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Antonio Machado

Pequeña antología poética


(Partimos de la selección elaborada por el profesor José María
González-Serna, en su sitio Aula de Letras 1, a la que hemos añadido
algunos poemas más)

Ciclo de Soledades
He andado muchos caminos... La noria
La plaza y los naranjos encendidos... Las moscas
Recuerdo infantil Hastío
Fue una clara tarde, triste y soñolienta... Anoche cuando dormía...
Yo escucho los cantos… ¿Mi corazón se ha dormido?...
Yo voy soñando caminos... Leyendo un claro día...
Amada, el aura dice... Desgarrada la nube...
Preludio Es una tarde cenicienta y mustia…
Daba el reloj las doce... y eran doce... Desnuda está la tierra...
Las ascuas de un crepúsculo morado... Eran ayer mis dolores...
Me dijo una tarde… En medio de la plaza y sobre tosca
Era una mañana y abril sonreía... piedra...

He andado muchos caminos...


He andado muchos caminos, Y en todas partes he visto
he abierto muchas veredas; gentes que danzan o juegan,
he navegado en cien mares, cuando pueden, y laboran
y atracado en cien riberas. sus cuatro palmos de tierra.
En todas partes he visto Nunca, si llegan a un sitio,
caravanas de tristeza, preguntan a dónde llegan.
soberbios y melancólicos Cuando caminan, cabalgan
borrachos de sombra negra, a lomos de mula vieja,
y pedantones al paño y no conocen la prisa
que miran, callan, y piensan ni aun en los días de fiesta.
que saben, porque no beben Donde hay vino, beben vino;
el vino de las tabernas. donde no hay vino, agua fresca.
Mala gente que camina Son buenas gentes que viven,
y va apestando la tierra... laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

1
Puedes encontrar dicha selección, junto con más documentos sobre Antonio Machado, en la dirección
http://www.auladeletras.net/machado/Comprender_a_Antonio_Machado/Inicio.html

Antología Antonio Machado - 1


La plaza y los naranjos encendidos... La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
La plaza y los naranjos encendidos
Fue una tarde lenta del lento verano.
con sus frutas redondas y risueñas.
Respondí a la fuente:
Tumulto de pequeños colegiales
No recuerdo, hermana,
que, al salir en desorden de la escuela,
mas sé que tu copla presente es lejana.
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas. Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¡Alegría infantil en los rincones
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
de las ciudades muertas!...
que ves, sombreaban los claros cantares
Y algo nuestro de ayer, que todavía que escuchas. Del rubio color de la llama,
vemos vagar por estas calles viejas! el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...
Fue esta misma lenta tarde de verano.
Recuerdo infantil
—No sé qué me dice tu copla riente
Una tarde parda y fría de ensueños lejanos, hermana la fuente.
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía Yo sé que tu claro cristal de alegría
de lluvia tras los cristales. ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
Es la clase. En un cartel que sueña en la tarde de verano vieja.
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel, Yo sé que tus bellos espejos cantores
junto a una mancha carmín. copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
Con timbre sonoro y hueco cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco, —Yo no sé leyendas de antigua alegría,
que lleva un libro en la mano. sino historias viejas de melancolía.

Y todo un coro infantil Fue una clara tarde del lento verano...
va cantando la lección: Tú venías solo con tu pena, hermano;
"mil veces ciento, cien mil; tus labios besaron mi linfa serena,
mil veces mil, un millón". y en la clara tarde dijeron tu pena.

Una tarde parda y fría Dijeron tu pena tus labios que ardían;
de invierno. Los colegiales la sed que ahora tienen, entonces tenían.
estudian. Monotonía —Adiós para siempre la fuente sonora,
de la lluvia en los cristales. del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
Fue una clara tarde, triste y soñolienta...
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
Fue una clara tarde, triste y soñolienta con agrio ruïdo abrióse la puerta
tarde de verano. La hiedra asomaba de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
al muro del parque, negra y polvorienta... sonó en el silencio de la tarde muerta.
La fuente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta Yo escucho los cantos
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave Yo escucho los cantos
golpeó el silencio de la tarde muerta. de viejas cadencias,
En el solitario parque, la sonora que los niños cantan
copia borbollante del agua cantora cuando en coro juegan,
me guió a la fuente. La fuente vertía y vierten en coro
sobre el blanco mármol su monotonía. sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas

Antología Antonio Machado - 2


las fuentes de piedra: La tarde más se oscurece;
con monotonías y el camino se serpea
de risas eternas, y débilmente blanquea,
que no son alegres, se enturbia y desaparece.
con lágrimas viejas, Mi cantar vuelve a plañir:
que no son amargas
Aguda espina dorada,
y dicen tristezas,
quién te volviera a sentir
tristezas de amores en el corazón clavada.
de antiguas leyendas.
En los labios niños,
las canciones llevan Amada, el aura dice...
confusa la historia Amada, el aura dice
y clara la pena; tu pura veste blanca...
como clara el agua No te verán mis ojos;
lleva su conseja ¡mi corazón te aguarda!
de viejos amores,
que nunca se cuentan. El viento me ha traído
Jugando, a la sombra tu nombre en la mañana;
de una plaza vieja, el eco de tus pasos
los niños cantaban... repite la montaña...
La fuente de piedra No te verán mis ojos;
vertía su eterno ¡mi corazón te aguarda!
cristal de leyenda. En las sombrías torres
Cantaban los niños repican las campanas...
canciones ingenuas, No te verán mis ojos;
de un algo que pasa ¡mi corazón te aguarda!
y que nunca llega:
la historia confusa Los golpes del martillo
y clara la pena. dicen la negra caja;
Seguía su cuento y el sitio de la fosa,
la fuente serena; los golpes de la azada...
borrada la historia, No te verán mis ojos;
contaba la pena. ¡mi corazón te aguarda!

Yo voy soñando caminos... Preludio


Yo voy soñando caminos Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
de la tarde. ¡Las colinas poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
doradas, los verdes pinos, Acordaré las notas del órgano severo
las polvorientas encinas!... al suspirar fragante del pífano de abril.

¿Adónde el camino irá? Madurarán su aroma las pomas otoñales,


Yo voy cantando, viajero, la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
a lo largo del sendero... exhalarán su fresco perfume los rosales,
—La tarde cayendo está—. bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

En el corazón tenía Al grave acorde lento de música y aroma,


la espina de una pasión; la sola y vieja y noble razón de mi rezar
logré arrancármela un día; levantará su vuelo suave de paloma,
ya no siento el corazón. y la palabra blanca se elevará al altar.

Y todo el campo un momento


se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

Antología Antonio Machado - 3


Daba el reloj las doce... y eran doce... Era una mañana y abril sonreía...
Daba el reloj las doce... y eran doce Era una mañana y abril sonreía.
golpes de azada en tierra... Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
... ¡Mi hora! —grité— ... El silencio
cual tenue ligera quimera, corría
me respondió: —No temas;
la nube que apenas enturbia una estrella.
tú no verás caer la última gota
............................................................................
que en la clepsidra tiembla.
Como sonreía la rosa mañana
Dormirás muchas horas todavía al sol del Oriente abrí mi ventana;
sobre la orilla vieja y en mi triste alcoba penetró el Oriente
y encontrarás una mañana pura en canto de alondras, en risa de fuente
amarrada tu barca a otra ribera. y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
Las ascuas de un crepúsculo morado... de mi casa al viento... El viento traía
Las ascuas de un crepúsculo morado perfume de rosas, doblar de campanas...
detrás del negro cipresal humean... Doblar de campanas lejanas, llorosas,
En la glorieta en sombra está la fuente suave de rosas aromado aliento...
con su alado y desnudo Amor de piedra, ... ¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
que sueña mudo. En la marmórea taza ¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
reposa el agua muerta. ...............................................................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
Me dijo una tarde La tarde de abril sonrió: La alegría
pasó por tu puerta —y luego, sombría:—
Me dijo una tarde
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra, La noria
mata tus palabras La tarde caía
y oye tu alma vieja. triste y polvorienta.
Que el mismo albo lino El agua cantaba
que te vista sea su copla plebeya
tu traje de duelo, en los cangilones
tu traje de fiesta. de la noria lenta.
Ama tu alegría Soñaba la mula
y ama tu tristeza, ¡pobre mula vieja!,
si buscas caminos al compás de sombra
en flor en la tierra. que en el agua suena.
Respondí a la tarde La tarde caía
de la primavera: triste y polvorienta.
Tú has dicho el secreto Yo no sé qué noble,
que en mi alma reza: divino poeta,
yo odio la alegría unió a la amargura
por odio a la pena. de la eterna rueda
Mas antes que pise la dulce armonía
tu florida senda, del agua que sueña,
quisiera traerte y vendó tus ojos,
muerta mi alma vieja. ¡pobre mula vieja!...
Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia.

