Los Acólitos es un poema de horror cósmico de la escritora
norteamericana Lilith Lorraine (1894-1967) —seudónimo de Mary Maude Dunn—, publicado originalmente en la edición de primavera de 1946 de la revista The Acolyte. Los Acólitos, uno de los poemas de Lilith Lorraine más interesantes, apareció en la última entrega de The Acolyte, y es un homenaje a todos los autores y ensayistas que contribuyeron en la revista a lo largo de catorce números, enfocados en estudiar la obra de H. P. Lovecraft después de su muerte en 1937 y expandir el universo de los Mitos de Cthulhu. Si el Círculo de Lovecraft [Smith, Howard, Bloch, etc.] estaba constituido por amigos y corresponsales del Genio de Providence, The Acolyte pertenece a una segunda fase de los Mitos, conformada por autores que, en la mayoría de los casos, no tuvieron contacto directo o por correspondencia con Lovecraft, pero que trabajaron incansablemente en estudiar y difundir su obra. Estos son los «acólitos» a los que se refiere el poema de Lilith Lorraine. Esta segunda fase de Acólitos tendría su fecha de caducidad alrededor de 1960, donde surgió la primera generación de autores lovecraftianos post- Lovecraft. Pero los Acólitos, que no formaban parte del «club privado» [el Círculo], fueron los primeros en establecer que la obra del Maestro de Providence era, no ya un subgénero de la ficción, sino una tradición capaz de perdurar más allá de la muerte del líder carismático y sus discípulos más cercanos.
Caminan apartados de los hombres, los Acólitos,
por aguas estancadas y putrefactos sepulcros, susurrando placeres delirantes y ocultos, mientras dioses jóvenes mueren entre sus adoradores
Los Acólitos comienza refiriéndose a los Primordiales [Elder Things,
también conocidos como Old Ones y Elder Ones], lo cual plantea una dificultad. Sabemos que estos seres llegaron a la Tierra cuando esta era joven. Anteriormente habían sembrado vida en cientos de otros mundos. Construyeron una gran ciudad-base cerca del Polo Sur, y desde allí se expandieron para colonizar el planeta. Es posible que hayan creado a Ubbo- Sathla, la fuente de toda la vida terrenal, y una raza de servidores, los shoggoth, así como muchas otras formas de vida, incluida la humana [ver: Lovecraft y la IA: el futuro es de los Shoggoth] Los Primordiales poseían una cultura tan desarrollada como alienígena [desde nuestra perspectiva]. Su arquitectura evidencia un patrón de cinco puntas que, según se cree, imita su desconcertante anatomía: una especie de cilindro del cual brotaba una cabeza en forma de estrella de mar con un ojo al final de cada apéndice. Ahora bien, los Primordiales fueron creados por Lovecraft. Su primera aparición se produjo en la novela de 1936, En las Montañas de la Locura. Además de eso, el Genio de Providence solo nos dejó un par de referencias adicionales en Los sueños en la Casa de la Bruja y La Sombra fuera del Tiempo. El nombre de estos seres se presta a la confusión. Los Primordiales, llamados Old Ones en otras historias, no son los Primigenios [Great Old Ones] mencionados en El Horror de Dunwich y La Llamada de Cthulhu. La distinción es vaga, y se debe a que los narradores de cada historia suelen proponer nombres alternativos, a veces traduciendo aproximadamente los nombres dados por diferentes pueblos nativos de todo el mundo. Lovecraft nunca se preocupó por organizar su panteón con una nomenclatura consistente. Fueron los Acólitos, e incluso nosotros, sus lectores y admiradores, quienes nos esforzamos por sistematizar a estos seres como lo hacemos con el reino animal. Es interesante que Lilith Lorraine haya comenzado su poema refiriéndose a esta categoría incierta, los Primordiales, que solo es un intento de poner orden en el Caos, de darnos una clasificación coherente que Lovecraft nunca proporcionó. En lo personal me resulta muy divertido examinar a estas criaturas, pero es bueno recordar que el propio Lovecraft no era consistente con las terminologías y las líneas temporales. Para él eran sólo herramientas para crear un escenario, una atmósfera. La mayoría de las categorías con las que hoy estamos familiarizados fueron establecidas más tarde por August Derleth . Los Acólitos de Lilith Lorraine no es un gran poema, ni siquiera estoy seguro de que sea un buen poema, pero quizás es el único que reivindica a esta segunda oleada de autores adyacentes al propio líder carismático y sus discípulos más próximos, pero que hicieron muchísimo para perpetuar la tradición lovecraftiana en la cultura popular. En este sentido, la palabra «acólito» es pertinente. Proviene del griego akolouthos [prefijo a, «junto con»; y keleuthos, «camino», «sendero», «viaje»]; es decir, «seguidor», no en términos doctrinales, sino alguien que acompaña, que recorre el mismo camino. LOS ACÓLITOS
Lilith Lorraine (1894-1967)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli)
Los Primordiales se agitan mientras los rojos sementales
del caos mordisquean sus extremidades con rabia; y envían a sus mensajeros que irradian orgullo por el conocimiento de su extranjería.
Caminan apartados de los hombres, los Acólitos,
por aguas estancadas y putrefactos sepulcros, susurrando placeres delirantes y ocultos, mientras dioses jóvenes mueren entre sus adoradores.
Sueñan con tenebrosas dimensiones donde las torres
de Yuggoth perforan la corrupta y celestial cúpula, donde estrellas muertas flotan como flores perversas sobre mares sin mareas de envenenada espuma.
Negros cirios brillan en decrépitos templos,
los patrones se fusionan –lo bueno, lo malo–, ya no resplandecen las familiares estrellas de antaño, y yo... y yo... estoy curiosamente contento.