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Cooperadores Amigonianos

Cuaresma 2010
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Paz y Bien

“Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre  que está sobre todo
nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra
y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre” (Fil 2,9-11)

Sí, nosotros decimos AMÉN ante este maravilloso himno de la carta a los Filipenses,
pues entramos en el terreno sagrado del tiempo en que se nos invita a celebrar los
misterios-realidades más profundos de nuestra fe: PASIÓN, MUERTE Y RESURECCIÓN
DE JESÚS. Eso me hace recordar, valga la ocasión del año sacerdotal, de la única
ocasión que tenía el sumo sacerdote, durante el año, de entrar al Sancta Sanctorum, (el
Santo de los Santos), habitación principal del REY de REYES. Sólo que ahora, en la
plenitud de los tiempos, está a la disposición de todos los que deseen acceder al
encuentro con el Señor.

Además me remite a las taquicardias que seguramente sintió el salmista cuando


entrando a Jerusalén exclamaba: “¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa
del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén” (Sal 121,1-
2). Qué alegría, hermanos y hermanas, poder creer, sentir y proclamar que ALGUIEN
dio su vida por nosotros, nos trajo la salvación y VIVE, porque Papá Dios lo resucitó.

Para la preparación de este año a la Pascua he encontrado un autor - Luis María


Llena León - que hizo la misma motivación que por más de una década ha realizado este
fraile, con su libro Cuarenta soles y cuarenta lunas. Así es que aprovechemos para
mantener la intensidad de este tiempo, hasta llegar a la cumbre donde se desparrama la
cascada milagrosa de la RESURRECCIÓN DE JESÚS.

Lean cada día solamente lo que corresponde; así podrán ir descubriendo, en la


cotidianidad, el querer de Dios manifestado a través de Su Palabra.

Este año tenemos muchas razones por las cuales AYUNAR; la situación mundial, el
estado de nuestro país, el deterioro de la familia, la unidad de la Iglesia, la coherencia de
los pastores, nuestra realidad de pecado, entre otras.

Valdría la pena proclamar los cuarentas días de ayuno. Es mejor apuntar a lo


máximo, ya verá cada uno hasta dónde se le permite dar…, unos el 30, otros el 60 y
otros el 100%. Eso es cosa de Dios.

Jesús, Buen Pastor los ama y los bendice y yo también.

Fray Miguel Parra, T.C.

La Victoria, 17 de febrero de 2010


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INTRODUCCIÓN

1. LA CUARESMA

La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que la Iglesia se prepara para la celebración


de los acontecimientos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, que son el
centro de la fe cristiana.
Tradicionalmente, la Cuaresma ha sido un tiempo de penitencia, queriendo recordar
que a la alegría de la Pascua hemos de llegar desde el propio esfuerzo y desde la propia
conversión. Cuaresma-Pascua son dos aspectos de una misma realidad y nos sitúan ante
el binomio muerte-vida que experimentamos en tantos momentos de la vida: todo lo que
vale la pena, cuesta.
La Cuaresma son cuarenta días, de aquí su nombre (En realidad, cuarenta y tres días,
si incluimos lunes, martes y miércoles santos). Nos evoca los cuarenta años que el pueblo
de Israel pasó caminando por el desierto hasta llegar a la Tierra Prometida; o los
cuarenta días con sus cuarenta noches que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar
su vida pública. La Cuaresma es camino en comunidad y preparación interior y personal.
En los primeros tiempos de .la Iglesia, durante la Cuaresma, los catecúmenos
(aquellos que se preparaban para el Bautismo) ultimaban su preparación para celebrar a
la vez, en la Vigilia Pascual, su Bautismo, su Confirmación y su Primera Comunión
(Sacramentos de la Iniciación Cristiana).
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza. La ceniza era, en el Antiguo
Testamento, un signo externo de penitencia y deseo de conversión. Comenzando este
tiempo con la imposición de la ceniza, la Iglesia nos recuerda que hemos de vivir en
continua conversión para poder participar verdaderamente en la Muerte y Resurrección
de Jesús.

2. OBJETIVOS DE ESTA CUARESMA 2010

Como les decía, tomé este material de un libro titulado: Cuarenta soles y cuarenta
lunas, de Luís María Llena León, y su fin es acompañar la reflexión, la meditación y la
oración, durante este tiempo. Para cada día se propone una reflexión y una oración.
Ambas pueden hacerse en cualquier momento del día, aunque él sugiere la reflexión para
la mañana (soles) y la oración para concluir la jornada (lunas). Previamente, indica,
también, las citas bíblicas que serán proclamadas en la Misa de ese día de las que ha
copiado algún versículo.
Las reflexiones tienen forma, en muchas ocasiones, de narración breve o cuento.
Después, viene la explicación y aplicación (aunque, en ocasiones, ni siquiera es
necesaria). En la mayoría de los casos, ha procurado que recoja, de algún modo, el
mensaje bíblico precedente (o una posible interpretación de él). Las oraciones están
redactadas con frases breves, casi como versos o versículo s, de tal modo que su sola
lectura (incluso en voz alta, si se desea) nos introduzca en un ambiente de oración. Lo
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importante sería no convertir su recitación en un acto mecánico, sino acompañadas de un


silencio posterior, que puede concluirse con una segunda lectura. Están redactadas,
además, en primera persona del singular, pero no debe ser el autor quien hable en ellas,
sino el lector. Con la primera persona se pretende que el lector las convierta en
verdadera oración personal.
Un último apunte. En las oraciones se suplica la ayuda de Dios. "Ayúdame",
"enséñame", son peticiones que se repiten a menudo. Si el lector ya es asiduo a la
oración no olvidará que pedir a Dios su ayuda no debe sumimos en la pasividad, sino más
bien al contrario, nos compromete a trabajar y a esforzamos para que aquello que
pedimos se haga realidad.

Miércoles de ceniza
Joel 2,12-18; 2 Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-18
"Reverdecerán los pastizales del desierto y darán fruto los árboles" (Joel 2,22)

CENIZA

NO SE LO PODÍA CREER. Por más que contemplaba aquel paisaje, Elvira no daba
crédito. Muchos años atrás, cuando ella era pequeña, había vivido en este paraje que
recordaba precioso. Pero un mal día, todo aquello se incendió y desapareció bajo las
llamas. Entonces, toda su familia tuvo que emigrar a la ciudad.
A su padre le costó asumir todo aquello. Durante muchos años volvía allí a menudo , a
contemplar las cenizas, y ella, una niña pequeña, le acompañaba. Todavía hoy, tantos
años después, se le pone la piel de gallina cuando recuerda a su padre llorando, como un
niño pequeño, ante todo aquel paisaje convertido en ceniza.
-Algún día todo esto renacerá - repetía su padre con mucha fe-. Algún día, estos
árboles volverán a ser verdes y las aves volverán a anidar en ellos. Algún día, el matorral
volverá a esta tierra y el tomillo y el romero volverán a extender su aroma en este aire.
Hoy, miércoles de ceniza, Elvira ha vuelto a aquel lugar donde vivió de pequeña y que
un incendio destrozó. Y, al contemplar aquel paisaje, no se lo podía creer. La naturaleza
ha reverdecido y los árboles vuelven a prestar sus ramas a los nidos de las aves, y el
matorral ya de nuevo invade todo. Lo que había predicho su padre se ha cumplido:
¡lástima que él no pueda verlo!
La ceniza no fue el final. La ceniza fue el principio de una nueva vida en aquel valle.
Así, la ceniza sólo es el inicio de la Cuaresma. Quemamos todo lo negativo que hay en
nuestra vida y comenzamos a caminar. La Cuaresma es el camino hacia la Pascua. Allí
nos espera la primavera y la resurrección: de la naturaleza y de Cristo. También la
nuestra, si sabemos cambiar nuestra vida.

ORACIÓN

Señor Jesús: Hoy he comenzado un camino y tú eres su meta.


Quiero celebrar plenamente tu Pascua de Resurrección y, por eso,
quiero prepararme a fondo durante estos cuarenta días.
Pero sé que todo mi esfuerzo será vano si tú no caminas a mi lado,
si no sostienes mis pasos y los orientas hacia ti.
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Enséñame a practicar el verdadero ayuno:


Ayúdame a desprenderme de todo lo superfluo que hay en mi vida, para hacerte sitio a
ti.
Enséñame a practicar la verdadera limosna:
Ayúdame a descubrirte en los hermanos que más te necesitan;
enséñame adarme como tú te diste.
Enséñame a practicar la verdadera oración:
Ayúdame a saber dedicarte más tiempo a ti, para irte descubriendo en el silencio en mi
interior.
Dame fuerza para quemar todo aquello que me estorba,
para reducir a cenizas todo lo que me aparta de ti y me aleja de mis hermanos.
Hazme redescubrir en la ceniza que todo es caduco.
Pero enséñame a hacerla desde la esperanza de saber que la naturaleza siempre
reverdece;
que el grano de trigo, si cae en tierra y muere, da mucho fruto.
Ven a caminar conmigo estos cuarenta días y así llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Jueves después de ceniza


Dt. 30,15-20; Lc 9,22-25
"El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día
y sígame"
(Lc 9,23)

CARGAR CON LA PROPIA CRUZ

LINDA LO ESTÁ PASANDO UN POCO MAL EN EL TRABAJO. Tiene la sensación de que


sus compañeros y compañeras no la tienen en cuenta, es como si pasaran de ella para
todo, como si le estuvieran haciendo el vacío. De hecho, esta sensación no es nueva para
ella... Cuando era adolescente, en la escuela, ya la había experimentado: siempre le
costaba encontrar compañeros o compañeras que quisieran hacer con ella los trabajos de
grupo. Y ella tiene la sensación de que eso es injusto, porque ella no se merece algo así,
pero le pasa siempre, en todas partes...
Linda lo está pasando un poco mal en el trabajo. Pero Linda olvida que, a menudo,
llega tarde a trabajar; olvida que, normalmente, no tiene las cosas acabadas cuando se
necesitan; no recuerda que más de una vez (y de dos, y de tres) alguien tiene que
acabar revisando lo que ella ha hecho rápidamente y sin prestar demasiada atención.
Ya en la escuela, cuando era adolescente, sucedía lo mismo: nunca tenía las cosas a
punto el día requerido; a menudo, los compañeros las tenían que repasar porque ella no
les había dedicado suficiente tiempo; a menudo, faltaba a clase el día en que había que
entregar un trabajo en grupo; o ella no había terminado su parte... Por esta razón,
cuando ya la conocían, nadie quería hacer con ella los trabajos en grupo.
En el fondo, Linda es una irresponsable. Y, cuando alguien no es responsable, siempre
lo acaban pagando los demás, siempre alguien tiene que acabar con el trabajo, o
repasarlo... Es por esta razón que Linda lo está pasando un poco mal en el trabajo.
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Pero claro, ella está convencida de que la culpa la tienen los demás. Tal vez, la
primera manera de cargar con la propia cruz sea asumir las propias responsabilidades,
para que otros no tengan que cargar con ellas. Así de sencillo.

ORACIÓN:

Señor Jesús, Hoy me has invitado a seguirte, cargando con mi propia cruz.
¿Cuál es mi cruz, Señor?
¡Tus palabras pueden tener tantas lecturas!
Pero sé que, si miro en mi interior, si observo la realidad concreta de mi vida,
sabré cuál la cruz que Tú me pides que cargue.
Dame fuerza, Señor, para aceptar mis propias responsabilidades;
no permitas nunca que las descargue sobre los demás,
no permitas que me desentienda de ellas, cuando eso puede afectar a otras personas.
No me dejes culpar siempre a los demás de todas mis desgracias,
de todos los inconvenientes y las exigencias de la vida,
de todo lo que no sale tal como yo imaginaba.
Enséñame a saber hacer verdadero examen de conciencia,
a descubrir dónde he fallado yo y a poner remedio.
Dame fuerza, Señor, para vivir con dignidad este camino que me lleva hacia ti.
Y enséñame, también, a mirar a los demás que cargan con su propia cruz,
tantas veces mucho más pesada que la mía;
enséñame a saber ser para ellos cirineo en un trecho del camino,
compañía que hace más ligero el peso de la vida.
Así, ayudándonos mutuamente, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Viernes después de ceniza


Is 58,1-9; Mt 9,14-15
"Llegará el momento en que se lleven al novio y entonces ayunarán" (Mt. 9,15)

EL AYUNO

EL DISCÍPULO SE SINTIÓ DECEPCIONADO. Cuando el maestro le propuso hacer


ayuno, no supo reaccionar ni oponerse; simplemente, no se esperaba una propuesta
semejante. Si había elegido a este maestro, era por su fama de progre, porque no era un
tradicionalista. Y, sin embargo, este maestro le proponía, ahora, una de las prácticas más
antiguas y más tradicionales: ayunar. La verdad era que esta tradición, él no la acababa
de entender. ¡Vaya inutilidad! ¿De qué sirve pasar hambre? Eso no va a dar de comer a
quienes de verdad pasan hambre cada día.
Además, el ayuno era una incomodidad que no le permitía realizar correctamente el
resto de sus actividades. Ni siquiera la oración. No podía concentrarse. A lo que llevaba
inmóvil un par de minutos, sus intestinos comenzaban a reivindicar el movimiento y,
como adquiriendo vida propia, se expandían y se contraían, acompañando su vals de
molestos sonidos que le distraían y le incomodaban. Descubrió sensaciones en su
estómago que nunca antes había experimentado. Descubrió órganos internos que sabía
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que existían por los libros de ciencias naturales, pero que nunca había sentido en su
propio cuerpo, y todo ello le incomodaba.
Cuando, por fin, volvió a ver a su maestro, protestó por el ayuno, una práctica que no
ayudaba a nadie, ni siquiera a él mismo; una inutilidad.
Pero el maestro le corrigió. El ayuno no había sido inútil si le había hecho descubrir
cosas en su interior que nunca antes había notado e identificado, y le recordó que el
ayuno no sólo podía ser de alimentos, sino de todo aquello que entra por los diferentes
sentidos.
Le recordó que, si profundizaba en la práctica del ayuno, desnudo ya de tantas cosas
superfluas (o, incluso, de aquellas necesarias), se descubriría a sí mismo en su interior,
como había descubierto su intestino, casi con vida propia.
Y, entonces, el discípulo comprendió que lo importante del ayuno no es aquello a lo
que renunciamos, sino todo cuanto ganamos, todo lo que descubrimos dentro de
nosotros, sin la distracción de aquello que nos llega de fuera.

ORACIÓN

Señor Jesús:
El ayuno es una práctica muy antigua, común a todas las religiones
y, sin embargo, yo no siempre la comprendo.
A menudo, estoy tentado de creer que es una tontería y una pérdida de tiempo.
Enséñame tú el verdadero sentido del ayuno.
Enséñame a ayunar, Señor. Y no sólo de alimento.
Enséñame a saber prescindir de todas aquellas cosas superfluas que han ido haciendo
hueco en mi vida hasta convertirse casi en indispensables.
Enséñame, de ese modo, a descubrir nuevas perspectivas,
nuevas e interesantes facetas de la vida.
Enséñame a descubrir lo único y verdaderamente necesario.
Señor, que el ayuno me ayude a descubrir toda la riqueza que tú has depositado en mi
interior.
Enséñame a descubrirte en los latidos de mi corazón,
en todo ese mundo que me habita.
Que el ayuno de todo aquello prescindible
me ayude a comprender a quien no tiene siquiera lo necesario
y me enseñe a solidarizarme con ellos. Con acciones concretas, Señor, no con discursos.
Así, me iré preparando para vivir la Pascua. Amén.

Sábado después de ceniza


Is. 58,9-14Lc. 5,27-32

¿MÁS PENITENCIA, PADRE?

DICEN QUE UN SACERDOTE explicaba a una piadosa anciana que la Cuaresma es un


tiempo en el que hay que hacer penitencia y sacrificio. Y la anciana, con aquella sabiduría
que sólo dan los años y la experiencia, le contestó:
¿Penitencia, sacrificio, padre? ¿Le parecen pocos la penitencia y los sacrificios que la
vida nos pide a todos?
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Tal vez la anciana tenía razón. Tal vez no hace falta hacer penitencia. Lo que hace
falta es aprender a aceptar los sacrificios que la vida nos impone a todos.
Cada uno de nosotros sabe qué circunstancias de su vida no le gustan y, a pesar de
ello, no puede cambiarlas.
Aceptar estas circunstancias con paz y serenidad, asumir nuestras limitaciones y las
contrariedades de la vida, ésa es la verdadera penitencia.
Uno querría ser más alto, la otra más delgada. Una querría ser más inteligente, el otro
más robusto físicamente. Alguien querría vivir con otra situación económica, otro
desearía que su hijo tuviera determinadas cualidades...
Aceptarse uno mismo a pesar de las limitaciones. Aceptar las contrariedades que la
vida nos trae. Hacerlo con paz y serenidad, y encontrar, a pesar de ellas, la verdadera
felicidad.
-¿Quiere usted más penitencia, padre?

ORACIÓN

Señor Jesús: Vivir no siempre es fácil. Tú lo sabes muy bien:


tu coherencia te llevó a la Pasión ya la Cruz. Y no fueron casuales:
tú las aceptaste voluntariamente, aceptando la voluntad del Padre del Cielo.
Enséñame a hacer lo mismo, Señor;
enséñame a saber aceptar los sinsabores que la vida lleva consigo.
Enséñame a aceptar mis propias capacidades y mis propios límites;
a aceptar las circunstancias concretas que me toca vivir.
No te estoy pidiendo que me hagas conformista, Señor,
quiero vivir luchando siempre por superarme,
pero sabiendo, al mismo tiempo, aceptar el límite de mis posibilidades
sin caer en la desesperación ni en la frustración.
No quiero buscar el dolor, Señor; aún más: quiero saber luchar contra el dolor con todas
mis fuerzas,
sin rendirme ni dejarme vencer por el desaliento;
pero enséñame, Señor, a saber asumir el dolor y aceptarlo cuando se hace inevitable.
Déjame, entonces, unirlo a tu dolor en la Cruz.
Enséñame, Señor, a aceptar cuanto la vida me depara como fruto de tu voluntad,
por más que en ocasiones se me haga difícil de entender.
Sólo así, Señor, aceptándome a mí mismo y mis circunstancias,
aceptando sin reservas tu voluntad, podré gustar un poco de felicidad
y seré capaz de ponerme a tu servicio para ayudar a los demás
en este caminar hacia la Pascua. Amén.

