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COLECCIÓN “SABIDURÍA DE LA CARTUJA” DOM AUGUSTIN GUILLERAND

CARTUJO

La colección “Sabiduría de la Cartuja” pone a


disposición del gran público palabras salidas
del silencio, de la oración y de la experiencia
personal de los monjes cartujos.

El hombre que busca el sentido a su vida, el


que busca a Dios encontrará aquí el alimento
para continuar su camino.

MONTE CARMELO
NIhil Obstat:

Traducción:
«MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?»
– «VENID Y LO VERÉIS», DIJO JESÚS

¿No es este diálogo entre Jesús de Nazaret y los


dos discípulos Juan y Andrés el modelo de la expe-
riencia contemplativa: el hombre dice su deseo, busca
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cual- dónde encontrar a Dios, interroga, y Jesús responde
quier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública y transformación de esta obra sin contar con la con la invitación de “venir” a “ver”?
autorización de los titulares de la propiedad intelectual.
Del contemplativo, Dom Augustin Guillerand tenía,
La infracción de los derechos mencionada puede ser
constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. sin duda alguna, el temperamento y la gracia. Algunas
270 y s. del Código Penal). cartas fechadas antes de su ingreso en la Cartuja nos
han convencido de que Dios le atraía, desde hacía ya
© 2010 by Editorial Monte Carmelo tiempo, hacia una toma de conciencia muy ferviente
P. Silverio, 2; Apdo. 19 - 09080 - Burgos de lo que hay de más profundo en la realidad cristia-
Tfno.: 947 25 60 61; Fax: 947 25 60 62 na. La vida en Cartuja desarrolló magníficamente ese
http://www.montecarmelo.com don primero, y ya de entrada su alma buscó las fuen-
editorial@montecarmelo.com tes más vigorosas al mismo tiempo que las más
Impreso en España. Printed in Spain sabrosas de la vida espiritual. San Agustín y Santo
I.S.B.N.: 978 - 84 - 8353 - Tomás, conocidos sobre todo, por cierto, a través de
Depósito Legal: BU - Thomassin, fueron sus guías. Pero su verdadero
Impresión y Encuadernación: Maestro, el que le introdujo en el conocimiento íntimo
“Monte Carmelo” - Burgos del Misterio de Dios, fue sin lugar a dudas San Juan.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

En el cuarto Evangelio, y de manera muy especial en escritos de San Juan, hemos dicho, en cuanto a lo
el prólogo, halló muy pronto su “morada” y allí se esencial, todo lo que hay que decir.
quedó a vivir. “Juan se repite, retoma su fórmula; sien- Esta obra es un resumen del texto de Au seuil de
te la necesidad de quedarse un instante en las alturas, l’Abîme de Dieu (Al borde del abismo de Dios), del que
frente a esa Realidad que para él lo es todo… De ahí ciertas páginas, más teológicas, podrían desconcertar
el movimiento tan especial de su pensamiento; avan- al lector. Pero garantizamos que toda la doctrina espi-
za lentamente, a veces se detiene, incluso parece que ritual de Dom Augustin se ha respetado, que está pre-
retrocede de vez en cuando, que vuelve hacia atrás sente aquí. Por otra parte, hubo que poner orden en
para apoderarse mejor de su objeto y gozar de él.” las humildes hojas dejadas por Dom Augustin para
¿No definía así Dom Augustin, con estas palabras, su poder constituir con ellas Au seuil de l’Abîme de Dieu;
propio estilo de contemplación? “Soy como un ave, algunos comentarios se repetían según el flujo o el
añade, que vuela alrededor de una cima antes de reflujo de la contemplación del monje. Aquí se ha
posarse en ella… Y en esa cima lo hallo todo”. hecho una selección aún más estricta; ésa es la única
Entre el “Discípulo amado” y Dom Augustin abun- diferencia entre las dos obras. El lector que desee pro-
dan las semejanzas de alma y de alicientes. Sobre longar su contacto con Dom Augustin siempre podrá
este monje, como sobre Juan, las palabras clave de recurrir a los Écrits Spirituelsii .
la Revelación de Jesús de Nazaret ejercen una fasci-
nación decisiva, irresistible: la Vida, la Luz, la Verdad,
André RAVIER
la Eternidad. Los misterios de la vida de la gracia en
nosotros, de la unión trinitaria, del Bautismo, de la
Eucaristía son para él lugares de pensamiento y amor
de corazón. Estas realidades despiertan en él reso-
nancias afectivas cuyas ondas animaban, según se
dice, la más sencilla de sus palabras y arden todavía
en cada frase de sus escritos. El ritmo de su pensa-
miento, de su corazón, de su estilo es totalmente joá-
nico y, sin duda por eso, nos conmueve aún a pesar
de sus negligencias y de sus imperfecciones, hasta
las profundidades más divinas del alma. Va libando
de texto en texto con toda libertad, sin preocuparse i
Véase nuestra obra: Un maître de la la vie spirituelle: Dom
de literatura (no lo bastante, pensarán tal vez algu- Augustin Guillerand (DDB)
nos). No es lugar este para presentar una síntesis de ii
Dom Augustin Guillerand: Écrits spirituels (Bénedictines de
su espiritualidadi . Pero, al evocar a causa de él los Sainte Priscille)

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EN EL PRINCIPIO
EXISTÍA LA PALABRA
(Jn 1, 1-18)
EL PRÓLOGO

Es sin lugar a dudas la más profunda página de


historia que se haya escrito jamás. Los genios más
grandes – un San Agustín, un Bossuet – se esforzaron
por penetrar en ella. Bossuet prorrumpe en gritos de
admiración y de entusiasmo, como maravillado por el
horizonte que se abre ante él. Y sin embargo, no
pasaron del primer umbral del abismo que contempla-
ba San Juan. Incluso de él mismo, del discípulo
amado, del discípulo de vista de águila que pasó su
vida ante ese abismo, ¿podemos decir que fuera más
allá del borde?
Siempre hay que tener esto en cuenta al leer la
Sagrada Escritura… y sobre todo este prólogo del
cuarto Evangelio, donde el más contemplativo – por
cuanto el que más ama - de los sagrados escritores
resumió en unas líneas preliminares la historia de
Aquel que para él es “Luz y Vida”. Esas líneas no son
sino una vestimenta humana, vestimenta demasiado
corta – inexpresablemente demasiado corta – de rea-
lidades que nos sobrepasan a todos y siempre.
Cuando se ha meditado detenidamente en ellas, con

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

toda el alma y durante toda la vida, las perspectivas aquel mismo primer día. Allí se quedó. Y allí nos con-
que abren se extienden cada vez más y, a una luz duce él a su vez. Sigámosle y quedémonos allí con él.
acrecentada sin cesar – y tan clara y siempre joven –
revelan un mundo que se despliega más allá de todo *
lo que vemos y todo lo que decimos.
Ése es el gozo – a veces embriagador, siempre
dulce e incomparable – de esta meditación: lo que da En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
no es nada; lo que promete es mucho más: “Los que con Dios (1, 1)
me comen quedan aún con hambre de mí, los que me Esto es lo que existía en el principio: el Espíritu
beben sienten todavía sed (Eclo 24, 29). Es profunda- infinito que se hablaba y se decía eternamente lo que
mente cierto. Dios, su verdad, su vida, su belleza, toda es, que se veía en sí mismo, en su Pensamiento, su
la plenitud sin nombre que nuestras palabras se Palabra, que reproducía esta Palabra para verse en
esfuerzan en vano por traducir, es un alimento que ella, que era todo y que se veía todo en esta Palabra.
llena sin saciar.
San Juan, cuando comienza a escribir su *
Evangelio, nos sitúa en seguida en esas alturas, fren-
te a la Palabra, a Aquel que ya existía cuando todo Un espíritu es una morada: cuanto más espíritu
comenzó, por quien todo comenzó pero que, él es, más hay un dentro y más hay una morada. El
mismo, nunca comenzó. Tiene razón: Jesús, ante Espíritu puro, el Espíritu infinito procede de sí mismo y
todo, es esto. Sólo le vemos bien a esta luz, “luz ver- en sí mismo se consuma. Eternamente produce en él
dadera que ilumina a todo hombre que viene a este una imagen de sí mismo que es su Palabra.
mundo” (Jn 1, 9). A contemplarla invitó al discípulo Eternamente la coloca ante él, la ve, la mira, la engen-
amado al que acompañaba Andrés en su primer dra; eternamente la imagen permanece allí y reprodu-
encuentro: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38) le pre- ce a Aquel que la produce. Eternamente se mantiene
guntaron los dos discípulos de Juan el Bautista a quie- la Palabra en esa morada, en ese hogar, en ese seno
nes el Precursor les había dicho señalándoselo: “He paterno, recibiendo el soplo espiritual que la engendra
ahí el cordero de Dios”. – “Venid y lo veréis”, se había y, animada por ese soplo, regresando y permanecien-
limitado a responder Nuestro Señor. do en la inmensidad infinita que es su principio.
Y los llevó a su casa. ¿Cuál era esa casa suya? El Así pues, en esa morada (apud Deum) que es del
evangelista no lo dice. Su auténtica respuesta está en Padre (in sinu Patris) hay un movimiento mutuo que
esas primeras palabras de su Evangelio. La morada de iguala al Ser comunicado, que es ese Ser mismo y esa
Jesús es la Palabra. Allí es donde Juan fue introducido morada, que procede de ella como de un principio,

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

que se reproduce infinitamente en una imagen perfec- don de sí mismas. Ellas se dan infinitamente una a
ta, infinita, igual al principio y que, comunicado a la otra ese ser que no es más que movimiento y amor.
imagen, recibido por ella, le hace cumplir el don de sí Eternamente se lo transmiten; eternamente, en el
mismo que es el acto infinito del principio. El principio seno del Padre, va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre;
la ve en sí mismo, se contempla en ella, se conoce por eternamente el Espíritu procede del Padre y del Hijo y
ella; ve que él le da todo lo que es, que darse es su los une con ese don que es su mutuo don de sí mis-
ser; lo ve porque ve darse a su imagen; ve el movi- mos. Eternamente contemplan ese don de sí mismos
miento que realiza ella y que es su movimiento; goza y disfrutan de darse, de estar uno en el otro, de ser
por darse y del don de sí misma que ella le hace; goza uno por el otro, de ser uno para el otro. No hay medi-
de ese amor, goza por ser ese amor y por comunicár- da, no hay restricción en ese don de sí que es el Ser
selo a él; goza por transmitir ese gozo y por el disfru- mismo y que se da como es; no hay estrechez, no hay
te de aquel al que se lo transmite. La imagen se man- egoísmo, no hay límite. Es el Océano infinito que se
tiene vuelta toda ella hacia el Padre, toda ella frente a extiende en sí mismo, gracias a su espiritualidad infini-
Él, para acoger ese amor, su vida y su gozo, y para ta, reflejándose en una imagen que le reproduce todo
reproducirlos, para que el Padre los encuentre en ella, entero y que se extiende a su vez por el mismo lecho
para que así sea dichoso y glorificado. Ella recibe el sin orillas.
movimiento que procede del Padre, que la hace Hijo,
y que procede de ella para hacer en ella y por ella lo *
que él hace en el Padre.
Una inmensa circulación de amor anima, pues, Ella estaba en el principio con Dios (1, 2)
esa morada, es esa morada y, en esa morada que es Juan se repite; retoma su fórmula; siente la nece-
el Ser mismo, se comunica a tres términos, los une sidad de quedarse un instante en esas alturas, frente
con la unidad más completa, la unidad del Ser, y los a esa realidad que para él lo es todo.
distingue al mismo tiempo con toda la grandeza de
Pues él vive lo que escribe; su Evangelio es su vida.
ese Ser que se opone. Esos tres términos son tres
Lo que él expresa es su alma; contempla a Aquel al que
Personas; son espíritus; son únicamente espirituales;
sus actos son actos únicamente espirituales; ellas ama, al mismo tiempo que habla de él; le mira deteni-
conocen y aman; no hacen sino eso: conocerse y damente en la morada donde le ha introducido; sabe
amarse. El conocimiento y el amor es el movimiento que esa mirada detenida que procede del amor engen-
mismo del ser de ellos, y ese movimiento es infinito dra la luz y entra en el amor, para consumarse en él.
como su ser, es su ser, es su propio ser, pero su ser De ahí el movimiento tan especial de su pensa-
que se mueve para darse. Ahora bien, darse es su ser: miento: avanza lentamente, a veces se detiene,
ellas no son, tanto una como otra, más que amor y incluso parece que retrocede de vez en cuando, que

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

vuelve hacia atrás para apoderarse mejor de su obje- En ella estaba la Vida (1, 4)
to y gozar de él. Movimiento circular que parte de un Juan avanza en su descripción; sus frases breves
centro como de un hogar, que allí se despliega y allí tienen una plenitud en la que ni se me ocurre pensar…
permanece; movimiento de vida que no se separa de tanto es lo que me sobrepasan.
su principio, sino que se une a él y lo desarrolla con
Lo que acabo de escribir contiene un triple miste-
su propio desarrollo y con esa unión con él.
rio, el misterio de la vida en su origen divino, el miste-
Nuestros espíritus rectilíneos quedan en primer rio de esa vida extendido más allá de su origen, y el
lugar desconcertados. Creemos que avanzar es ir de misterio de luz que procede de esa vida. Pasaría mi
un punto a otro… y eso es cierto cuando el punto ini- eternidad contemplando esos misterios sin penetrar-
cial es nada o indigencia. Cuando es el Ser mismo, el los plenamente. ¿Qué puedo esperar de unas horas
desarrollo no puede hacerse sino en él, en la comuni- de aquí abajo consagradas a meditarlas?
cación cada vez más acogida de su ser.
El misterio de la vida divina: he ahí lo que el evan-
Esa es la razón por la que Juan retoma su pensa- gelista describe al comienzo: “En el principio existía la
miento, y lo repite, y nos lo dice sin cansarse, sin Palabra y la Palabra estaba con Dios”. La vida es un
temor a cansarnos, para arrastrarnos con él – y en movimiento, es el movimiento que parte de las pro-
pos de la Palabra misma – por la senda del amor. “Ella fundidades del ser, que allí se desarrolla y consuma
estaba en el principio con Dios”. Era el huésped de sin salir de ellas. Cuanto más interior es, más “vida”
Dios, estaba allí en la morada que es Dios mismo; y es. El viviente por excelencia es el Ser mismo, “el Ser
ella era esa morada, como ella era Dios… Pues era la que es”, en el que todo es, al que nada le falta. No
Imagen perfecta que reproducía perfectamente la per- tiene que salir de sí mismo para sustentarse o des-
fección infinita. Era lo que ella es; hacía lo que ella arrollarse. Lo tiene todo, lo es todo… y todo está en
hace: ella lo expresaba; era su Palabra, su Verbo. él; allí permanece.
Yo también me repito… y no temo hacerlo. Con En esta morada, sin embargo, se mueve. Ese
Dios hay que hacerlo. Dios no dice más que una cosa; movimiento es lo que describe Juan en el primer ver-
no hace más que una cosa; se repite infinitamente. sículo de su Evangelio: “En el principio existía la
Cuando una palabra lo dice todo, lo único que se Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era
puede hacer es repetirla. Cuando se da todo en un Dios”. La Palabra es el término de ese movimiento y
acto, lo único que se puede hacer es rehacer ese acto. ella lo produce.

* *

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

Y la vida era la luz de los hombres (1, 4) mi propia luz y que el hecho la sobrepasa. Pero creo,
Vida y luz en San Juan van siempre unidas. porque creer es ver en una luz superior que ilumina
Evidentemente, son visiones profundas con las que esas regiones más altas.
tenemos que familiarizarnos; tenemos que mirar dete- “La Vida está en la Palabra, y esa vida misma es
nidamente, muchas veces, con toda nuestra alma, la que ilumina a los hombres”.
estas realidades que, para el discípulo amado, se Ver la Vida es, por lo tanto, ver la Palabra que la
habían convertido en el único espectáculo interior y el muestra reproduciendo el movimiento del Padre, dán-
único pensamiento. dose al Padre como el Padre se da a ella. Y eso es lo
La vida es el movimiento de la luz; la luz es la que Jesús no dejará de repetir a lo largo de su vida
manifestación de la vida. La vida se muestra movién- pública, y lo que no dejará de recordar San Juan en
dose; su movimiento es lo que la hace que se vea. toda su obra.
Vivir es moverse; al moverse, se muestra. Luz y vida
están, pues, íntimamente ligadas y en definitiva for- *
man un todo. Son los diversos aspectos del Ser.
El Ser es único, pero en ese Ser único puede que
existan términos distintos que se opongan, que se Y la luz brilla en las tinieblas (1, 5)
den, que tengan relaciones mutuas que son su vida. La luz de la que habla aquí San Juan es la divina
Pueden moverse uno hacia el otro para conocerse y Luz de la que fue discípulo y amigo, a la que contem-
amarse. Podemos y debemos comprender esto. El pló, amó, acogió en su manifestación terrenal. Las
misterio no está en esas relaciones que encontramos tinieblas son las almas cerradas a ese rayo divino. Nos
en nosotros; está en el carácter personal de esos tér- hallamos ahí en el terreno espiritual y sobrenatural.
minos. El espíritu creado que se conoce y se ama Todo el cuarto Evangelio nos mantiene en él sin cesar.
sigue siendo un solo espíritu y una sola persona. “Yo soy la luz del mundo, dice el Maestro amado por
¿Porqué en Dios hay tres Personas? No lo sé, no el discípulo amante…El que me siga no caminará en
tengo términos de comparación. Estoy en otro mundo la oscuridad” (Jn 8, 12). La luz que le ilumina es la Luz
al que no puedo juzgar ni hablar de él. Mi impotencia que es Vida, es la luz que resplandece para darse, que
para hacerlo no excluye su realidad. Debo decir: “No se da para que la veamos y que vivifica al mostrarse.
comprendo”. No debo decir: “Eso no es”. Pero no todos la ven. Hay moradas que se cie-
Y si de las alturas me llega una claridad superior, rran. Las que la acogen se hacen luminosas; la Luz
lejos de rechazarla, debo recibirla con un reconoci- se crea en ellas; allí reproduce su resplandor y su
miento sin límites y decir: “No comprendo, pero calor que son sus rasgos; se convierten en “hijas de
creo”. No comprendo, porque comprender es ver en luz”. Las otras permanecen en la noche: son las

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

“hijas de las tinieblas”. Las primeras se abren a la papel es inmenso. Sitúa muy alto a aquel a quien se le
Vida, las segundas, a la muerte. Unas y otras se dan confía… y que lo desempeña estupendamente.
y viven de ese don. Pero las primeras se dan a la ver- Para mostrar la Luz, hay que conocerla; hay que
dadera vida y viven verdaderamente, mientras que estar iluminado por ella. Tiene que haberse mostrado,
las segundas se dan a sombras y no son más que la que haber creado su imagen en ese enviado; tiene que
sombra de la Vida. ser un “hijo de la Luz”. Y luego debe tener el valor de
Los largos siglos que precedieron a la venida de afirmarla. Ahora bien, el mundo donde debe resonar
Jesús se hallan en ese breve versículo. Para San Juan esta afirmación está ocupado por las tinieblas. Entre
sólo cuenta una cosa, y tiene razón: la actitud que este mundo y este testigo se produce la lucha. El tes-
adoptamos hacia la Luz. La aceptamos o la rechaza- tigo no deberá tenerle miedo, deberá enfrentarse a él.
mos; si la aceptamos la vemos, vemos que ella se da, Juan el Evangelista vio brillar en la frente de este hom-
nos damos como ella se da, y es la vida. Si la rechaza- bre-testigo el resplandor de la Luz. La conoció en él y
mos permanecemos en las tinieblas, sólo vemos lo que por él, antes de reconocerla en ella misma. El Bautista
no es.: nos unimos a lo que no es… y es la muerte. desempeñó con respecto a él su papel tan grande, – y
La literatura cristiana, todos los Padres de la halló en él un alma que dio acogida a su testimonio. De
Iglesia, los teólogos, los autores espirituales, lo único ahí surgieron relaciones que percibimos como profun-
que hacen es repetir eso mismo, sin alcanzar jamás la das, imperecederas, relaciones en esta luz.
profundidad de las frases tan breves del discípulo El Bautista al comienzo, María al final. Jesús col-
sobre el amor. mando a uno y a otra e iluminándolo todo, ése es el
Evangelio de Juan, expresión perfecta de su alma tan
* verdadera.
Hay una frase que sirve de vínculo entre todas,
que las muestra en su lugar: “Juan vino a dar testimo-
Juan vino para un testimonio, para dar testimonio de
nio de la Luz para que todos creyeran por él”. Juan
la Luz (1, 7)
habla para unir todas las almas a la Luz. La muestra
Todo lo que diga San Juan de ese otro Juan ten- para que la veamos y la acojamos. María desempeña
drá un carácter muy particular. Se adivina un respeto, el mismo papel. El evangelista ha recibido de los dos
una admiración, la impresión de una grandeza especial (Jesús, la Luz) y traslada a uno y otra toda la ternura
y, al mismo tiempo, la necesidad de distinguirle de la que tiene para él. Los ve a esa luz que ellos le han
única grandeza de la que está henchido el Evangelio. dado y los ama con el amor que ellos han producido
Juan el Bautista es testigo de la Luz; ha sido en él. Está ligado a la Luz por la fe, que es la respues-
enviado para decir a los hombres: “Ahí está”. Ese ta del alma a su rayo propagado a ella.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

Este vínculo de la fe es lo que quiere producir Palabra en nosotros; es la luz verdadera que brilla en
Juan el Bautista – eso es lo que la Luz espera cuando todo hombre. Luz de su razón en todos; luz de la gra-
se ofrece; eso es lo que nos repetirá el evangelista a cia en los que ilumina la fe; luz encerrada en las cria-
lo largo de todo su escrito. Así, meditando estas líne- turas inferiores mismas para que el hombre pueda
as del prólogo, descubro cada vez más todo lo que percibir esa relación que las unía a Aquel que es”.
sigue; y en todo lo que sigue, si lo someto largo tiem-
po a un estudio cordial, veré toda verdad y toda vida. *
El evangelista, mientras escribía o dictaba este
prólogo – o simplemente mientras lo predicaba cada
día, siempre el mismo y con la misma simplicidad pro- Vino a su casa y los suyos no la recibieron (1, 11)
funda – descubría, él a su vez, esas perspectivas que En el mundo, que le pertenece por entero, la
se pierden en el infinito. Palabra escogió para sí una tierra y un pueblo de quie-
nes hizo más especialmente su tierra y su pueblo. Allí
* es donde debía esperar y preparar su venida. Los judí-
os destacan entre los demás pueblos por desempeñar
este papel. Su historia es extraña, sus ideas son dife-
Jesús era la luz verdadera que ilumina a todo hombre rentes; todo los aísla y forma como una barrera entre
que viene a este mundo (1, 9). ellos y las naciones que los rodean. Frecuentemente
La Palabra es la luz verdadera que ilumina a todo vencidos, sometidos, conquistados, exiliados, trans-
hombre que viene a este mundo porque a todo hombre portados en masa al extranjero y reemplazados por
le dice lo que él es. Ella es la que ilumina la razón huma- esos extranjeros en su propio territorio, no se mezclan
na y la pone en relación exacta con el Ser. Muestra en con los demás. Poseen una literatura, un corpus doc-
los seres creados imágenes del Ser increado: ¡imáge- trinal, unos ritos particulares que los distinguen. Una
nes solamente! Una imagen da a conocer lo que repre- esperanza invencible, basada en promesas divinas que
senta; no nos engañemos; no debemos quedarnos en son su razón de ser, los anima a todos y en todas par-
ella; debemos sobrepasarla y, por ella, en ella, debemos tes, los hace conquistadores de sus vencedores.
unirnos a la realidad cuya imagen es. De lo contrario Y ahí, en esa propiedad, en ese coto cerrado, en
permaneceremos en la vanidad y la mentira. ese feudo elegido es donde se presenta la Palabra.
En el fondo secreto de un hombre que viene al Con una frase estremecedora el evangelista describe el
mundo hay una voz que grita: “El mundo y todo lo que recibimiento dispensado: “y los suyos no la recibieron”.
él contiene no es el Ser que es; es su obra; es una Son de ella; son su obra: ella los ha hecho; les ha dado
imagen más o menos lejana de Él; es la voz de la el poder ser un pueblo diferente; ellos le pertenecen

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

bajo todos los conceptos imaginables: su tierra, sus ¿Cómo se realiza esta comunicación? El término
leyes, su espíritu, su culto, todos esos detalles de su “Palabra” que le da San Juan a este Hijo es muy sig-
vida han sido determinados por ella; ella ha intervenido nificativo. Este Hijo es una palabra en la cual y por la
hasta en los menores incidentes de su historia. Todo cual se expresa Aquel que habla. El Hijo es, pues, la
estaba ordenado a ella y por ella; y cuando viene la expresión de Dios. Dios le engendra diciendo su Ser.
rechazan; el Evangelio que desarrolla este Prólogo dirá
cómo. El Prólogo no hace sino anunciar ese relato que Esta imagen es él; no tiene más que aquel que le
sigue… ¡pero en qué términos!: “Le cerraron la puerta da el ser; él la produce toda entera; ella no es más que
de su morada y la echaron fuera”. lo que es él, no hace más que lo que hace él. Jesús,
divina imagen del Padre, no cesa de repetirnos esto
Hay que tratar de imaginarse lo que eran tales
palabras en labios de quien veía en ella la Luz y el en el Evangelio: “El que me ha visto a mí, ha visto al
Amor infinitos y que no vivía más que de esta visión. Padre, pues no somos sino uno”… “El Hijo no hace
Hay que pensar que a través de los siglos este recha- sino lo que ve hacer a su Padre…lo que hace él, eso
zo se renueva… y que el Amor rechazado no cesa de también lo hace igualmente el Hijo” (Jn 14, 9; 5, 19). Y
llamar a la puerta de los corazones. Hay que pensar yo, a mi vez, repito sin cesar estas afirmaciones que
también que es un transeúnte que se ofrece con toda me expresan la Vida eterna. Y, como Jesús, digo: “El
su alma, pero que no vuelve. que acoge en su alma a la Palabra, la Palabra en esa
Hay que pensar en el tesoro que ofrece y que San alma hace lo que ella hace en el seno del Padre, y esa
Juan nos va a decir ahora: “Pero a todos los que la alma es un hijo de Dios como la Palabra a la que
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”. reproduce”.
Hay, sin embargo, una diferencia: el Hijo único
* estaba en el seno del Padre desde toda la eternidad,
y no era sino uno con el Padre. Los hijos de Dios que
el Padre engendra cuando el Verbo encarnado es reci-
Hijos de Dios (1, 12) bido por las almas comienzan en el tiempo y sólo se
La idea que podamos hacernos de este tesoro constituyen poco a poco. Reciben solamente el poder
será siempre aquí abajo insuficiente y pálida: pues de hacerse, de hacerse hijos; la imagen divina es en
nunca será más que una idea. Allí arriba será una rea- ellos un germen que debe desarrollarse.
lidad, la realidad de las realidades.
Por pálida que sea, esta idea es justa. Dios envía *
a su Hijo para que le reciban y para que él haga a los
que le acogen hijos suyos.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

Les dio poder de hacerse hijos de Dios a los que Y la palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros
creen en su nombre (1, 12) (1, 14)
Nos hacemos hijos de Dios por la fe; desarrolla- La Encarnación no basta, es precisa la habitación
mos el germen de vida divina desarrollando la fe. en nosotros. La Encarnación nos ofrece la Palabra; la
La fe lo es todo en el Evangelio. Es algo que he pone a nuestra disposición; nos permite acogerla, si
advertido muy claramente. Y es algo sobre lo que vol- queremos, da el poder de hacernos hijos; no nos
veré: la idea es absolutamente capital. constituye “hijos”. Nos hacemos hijos si la Palabra
hecha uno de nosotros, hombre como nosotros, por
Creer no es solamente dar el propio espíritu a la
la Encarnación, entra en nosotros, en cada uno de
verdad, es entregar toda el alma y todo el ser a aquel
nosotros y ahí renueva para cada uno y en cada uno
que la habla… y que es esa verdad. Creer es vivir… y
esa Encarnación, se apodera de nuestra naturaleza
esa vida es la Vida misma: “Creed en mí, dice Jesús,
individual como, por la Encarnación en María, se apo-
el que cree en mí tiene vida eterna” (Jn 6, 47).
deró de la naturaleza humana en general, vive en ella
Hijo de Dios es el que cree en la presencia de esa su vida terrenal, renueva más o menos todas las eta-
vida en Jesús y que, por esa fe, se une a ella en él, se pas de la misma.
adueña de ella, la hace suya… y se hace suyo. Creer
Sólo lo hace si somos un seno materno totalmen-
es recibirle. Es recibir el Espíritu que el Padre le trans-
te entregado a la acción del Espíritu Santo.
mite; es su vida, y es la vida del Padre. Ella le hace
hijo. Y ella nos hace hijos. Los que creen en él son, De ahí el papel de la Santísima Virgen y del
pues, hijos en él y como él, pero adoptados. Espíritu Santo – y también el lugar necesario, más
difuso, de San José y de los santos ángeles – en una
Cuando entra en un alma por la fe, Jesús no da
vida cristiana.
sino poder hacerse hijo. Hay que vivir ese título para
darse cuenta de ello; hay que vivir como hijos. Es la ley La Virgen debe estar ahí para ayudarnos a entre-
de todos los desarrollos de vida creada. Dios no da gar nuestro cuerpo al Espíritu. Sin ella jamás se dijo:
más que el germen. El ser vivo halla en el germen una “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38) y nunca se
energía que le permite llegar a ser. El llegar a ser es su dirá: “Heme aquí, soy tuya” a Dios, que ofrece a su
ley. Ser es la ley de Dios. La criatura viva no es única- Hijo por su Espíritu. Debe estar ahí, en la preparación
mente la obra del Creador; es también su obra, la hija más o menos larga, subterránea y oculta, en la que el
de sus obras. Espíritu alumbra el amor en nuestro espíritu para
comunicarse desde ahí a nuestra carne. Todo lo que
se hizo en ella debe, pues, hacerse en nosotros… y
*
por ella. Está implicada (e indispensablemente) en

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

todas nuestras divinas relaciones. Ella es siempre expresa y manifiesta. Los que la reciben la ven; la ven
María, “de la que nació Jesús” (Mt 1, 16). en la medida en que la reciben.
La acción del Espíritu que se hace en nosotros El Hijo, Luz verdadera, plenamente verdadera,
como en ella presenta un misterio análogo: “Cubrirá igual al Ser que la produce, la ve plenamente; es la Luz
con su sombra” (Lc 1, 35). Jesús se encarna en la verdadera porque la ve plenamente; la ve en su ser
sombra, en una sombra que es el reflejo mismo de la que la reproduce plenamente y porque él es plena-
Luz verdadera. El Espíritu Santo no puede darse a un mente. Ser plenamente es ver plenamente, pues ser y
alma humana en su claridad propia mientras ella esté ver no son sino uno.
todavía aquí abajo. Pues es espíritu puro, mientras ¿Por qué estas nociones tan simples y claras me
que el alma está sepultada en un cuerpo. La sombra resultan tan difíciles y mezcladas de sombra? Lo son
con la que se envuelve es una precaución del Amor; porque mi ser está mezclado con la nada, y dentro de
quiere comunicarse; y no puede hacerlo más que en esa nada.
esa sombra. En la materia se encarna su Luz; la som-
bra es el reflejo de la Luz en la materia a través de la
*
cual se da a nosotros.
Para nosotros esa sombra es la fe. La fe es la luz El retroceso de esa nada es el avance de la Luz.
del Espíritu Santo tamizada para unírsenos. Se tamiza Cuanto más me abro a ella, más se da, más me
atravesando la corteza de nuestro cuerpo y de nuestros comunica ese Ser con el que ella forma un todo, más
sentidos; se adapta a nuestro espíritu sumido en la me lo muestra dándose a mí con todo el peso de su
materia. Se rodea a su vez de materia: son las palabras, ser, más me arranca a mis tinieblas, a mi nada. Así se
las frases, los Libros Sagrados, todo el aparato exterior hace esa operación que el evangelista parece dividir
que recubre la verdad y nos la apropia. Nuestro espíritu en etapas positivas y etapas negativas, y que en defi-
la descubre bajo esos velos que son a su medida; allí nitiva cabe toda ella en estas palabras: “Nacidos de
descubre la Luz verdadera, la Palabra, y su Espíritu de Dios” (Jn 1, 13), el nacimiento divino. El acto es sim-
amor que se esconde así para darse. ple, esencialmente simple, continuo, pleno, por parte
No hay más que una Luz. La Luz-Amor no es dife- de Dios; es el movimiento por el cual en sí mismo se
rente de la “Luz verdadera que ilumina a todo hombre da a sí mismo, y se ilumina para ver ese don reprodu-
que viene a este mundo”. En la Luz verdadera halla- cido en su Hijo que se da como él se da.
mos y recibimos necesariamente el Amor: no son sino Nuestra vida divina está ahí: en nuestra respuesta
uno. El Amor no añade nada a la Luz. La Luz no a la Luz. Esa respuesta es la que acrecienta nuestro
puede no darse. Es el don de sí mismo esencial, como ser. Ella es lo que la Palabra, Luz verdadera, vino a
el Ser cuyo primer movimiento y cuya primera relación hacer aquí abajo para que viéramos cómo responde el

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

Hijo y cómo, siguiendo su ejemplo, podemos hacernos ilumina y lo dirige. Es el motor secreto, el alma viva
hijos. Por eso “vino entre nosotros”, en este mundo que se comunica a todo lo que la rodea. Podemos
que es obra suya, en esa tierra judía, que era más con- y debemos “nacer a él” a cada instante. Este naci-
cretamente su tierra. Y por eso se presenta a cada uno miento se expresa en dos fórmulas, pero se realiza
de nosotros para que cada uno pueda recibirle, hacer en un acto único. Debemos arrancarnos a lo crea-
lo que él hizo, hacerse poco a poco lo que él es. do; debemos adherirnos a Aquel que nos engendra.
Podría desarrollar esto hasta el infinito. Todas El arrancamiento no es más que un medio, la adhe-
estas nociones se sostienen, se encadenan, se ilumi- sión lo es todo. Tenemos que ver y querer la unión;
nan mutuamente, se unen en esa noción de Ser y de tenemos que consentir las separaciones que impo-
relaciones en el Ser que es la noción de Dios. ¿Sirve de ne. Acoger la luz de la Palabra es cerrar la puerta y
algo escribirlo? Sí: para mejor tomar posesión de ello… expulsar las tinieblas.
y para callarme para siempre desde el momento en Pero la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas
que mi ser y toda mi vida sean iluminados y ocupados. pueden hacerse luz. Las criaturas, las que están
ligadas a nosotros por la sangre, las que solicitan
* nuestros sentidos, las que se han convertido en las
ideas de nuestro espíritu quieren guiar nuestra exis-
Pero en nosotros su imagen está sepultada en la tencia, pueden conducirnos hasta la Luz. Amadas por
materia como la pequeña semilla en la tierra, como el sí mismas (o mejor, por nosotros mismos) son tinieblas
feto en el seno materno, como la idea naciente en el y nos dejan en nuestra noche. Amadas por la Luz que
espíritu que la ha concebido. Esta imagen puede hacer- encierran, se convierten en sus instrumentos y nos la
se “hijo de Dios”; pero todavía no lo es. No sólo no ha entregan. Ahora bien, el enemigo de la Luz se ha
adquirido el desarrollo que la hará pasar a todo el ser y adueñado de nosotros; está en nosotros; reina en
la le dará los rasgos del Padre celestial, sino que ese ser nosotros; provoca en nosotros el amor a las cosas por
del que debe adueñarse para hacerle a la semejanza sí mismas y por nosotros mismos: produce en nos-
divina está ocupado por el que es el adversario de Dios. otros las tinieblas donde puede engañarnos.
El desarrollo del germen divino se encuentra con esta El germen de luz depositado en nosotros debe
oposición; sigue la lucha, incesante y terrible… y no desarrollarse en nosotros disipando esas tinieblas. Y
obstante bella en el aspecto del Amor. comienza por revelarlas.
La lucha es la búsqueda de Dios escondido en
las cosas. Somos para Él, Él está ahí, en esas *
cosas, para nosotros. Pero tenemos que unirnos a
Él. El movimiento que nos une a Él es el movimien- Ésa es la Luz verdadera que el Verbo encarna-
to del pequeño germen. El Espíritu que lo ocupa lo do vino a propagar en nuestra tierra. Ése es el fin, el

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

término de la Encarnación; y ése es el término de Renueva, continúa y extiende el nacimiento en el seno


toda la obra exterior de Dios. Ése es también el tér- de María. No es otro nacimiento: la misma Palabra fue
mino de este Prólogo de San Juan. Ilumina todas su concebida por el Espíritu Santo mediante la misma
líneas y todas sus palabras, todos los movimientos operación espiritual que es comunicación de sí
de ese pensamiento seguro de sí mismo y liviano al mismo. La Palabra procede del Amor que se propaga
que hay que mirar detenidamente, con toda el alma, a un alma y que desencadena en esa alma un mismo
orando mucho para poder captar su plenitud pro- movimiento de amor. La Palabra por amor viene al
funda y simple. alma, y el alma viene a la Palabra. La Palabra viene ilu-
minando su amor, le muestra al alma su amor y el
* alma, ante esta luz, reconoce al Amor mismo, lo
acoge, hace lo que hace la Palabra eterna y recibe la
Dios quiso que la Encarnación se realizase sólo vida de la Palabra: “El Padre ama y revela.. el Hijo hace
tras una ruptura. ¿Se habría hecho sin esa ruptura? La lo mismo”. Entonces la palabra que estaba en el prin-
Escritura no nos lo dice; el Espíritu Santo nos dice que cipio es pronunciada por el principio en esa alma, y
se hizo; no nos habla de lo que habría podido hacer- por el ama en la carne a la que anima.
se. Tiene razón: ¡lo que se hizo es tan grande! Lo que
habría podido hacerse lo sería menos necesariamen- *
te. El buen Dios es amor; su gloria es manifestar ese
amor. La ruptura y la reanudación de relaciones más
íntimas tras la ruptura – a pesar de la ruptura – es el Y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
mayor amor y la más esplendorosa manifestación de Padre como Hijo único (1, 14)
amor. La causa de la ruptura está en nuestra natura-
El alma se da porque ve darse al Amor, como la
leza hecha de esos dos elementos que se opone, el
Palabra se da a su Padre porque ve darse al Padre,
espíritu y la materia. La voluntad humana se ve arras- para hacer como él: “Hace lo mismo”. Ella ve al Amor
trada por esas dos fuerzas contrarias; y la elección en los desapegos del Verbo encarnado. Lo ve elevar-
que ella hace depende de una sola. Puede darse al se por encima de todo lo creado, quebrando todo vín-
Espíritu de Dios y hacerse hijo de Dios, hija de la Luz culo, desprendiéndose, llevado de un único cuidado:
que se ofrece a ella… pero sin imponerse a ella. su Padre. En ese movimiento que la arrastra, ella reco-
Puede darse a la materia inerte y oscura, y sepultarse noce el movimiento del principio que se le transmite:
con ella en la inercia y la noche, hacerse hija de las “Y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
tinieblas que no sabe darse. Padre como Hijo único”. Abandona a todos para unir-
Este nacimiento se hace en el tiempo, puesto que se a su Padre, porque ve a su Padre darse con esa
se hace en la carne: “Y la Palabra se hizo carne”. plenitud igual a su ser. Las almas ven esto en el don

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

que Él les hace a ellas mismas, como el Hijo lo ve en recuperar las líneas del Prólogo, y en el Prólogo los
el don que le hace el Padre de todo lo que Él es, y desarrollos del Evangelio. En todos habla la voz divina
como el Padre lo ve en el don del Hijo, pues ese don que dice: “Yo ilumino y amo. Yo ilumino mi amor; yo
es único, es el Espíritu, el soplo de amor que los levan- revelo que mi Ser es amar y darse. Quien entienda
ta, los arranca a todos de ellos mismos para darse. En esto me conoce, me ve. Recibe en sí mis rasgos, se
el don que todos hacen, conocen al Ser que se da convierte en mi imagen, y en mí ve al Padre”.
como Él es, el don esencial e infinito. Me habría bastado con escribir esta última frase.
Esto es lo que dice el Padre eternamente: éstas Ella lo dice todo; pero al principio ella no representaba
son las palabras que colman a ese Ser infinito que es lo que ahora expresa a mi espíritu tan corto a pesar de
su morada: “En el principio existía la Palabra, y la ello. Así despunta en nosotros la luz, por pequeños
Palabra estaba con Dios”. Ésa es la vida eterna que toques sucesivos en los que el siguiente no parece
ilumina, que abraza al Ser infinito por siempre jamás y añadir nada al anterior, y cuyo conjunto será no obs-
que vino a iluminar la Tierra, a enseñar a los hombres tante el inefable esplendor de mi vida eterna. Así pues,
que darse, renunciarse, sacrificarse para darse es no debo ni dejar de escribir, ni dejar de meditar, de
acoger a Aquel que es, es compartir su verdadera mirar, de tender mi alma hacia la Luz verdadera que
vida, es conocerla y reproducirla, es conocerla en la sin cesar se da, de acoger lo que ella da, cuando y
imagen de sí misma que transmite a los que la reci- como se da. El tiempo sucesivo prepara la duración
ben, es nacer de Dios, es hacerse hijos suyos, es estable; los movimientos repetidos se consuman en el
hacerse otro Verbo encarnado que permanece y reha- movimiento que persiste. Hago ejercicios; aprendo a
ce en las almas lo que él hace en el seno del Padre y ver y a vivir. Todo esfuerzo es un paso hacia la verdad
lo que hizo en el seno de María. misma y la verdadera vida. Sólo llegan a ella los que
Vivir es ver la gloria del Hijo único en la carne; esta resignan a esta marcha y tienen el valor de volver a
gloria es reproducir al Padre que la da: “Tanto amó empezar.
Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3, 16).
Vivir es ver ese don del Padre y del Hijo en la carne
donde éste se encarnó y se da.