Antología Antonio Machado - 4


Las moscas hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
Vosotras, las familiares, el parque mustio y dorado...
inevitables golosas; ¡Qué largamente ha llorado
vosotras, moscas vulgares, toda la fronda marchita!
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril, Anoche cuando dormía...
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil! Anoche cuando dormía
¡Moscas del primer hastío soñé, ¡bendita ilusión!,
en el salón familiar, que una fontana fluía
las claras tardes de estío dentro de mi corazón.
en que yo empecé a soñar! Di, ¿por qué acequia escondida,
Y en la aborrecida escuela, agua, vienes hasta mí,
raudas moscas divertidas, manantial de nuestra vida
perseguidas de donde nunca bebí?
por amor de lo que vuela Anoche cuando dormía
—que todo es volar—, sonoras, soñé, ¡bendita ilusión!,
rebotando en los cristales que una colmena tenía
en los días otoñales... dentro de mi corazón;
Moscas de todas las horas, y las doradas abejas
de infancia y adolescencia, iban fabricando en él,
de mi juventud dorada; con las amarguras viejas,
de esta segunda inocencia, blanca cera y dulce miel.
que da en no creer en nada; Anoche cuando dormía
de siempre... Moscas vulgares, soñé, ¡bendita ilusión!,
que de puro familiares que un ardiente sol lucía
no tendréis digno cantor: dentro de mi corazón.
yo sé que os habéis posado Era ardiente porque daba
sobre el juguete encantado, calores de rojo hogar,
sobre el librote cerrado, y era sol porque alumbraba
sobre la carta de amor, y porque hacía llorar.
sobre los párpados yertos Anoche cuando dormía
de los muertos. soñé, ¡bendita ilusión!,
Inevitables golosas, que era Dios lo que tenía
que ni labráis como abejas dentro de mi corazón.
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas, ¿Mi corazón se ha dormido?...
vosotras, amigas viejas,
¿Mi corazón se ha dormido?
me evocáis todas las cosas.
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
Hastío la noria del pensamiento,
Pasan las horas de hastío los cangilones vacíos,
por la estancia familiar girando, de sombra llenos?
el amplio cuarto sombrío No, mi corazón no duerme.
donde yo empecé a soñar. Está despierto, despierto.
Del reloj arrinconado, Ni duerme ni sueña, mira,
que en la penumbra clarea, los claros ojos abiertos,
el tictac acompasado señas lejanas y escucha
odiosamente golpea. a orillas del gran silencio.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;

Antología Antonio Machado - 5


Leyendo un claro día... Desperté. ¿Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Leyendo un claro día
Mi corazón latía
mis bien amados versos,
atónito y disperso.
he visto en el profundo
...¡El limonar florido,
espejo de mis sueños
el cipresal del huerto,
que una verdad divina el prado verde, el sol, el agua, el iris!
temblando está de miedo, ¡el agua en tus cabellos!...
y es una flor que quiere Y todo en la memoria se perdía
echar su aroma al viento. como una pompa de jabón al viento.
El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
Es una tarde cenicienta y mustia
Sólo el poeta puede
Es una tarde cenicienta y mustia,
mirar lo que está lejos
destartalada, como el alma mía;
dentro del alma, en turbio
y es esta vieja angustia
y mago sol envuelto.
que habita mi usual hipocondría.
En esas galerías, La causa de esta angustia no consigo
sin fondo, del recuerdo, ni vagamente comprender siquiera;
donde las pobres gentes pero recuerdo y, recordando, digo:
colgaron cual trofeo —Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
el traje de una fiesta *
apolillado y viejo, Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
allí el poeta sabe tú eres nostalgia de la vida buena
el laborar eterno y soledad de corazón sombrío,
mirar de las doradas de barco sin naufragio y sin estrella.
abejas de los sueños. Como perro olvidado que no tiene
Poetas, con el alma huella ni olfato y yerra
atenta al hondo cielo, por los caminos, sin camino, como
en la cruel batalla el niño que en la noche de una fiesta
o en el tranquilo huerto, se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
la nueva miel labramos chispeantes, atónito, y asombra
con los dolores viejos, su corazón de música y de pena,
la veste blanca y pura así voy yo, borracho melancólico,
pacientemente hacemos, guitarrista lunático, poeta,
y bajo el sol bruñimos y pobre hombre en sueños,
el fuerte arnés de hierro. siempre buscando a Dios entre la niebla.
El alma que no sueña,
el enemigo espejo,
proyecta nuestra imagen Desnuda está la tierra...
con un perfil grotesco. Desnuda está la tierra,
Sentimos una ola y el alma aúlla al horizonte pálido
de sangre, en nuestro pecho, como loba famélica. ¿Qué buscas,
que pasa... y sonreímos, poeta, en el ocaso?
y a laborar volvemos. ¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
Desgarrada la nube... de la distancia!... En el camino blanco
Desgarrada la nube; el arco iris algunos yertos árboles negrean;
brillando ya en el cielo, en los montes lejanos
y en un fanal de lluvia hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
y sol el campo envuelto. poeta, en el ocaso?

Antología Antonio Machado - 6


Eran ayer mis dolores... En medio de la plaza y sobre tosca piedra...
Eran ayer mis dolores En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
como gusanos de seda el agua brota y brota. En el cercano huerto
que iban labrando capullos; eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
hoy son mariposas negras. alto ciprés la mancha de su ramaje yerto.
¡De cuántas flores amargas La tarde está cayendo frente a los caserones
he sacado blanca cera! de la ancha plaza, en sueños. Relucen las vidrieras
¡Oh tiempo en que mis pesares con ecos mortecinos de sol. En los balcones
trabajaban como abejas! hay formas que parecen confusas calaveras.
Hoy son como avenas locas, La calma es infinita en la desierta plaza,
o cizaña en sementera, donde pasea el alma su traza de alma en pena.
como tizón en espiga, El agua brota y brota en la marmórea taza.
como carcoma en madera. En todo el aire en sombra no más que el agua suena.
¡Oh tiempo en que mis dolores
tenían lágrimas buenas,
y eran como agua de noria
que va regando una huerta!
Hoy son agua de torrente
que arranca el limo a la tierra.
Dolores que ayer hicieron
de mi corazón colmena,
hoy tratan mi corazón
como a una muralla vieja:
quieren derribarlo, y pronto,
al golpe de la piqueta.

Antología Antonio Machado - 7


Ciclo de Campos de Castilla
Retrato Una noche de verano...
A orillas del Duero A José Mª Palacio
Por tierras de España En estos campos de la tierra mía...
El Dios ibero La saeta
Orillas del Duero Del pasado efímero
Campos de Soria El mañana efímero
La tierra de Alvargonzález (inicio) Llanto por las virtudes y coplas por la
A un olmo seco muerte de don Guido
Caminos Proverbios y cantares
Señor, ya me arrancaste... Era un niño que soñaba...
Dice la esperanza... A don Francisco Giner de los Ríos
Allá, en las tierras altas... Una España joven
Soñé que tú me llevabas...

Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, Converso con el hombre que siempre va conmigo
y un huerto claro donde madura el limonero; -quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi soliloquio es plática con ese buen amigo
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. que me enseñó el secreto de la filantropía.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
más recibí la flecha que me asignó Cupido, el traje que me cubre y la mansión que habito,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, Y cuando llegue el día del último vïaje,
pero mi verso brota de manantial sereno; y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. casi desnudo, como los hijos de la mar.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Antología Antonio Machado - 8


A orillas del Duero Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
buscando los recodos de sombra, lentamente. o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
A trechos me paraba para enjugar mi frente pedía la conquista de los inmensos ríos
y dar algún respiro al pecho jadeante; indianos a la corte, la madre de soldados,
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante guerreros y adalides que han de tornar, cargados
y hacia la mano diestra vencido y apoyado de plata y oro, a España, en regios galeones,
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, para la presa cuervos, para la lid leones.
trepaba por los cerros que habitan las rapaces Filósofos nutridos de sopa de convento
aves de altura, hollando las hierbas montaraces contemplan impasibles el amplio firmamento;
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. y si les llega en sueños, como un rumor distante,
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. clamor de mercaderes de muelles de Levante,
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
cruzaba solitario el puro azul del cielo. Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, Castilla miserable, ayer dominadora,
y una redonda loma cual recamado escudo, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
y cárdenos alcores sobre la parda tierra El sol va declinando. De la ciudad lejana
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—, me llega un armonioso tañido de campana
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
para formar la corva ballesta de un arquero De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
en torno a Soria. —Soria es una barbacana, me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—. de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
Veía el horizonte cerrado por colinas Hacia el camino blanco está el mesón abierto
oscuras, coronadas de robles y de encinas; al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río Por tierras de España
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros, El hombre de estos campos que incendia los pinares
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, y su despojo aguarda como botín de guerra,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas antaño hubo raído los negros encinares,
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas talado los robustos robledos de la sierra.
del Duero. Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
El Duero cruza el corazón de roble la tempestad llevarse los limos de la tierra
de Iberia y de Castilla. por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
¡Oh, tierra triste y noble, y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
la de los altos llanos y yermos y roquedas, Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
de campos sin arados, regatos ni arboledas; pastores que conducen sus hordas de merinos
decrépitas ciudades, caminos sin mesones, a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
que aún van, abandonando el mortecino hogar, Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
Castilla miserable, ayer dominadora, cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. esclava de los siete pecados capitales.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, ni para su infortunio ni goza su riqueza;
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

Antología Antonio Machado - 9


El numen de estos campos es sanguinario y fiero: también soñó caminos en los mares
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor, y dijo: es Dios sobre la mar camino.
veréis agigantarse la forma de un arquero, ¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra
la forma de un inmenso centauro flechador. más allá de la suerte,
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta más allá de la tierra,
—no fue por estos campos el bíblico jardín—: más allá de la mar y de la muerte?
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín. ¿No dio la encina ibera
para el fuego de Dios la buena rama,
que fue en la santa hoguera
El Dios ibero de amor una con Dios en pura llama?
Igual que el ballestero Mas hoy... ¡Qué importa un día!
tahúr de la cantiga, Para los nuevos lares
tuviera una saeta el hombre ibero estepas hay en la floresta umbría,
para el Señor que apedreó la espiga leña verde en los viejos encinares.
y malogró los frutos otoñales, Aún larga patria espera
y un "gloria a ti" para el Señor que grana abrir al corvo arado sus besanas;
centenos y trigales para el grano de Dios hay sementera
que el pan bendito le darán mañana. bajo cardos y abrojos y bardanas.
"Señor de la ruïna, ¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
adoro porque aguardo y porque temo: al mañana, mañana al infinito,
con mi oración se inclina hombres de España, ni el pasado ha muerto,
hacia la tierra un corazón blasfemo. no está el mañana —ni el ayer— escrito.
"¡Señor, por quien arranco el pan con pena, ¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
sé tu poder, conozco mi cadena!
Mi corazón aguarda
"¡Oh dueño de la nube del estío al hombre ibero de la recia mano,
que la campiña arrasa, que tallará en el roble castellano
del seco otoño, del helar tardío, el Dios adusto de la tierra parda.
y del bochorno que la mies abrasa!
"¡Señor del iris, sobre el campo verde
donde la oveja pace, Orillas del Duero
Señor del fruto que el gusano muerde
y de la choza que el turbión deshace, ¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
"tu soplo el fuego del hogar aviva, de un pobre caminante que durmiera
tu lumbre da sazón al rubio grano, de cansancio en un páramo infinito!
y cuaja el hueso de la verde oliva, ¡Campillo amarillento,
la noche de San Juan, tu santa mano! como tosco sayal de campesina,
"¡Oh dueño de fortuna y de pobreza, pradera de velludo polvoriento
ventura y malandanza, donde pace la escuálida merina!
que al rico das favores y pereza ¡Aquellos diminutos pegujales
y al pobre su fatiga y su esperanza! de tierra dura y fría,
"¡Señor, Señor: en la voltaria rueda donde apuntan centenos y trigales
del año he visto mi simiente echada, que el pan moreno nos darán un día!
corriendo igual albur que la moneda Y otra vez roca y roca, pedregales
del jugador en el azar sembrada! desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
"¡Señor, hoy paternal, ayer cruento, malezas y jarales,
con doble faz de amor y de venganza, hierbas monteses, zarzas y cambrones.
a ti, en un dado de tahúr al viento ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
va mi oración, blasfemia y alabanza!" ¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
Este que insulta a Dios en los altares, ¡La agria melancolía
no más atento al ceño del destino, que puebla tus sombrías soledades!

Antología Antonio Machado - 10


¡Castilla varonil, adusta tierra, entre plomizos peñascales, siembran
Castilla del desdén contra la suerte, el sueño alegre de infantil Arcadia.
Castilla del dolor y de la guerra, En los chopos lejanos del camino,
tierra inmortal, Castilla de la muerte! parecen humear las yertas ramas
Era una tarde, cuando el campo huía como un glauco vapor —las nuevas hojas—
del sol, y en el asombro del planeta, y en las quiebras de valles y barrancas
como un globo morado aparecía blanquean los zarzales florecidos,
la hermosa luna, amada del poeta. y brotan las violetas perfumadas.
En el cárdeno cielo vïoleta
alguna clara estrella fulguraba. III
El aire ensombrecido Es el campo undulado, y los caminos
oreaba mis sienes, y acercaba ya ocultan los viajeros que cabalgan
el murmullo del agua hasta mi oído. en pardos borriquillos,
Entre cerros de plomo y de ceniza ya al fondo de la tarde arrebolada
manchados de roídos encinares, elevan las plebeyas figurillas,
y entre calvas roquedas de caliza, que el lienzo de oro del ocaso manchan.
iba a embestir los ocho tajamares Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
del puente el padre río, desde los picos donde habita el águila,
que surca de Castilla el yermo frío. son tornasoles de carmín y acero,
¡Oh Duero, tu agua corre llanos plomizos, lomas plateadas,
y correrá mientras las nieves blancas circuidos por montes de violeta,
de enero el sol de mayo con las cumbres de nieve sonrosado.
haga fluir por hoces y barrancas,
mientras tengan las sierras su turbante IV
de nieve y de tormenta. ¡Las figuras del campo sobre el cielo!
y brille el olifante Dos lentos bueyes aran
del sol, tras de la nube cenicienta!... en un alcor, cuando el otoño empieza,
¿Y el viejo romancero y entre las negras testas doblegadas
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? bajo el pesado yugo,
¿Acaso como tú y por siempre, Duero, pende un cesto de juncos y retama,
irá corriendo hacia la mar Castilla? que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
Campos de Soria un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
I
arroja la semilla.
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas, Bajo una nube de carmín y llama,
verdes pradillos, cerros cenicientos, en el oro fluido y verdinoso
la primavera pasa del poniente, las sombras se agigantan.
dejando entre las hierbas olorosas V
sus diminutas margaritas blancas. La nieve. En el mesón al campo abierto
La tierra no revive, el campo sueña. se ve el hogar donde la leña humea
Al empezar abril está nevada y la olla al hervir borbollonea.
la espalda del Moncayo; El cierzo corre por el campo yerto,
el caminante lleva en su bufanda alborotando en blancos torbellinos
envueltos cuello y boca, y los pastores la nieve silenciosa.
pasan cubiertos con sus luengas capas.
La nieve sobre el campo y los caminos,
II cayendo está como sobre una fosa.
Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas, Un viejo acurrucado tiembla y tose
el huertecillo, el abejar, los trozos cerca del fuego; su mechón de lana
de verde obscuro en que el merino pasta, la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.