Primer Domingo de Cuaresma

Ciclo A: Gn 2,7-9; 3,1-7 - Rm 5,12-19 - Mt 4,1-11


Ciclo B: Gn 9,8-15 - 1Pe 3,18-22 - Mc 1,12- 15
Ciclo C: Dt 26,4-10 - Rm 10,8-13 - Lc 4, 1-13
"No sólo de pan vive el hombre” (Mt 4,4)

LAS TENTACIONES DEL REY MIDAS


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ERA EL REY MIDAS: todo cuanto tocaba se convertía en oro. Los negocios no le podían
ir mejor de cómo le iban. Era un hombre de éxito, casi envidiado por su círculo de
amistades y relaciones laborales. No había alcanzado aún la cuarentena y lo tenía todo:
un par de autos (uno familiar y otro deportivo), una vivienda unifamiliar en la zona alta
de la ciudad, un apartamento en la playa, para los veranos, y otro junto a la mejor
estación de esquí, para los inviernos. Era guapo, joven, elegante y un buen profesional.
Tan bueno que, a pesar de su juventud, acababa de ser nombrado Director General de la
Compañía para toda la zona de España. Se miró en el reflejo de aquella puerta de cristal
que había en su despacho recién estrenado y se lo repitió: "Soy el rey Midas".
En ese mismo instante, en su propia casa, frente al espejo del cuarto de baño, su
esposa lloraba desconsolada. Ciertamente, ella era la envidia de todas sus amigas, pues
tenía todas las posesiones que las otras deseaban y disponía de más dinero del que sabía
gastar cada mes. Pero no era feliz.
Cuando, por la noche, le expuso a su marido que ella y los niños se sentían
abandonados, que apenas le veían, él respondió con la excusa de siempre:
"Me paso el día trabajando para que a ti y a los niños no les falte de nada".
Pero ella no pudo evitar responderle:
"No sólo de pan vive el hombre".
Como él no parecía reaccionar, ella comentó que se estaba planteando la separación
matrimonial. Fue entonces cuando él, el Director General de la Compañía para toda la
zona de España, se volvió ciego de ira. Tenía todo cuanto podía desear, era un hombre
poderoso y ella pretendía abandonarlo.”¡No me arruinarás la vida!", le gritó, y la empujó
contra el armario. Era la manera de reafirmar su poder: todos le obedecían y respetaban;
no iba a consentir que su mujer no lo hiciera.
“Pero si tú no respetas a nadie", le replicó ella entre sollozos, acurrucada en el suelo,
junto al armario. “¡Soy yo quien merece respeto!", gritó él. "Yo soy tu dueño, yo soy tu
dios!", añadió en el colmo de su enfado. "¡Yo soy mi propio dios!"
Y volvió a encerrarse, una vez más, en su despacho.
********************
La Cuaresma nos invita a reflexionar quién es de verdad nuestro Dios. Nos invita a
salir de nuestro egoísmo. La Cuaresma nos invita a descubrir dónde tenemos puesto, de
verdad, nuestro corazón: qué es lo que nos alimenta de verdad (¿nos alimenta algo más
que aquello material?) y cómo son nuestras relaciones con los demás, (¿son relaciones de
poder o de servicio?).

ORACIÓN

Señor Jesús: Tú eres mi Señor. Tú eres mi Dios.


Quiero repetir a diario esta profesión de fe con los labios,
pero, sobre todo, con el corazón.
¡Hay tantos "diosecitos” que reclaman mi atención!
No dejes que me deslumbren sus seducciones.
Enséñame a vivir hacia adentro, Señor, y no sólo hacia afuera.
Sé que he de preocuparme por las cosas materiales de la vida,
(sobre todo si, además, tengo hijos u otras personas a mi cargo),
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pero enséñame a preocuparme, también, por los aspectos que no son materiales.
Ayúdame a establecer con los demás relaciones de colaboración y hasta de servicio;
nunca de poder y de dominio.
Haz que destierre toda violencia (física, psicológica y verbal) de todas mis relaciones
interpersonales.
Ayúdame a prestar a los demás la atención que reclaman de mí,
siempre que me sea posible.
No dejes que me encierre en mí mismo.
Haz que te reconozca, verdaderamente y no sólo de palabra, como mi Dios y Señor:
eso me hará darme cuenta de que no soy superior a ninguno de mis hermanos.
Así, en igualdad y colaboración, será más fácil caminar hacia la Pascua. Amén.

Lunes de la primera semana


Lev 19,1-2.11-18; Mt 25,31-46
"Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más
humildes, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40)

MÁS QUE DAR, DARNOS

AQUEL MENDIGO, había recorrido todas las calles y todas las casas de aquella villa,
pero no encontraba nada que lo dejara definitivamente satisfecho. Y no es que los
habitantes de aquel lugar no fueran buena gente. De hecho, lo eran y él no podría decir
que lo trataran mal. A menudo, no le costaba mucho obtener un bocadillo, algún buen
vecino se lo daba enseguida; pero él continuaba con un triste agujero, como un vacío, en
el estómago. A menudo obtenía algunas monedas, porque siempre algunos vecinos se las
daban. Incluso, un día, una vecina llegó a darle un billete de 50 euros. Sí, sí, lo han oído
bien: 50 euros. ¡Una pasada!, pensó él. Pero enseguida descubrió que eso no le hizo ni
menos pobre ni más feliz.
Todo iba siempre así, más o menos, hasta que un día, ya al atardecer, pidiendo
limosna, llegó a un caserón donde le abrió la puerta un joven. Tenía cara de preocupado
y triste. Cuando el mendigo le pidió dinero, el joven contestó:
- Lo siento, no puedo darte nada. He llegado del trabajo hace un momento y me acabo
de dar cuenta de que me han desvalijado la casa: me han robado todo lo que tenía. Pero,
si quieres, me quedan dos cigarrillos: pasa y los compartiremos mientras charlamos un
rato.
El pobre entró y charlaron ante las llamas del hogar, fumándose los dos cigarrillos. Y
aquel día, el pobre ya no sintió ningún agujero en el estómago, aunque no había comido.
Aquel día se sintió un poco menos pobre y un poco más feliz, porque, por primera vez,
alguien no le había dado nada material pero, sencillamente, le había acogido.

********************
La Cuaresma es un buen tiempo para acoger a los demás, para entregamos a ellos,
para darnos, más que para darles algo. En cada hombre y en cada mujer que sufre,
descubrimos a Jesús, que necesita nuestra escucha, nuestra visita, nuestra acogida. Sólo
si nos ponemos en su lugar, si nos vaciamos de todas nuestras posesiones, podremos
acogerlos con sencillez. Como hizo aquel joven a quien habían desvalijado su casa.
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ORACIÓN:

Señor Jesús: Tu discípulo Juan nos dejó escrito en una de sus cartas:
"Si alguno dice que ama a Dios pero aborrece a su hermano, miente.
Pues el que no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios, a quien no ve" (Jn 4,20)
Enséñame, Señor, a vivir esta afirmación como la gran verdad del cristianismo.
Enséñame a descubrirte en el hermano, especialmente en el más pobre y necesitado.
Es una verdad de fe: si estás realmente presente en los sacramentos,
¡también lo estás en cada hombre y en cada mujer que hallo a mi lado!
Hazme vivir en actitud de entrega generosa,
enséñame a saber dar a mis hermanos aquello que necesitan.
Tú que me permites gozar de tantas cosas, no permitas que sea un egoísta.
Pero enséñame, también, que muchas veces hombres y mujeres no sólo necesitan cosas
materiales,
sino un gesto, una palabra, un poco de mi tiempo.
Enséñame a darme con generosidad y no sólo a dar cosas materiales.
Así, en la entrega generosa, poco a poco, me iré pareciendo a ti, hasta llegar a vivir
contigo la entrega de la Pascua. Amén.

Martes de la primera semana


Is 55,10-11; Mt 6,7-15.
"Al orar, no repitáis palabras inútilmente (Mt 6,7)

ESCUCHAR A DIOS

AQUEL MONJE había dedicado a Dios toda su vida. Había pasado la vida recitando
oraciones y haciendo sermones. Hablaba de Dios a todas horas: en las clases de religión,
en las catequesis, en las Misas de los domingos y en las de cada día... Siempre había
hablado de Dios, pero ahora se sentía desanimado.
Un ángel le preguntó:
-¿Por qué estás tan desanimado? El monje respondió:
-Porque me he pasado la vida hablando de Dios, pero Él no me habla a mí.
El ángel le miró y, con una sonrisa cariñosa, le respondió:
-¿Estás seguro de que no te ha hablado? ¿O es que, quizá, tú no le has escuchado?
Y, ante la sorpresa del monje, concluyó:
-Estás hablando con un ángel; ¿acaso has olvidado que los ángeles somos mensajeros
de Dios?
********************
Todos los que creemos en Dios protestamos, alguna vez, de su silencio: a menudo
parece que, cuando más lo necesitamos, Dios calla, Dios guarda silencio. Pero, tal vez, lo
que pasa es que no le escuchamos adecuadamente.
En nuestra sociedad, la gente siempre va de prisa, corriendo, sin tiempo para nada.
Tampoco para Dios. Si queremos que Dios nos hable, hemos de saber escucharle. Hemos
de saber hacer momentos de silencio en nuestra vida, hacer momentos de escucha. Tal
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vez Dios se quiere hacer presente en nuestra vida, nos quiere decir algo, pero nosotros
estamos siempre ocupados, siempre comunicando.
Muchos de los que protestan del silencio de Dios, casi nunca hacen momentos de
oración o, cuando los hacen, es porque tienen muchas cosas que decirle a Dios, porque
tienen una larga lista de peticiones. Hemos de aprender que la oración no sólo es para
hablar a Dios, también hemos de saber hacer oración para escuchar lo que Dios tiene que
decimos. Si queremos que Dios nos hable, hemos de saber escuchar.
Y no olvidemos que, a menudo, Dios envía a sus ángeles para que nos transmitan su
mensaje. Pero no sabemos verlos. j Claro! A estas alturas, aún seguimos buscando
angelitos rubios y con alas.

ORACIÓN

Señor Jesús:
A menudo, mi oración es hablarte, hablarte, hablarte...
y he de aprender, también, a escucharte.
Por eso, en esta séptima noche de Cuaresma,
en esta séptima luna,
mi oración será tan sólo un rato de silencio, para aprender a escucharte.

(Silencio)

Enséñame a descubrir a tus mensajeros en el mundo de hoy,


para saber lo que tienes que decirme. Amén.

Miércoles de la primera semana


Jonás 3,1-10; Lc 11,29-32

''La gente de este tiempo es malvada; pide una señal milagrosa"(Lc 11,29\

ESFUERZO, NO MILAGROS

AQUEL DÍA HABÍA HUELGA GENERAL Y nuestro protagonista, que vive en una gran
ciudad, tuvo que volver a su casa a pie. No había servicio de metro, ni autobuses, ni
taxis... Lo único que había eran sus piernas que, éstas no, hacían huelga general.
Aquel día volvió a descubrir que el camino es esfuerzo. Vivimos en la época de los
medios de transporte. Estamos tan habituados a utilizarlos que, a veces, olvidamos lo
que es un buen paseo, un camino en compañía, un ir poco a poco gozando del hecho de
caminar.
Hay quien coge el auto o la moto para todo. Da lo mismo si sólo ha de ir dos calles
más abajo. Hemos perdido el hábito de caminar y hemos olvidado que caminar requiere
esfuerzo.
********************
La Cuaresma es un camino, como la vida misma. A veces vamos de prisa, muy de
prisa, y casi no nos cuesta esfuerzo, como si fuéramos en moto o en auto. En cambio,
otras veces, el camino es lento y costoso, requiere nuestro esfuerzo y hemos de saber no
renunciar al camino, no rendimos.
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La vida es un camino y todo camino exige un esfuerzo. No te rindas a la primera. Y no


esperes el milagro: es mucho más valioso aquello que has conquistado con tu esfuerzo.

ORACIÓN

Señor Jesús: La Cuaresma es un camino. La vida es un camino.


Enséñame a recorrerlo con esmero, con ilusión y con esfuerzo.
Todo camino tiene etapas diferentes; algunas son llevaderas y hasta placenteras,
pero otras son difíciles y costosas.
Enséñame, Señor, a valorar el esfuerzo, a no buscar siempre lo fácil, lo cómodo,
a no rendirme a la primera de cambio cuando algo me requiere constancia en el esfuerzo.
Ayúdame a no vivir siempre pendiente del milagro,
del golpe de suerte repentino al último momento,
o, incluso, del esfuerzo y la constancia de los demás.
Enséñame que los demás pueden acompañarme en esta andadura,
pero que el camino debo recorrerlo yo.
No me dejes rechazar aquello que me exige sacrificio,
como tú no rechazaste el camino de la Cruz.
Así, con tu ayuda, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Jueves de la primera semana


Est 14,1.3-5.12-14; Mt 7,7-12.
"Hagan con los demás lo mismo que quieren que los demás hagan con ustedes"
(Mt 7,12)

RESPETO

HOY HA SIDO SÁBADO. Esta mañana he hecho sonar mi despertador más fuerte: no
quería quedarme dormido por no haberlo oído. Eran las seis de la mañana, pero es que
hoy hemos ido de excursión con los amigos. He hecho mi aseo personal y me he afeitado
con la maquinita eléctrica. Después, me he preparado el desayuno. Todo como siempre
(no importaba que fuera sábado, no importaba que fuera tan temprano...) Como no
encontraba dónde estaba el azúcar, he despertado a mi madre para preguntárselo.
Después, he jugado un poco con el perro; me encanta hacerle enfadar en broma y que se
ponga a ladrar de esa manera.
Jugando con el perro, me he entretenido un poco y, cuando he llegado al sitio donde
habíamos quedado, ya estaban todos. "¡Venga, tío, que siempre llegas tarde!", me han
dicho todos a la vez; pero no les he hecho caso, siempre me dicen lo mismo, son unos
pesados.
Ha conducido Jaime, nuestro amigo más mayor. Yo me he encargado de la música: he
llevado los CD's que me gustan. Las chicas han protestado, pero ya me lo esperaba, lo
hacen siempre: a ellas sólo les gustan las cancioncitas de moda. Pero no he dejado que
pusieran ni una. ¡Ni hablar!
A la hora de comer, me he acordado de que no tenía bebida: ayer por la tarde, pasé
de ir a comprarme un par de latas. Total, tal como esperaba, no me he quedado sin
beber: siempre hay alguien que lleva de más. Lo peor ha sido que yo me había
14

encargado de llevar el postre para todos y me he olvidado... ¡Da lo mismo! ¡No pasa
nada por no tomar postre un día!
María tenía prisa por volver a su casa, hoy ha sido el cumpleaños de su hermano
pequeño, pero yo he convencido a Jaime, el conductor, para que volviéramos un poco
más tarde: no íbamos a renunciar a un rato de sol sólo porque a María le iba bien volver
antes. ¡Si a su hermano lo ve cada día!
Finalmente, he llegado a casa pasadas las ocho y media de la tarde. Mamá me ha
recordado que este mes me toca a mí hacer la limpieza del acuario. ¡Qué pesada! ¿No es
capaz de darse cuenta de que acabo de llegar de excursión y vengo cansado? Se lo he
dicho. Y va y me contesta: Alguna vez tendrías que pensar en los demás y respetarlos.
Ahora son las tres de la madrugada. Estoy en la cama, no puedo dormir y no puedo
dejar de pensar en lo que me ha dicho mi madre. ¿Es que yo no soy respetuoso con los
demás?

ORACIÓN:

Señor Jesús:
Enséñame a ser respetuoso con cuantos me rodean.
Enséñame, incluso, a saber ser delicado, a tener atenciones con los demás,
procurándoles aquello que les gusta y evitando aquello que sé que les puede molestar.
Hablo de cosas sencillas, Señor; de respetar el descanso de los que duermen,
o de no imponer a los vecinos mis gustos musicales;
de saber ceder, a veces, en mis preferencias televisivas,
si eso nos va a permitir ver la televisión en familia;
de respetar unos horarios acordados si eso va a favorecer la convivencia.
La convivencia es hermosa, Señor, pero es difícil.
A menudo los roces son inevitables y surgen malentendidos y discusiones.
Enséñame a poner paz cuando esto ocurra;
a no echar más leña al fuego.
Y enséñame a tener paciencia con aquellos
que no son capaces de tener en cuenta a los demás;
con aquellos que van por la vida arrasando,
imponiendo sus preferencias, dirigiendo la convivencia, a veces sin darse cuenta,
porque siempre imponen sus criterios.
Haz que sepa desarrollar unas actitudes que hagan que sea fácil convivir conmigo.
Tú quieres que el camino de la fe y de la vida,
que es personal, lo hagamos juntos.
Ayúdame a no ser individualista, a pensar en los demás.
Así, caminando en convivencia, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Viernes de la primera semana


Ez18,21-28; Mt 5,20-26
"Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja tu ofrenda allí mismo ante el altar y primero a ponerte en paz con tu
hermano" (Mt 5,23-24)
15

CUANDO LLEVES TU OFRENDA ANTE EL ALTAR...

LOS ZAPATOS DE ISABEL eran preciosos. El color rojo y los casi tres centímetros de
tacón les conferían una elegancia muy apropiada para las grandes ocasiones. Los había
comprado, cuatro años atrás, en una famosa zapatería del centro de la ciudad, con
motivo de la boda de una prima.
Sin embargo, desde que se le hinchaban los pies, no podía calzarlos: le hacían un
daño espantoso. Hasta ahora, sólo los había llevado en cinco ocasiones; hoy había sido la
sexta y, como en todas las anteriores, el resultado había sido un dolor insufrible, más de
una rozadura en cada uno de los pies y una herida en el dedo meñique del pie izquierdo.
Por eso, acababa de decidir que los iba a regalar mañana mismo, para no tener nunca
más la tentación de volver a ponérselos.
Cuando se planteó a quién podía regalarlos, el primer nombre que le vino a la mente
fue el de Mari Luz, su vecina del segundo piso. De sus tiempos de amistad, recordaba que
Mari Luz tenía sus mismos gustos y sus mismas tallas, lo que hacía que estos zapatos
fuesen perfectos para ella. Si a ella no se le hinchaban los pies, como le pasaba a Isabel,
seguro que le iban a ir a la -medida. Además, había oído en la escalera que Mari Luz
atravesaba dificultades económicas desde que ella y su marido, los dos en el plazo de un
mes, se habían quedado en el paro, ahora hacía de eso cuatro años, los mismos que
tenían esos zapatos, un regalo perfecto para Mari Luz.
Sin embargo, Isabel no estaba dispuesta a regalarle sus zapatos a Mari Luz, porque
estaban peleadas. Hacía más de un año que habían discutido. Poco importaba ahora el
por qué y el quién comenzó la discusión. La cuestión era que llevaban más de un año sin
hablarse y, lógicamente, no podía regalarle a ella los zapatos. La verdad: no le daba la
gana.
Al final, decidió llevarlos a la parroquia donde, después de arrodillarse ante el sagrario
y hacer unos minutos de oración, se los entregó al párroco con toda solemnidad,
diciéndole:
-Padre, los pongo en sus manos como ante el altar: son mi ofrenda personal a Dios,
Nuestro Señor.
Olvidaba Isabel que Dios no usa zapatos y, aunque el párroco sí los usa, no suelen ser
rojos ni tener tres centímetros de tacón.
Digo que lo olvidaba porque, de recordarlo, no le hubiera sorprendido tanto descubrir
sus zapatos, cuatro días después, en los pies de otra mujer. No cabía duda: los zapatos
que llevaba Mari Luz, su vecina del segundo piso con la que no se hablaba, eran los
suyos. Otra vecina se lo confirmó: desde que Mari Luz y su marido cumplieron tres años
sin trabajo, tenían que recurrir a la caridad de la parroquia.
Aquella noche, Isabel se acostó muy enfadada con el párroco, aunque la verdad era
que él no tenía por qué saber nada acerca de sus peleas con Mari Luz. Tan enfadada
estaba, que le costó dormirse. Cuando por fin lo logró, el sueño fue pesado, inquieto,
como de pesadilla. Al despertarse a la mañana siguiente, no recordaba nada, pero una
voz resonaba en su cabeza. No podía identificar si era masculina o femenina, pero su
tono era solemne, como de santo, o de ángel, o del mismo Dios en persona.
Y la voz le repetía sin cesar: -Nunca ofrezcas a Dios lo que no estés dispuesta a
ofrecer a tus hermanos.
16

ORACIÓN

Señor Jesús: Hoy me has recordado una vez más (y no será la última)
que tú estás presente en el hermano; que, si te quiero hallar,
he de saber descubrirte en el vecino.
Hoy me has vuelto a recordar que no puedo estar a bien contigo si estoy peleado con
mi hermano.
Hoy me dices, Señor, que no quieres sacrificios ni ofrendas,
si no van acompañados de gestos de amor,
de gestos de perdón hacia el hermano. Convénceme de esta verdad, Señor;
convence mi mente y, sobre todo, convence mi corazón.
Haz que ésta sea mi norma de conducta.
Es tu única Ley, Señor, la Ley del Amor;
no dejes que me la salte en mi vida cotidiana;
no me dejes poner el acento en otros preceptos minúsculos
y olvidarme del más importante.
Enséñame a amar, Señor, como tú amaste,
porque el amor es la clave de la Pascua. Amén.