*
Tal es este prólogo de San Juan, esta extensa
presentación de toda la doctrina que desarrollará el
Evangelio. Todos los discursos y todos los relatos que
contienen están ahí en embrión. En ellos habrá que

34 35
HE AHÍ
EL CORDERO DE DIOS
(Jn 1, 19-51)
Una voz que clama en el desierto (1, 23)
Juan el Bautista es el testigo de la Luz. Así lo dice
Juan el evangelista en una frase de su Prólogo. Ahora
cuenta. Cuenta aquello de lo que fue testigo. Pues
conoció a esas dos grandes figuras, Jesús y Juan el
Bautista; oyó a esas dos grandes voces. Ellas le hicie-
ron… y, como tales, ya no las oye; ya sólo es testigo.
Todos se engrandecen con esta desaparición de
su yo completamente entregado. Jesús para su
Padre, Juan el Bautista y Juan el evangelista para
Jesús. Ése es el secreto, el único secreto de grande-
za: el don de sí mismo y la realización de sí mismo en
Aquel a quien y en quien uno se da.
“Juan el Bautista da testimonio de él y clama”.
Clama con todas su fuerzas; treinta años de desierto,
de muerte al mundo y a sí mismo le han unificado; los
movimientos contrarios han cesado. Sus energías
están concentradas, todo se ha hecho voz, y él habla
en el desierto donde no se oye ningún ruido… donde
resuena la voz; ella no pronuncia más que unas pala-
bras: “¡Él! ¡La Luz! ¡Ahí está!”

39
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? HE AHI EL CORDERO DE DIOS

Él existía antes que yo (1, 15, 30). afirmar y repetir la distancia que le separa de él. No es
Desde el Prólogo de su Evangelio, Juan ha seña- más que una voz, Cristo es la Palabra eterna y única;
lado dos veces el gran lugar que desempeña el en el desierto habla un lenguaje prestado, Cristo se
Bautista en la obra de la elevación humana. De ese habla él mismo y su voz llena el cielo y la tierra; él bau-
modo revela el lugar que el Precursor ocupó en su tiza en el agua, Cristo, en el Espíritu; él es, Cristo era;
propia vida – como en la espera del pueblo de Dios en él pertenece a una hora pasajera del tiempo, Cristo es
aquella época. Juan el Bautista y Jesús estuvieron ínti- eterno; él no es más que un testigo de la verdad,
mamente ligados en sus destinos y en sus almas. El Cristo es esa verdad encarnada. En eso consiste su
papel: en afirmar que Aquel de quien habla es el Hijo
movimiento de sus vidas es tan paralelo que casi se
de Dios: “Y yo le he visto y doy testimonio de que éste
ha puesto en duda la realidad de uno de los dos. Esa
es el Hijo de Dios”. Pero lo cumple por completo,
realidad no es contestable – pero tampoco lo son las
magníficamente.
relaciones y la asociación de las dos personalidades.
La primera está como vaciada en el molde de la Él dice su grandeza divina: “Ante me factus
segunda: simple esbozo que anunciaba, preparaba la est…”. Se ve indigno, ante él, hasta de besar el polvo
obra maestra, pero que, antes de la aparición de ésta, que pisa y prosternarse a sus pies. Y tiene razón. Ante
era ya tan cautivadora. Dios, todo movimiento, todo gesto, todo acto, toda
manifestación de nuestro ser sobrepasa lo que somos
Juan, con su naturaleza tierna y ardiente, había
y sólo nos convendría el anonadamiento completo, si
sido atraído de modo muy especial. Era, gracias a su
no nos mantuviera en el ser. También dice su grande-
poder de darse, uno de los discípulos del Bautista
za de Palabra encarnada y la doble función esencial
más atentos a captar todas sus palabras, uno de los
que debe cumplir entre nosotros: redimirnos y sumir-
más generosos en ejecutarlas. Había comprendido
nos en su Espíritu Santo. Cristo es redentor: “He ahí el
sobre todo que el papel de Juan el Bautista era un
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Al
papel de precursor, que él no era el Esperado, sino un
pronunciar estas palabras, el Bautista eleva todo el
profeta del Esperado. Eso es lo que señala en su
horizonte cristiano propiamente dicho. Nada semejan-
Prólogo: “No era él la luz, sino quien debía dar testi- te se había afirmado antes de él – al menos en ese
monio de la luz…El que viene detrás de mí existía tono, con esa precisión. Isaías y los demás profetas
antes que yo”. Todo lo esencial de la misión del gran comparaban al Mesías con un cordero inmolado, pero
Precursor se halla en estas palabras. no lo mostraban; no lo tenían ante los ojos. Cuando
Tan orgulloso frente a esos enviados de la capital leemos el Evangelio, no vivimos lo bastante las esce-
y de los jefes del país, tan independiente con respec- nas que relata; no entramos en las almas de las per-
to a todos, sólo con pensar en Aquel que se anuncia sonas; nos mantenemos demasiado lejos de la reali-
se empeña en desaparecer, en distinguirse de él, en dad. Tendríamos que imaginarnos a esas dos almas,

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? HE AHI EL CORDERO DE DIOS

grandes y tiernas, que residen una en otra, que mez- Juan, el joven y ardiente discípulo del Bautista,
clan sus pensamientos, sus sentimientos, todo el estaba allí, unido hasta lo más hondo de su corazón al
movimiento desde hace treinta años, según parece, maestro que anunciaba al Mesías esperado, pero más
sin haberse encontrado ni haberse hablado, sino en aún a ese Mesías que anunciaba. Seguía esa predica-
un desarrollo de amistad en el caso de una, de adora- ción: oía esa palabra que daba testimonio de la Luz y
ción amorosa en el caso de la otra, y que de repente la propagaba. Se llenaba el alma del deseo que había
se encuentran una frente a otra, y entonces la sensibi- sido el deseo secreto de las naciones, y sobre todo de
lidad física tan viva en las dos se pone en vibración y su pueblo y que, en aquella época, tenía en vilo literal-
se produce un intercambio de miradas: “Vidit Joannes mente al pueblo judío. Se preparaba para la comuni-
Jesum venientem ad se”. cación del Espíritu que descendía sobre Aquel del que
El mundo volvía a comenzar. La misteriosa efusión Juan el Bautista decía tan grandes cosas; se prepara-
del divino Amor que el Génesis señala en las aguas del ba a acogerla y propagarla a su vez.
abismo al comienzo del mundo, y que la falta había
interrumpido, reanudaba su curso. El soplo que proce- *
de del Padre engendra al Hijo y le aspira y le hace vol-
ver al Padre tras haberle puesto frente al Padre para
que se vea en Él, descendía sobre Aquel que Juan el He ahí el Cordero de Dios (1, 29)
Bautista sumergía en las aguas del Jordán y se lo mos-
Al día siguiente, Juan el Bautista cumple la segun-
traba a la tierra, para que los hombres puedan encon-
da parte de su mensaje: Jesús se presenta y él dice:
trar en él al Padre celestial y volver en él y por él a su
“Hele ahí”.
principio. El misterio del designio divino, que nuestras
sobrecargadas almas perciben a duras penas a través La presentación de Jesús por Juan es de total
de las sombras de lo creado a las que no saben sus- belleza y total profundidad. La Luz verdadera ilumina
traerse, se les aparecía con total claridad, fijaba su magníficamente a su testigo. En ese humilde Galileo,
mirada en este Cordero de Dios que era lo único que de pobre aspecto quizá, ella le muestra al Salvador del
había contado para él y que estaba allí, y que traía al mundo. “He ahí el que quita el pecado del mundo”.
mundo el “Spiritum vivificantem”, el soplo de Vida ver-
dadera. Él le sumergía en el agua; y él lo veía al mismo *
tiempo sumergiendo a las almas en ese río de agua
viva que brota del principio de vida y que vuelve a él Juan el Bautista, tras esos largos siglos de espe-
con todos los que se dejen llevar por su curso: “Aquel ra, ve aparecer al fin a Aquel sobre quien desciende el
sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre Espíritu. El Espíritu aparece y desciende sobre Él
él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. cuando está en las aguas en movimiento.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? HE AHI EL CORDERO DE DIOS

Con este movimiento se reanuda la obra divina, Espíritu y del mismo amor. Juan el Bautista asume en
obra de amor, obra del Espíritu que se da al abismo. seguida ese nuevo papel. Ha anunciado la Luz; la Luz
El Espíritu desciende sobre él y al mismo tiempo sobre ha brillado a sus ojos; ella está ahí, él dirige a ella: “Al
esas aguas en movimiento… y les comunicará su día siguiente, se encontraba de nuevo allí con dos de
tranquilidad, esa paz característica que es la paz de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
los niños: “Bienaventurados los pacíficos porque He ahí el Cordero de Dios. Los dos discípulos le oye-
serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9). Por aquel que ron hablar así y siguieron a Jesús”.
está en las aguas agitadas, el Espíritu se da a las
aguas. Jesús se sumerge en las aguas para sumergir-
nos en su Espíritu; acepta el bautismo del agua para
bautizarnos en su Espíritu.
Y eso es lo que ve Juan el Bautista cuando Jesús
se acerca y le pide que le sumerja en las aguas del
Jordán. Ésa es la luz que le ilumina, y de la que es tes-
tigo: “Y yo no le conocía, pero el que me envió a bau-
tizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que
baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bau-
tiza con Espíritu Santo.”
*
Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Hijo
de Dios (1, 34)
El mensaje de Juan ha concluido. Sólo ha venido
para decir esto: “Y yo le he visto y doy testimonio de
que éste es el Elegido de Dios”. Es Aquel al que el
Padre engendra desde toda la eternidad comunicán-
dole su Espíritu: Juan ha visto esto para decirlo, y
Jesús ha venido para mostrarlo. “He venido a bautizar
en agua para que él sea manifestado a Israel”. El tes-
tigo ha visto la Luz y ha dado testimonio de ella: su
papel ha finalizado. No le queda sino desaparecer
para que todos vayan a la verdadera luz, la luz del
Padre y del Hijo unidos en el beso eterno del mismo

44 45
LOS PRIMEROS DISCÍPULOS

LA IGLESIA NACIENTE

(1, 35-51)
“Al día siguiente, se encontraba de nuevo allí con dos
de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba,
dijo: He ahí el Cordero de Dios. Los dos discípulos le
oyeron hablar así y siguieron a Jesús”.
El papel de Juan concluye ahí: es testigo, no es
más que eso. Espera a Aquel que es la Luz verdade-
ra para lanzar su testimonio al mundo. En la vida de
este personaje tan grande – “el mayor de entre los
nacidos de mujer” (Mt 11, 11, Lc 7, 28) – sólo cuenta
esto: su testimonio. Juan, su discípulo, sólo se queda
con ese testimonio. Para él, el Bautista está por ente-
ro en esa actitud y en esa palabra. Ve sin cesar en él
esa mirada a Jesús que pasa y oye sin cesar la voz –
la gran voz, ampliada por el eco del desierto – que
dice: “He ahí el Cordero de Dios”. La víspera, Jesús
venía a él para que le bautizara. Esa venida de Jesús
a él le ha impresionado, pero se somete. Jesús, aún
desconocido, ha hablado como maestro: “Es preciso,
es de justicia, Dios lo quiere, y nosotros, uno y otro,
debemos cumplir su voluntad”.1
Ahora Jesús vuelve a aparecer, pero sólo de paso.
Todas sus relaciones exteriores con Juan el Bautista

1
“Conviene que así cumplamos toda justicia.” (Mt 3, 15).

49
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? LOS PRIMEROS DISCIPULOS. LA IGLESIA NACIENTE

se reducen al bautismo y a esta pasada. Por grande de justicia oficial y a continuación, según pasa, le
que sea, el Bautista pertenece a la antigua Ley. La envía a sus discípulos.
nueva Ley donde Jesús se da, donde se hace el com- El evangelista, que presenció esas escenas, que
pañero visible de todas las horas, está aún por venir. conoció esa grandeza, que penetró en esa renuncia,
Juan el Bautista no conocerá esa dulzura. Es su testi- no se detiene ahí. Nos ha dejado la tarea de descubrir-
go, su profeta, pero no gozará de ella. Jesús pasa, se lo nosotros mismos, de meditarlo y, sobre todo, de
muestra, pero no se detiene. Juan el Bautista le ve, le reproducirlo. Dice los hechos en frases rápidas, ple-
mira, le reconoce, le muestra, pero se queda: ése es nas de alma y vida, pero que no aparecen.
el deseo divino… y la justicia. Juan el Bautista y Jesús,
cada uno en su sitio, el uno fuera de lugar, inmenso en *
su simplicidad, el otro que domina el horizonte huma-
no por su gran estatura, pero que sigue siendo un Esta hora y esta escena son de una grandeza
hombre, cumplen con ese designio, hacen esa justi- extrema. Es el paso de un Testamento a otro
cia, aman esa verdad. Testamento, de la Ley antigua a la nueva. Aparece
alguien y comienza a actuar de una forma que va a
La mirada del Bautista a Jesús no es una mirada
modificar toda la historia. La Ley y los profetas – y el
de complacencia personal, es una mirada de testigo:
último de los profetas, el mayor de todos – no serán
forma parte de su misión. Mira a Jesús para explicar
destruidos por él, sino consumados y perfeccionados.
su palabra y conducir hacia aquel al que muestra. Mira
Al mundo, a toda la creación, cuya última palabra es,
a Jesús para que otros le vean y le sigan. le pone él el remate. Él es Aquel a quien todos espe-
La grandeza sobrehumana del último de los pro- raban, el Deseado de las naciones, la cima de las
fetas está en esa renuncia. En él la naturaleza queda cosas, el Dios que las ha hecho y que las va a acabar.
aniquilada, frustrada por completo: a su cuerpo no le Y pasa para reconducirlas en él a su principio, que es
da más que alimentos agrestes, lo que encuentra por su fin. Después de él, tras esa pasada por las orillas
ahí, y una burda vestimenta, reducida a su mínima de nuestras aguas en movimiento, el mundo ya no
expresión. En su corazón, la soledad y el silencio tiene nada más que esperar. Se unirá a él, será en él
completos durante treinta años en el desierto; luego, o no será, esbozo de lo que habría podido ser una
tres años en medio de un mundo que no le compren- obra maestra pero que se ha quedado en eso, en
de y algunos discípulos muy queridos que deben esbozo.
dejarle por otro… aunque ese otro, es cierto, lo es ¡Pero qué apariencias es esta primera aparición de
todo para él. Entre ellos se han anudado lazos desde Dios en la tierra! ¡Y cómo, desde el primer momento,
antes de su nacimiento, lazos que de dos almas han nos lanza a la fe plena, frente a un velo que hay que
hecho sólo una; pero él no le verá más que por acto levantar y sobrepasar! ¡Un pobre Galileo al que se unen

50 51
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? LOS PRIMEROS DISCIPULOS. LA IGLESIA NACIENTE

dos compatriotas y con quien pasan unas horas en lo sentía. De ahí la esperanza de alguien que pagaría
alguna gruta de la ribera del Jordán! en su lugar.
Los dos discípulos que se unen a él y forman, esa Juan el Bautista era el profeta que no se conten-
tarde, el primer núcleo de la Iglesia cristiana, son con- taba con alentar lejanas esperanzas. A las almas que
quistados por una sola frase de Juan el Bautista: “He tenían esas esperanzas y que vivían de ellas les decía
ahí el Cordero de Dios”. Ciertamente, esa frase la claramente mirando al que estaba allí: “Ése es; he ahí
había pronunciado y explicado el Precursor muchas el Cordero de Dios, el que quita el pecado. Y he ahí su
veces…y ante todas las almas que se presentaban grandeza, que me anonada. Viene como víctima,
ante él. Formaba el fondo positivo de su predicación. viene a inmolarse para pagar la falta. La Luz verdade-
Precisaba y designaba claramente a Aquel cuya gran- ra con la que está iluminado todo hombre de aquí
deza no cesaba de decir negativamente rebajándose abajo, pero que el pecado ha oscurecido, aprisionado,
ante él. “Él es mucho más grande que yo; no soy la Luz que se da, que ama hasta inmolarse por el
digno ni de desatarle la correa de su sandalia”. Estos hombre pecador… hela ahí”.
términos anonadados no expresaban al Salvador Los dos discípulos de Juan el Bautista quedan
anunciado, sino sobre todo el estado de ánimo del impresionados por ese nombre… y por todo lo que
testigo ante la Luz verdadera que ilumina a esa alma. encierra de claridad y de movimiento; lo comprenden
Eran necesarios otros términos para completar aque- inmediatamente y se van.
llos. Muy probablemente, muchos de los empleados Su evolución tiene dos aspectos: dejan a uno y
por Juan el Bautista habían sido tomados de la Biblia. siguen a otro.
El evangelista recuerda aquel de ellos que más le
¿Es correcto decir que abandonan a Juan el
impactó, porque es el que dio a su alma el golpe deci-
Bautista? Se quedan con él en la Luz verdadera que
sivo: “He ahí el Cordero de Dios”.
les ha mostrado; se quedan en el espíritu de su
El tema del pecado, la idea de una falta original misión, de su testimonio. Siguen ese testimonio; le
que oprimía como un pesado yugo a la raza humana son fieles… y lo prolongan. El Precursor que perma-
reaparece sin cesar en la Biblia. La falta había abier- nece delante, en su papel, se une a Jesús en ellos y
to entre el hombre y Dios un abismo, y de ese abis- por ellos. La extraña separación que parece mante-
mo subía sin cesar un vapor sombrío que oscurecía ner apartados al Bautista y a Aquel al que anuncia
la divina luz y deformaba su dulce e infinitamente sólo es aparente y exterior; cesa incluso exterior-
atractiva fisonomía. Dios ya no aparecía sino como mente cuando una frase y una mirada del primero
Señor ofendido, que exigía el castigo de la ofensa ponen a dos almas tras los pasos de Jesús. Ése es
antes de reanudar las relaciones rotas. El hombre el trazo de unión. Son empujados por el soplo que
esperaba esa reanudación, pero no podía realizarla y Juan el Bautista recibió de aquel cuando Isabel, en

52 53
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? LOS PRIMEROS DISCIPULOS. LA IGLESIA NACIENTE

su presencia, fue levantada por él y sintió saltar en evangelista, fiel a su papel de analista que anota úni-
ella, con ese mismo soplo, al que llevaba en su seno. camente los hechos y gestos exteriores, no nos habla
Las relaciones, nacidas de esa comunicación de de esa espera del divino Maestro. Hay que adivinarlo
espíritu, nunca se interrumpieron; en ese momento todo; es el esfuerzo individual de penetración que el
toman una forma nueva, pero las anima el mismo Maestro espera de cada uno de nosotros para volver-
amor. El Precursor se da en aquellos que ha forma- se, entablar relaciones, darse. Hay una voz interior
do para imitar el don total del Cordero de Dios al que que precede, que despierta, y que dice: “He ahí el
los envía. Cordero de Dios, he ahí el que quita el pecado, el que
¿No queda afectada por ello la sensibilidad del derriba el muro de separación, el que abre la puerta,
Bautista? Es el misterio de esas grandes almas, que el que restablece las relaciones”. En toda vida espiri-
han querido que permanezca secreto. Jesús abando- tual el Precursor tiene su sitio, poco destacado – tal
nando a su santa madre por su ministerio público, vez no lo bastante. Clama en el desierto: “Preparad el
Juan el Bautista separándose de sus discípulos para camino, va a venir el Salvador”. Y luego, un día: “Ahí
dárselos a Jesús. Jesús, a su vez, separándose de está, seguidle”.
éstos – convertidos en los suyos, en los hijos de su Entonces Jesús toma la dirección del movimiento,
alma – para entregárselos a su Padre, ¿tienen la sen- obra como maestro… pero como maestro de amor
sibilidad embotada… o al contrario, afinada por su que se da.
misma espiritualización y por ello sufren al someterse?
La pregunta así aclarada ni siquiera llega a hacerse. El *
Cordero de Dios – y todos los que le comprenden –
debe ir a la muerte, y la sangre que debe derramarse
es ante todo – y sobre todo – la del corazón. Por eso
Maestro, ¿dónde vives? Venid y lo veréis (1, 38)
tal vez estas dos almas jóvenes, ardientes – y que
parecen tan llenas de esa juventud y de ese ardor “Jesús se vuelve”. Se pone frente a ellos; toma la
hasta el fin de su vida – han sido escogidas para este iniciativa y realiza esa presencia, ese ponerse cara a
sacrificio. Estaban allí, según parece, solos con el cara, esa relación que es la vida y que se convertirá en
Bautista o solos muy cerca de él cuando pasó Jesús. la vida eterna.
Eran íntimos… el segundo sobre todo, al que no se Los dos discípulos de Juan el Bautista están
nombra; eran los más queridos. Juan no dudó: “He bien preparados. Se ponen en movimiento a la pala-
ahí el Cordero de Dios, dijo, he ahí Aquel al que hay bra del Precursor, como una planta al final del invier-
que seguir. Id.” Y fueron. no, cuando brilla el primer rayo un poco cálido. Brilla
Jesús no esperaba más que esa palabra del la Luz; su testigo la muestra: “He ahí el Cordero de
Precursor y ese movimiento de los dos discípulos. El Dios que quita las tinieblas, que disipa la noche”.

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Ellos se vuelven hacia el divino sol de justicia, que se enseñanza de Jesús conservada por San Juan. En el
vuelve a su vez, y ahí están, en relación. alma amorosa del discípulo amado había producido
Jesús se vuelve cuando ve que le siguen. Al una impresión profunda; le había encontrado inmedia-
seguirle, se dan: Jesús, al volverse, responde a ese tamente una resonancia, una vibración que había con-
don de los dos discípulos por el don de sí mismo. Lo movido todo su ser. Entre esa palabra y él había un
anterior no eran sino preparativos; era la obra del que acuerdo de fondo. San Juan – cuanto más se le estu-
va delante para anunciar la venida de la Luz; disponía dia, mejor se comprende esto – era esencialmente un
a las almas a acogerle; hacía de ellas límpidos espe- contemplativo. Ésa era su marca; le gustaba “demo-
jos donde ella podría reproducir sus rasgos. rarse”, quedarse largo tiempo delante de lo que mira-
La pregunta del Maestro al volverse hace que los ba… porque él amaba. Y a continuación se dio; era lo
dos discípulos se manifiesten, que muestren la Luz propio de su alma, y eso es lo que Jesús amó en él,
que brilla en ellos: “¿A quién buscáis?”. No buscamos como en María Magdalena; pues Jesús es eso:
sino a quien amamos: no seguimos a alguien sino alguien que ama, que mora, y que quiere que more-
para entablar relación con él; un atractivo guía esos mos con él. Su deleite es estar con alguien que
pasos que le siguen. ¿Y qué atractivo es ése? El encuentre su deleite en él. De ahí sus llamadas: “Vivid
Maestro quiere conocerlo. Quiere oír pronunciar esa en mí; vivid en mi corazón”. De ahí la promesa euca-
palabra que por primera vez resuena para él en la tie- rística en el mismo tono: “Quien come mi carne y bebe
rra: “Rabbí, es decir, Maestro”. mi sangre vive en mí y yo en él” (Jn 6, 57).
Los dos discípulos de Juan el Bautista quieren Los dos discípulos de Juan el Bautista captaron
relacionarse con él para que los ilumine: en él ven a un esto cuando decidieron seguir sus pasos. No digo que
maestro. Ellos le ofrecen cada uno su ser para que lo esa percepción primera tuviera la nitidez precisa y
guíe; le ofrecen ese ser que quiere ser, pero que toda- clara que iría adquiriendo poco a poco en el espíritu.
vía no es y que se busca para que lo llene de él; le Para ellos, como para todos, la Luz debía provenir de
ofrecen su ser que “el pecado ocupa” para que lo un movimiento progresivo, de ese movimiento irresis-
quite y les devuelva todo lo que la falta les ha hecho tible que, forzando o rodeando el obstáculo, se abre
perder. Le ofrecen además muchas otras cosas que paso sin vacilaciones… pero que no se nota, y, por
no se me ocurren ahora que la Luz hacía brillar en el tanto, no debemos empeñarnos en verlo. Es el movi-
fondo de sus almas frescas, jóvenes, tan abiertas a su miento de la vida que es el movimiento del amor; ese
rayo amado; y a esa luz verdadera, por el testimonio movimiento era el del Espíritu del Maestro en ellos…
de Juan, le dicen: “Maestro, ¿dónde vives?” Todas estas consideraciones iba a hacerlas brotar el
La expresión “vivir” en el sentido de “habitar, evangelista en su espíritu, en el curso de su larga vida,
morar, quedarse” es un término característico de la bajo la acción de ese Espíritu nuevo que le arrastraba

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tras los pasos de Jesús. Pero ya estaban realmente en Pero ellos sabían por Juan el Bautista que él era la Luz
germen en esa frase: “Maestro, ¿dónde vives?” verdadera, el deseado de sus almas al que querían
El Maestro se esperaba esta pregunta. Su forma ver. El papel de Juan el Bautista había sido mostrarla:
de andar, esa pasada tan cerca de esas almas que ha había venido para dar testimonio de ello… y ellos habí-
calado hasta lo más hondo, el movimiento de su cuer- an oído su testimonio. Caminaban a esta primera cla-
po al volverse, su pregunta, su fisonomía, su voz, ridad, el testimonio precursor, testimonio que precede
todos esos detalles que en él eran tan perfectamente y prepara la verdadera y gran Luz.
concordes con sus pensamientos y sentimientos, pre- La verdadera y gran Luz es la que quita las tinie-
paraban y expresaban su invitación: “Venid y lo blas. Las tinieblas son el pecado, son el movimiento
veréis”. fuera de la Luz, a la inversa, en sentido contrario.
No les indica el lugar de su residencia: los atrae, Ponerse en movimiento hacia la Luz es infaliblemente
se los lleva, les pide la relación inmediata. ver. Jesús pide ese movimiento: “Venid a ver. Venid y
lo veréis. Venid a la Luz y la veréis”. Frente a la luz no
se puede dejar de verla. “Fueron y vieron”. Vieron
*
dónde vivía y dónde podían ir a verle cuando les vinie-
ra bien. Consiguieron lo que querían, la conversación
íntima del primer día y la garantía de que aquel maes-
Fueron, pues, y vieron (Jn 1, 39) tro nuevo estaba a su disposición para llevar a buen
Era el deseo de ellos y también el de él. Querían puerto el trabajo emprendido. De ese trabajo, ni una
relaciones íntimas: no un simple encuentro por el palabra; de las palabras pronunciadas, de las impre-
camino, al aire libre, a los ojos de todos, un intercam- siones recibidas, del lugar donde vivía Jesús, de todos
bio de palabras, sino una entrevista que pudiera pro- esos detalles que, si Dios hubiera querido, habrían
longarse, en un marco personal, allá donde sólo son sido para nosotros de tan gran interés, el discípulo
admitidos los allegados, aquellos a los que se con- amado no quiso conservar nada: “Fueron, vieron… y
siente abrir el alma; se habían puesto en movimiento se quedaron”. Un movimiento que recorre una cierta
para cumplir ese deseo. Querían pasar de un maestro distancia para llegar a un término, un acto que viene
a otro; lo querían por indicación del primero, para con- en conocimiento de ese término para darse cuenta de
cluir un viaje iniciado. Jesús era ese término esperado. que ese término conviene y, por último, el descanso
Las relaciones con Juan el Bautista eran el periodo de en ese término.
espera. Juan mismo hacía que acabase diciendo: “He El discípulo amado no nos relata ese recorrido;
ahí Aquel al que esperáis”. no nos describe la morada encontrada; no nos habla
Jesús no les dice al principio: “Creed en mí”. No de las dulces horas de esa primera visita porque todo
comienza por ahí, jamás. Dice: “Venid y lo veréis”. eso no es más que figura y la realidad es demasiado

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grande para nuestras palabras. Bajo esa actividad de cincelando poco a poco. En ese momento le basta-
hombres que caminan, que se hablan, que ven, que ba con llamarlas y recibir su respuesta.
viven juntos, se esconde una actividad interior, total-
mente espiritual, imperceptible, inefable. La primera *
no es sino un velo que oculta la segunda. La segun-
da no se dice, se vive; la vive cada uno en el secreto Oigo al discípulo amado contar con toda naturali-
de su alma. dad a los primeros cristianos esta escena que había
Por eso los evangelistas dejaron en la sombra una decidido su vida, contarla por enésima vez, sin expli-
gran parte de la vida de Jesús, esa masa enorme que, caciones, sin rodeos, sin exclamaciones, incluso sin
escrita, llenaría el mundo. Esa parte se escribe sin emoción, al menos exteriormente, ateniéndose a los
cesar en los corazones, y ahí es donde debemos leer- hechos; y los oyentes estaban – aunque eran ajenos a
la, a la luz de aquel al que se le encomendó repetir y los acontecimientos – pendientes de sus labios, como
aclarar todo lo que dijo el Maestro: “Él me dará glo- aún lo estamos nosotros con la lectura de relatos del
ria… dará testimonio de mí… el Paráclito, el Espíritu Génesis, como lo estábamos, de niños, con los sen-
Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo ense- cillos relatos de los ancianos sobre tiempos pasados.
ñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho… Pero, al escuchar al apóstol, al interés y al encan-
os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16, 14; 15, to cautivador de su relato se le unía una acción subte-
26; 14, 26; 16, 13). rránea y excelsa: la acción interior del maestro divino
Basta con que se den las tres condiciones que que había tocado el alma de Andrés y de su compa-
dependen de nosotros; “Seguir, dirigirse a la morada, ñero cuando Juan el Bautista, con la vista fija en
ver y quedarse”. Entonces, toda la escena que perma- Jesús, decía con voz que no podía sino vibrar: “He ahí
necía a la sombra de tres frases demasiado breves se el Cordero de Dios”. El Espíritu Santo estaba allí, en el
ilumina poco a poco y la escena, los detalles desea- alma de los oyentes; fluía como un río, y el divino
dos, se realiza en la morada del Maestro, que es nues- Maestro los bautizaba en él, los sumergía en esas
tra alma. aguas de la verdadera vida: los bautizaba en el
La dulce y divina entrevista no fue larga: de las Espíritu. Aquel bautismo totalmente nuevo, muy supe-
cuatro a las seis de la tarde, probablemente. Pero rior al de Juan, es el que deseaban y el que recibieron
esos minutos bastaron para transportar y transfor- los dos primeros discípulos del Cordero.
mar a los dos discípulos. Salieron de allí convencidos Juan dejaba hablar hasta lo más hondo de los
y apóstoles. Era el resultado que quería el Maestro. corazones de quienes le escuchaban a Aquel que
El otro vendría a su debido tiempo. De momento, había hablado al caer aquella tarde, que los había con-
Jesús quería congregar en torno a sí almas que él iría quistado, transformado, y que había hecho de ellos,

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sobre la marcha, no solamente convertidos, sino llama recibida. Se ha deducido que su compañero era
misioneros. el propio evangelista. Es evidente, cuando se ha leído
Juan descubrió aquel día – y para siempre – la bien su obra, que él por su parte es de una discreción
verdadera morada de Jesús, la que él revelaba a los característica. Siempre calla su nombre y envuelve su
suyos en el momento de retirar su presencia corpo- acción de alguna sombra que la vela. Por otra parte, le
ral, cuando decía: “Morad en mí, morad en mi amor”. pasa lo que les pasa a los humildes: ese velo le engran-
Juan entró en el corazón de Jesús; allí ocupó ese dece, esa modestia resplandece y añade su resplandor
puesto destacado que añadió a su nombre para a todo lo que dice o hace. Le perseguimos en su silen-
completarlo y que casi se ha convertido en nombre cio; tratamos de alzar ese velo o de leer a través de su
propio: “El discípulo que Jesús amaba”. Ahí estaba él transparencia… y acabamos por hallarnos frente a fren-
cuando el Maestro invitó a todo el grupo a residir “in te con el alma más cautivadora de ese grupo donde
dilectione mea”. Reclinaba la cabeza sobre su cora- todas las fisonomías, tan poco marcadas en el relato
zón; reclinaba todo su ser sobre su amor. Ahí estaba sagrado, son sin embargo tan distintas.
él desde aquella primera tarde, cuando le preguntó a Pero dejemos esas hipótesis. Si no habló, es que
Nuestro Señor, totalmente desconocido: “¿Dónde el silencio lo quiso Dios y hay que respetarlo…
vives?” Jesús le había conducido ciertamente a esa Andrés, por cierto, tenía un hermano, al que se
residencia. nombra a renglón seguido, como ocurre con todos los
demás elegidos de esas primeras jornadas. Andrés va
* a su encuentro y le anuncia la gran noticia. Por la
manera en que la anuncia, queda claro que buscaban
al Mesías, que esa búsqueda constituía una parte
Andrés, el hermano de Simón (1, 40) importante de sus preocupaciones.
Los dos discípulos se ponen manos a la obra sin De hecho, el Mesías ocupaba el pensamiento de
tardanza. El soplo que les ha transmitido su Maestro todos los judíos en aquella época, los tenía literalmen-
los anima, los mueve, los hace hablar, pasa de sus te en vilo, tanto en el sentido estricto de la expresión
almas a sus palabras y les transmite el movimiento como en el figurado. La presencia de aquellos pobres
que está en ellas. Nada en todo esto, por otra parte, galileos junto a Juan el Bautista, tan lejos de su lago,
que sea anormal. Ese movimiento es la vida; y la es prueba de ello.
expansión es su ley. Pero para Andrés, la frase ha tomado figura ani-
De esas dos primeras conquistas, una desaparece mada y viviente. ¿En qué momento exacto se vieron
por completo y no parece participar en el apostolado. los dos hermanos? Es muy probable que fuera aque-
Sólo se nombra a Andrés, que habla, actúa, propaga la lla misma tarde, al volver a su morada, o de noche, en

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? LOS PRIMEROS DISCIPULOS. LA IGLESIA NACIENTE

la del Precursor. El Evangelio no dice nada. El autor, cimiento es. Lo que cuenta para Dios no son el aspec-
habitualmente minucioso, no especifica este detalle. to, sino un cierto reflejo de los adentros espirituales
Su relato discurre con total rectitud, dejando de lado que se refleja en él, pero que rara vez se percibe a pri-
las circunstancias que le parecen superfluas, va dere- mera vista. Jesús, ciertamente, tenía esta intuición
cho al meollo de la cuestión. Ese meollo es la palabra que en el aspecto exterior adivina el interior; pero tenía
del Maestro, que tuvo, en efecto, una repercusión indi- sobre todo la mirada espiritual y profunda que a la pri-
vidual y social, una acción en un alma y en el mundo mera penetra hasta el fondo. Para él, este galileo sim-
cuya importancia no es posible expresar ni siquiera ple, un poco basto, ya de entrada bastante parecido
imaginar. a los demás, no es solamente una naturaleza rica en
posibilidades, generosa, capaz de darse sin reserva,
* apto para los negocios, para el mando, un jefe, en
suma, es la piedra sólida, resistente, inquebrantable,
que atravesará los siglos, que arrostrará todos los
embates y saldrá adelante de todos los golpes, es el
Tú te llamarás Cefas (1, 42)
hombre en quien puede, hasta un punto muy especial,
El hombre que le trae Andrés es un sencillo galileo encarnarse, sembrar su verdad y su amor. Y todo esto
como él, poco diferente en apariencia de todos aque- lo pone en un nombre de donde desaparece toda pro-
llos que habían acudido a oír a Juan. Pero con Jesús cedencia carnal, un nombre nuevo que viene directa-
siempre estamos más allá de las apariencias… y a mente de Dios y que le consagra a él: “Tú te llamarás
menudo contra las apariencias. Él es Aquel que es; ve Cefas, o sea, Piedra”.
lo que es, lo que tantas veces enmascaran las apa- Esta transformación de nombre que corresponde
riencias. Va a la realidad oculta; aparta lo que la cubre a una nueva forma y a un nuevo ser es exclusiva de
y la pone ante aquel y aquellos que escuchan ponién- Pedro. Jesús acogió, conquistó y asimiló a todos los
dose justo enfrente de ella. demás. Su acción sobre ellos fue inmediata y total; en
El Maestro antepone a su frase una mirada que no un instante los hace otros. La acción ejercida sobre
pasa desapercibida al evangelista: “Jesús, fijando su Pedro se diferencia claramente: añade una forma
mirada en él, le dijo: Tú eres Simón… tú te llamarás única, que es propia de este apóstol, a la forma trans-
Cefas”. Esa divina mirada es lo que le descubre lo que mitida a los primeros. Las consecuencias de tal acto
ocultaban el aspecto tal vez bastante vulgar de aquel van más allá de lo que la historia nos puede decir; sólo
al que le traían. ¿Qué aspecto tenía? No tenemos indi- la eternidad podrá manifestarlas. Así ocurre con
cación alguna sobre el particular. Y lo mismo ocurre Jesús, todo lo que dice y hace tiene unas repercusio-
con todos aquellos hombres sobre los que había de nes infinitas.
edificarse un nuevo mundo… y con el Maestro cuyo

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

* que inspira ese relato iluminará las almas que lo leerán


y les dirá secretamente lo que cada uno necesita
saber y experimentar en cada momento. La conquis-
Sígueme (1, 43) ta de Felipe está hecha de una sola frase: “Sequere
me”. Evidentemente, también para él ha habido pre-
Felipe, el cuarto elegido, también es galileo, com-
paraciones divinas. Juan no dice nada de esto; sim-
patriota de los dos anteriores, conocido suyo y proba-
plemente indica la tierra de origen del nuevo apóstol.
blemente puesto por ellos en contacto con el nuevo
Maestro. También está allí para escuchar a Juan el
Bautista y, por él, para hallar a Jesús. *
Jesús se lo lleva con una frase: “Sígueme”.
Estamos tan acostumbrados a leer estos relatos que
Ahí tenéis a un israelita de verdad (1, 47)
se nos escapa su carácter prodigioso. Este artesano
galileo, desconocido hasta ahora, que de golpe se Natanael es una conquista de Felipe, mientras
impone, marca las almas y modifica existencias, ¿qué que los precedentes fueron llevados por Andrés. La
derecho tenía a hablarles así y de dónde sacaba la manera en que Felipe le aborda y le comunica su gra-
fuerza para hacerse escuchar y que le siguieran? cia es muy significativa: “Ese del que escribió Moisés
Estaba en aquellas almas, tal vez ya hacía tiempo que en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontra-
trabajaba en ellas; les había hablado en la lectura de do”. Así pues, estaban buscando. Estaban buscando
los Libros Sagrados, en sus meditaciones personales, la Luz verdadera porque unas luces les habían dado a
en las lecciones de su familia, en la ardiente enseñan- conocer su venida. La Luz verdadera se había mostra-
za de Juan el Bautista que había coronado el largo do, pero en gotitas, como el rocío de la aurora, como
esfuerzo subterráneo de la gracia. Los había adapta- dice espléndidamente Isaías: “Porque rocío luminoso
do, ajustado detenidamente, por mil influencias de su es tu rocío” (Is 26, 19).
interior y de su exterior que veremos un día y que Natanael – y todo este pequeño grupo – era de
serán una maravilla para nuestros espíritus y nuestros esas almas. Sin embargo, la lectura de las profecías
corazones. Oímos la palabra que arrebata, vemos el no le había iluminado por completo. En su espíritu per-
hecho que se cumple, pero no conocemos la larga sistían sombras que sólo a la Luz verdadera le era
acción de amor que interiormente precede y prepara. dado disipar. La dificultad que le detenía era muy
Ni una frase sobre circunstancias, sobre intercam- corriente entre los judíos. Lo sigue siendo y siempre lo
bio de palabras, sobre sentimientos y estados de será. Por eso el caso de Natanael es tan interesante.
ánimo. Juan nos deja el cuidado de adivinar, de medi- Esperaba una manifestación deslumbrante y una
tar, de profundizar. Sabe que el Espíritu del Maestro grandeza humana que se impusiera. Pues bien, Felipe

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

le habla de un artesano de Nazaret: “Jesús, el hijo de Luz verdadera que ilumina y que es y que, al mos-
José, el de Nazaret”. trarla, revela lo que no es.
Nazaret no era más que una aldea; la reflexión de En esa luz veía hasta el fondo el alma que se pre-
Natanael parece indicar que estaba como envuelta de sentaba ante él. Esa alma no estaba sin defectos…
un menosprecio bastante especial: “¿De Nazaret como tampoco ninguna de las que le habían venido
puede salir cosa buena?”. La fórmula no es necesa- antes. Los defectos los corregirá y dirigirá; hará que
riamente peyorativa; puede aplicarse a cualquier sirvan a los fines de su amor. Esa alma es verdadera:
localidad de poca importancia. También podría ser con eso le basta.
que designase una población particularmente simple
Natanael se siente penetrado y es dichoso por
y atrasada. Felipe responde como lo había hecho
ello. No se hurta a esa acción que de una sola vez va
Jesús con los primeros conquistados: “Ven y lo
hasta el fondo de su ser para apoderarse de él. Su
verás”. Le habla el lenguaje de la razón; aparta las
pregunta no es un rechazo, ni una vacilación. Está en
sombras, las ideas preconcebidas, irreflexivas, entre
la línea recta de esa alma que está dispuesta a darse,
las que siempre se desliza alguna pasión lejana o
pero que – tiene derecho a ello – quiere verlo claro:
alguna deformación de espíritu, en resumen, una
“¿De qué me conoces?”. Reconoce lealmente que la
herencia de la falta. Le pide una evolución que le
palabra del divino Maestro revela un conocimiento de
separa de ella y le pone ante de lo que es, le hace
lo que es en sí mismo. Pero ¿de dónde viene ese
darse cuenta de ello por sí mismo.
conocimiento?
Natanael consiente: es una alma recta: quiere
Jesús se presta entonces a ese control que no
realmente la verdad, aunque le llegue bajo formas
excluye la fe, pero que, por el contrario, la prepara y
que ofenden su razón. Y queda magníficamente
debe precederla. Le da satisfacción; precisa las cir-
recompensado por ello. Jesús le muestra de una vez
cunstancias que manifiestan su penetración de los
que, a pesar de su humilde origen y de esa proce-
corazones: “Antes de que Felipe te llamara, cuando
dencia de un villorrio denostado, goza de luces que
estabas debajo de la higuera, te vi”.
le abren los corazones: “Ahí tenéis, dice al verle acer-
carse a él, a un israelita de verdad, en quien no hay ¿Qué era exactamente esa circunstancia a la
engaño”. Inmediatamente se opera el encuentro que hace alusión el divino Maestro? ¿Qué le había
entre la Verdad y aquel que la busca. Natanael, en pasado a su interlocutor bajo aquella higuera? ¿Qué
efecto, aparece con ese carácter esencial de recti- hacía él? ¿En qué pensaba? ¿Cuál era su estado de
tud, lo sabía; lo quería; todo en él sonaba justo. Ese ánimo, ése que Nuestro Señor había penetrado?
parentesco espiritual era lo que Jesús había adverti- Muchos se lo han preguntado con curiosidad. Se
do en él y lo que había dictado su elección. Uno y han aventurado muchas hipótesis. ¿Para qué? Lo
otro sentían horror por el artificio. El Maestro era la que importa no es lo que leyó Jesús en esa alma, es

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA

que lo haya leído; es que tenga en él ese poder Esas dos o tres escenas rápidas, y tan rápida-
sobrehumano que le permite decir: “Sígueme. Tengo mente relatadas, representan un momento capital en
derecho a ordenar”. Eso es lo que los evangelistas, el Evangelio, y en toda la historia. Ha nacido un
habitados por el Espíritu Santo, comprendieron. Eso mundo nuevo en esos minutos, a orillas de ese torren-
es lo que el propio Natanael captó en seguida: te, de esos encuentros de pobres judíos galileos con
“Maestro, dijo, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey ese artesano de Nazaret. A ese pequeño grupo lo
de Israel”. Está completamente cautivado y trastor- anima un espíritu que no es de la tierra y que va a
nado. Cae toda resistencia; cree, y proclama su fe en renovarla. Las circunstancias en las que nace lo reve-
términos que el escritor sagrado ha querido recoger. lan en oposición con otro espíritu que reina entonces
Ve y saluda altamente al Hijo de Dios, el rey de Israel, sobre la tierra. Necesariamente, van a chocar y a
es decir, el Cristo esperado. manifestarse chocando.
Es la recompensa por su rectitud y por su amor a
la verdad.
No es más que una primera recompensa por su
rectitud de alma y un primer paso por el camino de luz
cuya longitud y belleza ni siquiera sospecha: “¿Por
haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?
Has de ver cosas mayores”.

