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Ciclo de Soledades
He andado muchos caminos... La noria
La plaza y los naranjos encendidos... Las moscas
Recuerdo infantil Hastío
Fue una clara tarde, triste y soñolienta... Anoche cuando dormía...
Yo escucho los cantos… ¿Mi corazón se ha dormido?...
Yo voy soñando caminos... Leyendo un claro día...
Amada, el aura dice... Desgarrada la nube...
Preludio Es una tarde cenicienta y mustia…
Daba el reloj las doce... y eran doce... Desnuda está la tierra...
Las ascuas de un crepúsculo morado... Eran ayer mis dolores...
Me dijo una tarde… En medio de la plaza y sobre tosca
Era una mañana y abril sonreía... piedra...
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Y todo un coro infantil Fue una clara tarde del lento verano...
va cantando la lección: Tú venías solo con tu pena, hermano;
"mil veces ciento, cien mil; tus labios besaron mi linfa serena,
mil veces mil, un millón". y en la clara tarde dijeron tu pena.
Una tarde parda y fría Dijeron tu pena tus labios que ardían;
de invierno. Los colegiales la sed que ahora tienen, entonces tenían.
estudian. Monotonía —Adiós para siempre la fuente sonora,
de la lluvia en los cristales. del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
Fue una clara tarde, triste y soñolienta...
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
Fue una clara tarde, triste y soñolienta con agrio ruïdo abrióse la puerta
tarde de verano. La hiedra asomaba de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
al muro del parque, negra y polvorienta... sonó en el silencio de la tarde muerta.
La fuente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta Yo escucho los cantos
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave Yo escucho los cantos
golpeó el silencio de la tarde muerta. de viejas cadencias,
En el solitario parque, la sonora que los niños cantan
copia borbollante del agua cantora cuando en coro juegan,
me guió a la fuente. La fuente vertía y vierten en coro
sobre el blanco mármol su monotonía. sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, Converso con el hombre que siempre va conmigo
y un huerto claro donde madura el limonero; -quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi soliloquio es plática con ese buen amigo
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. que me enseñó el secreto de la filantropía.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
más recibí la flecha que me asignó Cupido, el traje que me cubre y la mansión que habito,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, Y cuando llegue el día del último vïaje,
pero mi verso brota de manantial sereno; y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. casi desnudo, como los hijos de la mar.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Apuntes
¡Campo de Baeza
I
soñaré contigo
Desde mi ventana,
cuando no te vea!
¡campo de Baeza,
a la luna clara! V
Dondequiera vaya,
¡Montes de Cazorla,
José de Mairena
Aznaitín y Mágina!
lleva su guitarra.
¡De luna y de piedra
Su guitarra lleva,
también los cachorros
cuando va a caballo,
de Sierra Morena!
a la bandolera.
II
Y lleva al caballo
Sobre el olivar,
con la rienda corta,
se vió a la lechuza
la cerviz en alto:
volar y volar.
VI
Campo, campo, campo.
¡Pardos borriquillos
Entre los olivos,
de ramón cargados,
los cortijos blancos.
entre los olivos!
Y la encina negra,
VII
a medio camino
¡Tus sendas de cabras
de Úbeda a Baeza.
y tus madroñeras,
III Córdoba serrana!
Por un ventanal,
VIII
entró la lechuza
¡La del Romancero,
en la catedral.
Córdoba la llana!...
San Cristobalón
Guadalquivir hace vega,
la quiso espantar,
el campo relincha y brama.
al ver que bebía
del velón de aceite IX
de Santa María. Los olivos grises,
los caminos blancos.
La Virgen habló:
El sol ha sorbido
Déjala que beba,
la calor del campo;
San Cristobalón.
y hasta tu recuerdo
IV me lo va secando
Sobre el olivar, esta alma de polvo
se vio a la lechuza de los días malos.
volar y volar.
A Santa María
un ramito verde
volando traía.
-Duerme, hijo mío. Y la manita oprime miras hacia otro mar, la mar de España
la madre junto al lecho. -¡Oh flor de fuego! que Camoens cantara, tenebrosa.
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime? Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
Hay en la pobre alcoba olor de espliego: A mí me duele tu recuerdo, diosa.
fuera la oronda luna que blanquea La guerra dio al amor el tajo fuerte.
cúpula y torre a la ciudad sombría. Y es la total angustia de la muerte,
Invisible avïón moscardonea. con la sombra infecunda de la llama