Sábado de la primera semana


Dt 26,16-19 Mt. 5,43-48
“Hoy has hecho que el Señor te diga que él será tu Dios y has prometido seguir sus
caminos”
(Dt 26,17)

"SE HACE CAMINO AL ANDAR"

ESTE VERSO DE MACHADO, al cual Joan Manuel Serrat puso música, nos recuerda una
gran verdad: la vida es un camino, un camino que sólo descubrimos cuando lo andamos,
porque es entonces cuando lo construimos. Vivimos en construcción: la vida nunca está
hecha .del todo, siempre hay más por hacer, por vivir, por soñar... Nunca se puede decir:
"Ya he llegado", hasta el día de la muerte. Mantenerse joven es, en parte, esto: tener
planes de futuro, ganas de hacer, de luchar, de construir... Hacerse viejo es haber
perdido toda esperanza y toda ilusión. Los que se creen ya de vuelta de tantas cosas, en
el fondo son unos viejitos sin ilusiones. ¡Qué triste cuando alguien cree que ya lo ha visto
todo, que ya lo ha hecho todo, que nada puede cambiar...!
La vida es un camino y este tiempo de Cuaresma nos lo recuerda. Un camino que sólo
se hace andando: lo que otros han caminado, a ti no te sirve; tú has de recorrer tu
propio camino, con tus pasos, con tus aciertos y tus equivocaciones.
Pero no caminamos solos. La vida es compartir, como se comparte en el camino de
una excursión: compartimos la conversación, el esfuerzo, el sacrificio, la alegría de las
pequeñas metas conquistadas cada día. No se hace sólo el camino: se hace en compañía.
No lo olvides: la vida es un camino. Pero piensa: todo camino te lleva a algún sitio.
¿Hacia dónde vas tú? ¿ o es que, quizá, sólo caminas por caminar? ¡Eso sería una
tontería! Cuando alguien camina, sabe a dónde va.
Nuestro camino y nuestra meta es el Señor.
17

ORACIÓN

Señor Jesús:
Mi camino eres tú. Y también mi meta.
Ayúdame a seguir tus caminos, Señor, aunque no siempre sean los más fáciles.
Sé que contigo puedo hallar la verdadera felicidad
que tanto se me promete cuando se me invita a recorrer otras sendas.
No dejes que me deslumbren otros itinerarios más cómodos.
Ayúdame a mejorar cada día,
a vivir siempre en construcción teniendo como lema la superación.
No me dejes ser conformista ni comodón.
Ayúdame a aprender de ti, de tu palabra y de tu vida, para saber cómo debo caminar.
Ayúdame a mirarte siempre a ti, para saber hasta dónde puedo llegar,
hasta dónde el Padre desea que yo llegue.
Haz que mi camino sea seguirte.
Así, siguiendo tus pasos, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Segundo Domingo de cuaresma

Ciclo A: Gn 12,1-4; 2 Tm 1,8-10; Mt 17,1-9


Ciclo B: Gn 22,1-2.9-13.15-18; Rm 8,31-34; Mc.9, 2-10
Ciclo C: Gn 15,5-12.17-18; F1p 3,17-4,1; Lc 9,28-36
"Tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, los condujo solos a un monte alto y
apartado y se transfiguró ante ellos". (Mc 9,2)

MÁS ALLÁ

HABÍAN HECHO UNA EXCURSIÓN MARAVILLOSA a la montaña. Disfrutaron de la


naturaleza en un día precioso, de cielo azul y luz desbordante. Por la noche, ya en el
refugio, compartieron las vivencias y los sentimientos que habían experimentado a lo
largo de aquella jornada veraniega. Y entonces fue cuando él se sintió frustrado.
Él había visto un prado maravilloso a no sé cuántos metros de altura. Después de
haber recorrido, durante más de dos horas, senderos estrechos y tortuosos
verdaderamente peligrosos, la montaña le había regalado una gran explanada que nunca
hubiera imaginado encontrar allá arriba. Una gran alfombra verde la cubría y un
riachuelo, casi como los de un pesebre, la atravesaba de punta a punta. Algunas vacas
pastaban en aquel remanso de paz, donde sus campanitas ofrecían al aire el único rumor
audible. Le pareció tan maravilloso, que él pasó allí la jornada y aun la vida entera
hubiera pasado, si se hubiera dejado arrastrar por aquel éxtasis.
Sin embargo, sus compañeros hablaban de otras maravillas además de éstas.
Hablaban de enormes saltos de agua, líquidas colas de caballo en las que se habían
refrescado del calor del ascenso. Hablaban de una vegetación exuberante y novedosa,
que él no había contemplado. Hablaban, incluso, de restos de nieve, a pesar de la lejanía
del invierno. ¿Cómo era que él no había descubierto todo aquello?
-Porque tú llegaste a una meta y te conformaste -le contestó una amiga-. Nosotros
seguimos caminando y fuimos más arriba.
********************
18

La Cuaresma nos recuerda que siempre hemos de mirar más arriba, que las metas de
este caminar nuestro que es la vida no son definitivas. La Cuaresma nos invita a mirar
más allá, a entrever que únicamente más allá está la meta definitiva. Sólo más allá.
Nuestra meta es la Pascua. La Pascua de Jesús. Y la nuestra unida a la de Cristo.

ORACIÓN

Señor Jesús: Enséñame a saber mirar siempre más allá.


Hazme un hombre, una mujer con los pies en el suelo,
pero con alas suficientes para no vivir anclado en el presente.
Las alas de la fe, las alas de la esperanza y las alas del amor.
Que no me conforme, Señor, con las metas alcanzadas.
Que busque siempre superarme.
Que trabaje por mejorar el mundo en que vivimos
para que sea imagen y anticipo del mundo futuro que tú nos prometes.
Señor, hazme gustar de ti en la oración:
Hazme sentir en el corazón el fuego de tu presencia amorosa.
Pero haz que ese mismo fuego me empuje, después, a bajar a la realidad,
a remangarme y trabajar por construir un mundo de fraternidad
como aquel que viviremos ya en la Pascua. Amén.

Lunes de la segunda semana


Dn 9,4-10; Lc 6,36-38
''No juzguen a nadie y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a nadie y Dios no
los condenará" (Lc 6,37)

RUMORES QUE MATAN

Su anodina vida transcurría en aquel quirófano televisivo abarrotado de gente que iba
jaleando las diferentes disecciones, cada sábado, en horario de máxima audiencia. De
pronto, ella tomó la palabra:
-Se dice, se rumorea, se comenta... y esparció el rumor.
No aportó ninguna prueba, no la tenía. Pero nada importaba: aquel público nunca
pedía pruebas, le bastaba con tener algo que llevarse a la boca, para ir haciéndolo más y
más grande a lo largo de toda la semana. Le bastaba el rumor.
El público no pide pruebas, sólo las piden los jueces. Pero ningún juez iba a citarla a
declarar, pues ella había dejado claro que no era su opinión, sino que tan sólo se hacía
eco de lo que otros decían. Nadie podría sentarla en el banquillo.
En aquel mismo instante, a cientos de kilómetros, un hombre vio morir ilusiones y
esperanzas, fama y buen nombre, el amor de su pareja y el respeto de sus hijos... Todo
pereció aquella noche, en un instante, atravesado por el locuaz filo de aquel verbo fácil,
un verbo sin escrúpulos. Pero el juez nunca podría acusarla de homicidio, por más que
ella lo hubiera ejecutado con pública nocturnidad (¡qué contradicción!) y con total
alevosía.
Por eso comenzó diciendo:
-Se dice, se rumorea, se comenta...
19

Ella había dejado muy claro que se trataba de un rumor; tan sólo de un rumor. Por
algo presumía ella de ser una profesional. .. ¿Del periodismo?

ORACIÓN

Señor Jesús:
No permitas nunca que yo sea de los que contribuyen a extender un rumor.
No me dejes ser un correveidile ni en mi comunidad de vecinos, o en mi comunidad
religiosa;
ni en mi trabajo, ni entre mis amistades, ni en mi barrio o en mi pueblo.
Enséñame a no juzgar a las personas, a ser delicado con la fama de cada uno.
No permitas que practique nunca la calumnia, ni siquiera la difamación:
¿quién soy yo para hacer público lo que pertenece a la intimidad de cada uno?
Enséñame a ser comprensivo con las debilidades de los demás precisamente porque yo
me sé débil.
No me dejes colgar a las personas etiquetas que condicionen el modo como los demás las
vean.
Dame unos ojos limpios, Señor, para mirar a mis hermanos como tú mismo los miras.
Dame unos oídos sordos a la crítica hiriente.
Dame una lengua muda para extender los rumores.
Y si alguna vez mi conciencia siente la obligación de corregir a un hermano,
que sepa hacerla en privado, Señor, con respeto a su conciencia y a su fama.
Porque sólo con respeto, tratando a los demás como tú me tratas a mí,
podremos gozar juntos de la Pascua. Amén.

~
Martes de la segunda semana
Is 1,10.16-20; Mt 23,1-12
"Atan pesadas cargas y las ponen sobre las espaldas de los hombres pero ellos ni
con un dedo hacen por moverlas" (Mt.23,4)
~-,-
PORQUE YO SOY MAYOR

RAULITO TIENE DOCE AÑOS Y su hermano David, nueve. O sea, que Raulito es el
mayor. Y lo recuerda a menudo.
Un día, Raulito encontró a David subido en un árbol a la orilla del río. Al verlo, se
enfadó y le obligó a bajar. Cuando ya estaba abajo, le dijo:
- No quiero que te vuelvas a subir a un árbol nunca más.
-Pero tú te subes a los árboles... -replicó el pequeño.
-Porque yo soy mayor -sentenció Raulito.
Del mismo modo, otro día, Raulito vio cómo su hermano pequeño circulaba en bicicleta
por la carretera. Le obligó a regresar al casco urbano y le ordenó:
-No quiero que vuelvas a ir en bici por la carretera.
-Pero tú vas por la carretera...
-Porque yo soy mayor.
Igualmente, otro día, Raulito descubrió a David fumando.
-No quiero que fumes. Tú no tienes que fumar -le ordenó.
-Pero tú fumas...
20

-Porque yo soy mayor.


Tal vez, todo empezó unos años atrás, el día en que Raulito cogió el porrón de vino
con gaseosa de la despensa y su padre le pilló dándose un buen trago.
-No quiero que vuelvas a beber del porrón -le ordenó su padre.
-Pero - tú bebes... -se excusó Rau1ito.
-Porque yo soy mayor -le respondió su padre.
********************
Deberíamos acostumbramos a no exigir nunca a los demás lo que nosotros mismos no
respetamos. Siempre existe el riesgo de creer que nosotros tenemos más derecho, o más
sensatez, o más madurez, o más ve tú a saber qué, para permitimos cosas que no
permitimos a los demás. Una tentación a evitar: creernos el hermano mayor.
Aún más, deberíamos acostumbramos a no imponer a los demás cargas difíciles de
cumplir y, sobre todo, a respetar las decisiones que los demás toman en conciencia,
aunque no coincidan con las que nosotros tomaríamos. Porque todos somos adultos.
Todos somos mayores.

ORACIÓN

Señor Jesús, no me dejes caer en tentación de creerme el hermano mayor.


No dejes que me crea nunca más preparado, más santo, más perfecto... que el resto de
mis hermanos.
No permitas que imponga a los demás obligaciones que yo mismo no cumplo.
Enséñame a saber respetar la conciencia de cada uno, aun cuando tomen decisiones
diferentes a las mías.
Educa mi conciencia, Señor, para que siempre resuene en ella la voz de tu voluntad y no
de mi capricho.
Haz que los ministros de tu Iglesia sean, sobre todo, dispensadores de tu amor
y no legisladores que cargan fardos pesados sobre la conciencia de los demás.
Así, sin más leyes que el amor, en la libertad de conciencia, la libertad de los hijos de
Dios,
llegaremos juntos a la Pascua. Amén.

Miércoles de la segunda semana


Jr 18,18-20; Mt 20,17-28
"El Hijo del Hombre será entregado, lo condenarán a muerte pero al tercer día
resucitará” (Mt 20,18-19)

LAS DOS CARAS DE UNA MONEDA

SE LAS SABÍA TODAS. Era lo que se dice un niño travieso. En el mismo instante en
que aquella idea se le pasó por la cabeza, ya se vio enriquecido de repente, sacando el
máximo partido a la paga semanal que le entregaban sus padres cada viernes. Doblaría
esa paga de la manera más sencilla: partiendo cada moneda en dos mitades.
Luego, el asunto no resultó tan sencillo como parecía a primera vista. La sierra que
utilizaba para los trabajos de marquetería en la clase de manualidades, no resistió el
segundo envite: se partió como se partirían las cuerdas de un violín si un oso pretendiera
interpretar con ellas un concierto.
21

No se rindió. Rebuscó en la caja de herramientas que sus padres guardaban en la


habitación del fondo, un cuarto oscuro sin ventana y lleno de trastos. Allí obtuvo un
serrucho. Sin embargo, aunque ahora la herramienta no peligraba, sí lo hacían sus dedos
y hasta sus manos enteras. Acudió al taller de su padre, herrero de profesión, y le solicitó
que llevara a cabo la faena. Ante la extrañeza del adulto, le contó que pretendía hacer un
mural para la clase de manualidades, pegando en él varios objetos cotidianos partidos en
dos mitades. La pretensión del hijo le pareció al padre original en extremo, y ya lo soñó,
en secreto, un gran artista que rompería moldes.
Romper la moneda en dos mitades no fue tarea fácil para el padre, pero como tenía
herramientas adecuadas, al fin lo consiguió. Planeaba ya el muchacho qué historia
contaría a su padre cada viernes cuando le solicitara recibir su paga íntegramente en
monedas, sin ningún billete, y cuando le pidiera que partiera en dos cada una de esas
monedas. En aquel mismo instante decidió que debería aprender a utilizar personalmente
y sin ayuda la sierra eléctrica con la que su padre había conseguido finalmente su
objetivo.
Contento, salió del taller dispuesto a gastar su moneda ya duplicada, pero todo se
vino abajo cuando la señora María, la que vendía chucherías, al notar que esa moneda no
tenía el peso habitual, le dijo que no valía.
-¿Por qué no? -preguntó él sin amedrentarse, con la insolencia propia de los niños más
atrevidos.
¡Ahí pone una moneda!
-Si -contestó la vendedora-, pero en la otra cara no pone nada.
-Es que esta moneda sólo tiene una cara -insistió él, contumaz.
-Pues por eso no vale -concluyó la señora. Esta cara sin la otra no tiene ningún valor.

********************

Así ocurre con la Cuaresma Y con la Pascua. Son dos caras de la misma moneda y la
primera, sin la otra, no tiene ningún valor. La Cuaresma hay que vivida mirando hacia la
Pascua, caminando hacia ella.
Y, cuando llegue, no nos hemos de olvidar de vivir la Pascua a fondo. Hay quien pone
mucho acento en los cuarenta días de la Cuaresma Y en sus penitencias y sacrificios, pero
después se olvida de vivir la alegría, de exultar, de gozar los cincuenta de la Pascua.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Estamos viviendo la Cuaresma y, a menudo, intensificamos en ella nuestra vida
espiritual,
pero luego la dejamos decaer, de nuevo ya en la Pascua.
Ayúdame a comprender que la Cuaresma es el camino hacia la Pascua,
que sólo es una cara de esta única moneda
y que el acento debo ponerlo, sobre todo, en la Pascua.
Asimismo con la vida, Señor. Siempre nos resulta más fácil,
o nos sale de modo más espontáneo,
poner el acento en los momentos duros, difíciles, de esfuerzo...
22

Nos hemos aprendido muy bien que la vida es un "valle de lágrimas".


Enséñame a descubrir el lado hermoso de la vida,
a disfrutar de todo lo que me ofreces cada día.
A cantar a la vida, a pesar del esfuerzo y del dolor;
a gozar de la alegría, a pesar de la tristeza.
Enséñame a vivir con actitud de Pascua, más que de Cuaresma.
O mejor, enséñame a compartirlas ambas, en un buen equilibrio,
porque son las dos caras de una única moneda,
las dos caras de la vida. Amén.

Jueves de la segunda semana


Jer 17,5-10; Lc 16,19-31
Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy
mal. Ahora él recibe consuelo aquí y tú, en cambio, estás sufriendo" (Lc 16, 25)

HAPPY END

PACO salió del cine enfadadísimo. ¡Para una vez que iba! La película había sido
complicada de entender, lenta, larga en exceso y, para colmo, al final no ganaban los
buenos. Es que Paco prefiere, sobre todo, el cine clásico (made in Hollywood) que nos ha
acostumbrado al happy end (final feliz) y, cuando éste no llega, suele quedarse con un
cierto malestar. Tal vez, Paco sea muy elemental, pero él lo tiene muy claro:
-Yo voy al cine a divertirme -argumenta él-; en una película ha de haber buenos y
malos, pero al final tienen que ganar los buenos. Para lo demás, ya está la vida.
********************
La vida... ¿Tendrán un happy end la vida y la historia? Tradicionalmente, uno de los
argumentos que han utilizado algunos pensadores para aceptar la existencia de un Ser
Supremo es la exigencia de una justicia universal. Porque Paco tiene razón: la
experiencia nos enseña a todos, muy pronto, que la vida no es como el cine, que en la
vida no siempre ganan los buenos.
-¿Entonces, por qué y para qué ser buenos? -me preguntan a menudo mis alumnos.
Yo sólo puedo responderles que se trata de una opción personal: ellos han de elegir
qué tipo de persona quieren ser, más allá de la utilidad material que eso pueda
reportarles. Con frecuencia, resulta más rentable ser un canalla que ser una persona
honrada. Pero existe, también, otra utilidad: vivir en paz con uno mismo y ser feliz.
De pequeños nos enseñaban que Dios es un juez justo que premia a los buenos y
castiga a los malos. De ser así, tenemos garantizado un final feliz, al modo de Hollywood.
Pero, tal vez, Dios no sea un buen guionista de Hollywood. Quizá, el verdadero final
feliz que Dios tiene planeado es acogemos a todos con su perdón y su amor
misericordioso (Lo cual, por otra parte, nos iría muy bien a todos, porque, ¿quién es
realmente bueno ante Dios?).
De todos modos, para descubrirlo tendremos que esperar a que acabe todo el metraje.

