mierda.
Asiente sin rechistar.
—¿Me puedo ir? —suena más a súplica que a pregunta.
—Sí, mejor lárgate, no quiero verte.
Apago mi computadora y tomo el maletín. Ya Luca debe estar
esperándome afuera, no han pasado cinco minutos desde que saqué a
Verena y ya no está.
Llego al primer piso y noto como se despide de Luca con un breve
abrazo y se va caminando.
Este mismo me acribilla con la mirada.
—¿Ahora qué hice?
—¿Ahora qué hice? —repite lo que dije como un bobo— Mira cómo la
haces sentir a la pobre, estaba llorando.
—¿Qué? —cuando trato de dar un paso para alcanzarla, Luca me
detiene.
—No te atrevas a ir a donde ella, Marlon —me reprende—. La vas a
lastimar más de lo que ya has hecho.
—¿Y yo qué? ¿Te olvidas qué me rechazó cuando le dije qué me
gustaba?
—Y por un lado la puedo entender, y también te entiendo a ti.
Él camina hasta la camioneta y lo sigo, no entendí a qué se refería.
—¿Me explicas? —entro al copiloto.
—Marlon, ella sin hacerte absolutamente nada, la habías tratado
horrible antes. Te tiene miedo, ha tenido que soportar tus humillaciones, tu
mal genio, ignorarla cuando se te dé la gana sin darle una explicación —
enumera varias cosas—. Con razón tiene miedo, porque hasta que no
cambies, ella no querrá estar contigo.
—Pues no me interesa, yo soy así, y si cree que iba a cambiar, pues se
equivoca. No lo haré ni por ella ni por nadie.
Él enciende el auto y sale del estacionamiento, veo a Verena parada en
medio de la calle, supongo que pidiendo un taxi.
Estaba a punto de pedirle que subiera, pero logré controlarme.
—Espero que te des cuenta de los errores que estás cometiendo, puede
ser demasiado tarde.
• ────── ✾ ────── •
Estoy borracho hasta la médula.
Desde que llegué, Vero no ha parado de darme de bebida en bebida. Yo
como idiota accedí para olvidarme aunque sea por un momento de Verena,
pero sólo el brillo de sus ojos llega a mi mente.
—¿¡Estás disfrutando?! —habla en voz alta por la música y baila
conmigo, meneándose contra mí.
No siento nada teniéndola a ella, absolutamente nada.
Solo quiero tener a Verena conmigo.
Doy otro trago y me aparto de ella, mareado.
—Vero, no puedo hacer esto.
—¿De qué hablas? —trata de tocarme, pero la  vuelvo a apartar.
Voy hacia el baño y escucho como me llama, saco mi teléfono y le
marco a esa maldita.
Contesta al sexto pitido y escucho como bosteza.
—¿Hola?
—¿Qué haces durmiendo? Si no me llevas el trabajo hecho...
—Señor, son las cuatro de la mañana, lo terminé hace rato —se queda
en silencio por unos segundos—. ¿D-dónde está?
—¿A ti qué te interesa? —río— Eres mi empleada, ¿oíste? Em. Ple.
Ada —hablo como un estúpido niño, ni yo mismo me entiendo.
—¿Acaso estás borracho? ¿Dónde estás? —repite la última pregunta.
—¡A mí no me tutees! ¡Eres mi empleada! —vuelvo a repetir— Solo te
llamo para decirte que me das asco.
—Marlon, por favor, no me digas eso —su voz tiembla—. Solo dime
dónde estás para ir a buscarte.
—¡No te necesito! ¿Oíste? ¡NO TE NECESITO!
Cuelgo y sollozo. Dios, soy un inmaduro.
Las lágrimas caen sin poder controlarlas, nunca he llorado por una
chica, y ahora lo estoy haciendo por ella. ¡Me jodió!
Siento unas manos en mis hombros y quito mis lágrimas rápidamente.
Encaro a Verónica, la cual me mira con una bella sonrisa.
—¿Es duro cuándo no te corresponden? —resoplo y asiento— Eso
mismo siento yo porque la elegiste a ella.
—La odio, me jodió la vida desde que apareció.
—¿Sabes? Yo tengo un método para olvidarme de los malos momentos
y ser feliz siempre, es lo que utilizo para olvidarme de ti.
—¿Qué es?
Saca algo de su bolsillo, y cuando me muestra esa bolsita con polvo
blanco, me alejo lo más rápido de ella.
—¿No quieres probar?
—N-no, yo no creo que...
—Vamos, Marlon —insiste—. ¿No recuerdas lo mucho qué nos
divertíamos en las fiestas? Has cambiado mucho, era tú el que me daba la
droga.
—¡Yo pensé qué buscaste ayuda cómo yo!
—¿Para qué? Es lo que me hace feliz, y creo que tú deseas lo mismo. Es
parte de ti, nunca te dejará.
Juego con mis dedos, nervioso. El sudor cae por mi frente y estoy
pálido, ella sonríe y saca una tarjeta, lanza parte de la cocaína en la
encimera del lavabo y se entra la mitad a la nariz, suspirando ansiosa.
Ella vuelve a echar el resto de lo que queda y me ofrece la tarjeta, la
cual agarro cuando me la da.
—Vamos ¿qué esperas? Sé que lo necesitas tanto como yo.
Miro a la cocaína y a ella varias veces... ella me murmura un «hazlo» y
me agacho, arrastrando
la tarjeta para acomodarla y entrándomela en la nariz. Sintiéndome
relajado, entusiasmado.
—¿Tienes más? —pregunto, directamente.
Saca dos bolsitas y las sacude con su mano.
—Nos vamos a divertir muchísimo, ya lo verás.

Capítulo 13

Marlon
 
Un mes.
Hoy cumplo un mes en el que volví a recaer en el vicio de las drogas.
Las consumo tres veces al día, en vez de comer, es lo único que digiero,
además del alcohol.
Mi humor ha estado peor, Verena siempre sale llorando de mi oficina
porque le digo insultos peores que los de antes.
Mi padre cada vez me estresa más, y yo para eliminar mi estrés, le digo
a Verónica que me dé cocaína.
La mayoría de veces lo hacemos juntos y muchas veces ha intentado
besarme, pero por más drogado o borracho que esté, jamás volvería a besar
a nadie en mi vida que no sea Verena.
Al único que le tengo un poco de tolerancia es a Luca, el que justo
ahora está entrando a mi habitación mientras estoy sentado.
—No sabes lo decepcionado que estoy de ti.
Me muestra las bolsas que tiré a la basura. Mierda, ya me descubrió.
—Mucho tardaste en darte cuenta.
—Y yo pensando que sólo tenías mal humor, pero no. ¡Volviste a caer
en ese maldito vicio!
Doy un respingo cuando me eleva la voz, nunca lo ha hecho.
—Será temporal —cuando intento levantarme me sostengo fuertemente
la cabeza y caigo de nuevo en la cama.
Noto de reojo que él niega, completamente decepcionado.
—Necesitas ayuda, ¿quieres qué te vuelva a dar una sobredosis para qué
te des cuenta de qué puedes destrozarte la vida?
—Eso no volverá a pasar —hago una mueca de dolor—. Tráeme una
pastilla, me duele la cabeza.
—Una jodida pastilla no lo hará, Marlon. Es que dejes esa mierda.
No dice más y cierra de un portazo, dejándome con el dolor de cabeza
que me está matando.
La ansiedad me llega al cuerpo y corro a mis cajones, la punzada de
dolor me ataca, pero ya sé cómo calmarlo.
Abro mis cajones, pero no encuentro nada. Se me acabó la cocaína.
Tiemblo cuando agarro mi teléfono y le escribo un mensaje a Vero.
Marlon
Ven a mi casa, necesito un poco de... ya sabes qué.
Vero
Llego en quince minutos, guapo.
Me aruño todas las partes de mi cuerpo y jalo mi cabello. Cuando me
dan estos ataques de ansiedad no los puedo controlar.
Rato después, dan tres toques a la puerta y abro inmediatamente porque
sé que es Vero. Cierra la puerta y le arrebato la bolsita que me ofrece, no
espero a que me dé algo para organizarlo, echo el contenido en la mesa y lo
inhalo.
Cierro mis ojos y me olvido de todo. Escucho la risa de Vero y los abro
para mirarla.
—¿Mejor?
Asiento, dolido.
—Lo necesitaba, llevaba un día sin consumirlo.
—Ya sabes que cuando quieras siempre te la daré —acaricia mi mejilla
lentamente.
Ella se acerca y mira mis labios, cuando está por
llegar a mis labios, resoplo y niego, apartándola.
—No, Vero. No te confundas.
—¿Hasta cuándo me tendrás en esto?
—No te voy a besar. Nunca lo haré.
—¿Y por qué no? Estás volviendo a ser el mismo de antes, guapo. Por
más que lo intentes, nunca olvidarás al antiguo Marlon.
Tapo mi cabeza.
—Yo cambié...
—No. No cambiaste. Vamos a volver a estar juntos, a ser los mismos de
antes, a hacernos esos tatuajes. ¿Recuerdas qué todos tus tatuajes te los
hiciste por mí?
Y me arrepiento.
—¿No recuerdas la cobra que nos tatuamos juntos? —me muestra su
muñeca. El mismo tatuaje que tengo yo.
—Tú me engañaste.
—Estabas drogado y viste mal —sostiene mis mejillas—. Nunca te
engañé.
—Vi perfectamente como gemías y montabas a ese chico —digo entre
dientes—. No me trates de engañar.
—Pronto volverás a mí.
—Ya lo hice, pero solo por la droga. Te veo como una amiga, nada más.
Aprieta sus labios.
—Pensé que tú y yo...
—Pensaste mal, no quiero nada ni contigo, ni con nadie.
Se levanta y me tira tres bolsas.
—Verás que te darás cuenta del error que estás cometiendo —se va.
Mi teléfono suena y me deslizo en el piso hasta alcanzarlo en la esquina
de la cama.
—¿Qué? —mascullo.
—Señor —la voz de Verena inunda mis oídos—, lamento molestarlo,
pero me informaron que mañana tendrá una conferencia a las ocho.
—Encárgate de eso, a mí no me jodas.
—Eso estoy haciendo, lo llamo para decirle que le hice una
presentación. Sé que no me lo pidió, pero tal vez se le haga más fácil...
—¿Y qué quieres? ¿Qué te lo agradezca?
—No, no lo hice con esa intención.
—¿¡Y para qué me llamas entonces?! —elevo la voz— ¡A mí no me
tienes qué hacer cosas sin pedírtelo! ¡Tu presentación te la metes por el
culo!
Cuelgo y dejo el teléfono en la cama, caigo en el
piso de espaldas y miro al techo. Ella me da más mal humor que todo lo
que me rodea, es el significado de que mi vida sea una mierda.
• ────── ✾ ────── •
Le tiro mi maletín a Verena y ella da un respingo, no me había visto
venir.
—Llévalo a mi oficina y busca la presentación que dijiste que hiciste.
—¿No que no la necesitaba?
Me giro y la acuchillo con la mirada.
—Cierra la maldita boca y haz lo que te ordené.
Al momento en el que giro la manija para entrar, ella me sigue y decide
hablar.
—Te dije que siguiéramos siendo Jefe y secretaria, pero no sabes cuánto
me duele la forma en la que me tratas.
—Tú te lo buscaste, ridícula —le arrebato mi maletín—. No vengas a
hacerte la víctima.
—Llevas un mes ofendiéndome y diciéndome cosas denigrantes. Me
duele, Marlon. Tú me dueles.
—Mira, Verena —sostengo su brazo—. Vete y busca la jodida
presentación para la conferencia.
La suelto bruscamente, retrocede unos pasos. Arregla su falda y va en
busca de su USB para ponerlo en mi computadora.
—Me voy al salón de juntas, no tardes tanto.
La dejo ahí y me dirijo a la sala, están los italianos esperándome. Tengo
que convencerlos para que firmen contrato conmigo y sacar otro restaurante
en Italia, llevamos un mes en esto y es algo que me estresa.
—Lamento la demora —cierro la puerta.
—No se preocupe —habla Lorenzo. El jefe principal.
—Ya llevamos mucho tiempo en esto, sé que se les hace difícil
aceptarlo, pero con nosotros ganarán el doble.
Tocan la puerta y encuentro a Verena con la computadora ¿por qué tardó
tanto?
—Mi secretaria les mostrará la presentación que hizo...
—Ay, señor, usted siempre tan caballeroso —sonríe y frunzo el ceño—.
Yo sólo lo ayudé con los detalles, pero esta presentación la hizo usted.
¿Qué? ¿De verdad hizo...?
No le voy a agradecer si cree que lo haré.
La presentación fue increíble, hasta yo me quedé sorprendido con las
habilidades de Verena. Los italianos hasta aplaudieron cuando terminó la
presentación.
Yo hablaba mientras ella deslizaba las diapositivas, es como si lo
hubiésemos planeado todo, cuando acabamos de improvisar.
—¡Wow! —terminan de aplaudir— De verdad que usted y su secretaria
hacen un increíble trabajo
—evito hacer una mueca de incomodidad—. La verdad es que antes de
venir aquí estábamos convencidos de que íbamos a firmar con usted, y en
definitiva con esto nos convencieron al cien. ¡Vamos a firmar!
Siento una punzada de felicidad cuando dice esas palabras. Al fin un
golpe de buena suerte, todos volvimos a aplaudir y me despido de ellos con
un asentimiento de cabeza, acordamos juntarnos la próxima semana para
firmar.
—Vaya, hasta que haces algo bien —me cruzo de brazos—. Las
inservibles como tú pueden servir a veces.
—Marlon, por favor, deja de hablarme así.
—¿Y cómo quieres qué te hable? —le brindo mi sonrisa más falsa—
Así es como se le hablan a las personas como tú, como una basura. Porque
eso es lo que eres, nadie te quiere porque eres una maldita cobarde.
Aprieta sus labios con fuerza y baja su cabeza para ponerse a llorar.
—¿Ves? Ya te derrumbaste solo por decirte la verdad.
—E-es que —sus hombros se encogen con cada sollozo—... no me
siento bien.
—¿Y a mí que me interesa? No intentes largarte de aquí, porque te
despido, Verena. Y no te la vas a acabar.
—¿Qué es lo qué te sucede? —quita sus lágrimas— No estás bien, algo
te pasa.
—¡No me pasa nada! ¡A ti no te debe importar eso!
—¡Pero lo hago porque...! —ella se detiene cuando se acerca a mí y
parpadeó, perpleja— Marlon, ¿acaso estás...?
—¡Déjame en paz!
Salgo a pasos rápidos de la sala de juntas y me aproximo al baño a
lavarme la cara. No. No voy a digerir esa mierda, no...
Mis impulsos me ganaron y saco la bolsita de mis pantalones. Echo la
cantidad en la encimera del baño y saco una tarjeta para acomodarla, inhalo
y cierro mis ojos para que caiga en mi sistema.
—Marlon, Verena me dijo que estabas aquí...
No logro ocultar la bolsita y noto la cara de asombro de mi padre.
—¿Pero qué...?
—No es lo que crees...
—¿¡Cómo me vas a decir que no si lo estoy viendo?! —me arrebata la
bolsita donde aún queda un poco de contenido— ¡Volviste a drogarte! ¡De
veras que eres un imbécil!
—¿Y qué te importa? ¡Sólo me necesitas para tu empresa de mierda, me
ves como un objeto para incrementar tus ganancias!
Su puño ataca contra mi mejilla y choco con la pared por el impacto. Lo
miro con todo el odio del mundo.
—¡Me pegas porque sabes qué digo la verdad!
—¡No, no la dices! —trata de volver a pegarme, pero Verena llega y se
interpone entre los dos.
—¡No se atreva a ponerle una mano encima!
—¿Y tú qué haces metiéndote en lo que no son tus asuntos? ¡Lárgate a
trabajar!
—¡No lo haré! Puede que sea una empleada aquí y que usted haya
derrumbado a mi familia en pedazos... ¡Pero no permitiré que golpee a
Marlon, no mientras yo esté presente! Así que le digo de una vez que lo
mejor es que se vaya y se calme antes de regresar aquí.
Pensando que no le haría caso, termina cediendo y soltando una
maldición en el proceso. Verena se voltea y toca mi cara, pero le doy un
manotazo.
—No me toques.
—Estás sangrando.
—¡Qué no me toques! ¿No lo entiendes?
Ella suspira, harta.
—Mira, deberías de estar agradecido por no dejarte solo, aún
enterándome de que te drogas, y lo peor es que lo habías hecho antes ¿en
qué estabas pensando cómo para hacerlo?
—En que las mujeres como tú son unas mentirosas, unas interesadas. Te
odio, y esta vez lo digo en serio, te tengo tanto asco que ni siquiera quiero
que me toques.
—¡Déjate ayudar, no estás bien!
—¡No necesito tu ayuda, por mí te las tragas con tu interés de querer
ayudarme!
Le empujo y me voy a la oficina, cerrando la puerta con seguro. Por
Dios, ahora quiere hacerse la heroína que quiere ayudar a todos. Maldita
mojigata. Eso es lo que es.
Es una maldita idiota, una maldita estúpida, una maldita quisquillosa, y
la maldita que me gusta. Joder, me gusta tanto.
Tapo mi cabeza y niego frenéticamente, mis sentimientos están
mezclados y alborotados en todas partes. La cocaína es la única cosa que
hace que me olvide de ella por unos minutos.
¿Pero de qué sirve? ¿Si siempre la voy a recordar?
Ahora el problema es que soy un maldito adicto de mierda, he perdido
peso porque no como ni bebo, mis ojeras están cada vez más horribles. Al
igual que mi personalidad.
¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? Quiero volver hace un mes atrás,
cuando llevaba a Verena a mi cama y dormía encima de mí como un koala.
Aún sigo conservando las flores y mando a que las rieguen todos los
días, aunque las noto muy apagadas, y claro, con la personalidad que me
cargo ahora, es entendible que estén jodidas como yo.
Tomo un vaso de licor y me lo tomo de un trago, no consumiré cocaína
hasta más tarde. Ya se me acabarán las bolsitas.
Pero prefiero acabar con mi vida de una vez por todas.

Capítulo 14
 

Verena
 
Enciendo mi computadora y saco el USB de mi gavetero. Logré
descargar todos los archivos de esa computadora, era del señor Nolan, y no
creo que Marlon haya prestado atención a lo qué hay ahí.
Entro el USB en mi laptop y todos los archivos confidenciales se
cargaron de inmediato, eso fue lo que descargué.
Eso sí, logré apagar las cámaras de la oficina de Marlon para no mostrar
ninguna sospecha.
Deslizo hasta abajo para encontrar algo importante, las carpetas solo
dicen «trabajo», y si era eso.
Me detengo de golpe cuando veo una carpeta que dice «pruebas», entro
y hay dos carpetas, una que dice «vídeos» y otra «conversaciones».
Entro primero a la de vídeos. Hay uno, entro y me quedo un poco
confusa, primero está todo oscuro y la cámara se mueve hasta acomodarse
fijamente.
Se escucha una conversación inaudible, pero luego se acomoda más,
logrando escucharse completamente.
—¿Ya contrataste a la persona qué se infiltró en la familia de los
Ellison? —es la voz del padre de Marlon, Nolan.
—Sí, Robert Ellison es bien idiota, como su esposa. Es muy
confianzudo —esa voz no la reconozco, pero es un hombre—. Me divierte
que nosotros hacemos cosas peores para manipular a la gente.
—Cállate, eso no lo menciones aquí.
—Pf, nadie nos escuchará ni sabrán que sobreexplotamos a nuestros
empleados.
Escucho la risa de Nolan.
—Sí, también que a las personas negras las matamos por el simple
hecho de serlo.
Doy un respingo cuando apunta con una pistola a la cámara, dejándome
con la boca abierta.
—Imbécil, ¿te crees qué no sé qué esa cámara está grabando?
—N-no, está apagada.
—¡No soy idiota! ¡Sé que nos ibas a traicionar! Así que te recomiendo
que apagues esa cámara si no quieres que te mate y me la des, no quiero
que mi hijo se entere de lo qué hago.
Se detiene la grabación de golpe, o sea que...
Entro a las conversaciones y me tapo los ojos por la asquerosidad que
estoy viendo. Son personas de color siendo maltratadas y...
Cierro mi computadora cuando entra mi madre a la habitación.
—¿Qué veías?
—Trabajo.
—Parece que trabajar en esa empresa te está gustando mucho ¿no? Te
advierto que tengas cuidado con lo que haces, Verena. Te estás tardando
mucho.
—Pues no te quejes, papá ya está buscando una forma de recuperar el
dinero, así que no me jodas, mamá. Estoy ocupada —trato de sonar lo
menos nerviosa posible.
Ella no me conoce, así que no sabe si estoy mintiendo. Una ventaja,
supongo.
—Bien —entrecierra sus ojos—. Te dejo "trabajando".
Cierra la puerta y me apoyo en la cabecera de la cama. Las imágenes
eran tan denigrantes que ni pienso describirlas.
Marlon no sabe cómo es su padre realmente. Un maldito monstruo.
Sé que mis padres se equivocaron con lo de las cenas benéficas, pero
jamás maltrataron a alguien de por medio. En cambio Nolan, se aprovecha
de
la gente necesitada y las manda a matar solo porque sí.
Si les muestro esto a mis padres, técnicamente perderían todo los
Villarreal y recuperaremos nuestro dinero.
Pero ¿a qué costo? Nunca he sido feliz, con o sin dinero.
Igual admito que quedarme en bancarrota ha sido lo mejor de mi vida,
porque gracias a eso, pasé los mejores momentos de mi vida con Marlon.
Cuando se me declaró, mierda, claro que quería decirle que sí. Pero
recordé las amenazas de mis padres, ellos fueron los que me obligaron a
tener sexo con él, técnicamente, me están prostituyendo.
Y no, no me malinterpreten, al principio no lo iba a hacer, pero me
encantó tanto la forma en la que Marlon me trató mientras tuvimos sexo,
que claro que lo hice por mi cuenta desde la primera vez.
Pero ellos saben de las salidas y donde pasaba las noches. Lo saben
todo.
Por eso le dije que no, porque no me sentía bien.
Él me gusta, me encanta. Mi corazón se rompe cada vez que me trata
mal y me denigra, las drogas... joder. Cuando me enteré de que se drogaba
me sentí como el peor ser humano sobre la tierra, es mi culpa que él esté
así.
Luca me ha contado todos los detalles de cómo está. A veces salimos a
tomar café y hablamos de eso, él se enteró días antes de que se drogaba y no
me quiso decir porque sabía que me sentiría culpable.
Ya está anocheciendo. Como no tengo nada qué hacer, es mejor
dormirme...
Doy un respingo cuando escucho mi teléfono, justo me está llamando
Luca.
—Luca, ¿cómo estás? —sonrío.
—¡Señorita Ellison! —suena desesperado— ¡Marlon, es... está...!
—A ver, tranquilo —ni yo estoy tranquila—. ¿Qué le pasa a Marlon!
—Está muy... muy mal —escucho como solloza—. ¡Bota espuma por la
boca y está sacudiéndose bruscamente, no sé qué hacer!
—¿¡Qué?! —me levanto y busco mis zapatos— ¡Llama a una
ambulancia!
—Ya llamé, no tardan en llegar. Aguanta, Marlon. Aguanta —le
susurra.
Escucho las sirenas de la ambulancia y mi corazón se acelera.
—Mándame la dirección, estaré allá de una vez.
Le cuelgo, guardo el USB y tomo mi bolso. Salgo corriendo, mis padres
están sentados viendo la televisión y me miran confusos.
—¿Qué pasa? —pregunta él.
—Tal vez no llegue esta noche, tengo cosas que hacer en la agencia de
modelaje —miento.
—Tú y esa mierda que no te ayuda en nada.
Ignoro a mi madre y cierro la puerta. Bajo por el ascensor y alcanzo el
primer taxi que encuentro, le digo la dirección del hospital que me mandó
Luca y el chófer arranca.
El jodido hospital está a veinte minutos, y yo estoy que me como las
uñas.
• ────── ✾ ────── •
—¡Luca! —corro hacia él cuando lo veo y lo envuelvo en un abrazo,
está llorando, desesperado, al igual que yo.
—Sufrió una sobredosis —me tapo la boca, temblando—. Se metió
demasiada cocaína, lleva un mes y medio en eso.
—No —niego varias veces—. No me digas eso.
—Él tuvo una sobredosis cuando era adolescente, estaba a punto de
morir, ahí fue cuando dejó las drogas y la rebeldía. Se me partió el corazón
al ver que Verónica lo hizo recaer.
—¿Verónica? —asiente.
—Ella estaba en la casa, cuando sentí que algo no iba a bien, entré a la
habitación y ella me empujó para irse corriendo. Cuando lo vi otra vez
sacudiéndose, con los ojos en blanco, botando espuma por la boca...
—¡Basta! —lo interrumpo y me tiro al piso a llorar— No digas más, no
digas más —susurro—. Es mi culpa que esté así, si se muere te juro que yo
me muero con él porque no puedo vivir sin él. ¡Lo necesito conmigo!
Él me ayuda a levantarme y sostiene mi mano, es igual de alto que
Marlon.
—No vuelvas a decir eso, no va a morir...
—¿Familiares de Marlon Villarreal?
Ambos nos volteamos hacia el doctor y corremos hacia él.
—¿Qué son ustedes del señor?
—Yo soy su padre y ella su prometida.
Pf, ¿prometida? Ya quisiera.
En estos momentos me reiría, pero sé que lo hace para que el doctor nos
permita verlo. Tal vez Nolan esté en otro estado o fuera del país, pero mejor
no decirle nada hasta que nos digan algo en concreto que provoque que se
devuelva para acá.
—¿Cómo está? —pregunto, con cautela.
—No les mentiré, el paciente está muy mal. Tuvo una sobredosis
moderada, por suerte no llegó a grave.
—¿Y eso qué implica?
—Pudimos hacerle un lavado de estómago, solo había consumido
alcohol en los últimos días y eso también provocó que le diera un ataque y
se le detuviera el corazón. Logramos reanimarlo y está débil, sólo uno
puede pasar a mirarlo.
—Ve tú —Luca palmea mis hombros—. Sé que escuchará lo que le
vayas a decir —susurra para que sólo lo escuche yo.
Asiento y sigo al doctor para llegar a la sala. Abre la puerta, mi corazón
se rompe en añicos cuando lo veo todo pálido y más flaco, está todo
demacrado.
—Logramos alimentarlo mediante el suero, solo tiene cinco minutos.
Asiento y cierra la puerta. Juego con mis dedos mientras me acerco a él,
me siento en la silla que está al lado y hago el ademán de sostener su mano.
Mis lágrimas caen como una cascada y lloro como una niña pequeña a
la que le robaron una paleta.
—Por favor, no me dejes —aprieto su mano—. Yo sé que me escuchas,
¿acaso creías qué te iba a dejar solo en esto? Porque sé que lo estás
pensando.
Suspiro y mi labio tiembla. No es el Marlon que conocí hace dos meses,
es un hombre completamente diferente.
—¿Sabes qué tengo la oportunidad de ver tus tatuajes? Pero no lo haré
hasta que despiertes y me enseñes cada uno y me digas su significado,
porque sé que lo harás, estúpido cretino —río por lo bajo—. Despierta y
quédate conmigo, Marlon. Tienes razón, soy una maldita cobarde, estaba
evitando mis sentimientos a toda costa, pero no he podido. Porque me
gustas, Marlon. Me encantas —repito sus palabras como el otro día en el
que se me declaró.
»Espero que cuando despiertes me perdones por tratarte de esa manera.
No lo merecías. Pero todo cambiará, estaré contigo en tu proceso de
recuperación, en todo lo que se avecina; toca soportarme y odiarme más
tiempo, Marlon Villarreal.
—Disculpe —entra el doctor—. Tiene que dejar descansar a la paciente.
Mañana puede visitarlo.
Me levanto y dejo un beso en su frente.
—Descansa, te quie... —sacudo mi cabeza y dejo las palabras a medias.
Salgo del consultorio y vuelvo a abrazar a Luca cuando lo veo.
—Tranquila, estará bien. Él despertará porque te sinceraste con él —
acaricia mi cabello.
—Deseo con toda mi vida que me perdone.
—Tranquila, ya él lo hizo.

Capítulo 15
 

Marlon
 
«Me quedaría un ratito más, si me lo pides. Me quedaría la vida entera,
si así lo quieres»
Estoy bebiendo en una discoteca junto con mi novia, Verónica.
Nunca había sido tan feliz con alguien. Ella me sacaba de mi realidad,
nos escapábamos todos los días y nos íbamos a la playa, a pintar paredes
con graffiti, drogarnos hasta la médula...
No me gusta drogarme, pero lo hice por ella, porque si no lo hacía, me
iba a dejar. No iba a estar conmigo. Y no podía perderla, mi madre se fue
sin ninguna explicación y se olvidó de mí.
Me hice millones de tatuajes, que aunque los odiaba, me los hice por
ella, especialmente el de la cobra que compartimos. Ya que ese es el
significado de nuestro amor.
Ella baila conmigo y yo le sigo el ritmo. Me acabo de meter dos bolsas
de cocaína y mi sistema está alterado, mucho más por la adrenalina de
sentirme como si me estuviera comiendo el mundo.
Me abalanzo a besarla y ella cede, cuando bajo mis manos a su trasero,
ella me detiene.
—Aquí no —me guiña un ojo—. Iré al baño a retocarme el maquillaje y
nos vamos a mi casa.
Asiento y se va, tomo mi vaso de alcohol y me lo bebo de un trago. Me
sirvo tres vasos seguidos y sigo bebiendo más, ¿en qué momento caí en
esto?
Yo era alguien de bien, pero mi padre me obligó a salir con Verónica
para que él tuviera un contrato con su padre y hacer un restaurante.
Al principio no quería, pero con el tiempo me enamoré profundamente
de ella, y nunca aparecerá otra chica que me haga cambiar de opinión.
Noto que ella dura mucho tiempo, camino en trompicones hasta el baño
y abro la puerta. No hay nadie. Pero escucho varios gemidos en una de las
cabinas.
No...
No puede ser ella.
La puerta está entreabierta, miro por el rabillo del ojo que es ella,
montando a otro chico que no soy yo.
—¡Verónica! —se detiene y ambos me miran— ¿¡Cómo pudiste!?
—¡Marlon, guapo! —se levanta y se arregla su falda— ¡No es lo qué
crees!
La aparto cuando intentó besarme y salgo del baño, no sé a dónde voy
o qué haré, pero quiero salir de aquí.
¿Así es cómo me paga? ¿Acostándose con otro?
Saco la cocaína de mi bolsillo, pero antes de ingerirla, mi corazón se
detiene y me sostengo el pecho. No puedo respirar.
—¿Marlon? —escucho la voz de Vero a lo lejos— ¡Marlon!
Sigo sin poder respirar y caigo al suelo. Siento como la espuma sale de
mi boca y convulsiono. Mi mente tiene miedo, pero no me puedo mover, no
puedo reaccionar.
—¡Señor Marlon! —escucho la voz de Luca— ¡Tranquilo, estará bien!
Cierro mis ojos y no escucho más, sintiendo que moriré.
• ────── ✾ ────── •
Frío.
Es lo único qué hay aquí, frío.
Todo está oscuro. Gris. La neblina es demasiado fuerte, abro mis ojos y
me percato de que estoy tirado en la arena de la playa. Ya no estoy en la
discoteca.
Es la actualidad, soy yo. Otra vez como una mierda.
Es cierto lo que dice el doctor, estoy más flaco y pálido. Mi piel está
más blanca de lo que es... no soy el mismo.
Entrecierro mis ojos para ver algo, pero la neblina me ataca con más
fuerza.
—¡Ayuda! —grito, pero nadie me escucha, no lo pueden hacer— ¡No
quiero estar más aquí!
Me tapo para evitar que la neblina me llevara, aunque al momento en
el que siento unas manos tocar mi hombro, el fuerte viento se detiene.
Parpadeo y estrujo mis ojos, me volteo para ver quién fue que la detuvo
y sonrío cuando la veo.
—Marlon.
—Bella —susurro.
—¿Cuándo vas a despertar? No puedo estar más en esta agonía.
—Quiero hacerlo, necesito hacerlo —agarro su mano—. Para
suplicarte que me perdones por mis malos tratos. Te prometo que cuando
despierte, todo será diferente.
—Confío en ti, estaré contigo, pase lo que pase. Maldito cretino.
—Y yo te prometo que estaré contigo también, maldita quisquillosa.
Ella se coloca de puntillas y me roba un beso en los labios... Quisiera
disfrutar mucho más, pero siento que ella se desvanece y yo me desvanezco
también.
La neblina vuelve y...
Me despierto, abriendo mis ojos de golpe. Miro a todos los alrededores
de la sala y hay una enfermera, ella me ve, se para afuera de la habitación y
llama rápido a todos diciendo que desperté.
Llega el doctor y sonríe, esperanzado.
—Dios, pensábamos que estabas a punto de morir, parece que todavía
no es el tiempo de que te vayas.
No respondo, aún me duele todo el cuerpo y sólo puedo parpadear por
el momento. Él revisa mis signos vitales y mi temperatura.
—No sabes lo feliz que estarán de verte. Especialmente tu prometida.
Frunzo el ceño, ¿mi prometida?
—¿Quién?
—No me diga que perdió la memoria, por favor —bromea—. Su
prometida, Verena.
Entreabro mi boca, ¿Verena vino a verme?
O sea que, no era un sueño. Ella hablaba conmigo, todo lo que me dijo
era real.
Le gusto, le gusto a Verena.
Cambiaré, lo haré por ella. Porque no es como las demás, ella es la
indicada, ella es diferente.