Antología Antonio Machado - 11


Padres los viejos son de un arriero conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
que caminó sobre la blanca tierra, grises alcores, cárdenas roquedas!...
y una noche perdió ruta y sendero, VIII
y se enterró en las nieves de la sierra. He vuelto a ver los álamos dorados,
En torno al fuego hay un lugar vacío álamos del camino en la ribera
y en la frente del viejo, de hosco ceño, del Duero, entre San Polo y San Saturio,
como un tachón sombrío tras las murallas viejas
—tal el golpe de un hacha sobre un leño—. de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa. Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
Desierta la vecina carretera,
el son del agua, cuando el viento sopla,
desierto el campo en torno de la casa.
tienen en sus cortezas
La niña piensa que en los verdes prados grabadas iniciales que son nombres
ha de correr con otras doncellitas de enamorados, cifras que son fechas.
en los días azules y dorados,
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
cuando crecen las blancas margaritas.
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
VI álamos que seréis mañana liras
¡Soria fría, Soria pura, del viento perfumado en primavera;
cabeza de Extremadura, álamos del amor cerca del agua
con su castillo guerrero que corre y pasa y sueña,
arruinado, sobre el Duero; álamos de las márgenes del Duero,
con sus murallas roídas conmigo vais, mi corazón os lleva!
y sus casas denegridas!
IX
¡Muerta ciudad de señores ¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
soldados o cazadores; tardes tranquilas, montes de violeta,
de portales con escudos alamedas del río, verde sueño
de cien linajes hidalgos, del suelo gris y de la parda tierra,
y de famélicos galgos, agria melancolía
de galgos flacos y agudos, de la ciudad decrépita.
que pululan
Me habéis llegado al alma,
por las sórdidas callejas,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas! ¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
¡Soria fría! La campana
que el sol de España os llene
de la Audiencia da la una.
de alegría, de luz y de riqueza!
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,

Antología Antonio Machado - 12


LA TIERRA DE ALVARGONZÁLEZ (comienzo)
Al poeta Juan Ramón Jiménez
I IV
Siendo mozo Alvargonzález, Alvargonzález ya tiene
dueño de mediana hacienda, la adusta frente arrugada,
que en otras tierras se dice por la barba le platea
bienestar y aquí, opulencia, la sombra azul de la cara.
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella, Una mañana de otoño
y la tomó por mujer salió solo de su casa;
al año de conocerla. no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;
Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda; iba triste y pensativo
sonadas las tornabodas por la alameda dorada;
que hizo Alvar en su aldea; anduvo largo camino
hubo gaitas, tamboriles, y llegó a una fuente clara.
flauta, bandurria y vihuela, Echóse en la tierra; puso
fuegos a la valenciana sobre una piedra la manta,
y danza a la aragonesa. y a la vera de la fuente
II durmió al arrullo del agua.
Feliz vivió Alvargonzález EL SUEÑO
en el amor de su tierra. I
Naciéronle tres varones, Y Alvargonzález veía,
que en el campo son riqueza, como Jacob, una escala
y, ya crecidos, los puso, que iba de la tierra al cielo,
uno a cultivar la huerta, y oyó una voz que le hablaba.
otro a cuidar los merinos, Mas las hadas hilanderas,
y dio el menor a la Iglesia. entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
III un mechón de negra lana.
Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega, II
y en el hogar campesino Tres niños están jugando
armó la envidia pelea. a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
Casáronse los mayores; un cuervo de negras alas.
tuvo Alvargonzález nueras, La mujer vigila, cose
que le trajeron cizaña, y, a ratos, sonríe y canta.
antes que nietos le dieran. —Hijos, ¿qué hacéis? —les pregunta.
Ellos se miran y callan.
La codicia de los campos
—Subid al monte, hijos míos,
ve tras la muerte la herencia; y antes que la noche caiga,
no goza de lo que tiene con un brazado de estepas
por ansia de lo que espera. hacedme una buena llama.
El menor, que a los latines III
prefería las doncellas Sobre el lar de Alvargonzález
hermosas y no gustaba está la leña apilada;
de vestir por la cabeza, el mayor quiere encenderla,
colgó la sotana un día pero no brota la llama.
y partió a lejanas tierras. —Padre, la hoguera no prende,
La madre lloró, y el padre está la estepa mojada.
diole bendición y herencia. Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas

Antología Antonio Machado - 13


sobre los troncos de roble; que guarda bien los secretos,
pero el rescoldo se apaga. con una piedra amarrada
Acude el menor, y enciende, a los pies, tumba le dieron.
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera IV
que alumbra toda la casa. Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
IV y, camino del hayedo,
Alvargonzález levanta se vio un reguero de sangre.
en brazos al más pequeño
Nadie de la aldea ha osado
y en sus rodillas lo sienta;
a la laguna acercarse,
—Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste y el sondarla inútil fuera,
tú eres en mi amor primero. que es la laguna insondable.
Un buhonero, que cruzaba
Los dos mayores se alejan aquellas tierras errante,
por los rincones del sueño. fue en Dauria acusado, preso
Entre los dos fugitivos y muerto en garrote infame.
reluce un hacha de hierro.
V
AQUELLA TARDE... Pasados algunos meses,
I la madre murió de pena.
Sobre los campos desnudos, Los que muerta la encontraron
la luna llena manchada dicen que las manos yertas
de un arrebol purpurino, sobre su rostro tenía,
enorme globo, asomaba. oculto el rostro con ellas.
Los hijos de Alvargonzález VI
silenciosos caminaban, Los hijos de Alvargonzález
y han visto al padre dormido ya tienen majada y huerta,
junto de la fuente clara. campos de trigo y centeno
II y prados de fina hierba;
Tiene el padre entre las cejas en el olmo viejo, hendido
un ceño que le aborrasca por el rayo, la colmena,
el rostro, un tachón sombrío dos yuntas para el arado,
como la huella de un hacha. un mastín y mil ovejas.
Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan; OTROS DÍAS
y cuando despierta mira I
que es cierto lo que soñaba. Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
III ya las abejas doradas
A la vera de la fuente liban para sus colmenas,
quedó Alvargonzález muerto. y en los nidos, que coronan
Tiene cuatro puñaladas las torres de las iglesias,
entre el costado y el pecho, asoman los garabatos
por donde la sangre brota, ganchudos de las cigüeñas.
más un hachazo en el cuello. Ya los olmos del camino
Cuenta la hazaña del campo y chopos de las riberas
el agua clara corriendo, de los arroyos, que buscan
mientras los dos asesinos al padre Duero, verdean.
huyen hacia los hayedos. El cielo está azul, los montes
Hasta la Laguna Negra, sin nieve son de violeta.
bajo las fuentes del Duero, La tierra de Alvargonzález
llevan el muerto, dejando se colmará de riqueza;
detrás un rastro sangriento, muerto está quien la ha labrado,
y en la laguna sin fondo, mas no le cubre la tierra.