ORACIÓN
23

Señor Jesús:
Me confío a tu misericordia.
Los humanos necesitamos clasificaciones como la que nos divide en buenos y malos.
Es cierto, Señor, que, en este mundo hay personas que pasan haciendo el bien
y otras que van causando dolor a sus semejantes.
Pero hay tantas cosas que no sabemos, tantas circunstancias que no conocemos...
Me confío a tu misericordia, Señor.
No me considero una mala persona porque intento hacer el bien a mi alrededor
o, cuando menos, no hacer el mal.
Pero ante ti, que eres la Bondad, descubro mis imperfecciones.
Por eso apelo a tu misericordia. Dios mío, sé que eres un juez justo.
Padre mío, sé que eres misericordia infinita.
No sé cómo combinarás ambas cosas, pero yo apelo a tu misericordia,
porque me sé indigno de tu amor
y del Cielo que me tienes reservado.
Me confío a tu misericordia, Señor. Tu amor y tu perdón me permitirán
gozar contigo en la Pascua definitiva. Amén.

Viernes de la segunda semana


Gn 37,3-4.12-13.17-28; Mt 21, 33-
43.45-46
"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (Mt 21,42)

LA IMPORTANCIA DE LOS SIN IMPORTANCIA

ALBERTO ES EL CONSERJE de unos grandes laboratorios. Allí se dan cita cada día
doctores en bioquímica, en química, en biología, en farmacia, y en no sabe cuántas
especialidades más. No lo sabe, porque, aunque trabajan en el mismo lugar, nunca se
dirigen la palabra, ni siquiera para la cortesía de un buenos días.
Alberto no acaba de acostumbrarse. Sabe que es la filosofía de la empresa, pero a él le
parece una porquería de filosofía. Claro que, tal vez, si en lugar de ser el conserje fuera
un director de planta, esa filosofía le parecería perfecta.
Él se esfuerza por hacer bien su trabajo. Es puntual cada mañana a la hora de
comenzar a trabajar y, muy a menudo, se marcha más tarde de lo que le correspondería.
Es amable con las personas que vienen a visitar a los especialistas así como con aquellas
que les llaman por teléfono. Con diligencia, reparte el correo a cada uno de los
empleados. En definitiva, hace bien su trabajo y no entiende por qué todos los
sabihondos del lugar le pasan por delante sin saludarle siquiera, como si él fuera
invisible.
Aquella tarde de invierno, cuando ya había oscurecido, se reunieron en la sala de actos
un gran grupo de farmacéuticos, en la que se había anunciado como la convención más
importante convocada nunca en el país.
Alberto alargó un poco su jornada laboral para recibirlos a todos y, cuando comenzó el
acto, se cambió de ropa y se dispuso a irse. Pero, de pronto, se fue la luz y todo quedó a
oscuras.
El apagón duraba ya varios minutos cuando oyó que uno de los directivos se acercaba,
alumbrándose con un mechero, y gritando:
-¡Alberto! ¿Dónde está Alberto? ¡Por Dios, que no se haya ido! ¡Es el único que sabe
cómo solucionar esto!
24

Era verdad. Los licenciados y doctores no se preocupaban nunca de estos asuntos y,


por lo tanto, no sabían ni siquiera dónde estaba el cuarto de contadores. En silencio, él se
dirigió a ese pequeño cuarto, que estaba bajo la escalera, y, simplemente, activó el
conmutador que, por alguna razón, había saltado y se había desconectado. La luz volvió a
la sala donde se celebraba la convención y ésta pudo continuar sin más problema.
A Alberto le hubiera gustado que, desde entonces, los sabihondos hubieran cambiado
su actitud con él, pero no fue así más que en algún caso puntual. Sin embargo, aquella
noche, él se fue satisfecho a su casa sabiendo que, cuando se hace con responsabilidad,
no hay tarea pequeña y que, siendo todos prescindibles, todos podemos resultar
necesarios en un momento determinado.

ORACIÓN

Señor Jesús:
En esta luna de Cuaresma quiero pedirte por todas las personas con las que hoy me he
cruzado,
por todos aquellos que hoy me han servido con su trabajo
o a quienes yo he servido con el mío.
Ayúdame a valorar la aportación de cada uno a la sociedad, por pequeña que pueda
parecerme.
Enséñame a no hacer acepción de personas,
a no pensar que es más el que tiene un mejor trabajo,
o el que tiene más dinero, o el que tiene más fama.
Ayúdame, al mismo tiempo, a hacer bien mi trabajo.
Que no me crea imprescindible, Señor, pero que trabaje con tanta dedicación como si lo
fuera.
Señor, no me dejes menospreciar a nadie por su trabajo o por su condición social;
de este modo, sintiendo a los demás como hermanos viviré ya un anticipo de la Pascua.
Amén.

Sábado de la segunda semana


Mi 7,14-15.18-20; Lc 15, 1-3.11-32

“Hace ya tantos años que te sirvo, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni
siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, llega ahora este
hijo tuyo que ha malgastado tu dinero con prostitutas y matas para él el becerro
cebado". (Lc 15, 29-30)

DE LOS DE TODA LA VIDA

PACO ES DE LOS DE IZQUIERDA DE TODA LA VIDA. Desde muy joven milita en el


partido, sin haber desfallecido nunca, ni siquiera en los peores momentos. Cuando otros
militantes se daban de baja, él permaneció afiliado e, incluso, destacó por conseguir que
se afiliaran otros jóvenes.
Por eso, ahora no entendía que otros le pasaran por delante. Gente que no llevaba ni
siquiera dos años afiliada al partido, algunos que venían de la derecha, otros extranjeros,
se veían recompensados por delante de él. Cuando se hizo el reparto, no entendía que a
él no se le hubiera puesto entre los primeros. Para protestar, consiguió entrevistarse
25

nada menos que con el mismísimo Secretario General del partido. Le exigió una
explicación. Y el Secretario se la dio:
-Si somos de izquierdas, creemos en la justicia social y, por eso, otros te han pasado
por delante: porque lo necesitaban más que tú.
Ha sido entonces cuando Paco, que se había mantenido fiel hasta en los peores
momentos, ha decidido darse de baja en el partido. Porque él cree que no se han
recompensado sus años de fidelidad a la izquierda.
ADELA ES DE LAS DE DERECHA DE TODA LA VIDA. Ella es católica, apostólica y
romana. Y presume de ello sin avergonzarse. Cada mañana madruga para poder ir a Misa
y comulgar antes de dirigirse a su trabajo. Normalmente, es respetuosa con el clero, pero
hoy no le ha gustado nada la homilía del párroco. El sacerdote ha venido a decir que, en
el cielo, todos seremos iguales.
. Más aún: ha dejado intuir que, a lo mejor, todos iremos al cielo. Y eso a Adela le
parece una estafa. ¡Cuando piensa en todo lo que podría conseguir ella siendo mala! Si
renuncia a todo eso y se esfuerza por ser buena, no es para que luego todos seamos
iguales en el cielo.
Así que, acabada la Misa, hoy ha entrado a la sacristía a protestar, porque no le ha
gustado nada la homilía del párroco.
- y el colmo ha sido cuando ha dicho usted que las prostitutas irán delante de
nosotros en el cielo.
El párroco ha tenido fácil su defensa:
-Eso no lo digo yo, Adela; eso ya lo dice el mismísimo Jesús en el Evangelio.
-Pues espero que se trate de una licencia poética -ha concluido ella, muy ofendida-. A
ver si al final una de ésas va a ser igual que yo, que soy católica de toda la vida.

********************
Será que, como Dios es eterno, no entiende mucho de las cosas temporales y no sabe
distinguir a los de toda la vida por encima de los demás. A Dios, un segundo le basta
para prometer: “Hoy estarás conmigo en el paraíso". (Lc 23,43)

ORACIÓN

Señor Jesús:
Líbrame de la tentación de creerme justo, de saberme bueno.
Recuérdame, cada día, que nada es mérito mío,
sino que todo es don gratuito de tu amor.
Que no te exija nunca, Señor, sino que sepa pedirte con humildad
y aceptar con agradecimiento lo que tu generosidad me brinda.
Que sepa aprobar, Señor, la sincera conversión de los demás.
Que no juzgue al pecador, que no me crea superior a él o con más derecho que él,
para recibir el premio de tu amor.
Que sea yo el instrumento a través del cual puedan descubrir tu amor y acercarse hasta
ti.
Que no me habite la envidia, Señor.
Que si, alguna vez, me siento mejor que otra persona,
eso me exija ser comprensivo con ella, acogerla y no despreciarla,
y me comprometa a ayudarle a cambiar y mejorar su vida.
26

Gracias, Señor, por ser el padre que nos ama y nos acoge
que nos perdona amorosamente y nos prepara una fiesta.
Gracias, Señor, porque a pesar de mis miserias sé que tienes una fiesta preparada para
mí,
cuando celebremos contigo, ya en el cielo, la fiesta de la Pascua definitiva. Amén.

Tercer Domingo de Cuaresma

Ciclo A: Ex 17,3-7 - Rm 5,1-2.5-8 - Jn 4,5-42


Ciclo B: Ex 20,1-7 - 1Cor 1,22-25 - Jn 2,13-25
Ciclo C: Ex 3,1-8.13-15 - 1Cor 10,1-6.10-12 - Lc 13,1-9
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías a
Él y Él te daría a ti agua viva” (Jn 4,10)

UN CUENTO CON PRÍNCIPE

EL PRÍNCIPE DE AQUEL REINO se estaba haciendo mayor y todavía no se había


casado. Sabido es que el matrimonio resulta fundamental para la institución monárquica;
sin él, ésta pierde su sentido y hasta su continuidad. Por eso, la soltería de este príncipe
se había convertido en un problema de Estado. No es que le faltaran pretendientes, ni
mucho menos. El príncipe de este cuento era un príncipe como todos los príncipes de los
cuentos: alto, rubio y guapo. Además, era el heredero del Reino y esto hacía que todas
las muchachas de la aristocracia se volvieran loquitas por sus huesos. Pero esto,
precisamente, era lo que a él le frenaba a la hora de casarse, pues no podía dejar de
preguntarse si le amaban a él, a la persona, al ser humano, o, en realidad, amaban al
príncipe heredero, con todo lo que eso comportaba. Es decir: ¿querían casarse con él por
amor o, simplemente, por ocupar el trono y ser la siguiente reina consorte?
De este modo, el príncipe fue declinando el matrimonio con cada una de las que
resultaba ser una candidata idónea, a juicio de la llamada prensa del corazón. Los reyes,
que empezaban a ser ancianos, deseaban algún nieto que continuara la dinastía. Las
Cortes, discutieron el asunto. Pero nada, el príncipe no hallaba una candidata.
De otros reinos llegaron noticias de que los príncipes ya no se casaban necesariamente
con aristócratas: los matrimonios morganáticos estaban a la orden del día. Había
príncipes casados con divorciadas y con madres solteras, con chicas descarriadas y hasta
con presentadoras del Telediario. Y esto le dio una idea a nuestro príncipe.
Se dejó crecer la barba, sin afeitarse, durante tres semanas. Entonces, una mañana,
se vistió de harapos y, con el cabello sucio y despeinado, salió a la calle. Pensaba que si
vestido de este modo, irreconocible, lograba encontrar una mujer que le amara, estaría
seguro de que se podría casar con ella, porque no le amaría por ser el príncipe heredero,
puesto que no lo sabría.
Pero las cosas llegaron mucho más lejos de lo que el príncipe había imaginado. Vestido
de esa guisa, nadie le reconocía y, por tanto, nadie le trataba con respeto. Es más: a
menudo le menospreciaban y le trataban peor que a un perro. De este modo, llegó
incluso a pasar hambre y, por fin, cayó enfermo.
27

Había decidido ya regresar a palacio, pero ni siquiera tenía las fuerzas necesarias para
ello. Se encontraba lejos, en uno de los barrios marginales de la ciudad. Hambriento y
enfermo, se acercó a una chabola y pidió algo de comer.
Vivía allí una mujer que había sido abandonada por el padre de sus hijos. Como éstos
eran varios y ella tenía que mantenerlos, en realidad malvivían. Por eso, la mujer
preguntó:
-¿Cómo tú, que sólo has de pensar en ti mismo, vienes a pedirme de comer a mí, que
tengo tan poco como tú y, además, he de mantener a estas criaturas?
El príncipe respondió:
"Si supieras quién es el que te pide de comer...”
Pero no pudo acabar la frase, porque cayó exhausto. La mujer, al verlo enfermo e
indefenso, lo recogió y lo llevó a su lecho. Tenía fiebre. Le dio algo de comer y, durante
varios días, lo cuidó como si de uno de sus hijos se tratara. Las vecinas no lo entendían.
Todas le sugerían que lo echara de su casa, que acudiera a los servicios sociales. Pero
ella se compadeció y no pudo echarlo.
¿Hace falta que les cuente el final de la historia? El príncipe y esa mujer se
enamoraron y decidieron casarse, pues él sabía que no le amaba por ser príncipe, ya que
le había cuidado con amor cuando ante sus ojos sólo era un mendigo enfermo. Él la
convirtió en reina y a sus hijos en príncipes de aquel reino. Fueron felices y comieron
perdices. Y colorín colorao...
********************
Sí, ya sé que es un cuento y que ese final no se lo cree nadie. Tal vez, ése es el
problema, que nunca acabamos de creemos que Cristo está realmente presente en los
hombres y mujeres que nos salen al encuentro, especialmente en los más necesitados.
Jesucristo es el príncipe hecho mendigo, el Dios hecho hombre. Él, que es nuestro
creador, quiso hacerse criatura. Es el alfarero hecho arcilla.
Los cristianos, ¿nos creeremos algún día, de verdad, que Cristo está presente en cada
hombre y en cada mujer que nos sale al encuentro, sobre todo, en los más necesitados y
desvalidos?

ORACIÓN

Señor Jesús: Otra vez. Hoy me lo recuerdas otra vez. Es Evangelio puro.
¡Hay tantas cosas que a lo largo de los siglos hemos ido añadiendo al cristianismo...!
Pero esto es tu mensaje en toda su pureza: Estás en el hermano y,
amarle a él, es amarte a ti.
Dame la fe suficiente, Señor, para creer esta gran verdad y para vivirla.
Que yo te reconozca en el hermano, Señor,
especialmente en aquél que me resulta menos agradable,
en el pobre, en el enfermo, en el vecino más antipático de mi edificio.
Remueve mi conciencia para que no anide en ella la indiferencia.
Dame el tacto suficiente y la valentía necesaria
para acercarme a aquellos que viven marginados:
a los grandes marginados de nuestra sociedad,
pero también a los pequeños marginados que tengo más cerca:
al compañero de clase o de trabajo al que todos critican y le hacen el vacío;
a la anciana que vive sola en el vecindario;
28

a la persona que en mi mismo pueblo apenas tiene amigos...


Que te reconozca en ellos, Señor, porque sólo en su compañía habré de llegar hasta la
Pascua.
Porque así lo has querido. Amén.

Lunes de la tercera semana


Re 5,1-15; Lc 4,24-30

"Había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero
ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio"(Lc 4,27)

EXTRANJEROS

ÉSTE IBA A SER EL ÚLTIMO MES en el que Jaime cobrara el subsidio por desempleo; o
sea, que ya llevaba dos años sin trabajo. Por eso, se alegró sobremanera cuando le llamó
un funcionario de un ente rogándole que se presentara en las oficinas, porque tal vez
había algún trabajo para él.
Lo primero que le propusieron fue algo de descargar camiones en el puerto, pero él
sugirió al funcionario que su físico no era el más adecuado para realizar un trabajo de
este tipo. Le hablaron, entonces, de la posibilidad de ser dependiente en unos almacenes
o camarero en un restaurante, pero él cayó en la cuenta de que esos empleo s exigían
trabajar en sábado y él necesitaba el fin de semana para descansar y estar con su
esposa, que trabajaba el resto de la semana, y con sus hijos.
Así que volvió a su casa sin empleo. Estaba algo desanimado y su esposa, para quitar
dramatismo a la situación, le propuso que el sábado salieran a cenar. Así lo hicieron.
Dejaron a los niños con los abuelos y se fueron a un restaurante, en el centro de la
ciudad, que tenía una buena carta y unos precios no demasiado altos.
Cenaron muy a gusto, conversando sobre diferentes cuestiones. La esposa intentaba
distraerlo, pero el fantasma del desempleo sobrevolaba una y otra vez la conversación.
Estaban ya tomando el postre (eran más de las once de esa noche de sábado) cuando
él le comentó a su mujer:
-¿Te has dado cuenta de que todos los camareros que nos han servido son
extranjeros?
Su mujer asintió con la cabeza. Él concluyó:
-Es una vergüenza: nos están quitando el trabajo a los que somos de aquí.
********************
Los cristianos tenemos que creemos, de una vez, que si Dios es el Padre común, todos
somos hermanos, más allá de razas y fronteras.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Líbrame de la tentación de culpar siempre al que viene de fuera de todos los males que
nos acechan.
Que no les culpe a ellos de aceptar lo que, tal vez, yo antes rechacé.
Que descubra en ello al hermano más necesitado de mi apoyo
porque vive una situación de mayor debilidad.
Que no les juzgue, Señor.
29

Nada sé de su vida ni de su situación, aunque puedo intuir que fueron durísimas


si les llevaron a venirse hasta mi tierra apenas con lo puesto y, en muchas ocasiones,
arriesgando su vida.
Señor, ya en el Antiguo Testamento el extranjero (junto con la viuda) era presentado
como aquel especialmente necesitado de la acogida y la solidaridad.
Que te sepa descubrir en ellos.
Y que, entre todos, construyamos un mundo donde la riqueza esté mejor distribuida
para que nadie tenga que emigrar, sino sólo hacer turismo.
Así, iremos haciendo realidad el Reino que nos prometes cuando vivamos contigo ya la
Pascua. Amén.

Martes de la tercera semana Dn 3,25.34-43; Mt 18,21-35

"Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo pediste. También tú debiste escuchar a
tu compañero y tener compasión de él, como yo la tuve de ti" (Mt 18,32-33).

ESCUCHAR, NO SÓLO OÍR.

AQUELLA CHICA DE 15 AÑOS estaba muy preocupada. Había un asunto que la tenía
angustiada. Fue por eso que decidió explicárselo a su madre.
La madre estaba muy ocupada: tenía que hacer las camas, poner la lavadora, preparar
la comida... La chica la iba siguiendo por todo el piso, de aquí para allá, de habitación en
habitación. La madre continuaba haciendo sus tareas.
Finalmente, la chica explotó:
-¡Mamá, no me estás escuchando!
La madre le respondió sin detenerse:
-¡Claro que te oigo, hija! Sigue explicándome...
La chica protestó:
-Eso es, mamá. Eso, precisamente: ¡me oyes, pero no me escuchas!
********************
Escuchar es diferente de oír. Oír es una cosa, escuchar es otra. La escucha requiere
paciencia y dedicación. Requiere atención hacia la otra persona. La escucha requiere
empatía: saber ponerte en el lugar del otro, intentar imaginar cómo se está sintiendo, dar
importancia a las mismas cosas a las que el otro le da. Oír es una cosa; escuchar es otra.
La Cuaresma es un buen tiempo para escuchar a los demás. Tal vez, entonces podremos
aspirar a que Dios nos escuche a nosotros.

ORACIÓN

Señor Jesús: Ábreme el oído, pero, sobre todo,


ábreme el corazón para que sepa escuchar a los demás,
para que sepa estar atento a sus necesidades, para que sepa acogerlos en silencio.
Que no tenga sólo orejas, Señor, sino también oído.
Que la atención se manifieste en mis ojos,
en mis gestos, en todo mi cuerpo y todo mi ser.
Que nada de lo que para el otro puede ser importante,
30

me parezca a mí una tontería.


Que el respeto sea siempre mi actitud de escucha; la paciencia, mi reloj
y la comprensión el abrazo de acogida.
y si trabajo por conseguir esta actitud de escucha,
permíteme, Señor, que también yo aspire a recibir la escucha atenta de los demás
y hasta de ti. Amén.