*
La fe es un germen vivo. Encierra en ella posibili-
dades infinitas. Toda la visión del cielo, toda la vida
eterna está en el movimiento del alma que despierta a
ella y en el primer resplandor de divina claridad que la
ilumina. ¿En qué se convertirá ese resplandor?
¿Dónde desembocará ese movimiento? Sólo Dios lo
sabe. “Ni el ojo del hombre lo ha visto ni su oído lo ha
escuchado; ningún corazón humano puede ni siquie-
ra presentir lo que Dios reserva a sus elegidos”.

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EL QUE CREA EN EL HIJO

TENDRÁ VIDA ETERNA

(Jn 2 y 3)
LAS BODAS DE CANÁ (2, 1-11)

Desde ese momento Jesús se consagra a su


ministerio público. Ya no se pertenece: está entregado
a las almas, y muy especialmente a ese pequeño
grupo elegido mediante el cual va a renovar la faz de
la tierra.
Y va a realizar un doble esfuerzo: un esfuerzo de
apologética para que se admita su título de Hijo de
Dios y un esfuerzo de iluminación para dar a conocer
esa vida misteriosa de luz y amor cuyos secretos viene
a revelar a la tierra. Ese doble esfuerzo es necesario
para reanudar, entre hombre y Dios, los lazos que ha
roto el pecado.
En la práctica, ese doble esfuerzo no posee el
carácter diferenciado que se le da. La apologética y la
exposición de vida divina se mezclan sin cesar en sus
labios, en sus actos, y no forman más que un todo.
Revela el divino misterio revelándose él mismo; y se
revela Hijo de Dios al decirnos lo que ocurre en el seno
del Padre y realizando actos que sólo Dios puede rea-
lizar. Simultáneamente, prueba su divinidad y mani-
fiesta el movimiento íntimo que le transmite el Padre y
que es la vida de Dios.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

* gente humilde, sin grandes posibles y, por último, los


dos personajes sobre los que se va a construir ese
nuevo mundo donde reinarán la justicia y la verdad de
Se celebraba una boda en Caná, en Galilea (2, 1) Dios: María, la madre discreta que toma su puesto de
intermediaria, y Jesús, el divino Hijo, con el grupo
En Galilea es donde comienza la manifestación:
naciente de su Iglesia, que se convierte en el divino
humilde provincia apartada, humildes gentes, rectas
Maestro.
por naturaleza, pero, ¡ay!, tan fáciles de engañar,
marco familiar de llanuras, de pequeñas colinas, de Pero está muy claro que el interés no reside ahí…
pequeños valles que rodean un lago al borde del cual, San Juan va al grano. Se acaba el vino y la madre de
puesto que por allí pasa mucha gente y un mundo abi- Jesús se lo hacer saber a éste. El diálogo que se enta-
garrado, venido de muchas partes, y puesto que allí bla es de una simplicidad y brevedad extremas… y de
puede esparcir el buen grano desde lo alto, se instala una riqueza de enseñanzas más extrema aún, si ello
Jesús para resplandecer. Así comienza el aconteci- es posible.
miento más grande de toda la historia, al cual se con-
forman todos los demás, a los que ilumina, explica, les *
da su importancia y su verdadero sentido. Tal es el
Espíritu de Dios. Se revela por completo desde esta
primera hora; se opone abiertamente al espíritu del No tienen vino (2, 3)
mundo, lo condena, se atrae sus resistencias y hosti-
lidades, prepara los golpes bajo los que, sucumbien- “No tienen vino”, dice María. No hay explicación, ni
do, el Hijo de Dios triunfará sobre él. petición. La Virgen dice una situación; y lo hace con el
mínimo de palabras posible: ésa debía de ser la cos-
San Juan, el dulce evangelista, impregna de él su
tumbre de la casa donde se había criado la Palabra
relato, su relato tan completamente simple y despoja-
que acalla todas nuestras palabras. Allí se vivía por
do, hecho de mil pequeños detalles deliciosos que lo
dentro; se hablaba un lenguaje interior, totalmente
animan y donde, sin embargo, faltan tantos otros que
espiritual; se comprendía sin palabras, por el propio
nuestra curiosidad humana desea en vano.
movimiento de las almas que unas sensibilidades per-
¿Cuál es esa familia afortunada, y sobre todo esa fectamente organizadas traducían sin deformarlo. En
joven pareja que se ve favorecida por el primer prodi- esa unión íntima es donde hay que comprender las
gio del Hijo de Dios? Nada hay que nos permita adivi- palabras intercambiadas aquí, y lo que a primera vista
narlo tan siquiera. parece una dura respuesta del divino Maestro. Esta
Sin embargo, el marco es perfecto: una boda respuesta es una continuación; forma parte de un con-
judía, una pequeña población galilea, una familia de junto que la explica. No podemos considerarla como

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

un actitud nueva, inusitada por las relaciones de esos por la libre voluntad de Dios, necesario, inmenso,
dos seres que sólo han vivido el uno en la otra y el uno magnífico, pero subordinado. El Hijo se convierte en el
de la otra. María le dice a Jesús: “No tienen vino” como Maestro, el Hijo del Padre celestial, consagrado por
le decía cada día “Es la hora de comer”, o, después de completo a las cosas de ese Padre. María fue adverti-
una ausencia: “Ha venido fulano a encargar un yugo”. da de ello cuando él tenía doce años, en el templo de
Toda ella se hace impersonal para mantenerse mejor Jerusalén: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa
en esa persona que es su Hijo y que es el Infinito. Por de mi Padre?”(Lc 2, 49). Ella ha vivido de esas pala-
grande que él sea, ella no lo ve en una nube, toda su bras que no los separan, en las cuales, al contrario,
vida transcurre en la realidad concreta de los aconteci- están unidos, pero en un plano más elevado.
mientos de cada día. En ese momento, ella se entera Ha llegado la hora de Jesús. Poco ha faltado para
de una situación penosa para esa familia que los ha que diera a su respuesta una forma afirmativa, sin
invitado y se lo dice a él. apartarse de la verdad. Parece negarse a lo que le
Lo que dice ella, Jesús ya lo sabe; pero ella no piden para poner de relieve la independencia que será
duda en decirle lo que él ya sabe; no tiene que infor- la suya en lo sucesivo. Pues accederá sin demora a lo
marle, sino intervenir en una actividad que quiere esa que le pide su madre. Pero no accederá a ello por una
intervención, y que la quiere con todas sus circunstan- petición materna; accederá a ello por el proyecto
cias. Esas breves frases y su carácter pertenecen a un paterno que ahora gobierna su vida.
plan que deben llevar a cabo y que rige toda su vida. Lo que al menos queda claro es que María no se
Las pronuncian y las ven en ese plan. desanima por la respuesta de Jesús. Su palabra a los
“Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, criados encaja perfectamente en la nueva tonalidad
mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Acaba de reci- de sus relaciones que no modifica las relaciones ante-
bir el bautismo de Juan y de elegir a sus primeros dis- riores. Sigue siendo la madre tiernamente amada con-
cípulos. Comienza una nueva vida para él. El Espíritu virtiéndose en la mediadora sumisa, y desaparece de
Santo, el Espíritu de su Padre se ha posado sobre esa escena con esta frase en la que está encerrada tan
naturaleza humana que Jesús tiene por su madre y el manifiesta y completamente su alma: “Haced lo que él
Espíritu Santo la ha marcado, por decir así, para nue- os diga”.
vos designios. Ella ya no le pertenece… ni a él ni a su
madre; de ahí en adelante, ella está consagrada a la *
realización de un proyecto superior. Los dos lo saben;
piensan en ello desde siempre; pero hasta aquí pen-
saban en el futuro; ahora deben vivirlo en el presente.
Uno y otra, pues, toman sus nuevas posiciones. La
madre ya no es sino una mediadora cuyo papel es,

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Haced lo que él os diga (2, 5) Llenad las tinajas de agua (2, 7).
Ella desaparece exteriormente en apariencia. Pero A partir de ahí, el Maestro entra en escena y toma
ha desencadenado una actividad que va muy lejos y las riendas de los acontecimientos. Lo hace magistral-
en la que tiene una parte que no puede olvidarse. mente. Procede por órdenes breves y concisas, como
Nsosotros la olvidamos fácilmente porque nos queda- las palabras de su madre: llenad las tinajas de
mos en las apariencias. No vemos más que el agua…Sacadlo ahora y llevadlo al maestresala”. Esas
Maestro, los criados, el maestresala, el novio y, en órdenes se las da a los sirvientes; sólo ellos son testi-
perspectiva, la fe de los Doce que es capital para gos del milagro; son elegidos y preferidos a toda aque-
Jesús. Pero la sombra a la que se ha retirado la lla concurrencia en la que tal vez había personajes de
mediadora es hogar de luz fecunda: es la sombra de fuste, como algún jefe de sinagoga o rabino. Están allí
la omnipotencia que la envolvió cuando el Espíritu porque su posición los sitúa allí; los demás no están
Santo vino sobre ella y que ella alumbró “será santo y invitados al espectáculo. El Maestro ni esconde ni exhi-
será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35). Esa sombra se be su poder extraordinario; su acción, ya de entrada,
expresa en Caná igual que en Nazaret: “He aquí la se hace simple, fácil, perfectamente natural… y el
esclava del Señor, estoy al servicio del Señor”. Pero narrador, a pesar de ello tan amante y tan orgulloso de
ella se dirige a los criados. Ella propaga su luz y la su Maestro, adapta su relato a esa simplicidad.
alumbra espiritualmente. Se convierte en madre de
santidad, de la santidad que el Espíritu produce en ella
y por ella. Su papel en la Iglesia y en toda la historia
*
cristiana está ahí por entero, y con sus caracteres de
discreción y confianza que marcan tan nítidamente a
sus verdaderos hijos. Ella les repite eso muy especial- Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en
mente a los que se abandonan entre sus manos: él (2, 7)
“Haced lo que os diga Jesús, como yo misma hice Eso es lo que quería el Maestro; quería “manifes-
todo lo que me dijo su Espíritu… y, como yo, vosotros tar su gloria”, que es, como nos dice el evangelista, “la
le alumbraréis: en él entraremos en relaciones comu- gloria del Hijo único de Dios, lleno de gracia y verdad”:
nes que todas las palabras de amor dejan entrever, quería aparecer ante todos con esa aureola. Su mani-
pero que no traducen ni traducirán jamás”. festación sólo era para los demás. Porque, en cuanto
a él mismo, se mantenía sin cesar, como espejo límpi-
* do e igual a la fuente de luz, frente al Padre de toda
luz, recibía ese rayo infinito, lo reflejaba infinitamente,
procedía de esa luz, era la luz que nace eternamente
de la Luz y que con ella forma un todo.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

Pero los demás, toda aquella gente que asistía a


la boda, no conocían la Luz; estaban instalados en las
tinieblas, en las sombras de la muerte. Y él acababa
de iluminarlas: era el primer rayo que atravesaba la
envoltura terrestre con la que había recubierto su
esplendor increado. Una larga espera los había hecho
preparado para recibirle, y se abrieron a la gracia y a
la verdad que manaban de aquella fuente plena.
El evangelista, no obstante, sólo señala la fe de NICODEMO (3, 1-2)
sus discípulos. ¿Vieron los demás el milagro sin creer
en Aquel que lo obraba? Evidentemente, su fe no fue
más que una chispa a merced de un viento contrario;
y los vientos contrarios debían de ser numerosos y Si no nace de lo alto (3, 3)
fuertes. Pero San Juan, en aquel momento, no se inte-
Este diálogo con Nicodemo es propiamente el pri-
resaba más que en la fe de los primeros elegidos, por-
mer discurso doctrinal del divino Maestro. Hasta
que el milagro le parecía hecho totalmente a propósi-
entonces sólo había actuado. Las palabras pronuncia-
to para ellos…
das dependían de los actos realizados y no constituí-
an una enseñanza. Pero aquí además enseña, y ya de
entrada proyecta sobre Dios, sobre el cielo, sobre las
relaciones de Dios con la tierra, sobre la misión que ha
venido a cumplir, sobre la forma en que la cumplirá,
sobre la actitud de los hombres hacia él, sobre las
consecuencias de esa actitud, unas luces inmensas,
definitivas, esas luces tan especiales, únicas, que lo
iluminan todo, que podemos leer, releer, meditar, pro-
fundizar en ellas sin agotarlas, sino al contrario, vien-
do retroceder sin cesar ese fondo que perseguimos y
que nunca alcanzamos, pues ellas son la Luz misma.
Nicodemo es un personaje importante, a la vez
jefe, doctor y fariseo. Es al mismo tiempo un alma
recta a la que la verdad interesa y conmueve. No hay
que exagerar su debilidad, que le hace esconderse

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

para ir hacia Jesús. No era un héroe ni un hombre Sólo se nace una vez, como sólo se muere una
realmente fuerte. Pero la fuerza que habría sido nece- vez. Cuando se ha entrado en la vida, no queda más
saria es muy rara y su falta de valor es tan corriente que avanzar por el camino; es imposible la vuelta
que difícilmente se le puede censurar por ella. atrás. El doctor tiene razón, Jesús también. Pero no
Quiere ver y saber; quiere una entrevista. Se sien- están el mismo terreno ni hablan la misma lengua.
te más a gusto de noche; quiere hablar en privado; Jesús habla la lengua del divino reino, Nicodemo, la
dispone de más tiempo… en resumen, puede tener de la tierra. No se entienden; se entenderán cuando el
razones para elegir ese momento que, sin excluir el Salvador haya atraído y arrastrado a esa alma junto a
sí, como hizo ya con los dos discípulos que le pregun-
respeto humano, justifican esa elección… Ello no
taron dónde vivía: “En verdad, en verdad te digo: el
impide que los hombres de más relieve se den y sean
que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar
acogidos igual que esos humildes galileos que ya
en el Reino de Dios”.
rodean al Maestro.
Jesús repite su afirmación dándole un carácter
El doctor judío no duda en confesar su impresión
más solemne que será habitual en su lenguaje cuan-
claramente favorable, que ya es la fe. Lo que pide no
do trate de un punto de doctrina capital y desconcer-
es que aumente esa fe, sino conocer a qué le obliga y
tante: “En verdad, en verdad” quiere decir: os asegu-
qué deberes prácticos le impone. Se halla frente a
ro que es así y que es imposible que un espíritu con-
alguien que habla y actúa en nombre de Dios. Quiere
cuerde con mi espíritu si no se abre a esta enseñan-
saber de él lo que Dios le pide para otorgarle un pues-
za. A esta afirmación solemne Nuestro Señor le añade
to en su reino esperado.
ya un comentario explicativo. El nuevo nacimiento del
Jesús le responde en ese sentido… y le responde que habla no exige una vuelta al seno materno. Es un
ciertamente en el sentido en que le habla esa alma. nacimiento del Espíritu; así pues, hay que volver a ese
Para tener un puesto en el reino de Dios sólo es nece- espíritu. De ese modo revela inmediatamente donde
saria una condición: “Hay que renacer… renasci hay que unirse a él y lo que él aporta al mundo.
denuo”. La respuesta del Maestro lleva su señal: va
El agua y el Espíritu, he ahí los dos principios que
derecha al grano: sin rodeos, sin palabras de presen- lo hicieron todo al comienzo de las cosas. Jesús viene
tación, sin cumplidos, sin nada de humano. Su fórmu- a continuar la obra deshecha y a rehacerla… o simple-
la va a desconcertar a su interlocutor, pero no le impor- mente, a rematarla. El término es el reino de Dios, es
ta. Es muy probable que incluso quiera esa impresión Dios conocido y amado reinando por ese conocimien-
que choca al espíritu y lo vuelve más atento. to y ese amor sobre los seres que son capaces de ello.
Y consigue lo que quería. Nicodemo no sale de su Ahora bien, hizo posible conocerle y amarle cuando
asombro. “¿Cómo, dice, puede uno nacer siendo ya infundió su Espíritu al primer hombre. Todas las obras
viejo?” anteriores tendían a esta comunicación suprema.

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Preparan la materia para que la acoja. Esa materia es Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?
el barro, las plantas y el reino animal mantienen y des- (3, 10)
arrollan el cuerpo que Dios saca de él y al que infunde Nicodemo se esfuerza por seguir más al Maestro
su Espíritu. La luz y los focos que la propagan dirigen que la enseñanza que le desconcierta. Se siente en
al hombre en el uso que éste hace de todo ese con- plena verdad, pero ésta le supera. Prosigue con sus
junto puesto a su servicio. El Espíritu Santo, derrama- peticiones de aclaración y el Maestro continúa difun-
do en cuerpo humano, lo ilumina con una luz superior, diendo esa luz que es él mismo, se da y es dichoso;
lo pone en relación con el mismo Espíritu que está comunica su Espíritu; hace aquello de lo que acaba de
escondido en las cosas inferiores. Sus órganos, sus hablar. También el doctor está en el sitio correcto en
sentidos, se apoderan de esas cosas, las hacen entrar ese papel: es pasivo, escucha, acoge en sí a ese
en él: el Espíritu que lo habita se une a ellas, las reco- Espíritu que se da y que se convertirá en su vida:
noce, le dice: “El Ser que es hizo todos estos seres, “¿Cómo puede ser eso?”. Ante ese maestro en Israel,
los hizo por amor y para que adores y ames ese por la gloria de su Padre, de su Espíritu, de ese reino,
amor”. de esa vida que propaga, Nuestro Señor no teme afir-
El hombre no ha sabido ir más allá del velo: se ha mar y reiterar más su superioridad sin límites: ¡Cómo!,
parado allí, ha adorado lo que hizo Dios, en lugar de dice, tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas
ir hasta Aquel que lo hizo todo. La imagen perfecta cosas? Esa superioridad es doble: primero, sabe de lo
viene a continuar la obra comunicándonos su que habla, y luego, quiere que se conozca su ciencia:
Espíritu, que procede del Padre y lo revela. Animado “Nosotros hablamos de lo que sabemos y damos tes-
de ese Espíritu, el hombre encontrará al Padre en el timonio de lo que hemos visto… pero vosotros no
mundo y le ofrecerá el homenaje de ese mundo. Tal aceptáis nuestro testimonio”. Jesús no retrocede ante
es el reino que conoce Jesús, porque tiene el Espíritu la crítica y tampoco teme hacerla de forma clara y
del Padre, y cuyas puertas viene a abrir otra vez. Se sentida; pero la deja atrás y supera el dolor que puede
sumerge en las aguas del abismo llevando nuestra sentir por ella la sensibilidad hasta la vida espiritual
que debe nacer de ello. Esa vida no sabrán recibirla
carne y recibiendo en ellas el bautismo del Precursor.
los judíos que le oyen; sufre por ello y lo dice.
En él se hallan, pues, los dos elementos de resurrec-
ción, y se los ofrece a Nicodemo. Al entrar en las Para él, ese terreno de la vida divina no es sólo
aguas les comunica su Espíritu vivificante. Todo hom- una ciencia que ha estudiado; es el conocimiento de
bre que se sumerja en ellas como él, en pos de él, lo que ve y lo que vive. Él dice el objeto de su visión y
quedará vivificado. esa visión es su vida misma; es testigo y aporta un
testimonio. De ahí su superioridad y el carácter desen-
* vuelto, sencillo, familiar de su exposición. Habla del
cielo y de las cosas del cielo, eso es lo que podemos

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ver mirándolas desde la tierra y eso es lo que pode- con el alma henchida de semillas que germinarían más
mos expresar con nuestro lenguaje humano. Si no le adelante, y se iban ricos en promesas de las que sólo
entendemos cuando emplea ese lenguaje y presenta sospechaban que los transformarían a ellos y al
ese aspecto del misterio, ¿qué pasará cuando descu- mundo.
bra los íntimos secretos? ¿Cómo puede ser eso? Lo
explica sobre el terreno. Entre el cielo y la tierra existe *
un trazo de unión; hay alguien que va de uno a otra y
que sirve de intermediario; hay un mediador. Mediador
único, pero que se ofrece a restablecer en él toda rela- Así tiene que ser levantado el Hijo del hombre (3, 14)
ción: “Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del
cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo”. Para ele- La cruz aparece inmediatamente bajo su verdade-
varse hasta el cielo hay que ser del cielo; sólo ascien- ro aspecto. El Hijo del hombre será levantado hasta
de esas alturas quien ha descendido de ellas. La tie- ella, allí encontrará su verdadera grandeza, su grande-
rra posee a alguien que es del cielo, que le ha traído la za de Hijo de Dios que reproduce al Padre y, al repro-
visión de la patria, que puede hablar de ella, revelar ducirlo, vuelve a Él. La cruz manifiesta ese movimien-
sus secretos y abrir su puerta: es el Hijo del hombre al to que lo anima; ella forma la unión que es la vida y la
que anunciaron Daniel y los profetas, al que espera la revela al mismo tiempo. La luz procede del movimien-
humanidad y que debe venir de lo alto para restaurar to; lo da a conocer; muestra el término de donde pro-
los puentes cortados. cede. El Hijo del hombre subirá a la cruz para repro-
ducir el movimiento del Padre y para que conozcamos
La fe que nos hace penetrar en la patria es, pues,
ese movimiento. Se dará al Padre como el Padre se
la fe en él. No podemos entrar en ella sino él por él. Él
da a él; en él encontrará, en lugar de la existencia
es el signo divino dado al mundo para que el mundo
pasajera que pierde, la vida verdadera, el movimiento
unido a él se una a Dios y vea el reino celestial. Eso es
profundo de vida que tiene su origen en el Padre; vol-
precisamente lo que pedía Nicodemo. Mediante el
verá a esta fuente y vivirá eternamente de ese don que
ligero movimiento de sus respuestas a primera vista
ya no cesará nunca más. Eso es lo que hay que ver en
tan deshilvanadas y desconcertantes, el Maestro
satisface por completo a ese discípulo. Y también éste la cruz para salvarse; no a alguien que sufre y muere,
deja ahí de hacer preguntas. ¿Ha comprendido hasta sino a alguien que se da al eterno don de sí mismo y
qué punto ha resuelto Jesús el problema que le preo- halla la vida verdadera.
cupa? Los oyentes del Salvador adivinaban más de lo La condenación de los que no crean no será,
que comprendían; oían más de lo que veían. Se sen- pues, un acto positivo de Dios; Él no tendrá que inter-
tían frente a alguien que disponía verdaderamente de venir; ellos no entrarán en Él y no serán rechazados;
la luz y de la verdad; eran cautivados, conquistados, se quedarán afuera; ellos mismos se negarán a entrar

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

y se condenarán por esa negativa: o mejor dicho – humana, la existencia exterior: veremos el movimien-
pues ese futuro no tiene sentido y no corresponde a to secreto que anima a Jesús, veremos adónde ten-
ninguna realidad – están condenados. La condena- día ese movimiento y todas las formas de esa activi-
ción es su estado actual del que no querrán salir. dad. Iba a su Padre; no hacía sino eso… pero no le
Aquí, como siempre, invertimos las cosas: nues- veíamos… En el Calvario, el movimiento llega a su
tras ideas y nuestras palabras están al revés de lo que término y ese término lo revela. Vemos que no vivía
es. No nos ponemos ante Dios como seres que están más que para ese término: “Salí del Padre y he veni-
en Él, que tienen derecho a estar allí; estamos en la do al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al
nada, y la nada es nuestro sitio. Dios no nos hace Padre”(Jn 16, 28). Su muerte no es una separación
entrar en la Vida al crearnos; solamente nos da el de la vida, es una generación; y por eso es fuente de
poder de ocupar un puesto en ella: “Les ha dado el gozo: La mujer, cuando va a dar a luz, está triste…
poder de hacerse hijos de Dios”. Nosotros podemos pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda
hacernos hijos; cumpliremos ese poder, seremos hijos del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre
cuando estemos unidos al origen volviendo a él. Esa en el mundo” (Jn 16, 21).
vuelta implica un movimiento que nos conducirá de la Quienquiera que vea esto al mirar la Cruz consien-
nada al Ser, de la muerte a la Vida. Tendremos que te en ser prensado con la vid divina, nace con ella y da
soltarnos de las ataduras de muerte que nos retienen fruto: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos” (Jn 15,
lejos de la vida: “Ex sanguinibus, ex voluntate carnis, 5). Los hombres están en este mundo para realizar
ex voluntate viri”. La vida llega a término; la vida es el esa unión, y el Hijo de Dios se alzará ante ellos en su
Padre, que es el origen de ella y que quiere hacernos gloria, en la gloria de su amor que se da totalmente,
hijos. Pero no engendra más que en su seno; y no sin reservas. En ese momento ellos tomarán partido
engendra más que un Hijo. Así pues, tenemos que en la vida o por la muerte; por lo tanto, se condenarán
unirnos al Hijo, hacernos ese hijo; nos unimos en la fe. si se niegan a entrar en él, y con él en el Padre: “En
“His qui credunt in nomine ejus”. Nos unimos cuando esto consiste el juicio, en que la luz vino al mundo, y
creemos que él es la palabra encarnada que vino a los hombres amaron más las tinieblas que la luz”.
habitar entre nosotros. Nos hacemos él cuando le
vemos en esa gloria de Hijo único. “Et vidimus gloriam
*
eius…quasi Unigeniti a Patre”. La vista le hace entrar
en nosotros, nos hace a su imagen, forma en nosotros El medio para realizar la unión que es la vida eter-
sus rasgos; nos hacemos él… y encontramos sitio na es la fe. Dios hace todo por obtenerla: se muestra
con él, en el seno paterno. y se da. Si el hombre mira y se da, están unidos: y es
La cruz será la gran manifestación de esa gloria. la vida. Si el hombre se niega a ver y darse, elige la
En ese momento, veremos lo que oculta la vida muerte. Pero no muere porque Dios se niegue, muere

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

de su propia negación: “Qui non credit jam judicatus El Amor quiere la unión; ni puede querer ni hacer
est, quia non credit in nomine unigeniti Filii Dei”. Se otra cosa; la unión exige que dos seres se acerquen,
condena él mismo porque no se une a la Vida; no se que vengan el uno al otro. Él hizo un movimiento:
une a Aquel que se da, que es la Luz y la Vida, y que vino; estaba en lo alto; era el Altísimo, y descendió.
al darse las comunica; se queda en las tinieblas y la Era Dios; se hizo hombre; era la Palabra completa-
muerte; se queda en ellas porque las prefiere y las mente espiritual proferida antes de cualquier aurora
elige. Dios, al ponerle frente a la Vida, le permite elegir, en el seno de Dios que es esencialmente espíritu
como en otro tiempo en el paraíso terrenal. El escena- puro, y habla allí el lenguaje de la tierra.; en resumen,
rio es muy diferente; las condiciones exteriores han se unió a nosotros, “habitó entre nosotros”. Se queda
cambiado – pero el problema es idéntico: se trata en para mostrarse, para expresarse, para realizar todas
ambos casos de unirse al amor o de separarse de él, las condiciones de unión por parte de Dios. Pero tam-
de ocupar un puesto en el reino de amor que es el bién el hombre tiene que acercarse, que venir a él;
reino de Dios o de quedarse afuera. tiene que abrir su alma a la Luz. La Luz sólo puede
darse si se abre. La Luz es amor; no se impone a la
* fuerza. El Amor no se da más que si nos damos; si
nos negamos, si nos cerramos, es imposible la unión
de amor; nos condenamos, nos arrojamos nosotros
Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que mismos al abismo.
quede de manifiesto que sus obras están hechas
según Dios (3, 21) El Amor se expresa; su expresión son los actos
que inspira. Los actos que le son contrarios le cierran
El pensamiento del divino Maestro es muy claro. la entrada a un alma; en esa entrada alzan un obstá-
Quiere afirmar el amor que anima a Dios con respec- culo que incluso para él – y sobre todo para él – es
to a los hombres. Les da todo al darles a su Hijo
absolutamente insalvable. La oposición es radical. El
único; les ofrece entrar en Él por la fe y ocupar un
Amor es el bien; una mala acción le hace volver la
puesto por siempre jamás en el seno de amor donde
espalda, hace imposible la unión. Nos sentimos tenta-
reside ese Hijo: “Quien permanece en el amor perma-
dos de decir: está muy claro.
nece en Dios” (1 Jn 4, 16). El Hijo no viene a perder
ni a condenar a los hombres; al contrario, viene “para Como siempre, Jesús acaba su exposición con
que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga unas palabras que iluminan… igual que la comenzó:
vida eterna”, viene a ofrecer esa vida ofreciéndose; es la imagen del alma que se da: se da viniendo:
viene como Salvador. Pero no puede cambiar las “Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que
condiciones de la salvación, precisamente porque él quede de manifiesto que sus obras están hechas
es el Amor. según Dios”.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRA VIDA ETERNA

Hay que hacer la verdad. ¡Hacer la verdad! ¡Qué Hacer la verdad, pues, es entrar en el Ser; es
frase inagotable! Tal vez no hay ninguna que nos intro- reproducirlo, repetirlo; es darlo a conocer, y es ser
duzca más en el divino misterio. conocido uno mismo en él. Todo el que crea en el Hijo
La verdad es la relación del Ser en sí mismo, de Dios lo recibe como a tal, entra en su verdad; par-
ticipa en su Espíritu, que es el Espíritu del Padre, hace
cuando se sitúa frente a sí mismo y se dice a sí mismo
lo que él hace; ve lo que él ve; ama lo que él ama; no
lo que es. Lo que se dice a sí mismo lo expresa
hay más que un solo actuar; y es “hacer la verdad”. La
Nuestro Señor en el sermón de la montaña cuando
verdad eterna del Padre se repite sobre la tierra;
nos da la regla de oro de toda palabra humana: “Sea
vemos el reino de Dios; vemos la vida de Dios.
vuestro lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”” (Mt 5, 37). La ver-
dad es la relación perfecta, es la repetición, la repro- Ese reino, esa vida: he ahí lo que el divino Hijo vino
ducción exacta del Ser. Es el Ser mismo, pero el Ser a mostrar a la Tierra y a ofrecer a los hombres que
que parece como salir de sí mismo, expresarse (ex creen en él.
premere) para verse y oírse. La verdad es esa expre- Nicodemo puede retirarse: lleva consigo claridades
sión, que hace ver y conocer. La verdad es, pues, el que ni él ni nadie agotará jamás. Se va sin decir una
don de sí mismo conocido, reconocido. Ese reconoci- palabra, con el alma demasiado llena para hablar, llena
miento implica dos términos; el que se muestra para de gérmenes como una tierra sembrada en otoño. Los
verse y el que repite lo que él dice. Éste hace la ver- gérmenes prosperarán, pues la tierra es buena. Pasará
dad; no dice solamente lo que es, lo hace; o mejor tiempo antes de que germinen, despunten y cubran la
dicho, lo dice porque lo hace. Decir y hacer, en el Ser, tierra. Pero para Dios no hay tiempo.
es todo uno. En la nada es donde decir y hacer pue-
den diferir. En el Ser no hay más que ser; los hechos
son palabras, y las palabras son hechos; palabras y
hechos – que no son más que uno – lo reproducen. Si
no se reproducen, están fuera del Ser, no son.
Así es como “el que hace la verdad viene a la
Luz”, entra en el Ser que se muestra, y se muestra con
él, se muestra en él, muestra que él es. Sus actos que
lo expresan son vistos a esta claridad; por el Ser se
traduce, se hace manifiesto, visible, cognoscible.
Viéndolos, podemos decir (y decimos): “Es eso, es
eso…” como ante quien no es decimos: “No es eso”.

94 95
ÚLTIMO TESTIMONIO DEL BAUTISTA
(3, 22-36)

Jesús abandona la capital, que no es su terreno.


Irá por allí de vez en cuando, con motivo de las fies-
tas. Allí hablará, expondrá su doctrina, revelará toda
su profundidad y los más altos discursos que ha reco-
gido el cuarto Evangelio… pero no fijará en ella su resi-
dencia habitual. Su residencia corriente estará en
Galilea, la provincia apartada, humilde y un tanto
menospreciada; allí las almas son más sencillas, luego
más abiertas a la verdad. Con esas almas sencillas, al
mismo tiempo que ellas – y tal vez sobre todo por ellas
– subirá a Jerusalén.
Ya acabadas las fiestas se retira… pero se va
algún tiempo a orillas del Jordán, en Judea. Se siente
atraído hacia ese lugar por el Precursor; quiere tener
con él un contacto que, aunque indirecto, es impor-
tante. Juan el Bautista debe dar de él un último testi-
monio. El que había dado hasta este momento, no se
refería más que a su papel, su ministerio; no descubría
su naturaleza. En sus supremas palabras, el Precursor

97
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

nos va a hacer penetrar hasta en sus más extremas


profundidades a Aquel al que ha anunciado y señala-
do con el dedo; va a revelar al mismo tiempo su papel
respecto a él: papel magnífico, pero esencialmente
interior, que le deja en su sitio. Es el amigo del novio;
Jesús es el novio; ha preparado las bodas; asiste a
ellas; goza de la dicha mutua… pero ya no tiene nada
más que decir ni que hacer.

