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MELANIE KLEIN
1. Las teorías de Freud sobre la vida psíquica temprana habían sido inferidas a partir
de una extrapolación y proyección de su trabajo con pacientes neuróticos adultos al
ámbito de la infancia. El mismo Freud nunca dio tratamiento a niños. En el caso de
«Juanito», Freud ofreció interpretaciones psicoanalíticas al padre del niño, que fun
cionaba como una suerte de analista informal de su hijo.
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La posición esquizo-paranoide
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Melanie Klein y la teoría klejnlana contemporánea
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MAS ALLÁ DE F RE LID
Sentir sed, aun antes de beber, era anhelar de alguna manera vaga e
incoativa el objeto de esa sed. El objeto de deseo estaba para ella implí
cito en la experiencia de deseo en cuanto tal. El impulso libidinal de
amar y de proteger contenía en sí mismo una imagen de un objeto
amable y amoroso: el impulso agresivo de odiar y destruir contenía en
sí mismo una imagen de un objeto odiado y odioso. Así lo veía Klein.
La concepción de Freud acerca de la operación del modelo estruc
tural evoca la imagen de un yo cohesivo e integrado que se ocupa ora
con un específico impulso libidinal, ora con un específico impulso
agresivo. La concepción de Klein de la experiencia temprana evoca la
imagen de un yo discontinuo, que vacila entre una orientación amo
rosa hacia otras personas amorosas y dignas de ser amadas y una orien
tación de odio hacia otras personas que odian y son dignas de odio.
Las flores y los personajes fecales de Rachel no son meros vehículos de
descarga libidinal y agresiva, sino que representan relaciones más com
plejas entre un tipo particular de self y un tipo particular de otro.
Aunque Klein mantuvo la terminología de Freud, su comprensión de
la sustancia básica de la psique había cambiado de impulsos a relacio
nes, conduciendo, así, a una visión muy diferente del drama subya
cente a la vida psíquica.
Klein describió la experiencia del infante como compuesta por dos
estados fuertemente polarizados, en dramático contraste tanto por la
organización conceptual cuanto por el tono emocional. Las imágenes
paradigmáticas de esos estados implican al infante puesto al pecho. En
un estado, el infante se siente bañado de amor. Un «pecho bueno»,
lleno de maravilloso alimento y de amor transformador, lo llena con
leche que sostiene su vida y lo envuelve de amorosa protección. A su
vez, él ama el «pecho bueno» y está profundamente agradecido por sus
servicios de protección. Otras veces, el infante se siente perseguido y en
sufrimiento. Su panza está vacía y el hambre lo ataca desde dentro. El
«pecho malo», odioso y malevolente, le ha dado leche mala que lo está
envenenando desde dentro; y, ahora, lo ha abandonado. Odia al «pecho
malo» y está lleno de fantasías de represalia intensamente destructivas.
Es importante recordar que esta concepción, escrita en un lengua
je adulto, hace suposiciones acerca de experiencias de infantes que aún
no saben hablar; intenta, pues, cruzar una frontera que nunca podemos
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cruzar del todo. Klein y sus colaboradores asumieron siempre que lo que
estaban describiendo en términos verbales más o menos claros se refería
a experiencias del niño que, probablemente, no eran claras ni verbales
sino amorfas y fantasmagóricas, a cierta distancia de aquello que los
adultos son capaces de recordar o experimentar como tales.
Klein consideraba que el mundo dividido que describía estaba ya
formado mucho antes de toda capacidad para cualquier tipo de verifi
cación en la realidad. El infante cree que sus fantasías, tanto de amor
cuanto de odio, tienen un impacto real y poderoso en sus objetos: su
amor por el «pecho bueno» tiene un efecto protector y fortalecedor y
su odio por el «pecho malo» tiene una destructividad aniquiladora. Es
precisamente por la omnipotencia con la que el infante experimenta
sus impulsos que este mundo es un lugar extremadamente peligroso y
que siempre es muchísimo lo que está en juego.
