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Universidad Nacional de Tres de Febrero

Licenciatura en Historia
Problemas de Historia Argentina
Prof. Mg Horacio Collazo
Alumno: Gustavo Carlos Espinosa
Legajo: 52398
Fecha: 07/10/2023
Actividad Unidad 10

CONSIGNAS:

¿Cuáles son los factores y estrategias de los actores políticos y sociales que ayudan a
explicar la sanción de la llamada Ley Sáenz Peña? ¿Cómo fue la reacción de las facciones
conservadoras ante el programa saenzpeñista de reforma política?

El impulsor de la reforma electoral, el presidente Roque Sáenz Peña, considerado


como parte de una tradición reformista, empezó su presidencia con una debilidad política
que fue aumentando con el tiempo, en paralelo al aumento de su debilidad física. Aunque no
hizo mucho para fortalecer su capital político entre su proclamación como sucesor
presidencial y su asunción como presidente electo, Sáenz Peña sin embargo mantenía
relaciones personales y políticas derivadas de su conexión con el grupo pellegrinista que
había abandonado la Convención en 1904. Con estas relaciones buscaba expandir su
influencia aprovechando su posición como sucesor presidencial y como presidente electo.
Sin embargo, la debilidad del saenzpeñismo y su posición minoritaria dentro del orden
conservador era algo muy evidente.
En el contexto político de debilidad, Sáenz Peña propuso una negociación con
Yrigoyen poco antes de asumir el mando. Esta propuesta no solo era conveniente para lograr
una reforma que incluyera a los radicales en el sistema, sino que también era potencialmente
útil para ampliar la base de operaciones del grupo gobernante. El éxito de esta operación
política fue suficiente para debilitar al principal núcleo opositor y disipar las dudas sobre un
posible rápido colapso político del presidente.

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La posición del saenzpeñismo en la prensa de Buenos Aires era desfavorable debido a
razones históricas, políticas coyunturales y enemistades personales. Para contrarrestar la
oposición de los diarios principales (La Nación y La Prensa), el saenzpeñismo intentó cooptar
el diario La Mañana y apoyó operaciones periodísticas en el diario Sarmiento.
La asunción de Sáenz Peña como presidente acentuó la debilidad política del grupo
reformador, ya que decidió alejarse de su principal apoyo, el presidente saliente, y de
aquellos que habían contribuido a su capital político y electoral. Aunque su mensaje de
despedida fue cortés, encubría el hecho de que las ambiciones políticas del figueroismo no
serían satisfechas en la nueva administración, lo que llevó a una rápida enemistad entre
ambos.
La operación de distanciamiento también se debía a la necesidad de Sáenz Peña de
crear su propio espacio político. Sin embargo, al prescindir de la estructura partidaria
existente, Sáenz Peña se encontraba sin ningún respaldo político. Tenía enfrente al
figueroismo, a los restos del roquismo y al partido socialista, quienes veían al nuevo gobierno
como una combinación de clericalismo y capitalismo internacional. Algunos incluso
especulaban que la presencia de ministros cercanos a la Iglesia podría llevar a la formación
de un nuevo partido liberal de oposición que agrupara a los diversos grupos anticlericales.
Sin embargo, Sáenz Peña tenía varios elementos a su favor. En primer lugar, contaba
con el poder que le otorgaba su posición presidencial. Además, tenía un programa de
reformas que era extremadamente popular entre la opinión pública. Aunque, los beneficios
políticos derivados de la popularidad de la reforma no eran automáticos. Aprovechando el
poder ejecutivo, Sáenz Peña buscó construir nuevas alianzas políticas, especialmente con
aquellos que estaban enemistados con Figueroa Alcorta, como el roquismo. Finalmente,
hubo un acercamiento efectivo entre los seguidores de Sáenz Peña y los roquistas. Además,
aprovechando su influencia parlamentaria, Sáenz Peña llevó a cabo una política activa de
acercamiento al grupo conservador de la provincia de Buenos Aires, que estaba vinculado al
gobernador Arias.
El hecho de que los opositores a la ley no pudieran expresarse abiertamente muestra
cuán generalizada era la creencia de que esa reforma, o alguna otra similar, contaba con un
amplio apoyo popular.