YO SOY EL MESÍAS,

EL QUE TE ESTÁ HABLANDO

(Jn 4)

98
EN EL POZO DE JACOB,
LA SAMARITANA (4, 1-42)

Hasta el propio marco es grande por el recuerdo


histórico al que está vinculado. Para un judío, todo lo
que recuerda a los patriarcas es un algo así como
sagrado. Para Juan, el encuentro de ese recuerdo con
su Maestro merecer señalarse, pues Jesús es la reali-
dad que consuma e ilumina todas las figuras. El
Espíritu Santo que animaba al Patriarca veía y quería,
y preparaba la conversación que la Palabra encarna-
da tendría un día – y el evangelista, animado de ese
Espíritu, percibe y señala esas grandes relaciones. Era
en pleno día, tras una caminata bajo el sol que había
fatigado al Maestro – y esos detalles también tienen su
importancia. Con el paso del tiempo habrá almas que
se sentirán conmovidas por ello; pensarán en el amor
de Jesús por las almas, en sus esfuerzos humanos
por buscarlas, en sus horas de agotamiento, en toda
esa naturaleza humana cuyas miserias quiso asumir y
sentir para curarlas y perdonarlas, en los pensamien-
tos y sentimientos que eran los suyos en ese momen-
to – y que, por cierto, expresará al final de la escena

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL MESIAS. EL QUE TE ESTA HABLANDO

cuando muestre a sus discípulos los inmensos cam- de cómoda simplicidad que caracteriza todo lo que
pos de trigo que amarillean en el mundo de las almas dice y hace, pero que aquí llega a un punto extremo:
y que ellos deberán segar. está fatigado; hace mucho calor; tiene sed; pide de
“Tenía que pasar por Samaria”. Jesús huye de un beber.
odio para encontrarse con otro; pero el odio de los Esa petición es totalmente procedente, sobre
samaritanos no se opone a su papel de Salvador; sólo todo en esos países de Oriente donde las virtudes
afecta a su condición de judío. Pues bien, su papel de sociales se observan tan escrupulosamente. La
Salvador desborda su nacionalidad… y se aprovecha- mujer tiene lo que hace falta para llegar a lo más
rá de ello para darlo a conocer en toda su amplitud. hondo del pozo; él no tiene nada; ella no puede
negarle ese servicio.
* Pero las rivalidades nacionales, conocidas de
todos, le dan un carácter inesperado que choca a la
Samaritana: y eso es precisamente lo que quiere él.
Dame de beber (4, 7) Quiere llamar la atención y atraer el espíritu para tomar
contacto con ese corazón. La mujer le recuerda lo que
San Juan, el hombre de los pequeños detalles
los separa; le extraña esa relación cuya iniciativa toma
que pintan una escena y hacen vivir a un personaje, él; no la entiende, sospecha probablemente algún
nos muestra a Cristo agotado por una penosa cami- motivo secreto que quiere conocer. “¿Cómo tú, sien-
nata y el calor del centro del día. Probablemente había do judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer
tenido que salir huyendo a toda prisa y cubrir una samaritana?” Jesús esperaba esa respuesta; era lo
larga etapa para escapar a una amenaza que el relato que quería provocar, no para justificar su petición, ni
no especifica. El relato va al grano… y el grano es la siquiera para mantenerla. Él la obliga a lo contrario. E
conversación que sigue. Jesús se queda solo mien- inmediatamente lleva la conversación a su terreno. El
tras sus discípulos van a buscar provisiones, se deja agua del pozo de Jacob, su sed y su fatiga física le
caer sobre el brocal del pozo y allí espera los víveres. interesan muy poco. Lo que importa para él es el alma
Pero todos estos detalles se hallan dirigidos y anima- de esa persona… y más allá de esa persona, toda esa
dos por una secreta intención. Una mujer de la ciudad región samaritana por la que su divino corazón abriga
vecina llega en ese momento al pozo para sacar agua. la misma caridad que por sus compatriotas. Conoce a
A ella es a quien espera Jesús; de ella se va a nutrir la mujer a quien se dirige… y a todos cuya represen-
del único alimento que cuenta realmente para él y que tante espiritual elegida y cuya misionera será ella, a
consiste en darse. Acto seguido se entabla la conver- pesar de la indignidad de su conducta. Esa indignidad
sación… y es él quien la entabla, sin preocuparse en lo atrae incluso, dicta su elección; ella encaja perfec-
absoluto de la fatiga ni de la reputación. Le da un giro tamente en el estilo de su misión y del divino amor que

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viene a revelar. Toda la Escritura que anuncia esa por sí misma: “Si conocieras el don de Dios, y quién
misión lo muestra inclinado sobre la miseria para es el que te habla, tú le habrías pedido a él, y él te
curarla, indiferente a toda grandeza natural o rebaján- habría dado agua viva”.
dola para servirse de ella, vuelto hacia quien no es ¿Cuál fue la impresión exacta que provocó en el
para exaltarlo. Su vida, su nacimiento, su situación, su espíritu de la Samaritana la primera palabra del
familia, sus primeras elecciones, todo está en ese Señor? Es difícil precisarla. Entonces pedía, ahora
espíritu; todo indica una marcada preferencia por lo ofrece dar lo que le faltaba; se trataba del agua del
que desprecian los hombres. pozo de Jacob, ahora se trata de un agua sacada de
Sin embargo, todavía no ha hecho alarde de esta la fuente misma de toda vida y que Dios mismo echa-
preferencia como lo hace en ese momento; una ría; aparece como un pobre judío agotado que nece-
samaritana, una perdida; nada hasta entonces hacía sita un trago… y ahí le tenemos, con los rasgos de un
prever que abandonaría la capital, huiría de los judíos, personaje misterioso que dispone de una agua viva y
y sobre todo de los puros, los que representaban el de un poder superior a la tierra.
viejo espíritu y las tradiciones del pueblo elegido por
La Samaritana queda manifiestamente cautivada.
Dios, por esta miserable, a la que ha encontrado sola
Ya el título que le da demuestra que la palabra de este
a la orilla de un pozo.
forastero tiene algo que no permite despreciarla. No
En aquella época, tal actitud era increíble… y comprende; pero adivina que lo que ella no compren-
comprendemos la estupefacción de los discípulos de puede ser. Ante lo que le dice, su espíritu se abre a
cuando vuelven y se encuentran con ese espectácu- un más allá que ella cree posible. El misterioso foraste-
lo. Incluso después de 1.900 años de cristianismo, ro merece que le escuchen: y ella entra en las relacio-
nuestras almas familiarizadas con ese relato, y con el nes de alma a las que él la atrae y que la conducirán a
nuevo espíritu que lo anima, tienen dificultades para la fe. Ya cree que el que le habla puede ser un enviado
medir la extraña novedad de semejante diálogo. de Dios. Unas pocas palabras y ya se ha establecido
el contacto que otras palabras, casi igual de breves,
* transformarán en adhesión y unión de alma.
Si embargo, ella sigue aún en el terreno material.
No rechaza la idea de un poder divino, sino de una
Si conocieras el don de Dios (4, 10) realidad sobrenatural espiritual: “Señor, dice ella, no
El giro que inmediatamente le da Jesús no es tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de
menos desconcertante. Hace con esta mujer lo que dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres
hizo con Nicodemo. Ya al primer intento la arrastra a más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo
tierras y alturas donde es imposible que pueda llegar y esta agua?”.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL MESIAS. EL QUE TE ESTA HABLANDO

Está sorprendida y quiere saber; no es incrédula y La Samaritana no penetra en esas profundidades


no se cierra a la luz. Tiene justo el estado de ánimo de pensamiento. ¿Quién, aquí abajo, llegará a su
que quiere Jesús y éste va a satisfacerla. inmensidad sin fondo? ¿Quién, incluso en el cielo, las
Primero acota el terreno donde se mueve su pen- sondeará? Avanzaremos sin cesar en nuestro movi-
samiento y adonde quiere atraer el pensamiento de su miento transformado, divinizado, y sin cesar se abrirá
interlocutora. No se trata de un agua ordinaria que ante nosotros el infinito que se dará y desarrollará su
calma una sed ordinaria. Se trata de un agua que plenitud intocada. El divino Maestro no se conmueve
suprime toda sed: “Todo el que beba de esta agua, por la incomprensión que le rodea. Se mantiene siem-
volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo pre en las alturas para atraernos a ellas, y sin cesar en
le dé, no tendrá sed jamás”. Jesús y la Samaritana movimiento para que nos esforcemos por unirnos a él.
todavía no están en el mismo plano de pensamiento, Su gozo es ese movimiento que provoca: lo provoca
pero las almas ya están en sintonía. El divino Maestro en el alma; por lo tanto, está en el alma; el alma, pues,
ha inclinado su alma hacia esta alma hablándole a está unida a él; eso es lo que desea: darse, unirse en
pesar de las diferencias de nacionalidades hostiles; la ese movimiento que es su vida y que se convierte en
mujer de Sicar no ha rechazado el divino avance. Él se nuestra vida.
ha presentado como un enviado del cielo y ella admi-
te que pueda tener una misión de lo alto. No los sepa-
*
ra más que lo que él no ha hecho todavía, pero que
hará sin tardanza. La Samaritana tiene un estado de ánimo que es
muy difícil de explicar. Lo adivinamos sin poder anali-
* zarlo. Es un movimiento; es el movimiento del agua
divina que Jesús le revela; pero se transmite a un
medio todavía muy refractario. La materia ocupa
“Un manantial que brotará hasta la Vida eterna” (4, 14) demasiado espacio en él; así pues, ella sigue con la
idea de un agua material, de un agua material muy
¡Qué prisa tiene, en efecto! ¡Y qué rápido la hace superior a la del pozo de Jacob. Ella sigue a Jesús, le
reunirse con él! Ella todavía está en la idea de un agua sigue a una gran distancia, pero está en movimiento
ordinaria; él la desengaña y la abre al deseo de un hacia él: el divino Maestro está satisfecho. Ella desea
agua superior que quita la sed para siempre. Ya en esa agua cuya naturaleza espiritual y divina no ha cap-
ese momento él deja entrever la alta cima desde la tado aún, pero cuyo carácter y eficacia nueva entrevé:
que la llama. “El agua que yo dé se convertirá en fuen- “Dame de esa agua para que no tenga más sed y no
te de agua que brota para vida eterna”. necesite venir hasta aquí a sacarla”.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL MESIAS. EL QUE TE ESTA HABLANDO

Por inferior que sea ese deseo de la pobre mujer La conversación se desarrolla en un tono confia-
caída, provoca la gracia que levanta. Puesto que ella do por ambas partes. Jesús no se demora en la falta;
no ha rechazado al Salvador, éste le ofrece la salva- no trata de humillar. Ni censuras ni tampoco alusión
ción; ella tiene fe en él; recompensa su fe; prosigue su alguna a lo que tiene de reprensible la situación de esa
obra en él mostrándole cada vez más cómo él la mujer. Ha sido sincera; ha reconocido sus faltas; eso
merece: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”. es lo que destaca él, y lo hace con insistencia: “En eso
El divino Maestro le da de repente a la conversa- has dicho la verdad”. Repite dos veces la fórmula en
ción un giro totalmente nuevo. Él mismo sigue su idea esas pocas palabras que, en definitiva, son felicitacio-
y su amor. Ve en esa alma disposiciones a acoger la nes. Cierra los ojos al mal para no ver más que el bien
luz y le vierte el rayo que ella aceptará. Pero lo hace y preparar la magnífica recompensa.
por medios inesperados.
La Samaritana lo siente; consciente o inconscien-
Esa mujer ha llevado – y lleva aún – una vida des- te-mente, la atracción divina la invade, la acerca, des-
ordenada. Se ha dado sucesivamente a cinco hom- pierta en su alma inquietudes y movimientos nuevos.
bres, y ese con el que está emparejada actualmente
La penetración de quien le habla revela a un hombre
no es su marido.
en contacto con el cielo y que puede aclarar los pro-
La Samaritana no se cierra a esa luz que la des- blemas religiosos de los que su alma está preocupa-
cubre; reconoce cada vez más en el que le habla a un da en el fondo. “Señor, veo que eres profeta”.
ser superior que le inspira toda confianza, y se inclina
ante esa luz que, no obstante, la humilla. Reconoce su
miseria y la confiesa: “No tengo marido”.
*
Tal vez se podría entender esta respuesta en un
sentido más severo y ver en ella una “escapatoria”. La
Los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad
confesión me parece mucho más en el estilo de esa
(4, 24)
alma esencialmente sincera y que ha conquistado la
gracia por esa sinceridad. La Samaritana está elevada por encima de sí
El divino Maestro no le da tiempo a explicarse; misma. Los pensamientos de religión, que su existen-
tiene prisa por proseguir y rematar su obra. La tierra cia pecadora tapaba y le hacía perder de vista habi-
es buena; puede dar fruto, así que apresura la reco- tualmente, salen a la superficie; o mejor dicho: la luz
gida del grano y la cosecha: “Bien has dicho que no que acaba de penetrar en ella se los revela en el fondo
tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el demasiado olvidado de su alma; y esta vez se acerca
que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho al que le habla, se une a él en el terreno espiritual al
la verdad.” que él la atrae: “Nuestros padres adoraron en este

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL MESIAS. EL QUE TE ESTA HABLANDO

monte y vosotros, los judíos, decís que Jerusalén es el suprime. Él la conduce a la unidad que ella adivina
lugar donde se debe adorar” necesaria. Deja de lado la cuestión problemática, la
El monte que ella señala es el Garizim. Era el lugar sobrepasa. No es más que una cuestión superficial y
sagrado de los samaritanos; allí tenían su templo y su una situación transitoria. Él viene precisamente a
culto; lo oponían al templo de Jerusalén y en él vivían transportar las almas más allá de ese transitorio. Ni el
su vida religiosa nacional sin comunicarse con los judí- templo de Jerusalén ni el situado en la vecina cumbre
os. La Samaritana se siente separada de aquel que le del Garizim limitan el encuentro de las almas con
habla por esa discrepancia que, en efecto, para el Dios. Dios está en todas partes; está sobre todo en el
alma de aquellos pueblos era fundamental. Se les fondo de esas almas que quieren entrar en relación
planteaba constantemente a todos y creaba dificulta- con él; está en el hogar esencial del ser humano, y allí
es donde él las espera para recibir sus adoraciones.
des no sólo en las relaciones, sino también en la cre-
La religión que trae va a restablecer esas relaciones
encia misma que exige la unidad. Un solo Dios requie-
que son la verdadera religión y que se ofrecen tanto a
re una sola fe, un solo culto. La división existente se
los samaritanos como a los judíos.
opone a ello y suscita una pregunta inquietante.
Jesús la esperaba de los labios de esta mujer, *
para que se le uniera ella misma y para que le atrajera
las almas de sus compatriotas ante los cuales quería
que fuera su apóstol :
Yo soy el Mesías (4, 26)
“Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en
La mujer de Sicar tiene un estado de ánimo que
este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
adivino sin poderlo definir exactamente. Comprende
Vosotros, los samaritanos, adoráis lo que no cono-
mucho más de lo que ve, entrevé mucho más de lo
céis; nosotros, los judíos, adoramos lo que conoce-
que comprende. Sobre todo, comprende que existen
mos, porque la salvación viene de los judíos. Pero
esas preguntas, que el que habla las comprende por
llega la hora (ya estamos en ella) en que los adorado- ella, que su espíritu es inmenso y su corazón muy
res verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en ver- bondadoso; queda más iluminada por esa palabra y
dad, porque así quiere el Padre que sean los que le esa presencia que por las frases y los pensamientos.
adoren”. Y además siente que, para ella, comprender lo que se
Una vez unida esta alma a él en el terreno religio- ha dicho no es necesario, pero que debe creer, con-
so, que es el suyo, Jesús la hace avanzar inmediata- juntar su alma con esa alma. Y ya cree, siente levan-
mente. Hay una dificultad que entorpece su marcha, tarse en su corazón un rayo que no miraba habitual-
así que lo primero que hace es eliminarla. Las divisio- mente y que, no obstante, guardaba allí su pequeña
nes entre judíos y samaritanos la detienen; él las alma lejana y olvidada. La fe en el Mesías, en la que

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coinciden judíos y samaritanos, se despierta; ella se ministerio un acontecimiento de la mayor importan-


remite a él, cuando venga. ¿No establece ya una rela- cia. Allí encontraba la ocasión de afirmar lo que era el
ción secreta entre el que le habla y ese Salvador que fondo mismo de su alma y la razón de ser de su
ha de venir? “Sé que va a venir el Mesías, dice ella. Encarnación. Había venido a la tierra para levantar a
Cuando venga, nos lo explicará todo”. Ella conoce al almas caídas. Ninguna abyección podía darle miedo,
Mesías, y lo espera. Tiene la fe, esa única condición y la peor miseria moral debía atraerle irresistiblemen-
reclamada a Nicodemo – y a continuación a todos – te. Las enemistades nacionales – como acababa de
para que la verdad pueda brillar y hacerse en un espí- explicar – no contaban a sus ojos. No era de un pue-
ritu. Eso basta para que el Salvador se desvele: “Yo blo ni de un país: estaba por encima de todos y era
soy, el que te está hablando”. para todos.
El vívido relato del discípulo amado, la costumbre
de leerlo, el conocimiento de los detalles que lo cons- *
tituyen y del desenlace a donde nos conducen nos
Cuando llegan ellos, la mujer desaparece; se va a
impiden medir suficientemente el camino recorrido en
toda prisa. San Juan ha dejado constancia de un
unos instantes por Jesús y esa alma, el rebajamiento
detalle revelador de su estado de ánimo: se deja olvi-
de aquel para unirse a esa mujer en su abyección y la
dado el cántaro. Sólo había venido a sacar agua
elevación de ésta que le sigue como puede y que de
material. La conversación la ha desviado por comple-
repente se halla en las alturas divinas de la fe, y de una
to. Su alma está orientada hacia esa agua superior de
fe inmediatamente activa y apóstol. la que le ha hablado un desconocido. No piensa más
que en eso; se le ha quitado la sed. Jesús le ha trans-
* mitido su independencia con respecto a las realidades
materiales. Ya no tiene sed, ni tampoco tiene hambre.
Han sintonizado en un terreno más alto cuyo pensa-
Yo tengo para comer un alimento que vosotros no miento los llena. La Samaritana tiene prisa por comu-
sabéis (4, 32) nicar su tesoro, y Jesús por lanzar sobre otros la ola
Se comprende el asombro de los discípulos. Ese vivificadora cuya existencia y premio acaba de revelar.
diálogo a solas en el campo con una mujer de un Independiente con respecto a las necesidades de
pueblo y de un país a la vez odiado y despreciado su cuerpo, la Samaritana lo es igualmente con respec-
era, por parte del divino Maestro, absolutamente des- to al lado sensible de su reputación y su honor. Jesús
concertante. Sólo él podía atreverse a ello. Pero no ha sacrificado los suyos para conversar con ella e ilu-
había dudado un instante. Había preparado la entre- minarla, y ella le sigue por ese camino del sacrificio.
vista desde toda la eternidad, y representaba en su Hace públicos sus desórdenes; los da a conocer ella

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL MESIAS. EL QUE TE ESTA HABLANDO

misma. Puesto que Aquel que le ha hablado los cono- reposaba la verdad de su ser. Ella se había convertido
ce, no teme que el mundo entero los conozca. El súbitamente en otra; esa nueva personalidad era la
mundo entero, y lo que pueda pensar, ya no cuenta a que hablaba, la que obraba, la que se contagiaba a
sus ojos. Sólo un ser cuenta, la hace hablar, caminar, aquel pueblo.
obrar, llena su vida: “¿No será éste el Cristo?”. El
Cristo, una hora antes, apenas tenía cabida en su *
espíritu. Su venida era una preocupación relegada a
un plano de su alma que ella apenas miraba. Ahora En el pozo de Jacob, el Maestro continúa ilumi-
rebosa de él; se desborda; quiere que otros gocen de nando a los que lo rodean, esperando a los que se
él como ella lo hace. ponen en camino y los ve acudir. Los apóstoles han
La mujer se revela en ese impulso que se conta- ido a buscar víveres. Lo han dejado exhausto sobre el
gia. Muestra qué es lo que ha dictado la elección divi- brocal del pozo, sentado como un hombre que no
na con respecto a ella. Ella ama; es una naturaleza puede más, y ellos, por su apego, que debía de ser
toda ella bondad, toda ella expansiva, a imagen de grande, tienen prisa por ofrecérselos. Pero, para su
Aquel que es la “Caridad”. En ella no hay el egoísmo sorpresa, los rechaza y se declara restaurado. Sin
que paraliza la acción de Dios. Su alma es esencial- embargo, no les dice qué ha comido. Dice que los ali-
mente comunicativa, y eso es lo que ha atraído al mentos que le presentan ya no le interesan, que dis-
Maestro. pone de otro que los excede. De igual modo, les cam-
bia de repente, sin que puedan seguirle – aunque lo
En su impulso debía de haber algo de irresistible.
explicará en seguida – el ámbito de la conversación.
El relato del evangelista es, como siempre, rápido y sin
Permanece en ese plano superior donde se mantiene
circunloquios inútiles. Sin embargo, lo dice todo y
sin cesar, adonde ha arrastrado a esa mujer de
reproduce a la perfección la fisonomía de los aconte-
Samaria después de Nicodemo, adonde deben
cimientos y las almas. Los samaritanos, a la voz de
seguirle todos los que le aman y quieren unírsele. El
esta extraña misionera, son arrastrados inmediata-
alimento corporal no lo es todo; hay otro que le sacia
mente. Se levantan, acuden, van al pozo donde los
sin cesar (y, en efecto, de él habla ahora: “Ego cibum
espera el Maestro.
habeo manducare”) y que va a distribuir, como hace
¿Por qué ha bastado con la voz de esta pobre un momento el agua celestial a la Samaritana, y como
criatura para provocar la avalancha de todo un pue- algo antes la verdadera vida nueva al doctor de
blo? Su entusiasmo se ha contagiado, porque salía Jerusalén.
del fondo de su alma y hacía olvidar la superficie de su
vida. Jesús, con su palabra penetrante, había alcanza- *
do y agitado aquellas grandes profundidades donde

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

Sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del


mundo (4, 42)
Entre tanto, llegan los samaritanos y comienza el
tercer acto de la inmensa escena. Juan lo resume con
la misma rapidez desconcertante y desnuda, la misma
despreocupación por los detalles, por las palabras
pronunciadas, por las impresiones causadas y sufri-
das: “Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron
en él… le rogaron que se quedara con ellos… y fue-
ron muchos más los que creyeron”. Se ve claramente
que a este extraño narrador sólo le importa una cosa:
“Crediderunt”, la fe que acoge el don de sí mismo y se
une a él; los espíritus que se dan a la palabra del
Maestro como él se la da. Todavía no había señalado
yo hasta qué punto la fe constituye el fondo del
Evangelio. Incluso para Juan, el discípulo amado que CURACIÓN EN CAFARNAÚM
tanto habla de amor y que acaba por no hablar más
que de amor, la fe ocupa el lugar primero y esencial.
Pero esta fe, en definitiva, es esa relación total que (4, 43-54)
entrega la vida, que comienza en la inteligencia, pero
para extenderse por toda la actividad y hacer de ella
un completo don de sí mismo.

116
Jesús partió de allí para Galilea (4, 43)
Jesús está en Caná, en la pequeña ciudad de su
primer milagro. El eco de ese milagro se ha extendido
por la región, ha despertado el interés hacia el divino
Maestro. Su vuelta conmociona la región, sobre todo
a los que sufren y pueden esperar un alivio a su pena.
Pues bien, un funcionario de Herodes que vivía en
Cafarnaúm tenía a un hijo enfermo, en estado termi-
nal: “Porque se iba a morir”. Era ese momento en que
se suele decir: “Esto se acaba”. Los que rodean al
enfermo no se resignan a ese desenlace; lo ven venir;
perciben todas las señales. La razón les dice, como a
los demás: “Esto se acaba”. Pero el corazón espera
contra toda esperanza. Se agarran a cualquier cosa
para conservar esa esperanza. Con ese estado de
ánimo, el funcionario se entera de la presencia de
Jesús en Caná.
Cafarnaúm está en la llanura, a la orilla del lago;
Caná, en los altos: allá se dirige él… ¡es de suponer
con qué prisa y ansiedad!
Suponemos también qué confianza le anima.
Una rectitud de alma natural, muy manifiesta… y el
sufrimiento se unen para inspirársela. Esas dos cir-
cunstancias le aseguraban el interés del divino

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? CURACION EN CAFARNAUM

Maestro. Pero Jesús quiere perfeccionar esa confian- piensa que cada minuto puede ser el último para su
za que le atrae irresistiblemente y que anuda entre él hijo. No hace lo que se le pide porque quiere hacer
y un alma lazos amados. Parece recibirle casi dura- algo mejor. Y recompensa el minuto de espera ansio-
mente; le censura su falta de fe, esa necesidad de ver sa que ha impuesto a ese dolor: “Vete, dice, que tu
para creer. En realidad la censura no existe, o si hijo vive”. No espera, para conceder la curación, a la
acaso sólo en la forma: “Si no veis… no creéis”. Le fe del funcionario. Lo que éste le ha manifestado le
pide que cumpla la condición esencial de toda fe ver- basta. Lee en esa alma como en todos los que se le
dadera: creer sin ver. Le invita a una disposición que acercan. Un pensamiento para él es un libro abierto
le dará más acción sobre él al haber más unión. donde todas las páginas no son sino una, no se
Reclama lo que él produjo en el corazón de sus dis- suceden, caben en una frase, donde él lo conoce
cípulos en el primer milagro de Caná, lo que le pidió todo, tanto el pasado como el futuro o como el pre-
a Nicodemo: “Para que todo el que crea tenga por él sente, y con una sola mirada.
vida eterna… El que cree en él, no es juzgado, sino
que tiene vida eterna”; lo que pidió a la Samaritana: *
“Créeme, mujer”; lo que con tanta largueza obtuvo de
los habitantes de Sicar: “Y fueron muchos más los
que creyeron por sus palabras”. Creyó… y se puso en camino (4, 50)
El funcionario está absorto en su pena. No se El funcionario de Cafarnaúm vuelve a esta ciudad
niega a creer; está dispuesto a todo con tal de obte- a toda prisa. La rapidez del relato evangélico pone de
ner la curación que implora. Parece incluso que no relieve esta prisa: “Creyó el hombre en la palabra que
oye lo que se le dice y no responde a lo que puede Jesús le había dicho y se puso en camino”. Se pone
parecer una censura; renueva su súplica: “Señor, baja en camino porque se siente complacido. Si no estu-
antes de que se muera mi hijo”. No piensa que su viera seguro de ello, se quedaría, continuaría suplican-
estado de ánimo limita en dos puntos el poder del do. Tiene confianza en la palabra del Maestro; se une
Salvador y que Jesús quiere suprimir este doble lími- a esa palabra de la Palabra. No se atrevía a pedir lo
te. Quiere que crean en su omnipotencia, que vean en que se le ha concedido porque ignoraba la omnipo-
él no sólo a un enviado de Dios, sino a Dios mismo, tencia de Aquel a quien se dirigía. Pero en cuanto
para quien ni la muerte ni la distancia son obstáculos. queda clara, cree. Cree en todo lo que se le revela en
Nuestro Señor provoca su insistencia para hacer cuanto se le revela. La fe es en él un germen dispues-
que resplandezca esa omnipotencia y para que la to a difundirse cuando lo despierta la divina palabra. Él
adviertan. No accede a la súplica que le hacen de espera ese contacto, y no espera más que eso. Así
bajar a Cafarnaúm; no responde a la súplica desazo- pues, no hay ningún reproche que hacerle. La prime-
nada del padre que teme el menor retraso y que ra observación del Salvador cuando lo recibe, o no le

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? CURACION EN CAFARNAUM

concierne, o no es una censura, o bien produce en su no percibe más que su Ser; ella le oye decir: “Yo soy
alma una disposición que aún no existía, pero que ya el que soy”. Y adora las perfecciones de ese autor de
maduraba en secreto. todas las cosas, de quien una sola palabra hace que
La fe actúa inmediatamente; lo pone en movi- todo sea. Esa fe adorante es ya un contacto, pero que
miento, ayudada sin duda por el pensamiento de no me une a la vida íntima de Aquel que es. Yo no per-
encontrar vivo a su hijo: pero este sentimiento no la cibo más que el exterior del Ser; estoy deslumbrado
disminuye. La naturaleza no se opone necesariamen- por Él… no penetro en el interior, donde se despliega
te a la gracia y a Dios. Cuando es un obstáculo, Dios en tres Personas. Conozco al Dios inmenso; no
la reduce; cuando concuerda, Él la emplea en su pro- conozco al Dios que ama y se da.
yecto. Aquí es un medio que hay que organizar. El La enfermedad de su hijo ha conmovido el cora-
padre quiere ver curado a su hijo; el creyente quiere zón del padre, ha dirigido la atención de su espíritu
constatar la omnipotencia de Aquel en quien cree; uno hacia Aquel que puede salvarle, ha provocado el viaje
y otro se ponen en movimiento y provocan la partida de Cafarnaúm a Caná y la ardiente súplica de este
inmediata. padre angustiado. Pero todo ello no son más que pre-
Este hombre es un modelo. Su fe tiene todos los liminares. Jesús quiere algo más. Quiere que el espíri-
caracteres de la verdadera fe. Cree sin dudar; actúa tu de este hombre se supere a sí mismo, salga de sí
inmediatamente y adecua su actividad a su creencia. mismo, entre en el suyo. El funcionario cree que el
No espera a ver el resultado de la divina palabra para Maestro puede curar a un enfermo allí presente: no
rendirse ante ella. sabe que puede curar de lejos. El divino Salvador le
pide que crea eso; es la prueba sobrenatural que se
Al mismo tiempo, cuando se halla frente a ese suma a la prueba natural. Ella le entregará esa inteli-
resultado, lo controla. Se sirve de su razón, que se ha gencia por el camino del corazón; ella le hará dueño
sometido, pero que no ha abdicado. No controla por- de todo ese hombre. Cuando el funcionario se pone
que dude, sino porque ese control es querido por en movimiento para bajar hacia su casa, Jesús lo
Aquel que le he pedido que crea en su palabra. La posee por entero. Y eso es lo que quiere: la unión
razón y la fe no son dos enemigas que se oponen y completa en la sumisión total.
excluyen; son dos luces que se completan y organi-
zan. La razón es la luz natural de mi espíritu que se Frente a Nuestro Señor, el funcionario ya no cree
proyecta en todos los objetos creados para unirse por sólo en la razón que le dice: “Puede curar”, sino en la
ellos a Aquel que se esconde en ellos; la fe es la pro- palabra de Aquel que sobrepasa la posición ocupada
pia luz de ese Espíritu que los ha creado y que se por esa razón y que dice: “Puedo curar a distancia”.
revela directamente para mostrarme su amor y trans- Cree y va: “Credidit sermoni… et ibat…”. Su fe se
mitirme su propia vida. Mi razón en los seres creados torna acto. La palabra de Jesús se propaga a todo su

122 123
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? CURACION EN CAFARNAUM

ser; ella ilumina su razón, mueve su voluntad, anima demostrarse a sí misma la verdad que ella afirma y
su cuerpo, se convierte en su vida, y así debe ser. La muestra; actúa solamente para constatar que él dice
fe que no se transforma en confianza, amor y acto es y que dice verdad. Cuando brilla la luz, miramos bajo
una semilla estéril, que revela los recursos insuficien- esa luz; todas las lámparas se apagan; si siguen
tes del alma que la acoge pero que no se da como se encendidas ya no muestran nada; vemos sin ellas y ya
da la palabra de Jesús. no las vemos.
La luz se le mostró a ese funcionario; reemprendió
* su camino bajo esa claridad; ella llenó su razón que se
entregó a ella. La razón no puede sino constatar la
presencia de la Luz verdadera; su luz propia no añadi-
Tu hijo vive (4, 53) ría nada; debe fundirse y desaparecer en la que ilumi-
na e ilumina todas las cosas.
Según creen los comentaristas, fue ya llegando a
su casa donde divisó a sus criados, que corrían a su
encuentro.
Los propios criados – probablemente de lejos,
con una frase – anuncian la curación. Y emplean las
mismas palabras del Salvador: “Tu hijo vive”. El feliz
padre habría podido atenerse a eso, que en definitiva
era lo que le bastaba a la naturaleza, a su afecto col-
mado. Pero desde ahora ya hay en él otro hombre,
una nueva naturaleza; le ha nacido un alma al contac-
to con el Maestro. Ha nacido de esa palabra que
parecía un reproche: “Si no veis, no creéis”. Él ha cre-
ído sin ver; ha entregado su alma a esa Palabra que
le pedía que la albergara en su espíritu y que en él
quería ocupar el puesto al que tiene derecho. Él es la
Verdad misma, Aquel que no se engaña ni engaña.
Cuando entra en un alma, debe admitírsele sin dudar.
Sin dudar no quiere decir sin control, ni sin razón. Él
no suprime la razón; le pide que se incline ante él,
ante su luz superior, pero sólo después de haber
reconocido esa superioridad. La razón no actúa para

124 125
LO QUE HACE EL PADRE,

LO HACE

IGUALMENTE EL HIJO

(Jn 5)
He ahí los adversarios en presencia. Escribo estas
palabras sin pensar lo bastante en el enorme drama
en el que se hallaba involucrada toda la historia, la his-
toria más profunda, la del tiempo y la eternidad. Dos
espíritus se enfrentaban allí, como en otros tiempos en
el paraíso terrenal. Toda la vida de Nuestro Señor
renueva la escena de la caída; a cada encuentro con
sus enemigos renueva la lucha con el espíritu del mal.
¿Por qué los judíos de Jerusalén fueron elegidos o,
mejor dicho, tolerados por Dios para representar ese
espíritu? A lo largo de toda la historia se suscita esa
cuestión, que hay que desechar a priori. Es el misterio
demasiado pesado para nosotros, pero sencillo y fácil
para el Amor que lo planteó y lo resolvió, y para la fe
en el Amor. Los fariseos habían limitado la religión a su
estrechez de miras. En definitiva, ponían fronteras a
Dios y a ese amor infinito que es su vida. Los hombres
no podían unirse a Él más que por la vía de sus pres-
cripciones. El amor, pues, estaba canalizado. Ahora
bien, el amor divino, comparado con la razón huma-
na, es esencialmente libre; tiene ligerezas – y me atre-
vería a decir caprichos – que la superan. No está con-
tra ella, sino más allá. Los judíos no admitían ese más
allá. El orgullo, y la estrechez que es su hija, los sepa-
raban del Maestro que es dulce y humilde de corazón,

129
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

y cuya dulzura amorosa vino para los pecadores y los


humildes.
Jesús no les hace frente sin verse obligado en
cierto modo a aproximarse a ellos. Sólo va a
Jerusalén los días de las grandes solemnidades reli-
giosas. El resto del tiempo se mantiene a distancia e
incluso, cuando le persiguen, procura huir. No le
gusta la lucha, la sufre. Pero cuando ella se impone,
cuando le atacan en su propio terreno, la emprende CURACIÓN DEL PARALÍTICO
sin temor y lleva el combate magníficamente. Las cir- EN LA PISCINA DE BETESDA
cunstancias de las que se sirve y las comparsas que
entran en juego en la realización de su proyecto de (5, 1-16)
amor se me aparecen siempre desde un ángulo que
me desconcierta.

¿Por qué ese pobre paralítico, enfermo desde


hacía treinta ocho años, abandonado de todos? ¿Qué
era esa alma? ¿Qué habían sido esos largos años de
sufrimiento? Hay que negarse a hacer esas vanas pre-
guntas, hay que mirar a Aquel que obra, hay que creer
que lo que hace es bueno. Su presencia entre esa
muchedumbre sufriente en la que su mirada divina lee
la causa profunda de todos esos males y, además, los
maravillosos efectos de santificaciones y gloria que el
Amor hará salir de ellos es infinitamente conmovedo-
ra. Así, todo lo que veía se descubría a él bajo una luz
que procedía del amor y tendía a manifestarlo: luz sim-
ple donde todo es verdadero y bello. Para esos des-
heredados Dios había dispuesto un remedio, pero un
remedio del que sólo unos pocos podían beneficiarse.
¿Cuándo se ponía en movimiento el agua al paso del
ángel? ¿Cuánto tiempo había que esperar? Se podía

130 131
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

preverlo? ¿Había que estar allí constantemente en una


espera ansiosa?
La pregunta del divino Maestro al pobre paralítico:
“¿Quieres curarte?” es deliberadamente ingenua, de
apariencia incluso pueril. Por eso éste no responde, se
contenta con explicar su caso para apelar a una pie-
dad que adivina conmovida y obtener el socorro que
le ha faltado hasta ese momento. Jesús espera esa
explicación que va a darle más realce al prodigio. No
bien ha sido dada, lo cumple con una frase. Como de
costumbre, es una orden breve en la forma, en pala-
bras que se imponen y ordenan actos precisos, inme-
diatos: “Levántate, toma tu camilla y anda”. El enfer-
mo obedece y queda curado. YO SOY
*
El encuentro entre Jesús y el curado por el mila-
EL PAN DE VIDA
gro tras la intervención de los judíos produce un doble
resultado: permite al divino Maestro precisar el víncu-
(Jn 6)
lo entre el pecado y el sufrimiento y, sobre todo, pro-
voca la discusión capital que viene a continuación:
“Mira, estás curado, le dice el Salvador al paralítico, no
peques más, para que no te suceda algo peor” Este
vínculo entre pecado y sufrimiento es conocido de los
hombres, que al mismo tiempo lo tienen prácticamen-
te olvidado. Nuestro Señor lo recuerda para que nos-
otros nos acordemos y vivamos en ese recuerdo.

132
Juan nos cuenta pocas cosas sobre el ministerio
en Galilea2. Ya lo habían hecho los sinópticos. En rela-
tos a menudo paralelos y, aunque incompletos, ricos
en detalles y enseñanzas, Mateos, Marcos y Lucas
nos dicen lo que fueron aquellos treinta o cuarenta
meses tan breves y simples de los que el mundo vive
todavía, cuya repercusión será eterna.
Habían olvidado lo que constituye el objeto de
este capítulo VI. Y el discípulo amado subsana su olvi-
do. Cosa extraña – extraña si se mira desde nuestro
punto de vista humano – los tres primeros evangelis-
tas narran la institución de la Eucaristía sin referir la
promesa; el cuarto no dice nada de la institución, pero
refiere a lo largo de todo el texto el discurso que la
anuncia y que ilumina hasta profundidades inmensas
el legado supremo del que no hablará.

2
Por el tiempo de la tercera Pascua.

135
JESÚS MULTIPLICA
LOS PANES Y LOS PECES (6, 1-15)

El gentío es enorme, el lugar es desértico, faltan


las provisiones, se plantea la cuestión del avitualla-
miento. Toda esa gente son peregrinos que suben a
Jerusalén a celebrar la Pascua, que ya está cerca.
Jesús les ha apartado de la ruta donde habitualmente
hallan las provisiones; debe facilitárselas… y piensa en
ese deber. Los acontecimientos que siguen están ante
él como un libro abierto donde los lee al mismo tiem-
po que los ejecuta.
A Juan le gusta mucho hacer notar la presciencia
de su Maestro: “Porque él sabía lo que iba a hacer”.
La pregunta que le hace a Felipe lo manifiesta una vez
más; por eso la recoge el evangelista. La respuesta de
Felipe – y el carácter del apóstol, simple, algo ingenuo
y muy recto – definen la situación alimentaria, y proba-
blemente pecuniaria. No tienen víveres, y la suma de
doscientos denarios que se cree que representa el
pequeño caudal del grupo en ese momento) no basta,

137
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

hace falta mucho más para atender a lo que reclama por todos sus pensamientos y sentimientos rebasa sin
el apetito de toda esa gente. cesar acontecimientos y personas.
La intervención de Andrés, más osado y empren- Jesús mira a su Padre, hace pasar ese alto pen-
dedor que Felipe, y que ha debido de hablar con esos samiento y su amor a los panes y los peces que tiene
paisanos suyos, da a conocer los recursos de la en la mano… y distribuye todo ello. Los asistentes no
muchedumbre: cinco panes y dos peces en una cesta ven más que el don material y las circunstancias
que lleva un muchacho. Su reflexión final es expresiva extraordinarias que lo acompañan. El divino Hijo, en
y precisa perfectamente la situación de conjunto: nombre de todos, hace la asociación que se impo-
“¿Qué es eso para tantos?”. ne… y que repetirá sin cesar en los días de su vida
pública y de su vida mística a lo largo de los siglos y
* de su vida celestial durante toda la eternidad…
De todos los que se sacian… e incluso del peque-
Entonces suena la hora del Maestro. Puesto que ño grupo de los elegidos que debían estar tan conmo-
por parte de los hombres no hay recurso alguno, Dios vidos, tal vez ninguno piensa en ello; él los iluminará
va a actuar. Inmediatamente asume el gobierno de las más tarde, hablará a sus corazones tras haber satis-
cosas; organiza el banquete hasta los mínimos deta- fecho sus cuerpos. Da gracias por todos, y por todos
lles. Lo había previsto y preparado desde tiempo hace entrar en el seno del Padre ese alimento y esa
inmemorial. satisfacción que en Él tienen su origen primero.
Como mesa, el suelo… Pero no el suelo duro y Pueden comer cuanto quieran, algunos probable-
desnudo: lo cubre una espesa hierba que ha crecido mente sin mesura. No por ello se enturbia su bondad.
gracias a sus cuidados. El hilo de las gracias que lo hacen dueño de las almas
El Maestro toma los panes y los peces. Antes de implica esa sucesión en la que una multitud de insufi-
distribuirlos a las criaturas, se los ofrece al Creador; ciencias y miserias conduce a la más alta perfección.
los vuelve a unir a su principio primero que no aban- La recogida de las sobras es un segundo milagro
dona su pensamiento, que él halla en todo, en primer que completa el primero y hace que destaque. Con
lugar: “Después de dar gracias…”. ello Jesús une una lección de economía y otra de
Todo esto no es ni imaginación piadosa ni juego orden, lo que no pasa desapercibido. Acaba de des-
de espíritu. Es realidad profunda, más profunda y ver- pertar el entusiasmo de todos.
dadera que el espectáculo tan conmovedor del mila-
gro realizado. Todos los milagros y actos de Jesús tie- *
nen ese doble aspecto, el exterior que todos ven y el
interior y más rico que sólo él conoce… su alma, que

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

Huyó de nuevo al monte él solo (6, 15) Soy yo, no temáis (6, 20)
Se comprende que el evangelista haya consignado
Pero ese mismo entusiasmo revela la distancia esta jornada tan plena y la que vendría a continuación.
que separa a todas esas almas de la del Maestro. Nuestro Señor acumuló en ellas prodigios y lecciones.
Para él, el milagro no es más que un incidente y un No permanece solo mucho tiempo; va a reunirse
medio de atraerlos al terreno espiritual y eterno que es con sus discípulos, que se dirigen a Cafarnaúm en
el suyo; para ellos, incluso para los apóstoles, él les barca. ¿Había quedado con ellos en aquella ciudad?
pone frente al jefe que debe darle a su pueblo libertad Es muy probable. Normalmente, ellos habrían tenido
y prosperidad materiales. Él no tiene nada contra que esperarlo “al otro lado del mar” de donde había
ellos; no los abandona; huye y los deja para volver, y multiplicado los panes.
para volver con sus enseñanzas de vida superior. Jesús, que dirige las almas y las cosas, quiere que
Huye él solo. Sus apóstoles todavía no están con este viaje de los Doce sin él se haga de noche, y con
él; aún pertenecen, por espíritu, a esa muchedumbre una tormenta “vento magno”. El cielo se oscurece, la
de galileos, sus compatriotas. Tendrá que haber lar- mar se encrespa y él no está con ellos. La travesía es
gas conversaciones, un largo periodo de influencia penosa; no avanzan. Aún están lejos de la orilla cuan-
cotidiana y de vida en común para que él los ponga a do él aparece sobre las olas y se acerca a la barca que
su altura… De todas formas, ese esfuerzo del Maestro los lleva.
no será sino una siembra de almas. Los gérmenes no La presencia que debería encantarlos – al menos
germinarán más que con el soplo nuevo de su tranquilizarlos – los asusta. Tienen miedo de ese fantas-
Espíritu, cuando ya haya desaparecido él. En el entre- ma en movimiento en esa noche negra y con esa tor-
tanto, deja a todas esas almas con su visión estrecha menta. Su ausencia los ha disminuido. Todos ellos son
del tiempo y se remonta a las alturas; allí da refugio a gente de mar; han conocido otros peligros. Pero desde
su ternura, que debe esperar, para unirse a ellas, y que su vida está vinculada a la de él, cuando él les falta
que sufre ciertamente por ello, pero que conoce los todo valor desaparece. Tiene que tranquilizarlos; no
designios divinos y abraza sus dilaciones. Le va a saben reconocerlo en esa evolución que no hacía sino
dedicar unos instantes a esa contemplación solitaria añadir un prodigio a todos los que ya habían presencia-
que le alivia. do. La impresión del gran milagro realizado ese mismo
día se ha desvanecido: Jesús tiene ahora frente a él a
* un grupo de hombres para quienes no es más que un
hombre sujeto a sus leyes de hombres.
Su voz los tranquiliza, disipa sus miedos. Obra lo
que expresa; dice: “No temáis”, y cesa todo temor. Su

140 141
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

tranquilidad confiada es recompensada con otro mila-


gro. La barca, que no avanzaba, se encuentra de
repente en la orilla. No les tiene en cuenta no haberlo
reconocido, ni que parezcan haber olvidado su poder
o su bondad. Les evita un penoso esfuerzo físico tras
haber pacificado y serenado sus almas.