La ecuanimidad emocional, en esta organización más temprana
de la experiencia, depende de la capacidad del infante para mantener
separados estos dos mundos. Para que el pecho bueno sea un refugio
seguro debe poder distinguírselo claramente de la malevolencia del
pecho malo. La furia del niño contra el pecho malo, expresada en fuer
tes fantasías de destrucción, es experimentada por el infante como algo
real, como causante de un daño real. Es crucial que la furia destructi
va permanezca contenida dentro de la relación con el objeto malo.
Toda confusión entre el objeto malo y el objeto bueno puede resultar
en una aniquilación del segundo, lo que sería catastrófico porque la
pérdida del pecho bueno dejaría al niño sin protección ni amparo fren
te a la malevolencia del pecho malo.
Klein designó esta primera organización de la experiencia como po
sición esquizo-paranoide. Paranoide se refiere a la central ansiedad de per
secución, al temor de una malevolencia invasiva proveniente de fuera.
Las figuras de excremento amenazan superar y contaminar toda bondad,
tanto en las flores cuanto en el amor de Rachel por ellas. Esquizo(ide)
remite a la defensa central: la disociación, la vigilante separación del amo
roso y amado pecho bueno respecto del odioso y odiado pecho malo.
Para Rachel es urgentemente necesario mantener las flores separadas de
los personajes fecales y segregar el odio que ella siente contra estos últi
mos del amor con el cual preserva a las flores en actitud protectora.
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Pero ¿por qué utiliza Klein el término posición? Freud había deli
neado una progresión de fases psicosexuales centradas en diferentes
objetivos libidinales que se desarrollaban en una secuencia de madu
ración. Klein propuso, en cambio, una organización de la experiencia
(tanto de la realidad exterior cuanto de la interior) y una posición fren
te al mundo. El mundo bifurcado en bueno y malo no era para ella una
fase de desarrollo que hubiese que atravesar. Era una forma fundamen
tal de configurar la experiencia y una estrategia para situarse uno mismo
o, más exactamente, para situar diferentes versiones de uno mismo en
relación con diferentes tipos de otros.
Klein atribuyó la posición esquizo-paranoide a la urgente necesi
dad de defenderse contra las ansiedades de persecución generadas por
el instinto de muerte. Todos los demás teóricos psicoanalíticos impor
tantes, fuera de Klein, trataron la noción freudiana de instinto de
muerte como una especulación biológica, casi mitológica, pero Klein
la introdujo en el centro de su teoría. Apoyándose en su trabajo con
niños perturbados y pacientes psicóticos, describió el estado psíquico
del recién nacido en función de la ansiedad por una aniquilación inmi
nente, que proviene de la sensación de la fuerza brutal y destructiva de
su propia agresión dirigida contra sí mismo. El problema más inme
diato y persistente a lo largo de la propia vida pasa a ser la necesidad
de escapar de esta ansiedad paranoide, de esta sensación de que la pro
pia existencia se encuentra amenazada.
El asediado yo primitivo proyecta una porción de esos impulsos
autodestructivos hacia fuera de las fronteras del sclf> creando así el
«pecho malo»*. Es un tanto menos peligroso sentir que la malevolencia
está situada fuera de uno mismo, en un objeto del que se puede esca
par, y no dentro de uno mismo, de donde no hay escape. Una parte de
lo que ha quedado de la pulsión agresiva es dirigida hacia este male
volente objeto externo. Así, a partir de la fuerza destructiva del instin
to de muerte se ha creado una relación con el objeto malo original a
fin de contener las amenazas que entraña ese instinto. Hay un pecho
malevolente que intenta destruirme y yo estoy intentando escapar de
él a la vez que destruirlo.
Vivir en un mundo sólo lleno de malevolencia sería intolerable,
de modo que el infante proyecta rápidamente hacia el mundo exterior
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La POSICION DEPRESIVA
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del todo malo, aunque algunas veces bueno y otras veces malo. El
pecho bueno y el pecho malo comienzan a entenderse no como expe
riencias separadas e incompatibles, sino como características diferentes
de la madre como otro ser más complejo, con subjetividad propia.
