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Instrumentos de Cristianización en

México:
Cruces Atriales
Establecimientos Franciscanos
(Provincia de San Pedro y San Pablo)

Ø Acámbaro, Santa María de la Gracia

Si bien Beaumont revisó un documento que suponía la fundación de


Acámbaro en 1526 y la terminación de la iglesia y el convento en 1532,
fuentes más antiguas sitúan la fundación entre 1531 y 1540. la crónica
indígena de Beaumont es dudosa. Tiene el estilo de una composición del S
XVII que intentaba legitimar ciertos derechos indígenas sobre la propiedad
de tierras. Ponce visitó el lugar en 1586 e hizo comentarios sobre el
convento de mampostería. El estilo del portón de la iglesia recuerda el de
Epazoyucan en Hidalgo.

Ø Apaseo, San Francisco

El convento no se estableció hasta 1574. Ponce vio el edificio en 1586; era


un pequeño establecimiento de adobe con una iglesia de techo plano.

Ø Celaya, Nuestra Señora de la Concepción

Este establecimiento fue fundado el 12 de octubre de 1570 por orden del


virrey Martín Enríquez. En 1586, el pequeño convento estaba en
construcción.

Ø Chamacuero

El pueblo fue fundado en 1561 como un presidio en una región de


indígenas hostiles. Nunca se concluyó el gran convento y Ponce no habla
de este lugar.

Ø Charapan, San Antonio

El 1586, Ponce encontró una pequeña iglesia de adobe. En la actualidad se


distingue en el pueblo una enorme iglesia de bóveda de cañón. En 1570,
Charapan fue registrada en una lista como visita de Peribán, y en otra como
visita de Tzirosto.

Ø Chucándiro

Erika Peraza
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Una relación geográfica escrita en 1579 establece que la iglesia o
congregación fue inicialmente fundada por fray Miguel. Durante algún
tiempo, la población estuvo bajo el cuidado de los frailes, hasta que el clero
secular fue introducido por Quiroga. En 1576, el obispo Medina Rincón
asignó la comunidad a los agustinos los presentes edificios conventuales
son obra de fray Felipe de Vergara, posteriores a 1642.

Ø Erongorícuaro, Asunción de Nuestra Señora

En el siglo XVI, este establecimiento, al otro lado del lago de Pátzcuaro, se


consideraba como un distrito o barrio de la misma ciudad de Pátzcuaro.
Desde 1552 los franciscanos intentaron establecerse en ese lugar, y lo
lograron entre 153 y 1570. en 1586, el establecimiento estaba terminado,
exceptuando los techos de los pasillos del claustro superior.

Ø Jiquilpan (Huaninba) , San Francisco

Una relación geográfica de 1570 atribuye la fundación de este


establecimiento a fray Juan de San Miguel, aproximadamente en 1540;
aunque para esta fecha el frailes se encontraba ocupado en Uruapan. De
cualquier manera, en 1586 existían un convento y una iglesia de adobes.
El edificio actual corresponde a una estructura del siglo XVI. El pueblo
cuenta además con capillas de barrio.

Ø Morelia (Valladolid; Guayangareo), San Buenaventura

El establecimiento de Valladolid fue fundado en 1546. el convento


original fue de modestas proporciones hasta antes de 1586. Las primeras
construcciones fueron erigidas bajo la dirección de fray Antonio de Libboa.
El edificio actual estuvo en construcción durante la época de la visita de
Ponce en 1586. para entonces, el antiguo edificio estaba en ruinas; la
iglesia había sido demolida y vuelta a construir de mampostería. Los
informantes de Ponce se mostraron sorprendidos ante el hecho sin
precedente de la donación de 400 ducados por parte de la Corona para
llevar a cabo las operaciones de construcción. Este edificio no se terminó
hasta principios del siglo XVII.

Ø Pátzcuaro, San Francisco

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Fray martín de la Coruña o de Jesús fue el primero en evangelizar la región
del lago de Pátzcuaro en 1525. a su muerte, hacia 1557, fue enterrado en
los escalones del altar de la iglesia que se derrumbó antes de 1563 y que
los franciscanos abandonaron en fecha anterior a 1576. para 1638, el sitio
de esta construcción había sido casi olvidado; el actual establecimiento
franciscano se levanta en otro lugar.

De acuerdo con las inscripciones, la segunda construcción o estructura


actual debió haberse iniciado entre 1576-1577, hasta la puerta del claustro.
Pero poco se había construido para 1586; sólo una parte del convento de
dos pisos estaba terminada; y la iglesia no fue concluida hasta 1638.

Ø Peribán, San Francisco

Fray Juan de San Miguel y fray Jacobo Daciano fundaron Peribán hacia
1546. Fue registrado como asentamiento franciscano en 1570. En 1587
Ponce vio el convento de mampostería completamente terminado, salvo
una porción de la rectoría, construida de adobes y techada con paja.

Ø Pichátaro, Santo Tomás

Sólo Ponce se refiere a un humilde convento construido en este lugar,


“pequeño hecho de adobes y cubierto de paja”, habitado por dos frailes.
Este establecimiento no se menciona en la descripción del obispado de
Michoacán, escrita en 1570. El lugar está registrado como visita de
Erongarícuaro.

Romero dice que el asentamiento fue evangelizado por fray Martín de


Jesús, y que su administración espiritual dependía de Tzintzuntzan. No
parece estar enterado del convento construido en dicho lugar.

Ø Purenchécuaro, San Jerónimo

En 1586, Ponce, el único cronista que menciona este establecimiento


fundado en 1556, encontró un pequeño convento construido de adobes que
no estaba completamente terminado.

Ø Querétaro, Santiago

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Beaumont demostró que Querétaro es estableció por primera vez en 1531,
en un sitio llamado Taxco; y que aproximadamente en 1548 el
asentamiento fue trasladado a su sitio actual, debido al descubrimiento de
las minas de Zacatecas y la apertura de caminos hecha por Sebastián de
Aparicio. El Santo Evangelio cedió lugar a la provincia de Michoacán en
1567.

En 1586 Ponce encontró un resistente y espacioso convento, todo


construido de mampostería, que había alojado con anterioridad un estudio
de teología, gramática y artes.

Ø San Felipe, San Felipe

San Felipe, asentamiento fronterizo o “presidio”, fundado en 1570, fue


establecido en el camino a Zacatecas. En 1586, el convento era pequeño y
estaba hecho de adobes.