Miércoles de la tercera semana


Dt 4,1.5-9; Mt 5,17-19

NI UNA COMA DE LA LEY

EL DETENIDO fue conducido al calabozo mientras se terminaban las diligencias


policiales. A pesar de que eran altas horas de la madrugada, se había avisado ya al
suboficial que estaba al mando de aquel puesto, pues el asunto era de cierta importancia.
Cuando llegó el sargento, los jóvenes agentes fueron a recoger al prisionero. Aquel
hombre había sido atrapado in fraganti y, las pruebas y evidencias eran tales que,
referirse a él como presunto resultaba una mera formalidad. Por eso, aquellos guardias
jóvenes no podían disimular su animadversión contra él.
Pusieron en antecedentes al sargento y condujeron al prisionero a la sala de
interrogatorios. El detenido lo negaba todo. El sargento, sin embargo, iba atando cabos y
anotando mentalmente las contradicciones en las que incurría el detenido. La experiencia
acumulada con los años le hacía vivir este interrogatorio con paz y serenidad, sin
nerviosismo. Sin embargo, los guardias más jóvenes se impacientaban por momentos.
-Está claro, hombre, que éste se merece la cárcel y la pena de muerte, si la hubiera .
No sé a qué viene tanta pregunta -había murmurado uno de los guardias.
Pero el sargento seguía adelante con el interrogatorio, sin perder la calma, a pesar de
que el detenido no soltaba prenda e, incluso, actuaba con prepotencia y chulería. Tan
engreído fue en una de sus respuestas, que uno de los guardias jóvenes se abalanzó
sobre él con ánimo de agredirle.
-¡Quieto! -gritó el sargento.
-Si le damos un escarmiento, se le bajarán los humos.
El guardia estaba proponiendo utilizar la violencia contra el prisionero. –No olvide,
guardia, que eso es contrario a la ley -le advirtió el sargento.
-¿La ley? Usted sabe, mi sargento, que la ley sólo protege a estos desgraciados. Si lo
hacemos con cuidado, nadie se va a enterar. Poco importa la ley.
Pero el sargento concluyó:
-Salga de esta sala, guardia, y no olvide que, mientras yo esté al mando, en este
puesto nadie se saltará ni una coma de la ley.
********************
Bien entendida, la ley está hecha para garantizar los derechos de todos, especialmente
de aquellos más débiles. La ley nos iguala a todos y, por ello, debe ser la misma para
todos y debe ser respetada con escrupulosidad. Previamente a su sentido religioso ligado
a la Alianza, los Diez Mandamientos del pueblo judío, que hemos heredado los cristianos,
son normas de sentido común que facilitan la convivencia: no matar, no robar, no
mentir...
31

Y, por encima de la ley, están los derechos humanos, llamados así porque pertenecen
a todo ser humano, independientemente de su conducta. Son derechos que no nos
ganamos por ser buenos, sino que nos pertenecen por el mero hecho de ser humanos. La
escrupulosidad en su respeto, aunque a veces pueda resultar hiriente a ciertas víctimas,
es un signo de evolución y de sabiduría. Abolir la pena de muerte, por ejemplo, nos hace
más sabios que nuestros antepasados, aunque en momentos dolorosos a algunos no
pueda parecerles así. El respeto de los derechos humanos debe ser escrupuloso: no
debemos saltamos nunca ni un punto ni una coma de esa ley.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Ayúdame a ser siempre respetuoso con la ley que garantiza los derechos de las personas.
No permitas nunca que yo me sitúe en posiciones de poder sobre los otros.
Que yo sepa declinar, Señor,
todo privilegio que repercute negativamente sobre los demás.
Hazme civilizado, Señor, escrupuloso, incluso, en el respeto de los derechos de cada
persona.
Que yo sepa defender la vida, Señor, la libertad, la igualdad...
Pero con mis obras, Señor, no con discursos.
Que yo sepa trabajar por construir un mundo más humano.
Que luche por defender, en el día a día, los derechos de los que,
en mi propio pueblo o ciudad, viven marginados.
Que entre todos sepamos construir un mundo de fraternidad
mientras caminamos hacia la fraternidad definitiva contigo ya en la Pascua. Amén.

Jueves de la tercera semana


Jr 7,23-28; Lc 11,14-23
"Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre.
Cuando el demonio salió, el mudo empezó a hablar" (Lc 11,14)

EL DEMONIO MUDO

CUANDO JAVIER DESCUBRIÓ que su jefe no incluía el IVA en muchas facturas, pensó
que era mejor no decir nada: es algo que hace muchísima gente y, además, tampoco es
tan grave.
Javier era el jefe de contabilidad de la empresa y esto le permitía tener conocimiento
de muchos detalles que los demás trabajadores ignoraban. Así, por ejemplo, por su cargo
sabía de la existencia de una doble contabilidad: la oficial y la otra, es decir, el dinero en
negro. Con ese negro se pagaba una parte del sueldo de algunos trabajadores y, sobre
todo, con el negro se enriquecía su amo. Pero él callaba.
Supo, también, que a algunos trabajadores se les estaba pagando por debajo de lo
estipulado en el convenio colectivo. Incluso, conoció que había trabajadores por los que
la empresa no estaba cotizando a la Seguridad Social. Pero él no dijo nada: si ellos
estaban de acuerdo, no iba a protestar él.
32

Su jefe confiaba plenamente en él y, por eso, le contó que en el sótano había unos
trabajadores chinos que le resultaban muy rentables a la empresa. Eran extranjeros sin
permiso de residencia y, por tanto, no estaban legalmente contratados, ni cotizaban a la
Seguridad Social, ni nada de eso. Como vivían y dormían en el mismo sótano y en él se
les daba de comer, su sueldo se cubría con cuatro miserables euros. O sea, una ganga
para la empresa.
Fue entonces cuando Javier empezó a tener dudas sobre si hablar o no. Pero el miedo
era un demonio que lo mantenía mudo. Él no era responsable de la situación de esos
extranjeros y, sin embargo, denunciarla podría resultarle muy caro: podría quedarse sin
trabajo. Por esta razón callaba. Aunque cada tarde volvía a su casa con un enorme peso
en su conciencia. Pensaba que, tal vez, debería hablar; pero seguía mudo...
Por eso, aquella mañana, cuando llegó a trabajar y vio el edificio de su empresa
rodeado de camiones de bomberos, y coches de policía, y ambulancias, un sudor frío le
recorrió el cuerpo. Poco después, cuando empezaron a sacar cadáveres del sótano, él
comenzó a llorar como un niño pequeño y, en su desconsuelo, maldijo aquel demonio que
hasta entonces le había habitado y le había mantenido mudo.
********************
A menudo, la comodidad nos invita a callar; la honestidad, a hablar.

ORACIÓN

Señor Jesús: No dejes que me instale en la comodidad.


No me permitas ver como bueno aquello que ya resulta normal
porque lo hace todo el mundo.
Que mis criterios de moralidad sean otros, Señor, y no la mera estadística.
Ayúdame a saber denunciar la injusticia allá donde se produce,
aunque de la denuncia pueda yo salir perjudicado.
No dejes que nadie sea víctima de mi silencio cómplice.
Que no guarde silencio, Señor, ante el abuso de poder ni ante la explotación.
Haz que sepa tomar partido por el débil.
Enséñame a prestarles mi voz para clamar contra la injusticia.
No es que yo tenga madera de héroe, Señor;
es, simplemente, que me gustaría descubrir solidaridad a mi alrededor
si yo me encontrara en situaciones semejantes.
Pero no me dejes actuar esperando recompensa, porque puedo salir decepcionado.
Que yo preste mi voz, Señor, sin precio alguno.
Que dé gratis, como tú te me entregas gratis.
Que mi única recompensa, en todo caso, sea poder gozar un día contigo de la Pascua.
Amén.

Viernes de la tercera semana


Os 14,2-10; Mc 12,28-34 "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mc 12,31)

liMI PRÓXIMO

LOS ENTRESIJOS DE LA LENGUA le apasionaban. Aunque no había cursado más que


estudios primarios, la preocupación y el cultivo del idioma siempre había sido uno de sus
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principales intereses. Le gustaba hablar con propiedad. Sus aficiones iban desde resolver
crucigramas y sopas de letras, hasta las adivinanzas y los trabalenguas. Y, por supuesto,
la lectura. Le encantaba leer siempre con un diccionario a mano para averiguar el
significado de nuevas palabras, o descubrir nuevas acepciones de vocablos ya conocidos.
De sus tiempos de soltera conservaba aún una costumbre: acabar cada jornada
resolviendo, ya en la cama, el crucigrama de algún diario.
Tal vez por esta afición a la Lengua, no dudó ni un instante en aceptar la propuesta
que le habían hecho: visitar como voluntaria uno de los barrios marginales de su ciudad
para enseñar los rudimentos de la Lengua a los numerosos extranjeros que habitaban en
él. Ciertamente, su agenda estaba muy apretada, pero aceptó, porque sólo se trataba de
una tarde a la semana...
Sin embargo, su marido y su hija no estuvieron de acuerdo. Y ella no supo comprender
esta negativa, que interpretó tan sólo como fruto del egoísmo.
-Los que nos llamamos cristianos tenemos que amar a nuestro prójimo -argumentó
ella.
-Si, querida -replicó su marido -, pero tú ya colaboras con Cáritas, y con un centro
para transeúntes, y con una fundación para enfermos terminales, y con un grupo de
emigrantes, y, además, estás en dos o tres grupos parroquiales...
-No irás a criticarme por ayudar a los demás... -se excusó ella.
-Pues ayúdame a mí a hacer los deberes, mamá -pidió su hija.
-Tú ya tienes cada tarde una profesora particular que te pagamos, cariño. Otros me
necesitan más que tú. No olvides que hemos de amar al prójimo.
y fue entonces cuando la niña preguntó:
-¿Y quién es el prójimo, mamá?
Durante toda la tarde, la pregunta de la niña quedó en el aire, sin respuesta. Por
evidente, parecía incontestable. Ya por la noche, marido y mujer se acostaron en la
misma cama sin apenas dirigirse la palabra. A pesar de ello, a él no le costó nada
conciliar el sueño. Sus ronquidos fueron la música de fondo con la que ella resolvió, como
cada noche, uno de los crucigramas de la prensa del día. Ya casi al final, en el 9
horizontal, leyó: Estado Federal de Centroamérica. Contó las casillas: seis. Estaba claro,
aunque por unas décimas de segundo, la X en la tercera casilla le despistó. Pero
enseguida cayó en la cuenta de que los nativos de aquel lugar, aunque pronuncian
Méjico, escriben México.
Y, de pronto, una luz iluminó su alma:
-Si Méjico equivale a México -pensó en voz alta-, prójimo equivale a próximo.
Y no supo conciliar el sueño sin ofrecer un beso de buenas noches a su hija y a su
marido, que dormían a su lado, tan, tan próximos...

ORACIÓN

Señor Jesús:
A veces, soy muy sensible y muy cercano
a las personas que me encuentro por la calle pidiendo limosna,
a los que sufren en las grandes catástrofes causadas por los fenómenos atmosféricos
o por la injusticia humana; verlos en la televisión me conmueve
y procuro hacer algo por ellos,
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colaborar aunque sólo sea con una pequeña aportación económica.


Pero hoy, sin reprocharme aquello, me pides que mire más de cerca,
que preste atención, tal vez,
a la anciana que vive en mi edificio, al compañero de trabajo
que, quizá, lleva unos días triste, al amigo que necesita de mi ayuda.
Hoy me pides que, además de mirar lejos, sepa ver a los que viven más cerca;
que sepa usar también mi mejor humor con mi propia familia,
que sepa atender, también, sus necesidades, no sólo materiales,
sino también afectivas y de otro tipo.
Haz, Señor, que no gaste mis cualidades y mis energías con los de fuera de casa,
olvidándome de los de dentro.
Que no ocurra que todos puedan decir maravillas de mí,
excepto los que comparten mi propio hogar.
Señor, hazme ver de cerca para que te sepa descubrir,
también, en mi propia familia. Amén.

Sábado de la tercera semana


Os 6,1-6; Lc 18,9-14
"El que a sí mismo se engrandece será humillado y el que se humilla será
engrandecido" (Lc 18,14)

DIARIO DE UNA ADOLESCENTE MUY NORMAL

JENIFER ERA UNA ADOLESCENTE MUY NORMAL. Aquella tarde se encontraba en su


casa ante el espejo, mirándose y remirándose. Y comenzó a escribir en su diario:
Si yo fuera negra, o gitana, o china, alguien me defendería; alguna ONG lucharía para
que fueran respetados mis derechos.
Si fuera homosexual, seguro que alguna buena gente tomaría conciencia de que soy
una persona y que, como cualquier otra, tengo unos derechos y necesito afecto.
Si fuera una chica minusválida, quizá encontraría personas que me ayudarían a
superar los obstáculos que fuera encontrando por la calle y por la vida.
Si fuera una alumna con dificultades, si me costaran los estudios, los profesores
estarían más pendientes de mí, me ayudarían un poco más con los deberes. Si fuera una
alumna problemática, la tutora hablaría conmigo más a menudo.
Si fuera extranjera, los compañeros de clase tendrían más paciencia conmigo y se
esforzarían para que pudiera comprenderlos en su propia lengua. Si fuera pobre, quizá
me comprarían alguna cosa. Si fuera ciega, me abrirían la puerta y me llevarían de la
mano hasta mi silla.
Pero no lo soy: no soy negra, ni gitana, ni china. No soy homosexual, ni minusválida,
ni extranjera. No tengo demasiadas dificultades en los estudios, ni soy ciega, ni soy una
adolescente problemática.
Soy una chica normal. Tan normal, que no me siento acogida por nadie.
********************
A veces, lo verdaderamente difícil es saber acoger a las personas "normales" que la
vida ha puesto a nuestro lado.
35

ORACIÓN:

Señor Jesús:
Despierta mi atención hacia aquellos que no llaman la atención.
Hazme atento a las necesidades de la gente más sencilla que tal vez no pide por no
molestar.
Enséñame a llamar a cada uno por su nombre,
a tratar con importancia a todas las personas con las que me relaciono:
a los que viven cerca, a los que trabajan en mi misma empresa, a todos y a cada uno,
Señor.
Que no me deje deslumbrar por los que sobresalen en lo bueno o en lo malo.
Que sepa acercarme también a quien siempre guarda silencio, a quien no se queja,
a quien no protesta y no exige mi atención.
Que yo sepa acoger al que se humilla pasando de puntillas, sin hacer ruido, por las calles
de la vida.
Que yo me fije en ellos, Señor, como tú te fijas en mí y me tienes presente ante tu vista.
Así, de la mano de aquellos más sencillos todos llegaremos a la Pascua. Amén.

Cuarto Domingo de Cuaresma


Ciclo A: 1 Sam 16,l.6-7.10-13 - Ef 5,8-14 - Jn 9,1-41
Ciclo B: 2Cro 36,14-16.19-23 - Ef 2, 4-10 - Jn 3,14-21
Ciclo C: Jos 5,9a.10-12 - 2Cor 5,17-21 - Lc 15,1-3.11-21
"Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y los que
ven se vuelvan ciegos" (Jn 9, 39)

EL PAÍS DE LOS CIEGOS

EN EL PAÍS DE LOS CIEGOS, el rumor se extendió tan rápido como arde la pólvora: El
Sol no existe. Rápidamente, a todos los recovecos del lugar fue llegando esta habladuría
y se fue consolidando de tal manera que, una generación más tarde, la gran mayoría de
los ciegos afirmaba que el Sol no existe. (Y es que, en el país de los ciegos, la ceguera
era hereditaria, si no por vía genética, sí a través de la educación, los usos, hábitos y
costumbres).
Dos generaciones después, la inexistencia del Sol era ya, prácticamente, una verdad
científica que casi nadie se atrevía a contradecir (si bien, ningún científico la había
corroborado experimentalmente). Es cierto que quedaban algunos habitantes que seguían
defendiendo la existencia del Sol, pero eran considerados por la mayoría como unos
tradicionalistas irredentos, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos.
Incluso, algún ciego llegó a afirmar que había visto el Sol, porque él no era ciego de
nacimiento; pero psicólogos y psiquiatras llegaron a la conclusión de que se trataba de un
mecanismo psicológico inconsciente de autodefensa, porque aquel invidente no era capaz
de asumir la ceguera sobrevenida después de haber gozado de visión.
También algunos otros se atrevían a afirmar que, aunque no podían verlo, sentían
claramente la existencia del Sol, su presencia, su calor... Pero lo políticamente correcto
era afirmar que las sensaciones siempre son un engaño subjetivo, es decir, que sentir la
presencia de algo que no se ve, puede ser, simplemente, una cuestión de
sentimentalismo, una alucinación sensorial, un engaño psicológico.
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Y el rumor se consolidó, de tal manera que, en el país de los ciegos, una generación
tras otra vivió con el convencimiento de que el Sol no existe. Pero el Sol seguía saliendo
cada mañana y, con su luz y su calor, seguía haciendo posible la vida, cada día, en el país
de los ciegos.
********************
Como si un ciego pretendiera demostrar que el Sol no existe, así los hombres sin fe
con respecto a Dios.

ORACIÓN

Señor Jesús: Auméntame la fe.


Enséñame a descubrirte en el día a día de mi vida.
Déjame sentir tu calor en los momentos de oración,
tu consuelo, en los ratos de tristeza, tu salud restaurando mis heridas,
tu alegría en mi corazón que busca plenitud.
Que sepa verte, Señor, allá donde te haces más evidente,
pero también en los rincones de la vida donde sueles esconderte: en el dolor, en la
injusticia y hasta en la muerte.
Que no me nublen la vista, Señor, que no me cieguen.
Que tu silencio, tan duro en ocasiones, no me haga olvidar la certeza
de haber oído tu Palabra en el corazón, de haber sentido tu calor y hasta tu aliento
cuando las fuerzas me fallaban.
No me dejes renunciar a ti por la comodidad de seguir la moda.
Hazme oveja en tu redil, pero no borrego en el rebaño ciego.
No me dejes negarte con el silencio de mi boca o el de mis obras.
Sé mi lazarillo en este andar a oscuras, en este caminar a tientas,
hasta que nos deslumbre la luz gloriosa de tu Pascua. Amén.

Lunes de la cuarta semana


Is 65,17-21; Jn 4,43-54 - "He aquí que vaya crear unos cielos nuevos y una tierra
nueva" (Is 65,17)

¿HABRÁ PERROS EN EL CIELO?