Este paso de la experiencia de los otros separados en buenos y
malos a la experiencia de los otros como objetos integrales es una gran
ganancia. La ansiedad paranoide disminuye: el sufrimiento y la frustra
ción que uno experimenta no tiene su causa en la pura malevolencia y
maldad, sino en la falibilidad y la inconsistencia. Cuando la amenaza de
persecución decrece, se reduce la necesidad de velar por la separación: el
infante se experimenta a sí mismo como más durable, menos en peligro
de ser aplastado y contaminado por fuerzas externas o internas.
Pero las ganancias implicadas en el abandono de la posición
esquizo-paranoide están acompañadas de nuevos y diferentes terrores.
Según Klein, el problema central de la vida es el manejo y la conten
ción de la agresión. En la posición esquizo-paranoide, la agresión se
contiene en la relación de odio con el pecho malo, mantenida a una
distancia segura de la relación de amor con el pecho bueno. Cuando
el niño comienza a reunir las experiencias de bondad y maldad en una
relación ambivalente (de amor a la vez que de odio) con un objeto
entero, se hace pedazos la ecuanimidad que ofrecía la posición esquizo-
paranoide. Ahora, no se destruye sólo el pecho malo (dejando intacto
y protegido el pecho bueno): es la madre entera, que decepciona o
falla al infante generando el sufrimiento del anhelo insatisfecho, la
frustración, la desesperación, la que resulta destruida en las fantasías
de odio del infante. El objeto entero (tanto la madre exterior cuanto
el correspondiente objeto interior en su totalidad), ahora destruido en
las furiosas fantasías del infante, es el proveedor único de bienestar al
igual que de frustración. Al destruir el objeto frustrante en su totali
dad, el infante elimina a su protector y refugio, despoblando así su
mundo y aniquilando su propio interior. Klein denominó el intenso
terror y la culpa generados por el daño infligido a los objetos de amor
del niño por su propia destructividad como ansiedad depresiva, y la
organización de la experiencia en la que el niño se relaciona, tanto
con amor cuanto con odio, hacia objetos enteros como la posición
depresiva.
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En esta lectura del sueño, los peces son objetos enteros, sepul
tados en su experiencia inconsciente y olvidados hace tiempo. Él
evita su profunda confusión acerca de sus capacidades de mantener
vivos sus objetos mediante una disociación crónica de las relaciones
en dos plantas: la planta de los ídolos reverenciados y la de los odia
dos enemigos. Entre esas dos plantas se encuentran, en un plano
oculto, los delicados peces, a los que olvida. Ahora, después de meses
de trabajo interpretativo sobre su estrategia de disociación, vuelve a
localizar un lugar en su experiencia donde existe una vida más com
pleja, aunque frágil. Pero este solo reconocimiento de un tipo dife
rente de objeto, de un amor por otro que no es como un dios, sino
extremadamente vulnerable, lo enfrenta cara a cara con un terror
sobre su propia capacidad de mantener y alimentar el amor.
¿Aniquilará su destructividad (aunque no intencional) los objetos, o
será capaz de reparar el daño que les ha hecho? El veredicto no ha
sido dado aún al final del sueño (y siguió de hecho sin dictarse por
muchos meses más de análisis).
Sexualidad
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Envidia
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4. El material clínico del que se extrae tal hipótesis puede ser el frecuente reclamo de
ciertos pacientes de que el analista podría haberle dado fácilmente en la primera sesión
todas las interpretaciones hechas durante años de análisis pero que, en lugar de ello,
las fue entregando gradualmente para mantener su poder y su control económico
sobre el paciente. Algunos analistas creen también pretenciosamente en esta fantasía.
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Identificación proyectiva
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se ha ido sin más: la persona lucha por mantener una cierta conexión
y un cierto control sobre tal contenido.