Ø San Miguel de Allende, San Miguel

Fray Juan de San Miguel está asociado sin duda a la fundación de san
miguel en 1542. la localización original de 1542 no corresponde al sitio
actual, ya que rea indica que fue desplazado hacia el este, en busca de
reservas de agua abundantes. Este traslado fue llevado a cabo quizá bajo la
dirección de fray Bernardo Cossin, fraile francés, murió en 1550.

El convento franciscano no se estableció hasta después de 1606. Antes de


ese tiempo, la comunidad era asistida por el clero secular.

Ø Tajimaroa (Cd. Hidalgo), San José

Se supone que los franciscanos fundaron su convento en este lugar en 1550


si bien la construcción no se inició hasta 1565. En 1586, Ponce vio las
construcciones terminadas y elogió el bello altar principal. En la plaza
principal se encontraba una fuente digna de ser mencionada. La
congregación fundada en la región hacia 1598 remodeló la iglesia
construida por los franciscanos.

Ø Tancítaro, Santa Cruz

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Fundado por Juan de san Miguel y Jacobo Daciano, contaba en 1587 con
un convento de mampostería de proporciones mellas y una iglesia. Si bien
el convento se localizaba en “tierra fría”, todas sus vistas estaba en Tierra
Caliente. Los franciscanos lo abandonaron en 1556.

Ø Tarécuato, Santa María de Jesús

Una relación geográfica, si bien proporciona una fecha inverosímil para la


fundación (anterior a 1519), atribuye el trabajo a un fray Bernaldo,
posiblemente el fray Bernardo Cossin responsable de la consolidación del
establecimiento de San Miguel, y quien murió en 1550. fray Jacobo
Daciano atribuye la construcción de la iglesia. En 1586, Ponce describe
Tarécauto como uno de los conventos más antiguos construidos de adobe y
piedra.

La comunidad fue reorganizada antes de 1604 por fray Juan de Espinosa,


que residió en ese lugar más de cuarenta años, y fundó un hospital y una
escuela. No lejos, en San Miguel, Espinosa fundó además una aldea y
construyó una iglesia en 1590.

Ø Tarímbaro, San Miguel

El establecimiento franciscano fue fundado aproximadamente en 1580.,


cuando se construyó una iglesia. Ponce la vio todavía en construcción en
1586. Para entonces, el convento estaba concluido: un refugio de techo de
paja servía como iglesia.

Ø Tolimán, San Pedro

Ponce refiere exclusivamente a una “casita pequeña” hecha de abobes, en


este sitio fronterizo fundado en 1583, según consta en la Crónica de Rea.

Ø Tzintzuntzan, San Francisco

El antiguo establecimiento, construido después de 1533; bajo la dirección


de fray Juan de San Miguel, que llegó a Michoacán con Quiroga, fue
sustituido por completo por una construcción tardía del Siglo XVI, bajo
fray Pedro de Pila. En el muro sur del convento aparece una piedra con
una inscripción que registra la fecha de 1596.

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Ø Uruapan, San Francisco

Fray Juan de San Miguel fundó Uruapan hacia 1540. La parroquia original
fue construida algunos años después de su muerte en 1555. La rectoría fue
edificada bajo la dirección de Quiroga, y resistió un incendió en 1813 con
algunas restauraciones. Esta iglesia ocupa el lugar de una construcción
anterior hecho por el mismo fraile: a su muerte, los indígenas colocaron
sus efigie en la fachada. En la actualidad, la iglesia tiene tres naves, con
columnas de madera y techo de cuatro aguas. Ponce describió este edificio
en 1587, cuando tenía techos planos o “de terrados”. El convento era de
proporciones modestas. San Miguel construyó además las nueve ermitas el
pueblo, así como el hospital de la plaza oriental.

Ø Zacapu, Santa Ana

La iglesia y el convento se construyeron aproximadamente en 1548 bajo la


dirección del singular fray Jacobo Daciano, con trabajadores de
Querécuaro en la sierra de Cherán. Más tarde, una segunda iglesia fue
construida por fray Pedro de Pila sobre los cimientos trazados por Daciano.
Este segundo edificio fue hecho de mampostería.

Es probable que este segundo convento haya sido visitado por Ponce en
1586. En ese momento, el convento estaba terminado, pero la iglesia se
hallaba en construcción (“se iba haciendo”). Se pidió a Ponce que
castigara a dos indígenas que obstaculizaban los trabajos de la obra y viera
que el guardián permaneciera en su puesto y cumpliera con sus
obligaciones.

Ø Zinapécuaro, San Juan Bautista

Romero atriibuye el desarrollo de esta comunidad al virrey Mendoza, quien


estableció algunos españoles en el lugar para defender el fuerte contra los
chichimecas. La afirmación del cacique, Nicolás Montañez de San Luis,
obre la supuesta existencia de un establecimiento franciscano construido
hacia 1530, puede ser descartada.

En 1586, Ponce habla de un convento y una iglesia sólidos y bien


construidos, aunque pequeños, de mampostería. La iglesia y el convento
originales fueron reconstruidos hacia 1630 sobre un montículo al que se
llega por una amplia escalinata.

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Ø Zitácuaro, San Juan

Ninguna lista anterior menciona este establecimiento, por lo que su


fundación fue probablemente posterior a 1570. La iglesia y el convento
originales, pequeños y construido de adobes, estuvieron de pie por los
menos hasta después de 1586, cuando Ponce visitó el pueblo, más tarde
otro edificio fue erigido a costa del minero Manuel de Santa Cruz, para
albergar la figura de la Virgen milagrosa traída de España en el siglo XVI
por el encomendero de Tajimaroa. Este nuevo edificio ya era una realidad
antes de 1639. Kubler, George, Arquitectura Mexicana del Siglo XVI, pp.
594-600.

Los atrios

Es muy conocido el grabado que reproduce la Rhetorica Cristiana, por fray


Miguel de Valadés, se dice que lo diseñó inspirándose en el trabajo de los
franciscanos de la ciudad de Tlaxcala. Su valor gráfico es grande porque
permite visualizar en un solo cuadro todos los aspectos del ministerio
religioso. Las escenas se desarrollan en un atrio típico, rodeado de alto muro
y con accesos por las tres lados libres. En las cuatro esquinas aparecen,
estilizadas, las capillas posas y a lo largo de los muros, las avenidas
procesionales que las comunican entre sí. Al centro se destaca la alegoría de
la Iglesia, llevada en andas por la grey franciscana delNnuevo Mundo.