Antología Antonio Machado - 14


II V
La hermosa tierra de España Desde Salduero el camino
adusta, fina y guerrera va al hilo de la ribera;
Castilla, de largos ríos, a ambas márgenes del río
tiene un puñado de sierras el pinar crece y se eleva,
entre Soria y Burgos como y las rocas se aborrascan,
reductos de fortaleza, al par que el valle se estrecha.
como yelmos crestonados, Los fuertes pinos del bosque
y Urbión es una cimera. con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
III
amarradas a las piedras;
Los hijos de Alvargonzález,
los de troncos plateados
por una empinada senda,
cuyas frondas azulean,
para tomar el camino
pinos jóvenes; los viejos,
de Salduero a Covaleda,
cubiertos de blanca lepra,
cabalgan en pardas mulas,
musgos y líquenes canos
bajo el pinar de Vinuesa.
que el grueso tronco rodean,
Van en busca de ganado
colman el valle y se pierden
con que volver a su aldea,
rebasando ambas laderas.
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan. Juan, el mayor, dice: —Hermano,
Van Duero arriba, dejando si Blas Antonio apacienta
atrás los arcos de piedra cerca de Urbión su vacada,
del puente y el caserío largo camino nos queda.
de la ociosa y opulenta —Cuando hacia Urbión alarguemos
villa de indianos. El río. se puede acortar de vuelta,
al fondo del valle, suena, tomando por el atajo,
y de las cabalgaduras hacia la Laguna Negra
los cascos baten las piedras. y bajando por el puerto
A la otra orilla del Duero de Santa Inés a Vinuesa.
canta una voz lastimera:
«La tierra de Alvargonzález —Mala tierra y peor camino.
se colmará de riqueza, Te juro que no quisiera
y el que la tierra ha labrado verlos otra vez. Cerremos
no duerme bajo la tierra.» los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
IV volvámonos a la aldea
Llegados son a un paraje por este valle, que, a veces,
en donde el pinar se espesa, quien piensa atajar rodea.
y el mayor, que abre la marcha, Cerca del río cabalgan
su parda mula espolea, los hermanos, y contemplan
diciendo: —Démonos prisa; cómo el bosque centenario,
porque son más de dos leguas al par que avanzan, aumenta,
de pinar y hay que apurarlas y la roqueda del monte
antes que la noche venga. el horizonte les cierra.
Dos hijos del campo, hechos El agua, que va saltando,
a quebradas y asperezas, parece que canta o cuenta:
porque recuerdan un día «La tierra de Alvargonzález
la tarde en el monte tiemblan. se colmará de riqueza,
Allá en lo espeso del bosque y el que la tierra ha labrado
otra vez la copla suena: no duerme bajo la tierra».
«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».

Antología Antonio Machado - 15


CASTIGO A un olmo seco
I
Aunque la codicia tiene Al olmo viejo, hendido por el rayo
redil que encierre la oveja, y en su mitad podrido,
trojes que guarden el trigo, con las lluvias de abril y el sol de mayo
bolsas para la moneda, algunas hojas verdes le han salido.
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra. ¡El olmo centenario en la colina
Así, a un año de abundancia que lame el Duero! Un musgo amarillento
siguió un año de pobreza. le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
II
En los sembrados crecieron No será, cual los álamos cantores
las amapolas sangrientas; que guardan el camino y la ribera,
pudrió el tizón las espigas habitado de pardos ruiseñores.
de trigales y de avenas; Ejército de hormigas en hilera
hielos tardíos mataron va trepando por él, y en sus entrañas
en flor la fruta en la huerta,
urden sus telas grises las arañas.
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas. Antes que te derribe, olmo del Duero,
A los dos Alvargonzález con su hacha el leñador, y el carpintero
maldijo Dios en sus tierras, te convierta en melena de campana,
y al año pobre siguieron lanza de carro o yugo de carreta;
largos años de miseria. antes que rojo en el hogar, mañana,
III ardas en alguna mísera caseta,
Es una noche de invierno. al borde de un camino;
Cae la nieve en remolinos. antes que te descuaje un torbellino
Los Alvargonzález velan y tronche el soplo de las sierras blancas;
un fuego casi extinguido. antes que el río hasta la mar te empuje
El pensamiento amarrado por valles y barrancas,
tienen a un recuerdo mismo, olmo, quiero anotar en mi cartera
y en las ascuas mortecinas la gracia de tu rama verdecida.
del hogar los ojos fijos.
No tienen leña ni sueño. Mi corazón espera
Larga es la noche y el frío también, hacia la luz y hacia la vida,
arrecia. Un candil humea otro milagro de la primavera.
en el muro ennegrecido.
El aire agita la llama,
que pone un fulgor rojizo
Caminos
sobre las dos pensativas De la ciudad moruna
testas de los asesinos. tras las murallas viejas,
El mayor de Alvargonzález, yo contemplo la tarde silenciosa,
lanzando un ronco suspiro, a solas con mi sombra y con mi pena.
rompe el silencio, exclamando:
—Hermano, ¡qué mal hicimos! El río va corriendo,
El viento la puerta bate entre sombrías huertas
hace temblar el postigo, y grises olivares,
y suena en la chimenea por los alegres campos de Baeza
con hueco y largo bramido. Tienen las vides pámpanos dorados
Después, el silencio vuelve,
sobre las rojas cepas.
y a intervalos el pabilo
Guadalquivir, como un alfanje roto
del candil chisporrotea
en el aire aterecido. y disperso, reluce y espejea.
El segundo dijo: —Hermano, Lejos, los montes duermen
¡demos lo viejo al olvido! envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
[…] las rudas moles de su ser de piedra

Antología Antonio Machado - 16


en esta tibia tarde de noviembre, hacia el azul de las sierras,
tarde piadosa, cárdena y violeta. hacia los montes azules,
una mañana serena.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera, Sentí tu mano en la mía,
levantando en rosados torbellinos tu mano de compañera,
el polvo de la tierra. tu voz de niña en mi oído
La luna está subiendo como una campana nueva,
amoratada, jadeante y llena. como una campana virgen
de un alba de primavera.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan, ¡Eran tu voz y tu mano,
buscando los dispersos caseríos en sueños, tan verdaderas! ...
del valle y de la sierra. Vive, esperanza, ¡quién sabe
Caminos de los campos... lo que se traga la tierra!.
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!

Señor, ya me arrancaste... Una noche de verano...


Una noche de verano
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. —estaba abierto el balcón
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
y la puerta de mi casa—
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
la muerte en mi casa entró.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
Dice la esperanza... con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Dice la esperanza: un día Silenciosa y sin mirarme,
la verás, si bien esperas. la muerte otra vez pasó
Dice la desesperanza: delante de mí. ¿Qué has hecho?
sólo tu amargura es ella. La muerte no respondió.
Late, corazón... No todo Mi niña quedó tranquila,
se lo ha tragado la tierra. dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
Allá, en las tierras altas... era un hilo entre los dos!.
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero A José Mª Palacio
su curva de ballesta Palacio, buen amigo,
en torno a Soria, entre plomizos cerros ¿está la primavera
y manchas de raídos encinares, vistiendo ya las ramas de los chopos
mi corazón está vagando, en sueños... del río y los caminos? En la estepa
¿No ves, Leonor, los álamos del río del alto Duero, Primavera tarda,
con sus ramajes yertos? ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos. ¿Tienen los viejos olmos
Por estos campos de la tierra mía, algunas hojas nuevas?
bordados de olivares polvorientos, Aún las acacias estarán desnudas
voy caminando solo, y nevados los montes de las sierras.
triste, cansado, pensativo y viejo.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
Soñé que tú me llevabas... ¿Hay zarzas florecidas
Soñé que tú me llevabas entré las grises peñas,
por una blanca vereda, y blancas margaritas
en medio del campo verde, entre la fina hierba?