Capítulo 16
 

Verena
 
Salí corriendo de la empresa a su casa cuando me enteré de que
despertó, he trabajado y manejado la empresa durante las tres semanas que
Marlon estuvo en coma.
Sólo lo he visitado por las noches, pero no hubo ni un día en el que no
fuera a verlo.
Sobre las pruebas que tengo, parece que la denigración es lo único que
ha hecho Nolan, porque no he encontrado más.
Él se enteró sobre lo de su hijo e igual me dejó que manejara la bolsa,
que por suerte, ha incrementado por mis habilidades. Hasta él está
sorprendido, yo debería hundirlos, pero siento que, por ahora, no es el
momento para hacerlo.
Además, Marlon está muy mal, no quiero que se lleve una mala
sorpresa.
Toco la puerta varias veces y se abre, cruzándome con un sonriente
Luca.
—¿Por qué no me llamaste al mismo momento en el que despertó? —
entro y me giro hacia él.
—Estaba de un horrible humor. No quiere ver a nadie, pero te llamé
para ver si hace una excepción contigo.
Una punzada de miedo me corroe.
—Creo que sería la última persona a la que él querría ver.
—Verena, él te necesita, esta será una etapa muy difícil en su vida y
necesita apoyo. Especialmente de ti.
Inhalo y exhalo. Aprieto mi cartera con nerviosismo y subo las escaleras
a su habitación.
Toco tres veces, pero nadie responde. Decido abrir la puerta y se
escucha el sonido de la misma cuando la cierro.
—Lárguense, no quiero ver a nadie.
Marlon está de espaldas y arropado, no se da cuenta de que soy yo, así
que carraspeo antes de dirigirle la palabra.
—¿Ni siquiera a mí?
Se voltea inmediatamente y se cruza con mi mirada triste. Por su
movimiento, una fuerte punzada de dolor llegó a su cabeza y me aproximé a
él para ver qué le pasa.
—¿Estás bien?
—Sí, no te necesito. No quiero que me veas así.
—¿Así cómo? —me siento en la cama para encararlo.
—No te hagas, no soy el mismo, ni física ni mentalmente.
—Vas a recuperarte —trato de sostener su mano, pero él la aparta—.
Recibirás ayuda.
—¿Para qué? —ríe, tristemente— Voy a volver
a recaer, esa es mi naturaleza, ser un maldito drogadicto.
—No, no eres eso. Tú... vas a estar bien, ¿sí? Yo estaré aquí.
Enarca una ceja.
—¿Ahora sí te importa lo que me pase? Lo que menos necesito es tu
cobardía, Verena. Demasiado tengo en mis hombros como para tener otra
carga innecesaria, la cual eres tú.
—No es como tú crees, tú sí me importas.
—Ajá, sólo te importo cuando se te da la gana, porque como tú siempre
tienes que ser egoísta y prepotente —rueda los ojos—... Ya lárgate y no
vuelvas, estás despedida.
Suelto su mano lentamente, no me había dado cuenta de que la había
sostenido y mis ojos se cristalizan, niego lentamente y cierro los ojos,
dejando caer las lágrimas rebeldes.
—¿Por qué me haces esto? No quiero estar lejos de ti, ahora que sé que
necesitas apoyo.
—Sí, lo necesito, pero no de ti. Eres la última persona en la que estaba
pensando, espero más apoyo de Verónica que de ti.
—¿¡Cómo puedes decir eso si por su culpa estás así?! —lo señalo y me
levanto— ¿Acaso estás mal de la cabeza?
Él se sienta en la cama y se apoya en la cabecera, molesto.
—No, querida. Estoy muy seguro de lo que estoy diciendo, al menos
ella no es una estúpida cobarde como tú...
—¡Pues no lo seré más! —lo callo— ¿Y sabes por qué, maldito idiota?
¡Porque me gustas! ¡Y no voy a permitir que me alejes de ti porque quiero
estar contigo!
Se queda callado, pero no me importa, me hizo molestar este cretino y
no me voy a quedar callada.
—Estuve todos los días visitándote, hablando contigo, cuidándote... ¿y
te atreves a decir qué esa maldita estúpida es menos cobarde qué yo? ¡A la
mierda con eso! ¡Ella no te ha ido a visitar porque sabe que es la culpable
de todo esto! Así que me disculpas, Marlon Villarreal, pero antes tendrás
que enterrarme viva si crees que me alejaré de ti ¿comprendes?
Sigo llorando como una maldita idiota, pero ya. Me expuse. ¡Me expuse
con el jodido cretino!
Él hace lo que menos me esperaba en realidad, explotarse de la risa.
—¿En serio tenía que sufrir una sobredosis para qué me digas que te
gusto? —niega— De veras que eres una idiota.
Río con sollozos y me abalanzo sobre él para abrazarlo con todas mis
fuerzas, él cede y entierra su cara en mi cuello, estoy llorando tan
desconsoladamente que ni siquiera puedo respirar.
—Eres un maldito, no me vuelvas a hacer eso.
—Tenía que buscar cualquier manera para que te desahogaras,
necesitaba que me dijeras la verdad.
—Maldita sea, me gustas, me gustas tanto. Me encantas, me fascinas —
me separo y junto mi frente con él—. Me hechizaste, cretino. Y se acabó mi
cobardía. Ya no más.
—Eso espero, pero —baja su cabeza—... no creo que sea buena idea
que estés conmigo. Todo será muy difícil, la abstinencia me da un mal
humor peor del que ya conoces y no quiero tratarte mal.
—Lo soportaré, señor Villarreal. He soportado todo viniendo de ti, esto
no es nada.
Él suspira y me mira detenidamente, echando el jodido mechón rebelde
de mi cabello hacia atrás.
—Vive conmigo.
—¿Eh? —suelto al instante.
—Que vivas conmigo —acaricia mi cabello—. Ven aquí, quiero verte
todos los días despertando en las mañanas y cuando te vayas a dormir por
las noches. Ven aquí.
Resoplo y me quedo pensativa. Estas semanas a veces amanecía en el
hospital junto con Marlon, mis padres hasta me habían dicho que me iban a
echar de la casa si no conseguía pruebas, debo suponer que este es mi
momento para largarme ¿verdad?
Sostengo su nuca para besarlo. Hace mucho que no lo sentía, dos meses
en los que no lo tocaba y acariciaba como hacía antes... pero ya todo eso se
acabó. Lo extrañaba.
Me separo de él antes de que esto llegue a otro nivel.
—¿Eso es un sí?
—Puede ser... ¿Me prometes qué luego de que termine todo esto me
llevarás a la playa?
—Tendremos hasta sexo en la playa si eso deseas —sonríe—. Te lo
prometo.
—Iré por mis cosas.
• ────── ✾ ────── •
Le dije a Luca que me esperara abajo mientras yo enfrentaba a las dos
bestias. Esto será algo complicado, pero creo que será algo que podré
manejar.
Salgo con la maleta de mi habitación y como siempre, están en la sala,
viendo como desgraciarle la vida a los Villarreal.
—¿A dónde vas con esa maleta? —interroga Robert.
—Me voy.
Ambos se levantaron, sorprendidos.
—Tú no te irás a ningún lado —ya lo esperaba de Rose.
—Mamá, tengo veinticinco y puedo hacer lo que se me dé la gana. Al
fin y al cabo, ¿no querían sacarme de aquí? Bueno, pues me voy para que
disfruten de esta casa.
—¡Pues mira qué por nosotros te mueres! —me sorprende que haya
sido mi padre el que esté exaltado— ¡Si sales por ahí te olvidas de nosotros!
—¡Pues háganlo! —abro la puerta— ¡Siempre he estado muerta para
ustedes! Y no se preocupen, ustedes lo están para mí desde hace mucho
tiempo.
Escucho como me llaman mientras entro al ascensor, sólo quiero irme
de aquí y olvidarme de todo el daño que me han hecho. A pesar de que hice
lo posible para ayudarlos y para entenderlos, así me pagan.
Bajo y entro a la parte trasera de la camioneta junto con la maleta.
—¿Todo bien?
—No —bufo—. Pero creo que estaré mejor lejos de ellos, Luca. Es lo
mejor para todos.
—Gracias por no dejarlo solo. Su padre no quiere saber de él hasta que
mejore, la última vez su desintoxicación no fue para nada fácil.
—Yo no lo voy a dejar. Yo no soy su padre, mucho menos llegaría a ser
Verónica.
—Confío en ti, Verena.
—Hazlo, háganlo. Porque yo nunca los traicionaré.
Y es cierto, no mostraré ninguna prueba de nada, son mis padres los que
quieren venganza. Yo solo quiero ser feliz, y estando con Marlon estoy
segura de que lo lograré.
• ────── ✾ ────── •
Cuando entro a su habitación, veo como un doctor está hablando con él.
Ambos notan mi presencia y me quedo muda.
—Disculpen, los dejaré...
—No —interrumpe Marlon—. Ella puede pasar, Theo. Es mi novia.
Novia.
Oh Dios, nunca me había emocionado tanto.
Mantengo la compostura y voy hacia ellos, sentándome al lado de él.
—Lleva un día y medio sobrio y sin ingerir ninguna sustancia. Esto será
muy complejo, pero sé que teniéndola a usted aquí, se sabrá controlar.
—Téngalo por seguro —él sostiene mi mano involuntariamente y la
acaricia.
—Vendré cada semana para ver sus signos vitales, señor Villarreal. Es
triste volver años después porque está pasando por lo mismo, pero podrá
recuperarse.
—Gracias, Theo —trato de ocultar mi mueca de asombro por decirle
gracias—. Me recuperaré pronto.
—Los dejo solos. Nos vemos la próxima semana.
Cuando cierra la puerta, Marlon me abraza al instante, jalándome hasta
la cama, teniéndolo encima de mí.
—¿Todo bien?
—No te preocupes por mí. Tu salud es lo más importante —le dejo un
beso tierno en los labios—. Concéntrate en ti.
—Siento enredarte en todo esto, te digo que estas semanas serán una
mierda, caeré posiblemente en una depresión como la última vez. Tal vez
me desmaye y me den ataques de pánico por la abstinencia...
—Lo sé —lo callo—. Sé todo, Marlon. Tú tranquilo, no me iré, no te
dejaré otra vez.
—¿Lo prometes?
Asiento, muy segura.
—Lo prometo.

Capítulo 17
 

Verena
 
Dos días en los que no se ha drogado.
Dos días en los que estoy abrumada y estresada.
No ha querido comer, solo se la ha pasado acostado, mirando al techo.
A veces quiere que lo deje solo, otras quiere que lo abrace y que le diga que
todo estará bien.
Tampoco quiere ver a nadie, ni siquiera Luca. El doctor viene en cinco
días para chequearlo, así que tengo que tratar de aguantar.
Cuando termino de cenar, doy un respingo del susto cuando escucho
algo que se rompe en el
piso de arriba y una voz muy alterada. Obvio que es él.
Subo las escaleras corriendo y entro a la habitación. Hay dos chicas del
servicio, él solo les grita de una forma horrible, necesito interponerme.
—¡No sirven para nada! —grita— ¡No quiero ver a nadie! ¿¡Acaso no
entienden cuándo se les acata una orden?!
—Basta —llego hasta ellos—. Se pueden ir, no se preocupen por los
daños.
Asienten y se van. Al momento en el que cierran la puerta, Marlon se
sienta en la cama y hace una mueca de dolor, son las punzadas que le llegan
a la cabeza.
—Tranquilo, acuéstate —las de servicio dejaron una escoba y un
recogedor, supongo que habían venido a limpiar.
Barro los cristales que cayeron al piso y los coloco en el recogedor.
Marlon mientras tanto se acuesta y gruñe de molestia, cuando se altera
siente mucho dolor.
Coloco el recogedor en una esquina al igual que el espejo, ya luego lo
botaran.
—Hablé con tu padre sobre el asunto de la empresa —me siento a mi
lado de la cama, aunque tenga la cabeza tapada, sé que me escucha—. Él
pasará a verla de vez en cuando y yo trabajaré desde casa para que no
tengas que hacer nada.
No responde. Hago el ademán de tocarlo, pero me quedo a medias.
—¿Quieres algo de comer?
Tampoco dice nada.
—Si quieres me voy y te dejo solo para que...
Jadeo cuando me jala y me apretuja contra él en un profundo abrazo.
Besa mi coronilla y acaricia mi cabello, prefiero no decirle nada más, sé que
no quiere hablar.
• ────── ✾ ────── •
Una semana. El doctor vino a colocarle un tipo de tubos en la nariz,
trato de no llorar al verlo lleno de angustia, estrés y dolor. Según lo que
explicó el doctor, es para ir limpiando su sistema dañado.
Sostiene mi mano como si me la fuese a arrancar mientras mantiene sus
ojos cerrados aún. Al pasar de los minutos, Theo finalmente se los quita y
yo siento que estoy en paz.
—¿Esto será cada semana? —interrogo, agobiada.
—Una semana sí y otra no. Sé que es doloroso para ti, Marlon. Ya
pasamos una vez por esto, y no fue nada lindo.
Él no responde y me suelta, volteandose de espaldas para no vernos.
—Largo —masculla.
Suspiro y me incorporo, señalándole con la cabeza la salida.
—¿Cree qué esto durará mucho? —susurro para que Marlon no
escuche.
—Lamento decirle que sí, señorita Ellison. Pueden ser varios meses,
pero Marlon odia las clínicas de rehabilitación; cuando entró a una, la
abandonó a las dos semanas porque había recaído. Está mejor en casa.
—Entiendo —me cruzo de brazos—. Nunca he pasado por este tipo de
cosas, le he tenido mucha paciencia, pero es cada vez más difícil.
—Sé que puede ser complicado, pero aguanta. Todo pasará rápido y
volverá a la normalidad —sonríe—. Nos vemos la próxima semana.
—Tenga una buena noche.
Vuelvo a entrar y él sigue de espaldas.
Me acuesto, esperando a recibir algún abrazo, beso o mimo de él, pero
no recibí nada. Solo frío.
• ────── ✾ ────── •
Tres semanas. Había salido del baño y Marlon no estaba, duramos horas
esperando a que regresara y sin recibir ni una sola noticia de él.
Mis ojos se cristalizaron cuando lo vi desde el balcón, cayéndose de
borracho. Sentí tanta impotencia y enojo, que lo único que pude hacer, es
sentarme en el sofá que hay en la esquina de la habitación, preguntándome
qué estoy haciendo mal.
Luca lo ayudó a entrar a la habitación.
—No vuelva a hacerlo —se aparta de él furioso y se va. Así mismo
estoy yo.
—Bella, no pude aguantar más...
—Por favor, Marlon. No me hables ¿sí? Solo acuéstate.
—No, no por favor, tú no —se tambalea hacia mí y cae de rodillas. Está
hecho un desastre, muchas lágrimas cayendo por su mejilla—. No te enojes
—sostiene con fuerza mi bata y se tapa en ella, sollozando.
Cierro mis ojos con fuerza porque yo también estoy llorando, es algo
que no sé cómo manejar.
—Te juro por mi vida que lo estoy intentando, por ti, por mí. Pero el
ataque de ansiedad me ganó, no te vayas —niega lentamente—. No te
vayas...
—No estoy enojada, cariño —levanto su cabeza y quito sus lágrimas, lo
ayudo con mucho cuidado para llevarlo a la cama—. Cuando tengas un
ataque así, me avisas ¿entendido? Así podré llamar a Theo.
—¿No te irás? —sus ojos brillan por las lágrimas.
—No te preocupes por eso.
Resoplo y quito su camiseta al igual que sus jeans. Lo arropo, me
acuesto a su lado y es el primero en abrazarme, apoyándose en mi pecho.
Sigue llorando y no creo que ahora se vaya a calmar.
Luego de una hora consolándolo diciéndole que no me iré, se quedó
dormido. Tiene los ojos hinchados y nunca lo he visto así, pero sé que es
parte del proceso.
• ────── ✾ ────── •
Un mes y medio, Marlon ha comido únicamente pan y agua, le he
insistido para que coma más, pero nada de querer.
Escucho un fuerte golpe en el baño y dejo mi computadora a un lado.
Suelto un jadeo del susto y voy a socorrerlo cuando lo noto sentado en
la ducha.
—¿¡Qué sucedió?! —cierro la llave y me hinco frente a él.
—Sentí un fuerte dolor y me resbalé —hace una mueca de desagrado—
Ni para bañarme sirvo. No funciono para nada.
—No digas eso —beso su frente—. Yo te ayudaré.
—Ni lo pienses.
—Cállate y déjame bañarte antes de que se me vaya la paciencia —me
quito la ropa.
Bufa y escucho como ríe.
—Se me olvidaba lo quisquillosa que eres.
Salimos un rato después de la ducha, lo siento en la cama, busco un
pijama para él y así ayudarlo a cambiarlo.
—Bella...
—¿Sí? —tomo una camisa y busco un pantalón.
—Creo que tengo hambre —me detengo—. ¿Podrías hacerme una
sopa?
—¿De verdad tienes hambre? —no puedo evitar ocultar mi entusiasmo
y asiente— ¿Crees qué puedes cambiarte sólo para adelantarme a la cocina?
—Eso creo —le doy su pijama, tomo la primera bata que veo para
cambiarme y bajar a la cocina.
Me encuentro con Luca sentado en la encimera de la cocina. Nota mi
presencia y me ofrece una sonrisa simpática.
—¿Se le ofrece algo?
—¿Podrías ayudarme a hacerle una sopa a Marlon? Me dijo que tiene
hambre.
—¿En serio? —está igual de animado que yo— ¿Qué tengo qué hacer?
Le di órdenes de que me diera los vegetales mientras yo colocaba el
agua hervida y echaba los condimentos para que tenga sabor.
Terminamos en media hora. Luca me ayudó a abrir la puerta para que
entrara y no se me caiga la bandeja, me guiña un ojo y se va,
disimuladamente.
Hay una pequeña mesa en la habitación y coloco la bandeja ahí. Llamo
a Marlon, haciéndole señas. Se aproxima, con un semblante aburrido.
—Siéntate.
—¿No puedes sentarte encima de mí?
Niego.
—Estás demasiado débil —lo siento y le doy la cuchara—. Trata de
comer.
Resopla y toma la cuchara, toma un poco de la sopa. Trata de acercarla
a su boca, pero la acción queda a medias cuando la mano le tiembla y cae al
piso.
—¡Dios mío! ¿Estás bien?
Chasquea su lengua y estruja sus ojos.
—Soy un maldito inútil, Verena ¿no es obvio?
—A ver, no te alteres —yo misma tomo la cuchara y le ofrezco—.
Come, aunque sea una cucharada.
Se queda indeciso, pero abre su boca y le doy de la sopa. Hace una
mueca indecisa y luego me sonríe.
—Está deliciosa.
—Luca fue mi ayudante con los vegetales, pero luego la hice yo, como
la otra vez que no quisiste.
—Si hubiese sabido que estaría tan buena, ya lo habría aceptado al
instante.
—Me alegra que te guste —le doy más cucharadas—. ¿Te sientes
mejor?
—Sí, pero creo que si no hubieses estado, ahora estaría muerto.
Ruedo mis ojos.
—No digas estupideces para no pegarte.
—Ay no, por favor. Tu novio está malito —toca su pecho—. Tenme
compasión.
Río y deja la sopa por menos de la mitad, no quiere más. Al menos
logró comer algo, y me hace feliz que no sea sólo un pedazo de pan.
• ────── ✾ ────── •
Dos meses y una semana. Marlon está más controlado con su humor.
Por el trabajo en casa, no he podido hacer ejercicio, así que decidí invitarlo
conmigo a correr. Algo que me sorprendió que aceptara.
Ambos corremos por el enorme sector privado que hay aquí. Hay
mucho lugar para correr, hasta un enorme parque.
Dimos varias vueltas por el sector, aunque muchas veces tuve que
sostenerlo de la mano para que me siguiera el ritmo, se detenía muchas
veces y se quedaba sin respiración; estaba un poco flaco, pero ahora está
recuperando su figura.
—¡Vamos, una vuelta más! —me detengo por décima vez cuando se
queda atrás.
—Mira que no sabes cuánto te odio —camina hasta mí—. Dame un
chance y dejemos la última vuelta para la próxima. Ya llevamos cuatro.
Entiendo que todavía no esté completamente bien, así que le doy su
chance y nos aproximamos a la casa.
El padre de Marlon no ha venido a ver a su hijo. Con razón él sufrió
tanto la primera vez, que no tuvo el apoyo que realmente necesitaba. Tenía
a Luca, pero no era lo mismo.
Luego de que me duché, Marlon me dijo que le diera la oportunidad de
hacerlo solo, duró mucho y por un momento me preocupé. Pero lo logró.
Me percato de que anda ansioso, está acariciando sus brazos al igual que
su bata de baño.
—No me siento bien.
—¿Necesitas una pastilla o...?
—Estoy mareado —lo sostengo del brazo cuando tropieza—. Llama al
médico.
Es lo que hice inmediatamente. Theo llegó en media hora porque estaba
con un paciente, yo estaba totalmente agonizada al ver a Marlon tan pálido
y sudando frío.
Theo le inyecta un suero y al pasar de los minutos se queda dormido.
—¿Qué le pasa?
—Según como me contaste, creo que el ejercicio alteró un poco su
sistema. ¿Se cansaba seguido? —asiento— Estará bien, estaba ansioso por
la abstinencia, pero con el suero se sentirá mejor. Quítalas en una hora.
—Maldita sea. Tuve que escucharlo y detenerme, pero como soy una
terca...
—No eres perfecta, ni tampoco especializada en este tipo de temas. Por
suerte no pasó a mayores, estará bien.
—Gracias, Theo. Si no fuese por ti créeme que estaría al borde de la
muerte.
—Tú también lo estás ayudando, en estos dos meses ha avanzado
mucho. Antes duró casi ocho meses en recuperación.
Nos quedamos hablando un rato más por su salud, que hasta se nos pasó
la hora, Theo le quitó el suero y se despidió de mí.
Me acuesto y acaricio su cabello hacia atrás, dejando varios besos
suaves en cada parte de su bello rostro.
—Discúlpame por no escucharte.
—Tranquila —me asusto al escuchar su voz, al parecer se despertó
luego de que le retiraran el suero—. No te culpes, bella. Sé que lo estás
haciendo.
Abre sus ojos y quita mis lágrimas, he llorado más que nunca por esta
situación.
—¿Puedes abrazarme?
—No me lo preguntes y ven aquí.
Me apoyo en su pecho y me duermo, estaba muy agotada.
• ────── ✾ ────── •
Cuatro días después, amanecí viéndolo vomitar como un loco. Su
cabeza duró plantada en el inodoro aproximadamente una hora, sacando
todo, tiene fiebre y la calentura media, le pregunté si quería sopa, pero
negó, con molestia.
—Estoy harto, Verena —cae rendido en la cama—. Me duele todo el
cuerpo, no puedo más. Estoy sufriendo demasiado.
—Aquí me tienes, sé que estás sufriendo, pero verás que valdrá la pena.
No te rindas.
—Déjame solo un rato, lo necesito.
—Pero...
—¡Vete! —parpadeo, sorprendida. Su semblante duro se suaviza— Por
favor, déjame solo.
Me voy sin rechistar y cierro de un portazo. Controlo mis ganas de
derrumbarme y mejor me concentro en trabajar en el despacho de Marlon.
Lo de los contratos se ha pospuesto hasta que él mejore, pero a este límite
tendrá que ser más tiempo.
Al pasar las horas, un mensaje de Marlon llegó a mi teléfono.
Cretino
Bella ¿puedes venir? Necesito tu molesta presencia.
Apago la computadora y voy a nuestra habitación. Ya es de noche,
quiere decir que duré todo el día haciendo llamadas y organizando
documentos.
Lo encuentro arropado de pies a cabeza, pero se quita un poco la sábana
para verme. Abre un espacio y me lo ofrece para que me acueste con él.
—Espera, voy a cambiarme.
Me cepillo los dientes y me cambio de ropa a una más cómoda. Casi no
comí, pensar en la salud de Marlon me volvió loca.
Él apoya su cabeza en mi pecho y lleva mi mano a su cuero cabelludo
para que lo masajee.
—Lo siento por echarte. No quería gritarte.
—Tal vez me lo merecía por hacerte correr como si estuvieses en un
maratón —bromeo.
—Pensé que podía lograrlo, pero me fue imposible.
—No te preocupes, cariño —susurro—. Tú duerme y no pienses en
nada más.
• ────── ✾ ────── •
Tres meses y dos semanas. Marlon se ha recuperado un poco, puede
moverse con más energía y está comiendo adecuadamente, ahora me
acompaña y me ayuda con las compras del supermercado, las cuales son
muchas.
Me ha acompañado a regar las flores que me regaló, han recuperado un
poco de vida, estaban a punto de marchitarse.
Ya casi se acerca diciembre, el frío ha incrementado, así mismo está el
horario, ya son las cinco de la tarde y es como si fuesen las diez de la
noche.
He ido a la empresa porque Nolan no ha ido. De verdad quisiera saber
algo más de él, pero la recepcionista me ha dicho que solo pasa de vez en
cuando.
Otis, el amigo más cercano de Marlon, se ha encargado de manejar la
empresa cuando no está. Es un chico muy simpático y ha venido a visitarlo
cuando su humor empezó a ser más controlable.
Se quedaban hablando horas y los dejaba a solas, Marlon quería que
estuviese ahí, pero lo mejor fue dejar que se pusiera al día con él.
Verónica y Vincent... son otros que no han dado ni sus luces. Su
hermano no me preocupa tanto, sólo quiero ver a Verónica y partirle su cara
por hacer que mi novio vuelva a caer en ese vicio para engatusarlo.
Tengo uno de los abrigos de Marlon puesto, su ropa me queda como
bata y siempre ha sido así.
Sonrío, detenidamente. Está parado en el balcón y voy tras él,
enrollando mis brazos en su torso y apoyando mi cabeza en su espalda.
—¿Sabes qué ahora mismo tengo un frío que me va a matar? —ríe—
Quería abrazarte un largo rato, pero me dará una hipotermia aquí afuera.
Entramos, junta sus labios con los míos y termino encima de él. Me
separo al pasar de los segundos para no llegar a más, se que ha mejorado,
pero no voy a arriesgarme.
—Casi cuatro meses y no te has ido —acaricia con sus yemas mi cuello
—. Parece que sí era real tu promesa de que dejarás tu cobardía.
—No puedo creer que todavía lo dudes.
—Disculpa mi inseguridad, pero he sufrido un poco de abandono a
temprana edad. Sé que no se justifica como te traté, pero pensé que mi
personalidad era así por que sí, pero te conocí y me di cuenta de que no.
Hay oportunidades para volver a sentir.
—¿Te estás poniendo romántico? —hago un sonido de ternura.
—Haz silencio, idiota, si no quieres que te mande a dormir al baño.
—Ambos sabemos que eso no pasará.
—Y tienes razón, me arrepentiría a los dos minutos.
Vuelvo a besarlo, y así duramos toda la noche, dándonos todo el amor
que nos hacía falta.
• ────── ✾ ────── •
Cuatro meses. Inicio de diciembre.
Me siento feliz al decir que Marlon está completamente diferente. Ya no
siente dolor, mucho menos ataques de ansiedad, no se siente débil y come
demasiado, mucho más que yo.
Ya regresó a la empresa a trabajar, yo igual. Hace una semana que está
viniendo y sigue siendo el mismo hombre con ese semblante que intimida a
cualquiera, hasta yo le tengo miedo.
Pero las cosas cambian cuando estamos a solas, me habla con dureza,
pero con un semblante de cariño.
Entro a su oficina porque me mandó a llamar, me encamino hacia él y
me quedo de pie.
—¿Sucedió algo?
—Muchas cosas han sucedido —separa su vista de la pantalla y se
levanta, acercándose a mí—. Pero que tú llegarás a mi vida, fue una de las
mejores cosas.
Esboza una pequeña sonrisa torcida y humedezco mis labios, nerviosa.
—He estado revisando todas tus propuestas y presentaciones. Así como
he visto que esta empresa ha ganado el triple de lo que no ganábamos hace
años, estoy muy orgulloso de ti.
Parpadeé, perpleja.
—¿Lo dices en serio? ¿Estás... orgulloso?
Creo que nadie en la vida me lo ha dicho tan en serio como lo está
haciendo él.
—No dudes de mis palabras, y vengo a hacerte una propuesta que sé
que aceptarás.
Trago grueso por nerviosismo.
—¿Qué es?
Inspira hondo y sostiene ambas de mis manos, carraspeando antes de
hablar.
—Verena Ellison... ¿le gustaría ser mi nueva socia en esta empresa?
Abro mi boca y mis ojos como platos, bien abiertos.
—¿Q–qué...? Pero, Marlon ¿Y si cometo un error?
—No lo harás. Me demostraste en tu currículum que cumples con tus
palabras, eres muy inteligente y buscas varias soluciones. Justo lo que
necesito.
Él sabe que no tengo idea de qué carajos decir, jamás en la vida me
esperaba algo así. Me imaginaba cualquier cosa, menos esto.
—Mira, me acompañaste todo este tiempo en mi recuperación y me
apoyaste en todo lo que necesité. Quiero que... mi novia —remarca las
palabras y río, es raro escucharlo de él—, sea igual de poderosa que yo, no
quiero que te conozcan por mí, sino por todo lo que has hecho tú en esta
empresa ¿qué dices?
Muerdo mi labio inferior y por primera vez, siento mis mejillas arder,
Dios. Nunca había sentido algo así, es como si tuvieses una montaña rusa
en tu estómago, hay emoción y miedo, el mío es una mezcla de los dos.
—Está bien, acepto ser tu nueva socia.
Él se agacha y me abraza mientras me besa profundamente. Entierro
mis manos en su cuero cabelludo cuando deja un último beso en mi nariz.
—Gracias. Por ayudarme a volver a ser el mismo arrogante de siempre.
—No, gracias a ti. Porque veía la luz todos los días, pero tú me
enseñaste que la oscuridad también puede brillar.

Capítulo 18
 

Marlon
 
—¿Cómo es eso de qué la nombraste miembro de la empresa y sin mi
permiso?
Lleva media hora haciéndome la misma pregunta. Estoy por tirarlo por
la ventana.
—Yo no necesito tu permiso. Yo soy dueño de la mitad de todo y tú
pronto lo dejarás de ser, hago lo que yo quiera.
—¡Pero no de esa manera! —estalla—¿No ves qué ella es el jodido
enemigo? ¡Puede destruir nuestra empresa!
Suelto una risa irónica.
—Te diré algo para que te quede claro, y espero que me escuches bien
—me incorporo—. Aunque tú no lo creas, esa mujer estuvo seis meses
soportando mis malos tratos, nunca me dejó cuando se enteró de que volví a
recaer y estuvo todo este tiempo viviendo conmigo para que me recuperara.
Mientras tanto, ¿qué has hecho tú? No me has visitado ni una sola vez para
ver cómo estaba.
—¿Y? Yo soy tu padre.
—Ajá, lo eres cuando te conviene. El que considero mi padre es Luca,
tú sólo me quieres por tus intereses. Te advierto que dejes a Verena, ella no
está sola, así que mantente en la línea.
—¿Y de verdad harás esa reunión para presentarla?
—¿Aún crees que sigo bromeando? Ella no nos hará nada, créeme que
si hubiese tenido un plan, lo hubiésemos descubierto.
Él maldice y me señala con detenimiento.
—Lo vas a lamentar cuando te des cuenta de que tengo la razón.
—Sinceramente, espero más cosas malas de ti que de ella. No te hagas
el santo, que no lo eres, y mucho menos lo demuestras, lárgate.
Se queda callado por unos segundos que parecen una eternidad, pero
decide irse. Suspiro para calmarme, lleva días reclamandome por lo mismo,
pero estoy seguro de la decisión que tomé.
Yo confío en Verena, y me dio la oportunidad de hacerlo. Algo muy
malo tiene que pasar para yo poder separarme de ella.
Ella se adelantó a la casa para alistarse. El evento es en media hora y yo
ya estoy listo, pero no creo que esté listo para verla a ella. Sé que con lo que
se pondrá me voy a desmayar.
Cuando salgo de mi oficina, alzo mi cabeza al notar una presencia
negativa. Y sí. Verónica está frente a mí, con una sonrisa angelical.
—¿Qué carajos estás haciendo aquí?
—Marlon, guapo. Te extrañé mucho ¿sabías?
—Vete por donde viniste. Me cagaste la vida dos veces, no habrá una
tercera.
—No seas gruñón, cariño —me siento exasperado cuando intenta
acercarse, pero la detengo—. ¿Qué? ¿Me dirás que no extrañas ni un poco
de...?
—¡Cállate! —se sorprende— ¡Tú eres la culpable de qué haya recaído
otra vez, tú eres la única culpable!
—Yo a ti nunca te obligué a que lo tomaras.
—¿Qué no? —río— Por favor, Verónica. Eso dijiste la primera vez y
me dejaste solo luego de mi recuperación. Solo apareces en los buenos
momentos, pero en los malos te ocultas como un corderito.
Saca de su cartera dos bolsas de esa mierda y siento que mi pecho se
detiene.
No, no caigas, Marlon. No caigas.
—¿Esto es lo qué quieres? —sacude la bolsa— Sabes que puedo
conseguirte las que quieras.
—Aléjate con eso. Saca esa porquería de aquí y vete con ella.
Se acerca y guarda la bolsita en mi pantalón. Palmea mi hombro y me
guiña un ojo.
—Recuerda que es tu naturaleza, nunca vas a cambiar —aprieto mis
labios en una fina línea—. Llámame cuando necesites más.
Se va por el ascensor y me quedo pensativo, tengo que botar esa mierda
antes de que...
Me distraigo cuando el teléfono suena, es Luca.
—Dime.
—Señor, el evento está por empezar, tiene que apurarse.
Cuelgo y bajo con rapidez, se me olvidó el jodido evento. Estuve tan
concentrado en llegar, que se me olvidó botar la cocaína a la basura.
• ────── ✾ ────── •
Cuando entro al salón, lo primero que veo es a esa maldita quisquillosa
con ese vestido negro que le llega hasta los pies. Me gusta que estemos
conectados y que la mayoría de veces usemos el mismo color.
Le están tirando fotos mientras la entrevistan, me acerco a pasos rápidos
y sonríe cuando me ve, haciendo señales para que me acerque.
—Justo aquí está el señor Villarreal.
Sostiene mi mano y mantengo mi semblante profesional, los flashes se
disparan cuando la cámara del entrevistador me enfoca.
—Señor Villarreal, ¿cómo se siente usted de saber qué Verena Ellison
será su nueva socia en Villarreal's Enterprises?
—Muy orgulloso —emití, con sinceridad—. Ella es una mujer muy
eficiente, cosa que necesita la empresa.
No sé en qué momento mi mano se fue a su cintura y la comencé a
acariciar. Son cosas de las que no me doy cuenta cuando lo hago, pero aún
así decidí dejarla ahí.
—¿Y no les molesta que sea parte de otra familia qué tuvo un poco de
controversia?
Noto como ella se mueve, incómoda. Pero la sigo manteniendo a mi
lado.
—Verena es diferente, ella me demostró lo muy eficiente qué es. Estuvo
meses conmigo durante mi recuperación y ha tolerado muchísimas cosas de
mi parte.
Bajo mi mirada hacia la de ella, es la primera vez que hablo con
sinceridad en una entrevista y no respondo por responder.
Y también es la primera vez que esbozo una pequeña sonrisa, pero solo
para ella.
—Eres perfecta —murmuro, pero la cámara lo capta y lo escuchan la
mayoría.
Se coloca de puntillas y me da un pico en los labios. Se escuchan los
sonidos de ternura y me dan ganas de vomitar, la gente se vuelve loca por
cualquier cosita.
—¿Usted se imagina que Verena Ellison sea la futura señora Villarreal?
Ambos nos quedamos sorprendidos por tal pregunta, realmente nunca lo
he pensado y siento que es un poco rápido.
¿O no?
—Eh —balbuceo, de verdad me sorprendió la pregunta—... yo... no
creo que por ahora...
—Estamos bien siendo pareja por el momento
—Verena me salva y le agradezco internamente—. No sabemos si
realmente llegará el momento o nos quedaremos así, igual ambos somos
felices y es lo que importa.
—¿Oyeron eso? —pregunta el entrevistador a la cámara— ¿Huele a un
nuevo matrimonio?
Ruedo los ojos, siempre hacen títulos y cosas amarillistas.
El entrevistador finalmente nos deja libres, Verena y yo vamos tomados
de la mano hasta el backstage para salir al pequeño escenario. Veo que está
nerviosa e intento calmarla.
—Relájate. Todos me mirarán a mí, así que puedes ocasionar el ridículo
que quieras.
—Marlon, mejor no intentes ayudarme, porque no sirves para eso. Solo
haces que me ponga más ansiosa.
—¿Y de qué te preocupas? Eres muy segura y sabes hablar frente al
público.
—¿Me das un último abrazo?
—No —la apretujo contra mí, contradiciéndome.
Escucho como nos llaman a ambos, beso el dorso de su mano y me
brinda una cálida sonrisa.
Escuchamos los aplausos y el presentador me ofrece el micrófono.
—Buenas noches. Para mí es un gran gusto tenerlos aquí para recibir a
la nueva socia de Villarreal's Enterprises, mi novia, Verena Ellison.
Vuelven a aplaudir y ella saluda a todos con una brillante sonrisa.
—Tuvimos muchos obstáculos al principio, y sé que es sorprendente
que me haya gustado la chica de una familia rival. Pero sí, me demostró que
puedo confiar en ella plenamente —la miro—. Gracias, bella. Por
enseñarme que hay felicidad en las cosas pequeñas.
Ella hace un sonido de ternura como todos. Evito no vomitarme encima
por tanta cursilería y le doy el micrófono.
—Gracias por tus palabras, Marlon —me guiña un ojo—. Yo no me
esperaba que él me ofreciera esta propuesta tan repentina, me puse nerviosa
al principio. Pero teniendo el apoyo del señor aquí a mi lado, estoy
segurísima de que ambos vamos a sacar adelante la empresa y los
restaurantes. Otra vez gracias por la oportunidad, cariño.
Finaliza dándome un beso en los labios.
Bajamos del escenario junto con los aplausos otra vez. Otis es el
primero en acercarse, me saluda con una palmeada de hombro y a Verena
con un asentimiento de cabeza.
—¿Quién diría que la chica qué odiabas a muerte iba a terminar siendo
tu novia?
—Cállate. Te puede salir cualquier estupidez de la boca.
Verena niega, divertida.
—No te preocupes, yo lo sigo odiando.
Bufo y me aparto de ella, quiero que se termine  esto, que vayamos a
casa y romperle ese vestido a ver si me seguirá odiando.
—¿Te cuento un secreto? —frunzo el ceño con lo que le va a decir—
Me dijo que el primer día en el que te vio dijo que tienes un buen...
—¡Cállate! —le grito en susurro, maldito traicionero de mierda— No te
volveré a contar nada.
—¿Qué? Le iba a decir que dijiste que tenía un buen currículum ¿qué
pensabas qué era, pervertido?
La castaña a mi lado estalla en una carcajada profunda. Mierda, lo qué
pasa es que ese día dije que tenía un buen trasero también, no sólo el
currículum.
—¿Saben? Mejor me siento al comedor, creo que tienen cosas de qué
hablar —se burla y se va.
¿Cuándo le di el permiso de irse? La quería seguir abrazando todavía.
Me las va a pagar.
—En realidad iba a decir lo que estabas pensando, pero me retracté para
que no me dieras un puñetazo.
—Imbécil chismoso —resoplo—. Aprovechando que Verena se fue,
tengo que decirte algo.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —me encojo de hombros— Vamos,
cuéntame.
—Verónica fue a la empresa antes de irme.
—¿Eh? —se plasma— ¿Para qué?
—Me dijo que ser un drogadicto es mi naturaleza, que nunca voy a
cambiar y... me dio una bolsa de cocaína.
El semblante de preocupación de mi amigo ahora es una advertencia.
—Marlon, ni se te ocurra probar esa mierda ¿me oíste? Sabes
perfectamente lo que tuviste que pasar para recuperarte.
—Lo sé, no lo volveré a hacer. Verena se sentiría altamente
decepcionada si me ve con eso.
—¿Lo botaste?
Niego.
—Ella lo entró en mis pantalones, pero ya lo voy a botar antes de que
Verena se entere...
—¡Marlon Villarreal! —doy un respingo cuando me volteo— Cuánto
tiempo.
—Lorenzo —es el empresario italiano con el que no pude firmar—.
¿Cómo estás?
—Debo decir que orgulloso, me enteré de que estabas en una etapa de
rehabilitación.
—Sí, entiendo si no quieres firmar conmigo, ya pasaron muchos meses
desde la última conversación.
—¿Quién te dijo? ¡Claro qué quiero firmar contigo!
Parpadeé, varias veces.
—¿En serio?
—Claro, estaba esperando a que te recuperaras para hablar contigo.
Podemos firmar cuando quieras, eso sí, tendrás que ir a Milán para hacerlo.
—Perfecto —accedo—. Como sabes, Verena es la nueva socia, así que
tendré que consultarlo con ella para ver qué día podemos ir...
—Vamos en dos días —la susodicha aparece y le ofrece su mano a
Lorenzo—. Un gusto verlo otra vez.
—Igual, señorita Ellison. Entonces ¿irán en dos días?
—Bueno, ella tiene la última palabra, así que es un sí.
—Genial —suena entusiasmado—, debo irme, ya les mandaré los
detalles de donde se quedarán por correo. Nos vemos.
—También los dejaré solos —mi amigo me ofrece una mirada
significativa y asiento.
—Bella, tengo que contarte algo...
—Sinceramente yo necesito decirte algo primero
—enrolla sus brazos en mi cuello—. Tengo que decirte que tengo tantas
ganas de que me quites este apretado vestido y me hagas todo lo que
quieras.
—Oh por Dios, no me hagas esto aquí.
—Sí lo hago —muerde el lóbulo de mi oreja—. Así que haz lo posible
para sacarme de aquí.
De tantas ganas de tener sexo , se me pasó otra vez que tengo esa
maldita mierda en el bolsillo y me concentré en buscar la forma más rápida
de salir de aquí.
• ────── ✾ ────── •
Sostengo ambas de sus pechos y las amaso con violencia, su sudor
choca contra mi abdomen y siento un vaivén de excitación, esta mujer me
tiene a sus pies, me tiene embelesado.
—Así me gusta, bella. Que me supliques por más y seas lo más sumisa
posible mientras te hago mía de todas las formas.
—Sí, soy tuya —gime—. Sólo tuya.
Espero que no dude de que soy suyo también.
La vuelvo a empujar bruscamente para que apoye su cabeza en la cama.
—Marlon... estoy... me voy a...
Froto mi pulgar contra su clítoris y se mueve con más vehemencia,
provocando que me corra junto con ella.
Suelto un último gemido y caigo a su lado, derrotado. Llevamos horas
seguidas recuperando el tiempo perdido y ya siento que voy a morir.
Verena hace un gruñido de dolor cuando se voltea para acostarse boca
arriba y me cago de risa.
—¿Qué pasa? ¿Te azotaron muy fuerte?
—Haz silencio y deja de reírte del dolor ajeno.
—Pf, más bien me río del placer ajeno, o sea el tuyo, quisquillosa.
Vuelve a gruñir de molestia y se levanta de la cama. Va al baño y la sigo
detrás, que ni crea que se bañara sola.
—¿Te sigue doliendo?
—Tú y tus estúpidas preguntas —sonrío—. ¡Mira cómo me dejaste!
Se para en el espejo y veo ambas de sus mejillas rojas, yo solo pienso en
lo sexy que se ve y...
—Ni lo creas, no más nalgadas por hoy, cretino.
—No niegues que te encanta cuando te marco, eres tú la que me ruega
por más, yo solo obedezco a tus órdenes.
—Bueno, al menos me la cobro arañando tu espalda cuando te pones de
animal.
Me paro en el espejo en la misma posición que ella y veo toda mi
espalda rasguñada. Sonríe de forma satisfactoria y le suelto otro azote de
maldad.
—¡Auch! —me da un manotazo— No hagas que te vuelva a aruñar.
—En resumen, ambos somos dos salvajes. ¿Te sigue doliendo? —
asiente— Vamos a bañarnos, te untaré una crema.
Estuvo quejándose todo el rato mientras nos bañábamos, creo que se me
pasó la mano.
—Mantente boca abajo —le ordeno cuando estamos en la cama y
obedece cuando se coloca sus bragas.
Ella duerme en ropa interior desde hace unas semanas, sólo en bragas,
nos tenemos la confianza de pulular por toda la habitación desnudos sin
sentir incomodidad.
—Lo siento, esta vez exageré —acaricio sus nalgas con delicadeza.
—Tranquilo, disfruto —muerde su labio inferior—. Lo peor es el ardor,
pero no quiero que dejes de hacerlo.
Comienzo a untarle la crema.
—Es que eres masoquista.
—Aprendí a serlo contigo, cariño.