La alusión la presenta en forma de edificio cuya planta está inscrita entre


cuatro torres angulares, con pórtico clasicista y en sus alturas una cúpula
cubriendo el crucero. Sobre el edificio se abre la Gloria y entre sus
resplandores y nubes preside la figura sedente y majestuosa del Padre, que
sostiene en el regazo a Cristo crucificado, ante las figuras orantes de María y
de un ángel. En medio de la iglesia resplandece la volátil figura del Espíritu
Santo, centro y ánima de todo. En derredor aparecen las indicaciones de
interés histórico, frailes e indios en diversos grupos reducidos. Dentro de las

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posas se dibujan sucesivamente hablando a niños, a otro a niñas, aquél a
hombres y una más a mujeres. Bajo uno de los tres portales que aparecen en
la periferia del atrio, a un el lado correspondiente al convento, se ven tres
frailes condensando a indios arrodillados; en otro, aun monje administrando
justicia a un grupo de indios, teniendo a su vera a un señor nativo, y en el
siguiente se representan la comunión, la misa y la extremaunción. Luego, en
el campo abierto, frailes que con la palabra o con grandes láminas ilustradas,
libros y otros objetos, explican los conocimientos humanos, la doctrina, la
penitencia, la confesión, el matrimonio y la creación del mundo. Otros grupos
celebran oficios de difuntos, el bautizo o el matrimonio. Finalmente, se van
llegar enfermos a este campo de piedad.

Bajo el signo de la vida cristiana, los atrios eran propiamente la casa espiritual
delos indios. Excepción hecha de los que pertenecieran a los conventos de
Atotonilco el Grande, Huejutla y Tlaquiltenango en que se colocaron a un
costado del templo conventual, siempre iban hacia el frente del macizo
arquitectónico formado por el templo y el convento, y en cierta frecuencia se
prolongaban por el lado libre del templo; es por eso que parecían edificios
monacales en el fondo de los atrios.

Su forma era cuadrangular y sus dimensiones muy variables, marcándose con


el

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La Cruz Atrial

El instrumento que emplearon los misioneros en la Nueva España, fue la cruz,


que erigieron en cada a donde llegaba y que portaban como distintivo.
Asiento y lugar adecuado de la cruz fue la capilla abierta, esa peculiar
creación de la arquitectura en el medio americano. Ante la insuficiencia de los
templos hubo que construir estas capillas abiertas con atrios, a manera de
iglesia al aire libre, para cumplir diversas necesidades de la sociedad indígena,
tanto de orden litúrgico como de catequesis.

Contaba esta “capilla de indios” de cuatro elementos fundamentales:

1. El atrio o gran patio, limitado por muros que estaban abiertos por las
entradas o accesos,

2. La capilla abierta propiamente dicha;

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3. Las capillas secundarias colocadas en las esquinas del atrio llamadas
también capillas-posas, y

4. La gran cruz que dominaba el atrio.

La mejor imagen de la época para explicar la capilla de indios es el grabado


inserto por el franciscano Diego de Valadés en su Rethorica Cristiana,
publicada en Perusa (1579). En este caso la cruz fue sustituida por la imagen
de la Iglesia según el modelo de San Pedro por Bramante. En general, la cruz
atrial es el centro simbólico del espacio y obra a manera de axis mundi.

Por otra parte, la cruz fue inseparable de los conquistadores que iban
acompañados de los misioneros. En la fundación de Acámbaro, cuenta el
padre Beaumont que lo primero que se hizo fue erigir una gran cruz de
madera, luego se trazaron las calles y junto a la cruz, se levantó después la
capilla.

Fray Toribio de Motolinía refiere lo venerada que era la cruz en México; se la


encontraba en todos los pueblos y caminos y eran muy altas. La cruz tenía la
misión de santificar los templos paganos donde se habían hecho tantos
sacrificios. El padre Olmedo, en la Villa Rica, pensó erigir una capilla; luego
de derribar los ídolos mandó que se pusiera allí, la cruz de Cristo.

La cruz como tal, no era desconocida por el aborigen, y los soldados y frailes
encontraron cruces que no dejaron de sorprenderles. Algunos españoles como
Cervantes de Salazar llegaron a pensar que las cruces del México prehispánico
pudieron ser cristianas. Para los toltecas la cruz tuvo un poder salvifico y la
relacionaron con Quetzalcóatl, hombre-dios justo, que les enseñó el camino
de la virtud para huir del pecado, les dio leyes y buena doctrina.
Efectivamente Quetzalcóatl considerado por varios autores como el
introductor del cristianismo o de una religión muy parecida, y se dice de él
que a portó la cruz a América, sin embargo, otros estudios parecen probar que
no fue así. Si bien es cierto que el gorro y el escudo del dios están
ornamentadas con la cruz decussata, este motivo era frecuente en el antiguo
arte mexicano y con él se representaban los cuatro puntos cardinales o la
osamenta cruzada de los muertos.

La tarea de los frailes de imponer a los indígenas la religión cristiana es digna


de admiración por los frutos que lograron entre pueblos que no tenían ninguna
noción de los que era la doctrina de Cristo y que estaban convencidos de que

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sus dioses eran los buenos para regir su vida. Una cosa es indudable: que el
indio se aficionó mucho a la cruz, y no es raro encontrar en planos y códices
de tierras del S . XVI, e incluso de los siglos XVII y XVIII, que los linderos
de tierras se marcabas con cruces, que los caminos estaban protegidos por
ellas y los cerros coronados por una o tres, en recuerdo del Calvario. A tal
grado se llegó en la veneración de la cruz que hubo necesidad de frenar
algunas manifestaciones de devoción. En 1539, en la Junta Apostólica de
Obispos se prohibió que ardieran braseros de copal y fuego de día u de noche
delante de las cruces, tanto por ser una práctica traída de la antigua idolatría,
como por no traer ningún provecho. Se prohibieron las cruces altas, en
consideración a que la cruz de Jesucristo no lo fue tanto y porque se gastaba
dinero y trabajo en hacerlas, con el agravante de que luego no se podían
colocar por su excesivo peso; por todo ellos se prefirió la cruz humilde.

Antonio de Peñalosa ha sintetizado una serie de manifestaciones de la


devoción indígena a la Santa Cruz, que reúne en su magnífico libro La
Práctica Religiosa en México, Siglo XVI:

1. Erección de cruces en los lugares donde anteriormente se habían


levantado ídolos. La cruz reemplaza a los dioses tópicos.

2. Erección de cruces en cerros y caminos, en el cerro de las plazas y


esquinas de la población. “En cada encrucijada de calles, hay cruz.”
Cada uno de ellos (los indios), querían tener una cruz frontera de su
casa.

3. Erección de cruces en medio de los campos de labranza. Así se hizo en


la provincia de Michoacán por iniciativa de Don Vasco de Quiroga,
según refiere fray Juan de San Miguel. Donde el indio labra la tierra,
ponía una cruz adornada “de muchos ramitos verdes y florecillas y con
tanto acato y reverencias que anda temblando”, y no de terror, sino de
amor.