Antología Antonio Machado - 17


Por esos campanarios señal de ser despojos del recuerdo,
ya habrán ido llegando las cigüeñas. la carga bruta que el recuerdo lleva.
Habrá trigales verdes, Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
y mulas pardas en las sementeras, los cuerpos virginales a la orilla vieja.
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero. La saeta
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? ¿Quién me presta una escalera
para subir al madero,
Furtivos cazadores, los reclamos para quitarle los clavos
de la perdiz bajo las capas luengas, a Jesús el Nazareno?
no faltarán. Palacio, buen amigo,
Saeta popular
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
¡Oh, la saeta, el cantar
Con los primeros lirios al Cristo de los gitanos,
y las primeras rosas de las huertas, siempre con sangre en las manos,
en una tarde azul, sube al Espino, siempre por desenclavar!
al alto Espino donde está su tierra... ¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
En estos campos de la tierra mía... anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
En estos campos de la tierra mía, ¡Cantar de la tierra mía,
y extranjero en los campos de mi tierra que echa flores
—yo tuve patria donde corre el Duero al Jesús de la agonía,
por entre grises peñas, y es la fe de mis mayores!
y fantasmas de viejos encinares, ¡Oh, no eres tú mi cantar!
allá en Castilla, mística y guerrera, ¡No puedo cantar, ni quiero
Castilla la gentil, humilde y brava, a ese Jesús del madero,
Castilla del desdén y de la fuerza—, sino al que anduvo en el mar!
en estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo Del pasado efímero
imágenes de luz y de palmeras, Este hombre del casino provinciano
y en una gloria de oro, que vio a Carancha recibir un día,
de lueñes campanarios con cigüeñas, tiene mustia la tez, el pelo cano,
de ciudades con calles sin mujeres ojos velados por melancolía;
bajo un cielo de añil, plazas desiertas bajo el bigote gris, labios de hastío,
donde crecen naranjos encendidos y una triste expresión, que no es tristeza,
con sus frutas redondas y bermejas; sino algo más y menos: el vacío
y en un huerto sombrío, el limonero del mundo en la oquedad de su cabeza.
de ramas polvorientas
y pálidos limones amarillos, Aún luce de corinto terciopelo
que el agua clara de la fuente espeja, chaqueta y pantalón abotinado,
un aroma de nardos y claveles y un cordobés color de caramelo,
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena, pulido y torneado.
imágenes de grises olivares Tres veces heredó; tres ha perdido
bajo un tórrido sol que aturde y ciega, al monte su caudal; dos ha enviudado.
y azules y dispersas serranías Sólo se anima ante el azar prohibido,
con arreboles de una tarde inmensa; sobre el verde tapete reclinado,
mas falta el hilo que el recuerdo anuda o al evocar la tarde de un torero,
al corazón, el ancla en su ribera, la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
o estas memorias no son alma. Tienen, la hazaña de un gallardo bandolero,
en sus abigarradas vestimentas, o la proeza de un matón, sangrienta.

Antología Antonio Machado - 18


Bosteza de política banales de heces turbias las cumbres de granito;
dicterios al gobierno reaccionario, hay un mañana estomagante escrito
y augura que vendrán los liberales, en la tarde pragmática y dulzona.
cual torna la cigüeña al campanario. Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
Un poco labrador, del cielo aguarda
con esa eterna juventud que se hace
y al cielo teme; alguna vez suspira,
del pasado macizo de la raza.
pensando en su olivar, y al cielo mira
Una España implacable y redentora,
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
España que alborea
Lo demás, taciturno, hipocondriaco, con un hacha en la mano vengadora,
prisionero en la Arcadia del presente, España de la rabia y de la idea.
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana, Llanto de las virtudes y coplas por la
sino de nunca; de la cepa hispana muerte de don Guido
no es el fruto maduro ni podrido, Al fin, una pulmonía
es una fruta vana mató a don Guido, y están
de aquella España que pasó y no ha sido, las campanas todo el día
esa que hoy tiene la cabeza cana. doblando por él: ¡din-dan!
Murió don Guido, un señor
El mañana efímero de mozo muy jaranero,
A Roberto Castrovido. muy galán y algo torero;
La España de charanga y pandereta, de viejo, gran rezador.
cerrado y sacristía, Dicen que tuvo un serrallo
devota de Frascuelo y de María, este señor de Sevilla;
de espíritu burlón y alma inquieta, que era diestro
ha de tener su mármol y su día, en manejar el caballo
su infalible mañana y su poeta. y un maestro
El vano ayer engendrará un mañana en refrescar manzanilla.
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana, Cuando mermó su riqueza,
un sayón con hechuras de bolero, era su monomanía
a la moda de Francia realista pensar que pensar debía
un poco al uso de París pagano en asentar la cabeza.
y al estilo de España especialista Y asentóla
en el vicio al alcance de la mano. de una manera española,
Esa España inferior que ora y bosteza, que fue casarse con una
vieja y tahúr, zaragatera y triste; doncella de gran fortuna;
esa España inferior que ora y embiste, y repintar sus blasones,
cuando se digna usar la cabeza, hablar de las tradiciones
aún tendrá luengo parto de varones de su casa,
amantes de sagradas tradiciones escándalos y amoríos
y de sagradas formas y maneras; poner tasa,
florecerán las barbas apostólicas, sordina a sus desvaríos.
y otras calvas en otras calaveras
Gran pagano,
brillarán, venerables y católicas.
se hizo hermano
El vano ayer engendrará un mañana
de una santa cofradía;
vacío y ¡por ventura! pasajero,
el Jueves Santo salía,
la sombra de un lechuzo tarambana,
llevando un cirio en la mano
de un sayón con hechuras de bolero;
—¡aquel trueno!—,
el vacuo ayer dará un mañana huero.
vestido de nazareno.
Como la náusea de un borracho ahíto
Hoy nos dice la campana
de vino malo, un rojo sol corona

Antología Antonio Machado - 19


que han de llevarse mañana IV
al buen don Guido, muy serio, Nuestras horas son minutos
camino del cementerio. cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
Buen don Guido, ya eres ido
lo que se puede aprender.
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste? V
Yo pregunto: ¿Qué llevaste Ni vale nada el fruto
al mundo donde hoy estás? cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto
¿Tu amor a los alamares
ha de tener razón.
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros VI
y al humo de los altares? De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
Buen don Guido y equipaje,
una mitad es envidia,
¡buen viaje!...
y la otra no es caridad.
El acá
y el allá, XXI
caballero, Ayer soñé que veía
se ve en tu rostro marchito, a Dios y que a Dios hablaba;
lo infinito: y soñé que Dios me oía...
cero, cero. Después soñé que soñaba.
¡Oh las enjutas mejillas, XXIII
amarillas, No extrañéis, dulces amigos,
y los párpados de cera, que esté mi frente arrugada:
y la fina calavera yo vivo en paz con los hombres
en la almohada del lecho! y en guerra con mis entrañas.
¡Oh fin de una aristocracia! XXIX
La barba canosa y lacia Caminante, son tus huellas
sobre el pecho; el camino y nada más;
metido en tosco sayal, Caminante, no hay camino,
las yertas manos en cruz, se hace camino al andar.
¡tan formal! Al andar se hace el camino,
el caballero andaluz. y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Proverbios y cantares Caminante no hay camino
I sino estelas en la mar.
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria XLIV
de los hombres mi canción; Todo pasa y todo queda,
yo amo los mundos sutiles, pero lo nuestro es pasar,
ingrávidos y gentiles pasar haciendo caminos,
como pompas de jabón. caminos sobre la mar.
Me gusta verlos pintarse XLV
de sol y grana, volar Morir... ¿Caer como gota
bajo el cielo azul, temblar de mar en el mar inmenso?
súbitamente y quebrarse. ¿O ser lo que nunca he sido:
II uno, sin sombra y sin sueño,
¿Para qué llamar caminos un solitario que avanza
a los surcos del azar?... sin camino y sin espejo?
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.