Capítulo 19
 

Verena
 
Cierro mis ojos cuando me inyectan la depo-provera. Es la inyección
que me recomendó mi ginecóloga, la cual se realiza cada tres meses para
prevenir el embarazo.
Según dice el internet, seis de cada cien mujeres quedan embarazadas,
pero en estos seis años que llevo utilizándola, todo ha ido bien.
Yo he tenido una vida sexual activa, pero de forma responsable, me
cuido y siempre visito a mi ginecóloga para que se encargue de que todo
vaya bien.
—Eres una chica muy responsable, Verena. Te has manejado muy bien
estos meses.
—Gracias, me ha costado cuidarme. Mi novio estaba en una mala etapa
de su vida y estuve más para él que para mí.
—Sí, ya sé que tu pareja se estaba desintoxicando
—obvio, lo dijeron en las noticias—. Igual tu cuerpo no se ha alterado,
puedes vivir tu vida sexual como quieras.
Me levanto de la cama y tomo mi abrigo, hace demasiado frío afuera,
por suerte no está nevando.
—¿Usted cree que si dejo la inyección podría embarazarme?
—¿Por qué la pregunta? —frunce el ceño— Nunca has querido tener
hijos.
—Lo sé, ¿pero cuándo quiera? ¿Eso no afectaría que llegara a ser estéril
o algo por el estilo?
—Para nada, Verena. Puedes embarazarte siempre y cuando dejes la
inyección, pero tendrás que esperar unos tres meses más.
No sé de dónde me surgió la idea de hacer esa pregunta. Yo nunca he
pensado en tener hijos, y bueno, Marlon no quiere tampoco, ¿pero en el
momento en el qué quiera y no pueda por mis inyecciones?
Sacudo mi cabeza y salgo de mis cavilaciones, Marlon ni siquiera tiene
ideas de proponerme matrimonio. Aunque debo admitir que cuando el
entrevistador nos lo preguntó, me descoloqué un poco.
Escucho lo que la ginecóloga me tiene por decir y me da varios consejos
para disfrutar mi vida sexual, tiene la mente muy abierta y eso me gusta.
El frío me golpea cuando salgo y contesto el celular, tengo dos llamadas
perdidas de Marlon.
—Hasta que al fin contestas —se escucha enojado—. ¿Dónde andas,
Verena? Me tenías sumamente preocupado.
—Lo siento, estaba con la ginecóloga para mi inyección anticonceptiva,
pero ya tomaré un taxi para ir a la casa...
—¿Qué? te equivocas, no quiero que andes en taxi, y más cuando todo
está oscuro a estas horas de la tarde.
—No es necesario.
—Iré por ti, mándame tu dirección.
Me cuelga de una vez y tiemblo por el frío, le mandé la ubicación a
Marlon, llegó en cinco minutos justos y corro para entrar al auto. Sentía que
me iba a congelar.
—¿Y querías pedir un taxi? —toma un abrigo de lana que está en el
asiento trasero y me lo da— De veras que eres tan terca.
—No quería molestarte...
—¿Pero de qué mierda estás hablando? —interroga— Eres mi pareja,
mi amor. Obvio que no voy a querer que te quedes aquí sola.
—¿Cómo me dijiste? —hasta el frío se me fue del cuerpo, ahora tengo
la piel erizada.
Un atisbo de emoción llegó a mi alma. Una felicidad tan extrema por la
forma en la que él me llamó.
—¿De qué hablas? —se hace el idiota.
—No te hagas, Marlon Villarreal —me emociono—. ¿Mi amor? ¿Soy tu
amor?
Me lanza una breve mirada y luego se centra hacia adelante,
carraspeando.
—Eres más que eso, Verena. Eres el jodido amor de mi vida. Y disculpa
si me molesto, pero es que me quedo inquieto al saber que estás pasando
trabajo y frío cuando yo estoy aquí para socorrerte.
Dejo un beso en su mejilla.
—No volverá a pasar, siempre te llamaré cuando te necesite, sea que te
enojes o no.
Enciende el auto para irnos.
—Buena chica.
• ────── ✾ ────── •
Yo me quedé cenando mientras Marlon trabaja en la habitación. Está
revisando los detalles para el viaje que tendremos mañana en la madrugada,
técnicamente, en dos días.
Me quito el abrigo y lo dejo en el vestidor cuando entré a nuestra
habitación, hay calefacción dentro de la casa, así que no es necesario
abrigarse tanto.
Cuando cuelgo el abrigo, por estar moviendo las prendas, algo se cae en
el bolsillo de los pantalones de Marlon.
Al momento de recogerlo, mi corazón se detiene y estrujo mis ojos para
no creer lo que estoy viendo.
Pero no, no es una imaginación, no es mi estúpida mente haciéndome
un juego.
Salgo furiosa y él lo ve, le tiro la bolsita de cocaína a la cara, lo sostiene
y me mira, dejando la computadora a un lado.
—No es lo que crees.
—¿Qué no es lo que creo? —mi voz se debilita— ¿Por qué, Marlon?
¿Por qué tienes esa jodida bolsa?
Suspira y trata de acercarse, pero lo empujo.
—¡No me toques hasta que me expliques por qué carajos tienes esa
porquería!
—Es que... no sé cómo explicártelo —rasca la parte trasera de su cabeza
—. No iba a digerir, te lo juro.
—¿¡Entonces para qué la tenías en los bolsillos de tus pantalones?!
¡Explícame!
—No quiero que te enojes.
—¡Ja! Créeme que estoy demasiado furiosa y triste contigo, Marlon.
Así que dime la verdad de una maldita vez.
Humecta sus labios y tira la bolsita en el basurero.
—Cuando estabas en el evento y no me había ido, Verónica fue a
visitarme.
—¿¡QUÉ?! —da un respingo por mi grito— ¡¿Y qué hacía ella
hablando contigo?!
—Me dio la bolsita y me dijo que drogarme era lo mío, que era parte de
mí. La iba a desechar, pero siempre me interrumpían y se me olvidó.
—No me salgas con esa estupidez ¡podrías decirme!
—¡Lo iba a hacer, pero tú también me interrumpiste cuándo te lo iba a
decir!
—¡No me vengas a echar la culpa a mí de tu desconfianza! ¡Pensé qué
había confianza en nuestra relación!
—¡Y la hay! Pero pensé que no era necesario decírtelo.
—No me jodas con esa mierda —quito mis lágrimas del enojo—. Me
entero de que te drogas otra vez Marlon y te juro que...
—¿Qué? ¿Me vas a dejar? —me callo inmediatamente— ¿Era eso lo
qué ibas a decir?
Dios, creo que por un momento estaba a punto de decir eso, pero era
solo por el enojo que siento ahora mismo.
—No.
—¡Era justo lo qué ibas a decir!
—¡Estoy furiosa! ¡No vengas a hacerte la víctima cuándo sabes qué te
equivocaste por no contarme nada!
—De verdad, discúlpame.
Voy al vestidor, tomo mi pijama y mis pantuflas. Él se queda confuso
cuando estoy por salir.
—¿A dónde vas?
—A dormir a otra habitación. Necesito tranquilizarme, y es obvio que
contigo al lado no lo lograré.
—Verena, por favor, quiero dormir contigo.
—Eso tendrías que haberlo pensado antes de mentirme y no tenerme
confianza. No quiero verte.
—Bella...
—¡Qué no quiero verte!
El estruendo de la puerta se escucha en toda la casa. Voy a la habitación
de invitados y me acuesto en la cama a llorar, mis hombros suben, bajan y
me tapo con las sábanas.
Verónica va a ver lo mucho que se va a lamentar por haberse metido con
Marlon. Lo único que está haciendo es manipularlo para lastimarlo, y
mientras yo viva, nadie lo va a lastimar.
Sí, estoy molesta y quiero pegarle tres zapes seguidos. Pero yo no lo
voy a dejar como él cree.
Mi cretino tiene mucho miedo al abandono, por eso su miedo a que le
dijera que lo voy a dejar si se vuelve a drogar.
Me duermo por mis sollozos y lágrimas, mañana tengo que tener la
mente despejada para encarar a la bestia, que en este caso es Verónica.
• ────── ✾ ────── •
No nos hemos dirigido la palabra en el transcurso del día. Tengo mi
propia oficina, así que ya no estoy fuera de la de Marlon, es obvio que ya
no soy más su secretaria.
Él y yo nos vinimos por separado, él en su auto y yo con Luca, el cual
estuvo incómodo al ver que no nos dijimos ni los buenos días.
Siento una mala vibra, alzo mi cabeza para ver por el pequeño vidrio
transparente y la molestia nace en mí cuando veo a mi objetivo entrar a la
oficina de Marlon.
Arreglo mi falda y me dirijo a su oficina que está enfrente, dejo la
puerta media abierta y me detengo para escuchar lo que va a decir.
—¿Pensaste en lo qué te dije?
—¿Vas a seguir jodiendo? Aquí no eres bienvenida, así que vete a la
mierda o lejos de aquí. Mientras estés lejos de mí, más feliz estaré.
—Por favor, guapo —hago una mueca de asco—... sé que quieres
volver a probarlo, volver a estar conmigo... ella no te ama y te va a
abandonar.
—Eso no es cierto...
—Sí lo es, ella no deja que seas feliz, es una controladora y egoísta.
—Yo creo que estás diciendo las cosas mal, porque te estás definiendo a
ti misma.
Tengo ganas de entrar, pero prefiero esperar unos segundos más.
—Recapacita, guapo. Verena es el enemigo, una maldita zorra
interesada que aprovechó el primer momento para enredarte.
—¡No te permito qué hables así de mi mujer! ¿¡Me comprendes?! ¡Lo
vas a lamentar por hablarle así, de verdad te lo digo!
Escucho un sonido de algo sacudiéndose, tiene la jodida droga en la
mano.
Ya no más.
Abro la puerta y ambos se giraron a mirarme, yo soy más rápida y le
arrebato la porquería que tenía en la mano.
—¿Así qué soy una zorra por querer cuidar a Marlon? —lo lanzo a la
basura— Entiéndelo, Marlon solo quiere que te vayas lejos de su vida, de
nuestras vidas. Ya él me tiene a mí.
—Ajá, luego de que peleen saldrá rogando a donde mí para que le abra
las piernas.
Volteo su cara en una profunda cachetada que los toma por sorprendido
a Marlon y a ella. Intenta pegarme, pero la logro esquivar y hago un fuerte
agarre en su brazo.
—Marlon jamás en la vida me engañaría, mucho menos con alguien
como tú. Me ves muy sensible y todo, pero así como te acabo de voltear la
cara, te puedo romper la nariz mediante puñetazos; te lo advierto ¡no
vuelvas acá! ¡Les diré a los guardias que te saquen a patadas de aquí!
—Ya están subiendo —dictamina Marlon.
Le doy un fuerte empujón. Tomo su basura al cesto y se lo lanzo a la
cabeza.
—Aléjate de él, es mío ¿comprendes? ¡Deja de acosarlo o llamaremos a
la policía!
Llegan los guardias y la sostienen por los brazos, haciendo que no se
pueda mover.
—Llevénsela lejos de aquí.
Obedecen, escucho como patalea y protesta, pero la ignoro.
Cuando me volteo hacia Marlon, luce un poco aterrado. Me cruzo de
brazos y lo señalo.
—Te digo de una vez que te comportes como un jodido hombre y la
denuncies. Estoy harta de que todos me humillen, se acabó, Marlon. Me
convertí en alguien diferente y lo sabes, así que estás advertido, no quiero
verla pululando por aquí. ¿¡Me entendiste?!
—S-sí... te entendí.
Resoplo.
—¿Ya sabes a dónde nos vamos a quedar en Italia?
—Mejor te contaré eso después, cuando no sigas enojada.
—Yo no estoy enojada —cuando se acerca a darme un beso, le doy un
empujón—. ¿Pero qué crees que estás haciendo, maldito cretino? ¡Estoy
muy enojada contigo!
—Pero me dijiste que ya no lo estabas...
—¡Pues lo estoy! —su cara es una mezcla entre confusión y sorpresa, ni
yo sé si estoy enojada o feliz.
—¿Qué quieres qué haga para qué ya no lo estés más? La cocaína la
lancé por la chimenea, para que veas que realmente no quiero volver a
recaer, ¿quieres qué vayamos al médico y me revisen para qué veas que no
te miento?
—No es necesario, estoy molesta porque no confiaste en mí para
contármelo. Por eso estoy triste, molesta, de todo... tiene que haber
confianza en nuestra relación.
—Y te juro que la habrá.
Niego cuando me intenta tocar.
—Hablamos después, necesito trabajar.
Accede y me dirijo a mi oficina otra vez, no quiero verlo a él ni a nadie.
Lo peor es que mañana nos vamos de viaje y aún no nos hemos
reconciliado.
Maldito cretino, le quiero pegar y besar al mismo tiempo.

Capítulo 20
 

Verena
 
Despierto, exaltada. Las luces del jet están apagadas, despegamos hace
rato y ambos nos quedamos dormidos, estuvimos despiertos toda la noche
haciendo maletas.
Miro por la ventanilla la fuerte neblina, ni siquiera se pueden ver las
nubes. Si en Estados Unidos hace un frío escalofriante, no me quiero
imaginar en Italia.
Marlon está frente a mí, durmiendo profundamente.
Ya no puedo soportar no dormir con él, lo extraño tanto...
Dejo mi orgullo de lado y me incorporo con mi pequeña cobija, voy, me
siento en sus piernas y enrollo mis brazos en su cuello, apoyando mi cabeza
del mismo.
Siento cómo se remueve y sus brazos rodeándome en un cálido abrazo.
—¿Pasó algo? —su ronca voz inunda mis oídos.
—Quiero dormir contigo, es que me sentía muy incómoda —lo encaro
—, ¿puedo?
—Ven, idiota —vuelve a acomodarme y besa mi coronilla—. Te
extrañaba.
—Yo más, cariño. Yo más.
• ────── ✾ ────── •
Vuelvo a despertar, veo que está todavía oscuro y suspiro, sólo han
pasado unas horas.
Estrujo mis ojos y me estiro, dormí más cómoda en los brazos de
Marlon. Está despierto, ya sentí como acaricia mi cabello.
—No pude dormir lo suficiente, necesito estar en una cama —me quejo
y me siento para verlo.
—Yo sí pude dormir, y fue mejor porque al fin fue contigo, bella.
Sonrío.
—Ya te perdoné, pero por favor, tengamos más confianza y
comunicación si de verdad queremos que nuestra relación funcione. ¿De
acuerdo?
—Sí, perdón por no decírtelo. Es que nunca he tenido una relación seria,
Verónica no cuenta.
—De hecho, sobre ese tema, creo que debería decirte algo.
Frunce el ceño.
—¿Qué sucede?
Quiero contarle lo que descubrí de su padre, pero lo mejor será cuando
regresemos y que su padre esté presente en la conversación, ya que él fue el
que realizó toda esa atrocidad.
Mi mirada fue a sus tatuajes y los señalo.
—¿Ya me dirás por qué te los hiciste? —cambio de tema.
—Sabía yo que venías con eso, quisquillosa.
—Quiero saber —insisto—. Necesito saber.
Suspira.
—Ninguno tienen significado alguno, como ves, solo hay de un ángel,
una flor, un árbol, un tigre —señala cada uno—. Pero sí hay uno, y fue el
que me tatué aquí, en la parte izquierda de la muñeca.
La alza y me muestra una cobra o serpiente.
—¿Qué significado tiene ese?
—Es el recuerdo del primer día en el que me drogué con Verónica.
—¿Y eso es algo bueno?
—No, lo tengo como el recuerdo del peor día de mi vida.
Sostengo su mano para que continúe.
—Cada vez que la veo recuerdo que no tengo que volver a recaer, de sus
infidelidades, manipulación... ella tiene el mismo tatuaje y en el mismo
lugar.
—Bien, creo que era mejor que no supiera el significado.
—Tranquila, si no me lo quito es solo por eso, para recordar no volver a
recaer en las drogas. Ella es el pasado, tú eres mi futuro.
—¿Sabías qué te estás poniendo muy romántico?
Rueda sus ojos.
—Es que siempre la cagas, ¿por qué mejor no te paras y me dejas de
joder? —suelto una risotada y hago el signo de rendición.
De verdad que sólo conmigo es tan espontáneo, no es necesario que
actúe porque sé que lo hace naturalmente.
—Bien, me paro...
—¿Y me harás caso? —me jala otra vez— Es que eres tonta.
—¿Y tú qué? Eres un cretino de quinta.
—Pues tú eres una loca desquiciada y quisquillosa.
—Y tú un consentido arrogante.
—Fea.
—Estúpido.
—Demente.
—Idiota.
—Eres un dolor de cabeza ¿sabías?
—Te odio, Marlon.
—Y yo te quiero, Verena.
Siento que mis orbes se saldrán de inmediato. Me volteo hacia él y noto
que no se arrepiente de lo que me dijo.
—¿Disculpa?
—Que te quiero, y demasiado.
Llevamos seis meses de relación y ocho conociéndonos en total. Nunca
nos habíamos dicho esas dos palabras, recuerdo que por un momento se lo
iba a decir, pero me retracté.
Siento que conozco a Marlon perfectamente bien como para saber que
no miente en este sentido.
Y al fin al cabo, llevamos lo suficiente cómo para saber lo qué sentimos
¿no?
—Yo también te quiero, y tenlo presente, Marlon. No importan las
peleas ni la distancia, yo siempre te querré.
Se abalanza hacia mí para besarme, y ya para finalizar, terminamos
como la primera vez en este jet hasta quedarnos dormidos otra vez.
• ────── ✾ ────── •
Llegamos lo más rápido posible al hotel, había mucha neblina cuando
aterrizamos y ya está el
cambio de horario, son las siete de la noche.
Mañana vamos a firmar con Lorenzo en la tarde, así que lo mejor es
descansar.
Marlon lleva nuestras maletas hasta la enorme habitación, estoy
acostumbrada a que sean exclusivas.
Estaremos únicamente dos días, pasaremos el veinticuatro y veinticinco
aquí. Total, si estamos nosotros dos solos seríamos más felices que estando
con nuestras familias. Sólo nos faltó Luca.
—¿Qué quieres hacer mañana después de filmar, bella?
—¿Qué quieres hacer tú?
—Realmente mis ideas de hacer cosas contigo son muy morbosas —se
acuesta boca arriba en la cama—. Mejor te doy la oportunidad de que
pienses tú.
Ruedo mis ojos y me quito los dos enormes abrigos que tenía, hay
calefacción aquí y es más cálido.
—Tengo una idea —voy y me acuesto a su lado—, pero no te lo diré,
mejor te llevas la sorpresa.
—No sé si confiar en ti o salir corriendo.
—Mejor haz la segunda.
• ────── ✾ ────── •
Luego de firmar —que sólo duramos más o menos veinte minutos—.
Fuimos a comer, esta vez adentro porque estaba lloviendo, el clima ahora es
húmedo, pero sigue siendo muy frío.
Ahora estamos yendo en su auto al lugar que pensé, si le decía a dónde
quería ir, era obvio que se iba a retractar.
Bueno, al enterarse ya estaba por devolverse.
—Mira, realmente no me importa que seas mi mujer en estos
momentos. Ni loco haría eso.
—Vamooos —insisto y lo halo hasta la entrada—. Será divertido.
—Verena, por favor, no hagas que me humille.
No le hago caso y voy hacia donde la chica del
mostrador.
—¿Me puede dar dos pares? —le digo nuestra talla y me la da—
Gracias.
Le doy sus patines y me siento para colocarme los míos, él todavía
sigue protestando, pero al momento de ponerlos él se unió.
—De todas las cosas que podíamos hacer, ¿tenías qué escoger patinaje
sobre hielo?
Río por su pánico y dejo un beso en su mejilla.
—No te pasará nada, ni que fuéramos a hacer salto en paracaídas —
bufo.
—No te atrevas a decir más ideas locas, porque jamás intentaría eso.
Entrecierro mis ojos y lo examino, no sabe de lo que soy capaz.
Vamos a la pista y comienzo a patinar, él se queda parado y de brazos
cruzados, con ganas de aniquilarme con la mirada.
Lo agarro de la mano y lo halo para que patine desde el barandal de la
pista.
—Lo único que tienes que hacer es deslizar los pies y moverte.
—Vaya, ¿de verdad? Pensé que tenía que teletransportarme en el tiempo
con ellos.
Niego, divertida.
—Eres un cretino.
Al momento de alejarse del barandal, hace un movimiento torpe y casi
se cae. Suelto una risotada y evito que las lágrimas caigan mientras me
mira, súper molesto.
—¿En serio me trajiste acá para humillarme?
—No te enojes. Sé feliz y disfruta de la vida.
—Bien que voy a disfrutar cuando te ponga en cuatro y te rompa la
ropa...
—¡Cállate! —me avergüenzo— ¿No ves qué hay gente aquí, maldito
demente?
Se encoge de hombros.
—Tú te lo buscas por andar de psicótica.
Me alejo de él y le hago señales para que venga, pero nada de que cede.
—¡Ven!
Hace el ademán de venir y sonrío, pero justo en ese momento siento que
alguien choca conmigo y me echo hacia adelante.
Resbalo, pero Marlon llegó a socorrerme y ambos terminamos tirados
en el piso, yo encima y él debajo.
—¿Estás bien? —asiento.
—Al menos te moviste de tu lugar.
—¿Y cómo no me voy a mover? No quiero a una mujer sin dientes y sin
la mitad de la cara.
Me incorporo y lo ayudo. Me comienzo a deslizar y él me sigue, le
agradezco al que me haya chocado, logró que este hombre se separara de la
baranda.
—¿Ves? No era tan difícil.
—Me las vas a pagar, Verena.
—¿Qué harás? —lo reto.
—Te tendrás que esperar hasta mañana.
• ────── ✾ ────── •
Al momento de llegar al hotel, Marlon me vendó completamente los
ojos. Le he preguntado diez mil veces que me diga qué es lo que trama,
pero no le dice nada.
Escucho como abre la puerta y mis nervios se acumulan en mi cuerpo.
—Ahora sí tengo miedo de lo que me harás.
Su respiración está cerca de mi oído.
—No haré nada que no vayas a disfrutar.
Me quita la venda y me tapo la boca del asombro, oh Dios.
Suspiro y me volteo a mirarlo.
—Es, es... hermoso.
—¿Te gusta? Te agradezco en parte de que hayamos perdido el tiempo
en la pista de patinaje, así terminaban de organizarme esto.
Hay una mesa redonda frente a la puerta del balcón, el mantel es blanco,
hay dos platos de comida y todo está a oscuras, sólo nos alumbra la
luz de las velas.
Me siento y sirve vino para ambos. Marlon casi no toma, sólo en
ocasiones, ha intentado mantenerse sobrio desde su recuperación.
—¿De verdad me organizaste esto?
—¿Sabes? —se sienta— Eres muy importante para mí, pero hay veces
en las que te quiero pellizcar para que reacciones por las estúpidas
preguntas que haces.
—Es que —sonrío y trato de controlar mis lágrimas—... me encanta,
Marlon. No me lo esperaba, veía venir que me empotres en el espejo, pero
no esto.
—Tranquila, eso estará incluido esta noche —alza su copa—. Salud por
nosotros.
—Salud —chocamos nuestras copas—. Por ti, por mí, somos tú y yo.
Siempre será así.
Me levanto un poco y junto mis labios con los suyos.
—Te digo, las sorpresas no terminan acá.
—¿Qué tienes en mente? —enarco una ceja.
—Ya lo verás mañana, sólo te digo que te encantará.
Preferí no seguir preguntando y mejor disfrutamos de nuestra noche. Ni
siquiera nos vestimos, sólo nos sentamos, hablamos horas y horas de todo
lo que hemos vivido y experimentado.
Qué puedo decir, mi enemigo terminó siendo mi novio y lo quiero más
que a mí misma.