EL DISCURSO DE CAFARNAÚM
(6, 22-66)

La muchedumbre se queda en el escenario del


prodigio: y San Juan, con su acostumbrada precisión,
explica por qué: los discípulos se han ido sin Jesús en
una barca… y en la orilla no había ninguna más. Por
lo tanto, piensan esas personas, el divino Maestro se
ha quedado en los alrededores y lo encontrarán cuan-
do pase la noche.
Al igual que los discípulos, toda esa gente no cae
en la cuenta que Aquel que ha multiplicado los cinco
panes puede cruzar el mar sin barca; limitan su poder;
no lo conocen todavía… de él no tienen más que
impresiones pasajeras, excitadas por un incidente y
que se desvanecen en seguida. No ha nacido la fe
verdadera, la convicción espiritual y estable, pero se
ha despertado la curiosidad, y el Salvador utiliza este
primer resultado para adelantar su conquista.
La curiosidad se despierta muy vivamente. Al no
encontrarlo, lo persiguen. Es probable que hasta de
noche lo hayan estado buscando; y por eso, por la

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

mañana abandonan ese lugar donde ya no esperan sus enemigos, va a intentar arrancar a estas masas de
encontrarlo y se van a continuar sus pesquisas a sus preocupaciones inferiores y arrastrarlas a las altu-
Cafarnaúm. Mientras tanto han llegado más barcas; ras donde habita.
suben a ellas y se dirigen a la ciudad. Nada más llegar, Está contento de que vengan a él, de que le pidan
se hallan frente a él… y comienza el diálogo capital la vida, pero la verdadera vida, y el alimento que la
que Jesús había previsto y preparado.
sustenta: “Obrad, no por el alimento perecedero, sino
por el alimento que permanece para la vida eterna, el
* que os dará el Hijo del hombre”
Ese alimento deben hacerlo ellos; él se lo dará,
pero para trabajarlo, y sin hacer del todo:
La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado
“Operamini”. El alimento, pues, creará entre él y ellos
(6, 29)
una relación… y esa relación ofrecida por él, realiza-
Jesús no responde a la vana pregunta de sus da por ellos, por su aceptación activa (operamini), es
interlocutores: “Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?”; va la vida eterna. Pues el Hijo del hombre que va a dár-
directo al asunto que le importa y los lleva a él. El mila- sela está marcado por Dios Padre con una señal que
gro que ha hecho le da derecho a ello. Su preocupa- le da ese poder de nutrirles con un alimento impere-
ción es, por otra parte, la de los que le hablan. Pero cedero: “Porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha
ellos no la ven. Las pequeñas circunstancias de la vida
marcado con su sello”.
se la enmascaran. Jesús vive en ese fondo; no ve más
que eso; obliga a los que le siguen – o le buscan – a
preocuparse de él y, si es posible, de vivir en él. *
La cuestión fundamental para él es la de la vida Con sólo una frase Jesús está en el meollo de la
eterna. Pues bien, todos aquellos a quienes ha dado cuestión; sólo hay que desarrollarla y explicar a sus
de comer la víspera no piensan más que en la vida oyentes de qué alimento habla y con qué obras pue-
pasajera. Lo persiguen porque dispone de un medio den y deben procurárselo. Esa divina obra es la que
infinitamente cómodo para asegurarse el sustento, ha pedido en todos los diálogos anteriores ya consig-
mientras que ellos deben trabajar para conseguirlo. nados por San Juan; es una obra de fe en sí misma:
Jesús lee esto en el fondo de sus almas; ahora “La obra de Dios es que creáis en quien él ha envia-
bien, él no ha venido del cielo para procurarles la vida do”. La vida está en Dios; hay que unirse a ella en Él;
terrenal… sino la suya, que es la verdadera vida y que Dios mismo ha enviado a su Mediador para que tien-
¡es tan diferente! Como ha hecho con Nicodemo y la da un puente entre Él y los hombres; y él es ese
Samaritana, y también con los judíos de Jerusalén, Mediador. Todo el Evangelio está ahí.

144 145
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

Pues bien, el divino Maestro les dice: 1º trabajad cada día; que vengan a él. El medio no es menos
(operamini), 2º haceos un alimento que no perezca, claro: es un movimiento que responde a su movimien-
que siembre en vosotros la vida eterna. Así pues, lo to: él es el pan bajado del cielo; ellos deben venir a él:
que trae no es un alimento semejante al que Moisés “El pan de Dios… es el que baja del cielo”, “El que
dio en el desierto ni lo que promete es una reedición venga a mí no tendrá nunca sed”. Ese movimiento es
del maná. Trae un pan celestial: “No fue Moisés quien la fe: “Obrad… esa es la obra que tenéis que realizar…
os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el ver- creed”, “El que crea en mí no tendrá nunca sed”. La
dadero pan del cielo”. obra exigida consiste en unirse a Dios en Aquel que Él
El pan dado por Moisés era un pan de la tierra y ha enviado; él es ese enviado; la fe en él los alimenta-
apropiado para la vida terrenal; simbolizaba el verda- rá de Dios que es la vida eterna. En él, pues, hallarán
dero pan del cielo, pero no lo era. El verdadero pan del ellos la vida que desean.
cielo está en ese momento en que se lo da Dios y, con Desgraciadamente, ese acto que parece tan sen-
ese pan, la verdadera vida: “El pan de Dios es el que cillo – para obtener un resultado tan rotundo y, según
baja del cielo y da la vida al mundo”. parece, tan deseado – los oyentes no lo hacen. Jesús
lee en sus corazones la resistencia que se afirma, el
* desacuerdo que crece, el foso que se abre: “Pero ya
os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis”.
Los oyentes no le captan todavía. Su lenguaje, que Lo ven, pero no se unen a él. Y no se unen a él
a nosotros se nos ha hecho tan claro, para ellos es un porque se quedan en ellos mismos; no vienen a él, a
enigma; siguen con sus esperanzas materiales. El su visión espiritual que les revelaría la vida de la que
Salvador no se preocupa por ello; sigue su camino; está lleno y cuyas ventajas les ofrece. No ven más que
siembra tranquilamente su verdad; los que quieran, ya al hombre; habría que creer que esa humanidad no es
comprenderán cuando llegue la hora de la luz. Ve más más que un velo, el velo de Dios3. Ésa es la obra que
allá del momento pasajero y de las impresiones de ese hay que realizar: es el esfuerzo que dice: “Veo a un
momento y sabe esperar las realizaciones que han de hombre marcado por Dios y que me trae la verdad:
venir. “Este pan de la vida bajado del cielo y el que lo Hunc signavit Deus”. Su palabra es, por lo tanto, pala-
comunicará, soy yo: Ego sum panis vitae”: ese pan bra de Dios, enseñanza de verdad, y debo creerla.
sacia toda hambre y toda sed; da una vida que nunca Ellos se niegan a este esfuerzo y no franquean la dis-
se agotará, la vida eterna: “El que venga a mí, no ten- tancia que los haría entrar en él y, por él, en la verda-
drá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”. dera vida.
La palabra decisiva ha sido pronunciada; es de
una claridad meridiana. Los judíos no quieren cansar- 3
En la pluma de Dom Augustin, esta expresión es evidentemen-
se más buscando alimentos que hay que renovar te metafórica: Cristo es el Hombre-Dios.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

* A ello volverá sobre todo en su última Oración, en


el momento de vivir esta doctrina y derramar su san-
En definitiva, ¿por qué esa resistencia y esa incre- gre por aquellos a quienes llama “los suyos”. Tal es la
dulidad? La cuestión es terrible, pero a Jesús no lo voluntad de su Padre que lo ha enviado; tal es la suya
asusta. La aborda con su movimiento de pensamien- que no es sino una con la de su Padre. Quieren que
to holgado y simple, para el que no hay velos ni mis- creamos, y se dan a aquellos que creen: “Porque esta
terios… y la resuelve con una frase: “Todo lo que me es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo
dé el Padre vendrá a mí”. y crea en él, tenga vida eterna”.
La fe es un don del Padre celestial. Él es quien
deja en el fondo de un alma el principio de ese mis- *
terioso movimiento por el cual un alma es atraída y
Los oyentes están cada vez más desconcerta-
viene, es una participación en el movimiento eterno
dos… y quizá también decepcionados. Esperaban
por el que Él se da a su Hijo y su Hijo a Él. El alma
otra cosa… y no saben abandonar esa esperanza
que ha recibido este principio, al oír pronunciar las
para venir a Aquel que debería dársela. Querrían que
palabras de la Palabra en el fondo de sí misma se
fuera él quien viniera a ellos y quien entrase en sus
conmueve, comprende y responde; su hambre
vidas. Su espíritu se niega; se aferran a lo que ven; no
queda saciada y su sed aplacada. Esa hambre, esa
saben desprenderse de ello para llegar a lo que no
sed, el sentimiento de insuficiencia y vacío que le
ven. Ven al hijo de José y María, al joven que ha cre-
deja cualquier otra palabra es el don del Padre que
cido entre ellos. No ven la misteriosa relación que ha
la da a su Hijo encarnado y que hace venir al alma a
precedido desde tiempo inmemorial y que manifiestan
Él cuando habla.
las señales que él reivindica. Las señales no cuentan
¿Por qué este don no lo tienen todos? ¿Por qué porque su razón, la de ellos, no está satisfecha. ¿Y no
no vienen todos? Puedo intentar justificar a Dios a los se irrita su razón porque su sensualidad no obtiene lo
ojos de mi razón… o de la razón de aquellos a los que que espera? “Los judíos murmuraban de él, porque
el problema preocupa con especial intensidad. Pero, había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Y
en definitiva, no respondo a la pregunta… y no puedo decían: ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y
responder. madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He
Así pues, el Padre le da algo al Hijo. El divino bajado del cielo”?
Maestro no “vela” la verdad y no intenta explicarla ni Jesús prosigue su idea; está en su terreno. Ha
justificarla. La afirma; y a ello vuelve a menudo, siem- hecho su esfuerzo bajando del cielo, viniendo a la tie-
pre con la misma precisión y la misma indiferencia rra; ahora ellos deben hacer el suyo viniendo a él, en
hacia las objeciones. esa realidad superior, invisible, que sólo la fe pone al

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

descubierto y que exige el sacrificio de sus sentidos y la da; ha bajado del cielo con ese fin; habla en ese
su razón. fin… y pide la fe a los que le escuchan para darles esa
Dios, por los milagros, marca esta palabra; asegu- vida: “Quien cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el
ra que ella dice la verdad; por lo tanto pide que vaya- pan de la vida. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si
mos a ella, que nos dejemos a nosotros mismos y que uno come de este pan, vivirá para siempre”. Creer en
nos unamos a Él en ella. Y tiene derecho a ello. Hace él es comerlo; es acoger su Espíritu, es unirse a él en
lo preciso para garantizar su presencia y su acción. ese Espíritu, es realizar la asimilación espiritual que
Los que quieran pueden hacer las tentativas necesa- transmite su vida.
rias. Las murmuraciones, pues, no están justifica-
das… y él no las tiene en cuenta: “No murmuréis entre El pan que yo le voy a dar, es mi carne (6, 51)
vosotros”.
Hasta ese momento, Nuestro Señor se ha mante-
El foso se ensancha cada vez más; las almas ya nido en ese terreno de la asimilación espiritual por la fe
están a distancia. A toda esa gente le falta ese algo de y de la unión en el Espíritu que el Padre propaga por
extraño del que ha hablado más arriba y que va a el fondo del alma y que la Palabra encarnada hace
decir otra vez: esa atracción íntima que es el don, que resuene fuera. La resistencia de sus oyentes, que
hecho por el Padre al Hijo, de ciertas almas marcadas no comprenden, no obstaculiza su exposición. Ve la
con su nombre: los suyos. “Nadie puede venir a mí si luz y la irradia; deja al Padre el cuidado de iluminar
el Padre que me ha enviado no lo atrae”. Esas almas interiormente a los que se abran a ese rayo. En cuan-
se ponen en movimiento gracias a una fuerza de la to a él, avanza.
que el divino Maestro no dice nada más; las demás
almas, no. Oyéndolo oyen al Hijo. Su palabra adquie- Llegado a este punto, emplea una frase nueva: “El
re una sonoridad y un significado completamente nue- pan que yo le voy a dar, es mi carne, por la vida del
vos. Reconocen al Hijo porque el Padre le dice al mundo”.
fondo de ellas mismas: “Es él, es mi imagen, escucha- El pan del que habla es su carne. Ahora bien, su
dlo, miradlo, creed en él”. Reconocen al Padre que se carne es una carne real. Los oyentes han objetado,
muestra bajo sus rasgos; y reconocen al Hijo que, hace sólo un momento, que conocían esa carne, que
bajo esos rasgos, manifiesta al Padre. No ven más sabían su origen. Ella los detiene; ella es el obstáculo
que a uno, pero oyen a dos… los dos que son uno. a su fe; saben su origen, no pueden creer cuando les
Ellas creen que son dos y sólo son uno, porque el dicen que viene del cielo. En ese momento, Nuestro
mismo Espíritu los une en una comunicación de amor Señor no hablaba de ella; hablaba de la realidad que
mutuo en la que se dan uno a otro todo lo que son. ella vela; les revelaba esa realidad para que, uniéndo-
Ese don mutuo es la vida eterna. Quien cree en ella se a ese velo, descubran y se unan a lo que ella ocul-
participa en ella… La fe en Jesús, pues, es el pan que ta. No necesita que lo comprendan; necesita decir lo

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

que es. Después, las almas dóciles, las almas que ha dicho: “Yo soy el pan de la vida”. La carne, pues,
aman la verdad serán atraídas a ella. es el camino que conduce a la vida; toda ella está vivi-
Ahora llega a esa carne; va a decir cuál será su ficada e impregnada de vida eterna. Ella está entre
papel en la unión que es la vida eterna; va a mostrar nosotros y esa vida; hay que pasar por ella… y no hay
en ella el pan del cielo. otro camino: “El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él”.
Los oyentes lo comprenden cada vez menos.
Juan da a los que murmuran y protestan el nombre de La vida es inmanente; es un principio interior; se
judíos: “Los judíos murmuraban… Los judíos discutí- despliega desde dentro y desde allí se propaga hacia
an”. Lo más probable es que fueran judíos de fuera. Por lo tanto, hay que entrar en él y unírsele en
Jerusalén mezclados con la masa de galileos más su ser íntimo; y él, por su parte, debe entrar en nos-
sencilla y creyente. Lo que es seguro es que la resis- otros y ocupar el fondo de nuestro ser.
tencia se hace notar. Las simples murmuraciones se El que come la carne del Hijo del hombre está así
convierten en discusiones. No pueden admitir, ni unido a él, asimilado por él en ese íntimo hogar donde
siquiera para vivir eternamente, que tengan que comer se reúnen. En él, en ese interior que ocupa la Palabra
la carne de ese hombre que les habla: “¿Cómo puede del Padre, donde el Padre se da a sí mismo mostrán-
éste darnos a comer su carne?”. Ya no se admite su dose su ser que Él expresa, el que come los halla a
palabra; se contesta su poder, se lo limita cada vez uno y a otro, en el acto eterno de comunicación
más, se piden explicaciones, pruebas; la razón reivin- mutua, de comunión que es su vida: “Lo mismo que
dica sus derechos; se rechaza la fe que reivindica. el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el
Cada vez más, Jesús mantiene su postura y su Padre, también el que me coma vivirá por mí”.
actitud. Afirma, no explica; no trata de justificarse: “En El divino Maestro describe esa vida en unas frases
verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del simples y breves, como de costumbre, pero de una
Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida sustancia inagotable donde todo el misterio divino con
en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, su prolongación hasta nosotros vibra y se ofrece a
tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. nuestra meditación.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre Para eso ha sido enviado. Sale del hogar esen-
verdadera bebida”. cial y primero, el Padre: “Lo mismo que el Padre, que
En todo este pasaje destaca el tono apremiante vive, me ha enviado…”. Se dedica por completo a
de su mensaje: “Si no coméis”, dice. Esta manduca- esa misión; ella lo constituye en su ser y en su papel;
ción que tanto horror os causa es condición necesa- ella continúa la generación eterna del seno infinito y
ria; es el único modo de llegar a la vida deseada; es el la reproduce entre nosotros y para nosotros.
único modo de llegar a ese pan de vida del que antes Revestido de esa carne a la que atribuye un papel

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

tan importante, siempre es el Hijo que procede del que comieron de él murieron; no se unía a la Vida por-
Amor infinito, que recibe su soplo y que ama como que no la contenía; la anunciaba, la prometía. Por ella
es amado, que se da al Padre como el Padre se da uno se podía unir a la Vida que vendría un día a cum-
a él. Bajo ese velo creado que lo pone ante nuestros plir la promesa; pero ésta no se encontraba en él: “No
ojos, que forma el contacto entre nosotros y él, que como el que comieron vuestros padres, y murieron; el
lo hace uno de nosotros, vive de esa comunicación que coma este pan vivirá para siempre”.
paterna, y el soplo que recibe lo aspira sin cesar, se
lo lleva otra vez, lo vuelve y lo hace entrar por amor *
en el Amor que se da a él. El movimiento del amor
paterno hace en él lo que él hace en el Padre, le hace La exposición divina ha terminado. Es espléndida.
darse… Toda su vida terrenal de Verbo encarnado No admiraremos lo bastante los discursos de Nuestro
está ahí: “Yo vivo por el Padre”. No ve más que a su Señor. Se despliegan con una plenitud tal que pasa
Padre, no quiere más que a Él, no aspira más que a inadvertida; así ocurre tanto con su palabra como con
complacerle realizando todas sus voluntades. su vida: la simplicidad oculta la perfección y la belleza.
Y para realizar esa voluntad, habla en ese momen-
to y llama a sus oyentes a comer su carne. Pues el *
misterio de esa vida infinita que recibe del Padre y que
le hace vivir para Él y en Él se lo ofrece a quien coma
su carne: “También el que me coma vivirá por mí”. Esa ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
manducación le transmitirá el soplo de amor que lo (6, 68)
anima y le hará darse a él como también él se da a
La incredulidad se apodera de sus discípulos; un
quien comulga. El comulgante – el que comulga verda-
gran número de ellos se une a la protesta de los judíos:
deramente – recibe el movimiento que lleva al Padre en
“Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”. Su
su Hijo y al Hijo en su Padre y los mantiene eternamen-
espíritu se cierra a ese Espíritu que se ofrece y ofrece en
te abrazados. Es aprehendido por ese Espíritu que los
él la vida eterna. La razón debería darse, pero no se da;
une y al que la carne de Jesús ha hecho entrar en él, y
encuentra esto demasiado duro; se esconde, se queda
es llevado a su vez a Aquel que, por el vehículo de esa
carne, ha venido a él; y, unido a él, entra en el seno en su vida propia. Repite lo que hacen Eva y Adán en el
donde ese movimiento y ese beso son la Vida misma paraíso terrenal y Lucifer en el cielo.
de Dios, la vida eterna: “Tiene vida eterna”. Los dos grupos se separan: y esta escena es figu-
Esa carne es, pues, el pan bajado del cielo, el pan ra de la historia.
de verdadera vida: “Hic est panis qui de cœlo descen- Jesús, divino Amor, no hace un solo gesto para
dit”. El maná no era más que una figura y por eso los retener a los incrédulos: pues él es ante todo el amor a

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

la Verdad… y el primer don del alma es darse a esa ver- Jesús explica este rechazo; da su motivo profun-
dad. Así pues, la afirma cada vez más en su altura do que ya ha señalado más arriba. Y lo da en térmi-
intransigente; la pone a plena luz, con todas sus exigen- nos que lo hacen aún más desconcertante… y que
cias, frente a aquellos que querrían que ella cediera. hacen realmente de toda escena una piedra de
escándalo: “Por esto os he dicho que nadie puede
* venir a mí si no se lo concede el Padre”.
Este último detalle, este crescendo supremo de la
A esta fe, a este pan de la Verdad divina que da la
prueba es el que hace que los oyentes se retiren y lo
fe es a lo que Jesús ha convidado a sus oyentes; hace
un supremo esfuerzo del que sabe de antemano que abandonen definitivamente: “Desde entonces muchos
será en vano. Lo hace no obstante, para que se sepa de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban
hasta qué extremo va el Amor, pero lo hace mante- con él”. Se retiran en lugar de unirse a él; se retiran
niendo los derechos de la Verdad: “¿Esto os escanda- porque no pueden aceptar toda la serie de declaracio-
liza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde nes que acaba de hacer y que chocan con su razón.
estaba antes?”. No pueden aceptar que Jesús se diga bajado del cielo
cuando conocen su origen terrenal; no pueden acep-
Jesús sabía este rechazo, señala San Juan, que
tar que quiera nutrirlos con su carne y que les ofrezca
parece hondamente impresionado por esta prescien-
la vida eterna en un alimento de esa clase; y ya, sin
cia divina y la recuerda a cada instante: “Sabía desde
vuelta atrás, se separan cuando les dice que esa fe
el principio quiénes eran los que no creían y quién era
el que lo iba a entregar”. Sabía que unas almas se que les falta no depende de ellos, sino sólo de su
quedarían fuera de su luz y de su amor, se cerrarían a Padre, que se la da a quien quiere.
su palabra de eterna verdad; sabía incluso que en el Todo ese diálogo – como los precedentes – gira
grupo de los íntimos habría uno que llegaría hasta la sobre la fe, la exige, hace de ella la condición de sal-
traición; y, sabiendo esto, penetrando hasta lo más vación y de unión con él. Ha venido y habla para obte-
hondo de esas almas, de las disposiciones actuales y nerla. Quien se la otorgue, aunque sea una samarita-
futuras, difundía el divino tesoro de la Vida. na, se une a él, se hace suyo. Con quien la rechace,
El evangelista señala, en efecto, con mucha pre- aunque sea un judío y un asiduo a su ministerio, se
cisión que los que murmuraban y se retiraban eran abre un foso y la separación es definitiva. Ahora bien,
discípulos. Lo seguían habitualmente; estaban cauti- esta fe es un don del Padre a un alma. No creemos
vados por su enseñanza… pero no se habían dado; porque la razón esté satisfecha, ni porque lo ordene la
se quedaban con su razón… y era ella la que, empu- voluntad…. Creemos porque una luz divina ilumina el
jada tal vez por la decepción de los sentidos, rechaza- espíritu, porque muestra en lo que se ha dicho la pala-
ba su amor. bra de Dios y porque una fuerza interior mueve la

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY EL PAN DE VIDA

voluntad a que imponga a la inteligencia la adhesión aunque repelentes a su espíritu, merecían su adhesión
se le exige. y debían concedérsela. No se adherían, pues, a la luz
Se queda solo con los Doce. La masa se ha reti- de su razón, sino a la luz que procedía de la Palabra
rado, incapaz de esa fe y del sacrificio que implica. Ni reconocida como tal por su razón. Se adherían porque
una palabra para retenerla. Al contrario, la exigencia el Padre engendraba en ellos esa luz, la luz de su
divina se afirma cada vez más hasta la hora en que Espíritu de amor… y les llamaba por ella a que vieran
todos lo dejen, rodeado solamente de ese pequeño en el divino Maestro y en sus palabras la verdad. Él es,
grupo elegido en el que ya percibe una defección. en definitiva, quien los ponía en movimiento. De Él par-
tía ese movimiento y a Él, por la Palabra encarnada,
Juan no trata de relatarnos el sufrimiento de su
los volvía a llevar ese movimiento. Y por eso, ese
Maestro ante este abandono; refiere los hechos, anota
movimiento era la vida.
las palabras; no describe los estados de ánimo; los
deja adivinar… y su discreta relación nos hace ir más El milagro y el discurso lograban su efecto: “Para
lejos en la inmensidad que no dice. que creáis”, la fe. La obra de Dios se consumaba en
esos pocos corazones que se alimentaban de las
Sin embargo, Jesús no rebaja esta exigencia que
palabras vivificantes que la Palabra les había lanzado
le hace perder en un día todo el fruto de su ministerio
y que, a través de ellos, lanzaría al mundo. Su papel
y el beneficio de los grandes milagros. Está dispuesto
estaba cumplido; estaba contento de esa acogida
incluso a ver desaparecer a los que le quedan antes
que unos pocos elegidos le habían dado a su luz.
que rendirse: “Jesús dijo entonces a los Doce:
Parecía olvidar a la multitud de incrédulos que lo habí-
¿También vosotros queréis marcharos?”
an abandonado. Sólo una sombra, que venía del
Su Padre no le pide ese sacrificio completo. San grupo elegido, persistía: “¿No os he elegido yo a vos-
Pedro, en nombre de los Doce, hace una profesión de otros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.
fe que le consuela del abandono de la masa: “Le res- Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era
pondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tie- uno de los Doce, el que lo iba a entregar,”.
nes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
No es que los apóstoles comprendieran más que
los otros; el lenguaje de Nuestro Señor era un enigma.
No creían en la evidencia de lo que había dicho, sino
en la autoridad de Aquel que hablaba. Creían en el
Maestro en el que habían reconocido al Hijo de Dios,
a la Palabra eterna, a la Luz y la Vida. Creían que las
palabras de esa Palabra eran palabras de vida y que,

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YO SOY

LA LUZ DEL MUNDO

Jn (7,1 – 10,21)
JESÚS EN LA FIESTA DE LAS TIENDAS
(Cap. 7)

El episodio de la multiplicación de los panes, que


acaba tan penosamente para Jesús, constituye un
oasis en el relato de San Juan, rebosante del odio de
los judíos hacia el divino Maestro y de la larga lucha
que debía conducirlo a la cruz. A primera vista resulta
bastante extraño que este discípulo amado haya sido
llamado a relatar aquellas discusiones de Jerusalén,
donde el odio estalla en cada frase. El contraste entre
ese odio y el amor que tan hondamente había com-
prendido y gustado seguía profundizando en su cora-
zón la inteligencia de ese corazón que se le había
entregado por completo.

Todavía no había llegado su hora (7, 30)


La presencia del Salvador en Jerusalén se ha
hecho imposible; sus enemigos no la pueden sufrir en

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

absoluto; o desaparece o se expone a la muerte. Por odio que sabe dispuesto a matarlo. Sus hermanos no
eso las precauciones que van hasta la reserva mental tienen por qué temerlo como él. Entre ellos y el mundo
con su familia incrédula, a la que dice: “Yo no subo a no hay oposición irreductible. Con él, al contrario, esa
esta fiesta”, pero al final sube. ¿Qué términos exactos oposición es fatal. Todo en él condena el mundo. Toda
emplea para despistarlos? La fórmula citada puede su conducta manifiesta que el mundo es malo; para
entenderse para el momento en que habla… y signifi- eso ha sido enviado. Manifestarse es hacer ver ese
ca que no va con ellos en ese momento… No quiere mal y es provocar la lucha en la que perecerá. Ahora
decir que no vaya más adelante. bien, esta hora de lucha y de muerte no ha sonado
todavía. Nuestro Señor no tiene intención de sustraer-
La cuestión no tiene mucha importancia: lo que
se al peligro; cuando llegue la hora lo afrontará sin
interesa es el conocimiento de las cosas y de las
temor y lo dirá: “Mirad que subimos a Jerusalén y el
almas, es el dominio que revela y que ponen de relie-
Hijo del hombre será entregado…” (Mt 20, 18; Mc 10,
ve toda la conducta de Jesús y todas sus palabras en
33). En ese momento debe mantenerse apartado,
esa circunstancia. En el fondo, los hermanos incrédu-
hurtarse al peligro… y se queda en esa Galilea que no
los razonan adecuadamente: enviado por Dios para le comprende pero que aún le tiene estima y simpatía.
darlo a conocer al mundo, Jesús debe mostrarse.
Tiene una misión que cumplir, como lo prueban sus A estas alturas, el ministerio del Salvador, toda su
milagros: se impone la manifestación pública. No obs- persona, han cobrado una importancia extrema; y ése
tante, el evangelista señala efectivamente que no tení- es el peligro contra el que se guarda, pero no hasta el
an fe en él. ¿Qué quiere decir exactamente? Veían los punto de esconderse y callarse. Llegada la hora, apa-
recerá y hablará como si no le amenazara ningún peli-
prodigios realizados; creían que tales prodigios eran
gro. Mientras tanto, se ocupan mucho de él. Lo bus-
de Dios y significaban un papel divino… y pedían que
can; destacan su ausencia; lo discuten; lo defienden y
Jesús hiciera lo que se hace en tal caso para desem-
lo atacan. Los que lo defienden parecen ser con
peñar ese papel.
mucho los más numerosos, pero también los más
Pero la fe tiene que ir más lejos. El Maestro sigue tímidos y débiles: representan a la masa; sus enemi-
siendo el Maestro; él es el que elige sus horas y su gos son los dirigentes. Circulan apreciaciones favora-
medios; él es el único juez de lo que tiene que hacer y bles por la masa, pero no se atreven a expresarlas en
de las circunstancias. Y eso es lo que les explica con voz alta.
su longanimidad habitual, a vez serena y nítida, que no En mitad de la fiesta, se presenta y se pone a
trata de herir ni de atenuar la verdad. enseñar. Enseña como maestro, y esa enseñanza se
No ha llegado su hora. Se trata de su hora de hace notar vivamente. Llama la atención el profundo
morir; sabe que quieren desembarazarse de él. Ahora conocimiento de las cosas de las que habla, que no se
bien, subir a Jerusalén es ir a la muerte, es desafiar un adscribe a ningún estudio ni escuela. Lo ha querido

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

para dar a conocer la relación secreta que lo explica Sus enemigos, con la clarividencia del odio, no
todo. Así, de entrada, llega a lo que constituye el fondo se equivocan al respecto. Su misión doctrinal se
y el tema habitual de esa enseñanza original, tan nueva sustenta en su amor por Aquel que lo ha enviado:
y cautivadora, que lo sitúa aparte y por encima de los no hay doctrina propia porque está completamente
demás: “Quomodo hic litteras scit cum non didicerit? a la disposición, a las órdenes y entre las manos del
Respondit: Mea doctrina non est mea, sed ejus qui Padre que lo envía. No quiere que en él se vea ni se
missit me”. Hallamos aquí las fórmulas de los discursos halle nada que no sea del Padre; pues él no es sino
precedentes: “El Hijo no puede hacer nada por su por Él y en Él; todo lo que se apartara de Él no sería
cuenta, sino lo que ve hacer al Padre”. Con ese mismo y lo condenaría por el hecho mismo.
espíritu, los apóstoles dirán posteriormente: “Vivo ego, Sus enemigos – y todo hombre en general – dis-
jam non ego”. El “ego” desaparece en el amor. Todos ponen, pues, de un medio sencillo y seguro de juzgar
son y viven unos en otros, unos para otros: los após- su enseñanza. No tienen más que ver si en su doctri-
toles en Jesús y para Jesús, Jesús en su Padre y para na hay algo – por poco que sea – que esté en confor-
su Padre: “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha midad con la enseñanza divina y las voluntades divi-
enviado y yo vivo por el Padre, también el que me nas. Esa conformidad es el criterio infalible. Pero sólo
coma vivirá por mí”. Es ese tema que se desarrolla en lo tienen aquellos que hacen lo que Dios quiere. Pues
el magnífico final del capítulo XVII de San Juan, donde sólo ellos lo conocen y pueden poner ese conocimien-
el divino Maestro ora para que sean unos en otros: to frente a lo que dice Jesús para juzgar esto por
“Para que sean perfectamente uno (consumati in aquello.
unum)… Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos Jesús quiere que lo juzguen sobre esta base y
también sean uno en nosotros… y el mundo conozca mediante una regla que precisa con estas palabras:
que tú me has enviado y que los has amado a ellos “El que habla por su cuenta, busca su propia gloria;
como me has amado a mí”4 . pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese
La fórmula de este discurso no excluye que haya es veraz; y no hay impostura en él”.
una doctrina; establece solamente que esta doctrina
le viene de Aquel que lo ha enviado y que habla por él. *
Su fin a esas alturas de su ministerio, es establecer su
misión divina, vincularse a su Padre, darlo a conocer
en todo lo que dice y hace. Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba (7, 38)
El último día de la fiesta, el más solemne, su voz
4
Aquí Dom Augustin cita de memoria o, más bien, evoca, los se alza de nuevo para explicar el inmenso misterio: “Si
temas en lugar de tratar de citarlos literalmente. alguno tiene sed, venga a mí, y beba; el que crea en

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de Pero aún no había sonado la hora de la gran efu-
agua viva”. sión espiritual. Antes era preciso que la revelación del
Entre esta palabra del último día grande de fiesta Hijo, la manifestación de su palabra y la de su vida, la
y las almas que lo escuchaban existía una armonía manifestación del movimiento íntimo que animaba
profunda. Tenían sed de verdad. El mundo judío de todos sus actos y lo conduciría a la muerte, mostra-
sen al mundo ese Espíritu, el Espíritu que lo unía a su
aquella época estaba sediento de verdad y de vida.
Padre, que el Padre se lo comunicase eternamente y
Jesús lo sabía, lo veía con total claridad: leía en aque-
que se comunicase a la Humanidad Santa para darse
llos corazones la inmensa necesidad que tenían de él,
a conocer a los hombres: este Espíritu lo expresaría el
y él les hacía oír las palabras que podían tranquilizar-
Hijo encarnado ante los hombres y luego, una vez
los. La promesa, que en él habla de hambre y del pan
vuelto al seno de su Padre, se lo enviaría a ellos para
que la sacia, o de sed y del agua que la calma, es
arrojar luz sobre su Revelación.
siempre la misma. Él ofrece la vida, entonces podrán
comer y beber hasta hartarse. Él es ese pan, es esa Aún no estaba hecho. En el punto de su relato en
agua. Para conseguirlos, basta con que vengan a él. que se halla es algo futuro; Juan lo conoce ahora que
Pero hay que venir, y venir es creer: “El que crea en mí, ya está realizado, pero se acuerda de que la palabra
de su seno correrán ríos de agua viva”. pronunciada entonces le había resultado oscura y de
que no tenía el sentido tan rico que quedó desvelado
La fe pone en el corazón ríos de agua viva. Esa más adelante. Piensa en la etapa intermedia que sepa-
agua viva es el amor. El discípulo amado que tanto vivió raba de ese momento la efusión prometida; le da a esta
y comprendió esta palabra nos avisa para que no nos etapa su verdadero nombre, el nombre del que se sir-
equivoquemos; y explica con una frase el carácter futu- vió Jesús desde entonces, pero sin explicarlo: “Todavía
ro de la fórmula. En el momento en que Jesús la pro- no había sido glorificado”. No se trata solamente de la
nunciaba, los apóstoles ya tenían una fe verdadera en entrada en la gloria tras la prueba, sino también de la
su Maestro, pero no obstante la ola divina aún no los prueba unida a la gloria. Jesús las ha ligado íntimamen-
anegaba: “Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban te y quiere que hagan como él. En su Pasión y Muerte
a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había es donde aparece el resplandor del Hijo, donde se
Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado”. manifiesta a todos; pensando en ello, escribía San Juan
El discurso tras la Cena repetirá, pondrá a punto en su prólogo: “Y hemos contemplado su gloria, gloria
esta enseñanza de importancia primordial sobre el que recibe del Padre como Hijo único” (Jn 1, 14). Pero
Espíritu y la hora en que descenderá. Jesús lo prepa- para ver ese resplandor, es necesaria la luz del Espíritu.
ra con ese grito que parece como escapársele ante Y en el punto del relato evangélico en que nos hallamos
esa multitud en la que hay tanta fe que germina y tanta aún no estaba presente.
oposición a su crecimiento.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

* aceptar que el Mesías saliera de una provincia inferior


y despreciada. Para ellos, la Redención debe hacerse
Esta última frase, que parece cerrar el discurso en la gloria humana y conducir a ella; para Dios, en la
de esa fiesta, provoca en las masas una división de humillación terrenal hasta el fin de los tiempos. He ahí
opiniones aún mayor con respecto al Salvador. Para el conflicto irreductible, que va a continuar.
unos es el Cristo, para otros, un profeta, el gran pro-
feta esperado; otros, en fin, que no pueden conciliar
lo que dice con las Escrituras, siguen sumidos en la
duda.
Algunos – probablemente los representantes de
los jefes – querrían echarle mano, ejecutar las órdenes
recibidas. Prácticamente nadie se atreve a ello. Los
guardias enviados vuelven con las manos vacías, con-
mocionados por esa palabra que debía de tener una
prestancia única: “Jamás un hombre ha hablado
como habla ese hombre”. No dan más detalles… y
ahí, una vez más, como en el caso de la belleza física
y todo lo exterior, tenemos que conformarnos con
conjeturas; o mejor aún, hacer como Jesús mismo,
desinteresarnos de ello para mejor penetrar y contem-
plar la belleza de dentro y esos dos trazos que forman
su fondo: “Manso y humilde de corazón”.
En definitiva, las masas están conquistadas;
todas las almas sencillas se abren, si no a la verdad,
que les viene muy grande, al menos a Aquel que la
anuncia.
Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, al
contrario, se sumen en una hostilidad que ya nada
podrá desarmar. Cualquier adhesión los irrita, prepara
y precipita las supremas decisiones.
El gran argumento de esos irreductibles es el ori-
gen galileo de Nuestro Señor. Los judíos no podían

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JESÚS, LUZ DE VIDA
(Cap. 8)

Al atardecer de la dura jornada que pone fin a la


fiesta de la Escenopegia, Nuestro Señor llega al Monte
de los Olivos, que Juan nombra por primera vez.
Probablemente era allí donde pasaba las noches
cuando estaba en la ciudad santa.
Al día siguiente reaparece en el templo, sin preo-
cuparse de la creciente hostilidad. La hora de la pru-
dencia ha pasado ya; ahora se enfrenta al peligro que
unos días antes lo había tenido apartado. El evange-
lista no trata de explicar el hecho; sólo relata; prosigue
este relato sencillo y en apariencia indiferente, donde
encontramos sin cesar las locuciones que enlazan las
frases y los pensamientos de un cuentista popular,
analfabeto, pero tan apasionante como el más hábil
de los narradores.
Así mismo el pueblo vuelve a ocupar su puesto,
pendiente de los labios de ese hombre que no tiene
cultura alguna y que habla como jamás ha hablado un
hombre.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

Le llevaron una mujer sorprendida en adulterio (8, 3) Frente a esa mujer culpable, horriblemente humi-
También reaparecen los fariseos, esta vez en llada y que debe sufrir el martirio, y de esos hombres
compañía de los escribas: pues se trata de discutir un sin corazón que sólo piensan en su odio so pretexto
punto de la Ley y ver cómo la observa Nuestro Señor. del celo, él, que sabe el secreto de las conciencias y
Le llevan a una mujer sorprendida en flagrante adulte- las conductas, restablece esa verdad.
rio; la Ley la condena a la lapidación. ¿Qué hará el Esa verdad, ante todo, es que por encima de la
Maestro, al que se le reprocha no observar las viejas Ley que castiga las faltas conocidas está la justicia del
prescripciones mosaicas? ¿Va a seguir en su posición Legislador que fustiga las culpabilidades enmascara-
de reformador? Jesús, tanto en su enseñanza como das so capa de virtud. Ése era el fondo de la revolu-
en su práctica, seguramente había dejado traslucir su ción que él venía a realizar. Entre las manos de sus
reprobación de ciertos rigorismos legales. Sus enemi- enemigos, toda la religión se había hecho externo;
gos lo sabían; preveían una solución de indulgencia y sólo se mantenían las prácticas; el estado de las
tenían listos sus argumentos para condenarle ante el almas no contaba para nada. Toda la relación con
pueblo. Pero no preveían la manera tan desconcertan- Dios dependía de observancias legales y de ritos
te en que se daría la solución ni la nueva derrota que superficiales que habían ocupado el puesto del amor.
los esperaba. El Maestro lo sabía todo, lo había pre-
visto todo y realizaba su plan de misericordia que se El Dios que es Espíritu, Espíritu de amor, movi-
revela en la tierra, de verdad y de justicia que desvía miento que se da, en el que no hay superficie, sino
todos los ataques y se sirve de ellos para iluminar. una profundidad infinita, un Ser todo él en profundi-
dad y por dentro, donde relaciones únicamente inte-
Para empezar, ni siquiera responde; incluso pare-
riores ponen a tres Personas en posesión de ese
ce desentenderse de la acusada y del montaje en el
mismo Ser que se comunican sin reserva y sin fin,
que ella no es más que un personaje puesto en primer
donde no hay más que Luz igual al Ser, idéntica a él,
plano, pero secundario al fin y al cabo. El drama es
donde una ve todo lo que ve a otra, donde las tres se
entre sus acusadores y el Maestro interrogado, que se
unen en esa visión que es la visión de su amor, donde
inclina y escribe en la tierra. ¿Qué escribe? ¿Por qué
esa unión que no es sino una con su visión y que con
lo escribe?
ellas mismas es su visión eterna… ese Dios estaba
También sobre este punto, sin preocuparse de lo ausente por completo de esos corazones donde rei-
que alimentaría la curiosidad – una curiosidad, no obs- naba el odio.
tante, muy viva y totalmente legítima – el Evangelio
guarda silencio. Se atiene a los hechos fundamentales A ello se añadía otra verdad que era consecuen-
que ponen en su sitio a los hombres y las cosas, en la cia de la anterior: es la indulgencia sin límites para con
verdad verdadera, la suya. las faltas reconocidas y los humildes arrepentimientos.
Al crear, Dios quiere prolongar hasta nosotros ese