DOÑA ANITA VIVÍA MUY SOLA. Enviudó muy joven; tanto, que casi sólo se recordaba
viuda. Mientras los hijos fueron pequeños, todo era distinto; pero, en cuanto se
independizaron, la soledad se fue adueñando, poco a poco, de su casa y hasta de su
alma. Sola vivía, en una ciudad inhóspita, por más que fuera su ciudad de siempre. Las
amigas ya murieron, o marcharon a vivir con los hijos, o fueron ingresadas en una
residencia... Estaba sola, con la única, pero enorme compañía de su perra: Tara.
Tara llegó a su casa hacía quince años, con la boda de una de sus hijas. El marido le
había regalado la perrita con motivo de la Navidad, pero, cuando llegó el verano, el
animal molestaba para poder viajar en vacaciones, así que el joven matrimonio pensó
que la anciana podría cuidado. Por teléfono, ella se negó en redondo; pero su hija sabía
que, si veía al animal, no podría dejado en la escalera. Y así fue. Al principio, aquel
Teckel de pelo duro le pareció un ser deforme, con sus patitas tan cortas y su cuerpo casi
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de trolebús. Pero después de quince días cuidando de la perra, se encariñó de ella y casi
se ofendió cuando un niño la llamó "una salchicha con pelo". Tanto se encariñó que acabó
pidiéndole a su hija que no se la llevara. Y la perra fue ya suya. Durante quince años. Su
primer pensamiento de cada mañana era para su perra: se levantaba de prisa para
sacarla a pasear. Cocinaba para ella. Hablaba con ella. Apenas salía de casa sin ella y, si
había tenido que ir al médico o a algún otro sitio donde la perra no podía entrar,
regresaba lo más rápidamente posible. En verano, y también en invierno a pesar del frío,
se vestía de nuevo a las nueve de la noche para darle el último paseo de cada jornada y,
después, la acostaba en un colchoncito, junto a su propio lecho. Y pasaba la noche en
vela si la perra vomitaba o se mostraba inquieta.
De este modo, Tara se convirtió en la gran compañera de su vida. Por eso, cuando
Don Álex, el veterinario, desahució a su perra, Doña Anita sintió un dolor profundo, tan
sólo comparable con el que experimentó en el momento de enviudar.
-No exagere, Doña Ana -le recomendó el párroco, a quien la viuda acudió en busca de
consuelo.
-¡Cómo se nota que usted no ha tenido nunca perro! -protestó la anciana-. Los que no
tienen perro no pueden entenderlo, no saben cuánto se llega a querer a un animal.
A pesar de la insistencia del veterinario para que Doña Ana le dejara el animal y se
marchara a casa, ella se empeñó en estar presente cuando Don Álex le administró a la
perra la fatal inyección.
-No quiero que muera sola, como un perro. Quiero ser lo último que vea. Y se esforzó
por sonreír hasta que el animal hubo cerrado los ojos para siempre. Sólo entonces rompió
a llorar.
Ahora, Doña Anita, mientras a cada momento de la jornada echaba de menos a su
perra, cada tarde presentaba al párroco sus dudas de escatología.
-¿Habrá perros en el cielo? -le preguntaba.
-No serán necesarios -respondía el sacerdote-. En el cielo seremos plenamente felices.
-Pues, entonces, tendrá que haber perros en el cielo -sentenciaba la anciana-. Si no
encuentro allí a mi perra Tara, no podré ser plenamente feliz.
Las primeras veces, el párroco casi se escandalizaba; pero, al fin, aprendió a concluir:
-Tal vez, sí que habrá perros en el cielo; en algún lugar leí que renacerá la creación
entera.

ORACIÓN

Señor Jesús: Nos vamos acercando a los días de tu Pasión y Muerte,


días en los que experimentaste y compartiste la radical soledad del ser humano.
En esta noche, quiero pedirte por todos los que están o se sienten solos:
hazles sentir tu afectuosa presencia y enséñame a mí a ser portador de esa presencia,
enséñame a ser compañía para los desamparados.
Enséñame, también, a valorar y respetar los afectos de los demás,
por ridículos que a mí puedan parecerme.
Enséñame a mirar con cariño a la anciana que habla con su perrito,
al anciano que reparte migas de pan a las palomas urbanas
que tan molestas me resultan a mí en ocasiones.
Enséñame, finalmente, a respetar la creación entera; toda es obra de tus manos:
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tú la creaste y tú la recreas a cada instante.


Por eso sé que no podrás abandonarla nunca
y, de algún modo, la harás participar de esa vida nueva
que esperamos conseguir contigo.
Con esa esperanza, caminamos en Cuaresma hacia la Pascua. Amén.

Martes de la cuarta semana


Ez 47,1-9.12; Jn 5,1-3.5-16
“Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado” (Jn 5,16)

MÁS IMPORTANTE QUE LA LEY

MARÍA ES ENFERMERA Y trabaja en la U.C.I. de un gran hospital. Aquella tarde de


sábado, todo estaba muy tranquilo; de hecho, sólo había un paciente ingresado, aunque,
tristemente, se trataba de un anciano sin familia y prácticamente desahuciado. Media
hora antes, en su última visita, el médico había previsto que, muy probablemente, ese
paciente fallecería esa misma tarde.
Sin embargo, el paciente parecía recuperarse por momentos. Desgraciadamente, no es
que el doctor se hubiera equivocado; se trataba, simplemente, de lo que algunos han
dado en llamar la mejoría de la muerte (o sea, un estado de cierta euforia y aparente
mejoría que invade a algunos pacientes justo antes de entrar en agonía).
El caso era que aquel anciano parecía encontrarse mejor. Hasta tal punto, que llamó a
la enfermera y le suplicó:
-Enfermera, sé que me estoy muriendo. Por favor, déjeme usted darle unas caladitas
a un cigarrillo.
María se quedó perpleja ante semejante petición. El médico preveía su muerte para
esa misma tarde y este señor ahora le pedía un cigarro.
-Pero, hombre, hombre... Ya sabe usted que aquí no se puede fumar...
María había respondido en un tono de voz repleto de cariño, pero la verdad era que no
sabía qué decirle. Poco tiempo después, el anciano volvió a realizar su petición.
-Un cigarrito, enfermera. Si no se va a enterar nadie, aquí sólo estamos usted y yo. Y
así, hasta tres veces más.
Entonces, María fue a buscar su bolso y trajo un cigarrillo rubio, de los que ella
fumaba. Miró a derecha e izquierda y, no viendo a nadie, lo encendió y lo acercó a la
boca del anciano. La sonrisa de felicidad que el anciano le brindó hizo que ella se olvidara
por completo de su nerviosismo y de que estaba contraviniendo las ordenanzas del
hospital.
Tanto le relajó la felicidad del anciano y tanto le distrajo, que no se dio cuenta de que,
cuando el anciano daba su cuarta calada, apareció tras el cristal la enfermera jefe, que, al
ver el cigarrillo, entró enfadadísima y descargó sobre María una enorme reprimenda.
El anciano entró en agonía aquella misma tarde y murió de madrugada. A María le
pareció que había muerto con una sonrisa en la boca. Dos días más tarde, María tuvo que
presentarse ante la dirección del hospital.
Acudió relativamente tranquila, pues sabía que a aquel anciano no le había matado el
cigarrillo; en todo caso, el tabaco le había ayudado a morir un poco más feliz. La
dirección del hospital le reprendió severamente:
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-Usted sabe que fumar en un centro hospitalario está estrictamente prohibido por la
ley. Y con mucha más razón en la U.C.I.
Y María, dispuesta a aceptar un expediente sancionador, respondió:
-Lo sé. Pero también sé que el enfermo es más importante que la ley.
********************
Amigo lector, no te confundas.
Nunca he defendido la anarquía: me parece tan idílica como inviable. Los humanos
vivimos en sociedad y necesitamos normas y leyes que regulen nuestra convivencia. Y yo
siempre defiendo el respeto de las leyes. Pero no olvido la frase de Jesús: "El sábado
está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2, 27). Y el sábado era la
ley. La persona siempre está por encima de la ley.

ORACIÓN

Señor Jesús:
¡La persona! ¡La persona por encima de la ley y de la norma!
Ordéname la escala de valores. No me dejes posponer nunca a la persona.
Que el individuo sea, para mí, más importante que el grupo;
la persona mucho más importante que la estructura.
Que no anteponga nada al bien de cada uno.
Que nada pase por delante del amor al prójimo concreto, individual, personal.
Que me crea de verdad que cada persona tiene un valor absoluto. ¡Absoluto!
Que sepa reconocer que toda persona es fin en sí misma y nunca medio, ¡nunca!,
ni siquiera para los más nobles fines.
Que respete la ley, Señor, que ayuda a la convivencia; pero que respete, sobre todo, a la
persona.
Porque personal es el amor que tú nos tienes y personal la invitación
a participar en la fiesta de tu Pascua. Amén.

Miércoles de la cuarta semana


Is49,8-15;Jn5,17-30 "El Padre no juzga a nadie" (Jn 5,22)

DIOS NO QUIERE SER POLICÍA

MATEO ES UN NIÑO. Un niño, aunque ya tiene 46 años. Pero es un niño. Porque sólo
hace lo que tiene que hacer si alguien le vigila. En el despacho, sólo trabaja (o hace como
que trabaja) cuando está el jefe; el día que el jefe no viene a la oficina, Mateo pierde el
tiempo olímpicamente. Y hasta se burla de los demás cuando los ve trabajar.
Cuando conduce, sólo respeta el límite de velocidad si ve cerca algún coche de la
policía. Le gusta presumir de un coche potente. En casa, es incapaz de compartir las
tareas del hogar; sabe que si él no las hace, su mujer, cansada, las acabará haciendo
ella.
Los domingos, en el fútbol, grita como un energúmeno, insulta a todo el mundo y,
siempre que puede, entra al estadio cristales o cosas prohibidas, para arrojárselas al
árbitro si hace falta.
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Mateo necesita un vigilante de seguridad en su vida, un policía, alguien que fiscalice


sus acciones, que lo controle constantemente. Si este alguien no existe, él cree que no
vale la pena esforzarse.
Es verdad que, a veces, siente una especie de miedo al preguntarse: ¿Y si un día
cometo una infracción grave y me pilla la policía? ¿Y si algún día me despiden del
trabajo? ¿Y si mi mujer, cansada ya de mí, un día me envía ya a la porra?
De vez en cuando se lo pregunta, es cierto. Pero como eso no pasa nunca, él va
tirando. Y piensa que, por suerte, siempre hay alguien que le vigila.
Así muchos con relación a Dios. Necesitan que les esté siempre vigilando. Necesitan
sentir su aliento amenazador en el cogote, para hacer lo que deben hacer.
Pero Dios ya renunció, hace mucho tiempo, a ejercer esa tarea. Dios no quiere ser
policía.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Gracias, porque tú me enseñaste que Dios no es un policía que fiscaliza mis acciones,
sino un Padre que me acoge y me perdona.
Enséñame a responder a este amor generoso y gratuito,
un amor que tomó la iniciativa y me amó aun antes de que yo pudiera amarle;
Ese amor que tú mismo me enseñaste clavado en la cruz.
Enséñame a responder con mi vida.
Hazme responsable de mi propia vida y de mis acciones.
No me dejes "escurrir el bulto" ni culpar siempre a los demás o a las circunstancias.
Enséñame el amor puro, aquel que obra sin tener en cuenta el premio o el castigo.
Eso es la Pascua: tu amor crucificado dando vida más allá de premios y castigos. Amén.

Jueves de la cuarta semana


Ex 32,7-14; Jn5,31-47
"Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él diciendo: «Ahí tienes
a tu Dios»" (Ex 32,8)

EL COCHE DE RUBÉN

EL COCHE DE RUBÉN valía unos cuarenta mil euros. No es que Rubén sea rico, ¡qué
va! Si sólo tiene veinte años y un empleo modesto. Pero ese coche era la ilusión de su
viday decidió comprarlo. Con un poquito de esfuerzo, pudo ahorrar cinco mil euros para
dar la entrada, a los que sumó otros seis mil euros que aportó su madre, eso sí, con
mucho más esfuerzo (porque su madre es viuda y mantiene a toda la familia: cuatro
hijos, de los cuales el único que trabaja es Rubén, el mayor, y no aporta casi nada a la
economía familiar, porque él tiene muchos gastos... personales).
El coche de Rubén era un deportivo descapotable que llegó importado de Alemania.
Era bonito, potente y seguro. Era la envidia de todos sus amigos. Pero la entrada que
pudo aportar resultaba en realidad pequeña comparada con el coste total y, por eso, tuvo
que pedir al banco un crédito a ocho años, que Rubén sigue pagando todavía. Por esta
razón, sólo había contratado un seguro a terceros, porque el seguro a todo riesgo
resultaba muy caro, y él ya tenía bastante gasto con el crédito.
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La verdad es que Rubén no necesitaba demasiado un coche. De hecho, trabaja a tres


calles de su casa y, por eso, continuó yendo a trabajar andando. Le hubiera gustado ir en
coche, pero hubiera perdido más tiempo y, además, hubiera tenido que pagar el
estacionamiento. Por eso no lo usaba para ir a trabajar. Pero cada mañana, antes de
dirigirse a su empleo, pasaba por el garaje de la finca para contemplar su automóvil. Lo
miraba y sonreía, como si le dijera buenos días, y después se dirigía contento hasta el
trabajo.
Ya por la tarde, al volver de trabajar, siempre sacaba el coche a dar un paseo. Era
entonces cuando presumía de él con sus amigos, a los que llevaba de aquí para allá,
siempre como pasajeros, porque conducirlo nunca se lo permitió a nadie. Incluso,
alguna vez, se acercaron hasta la autopista a altas horas de la noche para poder, sin
apenas tráfico, comprobar a cuánto se podía poner aquella máquina.
Cada noche, después de pasar varias horas con los amigos, volvía a encerrar el coche
en el garaje que había en el sótano de su finca. Allí le quitaba el polvo y lo contemplaba
durante varios minutos, antes de subir a cenar y a dormir.
Por eso, aquella noche, cuando se declaró un incendio en la finca y los bomberos les
ordenaron desalojar el edificio, mientras su madre sólo pensaba en proteger a sus hijos
más pequeños, Rubén sólo pensaba en salvar su coche. Hasta se discutió con un par de
bomberos que le prohibieron tajantemente la entrada en el garaje. Bajar al sótano
habría sido un suicidio: todos los coches que había en él acabaron abrasados. También
el coche de Rubén.
Tres semanas después del incendio, Rubén todavía llora y llora, pues ya no tiene
coche. No quiere quedar con los amigos y se pasa los días encerrado en su habitación,
sin querer ver a nadie, y hasta le han concedido la baja por enfermedad en el trabajo.
Ha sido ahora cuando su madre ha comprendido que, aunque lo hizo con su mejor
intención, cometió un error al participar en la compra de ese coche; ahora se ha dado
cuenta de que, con sus ahorros, no contribuyó a que su hijo se comprara un coche, sino
a que adorara un becerro de oro.
********************
Las cosas están para servimos, no para ponemos a su servicio.

ORACIÓN

Señor Jesús: Hazme desprendido y generoso.


Que no me apegue a las cosas, Señor; que no se conviertan en mi verdadero dueño.
Enséñame a utilizarlas como medios, nunca como fines en sí mismas.
Enséñame a saber compartir con los demás todo cuanto tengo.
Que el sentimiento de posesión nunca sea tan fuerte
que me vuelva egoísta y olvide cómo se conjuga el verbo compartir.
Enséñame a vivir la generosidad, en el día a día,
con mis propios amigos y familiares y también
con los que no son tan afortunados como yo.
No dejes que sea caprichoso, que no me ataque la fiebre del consumismo,
del necesitar siempre el último modelo de cualquier aparato
o de tener que vestir siempre a la última.
Que sepa usar de las cosas, Señor, como un medio en el camino hacia la felicidad,
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pero que nunca cometa el error de creer que ellas por sí mismas me alcanzarán la
felicidad.
Recuérdame que la verdadera felicidad sólo podré hallarla compartiendo con mis
hermanos
para llegar juntos a tu Pascua. Amén.

Viernes de la cuarta semana


Sab 2,1.12-22; Jn 7,1-2.10.25-30
"Pongamos lazos al justo, que nos fastidia y se opone a nuestro obrar (…) Hasta el
verle nos es insoportable, porque su vida en nada se parece a la de los otros"
(Sab 2,12a.14b-15).

UNA VECINA MOLESTA

ERA LA PRIMERA VEZ que Josefina asistía a una reunión de la comunidad de vecinos
de su sector, algo que hasta ahora siempre había hecho su marido, pero, al quedarse
viuda, tenía que empezar a acostumbrarse. Quizá porque era la primera vez, le costó
entender el funcionamiento de todo aquello. Sobre todo, cuando la reunión se convirtió
en un continuo criticar a Encarnación, la vecina del segundo piso que, por supuesto,
estaba ausente.
-Es que ella se cree mejor que las demás -afirmó la vecina del primero.
Josefina no entendía por qué la comunidad llegaba a esta conclusión y lo preguntó.
-A ver -aclaró la otra vecina del segundo, con evidente nerviosismo- ¿por qué tiene
que bajar ella mi bolsa de basura cuando la dejo en el rellano?
-O ¿por qué tiene que limpiar ella la papelera de la entrada cuando no le toca? -añadió
otro vecino--. ¡Quedamos que lo haríamos por turnos!
-Si ya pagamos una empresa de limpieza para la escalera y vienen dos veces por
semana, ¿por qué tiene que fregar ella si lo ve sucio? -preguntó el presidente.
Toda esta lista de reproches a Josefina le parecía propia del teatro del absurdo. Ella
entendía que aquello por lo que protestaban sus vecinos no eran, precisamente, defectos.
-Además -añadió el del ático- siempre quiere quedar bien con todos; todo le parece
bien. Ella votó a favor de poner las parabólicas en el terrado de la finca: ¡cómo se nota
que ella vive en el segundo! Si viviera en el ático como yo...
Josefina intentó aclarar:
-Pero creo que ella era la más perjudicada, ¿no? El cable tenía que pasar justo por
delante de su ventana... -Ya ves tú, por un cable de nada...
-y siempre haciendo de dama de compañía de Doña Manuela, la del tercero.
-Es que la pobre vive sola -aclaró Josefina.
-Pues si no puede vivir sola, que se la lleven sus hijos a su casa. ¡A ver por qué la
vamos a tener que cuidar nosotros!
Josefina protestó:
-¡Pero si la única que la cuida es Encarnación! ¡Y ella no protesta!
-¡Sólo faltaría que la tuviéramos que cuidar nosotros!
Josefina no estaba entendiendo nada. Pero la vecina del primero concluyó:
-Nada, que ella se cree mejor que los demás y ella es igual que todos nosotros.
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Aquella noche, antes de acostarse, Josefina comprendió que, a veces, el ser


humano es tan ruin que, al contemplar la bondad, se siente juzgado y, en lugar de
admirarla e imitarla, se enfada contra quien la practica y lo persigue.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Enséñame a admirar la bondad que descubro en los demás y a imitarla.
Enséñame a no perseguirla.
No me dejes poner zancadillas a los buenos, ni malinterpretarlos,
ni juzgarlos y condenarlos por su bondad
Que siga su ejemplo, Señor,
y que no me importe ser bueno, aunque, a veces, pueda parecer tonto.
Tú y yo conocemos bien la diferencia, no permitas que refrene mis gestos de bondad
tan sólo por guardar las apariencias.
Haz que sea ésta mi gran aspiración, el único título que desee conquistar, el de la
bondad.
y que, al final de mis días, alguien pueda resumir mi vida
con el mismo resumen que tus discípulos hicieron de la tuya:
"pasó haciendo el bien".
Aunque, parecerme a ti en eso pueda llevarme a compartir también contigo
el juicio y la incomprensión de los demás,
pero con la esperanza de alcanzar también el gozo de la Pascua. Amén.