Capítulo 21
 

Marlon
 
Le compré un anillo.
Un anillo de matrimonio.
Sí, le propondré a Verena que se case conmigo.
Estoy nervioso hasta la médula, llevo días pensando desde que el
entrevistador nos hizo esa jodida pregunta. O sea, Verena Villarreal le
quedaría increíble.
Quiero que esté conmigo, que sea mi mujer y sólo mía. Bueno, aunque
ya lo es, pero ver que tendrá un anillo presumiendo que será mi esposa, me
da mil años más de vida.
Ni siquiera se lo he propuesto y ya ando haciéndome películas, ya me
parezco a ella.
Como el clima es una mierda porque es diciembre, tendré que hacerle
una pequeña sorpresa en nuestra habitación del hotel, justo como ayer.
Quería que la acompañara a las tiendas, al spa y al salón de belleza,
pero le dije que se fuera sola, así yo aprovecho para hacer todo y quede
perfecto, porque ella es perfecta.
Luca está de acuerdo y acepta que me case con ella, a mi verdadero
padre no le he dicho ni tampoco me importa. Otis está que da brincos de
emoción y yo me estoy cagando en los pantalones.
Acabo de gastar quince mil dólares en un anillo, pero cuando se trata de
ella, no me pesa en lo absoluto.
Marco el teléfono de Verena para saber cómo está y contesta al tercer
pitido.
—Mira que sigo enojada por no querer acompañarme. ¡Quería que me
ayudaras con los outfits!
—La próxima te acompaño hasta la luna y te bajo las estrellas si
quieres, pequeña quisquillosa —cierro la puerta del auto—. Tú concéntrate
en ponerte bella, aunque eso no es trabajo para ti.
—¿Qué está tramando, señor? No me diga que se las está cobrando por
mi maldad de ayer.
—Nah, ya lo superé. Pude vengarme muy bien, no sé si lo recuerdas.
—Claro que lo recuerdo —se queda en silencio unos segundos—. De
hecho, las del spa me preguntaron si sufro de abuso por tus jodidas marcas,
imbécil.
Estallo en una carcajada que hasta golpeo el volante de la risa, adoro
hacerle este tipo de maldades.
—¡No te rías! —se queja— ¡Mira qué a veces te quiero enterrar vivo!
—Así saben que eres mi mujer, no me vengas, te encanta que te marque
y te haga mía.
—No... bueno, me encanta. ¡Pero luego me arrepiento!
—Mentirosa.
—Puede ser —suelta una pequeña risita—. Duraría todo el día
hablando contigo, cariño. Pero te tendré que dejar, así como tú me tienes
una sorpresa, créeme que yo también.
humedezco mis labios al hacerme una idea.
—Cuídate, me llamas cualquier cosa.
—Sabes que sí, nos vemos.
Cuelgo y enciendo el auto para dirigirme al hotel, estaba en una florería
comprando rosas para ella. Aunque en casa tenga un cuarto lleno de flores,
siempre se lo daré en ocasiones importantes.
• ────── ✾ ────── •
Se encargaron de hacer que los pétalos de rosa en la cama tengan forma
de corazón, al igual que el jacuzzi.
El anillo está en su postre favorito, pastel de vainilla y pasas. En serio
no puedo creer que a esa ridícula le gusten las pasas, por poco la abandono
cuando me lo dijo.
Esta vez no hay cena ni nada por el estilo, sólo tres cartas en cada lugar
con una nota de que las lea en voz alta. Una en la puerta, otra en el jacuzzi y
por último en la cama; yo realmente no soy romántico y tuve que pedirle
ayuda a Otis, así que la mitad de las cosas que hay ahí son sus palabras pero
escritas a mi manera.
Yo hago mi esfuerzo en ser romántico con Verena y demostrarle que es
importante para mí. Tal vez me comporte como un perro la mayoría de
veces, pero es la única mujer con la que veo un futuro, y obvio, que me
acepte sería lo más feliz de mi vida.
Reviso los últimos toques y escucho como se gira la manija de la puerta.
Corro hasta el baño, dejo la luz apagada para que así no sepa que estoy aquí
hasta que las lea.
—¿Marlon? ¿Estás aquí? —trato de no reír cuando escucho su voz de
preocupación y cierra la puerta— No digas que...
Se calla por un instante, debo suponer que vio la primera carta que justo
estaba en la entrada. Escucho el sonido del papel y carraspea.
—Verena quisquillosa insoportable Ellison... si será idiota —susurra, lo
de idiota no iba en la carta. Tan grosera como siempre.
Ya no sé expresar lo que siento por ti, pero creo que ya deberías saberlo
¿no? Pero si no lo sabes ¿por qué no tomas la otra carta que está en el
jacuzzi para qué sepas?
Escucho sus pasos cerca del jacuzzi y el sonido del papel cerca de mis
oídos, está ansiosa.
—Hay cien millones de cosas que me gustan de ti, pero como no dará el
espacio y duraremos horas en esto, te dejo las primeras diez:
1. Tus grandes, brillosos y hermosos ojos. Lo primero que me embrujó y
hechizó.
2. Esa melena tan larga que tienes, y más cuando te hago una coleta
mientras me suplicas que te dé más duro.
3. Tus manos tan suaves y delicadas, pero que son muy gruesas cuando
me das un bofetón.
4. Tu pequeña cintura que me encanta acariciar y marcar.
5. Tus labios que cada vez que veo, ansío besar con locura.
6. Tu cuello, joder, cuando te ahorco te ves tan sumisa, obediente...
7. Tus grandes pechos que uso de almohada.
8. Esa boca tan inocente que se puede callar fácilmente con lo que
tanto te gusta y deseas.
9. Tu trasero, sabes lo mucho que me encanta azotarte, y ya no sé si me
gusta más tu culo o tú.
10. En resumen, me gustas tú, tal y como eres o seas, cariñosa,
estúpida, tonta, arrogante, tacaña... te quiero, Verena. Te quiero tanto.
Y para demostrar cuánto te quiero, toma la última carta que está en la
cama.
Escucho otra vez el resonar de sus tacones y el sonido del último papel.
Ya para finalizar, voltéate y admira el ser más bello del mundo.
Escucho como llora y se voltea para encararme, alzo mis brazos, se tira
sobre mí y me llena la cara de besos.
—Gracias, no me imaginaba algo así.
—Tranquila, yo tampoco —quito sus lágrimas con mi pulgar y la beso
—. Feliz navidad, quisquillosa.
—Feliz navidad, maldito cretino.
La miro de arriba a abajo, joder. Es una maldita reina.
—Estás increíble —tiene un vestido blanco que le llega hasta los muslos
—. Dejaste justo el espacio indicado para poder entrar en ti más fácil.
—No te preocupes, tu regalo lo tendrás pronto.
—Antes de que me desconcentre, te compré tu pastel favorito —lo tomo
de la cama y hace un sonido de ternura—. Por poco no le pongo pasas.
—Gracias, cariño —besa mi mejilla—. ¿Me das?
—¿Para qué? Tienes manos.
Me da un manotazo por mi chiste. Es obvio que le daré, así podré sentir
el anillo.
Toma el primer bocado.
—Mmm, me encanta —limpio sus labios para quitar el suspiro del
pastel—. Tus detalles me encantan.
—Lo sé —toma otros dos bocados, estoy ansioso por pedirle
matrimonio—. Tu sorpresa no creas que no se me olvida.
—A mí tampoco.
Sonrío satisfecho cuando siento algo duro dentro del pastel, tomo el
pedazo donde sé que está el anillo y lo come, masticando un poco raro.
—Se siente un poco duro esta parte, pero creo que si trago no se notará.
—¡Espera, no tragues...!
Demasiado tarde. Ya se está ahogando la maldita idiota.
Dejo el plato inmediatamente cuando ella se levantó y se le corta la
respiración mientras agarra su cuello.
Enrollo mis brazos en su estómago y comienzo a apretarla para que
expulse el anillo. Maldigo cuando no sale nada y uso más de mi fuerza, ya
se está poniendo morada.
Solo bastó una última vez para que expulsara el anillo justo frente a ella.
Respira ahogadamente y sostengo su cabeza para que me mire.
—¿¡Estás bien?! —asiente— Maldita sea contigo, Verena. En vez de
venirte te me fuiste, estúpida
—la abrazo con fuerza, me asusté.
—¿Qué fue lo qué le pusiste? —tose y palmeo su espalda— ¡Casi me
matas!
—¡No sabía que te lo ibas a tragar! No sé si sepas, pero cuando una
persona racional siente algo incómodo en su boca lo intenta expulsar, en
cambio la especie extraña tuya se las traga.
Ella se separa de mí y baja la vista hasta el anillo que está en el piso. Se
agacha y lo toma con un deje de confusión.
—No me digas que esto es lo qué es.
—Efectivamente.
Se lo quito y está sumamente sorprendida. Limpio el anillo con una
servilleta porque la tonta esta lo dejó lleno de saliva y me preparo para
hablar.
—Verena, hay muchas cosas de las que no estoy seguro, pero lo que sí
sé, es que estos ocho meses que hemos pasado tú yo no los cambiaría por
nada. Por eso te digo...
Ella tiembla y sus ojos se vuelven a humedecer cuando me agacho.
—Verena Ellison, ¿qué dices? —tapa su boca— ¿Te gustaría casarte
conmigo y ser la futura señora Villarreal?
Pasan varios segundos en los que se queda perpleja, pero siento todo mi
corazón regresar a mí cuando asiente, lentamente.
—S-sí —derrama una lágrima—. Sí quiero.
Me levanto y coloco su anillo. No me deja decir ni una sola palabra
cuando se tira encima de mí en la cama y me besa con agresividad, junta su
lengua con la mía y desabotona mi camisa torpemente.
—¿Segundos de ser mi prometida y ya quieres tener sexo ?
Ríe mientras me besa y se levanta de la cama frente a mí.
—Me prende ser tu nueva y futura mujer. ¿y cómo no premiarte con
eso?
Baja las tiras de su vestido y desamarra el lazo que tiene en el medio,
cayendo al piso de golpe y dejándome a mí salivando teniéndola con esa
jodida lencería de encaje.
—Oh por Dios —me quedo boquiabierta.
—¿Le gusta, señor Villarreal? —desabotona mis pantalones, quita mi
camisa y toda mi ropa hasta quedar completamente desnudo para ella.
—¿Sabes qué cuando me digas qué me detenga no lo haré?
Muerde mi labio inferior y coloca la punta en ese lugar. Se desliza,
empieza a montarme mientras se menea y mueve sus caderas.
—No quiero que pares, futuro esposo.
Siempre se sentirá como la primera vez cada que estoy dentro de ella,
esa conexión de nuestros cuerpos y esa complexión carnal que nos une, lo
primero que nos atrajo por el deseo.
—¿De quién eres? Contéstame, ¿de quién eres?
—Tuya.
—¿Quién serás?
—Tu esposa.
—¿Y cuál será tu futuro apellido?
Alza su cabeza y me mira.
—La señora Villarreal.
Al momento en el que se corrió, después de un rato, dijo algo que me
sacó de mi excitación.
—¿Todavía es demasiado tarde para hacernos un tatuaje?
Estaba acariciando su espalda, pero al momento en el que dijo eso, me
detuve.
—¿Eh?
—Eso, quiero ir con un tatuador y hacerme un tatuaje.
—¿Y no puedes esperar a qué regresemos a Nueva York?
—No —sale de mí, su pelo está todo pegado a su cara—. Quiero
hacerme un tatuaje contigo, y ya sé cuál será.
Luego de súplicas, accedí. No sé si estaba borracha o algo por el estilo,
pero yo fui más tonto en aceptar tal locura.
• ────── ✾ ────── •
Verena hace muecas de dolor, yo le sostengo la mano mientras le hacen
su tatuaje y a mí me hacen el mío.
Es algo que puedo soportar porque ya lo he experimentado, pero es la
primera vez de ella y llora como una bebé.
Todavía no me ha dicho el significado del símbolo que nos están
haciendo. De una vez es algo satánico y me hará una brujería.
De seguro ya me hizo un amarre.
Verena paga después de que terminan, ya sé que le debe arder tener el
plástico en el tatuaje, pero como siempre se hará la mujer maravilla.
—¿Ahora me explicas por qué me hice un tatuaje del cual no sé el
significado? Si viene la
monja a llevarme le pagaré para que te lleve a ti.
—No es algo satánico, Marlon —bufa—. Esto significa amor eterno.
Enarco una ceja.
—¿Amor eterno?
—Te explico, esto se forma por tres puntos, lo que significa tres virtudes
de una persona: Cuerpo, mente y alma. El círculo es el amor eterno, la vida
y la eternidad, la figura en sí representa a dos personas, somos tú y yo...
unidos en cuerpo, mente y alma en amor eterno.
Me quedé mirando el tatuaje detenidamente, su explicación tiene razón.
Somos nosotros, y nos complementamos a nuestra manera tan esporádica de
querernos, que creo que por eso la quiero más.
—Mi amor, es...
—¿Segunda vez qué me dices mi amor?
—No te emociones, muy pocas veces te lo diré, así que ve contándolas
en tu mente.
Acaricia mi mano y sus ojos se conectan con los míos.
—Te prometo que mi corazón siempre será para ti, Marlon Villarreal.
—Y yo te prometo lo mismo —no dudo en decirlo—. Mi corazón, todo
de mí, te pertenece, Verena.
Y nunca me arrepentiré de haberle hecho esa promesa.

Capítulo 22
 

Verena
 
«¡Esto no es un simulacro, la futura señora Villarreal en muy poco
tiempo!»
«Verena Ellison, antigua enemiga de los Villarreal, se casará con el
heredero de la familia»
«¿Es Verena Ellison una cazafortunas?»
Marlon me arrebata el periódico y lo estruja, tirándolo al basurero.
—Deja de ver esas noticias, de veras que te gusta lamentarte.
—Ajá, lo dices porque a ti no te nombran de caza fortunas —repliqué,
con ironía—. Como si ya no estuviera ganando dinero siendo modelo y con
la empresa.
—Por eso te digo que no te angusties, ya me encargué de desmentir esas
estupideces.
Él nota que todavía no me siento tranquila, y no. No estoy para nada
tranquila. Tengo tanto miedo.
No le he contado a Marlon lo de su padre, pero es que en estos tres días
han pasado demasiadas cosas, y sólo me he concentrado en las noticias.
—¿Por qué no me dices qué ocultas?
Parpadeo, cuando sostiene mi mano.
—Nada, no tengo nada, te lo juro.
—Verena... —insiste.
—Bien, es que hace días quiero decirte algo muy importante, y no sé
cómo te lo vas a tomar...
—¡¿Cómo te atreves a comprometerte con ella?!
Ambos dimos un respingo cuando vemos a Nolan entrar a la oficina de
Marlon.
—¿Hasta ahora te enteras? —Marlon me aparta y se acerca a él.
—De verdad no puedo creer los malditos errores que estás cometiendo,
te vas a arrepentir de casarte con ella.
No respondo porque en parte tiene razón, soy una maldita mentirosa.
—Por esta misma razón no te consulté nada. No me importa si asistes a
la boda o no, Luca estará ahí e interpretará el papel que tú nunca pudiste
hacer.
—Estás equivocado —niega—, eres mi hijo, y me
importas.
—¿¡Qué te importo?! —voy y toco sus hombros, pero se aleja
bruscamente de mí— ¡Eso no decías cuando tuve dos sobredosis por tu
manipulación! ¡No vengas a decir qué te importo cuándo nunca lo
demostraste!
—Marlon... —trato de hablar.
—Verena, esto no tiene nada que ver contigo, así que no te metas —me
calla y siento una punzada de molestia, vuelve a dirigirse hacia su padre—.
Lárgate, cuando recapacites y vea que realmente te importa, vuelves. Por
ahora te jodes.
Nos ve a ambos y aprieta sus labios, pensaba que iba a decir más. Pero
no, terminó largándose, cerrando fuertemente la puerta.
Marlon resopla y se centra en mí, pero cuando intenta tocarme, le doy
un manotazo.
—A mí no me vuelvas a mandar a callar de esa manera, Marlon —
advierto—. Entiendo que son problemas de ambos, pero podrías decirme
que no me entrometiera de otra forma.
Suspira, exasperado.
—¿Ahora tengo qué pelear contigo?
—No, sólo te estoy diciendo lo que me molesta.
—Verena, estoy demasiado furioso en este momento y no me puedo
controlar. Así que lo mejor es que te vayas a trabajar antes de...
—¿De qué? —me cruzo de brazos— ¿Me hablarás mal? ¿Me
insultarás?
Se calla y se retracta de lo que iba a decir.
—No, bella. No iba a decir eso...
—Odio que me llames así cuando estoy enojada, Marlon. ¿Sabes qué?
Prefiero dejarte solo antes de que te saque de quicio.
—No, no te vas a ir así hasta que nos arreglemos.
—Creo que no es el momento.
Me voy a mi oficina y tomo mi bolso para irme, siempre tiene que
interponerse algo o alguien. A estas alturas nunca podré hablar con él.
Cuando bajo por el ascensor, me toma por sorprendida encontrarme con
Vincent en la entrada de la recepción. Él me sonríe y yo mantengo mi
semblante de indiferencia.
—La futura señora Villarreal.
—¿Qué quieres? —llego al grano.
—¿Yo? Realmente nada de ti, vengo a visitar a Marlon para... ajustar
cuentas. Como le pusieron a mi hermana una orden de restricción, tengo
que venir yo.
—No te hagas el idiota, ella lo lastimó. Lo hirió de una forma tan
profunda, y ni siquiera tuvo la cara de enfrentar su problema.
—Y ahí tenías que venir tú como la heroica, ¿verdad? No te hagas, eres
una interesada, querida. Pobre Marlon, lo más seguro lo estás manipulando.
Río por su respuesta tan estúpida, es igual a su hermana, con razón
comparten sangre.
—Él se enamoró primero de mí, y claro, ¿quién no lo hace?
Me dirijo hacia la recepcionista.
—Llama a los guardias para que saquen a este patán de aquí.
Ella se hace la que no escucha mientras revisa su teléfono. Le doy un
manotazo al mostrador para que me preste atención, no soporto a esta tipa.
—¿Que no me oíste? ¡Llama a los guardias!
—¿Por qué no los llama usted? ¿No es la socia de esta nueva empresa?
Maldita, pero ya verá como la despido.
—Deja a Marlon y búscalo después, no son horas de joder.
—No te preocupes, siempre puedo ajustar cuentas contigo, preciosa.
—No te tengo miedo —mascullo—. Lárgate con la demente y pendeja
de tu hermana si no quieres...
Todo fue tan repentino, que ya en menos de lo que canta un gallo, caigo
de espaldas al piso por el tremendo puñetazo que me dio.
—¡No te atrevas a volverla a tocar! —escucho la voz de Marlon a lo
lejos y veo como le da un puñetazo mucho más fuerte.
Vincent intenta pegarle, pero lo esquiva y le clava tres más. Me levanto
un poco mareada, la recepcionista me ayuda a apartarlo de él antes de que
lo mate.
—¡Tú! —se dirige a la recepcionista y me abraza por los hombros—
¡Estás despedida por no obedecer la orden de tu superior!
Los policías y los guardias llegan para llevarse a Vincent y a la
desobediente, parece que Marlon estaba viendo todo por las cámaras.
—¡Me las van a pagar! —grita Vincent y me aferro más a Marlon, estoy
temblando de miedo— ¡Ambos la pagarán!
—¿Mi amor, estás bien? —suena desesperado y revisa mi pómulo, hago
una mueca de dolor y niego, me pegó muy fuerte.
—Marlon, estoy mareada —murmuro y caigo en sus brazos, no puedo
moverme.
No logro escuchar lo que me dice, todo es inaudible para mí y escucho
borroso. Sólo pude sentir como me cargó y me llevó hasta afuera.
• ────── ✾ ────── •
Abro mis ojos, parpadeando varias veces. Estoy en la habitación de la
casa y siento que alguien me acaricia la mano. Es Marlon.
—Al fin despiertas —entrecierro mis ojos cuando noto vendas en sus
manos—. Tranquila, no me duelen, se lo merecía por ser un maldito hijo
de...
—No te exaltes —cuando me intento levantar, siento una punzada en mi
mejilla.
—Quédate ahí, la doctora tuvo que ponerte suero porque estabas
demasiado mareada y alterada, me asusté demasiado.
—Pensé que no me ibas a defender porque estábamos peleados.
Me suelta por lo que acabo de decir. Ups, creo que la cagué.
—¿Tú de verdad crees que voy a dejar qué te pongan una mano encima?
—se indigna— Si yo nunca lo haría, mucho menos me atrevería a hacerlo
¿voy a dejar qué otro malparido te toque?
—Igual estoy bien, no te preocupes tanto.
—Pues lo hago. Cada dolor que sea tuyo, siempre será el mío, Verena.
—Yo de verdad no te merezco —mi voz se debilita y rompo en llanto.
—¿Pero por qué lloras? —se oye preocupado— Vincent no te hará
nada...
—No es por Vincent, es por mí, por ti —mis hombros se encogen con
cada sollozo—. Soy tan horrible, Marlon. Yo no te merezco, cada vez me
siento peor.
—No digas eso por una simple discusión que tuvimos. Todo está bien,
bella. Olvídate de eso.
—¿Me puedes abrazar y decirme qué todo saldrá bien y qué no me
abandonarás?
—¿Por qué me estás diciendo eso? ¿Tiene algo qué ver con lo qué me
querías decir?
Tengo tanto miedo de que se enoje conmigo que niego rotundamente.
Siendo una jodida mentirosa.
—No era nada importante, era sobre los detalles de la boda. Pero aún
queda tiempo para planearlo ¿no? —asiente, no muy seguro— Abrázame,
por favor, te necesito más que nunca.
Me envolvió en sus brazos y termino llorando más, empapando su ropa.
¿No les ha pasado qué se sienten presionados por contar algo? ¿Y qué
siempre hay algo qué se interpone?
Esta es mi situación.
Muchos podrían decir que es solo decirle y ya. Pero es algo demasiado
fuerte y doloroso que debería de decirle a su padre, pero sé que no lo hará
porque es un desgraciado.
No sé cómo él vaya a reaccionar y cómo vayamos a terminar después de
esto. Pero la verdad sale a la luz.
Y esta saldrá muy pronto.
• ────── ✾ ────── •
Escucho mi teléfono vibrar tres veces y ya con eso me despierto.
Marlon está profundamente dormido a mi par, agarro el teléfono y
entrecierro mis ojos para ver el mensaje.
Desconocido.
Mañana, en el departamento que nos dejaste a tu madre y a mí. Si no
apareces, verás las consecuencias.
Verena
No me jodan.
Desconocido.
O apareces, o las pagarás muy caro. Tú decides.
Mañana a las seis de la tarde, Verena. Ni un minuto más, ni un minuto
menos.
No queremos ver a tu prometido muerto.
Eso provoca que el sueño se me vaya, estoy segura de que es mi padre.
Así como Nolan, tiene varios contactos que en un chasquido de dedos me
vuelan la cabeza.
Es un maldito, no tiene ni una pizca de compasión aunque sea su hija.
Apago el teléfono y voy hacia Marlon para abrazarlo, dejo un beso en
su mejilla y se aferra más a mí, sin quererme soltar.
Yo mucho menos quiero hacerlo, pero cada vez hay más obstáculos que
nos impiden estar juntos.

Capítulo 23
 

Verena
 
Abro la puerta con mis llaves y siento nostalgia al volver estar aquí.
Pero tuve que venir porque ellos me contactaron.
Sí, luego de ocho meses sin ver a los que dicen ser mis padres, ahora
estoy aquí porque querían verme con urgencia.
Ellos están sentados en el mismo sofá de siempre y yo me siento en el
que está al frente. Nadie sabe que estoy aquí, menos Marlon, si se entera se
vuelve loco.
Cruzo mis piernas y dejo mi cartera a un lado.
—Así que... ¿la futura señora Villarreal? —empieza mi padre— Cada
día eres más hipócrita.
—Díganme que quieren y finalicemos con esto de una vez.
—Debes saber por qué estás aquí ¿no, hija?
—¿Por qué dejas de dar tantas vueltas y me dices qué pasa?
—Bueno —accede—. ¿Quieres llegar al grano? lleguemos allá
entonces.
Le lanzo una mirada a mi madre, ella no dice nada, pero sus ojos
reflejan todo el odio que me tiene.
—¿Te dolió el puñetazo que te dio Vincent?
Mi pecho se detiene, fue él.
Él mandó a Vincent a que me pegara.
—¿Acaso me estás acechando?
—¿Y por qué crees qué la recepcionista no te ayudó? Hace tiempo que
nosotros vamos mucho más adelante que tú, Verena.
—Vaya, hacerle daño a su propia hija...
—No eres nuestra hija —por primera vez habla mi madre—. Eres sólo
una escoria, un maldito error, y por eso te estamos haciendo sufrir, por no
ayudarnos.
—Basta, Rose. Tampoco la insultes.
«Tampoco la insultes» Maldito cínico. Lo dice él, que  mandó a alguien
a que me pegara.
—Son unos desgraciados.
—¿Ah sí? —miro a mi padre— Cuéntanos, ¿siempre fuiste una fan de
la familia Villarreal? En vez de hacer que ellos cayeran en la ruina, vas y te
casas con Marlon.
—Lo siento por incumplir mis promesas, pero el amor no manda, y yo
me enamoré de él.
—Eso no dirás cuando se entere de tus mentiras.
Me remuevo incómoda en el asiento. Estar aquí ya no me está
agradando, le tengo miedo a mis propios padres.
Saca un USB de su bolsillo y me lo desliza entre la mesa que nos
interpone.
Mierda, y mil veces mierda.
—¿No te recuerda a algo ese USB?
—No —respondo, nerviosa.
—Ya te dije que sabemos toda la verdad, mejor no nos mientas si no
quieres más problemas.
Es el jodido USB donde copié la información que tenía de Nolan.
Maldita sea, por el enojo aquel día, se me olvidó agarrarlo.
—No se atreverían.
—Tarde, ya lo vamos a hacer. Tienes que pagar por tus mentiras; tenías
pruebas y no nos dijiste nada.
—Lo iba a exponer, pero con la policía, no para que ustedes se vengaran
de ellos.
—Pues lo vamos a hacer, puedes quemarlo si quieres, pero hay copias
en todos lados de que le mentiste a Marlon.
—Le mentí a Marlon porque me importa demasiado, no podía decírselo,
¿cómo le explico qué su padre es un jodido asesino y explotador? Lo he
intentado, pero no puedo.
—Lástima, hija —mi madre se levanta, haciéndome una falsa sonrisa
triste—. Tú misma lo provocaste, y nunca serás feliz, esto te pasa por
arruinarnos la vida.
Estrujo mis ojos y echo mi cabello hacia atrás.
—Eso no pasará si le digo a Marlon antes de que lo hagan.
Mi padre estalla en una carcajada que me intimida.
—No podrás hacerlo, porque hoy su evento será un total caos. No creo
que se quiera casar contigo.
—¡No pueden hacerme esto! ¡Por favor, denme tiempo!
—¡Eso tuviste qué haber pensado antes de mentir! ¡Ahora pagarás por
las consecuencias!
—No, no, no —me incorporo y niego, desesperada—. No me hagan
esto, por favor...
—No hay nada que puedas hacer, la verdad saldrá a la luz, Verena. Pero
hay algo que podemos hacer para que eso se impida.
—¿Y eso qué es?
—Que rompas el compromiso con Marlon, es la única manera en la que
no sufrirá, porque igualmente buscaremos la forma de matarlo.
—No haré eso.
—Es que tú misma te buscas los problemas, te damos la solución más
fácil y quieres enterrarte tú misma.
Salgo corriendo hacia la puerta y me escapo lo más rápido de aquí para
llegar a nuestro evento. Íbamos a celebrar nuestro compromiso, pero ni a
eso podremos llegar.
Tengo que apurarme y llegar para decirle la verdad a Marlon, en estos
momentos desearía tener un auto.
Joder, joder...
Tomo un taxi y le indico la dirección, le lancé un billete de cien dólares
para que se apurara, esto es un asunto de vida o muerte.
• ────── ✾ ────── •
Entro por el backstage, estoy sudando de los nervios y Marlon se gira
para socorrerme.
—Mierda, pensé que te ibas a quedar dormida —ríe—. Bueno, ¿estás
lista?
—No —se detiene antes de salir—. Escúchame, hay algo demasiado
importante que tengo que decirte.
—Me lo dices después de que nos presentemos, ya tenemos que salir.
—¡Es qué no! —mi voz suena entrecortada— ¡Marlon por favor
escúchame, no podemos salir!
—¿Acaso el suero se te fue al cerebro? —sigue con sus jodidas bromas
y escucho al presentador hablar de fondo— Tranquila, ellos te empezarán a
tomar cariño.
—¡Joder, no tiene nada qué ver con eso! ¡Es que... tu padre...!
—¡Aquí está el señor y la futura señora Villarreal!
Los telones se abren y mis malditas palabras se quedan a medias.
Sostengo fuertemente la mano de Marlon para que entienda mis señales,
pero no las capta y llegamos al escenario.
—Marlon, por favor, tenemos que irnos de aquí —le reprendo mientras
aplauden—. Nos harán daño.
—Verena, deja los nervios, estará todo bien.
—¡Qué no son nervios, maldita sea!
Estallo y me separo de él. Todos se callan y siento que el momento está
llegando así que tengo que hablar cuanto antes.
—Vámonos, por favor, va a pasar algo demasiado horrible. Vámonos
para explicártelo.
—Verena, no entiendo qué es lo que te pasa
—susurra—. Cuéntamelo después y te juro que te escucho.
—¡Qué no puedo, tu padre es un ases...!
Las luces se apagan, todos sueltan gritos de asombro y miedo cuando la
pantalla se enciende sola, lo primero que muestra son las jodidas imágenes.
Esas malditas imágenes asquerosas que me dan ganas de vomitar de
sólo recordarlo.
—M-marlon... vámonos —suplico, pero no me hace caso.
Luego de las imágenes, llega el audio de su padre que él reconoce
bastante bien, diciendo todo su jodido plan.
Los ojos de Marlon se humedecen al escuchar y ver todo el vídeo, yo
trato, de verdad que trato de que me escuche, pero está totalmente perplejo.
Cuando finaliza el vídeo sostengo su mano para llevármelo.
—¡Vámonos! —al fin reacciona y comenzamos a caminar.
Nolan no está aquí, y gracias a Dios que no lo está porque ya estuviesen
aniquilándolo.
—Aquí está, una cucharada de su propia medicina —ambos nos
detenemos y regresamos a la pantalla cuando la voz de mi padre inunda mis
oídos—. Pero lo peor, es que tienen a una traicionera entre ustedes.
Trago grueso cuando él me mira, con mucho detenimiento.
—¿De qué está hablando?
—Yo...
—Le mentí a Marlon porque me importa demasiado, no podía decírselo,
¿cómo le explico que su padre es un jodido asesino y explotador? Lo he
intentado, pero no puedo.
Evito su mirada a toda costa cuando mi voz suena en el vídeo, me
grabaron los malditos. ¡Me grabaron!
—Lástima, hija. Tú misma lo provocaste, y nunca serás feliz, esto te
pasa por arruinarnos la vida.
—¿Esto es lo qué quieres, Marlon Villarreal? ¿Qué tu prometida
siempre te mienta cuándo ella sabía que tu padre era un asesino?
La grabación se detiene, él intenta hablarme, pero sus palabras no salen
y se va a pasos rápidos hasta la salida.
—¡Marlon! —corro, pero los tacones casi no me dejan— ¡Marlon!
—Me mentiste, —camina hasta el auto—. ¡Me mentiste!
—¡Intenté decírtelo tantas veces, pero cada vez se interponía algo y no
podía! ¡Por eso te estaba diciendo que nos fuéramos!
—¡Eso no se justifica, tuviste la oportunidad todo el tiempo de
decírmelo!
—¡¡Déjame explicarte!! —entra al auto y hago lo mismo.
—¡Bájate!
—¡No! ¡Iremos a casa y te explicaré todo, mis padres me manipularon!
Nos colocamos el cinturón y cuando da reversa para salir del
estacionamiento, acelera fuertemente.
—¿¡Qué te pasa?! —le doy un manotazo— ¿Acaso quieres matarme?!
—¡Pues mira qué ganas no me faltan! —le da un manotazo al volante—
¡Eres una jodida mentirosa de mierda, ya ni sé si quiero casarme contigo!
—¿¡Pues sabes qué?! ¡No lo hagamos, porque solo has buscado
arruinarme la vida!
Él cada vez acelera más por la vacía carretera y siento tanta adrenalina
dentro de mi sistema, que así como él, no puedo controlar lo que digo.
—¡No te hagas la víctima, hace tiempo lo sabías y desconfiaste de mí!
—¡Tú siempre me cambiaste el tema!
—¡No es excusa!
—¿Sabes qué? —me harto— ¡Frena el jodido auto!
—¡No te bajarás hasta qué me expliques!
—¿Ahora quieres que sí te explique? ¡Frena y tranquilicemonos antes
de que ocasionemos un accidente!
Suspira y presiona el freno, pero la velocidad no baja.
—¿Marlon? —pregunto, exasperada— Te dije que frenes.
Pisa varias veces y me mira, con un miedo instalado en sus ojos.
—El auto no frena.
—¿Cómo?
—¡Qué el auto no frena!
Intenta usar el freno de mano, pero maldice al ver que no está. Mierda,
cortaron los frenos.
—¡¿Qué vamos a hacer?! —no responde y sigue manejando— ¡Marlon
qué vamos a hacer!
—¡No lo sé, joder! ¡No lo sé!
Apoyo mi cabeza en el asiento y lastimo mis brazos con arañazos, estoy
temblando tanto, y más que no hay nadie que nos pueda ayudar.
—¡Marlon, por favor haz algo! ¡No quiero morir!
Gruñe y da una vuelta brusca con el volante, provocando que el auto
gire, dando varias vueltas. Tapo mi cabeza, pero siento sus brazos
abrazándome fuertemente.
Aunque nos estemos cubriendo, cada parte del auto me golpea y hasta
choqué con una parte del vidrio, haciendo que se rompiera un poco.
Suelto un grito agudo al último giro, el auto chocó fuertemente con un
árbol y ambos nos echamos bruscamente hacia delante.
La camioneta bota demasiado humo. Salgo, tosiendo y ahogándome
para aproximarme al lado de Marlon. Me duele el brazo y no lo puedo
mover, creo que se me fracturó.
Toco mi cabeza y está llena de sangre. Se me abrió.
No, no, no.
Me apresuro y abro la puerta del piloto, Marlon cae al suelo,
ahogándose en mis brazos y lo abrazo.
—Resiste —susurro, débilmente—. No me dejes... Tenemos que
casarnos y escaparnos juntos de este mundo de mierda, te necesito.
Me duele todo el cuerpo y tengo moretones en todos lados, pero los de
él son mucho peores, mi cabeza sangra mucho más y me tambaleo, cayendo
a su lado.
No pude hablar más porque caí desmayada al igual que él. Pero antes de
cerrar los ojos, sentí como su mano apretaba fuertemente la mía.
—T-te quiero...
Y fue lo último que escuché de él.