4. Erección de cruces en los atrios. Frente a cada templo se levanta una


cruz. Son “muy solemnes, las cuales cada domingo y fiesta (los indios)
adornan con muchas rosas y flores, y espadañas y ramos”.

5. Más tarde dirá fray Matías de Escobar que “estas cruces sobre muchas
gradas elevadas” eran centro ocasional de la Piedad, pero también
permanente “asiento a los niños de la doctrina”. “ Al son de campanas

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que junta unos a la cruz, otros a los árboles y otros en las capillas a
aprender oraciones”.

6. Cruces en el interior de la casa. “En cada casa la ponen”, dice


Basalenque. Los indios más pobres la colocaba en lugar de honor de la
choza. Los señores principales la ponían en el patio sobre “muy
encaladas peanas y cercos, y la adoraban con muchas buenas y olorosas
yerbas, rosas y flores, y allí hacían oración, al principio cundo no tenían
imágenes ni oratorio y allí se disciplinan con la gente de sus casas”.

7. Cruces en el exterior de sus casas. Conforme después se fueron


construyendo casas al estilo español, las cruces se ponían en relieve a
manera de adorno en las fachadas, en los dinteles de puertas y ventanas,
o en algún nicho principal.

8. Cruces procesionales. Tomás López en sus ordenanzas de 1552-1553,


para los indios de la provincia de Yucatán dice: “Mando que: cada
pueblo tenga cruz con su manga y con su paño, y que un indio la traiga
delante de todos los pueblos y congregación con mucha veneración, y
todos se alleguen y recojan debajo de ella, y vengan al lugar y a la
doctrina donde se les fuere mandado y por el mismo orden se vuelvan
siguiendo la cruz y bandera cada cual a su pueblo”.

9. Cruces de los oratorios familiares. Estos lugares de oración se


multiplicaron rápidamente y en ellos la familia veneraba la cruz y las
imágenes de su devoción.

10.Los indios acostumbraban a colgarse cruces en el cuello.

11.La primera práctica religiosa que aprendían los niños y adultos era
signarse y persignarse, lo que llamó con frase latina el per-signum.

12.A la hora vespertina de la oración cuando la campana tocaba el Ave


María, los indios salían de su casa a rezar la oración junto a la cruz más
próxima.

13.En cuaresma, se colgaban de una cruz “buen pesada”, y así se iban hasta
alguna remota iglesia.

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14.El Jueves Santo se efectuaba la numerosa y tradicional procesión de
cruces y crucifijos.

15.La festividad de la invención de la santa cruz, el 3 de mayo, por lo que


solía llamársele “día de la santa cruz de mayo”, era sin duda una de las
más alegres del año celebrado con regocijo en todo el pueblo. Grijalva
escribe que los indios llevan a bendecir las cruces la víspera, las
enramaban y levaban en procesión bajo palio, para enarbolarlas en sus
hogares con mucha música, mitotes y fuegos. La fiesta duraba todo el
día siguiente, y el pueblo o casa donde se levantaba la cruz celebraba
grandes banquetes.

16.Las fiestas y danzas de moros y cristianos llamadas también morismas,


que se originaron en Tlaxcala, no tenían otro fin sino fomentar la
devoción de la cruz.

17.En las afueras de los templos, generalmente en algún cerro o clona, los
indios erigían calvarios imitando el Gólgota y en el trayecto hasta la
población levantaba algunas cruces donde hacían devotes estaciones.

18.La más famosa de todas las cruces fue la que labraron los franciscanos
en uno de los más corpulentos ahuehuetes-cipreses de Moctezuma, que
decían los españoles del Bosque de Chapultepec y colocaron en el atrio
de San Francisco. Torquemada asegura que “era más alto que la más
alta torre de la ciudad”, y “ lo primero que se divisaba antes de llegar a
México”.

También se fundaron cofradías de indios a la manera española, y aun cuando


no eran espacialmente dedicadas a la cruz, las llevaban en los crucifijos con
que se acompañaban.

Es tal la variedad de formas de las cruces atriales, que no resulta fácil su


clasificación. Mariano Monterrosa presentó esta división:

Ø Cruces con el Cuerpo de Cristo. Aún no sabemos porqué razón el


cuerpo de cristo fue tan raramente representado en las cruces de piedra
que nos han llegado; aunque hay varias teorías para explicarlos, nada
dicen los cronistas. En general, se cree que el cuerpo de salvador no se
representó porque:

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Cruces
...los Atriales
frailes trataron de ocultar las relaciones perjudiciales entre la religión
indígena y la cristiana. El representar al crucificado con las lagas abiertas y
bañado en sangre, bien podía traer a la memoria de los indios sus antiguos
sacrificios a Huitzilopochtli, aquellas escenas n que los prisioneros aún
vivios y a medio quemar a veces eran arrastrados a la piedra de los
sacrificios con el cuerpo también cubierto de llagas y el pecho abierto por el
pedernal. El culto a la sangre de Cristo y a su martirio podía equivocar el
sentido, en sus mentes, por esto para evitar esta remembranza ritual, los
evangelizadores permitieron –y es más- trataron que el artista indígena sólo
labrase el rostro de Cristo bien la corona de espinas en el eje de la cruz y los
tres clavos e sus lugares respectivos.

Debemos recordar que también es en el S. XVI cuando se hacen los


crucifijos de pasta de maíz, a los que se añadieron muchos detalles
realistas, con lo que se obtuvieron unas piezas que nunca se
alcanzarían con la talla de la piedra. Sabemos que fueron muchas las
obras que se hicieron, y algunas nos han llegado a pesar de los
cuatro siglos transcurridos; entre éstas se encuentran el Cristo de la
Preciosa Sangre, el Cristo de la Tercera Orden (Pátzcuaro), el Señor
de la Lámpara (Charo), el Cristo de Araró, la imagen de la Virgen
María (Cuitzeo), el Cristo de Tzintzuntzan, etc.

Ø Cruces con Espejo de Obsidiana. La de mayor interés es la de Ciudad


Hidalgo (Michoacán), que no representa símbolos pasionarios y el astil
se remata en forma de una flor abierta con grandes pétales pétreos; la
cartela del INRI no tiene letras sino cuatro figuritas sin identificación.
En la intersección de los brazos está la corona de espinas son
apariencia de corona de laurel y dentro de ella un espejo de obsidiana;
en el fuste se ven cuatro ramas florecidas y la llaga de los pies. La
planta de la cruz es cuadrada, pero a partir de escudo franciscano se
vuelve de sección octogonal. La peana es piramidal y en cada uno de
sus lados aparece el escudo de Cristo y de María, en tanto que al frente
está la calavera.