Antología Antonio Machado - 20


LIII lleva quien deja y vive el que ha vivido.
Ya hay un español que quiere ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere Y hacia otra luz más pura
y otra España que bosteza. partió el hermano de la luz del alba,
Españolito que vienes del sol de los talleres,
al mundo, te guarde Dios. el viejo alegre de la vida santa.
Una de las dos Españas ...¡Oh, sí, llevad, amigos,
ha de helarte el corazón. su cuerpo a la montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama!
Era un niño que soñaba...
Allí hay barrancos hondos
Era un niño que soñaba
de pinos verdes donde el viento canta.
un caballo de cartón.
Su corazón repose
Abrió los ojos el niño
bajo una encina casta,
y el caballito no vio.
en tierra de tomillos, donde juegan
Con un caballito blanco
mariposas doradas...
el niño volvió a soñar;
Allí el maestro un día
y por la crin lo cogía...
soñaba un nuevo florecer de España.
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó. Una España joven
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló! ...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
Quedóse el niño muy serio la malherida España, de Carnaval vestida
pensando que no es verdad nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
un caballito soñado. para que no acertara la mano con la herida.
Y ya no volvió a soñar. Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
Pero el niño se hizo mozo con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
y el mozo tuvo un amor, cuando montar quisimos en pelo una quimera,
y a su amada le decía: mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
¿Tú eres de verdad o no?
Dejamos en el puerto la sórdida galera,
Cuando el mozo se hizo viejo
y en una nave de oro nos plugo navegar
pensaba: Todo es soñar,
hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
el caballito soñado
lanzando velas y anclas, y gobernalle al mar.
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte, Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño-herencia
el viejo a su corazón de un siglo que vencido sin gloria se alejaba-
preguntaba: ¿Tú eres sueño? un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
¡Quién sabe si despertó! la luz de las divinas ideas batallaba.
Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
A don Francisco Giner de los Ríos agitó su brazo, acreditó su brío;
Como se fue el maestro, dejó como un espejo bruñida su armadura
la luz de esta mañana y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío".
me dijo: Van tres días Y hoy es aquel mañana de ayer... Y España toda,
que mi hermano Francisco no trabaja. con sucios oropeles de Carnaval vestida
¿Murió?...Sólo sabemos aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
que se nos fue por una senda clara, mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas. Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
Sed buenos y no más, sed lo que he sido la voluntad te llega, irás a tu aventura
entre vosotros: alma. despierta y transparente a la divina lumbre,
Vivid, la vida sigue, como el diamante clara, como el diamante pura.
los muertos mueren y las sombras pasan;

Antología Antonio Machado - 21


Nuevas Canciones
Apuntes De mi cartera
Canciones de las Tierras Altas Sonetos
Proverbios y Cantares Las ascuas de un crepúsculo, señora

Apuntes
¡Campo de Baeza
I
soñaré contigo
Desde mi ventana,
cuando no te vea!
¡campo de Baeza,
a la luna clara! V
Dondequiera vaya,
¡Montes de Cazorla,
José de Mairena
Aznaitín y Mágina!
lleva su guitarra.
¡De luna y de piedra
Su guitarra lleva,
también los cachorros
cuando va a caballo,
de Sierra Morena!
a la bandolera.
II
Y lleva al caballo
Sobre el olivar,
con la rienda corta,
se vió a la lechuza
la cerviz en alto:
volar y volar.
VI
Campo, campo, campo.
¡Pardos borriquillos
Entre los olivos,
de ramón cargados,
los cortijos blancos.
entre los olivos!
Y la encina negra,
VII
a medio camino
¡Tus sendas de cabras
de Úbeda a Baeza.
y tus madroñeras,
III Córdoba serrana!
Por un ventanal,
VIII
entró la lechuza
¡La del Romancero,
en la catedral.
Córdoba la llana!...
San Cristobalón
Guadalquivir hace vega,
la quiso espantar,
el campo relincha y brama.
al ver que bebía
del velón de aceite IX
de Santa María. Los olivos grises,
los caminos blancos.
La Virgen habló:
El sol ha sorbido
Déjala que beba,
la calor del campo;
San Cristobalón.
y hasta tu recuerdo
IV me lo va secando
Sobre el olivar, esta alma de polvo
se vio a la lechuza de los días malos.
volar y volar.
A Santa María
un ramito verde
volando traía.

Antología Antonio Machado - 22


CLVIII VI
Canciones de las Tierras Altas ¡Cuántas veces me borraste,
Por la sierra blanca... tierra de ceniza,
La nieve menuda estos limonares verdes
y el viento de cara. con sombras de tus encinas!

Por entre los pinos... ¡Oh campos de Dios,


con la blanca nieve entre Urbión el de Castilla
se borra el camino. y Moncayo el de Aragón!

Recio viento sopla VII


de Urbión a Moncayo. En Córdoba, la serrana,
¡Páramos de Soria! en Sevilla, marinera
y labradora, que tiene
II hinchada, hacia el mar, la vela;
Ya habrá cigüeñas al sol, y en el ancho llano
mirando la tarde roja, por donde la arena sorbe
entre Moncayo y Urbión. la baba del mar amargo,
III hacia la fuente del Duero
Se abrió la puerta que tiene mi corazón, ¡Soria pura!
gonces en mi corazón, se tornaba... ¡Oh, fronteriza
y otra vez la galería entre la tierra y la luna!
de mi historia apareció. ¡Alta paramera
Otra vez la plazoleta donde corre el Duero niño,
de las acacias en flor, tierra donde está su tierra!
y otra vez la fuente clara VIII
cuenta un romance de amor. El río despierta.
IV En el aire obscuro,
En la parda encina sólo el río suena.
y el yermo de piedra. ¡Oh canción amarga
Cuando el sol tramonta, del agua en la piedra!
el río despierta. ...Hacia el alto Espino,
¡Oh montes lejanos bajo las estrellas.
de malva y violeta! Sólo suena el río
En el aire en sombra al fondo del valle,
sólo el río suena. bajo el alto Espino.
¡Luna amoratada IX
de una tarde vieja, En medio del campo,
en un campo frío, tiene la ventana abierta
más luna que tierra! la ermita sin ermitaño.
V Un tejadillo verdoso.
Soria de montes azules Cuatro muros blancos.
y de yermos de violeta,
¡cuántas veces te he soñado Lejos relumbra la piedra
en esta florida vega del áspero Guadarrama.
por donde se va, Agua que brilla y no suena.
entre naranjos de oro, En el aire claro,
Guadalquivir a la mar! ¡los alamillos del soto,
sin hojas, liras de marzo!

Antología Antonio Machado - 23


CLXI XVII
En mi soledad
(PROVERBIOS Y CANTARES)
he visto cosas muy claras,
A José Ortega y Gasset
que no son verdad.
I
El ojo que ves no es XIX
ojo porque tú lo veas; A la vera del camino
es ojo porque te ve. hay una fuente de piedra,
y un cantarillo de barro
II
—glu-glu— que nadie se lleva.
Para dialogar,
preguntad, primero; XX
después... escuchad. Adivina adivinanza,
qué quieren decir la fuente,
III
el cantarico y el agua.
Todo narcisismo
es un vicio feo, XXVIII
y ya viejo vicio. Cantores, dejad
palmas y jaleo
IV
para los demás.
Mas busca en tu espejo al otro,
al otro que va contigo. XXIX
Despertad, cantores:
VI
acaben los ecos,
Ese tu Narciso
empiecen las voces.
ya no se ve en el espejo
porque es el espejo mismo. XXXVI
No es el yo fundamental
VII
eso que busca el poeta,
¿Siglo nuevo? ¿Todavía
sino el tú esencial.
llamea la misma fragua?
¿Corre todavía el agua XXXVII
por el cauce que tenía? Viejo como el mundo es
—dijo un doctor—, olvidado,
VIII
por sabido y enterrado
Hoy es siempre todavía.
cual la momia de Ramsés.
X
XXXVIII
En el viejo caserío
Mas el doctor no sabía
—¡oh anchas torres con cigüeñas!-
Que hoy es siempre todavía.
enmudece el son gregario,
y en el campo solitario XXXIX
suena el agua entre las peñas. Busca en tu prójimo espejo;
pero no para afeitarte,
XI
ni para teñirte el pelo.
Como otra vez, mi atención
está del agua cautiva; XL
pero del agua en la viva Los ojos por que suspiras,
roca de mi corazón. sábelo bien,
los ojos en que te miras
XII
son ojos porque te ven.
¿Sabes, cuando el agua suena,
si es agua de cumbre o valle, XLI
de plaza, jardín o huerta? —Ya se oyen palabras viejas.
—Pues aguzad las orejas.
XV
Busca a tu complementario, XLII
que marcha siempre contigo, Enseña el Cristo: a tu prójimo
y suele ser tu contrario. amarás como a ti mismo,
mas nunca olvides que es otro.