Capítulo 24
 

Verena
 
Mis párpados pesan.
Al momento de abrir los ojos, una fuerte punzada de dolor me llegó a la
parte derecha de la cabeza.
Esto me parece un cuarto de hospital, miro a varios lados sin mover la
cabeza y recuperar la vista completamente. Todo el cuerpo me duele, me
pesa mover hasta mis brazos y noto que uno de ellos está enyesado.
Cuando escucho un carraspeo, me giro hasta donde provino. Aprieto
mis labios cuando veo al desgraciado de mi padre, con una leve sonrisa.
—¿Te dolió?
Una lágrima cae por uno de mis ojos, no me di cuenta del momento en
el que empecé a llorar. Siento una impotencia y angustia de no poder
levantarme y matarlo.
Pero que ni crea, cuando él dio dos pasos, ya yo di tres.
—¿Dónde... está... Marlon? —se me cortan las palabras al volver a
hablar, hasta eso me duele
—¿De verdad tu novio es lo único qué te importa?
Asiento, haciendo un quejido. Quiero levantarme y correr hacia mi
hombre, necesito saber cómo está.
—Él despertó, pero tuvieron que volver a dormirlo porque estaba loco
por verte —suspira—. Lástima que su amor no durará mucho.
Hace el ademán de tocarme, pero yo muevo mi cabeza y hago un
gruñido de dolor, ahora siento que tengo una venda envuelta. Debo suponer
que me cosieron.
—Dime qué quieres y lárgate.
—En eso te pareces a mí, siempre quieres llegar al grano.
Le lanzo una mirada gélida, tengo ganas de torcerle el cuello. A él y a
mi madre, que ni siquiera sé dónde está, ni tampoco me importa.
—¿De verdad crees qué sea buena idea qué te quedes aquí después de
todo lo que ocasionaste? Tú eres la única culpable, hija.
—No, eso no es cierto
—Sí lo es, ¿para qué te comprometes con él si sabías lo qué iba a pasar?
Hago una mueca de tristeza y mi pecho se encoge, como una pequeña
bola de papel. Lloro con más fuerza, ya recuperé un poco la estabilidad.
—Y lloras porque sabes qué es cierto —chasquea su lengua—. Lárgate
de aquí, muy lejos, y te prometo que no le haré nada a tu novio.
—N-no —suplico—... no le hagas nada...
—Pues vete, no sé a dónde. Pero no vuelvas, así no le pasará nada.
—¿Por qué me haces esto?
—Porque no quiero que te cases con él. Igualmente, Nolan ya está en la
cárcel, lo someterán a un juicio por sus crímenes. Y mira que estamos a
punto de recuperar nuestro dinero.
Lástima que no lo disfrutará tanto.
—Solo te importa tu asqueroso dinero...
—El dinero es parte de la vida, ¿no lo ves? Si estás en este hospital, es
porque tu seguro de vida lo cubre, si no lo tuvieses, estarías muerta.
Niego, decepcionada.
—¿Dónde está Rose?
—En casa, le daba pereza venir a verte.
Me duele el corazón, y ni siquiera duele esa parte.
—Te vas a ir, y no le dirás a nadie, ¿me entendiste? Tienes tres días, si
sigues aquí, tu marido muere. Y ni te atrevas a escaparte con él, porque me
enteraré.
Se va a la puerta y mira hacia ambos lados para asegurarse de que no
venga nadie.
—Ya sabes, quedas advertida —me lanza un guiño y se va.
Dejó la puerta abierta y estallo en un fuerte grito de llanto.
Veo como la silueta de Luca aparece en la puerta y corre a ver qué me
pasa.
—¡Verena! —sostiene mi mano— ¿Estás bien?
No respondo porque los sollozos no me lo permiten. Theo, el doctor de
Marlon, aparece en nuestro campo de visión.
—Señorita Ellison, ¿se encuentra bien? Sus gritos se escucharon desde
afuera.
—Ayuda, ayúdenme por favor —repito, varias veces—. Mi papá... yo...
—Cálmese, por favor, respire y contrólese. Puede darle un ataque de
adrenalina por lo alterada que está.
—Verena, hazle caso al doctor, inhala y exhala.
Cinco minutos es lo que duran tratando de calmarme, si no lo hacía,
podían dormirme. Y ahora no puedo hacerlo.
—Duró una semana en coma, su pareja apenas despertó ayer. Estaba
igual de alterado que usted porque no la podía ver.
—No le digan que desperté.
—¿Qué? —Luca sigue sosteniendo mi mano, pero me suelta— ¿De qué
estás hablando? Él está preocupado y me dijo que te avisara cuando
despertaras.
—No se lo digas —mascullo, entre dientes—. Nadie le diga por favor
que desperté, necesito contarles algo. Necesito ayuda.
Ambos se miran y el doctor procede a hablar.
—Diga.
Les conté de pies a cabeza: Como empezó mi plan para ser la secretaria
de Marlon y el porqué, la manipulación de mis padres, la forma en la que
me dijeron que me acostara con él para enamorarlo —que aunque lo haya
hecho por mi propia voluntad, no justifica que ellos me hayan obligado en
un principio—, lo que sucedió en el evento y cuando me invitaron al
departamento para "hablar".
Les conté todo. Absolutamente todo.
Ambos se quedan petrificados por lo que les estoy contando, pero sé
que no es por mí, sino por la manera en la que mis padres me hicieron tanto
daño.
También les conté como mandaron a Vincent para que me pegara y
cómo Verónica manipuló a Marlon para que se drogara. No faltó ni un solo
detalle.
—Vamos a revisar las cámaras del estacionamiento. Puede ser que se
haya captado el momento en el que les cortaron los frenos a la camioneta —
Luca me apoya.
—Ayúdenme a denunciarlos, por favor. Quieren matar a Marlon, él está
en peligro.
—Tranquila, señorita Ellison, todo estará bien.
No. No lo estará.
—Tomen mi celular, posiblemente se haya quedado en mi bolso. Ahí
tengo audios de la conversación que tuvimos ese mismo día, así como me
grabaron y manipularon la conversación, yo también los grabé porque sabía
que esto iba a pasar.
—Es muy inteligente —Theo sonríe—. Llamaré a la policía para que
hablen con usted y ponga la denuncia, todo estará bien.
Él sale de la habitación y le hago señas a Luca para que me sostenga la
mano de vuelta.
—No le digas que desperté, no le digas nada.
—¿Pero por qué, Verena? No tengas miedo, no te pasará nada.
—Solo no se lo digas, cuando me levante yo misma iré a verlo.
Él suelta un largo suspiro y saca algo de su bolsillo. Es el anillo de
compromiso, no me di cuenta cuando se salió de mi dedo.
—Estaba en medio de ustedes dos —lo deja en mi mano y la cierra—.
Consérvalo. Sé que se podrán casar...
—No —lo detengo y le devuelvo el anillo—. Cancelaré el compromiso,
no puedo casarme con él.
—¿Qué dices? —está perplejo por mis palabras— No cometas un error.
—El error fue conocerlo, ser su secretaria, enamorarme de él, ser su
novia... y lo peor, aceptar ser su prometida. Todo fue un error, Luca.
—¡Deja de decir eso, lo haces porque estás vulnerable!
—No lo estoy —mantengo la calma—. Te pido por favor que no te
metas, yo sé lo qué hago, y no me voy a casar con él.
—Verena, no hagas esto. No cometas otro error más.
—Si me caso con él, sé que no será feliz. Y yo tampoco lo estoy en
estos momentos, Luca. Nuestra relación es complicada en estos momentos.
Él se masajea su sien, sé que está tenso y estresado por toda esta
situación. Solo le busco a Marlon y a él más problemas de los que ya hay.
—¿Sabes lo mucho que le dolerá que lo dejes?
—Entiendo si me odia, hasta yo misma me odio en estos momentos —
chasqueo mi lengua, en desagrado—. ¿Para qué estaré con él si no puedo
brindarle amor?
—¿Lo dejarás solo entonces?
—Te tiene a ti, yo sé que podrás ser un gran padre, ya sé que Nolan se
someterá a un juicio. Lo más seguro es que durará una eternidad en la
cárcel.
—Pronto te darán el alta.
—No le digas nada, yo misma lo terminaré.
Él maldice y sonrío, tristemente. Antes de que se vaya, lo detengo con
mis palabras.
—Fue un gusto conocerte, Luca.
—¿A qué te estás refiriendo?
Ladeo mi cabeza, restándole importancia.
—Quería decírtelo.
Se queda pensativo, pero termina asintiendo, agradecido.
—Igualmente, señorita Ellison.
• ────── ✾ ────── •
Termino de contarle al policía los mismos detalles que le conté al doctor
y a Luca. Sé que yo también cometí errores al ocultar el secreto de Nolan,
pero no decidieron hacer cargos contra mí porque estaba manipulada en ese
momento.
Pensé que tenía que pagar por eso, pero gracias a Dios que no. Sería un
infierno estar encerrada con esas personas.
—Tranquila, señorita. Ya pronto serán detenidos, y por sus pruebas,
recibirán una larga condena, no tendrán más miedo a partir de hoy.
—No sabe cuánto se lo agradezco. Me está salvando el pellejo.
—Creo que usted debería tomar ayuda psicológica, sus padres le
hicieron un daño muy crónico. Por favor, tome la oportunidad.
Miro al techo y asiento, lentamente.
—Tomaré su consejo.
—Bueno, la dejaré para que la atiendan. Gracias por ser valiente y
denunciar.
—A usted.
Theo vuelve a entrar a la habitación. Ya que estoy más calmada, puede
revisarme y contarme qué pasó.
—El accidente, como sabes, fue intencionado. Como ya denunciaste,
revisarán las cámaras para ver quién fue.
—¿Qué me pasó?
—El vidrio se rompió y te abrió parte de la cabeza. Por eso estás
vendada, estabas a punto de tener una hemorragia, por suerte pudimos
atenderte en la ambulancia. También se te fracturó el brazo izquierdo, pero
como ves, ya tienes un yeso.
—¿Cómo nos encontraron?
Se encogió de hombros.
—Por suerte un auto estaba pasando por ahí y pudo llamar a la
ambulancia.
—¿Y Marlon?
—Está bien, tú sufriste más golpes a pesar de que él te resguardó.
Quiere verte.
—Yo no quiero, no le digas...
—Sí, no le diré que despertaste. Tú sabrás qué es lo que querrás hacer.
Mi mente es un revuelo de sentimientos mezclados y encontrados.
Aunque no le pasará nada, no me puedo arriesgar, no puedo dejar que le
pase nada.
—¿Puede llamar a alguien para qué venga?
—¿A quién necesitas?
—¿Ahora mismo? Desaparecer.
Nota la sinceridad en mi voz y que no estoy bromeando.
—Te brindaremos ayuda psicológica.
—Yo buscaré ayuda cuando la necesite —dictamino—. Ahora, llama a
la persona que necesito.
Le doy el número y se va a la recepción para llamarla, ella es la única
que puede ayudarme en estos momentos.
Pasa más o menos media hora y Alana aparece en mi campo de visión,
desesperada.
—¿¡Por qué no me avisaste qué estabas aquí?!
—se cruza de brazos, está furiosa— ¡Dios mío, Verena!
—Lo siento —me ayuda a sentarme en la camilla—. Es que perdimos la
comunicación estos últimos meses, pero ahora te necesito.
—Primero, ¿puedo abrazarte? Se ve que lo necesitas.
No deja que le responda y me abraza con cuidado de no lastimarme.
Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro mis ojos, aunque Alana y yo no
tengamos tanta comunicación, siempre estaremos una para la otra.
—¿Todavía tienes planeado irte a Grecia?
—Sí, pero no te preocupes, cariño. Me quedaré unos días más hasta que
te mejores...
—Quiero irme contigo.
Siento como se detiene y se separa de mí.
—¿Disculpa?
—Quiero tomar la oportunidad de modelar en Grecia, quiero irme
contigo.
Hace un año me propuso mudarme a Grecia, pero lo rechacé porque mi
vida estaba aquí, pero ya no más.
Quiero irme lejos, no me siento bien. Ni tampoco espero que los que me
rodean lo entiendan, Marlon hará lo imposible para que me quede, pero no
lo logrará.
—¿Pero y tu compromiso? ¿La vida qué tienes aquí?
—Voy a cancelar el compromiso y terminaré con Marlon —suelta un
jadeo de asombro—. Estoy muy lastimada, Alana. Necesito sanar, no puedo
estar con otra persona para que me ame si primero no me amo a mí misma.
—Pero se nota que él te quiere.
—¿Y si se cansa y no funciona nuestra relación?
—interrogo, insegura— El día que me deje hasta me mato por estar
dependiendo sentimentalmente de alguien, por eso necesito irme lejos y
empezar una nueva vida. Apóyame, Alana. Te lo suplico.
Quita sus lágrimas y deja un beso en mi frente con delicadeza.
—¿Cuándo te quieres ir?
—En dos días, me darán el alta en unas horas, así podré despedirme de
Marlon e irme contigo. No quiero estar ni un minuto más aquí.
—Yo estaré contigo hasta que te den el alta y nos vayamos a mi casa, no
estás sola, Verena. Sé lo mucho que has sufrido y por lo que me has
contado, entiendo la decisión que estás tomando.
—Gracias, sabía que me entenderías.
—Ven aquí —vuelve a abrazarme—. No volverás a estar sola.
• ────── ✾ ────── •
Theo me da un papel con varias medicinas que debo seguir al pie de la
letra.
—Compra todas esas medicinas y no hagas movimientos bruscos. Ha
pasado una semana, pero todavía no ha cicatrizado tu herida en la cabeza.
—Le prometo que no haré nada que me pueda lastimar.
Resopla.
—Tus padres, Vincent y Verónica están en la delegación. Están
incontrolables y no paran de lanzar amenazas, mañana les darán su condena
porque mostraste las pruebas suficientes.
—Mi padre también tiene contactos que me pueden hacer daño.
—También los encerraron, andaban con tus padres. De verdad que todo
estará bien, no tienes porque alejarte de lo que más quieres.
—Gracias, Theo. Lo pensaré —me levanto de la camilla— ¿Me puedes
llevar al cuarto de Marlon? necesito verlo.
—Ven conmigo.
Tomo mi bolso y me guía hasta su habitación. Alana me está esperando
abajo para que cuando salga me vaya con ella.
No importa cuántas veces me digan que me quede, es una decisión
rápida, pero que tomé por el bien mío y de todos.
—Está durmiendo, ¿estás segura de qué te quieres ir hoy mismo?
Puedes irte mañana temprano.
—Tengo que hacerlo ahora, necesito resolver algunas cosas —abro la
puerta y encuentro a mi hombre, durmiendo profundamente—. Déjanos
solos, ya yo me iré directamente.
Palmea mi hombro con afecto.
—Un gusto conocerte, Verena. Fuiste lo mejor que le ha pasado a él.
Cierro la puerta y me quedo de pie unos segundos, pensativa.
Me acerco a pasos lentos hacia él y noto los moretones que tiene en la
cara y varias marcas en su cuerpo, no entiendo como sufrí yo si él me
protegió antes de que la camioneta chocara con el árbol.
—Y otra vez estás aquí ¿no? —susurro, sigue durmiendo, y sé que no
me escuchará— Lo increíble es que estás en el hospital, casi muriendo, y es
mi culpa, como siempre.
Con mi mano derecha —que es la que no está enyesada—, acaricio su
mejilla y dejo un beso en la misma.
—Te amo —evito que mi voz no se rompa—. Te amo tanto que duele
dejarte, pero necesitas que este desastre y caos como yo esté lejos de ti.
Sólo te he buscado problemas.
Junto mi frente con la suya, mirarlo dormir me recuerda lo mucho que
lo necesitaré entre mis brazos.
Pero yo le he buscado problemas, por mi culpa se drogó, le dio una
sobredosis y por mi gran maldita culpa chocó contra un árbol solo por
protegerme.
—Ojalá que algún día me perdones, pero entenderé si me odias, sólo sé
que si vuelves hacia mí, no seré la misma mujer que conoces, Marlon.
Nunca volveré a ser la misma... porque haré lo imposible para alejarte de
mí. Espero que me superes y que busques a alguien que realmente te quiera,
que no te haga sufrir. Hazlo por mí, por ti, por nosotros.
Bajo mi vista hasta su tatuaje y miro el mío, mi piel se eriza y sonrío, es
algo que siempre nos unirá.
—Somos mente, cuerpo y alma —beso la comisura de sus labios—...
Somos amor eterno.
Le lanzo una última ojeada y decidí irme para no sufrir más. No sé
cuánto tiempo pasará para que lo vuelva a ver, pero decido no pensar en
eso.
Me giro y lo miro de reojo.
—Hasta siempre, Marlon Villarreal.

Capítulo 25
 

Marlon
 
Se fue. Sin explicarme nada.
Algo que siempre he odiado de Verena ha sido su jodida cobardía,
nunca es capaz de afrontar los malditos problemas y espera a que los demás
se lo resuelvan.
Luca me entregó el anillo que le compré, pero
¿para qué voy a conservar eso? Lo tiré a la basura.
Han pasado dos días en los que he estado contactándola para que al
menos me termine cara a cara, pero no me contesta los mensajes ni las
llamadas.
Quise ver si estaba con Alana, pero resulta que ella tampoco está aquí.
No sé qué pasó, tampoco sé qué hice mal.
¿Por qué le dije que no quería casarme con ella? Fue por enojo, pero al
parecer se lo tomó muy literal.
—Bien —salgo de mis pensamientos cuando escucho al tribunal—.
Estamos aquí para decidir cuáles serán los castigos de estos individuos.
Alzo mi cabeza y los veo a los cuatro. Vincent y Verónica, los imbéciles
que nos cortaron los frenos. Y los padres de Verena, que aunque ella no esté
aquí, pagaré todos los millones posibles para que los pudran.
A mi padre ya lo sentenciaron a treinta dos años de cárcel, no me duele
ni me hace indiferente. Él nunca estuvo para mí y sólo me utilizó para un
jodido contrato, sabiendo que estaba por morir.
—Se les acusa a Verónica y Vincent Brewer por maltrato, intento de
asesinato a terceros y consumos de drogas. Se les sentencia a veintiséis años
de cárcel y serán trasladados a la prisión federal inmediatamente.
—¡Me las vas a pagar, desgraciado! —Vincent le da un manotazo a la
reja, Verónica solo deja que se la lleven, cabizbaja— ¡Mataré a la perra de
tu novia!
Escuchar la forma en la que habla de Verena, hace que vaya contra él,
pero Luca me detiene.
—Solo lo está provocando.
Suspiro y me preparo para los padres de Verena. Su madre está que
rompe en llanto, pero sé que es porque nunca pudo recuperar su dinero, y su
padre tiene un deje de arrepentimiento en sus orbes; lástima que haya
cometido tantos errores.
—Se les acusa a Robert y Rose Ellison de violencia intrafamiliar,
intento de asesinato a terceros, lavado de dinero ilegal y acoso a su propia
familiar. Por estas y más cosas que violan las leyes de los Estados Unidos,
se les sentencia a setenta años de cárcel. Es decir, pena de muerte.
—¡NO! —Rose reacciona— ¡NO ME PUEDEN ENCERRAR AQUÍ!
—¡Ustedes se lo ganaron por malditos! —le reprendo, mientras se los
llevan— ¡Ya quiero ver cómo salen de aquí!
Robert ríe como un jodido cínico.
—Al menos disfruté mucho ver sufrir a Verena, pobrecita. Se creyó las
mentiras y mira, ahora se fue lejos de ti, te dejó solo.
—¡Maldito! —quiero matarlo yo con mis propias manos— ¡Púdrete en
la maldita prisión!
Ellos también serán trasladados a cumplir su condena desde hoy. ¿Y de
qué sirve si no tengo a Verena aquí?
¿Para qué festejar si no la tengo aquí?
Miro el tatuaje que comparto con ella y lo acaricio con las yemas de mis
dedos. No tengo idea de cómo localizarla y saber de ella, me duele el alma
al saber que puede estar corriendo peligro.
—¿Nos vamos? —interroga Luca y asiento, no quiero estar más aquí.
Tengo que ir a la empresa y trabajar más que nunca. Por suerte no
perdimos todo, pero si la mitad que era de mi padre, lo cual es demasiado
dinero; al menos no estoy endeudado, pero no me quedaré a medias.
—¿Cómo te sientes? —Luca me saca de mis pensamientos.
—¿Cómo quieres qué me sienta? Cuando me dijiste que Verena se fue,
y que te diera el anillo para que me lo devolvieras —carraspeo—... es una
jodida cobarde.
—¿Por qué no buscas una manera de localizarla?
—Es lo que he hecho, pero no he encontrado ni una sola información de
ella. Es como si la tierra se la hubiese tragado.
—¿La odias?
Me encojo de hombros.
—Solo puedo decirte que me arrepiento de los te quiero que le he dicho.
No se los merece.
—Ella estaba muy mal y triste, creo que deberías entenderla.
—¿Y quién me entiende a mí? —detengo mi paso—
A pesar de todo lo que he pasado, siempre he estado para ella.
¡Siempre! Esa maldita me tiene harto con sus jodidas mierdas de un día sí y
al otro no.
—Marlon...
—No quiero saber nada más de ella, ¿oíste? No la menciones, porque ya
para mí está muerta.
• ────── ✾ ────── •
—¿Quieres ir a la discoteca hoy? —Otis entra a mi oficina sin tocar—
Tengo ganas de divertirme hoy.
—Ve tú solo, no tengo ganas.
—Ay por favor, Marlon. Tienes que salir a divertirte, renunciaste a
Verena luego de un mes de buscarla, que aunque me haya caído bien, ella
desapareció por debajo de las piedras.
—¿Y qué quieres qué haga en una discoteca? Ni creas que voy a
pasarme de copas. Ahora menos que nunca puedo recaer.
—Yo te he ayudado a recuperar las ganancias perdidas, ¡casi estás en la
normalidad!
Dejo mis papeles porque no me puedo concentrar mientras él está
jodiéndome con sus palabras.
—Deja de insistir.
—Marlon, han pasado cinco meses ¿entiendes? Cinco. Sólo te la has
pasado trabajando y ni siquiera piensas en ti, en divertirte.
—Exacto, cinco meses en el que no he sido el mismo, ni lo seré.
Olvídate de eso.
Él finalmente se rinde y siento un alivio dentro de mí, la verdad es que
no tengo ganas de ir a ninguna parte.
—Bien, pero espero que cambies de opinión y verte allá.
Eso me ha dicho los últimos cuatro meses, y sabe perfectamente que no
voy a aparecer allá.
Saco mi teléfono, entro a mi galería para ver las fotos de la estúpida que
odio y quiero besar al mismo tiempo.
Todos los días veo esas jodidas fotos, las que nos tiramos en el espejo
—la primera—. Cuando le compré flores, en la playa... que de hecho es la
última que tengo.
¿Qué habrá sido de ella? ¿Estará viva, muerta?
Las flores que le compré la primera vez las deseché a la basura, además
que se habían marchitado por nuestra ausencia. No quiero tener ese
recuerdo de ella.
¿Ella estará con otro hombre qué no soy yo? De solo pensar que otro
estúpido la está manoseando como yo debería hacerlo en estos instantes, me
dan ganas de volarle la cabeza a ese idiota que lo haga.
Tal vez pueda odiarla, pero nadie la toca.
Apago el teléfono al igual que la computadora, ya es demasiado tarde
para estar aquí.
Cuando salgo de la oficina, me detengo abruptamente cuando veo la
oficina que está frente a mí. Es la de ella.
Abro la puerta y enciendo la luz. Viendo las paredes grises y el piso de
mármol, me recordó cuando estaba peleando porque no quería una oficina
fea y básica como la mía, quería que la de ella fuera la mejor.
Alcanzo a ver un pequeño retrato que tiene. Esa maldita... es una foto de
ella abrazándome mientras estoy dormido, nunca supe de su existencia.
Volteo el retrato y veo una pequeña frase que escribió detrás...
«A pesar de las peleas, la distancia y todo lo que se interponga entre
nosotros, siempre te querré»
Verena Ellison. El amor de tu vida.
10/12/2022.
Esto fue días después de que la haya nombrado socia de esta empresa.
Sonrío y guardo la foto en mi maletín.
Estoy orgulloso de mí en parte porque no me encerré en mi propia
burbuja, aunque esté solo de forma amorosa, es la primera vez que lo he
manejado bien.
A pesar de que la odie, la extraño.
Claro que la extraño.
Antes de guardar la foto, vuelvo a revisarla. Sonrío cuando contemplo
como saca la lengua y toca mi mejilla con ella, más cochina no puede ser.
—Hasta siempre, Verena Ellison.
Apago las luces y me voy, si el destino quiere nos va a unir, y sino, será
hora de buscar un reemplazo.
Nadie se compara con ella.

Una Trampa Intencionada.


 

Capítulo 26
 

Verena
 
Termino de peinarme y arreglarme el cabello. Saldré en dos minutos y
yo sigo aquí, todavía arreglándome.
Vuelven a tocar la puerta por décima vez y me incorporo para
arreglarme el vestido.
—¡Ya voy!
—¡Verena, apresúrate! —escucho la voz de mi mejor amiga contra la
puerta— ¡Te llamarán en un minuto!
Escucho como se queja y sonrío, siempre me anda presionando. Abro la
puerta, Alana corre conmigo para aproximarnos al backstage, que es por
donde voy a salir.
—Bien, recuerda brindar tu mejor sonrisa, la mejor postura posible,
presumir el vestido... ¡Oh! Y también sé carismática...
—Alana, ¿crees que no sé perfectamente lo qué tengo qué hacer? —le
reprendo y acaricio sus hombros— Ya llevo cuatro años modelando aquí, en
Grecia. Y desde el primer día nunca te decepcioné.
—Ay por Dios —abre sus ojos como platos—... ¿ya llevamos cuatro
años viviendo aquí? Es como si fuera ayer que nosotras...
—Sí —interrumpo— Quisiera quedarme hablando, pero ya tengo que
salir.
—¡Ay sí! —doy un respingo por su grito— ¡Vete, suerte!
Le guiño un ojo y el telón se abre para recibirme. Estaba de espaldas,
pero cuando comenzó la música, me giré a medias y todos comenzaron a
aplaudir.
Echo mi melena rubia hacia atrás. Mi vestido rojo y ceñido muestran las
curvas de mi cuerpo, comienzo a caminar y doy una vuelta completa para
que admiren el vestido.
Los flashes se disparan y poso para todos, aunque no importa que salga
desprevenida, siempre salgo perfecta en cada revista.
En estos últimos años, me han contratado únicamente a mí para que
modele. Tengo cinco cambios de ropa por realizar; todos quieren trabajar
conmigo, y me siento más orgullosa que nunca por lo que he conseguido.
Me ha tocado modelar una de las marcas más famosas en todo el
mundo, hasta ropa exclusiva que sólo pueden tener los famosos y quién lo
modela.
Les lanzo un beso a todos y entro a pasos rápidos a mi camerino, sólo
tengo tres minutos para cambiarme el atuendo. Alana, por suerte, siempre
está ahí para mí y me ayuda a buscar las prendas y a colocármelas.
Así han sido estos cuatro años: Modelar, cambiarme de atuendos e ir a
mi psicóloga.
La ayuda me ha servido mucho, me diagnosticaron trastorno por estrés
postraumático. Quiere decir que tengo traumas por todo lo que viví, he
tenido varias pesadillas por lo sucedido con mis padres y el accidente que
tuve con...
Bueno, no hace falta mencionarlo ¿verdad? Ya sabemos quién es.
Luego de una hora modelando prendas, llega la última, es un bikini rojo,
mismo color que los otros.
Camino con una pelota de playa y la lanzo a cualquiera que esté ahí,
siempre se pelean para ver quién agarra las cosas que tiro, ya sea hombre o
mujer.
Me gritan varias cosas como ¡reina! ¡Guapa! ¡Preciosa!
Me hace sentir feliz que casi todo el público me acepte, soy una de las
modelos más conocidas en toda Europa y lo conseguí por mí misma junto
con la ayuda de Alana.
Termino y aclamo los bellos aplausos, me gritan a la lejos y agarro la
hermosa rosa que me tiraron. Inhalo su olor, sonrío.
Pueden haber miles que me lancen rosas, pero nunca podrán ser como
las de Ma... como las de él.
Entro al backstage y el telón se cierra, la primera que me recibe es
Alana en un gran abrazo y luego la pequeña enana de piernas cortas que
corre hacia mí.
Me agacho para abrazar a la niña que se ganó mi corazón con sólo dos
añitos.
—Esther, mi niña —la lleno de besos mientras ríe y patalea—. ¿Cómo
lo hice?
Me hace el signo con el pulgar de que lo hice bien. Está empezando a
hablar y le cuesta, pero para eso estamos Alana y yo.
—No puedo creer que Esther te quiera más a ti que a mí, que soy su
madre —se cruza de brazos y refunfuña.
—Es que soy una tía genial —beso una de sus mejillas y Esther aclama
los brazos de su madre—. ¿Ves? Ella te ama.
La niña aplaude y mi amiga la apretuja contra ella. Esther es la luz de
sus ojos, la cuida más que a nadie.
Lo de Alana fue una aventura, aquí en Grecia. Su ligue la abandonó,
pero ella por alguna razón no quiso abortar, yo como su amiga y hermana,
la apoyé en todo y ambas cuidamos de la pequeña.
Sobre mí, solo he tenido varias noches de diversión, algo no tan
seguido. No hay nadie que me haya conquistado, y tampoco es que quiera
una relación.
Tengo derecho a divertirme y vivir mi soltería. Mi vida ha transcurrido
bien, así que me conformo con eso.
—Tengo ganas de pedir una pizza cuando lleguemos a casa —me dice
Alana mientras me cambio de ropa en el vestidor—. Y sí, te pediré la de
piña, de verdad que tus jodidos gustos me dan asco.
Suelto una carcajada, salgo con mis jeans, mi top verde y mis converse.
Como no iré a ninguna parte que no sea a casa, no tengo que vestirme
radiante.
—La pizza de piña es buena.
—Claro, lo dice la que come sopa con lechuga
—hace una mueca de asco y vuelvo a reír.
—Mejor vámonos antes de que duremos horas discutiendo sobre mis
gustos.
• ────── ✾ ────── •
Alana fue a dormir a Esther dándole su biberón, mientras yo coloco las
pizzas en la mesa frente a la televisión, me tiro en el sofá en forma de L y
tomo un pedazo para buscar contenido en la televisión.
—Dormir bebés es tan cansado —cierra la puerta de la habitación de su
hija—. Tú lo harás de ahora en adelante, se duerme contigo de una vez.
—No te preocupes, no naces siendo una madre perfecta —se tira a mi
lado, mirando al techo—. Con el tiempo se te hará pan comido.
—Lo dices porque se te hace tan fácil ¿cómo lo haces? Créeme que
hubieses sido una gran madre.
—Sí, pero no quiero serlo ni tampoco pienso en ello.
—Hubieses cambiado de opinión con...
—No lo menciones —toso y dejo mi pizza en la caja—. No estamos
hablando de él.
—Verena, no puedes hacer como que nada ha pasado.
—Ya pasó ¿bien? Hace cuatro años que no sé nada de él, no lo he
contactado, ni tampoco me interesa hacerlo.
—Por más que intentes evitarlo, no lo has olvidado, Verena.
Ruedo mis ojos, y otra vez con ese maldito tema.
—Basta, Alana.
—Mira, llevo días diciendo esto porque tienes que prepararte para lo
que se viene.
Enarco una ceja.
—¿De qué estás hablando ahora?
Ella toma una bocanada de aire y bufa, nerviosa.
—Tenemos que ir a Nueva York.
—¿¡Qué?! —grito— ¡Pero cómo...!
—Shhh, ¿no recuerdas qué hay una niña durmiendo?
Me calmo.
—No iré.
—Tienes que ir. Allá es donde se realizará el evento con las modelos
más importantes de cada país, te invitaron a ti.
—Maldita sea, ¿por qué no me lo dijiste?
—No sabía cómo, pero ya llegó el momento ahora que lo mencionaste a
él...
—Tú lo mencionaste.
—Bueno, ya me entiendes —se encoge de hombros—. Nos vamos en
dos días.
—¿¡Dos días?! —doy un respingo y me vuelve a callar— P-pero... ¡hay
muchas cosas qué empacar! —grito, en susurro.
—Ya tengo mi maleta y la de Esther, sólo falta la tuya.
—Si serás...
—De verdad lo siento, es que como tú no quieres saber nada de Nueva
York. Ni siquiera sabes qué rayos pasó con tus padres, si están en la cárcel o
siguen pululando en la calle.
—Ellos son los culpables de todos mis traumas, por mí que se mueran.
—¿Y Marlon?
Le lanzo una mirada gélida.
—Te he dicho que no vuelvas a decir...
—Pues lo hago, no tapes el sol con un dedo. Y por más que trates de
evitarlo, lo tendrás que ver y saber qué ha sido de su vida.
—Él no me necesita, ni yo tampoco lo necesito.
—Mierda, es que siempre has sido tan terca, a veces quiero arrancarte
las greñas.
Miro el tatuaje que siempre trato de evitar a toda costa y recuerdo las
últimas palabras que le dije en ese hospital. Le dije un hasta siempre, no un
hasta nunca, lo que significa que muy pronto lo voy a tener que encarar.
—Sé que no quieres que esté contigo por tus traumas, ¿pero y si hablas
con él cuándo vayas? Será una gran oportunidad.
—¿Para qué me tenga miedo y salga corriendo cuándo vea mis ataques
de pánico? Me rehúso a verlo, sólo cumpliré con mi trabajo y fin de la
discusión.
—Verena...
—Fin. De. La. Discusión —remarco cada palabra y ella accede.
—Espero que no sea demasiado tarde para retractarte.
• ────── ✾ ────── •
Todo el viaje estuve mirando a la ventanilla, con los nervios golpeando
cada parte de mi ser. No sé si lo voy a ver, pero de sólo pensarlo me dan
ganas de vomitar por la impresión.
No sé cómo está física o mentalmente. ¿Y si cayó en las drogas otra
vez? ¿Va a discotecas toda la noche? ¿Habrá perdido todo su dinero?
Sacudo mi cabeza y tomo un poco de agua. Tengo ganas de arrancarme
yo misma la cabeza o los ojos para no tener que ver los suyos grisáceos.
Mierda, hace mucho que no recordaba lo bien que me sentía con él en
todos los sentidos. Nuestras pocas fotos las eliminé desde que me fui, y
cada vez me cuesta más recordar su rostro.
Ha pasado mucho tiempo, obvio que tuvo que haber cambiado, así
como yo.
Por eso trataré de evitarlo si es posible, no quiero que me vea y me eche
en cara que soy una abandonadora. Pero que tampoco se haga la víctima,
como si yo no hubiera soportado sus insultos, malos tratos, cuando me
mandaba a la mierda...
Los dos tenemos la culpa y los dos nos lastimamos, nadie ha sufrido
más que el otro, todo ha sido igual y mutuo.
Despierto a Alana para que sostenga bien a Esther, ya vamos a aterrizar
y tenemos que abrocharnos bien los cinturones.
—¿Estás nerviosa? —sostiene mi mano.
—Tengo ganas de salir del avión y teletransportarme en las nubes.
Ríe por mi comentario.
—Yo estoy contigo, todo estará bien. ¿Entendido?
—Entendido.
• ────── ✾ ────── •
Me acuesto boca arriba en la cama cuando entramos en el departamento
en el que nos vamos a quedar.
Esther hace su esfuerzo de subirse en la cama y río por lo tierna que se
ve, agarro sus bracitos y la subo encima de mí para tirarla hacia arriba y
agarrarla. Ama cuando hacemos este juego.
—Tú siempre consintiendo a esa niña, está muy mimada.
—Ay, ¿cómo no caer en esta preciosidad de ángel? —me incorporo para
enseñársela— ¿verdad, Esther?
—Chi —asiente varias veces y sonrío.
—Al menos Esther te distrae del caos que tienes que enfrentar.
—No me lo recuerdes —dejo a la niña en la cama y voy hacia ella—.
Tengo miedo, hay algo dentro de mí que me dice que nos vamos a
reencontrar sí o sí, Alana.
—¿Volviste a sentir esa vibración en tu tatuaje?
Niego. Hace tiempo que la piel se me eriza cuando un recuerdo de él
llega a mi cabeza y definitivamente no sé qué significa.
—No quiero verlo, Alana. De verdad que no quiero ni puedo.
—No sé cómo ayudarte, están en el mismo país y la misma ciudad.
Aunque sea de lejos se van a ver.
—Al menos te agradezco por ayudarme a ver la jodida realidad. He
tratado de ignorarlo, pero ni con cuatro años que han pasado logro
olvidarme de ese imbécil.
—Ven aquí —me abraza—. Mejor piensa que mañana será tu gran
noche, muy importante para ti —me sostiene los hombros—. Estarás
radiante, magnífica, brillando como siempre.
—¿Tú crees?
Bufa.
—Eres una diosa griega y lo sabes.
Se va y comienza a desempacar. Me quedo pensativa unos momentos,
tendré que enfrentar todos mis jodidos problemas que dejé a medias.
Mis padres, los traumas, Marlon...
Miro el tatuaje otra vez porque lo siento vibrar.
¿Qué significa esto?

Capítulo 27
 

Marlon
 
Ella abre la puerta y ruedo los ojos.
—Si vienes a pelear, lo haces luego. Estoy trabajando.
—¿O sea qué si me pasa algo harás como si nada?
—Sé que vienes a pelear porque te conozco
—sonríe por mi comentario—. Y ya te he dicho que me toques la puerta
antes de que entres.
—No tengo el porqué de pedir permiso, Marlon
—se aproxima y se sienta frente a mí—. ¿Te olvidas de quién soy?
—Obvio —respondo, irónico—, eres una humana, ni que seas alien.
—No me refería a eso, ya sabes a qué.
—No, no sé.
—Pues te recuerdo que soy tu prometida y la futura señora Villarreal —
me muestra el anillo de compromiso.
Suspiro, exasperado, ¿qué no me puede recordar esas cosas después?
—¿Me dirás qué quieres, Laila?
—Estoy enojada porque no has escogido absolutamente nada para la
boda. ¡Te toca el salón de fiestas y ni eso has escogido!
—Es que estoy ocupado...
—Basta, deja de usar la misma excusa, Marlon. Necesito que busques el
salón porque ya nos vamos a casar en un mes.
—Sí, créeme que ya lo sé. Me lo recuerdas todos los días.
Veo de reojo como hace una mueca de tristeza y solloza. Ay no, otra vez
viene de dramática.
—¿Es qué acaso no me quieres?
Aprieto mis labios y no respondo, en estos dos años que llevamos
juntos, solo se lo he dicho unas tres veces.
Ella me gusta, pero no estoy enamorado de ella.
—Al principio, no —me sincero—. Pero ya después, pues... creo que te
quiero.
—Sé que no eres romántico y haces tu esfuerzo conmigo, pero a veces
me duele que no demuestres que te importo.
Evito no lanzarle una palabrota, qué dramática que es esta mujer.
—Sí me importas.
—Pues no parece.
—Laila, no empieces...
—¿Ves cómo no te importo? —sigue lloriqueando— Ni siquiera me
cuentas qué haces con tu vida, las cosas que te gustan... no me dices nada.
Me levanto y voy hacia ella, sostengo su mentón y le doy un beso en sus
labios.
—Deja el drama, sí me importas, Laila. Créeme.
—Me pregunto si así eras con esa chica antes —mi semblante se
endurece al saber de quién habla—. ¿Cuándo te ibas a casar con ella te
comportabas así?
—No la menciones. Aquí no estamos hablando de ella.
—¿Qué tanto molesta? Ella es tu pasado, yo soy tu presente, así que no
tiene que herirte.
Chasqueo mi lengua. Lo que pasa aquí, es que sí me hiere recordarla.
No he sabido nada de ella, no sé dónde está tampoco. Tal vez esté
muerta y ando yo aquí preocupándome por ella.
—Laila, mejor hablamos luego, ¿te parece? Estoy trabajando.
—Tú y tu jodido trabajo. Siempre es tu prioridad más que yo.
—Bueno —me encojo de hombros—. Si no te gusta cómo me manejo,
pues te quitas el anillo y ya.
—Espérate, tampoco así —se retracta—. Yo te quiero mucho como para
dejarte ir, además, hay muchas dementes por ahí queriendo buscar la
primera oportunidad para caer encima de ti. Lástima que yo me adelanté.
Pf, me molesta que siempre se ande comparando con otras mujeres. Si
estoy con ella ¿por qué no se conforma con eso? Verena nunca haría...
No. Basta, ella no existe.
—Bueno, como seguirás en tu trabajo, yo iré a la discoteca con mis
amigas. Así qué tal vez llegue tarde a la casa.
Asiento, realmente no me importa lo qué haga mientras me deje en paz.
Me da un último beso y cierra la puerta.
Sus besos no me saben como a los de... ¡joder! ¿Por qué me llega a la
cabeza? Hace cuatro años que no pienso ni en su recuerdo y ahora aparece.
Lo de Laila y mío pasó a ser algo más o menos, serio. La conocí en uno
de mis restaurantes, nos convertimos en follamigos y ahí se hizo la idea de
que era mi novia.
Ya tiempo después, hace unos meses, su familia nos volvió locos con
que nos casemos. Ella también hizo su historia, nunca le dije que nos
íbamos a casar, hasta ella compró el anillo.
Al final le resté importancia, tal vez mi futuro sea con ella, con el
tiempo me enamoraré de ella... tal vez.
Salgo de mis cavilaciones cuando escucho una notificación de mi
computadora, es de mi correo electrónico.
Es de una de las agencias de moda de Nueva York, ¿qué querrán?
Le doy click al mensaje y comienzo a leer.
Estimado señor Villarreal:
Queremos invitarlo cordialmente a nuestro evento que se realizará hoy
a las 8:00 pm, estaremos presentando a las mejores modelos de cada país
en todo el mundo.
Nos gustaría mucho que una figura tan importante como usted se
presente a tal evento. Tendrá un asiento reservado en primera fila,
esperamos su respuesta.
Atentamente:
NYC Models.
Siento como mi piel se eriza y una punzada eléctrica en uno de mis
tatuajes. Justamente es el que me hice con ella, el de amor eterno.
Cuando pensaba en ella, siempre sentía que vibraba. Me da un poco de
miedo al sentirlo.
Entro al link que estaba en el correo y me envía directamente a
Instagram. Es un post de ellos.
Son las invitadas especiales que estarán, deslizo de forma aburrida en
cada post hasta que llego al último.
Siento que me dio un paro al corazón, porque no lo siento latir, un
revuelto de emociones que no sentía hace cuatro años, desde que se fue.
Es ella.
Es una foto de ella en una especie de patio y mirando a otro lado, con su
nombre y arriba diciendo Special Guest. Tiene su cara más perfilada, un
fleco en su cabello... pero sigue siendo la misma. La misma chica con esos
ojos miel, sus labios carnosos que besé realmente por primera vez...
Puede cambiar su cabello, su cuerpo, su ropa... todo lo que le venga en
gana. Pero sigue siendo la misma cobarde de siempre.
Escribo un asunto para la agencia junto con un mensaje.
Asunto: Evento de modelaje.
Mensaje: Buenas tardes, para mí sería un gusto estar allá. Reserven mi
asiento, porque estaré junto a las 8:00 pm.
Ay Verena, de mí no te vas a escapar.
• ────── ✾ ────── •
Fui uno de los primeros en llegar, mi tatuaje no ha parado de doler
desde que salí de la empresa y cada vez me estresa más. Estoy por
quitármelo.
Aprieto la rosa contra mi mano para tirársela cuando le toque salir.
Estoy segurísimo de que me invitaron porque ella va a modelar. Las
cámaras estarán encendidas cuando ella salga, nuestra relación fue muy
envidiada por todos, cada vez que nos veían se quedaban bobos.
Hasta yo.
Pasan los minutos que son como una eternidad y finalmente el
presentador sale para hablar porquería y para que salgan las modelos.
Al ver el post, creo que cada una saldrá por el orden que está. Así que
tendré que esperar para ver a Verena.
Sí, ya mencioné a la innombrable esa como diez veces.
No sé si tengo ganas de lanzarle insultos o ahorcarla, lo que me venga
primero a la mente.
Pasan unos cuarenta y cinco minutos viendo a todas las mujeres qué ni
idea de quiénes son y finalmente llega su momento.
Cruzo mis piernas y me enderezo para poder deleitarme con la mejor
vista que siempre he tenido en toda mi jodida vida.
—Está a punto de salir la que todos estaban esperando, ¿ya saben quién
es?
Todos hacen una bulla y me percato de que la admiran demasiado.
Frunzo el ceño y estoy confuso, ¿Verena siguió modelando?
—Aquí tenemos a la diosa bajada del cielo, la modelo número uno de
Grecia —¿Grecia? ¿Estuvo viviendo allí?— ¡Verena Ellison!
Se abre el telón y me quedo boquiabierta al ver a la maldita cobarde de
espaldas. Mierda, aumentó de peso, pero eso no evita que se vea mucho
mejor que antes.
Pero me quedo más atónito con ese cabello ¿blanco? ¿Rubio? No tengo
idea de cuál tono es.
¿A dónde está mi castaña?
¿Mi castaña? No, corrección: La castaña.
Ella no es mía. No es de mi propiedad.
Ella se voltea a medias y le brinda una sonrisa al público, yo estoy del
lado derecho y en primera fila. El tatuaje ahora duele, vibra con más
presencia y noto como ella toca su tatuaje también, acariciándolo.
¿Acaso ella siente lo mismo qué yo?
Está con un vestido azul marino largo que le ciñe al cuerpo, es bien
ajustado, pero así yo... digo, todos, pueden admirar sus hermosas curvas.
Vine aquí y estuve sentado en esta silla por una hora y media solo para
ver a Verena modelar por cinco minutos, pero eso vale totalmente la pena,
cada jodido minuto.
Recuerdo cuando la vi el primer día, también me habían invitado y sabía
que iba a estar aquí, por eso le traje la rosa aquella vez y ahora.
Ella posa y le tiran varias fotos, uniéndome, si me graban y Lila lo ve,
buscaré cualquier explicación estúpida de que me estaba tirando una selfie.
Cuando ella está por irse, le lanzo la maldita rosa que ella atrapa. Así
como la primera vez, ella inhala su olor con los ojos cerrados y los abre de
golpe, sorprendida.
Mira a la rosa y en sólo dos segundos centra su mirada en mí. Su
semblante es de miedo y asombro, tiene la boca entreabierta y pestañea sin
creer que soy yo el que está mirándola.
Sacude su cabeza y entra a pasos rápidos al backstage. El telón se cierra,
escuchamos al presentador agradecer por venir y todos se levantan para
irse.
Lástima que yo tengo entrada a los camerinos, y sé perfectamente cuál
es el de ella.
Me cruzo y choco con todo el tumulto de personas que empujan,
parecen una jauría.
Logro esquivarlos y camino hasta la puerta de los camerinos. Justo
donde la veo entrar y cerrar la puerta. La encontré, y ahora no se me va a
escapar.
Me encargo de que no haya nadie presente y corro hasta su puerta. Hago
tres padres nuestro mentales aunque no sea creyente y abro la puerta de
golpe, encontrándome con ella, asustada.
Sigue cambiada, con la rosa en la mano, ella da varios pasos atrás y
choca con el tocador mientras entro y cierro la puerta.
—Vaya, vaya... Cuánto tiempo, pequeña cobarde.
Traga grueso por el nerviosismo.
—¿Q-qué haces aquí?
—¿Qué qué hago aquí? Fácil, vine a ver a la cobarde que hace cuatro
años me abandonó.
Sé que mi cara no tenía precio, al igual que la de ella.
Ahora no sé si correr o enfrentarla, tendrá que ser la segunda.