Como recuerda fray Diego de Durán, la obsidiana fue un material


abundante en Mesoamérica; además el dios Tezcatlipoca era
representado con un espejo en el pie o en el brazo por cuanto su
mismo nombre significa “espejo humeante”. Esa es la razón por la
que su jeroglífico sea un espejo del que sale humo y fuego. La
obsidiana no sólo era un elemento decorativo de este dios; para los
pueblos prehispánicos representaba un objeto precioso. Todos han
visto en estas cruces una referencia al mundo indígena, no solamente

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e el espejo de obsidiana sino en los símbolos, más que en el
contenido, en la forma.

Ø Cruces con el Rostro de Cristo. Estas cruces son las que no presentan
ningún elemento pasionario, con excepción del rostro de Cristo. Son las
“cruces verónicas”, no abundantes ni tampoco importantes en cuanto a
trabajo escultórico. La cruz del convento de Tlayacapan (Morelos)
tiene el rostro de Jesús pintado en el lienzo de la Verónica, y ocupa
exactamente la intersección de los brazos y el astil. Existe otra
semejante en Huejotzingo, y en San Andrés de Atenco (Estado de
México).

Ø Cruces con el Rostro de Cristo, Manos y Pies. La cruz de San Lorenzo


Tepozotlán (Estado de México) es muy interesante, pero en ella se han
suprimido el rostro de Jesús, las manos y los pies; es monolítica y está
tallada de la manera que el rostro parece salir del paño de la Verónica.
Las manos están extendidas y presentan dos gruesos orificios que han
dejado los clavos, en la parte inferior del astil, los pies aparecen
cruzados unos obre otro y hay gruesas uvas que simbolizan la sangre
redentora. Estas cruces fueron llamadas por Moreno Villa “cruces
fantasmas”, ya que la figura de Cristo parece ser un espectro. Existen
ejemplos en Angahua (Michoacán) y Quecholac (Puebla).

Ø Cruces con el Rostro de Cristo y Símbolos Pasionarios. Es el ejemplo


de cruces más numeroso y variado, entre los ejemplares más importante
tenemos a la cruz de Acolman, de gran belleza hay en ella un contraste
por la mezcla de elementos de gran calidad escultórica junto a otros
decididamente primitivos, a los pies está la Virgen de los Dolores, en la
que con cierta exageración se ha querido ver un ídolo; en el astil de la
cruz se ven los símbolos de la pasión y en el pie un cráneo descarnado
muy mal esculpido. Encima del rostro se esculpió un corazón
atravesado por tres flechas, que es el símbolo agustino, y se remata con
la cartela del INRI, otros ejemplos los encontramos en la población de
San Lucas Xolox (Estado de México), Santa Bárbara Tlacatepan
(Estado de México), Jilotepec (Estado de México), Metepec (Hidalgo) y
Ocotelolco (Tlaxcala).

Ø Cruces Sarmentosas. Presentan estas cruces la apariencia de estar


hechas con troncos de árbol cuyas ramas hubiesen sido cortadas. Se ha
dicho que son como una inversión del Árbol de la Vida Paradisíaca, así

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que aparece el tronco con las yemas de las ramas cortadas. En el árbol-
escalera que une a los niveles cósmicos. Existe una de especial belleza
en el atrio del convento de San Miguel, en Huejotzingo (Puebla), ésta
estuvo antes colocada en una de las capillas posas; es la única que se
conserva. Tiene en la base de la corona y presenta en las terminaciones
de los brazos y astil flores de cactus. También debió pertenecer al atrio
conventual la cruz colocada en la plaza de este mismo lugar, ésta se
levanta sobre un basamento alto y presenta le astil y los brazos con
troncos que tienen señaladas las yemas de las ramas cortadas.

Todas estas cruces llevan los símbolos de la Pasión de Cristo y seguramente


fueron útiles en la tarea de la evangelización, ya que los símbolos visuales
hacían más fácil al misionero la explicación del sufrimiento de Cristo.

Las cruces más interesantes son las llamadas “narrativas”, levantadas en la


Nueva España con el objeto de que los indígenas ganaran indulgencias
prometidas en la Misa de San Gregorio. Así pues, la cruz con los
mencionados símbolos, era una especie de arte de la memoria del sacrificio
del Redentor, más fácil para la comprensión y el recuerdo que la explicación
oral. Sebastián, Santiago, et. al., Iconografía del Arte del Siglo XVI en
México, pp. 39-56.

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Cruces Atriales

Iconografía Prehispánica y Arte Indocristiano

Pese la importancia que tienen ciertos motivos de la iconografía prehispánica


para nuestro arte del siglo XVI, no habían percibido la atención de un estudio
detenido. Este descuido u olvido se explica por las dificultades que entraña,
puesto que no todos los signos y símbolos son tan ostensibles como los
espejos de obsidiana de algunas cruces atriales., o las vírgulas de la palabra
que aparece en la boca de algunos personajes.

Por desgracia, muy poco es también lo que se ha investigado en el campo de la


iconografía prehispánica de allí que, aplicados al estudio del Arte
indocristiano, haga más fácil la tarea puesto que en muchos o en ciertos casos
los diseños europeos son semejantes.

Por este mismo hecho se prestó para que el indio utilizara lo europeo para
expresar su propio pensamiento sin temor a ser descubierto ya que, como es
sabido, todas las expresiones plásticas prehispánicas fueron intensamente
combatidas por los misioneros. Pero, una forma para que los frailes no era
otra cosa que puramente decorativa, podía encerrar un concepto religiosos
para el indios, llegándose así al sincretismo religioso. De esta manera, tanto el
fraile como el indio quedaban satisfechos.

Pese a la extrema vigilancia ejercida por los frailes y al esfuerzo por


cristianizarlos, no fue posible desterrar de la conciencia indígena aquellos
conceptos tan largamente sostenidos, ni impedir su manifestación plástica en
determinadas ocasiones. No en vano los adultos, sacerdotes y guerreros se
habían educado en el Calmecac y un poco menos en el Telpochcalli, pero
sobre todo en la primera que fue la institución de estudios superiores entre los
mexica. De este modo, aun cuando las esculturas desaparecieron con la
Conquista, los frutos que habían procreado no podían desaparecer tan pronto –
como en ocasiones se piensa-, a menos que ellos implicara la destrucción total

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y absoluta de los hombres que poseyeron el conocimiento de la religión y de la
historia indígenas, así como también la desaparición de los artistas que en la
vida práctica se encargaron de elaborar las imágenes de los dioses en la
plástica indígena.