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Cuando comenzaron las discusiones de la ley electoral empezó una competencia en la
que diferentes posiciones se enfrentaron en la Cámara. Era curioso (según mencionaba el
diario La Nación) ver que la mayoría de los oradores parlamentarios se oponían a ciertos
artículos del proyecto de ley propuesto por el Poder Ejecutivo, pero luego esos mismos
artículos eran aprobados sin cambios por amplia mayoría. Esto se debía a la capacidad de
persuasión y presión del Poder Ejecutivo sobre los parlamentarios. El instrumento más
efectivo de presión era el presupuesto. Así comenzó un juego estratégico entre los diputados
cercanos al Ejecutivo, que retrasaban la aprobación del presupuesto en la Cámara de
Diputados para evitar su disolución, y la oposición conservadora, que retrasaba la aprobación
de la ley electoral en el Senado sabiendo que luego volvería a la Cámara baja para su
aprobación final.
Simultáneamente, se llevó a cabo una prolongada negociación con los radicales para
asegurar su participación en las elecciones provinciales de Santa Fe. Sin embargo, esta
negociación requirió que el gobierno diera múltiples giros para adaptarse a las cambiantes
demandas de los radicales. Inicialmente, los radicales exigieron el uso del padrón militar de
1902 para participar, pero más tarde cambiaron de opinión y exigieron el uso del nuevo
padrón confeccionado en 1911. A pesar de las complicaciones, finalmente se llegó a un
acuerdo satisfactorio.
El presidente y sus colaboradores se enfrentaron a varias dificultades para concretar
su objetivo de mejorar la oferta política mediante la promoción de nuevas candidaturas. Su
debilidad inicial y la inestabilidad política habían llevado a una disminución del consenso
entre los partidarios del antiguo régimen y no habían logrado ganar apoyo entre los
radicales. Estos últimos se habían convertido en aliados incómodos que se aprovechaban de
la debilidad del gobierno y de su urgencia por mantener al partido en el escenario electoral.
En 1912, el reformismo estaba debilitado y el presidente estaba cada vez más ausente
de la escena política debido a su enfermedad, lo que dificultaba el impulso de las acciones
gubernamentales. Otras reformas, como la reestructuración de las finanzas públicas, se
quedaron en el camino y llevaron a la renuncia del ministro de Hacienda, José María Rosa. El
reformismo saenzpeñista estaba llegando a su fin, habiendo generado una transformación
drástica en la política argentina que probablemente no estaba dentro de sus planes. Esta

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transformación no solo fue el resultado de una reforma electoral, sino de la combinación de
la naturaleza de la reforma y el momento en que se llevó a cabo.

¿Sobre qué bases se construyó la coalición saenzpeñista y cuál fue la actitud de Roque
Sáenz Peña hacia el proceso de declinación del PAN?

Sáenz Peña expresaba su optimismo reformista y su certeza de que el Centenario era


el momento adecuado para una reforma electoral. Creía en la necesidad de acabar con los
liderazgos personalistas y el dominio de las clientelas electorales, promoviendo la formación
de partidos "orgánicos" e "impersonales". Sin embargo, se destaca que la coalición que
apoyaba la candidatura de Sáenz Peña, la Unión Nacional, no cumplía con estas
características y se asemejaba más a los partidos tradicionales del antiguo régimen
conservador. La Unión Nacional era una coalición heterogénea de notables porteños,
políticos de la provincia de Buenos Aires y representantes de partidos provinciales,
incluyendo facciones opositoras.
la coalición saenzpeñista era una unión de grupos antirroquistas que permitía el
regreso a la política de líderes marginados por la maquinaria política roquista. Sáenz Peña
también enfatizó que su candidatura representaba el regreso de una "jerarquía social y
política" a la política partidaria. Sin embargo, se observaba en el funcionamiento de la Unión
Nacional algunos comportamientos similares al antiguo autonomismo roquista, a pesar de la
presencia de notables y representantes de las clases propietarias en el grupo fundador. La
estructura organizativa de la coalición recordaba a la organización tradicional del PAN.
La formación de una coalición antirroquismo trajo de vuelta a la vida política a varios
grupos, como los antiguos juaristas y los católicos que se habían opuesto a las leyes laicas en
la década de 1880. Aunque el conflicto religioso no había dividido a los alineamientos
políticos, los católicos participaron en coaliciones opositoras al roquismo. En el momento del
Centenario, destacados dirigentes católicos se unieron a la Unión Nacional en apoyo a Sáenz
Peña, lo que generó debates internos con políticos que se identificaban con el liberalismo
secularizador del orden conservador.