Capítulo 28
 

Verena
 
—Lárgate —es lo primero que digo luego de las palabras que me dijo.
—No me iré a ningún lado, Verena —sonríe, con un deje de picardía—.
No estás nada mal.
Suspiro, también lo analizo. Está más alto y un poco más bronceado, sus
ojos grises brillan como nunca y su presencia intimida más.
—Tú te ves igual de idiota —mascullo.
—¿Ahora resulta que estás enojada cuándo el indignado soy yo?
Me encojo de hombros y muestro indiferencia.
—Tú me dijiste que no querías casarte conmigo, cumplí con tu deseo,
¿no?
—Pf, y justo antes de que el carro se estrellara con un árbol. Sabes que
no lo dije en serio.
—Sonó muy en serio.
—¿Y por eso te fuiste cuatro malditos años? ¿Dejándome solo cuándo
te necesitaba?
—Tenía que irme, necesitaba hacerlo. Si me quedaba igualmente iba a
terminar contigo.
Él chasquea su lengua y se detiene detrás de mí, ambos nos mirándonos
en el espejo.
—Sigues siendo la misma cobarde.
—Y tú el mismo estúpido que busca humillar a todo el mundo que se le
cruce.
Mira mi cabello por un momento, hace el ademán de tocarlo, pero se
retracta.
—¿Puedes quitarte esa jodida peluca? Quiero ver a la Verena de pelo
castaño.
—Yo no haré lo que se te venga en gana ¿y cómo sabes qué es una
peluca?
—Porque conozco bien a mi ex secretaria y socia.
Me volteo hacia él para encararlo.
—¿Solo eso?
—¿Qué más quieres qué te diga?
—No sé, ¿pero algo no sería qué me digas que te vas a casar? ¿Y qué
deberías de estar con tu prometida en vez de estar seduciéndome?
Suelta una carcajada y palmea mi hombro.
—Verena, por Dios. No te confundas, yo no vine a recuperarte.
—¿Y a qué viniste?
—Solo quería verte, han pasado cuatro años y apareces de la nada. Pero
ni creas que pensaré en recuperarte, en mi vida no puedo tener mujeres
cobardes que se ocultan en las faldas de su mami.
Sostengo su mentón con fiereza.
—Yo no soy la misma mujer de antes ¿me entiendes? —lo suelto,
bruscamente— A mí nadie me humilla y nadie me domina.
—¿Qué nadie puede dominarte dijiste? —su respiración choca con la
mía.
Niego, muy segura.
—Vete con tu mujer y a mí déjame en paz.
Cuando intento irme, hago un ruido de protesta cuando me jala por la
nuca y sostiene mis brazos por detrás, pegando mi mejilla en la pared.
—¿Así o más sumisa? —susurra contra mi oído— Puedes ser la mujer
maravilla, pero lo obediente nadie te lo quita.
—Suéltame —me retuerzo, pero fuerza más su agarre— ¡Qué me
sueltes!
Obedece y lo hace, justo en el mismo instante en el que le doy un
empujón.
—¡Respétame! ¡A mí no me vas a tratar cómo a una cualquiera!
Hace el signo de rendición y sostiene su mandíbula.
—No te me escaparas tan fácil, Verena.
Al momento de responder, Marlon se separa de mí cuando la puerta se
abre y Esther entra junto con Alana, pero la pequeña viene a abrazarme.
La sostengo y ella me da un beso en la mejilla, sonriente. Miro de reojo
que Alana está altamente sorprendida de tener a Marlon a mi par.
Y él también está sorprendido, mirándonos a ambas como si fuésemos
extraterrestres.
—No lo puedo creer —nos señala—. Acaso... ella... tú... ¿tuviste una
hija?
Hago una mueca de incomodidad y asombro.
—Es mi sobrina, ella es hija de Alana —señalo a la rubia que sigue con
la boca y perdida por esta situación.
Marlon recupera toda su respiración junto con la cordura y suelta un
suspiro de alivio.
—Dios, pensé que era tu hija.
—¿Y qué tiene de malo que lo sea?
—Que tú no vas a tener hijos con cualquier idiota que se te cruce por el
camino.
—Tú eres parte de los idiotas que se me cruzan por el camino.
—Bueno, mejor tenerlos conmigo que con otro idiota, Verena.
Aprieto mis labios y bajo a la niña para que vaya con su mamá.
—Eres un maldito descarado, ¿así eras conmigo? ¿Ibas y azotabas el
trasero de cualquier mujer a mis espaldas?
—No, querida. No mezcles las cosas, la que dice ser mi prometida se
hizo una historia en la cabeza y me dio pereza terminarlo.
—Ese es tu problema, que no luchas por lo que quieres.
—Pues te equivocas, porque yo luché por ti.
Escuchamos el fuerte carraspeo de Alana y salimos de nuestra burbuja.
—Eh... creo que es mejor que nos vayamos, Verena.
—¿En dónde te estás quedando?
—¡No te importa! —lo empujo para irme, pero él me sostiene por la
cintura y se acerca más a mí.
—Dime en dónde te estás quedando. De verdad tengo que decirte
algunas cosas.
—Yo te mando la dirección por mensaje —acribillo a Alana con la
mirada—. ¿Tienes el mismo número? —asiente, pero sigue mirándome a mí
— Pues te la mandaré. Vámonos, Verena.
Mi amiga se adelanta y trato de apartarlo, pero él sostiene mi nuca otra
vez, impidiéndome el paso.
—No te atrevas a escapar, porque te juro que hasta por debajo de las
piedras te voy a buscar y la vas a pagar.
Me suelta y me mira de arriba a abajo antes de irse. Ya no sé si estoy
triste, enojada, o cachonda. Tal vez una mezcla de las tres.
—¿Por qué lo hiciste? —regaño a Alana— Él se va a casar, tiene su
jodida prometida como para que vaya a nuestra casa, luego saldrá en las
noticias de que la engaña.
—Pf, Marlon sólo está perdiendo el tiempo, verás cómo regresará a ti.
—¿Y si yo no quiero qué lo haga?
—Claro que quieres, y no tienes nada que perder. Le puedes preguntar
qué ha pasado mientras no estuviste aquí.
Me quedo indecisa y hago una mueca con mis labios, cuando sentí el
toque de Marlon fue como revivir todo el tiempo perdido, al mismo instante
en el que mi brazo se erizó y me dio la señal de que estaba aquí, cerca de
mí.
—Bien —accedo—, pero que no sea por mucho tiempo, no quiero
problemas con esa mujer con la que se va a casar.
• ────── ✾ ────── •
Miro mi reflejo en el espejo, con un deje de tristeza. Mi cuerpo ha
cambiado e igual que mis facciones.
Guardo la peluca rubia y peino mi cabello natural. Siempre la utilizo
cuando voy a modelar, pero luego me la retiro.
«Quiero ver a la Verena de pelo castaño» Recuerdo las palabras de
Marlon.
Hace tiempo me hice un fleco en el cabello, y realmente me lo hice por
un ataque de crisis, estaba muy presionada y estresada por mi situación.
Aunque aún sigo así.
Tocan la puerta y doy un respingo, arreglándome la ropa y el cabello
rápidamente.
—¿Sí?
—Amiga —Alana abre la puerta—... Marlon está en la puerta, ¿quieres
verlo en la sala?
Suspiro.
—Déjalo entrar.
—Cualquier cosa que te incomode me avisas ¿bien? Estaré en mi
habitación.
Sonrío por su apoyo y deja la puerta entreabierta. Me siento en la cama,
estoy demasiado nerviosa de tener a esa bestia aquí.
Alzo mi cabeza cuando escucho el sonido de la puerta cerrarse, no me
di cuenta cuando él entró.
—¿Sabes? Pensé que nos íbamos a ver en la sala, pero créeme que la
idea de estar en tu habitación no me incómoda.
Ruedo mis ojos y me tapo la cara brevemente.
—Dime qué quieres y lárgate de aquí.
—Es muy cómico ¿no? La forma en la que me tratas como si fueras la
víctima en esto, cuando ni siquiera has sufrido nada.
—¿Disculpa? —enarco una ceja y me levanto— ¿Tú qué sabes de mi
vida para estar opinando?
—Mucho sé, Verena. Y si te fuiste, fue por la sencilla razón de que no
sabes enfrentar tus jodidos problemas.
—No sabes lo qué dices, Marlon Villarreal. Te recomiendo que cierres
la boca.
Cierra sus ojos y toma una bocanada de aire, sí. Mejor que se calme
antes de que lo haga yo a puñetazos.
—¿Qué ha sido de ti, Verena? ¿Por qué mejor no me cuentas qué es lo
que te pasa? Porque realmente no tengo idea de absolutamente nada.
—No sé si recuerdas que entre tú y yo no hay nada
—recalco—. Tienes a una mujer que te espera en tu cama bien
calientita, así que te recomiendo que no sigas preguntando por mí.
—Pf, "calientita" —se burla—. No seas estúpida, Verena. Yo no he
dormido con absolutamente nadie desde que te fuiste.
—¿Y qué quieres? ¿Un trofeo? —me hago la loca, admito que sentí una
punzada de emoción al escuchar eso.
—Solo te digo la verdad, en mi cama solo duermo yo. Con ella lo haré
cuando nos casemos.
—¿Y... cuándo es?
—En un mes, ¿quieres qué te invite?
Le doy un manotazo, chistoso me salió.
—Yo estaré lejos de aquí, así que no, gracias. No quiero ir a ninguna
boda, mucho menos a la tuya.
Noto que hace una mueca de incomodidad, pero decido no preguntarle.
—Tus padres tienen pena de muerte —me quedo procesando esa noticia
—. Están pagando por sus errores, y muy bien.
—¿Están en una prisión de aquí?
—No estás preparada para verlos, Verena.
—¿Y tú cómo sabes?
—Porque te conozco más que a nadie, no estás preparada para ir a
verlos, y mucho menos te diré dónde están.
—¡Tú no me puedes privar de ver a mis padres!
—¡Ellos ni siquiera se pueden considerar padres!
—agarra mis hombros— Hasta que no vea que estés preparada no irás
para ningún lado ¿me oíste?
Gruño porque siempre quiere controlarme y lo empujo para que se aleje
de mí.
—¡Te odio!
—¿Qué me odias? —su semblante de autoridad me intimida y retrocedo
cuando se acerca. Pero no puedo llegar a más cuando choco con la pared—
Dímelo otra vez, mirándome a los ojos.
Trago grueso y me quedo sin palabras, es como si me hubiese comido la
lengua el gato.
—¿Ves? Tú no me odias, Verena. Antes lo hacías, pero sé que ahora no
lo haces.
—¿Y tú no me odias por haberte dejado?
—No te odio, más bien te tengo resentimiento y enojo por desconfiar de
mí, escaparte sin decirle nada a nadie y ahora tomar el papel de víctima
sufrida.
Volteo mi cara para no mirarlo, aunque todavía siento su mirada pesada
sobre mí.
—Luca quiere verte, se emocionó cuando se enteró de que estás aquí.
Dios, cuantos recuerdos de Luca, él siempre me apoyó y cuidó al igual
que Marlon. La verdad sí me gustaría verlo.
—Mañana puedes ir a la empresa y verlo.
—Sí, lo que quieras, pero aléjate de mí.
Sonríe con picardía y se aparta.
—Te ves hermosa, te quedó bien el fleco.
—Tus comentarios se los guardas a tu prometida.
—Ah bueno, pues parece que te cayó un nido de pájaros en la cabeza,
ridícula.
Me indigno y peino mi cabello mientras carcajea.
—¿Eres un payaso de circo?
—Si al menos te saca una sonrisa —se encoge de hombros—. Tal vez.
Cuando mi sonrisa está por salir, sacudo mi cabeza y lo empujo hasta la
puerta para que se vaya. No puedo seguir teniéndolo aquí, caeré encima de
él si no lo saco de aquí.
—Luego iré a la empresa y hablaremos más cómodos, ahora lárgate.
—¿Te pusiste nerviosa?
—¡No! —sigue con deje de diversión— Adiós.
Cierro la puerta. Ya él sabe dónde está la salida, ¿para qué guiarlo hasta
allá?
Y me entero de que robó algo y le arranco las bolas por demente.
Bueno, aunque desde hace tiempo que es un ladrón. Y no puedo creer
que no lo haya denunciado por haberme robado el corazón.
Una parte de mí pertenece y siempre perteneció a Marlon. Yo pensé que
al verlo todo iba a estar bien, pero fue todo lo contrario, mi corazón palpita
y amenaza con salir, la piel se me pone de gallina.
Y lo sigo queriendo cada día más.
Maldito desgraciado, ¿por qué todo tiene que ser tan difícil?
Y lastimosamente no podré hacer nada porque se va a casar, lo que
implica que ya no me quiere más.

Capítulo 29
 

Marlon
 
Recibo a Verena en mi oficina y le brindo mi más cálida sonrisa, ella
aún sigue sin brindarme aunque sea un rictus, pero no me daré por vencido.
—¿Ya no tiene secretaria, señor Villarreal? —se sienta en la silla que
está frente a mí.
—No, yo mismo voy por mi café y mi croissant, señorita Ellison.
Enarca una ceja, expectante.
—No me lo creo, ¿de ti? ¿En serio?
—Pues créetelo, creo que pude cambiar para bien, Verena —apoyo mis
codos en el escritorio—. Si fuese el Marlon de antes, ya te hubiese tratado e
insultado horrible. Al contrario, estoy esperando que me expliques el
porqué me abandonaste.
—¿Marlon, eres tú? Porque no te reconozco.
—Digo lo mismo, yo no te reconozco. Te noto intranquila, como si
hubiese algo que te carcomiera por dentro.
Analizo y miro fijamente el miel de sus ojos, ya no son los mismos. Se
notan apagados.
—Tú y yo no somos nada —como si ya no supiese eso—. Por lo tanto,
de la única persona por la que te tienes que preocupar es por tu...
—Deja de repetir el mismo trabalenguas. Estamos hablando de ti, no de
ella; te advierto que pares de cambiar el jodido tema y me digas que te
sucedió todo este tiempo. Y lo más importante, por qué te fuiste.
Aprieta sus labios y juega con sus dedos, nunca la había visto tan
nerviosa en su vida.
—¿Y qué ha pasado contigo? —cambia el tema.
Resoplo y mejor decido contestarle. Ella sabe que no tengo paciencia,
pero estoy haciendo mi esfuerzo para que no se asuste y vuelva a huir.
—Te odiaba internamente por haberte ido, yo te necesitaba más que a
nadie, sentía que sin ti podía vivir —ella está cabizbaja, pero sé que presta
atención a lo que le digo—. Tomé terapia psicológica por dos años y ahí
conocí a Laila, ella sí estuvo ahí y no huyó como tú.
Parpadea varias veces, pero sigue cabizbaja.
—Ahí ya había cambiado, ya cuando nos hicimos novios, supe que ya
eras parte de mi pasado y que tenía que seguir adelante. Ya sé que lo
nuestro no irá a ningún lado, pero al menos me gustaría que las cosas
queden en claro antes de que te vayas a Grecia? ¿Allá fue donde te
escapaste...?
Me detengo cuando escucho un sollozo que salió de ella
involuntariamente y veo una lágrima caer.
—¿Por qué estás llorando?
Su labio está temblando y sigue jugando con sus dedos, pero ella me
logra encarar luego de varios minutos.
—Lo siento —susurra—. Siento haberte abandonado, Marlon. En vez
de pedirte disculpas, me he comportado como sí yo fuese a la que
abandonaron y dejaron sin dar ningún tipo de explicación.
Ella esnifa su nariz y quita sus lágrimas con el dorso de su mano, yo
solo sigo en silencio esperando a que diga lo que realmente quiero escuchar.
—Te dejé porque me sentí culpable por el accidente. Vincent y Verónica
casi nos matan, yo... no podía vivir con esa culpa y por eso me fui.
—Entiendo, pero igual no puedo perdonarte.
—¿Por qué? Te lo estoy diciendo en serio.
—Con una disculpa no se resuelve todo, Verena. Los daños ya estaban
hechos, y dejaste todo un caos.
—Bueno, esa es la verdad de por qué me fui, si quieres tómala como
una explicación o si no te jodes.
Y no lo tomaré como una explicación, porque sé que ella oculta algo
más profundo.
—¿Cuándo te vas?
—Se suponía que en unos días, pero me invitaron a varios eventos que
tengo que cubrir, así que tal vez me vaya en dos o tres semanas.
Tengo tiempo para sacarle la sopa.
—¿Y cómo te va con tu prometida?
Río, en un tono un poco amargo y brusco.
—Son cosas que no te interesan, Verena.
—Pues discúlpame por querer ser simpática, maldito estúpido.
—A mí no me insultes, recuerda que sigo teniendo el poder aquí —
bromeo.
—Pero ya no soy más tu secretaria.
—Aún así, estás sentada en esa cálida silla resguardando tu culo. Así es
el poder, te estás acomodando en algo que compré yo.
Cuando ella protesta la puerta se abre sin tocar y ya sé quién es sin ni
siquiera verla.
—¡Es increíble que todavía tú...! —ella se calla cuando ve a Verena y
frunce el ceño— ¿Tú qué haces aquí?
Verena se queda callada y me poso a su lado, carraspeando.
—Vino a hablar conmigo.
—¿Para qué? ¿Qué tienes qué estar hablando tú con ella?
—Cosas que sólo nos incumben a nosotros, Laila —suspiro, a veces me
avergüenza con esa actitud—. Verena, ella es...
—Su prometida —llega y me abraza, evitándome la respiración—. Nos
vamos a casar en tres semanas ¿sabías?
—Wow —sonríe—. Cuando me importe me lo preguntas.
Río, pero tapo mi boca cuando Laila me acribilló con la mirada. Me
gustó su respuesta.
—Llegaste muy tarde, Verena. Marlon ya es mío y no va a regresar
contigo.
—Yo no soy un objeto —la separo de mí suavemente, casi me ahoga—.
Sólo estábamos hablando, no tienes por qué hablarle así.
—Así es como se les habla a las...
—Te advierto que no me importa si eres la prometida, la sirvienta o la
que le lame los pies a Marlon —advierte Verena—, a mí no me hablas de
esa manera, y así como a Marlon le daba sus cachetadas cuando se ponía de
imbécil, contigo lo puedo hacer, mi amor.
Mierda, esa actitud tan imponente de ella siempre me ha encendido y
llevado a un nivel irracional.
—Hablamos luego, Marlon. No tengo nada que hacer aquí.
Le doy un asentimiento de cabeza y cierra la puerta. Ahora toca
enfrentar a la otra víbora, aquí la diferencia es que yo soporto los dramas de
Verena, pero no los de Laila.
—¿O sea qué para ella te haces un espacio en tu agenda pero para mí
no?
—Entiéndeme, ella me abandonó y necesitábamos aclarar las cosas...
—¡No me importa! ¡Tú no hablas con otra mujer sin mi permiso!
—¿Cómo? —escupí la pregunta, atónito— Tú a mí no me puedes privar
de mi libertad, yo no te faltaría el respeto jamás.
—Pues lo hago, en cualquier momento me entero de que andas de infiel
y te apuesto que será con ella. No entiendo qué mierda le viste a esa tipa.
—Mmm, ¿te soy sincero? Ni yo mismo sé.
Claro que sé, pero no puedo decirle que lo primero que vi en ella fue su
enorme trasero. Soy un ser transigente.
—Bueno, no quiero que la vuelvas a ver.
—Ya me cansas con tus celos, Laila. Que ni siquiera son normales, se
podrían considerar enfermizos.
—Yo no dejaré que ninguna perra venga a coquetearte.
—No hables así de ella.
—¿¡Ves cómo te sigue gustando?! ¡Hasta la defiendes!
Suelto una bocanada de aire para no salir de mis casillas.
—Siempre defiendo a todas las mujeres que atacas sin ninguna razón.
Ella no me interesa más ¿lo entiendes? Sólo estamos aclarando algunas
cosas para que no haya más incomodidad.
—Más te vale —me señala y luego acaricia su falda, calmándose—.
Vine porque mis padres quieren que vayamos a cenar, les dije que vayamos
a un restaurante francés porque sé que te gustan las crepas.
Casi me río, odio esa porquería. Si fuese Verena ya me habría llevado a
comer pasta.
¡Basta! Tengo que dejar de compararla mentalmente con Laila.
—Laila, te he dicho que a mí no me...
—Mierda, recordé que tengo que ir al salón de belleza —se pone de
puntillas y me da un beso en la comisura de mis labios—. Nos vemos a las
siete.
Me quedo tieso y miro la puerta varios segundos cuando se va. ¿Estoy
haciendo lo correcto en casarme con ella? Ni siquiera sabe cuáles son mis
gustos básicos.
Y lo he intentado hacer, el problema de ella es que siempre me
interrumpe con cualquier estupidez o cursilería.
Entro a mi galería y veo las fotos que le tiré a Verena antes de ayer
mientras modelaba. Joder, es que ella es tan... magnífica. El fleco que tiene
ahora oculta la mitad de sus ojos y casi no puedo verlos.
No entiendo por qué lo hizo, ella amaba presumir los jodidos ojos
grandes que tiene. Pero así como noté que están tristes como su alma, debo
suponer que por eso lo hizo.
Suspiro y apago el celular, guardándolo en mi bolsillo. Tengo que
prepararme mentalmente para la cena con los padres de Laila esta noche.
• ────── ✾ ────── •
—Lamento la demora —murmuro, con incomodidad y me siento al lado
de Laila, que es la primera en recibirme con un beso en los labios.
—Qué bueno que llegaste, mi amor. Ya íbamos a ordenar.
—Un gusto verlos, señor y señora Harper.
—Basta de modalidades, querido. Ya te dijimos que puedes decirnos por
nuestros nombres —Sadie Harper sonríe y le correspondo el gesto.
—Concuerdo con mi esposa. Muy pronto mi hija tendrá tu apellido,
tendremos que convivir más. —la apoya Conrad, su esposo.
—Ya estoy ansiosa con que el día llegue —Laila sostiene mi mano—.
¿Tú también, mi amor?
—Obvio —no me escuché tan seguro, pero trato de remediarlo—. Estoy
ansioso como tú.
—Hablando sobre compromisos, espero que nos den muchos nietos —
exige Conrad y yo sólo me ahogo con mi propia saliva.
Los hijos es un tema que odio hablar. Yo en definitiva no los quiero,
bueno, no por el momento. Tengo treinta dos años y aún me quedan unos
años más para pensar en eso.
—Créeme que desde que nos casemos haremos el trabajo, papá —Laila
me abraza y deja un beso en mi mejilla, yo sonrío, incómodo—. Ahora
estamos concentrados en los arreglos de la boda.
—¿Y cómo van con eso? —Sadie toma su copa de vino y le da un
sorbo.
—Genial, ya Marlon eligió el salón de fiestas
—arrugo las cejas disimuladamente, ¿por qué miente?— Pero será
sorpresa.
—Amo las sorpresas, y también admiro la forma en la que se aman, se
nota que confían el uno al otro.
—Por supuesto.
Evito no rodar mi ojos. Laila es muy hipócrita con sus padres, nunca
cuenta los dramas y celos enfermizos que tiene. Además, siempre miente
con que nuestra relación es perfecta, cuando está lejos de serlo.
No hay parejas perfectas, sólo funcionales y complementarias.
—¿Podemos ordenar? —cambio de tema y agarro el menú— Hablar de
la boda me dio hambre.
Ellos acceden y ríen como si lo hubiese dicho de chiste, cuando en
realidad es un tema que me hastía.
Veo que todo el menú se basa en comida que odio, ¿no puede haber ni
siquiera pasta cruda?
Opté por pedir una crepa, pero sin dulce, me empalaga como la mierda
tanto chocolate.
Laila y sus padres se quedan hablando a lo que yo me quedo pensativo,
todo estaba aceptable antes de que Verena regresara, ahora todo es tan
confuso.
Y hablando sobre ella, siento una punzada en mi tatuaje. Lo miro varios
segundos y luego todo el restaurante para localizarla.
Y efectivamente, está aquí.
Ella ríe a carcajadas con su sobrina y Alana. Agradezco mucho que no
sea su hija, ella no puede parir con otro imbécil que no sea...
Bueno, que no sea alguien que no la aprecie. Obvio.
Oculto mi sonrisa a medias al verla feliz, sé que ella oculta algo, pero
no logro descifrar qué es.
Dejo la servilleta en la mesa y me incorporo, llamando la atención de
Laila y sus padres.
—Iré al baño, tengo que hacer una llamada muy importante.
No dejo que respondan y me apresuro al baño que por suerte está vacío,
tanto como hombre y mujer pueden entrar. Lo único bueno del restaurante.
Le texteé a Verena diciéndole que venga al baño. Alana me pasó su
número antes de irme para contactarla, así fue como nos pudimos reunir en
mi oficina.
Marlon
Ven al baño, acabo de ver una paloma cagando en el inodoro.
Vio el mensaje hace dos minutos y nada que llega aquí. Salgo de la
esquina del baño, choco con alguien que tropieza encima de mí y la
sostengo para que no se caiga.
No es necesario verla, con solo sentir su piel sabía que era ella. Pero al
pasar de los segundos, ambos nos miramos fijamente, con unos milímetros
de cercanía.
—Cuidado, damisela en apuros. La próxima no te sostengo.
Baja su vista a mis labios en un milisegundo y carraspea, separándose
de mí.
—¿Cómo sabías qué estaba aquí?
—¿O sea que sí me has visto?
—Obvio, pero no quería llamar la atención.
—Tu risa la conozco de pies a cabeza, ¿quién más se ríe como una mula
riera?
Abre su boca con el ceño fruncido y me da un zape en la cabeza.
Carcajeo mientras me asesina con la mirada.
—Mi risa es única.
—Por supuesto que lo es, tu risa me daba mil años de vida, Verena.
Mi comentario la descoloca por un instante, ella lleva ese mechón
rebelde hacia atrás y carraspeó de nuevo, nerviosa.
—¿Y... esos con los que estás son tus suegros?
—¿Quienes? —me da una mirada obvia y lo recuerdo— Ah, ajá.
—Vaya, se veían felices, más cuando ella te besaba.
Enarco ambas de mis cejas.
—¿Qué tanto te molesta?
—Estoy diciendo lo que vi, nada más.
—De veras que lo tonta nunca se te quitará.
Está confusa.
—¿Cómo?
—¿Acaso no te das cuenta de qué...?
—¿Marlon? —ambos abrimos los ojos como platos y maldigo en mis
adentros cuando escucho la voz de Laila.
Cierro la boca de Verena con mi índice y le hago señales para que se
quede aquí.
Salgo de la esquina y me aproximo hasta ella, estaba de espaldas, pero
logró escuchar mis pasos.
—¿Qué hacías ahí?
—Me distraje viendo una ardilla comer nueces
—me encojo de hombros, naturalmente—. ¿Ya llegaron mis crepas?
—Mhm —lo dice lentamente y me examina, trato de mostrarme lo
menos nervioso posible.
—Vámonos entonces —la halo de la mano.
Solo espero que ella no se dé cuenta de que Verena estaba ahí. Miro de
reojo hasta los baños y noto como ella sale, rápidamente.
Suspiro de alivio y nos volvemos a sentar para comer, así al mismo
tiempo escuchar más temas sobre la jodida boda. ¿No hay algo más
importante de qué hablar?
Quiero voltearme y verla otra vez, pero sólo veo cómo ella sale del
restaurante y me lanza una última ojeada, su mirada triste puesta en sus
ojos.
Y creo que yo también tengo esa mirada.