Antología Antonio Machado - 24


XLIII LXXIX
Dijo otra verdad: Del romance castellano
busca el tú que nunca es tuyo no busques la sal castiza;
ni puede serlo jamás. mejor que romance viejo,
poeta, cantar de niñas.
XLIV
Déjale lo que no puedes
No desdeñéis la palabra;
quitarle: su melodía
el mundo es ruidoso y mudo,
de cantar que canta y cuenta
poetas, sólo Dios habla.
un ayer que es todavía.
XLVI
LXXXI
Se miente más de la cuenta
Si vivir es bueno,
por falta de fantasía:
es mejor soñar,
también la verdad se inventa.
y mejor que todo
XLIX madre, despertar.
¿Dijiste media verdad?
LXXXII
Dirán que mientes dos veces
No el sol, sino la campana,
si dices la otra mitad.
cuando te despierta, es
L lo mejor de la mañana.
Con el tú de mi canción
LXXXV
no te aludo, compañero;
¿Tu verdad? No, la Verdad,
ese tú soy yo.
y ven conmigo a buscarla.
LII La tuya, guárdatela.
Hora de mi corazón:
LXXXVI
la hora de una esperanza
Tengo a mis amigos
y una desesperación.
en mi soledad;
LIII cuando estoy con ellos
Tras el vivir y el soñar, ¡qué lejos están!
está lo que más importa:
XCIII
despertar.
¿Cuál es la verdad? ¿El río
LIV que fluye y pasa
Le tiembla al cantar la voz. donde el barco y el barquero
Ya no le silban sus coplas; son también ondas del agua?
que silba su corazón. ¿O este soñar del marino
LXIV siempre con ribera y ancla?
¿Conoces los invisibles XCVIII
hiladores de los sueños? Tu profecía, poeta.
Son dos: la verde esperanza —Mañana hablarán los mudos:
y el torvo miedo. el corazón y la piedra.
Apuesta tienen de quien
XCIX
hile más y más ligero,
— ¿Mas el arte?...
ella, su copo dorado;
—Es puro juego,
él, su copo negro.
que es igual a pura vida,
Con el hilo que nos dan
que es igual a puro fuego.
tejemos, cuando tejemos.
Veréis el ascua encendida.
LXXI
Da doble luz a tu verso,
para leído de frente
y al sesgo.

Antología Antonio Machado - 25


DE MI CARTERA SONETOS
I III
Ni mármol duro y eterno,
ni música ni pintura, ¿Empañé tu memoria? ¡Cuántas veces!
sino palabra en el tiempo. La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
II va con cieno verdoso y turbias heces.
Canto y cuento es la poesía.
Se canta una viva historia, Y más si hubo tormenta en sus orillas,
contando su melodía. y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
III se incendió de centellas amarillas.
Crea el alma sus riberas;
montes de ceniza y plomo, Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
sotillos de primavera. es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
IV
Toda la imaginería o ruidoso penacho de torrente,
que no ha brotado del río, bajo el azul, sobre la piedra brota.
barata bisutería. Y allí suena tu nombre ¡eternamente!
V
Prefiere la rima pobre,
Las ascuas de un crepúsculo, señora
la asonancia indefinida.
Cuando nada cuenta el canto, Las ascuas de un crepúsculo dorado, señora,
acaso huelga la rima. rota la parda nube de tormenta,
han pintado en la roca cenicienta
VI
de lueñe cerro un resplandor de aurora.
Verso libre, verso libre...
Líbrate, mejor del verso Una aurora cuajada en roca fría
cuando te esclavice. que es asombro y pavor del caminante
VII más que fiero león en claro día
La rima verbal y pobre, o en garganta de monte osa gigante.
y temporal, es la rica.
Con el incendio de un amor, prendido
El adjetivo y el nombre
remansos del agua limpia, al turbio sueño de esperanza y miedo,
son accidentes del verbo yo voy hacia la mar, hacia el olvido
en la gramática lírica, y no como a la noche ese roquedo,
del Hoy que será Mañana, al girar del planeta ensombrecido-.
del Ayer que es Todavía. No me llaméis, porque tornar no puedo.
1924

Antología Antonio Machado - 26


Últimos Poemas
Canciones a Guiomar
El crimen fue en Granada
La muerte del niño herido
De mar a mar entre los dos la guerra

El crimen fue en Granada


1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
Canciones a Guiomar
por una calle larga,
¡Sólo tu figura, salir al campo frío,
como una centella blanca, aún con estrellas de la madrugada.
en mi noche oscura! Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
¡Y en la tersa arena, El pelotón de verdugos
cerca de la mar, no osó mirarle la cara.
tu carne rosa y morena, Todos cerraron los ojos;
súbitamente, Guiomar! rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
En el gris del muro, —sangre en la frente y plomo en las entrañas—
cárcel y aposento, ... Que fue en Granada el crimen
y en un paisaje futuro sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
con sólo tu voz y el viento;
2. El poeta y la muerte
en el nácar frío Se le vio caminar solo con Ella,
de tu zarcillo en mi boca, sin miedo a su guadaña.
Guiomar, y en el calofrío —Ya el sol en torre y torre, los martillos
de una amanecida loca; en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
asomada al malecón requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
que bate la mar de un sueño, "Porque ayer en mi verso, compañera,
y bajo el arco del ceño sonaba el golpe de tus secas palmas,
de mi vigilia, a traición, y diste el hielo a mi cantar, y el filo
¡siempre tú! a mi tragedia de tu hoz de plata,
Guiomar, Guiomar, te cantaré la carne que no tienes,
mírame en ti castigado: los ojos que te faltan,
reo de haberte creado, tus cabellos que el viento sacudía,
ya no te puedo olvidar. los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
3.
Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

Antología Antonio Machado - 27


La muerte del niño herido Soneto a Guiomar
Otra vez es la noche... Es el martillo De mar a mar entre los dos la guerra,
de la fiebre en las sienes bien vendadas más honda que la mar. En mi parterre,
del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo! miro a la mar que el horizonte cierra.
¡Las mariposas negras y moradas! Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,

-Duerme, hijo mío. Y la manita oprime miras hacia otro mar, la mar de España
la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego! que Camoens cantara, tenebrosa.
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
Hay en la pobre alcoba olor de espliego: A mí me duele tu recuerdo, diosa.

fuera la oronda luna que blanquea La guerra dio al amor el tajo fuerte.
cúpula y torre a la ciudad sombría. Y es la total angustia de la muerte,
Invisible avïón moscardonea. con la sombra infecunda de la llama

-¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? y la soñada miel de amor tardío,


El cristal del balcón repiquetea. y la flor imposible de la rama
-¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría! que ha sentido del hacha el corte frío.

Antología Antonio Machado - 28

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