Sábado de la cuarta semana


Jr 11,18-20; Jn 7, 40-53 "¡Nadie ha hablado nunca como él!" (Jn 7,46)

EL MAESTRO DE LA VERDADERA ELOCUENCIA

LA PRIMERA VEZ que aquel matrimonio oyó hablar del Maestro de la Verdadera
Elocuencia, fue en unas clases de yoga a las que asistían regularmente. Nadie de los
presentes conocía al tal Maestro, pero todos habían oído maravillas de él. Posteriormente,
en otros lugares y momentos, volvieron a oír hablar de él y en tal modo, que decidieron
viajar para encontrarlo. El conocimiento interior y la verdadera sabiduría estaban entre
sus prioridades. Tenían que poder escuchar las enseñanzas de ese Maestro de viva voz,
en persona.
El primer problema fue saber exactamente dónde vivía: las agencias de viajes nada
conocían de él, no se contaba entre los destinos turísticos. De todos modos, decidieron
emprender su búsqueda, aunque para ello hubieran de gastar todos sus ahorros de
tantos años.
Recorrieron diferentes países de Oriente. En multitud de pueblos y ciudades habían
oído hablar de este Maestro, pero nadie podía ofrecerles referencias exactas. Esto les fue
desanimando de tal modo que llegaron a creer que sólo se trataba de una leyenda.
Ya estaban casi decididos a regresar a su casa cuando una anciana, en un pequeño
pueblecito, les indicó que el Maestro de la Verdadera Elocuencia vivía en esa aldea.
Dudaron de que se tratara, de verdad, del Maestro que andaban buscando: siempre
habían dado por supuesto que el tal Maestro debería de vivir en las montañas, alejado de
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toda vida social, dedicado a la meditación, lejos del mundanal ruido y ofreciendo sus
discursos colmados de sabiduría a la selectas minorías que se acercaban a él. Sin
embargo, a pesar de sus dudas, aceptaron que la anciana les acompañara a conocerlo.
La anciana les presentó a un hombre no demasiado joven ni demasiado anciano; de
hecho, resultaba difícil adivinar su edad, ni siquiera de un modo aproximado. Vivía en una
humilde morada, vestía con sencillez y tenía un cuenco de arroz como único alimento. Sin
embargo, sus ojos irradiaban paz, serenidad y felicidad. El matrimonio ya estaba casi
convencido de haber hallado al Maestro de la Verdadera Elocuencia, pero, cuando
intentaron entablar conversación con él, experimentaron una gran desilusión: ¡ERA
MUDO!
Completamente decepcionados, ya habían decidido regresar a su hogar, cuando
alguien entró en la chabola del Maestro. Era un niño que tenía hambre y el Maestro le
ofreció su cuenco de arroz. Cuando el niño hubo comido, el Maestro se levantó y marchó
a la parte más pobre de la aldea; el matrimonio le siguió. Allí i,~ curó enfermos, asistió a
moribundos, consoló a los que lloraban y jugó con los niños... Había pasado una jornada
entera y ya anochecía. Aquel hombre se retiró cansado a reposar en su humilde morada;
invitó al matrimonio a entrar y le ofreció su lecho, mientras él se tumbaba en el suelo.
Sólo entonces, el matrimonio comprendió que, por fin, había encontrado al Maestro de
la Verdadera Elocuencia: la de las obras.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Tú eres mi Maestro de la Verdadera Elocuencia.
Tú eres la Palabra hecha carne y acampada entre nosotros.
Nunca nadie ha hablado como tú.
Tus palabras son hermosas, Señor, y bellos tus mensajes,
pero es hermoso, sobre todo, el testimonio de tu vida:
lo que predicaste, lo viviste; lo que anunciaste, lo hiciste realidad.
Enséñame, Señor, a parecerme a ti.
Hazme testigo de tu amor en mis acciones, y no tanto en mis palabras.
Hazme coherente, Señor; que nunca nadie quede escandalizado por el ejemplo de mi
vida.
Con esa esperanza, caminamos en Cuaresma hacia la Pascua. Amén.

Quinto Domingo de Cuaresma


Ciclo A: Ez 37,12-14 - Rm 8,8-11 - Jn 11,1-45
Ciclo B: Jer 31,31-34 - Hebr 5,7-9 - Jn 12,20-33
Ciclo C: Is 43,16-21 - Fil 3,8-14 - Jn 8,1-11

"Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto". (Jn. 11,21)

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

"Yo no puedo creer en Dios. Yo iba a Misa cada domingo; rezaba cada noche cuando
me iba a la cama. Procuraba ser una buena persona. Nunca he hecho daño a nadie. Mi
hermano tuvo un accidente con la moto. Estuvo muy grave. Yo le pedí a Dios que lo
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curara. Recé como nadie ha rezado nunca. Lloré delante de Dios. Pero Él no me escuchó.
Mi hermano murió. Ahora ya sé por qué. Porque Dios no existe. Yo no puedo creer en Él"
(Rosa C., 17 años)
"Creer en Dios es de estúpidos y de analfabetos. A ver, ¿dónde está Dios? ¿Qué
pruebas tenemos de Él? ¡Ninguna! Dios no es demostrable; por tanto, no existe. Estamos
en el siglo XXI, ¿cómo puede haber todavía personas que creen en algo que no se puede
demostrar científicamente? ¡Hay que ser estúpido!" (Albert E., 16 años)
"Creer en Dios es dejar a los humanos a la altura del barro. Si de verdad existiera un
Dios, el hombre sería un muñeco, una marioneta sin ninguna libertad. Si Dios existiera,
nunca nos podríamos realizar plenamente los humanos. No seríamos libres, sino
absolutamente dependientes. Por tanto, no puedo creer en Dios: yo creo en los seres
humanos". (Richard G., 21 años)

********************
En las intervenciones anteriores descubrimos que una de las dificultades más graves
con las que siempre se ha encontrado la fe en Dios es la cuestión de la existencia del mal
en el mundo y, en concreto, del dolor y el sufrimiento que provoca.
A continuación, intentaremos dar una pequeña explicación sobre eso. Pero, quizá, lo
primero que hay que decir es que ninguna de estas explicaciones nos resultará útil
cuando nos encontraremos con alguna persona concreta que sufre. En aquel momento,
no tendremos que intentar explicarle el origen del mal, sino intentar aliviar su dolor o,
por lo menos, hacerle sentir nuestra cercanía.
Podemos diferenciar dos tipos de mal: el mal físico y el mal moral. En el primer caso,
podríamos poner como ejemplo la enfermedad o los terremotos. En el segundo, cualquier
injusticia. El mal físico es consecuencia de la finitud del mundo. Si el mundo es algo
diferente del mismo Dios (o sea, no es Dios), no puede ser perfecto. La imperfección es
inherente a toda criatura (al hecho de haber sido creado). Si Dios hubiera creado algo
absolutamente perfecto, habría creado otro Dios (y eso es imposible).
Así, pues, Dios ha creado un mundo concreto, con unas leyes que respeta. Y eso nos
permite estudiar las leyes que rigen el universo. Si Dios las modificara a cada momento
(si estuviera haciendo milagros a todas horas) la ciencia no podría avanzar.
En cuanto al mal moral, los cristianos pensamos que ha estado introducido en el
mundo por el ser humano, por el mal uso que ha hecho de la libertad que Dios le dio. Ya
el primer libro de la Biblia nos lo hace entender así.
Antiguas religiones creían en dos dioses: uno bueno y uno malo, cada uno de los
cuales había creado las cosas buenas y las cosas malas, respectivamente. El judaísmo y
el cristianismo no lo creen así. En los primeros párrafos de la Biblia, cuando nos explica la
creación del mundo, después de cada acto creador de Dios, el autor bíblico repite: "Y vio
Dios que era bueno”. De esta manera, la Biblia quiere dejar claro que Dios no ha creado
el mal.
Pero, entonces, ¿de dónde ha salido? Porque es evidente que el mal (la injusticia, la
opresión, etc.) nos lo encontramos cada día.
El autor bíblico nos explica el pecado de Adán y Eva, el que llamamos pecado original.
¿En qué consistió ese pecado? No lo sabemos. (Evidentemente, no fue comer de una
manzana. De hecho, si leemos con atención el capítulo 3 del libro del Génesis,
descubrimos que no se habla de ninguna manzana).
46

Lo que quiere decir la Biblia es que Dios creó a los seres humanos con libertad y éstos,
haciendo de ella un mal uso, introdujeron el mal en el mundo. Pero Dios no es el autor
del mal. Él sólo respeta la libertad con la que nos creó.
Pero, como dijo el filósofo Leibniz, es mejor un mundo con libertad que un mundo en
el que no haya libertad. Aunque ésta nos aporte el mal.
Todos, ante un momento de dolor, de enfermedad, de muerte..., hemos
experimentado, como una pesada losa, el silencio de Dios. Ante la injusticia, la opresión,
el oprobio..., nos hemos preguntado: ¿Dónde está Dios ahora? El mismo Jesús vivió esta
experiencia ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
En esos momentos de oscuridad extrema, la fe se convierte en el único rayito de
esperanza, tenue y tembloroso, como la llama de una vela, pero iluminador al fin y al
cabo. Esa luz nos impulsa a creer que después de cada Viernes Santo hay un Domingo de
Resurrección.
Dios, que tanto calla, ha de tener la última palabra.

ORACIÓN

Señor Jesús: En esta noche quiero pedirte por los que no creen en ti;
por aquellos que no saben descubrirte entre las sombras del mundo,
por aquellos que te buscan con sinceridad de corazón y no te encuentran,
y también por aquellos que huyen de ti para que no los encuentres.
Tienes que reconocer, Señor, (te lo digo humildemente),
que lo has organizado todo de un modo complicado.
Te agradezco que, a pesar de tanta oscuridad, yo creo en ti,
y sé que esto es don generoso de tu amor,
aunque no pueda comprender por qué no todos pueden gozar de este mismo don.
En esta hora de la noche cuando la soledad parece consustancial a este mi ser humano,
quiero pedirte por todos los que sufren, acércate a ellos con el bálsamo de tu amor,
y sírvete de mí, de mis pobres obras, para que otros puedan descubrir que tú les amas
y que en silencio sigues siendo el Dios de la elocuencia.
Que los que hoy participan de tu Pasión gocen contigo de la Resurrección
en el día definitivo de la Pascua. Amén.

Lunes de la quinta semana


Dn13,1-9.15-17.19-30.33-62; Jn 8,1-11
"EI que de ustedes esté sin pecado que tire la primera piedra" (Jn 8,7)

MISERICORDIA QUIERO...

EN EL SEMINARIO, aquellos jovencitos se preparaban para ser sacerdotes. Estaban


hablando del Sacramento del Perdón, más conocido como la confesión. Un sacerdote, ya
bastante viejecito, les daba clase sobre este Sacramento. Les explicaba que, para ellos,
sería una responsabilidad muy grande escuchar las miserias de tantas personas que
confiarían en ellos y siempre habían de ser capaces de ofrecerles el perdón de Dios a
manos llenas, con generosidad. Ésta debería ser siempre su misión, les enseñaba el
anciano: ofrecer el perdón de Dios. Por eso les dijo:
47

-Siempre que os sentéis en el confesionario para confesar a otras personas, pensad,


primero, que la burrada más grande que oigáis la podríais cometer vosotros en un
momento determinado. Si no estáis convencidos de eso, no os sentéis a confesar, porque
entonces no seréis padres misericordiosos, sino jueces durísimos que no reflejarán el
amor de Dios.
********************
Perdonar es hacer un esfuerzo por comprender al otro. Es salir de tu casa y de tus
comodidades, de tu ambiente confortable, y ponerte en camino hacia el otro. Para
perdonar se requiere lo que los psicólogos llaman empatía: ponerse en el lugar del otro,
intentar comprender su situación, sus sentimientos, sus debilidades... Si no se hace el
esfuerzo por comprender al otro, resulta muy difícil perdonarlo. La conciencia de nuestras
propias debilidades nos tendría que llevar a respetar a los demás y perdonarlos; más,
cuanto más débiles son; más, cuanto más débiles se encuentran. Respetarlos y
perdonarlos, incluso, cuando creemos que se equivocan, que están en un error, que no
actúan correctamente.
El verdadero perdón no hace distinciones y, si las hace, las hace a favor del más débil.
Nuestro Dios es el Dios del perdón, el de la misericordia, el del amor. La ecuación es muy
clara: Dios es amor. Todo lo demás, añadidura.

ORACIÓN

Señor Jesús: Tú me has enseñado que Dios es un Padre que me ama,


a pesar de mi debilidad, a pesar de mis defectos.
Siento que Dios me acepta tal como soy, aunque me invita a mejorar.
Ayúdame a tener esta misma actitud con mis hermanos.
Enséñame a perdonar, Señor. Pero a perdonar de verdad, de corazón.
Estoy convencido de que el rencor hace más daño a quien lo vive
que a quien es objeto de él.
No dejes que el rencor anide jamás en mi corazón.
Enséñame a vivir con las mismas actitudes con que tú viviste.
Enséñame a condenar el pecado, pero a perdonar y acoger siempre al pecador.
Sé que no tengo por qué estar de acuerdo siempre con todo, ni consentirlo todo;
pero sé que siempre, por encima de todo, he de respetar,
y acoger, y amar a las personas.
Como tú hiciste con la mujer adúltera:
no la condenaste, pero la invitaste a no pecar más.
Gracias, Señor, porque me siento acogido por ti. Y perdonado.
Gracias porque me siento amado.
Con tu amor es más fácil caminar hacia la Pascua. Amén.

Martes de la quinta semana


Núm 21,4-9; Jn 8,21-30
"Vosotros sois de este mundo, pero yo no soy de este mundo" (Jn 8,23)
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MARCIANOS DECEPCIONADOS

MARCIANOS NO HAY. Ya lo sabemos. Pero aplicamos este nombre genérico a todos los
extraterrestres, sin importamos ahora cuál sea su planeta de origen (¡son tan pocos los
planetas que conocemos!).
Los marcianos de nuestra historia decidieron informarse a fondo sobre la vida de los
terrícolas y gracias a la internet interespacial consiguieron recopilar documentos
fundamentales de la humanidad que los filólogos marcianos se ocuparon en descifrar.
Así, leyeron y tradujeron a su propia lengua los pensamientos de Confucio, la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica (la primera en la historia de la
humanidad), y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU,
y hasta la Constitución Española de 1978, y quedaron admirados de la sabiduría terrícola,
de su pensamiento y de su organización social, por lo que decidieron visitamos.
No pretendían asustamos en modo alguno, por esta razón, estimaron mejor que, en un
primer momento, dos marcianos con aspecto de terrícolas se infiltrarían entre los
humanos y remitirían la información pertinente a su planeta de origen, antes de
comenzar la relación oficial entre las dos civilizaciones. Sin embargo, a la semana de
estar entre nosotros, los marcianos establecieron una conexión de urgencia con su base
central. Aseguraban haberse equivocado de planeta. En la base central repasaron todas
las coordenadas, revisaron todos los mapas espaciales de que disponían, y les
respondieron que eso era imposible: no había habido ningún error, se encontraban, sin
duda alguna, en el planeta Tierra.
Pero los marcianos viajeros no se lo podían creer. La vida de los terrícolas no tenía
nada que ver con los documentos que habían estudiado, leído y admirado. Descubrieron
que los terrícolas se roban entre sí y, en ocasiones, hasta se explotan unos a otros.
Descubrieron que hay desigualdades entre ellos: mientras unos viven en la opulencia,
otros malviven bajo algún puente. Incluso hay desigualdades derivadas, tan sólo, de su
condición sexual. Descubrieron que existen cachorros humanos abandonados por sus
progenitores. Descubrieron que los humanos practican el asesinato. Descubrieron, en fin,
que la vida de los humanos no tiene demasiado que ver con las grandes proclamaciones
que hacen en sus documentos. Y los marcianos decidieron regresar a su planeta de
origen, convencidos de que ellos no eran de este mundo.
Un relato de... ¿ficción?

ORACIÓN

Señor Jesús:
A menudo, Señor, mis grandes propósitos se quedan sin realizar.
En ocasiones, me vence la pereza y la comodidad:
quisiera sobreponerme, pero estoy demasiado apegado a este mundo.
Enséñame, Señor, a saber elevarme sobre esta realidad,
pero sin olvidarla por completo: ¡hay tantos seres humanos que la padecen!
Ayúdame a ser solidario con ellos,
a saber descubrir a mi alrededor quién me necesita.
Nosotros sí somos de este mundo.
Directa o indirectamente, algo tenemos que ver
con toda esa realidad negativa que se extiende por nuestro planeta
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y que decepcionaría hasta a los "marcianos ".


Enséñanos, Señor, a hacer coincidir nuestra realidad con los grandes ideales;
enséñame a hacer coincidir mis ideales con mis acciones cotidianas.
Y enséñame, también, a saber mirar para ver mejor que aquellos "marcianos
decepcionados",
para saber descubrir que no todo es negativo entre los seres humanos, para no olvidar
que, entre nosotros,
también existe la abnegación y la generosidad, la solidaridad y el amor.
Así, con el amor, iremos caminando juntos hacia la Pascua definitiva. Amén.

Miércoles de la quinta semana

Dn 3,14-20.91-92.95; Jn 8, 31-42
"La verdad os hará libres" (Jn 8,32)

MENTIROSO COMPULSIVO

HACE YA TIEMPO QUE DAVID quiere tener en casa uno de esos teléfonos que llevan
incorporada una pequeña pantalla en la que puedes ver el número de teléfono desde el
que te están llamando, pero, por una u otra razón, no acaba nunca de llamar a la
compañía telefónica para que se lo instalen. Por eso ahora, al oír sonar el teléfono, se ha
puesto de los nervios: porque no puede saber quién le está llamando.
Ha pensado en no contestar, pero si quien le llama es Ana, él quedará muy mal,
porque cuando ella le ha invitado a ir al cine esta noche, él le ha respondido que no se
encontraba muy bien y que no se iba a mover de casa. Así, pues, no coger el teléfono no
es una buena idea.
Sin embargo, descolgarlo no parece una idea mejor. Si quien llama es su amigo
Carlos, quedará fatal, porque él le ha dicho a Carlos que este fin de semana se tenía que
ir al pueblo a visitar a unos tíos. Del mismo modo, no le conviene contestar si quien llama
es Patricia, porque a ella le ha hecho creer que se ha ido a esquiar a los Alpes franceses,
sólo para que pareciera que él podía estar un poquito a su altura.
Antes, todo era mucho más fácil, porque era su madre quien respondía siempre al
teléfono y él le iba indicando por señas qué era lo que debía decir. Pero hace quince días
su madre se plantó y decidió que no iba a participar nunca más en este laberinto de
mentiras y medias verdades.
-Desde ahora, arréglatelas -le había dicho su madre. Y desde entonces necesitaba y
deseaba como nunca uno de esos teléfonos con identificador de llamada.
Mientras el teléfono seguía sonando, ha dirigido una mirada de súplica a su madre,
pero ella ha negado con la cabeza.
-¡Pero es que estoy atrapado, mamá! -ha suplicado él.
-Pues aprende de una vez a decir la verdad y serás libre -ha concluido ella.
********************
David es un adolescente, pero también hay adultos que viven en esta maraña de
mentiras y se complican la vida por querer aparentar, o por querer quedar bien con todo
el mundo, o porque llevan una doble vida, o por mil y unas razones. Y se van enredando
en un sinfín de excusas y explicaciones, diferentes para cada persona. A veces, incluso,
los amigos ya saben que se trata de una mentira (porque ya son muchos años), pero
hacen, compasivamente, como si no .lo supieran.
Siempre es mejor ir con la verdad por delante. Además, mentir puede ser
relativamente sencillo, pero mantener las mentiras ya no es tan fácil. Sobre todo, cuando
ya se ha perdido la cuenta de ellas.
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ORACIÓN

Señor Jesús: Enséñame a ir siempre con la verdad por delante.