En mucha ocasiones, el indios ocultaba sus ídolos en los basamentos de las


cruces y de los altares, los cuales, como es natural, una vez descubiertos eran
destruidos.

A continuación se proporcionará una lista de algunas cruces atriales y el


influjo indígena contenido en éstas1.

Influencia Prehispánica en Cruces Atriales


Motivo Localidad Orden Significado
Tezcatlipoca, divinidad prehispánica
de la noche, se le solía representar
Espejo de C. Hidalgo, O.F.M. con un espejo, además su nombre
obsidiana Michoacán Orden de Frailes significa “espejo humeante”.

Menores (Franciscanos).

Tezcatlipoca, divinidad prehispánica


de la noche, se le solía representar
Espejo de San Felipe O.F.M. con un espejo, además su nombre
obsidiana Alzati, Orden de Frailes significa “espejo humeante”.
Michoacán Menores (Franciscanos).

Divinidad prehispánica

Topiltepec, O.P.
Ídolo Oaxaca Orden de Predicadores
(Dominicos).

Nahui Ollín, 4 movimiento o Quinto


Sol: época en la que vivían los
O.F.M. pueblos prehispánicos, según la
Flor de C. Hidalgo, Orden de Frailes leyenda de la creación. Los cuatro
pétalos representan a los puntos
pétalos Michoacán Menores (Franciscanos). cardinales.
abiertos

También llamado “chalchihuite” o


rodete, puede llevar o no un agujero
en el centro y simboliza lo precioso.
O.F.M. Asociado al agua equivale a líquido
precioso, o sea la sangre que
1
Chalchihuitl Atzacoalco, Orden de Frailes alimentaba al sol. La sangre
Basada en la presentada por Constantino Reyes-Valerio en Arte Indocristiano, pp. 291. constituía un elemento preciosos
México Menores (Franciscanos) para ambas religiones: la sangre de
Cristo, según enseñaban los frailes a
los indios, fue derramada para salvar
al hombre.
ErikaPara el indio, el líquido
Peraza
precioso de los sacrificios humanos,
con ésta se alimentaba al Quinto Sol
para que no muriese.
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Si observamos el aspecto puramente formal de las obras escultóricas y


pictóricas del arte indiocristiano, advertiremos que, en muchos casos, es
posible observar la presencia de diferentes manos y diversas habilidades,
sobre todo en las de mayor envergadura. Es natural que así haya sido, porque
en esa multitud de trabajadores debió haber individuos con mayor experiencia
y destreza que otros. Relacionando esto con lo que ha dicho fray Bernardino
de Sahún: a que tanto el cantero como el pintor antes de maestros debieron ser
aprendices, consideramos lógico clasificar a los artistas, de acuerdo con las
características de sus obras, en las tras categorías siguientes: Aprendices,
Oficiales y Maestros.

Aprendices:

Los individuos de este grupo tuvieron a su cargo las tareas más sencillas, tales
como la preparación de los colores, de las colas o pegamentos, arreglo de los
muros que debían quedar lisos para que los maestros ayudados por sus
oficiales, trasladar a ellos las diversas escenas historiadas. Mezclaban también
la cal y la arena, desbastaban las piedras que servirían a los escultores,
colocaban los sillares previamente cortados por los canteros, desempeñando
en este caso la tarea de los albañiles. En algunos casos, quizás no tan raros,
estos artistas incipientes se encargaron de ejecutar algunas obras escultóricas
en los templos de sus pueblos.

Como individuos que apenas se iniciaban en las complicadas tareas del arte,
sus rasgos son más fáciles de detecta. Sobresalen por la torpeza de sus trazos,
lo desaliñado del corte de la piedra o del dibujo, denotando así su insuficiente
preparación técnica, su incapacidad para el arte o su descuido. Mochas talvez,
desconocían l lengua española, por lo cual algunos nombres aparecen con las
letras invertidas o mal hechas como en san miguel Chapultepec, estado de
México, aunque este rasgo también se pueden encontrar en el trabajo de un
oficial, como en una de las capillas posas de Calpan y en ocasiones también en

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la obra de un maestro, como en la extraordinaria gualdra del coro de
Huatlatlauhca, Puebla.

En la mayor parte de estos casos las obras acusan un infantilismo exagerado,


pero este rasgo también se observa en obras europeas como las de Bosost y
Quintanilla de las Viñas. En ocasiones los miembros del cuerpo son deformes
o muy cortos o desmesurados. La composición adolece de varios defectos. El
tallado en bisel es todavía más acusado. Sólo podemos explicarnos estas
obras por la intervención de individuos que apenas su tenían nociones
rudimentarias del arte y de la técnica, así como por la libertad relativa que les
concedieron los frailes quienes, sin querer entorpecer el entusiasmo de sus
feligreses y por carecer, de ese exagerado sentido crítico para juzgar las obras
del indio, animaron a éste proporcionándole los modelos a ejecutar, cuidando
tan sólo de que no se cometiese herejía alguna en la representación
iconográfica de las imágenes.

Como obra de aprendices debemos calificar la portada del templo de Santo


Tomás , Hidalgo. El trabajo es de una ingenuidad extraordinaria, ninguna otra
obra mexicana posee tantas imperfecciones como esta. El escultor sólo se
preocupó por tallar los motivos organizados por el fraile evangelizador de esta
zona. La rudeza de las figuras, de rostros tan inexpresivos e ingenuos,
muestran una vitalidad sorprendente alimentada por la fe. El aliento de estos
principiantes y el entusiasmo de los misioneros permitirían ya perdonar la
“barbarie” de estas obras. Debemos comprender también la amplitud de miras
de los evangelizadores que nos se preocupaban ni escandalizaban, porque las
obras saliesen o no “bonitas”, buscaban la perfección del alma, mucho más
importante y trascendente que la “belleza” de cualquier otra actividad o
manifestación plástica.

Oficiales:

Los miembros de este grupo fueron individuos que poseían mayores


conocimientos que los anteriores y su práctica del oficio era más amplia.
Debido a ello se les confiaron obras de cierta responsabilidad y delicadeza en
los detalles. Es posible que en determinados casos la responsabilidad sea
enteramente de ellos, ya solos, ya bajo la dirección de un maestro. Sus
características son sensiblemente diferentes a lo que hemos visto. Sin llegar a
la perfección –que nunca encontraremos- los rasgos son más limpios, el dibujo
está mejor acabado. Aún le falta dominar varios aspectos técnicos, pero las
equivocaciones son menores. El corte de la piedra muestra cierta seguridad.

