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Alemanes, austriacos, italianos, judíos, nazis, anarquistas y católicos rajaron esas enormes

rocas bajo la mirada igualmente cortante del capataz de apellido Labandera, o Lavandera.
La necesidad del tren para llevar el granito gris extraído de la cantera hacia Montevideo como
material usado en la escollera Sarandí y la base de la Torre de las Telecomunicaciones, fue lo
que dio nacimiento al pueblo de Cufré, en el año 1.898. Otros trabajadores, también europeos,
tendieron las vías y la estación de AFE se convirtió en el centro; las locomotoras hicieron el
resto para que brotara el pueblo, igual que tantos otros poblados que nacieron, vivieron y
también murieron en relación de dependencia con el ferrocarril.
El pueblito tomó el nombre del arroyo y éste de un faenero de tiempos de la conquista de
apellido Jofreé, que los locales tradujeron al criollo: Cufré.
La cantera de Cufré es conocida con el nombre de “Lavandera” que, como queda dicho, era el
apellido del capataz que cumplía la función de vigilar el desempeño de los trabajadores
durante el primer período de la misma, que abarca los años comprendidos desde 1920 hasta
1942. En la cantera se formaron poblaciones para que los obreros tuvieran, luego del agotador
trabajo, un lugar donde descansar.
Así, cada casa era ocupada por dos familias, las cuales a su vez disponían de un molino que
les suministraba agua. En los primeros años, las piedras de la cantera tenían como lugar de
destino Argentina, hasta 1926 donde por dos años, los bloques eran enviados a Montevideo
con el fin de usar el material en la escollera Sarandí y la base de la Torre de las
Telecomunicaciones de Antel. Luego los bloques pasaron a ser enviados a Juan Lacaze y
Colonia del Sacramento hasta el cierre de la cantera en el año 1942, que se encontraba en tal
momento en manos de un alemán, cuando Uruguay rompió relaciones con la Alemania nazi.
De acuerdo a los apuntes de la señora Belkys Tourn, existe la posibilidad de que el cierre de la
cantera se deba a que la República Argentina comenzó a explotar la piedra de Tandil y que ello
haya repercutido en la actividad económica de dicha Cantera.
La cantera vuelve nuevamente a reabrir en la década de los 70’ hasta comienzos de la
década de los 90’, en cuyo período fue dueño de la cantera un extranjero conocido como “el
japonés”.
En esta etapa se implementaron nuevas tecnologías que reflejaron un avance con respecto
al período anterior; se incluye una grúa para levantar las piedras, que sustituye en parte la
fuerza humana empleada anteriormente y un generador de energía que se alimentaba de la
fuerza del arroyo. Posteriormente (se desconoce el año exacto) el tren dejó de pasar, y en
sustitución del mismo comenzaron a funcionar camiones para trasladar los bloques de piedra.
Finalmente, la cantera cierra definitivamente en la década de los 90’ debido a que el granito
comenzó a poblarse de carbón, provocando que las piedras se partieran, volviéndose así
inútiles para su uso.
Es preciso aclarar, que los pocos registros existentes acerca del funcionamiento de la
cantera en aquella época, si bien todos parten de una misma base y manejan más o menos la
misma información, no coinciden con exactitud en lo que refiere al tiempo en el que los
hechos se fueron dando, además de que no se puede confirmar la validez de algunos de ellos.
Durante los años que la cantera estaba en marcha, además de los accidentes laborales
(“varios dedos cortados por las rocas, algunas costillas rotas por proyectiles de granito
lanzados por las explosiones, la piel de algún pie arremangada por un bloque”), fueron varios
los suicidios de tales trabajadores que se pueden mencionar (ahorcados, por ingerir pastillas,
etc.).
En la actualidad, si nos acercamos al campo en cuestión podemos presenciar, como registro
material de aquella época, una casona abandonada, y unas piedras a medio cortar, todo
cubriéndose de a poco por el musgo, tal vez lo más impactante y que impone carácter al
paisaje es un majestuoso muro de piedra, que aparece como guardián de innumerables
historias.
La casa mencionada, anteriormente según atestiguan los habitantes del pueblo, está
embrujada:
“...Se mueven los muebles, los dueños actuales ya la han hecho ¨limpiar¨ varias veces con
curanderos, curas y rabinos. Deben de ser los difuntos Guiseppe, Francesco y el Vasco
haciendo picardías en la casa del capataz. O tal vez sea que la mismísima tierra tiene memoria
y tiembla sola, aun después de 20 años”.
Tanto la vista que otorgan las piedras al paisaje como estas historias, más allá de que no
sean más que leyendas, contribuyen al misterio y encanto del lugar, volviendo a este un punto
turístico del pueblo.

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