Consideremos las siguientes tipologías comunes: la persona que
siente que la sociedad moderna está repleta de sexualidad y que dedi
ca su vida a la detección y obstrucción de la obscenidad así como a
investigar, descubrir y controlar todo lo promiscuo; la persona que
siente que la violencia en el cine es la peor plaga de la vida contempo
ránea y que no puede parar de hablar, a menudo en términos sangui
narios, acerca de quienes difunden ese vicio; la persona que está enor
memente sensibilizada por los sufrimientos y necesidades de los demás
y que dedica su vida a aliviar las penas de los que sufren. Todas ellas
sugieren el proceso que Klein consideró como identificación proyecti-
va. Una experiencia determinada, no simplemente un impulso sino
una dimensión genérica de la relación humana, no se registra dentro
de las fronteras de uno mismo, sino que se experimenta de forma dra
máticamente destacada en otros, donde se convierte en objeto de gran
atención, preocupación y esfuerzos de control.5
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Las dos breves imágenes oníricas que siguen sugieren las expe
riencias y procesos que Bion estuvo tratando de alcanzar en sus for
mulaciones a propósito de la destrucción de la mente y del significado
por acción de la envidia.
Jim, un paciente analítico de edad mediana, relató un sueño en
el que alguien estaba mirando dentro de su oído. Entonces, él mismo
miró de alguna manera dentro de su propio oído y vio espacios en los
que el tejido estaba cubierto de ampollas sangrientas, ulcerado.
La semana siguiente, relató una bastante típica conversación
telefónica con su hermano ante la que había reaccionado en forma
no característica. Su hermano, que tenía una actitud continuamente
crítica frente a él, contra su familia, contra su manera de vivir, pero
que siempre profesaba un gran amor por él en lo sentimental, le
informó en la referida conversación telefónica que, en un par de días
más, iría a la ciudad de Jim. Era su propósito pasar casi todo el tiem
po con viejos amigos con los que había hecho amistad a través de
Jim. No invitó a Jim a participar de esos encuentros, pero quería
concertar una breve visita a Jim en compañía de sus hijos. Jim se
püso furioso y comenzó a expresar su dolor y resentimiento. Su her
mano respondió en tono seco: «no estés tan centrado en ti mismo»,
dijo estar escandalizado de que pensara que se trataba de algo que
tuviese que ver en forma personal con él, y enumeró varias razones
prácticas para que el viaje se organizara de esa manera. Basándose en
esa lista de razones, acusó en forma recurrente a Jim de que estaba
«muerto» y expresó su complacencia por que, aunque en forma total
mente injustificada, Jim estuviese aún lo suficientemente vivo como
para enfadarse.
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La actitud del hermano para con Jim era característica del lugar
que Jim ocupaba en general en la familia, y había sido plasmada en
gran medida por la manera en que la madre de ambos solía tratar a
Jim. Por lo común, él respondía a tales conversaciones con confusión y
embotamiento, sintiéndose enormemente incompetente. Pero, según
relató, esa vez había estallado con furia ante el fuerte «doble mensaje»
de su hermano.
Su sentimiento crónico de sí mismo era el de estar profundamen
te lastimado, de ser incapaz de pensar, de entender o de actuar en forma
efectiva en el mundo. La imagen del sueño sugería la noción de Bion de
que su experiencia de sí mismo provenía de ataques dirigidos contra su
propio psiquismo. Tales ataques eran una reacción, a la vez que una pro
tección, frente a vínculos insoportables con otras personas significativas,
en los que se veía implicado en forma dolorosa y sin esperanza alguna.
Otro paciente, esta vez una mujer que había estado ya en análi
sis durante tres años, relató un sueño en el que estaba caminando por
un jardín tomando fotografías con una cámara sin película fotográfica
que estaba aprendiendo a utilizar. La mujer sentía que estaba vacía
y que sólo era valiosa a través de lazos desesperados con hombres a los
que solía entregarse en forma esclavizante. Siguiendo una vez más a
Bion, se podría considerar esta imagen onírica como una representa
ción de su sensación de no retener experiencia alguna, de registrar acon
tecimientos sin asignarles valor o significado, de vaciar sus propias fun
ciones mentales. Es interesante que, en la misma sesión en la que relató
ese sueño que sugería también la posibilidad de algo nuevo y diferente,
la mujer preguntó al analista si una naturaleza muerta de flores que
había sobre la pared del despacho era una compra reciente. La pintura
(recordemos el jardín en el sueño) había estado allí todo el tiempo sin
que la paciente la registrara ni la retuviera hasta ese momento.
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La situación analítica
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