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Como en ningún caso se copiaba del natural, sino de los grabados que les
proporcionaban los religiosos, no todas las faltas son imputables a los artistas,
y lo mismo vale para los maestros. La pequeñez de las muestras, que en
ocasiones apenas sólo tenían cinco o siete centímetros, impedían discernir
todos los detalles. Tal vez en algunos casos se hayan agrandado antes de
pasarlos a los muros o a los bloques, pero también cabe la posibilidad de que
hayan sido hechos a mano libre, ya que este proceso permite trabajar con
mayor rapidez.

Entre los ejemplos que asignamos a la mano de un oficial, se pueden citar la


del arcángel San Gabriel comparada son al de San Miguel, en la cara norte de
la capilla del Juicio Final, misma que se encentra en Calpan, Puebla. Casos
como estos se pueden encontrar también en algunos monasterios españoles,
donde junto a la maestría de un artista está la de otro menos diestro en el
manejo el cincel.

Obra de oficiales nos parece Igualmente la portada lateral de Huejotzingo ya


que ésta contrasta con la principal. Incluimos provisionalmente las capillas
posas de este convento de Huejotzingo en este apartado, pues los relieves
están cubiertos de líquenes y no es posible apreciar cabalmente la calidad de
las esculturas.

Es necesario recordar las palabras de Motolinía, y en las cuales refiere a que


los indios no esperaban a canteros vizcaínos para que se las hicieran sino que
ellos mismos ponían manos a la obra, y a que sabían labrar buenas figuras de
flores y otros adornos, pero la figura humana les salan tan fea “como sus
propios dioses”, como agrega Mendieta.

Maestros:

El número de artistas que clasificamos dentro de este grupo es menos


numeroso que los anteriores, pero fueron los responsables de los trabajos más
complejos y elaborados o de mucha obra, como dice Motolinía y Mendieta.
Dotados con más experiencia y conocimientos, tuvieron a su cargo la factura
de las pinturas murales delos conventos, en el caso de los pintores, y cuyas
escenas, como dijimos anteriormente, les fueron proporcionadas por los
frailes, a cargo de los maestros escultores estuvo la obra de portadas,
ventanas, capiteles, puertas, capillas, pilas y cruces que de conservan en
muchos edificios.

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Su labor posee características mejor definidas. Han desaparecido los titubeos
y los trazos deformantes. Las proporciones de la figura humana están bien
definidas, y aun cuando no ha desaparecido el corte en bisel no menoscaba la
calidad de la obra en manera alguna, como tampoco ocurre con las oras
europeas puesto que este rasgo no es esencial a la “buena” escultura. La
finura de detalles en algunas obras atestigua la maestría de los artistas como se
puede ver, por ejemplo, en los medallones dela portada principal de
Huejotzingo, en la capilla abierta de Tlalmanalco, o en varias obras agustinas
y en algunas dominicas.

En la escultura de los edificios franciscanos es posible percibir que junto a la


mano de un maestro aparece la de un oficial y hasta la de un aprendiz. Este
hecho posiblemente se explique tanto por la liberalidad de los frailes
franciscanos –que no deseaban frustrar el entusiasmo de sus feligreses- como
también por la falta del personal capacitado para hacerse cargo de las obras.
Es posible también que los franciscanos hayan pensado en que poco a poco se
podía ir capacitando a los escultores que les serían necesarios, si permitían que
los menos diestros trabajasen al lado de los maestros.

La obra maestra que los escultores trabajaron para los franciscanos está en la
capilla abierta de Tlamanalco. Los maestros de Tlamanalco, puesto que
debieron ser varios, con amoroso cuidado fueron dando a cada relieve la
profundidad necesaria y conveniente. Los cortes limpios y seguros los
diferencian de los que tallaron en Calpan y Huejotzingo, tan llenos en
ocasiones de ingenuos titubeos. No existe una obra que supere en detalles
ornamentales a la obra de Tlamanalco en todo el repertorio franciscano y
tampoco entre las obras de agustinos y dominicos. Cada detalle ha sido
cuidadosamente ejecutado, ya se trate de adornos florales o dela serie de
rostros extraños que aparecen en toda la capilla.

Es natural que una obra de esta envergadura, como tantas más, no pueden salir
de la inspiración de artista indígena; el sentido de organización armónica que
hay en cada detalle, la combinación adecuada de los diversos motivos que
forzosamente provinieron de varios grabados, solamente pudo provenir de un
fraile que tenía a su alcance los suficientes libros para obtener de ellos los
modelos que se esculpieron en jambas, capiteles, arcos y frisos.

A continuación se proporcionará un listado de las obras de aprendices,.


Oficiales y maestros escultores del siglo XVI en cruces atriales 2:
2
Basada en la presentada por Constantino Reyes-Valerio en Arte Indocristiano, pp. 215-216.

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Clasificación de los Artistas por los Rasgos en sus Obras


Cruces Atriales

localidad Orden religiosa Clasificación del


artista
Alfajayucan, Hidalgo franciscana aprendiz y oficial

Atzacoalco, México franciscana maestro

Cd. Hidalgo, Michoacán franciscana aprendiz

Cuauhtitlán, México franciscana maestro

Cuernavaca, Morelos franciscana oficial y maestro

Cuitzeo, Michoacán agustina oficial

Epazoyucan, Hidalgo agustina oficial

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San Felipe Alzati, Michoacán franciscana aprendiz

Villa Guadalupe, D.F. ¿franciscana? maestro

Huejotzingo, Puebla franciscana oficial y maestro

Huichapan, Hidalgo franciscana maestro

Itzmiquilpan, Hidalgo agustina oficial

Jilotepec, México franciscana aprendiz y oficial

Malinalco, México agustina oficial

Metztitlán, Hidalgo agustina oficial

Nativitas Zacapa, D.F. franciscana oficial

Tecali, Puebla franciscana aprendiz y oficial

Tepeapulco, Hidalgo franciscana aprendiz

Tlalnepantla, México franciscana aprendiz

Topiltepec, Oaxaca dominica aprendiz y oficial

.
Es sabido que en la España medieval se acostumbró elevar cruces
monumentales por los caminos las calles y las plazas. La costumbre
necesariamente tenía que reproducirse en el Nuevo Mundo y así sucedió. Sólo
que se inició el trasplante bajo circunstancias muy especiales

Con la feliz idea de dar lechones rápidas a los indios sobre la verdadera fe y lo
deleznable de sus creencias idólatras, no bien pisan los invasores un adoratorio
indígena cuando ya han plantado una cruz o pegado en la pared la estampa de
grabado de las que venían surtidos. En seguida se las ingenian para que se
realice algún prodigio y si no, por los menos les dirigen sesudos discursos
persuasivos. Una vez consumada la conquista dicha práctica se generaliza con
la elevación de cruces los mismo dominando los atrios que los claustros o las
plazas públicas. Esta costumbre tiene como una de sus manifestaciones más
importantes, la formación de clavarios en toda población colonial. Los
franciscanos apenas toman su definitivo asiento conventual (1525) a las orillas
occidentales de la pequeña nueva ciudad de México, traen un altísimo tronco

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del bosque de Chapultepec, le colocan un brazo horizontal y lo plantan en el
gran atrio de su convento. Los viajeros durante muchos años pudieron divisar
la cruz desde muy lejos y confortarse con ello.