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

amor que es su ser y su vida; quiere darse. Ha hecho sociedad no sabe esto… o muy raramente. Los hom-
criaturas racionales para que puedan responder a ese bres que la componen no ven sino la superficie; no
amor, darse como Él se da, reproducir ese don de sí van hasta dentro, donde se esconde el amor. Pero
mismo y mostrar dándose la gloria de Aquel que los Dios sí ve esos adentros y sabe si la indulgencia le
ha creado a su imagen y semejanza. Sumidas en la devolverá un alma en concreto o bien si tendrá que
materia que es egoísta e impenetrable, atraídas por el usar el rigor.
Amor que se propaga a su espíritu, se someten a una
Jesús tiene esa mirada que penetra más allá de lo
prueba que puede orientarlas a Dios o desviarlas de
que descubren los hombres y de lo que sus juicios
Él. La prueba dura algún tiempo, el tiempo de hacer
pueden prevalecer contra la Ley. Eso es lo que expli-
pasar a esa parte inferior la perspectiva del Espíritu.
cará detenidamente – y con tanto vigor – después de
Esa perspectiva debe encarnarse. La operación
absolver y transformar a la pobre mujer culpable.
puede exigir retoques; ciertas materias ofrecen resis-
tencia y sólo ceden tras reiterados golpes. El artista La absuelve, la perdona, pero ya curada: “Vete, y
infinito lo sabe, conoce esas naturalezas que ha no peques más”.
hecho, cuyo diseño ha trazado con amor y cuya con-
quista ha aceptado hacer poco a poco. Sus caídas no *
le desaniman; tiene preparadas las puestas en pie y
las reanudaciones. Siempre y cuando conserven la fe
en él, el trabajo se realizará. Ese trabajo es el trabajo Yo soy la luz del mundo (8, 12)
del Espíritu que se da a ellas y les enseña a darse.
Los acusadores de la mujer adúltera se han ido
La mujer adúltera, de pie, pero destrozada, repre- yendo uno a uno bajo el peso de la acusación divina
senta a los ojos del divino Maestro una de esas resis- que, escrita o no sobre la tierra, les hacía olvidar el
tencias que no se espiritualizan más que poco a poco. miedo. Pero el grupo de los enemigos del Maestro
Ha cedido a sus apetitos de la carne. Para reprimirlos, sigue ahí, compacto y cada vez más sañudo, y la
la Ley ha previsto un castigo ejemplar. Este castigo se lucha continúa.
impone en general a título de ejemplo para el bien
Jesús reanuda, pues, la explicación de sus rela-
social y Nuestro Señor no pretende condenar dicha
Ley, como tampoco quiere destruir la ley del descan- ciones con su Padre que constituyen el objeto de su
so sabático cuando cura o resucita el día del sabbat. predicación y que son su razón de ser. Las presenta
Pero la Ley no suprime el corazón; es la ayudante del bajo un aspecto que no es nuevo, pero cuya expre-
amor, no se opone a él. El amor sigue siendo el fin; si sión se concreta: “Yo soy, dice, la luz del mundo”.
obtiene sus derechos sin el medio, por sus propias La idea de la luz, de las tinieblas que el pecado
vías, la represión es inútil y debe desaparecer. La había extendido y que el Salvador debía disipar,

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

recorre el Antiguo Testamento. La divina palabra, Él ya ha respondido. Pero no se cansa de hacer-


pues, queda inmediatamente apresada por ese odio lo una y otra vez, por la importancia que reviste la
que la rodea, que representa precisamente las tinie- cuestión. Su testimonio no tiene ese carácter personal
blas y para el que representa el enemigo mortal del que le reprochan. El reproche está fundado en apa-
que hay que librarse a toda costa. Al pronunciarla, riencia para quien no ve más que la superficie de los
Jesús se presenta como el Mesías esperado. Viene seres. Es cierto que quien habla es él y que habla de
a iluminar la tierra que, tras la falta, ha quedado sí mismo. Pero es igualmente cierto – y eso es lo que
sumida en una sombra de muerte. ha venido a anunciar y a revelar a los hombres – que
¡Sombra de muerte! ¡Expresión tan bella como en él mismo hay también otro. “Porque no estoy yo
verdadera! Pues la luz forma un todo con la vida; es, solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre”. La rea-
lidad total de la que está constituido, en la que hay
como la vida, el movimiento del Ser que se da él
que creer y unirse por la fe, y en cuya unión se halla la
mismo a sí mismo para conocerse en la claridad de
vida, es esa presencia en él del Padre que es su vida
ese don, que se ilumina dándose, que se muestra lo
y cuyo testigo se hace.
que él es.
En ese momento Jesús deja de lado la idea del *
don de sí mismo que une los otros dos; la revelará a
su hora, y esa hora aún no ha llegado; insiste en la Estas últimas palabras de Jesús, aunque no expli-
idea de luz y de vida – o más bien, de luz que es vida. can lo inexplicable, iluminan no obstante la profundi-
E invita a los que lo escuchan a entrar en ese movi- dad en la medida en que puede hacerlo la palabra
miento de la claridad que es su vida y que ha venido humana. La explican como los filósofos cristianos lo
a ofrecerles: “El que me siga no caminará en la oscu- harán posteriormente en largas disertaciones… pero la
ridad, sino que tendrá la luz de la vida”. explican en una línea cuya inmensidad no rebasarán.
Ese rayo, que después de tantos siglos de “Sé de dónde vengo y adónde voy”. Este conoci-
oscuridad debería haber sido tan grato, hiere las miento es el vínculo que lo une al Padre y que lo cons-
almas cerradas de sus enemigos. Sienten por instin- tituye; prolonga en la Humanidad Santa la relación
to la oposición irreductible. Esa luz que se ofrece eterna por la que el Padre lo engendra y por la que,
condena sus tinieblas que se encierran en el egoís- amado por el Espíritu que hace que el Padre se dé a
mo y el interés. él, él se da a sí mismo al Padre, para ser imagen per-
Jesús no insiste en esa frase. Los sigue a su terre- fecta y reproducir lo que Él hace.
no porque ello le permite continuar con su tema favo- Jesús no tiene más actividad que esa; sabe, ve,
rito: “Tú das testimonio de ti mismo – le dicen: tu tes- contempla sin cesar a ese Padre del cual viene, al cual
timonio no vale”. va; lo contempla a partir del seno donde el Amor lo

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

engendra y lo guarda; no sale de él; es su morada; a todos los que la reciban: “Ha dado el poder de
todo se le aparece, todo lo observa, lo aprecia, cono- hacerse hijos de Dios a todos los que lo reciban”.
ce y anima a partir de ahí, en esa luz donde reside y
que es su vida. Invita a los hombres a unirse a él ahí; *
no ha venido, no habla, no actúa, no vive más que
para eso y de eso… Pero sus enemigos no compren-
den. Juzgan a partir de otra claridad “secundum car- Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba (8, 23)
nem”, la claridad de la carne que se opone a la del
Jesús, ya desde antes de la Escenopegia, vive
Espíritu.
pendiente de la amenaza de muerte cuyo movimiento
Por eso ellos no lo “saben” y no conocen a Aquel sigue implacablemente en el corazón de sus enemi-
cuya imagen él es: “No me conocéis ni a mí ni a mi gos. Para que éstos sepan hasta qué punto está al
Padre”. No saben ni de dónde viene ni adónde va. No tanto de sus proyectos y para que, sabiéndose des-
saben más que las sombras que el Padre ha extendi- cubiertos, no sigan adelante en su empeño, Nuestro
do aquí abajo para manifestarse. Las toman por la Luz Señor no cesa de revelar ese pensamiento secreto
verdadera a que ellas deben conducir; se quedan ahí, que aún lo mantiene enmascarado. Y lo hace en los
y ellas son para ellos “sombras de muerte”. mismos términos que anteriormente: “Yo me voy y
Eso es lo que tan magníficamente anuncia San vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado.
Juan en su Prólogo; eso es lo que el propio Maestro Adonde yo voy, vosotros no podéis ir”.
explica a Nicodemo de noche, luego a la Samaritana, Los judíos comprenden esta vez que la región
sustituyendo, delante del pozo de Jacob, el símbolo adonde va es el más allá y que irá por el camino de la
de la luz por el del agua, y por último a los judíos de muerte. Pero no se atreven a confesar que los instru-
Cafarnaúm tras la multiplicación de los panes al hablar mentos de esa muerte serán ellos. El odio tiene miedo
de ese nuevo símbolo, el pan. de la luz; por eso Jesús, divina Luz, saca a la Luz sus
El pensamiento único – único como la realidad a intenciones.
la que corresponde – se reviste de vestimentas varia- Ellos le atribuyen esas intenciones; fingen com-
das, para hacerse más accesible y penetrar en más prender que él mismo se quitará la vida. Pero él no los
almas; pero sigue siendo fácilmente reconocible, muy sigue por esa vía que lo desviaría de su objetivo.
simple, como todo lo que es profundo y uno. Entiende conducir la discusión lo mismo que conduce
Revela que la misteriosa luz del Amor que Dios su vida. Actúa, en todo esto, como el Maestro que
porta, que engendra en su seno infinito, está ahí, dis- dirige hombres y cosas a su gusto, aunque lo contra-
puesta a revelar ese misterio y a hacer entrar con ella digan y combatan.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

Palmo a palmo, sus enemigos se defienden. A haber producido, aunque misteriosa igualmente, un
sus afirmaciones ellos oponen sin cesar nuevas pre- efecto totalmente diferente: “Cuando hayáis levantado
guntas: “¿Quién eres tú?”. al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y
Él se lo ha dicho cientos de veces; ellos lo saben; que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo
comprenden; pero se niegan; se atrincheran cada vez que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y
más en una incredulidad que el odio engendra y des- el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado
arrolla… y hace incurable. Una vez más, con fórmulas solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.”
nuevas – y de una profundidad que parece crecer a Esta declaración provoca una explosión de fe.
cada ocasión – él responde: “Yo, el que os habla, soy ¿Se trata únicamente de esas últimas palabras? ¿O
el Principio… soy el que oye lo que él dice en sí de toda la serie de discursos? ¿O del diálogo que él
mismo, la Palabra que lo expresa y que él pronuncia indica “Jesús les dijo otra vez…” (8, 21-29)? Es difícil
para conocerse… y he venido a expresar esa palabra saberlo.
y ese principio al mundo… lo que le he oído a él es lo La cuestión se complica aún más cuando lo que
que hablo al mundo. se refiere inmediatamente después es una nueva dis-
Si a la complicación natural de nuestro ser com- cusión en la que los espíritus se mantienen muy dis-
puesto de materia y espíritu se le añade el odio, tantes y los corazones herméticamente cerrados.
entonces viene la oscuridad total. Por eso los enemi- A esa libertad de estilo del evangelista debemos
gos de Jesús no entienden nada de lo que les dice: esas declaraciones repentinas en las que tanta doctri-
“No comprendieron que les hablaba del Padre”. na profunda se mezcla con la ternura inefable de las
¿Qué quiere decir Juan, que no comprenden esa relaciones de la vida divina. Son relámpagos en la
relación o que la comprenden pero no la admiten? noche de esas discusiones y de esas almas guiadas
¿Quiénes son ésos de los que habla en ese punto? por el odio. Cuando se le pregunta directamente por
Ésos de los que dirá unas líneas más abajo: “Muchos su origen y por sus relaciones con su Padre, entonces
creyeron en él”, o sus apóstoles, que creen sin com- brillan esos relámpagos.
prender y a los que más adelante dirá: “¿Tanto tiempo En el Cenáculo, tras la Cena, después de la repe-
hace que estoy con vosotros y no me conocéis? ¿No tición mística del sacrificio e inmediatamente antes de
creéis que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?” consumarlo, retomará su declaración y dirá a los
(Jn 14, 9-10), o sus enemigos, que quedan descon- suyos: “Ha llegado la hora de mostrar al mundo que
certados por la misteriosa respuesta a su pregunta: amo a mi Padre y que hago todo lo que él me dice”.
“¿Quién eres tú? – Soy el Principio… y hablo”. En
resumen, la reflexión se les puede aplicar a todos *
ellos. Y del mismo modo la que sigue y que parece

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

Entonces sabréis que Yo Soy (8, 28) La verdad os hará libres (8, 32)
Esta unidad en la enseñanza evangélica es extre- En esa morada donde residen, donde se dicen la
madamente sorprendente cuando se penetra en ella: misma palabra, donde esa palabra es su luz y su vida,
se limita a dos o tres ideas que se repiten sin cesar y la vida eterna, en esa palabra que es su morada, esa
que poco a poco se iluminan, se funden y por fin se luz y esa vida, en esa verdad conocida y vivida que
convierten en un acto único: la muerte por amor, el hace los verdaderos discípulos, hallamos la libertad.
don total de sí mismo, el sacrificio de toda una parte La verdad es liberadora: “La verdad os hará libres”.
de sí mismo para manifestar su amor, que es el amor Libera de todo vínculo; por eso hace la unión que las
y la luz del Padre, para darse a conocer desde este cadenas impiden. Esas cadenas deben caer; los judí-
ángulo profundo y dar a conocer a Aquel cuya Imagen os no pueden ir adonde va él porque están encadena-
es y que se revela en él. dos: “Adonde yo voy, vosotros no podéis ir”.
La unidad en la enseñanza se basa en la unidad La Palabra eterna habla en ese momento para
en la vida, mientras que la unidad en la vida tiene su liberar a los que la oigan. Él es la Palabra de la Verdad
origen en la unidad del Principio que la engendra. Por a la que hay que unirse, la Palabra que dice lo que es:
eso dice: “Yo, el que os habla, soy el Principio”. No “¡Es! ¡Es!” (2 Cor 1, 18-19; Sant 5, 12) y que libera de
dice que él sea el único principio, puesto que habla de la mentira. Ataca la mentira en su raíz, en su declara-
Aquel que lo envía; solamente dice que forma un todo ción que nos engañó en el paraíso terrenal y nos enca-
con Él, que es principio con Él y en Él. Siempre la uni- denó a la criatura.
dad… la unidad en el amor, en una actividad tan sumi- Si lo recibimos, si entramos en él, si le escucha-
sa, tan ordenada y “uniformada” que siempre es exac- mos y guardamos, si tenemos la dicha de acoger lo
ta y perfectamente única y la misma. que dice y hacemos de ello nuestra morada, la mutua
Esta unión es continua; no sería la vida si no fuera morada donde permanecemos con él y donde él per-
continua. Nuestro Señor insiste, vuelve sobre este manece con nosotros, la voz de los bienes de la tierra
punto, para aquellos a quienes su palabra ha penetra- se extingue, ya no nos afecta, ya no nos arrastra a la
do y conquistado. Conquista ¡ay! muy superficial y mentira de lo que no es… Conocemos lo que somos,
poco duradera, a merced de la menor dificultad; ver- nos damos a lo que somos, nos convertimos en lo
dor de una mañana, planta sin raíces que un golpe de que somos, no somos más que uno con el Ser y pro-
viento seca y arrebata. bamos su independencia con respecto a todo lo que
Él hace, somos libres con la libertad de los hijos de
Dios (Gál 4, 31).
*
Ésa es la libertad que Jesús viene a devolver a los
hombres. Ahora la anuncia con palabras; en la cruz la

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

manifestará definitivamente con hechos. Entonces descendencia de Abraham y nunca hemos sido escla-
veremos, en su renuncia y su menosprecio de todo lo vos de nadie”.
creado, lo que vale ese creado para un hijo de Dios, y El divino Maestro sí se explica esta vez. No quiere
cómo hay que tenerlo en cuenta, y cómo, de las dos que lo crean bajado a ese terreno de la política que no
voces que reclaman el dominio y la dirección de nues- es el suyo: la esclavitud de la que habla, la única de la
tra vida, el Hijo único elige una y se une a ella. que se preocupa, es la esclavitud del pecado. Un
Por eso la muerte en la cruz será la demostración alma que peca se hace esclava suya; se somete a un
suprema de esa vida; será la puesta en práctica de amo que no tiene derechos sobre ella.
todo lo que haya dicho y la última palabra de todo lo Ella es hija de Dios; le pertenece y no pertenece a
que haya hecho. Veremos que a la hora de volver a su nadie más que Él; pero tiene la facultad de darse a
Padre y para realizar ese regreso lo deja todo; com- quien quiera; si se da a Dios, es libre: tiene la libertad
prenderemos cómo, siguiendo su ejemplo, tenemos del niño en la familia; la casa del Padre es su casa, los
que dejarlo todo para entrar en él y vivir allí con él, “in derechos y los bienes de su Padre son sus derechos
sermone meo”, y oír allí el divino coloquio del Padre y sus bienes; todo es de ella, está a su disposición;
que allí habla sin cesar y del Hijo que repite sin cesar todo es común; el Padre y el Hijo sólo son uno, lo que
esa palabra, y participar en la dulzura de esa unidad, es de uno es del otro, y la vida se desarrolla en la uni-
en la verdad y el amor. dad del amor.
Si se da al pecado, se separa de ese Padre, se va
* de esa casa, pierde sus derechos; cae bajo el domi-
nio de un amo que no tiene ni amor, ni casa, ni dere-
Menos que nunca sus oyentes siguen a Jesús a
chos que darle. Sólo puede y quiere someterla, arran-
esas alturas. Siguen encerrados y encadenados en
carla a los bienes que ha perdido, arrastrarla a su
sus estrechos puntos de vista. La verdad que los libe-
esclavitud y su suplicio. Ésa es la servidumbre bajo la
raría los hiere, levanta sus protestas y la discusión se
que gime el mundo desde la falta original.
reanuda. Y se reanuda porque se hallan en terrenos
completamente diferentes y hablan idiomas diferen- El Hijo único del Padre ha venido a liberarla de esa
tes: el acuerdo es radicalmente imposible. Jesús falta… y se ofrece. Tal es el objetivo de ese esfuerzo
habla de libertad de alma, de desprendimiento y de que prosigue ante nosotros, tan paciente y duramen-
independencia con respecto a las criaturas; ellos no te, y que desconocemos: “Si, pues, el Hijo os da la
piensan más que en la libertad política de su país. Esa libertad, volveréis con él a la casa del Padre y allí os
libertad, por cierto, la perdieron hace tiempo; pero no quedaréis para siempre con él en la libertad y la paz”.
quieren admitirlo. La frase de Jesús “La verdad os Desgraciadamente, tal lenguaje, tan apasionante
hará libres” levanta sus protestas: “Nosotros somos como es, no es comprendido. “No prende”, dice él en

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expresiva frase que ha perdurado. No cala en la tierra he salido de Él… soy su Palabra, y lo que os digo es
de sus almas endurecidas por el odio y cerradas a la esa palabra que resuena sobre la tierra. Vosotros no
luz del Amor. Hijos de Abraham, sí, lo son por la san- aceptáis esa Palabra, queréis matarla porque no sois
gre; pero por el corazón son hijos de aquel que es de Él. No la reconocéis, porque otra palabra resuena
homicida desde el principio y por eso quieren su en vosotros, se engendra en vosotros, os anima, os
muerte. Ahí está la oposición entre ellos y él, en ese comunica el espíritu de otro padre. Vosotros sois de
origen. El padre de ellos y el Padre de él son enemi- vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos
gos irreconciliables: “Yo hablo lo que he visto junto a de vuestro padre. Este era homicida desde el princi-
mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis aprendido pio. Se halló delante de la verdad; habría podido que-
de vuestro padre”. darse allí y ella se habría engendrado en él, pero no
Estallan las protestas con redoblada violencia; es supo mantenerse y ella no está en él”.
de comprender. Pero al divino Maestro no le causan
temor. Por manso y humilde de corazón que sea – o, *
más bien, porque es manso y humilde de corazón –
dice lo que es, claramente, en voz alta, sin preocupar-
se de la impresión causada ni de las consecuencias: Es mi Padre quien me glorifica (8, 54)
“Nuestro padre es Abraham”, dicen ellos. “Entonces, Con un orgullo que parece ir creciendo, Jesús
haced las obras de Abraham”, replica Jesús. lanza el famoso desafío que, en el marco de esta dis-
La filiación está en el espíritu y se traduce en los cusión, adquiere su significado exacto: “¿Quién de
hechos. Abraham oyó la voz de Dios y la obedeció. vosotros puede probar que he cometido pecado?”
¡Que ellos hagan otro tanto! La voz de Dios resuena El pecado del que se trata es el pecado contra la
ante ellos por su boca; que la escuchen, y serán hijos verdad; y la verdad es la perfecta repetición del Padre
de Abraham cuyas obras harán, e hijos de Dios cuya por el Hijo, su unidad en el mismo Espíritu de amor.
palabra se engendrará en ellos. Así pues, el pecado es una deformidad, una deseme-
Pero Nuestro Señor, en este terreno capital – janza entre ellos, una laguna, una carencia cualquiera
cuanto más avanzo, más constato que no es sólo en la perfecta unidad. Si Jesús dice una palabra o
terreno capital, sino terreno único, y que no puede no tiene un pensamiento, un acto, un movimiento interno
ser único de tan profundo como es – quiere llegar a las o externo que no esté en el Padre, comete pecado.
declaraciones más formales y claras. Quiere inculcar- ¿Quién puede acusarle de ello? Ése es el desafío que
las… si no en esas mentes cerradas, al menos en nadie ha aceptado.
todas las que le sean accesibles. “Si Dios fuera vues- Sus enemigos no tratan de hacerlo. Ellos conde-
tro Padre, me amaríais a mí, porque yo vengo de Él; nan a priori… y, en su impotencia para proseguir la

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discusión, llegan a las injurias. Un poco más y llegarán idea. Para ellos, todo el proyecto divino está cercado
a los golpes. Le tildan de “samaritano” y de “poseso por el régimen del que viven. La idea de un Salvador
del diablo”. No disponían de insultos más graves; se que lo renueve sin destruirlo, que lo prolongue y refor-
van a los extremos, como los que no tienen razón y a me si le es preciso, no tiene cabida en su espíritu. No
los que la pasión arrebata. han comprendido nada de esa Ley a la que apelan, de
esos antepasados que no eran sino anuncios, de las
* Escrituras que preparaban a ese Salvador.
Así pues, oponen a Jesús esos antepasados, y
Jesús no insiste; no defiende su honor; deja a su esa Ley, y esos Libros sagrados que lo son todo para
Padre el cuidado de hacerlo, al igual que su Padre le ellos: “Abraham murió, los profetas también, y tú
ha confiado el cuidado de procurar su gloria. “Pero yo dices: «El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás»”.
no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga”. Y Eso sería suponerse más grande que aquellos
con una frase vuelve a decir – pues no ha dejado de grandes personajes que Dios llamó consigo; es algo
decirlo en todas sus conversaciones – en qué consis- que no pueden aceptar.
te esa gloria. Su gloria es difundir la vida que está en
Pero Jesús se debe a sí mismo el decirlo, y no
el seno del Padre, que el Padre le transmite eterna-
duda en repetir su palabra tras haber precisado una
mente con su Espíritu de amor y que él ha venido a
vez más su posición exacta ante Dios. No se cansa de
revelar a los hombres, para que se unan a él y vivan
hacerlo. Ha debido de hacerlo con mucha más fre-
para siempre. “En verdad, en verdad os digo: si algu-
cuencia de lo que cuentan los Evangelios.
no guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás”.
“Vuestro padre Abraham se regocijó; se elevó por
Esta afirmación ha penetrado en el alma de
encima de sí mismo, por encima de su tiempo y de su
Nicodemo y allí germinará silenciosamente hasta el
propia vida para entrever por la fe el día en que yo ven-
momento en que haya vencido sus vacilaciones y su
dría a pronunciar esta palabra; lo vio y ello fue la mayor
timidez de casta; ha conquistado y eleva el alma
alegría de su vida”.
extraviada, pero sencilla y directa de la Samaritana; ha
ganado el alma de las masas galileas que han retroce- Esta declaración, que a nosotros nos resulta tan
dido ante el escándalo de comer su carne, pero que sencilla y clara, acaba de encrespar los ánimos.
han creído que de él podían esperar la vida; ha dete-
nido a los ministros del Sanedrín enviados a prender-
lo y que han dicho: “Jamás un hombre ha hablado
como habla ese hombre”. Pero los dirigentes, los fari-
seos aferrados a sus observancias y los príncipes de
los sacerdotes a sus intereses, no se abren a esta

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YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS…
YO SOY EL BUEN PASTOR
(10, 1-21)

Jesús nos mantiene siempre y se mantiene a sí


mismo en la analogía. ¿Qué va a hacer si no, si es la
Verdad misma y se dirige a las sombras?

*
El buen pastor es la luz que se da. Apacienta a
sus ovejas iluminándolas. Los buenos pastos adonde
las conduce son pastos de claridad; su voz es la pala-
bra que la difunde…
Los que quieren entrar en ese redil y pastorear
esas ovejas sin derechos ni poderes son los fariseos.
Les falta, con respecto a las ovejas, hablar su lengua-
je, el lenguaje que ellas entienden y siguen, el lengua-
je del buen Pastor. Ese lenguaje es el amor, es el don
de sí mismo.
Los fariseos sólo piensan en ellos mismos. La
revelación del divino Maestro pone en peligro la

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

influencia que ejercen; luchan contra él para conser- El problema viene de que, frente al buen pastor,
varla. Les traen sin cuidado las ovejas, su vida, su Nuestro Señor pone a un tiempo al salteador, al pas-
bien; bien puede el demonio atacar el rebaño, que tor intruso cuya voz no conocen las ovejas, al lobo
ellos no lo defenderán. No defienden más que su pro- depredador y al asalariado. Las relaciones entre el
pio bien. De ahí su estrechez con respecto a las almas buen pastor y cada uno de éstos son evidentemente
judías a las que abruman de prescripciones, y con res- muy diferentes unas de otras.
pecto a otras almas, las almas paganas, a las que no El salteador no penetra por la puerta; ataca por el
quieren acoger en el redil. muro o la empalizada; no tiene ningún derecho; sólo
Con los ojos fijos en su Padre, sin ver más que a viene a robar y matar. Sus relaciones con el rebaño,
Él, sin querer otra cosa que reproducirlo para que sea pues, están muy claras: son relaciones de odio y
conocido y glorificado, Jesús quiere revelarlo a todas muerte.
las almas, llevarlas a todas a la unidad de un mismo Contra él, Nuestro Señor no es pastor; es “puer-
amor. Se lo mostrará, pues, dando su vida por sus ta”. El pastor no está allí durante la noche. Al anoche-
ovejas. La da, nadie se la quita; avisa de ello con ante- cer, ha llevado su rebaño al aprisco común; lo ha
lación para que no haya engaño: pues es algo funda- encerrado allí con otros; después, todos confían el
mental. Él se dará; revelará en su amor el amor del conjunto de las ovejas a un hombre que guarda la
Padre del que procede, y conducirá a todos los que le puerta y sólo abre a los pastores al despuntar el día.
sigan a los pastos de ese amor que es la Verdad y la Para llegar normalmente hasta las ovejas hay que
Vida. pasar por esa puerta, y sólo se admite a quienes tie-
nen derechos sobre los rebaños.
Yo he venido para que las ovejas tengan vida (10, 10) Jesús es esa puerta única que da acceso normal
y legítimo al aprisco. Fuera de él, nadie puede pene-
Pero hay que volver a leer toda la página, seguir
trar. Por él se entra y se sale, se regresa al caer la
su movimiento tan leve y tan oriental, más hecho para
tarde, se sale por la mañana, se va a los pastos de
los espíritus intuitivos, habituados a las largas horas vida, se halla el descanso y la seguridad de la noche.
de ensoñaciones, que para nuestra razón analítica y Todos los que han venido sin pasar por él – o que
apresurada, tan de Occidente. pretenden llegar hasta el rebaño por otra vía – son
Parece que hubiera varias parábolas en la misma ladrones. No tienen ningún derecho sobre las ovejas.
y que no se hubieran pronunciado en la misma fecha Por eso las ovejas huyen de ellos; su voz no despier-
y en idénticas circunstancias: lo que, en el fondo, es ta en ellas ningún recuerdo, ningún sentimiento; no la
muy posible, pues San Juan no escribió una historia reconocen; no hace vibrar nada en ellas; no existen
de Jesús, dijo su alma y no quiso otra cosa. entre ellas y ellos las relaciones que unen. Las ovejas

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sienten al enemigo, son presas del pánico, tratan de ovejas cuando el pastor las llama por su nombre es
escapar… Su instinto no las engaña: el enemigo no una voz que sale del corazón y que va al corazón; por
tiene más que un objetivo: la matanza y el interés. eso ellas responden. Saben que el que las llama quie-
El intruso que no es pastor y que quisiera pasto- re su bien; lo saben porque tiene la costumbre de
rear el rebaño es un personaje diferente; no necesaria- procurárselo; tienen la experiencia de su bondad
mente está animado por el odio; pero no lo conocen y hacia ellas; y el sonido que oyen cuando resuena su
tampoco él conoce. Puede presentarse a la entrada y voz está ligado a esa experiencia. Interiormente, ven
a la hora normal, puede llamar, incluso pronunciar las una puerta que se abre, una silueta humana que se
palabras y nombres acostumbrados; pero no congre- alza ante ellas, el movimiento tranquilo, lento, adapta-
ga las ovejas; les da miedo; es un desconocido; el do a sus pasos, que las conduce y que se detiene en
sonido de su voz no ha marcado el corazón del reba- los buenos pastos, la hierba tupida, tierna, que les
ño con la impronta del amor, la resonancia que atrae. ofrece su sustancia vivificadora, todo su cuerpo rehe-
cho, sus fuerzas restauradas, desarrollándose, su
El lobo es un ladrón, pero viene de día y ataca; se
seguridad garantizada, y al caer la tarde el mismo
precipita de repente sobre el rebaño, lo espanta, lo
movimiento, la misma sombra, la misma puerta y el
dispersa, aísla algunos miembros que pierden la cabe-
descanso en el aprisco.
za y se los lleva. El pastor debe defender su rebaño,
tranquilizarlo, tenerlo controlado y agrupado, hacer Saben que si se acerca a ellas es para acariciarlas
frente al lobo y entablar con él un combate donde o almohazarlas, que la vida de él les pertenece, que él
correrá peligro. Ahí es donde el asalariado abandona sólo quiere el desarrollo de la de ellas: “Yo he venido
sus ovejas en lugar de exponerse, por lo tanto, ahí es para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
donde se reconoce al buen pastor. El buen pastor, en esos casos normales, las pro-
Y así acaba la parábola. tege por la noche del salteador conduciéndolas al
aprisco cerrado y guardado, cuya puerta es él, cuyo
* portero lo representa y vigila el lugar – y por el día del
lobo poniéndose en cabeza, manteniéndolas agrupa-
Los preliminares describen el papel del buen pastor das y defendiéndolas activamente si es preciso.
en los casos normales, en el discurrir diario de la vida. “Ego sum pastor bonus”. Jesús es el buen Pastor;
Ante todo debe conocer sus ovejas y darse a no se opone solamente a los enemigos que quieren
conocer por ellas, crear las relaciones que establecen matar y perder las ovejas; también las guarda de los
el acuerdo y la mutua penetración; el conocimiento pastores que no son sino asalariados y no piensan
que se deriva de ello es un amor, y no es un conoci- más que en ellos mismos. Para éstos, el interés de las
miento sino porque es un amor. La voz que oyen las ovejas no cuenta, sólo cuenta el suyo. Las conducen

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de buen grado a los pastos y las guardan si no hay Las relaciones entre el buen pastor y sus ovejas
peligro, pero no se exponen por ellas. Las conocen, están constituidas sobre ese modelo. El buen pastor
pero no las aman; no son pastores; no son buenos conoce sus ovejas como su Padre lo conoce a él, y
pastores. sus ovejas deben conocerlo como él conoce a su
Padre: así pues, es un conocimiento que transmite
El rasgo distintivo que define al buen pastor, que
una forma y que asimila. Las ovejas deben ser la
hace que se lo reconozca entre todos, es el amor
expresión de la Palabra, lo mismo que la Palabra
hasta el don de sí mismo: “El buen pastor da la vida
expresa al Padre. La Palabra debe pronunciarse en
por sus ovejas”.
ellas, y ellas deben repetir esa palabra, reflejar sus
Ese rasgo procede del conocimiento tan especial rasgos.
que lo caracteriza, y él lo produce. Conoce porque
La Palabra encarnada da su vida por ellas, porque
ama, en la medida en que ama, y ama porque cono- ve al Padre mismo dar su vida, que es su Hijo… y las
ce. El espíritu que lo anima es un amor que permite al ovejas a su vez deben darse a él como él se da a ellas:
conocimiento penetrar su objeto, y al objeto reprodu- “Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
cir ese amor y ese conocimiento. Por eso el buen pas- como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y
tor marcha en cabeza del rebaño. Se muestra e indi- doy mi vida por las ovejas”.
ca el camino haciéndolo él primero. Las ovejas sólo
tienen que seguirlo, hacer lo que él hace, dirigirse *
adonde él quiere.
La relación, pues, es una relación mutua:
“Cognosco meas, et cognoscunt me meae. Yo las Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida (10, 17)
conozco y ellas me conocen”. Hay dos términos, “me” Va más lejos aún. Retomando el pensamiento que
y “meas”, pero sólo hay un conocimiento que sale del lo obsesiona desde hace tiempo, que reaparece en
pastor y va hacia las ovejas, que se transmite de él a casi todos sus diálogos de aquel tiempo y que tanto
ellas, que las anima con el mismo movimiento que ofende a sus enemigos porque se sienten adivinados,
hace que el rebaño y el pastor no sean más que uno. el pensamiento de su muerte que preparan los judíos,
Esta unidad no hace sino reproducir una unidad lo vincula estrechamente a la parábola que acaba de
más vasta, en la que se inserta como para prolongar- desarrollar.
la y completarla. Es la unidad que Jesús canta y pre- Él es el buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
dica y revela en todos sus diálogos, que es la trama El crimen que meditan no será, pues, más que un
de los mismos y que constituye el fondo de su medio del que se servirá para constituir su rebaño.
Evangelio: es su propia unidad con su Padre. Creen que van a hacerlo desaparecer, pero van a

198 199
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

engrandecerlo, van a proporcionarle la ocasión de que lo produce en su seno. Lo hace volver a Él tras la
darse y de que las almas se unan a él. Encarnación y el peregrinaje de la tierra que la muerte
Por lo tanto, su muerte no tendrá ni el carácter ni corona, como lo retiene en Él eternamente en el acto
las consecuencias que ellos prevén. No será la derro- de la divina generación.
ta que piensan infligirle: no pondrá fin a su acción Ése es el mandato que el Hijo de Dios ha recibi-
sobre las almas; será un acto querido por él, realizado do de su Padre: tomar nuestra naturaleza pecadora y
por él, completamente suyo, independiente de ellos, y por ella la dirección del rebaño humano caído en
que establecerá su influencia y su reino en este manos de ladrones, de lobos y de asalariados, abatir
mundo. Será el vínculo que unirá en él a su Padre con a todos esos enemigos en una batalla de un nuevo
las almas; será el acto de amor, el cemento espiritual género que será su Pasión y muerte, matarlos mos-
que trabará todo el conjunto creado con su Creador, trándolos, mostrarlos manifestando el amor, el amor
que lo constituirá como aprisco y pastor y puerta del de su Padre por él y el de él por su Padre, mostrar
aprisco. Será la victoria definitiva y completa sobre los ese amor dando su vida por los hombres caídos y por
salteadores y los lobos depredadores y la reprobación el reino de su Padre sobre ellos, mostrar que morir así
de los asalariados incapaces de ese don de sí mismo. no es morir, sino amar, revelar así de nuevo el amor al
Volverá sobre ello. Pero en ese momento estable- mundo y restablecer los vínculos de ese amor desco-
ce el gran principio de su vida y de nuestra redención. nocido con los hombres que comprendan el sentido
Su vida es una relación con su Padre, nuestra reden- de su sacrificio, rehacer así el aprisco asolado, devol-
ción será nuestra vuelta a esa relación. Su muerte es verle hijos a Dios, reconducirlos a los pastos de la
la radiante manifestación de esa relación; contemplán- verdad y la vida, unirlos al principio de ellos converti-
dola y comprendiéndola, mirando con fe esa serpien- do otra vez en su Padre.
te de bronce izada en el desierto de esta vida es como A eso viene Jesús, a propagar esa luz del amor, a
reanudaremos esa relación y volveremos a la vida. La revelar a Dios, que es ese amor, y a llevar otra vez a Él
ola de amor que fluye de su Padre, que es esa vida, en el amor a todos los que Él le ha confiado y el peca-
que la difunde en él y por él en nosotros, se pone en do le ha arrebatado.
movimiento gracias a ese supremo sacrificio de su
muerte: “Por eso me ama el Padre, porque doy mi *
vida para recobrarla de nuevo”. Pero no se detiene en
esa muerte. Va más allá, hace de ella una etapa y un Estos discursos de Jesús (hos sermones) – pues
medio; continúa después de ella y se consuma hubo varios, que Juan resume aquí – produjeron ade-
mediante ella volviendo a su principio. El amor llama al más efectos diversos. Palabras de amor, exasperaron
amor y lo produce. El don de sí mismo del Padre pro- a aquellos dominados por el odio, que volvieron a
duce el don de sí mismo del Hijo entre nosotros, igual decir: “Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le

200 201
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

escucháis?” Pero conmovieron hondamente las almas


sinceras.
Las almas neutrales deben tomar partido: de per-
sistir en su neutralidad, serán las más despreciables.
La neutralidad es nada y se queda en la nada porque
no ama.
Ése es precisamente el fondo del Evangelio, y
especialmente el de la parábola del buen pastor.