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La participación de los católicos en la política a finales del período conservador se
comprende mejor al reconocer la existencia de varios grupos antirroquistas que buscaban
acabar con el control del Partido Autonomista Nacional (PAN)
En ausencia de un fuerte liderazgo por parte del presidente y la dispersión de la
estructura del PAN, el universo de facciones y grupos políticos se volvió aún más
fragmentado entre 1910 y 1912. Sáenz Peña se negó a formar un partido político que
respaldara su gobierno, abandonando así el papel tradicional del presidente de unir y
fusionar diferentes facciones políticas bajo la estructura flexible de un partido nacional.
Además, el compromiso del gobierno con la reforma electoral introdujo un nuevo clivaje en
la política nacional, lo que llevó a las facciones en el Congreso y en la política provincial a
formar alianzas basadas en el apoyo o la oposición a los cambios en la legislación electoral.
El contraste entre las actitudes y estrategias de las facciones conservadoras antes y
después de los primeros experimentos electorales bajo la nueva ley electoral se vuelve más
evidente cuando se observa que, anteriormente, los restos del roquismo consideraban a los
figueroístas como su principal enemigo político y responsables de su declinación. En cambio,
los saenzpeñistas no se percibían como una amenaza importante y podían convertirse en
posibles aliados en la lucha facciosa, ya que no les habían hecho daño mientras ellos sí
habían enfrentado dificultades.
Sáenz Peña anunció su decisión de no involucrarse en la política partidaria,
argumentando que la presidencia debía estar por encima de los partidos políticos. Esta
decisión tuvo varias consecuencias: en primer lugar, causó una profunda crisis en la Unión
Nacional, que esperaba convertirse en el nuevo partido oficial; en segundo lugar, supuso una
ruptura total con la política tradicional basada en acuerdos entre las máquinas políticas
provinciales y el presidente; y en tercer lugar, al rechazar el apoyo tradicional de las
máquinas políticas, el gobierno nacional mostró debilidad inicial en su relación con la
oposición en el Congreso y los gobiernos provinciales adversarios.
Por otro lado, la elite política percibía que una era política estaba llegando a su fin, lo
cual se evidenciaba en el rechazo de Roca a participar en cualquier acuerdo político. Además,
la década anterior al Centenario había sido testigo de la muerte de varios miembros de la

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generación anterior de políticos, lo que debilitó al grupo saenzpeñista y condujo a la
desintegración de círculos políticos.
Las divisiones internas dentro del universo conservador y la ausencia de una
estrategia unificada de oposición al proceso de reforma electoral son las razones principales
que explican la aprobación de la ley 8871, la cual estableció el sistema de "lista incompleta"
como medida para garantizar la representación de las minorías. El gobierno nacional, que
carecía de un partido oficial debido a la renuencia de Sáenz Peña a liderar una agrupación
política, debió negociar constantemente y utilizar los recursos disponibles del Ejecutivo para
asegurar el respaldo de los legisladores y gobernadores. Inicialmente, los miembros de la
élite política conservadora no temían el fin de su dominio político, aunque había ciertos
escépticos y disidentes frente a la reforma. Sin embargo, los éxitos electorales del
radicalismo en algunos distritos, gracias a la implementación de la reforma, comenzaron a
suscitar preocupación por la falta de un partido conservador unificado. Para el año 1916, la
Unión Cívica Radical logró adaptarse al proceso de democratización política y a las nuevas
formas de hacer política, consolidándose como mediadores entre el electorado y las
instituciones representativas.

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