Entre las cruces labradas para los diferentes usos, las del atrio conventual del
siglo XVI tienen un excepcional interés artístico e iconográfico. Son fruto de
la reunión de circunstancias, las más diferentes.

Se pueden hallar referencia de las cruces en humilladeros que abundan por los
caminos del norte de España a partir del S. XIII, aunque iconográficamente no
se correspondan. Al indagar sobre el origen formal de las cruces mexicanas
José Moreno Villa señaló que lo más sorprendente en ellas es el exótico sabor
indiano con que se ejecutan; llama a ese matiz con la expresión tequitqui
acuñando un término equivalente a la palabra mudéjar (tributario) con la que
se alude en España a trabajo y en general a la cultura realizada por los moros
oprimidos, con elementos culturales de sus opresores. El mismo autor localiza
el origen del diseño en cruces manuables, de madera o de sus devociones y
que son semejantes aun ejemplo medieval hecho de hierro, conservando en el
Museo de Rávena y que estuviera ante la plaza pública ,a la sombra del
campanille.

Las cruces mexicanas simulan estar formadas por los maderos casi siempre de
sección poligonal, de cuyos cabos brotan flores de lis, las superficies cubiertas
por símbolos de la pasión y en la intersección de los brazos expuestos el
Divino Rostro. En ellas está todo menos Cristo, como si fueran en verdad
cruces del recuerdo y no del Calvario. Otra de sus particularidades consiste en
la fusión de dicho tipo de cruces del recuerdo con otro, el de las cruces con
cabos flordelisados Santiago. Finalmente distinguen ya que al ser ejecutadas
por manos de los indios quedaron expuestas a interpretaciones insólitas que
cambiaron sutilmente su sentido original. Ilustra muy claramente esta última
variación la cruz del atrio de Tajimaroa (hoy Ciudad Hidalgo). para hacerla
se altera el modelo con preciosa ingenuidad, poniendo en lugar de la Santa Faz
un espejo de obsidiana rodeado por la corona de espinas, queriendo significar
los indios en su lenguaje idolátrico que lo más precioso para ellos, ese espejo,
equivale a lo más precioso de la cruz.

La adopción generalizada de estas cruces del recuerdo de la Pasión conduce,


por humanísima inquietud estética, a acentuar algunos de los rasgos y de esta
manera las más notables se producen siguiendo dos tendencias; una que exalta
las flores de lis hasta hacerlas parecer grandes penachos de plumas y otra que

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agranda la cartela de la leyenda de INRI hasta convertirla en remate y
cabecera de la cruz.

En alguna ocasión, la sacra idea y la ejecución monumental realizada por los


indios, seducen al arzobispo Mañozca, de visitar las ásperas tierras donde se
hiciera el monasterio de Tepeapulco, al extremo de incitarlos a conseguir que
cedieran la gran cruz del ario para traerla a enseñorear la Plaza Mayor de la
ciudad de México, colocándola en el cementerio, ante la puerta del perdón de
la Catedral.

Claro está que esas tendencias no limitan las posibilidades de reproducción


iconográfica. Hay motivos relacionados con e objeto principal que suelen
introducirse aún a costa de omitir otros que pertenecen con propiedad al
modelo general. Es así como en Huango se hace una cruz sin símbolos pero
se le antepone al pie la figura de Padre emergiendo entre nubes. En Tizayuca
y en Tepeapulco por una parte, y en Cuautitlan (1555) por otra, se labran todos
los símbolos usuales y además unas cabecitas que representan al cacique
indio y al encomendero Alonso de Ávila y al fraile guardián del convento en
la del segundo equivalen a las representaciones de los donantes en las pinturas
piadosas europeas. En acolman a cruz finamente labrada, manifiesta la
intención de acentuar el episodio del Calvario y por ello ostenta ante su base la
figura corporal de la Dolorosa. En Huichapan, en Jilotepec y en el Tepeyac se
esculpe el símbolo de la Eucaristía casi al pie de la cruz y en otra de la varias
cruces que hay en Tepeapulco se omiten muchos signos y en cambo se
introducen hacia el crucero tres figuritas representado a Jesús cautivo entre
dos sayones.

Son también dignas de considerarse las alteraciones iconográficas en lo que se


refiere casi a lo puramente ornamental. Los lises ceden su lugar a macollas
góticas en la del atrio de Jilotepec, o a manojitos de hojas que se insertan en
las cabos de los brazos ya en un plan muy popular, muy mal entendido ,
sustituyendo las bellas flores de lis, tal y como ocurre en las del claustro de
Jilotepec. Los símbolos pasionarios se asocian o se cambian más o menos
parcialmente por escudos franciscanos en las de Cuautitlan y Tajimaroa. En la
de Cuautitlan la calavera y las canillas se introducen hacia la base dándole a la
composición meramente evocativa un nuevo sesgo de Calvario y de cosa
macabra.

Las cruces debieron asentarse sobre peanas monumentales, de concepción


goticista, a juzgar por las raras muestras que se conservan . Así como las

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erigidas en Cuautitlán y Jilotepec y una que se ve descollar en viejo mapa del
poblado de Tenango. Rojas, Pedro, Historia General del Arte Mexicano,
Época Colonial, Tomo I, pp. 31-36.

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Cruces Atriales
Ø KUBLER, George, Arquitectura Mexicana del Siglo XVI, Fondo de
Cultura Económica, México, 1982, varias páginas.

Ø REYES-VALERIO, Constantino, Arte Indocristiano, Escultura del Siglo


XVI en México, SEP-INAH, México, 1978, varias páginas.

Ø ROJAS, Pedro, Historia General del Arte Mexicano, Época Colonial,


Tomo I, Editorial Hermes, México, 1981, Varias Páginas.

Ø SEBASTIÁN, Santiago, et. al., Iconografía del Arte del Siglo XVI en
México, Gobierno del Estado de Zacatecas, México, 1995, varias páginas.

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