EL PADRE Y YO

SOMOS UNO

(Jn 10, 22 – 11, 54)

202
SI TÚ ERES EL CRISTO,
DÍNOSLO ABIERTAMENTE (10, 24)

La lucha continúa, y se agrava cada vez. Los judí-


os están exasperados a más no poder. Las pruebas
de misión divina que acumula Jesús los agobian, los
abruman; están atrapados entre su odio y sus mila-
gros como en un cepo que los asfixia.
La pregunta que hacen no tiene como fin obtener
declaraciones más formales que las anteriores; éstas
ya eran totalmente claras. Sólo quieren reanudar la
discusión para hallar algún motivo para llevar a cabo
su proyecto de muerte. Así pues, piden una respues-
ta que se les ha dado más de una vez: “Dinos abier-
tamente si tú eres el Cristo”.
Jesús accede a continuar la discusión. No añade
nada que no haya dicho ya, pero volverá a decirlo. Ésa
es su vida, y como el movimiento de su alma que no
cesa de expresarse afirmando su vínculo de amor con
su Padre. Se le ofrece la ocasión de repetirlo: y lo
hace. Pero lo hace subrayando por una parte la incre-
dulidad de sus enemigos que, en el fondo, se resisten

205
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

a la evidencia, y por otra parte su papel salvador que, luego nada ni nadie puede arrebatarle esas almas. Las
al revelar a su Padre y su amor, le devuelve a los ovejas son suyas para siempre, guardadas por él de
suyos. todo ataque y todo peligro, y en comunicación vivifica-
Ya os lo he dicho, les responde, pero no me cre- dora con el principio de toda vida, que es su Principio
éis. Las obras que hago son las que dan testimonio de y su Padre y que con él es uno.
mí, pues las hago en nombre de mi Padre; y si esas Así pues, afirma 1º la omnipotencia de su Padre,
obras son obras que sólo Él puede hacer, yo, al hacer- 2º el don a él hecho por ese Padre de almas que son
las, manifiesto que tenemos la misma actividad, y por las suyas, 3º su unidad absoluta con ese Padre: “Yo y
lo tanto la misma naturaleza. Esos actos son, pues, mi mi Padre somos uno. Ego et Pater unum sumus”.
respuesta, una respuesta irresistible”.
“¿Por qué os negáis a creerme?” ¿Por qué? No *
ha cesado de dar el motivo, por extraño y desconcer-
tante que pueda ser, y alguna consecuencia que De esas declaraciones, de las que la primera no
pueda tener para él por parte de los hombres a los es contestada y la segunda es tan importante, los judí-
que ofende: “Vosotros no creéis porque no sois de mis os no se fijan ni recuerdan más que la última: Jesús
ovejas, no conocéis mi voz, la voz del Hijo de Dios; dice en ella: “Uno con su Padre”, luego uno con Dios,
para conocerla hay que ser del rebaño. Sólo mis ove- luego Dios mismo, como ese Padre del que se trata.
jas la conocen y, cuando la oyen, me siguen. Sólo Para él, es la verdad que no se cansa de repetir y
ellas recibirán la vida que he venido a comunicarles”. de la que se advierte claramente, releyendo estos dis-
He ahí de nuevo el gran problema planteado y cursos, que es su Vida misma. Para los judíos, es una
resuelto como siempre, por una elección divina que le blasfemia clara y formal. Por lo tanto, ya tienen lo que
da al Salvador ciertas almas, que establece entre ellas querían, una razón para darle muerte. Inmediatamente
y él un vínculo especial y que hace derivar ese vínculo pasan a los hechos y cogen piedras para lapidarlo.
de un don divino, de una gracia particular que se les
La situación es, pues, lo más clara posible: será
hace a esas almas y que no se les hace a todos.
ejecutado por haber dicho: “Yo soy el Hijo de Dios”. Y
Esas almas son de él; le pertenecen en exclusiva; eso es lo que le obliga a expresar a sus enemigos,
el padre se las ha enviado para que les transmita la como para añadir una declaración oral a la de los
vida que es su vida; están en sus manos, en su poder hechos: “Muchas obras buenas que vienen del Padre
y, por él, en el poder del Padre. Para arrebatárselas os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis
haría falta un poder superior al suyo y al del Padre. apedrearme?”. La respuesta es justo la que quería:
Ahora bien, ese poder del Padre es el que en “Te apedreamos porque tú, siendo hombre, te haces
Jesús realiza sus milagros; es un poder absoluto, a ti mismo Dios”.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

Es su misión divina, es su relación con su Padre, prueban que Dios respalda su pretensión, que ha
es su filiación eterna lo que está en tela de juicio. Él dicho la verdad cuando se nombra “Hijo de Dios”,
afirma y ellos niegan: morirá por haberlo afirmado. que merece, pues, que le crean.
No parece que haya que añadir nada más. Esa fe en él es lo que permitirá hacerse hijos a los
Nuestro Señor, no obstante, responde a sus enemi- que oigan la palabra de la Escritura; pues la palabra
gos para mostrar su mala fe y repetir una vez más – y de la Escritura es su palabra, y hace verbos de los que
con una fórmula que todavía no ha empleado – su la acogen porque es la expresión creada, múltiple de
unión a su Padre. la palabra única que él pronuncia, eternamente, en el
¡Su mala fe! La demuestra con la Escritura, que seno del Padre.
dice de aquellos a los que se dirige: “Vosotros, dioses Creyendo en él conoceremos la verdad que los
sois” (Sal 82, 6). Pero no se contenta con reivindicar une, el vínculo de amor que los pone al uno dentro del
ese nombre en el sentido que tiene en ese salmo; al otro: “Creed por las obras, y así sabréis y conoceréis
contrario, se distingue formalmente de los que allí se que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Con esta
indican. No es Dios e Hijo de Dios del mismo modo última frase abre al horizonte de la vida divina una
que ellos. Él se aparta (“Aquel al que el Padre ha san- perspectiva que, sin ser nueva, es nítida y capital.
tificado”) porque su Padre lo ha apartado; lo ha santi- Volverá sobre ella; hará de ella el remate supremo y
ficado, lo ha separado de todos los demás y Él es magnífico de su predicación; se convertirá en la estro-
quien le ha confiado su misión “y quien lo ha enviado fa final del himno sagrado con el que concluye su vida
al mundo”. (todo el capítulo XVII de San Juan).
Así pues, cuando dice: “Yo soy Hijo de Dios”, su Sabía que esas declaraciones iban a levantar una
palabra no es una blasfemia; es una expresión escri- nueva polvareda. Pero había llegado la hora de hacer-
turaria y que, en su caso, se aplica y se verifica de las; a esa hora pronunciaba esas palabras y se las
manera excepcional. Pues no es Hijo solamente por- repetía a la tierra sin cuidarse de los que no las com-
que la revelación divina y las palabras que la expresan prenderían, en beneficio de los que vivirían de ellas y
hayan caído y germinado en la tierra de su alma. Ese las repetirían tras él.
modo de filiación es el de las criaturas que “reciben y
conservan en su corazón lo que ha dicho Dios” (Mt *
13, 23). Se hacen palabras de Dios. Él es la Palabra
eterna, la Palabra que expresa al Padre por entero, Una vez más escapa a sus enemigos, y por la
que reproduce todo su Ser, el Verbo de todos los ver- misma razón: había llegado la hora de hablar claro,
bos creados, la Palabra única, el Hijo por naturaleza. pero la de dejarse prender, todavía no. Tenía que
Sus hechos lo demuestran; son los hechos de Dios: constatarse la verdad de sus palabras: “Nadie me

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

quita la vida; yo la doy voluntariamente; tengo poder


para darla y poder para recobrarla de nuevo”.
Así pues, se esconde y se retira al otro lado del
Jordán, al lugar donde Juan el Bautista había estado
bautizando. El evangelista hace esta precisión geográ-
fica no en bien de la ciencia, sino para relatar y hacer
comprender la reflexión de los discípulos que lo habí-
an seguido. Comparan la actividad del Maestro con la
del Precursor, que esos lugares recuerdan; Juan no RESURRECCIÓN DE LÁZARO (Cap. 11)
hacía milagros, el Maestro los siembra a manos llenas;
Juan no fue más que un testigo; dio testimonio a favor
del Maestro, y a la vista está que todo lo que dijo se
cumple. Como la curación del ciego de nacimiento, la
Esos discípulos que, a pesar de la creciente hos- resurrección de Lázaro se inscribe en la trama de los
tilidad de los jefes, lo persiguen con su apego y no discursos y las discusiones con los judíos, sin rom-
dudan en llegar hasta una adhesión que el evangelis- perla en absoluto. La explica, la completa, muestra el
ta denomina la fe (muchos creyeron en él), consuelan movimiento ascendente de un odio que prepara el
a Jesús de la resistencia de los judíos. Su predicación triunfo del amor y de la luz en la muerte de Aquel que
no era en vano. Era acogida; hacía madurar la cose- ha venido a traérnoslos del cielo. Normalmente ter-
cha de almas que había entrevisto y querido. mina, pues, en la decisión tomada, esta vez oficial-
mente, por los enemigos de Nuestro Señor de aca-
Su obra avanzaba en la forma desconcertante bar con él.
que sería la de todos los tiempos: separando, divi-
diendo, apoderándose de los que se daban, endure- Frente a ese odio, a esos esfuerzos para cerrar-
ciendo y sumiendo en la ceguera del odio a los que se le el paso al amor, la bondad sencilla de Jesús, sus
negaban. relaciones tan gratas con sus discípulos, con sus
amigos, la confianza que les inspira, la fe que a pesar
de todo despierta en esas masas y en todo un grupo
de dirigentes envuelven esta página en una atmósfe-
ra de serenidad, de dulzura infinitamente relajante y
bienhechora.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

Aquel a quien tú quieres está enfermo (11, 3) memorable en la historia cristiana, había secado
Las nuevas de la enfermedad de Lázaro le llegan aquellos pies adorados con su cabellera.
en su retiro a orillas del Jordán, donde se esconde de En la escena de la resurrección de su hermano,
la hostilidad exasperada de los judíos de la capital. reaparece con su carácter ardiente, generoso, que no
El evangelista, para empezar, nos presenta a la teme las manifestaciones, casi excesivas, de un senti-
familia de Betania, de la que habla por primera vez, miento que adivinamos infinitamente penetrante y pro-
pero de la que supone abiertamente que sus lectores fundo. María es claramente un ser con sensibilidad
ya saben algo. La presentación es un portento de para quien los hombres, los usos, las formas de
naturalidad y veracidad. Abarca los dos primeros ver- actuar acostumbradas cuentan muy poco. Lo que
cuenta para ella es ese “diligebat” del Maestro y le da
sículos del capítulo y termina en el versículo 5, que
la respuesta total.
está situado un poco más lejos para explicar la actitud
de Jesús y preparar los espíritus para el milagro que De momento las dos hermanas pasan por una
va a realizar. angustia extrema que nace de un doble hecho: la
enfermedad de su hermano y la ausencia de Jesús. La
Lázaro, Marta y María son amigos de Jesús.
enfermedad es grave… y ellas probablemente ya no
¿Cómo se ha entablado esta amistad? ¿A qué deben
pueden hacer nada más. Pero pueden obtener la pre-
haber provocado en el Cristo, Hijo de Dios, ese senti-
sencia de Jesús, y se emplean a fondo. ¿Saben bien
miento que hace que almas incluso infinitamente dis-
el peligro al que se expone el Salvador si reaparece?
tantes se traten de igual a igual? ¿Qué relaciones han
Es probable, y eso es tal vez lo que explique su fórmu-
nacido de ella? El evangelista no dice nada. “Diligebat
la, en la que no se atreven a pedir nada: “Maestro,
Jesus. Jesús amaba”, eso es todo… ¿Qué más
aquel a quien tú quieres está enfermo”. Su intimidad,
puede decir de ello quien ha conocido esa dilección
en tiempos normales, no habría dudado ante una
divina y de ella ha hecho su nombre propio? Ha trata-
insistencia. Si realmente eran conscientes de la situa-
do de dejar entrever la respuesta de su alma elegida,
ción, su ansiedad se vería singularmente agravada.
en la primera frase de su primera Epístola. Aparte de
Temían por Lázaro si Jesús no venía, y por el propio
eso, nada. Sabe que es lo intraducible.
Maestro si acudía a su llamada.
Lázaro parece estar en una vivienda de sus her-
manas, “de castello Mariae et Marthae”. A una de ellas *
la menciona aparte, en un paréntesis significativo que
recuerda una circunstancia ya conocida por los lecto- Nuestro Señor, al recibir su mensaje, remite la
res de Juan. En aquella ocasión había derramado un cuestión a su verdadero punto de vista. A la primera,
perfume en los pies del divino Maestro y, con un gesto infalible y simplemente, como el que desarrolla su

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

actividad natural, se sitúa frente al fin que lo ilumina La respuesta de Nuestro Señor, con su matiz
todo y debe regirlo todo: la gloria de Dios. oriental – y más divino aún que oriental – los sitúa,
A cada paso, al leer el Evangelio, lo oímos por como siempre, en un plano superior. Él es la Luz, ama
entero y siempre en este pensamiento: glorificar a su la Luz, ha venido a difundirla; su vida terrenal es la
Padre y hallar él mismo su gloria en procurar esa glo- manifestación de la Luz a los hombres; ha salido por
ria. Le hacen decir: “Lázaro está muy mal”; responde, ellos como un divino sol… y debe hacer su recorrido.
sabiendo perfectamente que su amigo va a morir – y Las doce horas de su vida aquí abajo son su jor-
que quizá ya haya muerto: “Esta enfermedad no es de nada de trabajo; debe dársela a aquellos que tiene por
muerte, es para una gloria”. En aquella, ve ésta… Y misión iluminar, no tiene nada que temer durante esas
por eso espera que la muerte haya tenido lugar, para horas; en la claridad del día el paso es seguro. Su cla-
mejor hacer que resplandezca la gloria divina. ridad es esa preocupación única de glorificar a su
A pesar de su afecto por Lázaro y sus hermanas Padre. Contra el que sólo quiere eso, los hombres no
y del deseo que tiene de sustraerlas a su prueba, las pueden nada. Lleva en sí mismo la luz que lo guía y lo
deja con su pena durante dos días, dos largas jorna- guarda. Para él, pues, no hay noche, no hay tinieblas:
das terribles para el corazón de ellas y para su propio “Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1, 5).
corazón, y cuya impresión San Juan, con su delicade- La enfermedad de Lázaro está regida por la luz;
za, expresa tan bien relacionando con su estancia en tiene como fin manifestarla. Jesús prepara hasta en
Efraím, que prolonga, su amistad tan profunda por la sus menores detalles esa manifestación que quiere
familia de Betania. radiante. Todas sus palabras, todos sus movimientos,
Los discípulos están lejos de penetrar su divino todo su proceder, su retiro en Efraím, su demora inten-
corazón, aunque adivinan lo suficiente para entrever la cionada de dos días tras la llamada angustiosa de las
situación y todo el dolor que debe de sentir el dos hermanas tienden a darle ese carácter; y también
Maestro. No debieron de sorprenderse demasiado esta reflexión sobre el sueño de Lázaro: “Nuestro
cuando vieron que Jesús se demoraba en su retiro ni amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo”. Los
cuando lo oyeron manifestar su intención de afrontar apóstoles están desconcertados. El viaje a Betania, si
el odio de sus enemigos. Lázaro duerme, no tiene sentido; es una insensatez:
Su reflexión cuando les anuncia su partida mues- “Señor, si duerme, se curará”. Entonces revela la ver-
tra la simplicidad y la fluidez de sus relaciones con él y dad que exige el gran milagro: “Lázaro ha muerto,
cómo Nuestro Señor se hacía accesible a todos, pero me alegro por vosotros de no haber estado allí,
siempre manso y humilde de corazón: “Maestro, con para que creáis”.
que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuel- Ha permitido la muerte para desarrollar la vida;
ves allí?” pero la vida que, con su permiso, ha retrocedido ante

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

la muerte es la vida inferior y natural; la vida que se del difunto, judíos de la capital, que han venido a con-
acrecentará es la vida superior de la fe en él que es solar a Marta y María y que el texto evangélico deno-
verdadera vida. El beneficio es patente. mina con la palabra que utiliza normalmente para refe-
Los apóstoles comprenden. Su inteligencia no rirse a los enemigos del Salvador. Ciertamente, hay
penetra ciertamente el misterio de esa vida superior; entre ellos quienes no le tienen mucha simpatía y que,
no obstante, lo entrevén lo bastante para seguirlo. Su una vez obrado el prodigio, irán inmediatamente a
valiente actitud es el fruto de una claridad que los denunciarlo a las autoridades de Jerusalén.
levanta por encima de sí mismos. Ya no la tendrán al A penas está Nuestro Señor a la vista del pue-
cabo de unos días, cuando vean sucumbir al Maestro. blo – se supone que a la entrada – cuando se infor-
Pero con él, en su luz, responden a la llamada que ma de su llegada a la casa amiga. Marta es la prime-
dice: “Vamos”. Y van, dispuestos a morir, si es nece- ra a la que se avisa; probablemente era ella la seño-
sario: “Vayamos también nosotros a morir con él”. ra de la casa, y su carácter la hacía ciertamente más
La frase es de Santo Tomás. ¿No se deberá ello a accesible que María, sumida en un dolor mudo y
algún movimiento de amor propio que tendrá que que ni escuchaba ni veía ni quería ver ni escuchar
pagar dentro de poco por su gran duda en la fe en la nada de nada.
Resurrección? El proyecto divino implica estas alter- Marta deja al instante a la numerosa compañía
nancias de fe e incredulidad, de generosidad y debili- que le prodigaba su consuelo para ir a Aquel que era
dad que sostienen el impulso y lo conservan humilde. el único que la podía consolar y que, imaginamos, era
el único que contaba para ella. María se queda en la
* casa, de donde a su vez saldrá en cuanto sepa de la
presencia del Salvador. Las costumbres del país y de
la época permitían esta actitud; pero la importancia
Yo soy la Resurrección (11, 25) del recién llegado basta por sí misma para explicarla.
Al llegar a Betania, Jesús se encuentra con que su Las dos hermanas conocían sin duda la actitud hostil
amigo ha fallecido hace cuatro días y ya está en el de aquella gente hacia el divino Amigo y estaban
sepulcro; el cadáver, a pesar del embalsamamiento dichosas de librarse de aquellos consoladores que lo
que las hermanas han debido de hacer con todo detestaban.
esmero, ya empieza a descomponerse. Contra la Juan no nos dice nada de todo esto; siguiendo
muerte no hay nada que hacer; si vuelve a la vida, será su costumbre, relata los hechos, sin más: las almas,
un gran milagro que Dios ha querido. a través de los siglos, se pondrán frente a estos
Los testigos están allí, numerosos y cualificados. hechos y, guiadas por el Espíritu del Maestro, que es
Son, además de los doce apóstoles y las hermanas su personaje principal, sacarán las enseñanzas que

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

necesiten. Los apóstoles, cuando hablaban del Nuestro Señor precisa su pensamiento, pero al
Maestro, no hacían sino eso… y su palabra, comple- mismo tiempo pone la condición del prodigio. Ni
tamente desnuda y sencilla, era infinitamente más siquiera por Marta y María puede y quiere hacer nada
cautivadora que cualquier otra. que no sea en la medida de la fe y para desarrollarla.
¿Tiene Marta en sí misma esa fe omnipotente que
Inmediatamente, Marta y Jesús entablan conversa-
mueve la omnipotencia divina? “Yo soy la Resurrección
ción. El evangelista consigna todas las palabras: esas
y la Vida, cuando se cree en mí ya no hay muerte y, si
palabras forman parte del milagro; lo preparan y, por
ésta se produce pasajeramente, yo devuelvo la vida”.
adelantado, lo explican; disponen las almas hacia él;
Jesús es la vida; por eso dispone de ella; la da a quien
revelan el alma del Maestro y su objetivo único; mues-
quiere, cuando y como quiere, la retira y la devuelve
tran por qué caminos conduce a ese objetivo; muestran
según su voluntad. Pero hay que creer eso. Conoce la
también la simplicidad deliciosa de sus relaciones con
fe de Marta… pero quiere que ella la declare, pues una
los que amaba y – hay que añadir – con todos.
declaración exterior completa la convicción íntima y se
Las primeras palabras de Marta reflejan el pensa- comunica a los que la oyen.
miento constante de las dos hermanas desde hace La respuesta no se hace esperar; tiene toda la
cuatro días. No han dejado de decirlo una y otra vez: claridad que puede desear el Maestro: “Sí, Maestro,
“¡Ah! ¡Si hubiera estado aquí!”. La esperanza de un yo creo…”. Sin vacilaciones, ni dudas; su fórmula está
milagro que le devuelva la vida no está excluida. En guiada por un impulso en el que se oye pasar a todo
resumen, Marta lo pide implícitamente cuando dice: su ser. Se suele hablar de una Marta tranquila y sen-
“Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios sata, por oposición a una Magdalena5 ardiente, casi
te lo concederá”. Su confianza, pues, no tiene límites. hasta la locura. Es una visión sin matices, una de esas
Pero Jesús quiere una expresión más formal y con- visiones superficiales que se transmiten los hombres
voca esta expresión. La despierta para obtenerla; pare- sin tomarse el trabajo de revisarlas. La verdadera
ce, por sus preguntas, como si pusiera las palabras en visión es la de los Padres de la Iglesia, que leían sin
los labios de su interlocutora, como haría una madre cesar el Evangelio y meditaban profundamente todas
que enseña a hablar a su hijo. “Tu hermano resucitará”, sus palabras; Marta es una naturaleza de acción, la
dice. Marta, a pesar de su confianza ciertamente total, otra es una contemplativa; pero ambas tienen el
no se atreve a aceptar esta palabra del milagro espera- mismo ardor y el mismo amor por Nuestro Señor.
do. Por ello responde de una manera general: “Ya sé
5
Hoy día los exégetas del Nuevo Testamento no creen que María
que resucitará en la resurrección, el último día”.
de Betania sea la misma que la María Magdalena de la que habla
Lucas (7, 47 u 8, 2). Cabe también la posibilidad de que los dos pasa-
* jes de Lucas no se refieran al mismo personaje. Pero la interpretación
de Dom Augustin es la habitual de los Padres de la Iglesia.

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

Lo que Marta cree con esa claridad y ese impulso esa presencia a esos hombres, de los que algunos
– cuya respuesta hace fe – es todo lo que se puede y están dispuestos a todo contra él?
debe creer de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Centrado por completo en su relato y en la suce-
Dios, el que iba a venir al mundo”. sión de esos movimientos, de los que no olvida ningu-
Sólo un amor total puede procurar una luz seme- no, Juan presta poca atención a los móviles cuyo
jante, que Jesús llamará más adelante la vida eterna: estudio aminoraría el ritmo de su discurso tan emocio-
“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único nante. Prefiere dejar constancia de esas palabras, de
Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” esos actos, de toda esa vida intensa que le da a su
(Jn 17, 3). Lo que ni Pedro ni Juan veían todavía en él, Evangelio un extraño encanto, apenas creíble.
sólo en destellos, los amigos de Betania lo creían y En cuanto Magdalena se entera de que el Maestro
vivían de esta fe. ¿Qué relaciones externas tuvieron está allí, se levanta a toda prisa y acude a él: “Ella, en
exactamente con el divino Maestro? ¿Fue allí con fre- cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde
cuencia a descansar de sus viajes o de sus luchas? El
él”. Los judíos la siguen, creyendo que va a llorar al
Evangelio no lo dice. Pero las relaciones de alma eran
sepulcro y a aliviar su corazón, que sus discursos
tan estrechas e íntimas como era posible… y la pala-
afectados dejan frío, cuando no asqueado; Marta
bra de Marta revela su profundidad, que no puede ser
vuelve hacia el Salvador, que sigue donde ella lo había
superada ni lo ha sido nunca.
dejado.

* La entrevista de Magdalena con Nuestro Señor


toma en seguida un cariz totalmente diferente al del
diálogo, tan conmovedor por otra parte, que acaba de
mantener con Marta. Magdalena repite exactamente
María cayó a los pies de Jesús (11, 32)
las palabras de su hermana: “Señor, si hubieras esta-
“Dicho esto, fue a llamar a su hermana”. No tiene do aquí, mi hermano no habría muerto”. Pero las
nada más que decir ni que hacer; ha agotado su vida acompaña de un movimiento que les da una expre-
en esa frase que la representa por completo y que, sión nueva: “Cecidit ad pedes ejus”. No se prosterna;
tanto de lejos como de cerca, la vincula a Jesús. Va a cae. Y cae porque está rota; su sensibilidad tan
llamar a Magdalena para que también ella manifieste vibrante por naturaleza y que tanto ha vibrado en su
su alma y confiese su amor y su fe. vida no es contenida, como la de Marta; su razón no
¿Por qué, en el grupo de judíos consoladores, le está acostumbrada a gobernarla y regular las manifes-
anuncia ella en voz baja la presencia y la llamada que taciones según las circunstancias; los hombres, a los
debe levantar como un resorte a esta pobre alma que conoce demasiado bien y a los que, de no ser por
abrumada por la pena? ¿Es que teme dar a conocer la luz nueva que ilumina su alma, sin duda desprecia-

220 221
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

ría, no cuentan para ella. Los ha desafiado para el mal, dan conmovidos por su afecto por Lázaro y señalan la
ahora acepta desafiarlos para el bien. Como en el viva profundidad de su sentimiento: “¡Mirad cómo lo
banquete de Simón, como en el festín de Betania, se quería!”, dicen. Otros lo utilizan como argumento con-
arroja a los pies de Jesús; le gusta esta actitud en la tra él: “¿No podía haber hecho que éste no muriera?”
que siempre la hallamos, actitud en la que tal vez hay
más de sencilla confianza que de humildad prosterna-
da; y desde ahí lanza ella también su frase de lamen- Si crees, verás la gloria de Dios (11, 40)
to por la ausencia del Salvador: “Si hubieras estado Mientras tanto, se dirigen hacia el sepulcro, espe-
aquí, mi hermano no habría muerto”. Pero se advierte cie de cueva excavada en la roca (al menos para las
que aquí la palabra no es nada más que un detalle en familias ricas) y cerrada por una pesada piedra. Al lle-
un conjunto donde todo habla y vibra.
gar al lugar donde reposa su amigo, de nuevo el
Ése es el privilegio de todos los seres con sensi- Maestro da libre curso a su emoción; experimenta esa
bilidad – cuando es ordenada y sumisa – que viven misma turbación íntima que ha sentido ante María y
por todo su ser y que en el más simple de sus actos dice, presa de ese sentimiento humano que ordena y
se dan por completo. De ahí su poder tanto en el bien permite a la vez: “Quitad la piedra”. Hay que eliminar
como en el mal. Este poder lo posee María, como es
el obstáculo material que aún lo separa de aquel al
fácil imaginar, en un grado excepcional. Sus lágrimas
que ha amado con amistad verdadera (la más verda-
arrancan lágrimas a todo el mundo y hacen estreme-
dera, la única completamente ideal y verdadera que
cerse incluso al Maestro: “Jesús, viéndola llorar y que
también lloraban los judíos que la acompañaban, se haya existido jamás).
conmovió interiormente y se turbó”. El evangelista, en su afán por la verdad y la preci-
Con una penetración que sólo el Espíritu Santo sión por los detalles, toma nota en ese momento de la
podía conferirle, Juan advierte que la turbación de reflexión tan natural y realista de Marta, siempre dueña
Jesús se produce primero en su espíritu y de ahí, con de sí misma y atenta a lo que pueda ofender la com-
el permiso de éste, se transmite a la parte inferior. postura y el respeto que debe a Nuestro Señor:
Minuto único que sitúa a la familia de Betania en “Señor, ya huele; es el cuarto día”.
un lugar aparte en el Evangelio y en la historia cristia- Jesús no se lo tiene en cuenta; la ama hasta en
na, no por encima, sino enfrente de los Doce, en un esa preocupación que comprende sin compartirla,
linaje paralelo que se perpetúa a través de los siglos y pero la libra de ella, la eleva hasta su propio pensa-
que es el linaje contemplativo. miento y la ama porque así puede unirla a él y porque
Incluso los ojos arrasados en llanto de Jesús son ella siempre está dispuesta a dejarse elevar: “No te he
para los judíos motivo de división y disputa. Unos que- dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? EL PADRE Y YO SOMOS UNO

La gloria de Dios, eso es lo único que le importa, por ello. Agradece el poder que su Padre le comunica
lo que quiere comunicar a todos… y que reaparece a su Humanidad Santa para cumplirlo de perfecto
sin cesar en todas esas escenas que ha relatado acuerdo con su plan de eterno amor. Ve ese acuerdo
Juan. La enfermedad y la muerte de Lázaro, su propia y ese amor más que el prodigio en sí mismo; pero por
ausencia y hasta esos detalles menudos del cadáver el pueblo congregado, que no puede ver el amor más
ya en putrefacción, todo ello tiene por objeto el térmi- que en y por el prodigio, ora y da gracias; da gracias
no único, término de todo, de lo que es grande y de por el bien esencial del que la resurrección será la oca-
lo que es vulgar e incluso repugnante. ¡Dios glorifica- sión: la fe de esas almas, siempre la fe, la luz que
do, y Dios glorificado por la fe de las almas! La gloria, muestra a Dios y su gloria y que reconoce la relación
pues, en la fe, en la fe que ve esa gloria. Jesús no ve que lo une con su Padre: “Para que crean que tú me
ni quiere sino eso, y quiere que aquellos a los que ama has enviado”.
se le unan allí donde está él.
No obstante, retiran la piedra que cierra la entra- *
da del sepulcro propiamente dicho y que oculta el
cadáver a las miradas… y Jesús se halla ante los des- Desciende de esas alturas de verdad y luz para
pojos de Lázaro. Ha sonado la hora de Dios. realizar, por fin, el prodigio esperado. Los ojos que se
Entonces, con un movimiento de sus ojos que revela habían alzado hacia el Padre bajan hacia la tumba y el
el movimiento habitual de su alma y que él quisiera cuerpo que ya se descompone; y la voz que había
que se notase en ese momento, se pone en contacto dicho: “Gracias” antes incluso de haber pedido,
con Aquel que, por él, va a devolver la vida a ese cuer- resuena con fuerza: “¡Lázaro, sal fuera!”. Y Lázaro,
po inanimado y, ante esa multitud que sigue todos sus envuelto todo él en los aparejos de muerto, con las
gestos, su voz emocionada, agitada, esa voz cuyo vendas del embalsamamiento, camina vuelto a la vida.
timbre y acento quisiéramos conocer, sobre todo en Con una última frase, Jesús ordena que le desaten las
esos momentos, se alza: “Padre, te doy gracias por manos y los pies y le descubran el rostro que el sud-
haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me ario velaba, para que pueda moverse sin trabas.
escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, En aquella ocasión fueron numerosos los que cre-
para que crean que tú me has enviado”. yeron: “Muchos de los judíos que habían venido a
La resurrección no se ha operado todavía; no casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en
obstante, habla en pasado, ve en su Padre, en el él”. ¡Era un milagro tan portentoso! Y, por otra parte,
Espíritu de amor que los une eternamente y que en aquellos amigos de la familia amiga debían de ser en
ese momento le muestra todo lo que ha sido y será, la general espíritus favorables al Salvador.
perfecta conformidad de su acto con el proyecto divi- No obstante, hubo quienes fueron a contarles los
no; ve el prodigio otorgado, cumplido, y da gracias hechos a sus enemigos. “Pero algunos de ellos fueron

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

donde los fariseos y les contaron lo que había hecho


Jesús”. ¿Era con mala intención? Podemos suponer
que eran emisarios más o menos pagados. A esas
alturas, y con el estado de espíritu de los fariseos, lo
más probable es que lo siguieran y vigilaran donde-
quiera que fuese y estuvieran al corriente de sus
menores gestos.

Nota: El manuscrito de Dom Augustin salta de 11,55


a 13. AMAOS LOS UNOS

A LOS OTROS

COMO YO OS HE AMADO

(Jn 13, 1 – 14, 6)

226
EL TESTIMONIO SUPREMO DEL AMOR

¿Dónde y cómo pronunció Jesús el discurso lla-


mado discurso tras la Cena? ¿Lo pronunció todo
entero o sólo una parte, en el Cenáculo? ¿Lo pronun-
ció todo entero – o en parte – antes de instituir la
Eucaristía… o todo entero después?
Los evangelistas no han querido informarnos de
estos detalles… y, puesto que no lo han hecho, es
que esa información no nos es necesaria.
Nuestra actual ansia por saber, nuestras exigen-
cias de razón sufren por ello… pero ¿en qué le afecta
a nuestra vida de alma?
Para ellos, sólo esa vida importa; y hay que leer-
los con ese espíritu.

*
Se acerca la Pascua; es la fiesta del paso
(Pascha, es decir, paso). Para Jesús, verificará plena-
mente su nombre… y él lo sabe: “Antes de la fiesta de

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora *


de pasar de este mundo al Padre…”
En lugar de detalles históricos, San Juan nos dice
el alma del divino Maestro, esa alma que él tanto ha Los amó hasta el extremo (13, 1)
amado y penetrado… sobre todo en esas horas Tiene que volver a su Padre, pero no debe volver
supremas. Un solo pensamiento ocupa a Jesús: el solo. No ha venido para sí mismo, ha venido para
regreso a su Padre. aquellos que el Padre le ha confiado. Y se los ha con-
La Pasión está muy cerca: son tal vez las ocho de fiado para que él se los lleve. Cuando pronunciaba la
la tarde, y la agonía comenzará entre las nueve y la palabra que el salmista pone en sus labios y que ha
medianoche. Lo sabe así mismo; hablará de ello en sido el programa de su vida: “Heme aquí que vengo a
varias ocasiones… pero su mirada de alma no se hacer tu voluntad” (Sal 40, 8-9), pensaba en ellos. “La
detiene ahí. La Pasión es un accidente del camino y él voluntad de mi Padre es que os santifiquéis”. La san-
mira hacia el final. El final es su Padre, el principio del tidad es la unión con Dios; pero, desde la falta original,
que ha salido, al que va a volver: es su morada eterna esa unión ya no se hace sin separación. El pecado ha
y su vida: “Salí del Padre y he venido al mundo, dirá al opuesto Dios y mundo. Los suyos (será el tema de
final. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (Jn este discurso… después de haber sido el tema de
26, 28). todo el Evangelio) deben optar por uno de ellos. El
Eso es lo que ve, lo que le ocupa en ese momen- Maestro va a realizar su propia separación, va a pasar
to. Sus palabras hay que leerlas, hay que meditarlas de este mundo a su Padre, para mostrarles el cami-
en ese espíritu y esa luz: frente a ese final; sólo se no… y antes de realizar ese paso, lo va a explicar.
comprenden y, sobre todo, sólo se viven con esa con- Me gustaría tener tiempo para examinar detenida-
dición; ahora bien, hay que leerlas para vivirlas… ¡y mente esa expresión, “los suyos”, que, según creo,
sólo se comprenden si se viven! aparece aquí por primera vez en esta forma posesiva
“Dios es Amor y quien permanece en el amor per- y tan penetrante. Pero en el capítulo XVII aparecerá de
manece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Jesús nuevo, y Jesús mismo va a explicarla, a darle todo su
nunca ha abandonado esa morada, ni tampoco significado, toda su amplitud y su alcance, todo lo que
puede. Pero el mundo la ha abandonado, y él ha veni- su amor ve de perspectivas en ella.
do a buscarlo para que vuelva allí con él. El cuadro que presentan ante mí estas primeras
Jesús, en ese momento, piensa en esto: palabras de San Juan basta para mantener mi aten-
“Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar ción. ¡Está completo! No falta más que la sombra,
de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que, por cierto, aparece luego de repente. Abarca
que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. una trinidad nueva que debe completar – con un

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

complemento solamente accidental, y no obstante “Durante la cena, cuando ya el diablo había pues-
real – a la Santísima Trinidad: el Padre, la Palabra to en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
encarnada con su humanidad redentora y los hijos propósito de entregarle…”. ¡Ahí tenemos las sombras!
rescatados por el Hijo único. Dios es un gran artista: frente al amor, para que des-
taque, sitúa el odio. Él no lo hace, porque el odio no
Jesús considera esto: este tríptico definitivo, que
es: el Ser no hace sino lo que es… pero lo permite.
no añade nada a Aquel que es, sino que lo difunde
¿Cómo? Ese permiso para mí constituye un misterio,
fuera de sí para que en él lo que no es sea… y va a
el misterio del amor acabado que puede rechazarse.
acabar de decir, con palabras igualmente definitivas,
Pues el odio no es más que eso: un amor que se ha
lo que no ha dejado de expresar en los tres últimos negado al Amor mismo, un amor que se ha amado
años, ¡pero nunca con esta claridad! Va a sacar a más que el Amor.
plena luz el Amor, el Espíritu de amor que unificará a
estos tres grupos.
*
* Otro misterio bien diferente surge ante mi pobre
mente. que cada vez siento más titubeante y espanta-
Una vez más, he ahí su alma revelada hasta el da: lo provoca ese pronombre posesivo. Jesús dice
fondo: no hay más que escuchar la suprema manifes- “suos, los suyos”. Lo repetirá con insistencia en el
tación de esa luz y de ese amor que son la vida eterna. capítulo XVII: “He manifestado tu Nombre (ese nombre
Podemos, pues, darles a estas palabras: “In finem de Amor que es el nombre propio de Dios) a los hom-
dilexit eos. Los amó hasta el extremo”, toda la pleni- bres que tú me has dado tomándolos del mundo.
tud de sentido que queramos. Su verdadero sentido Tuyos eran y tú me los has dado… Por ellos ruego; no
siempre superará lo que digamos, pues se trata del ruego por el mundo… el mundo los ha odiado, porque
Amor infinito en su supremo esfuerzo por darse a no son del mundo” (Jn 17, 6.9.14).
conocer. Nada de lo que pudiera decir yo resolvería el pro-
blema, hay que tomarlo tal como se plantea. Hay que
¡Supremo esfuerzo! ¡Esfuerzo final! Esfuerzo
llegar, sin inútiles rodeos, a la solución que no trata de
donde el amor mismo parece como agrupar todas sus
explicar ni justificar, que toma las cosas como son.
fuerzas (aunque siempre estén agrupadas y el don de
sí mismo infinito se haga siempre en pleno) para darse ¡Por eso, en esas horas supremas, va a darle a su
sin reservas y para mostrarse con total claridad. manifestación de amor ese carácter radiante que que-
rría – y que debería – vencer todas las resistencias!
*

232 233
JESÚS LAVA LOS PIES
DE SUS APÓSTOLES
(13, 3-21)

San Juan, que ha comprendido la mente de Jesús


– y que quiere hacérnosla comprender – acumula los
rasgos que ponen de relieve el “don de sí mismo”.
Jesús sabe que es su última hora: Jesús acaba
de tomar con los suyos la comida de despedida;
Jesús sabe que uno de los suyos se ha entregado a
su adversario, que está poseído de él; y sabiendo
esto, teniendo en mente su divino origen y su omnipo-
tencia: “Sabiendo que el Padre le había puesto todo
en sus manos y que había salido de Dios y a Dios vol-
vía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos (la
larga túnica que lo envolvía) y, tomando una toalla, se
la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a
lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la
toalla con que estaba ceñido”.
San Juan no nos escatima ni un detalle, ni un
gesto, ni un movimiento. ¡Qué grabado se le ha que-
dado todo esto! Cuando se ama, todo interesa, todo

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

se fija en la memoria que sin cesar reproduce esas cir- sino en la que él mismo da día tras día, lentamente,
cunstancias en las que se traduce la vida. Pero cuan- en función del movimiento de vida. Esta educación es
do el amado es Dios, cuando se sabe que todos esos una generación, y su dicha consiste en engendrarse
movimientos son divinos, ricos en luz y amor, llenos de en nosotros.
enseñanzas que nutrirán las almas a través de los Lo que Pedro – e igualmente los demás – no
siglos, ¡con qué cuidado piadoso se las recoge! saben todavía, él se lo explica: “Lo que yo hago, tú no
Algunos espíritus críticos se han preguntado cómo lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde”. Para
pudo el evangelista retener todos esos detalles y el todos y cada uno tiene un proyecto, que ejecuta a su
largo discurso que siguió a la Cena. Su pregunta debido tiempo. Debemos ajustarnos a ese plan con
muestra únicamente que la crítica reseca y no com- los ojos cerrados. La unión se hace en esa fe en Aquel
prende nada de la Vida. que sabe y comprende, sin que nosotros tengamos
Juan – y los demás evangelistas también, más o que preocuparnos de saber ni de comprender. Esa fe
menos – es un realista. Al divino Maestro, que él ve tan es una comunicación de vida; nuestra vida se convier-
grande, lo muestra siempre con la sencillez de la Vida te en la Vida de Aquel que nos guía; él es quien obra
verdadera, hasta tal punto que todos los que se mue- y vive en nosotros: “El que cree en mí (y se confía a mi
ven a su alrededor son concretos y reales. acción en él) tiene vida eterna” (Jn 3, 16; 6, 47).