Enséñame a no enredarme nunca en una maraña de mentiras o de medias verdades,
que tarde o temprano acaba por descubrirse y herir a todo el mundo.
Enséñame a valorar la sinceridad como una gran virtud.
Enséñame, también, a ser honesto en mi proceder.
Ser honesto no es ser tonto. Por más que hoy vivamos en una sociedad que, a menudo,
nos transmite ese mensaje.
La honestidad es una gran virtud.
Enséñame a ir de frente por la vida, sin subterfugios, sin simulaciones.
Enséñame a ser yo mismo; a ser como un libro abierto,
por más que eso me haga vulnerable ante los demás. Amén.

Jueves de la quinta semana


Gn 17, 3-9; Jn 8,51-59

"Es mi Padre, el mismo que dicen que es su Dios. Pero ustedes no le conocen"
(Jn 8,54b-55a)

SILENCIO

SE LE OCURRIÓ un sábado (¡vaya idea!) ir al cine a las cuatro de la tarde y se juró a sí


mismo que no volvería a ir nunca más al cine a esa hora. La sala estaba repleta de
adolescentes que charlaban continuamente e, incluso, gritaban. El ruido era tan grande
que resultaba difícil seguir la película con un mínimo de concentración. No pudo enterarse
de la mayoría de los diálogos.
********************
Para escuchar, hay que hacer silencio. Si estás viendo una película y hablas, no
escuchas. Si estás oyendo una conferencia y te pones a charlar con el de al lado, no
escuchas. Si estás en clase y hablas cuando la profesora explica, no escuchas. .. La
escucha requiere silencio y no hacerla es, como mínimo, una falta de educación: hacia la
.persona que está hablando y, también, hacia los demás que escuchan.
Entre la gente de hoy en día (no sólo entre los jóvenes) se está extendiendo la
creencia de que el silencio es imposible, que no se puede estar una hora sin decir ni una
palabra. En una entrevista en televisión, el famoso actor Josep Maria Pou se quejaba de
que hoy el público habla incluso en el teatro, sin tener en cuenta que puede distraer a los
actores. Así es, la gente habla en las conferencias y en los discursos, en las bodas y en
los funerales. Mucha gente no sabe hacer silencio ni en los momentos más importantes.
Igualmente, cuando estás hablando con alguien o discutiendo una cuestión, escuchar
requiere hacer silencio: dejar al otro terminar las frases, dejar que explique sus razones.
Si tú no callas, no puedes escuchar al otro.
Para escuchar hay que hacer silencio. Y no sólo exterior; también interior. Si, mientras
la otra persona se explica, tú vas pensando por dentro qué le contestarás, no la estás
escuchando de verdad.
51

En la vida espiritual, el silencio es muy importante. El conocimiento de Dios debe


forjarse en el silencio: exterior e interior. Es difícil conocer a Dios si sólo vivimos hacia
afuera. Hemos de fomentar la interioridad y ésta se construye en el silencio. Desde
pequeñitos, deberíamos habituamos a hacer momentos de silencio. El silencio es el lugar
donde Dios dispone que su palabra nos vaya calando, como hace la llovizna con la tierra.
Hay gente que tiene tanto miedo al silencio que, cuando están solos, nada más entrar
en casa, lo primero que hacen es conectar el televisor. No lo pueden ver, porque, antes,
tienen que quitarse los zapatos, cambiarse de ropa, ir al lavabo y hacer no sé cuántas
cosas más. Pero lo encienden. Y si les preguntas por qué, responden: Porque me hace
compañía.
Pero buscar el ruido corno compañía es corno pretender alimentarse leyendo libros de
cocina.

ORACIÓN

Señor Jesús: Quiero ser amigo del silencio,


de aquella soledad en que se halla con mayor claridad tu compañía.
Quiero vivir hacia dentro y no sólo hacia fuera.
No me dejes que me asuste del silencio, no me dejes huir de mí mismo ni de ti
(que son dos imposibles).
Quiero ser amigo del silencio, silencio para escuchar a mis hermanos
y silencio para escucharte a ti.
Que el silencio acompañe la partitura de mi vida:
en todo pentagrama se hallan notas y silencios; no me dejes perder ese compás.
Y así, a buen ritmo, pero sin estrés, iremos caminando juntos hacia la Pascua. Amén.

Viernes de la quinta semana


Jer 20,10-13: Jn 10,31-42

“Todos mis amigos acechan mi traspié: Quizá se deje seducir y podamos con él"
(Jer 20,10)

NECESITAMOS CÓMPLICES

CARLOS NO HA PROBADO NUNCA LAS DROGAS. Y mira que es difícil, porque hoy te
las encuentras por todas partes, de día y de noche. Pero él, hasta ahora, ha sabido
mantenerse firme y no las ha probado. Sin embargo, ahora el problema es más duro que
nunca, porque todos sus amigos las han probado ya. O sea, que las consumen
habitualmente cada sábado por la noche. ¿Podrá él seguir manteniendo sus convicciones?
Carlos creía que sí, pero no contaba con que sus amigos, a los que siempre había
tenido por respetuosos con las decisiones de los demás, iban a ser tan insistentes.
-¡Ven! Que eres el único del grupo que no toma nada.
-¡Vamos, que no pasa nada! ¡Vas a ver qué bien te lo pasas...!
Una noche más, él se ha mantenido firme y ha dicho que no. Pero justo en el
momento de despedirse, su amigo Pepe le ha dicho:
-No te preocupes, que caerás. Si nosotros hemos caído, tú caerás. ¡Como todos!
52

*******************
Lo de las drogas, sólo es un ejemplo. A menudo, ponemos más interés en arrastrar a
los otros hacia el mal que hacia el bien; es decir, cuando algo no nos deja plenamente
satisfechos, queremos conquistar la compañía de los demás, tal vez para justificamos y
sentimos respaldados. En general, necesitamos cómplices tanto como amigos. Pero es
muy importante que no confundamos los unos con los otros...

ORACIÓN

Señor Jesús:
No dejes que me arrastren hacia la maldad,
ni permitas que yo mismo pueda llevar a otros hasta ella.
Enséñame a respetar la libertad de los demás, a no forzarlos nunca.
No consientas que yo mismo busque cómplices para justificar mis propias decisiones.
Que mis alianzas sean sólo para el bien.
"No permitas ", "no me dejes ", "no consientas"... pero, ¿qué te estoy pidiendo?
He olvidado que tú me hiciste libre y respetas mis propias decisiones.
Sólo si yo lo quiero me llevarás contigo hasta la Pascua. Amén.

Sábado de la quinta semana


Ez 37,21-28; Jn 11,45-57
"Ustedes no saben nada ni caen en la cuenta de que conviene que muera uno solo por
el pueblo" (Jn 11,49b-50a)

EL PARTO INÚTIL

ANA MARIA acudió a la consulta de su ginecólogo llena de alegría. Estaba embarazada


de diecinueve semanas y, después de tanta náusea y tanto vómito, ya había empezado a
experimentar movimientos en su seno e incluso alguna patadita. Tenía unas ganas locas
de que le hicieran una nueva ecografía, pues sabía que, por primera vez, podría
contemplar en el monitor a su bebé ya con forma humana. Pero, de pronto, al médico le
cambió la cara y giró el monitor para que ella no pudiera verlo. Su corazón dio un vuelco
mientras el corazón del nasciturus había dejado de latir: ya nunca nacería.
-¿Qué ocurre, doctor?
El bebé estaba muerto y ella sintió que toda su alegría se transformaba, de golpe, en
dolor y pena, toda su risa en llanto, toda su esperanza en desconsuelo. Pero lo peor aún
estaba por venir...
Ese día no había quirófanos disponibles. Era viernes por la tarde y habrían de esperar
a que pasara el fin de semana. Ana María permaneció incrédula. ¿Cómo era eso posible?
Le decían que su bebé estaba muerto y pretendían que continuara llevándolo en su seno
inútilmente. ¿Para qué, ya? ¿Para qué seguir cargando con ese peso inútil? ¡Quería que
se lo quitaran! ¡Inmediatamente!
Pero no iban a quitárselo: tenía que expulsarlo ella, como si de un parto normal se
tratara. El lunes volvió a visitar a su ginecólogo, que le administró una medicación para
provocar la dilatación, pero aún habría de esperar hasta el miércoles. Ese día (¡casi una
semana después!, pensaba ella con horror) entró en el paritorio. No era su primer parto,
53

pero sí fue el más doloroso. Le provocó un dolor agudo por inútil. El dolor de parir un hijo
muerto.
La recuperación fue lenta; más lenta y dolorosa que la de un parto normal.
Físicamente dolorosa, pero, además, sin el consuelo psicológico de haber engendrado
una nueva vida.
-Hubiera deseado evitarle este dolor -le aseguró el doctor cuando ya se hubo
recuperado-, pero era imposible: tenía que pasar por esto.

********************
Así nos ocurre, a veces, en la vida. Debemos pasar por partos inútiles, pero
inevitables. Debemos atravesar dolores e injusticias que nos parecen sin sentido, pero
que no podemos esquivar.
La Pasión de Jesús, que nos disponemos a celebrar la próxima semana, nos recuerda
que, tal vez, todo tiene un sentido, aunque ahora no alcancemos a comprenderlo.
Nuestra visión es demasiado parcial, demasiado limitada.
Pero para quien tiene fe, ningún parto es inútil.

ORACIÓN

Señor Jesús:
Cercanos ya los días de tu Pasión, recuerdo, una vez más, a todos los que sufren.
Hazte presente en ellos, que sientan tu cercanía sosteniendo sus momentos más oscuros.
Recuerdo, igualmente, mi propio dolor experimentado en tantos momentos de mi vida.
Recuerdo tu silencio en ese trance, como espada que atraviesa con su filo
y recuerdo la fe que vestida de esperanza me sostiene en la certeza de tu amor,
entonces escondido a los sentidos.
Así lo has querido, Señor, sin que logremos del todo comprenderlo.
Nos tienes caminando a oscuras sin conseguir hallar todo el sentido.
Que se haga tu voluntad y no la nuestra.
Danos el valor para la lucha: no nos dejes aceptar el sufrimiento, pero, si éste se hace
inevitable,
ayúdanos a vestirlo de sentido.
Que viéndote a ti crucificado sintamos de verdad que no hay dolor inútil,
que todo habrá de hallar un último sentido cuando gocemos contigo de la Pascua. Amén.

Domingo de Ramos o de la Pasión del Señor

Ciclo A: Is 50,4-7 - Flp 2, 6-11 - Mt 26,14- 27,66


Ciclo B: Is 50,4-7 - Flp 2, 6-11 - Mc 14,1- 15,47
Ciclo C: Is 50,4-7 - Flp 2, 6-11 - Lc 22,14- 23,56

"Tan desfigurado estaba su aspecto que no parecía ser humano. No hay en él parecer,
no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos.
Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el
sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le
tengamos en cuenta. Pero él soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores,
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mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido. Fue
traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra
paz fue sobre él y en sus llagas hemos sido curados" (Is 52,14b.53,2b-5).

EL JOROBADO DE LOS OJOS AZULES

EL SÁBADO POR LA MAÑANA, había quedado en el centro de la ciudad con un amigo


con el que compartimos un batido y una buena conversación. Nos despedimos, después,
en el inicio de La Rambla, cuyo camino él emprendió mientras yo me dirigía hacia Portal
del Ángel.
Al pasar junto al lateral del Banco de España, rodeado de turistas, en su mayoría
jóvenes, altos y bien parecidos, descubrí, sentado en el suelo, a un hombre de baja
estatura, con una joroba en su espalda y, creo recordar que con una sola pierna. La
verdad es que no puedo describirlo con detalle: su deformidad era tal, que no fui capaz
de mantener en él mi mirada. Tomaba yo conciencia de esa sensación cuando, de pronto,
una niña se paró ante él y le dijo: Tienes unos ojos muy bonitos. Sorprendido, giré mi
cara para mirarle directamente y comprobé que era verdad: tenía unos ojos azules
preciosos.
Conmovido por la escena que acababa de vivir, volví a casa decidido a contar algún día
esta historia de la niña que supo descubrir belleza donde yo sólo supe ver deformidad.

********************
La vida se nos presenta en ocasiones como un jorobado, como un ser deforme sobre el
cual ni siquiera podemos mantener la mirada. Sin embargo, siempre hay alguien que nos
ayuda a ver algo de belleza en medio de aquello más deforme. Pidamos al Señor que nos
conceda la mirada de aquella niña, que supo descubrir unos ojos preciosos, donde yo no
supe sino apartar los míos.
La oración nos graduará la vista para ir descubriendo, poco a poco, aquello hermoso
que la vida nos presenta. No se trata de olvidarse del dolor, pero sí de no convertirlo en
el único habitante de nuestra morada.
La Pasión de Jesús, que nos disponemos a celebrar en la semana que hoy
comenzamos, es el compendio de todas las deformidades del mundo: de todo dolor, de
toda enfermedad, de toda injusticia... Pero cuando ya vemos únicamente ruina, Dios
sabe poner un rayo de esperanza, que sólo la sencillez puede avistar. De allí donde reina
el sin sentido y la fealdad, Dios sabe extraer salud para nosotros.
La Cuaresma ha sido el camino hacia la Pascua. La Pasión de Jesús es su paso de la
muerte a la vida. Y el nuestro con él. En el Crucificado descubrimos la deformidad
humana (la del mundo y la de la historia) pero con una mirada preciosa, que la
embellece y le da sentido: EL AMOR DE DIOS.

ORACIÓN

Señor Jesús: Tu dolor es el nuestro; nuestro dolor es el tuyo.


Ésta es la verdadera Navidad, la consecuencia máxima de tu Encarnación.
Sufriste con nosotros y por nosotros. Abrazaste en ti toda injusticia,
todo dolor y toda muerte. Enséñame a hacer lo mismo, mi Señor.
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Enséñame a vivir crucificado por amor;


a saber compartir los sufrimientos de los hombres, mis hermanos;
a saber mirar cara a cara a los que sufren
sin apartar mi mirada por pudor o por compasión.
Ayúdame a luchar contra la injusticia, contra el mal.
No me dejes cerrar mis ojos ante el horror, pero llévame, también, un poco más allá.
Enséñame a descubrir unos ojos preciosos en medio de tanta oscuridad.
Ayúdame a saber descubrir también el lado hermoso de la vida.
Enséñame que, aunque futura, la Pascua ya está presente aquí entre nosotros. Amén.

APÉNDICE

Meditación de sábado santo para cualquier día del año.

Una página del diario de María

Hoy es Sabath. El Sabath más triste de cuantos he conocido y, al mismo tiempo, el


Sabath más perfecto: hoy sí que cumplo a la perfección el precepto del descanso.
Después de tanto dolor, de tanta angustia, de tanto sin vivir, por fin hoy mi alma
descansa y, aunque sin Él, entregado ya al sepulcro, me parece sentir su presencia y su
sostén, y en esta oscuridad de mis Dolores y de mi Soledad, siento como si la
primavera quisiera brotar en mi interior, como si una luz se vislumbrara al final de este
túnel. Y vivo la Esperanza, como si la Pascua que celebramos los judíos quisiera hacerse
hoy más Pascua y más definitiva. Sí, más definitiva, aunque lo definitivo no acepte
gradaciones; pero éstos son los modos de mi Dios, que en una Virgen hace fecundar la
Vida, “porque nada es imposible para Dios” (Lc 1,37).
Aún recuerdo el día de la Anunciación, cuando el Padre me hizo comprender todo
casi sin entenderlo y yo no supe sino ponerme a su servicio, declararme su sierva para
que se cumpliera en mí su voluntad. Ésta es la bendición más grande, la felicidad
completa, la bienaventuranza: no tanto ser su Madre, cuanto oír su Palabra y actuarla (Lc
1,42.45; 8,21; 11,27-28). Y hubo Encarnación, cuando su vida comenzó a ser vida en
mi interior. Y la Visitación no fue sino la consecuencia: ponerme en camino y
aprestarme a recibirlo en los hermanos. Y proclamar, con la voz y con la acción, que Él es
el Dios de los pobres, que ensalza a los humildes, que cumple su promesa (Lc 1,46-56;
10,21; Is 25,4-5).
La infancia no fue infancia: fue una perpetua exposición del Santísimo. Ahí estaba Él, y
al enseñarle yo aprendía, y al darle recibía en una elevadísima progresión geométrica. Y
sin dejar de ser niño, era mi Dios. Y si se perdía y me daba un disgusto, al tiempo me
enseñaba: "debo atender las cosas de mi Padre" (Lc 2, 49). Y era como si todo se
reordenara en un instante al recordar que no era para mí, no sólo para mí, era de todos.
Y un día se marchó, como marchan los hijos de casa de sus padres, pero de otro
modo. No fundó otro hogar: anduvo de aquí para allá, sin guarida siquiera (que al menos
los animales eso tienen). (Lc 9, 58). Y comenzó a elegir a sus amigos. Era de todos.
Al principio aún nos veíamos. Como en aquella boda de Caná. Recuerdo cómo tuve que
empujarle a que actuara, a que hiciera algo. Y, al resistirse, él no me llamó madre, ni
mamá; me llamó mujer (Jn 2, 4). Y entonces sentí recaer sobre mí el peso de todas las
56

mujeres y aun de la humanidad entera, como si quisiera hacer de mí la nueva Eva, la


nueva y definitiva Madre del género humano, con la misión de señalar: "haced lo que Él
os diga" (Jn 2,5)
Por eso ayer, ayer sin ir más lejos, cuando su sangre teñía ya la
Tierra y el aliento le faltaba, cuando yo apenas si me sostenía en los
brazos de Juan, me lo entregó como hijo y me regaló como Madre
(Jn 19, 25-27). Y, en medio del dolor, un nuevo fiat, el mismo fiat,
produjo esta vez un parto múltiple, pues creo comprender que mi
maternidad no sólo es para Juan, no se acaba en un nombre.
Dolores, Soledad, Esperanza; Anunciación, Encarnación,
Visitación, y mil nombres de mujer. Todos míos, María de los mil
nombres, que en cada mujer, y en cada hombre, que escucha y actúa su Palabra, me
siento presente, como el puente que entrelaza las dos Alianzas: la Antigua y la Nueva,
ambas fruto de un amor infinito que siempre da el primer paso, y llama sin obligar a
nada, y seduce sin herir la libertad con que nos concibiera. Inmaculada Concepción,
sí, pero fue su bondad más que mi mérito, sin que por ello mi libertad se resintiera: el SÍ
fue mío, aquel día y todos los siguientes. Porque un sí no es un instante, sino una vida
entera. "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" (Jer 20, 7).
Y hoy, como entonces, como en aquella boda, me siento llamada a empujar1e a
actuar, a suplicarle, a ser la intermediaria. Auxiliadora me siento, voz del pobre, del que
sufre, de todo aquél que se ha quedado sin vino, que ha perdido la alegría de la vida.
Siento que mi misión no acaba con su muerte, sino que se multiplica.
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Ya amanece. Y hoy sé que VIVE.


No me hace falta que vengan a decirlo las mujeres, no necesito ir a comprobar que el
sepulcro está vacío, hasta puedo prescindir de que se me aparezca. Me basta comprobar
que ya es de día: la Luz ha vencido a las Tinieblas. El Sabath dio paso al primer día. Sí,
hoy es el primer día, el primero, el de la creación ya recreada (vuelta a crear y, al
tiempo, deleitada en alegría nueva). Hoy es el día del Señor, el de su Gloria, el de la
Pascua. Hoy sé que vive; por sí mismo.

Y EN TODO AQUÉL QUE VIVE SU EVANGELIO.

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¡Feliz Pascua de Resurrección!

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