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PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN

propone la guía de la “Lectio divina” como lo aconseja la


Iglesia. Siguiendo el orden propuesto, se hará la “lectio” al
Evangelio correspondiente del domingo 25 del tiempo ordinario,
Calendario B.
1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO para que te ilumine y,
descendiendo sobre sobre ti, te haga comprender su
Palabra en la fe. Puede ser en estos términos:
Padre santo, que eres la Luz y la Vida, abre mis ojos y mi corazón
para que pueda penetrar y comprender tu Palabra.
Envía al Espíritu de tu Hijo Jesús, para que acoja dócilmente tu
Verdad.
Concédeme un ánimo abierto y generoso, para que dialogando
contigo pueda conocer y amar a tu Hijo Jesús para mi salvación y
pueda testimoniar tu evangelio a todos mis hermanos.
Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor, que vive contigo por los
siglos de los siglos. Amén.
2. LECTIO (lee el texto sagrado)

Esta etapa de la lectura corresponde a la de tu búsqueda del


sentido literal-histórico, tratando de ser respetuoso con el texto.
Lee lentamente y con atención tratando de que llegue al corazón
lo que el Espíritu te dice en el texto que estás leyendo. La
lectura de la Palabra se hace con la certeza de estar
escuchando a Alguien: la persona viva que te habla es el mismo
Jesús.
Entonces, leer el texto, es leerlo y releerlo muchas veces,
incluso en voz alta si te es posible, subrayando con lápiz una
palabra, frase o idea que te haya impactado.
LECTIO DIVINA
Domingo 25 del tiempo ordinario: Mc. 9, 30-37. Es resaltar las partes importantes de la perícopa: el ambiente y
contexto histórico, personajes, sentimientos, imágenes, la
Como fruto de la semana bíblica (27-30 de septiembre del 2021)
dinámica de la acción, los verbos, paralelos o textos afines.
es de esperar se despierte el deseo en los creyentes de la
Parroquia Nuestra Señora de la Consolación, Bogotá) de MARCOS 9, 30-37:
acercarnos con más amor a la Palabra de Dios. Para ello se
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“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no


quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus
discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y
lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el
más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y
el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha
enviado».
Paralelos: Mt 17, 22-23 Mt 18, 1-5 Lc 9, 43-48
Jesús es consciente de lo que significa para él Jerusalén. Se
prepara y prepara a los suyos. Anuncia tres veces lo que va a
suceder en Jerusalén: padecerá la pasión, morirá y resucitará. El
suyo es un anuncio pascual, es decir, un anuncio completo de
muerte y resurrección (y no «anuncio de la pasión», como se
dice con frecuencia). En 8,31 ya había hecho el primer anuncio y
ahora añade el segundo (cf. el tercero en 10,33ss).
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triunfe, aunque antes sea preciso atravesar el túnel estrecho y