Se produce un incidente: “Llega a Simón Pedro” Pero sabe que la Luz sólo se entrega poco a
para lavarle los pies. Pedro es el jefe del grupo; la poco. El hombre está sometido a la Ley de las cosas
ceremonia comienza por él. Pero Pedro no compren- sucesivas; el tiempo que pasa es su medida, y el pro-
de; no capta el vínculo de amor que liga este gesto pio Maestro se ha sometido a esta duración inferior
divino a la demostración que el Maestro ha venido a para reconducirnos con él a la duración eterna: “Tú no
lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde”. Una
hacer aquí abajo; no percibe la grandeza en la humi-
madre no le pide a su hijo que tenga veinte años cuan-
llación. Protesta; no puede aceptar ver al Maestro a
do sólo tiene dos; le pide que crea en su amor mater-
sus pies: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?”
nal, que no quiere sino velar por su crianza.
El alma tan característica y apasionante de Pedro
resplandece en esta protesta. Lo que ve, lo dice. Se *
equivoca – y se ha equivocado a menudo, ¡él, que
recibirá el privilegio de la infalibilidad!… pero siempre Pedro no se somete a la primera. Las naturalezas
habla con sinceridad; y eso es lo que le gusta a más ricas a menudo tardan en formarse. La ley no
Jesús. El Maestro está ahí para rectificar y explicar. tiene nada de absoluto, pero se verifica frecuente-
Prefiere las almas espontáneas a los seres impeca- mente. La riqueza de temperamento debe ir acompa-
bles. Su gozo no consiste en la perfección acabada, ñada de sensibilidad viva; pues bien, ahí es sobre

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

todo donde el pecado introdujo el desorden. El equi- ama, pero su amor no está iluminado. Ama, pero no
librio se ha roto; o falta la luz, o no sabemos aguar- conoce el Amor; no sabe lo que es amar y amar
darla para obrar, o la razón no manda con la energía “hasta el fin, in finem”. Tiene que aprenderlo. Esos últi-
suficiente para imponer su punto de vista. Mientras la mos momentos de la vida de su Maestro van a ense-
actividad se ejerza con esa ceguera, con ese apresu- ñárselo. El lavatorio de los pies es el primer acto.
ramiento o con esa impotencia, estará llena de defec- Nuestro Señor procede sobre todo por afirma-
tos. El alma que la ejerce puede ser excelente, pero ción; no explica nada, o muy poco. No se dirige a la
no se realiza lo que ella ordena; su voluntad la defor- razón; no ha venido a satisfacerla, sino a someterla.
man sin cesar las potencias de ejecución. Hay que No la condena; no quiere prescindir de ella, pero quie-
reformarlas y rectificarlas. Demasiado débil para re transmitirle una luz superior si ella accede a renun-
andar, vacilante sobre unas piernas inexperimenta- ciar a la suya propia.
das, pronunciando palabras informes que sólo ella
¡Qué lejos está aún de él Pedro, tan generoso sin
adivina, el niño pequeño no es por ello menos queri-
embargo! Pero lleva en su alma la palanca que le per-
do por su mamá. Ella entrevé las posibilidades de
mitirá elevarse hasta el nivel del Maestro: ama. Y
futuro en las insuficiencias del presente y acepta ese
Jesús empuja esa palanca: “Si no te lavo, no tienes
presente que prepara ese futuro.
parte conmigo”.
Simón Pedro no es aún más que un niño, pero un
Esta vez Pedro ha comprendido. Tener parte con
niño que promete mucho. Los defectos son clamoro-
el divino Maestro, eso es lo que quiere, cueste lo que
sos, pero las virtualidades son extremadamente ricas,
cueste, por todos los medios, aunque sea con la
y eso es lo que le gusta a Jesús. Esa alma es ardien-
humillación de Aquel al que ama: “Señor, dice, no sólo
te y es suya; está en camino para unirse con él. Los
los pies, sino hasta las manos y la cabeza”.
separa un distancia, pero el movimiento de vida la
suprimirá: “Tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás Pedro ha comprendido que se trata de unión… y
más tarde”. su alma impulsiva, su alma excesiva – pero excesiva-
mente afectuosa – deja que estalle el vehemente
El apóstol habla con toda su alma, su alma de esa deseo que tiene de ella. Además, ese deseo dema-
hora. Cree que con eso basta… y, en efecto, con eso siado violento le hace perder la justa medida y la
basta de momento. Ve a su Maestro tan grande; no visión clara de las cosas. No consigue esa justa medi-
puede tolerarlo en esa actitud que, a sus ojos, lo dis- da y esa visión clara sino después de numerosas
minuye: “No me lavarás los pies jamás”. vacilaciones. Se aferra al lavatorio de los pies, que no
Lo que quiere Jesús es abrirle los ojos; él es la luz es más que un medio; no se detiene en la sumisión
del Amor; ha venido para que lo vean: y eso es lo que de la voluntad, que es el fin. Quiere que lo laven por
Pedro todavía no ve, pero lo verá más tarde. Pedro ya entero para unirse por entero. Hace falta una nueva

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

corrección del Maestro: “El que se ha bañado, no Ha elegido a sus discípulos para que recojan la
necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros doble enseñanza de su palabra que enseña y de sus
estáis limpios, aunque no todos”. obras que dan ejemplo, les ha lavado los pies para
que ellos lo hagan a continuación y como él lo ha
* hecho.
Lavar los pies es humillarse ante aquel al que se
El Amor, que es don de sí mismo, no aspira más le hace ese servicio, es humillarse para hacerle ese
que a ese don. Desgraciadamente, no todos han res- servicio, es abdicar – al menos en apariencia – de las
pondido a ese amor que se ha dado. Hay un rechazo: pretendidas superioridades, en una palabra, es darse
es un punto de sombra, negro y doloroso, en el cua- en hechos.
dro de esas almas que, tan insuficientes aún, le dan
tanto consuelo. Su corazón divinamente afectuoso se Lavar los pies es purificar a alguien del polvo del
remite a él sin cesar, como a una herida: “Vosotros camino, es a la vez no verlo y excusarlo, también es
estáis limpios, aunque no todos” quitarlo. Hay que ser indulgente con los que andan
por ese camino. Por la parte inferior, aunque el espíri-
“Sabía quién lo iba a entregar”, añade San Juan. tu esté realmente en contacto con Dios, siguen sien-
Lo sabía; pensaba en él; seguía todos los movimien- do pobres seres aquí abajo, con necesidades físicas,
tos de aquella alma que allí, delante de él, frente a con flaquezas, propensos a la caída. Jesús ha venido
tanta bondad sencilla y ternura encantadora, se cerra- a curar y a aliviar de esas miserias. No tiene miedo de
ba, se endurecía cada vez más, preparaba su traición. abandonar las alturas de su cielo, de velar la grande-
Al amor, Jesús siempre une la luz; explica su za de su divinidad, de hacerse pequeño y humillarse
gesto después de realizarlo; ilumina la inteligencia para lavar los pies de los hombres caídos. Le basta
tras haber arrobado el corazón; se apodera de todo con encontrar en ellos sinceridad y buena voluntad; a
el ser, haciendo de esta forma una obra de formación nadie le pide nada más.
total: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Y esa indulgencia, esa humillación es lo que deben
Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís reproducir los apóstoles; la indulgencia en el espíritu
bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, que no condena, la humillación en los actos que se
os he lavado los pies, vosotros también debéis lava- pone a los pies – y no solamente al nivel – del prójimo
ros los pies unos a otros. Porque os he dado ejem- para purificarlo del polvo inevitable del camino.
plo, para que también vosotros hagáis como yo he
hecho con vosotros. En verdad, en verdad os digo: La felicidad tiene ese precio: recompensa la
no es más el siervo que su amo, ni el enviado más amplitud de miras y el amor que se anonada.
que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si Jesús resume así la enseñanza de su vida. Con la
lo cumplís.” plenitud que caracteriza todo lo que dice y hace, ese

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

simple gesto del lavatorio de los pies y las pocas fra- Los Once tienen esa disposición: y por eso, la
ses con que lo comenta introducen a los suyos en el fuente de luz y de vida, en esa última noche, fluye y
hogar donde se ve y se ama. Los lleva más allá de fluye, los llena de los tesoros que encierra y que acaba
todas las mezquindades de espíritu y todos los egoís- de derramar.
mos del corazón que engendran todo sufrimiento; les
abre realmente las puertas de la alegría. Un mundo *
nuevo se extiende ante su vista, el mundo donde se
olvida para darse, donde se halla dándose, donde se
engrandece uno mismo por la pequeñez consentida y
Uno de vosotros me entregará (13, 21)
donde se engrandece a aquellos por los que se la
consiente. Embargados por semejante efusión, nos cuesta
comprender a Judas; lo miramos demasiado como a
Para entrar en ese mundo tan diferente de nues-
un fenómeno. Entramos difícilmente en la realidad. Y
tro mundo no es necesario haber alcanzado las altas
la realidad es que Nuestro Señor tiene un deseo
cimas de la perfección. Basta con querer ser lo que
inmenso – grande como su ser – de darse, y que se
quiere el Maestro y con ponerse a la disposición de su
da a las almas dispuestas a acogerlo… pero también
amor.
que, bajo el impacto de la pasión, ciertas almas pue-
Es conmovedor, infinitamente conmovedor, verle den cerrarse a todos sus avances y adoptar para con
darse a esos pobres hombres que están tan lejos de él las actitudes más duras y hostiles.
comprenderle y tan sumidos aún en las naturalezas
resistentes. Habla, obra, esparce la semilla… ¿cuándo Judas no se da al divino Maestro porque él ya no
germinará? No le preocupa. La obra de Dios es sub- se posee; su corazón pertenece a otra criatura: el
terránea; sus más altas operaciones se hacen en la dinero se lo ha arrebatado a Jesús. Todos los esfuer-
sombra y en secreto. Se hacen tanto mejor cuanto zos se estrellan contra esa puerta cerrada.
menos se preocupa uno de ellas y cuanto más se Jesús multiplica los avances, que no serán en
abandona uno en la confianza sin tratar de ver ni de vano; lo que no llega al traidor conmueve a los discí-
saber. pulos presentes… y conmoverá también a las almas
Sólo se requiere una condición: el don de sí rectas a través de los tiempos. En el proyecto divino
mismo, la disposición de la voluntad que se conforma todo se rige por el amor al amor… y todo lo provoca.
a la voluntad del Amor… no esa disposición perfecta- Los rechazos que encuentra hacen que destaque. Las
mente realizada y que ha transformado a un ser, sino peores cegueras dan lugar a luces, y afectos profun-
la disposición a dejarse transformar poco a poco, dos dan paso a abandonos muy dolorosos. La traición
según le plazca a Aquel que transmite su forma. de Judas ha conservado muchas almas; y el odio del

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MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES? AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO

demonio que se ceba en la divina víctima le ha atraído a consumarla se le aparecen en todo su horror, y per-
más corazones que sus más portentosos milagros. mite que lo embargue la consternación: “Cuando dijo
La presencia del traidor en la atmósfera de ternu- estas palabras, Jesús se turbó en su interior y decla-
ra y sinceridad que rodea esa velada no deja de ser ró: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros
para Jesús un dolor muy vivo. Vuelve a ello tras el me entregará”.
lavatorio de los pies. Vuelve en una suprema tentativa
de reconquista de Judas; vuelve sobre todo para *
advertir a los demás y que se le unan más estrecha-
mente; vuelve también para que se sepa cómo pene- Por nosotros da rienda suelta a esta emoción; es
tra su mirada en todas las almas y en todos los esta- para que, sabiendo quién es, lo veamos al mismo
dos de ánimo y qué mérito tenía, con semejante pene- tiempo tan parecido a nosotros, tan entregado y tan
tración, al proseguir su divino ministerio, que veía con unido. Él es el Dios inmutable, Señor y Maestro; es
toda claridad que no era comprendido. también un hombre revestido de todo lo que conlleva
la humanidad: conoce la tristeza y la alegría, y los
“No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los acontecimientos repercuten en él como en nosotros…
que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: mucho más aún, puesto que nada ha alterado ni
El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os embotado la viva frescura de su sensibilidad.
lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que,
cuando suceda, creáis que Yo Soy”. Su emoción se transmite a los apóstoles: “Los
discípulos se miraban unos a otros, sin saber de
Ese es el objetivo de Dios cuando permite la trai- quién hablaba”. Se explica su emoción, como la del
ción… y en general todo lo que se opone a su amor. Maestro. Están lejos de conocer a Aquel que los ha
Esas disposiciones lo realzan y lo hacen brillar: “El elegido y de comprender toda la riqueza de la ense-
amor es más fuerte que todo”, se apodera de todo, ñanza que les ha dado, pero ellos le aman profunda-
hace que todo sirva a sus fines. mente. Además, Jesús no ha obtenido nada; habría
Esta unión en la fe es lo que rechaza Judas para podido realizar una transformación rápida y total; no
satisfacer su pasión y ganar unos denarios. Se encie- ha querido; será la fuerza de su Espíritu que les
rra en sí mismo, se cierra al horizonte infinito que se enviará más tarde; sólo ha querido que se vinculen
abre ante él y se ofrece a darse a él. a él con un sentimiento que prepara la transforma-
Al descubrir esas perspectivas en las que vive, ción futura.
Jesús se conmueve… y su emoción se comprende. La declaración tan formal: “En verdad… uno de
Ante la grandeza que propone y la falta de inteligen- vosotros me entregará” los hiere en ese sentimiento
cia de alma que allí se oculta, la traición que se pre- que no es más que un cimiento, pero que ocupa las
para y el estado de ánimo del que la ha decidido y va profundidades más recónditas de su alma. Están

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estupefactos y conmocionados. No dudan de lo que amaba” y que ocupaba el sitio a su izquierda en esa
se les dice; no dudan, nunca dudan del Maestro. Su cena tenía en ese momento la cabeza apoyada en el
estado de ánimo es como el de San Pedro – que, por seno mismo del divino Maestro.
cierto, hablaba en nombre de todos – ante el anuncio La piedad cristiana ha contemplado con frecuen-
de la Eucaristía que tampoco ellos comprendían. cia y desde hace mucho esta actitud del discípulo pri-
“Maestro, tú tienes palabras de vida eterna”. Tienen vilegiado al que se cree el autor de este cuarto
fe. Sobre esta base, Jesús puede construir; y con eso Evangelio. En efecto, ella encierra – como igualmente
le basta. La hora, la manera, las circunstancias, eso es todos esos detalles de escenas donde un Dios escon-
asunto de él. Quiere que se confíen a él. Esa confian- de su luz sin fin y su amor sin límites – enseñanzas
za es lo que un día se convertirá en amor perfecto y hasta el infinito.
comunicación de forma.
Esta actitud revela una costumbre. Entre Jesús y
Jesús sigue toda esta escena que él dirige. Sigue ese discípulo existían relaciones especiales, había una
esas miradas ansiosas, esas fisonomías jadeantes, intimidad particular. Se explica por la edad; el discípu-
todas esas demostraciones de apego, y se siente con- lo amado era el más joven del grupo; era el benjamín;
solado. En el tallo que brota ve la planta desarrollada, aquel al que los demás se dirigen en tono jovial, al que
con flores y frutos; toda su obra está ahí en germen, siempre hablan con una sonrisa, al que se le pasan
todo el magnífico futuro en ese humilde presente. por alto más cosas… y que, en una palabra, tiene
San Pedro sobre todo, siempre el mismo, el más derecho a dejar reposar su cabeza sobre las rodillas o
amante si no el más amado, quiere saber, tiene prisa el corazón del Maestro.
por saber. Al entrar en su alma, el amor del Maestro ha Esta juventud era la de la edad; era sobre todo
tomado la forma ardiente, precipitada, de su alma, y juventud de alma, la que permanece, la que la vida
así seguirá. La acción divina no suprime las diferencias pasajera no afecta porque participa de la vida eterna.
de naturaleza; las unifica; cumple con la condición de
Hay naturalezas así: viven por su propio fondo,
toda belleza, variedad en la unidad.
ese fondo donde reside Aquel que es y donde se
comunica a ellos. Ellas viven naturalmente cerca de él;
* las ilumina su luz y las anima su movimiento. Tienen
consigo mismas y con las cosas relaciones de una
simplicidad exquisita que parecen dejarlas fuera del
Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba (13, 23) movimiento falso nacido de la falta original. Parece
Pues bien, un discípulo cuyo nombre calla el que el pecado casi ni las haya tocado; tienen algo de
evangelista, al que designa únicamente por una intimi- la sinceridad y la frescura originales; cuando el cuerpo
dad especial con Jesús: “El discípulo que Jesús y sus movimientos, la palabra, la mirada, las actitudes,

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eran todavía el espejo del alma. Se ve claro en ellas, y adivinaba por instinto. Todos, almas sencillas y rectas,
ellas ven claro en todo. compartían con el Maestro su inclinación hacia él.
El discípulo que Jesús amaba, en todo lo que Pedro y Andrés eran sus amigos de siempre y los pri-
hace, en todo lo que dice o escribe, aparece inmedia- meros elegidos, si no lo eran ya en el momento de su
tamente con esa limpidez; su alma es de cristal. De llamada, se hicieron en ese momento. Todos – salvo el
ahí su gusto por la luz; de ahí su sentido profundo de traidor – utilizaban probablemente sus relaciones más
la vida. De ahí el lugar que otorga a esa doble idea de fáciles con Aquel que, a pesar de su simplicidad extre-
luz y de vida en su obra. Jesús, que lo es todo para él, ma, era el “Rabbí”.
es esencialmente luz y vida: “En ella estaba la vida y la
vida era la luz de los hombres…” Todo su Evangelio *
está ahí: en un más allá donde la luz y la vida conflu-
En ese momento sobre todo, en que los apósto-
yen y sólo son una.
les son presa de una emoción que los trastorna, Juan
Esa juventud, superior al tiempo, le permitía pene- es el más indicado, por el lugar que ocupa, por la acti-
trar más hondo en el alma del divino Maestro y retener tud que ha adoptado, por su habitual familiaridad con
sus enseñanzas más profundas. Vivía por delante de Jesús, para servir de intermediario para obtener una
los acontecimientos, o si los veía – pues los veía y los información cuya necesidad los apremia.
describe de maravilla hasta en sus menores detalles –
“Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba,
los veía a la claridad tan especial a la que los veía el
estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le
Maestro, inundados por completo de la verdad eterna
hace una seña y le dice: Pregúntale de quién está
que contenían y que explicaba inmediatamente la
hablando. El, recostándose sobre el pecho de Jesús,
Palabra tan amada.
le dice: Señor, ¿quién es?”
Tenía, pues, una manera de estar pendiente de
La respuesta misma de Jesús está hecha con la
sus labios, de recoger sus discursos, de conservarlos,
misma precaución: “Le responde Jesús: Es aquel a
de hacerlos vivir en él y de darles esa forma, esa pres-
quien dé el bocado que voy a mojar. Y, mojando el
tancia característica, única, que advertimos en su
bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón
Evangelio.
Iscariote”. Sólo el discípulo amado capta el espantoso
Todo esto – y mucho más que lo que acabo de sentido de ese gesto que debió de dejarlo helado.
decir – le valió aquella intimidad con Jesús de la que
hizo su nombre propio: “El discípulo que Jesús *
amaba”. Los apóstoles no parece que estuvieran
celosos de él… excepto uno solo por quien el discípu- A partir de ahí, la escena se precipita, aunque
lo amado debía de sentir una antipatía innata y que él siempre con el mismo misterio para el grupo de los

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apóstoles. Ven un gesto, oyen una palabra… pero no Jesús ordena la desaparición del traidor, no
comprenden ni uno ni otra. manda la traición. Lo ha hecho todo para prevenirla e
impedirla, menos dañar lo que a él le resulta más que-
Uno solo comprende, el que nos lo dice… y que
rido que un alma, a saber, la libertad de esa alma. La
nos lo dice con su acostumbrada rapidez impersonal:
libertad es la condición del amor… y el amor es su
“Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás.
razón de ser.
Jesús le dice: Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.
El corazón del Maestro no está menos roto por
El trozo de pan mojado era la última tabla de sal-
esa ruptura y la pérdida que representa. El evangelis-
vación lanzada por el Amor al traidor que rehusaba. ta no dice nada de ello. Siempre guarda silencio,
Hasta ese momento, trabajado por los dos espíritus como si fuera una decisión tomada, sobre esos esta-
que luchaban en su corazón, todavía podía elegir. El dos de ánimo que deberían, no obstante, tener una
gesto supremo del Maestro provoca un supremo repercusión tan grande en su propia alma. Él cuenta
combate donde Satán se alza con la victoria… y se los hechos, los narra, y luego les deja a sus oyentes o
acabó. El vencedor obtiene por fin el derecho a entrar lectores la tarea de entrar en ese divino santuario del
en esa alma y apoderarse de ella. Entonces se impo- corazón adorable donde descansó en aquel momen-
ne la separación. to; sabe que el Espíritu Santo se encargará de abrirle
a cada uno las puertas y de descubrirle los secretos.
* Tampoco dice qué sintió él en aquel momento…
ni después, cuando se acordaba o recordaba a otros
Jesús mismo ordena esa separación. Aquí, como esos detalles cuyo sentido y horror sólo él compren-
en toda su Pasión, sigue siendo maestro y afirma su día: “Pero ninguno de los comensales, sigue diciendo,
maestría. Tiene prisa por ver desaparecer esa sombra entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la
ahora que va a difundir la inmensa luz de su Amor a bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle:
través de las palabras del diálogo que sigue a la Cena Compra lo que nos hace falta para la fiesta, o que
y las llagas de su cuerpo quebrantado por la Pasión: diera algo a los pobres”.
“Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. Judas, descubierto, se va a toda prisa. Ha segui-
Puesto que el sueño de su corazón no puede rea- do la pequeña escena entre Jesús y el discípulo
lizarse en Judas, al traidor no le queda sino desempe- amado, ha comprendido el gesto y la palabra del
ñar el papel de instrumento que permitirá realizarlo en Maestro; ya no tiene que esperar más; sólo tiene que
los demás. Pues Judas – como el propio demonio y desaparecer y lanzarse al crimen: “En cuanto tomó
todos los comparsas que le hacen el juego – sirve al Judas el bocado, salió. Era de noche”.
Amor y contribuye a sus fines.

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* Pero ahí están los apóstoles, aturdidos – a pesar


de su costumbre del Maestro – por esa sucesión de
Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre (13, 31) hechos y palabras: el lavatorio de los pies, el anuncio
Cuando Judas ya se ha ido, Jesús transporta de la traición por uno de ellos y esas perspectivas
inmediatamente a los suyos a la plena claridad: repentinas de la más alta gloria vinculadas a la prueba
“Cuando salió, dice Jesús: Ahora ha sido glorificado el y la humillación.
Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él”.
*
Jesús siempre ha asociado su glorificación con su
Pasión. Para él son una sola cosa. Pero en esta hora
de la que se puede decir que ya ha comenzado la
Hijos míos… (13, 33)
Pasión, no deja de afirmar y poner de relieve el víncu-
lo que las une. Vuelve a ellos para proseguir, a través de esas alter-
nativas, su educación, que es su objetivo inmediato.
Como Judas ha ido a entregarlo, ya se ve en la
cruz, más alto que la tierra, atrayendo las miradas y “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vos-
otros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije
los corazones, mostrando al mundo el amor que tiene
a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis
por su Padre y precisamente es su gloria, mostrando
venir, os lo digo también ahora a vosotros”.
en ese amor que tiene por su Padre el amor que su
Padre tiene por él y que es la gloria del Padre. Se ve La voz se hace tierna, ligeramente maternal. Aún
ya de regreso con su Humanidad Santa en ese rega- no había empleado los términos “hijos míos” que lee-
zo de gloria. Ante ese espectáculo cuya visión no lo mos ¡ay! como todo el Evangelio sin ponernos frente a
abandona, sino que de promesa y esperanza se va a Aquel que los pronuncia y sin oír la sonoridad del
hacerse – y ya se hace – realidad, todo su ser se corazón infinito que los vive al pronunciarlos.
levanta y vibra y canta. Su palabra lo acusa; sigue el Juan, que nos informa de ellos, seguía los latidos
ritmo de su alma; se remonta a alturas donde al prin- de ese corazón; seguía sobre todo el movimiento del
cipio cuesta seguirla; se hace modulada y armoniosa; alma que en ellos se entregaba por completo y que,
cobra empaque de eternidad, independiente del tiem- de las alturas gloriosas donde acababa de solazarse,
po y de los seres que mide. Los hombres que lo rode- volvía a bajar al desconsolado grupo al que debía con-
an desaparecen de su vista: “Ahora ha sido glorifica- ducir hasta ellas.
do el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Los pone frente a la realidad. La realidad es doble,
Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glori- y ahí es donde reside la grandeza de nuestra escena:
ficará en sí mismo y le glorificará pronto”. por un lado el Hijo de Dios que vuelve a la gloria de su

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Padre, que se remata, se consuma, alcanza toda su desear y a todo lo que yo pueda decir; era todo eso y
talla, todo su destino y toda su alegría; por otro, una más que eso. Me atrevería a decir: “¿Podemos imagi-
prueba donde unos lo niegan, otro lo traiciona, donde nar la impresión sufrida por aquellos pobres galileos
debe dejar a los suyos, donde debe conocer todos los cuando les anuncia que va a abandonarlos y a dejar-
dolores del parto. los solos?”
Para él, todo esto no forma más que un todo: la Para ellos, no obstante, la separación no es defi-
pena y la alegría, la humillación y la gloria, la separa- nitiva: “adonde yo voy, vosotros no podéis venir
ción y la reunión se llaman y se organizan. Pero los ahora”. Deja entrever la reunión; hace que brille la luz
que le escuchan aún no tienen el espíritu que descu- en las tinieblas. Los judíos a los que habló en esos
bre sus vastos planes. Los prepara para recibirlo; mismos términos no oyeron esa pequeña palabra de
deposita en sus almas los materiales con los que edi- esperanza; no les gusta la Luz; no desean recibirla; no
ficará iluminándolos. Mientras tanto, sin luz y sin fuer- sufrirán con su desaparición; no clamarán por su
za, necesitan que los sostengan; son los pequeñines regreso.
que la mamá debe tranquilizar, consolar, llevar en los Algo bien distinto ocurre con los apóstoles; la Luz
tramos difíciles. se ha convertido en su vida; la idea de perderla los
En primer lugar, anuncia la separación: “Ya poco atormenta… Pero si los deja es para purificar sus
tiempo voy a estar con vosotros… adonde yo voy, almas y darse en todo su esplendor.
vosotros no podéis venir ahora”.
Hay que vivir esta escena. Poco a poco se ha ido *
formando entre Jesús y aquellos a los que llama “hijos
míos” una intimidad que el relato evangélico deja a
propósito en la sombra, pero que debía de ser extre- Os doy un mandamiento nuevo (13, 34)
ma. Nuestro Señor había llegado a ser realmente todo Mientras tanto, los prepara. Ilumina su inteligen-
para los apóstoles. Era el Maestro que ilumina la inte- cia; deposita en ella la verdad que allí brillará cuando
ligencia, era el Mesías-Redentor que levanta a las vuelva a iluminarla. Les indica la condición de su
almas caídas, era el Todopoderoso que dispone de las regreso, de su unión definitiva con él. Él es Amor; se
cosas, era el fundador de un reino donde ellos ocupa- lo conoce amando; la luz que lo manifiesta es la luz del
rían los primeros puestos, era el protector, el sostén, Amor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
el guía con el que uno se sentía en el buen camino y los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así
perfectamente seguro, era el Padre y el Amigo, daba os améis también vosotros los unos a los otros. En
satisfacción a todos los sueños; era todo eso, de una esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os
manera única, superior a todo lo que habrían podido tenéis amor los unos a los otros”.

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Dios es amor; ése es su Espíritu. La Pasión glori- El mandamiento nuevo del Maestro es muy anti-
ficará a Jesús y glorificará en él al Padre porque ella guo. San Juan lo recoge y explica en su Epístola.
será la demostración irresistible de ese Espíritu. Recuerda el orden esencial que rige la creación ente-
Sufrirá, dice, “para que el mundo sepa que amo al ra y que el Creador ha grabado en lo más hondo del
Padre” (Jn 14, 31). corazón humano.
La demostración se hace en el amor fraterno que La gloria de Dios es el mismo don de sí mismo
vuelve visible a ese Espíritu invisible, que lo manifiesta cuyo principio y modelo halla Jesús en su Padre. El
a los hombres, les abre las puertas del gran misterio y hombre fiel lo conocía en su alma en gracia que lo
les revela el amor que allí reina. reproducía; el hombre pecador había dejado de ser
El amor fraterno reproduce aquí abajo el amor de esa imagen y de mostrarla al mundo… y su rechazo
allí arriba; es el rasgo característico de la fisonomía había detenido en el umbral de su alma el divino rayo.
divina; la expresa, es el movimiento de la Palabra de Dios ya no era para él Aquel que se da a todos y en
Dios que, oída por un alma, rehace en esa alma y para todo; ya no era el Ser que es; el movimiento de amor
esa alma lo que hace el Verbo en el seno del Padre y que circulaba por todos los seres salidos de Él ya no
lo que vino a hacer entre nosotros. Es el rasgo carac- era conocido y cantado. La Pasión iniciada iba a reto-
terístico del Verbo encarnado… y todos aquellos a los marlo para darlo a conocer de nuevo y provocar la
que se comunica. alabanza consciente del hombre iluminado. En aque-
Ahí es donde hallamos a Jesús, en ese movimien- llos que estuvieran animados de ese movimiento por
to que es su Espíritu. Quiere que sus apóstoles se le la comunicación del Espíritu de Jesús, en aquellos
unan ahí, pero no inmediatamente: “adonde yo voy, que se dieran como él se da, se le vería a él, nuevo
vosotros no podéis venir ahora. Trataréis de hacerlo, jefe de la humanidad levantada, y en él a Dios,
pero inútilmente. El momento no está en vosotros; lo Principio primero, pero desconocido, de todo don de
haréis más tarde, cuando él haya llegado”. sí mismo.

La separación prepara esta unión; es el camino


hacia ella. Jesús regresa a su Padre por la Pasión para
*
manifestar ese Espíritu y transmitirles ese motor. Su
muerte lo muestra; Pentecostés lo dará. En ese
momento comprenderán la muerte y las palabras que ¿Por qué no puedo seguirte ahora? (13, 37)
desde entonces la explican. Comprenderán porque Para él ha llegado la hora de manifestar ese
tendrán el Espíritu de luz; harán lo que hace Jesús, Espíritu al mundo. Para los apóstoles llegará más
porque tendrán el Espíritu que vive lo que se ve. tarde.

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Esa demora es lo que los apóstoles – y sobre que se da, en la medida y las condiciones en que lo
todo Pedro – ni comprenden ni pueden admitir. Y no da. El Espíritu Santo enseña eso porque él es el don
pueden admitir ni comprender porque les falta ese de sí mismo.
Espíritu que es el único que da el darse, que es el don San Pedro no comprende porque todavía no tiene
esencial de sí mismo y que se manifiesta dándose. Ya el Espíritu que enseña eso dándose. La respuesta de
comprenderán cuando lo tengan… Jesús no le convence. No quiere separarse de su
De ahí la protesta de San Pedro y sus compañe- Maestro porque lo ama. Pero quiere una unión que
ros: “Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Jesús no quiere… y sin dudarlo se separa: ¿Por qué
Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”.
seguirás más tarde”. Jesús es el amor y él ama que
lo amen, ama tener pruebas de ello. La protesta de *
Pedro es aún débil, pero ama de verdad a su
Maestro; sufre ante la idea de una separación, no la En Dios, sólo en Él, brilla eternamente la luz con
acepta. un resplandor infinito. En nosotros la preceden las
Jesús hace que lo diga. Es un consuelo muy grato tinieblas y sólo muy poco a poco las disipa. La salida
a su corazón; es el consuelo que lo consuela de todo. de la luz se hace generalmente en la lucha y median-
La debilidad del apóstol no cuenta para él: no es una te la prueba. Procede de la fe, y la fe es una noche
disposición de la voluntad; ahora bien, el amor está en que envuelve en su sombra la claridad.
el querer. Como dueño del querer, fortalece y prepara Pedro y los apóstoles deben atravesar esa noche
la transformación total que permitirá el pleno don de sí antes de gozar de la luz: “Me seguiréis más tarde,
mismo. ahora no podéis hacerlo”. El espejo del alma no está
San Pedro le da en ese momento un ser frágil, purificado; se avecina la prueba que lo purificará. Y lo
incompleto, en formación; pero le da todo lo que purificará revelando lo que un hombre nunca acaba de
tiene. Cuando tenga más, le dará ese “más”. Tendrá saber del todo, lo que aprende en último lugar: su
más cuando Dios le haya dado tener más. debilidad sin límites, y que en ella es donde tiene que
Es preciso darse mucho tiempo en la debilidad encontrar su fuerza y su grandeza.
para recibir poco a poco la fuerza en la que uno se Eso es lo que explica y anuncia el divino Maestro,
dará más. Hay una alegría en el don de sí mismo que tan rico de amor y de luz haciéndolo como humillán-
puede ser egoísta y peligrosa; uno se da reconocien- dose ante los suyos para lavarles los pies: “Le respon-
do su nada y acogiendo al Ser que lo colma; a Aquel de Jesús: ¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en
que es el Ser le corresponde darlo; a aquel que no lo verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me
es le corresponde recibirlo de él en el momento en hayas negado tres veces”.

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Todo este capítulo XIII es una certera revelación de la luz; es la tranquilidad del orden; donde reina el
de esa debilidad cuyo conocimiento es tan necesario desorden, la luz llama a la lucha que lo hace cesar.
y a la que opone, por contraste, la omnipotencia de Dios es la Paz porque Él es la Luz; mirándolo
Aquel que la revela. recobramos la paz, pues en Él todo es orden, incluso
Ahí aparecen los hombres, con Judas, al que la la turbación, todo es tranquilidad, incluso la lucha.
pasión arrastra al fondo del abismo, con Pedro y el En el diálogo supremo del Cenáculo, el divino
grupo apostólico, animados de la mejor voluntad, Maestro que anuncia la lucha no cesa de mostrarla a
pero que tan poco y tan mal comprenden. esa luz que la organiza y que pacifica. No bien ha
Frente a ellos, Jesús se alza inmensamente gran- dicho: “Sufriréis, seréis probados, seréis débiles”
de por la ciencia que penetra todo el proyecto divino, cuando añade: “Pero Dios está ahí, miradlo, tened
“sciens Jesus”, por su omnipotencia que es el poder confianza”.
sin límites, “omnia dedit ei Pater”, por su amor que se El anuncio de la traición, luego el de la separación
rebaja a aliviar la miseria humana y acepta a la vez las y por último el de su propia debilidad que, en el caso
resistencias hostiles, hasta la traición y las lentitudes de Pedro, llegará hasta la negación, ha turbado pro-
de espíritu que confunden los corazones. fundamente a los apóstoles. Es de comprender. En
El discurso tras la Cena no se comprende bien unos instantes el divino Maestro los sitúa ante un vuel-
más que en ese marco: el marco de la ciencia y del co completo de su existencia, e incluso de su alma.
amor infinitos que se propagan sin reserva a almas tan Su turbación, no obstante, no debe llegar a las
poco abiertas o tan irremediablemente cerradas. partes profundas donde lo aman. Ahí tiene Dios su
morada; desde ahí lo dirige todo. Ellos deben volver-
* se hacia esas profundidades y hacia Aquel que las
ocupa, hallar en él la paz y el apoyo que no están ni
pueden estar en ellos mismos: “No se turbe vuestro
No se turbe vuestro corazón (14, 1) corazón. Tened confianza en Dios (creed, dadle crédi-
to) y tened confianza también en mí”.
Jesús, para iluminar a los suyos, tiene que descu-
brir perspectivas que los han turbado.
*
La turbación es necesaria en la vida espiritual,
pero está supeditada a la paz y debe desarrollarla. Esta confianza realiza entre ellos y el Maestro que
Dios es la Paz y no produce sino la paz; pero condu- tienen miedo de perder una unión que nada puede
ce hasta ella al hombre caído por caminos donde afectar: los une en Dios, con el cual el Maestro es uno,
debe sentirse inquieto y atemorizado. La paz es obra con el cual, en el Maestro, ellos también serán uno.

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La Pasión que los atemoriza, la amenaza de sepa- hará en ellos como también lo hará en Dios. Su parti-
ración que los entristece son los medios elegidos por da no tiende sino a ese regreso y a esa reunión: “Y
Dios para unirse en Jesús a todos los que ama y que cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volve-
respondan a su amor. El diálogo íntimo que comienza ré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo
explicará por qué y cómo. estéis también vosotros”.
Él se lo explicará como explica Jesús, como les
explica un padre o una madre a sus niños, como les *
explica un amigo a unos amigos. Nada del estilo de
una demostración geométrica o una exposición Estas palabras tan simples abarcan los mayores
didáctica; una conversación sencilla, íntima, familiar, misterios. Debería decirlo en singular, “el mayor miste-
donde se vuelcan las almas, donde la luz se rige, se rio”, el único misterio que es el único objeto de este diá-
mide por el amor y no aspira sino a desarrollarlo, logo, el único objeto de la Encarnación y de toda la vida
donde sólo se dice lo que pueden asimilar los oyen- de Jesús. Pero hay que repetirlo en cada versículo.
tes, donde se los prepara a oír lo que es difícil, donde ¿Y por qué no? Jesús se repite sin cesar, y sólo
se les advierte que, si no comprenden todo hoy, su puede repetirse. Es el Verbo que lo dice todo en una
inteligencia, cuando se abra, encontrará las semillas palabra; cuando traslada esa palabra a nuestro len-
que le han sido confiadas y se nutrirá de ellas más guaje creado, debe multiplicarla para adaptarse a
adelante. nuestra debilidad. Pero sus palabras múltiples no
En un cautivador tono de sencillez que no excluye dicen nada más que la palabra única… y lo dicen
el reproche, sino que lo envuelve de tierna bondad, que menos bien.
lo adorna, por así decir, de delicadeza, añade: “En la
casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo *
habría dicho; porque voy a prepararos un lugar” (14, 2).
Él mismo es ese lugar. Se ha unido a nuestra
naturaleza humana, la ha hecho suya, la ha realzado, Yo soy el camino (14, 6)
la ha divinizado, colmada de vida divina, para que en Jesús deja a los suyos para realizar con ellos esa
ella hallemos a Dios y moremos en Él. En él todo hom- unión. Unión que exige que sepan adónde va y el
bre puede hacerse hijo de Dios y ocupar el regazo del camino que sigue; porque no los llama a una unión
Padre. ciega, inconsciente; al contrario, es a una unión supe-
Pero hay más: no se va sólo para preparar la reu- rior, la unión espiritual, perfecta y completamente
nión de allí arriba. Volverá para llevarla a cabo. Ese consciente, la unión en el Espíritu que lo sabe todo, lo
lugar está en ellos como también está en Dios. Lo ve y lo juzga todo y que debe convertirse en su

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Espíritu. La vida que les comunicará será la suya; vida contenta; ahí, en la confesión, es donde ellos se
de luz y de amor, de amor que se despliega a plena encuentran; ahí es donde las almas que no poseen
luz, que forma un todo con la luz, que se manifiesta nada se reúnen con Aquel que es la Riqueza infinita.
dándose, que se da manifestándose. “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (He 20,
Por eso ella se despliega en el fondo del alma, en 35). Son las únicas palabras del Salvador que repro-
esa cima donde la actividad de las dos potencias de dujo San Pablo. Me extraña que San Juan no las
conocer y de amar parece no formar sino una. registrara, pues están en la tonalidad de su alma.
Porque el don manifiesta el ser; para Jesús, Verbo y
* expresión del Ser, la mayor dicha debía ser dar; y
todo lo que nos pide es que le permitamos hacerlo.
Antes de morir, habla, explica. Sus palabras y su Ese diálogo, bajo ese punto de vista, debió serle
muerte, a la luz de su Espíritu que les comunicará, se infinitamente dulce y consolador: es una incesante
convertirán un día en su vida. De momento son efusión de todo lo que de más profundo hay en él… y
sementera de otoño: despuntarán tras el invierno, tras en Aquel al que descubre al darse, y en Aquel que es
los días sin claridad y sin calor. su don mutuo y que ilumina a uno y otro con la comu-
Santo Tomás advierte en nombre de todos que la nicación de su amor.
divina semilla cae en espíritus que no la comprenden:
“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos *
saber el camino?”.
No la comprenden, pero no se niegan a recibirla, Así pues, responde sin tardanza a Tomás arras-
y con eso basta. Comprender es unir la luz de que se trándolos a esos terrenos inmensos de la Vida divina
dispone a la luz que se arroja. Cuando comprende- que son su morada, la morada de su Padre, y que
mos estamos un poco en pie de igualdad; el que com- deben convertirse en su morada, la de ellos: “Yo soy,
prende está al nivel del que enseña. Entre Jesús y los dice, el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre
suyos, esa igualdad que no existe todavía la estable- sino por mí”.
cerá la comunicación de su Espíritu; el Espíritu del Siempre me he sentido ante esas grandes pala-
Maestro convertido en su Espíritu se apoderará de su bras como ante esos paredones de roca rectos que
enseñanza y la comprenderá. Entonces estarán allí suponen un reto para cualquier escalador. He leído
donde está él; estarán en la casa del Padre de innu- cien veces lo que dicen de ellas los comentaristas, los
merables mansiones. desarrollos que hacen los sermonarios; he meditado
Jesús, pues, no se extraña ni se conmueve de sobre ellas o he tratado de hacerlo; está claro que
su ignorancia. Sólo con que se la confiese ya se todos – y sobre todo yo – nos quedamos al pie de la

264 265
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

montaña; la cima se pierde en una nube que imagina-


mos plena de luz, pero que no penetramos6.

ÍNDICE
DE TEXTOS COMENTADOS

EN EL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA


EL PROLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba con Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Ella estaba en el principio con Dios . . . . . . . . . . . . . 15
En ella estaba la Vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Y la vida era la luz de los hombres . . . . . . . . . . . . . 18
Y la luz brilla en las tinieblas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Juan vino para un testimonio,
para dar testimonio de la Luz . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Jesús era la luz verdadera que ilumina
a todo hombre que viene a este mundo . . . . . . . . . 22
Vino a su casa y los suyos no la recibieron . . . . . . . 23
Hijos de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Les dio poder de hacerse hijos de Dios
a los que creen en su nombre . . . . . . . . . . . . . . . . 26
6
El manuscrito de Dom Augustin esboza aquí, en unas líneas, un Y la palabra se hizo carne,
desarrollo que queda inconcluso… Así se interrumpe bruscamente y habitó entre nosotros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
esta meditación sobre el Evangelio de San Juan. Y hemos contemplado su gloria . . . . . . . . . . . . . . . 34

266 267
HE AHÍ EL CORDERO DE DIOS YO SOY EL MESÍAS, EL QUE TE ESTÁ HABLANDO
Una voz que clama en el desierto . . . . . . . . . . . . . . 39 EN EL POZO DE JACOB, LA SAMARITANA . . . . . . . . . . . . 101
Él existía entes que yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Dame de beber . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
He ahí el cordero de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Si conocieras el don de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Y yo le he visto y doy testimonio Un manantial que brotará hasta la Vida eterna. . . . 106
de que éste es el Hijo de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Adorar en espíritu y verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Yo soy el Mesías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Yo tengo para comer
LOS PRIMEROS DISCÍPULOS LA IGLESIA NACIENTE un alimento que vosotros no sabéis. . . . . . . . . . . . 112
Al día siguiente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Sabemos que éste
Maestro, ¿dónde vives? – Venid y lo veréis . . . . . . . 55 es verdaderamente el Salvador del mundo . . . . . . 116
Fueron, pues, y vieron . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 CURACION EN CAFARNAUM . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Andrés, el hermano de Simón . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Jesús partió de allí para Galilea . . . . . . . . . . . . . . . 119
Tú te llamarás Cefas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Creyó… y se puso en camino . . . . . . . . . . . . . . . . 121
Sígueme. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 Tu hijo vive . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Ahí tenéis a un israelita de verdad . . . . . . . . . . . . . . 67

LO QUE HACE EL PADRE,


EL QUE CREA EN EL HIJO TENDRÁ VIDA ETERNA LO HACE IGUALMENTE EL HIJO
LAS BODAS DE CANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Se celebraba una boda en Caná, en Galilea . . . . . . 76
CURACION DEL PARALITICO EN LA PISCINA DE BETESDA . . 131
No tienen vino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Haced lo que él os diga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Llenad las tinajas de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 YO SOY EL PAN DE VIDA
Así manifestó su gloria,
Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
y sus discípulos creyeron en él . . . . . . . . . . . . . . . . 81
JESUS MULTIPLICA LOS PANES Y LOS PECES . . . . . . . . . . 137
NICODEMO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Huyó de nuevo al monte él solo. . . . . . . . . . . . . . . 140
Si no nace de lo alto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Soy yo, no temáis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Tú eres maestro en Israel
y ¿no sabes estas cosas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 EL DISCURSO DE CAFARNAUM . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Así tiene que ser levantado el Hijo del hombre. . . . . 89 La obra de Dios
Pero el que obra la verdad, va a la luz . . . . . . . . . . . 92 es que creáis en quien él ha enviado . . . . . . . . . . . 144
El pan que yo le voy a dar, es mi carne . . . . . . . . . 151
ÚLTIMO TESTIMONIO DEL BAUTISTA . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 ¿A quién iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna . . . . . . . . . . . . . 155

268 269
YO SOY LA LUZ DEL MUNDO Hijos míos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
JESUS EN LA FIESTA DE LAS TIENDAS . . . . . . . . . . . . . . 163 Os doy un mandamiento nuevo . . . . . . . . . . . . . . . 255
Todavía no había llegado su hora . . . . . . . . . . . . . . 163 ¿Por qué no puedo seguirte ahora?. . . . . . . . . . . . 257
Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. . . . . . . . . 167 No se turbe vuestro corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . 260
Yo soy el camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
JESUS, LUZ DE VIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
Le llevaron una mujer sorprendida en adulterio . . . 174
Yo soy la luz del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba . . . . . . . . 181
Entonces sabréis que Yo Soy . . . . . . . . . . . . . . . . 184
La Verdad os hará libres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
Es mi Padre quien me glorifica . . . . . . . . . . . . . . . . 189
YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS…
YO SOY EL BUEN PASTOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Yo he venido para que las ovejas tengan vida . . . . 194
Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida . . . 199

EL PADRE Y YO SOMOS UNO


SI TU ERES EL CRISTO, DINOSLO ABIERTAMENTE . . . . . . . 205
RESURRECCION DE LAZARO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Aquel a quien tú quieres está enfermo . . . . . . . . . . 212
Yo soy la Resurrección. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
María cayó a los pies de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . 220
Si crees, verás la gloria de Dios . . . . . . . . . . . . . . . 223

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS


COMO YO OS HE AMADO
EL TESTIMONIO SUPREMO DEL AMOR . . . . . . . . . . . . . . 229
Los amó hasta el extremo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
JESUS LAVA LOS PIES DE SUS APOSTOLES . . . . . . . . . . . 235
Uno de vosotros me entregará. . . . . . . . . . . . . . . . 243
Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba . . . . . 246
Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre . . . . . 252

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