Capítulo 30
 

Verena
 
—¡Luca! ¡Te extrañé tanto!
Corro a sus brazos, él me alza para darme un cálido y profundo abrazo,
sintiéndome en casa.
—No sabes cuánta falta hacías.
Me separo de él y sostengo sus manos, entusiasmada.
—¿Cómo has estado? De verdad que estaba ansiosa por verte. Me
sorprendió escuchar a Marlon decir que querías verme.
—¿Y cómo no voy a querer? No te tendré rencor por cuatro años,
aunque admito que al principio sí.
Río por su sinceridad, estando en su posición y en la de Marlon
entiendo que me hayan odiado.
—¿Quieres qué nos sentemos en la terraza? Tenemos mucho de qué
hablar.
—Pues para eso vine —le hago una mueca obvia y sonríe.
—Adelántate, supongo que ya sabes el camino.
Llego al primer pasillo y me detengo en la habitación donde estaban las
flores que me compró Marlon, mis ilusiones se derrumbaron como una bola
de demolición. Ya no están.
La habitación está vacía.
Sacudo mi cabeza y me dirijo a la terraza, yo no significo nada para
Marlon, ni sé para que lo reprocho.
Luca llega minutos después y me sirve mi taza de café para sentarse.
—¿Ya no eres el chófer de Marlon?
—Contrató otro, hace años que ya no trabajo. Estoy viejito, querida.
Río.
—¿Cómo controló la sentencia de su padre?
—Nunca le importó, y lo entiendo. Marlon se encargó solamente de
pagar el último centavo para que a tus padres le dieran pena de muerte.
Me atraganto y comienzo a toser, Luca palmea mi espalda para tratar de
recuperar la compostura.
—¿¡Cómo?! P-pero... él me dijo que... la sentencia...
—Te mintió —sonríe—. A tus padres le iban a poner unos veinte años,
pero Marlon lo evitó a toda costa. No quiero decirte cuánto pagó porque sé
que te vas a desmayar.
Ya estoy a punto de hacerlo.
—¿Tanto fue?
—Mejor te recomiendo que se lo preguntes cuando él llegue.
Luego de salir del trabajo, llamé a Marlon para ver si podía venir aquí y
visitar a Luca. Me dijo que ni siquiera tengo que pedirle permiso.
—¿Por qué lo hizo? Creo que con esos veinte años estaba bien...
—Verena, lleguemos al grano ¿te parece? Marlon te sigue queriendo, a
pesar de que te fuiste y te tenía resentimiento al principio, él hizo todo lo
posible para que tus padres nunca salgan de la cárcel.
humedezco mis labios y miro hacia el frente. No sé qué decir sobre este
tema.
—¿Por qué no le contaste la verdad de por qué me fui?
—Eso es algo que se lo tienes que decir tú, sé que Marlon me asesinará,
pero deberías decirle el porqué te fuiste.
—Tenía que hacerlo, Luca. Yo no estaba feliz —lo miro y me sincero—.
No me sentía querida, sé que Marlon me iba a dejar tarde o temprano por
tener una carga como yo.
—¿Segura qué hablamos del mismo Marlon? Porque sé que ese hombre
se hubiese quedado la vida entera contigo, ya tengas tus virtudes o defectos.
Niego, decepcionada.
—Créeme que no, me tendría miedo. Porque hasta yo misma tenía
miedo de mí, aún lo tengo.
—No digas eso, sé que has podido sanar un poco.
—Lo he hecho, mucho. Tomar ayuda psicológica me hizo avanzar
muchísimo. Y de hecho, Marlon ha cambiado demasiado.
—Recibió ayuda como tú, por eso lo ves un poco más relajado. Ya no lo
ves tan soberbio y presumido.
—Para nada, ahora lo veo más payaso —bufo—. El circo lo dejó
olvidado.
Él carcajea y me le uno. Al menos hay algunas cosas buenas de regresar
a casa, siempre estarán las personas que más quieres para recibirte.
—Ya hablando de él, ¿cuándo regresarán juntos? Porque créeme que yo
no le di la bendición a Marlon para que se case con esa mujer.
—Pues quédate esperando, no creo que le importe.
—¿Sabes? Ustedes me recuerdan a esas telenovelas mexicanas con
demasiado drama y relleno para que los protagonistas estén juntos hasta el
final. Así son ustedes, ganarían millones siendo actores.
Frunzo el ceño con una sonrisa y ladeo mi cabeza, divertida.
—Yo me iré en unos días, ha pasado una semana y media, todo sigue
igual. Así que no creo que cancele su compromiso por mí.
—Ella no me gusta para Marlon, es muy controladora e impulsiva con
sus acciones.
—Sí, créeme que ya lo viví.
Luca me contó como Marlon luchó para recuperar su posición en la
empresa, la forma en la que conoció a Laila —algo que no presté tanta
atención—... y también me puso al día con lo que hacen en la actualidad,
cosas de siempre.
Nos quedamos hablando tanto tiempo que hasta se hizo de noche, y
apenas nos dimos cuenta cuando Marlon apareció en nuestro campo de
visión.
Se nota que está cansado, aunque muestre su sonrisa, el trabajo lo
carcome demasiado.
—Pensé que te habías ido —se dirige hacia mí.
—Mejor los dejo solos —Luca se incorpora y palmea el hombro de
Marlon—. Un gusto hablar contigo, Verena.
Me despido de él por última vez y la incomodidad se hace presente aquí
cuando llega el silencio profundo.
Hay una pequeña mesita, Marlon va y se sienta ahí para estar cerca de
mí.
Lleva el mechón rebelde mi cabello hacia atrás y coloca su mano en su
muslo, resoplando.
—¿Estás bien? —asiento
—¿Y tú?
—Los preparativos de la boda me tienen cansado, perdona por tardar en
responder tus mensajes —sé que se disculpa de verdad—. Pero ya será en
una semana y media, así que ese estrés se irá rápido.
Hago una mueca de incomodidad, realmente no me gusta que hable de
cómo se casara con otra mujer que no sea yo.
En otra vida...
—Bueno, como dijiste, ya cuando se casen todo ese estrés se irá.
Miro la hora y noto que son... ¿las diez?
—¿¡Es tan tarde ya?! —me levanto y él lo hace por igual— Tengo que
irme...
—¿Por qué no te quedas a dormir aquí?
Mi corazón comienza a latir con rapidez.
—O sea, pero no juntos. Puedes dormir en la habitación en la que te
quedaste por primera vez.
—Ah... sí, claro.
Ilusiones rotas otra vez.
Llamé a Alana para decirle que me iba a quedar a dormir aquí, estaba
súper preocupada y angustiada porque no estaba en casa.
Marlon me llevó hasta la habitación de invitados, abre el vestidor y me
ofrece una de mis antiguas pijamas.
—¿Todavía conservas mi ropa?
—Dejaste varias pijamas aquí, así que decidí colgarlas aquí —me la
tiende—. Al menos no las quemé.
Bufo con una pequeña risa que él logró notar y también hizo lo mismo.
—Al fin me brindaste una sonrisa.
—Es que los payasos amargados como tú no suelen entretener mucho.
—Pero te enamoraste de este payaso.
—Y tú te enamoraste esta cobarde ¿o me equivoco?
Humecta sus labios, al momento de responder, se retracta y niega
lentamente, aproximándose a la puerta.
—Buenas noches, Verena.
Cierra la puerta y me acuesto, mirando al techo. Las ganas de llorar me
golpean por todo el desastre que está sucediendo en estos momentos.
¿Marlon me gusta? Sí.
¿Lo sigo queriendo? Obvio.
¿Podremos volver a estar juntos? Es algo que me duele, pero ya está
clarísimo que me superó.
Sólo me trata como a una amiga más, ni siquiera duerme conmigo. Pero
lo entiendo. Él tiene novia y prometida, se va a casar en unos días y yo ya
siento que no puedo más.
Su boda es justo el mismo día en el que me voy. Regresaré a Grecia y
no lo volveré a ver nunca más. Ahí podré seguir con mi vida.
Me coloco la pijama para acostarme a dormir, trataré de levantarme
temprano para irme de aquí. No puedo más con el dolor de saber que
Marlon no me quiere más.
• ────── ✾ ────── •
Frío.
El frío está por todos lados y cada vez estoy más pálida.
Me levanto y abro los ojos lentamente. Parpadeo para poder centrarme,
estoy a toda velocidad, algo no está yendo bien.
Estaba acostada en los asientos traseros. Toco mi cabeza y está
sangrando, ahí me percaté de que estoy a punto de morir.
Suelto un jadeo del susto, no hay nadie en el piloto, la camioneta anda
por sí sola por toda la carretera y a una velocidad máxima.
Paso al asiento y agarro el volante, pero no puedo manejarlo. Anda por
sí solo y el auto no frena.
No tiene frenos.
Me frustro y veo a la persona que está en el copiloto y sonrío. Es
Marlon.
—Marlon, el auto no frena...
Grito cuando lo volteo y lo encuentro muerto. Joder, está con los ojos
abiertos... no respira...
—¡Marlon! —lo sacudo, no puedo aceptar qué está muerto— ¡Marlon!
—Todo es tu culpa —escucho una voz muy reconocida y veo a varios
lados, pero no lo encuentro en ninguna parte.
Es mi padre.
—¿Estás orgullosa de lo qué lograste, Verena? Marlon está muerto...
por tu culpa.
—¡N-no...! ¡No es mi culpa!
Agarro el volante, pero utilizo tanta fuerza que lo arranco y el auto se
desvía, llegando a un vacío.
Intento abrir la puerta, pero no abre, ninguna abre.
—¡AYUDA!
—Eres la culpable de todo... ¡De todo!
Y al momento en el que llega al vacío, cierro mis ojos y...
—¡Voy a morir! ¡Soy la culpable!
La puerta se abre y me encuentro con Marlon, sumamente preocupado.
Él se queda aterrado al verme, ya sé cómo estoy... Sudada, con el cuerpo
pegado a la cara y lastimando mis brazos.
—Están muertos... todos están muertos...
—Verena, cálmate —él se acerca, pero lo aparto al mismo momento.
—¡No me toques! —lo empujo— ¡Me tienes miedo, lo sé!
—¿Cómo puedes pensar en eso? Yo nunca te tendría miedo...
—Me miraste como todos lo hacen —tiemblo—... con miedo. ¡Soy un
jodido monstruo!
—¡Cállate! —sostiene ambas de mis mejillas— ¡No vuelvas a repetir
eso! ¿Oíste? ¡No eres un monstruo, y mucho menos te tengo miedo!
Mi cuerpo entero tiembla y duele la parte de mi tatuaje, siempre pasa
cada vez que me toca.
—M-marlon... por favor, abrázame...
—Cierra la boca y ven, idiota —me atrae hacia él y envuelve sus brazos
en todo mi cuerpo.
Mis hombros se encogen y cada vez derramo más lágrimas como una
cascada. No lo había abrazado desde que vine, dos semanas que se sintieron
como una eternidad para volver a sentirlo.
—Lo siento, lo siento —me disculpo—... perdóname por despertarte.
—Shh, tranquila —acaricia mi cabello y deja un beso en mi coronilla—.
Tranquila, bella. Todo está bien.
Joder, hace cuatro años que no escuchaba esa palabra de su boca. La
sensación de deja vu llega a mí como una ola.
—¿P-puedes dormir conmigo?
Se separa de mí y se coloca en el lado izquierdo, se arropa, palmea el
lado derecho para que vaya y obedezco.
—Hace tiempo que estaba esperando esto.
Sonrío y él me tira las sábanas arriba. Me atrae a su pecho, me vuelve a
abrazar y me siento más cómoda que nunca en sus brazos.
—Duerme bien, bella quisquillosa.
Sonrío.
—Gracias, maldito cretino.

Capítulo 31
 

Marlon
 
Han pasado dos días desde lo sucedido con Verena.
Cuando desperté en la mañana, ya no estaba en ningún lado. Le
pregunté a Luca pero tampoco la había visto.
La he llamado y mandado mensajes miles de veces, pero no me
contesta. Otra vez volvió a desaparecer.
Fui un estúpido, no tuve que actuar como si le tuviese miedo al
principio. Pero no tenía miedo, estaba triste, furioso, decepcionado.
Yo tuve que hacer un esfuerzo más grande para buscarla y estar ahí, con
ella.
Hay algo en lo que tiene razón, ambos teníamos que sanar.
Así como ella, yo no estaba listo para poder manejar sus problemas y
los míos al mismo tiempo.
Y ahora me siento mejor, recibí ayuda porque me costó superar tantos
problemas juntos. Sé que ella hizo lo mismo, pero parece que todavía no lo
ha superado.
Mi corazón se rompió cuando la vi y escuché gritar, desesperada,
lastimándose a sí misma.
«Soy un monstruo» Hice todo lo posible para no llorar.
Cada vez falta menos para que se vaya, menos para perderla para
siempre si sigo de estúpido perdiendo mi tiempo.
—Marlon... ¡Oye!
Alguien chasquea sus dedos frente a mí y parpadeo para volver a la
realidad. Laila está a mi par.
—¿Qué?
—Te estaba diciendo algo, pero estabas en otra galaxia —me enseña
una revista—. ¿Qué quieres
para el menú? Yo pienso que debería ser algo que todos puedan comer y
no de clase alta, hay gente que no se mantiene al mismo nivel que
nosotros...
—Pide lo que quieras, Laila —me desespero—. No sé nada de comidas
y mucho menos de bodas.
—Pero quiero saber tu opinión, es increíble que todo lo esté haciendo
yo sola, Marlon.
—Porque organizar bodas no es lo mío, ya te lo dije, Verena...
—¿Cómo me llamaste?
Frunzo el ceño.
—Pues por tu nombre.
—¿Acaso me llamaste Verena?
Mis ojos se abren más de lo normal automáticamente, joder, ¿la llamé
así? Qué feo caso.
—No, Laila. Creo que estás sorda.
—¡Te escuché perfectamente! —me tira la revista a la cara— ¡No puedo
creer que estás pensando en esa mujer!
—No lo hacía, estaba preocupado por la boda.
—Estoy harta de tus mentiras y de esa mujer, estoy loca con que se
largue de aquí y no vuelva jamás. ¡No has pensado en nada más que no sea
ella!
—Laila, mejor hablamos luego, ¿te parece? Ahora no estoy de humor
para soportar tus peleas.
—¿Disculpa? ¿Es una pelea cuándo me llamas por un nombre qué no es
el mío?
—Lo siento ¿bien? No quería llamarte por ese nombre, es que tengo
demasiadas cosas en la cabeza.
—¿Y esas cosas tienen que ver con ella?
Hora de usar mi as bajo la manga.
Sostengo su mentón y junto sus labios con los míos en un profundo
beso. Beso que accede al instante.
Me separo de ella y le doy una linda sonrisa.
—Solo pienso en ti y en la boda. Cree en mí, Laila. Únicamente en mí
tienes que creer.
Me mira fijamente, pero después esboza una pequeña sonrisa. Lo
conseguí.
—Bueno, te dejaré entonces para que en nuestro día estés pensando en
que seré tu futura esposa
—deja un beso en mi mejilla—. Te veo luego.
Mi sonrisa se desvanece cuando se larga de mi casa. Gracias a Dios que
me creyó, es fácil engatusarla.
Marco el teléfono de Alana, se me olvidó que ella sí me puede contestar
mientras la otra pequeña cobarde no lo haga.
—¿Hola? —suelto un suspiro de alivio al escucharla.
—Alana, necesito que me digas por qué Verena no me contesta, ¿está
bien?
Escucho un largo suspiro a su lado de la línea.
—No te voy a mentir, no ha salido de su habitación desde que durmió
en tu casa.
—Joder, sabía que le pasaba algo —chasqueo mi lengua—. ¿Puedo ir a
verla?
—No creo que sea buena idea, Marlon.
—Alana, por favor. Maldita sea, estoy estresado, déjame verla aunque
sean cinco minutos.
Se queda varios segundos en silencio, pero escucho su resoplido.
—¿Sabes qué Verena me va a matar por estar ayudándote tanto?
Sonrío.
—No te preocupes, yo me encargaré de que no te haga nada.
—Más te vale —me reprende—. Saldré con Esther al doctor, dejaré una
llave debajo del tapete para que abras la puerta. No asustes a Verena.
—¿Por qué me ayudas tanto? —sé que es una pregunta muy estúpida,
pero ahora fue que me llegó a la mente.
—Porque Verena te quiere —aprieto mis labios—. Sé que tu presencia
le hace bien a ella, y por eso lo hago. Porque sé que tú eres su felicidad,
por más que lo niegue.
Estoy cansado de estar cometiendo los mismos errores y tropezando
más cada día, pero ya tengo un futuro hecho y planificado. No hay vuelta
atrás.
—Gracias, iré a verla.
—Cuídala —cuelga.
Salgo inmediatamente de la casa y subo al auto para ir a donde se está
quedando Verena. El antiguo departamento que tenía lo confiscaron porque
sus padres eran los que vivían ahí.
Hice todo lo posible para llegar a su casa más rápido, esta agonía y
desesperación me va a matar.
• ────── ✾ ────── •
Cierro la puerta lentamente para que no se escuche que estoy aquí. Dejé
la llave en el mismo lugar donde estaba y camino a pasos lentos para entrar
a su habitación.
Me paro en su puerta y tomo una bocanada de aire. Conozco
perfectamente a Verena y sé que siempre tuvo la maña de dejar la puerta sin
seguro.
Abro la puerta lentamente y ella está acostada de espaldas, sin hacer
ningún otro movimiento.
—Alana, te dije que no quiero ver a nadie.
—Lástima que no soy Alana.
Da un respingo al escuchar mi voz y se cae de culo directamente al
suelo. Ella sostiene su pecho por la impresión y tiene las sábanas enredadas
en su cuerpo.
—¿Q-qué haces aquí? ¡Vete!
—Parece que todavía no me conoces, bella. Sabes que no te haré caso,
¿verdad?
—Maldita Alana —se incorpora y deja la sábana en la cama—. La voy
a matar, ¿dónde está?
—Salió con tu sobrina, así que tú y yo estamos solos aquí.
—Mierda —estruja sus ojos—. ¿Qué es lo qué quieres de mí? Ya pronto
me voy a ir.
—Por eso mismo, antes de que te vayas tenía que venir a verte. ¿Estabas
preparada para huir?
—¡No es huir! ¡Es que no tengo nada más qué hacer aquí, lárgate!
Dios, sabía que esto sería difícil, más cuando te gusta una persona como
la quisquillosa esta.
—¿Entonces no irás a mi boda? —la jodo— Mira que todavía hay
espacio para que seas dama de honor.
Ella se acerca a mí y me ofrece un brusco empujón, mantengo un
semblante indiferente para no reírme y escuchar lo que anhelo que salga de
su insolente boca.
—¿¡Crees qué estoy para tus absurdas bromas?! ¡Yo ni loca sería dama
de honor, mucho menos en tu jodida boda!
—¿Y por qué no? Somos amigos, Verena. Los amigos se apoyan en
todo...
—Es que no puedo creer lo que me estás diciendo, jodido hijo de tu
madre —me da un manotazo—. Yo no quiero y mucho menos seré tu amiga
¿entendiste?
Sonrío, con un deje de picardía.
—Pensé que te había dejado las cosas en claro, pero parece que no —
me encojo de hombros—. Ya te había dicho que lo nuestro no va a ir a
ninguna parte.
—¡Pues no! ¡No lo explicaste bien porque...! —se detiene— Yo... lo
nuestro es...
—¿Qué? ¿Qué es?
Suspira y evita mi mirada a toda costa.
—Yo no puedo ser tu amiga porque me sigues gustando. ¿Estás
contento? Por eso mismo no puedo verte y también me iré, porque no puedo
soportar que te cases con otra mujer que no sea yo.
Y ahí está, mi castaña sincera.
—Pf, tus besos ni me sabían a nada, lo mejor es que nos separemos.
—¿Qué mis besos no te sabían a nada?
—La verdad no...
—¡Pues mira como saben a algo!
Y sin pestañear, ya tengo sus labios unidos a los míos. Mierda y mil
veces mierda, todos mis recuerdos llegaron como un tsunami.
La separo de mí y nuestra respiración está entrecortada, llegando a mí el
recuerdo de nuestro primer beso.
Todos cometemos errores, ¿verdad? No somos perfectos.
Y por eso mismo, la volví a besar.
Mi mano viaja a la parte trasera de su cabeza y la pego más contra mí,
lo que provoca que ambos perdamos el equilibrio y ella choque con lo que a
mi parecer es su repisa. Haciendo caer varias cosas al piso.
Ella me besa con muchas más ganas y gime contra mi boca. Joder...
extrañaba esto.
Extrañaba sentir que estaba vivo. Y siempre será con ella.
Ella se aleja de mis labios y comienza a desabotonar mi camisa con
nerviosismo. No puedo evitar reírme cuando se frustra.
—¿Siempre tienes qué usar estas jodidas camisas?
—Soy un hombre que tiene que brindar una buena imagen, bella.
Me lanza una mirada de advertencia y suelta un jadeo de gloria al lograr
su objetivo. En vez de volver a besarla, quito su blusa de tirantes,
admirando otra vez sus hermosos pechos, los que siempre me han vuelto
loco por no poder manejar la cordura.
Ella misma procede a bajar sus pantalones junto con la ropa interior,
quedando completamente desnuda ante mí.
Mi pantalón está por romperse.
—Quiero volver a sentirte —desabrocha mis pantalones y toca mi
erección a través del bóxer—. Necesito ser tuya, otra vez.
Y sólo bastaron esas palabras para voltearla bruscamente, sus brazos los
coloco hacia atrás para sostenerlos y la tiro en la cama, mostrando sólo su
espalda y su trasero para mi disfrute.
Corrección: Nuestro disfrute.
Entro uno de mis dedos en su cavidad y lo muevo con rapidez, ella
suelta un grito por la intromisión y no puede mantenerse quieta,
meneándose cerca de mi pelvis.
—Marlon —jadea—... Dios, no... no puedo aguantar más.
Jalo su cabello para que me mire de reojo y lamo mi índice, el que
estaba dentro de ella.
—Eres deliciosa, bella —beso su cuello—. Completamente exquisita y
completamente mía.
Bajo mis pantalones junto con mis bóxers al mismo tiempo que retiro
mis zapatos. Joder, tiene razón, me pongo tanta ropa para este tipo de
ocasiones que entiendo que ella quiera romperla.
Ella acaricia mi erección y aprieto su cintura con fuerza, pensé que le
dolería, pero al contrario. Me masturba con más fuerza para que la apriete
más.
Me lanza una breve ojeada y ríe, su calentura y premura encendiéndome
más.
—Lo quiero dentro de mí
—¿Lo quieres? —asiente y muerdo el lóbulo de su oreja.
Ella siempre ha adorado la forma en la que la controlo, y sé que le
encanta ser sumisa, termina gimiendo mi nombre como una maldita
cantante de ópera.
Tomo el cinturón de mis pantalones, amarro ambas de sus manos y paso
la correa por la hebilla para amarrarla con fuerza.
Veo su tatuaje que refleja nuestra promesa, que nuestro amor nunca
desvanecerá.
Y aquí estoy, cayendo otra vez por ella.
—Tranquila —le digo cuando mueve sus manos con desesperación—...
no quieres que lo apriete más ¿verdad?
Niega, obediente.
Deslizo mi pene por toda su parte íntima y hace varios sonidos de
satisfacción.
Por ella estar desesperada, parte de mí entra en ella y ya no pude
controlarme más. Sentir lo apretada y estrecha que está, hizo que entrara de
una sola estocada, ruda y certera.
Me muevo como un maldito impaciente, su falsa inocencia y ver como
gime... siempre asalta ese lado de mí, el de dominante. Pero más bien yo
soy el sumiso cuando se trata de ella.
—Mierda, eres tan hermosa —emito con uno de mis sentidos activos—.
Tan buena y tan preciosa, única.
Sostengo parte del cinturón y lo halo con fuerza para que se incorpore.
Solo somos ella y yo, yo y ella. Nadie más.
Hago un collar en su cuello con mi enorme mano y echo su cabeza
hacia atrás, tapando con uno de mis dedos sus labios.
—Mía, sólo mía. Y yo soy tuyo también.
—Solo tuya —dice, con dificultad.
Sé que está a apunto de correrse, sostengo sus pechos y los aprieto con
fuerza. Pellizco sus pezones y se ponen más duros, así es como estoy yo.
—Me voy a correr...
—¿Y qué esperas, bella?
Una estocada y basta para que llegue a su profundo orgasmo. Salgo de
ella y me masturbo, derramando el líquido espeso en su espalda.
Resoplo y me apoyo del espaldar de la cama para recuperar la
respiración. Ella está igual que yo, aún amarrada y con los ojos cerrados.
—¿Me quitarás el cinturón o…? —murmura, luego de unos minutos.
Suspiro y río por lo bajo, desamarrándola.
—Me marcaste ambas manos, jodido idiota.
—Tú querías que te marcara, eso hice.
—Bueno —se levanta con dificultad, la ayudo, toma una toalla y la
enrolla en su cuerpo—. Tuviste tanto desespero que me cogiste sin condón.
—Sé que soy el único que puede entrar en ti sin protección, Verena.
—Lo más seguro lo has hecho sin cuidarte con ella...
—Pues te equivocas, sólo contigo lo he hecho sin protegerme. Hay
excepciones.
Mi comentario hace que esboce una mueca de tristeza.
—¿Te gustó el polvo de despedida?
Despedida... lastimosamente, será el último.
—Fue mucho mejor esto a que seas dama de honor —sonrío y ella hace
lo mismo.
—¿Qué nos pasó?
—No sabría decirte, pero lo nuestro tal vez sea dividir nuestros
caminos.
—Mañana iré a tu oficina para despedirnos mejor, pero creo que ahora
necesito estar sola.
Asiento y me coloco mis prendas lo más rápido posible, también me
siento muy pensativo y quiero estar solo.
—¿Segura que irás mañana?
—Te lo prometo, será nuestro último día, ¿no? —ríe— No nos
volveremos a ver.
—Claro —mascullo, otra vez se irá.
Quisiera suplicarle que no se vaya y que se quede aquí, pero ¿para qué?
¿Para qué vea cómo me caso con otra mujer?
Lo único que pude decirle fue:
—Nos vemos mañana.
—Adiós.
Al momento en el que salí por la puerta, escuché como sollozaba, pero
no quise devolverme. En este momento también quiero llorar, y no podré
consolarla.
Tarde, ya mi primera lágrima había caído.

Capítulo 32
 

Verena
 
Aprieto mis labios en una fina línea cuando entro a su oficina, jugando
con mis dedos por el nerviosismo.
Él sólo está sentado de piernas cruzadas en su escritorio, leyéndome con
la mirada.
Lloré, joder, claro que lloré como si lo hubiese perdido, porque así es.
Mañana lo perderé para siempre.
No me arrepiento de besarlo otra vez, mucho menos de que me haya
cogido solo como él lo sabe hacer.
Marlon y yo tenemos un complemento esporádico, únicamente él y yo
nos entendemos. Sí, no somos una relación envidiable, tampoco somos el
gran ejemplo de amor verdadero, pero... ¿Qué importa mientras los dos nos
queramos y no hiramos a terceros?
Mi padre, mi madre, Verónica, Vincent... todos ellos nos arruinaron la
vida, pero al parecer me arrepentí demasiado tarde de haberme ido.
Agarro mi bolso con fuerza y me siento, enfrentándolo. Carraspeo y
echo mi cabello hacia atrás para hablarle.
—Sé que cometí el gravísimo error de abandonarte, y que ahora mucho
menos pueda hacer algo porque te vas a casar. Tendrás una nueva vida con
ella, sé que viajarán y conocerán muchos lugares, puede ser que hasta
tengan hijos —río por el comentario—. Aunque sé que en este momento no
los quieres, puede ser que cambies de opinión.
Él asiente, con los ojos entrecerrados y una pequeña sonrisita.
Agradezco que no hable,
porque no estoy preparada para terminar.
—El día que desperté en el hospital, mi padre me amenazó con que te
iba a matar si no me iba. Estaba tan aterrada, nerviosa, con un dolor tan
grande, porque por mi culpa casi morimos.
—Bella, no es tu culpa...
—Déjame hablar, Marlon. Déjame contarte lo que siento en estos
momentos.
Suspira y hace una señal para que prosiga.
—Le conté al doctor todo lo qué pasó y Luca estaba presente —trata de
volver a hablar, pero lo detengo—. No te enojes con él, le dije que no te
diga nada, además, él no sabía que me iba a ir.
—No puedo creer lo que me estás diciendo...
—Marlon —insisto, lo conozco tanto. No puede quedarse callado ni un
minuto—. Me dijeron que lo iban a encerrar junto con mi madre, ¿pero y si
no lo encerraban y me quedaba aquí? De saber que podría perderte, me
hubiese muerto contigo. Por eso me fui y dejé el anillo, dejé toda mi vida
solo por ti, para que no te mataran. Alana me ofreció una oportunidad en
Grecia y allá me fui, a ser modelo.
Tomo una bocanada de aire y acaricio mis muslos, sigo nerviosa.
—Tomé ayuda psicológica y en ese tiempo me diagnosticaron trastorno
por estrés postraumático. Tengo pesadillas sobre la noche del accidente y la
forma en la que mis padres me afectaron mentalmente, he avanzado mucho,
pero no lo suficiente. Puedo decirte que soy una persona diferente, pero no
sé si para bien o para mal.
—Sí, admito que eres completamente diferente, de físico, de mente, de
todo. Pero eso no niega que seas una increíble mujer, Verena.
Sonrío a medias con mucho afecto, los comentarios de Marlon siempre
me van a atacar de una forma inexplicable. Pocas veces ha sido romántico,
y esas veces siempre me emociono.
—Ahora que me estoy sincerando, mi corazón se rompió cuando me
enteré de que te ibas a casar,
pero por otro lado entiendo que quisiste volver a rehacer tu vida.
Además que el error que cometimos ayer no se volverá a repetir, sólo fue un
polvo de despedida.
Él hace una mueca por mis últimas palabras y me da un breve ladeo de
cabeza.
—Sí, eso fue un error total, pero fue el mejor error que he cometido en
mi vida, Verena.
—Sí, ya me lo demostraste con tu salvajismo de ayer, estúpido
troglodita.
Suelta una risotada y me le uno segundos después, río para no llorar,
sólo eso.
—Mira, yo también tomé ayuda psicológica, ahora estoy mucho mejor y
por eso decidí empezar algo nuevo con Laila —me ofrece su mano y se la
doy—. Era un imbécil, soberbio e idiota. Yo también soy el culpable,
porque te hice sufrir tanto con esos comentarios de mierda, todo porque me
quise vengar de ti y humillarte. Discúlpame por eso.
Sonrío.
—También quiero pedirte perdón por todo, yo fui tu secretaria para
vengarme de ti. Y aunque haya descubierto el secreto de tu padre, no lo dije
porque podría perderte, supongo que ya era demasiado tarde ¿no?
Él aprieta mi mano con más fuerza, como si no la quisiera soltar, y yo
mucho menos quiero hacerlo.
—No te preocupes, querías contármelo y yo te lo impedí. Te perdoné el
mismo día en el que estábamos por morir, no podía perderte y tener ese
pensamiento de que no lo hice. Todo está bien, bella.
—Bueno... entonces... ¿no nos pudimos salvar?
Suelta un largo suspiro y niega, cabizbajo.
—No pudimos, pero siempre te tendré presente en mi alma. Nunca te
olvidaré.
—Yo... tampoco —mi voz se debilita y mis ojos se humedecen—...
nunca lo haré.
—¿Último abrazo?
Río cuando derramo dos lágrimas.
Él se levanta y llega hasta mí para envolverme en sus brazos, rompo en
llanto y lo apretujo contra mí. No quiero soltarlo.
No quiero hacerlo jamás.
—Te amo —lloriqueo—. Te amo tantísimo, Marlon. Duele tanto
dejarte.
Apoya su cabeza en mi coronilla.
—Lo sé, te escuché cuando me lo dijiste en el hospital.
—¿Siempre me escuchaste?
Sostiene mi cara y quita mis lágrimas, juntando su frente con la mía.
—Lo único que escuché fueron esas dos palabras, pero no lo demás.
—Pues fue real y te lo digo de vuelta, sí. Te amo.
—Estoy seguro de que lo haces —acaricia mi mejilla—. Sé que siempre
lo harás, bella.
Junta sus labios con los míos en un débil beso, mi corazón se rompió al
mismo instante. No puedo hacer nada más, él mucho menos.
—Te deseo lo mejor en tu vida, Marlon. De verdad que sí, espero que
ella te aprecie.
Y le digo eso justo cuando me desfloró ayer.
—Espero que sí.
Me separo de él y agarro mi bolso, le brindo una última sonrisa, me
dirijo a la puerta para irme, pero le lanzo una última mirada.
Esta vez no es un hasta siempre.
—Hasta nunca, Marlon Villarreal.
Asiente.
—Hasta nunca, Verena Ellison.
• ────── ✾ ────── •
—Tranquila, tranquila —no he parado de llorar desde que llegué al
departamento—. Todo estará bien.
—¿Crees qué hice lo correcto, Alana?
—No sé qué decirte.
—Sé sincera, como siempre lo has sido conmigo.
Toma una bocanada de aire.
—No, la verdad es que no lo hiciste. Pero tú quieres que él sea feliz. Si
no te demostró que quiere volver contigo, lo mejor es dejarlo ir.
Alana durmió a Esther para que no esté presenciando mis lloriqueos,
llevo dos horas así y ya ni siento mis ojos.
—Es que lo amo —resoplo—. Me duele saber que mañana se va a casar.
—Mañana nos vamos y no tendrás que presenciar eso, las noticias de
los Villarreal no llegan a Grecia —bromea y río en medio de esta mierda.
—Algo es algo.
Ella se levanta del sofá y me ofrece su mano.
—Ven, vamos a hacer las maletas, aunque nos vayamos en la mañana y
tú en la tarde, tenemos que tener todo hecho.
—Adelántate, tengo que revisar algo en mi teléfono.
Acaricia mis hombros y deja un beso en mi mejilla, adelantándose a la
habitación.
Saco mi teléfono y entro en el chat que tengo con él, presiono el
micrófono para enviarle un mensaje de voz.
—Por cierto, cretino... no me di cuenta cuando te robaste mis bragas
¿acaso tienes esos fetiches? No sabía que eras tan sucio —carcajeo—. Te
envío este audio para desearte la mejor boda, sé que mañana será un día
inolvidable para ti, ya sé que te lo dije muchas veces, pero te lo repito
porque soy una quisquillosa muy insoportable y me conoces muy bien...
cuídate.
Mando el audio y guardo el teléfono para ir a la habitación. Necesito
ayudar a Alana con las maletas.
—¿Qué hacías?
—Estaba revisando un correo de la agencia de Grecia, creo que quieren
que modele desde que regresemos.
—Uf, al menos que esperen a que estemos bien, luego de que descanses
modelas.
—Tranquila, así puedo despejar la mente.
Al pasar una hora y aprovechando que Alana fue a la cocina, revisé si
Marlon está en línea, y no sólo eso, ya había visto y escuchado el mensaje
hace media hora... no me contestó.
Parece que él tomó el hasta nunca muy literal.
Fue nuestro último adiós.
El problema aquí, es que no quería despedirme.