oscuro del sufrimiento y de la muerte. Instruye a sus discípulos
para que sepan leer su vida como misterio pascual. Mientras los
prepara para el choque con la «hora de las tinieblas», les pide
que orienten también su propia vida en esta dirección pascual.
Jesús es el Maestro que se aventura el primero por el camino
que, después, deberán seguir todos los discípulos; él es el
primogénito de muchos hermanos.
A la conciencia y seriedad con que Jesús se dirige hacia
Jerusalén les corresponde, en igual medida y sentido contrario,
la irresponsabilidad de los discípulos. Cada vez que Jesús
anuncia el misterio pascual, ellos están «distraídos» con otras
cosas, como si Jesús se limitara a suministrar una simple
información. No le piden aclaraciones al Maestro, no se
esfuerzan en profundizar en el sentido, bastante enigmático, de
sus palabras, porque todos ellos están pendientes de sus
intereses. Mientras Jesús presenta su vida como un «ser
entregado en manos de los hombres» (v 31), ellos andan
preocupados por establecer quién es el más importante entre
ellos (v 34). Chirría mucho el contraste entre la entrega de la
vida por parte de Jesús y la búsqueda de la supremacía (y del
poder) por parte de los Doce. Jesús no les reprende por su
incomprensión; tiene paciencia porque todavía están «verdes»
para la comprensión del misterio pascual. Les prepara
señalándoles el camino justo que deben seguir, el del servicio
humilde y desinteresado: «El que quiera ser el primero que sea el
último de todos y el servidor de todos» (v. 35). Con esta actitud
podemos prepararnos para hacer frente a la pasión y a sus
consecuencias.
Jesús, para hacer más expresiva su catequesis, acompaña sus
palabras, como los antiguos profetas, con un gesto. Pone a un
niño en el centro y le abraza. La colocación en el centro es un
Con esas palabras expresa Jesús la conciencia que tiene de lo
primer mensaje de atención dirigida al niño, que, por lo general,
que le espera, pero también el deseo de consumar la entrega de
no tenía ningún valor (como las mujeres, los niños tampoco
su vida como expresión de amor. El anuncio de Jesús no es
entraban en el cómputo cuando se calculaba la población: cf. Mc
información: es catequesis y formación. El hecho de que anuncie
6,44). El tierno gesto de abrazarle revela con claridad hasta qué
también la resurrección significa que será el bien, la vida, el que
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punto los niños fueron objeto del amor de Jesús. Por eso, las intensidad. Consciente de la dificultad, los va educando de una
palabras completan y aclaran el mensaje: «El que acoge a un manera progresiva en diferentes valores: la elección del último
niño como éste en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a lugar, la renuncia a puntos de mira demagógicos, la acogida de
mí no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado» (v. 37). los que no cuentan, como los niños. Les está ayudando a no
Estar bien dispuestos hacia un niño, signo de quien no cuenta, rehuir la cruz, entendida sólo en negativo, uniéndola siempre a
significa dejar sitio en nuestra propia vida a Jesús y, a través de la resurrección. Sólo de la combinación pasión-muerte-
él, al Padre. resurrección nace el misterio pascual. Les está sensibilizando
con el misterio pascual, aun cuando su humanidad rebelde
No hemos de buscar, por consiguiente, la supremacía con la tiende a mostrarse recalcitrante ante un discurso
idea implícita de hacernos servir, de ser reverenciados, sino con comprometedor. Es mejor escabullirse y quedarse en el campo
la disponibilidad de ponernos al servicio de todos, de mostrarnos restringido del interés personal, instintivamente comprensible y
acogedores con todos, incluso con los últimos. Este es el modo gozable de inmediato: «¿Quién es el más importante?». La
correcto y fructífero de ir a Jerusalén para compartir el misterio verdadera grandeza se mide con los parámetros de Dios, no con
pascual con Jesús. los de los hombres, que son medidas inestables y fluctuantes.
3. MEDITATIO
Siempre anda al acecho la tentación de detenerse antes de
La siguiente etapa es la meditación. Meditar es reflexionar en los llegar a Jerusalén, de cambiar de camino, de buscar atajos o
valores permanentes del texto bíblico; es buscar el sabor de la caminos anchos... Aquí está la gran prueba de los discípulos y
Palabra y no lo científico; es "rumiar" la Palabra tratando de de todos los creyentes. Hagamos resonar tanto para los
asimilarla con un esfuerzo de interioridad y concentración; es discípulos como para nosotros mismos la sugerencia del libro
cerrar los ojos ante el Señor y confrontar el texto con la vida del Eclesiástico: “Pon en él tu confianza, que él vendrá en tu
indicando las actitudes y sentimientos que la Palabra de Dios te ayuda». Así es, Jesús nos ayudará a superar la prueba y a
transmite. Así: «subir» con él a Jerusalén para celebrar su pascua y la nuestra.

El verbo que emplea la Biblia para expresar el viaje hacia 4. ORATIO


Jerusalén es «subir». Su significado obvio es el geográfico: la
Orar es responder a Dios después de escucharle; es decir sí a
ciudad se encuentra a 750 metros de altitud, que se convierten
su voluntad y al proyecto que tiene sobre ti. San Agustín
en más de 1.000 si la comparamos con Jericó, asentada en la
afirmaba: «En tu oración hablas a Dios. Cuando lees la Sagrada
depresión del mar Muerto. Pero está también el significado
Escritura, Dios te habla; cuando oras, tú hablas a Dios». En la
espiritual: se «sube» a Jerusalén porque se va al encuentro de
meditación descubres lo que te dice Dios en el secreto de la
Dios, que tiene su trono en el templo. Los peregrinos judíos, para
conciencia. Ahora te toca a ti responder a su Palabra con la
prepararse dignamente, subían a Jerusalén cantando unos
oración. La oración es el momento en el que te empapas de los
salmos (desde el 120 al 134) llamados precisamente «canto de
sentimientos religiosos que el texto te sugiere y suscita en tu
subidas» o «cantos de peregrinación». A Jerusalén no se va de
interior.
turista, sino como peregrinos.
La Palabra de Dios, hecha oración, se convierte en ti motivo de
También Jesús se prepara para subir a Jerusalén y prepara
alabanza de gratitud, de súplica, de confianza, de compunción,
asimismo a sus discípulos. No quiere que sean simples
de bendición. Decía san Agustín: Si el texto ora, orad; si llora,
espectadores de cuanto él se prepara a vivir con una fuerte
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llorad; si es gratitud, agradecer; si es un texto de esperanza,


