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Jardín de octubre
Nos encontramos ante un texto de Antonio Machado, de su obra Soledades. Galerías. Otros poemas , de
su primera época, con influencia del Modernismo. Esta influencia la podemos apreciar en varios recursos
del texto.
Un primer elemento que ayuda a encuadrar este texto en el movimiento modernista es el uso de una rica
adjetivación. La poesía modernista es una poesía muy detallista y, para ello, emplea un gran número de
adjetivos que dotan al texto de precisión, de detallismo. Esto lo apreciamos en adjetivos como
“cristalino”, “puro”, “secretas”, “tranquilas”…
Otro recurso que encuadrar este texto en el Modernismo es la evasión. El poeta modernista busca
evadirse de la realidad y para ello recurre a otras épocas, como la medieval, con sus elementos típicos
(“hada”). Junto a esa evasión temporal, el poeta emplea una serie de elementos que dotan al texto de un
ambiente lujoso, exótico, un ambiente que lo aleja de la realidad, con elementos como “el vino de oro” o
“la copa cristalina”.
El texto gira en torno al tema de la muerte y, para desarrollarlo, Machado emplea una serie de
imágenes que son típicas del Modernismo y que se vinculan con ese tema. Son imágenes como las
“galerías”, “el camino”, los “sueños”, la “tarde”, elementos que los poetas vinculan con la muerte (el final
del camino de la vida; el final del día, la tarde o el ocaso…).
Métricamente, el poeta recurre a una de las formas preferidas del poeta modernista, el romance, de
claro carácter medieval, con lo que volvemos a enlazar con esa evasión en el tiempo. Pero aquí el poeta
no emplea un romance típico, sino que el poeta lo pasa por el rodillo modernista y le impregna de
características especiales, como es el uso de versos largos, como el endecasílabo combinados con versos
cortos, como los heptasílabos, recurriendo así a lo que se conoce como una silva arromanzada.
Textos del Modernismo: Antonio Machado
Fue una clara tarde, triste y soñolienta —No sé qué me dice tu copla riente
tarde de verano. La hiedra asomaba de ensueños lejanos, hermana la fuente.
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente sonaba. Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
Rechinó en la vieja cancela mi llave; yo sé que es lejana la amargura mía
con agrio ruido abrióse la puerta que sueña en la tarde de verano vieja.
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta. Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
En el solitario parque, la sonora mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
copia borbollante del agua cantora cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía. —Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.
La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente? Fue una clara tarde del lento verano...
Fue una tarde lenta del lento verano. Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
Respondí a la fuente: y en la clara tarde dijeron tu pena.
No recuerdo, hermana, Dijeron tu pena tus labios que ardían;
mas sé que tu copla presente es lejana. la sed que ahora tienen, entonces tenían.
—Fue esta misma tarde: mi cristal vertía —Adiós para siempre la fuente sonora,
como hoy sobre el mármol su monotonía. del parque dormido eterna cantora.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares, Adiós para siempre; tu monotonía,
que ves, sombreaban los claros cantares fuente, es más amarga que la pena mía.
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama, Rechinó en la vieja cancela mi llave;
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?... con agrio ruïdo abrióse la puerta
Fue esta misma lenta tarde de verano. de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.
(de Soledades)
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En el balcón, un momento
nos quedamos los dos solos;
desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.
Le dije que iba a besarla;
la pobre bajó los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.
Las hojas muertas caían
en el jardín silencioso,
y en el aire fresco erraba
un perfume de heliotropos.
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
De La soledad sonora
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
desde la dulce mañana
de aquel día éramos novios.
-El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño-.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.
-Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos-.
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
Juan Ramón Jiménez, Alegría nocturna, en Baladas de primavera
¡Allá va el olor
de la rosa!
¡Cójelo en tu sinrazón!
¡Allá va la luz
de la luna!
¡Cójela en tu plenitud!
¡Allá va el cantar
del arroyo!
¡Cójelo en tu libertad!
Juan Ramón Jiménez, Un jardín que nos consuele,de Jardines lejanos