Capítulo 33
 

Marlon
 
Su mensaje de voz vuela por mi cabeza desde ayer.
Le iba a contestar, lo estaba por hacer, pero la verdad es que no pude
hacerlo. Luego iba a querer buscarla, y no puedo hacerlo más.
Hoy es el gran día y no puedo pensar en Verena, sino que ahora mi vida
cambiará para siempre.
La puerta se abre y me encuentro con Luca, el cual me esboza una
media sonrisa.
—Vaya, no sabía que tenía un hijo tan guapo.
Ruedo mis ojos.
—Cuidado, no quiero encontrar fotos mías debajo de tu cama —
carcajea.
—Ya saldrás en cinco minutos, ¿estás preparado?
—Sí, obvio —bufo—. ¿Cómo no voy a estar listo? Es el día en el que
todo cambiará, me casaré, viajaré con ella y tendremos millones de hijos...
—Marlon, basta. Sé que lo dices forzadamente.
humedezco mis labios y suelto tres maldiciones, cada una en idiomas
diferentes.
—Solo estoy un poco estresado y nervioso. Pero estoy bien, debo salir
y...
—Siéntate.
Me cruzo de brazos.
—¿Cómo qué me siente? ¿Con quién se va a casar Laila? ¿Un
fantasma?
—Siéntate y no me hagas volver a repetirlo.
Resoplo y me siento en el pequeño sofá que hay, a veces se toma el
papel de padre demasiado en serio.
—Todavía tienes tiempo para recapacitar, aún puedes recuperar a
Verena.
—¿Para qué? Ella ya se va y lo nuestro se terminó.
—Pf, te conozco. Sé que la besaste y posiblemente hicieron algo más
que no me gustaría mencionar.
—¿Disculpa? —me indigno, falsamente— ¿Cómo crees que haría algo
tan indebido?
Me lanza una mirada objetiva y río por lo bajo, no vale la pena mentir
con él.
—Si es lo que quieres escuchar, la quiero —me sincero—. Y cada parte
de mí la quiere, pero ella ya se va en un rato y no habrá vuelta atrás.
—No lastimes a Laila y termínala, admito que me cae mal, pero no
merece que la engañes de esa manera.
—No la estoy engañando, yo la quiero.
—Ajá, quieres muchas cosas, ¿pero amar? Muy pocas cosas, y Verena
está en tu lista de favoritos.
—Luca, basta...
—¿Qué esperas para recapacitar e ir a buscarla? ¡Abre los ojos!
No respondo y tocan la puerta, ignoro a Luca y la abro, encontrándome
con el padre de Laila.
—Marlon, es hora de salir, ya la boda empezará.
Suelto un largo suspiro y recibo una palmada en el hombro de Luca.
—Qué bueno que estés haciendo las cosas correctas —me susurra, y sé
que no lo dice de verdad.
Aprieto mis labios y camino hasta la iglesia, el salón finalmente lo
escogieron los padres de Laila, son fieles creyentes. Yo no creo en este tipo
de cosas, pero bueno, sólo será la tarde completa en esta estupidez.
Saludo al sacerdote con un asentimiento de cabeza y juego con mis
dedos, nervioso. Todos los invitados estaban hablando, pero al momento en
el que entré poco a poco se fueron callando.
Ya Laila está por salir y yo...
—Te noto muy nervioso, muchacho —salgo de mis cavilaciones cuando
el sacerdote me habla—. ¿Estás bien?
—Eh... claro. Es que... realmente no me sentía preparado para casarme.
—No me digas que se están casando por contrato —exaspera—. hace
unos años vino una pareja a casarse y se notaba que no se querían, si no mal
recuerdo era la familia Maxwell.
—¿Qué? ¿Habla de Dione y Nicholas Maxwell?
—asiente— Creo que se equivoca, porque se ve que son una pareja
feliz, hasta tienen dos hijos.
—Es la magia de casarse y convivir, pero creo que contigo eso no
pasará. Si no quieres casarte, ¿por qué estás aquí?
—Lo haré porque es lo que le hace feliz a ella, es solo un compromiso,
no afectará nada.
—Sí, le hace feliz a ella, ¿pero a ti? ¿Qué quieres tú? —la música
empieza a sonar y mi corazón se acelera— Aún tienes tiempo —me guiña
un ojo y se coloca en su lugar.
El gran portón se abre y veo a lo lejos como Laila camina con un
vestido enorme de novia y agarrada al brazo de su padre, Conrad.
Las damas de honor que son sus amigas lanzan flores detrás de ella y
brinda una gran sonrisa.
Trago grueso, pero no sonrío, sólo la miro a ella de arriba a abajo hasta
aproximarse a mí. Le ofrezco mi mano para que suba y ambos nos
mantenemos agarrados para empezar la ceremonia, enfrentando al padre.
—Estamos aquí, por el poder que nos da el señor jesucristo para lograr
unir a estos dos seres humanos que se aman con locura. Hemos venido aquí
para compartir su amor verdadero y tener siempre la compañía de Dios en
esta nueva aventura que se aproxima.
Ella aprieta mi mano con fuerza, joder. Estoy sudando como un maldito
loco.
Él hace una introducción de unos diez minutos que ni pienso explicar,
son cosas por las cuales no soy creyente y me quedo dormido con tanta
porquería.
—La iglesia, Dios y todos los invitados serán testigos de cómo estos dos
seres se prometerán el amor eterno.
Siento una punzada eléctrica en todo mi cuerpo que llega hasta mi
tatuaje, el de amor eterno.
«Somos mente, cuerpo y alma. Somos amor eterno.»
Ambos nos giramos y nos sostenemos ambas manos para vernos frente
a frente.
—Yo, Laila Harper, prometo entregarme a ti como esposa. Para
cuidarte, protegerte, apoyarte, y siempre quererte a pesar de cualquier
obstáculo que se interponga, hasta que la muerte nos separe.
Joder, ¿había qué hacer esto? ¿Por qué nadie me dijo?
Carraspeo y trato de decir lo primero que se me venga a la cabeza.
—Yo... Marlon Villarreal, prometo entregarme a ti como tu esposo —
trago por décima vez—. Para... estar para ti en cualquier problema, tolerar
tus dramas y celos, eh... y cuidarte siempre, hasta que la muerte nos separe.
Escucho como todos murmuran luego de que hablara, ¿se nota qué todo
me salió naturalmente?
—Bueno —el sacerdote da un breve aplauso—. Lindas palabras por
parte de ambos ¿eh? —ríe para aliviar el ambiente.
El ambiente anda bastante incómodo en estos momentos.
—Si hay alguien que no está de acuerdo con que esta boda se lleve a
cabo, que hable ahora o que calle para siempre.
Miro hacia afuera y maldigo en mis adentros que no haya aparecido
nadie para detener esto.
Estaba esperándola.
Luca y la madre de Laila nos traen los anillos, ella me coloca primero el
mío y luego procedo a hacerlo. Mi mano tiembla al realizar tal acción y ella
me pellizcó la mano para que me calme.
—Como estos amantes se prometen el amor eterno, ante los ojos de
Dios pregunto...
Otra vez mi brazo y ese jodido dolor que no soporto más, mi tatuaje
vibra con cada vez más fuerza.
—Laila Harper, ¿aceptas a Marlon Villarreal como tu esposo para
amarlo, respetarlo y cuidarlo siempre en la salud y enfermedad, en la
riqueza y la pobreza hasta que la muerte los separe?
—Sí, acepto —determina, con entusiasmo.
—¿Y tú, Marlon Villarreal? —mierda, que no me pregunte nada a mí.
Le lanzo una breve mirada al sacerdote.
—¿Aceptas a Laila Harper como tu esposa para amarla, respetarla y
cuidarla siempre en la salud y enfermedad, en la riqueza y la pobreza hasta
que la muerte los separe?
Lo miro a él y enarca una ceja con una pequeña sonrisa. Se suponía que
la pregunta iba primero para mí, pero parece que me dio más tiempo para
pensar.
Miro al público y logro localizar a Luca, el cual me mira con una mueca
de obviedad. Ese semblante que refleja que no quiero casarme.
Niego y suelto las manos de Laila.
—Lo siento, pero no puedo hacer esto —escucho los gritos de asombro
de todos y le devuelvo el anillo a Laila—. No puedo casarme contigo.
Lanza una risa nerviosa.
—¿Qué estás haciendo? —habla entre dientes— Deja las bromas y tus
payaserías.
—Te estoy hablando en serio, y hasta ahora me di cuenta de el enorme
error que estaba cometiendo.
—¡Ese es mi hijo! —todos le lanzan una mirada gélida a Luca y
carraspea— Prosigan.
—¿Por qué me humillas de esta manera? ¿No podías terminarme antes?
—Te di varias señales y ni aún así las tomaste. Estaba esperando a que
me terminaras tú, pero como no lo hiciste y sé que no vamos a ser felices,
no me casaré contigo.
Me da una bofetada que me voltea la cara y otra vez los gritos por parte
de todos, ya me lo esperaba.
—¡No puedo creer qué me estés haciendo esto!
—me lanza el ramo de flores a la cara— ¿Y todo para qué? ¿Para
buscar a Verena?
—Ella no tiene nada que ver...
—¡Sí tiene que ver!
—Laila, no quiero lastimarte más de lo que ya estoy haciendo.
—¡Dímelo, dile a todos aquí qué te vas con Verena y qué te la follaste!
¡Dilo!
—¡Pues sí! ¡Me voy con ella porque la amo y es el jodido amor de mi
vida! —estallo— Y no entiendo por qué estoy perdiendo el tiempo aquí
cuando debería de ir a detenerla, así que... si me disculpas.
La aparto, corro por todo el pasillo para llegar a la salida y escucho la
voz de Laila atrás. No puedo creer que ella sabía que la engañé y aún así
permaneció conmigo.
—¿A dónde vas?
—¡A impedir que tome un avión, deséame suerte! —le guiño un ojo y
salgo hasta llegar a la limusina que nos iba a llevar a nuestra luna de miel.
Me encuentro con el chófer, que deja su periódico inmediatamente para
mantener su semblante profesional.
—Señor, ¿ya se casó?
—La mujer con la que realmente me quiero casar se está por ir, necesito
que me lleves al aeropuerto lo más pronto posible.
—¿Qué...?
—¡Te cuento en el camino! —me desespero que hasta le dejo caer su
sombrero de chófer— ¡Llévame al aeropuerto!
—¡Sí, sí... súbase! —se lo coloca y entra.
Me subo al copiloto y nos colocamos el cinturón para que arranque. Lo
peor de las limusinas es que son tan enormes que andan como tortugas.
—¿No puedes acelerar más?
—Lo siento, señor, pero no puedo infringir las leyes...
—¡Qué leyes ni qué nada! —da un respingo— ¡Perderé el amor de mi
vida por tu culpa!
—¡Es que la policía...!
—¡Yo pago la multa que sea, pero acelera!
Gruñe y pisa el acelerador, andando un poco más rápido. Yo me la paso
nervioso en todo el camino y mirando por la ventanilla, ella no puede irse.
Espero llegar a tiempo.
≪≪≪≪≪≪ ❀ ≫≫≫≫≫≫ ° °
—Los pasajeros con destino a Grecia, aborden por la puerta 4. Repito,
los pasajeros con destino a Grecia, aborden por la puerta número 4.
—¡Joder!
Me meto en la fila mientras oigo como todos protestan. Lanzo un
reguero de billetes que tuve que retirar del cajero a la mujer y pongo ambas
manos en el mostrador.
—Necesito el vuelo a Grecia que está por despegar ahora mismo.
—Disculpe, señor, pero ya están abordando...
—¡Por favor! —suplico— Mire, me escapé en medio de una boda
donde yo era el novio y ahora estoy aquí porque cometí un gran error, la
chica a la que quiero está por irse y no la veré nunca más...
—Tranquilo, tenga —me da el boleto—. ¿Ahora puede irse? Está
atrasando la fila.
Me giro hacia ellos y me miran como si me quisieran matar,
clavándome dagas en los ojos.
Sonrío y salgo corriendo otra vez, sólo tuve que pasar por el detector y
correr hasta la puerta en donde se irá Verena, que está por irse en unos
minutos.
Llego hasta la puerta y me centro en la última persona que está
entrando.
Es ella.
Veo a lo lejos como quita sus lágrimas y lleva su maleta hacia la puerta
de embarque, cuando entrega su boleto, yo corro hasta casi tropezarme y
llamar su nombre como un jodido loco.
—¡Verena! —no me escucha y elevo la voz— ¡¡Verena!!
Ella se voltea y mira a varios lados hasta centrarse en mí, la cual suelta
la maleta por el asombro, cayendo directamente al piso.
Le tiro el boleto al tipo y llego hasta ella, mi respiración está
entrecortada y sostengo mi pecho, estoy por morir. Pero antes tengo que
declararme.
—¿M-marlon? —se queda petrificada— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y
la boda? ¿Laila? —me señala— ¿Ese no es tu traje de boda?
Sigo respirando como si hubiese corrido un maratón, aunque así fue.
—¿Sabes? Te equivocaste de sitio, aquí no es la iglesia.
—Créeme que no me equivoqué de lugar, bella —recupero mi
compostura—. De verdad que tu idiotez no supera límites.
Examino su hermoso rostro y quito sus lágrimas, con mucho cuidado.
—¿Llorabas por mí?
—Pf, no te creas tan importante.
—Lo soy, porque soy tu prioridad, siempre lo seré.
—Claro que sí —dice, con ironía—. ¿Y dónde quedé yo? Porque por
todo lo que he pasado estas semanas, sólo me has estado dando vueltas
como un trompo —entrecierro mis ojos con una pequeña sonrisa—. Ah no,
pero si es para desflorarme y dejarme sin caminar ahí sí apareces ¿no?
¿Maldito cretino de mierda? Hablas de que soy cobarde. ¡Pero tú lo eres
mucho más porque no me dices qué es lo qué realmente sientes por mí y
estoy harta de siempre suplicarte disimuladamente para que...!
—Te amo —sostengo su rostro y se calla—. ¿Eso era lo qué querías
escuchar? Pues te lo repito. Sí, te amo, Verena.
Parpadea varias veces y esquiva mi mirada.
—Deja de mentirme. ¿Me lo dices cuándo justamente tienes una jodida
boda?
—Te lo digo porque acabo de escaparme de la jodida boda a medias y
me subí en una limusina donde casi nos alcanza la policía.
—¿Y todo eso para decirme qué me amas?
Ruedo los ojos, se me olvida que esta quisquillosa a veces tiene algunas
faltas de facultades mentales.
Sigo sosteniendo ambas de sus mejillas para que no pierda la mirada
con la mía.
—No, te digo esto porque el amor eterno siempre estuvo frente a mis
ojos y lo quise ignorar. ¿Te digo realmente lo qué quiero? Pues es mi turno:
Quiero que tú y yo viajemos por todo el mundo, que nos conozcamos y
hablemos millones de cosas por horas seguidas, que sé que es algo que se
nos da muy bien, que vivamos juntos, durmamos abrazados mientras vemos
la monja y comemos pizza de piña, que es algo que odio, pero contigo se
convierten en mis gustos favoritos —ella sonríe poco a poco con cada
palabra que digo—. Que tengamos una vida juntos, porque solo contigo veo
un futuro feliz, un futuro real, te amo y te lo repito otra vez, para que veas
que todo lo que te digo es en serio, y esta vez no dejaré que te vayas. No si
no estoy a tu lado.
Ella ríe por la impresión de mi discurso verídico. Nunca me he
expresado con ella de esa manera, y sabe que lo que le digo va en serio.
—¿Puedo besarte? —es lo único que dice y rozo mis labios con los
suyos.
—Más tonta no puedes ser —y finalmente, la beso.
Pero no es un beso que irá a otro nivel, es un beso cariñoso, reflejando
todo lo que siento por ella. Siento la electricidad en el tatuaje y parece que
ella también, porque se separa de mí.
—¿Tú también lo sientes?
Sostiene mi brazo y lo junta con el suyo, sus ojos brillan y me mira, con
una enorme sonrisa.
—Somos, mente, cuerpo y alma...
—Somos amor eterno —finalizo y la vuelvo a besar.
Escuchamos un carraspeo y ambos nos separamos para ver al guardia de
brazos cruzados.
—Disculpa por arruinar su momento de novela, pero tienen que abordar
el avión.
—No se preocupe, caballero. Muchos quisieran vivir nuestro momento
de telenovela.
La enana a mi lado ríe y le ofrezco mi mano para que caminemos a la
entrada del avión.
—Y dime, Marlon Villarreal, ¿cuándo nos casamos?
La abrazo por su hombro.
—Tengo mucho tiempo libre. Ahora nos toca planificar el mejor día de
nuestra vida.
Epílogo
Admiro desde el balcón la vista que me ofrece esta playa, el atardecer
de Grecia es precioso y eso era lo que más adoraba de vivir aquí.
El clima es soleado, tropical, fresco... todo lo que uno necesita para
poder pensar con claridad.
Aquí conseguí un buen futuro, hasta ya tengo mi propio trabajo, lo cual
me costó mucho, pero tener una de las agencias de modelaje más
reconocidas Nueva York, me hizo pensar que fue muy bueno volver.
Detallo mi anillo de rubí en forma de corazón y lo que representa, ni yo
misma lo sabía hasta que mi esposo me lo dijo.
Esta vez tenía que salir todo a la perfección, ya no habían más
obstáculos y estábamos preparados para ir al siguiente nivel.
Marlon mandó a hacer el anillo, y justo la forma de corazón que
representa el amor eterno.
Me recuerda que no solo basta dos años de casados para saber cuánto lo
amo, necesito una vida entera.
Escucho el vibrar de mi teléfono, salgo de mis cavilaciones, lo alcanzo
y sonrío al instante.
Cretino
Sí, sí, sería más romántico mandarte una carta. Pero siendote sincero,
no encontré papel y me da pereza escribir a mano.
Una nota que sí pude dejar, fue en tu regalo que está en la sala.
Feliz aniversario, quisquillosa insoportable.
Río y bajo a pasos rápidos hasta la sala, lo primero con lo que me cruzo,
es con el enorme ramo de rosas que está en el comedor. Esbozo una enorme
sonrisa y tomo la nota que está encima.
¿En serio hoy cumplo dos años de casado contigo?
Mierda, es cierto lo que dicen algunos...
Cuando estás con la persona que más amas en el mundo, los días, los
meses y los años, se convierten en minutos u horas.
Así me siento contigo, pero ya es algo que sabes, bella.
Feliz aniversario, señora Villarreal.
Doblo la nota y la dejo a un lado para oler las hermosas rosas que me
trajo. Cada vez me trae ramos mucho más grandes, si cargo este, sé que
caigo directamente al piso.
—Mejor no intentes agarrarlo, luego te quedas sin cabeza cuando te
desplomes.
Doy un respingo y ahí lo veo, más hermoso que nunca.
El gris de sus ojos brillando más cada día, desde lejos se le notan los
vellos de su barba, tiene sus shorts y camisa playera, pero me encanta más
así. Mi hombre es capaz de enamorar a cualquiera con sólo una mirada.
—¿Sabes qué nuestra casa en Nueva York está repleta de flores? Nada
más falta que me regales una parte del jardín de la Reina Isabel.
—Mejor no me des ideas, Verena. Porque sabes que me atrevo.
Ruedo mis ojos y me pongo de puntillas para besarlo, extrañaba al
idiota este.
Se suponía que era nuestro viaje de aniversario, pero me tuve que
adelantar porque él tenía un viaje de negocios, tres días sin verlo.
—Te diría que te extrañé, pero son cosas que ya sabes —se encoge de
hombros.
—Tranquilo, tus actos de romanticismo me los demuestras así.
—Y eres muy feliz con eso —su mirada pasa de mis ojos a sostener mi
cintura y analizar mi cuerpo de forma pícara—... Bueno, al menos puedo
demostrarte cuánto me gustas mientras te quito esto.
Le doy un manotazo.
—Déjate de perversidades.
—A ti te gustan los perversos, por eso estás con uno.
Y tiene razón, puede ser un pervertido y sucio, pero él busca cualquier
manera de hacerme feliz.
—¿Sabes algo? —me ofrece su mano y me lleva hasta afuera— No sé si
son cosas mías, pero cada año me estoy poniendo más alto y tú más
pequeña, debemos ir al médico a que te revisen tus problemas de estatura.
—Más idiota no puedes ser. Nadie te obligó a que te fijaras en una chica
tan enana como yo.
—¿Cómo no iba a hacerlo? Ese trasero tuyo me estaba pidiendo a gritos
que lo...
—Sí —tapo su boca—. Cállate y sigamos caminando.
Obedece luego de soltar una pequeña risita. Esta vez veo la playa desde
mucho más cerca y como gotas de agua caen en parte de mi cuerpo, cierro
mis ojos cuando la fresca brisa llega hasta mí y suspiro, nostálgica.
El atardecer está casi por ocultarse.
Al momento de abrir mis ojos para ver a Marlon, no hacía falta porque
ya él estaba deleitándome con la mirada.
—¿Qué tanto me miras? —enarco una ceja.
—Que cuando cierras los ojos tus pestañas son más largas.
—Vaya, qué observador —bromeo.
—En realidad estaba pensando en lo hermosa que eres, fue una muy
buena decisión que te dejarás crecer el fleco para ver tus ojos.
Resoplo y enrollo mis brazos en su cuello, dejando un beso en la punta
de su nariz.
—Marlon, mis ojos destellan felicidad ahora, ¿cómo no dejarlo crecer?
—Obvio, es que mi carisma enamora a cualquiera.
En sólo unos segundos, él me impulsa y me sostiene por las piernas, las
enrollo en su torso y alza su cabeza para mirarme.
—Así me gustas más, pero sería mejor si estuvieras saltando sobre mí.
Le saco mi lengua.
—Te odio.
—Yo también lo hago, por eso mismo te estoy agarrando para llevarte
hasta el agua.
—No —empieza a correr—... ¡Marlon!
Las palabras se atoran en el agua cuando él se tropieza y caemos de un
chapuzón. Tomo una bocanada de aire cuando salgo y le doy un empujón
cuando se parte de la risa.
—¡Tuviste que esperar a qué me quitara esto!
—Tranquila, bella. Te lo quitaré yo con mucho gusto.
—¿Lo hiciste a propósito?
Deja un beso fugaz en mi mejilla.
—Ya me conoces.
Nuestra mecánica funciona así, yo siempre riñéndole y él haciendo sus
jodidos chistes sexuales, para mí que en vez de ir al psicólogo se perdió en
un circo.
—Lindo bikini —murmura cuando me quita la blusa y la falda que lo
cubría.
—Me lo puse justo para ti —lo provoco.
—¿En serio? —sostiene su pecho— Me siento halagado cuando haces
estas cosas por mí.
Él tira la ropa a la orilla y estoy por reprenderlo, pero me calla al
instante porque sabía que lo iba a regañar. Él me carga justo como lo estaba
haciendo hace unos minutos, acariciando mi espalda en el proceso.
—Me recordé de algo —sonríe cuando se separa de mí.
—¿De qué?
—De que justo estábamos en esta misma posición y te dije que me
gustabas, lástima que no terminó bien.
Elevo mis labios en un rictus y peino su cabello mojado, luego paso mis
dedos por su pequeña barba y dejo un beso en su frente.
—Pasamos por tantas cosas, pero todo valió la pena ¿no? Finalmente
nos casamos y fue lo mejor que he podido recibir en mi vida, mi razón de
ser.
—Tú eres mi razón de ser, Verena.
Los latidos de mi corazón atacan, él los siente. Me baja y lleva su mano
a ese mismo lugar, donde esboza una gran sonrisa de orgullo.
—No te preocupes, tú también me pones así, bella —agarra mi mano y
deja un beso en mi anillo—. Me encanta verte con esto, es el significado de
todo el amor que te tengo.
—Me encanta cuando te pones romántico.
Bufa.
—Cállate y mejor bésame.
Carcajeo y en vez de besarlo, sostengo su rostro y le dejo besos en cada
parte, sin excepción.
—¿Me compras una pizza?
—Te compro la pizzería si quieres, pero nada de ver la monja.
—Bien —hago el signo de rendición—. ¿Qué quieres ver?
—Podemos ver Cincuenta sombras de Grey, así tú y yo podemos
recrear las escenas.
—Muerdo mi labio inferior.
—No me desagrada la idea.
• ────── ✾ ────── •
Marlon sale de la heladería y me da mi pequeño helado de ron con
pasas. Le doy un beso en su mejilla mientras hace una mueca de asco.
—Tengo miedo de tus gustos, de verdad que sí. Algún día te atreverás a
intoxicarme.
—¿Y qué me metan en la cárcel? Estás loco.
—¿Loco por ti? Sí, y no lo voy negar.
Ayer pasamos una noche un poco larga, amanecimos por las
perversidades y calenturas de este hombre. Pero como yo soy su
compañera, casi igual a él, le seguí el juego.
Como es nuestro último día, decidimos andar por las estrechas calles de
Grecia e ir a visitar varias tiendas.
Le compré varias cosas a Luca, le hubiese comprado a Alana y Esther,
pero técnicamente vivimos aquí por cuatro años.
Después de que Marlon y yo nos casamos, decidimos comprar nuestra
propia casa para nosotros, que de hecho no es tan grande, sólo es una de dos
pisos con más habitaciones que un laberinto. Casual.
Ver a Marlon y saber que sólo él y yo hemos estado juntos en todo este
tiempo, me hace pensar que necesitamos más compañeros.
—¿En qué piensas tanto? —mi esposo me regresa a realidad— Digo,
para seguirte el paso.
—Nada, solamente en lo mucho que extrañaré Grecia —miento, luego
le contaré—. Fue mi hogar por mucho tiempo.
Él me atrae y me abraza, sintiéndome cálida y en casa en sus brazos.
—La verdad es que me gusta cuando únicamente somos tú y yo —besó
mi coronilla—. Este es un lugar muy tranquilo, y me siento más en paz
contigo.
Cierro mis ojos, pienso en lo mucho que hemos cambiado y madurado
para bien. ¿Qué discutimos? Obvio, como cualquier pareja normal, pero
siempre nos reconciliamos porque tenemos comunicación, que era algo que
nos faltaba al principio.
—Todavía no te he dado tu regalo —intercedo cuando comenzamos a
caminar, aproximándonos al auto deportivo de Marlon.
—No lo necesito, hace dos años que lo tengo. ¿Lo olvidas?
Bufo y coloca las bolsas que le di en el asiento trasero.
—Es otra sorpresa mejor.
—Me das miedo a veces —entrecierra sus ojos y enciende el auto—.
Nuestros hijos te tendrán mucho miedo.
Vaya, la conexión que tenemos nunca falla.
Así como yo estaba pensando en hijos, él estaba haciendo lo mismo.
—¿Hijos?
—Sí —hace una mueca indecisa—. Digo, no es necesario que los
tengamos porque yo soy muy feliz contigo, claro que lo soy. Yo soy
primerizo en esto de tener compromiso con alguien y trato de ser un buen
esposo...
Suelto una risotada por lo nervioso que está y agarro su mano,
entrelazándola con la mía.
—¿Te gustaría tener hijos conmigo?
Él se detiene en una esquina en medio de la carretera, otra vez teniendo
el hermoso sol naranja de este precioso lugar.
—La verdad es que llevo mucho tiempo pensándolo, ¿sabes? Yo
recuerdo que lo que menos quería era tener hijos, pero al ver que nuestra
relación de alguna u otra manera es funcional y estable... ¿por qué no? O
sea, podríamos intentarlo ¡sólo si quieres! —recalca y vuelvo a reír— Ser
padres es algo de dos, y me alegraría mucho que ambos estemos preparados
para cuando llegue ese momento.
Acaricio sus mejillas y le brindo una sonrisa reconfortante.
—Ahora en la cabeza me vino un pequeño Marlon correteando por la
casa, y jodiendo, porque eso sí, será igual de insolente que tú.
—¿Qué me dices de ti? ¿Te imaginas a una mini Verena? Tendré que
soportar sus berrinches y dramas. Conociéndote a ti, lo más seguro tendrá
unos gustos muy raros o peores que los tuyos.
Bien, los dos queremos hijos. Es un pequeño avance.
Él vuelve a encender el auto luego de hablar un rato más sobre hijos. Yo
no estaba preparada... bueno, realmente no los quería, no quería escuchar
nada sobre ese tema, al igual que él.
Pero cuando amas a alguien como nosotros nos amamos, vale la pena
hacer el intento ¿verdad?
• ────── ✾ ────── •
Crucé a la farmacia para comprar el regalo de Marlon y entrarlo en una
bolsa. Esto fue algo que se me ocurrió de repente, vale la pena arriesgarse.
Marlon está sentado en el comedor y centra su mirada en mí cuando me
ve con la bolsa, suspira y deja su celular.
—Te dije que no era necesario que me compraras un regalo. Tu
terquedad ni un niño la tiene.
—Te va a encantar.
—Verena, ya te dije que...
—¡Ábrelo! —se asusta y toma la bolsa al instante, controlo mis ganas
de reírme, siempre funciona elevar la voz.
Saca la caja de forma rectangular y frunce el ceño, sé que está
haciéndose varias ideas en su cabeza de qué puede ser.
Abre la caja y saca la prueba de embarazo, señalando el objeto y mi
vientre al mismo momento.
—¿E-estás embarazada?
Niego y me hinco frente a él.
—No lo estoy, pero quiero regalarte esta prueba para que cuando tenga
los síntomas, no tengas que cruzar a la farmacia —bromeo.
—¿Eso quiere decir qué quieres intentarlo?
humedezco mis labios y sonrío, de boca cerrada.
—Tengo miedo, no voy a mentirte, demasiado. Pero no creo que
tengamos mucho que perder, nos tenemos mucha confianza y nos
conocemos muy bien el uno al otro. Como dijiste, ser padres es algo de dos,
y para mí sería un extraordinario privilegio ser la madre de tus hijos y
dártelos.
Deja la prueba a un lado y me incorpora para besarme, es uno de esos
besos que no son tan frecuentes, sólo lo hace cuando me quiere demostrar
cuánto me ama, aunque ya con sus acciones me demuestra que soy la única
para él.
Así como él lo es para mí.
—¿Tú crees qué yo sería un buen padre?
—pregunta con nerviosismo— ¿Crees qué me quiera? Yo no quiero que
me odie por un error mío...
—Cariño, eres magnífico. Nadie nace siendo el mejor padre del mundo;
tú y yo tenemos muchas cosas que aprender, tuvimos padres ausentes y los
tenemos aún —mi tono de voz se debilita por un momento—... pero no
seremos como ellos, de los errores se aprende, y sé que tú y yo no los
cometeremos.
—Ni siquiera estas embarazada y ya te comportas como una futura
madre —ambos sonreímos—. Espero que tú y yo hagamos lo mejor para
que se sientan bien.
—Ya hasta hablas en plural —enarco ambas de mis cejas—. ¿Cuántos
hijos quieres?
—Con dos estoy bien, pero que sea lo que tenga que ser, yo lo querré
desde el primer día, más porque será un hijo que tendré contigo.
Asiento y lo abrazo.
—Te amo.
—Yo también te amo, bella.
A pesar de todos los días, semanas, meses y años... La persona correcta
siempre esperará por ti y llegará en el momento indicado.
Marlon y yo estábamos destinados, pero no era nuestro momento.
Ahora, soy la persona más feliz del mundo al tenerlo conmigo. Las
trampas muchas veces llegan a ser acertadas, y te ayudan a descifrar una
barrera que no querías derrumbar.
Nos costó, sí. Pero al final, Marlon y yo derribamos todos los obstáculos
y ambos caímos en la trampa de enamorarnos y amarnos con locura.
Porque de eso se trata la vida, hay cosas buenas y cosas malas. Sea para
bien o para mal, habrán personas que se te cruzarán por el camino con una
intención, tú decides sí tomarla o no.
Por una simple trampa, terminé siendo esposa de mi jefe y enemigo.
Qué giros inusuales da la vida, ¿no?
Pero no me arrepiento. Al final, estoy donde necesitaba estar...
En casa.

Fin.
 

Capítulo extra: Dos grillos.


 
Marlon
 
 
Alejo mi vista de la pantalla por un segundo para ver qué están
haciendo. Se ven tranquilos, pero esos dos grillos son difíciles de manejar.
Ser su niñero no es cosa fácil, tener doble responsabilidad se me
complica, y más estas semanas en las que Verena ha estado un poco ausente
por los asuntos de su agencia.
Pero a mí en definitiva no me molesta, ella y yo tenemos nuestras
propias empresas y decidimos qué hacer o no, una ventaja de nuestra vida
funcional.
Sonrío cuando Emma se incorpora y corre con sus piernas cortitas hacia
mí. Ella tiene el pelo castaño y muy claro, así como yo, sus ojos son grises
pero en un tono oscuro.
—¿Me cargas? —alza sus brazos.
Enarco una ceja, tratando de ocultar mi sonrisa.
—¿Ya no estás muy grande? Tienes cuatro años.
—¡Mentira! —refunfuña y patalea— Quiero que me cargues.
Hace un puchero y accedo. Tiene los ojos igual de grandes que Verena,
con eso puede conseguir lo que quiera.
De paso llega el otro grillo, Oliver. Él sí se parece a Verena, pelo
castaño oscuro y ojos miel, en fin, mis dos hijos son preciosos.
Él se sube al sofá y me abraza junto con Emma. A veces ellos se ponen
de cariñosos, pero otras veces son un dolor de cabeza horrible, tienen edad
en la que se quieren comer el mundo ya.
—¿Y mamá? —me interroga mi hijo— Lleva mucho tiempo afuera.
—Está trabajando, enano. Pero tal vez esté por llegar.
—Eso espero —se cruza de brazos—. Tú cuentas los cuentos muy feos.
Frunzo el ceño, pero qué niño más insolente.
Eso sí, Emma y Oliver hablan fluido para su edad, algo que nos
sorprendió a Verena y a mí. Aunque bueno, yo siempre he podido hablar
bien de pequeño y Verena me contó que más o menos a los ocho años se le
entendía. Lo heredaron de mí.
La puerta se abre y mis hijos se bajan del sofá para correr hacia su
madre, la cual se agacha para recibirlos.
—¡Mis amores! —los llena de besos a ambos— Los extrañé tanto.
—Qué bueno que llegaste, mami —Emma se aferra en su cuello—.
Papá cuenta historias feas.
—¡Sí! —lo apoya el otro— Papá malo.
—Saben qué sigo aquí ¿verdad? —protesto y Emma sonríe.
—Pues por eso te lo decimos.
Verena ríe por el atrevimiento de los dos y los baja.
—Vayan a su habitación y subo en unos minutos. Elijan la mejor
historia posible, ¿de acuerdo?
Dan saltos de emoción y se van correteando a sus respectivos cuartos.
Verena deja su bolso a un lado y se tira a mi lado para abrazarme, está
exhausta.
—Te extrañé —beso su coronilla.
—Yo más. Lamento dejarte mucho tiempo con los niños, ya no pasará
tan seguido.
—No me molesta, son mis tumores, ¿lo recuerdas? —carcajea cuando le
dije la referencia y me le uno. Fue cuando Verena me mostró sus estudios
de embarazo y vi esas dos cositas que pensé que eran tumores, gracias a
Dios que al final terminaron siendo mis dos hijos— No entiendo de donde
sacan tanta energía, los tuve que bañar para que dejaran de revolotear.
—Y eso que tú querías niños correteando en la casa.
—Y créeme que soy el más feliz de tenerlos. Realmente esos niños se
ganaron una parte de mi corazón, aunque son demasiado lengua larga.
—Eso lo aprendieron de ti, cariño —me guiña un ojo y se levanta del
sofá—. Iré a dormirlos, ¿podrías buscarme el pijama?
—¿Y si mejor duermes sin nada? —sonrío, pícaramente.
—Quisiera, pero te conozco muy bien, Marlon. Tus intenciones son
macabras.
—Y te casaste conmigo, pésimo error.
—Mejor error querrás decir.
• ────── ✾ ────── •
Me detengo en la puerta de Oliver y veo por el rabillo del ojo como
Verena lo tiene abrazado por detrás y Emma aferrada en su cintura.
Que hermosa foto acabo de tirar con mis ojos. En definitiva, cuanta
mejor las historias que yo.
Verena siempre suele contarle historias a los dos juntos para que no se
sientan excluidos, cosa que hago yo también. Ambos queremos darles a
ambos la misma atención que necesitan, no queremos ser como nuestros
padres.
Entro a la habitación y mi esposa señala a Emma para que la cargue,
cosa que hago con cuidado. La niña me abraza al mismo instante y apoya su
cabeza en mi hombro.
—¿Un tutorial de cómo contar historias? —susurro.
Bufa y acomoda a Oliver, dándole un beso en la frente.
—Son mis instintos de madre, cariño. Ni yo sé cómo se duermen tan
rápidamente.
—Para mí que los aburres.
Me saca la lengua.
—Cállate.
Voy a la habitación de Emma y enciendo su lámpara de noche, le tiene
miedo a la oscuridad y se la tuve que comprar porque siempre gritaba con
que habían "mostros".
Al contrario a Oliver no le aterra, aunque ambos sean mellizos, tienen
diferentes personalidades.
Emma es un caos andante, todo lo que toca lo vuelve un huracán.
Oliver, aunque sea un poco igual a su hermana, él es mucho más
tranquilo y sereno.
Acuesto a mi hija en la cama y abraza su horrible peluche de dragón,
tiene los mismos gustos horribles que su madre.
Luego de cerrar la puerta, voy a nuestra habitación y veo a Verena salir
con su bata de seda.
—Mierda, no me hagas desmayarme, mujer.
Ella sonríe pícaramente y se pone de puntillas, pegándose a mí.
—Pues por eso me la puse —muerde el lóbulo de mi oreja—. Trataré de
ser silenciosa, no quiero incomodar a los niños.
Hemos tenido sexo seguido, pero siempre lo hacemos cuando los niños
están dormidos. Sería asqueroso que nuestros hijos nos descubran haciendo
atrocidades, son muy pequeños y no entenderían.
Verena y yo hemos sido muy responsables con su educación. No
tenemos planeado tener más hijos, estamos bien así, pero al ser primerizos,
tenemos que dar lo mejor.
—Te pondré cinta en la boca —ríe por lo bajo.
—¿Me amarrarás? Mira que estoy esperando lo inesperado de ti,
querido esposo.
—Pf, cada día te sorprendo más, bella.
La luz de la luna se cuela por la ventana y la beso lentamente,
acariciando todas las partes de su cuerpo. Mi esposa siempre será una
maldita diosa, y el que diga lo contrario, lo mato.
Le quito su bata y admiro su desnudez, a pesar de que el embarazo le
haya dejado varias estrías alrededor, a ella no le incomodan en absoluto.
Además que han ido desapareciendo con el tiempo porque se coloca
cremas.
Cada vez está más hermosa, tiene más curvas, más muslos, el cabello
largo, y ni hablar de sus ojos... Ella es magnífica.
Da una vuelta completa y me guiña un ojo.
Sí, estoy enamorado.
• ────── ✾ ────── •
Bajo las escaleras luego de cepillarme, soltando un gran bostezo. Verena
ya no estaba a mi par y se me hizo extraño, parece un perezoso cuando
duerme y hasta yo me levanto primero que ella.
Veo el reloj colgado en la pared y ya marca las 11 AM. Mi esposa y yo
nos dormimos como a las tres de la mañana… Y ya no es necesario decir el
porqué.
Escucho una risa infantil y me detengo en la puerta transparente de
nuestro enorme patio.
El sueño se me va cuando veo a Verena corriendo detrás de Emma y
Oliver. Ella los agarra ambos y se tira en el césped con ellos encima,
dándole varias cosquillas y besos a ambos.
Dios, a veces quiero tirar fotos de estos momentos, pero me quedo tan
embelesado como ellos tres que se me hace imposible moverme.
Mis ojos arden, brillan, se cristalizan… Ni siquiera lo sé, es un tipo de
emoción tan mágica y hermosa. Estoy seguro de que fue la mejor decisión
dejar mi primera boda y correr detrás de Verena para volverla a tener
conmigo.
Abro la puerta corrediza y Emma es la primera en correr hacia mí para
cargarla.
—¡Al fin despiertas! Mamá dijo que estuviste trabajando mucho en la
noche.
Le lanzo una mirada de advertencia y ella se hace la loca, desgraciada.
—Uf, sí. Cansadísimo estaba.
La bajo y me agacho hacia Oliver para chocar los cinco con él y
sentarlo en mi regazo.
—¿Dormiste bien, campeón? —asiente— Apuesto a que tu mamá ya te
cansó.
—¡Oye! —me reprende y Oliver se aleja de mí para corretear detrás de
Emma— Oliver es tan pacífico, Emma es un remolino andante.
Carcajeo y la atraigo hacia mí echando el mechón rebelde de su cabello
detrás de su oreja.
—Me gusta verte en el papel de madre, es tan inexplicable la forma en
la que me siento cuando veo así.
—Me di cuenta —me da un beso en los labios—. Tienes toda la vida
para verme así, más porque son los dos revoltosos que tuve contigo, eso
hace que los ame más a ellos, y también a ti.
Y ahí me doy cuenta que las peores decisiones terminan siendo las
mejores.
Fue una mala decisión lo que Verena y yo empezamos.
Fue una mala decisión cometer los errores que ambos hicimos.
Fue una mala decisión continuar teniendo nuestra relación sabiendo
todas las circunstancias que tuvimos que pasar.
Pero fue una buena decisión pensar sólo en nosotros y que nos
importara una mierda quienes sufrirían.
Porque al final, sólo somos ella y yo.
Corrección, solo somos Emma, Oliver, Verena y yo.
Por siempre.

Agradecimientos.
 
Muchas gracias, querido lector, por leer esta historia hasta el final,
espero que realmente te haya gustado la historia.
He trabajado durante meses para darles la mejor historia posible. Ojalá
que realmente la hayan disfrutado, llorado, reído, enojado… Bueno, todas
las emociones habidas y por haber.
Para mí es un gran honor que a mi corta edad, ya tenga dos libros auto
publicados en esta plataforma. Aunque sea mi trabajo, por otro lado disfruto
crear historias para ustedes y que sientan lo mismo que siento yo cuando las
escribo.
Muchas gracias a mis padres, mis amigas, mi prima —la principal
responsable de todo esto que he logrado—, mi tía,  a dos de mis maestros,
que también gracias a ellos muchísimas más personas me reconocen como
una escritora. A ustedes… Gracias y mil veces gracias.
 

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