esperad; si muestra temor, temed. Las cosas que escucháis en
el texto bíblico son vuestro propio espejo.
Puede ser:
Señor Jesús, ¡qué bien comprendo la falta de comprensión de tus
apóstoles! Me siento en gran medida uno de ellos en lo referente a
la lejanía de la cruz y el rechazo instintivo de todo lo que lleva el
amargo sabor del sufrimiento. Me parece más fácil oír hablar de la
cruz, y mejor aún si el discurso es elegante o soy yo mismo quien
habla de ella. Sin embargo, el discurso se queda en la periferia de
la vida: hablo de ella como si se tratara de un objeto de estudio. O
bien me gusta ver la cruz, y tanto mejor si es artística o, al menos,
de una factura apreciable. Hay muchas, de todas las dimensiones,
de todos los colores, de todos los materiales y de todos los precios.
Sí, porque las cruces también se pueden comprar. Sin embargo, por
muy preciosas que sean, no valen gran cosa.
A lo máximo, consigo llevar la cruz... en el cuello o colgada en la
solapa de la chaqueta. Ahora bien, la cruz no está hecha para
ponerla en un collar ni para colgarla en la solapa de una chaqueta,
sino para llevarla en el corazón. La cruz debe estar dentro, clavada
en el corazón y en el cerebro. Esto me resulta difícil, e
incomprensible desde el punto de vista racional. Figurémonos,
además, tener que llevar la cruz de los demás. Muchas veces ni
siquiera la veo y, cuando la descubro, me parece más cómodo
escabullirme, fingir que no la he visto. En algunas ocasiones
consigo decir una palabra de circunstancias, pero llevar «los unos
los pesos de los otros» me parece tan poco común que me alineo
fácilmente y de buena gana con la mayoría. Simplemente, me oculto
como un forajido. Señor, perdona esta huida mía de la cruz, y
recuérdame siempre que, sin las tinieblas del viernes santo, no
surgirá nunca la mañana del Domingo de resurrección.
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momento pasivo de la intimidad, en el que la acción corresponde


a Dios; es conocer a Dios con la experiencia del corazón, como
lo hicieron los Padres y Maestros de vida espiritual cuyo
patrimonio espiritual utilizamos en este libro al presentar la etapa
de la contemplación. El Señor te introducirá, cuando crea
oportuno, en la contemplación de su misterio de Padre, de Hijo y
de Espíritu Santo. Puede ser:
Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la
cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si
no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no
hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que
purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en el
que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no
hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol
de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera
sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.
Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque es
el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos cuanto
que los milagros y sufrimientos de Cristo representan un papel
decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz
significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el
sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el
trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con
él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las
puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en
salvación universal para todo el mundo.
La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es
el cáliz rebosante del que nos habla el salmo, y la culminación
de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El
mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice:
5. CONTEMPLATIO Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él,
Si has procedido correctamente en el camino anterior, será el y pronto lo glorificará.
mismo Señor quien te introduzca en ella. La contemplación no Y también: Padre, glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti
es una técnica ni una añadidura externa; es un don del Espíritu
antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu
que brota de la experiencia de la lectio bien hecha: es el
nombre. Entonces vino una voz del cielo: `Lo he glorificado y
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volveré a glorificarlo"», palabras que se referían a la gloria que


había de conseguir en la cruz (Andrés de Creta, Sermón X sobre
la exaltación de la santa cruz, en PG 97, cols. 1022ss).
6. ACTIO (Actúa y conserva la Palabra en la vida)

Las etapas precedentes, aunque importantes en sí mismas,


tienen la función de orientarse a la vida. Por eso te sugiero vivir
una palabra o frase sacada de la Palabra de Dios.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«El que quiera ser el primero que sea el último de todos y el
servidor de todos» (Mc 9,35).
7. COMO TERMINO LA LECTIO

Antes de cerrar la Biblia, haz un propósito concreto que te ayude


a crecer en la vida cristiana, luego finaliza tu encuentro con la
Palabra de Dios con una oración como la siguiente:
Padre bueno, tú que eres la fuente del amor, te agradezco el don
que me has hecho: Jesús, palabra viva y alimento de mi vida
espiritual. Haz que lleve a la práctica la Palabra de tu Hijo que he
leído y acogido en mi interior, de suerte que sepa contrastarla con
mi vida. Concédeme transformarla en lo cotidiano para que pueda
hallar mi felicidad en practicarla y ser, entre los hermanos y
hermanas con los que vivo, un signo vivo y testimonio auténtico de
tu evangelio de salvación. Te lo pido por Cristo Nuestro Señor.
Amén

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