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Cuaresma 2010
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Paz y Bien
“Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo
nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra
y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre” (Fil 2,9-11)
Sí, nosotros decimos AMÉN ante este maravilloso himno de la carta a los Filipenses,
pues entramos en el terreno sagrado del tiempo en que se nos invita a celebrar los
misterios-realidades más profundos de nuestra fe: PASIÓN, MUERTE Y RESURECCIÓN
DE JESÚS. Eso me hace recordar, valga la ocasión del año sacerdotal, de la única
ocasión que tenía el sumo sacerdote, durante el año, de entrar al Sancta Sanctorum, (el
Santo de los Santos), habitación principal del REY de REYES. Sólo que ahora, en la
plenitud de los tiempos, está a la disposición de todos los que deseen acceder al
encuentro con el Señor.
Este año tenemos muchas razones por las cuales AYUNAR; la situación mundial, el
estado de nuestro país, el deterioro de la familia, la unidad de la Iglesia, la coherencia de
los pastores, nuestra realidad de pecado, entre otras.
INTRODUCCIÓN
1. LA CUARESMA
Como les decía, tomé este material de un libro titulado: Cuarenta soles y cuarenta
lunas, de Luís María Llena León, y su fin es acompañar la reflexión, la meditación y la
oración, durante este tiempo. Para cada día se propone una reflexión y una oración.
Ambas pueden hacerse en cualquier momento del día, aunque él sugiere la reflexión para
la mañana (soles) y la oración para concluir la jornada (lunas). Previamente, indica,
también, las citas bíblicas que serán proclamadas en la Misa de ese día de las que ha
copiado algún versículo.
Las reflexiones tienen forma, en muchas ocasiones, de narración breve o cuento.
Después, viene la explicación y aplicación (aunque, en ocasiones, ni siquiera es
necesaria). En la mayoría de los casos, ha procurado que recoja, de algún modo, el
mensaje bíblico precedente (o una posible interpretación de él). Las oraciones están
redactadas con frases breves, casi como versos o versículo s, de tal modo que su sola
lectura (incluso en voz alta, si se desea) nos introduzca en un ambiente de oración. Lo
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Miércoles de ceniza
Joel 2,12-18; 2 Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-18
"Reverdecerán los pastizales del desierto y darán fruto los árboles" (Joel 2,22)
CENIZA
NO SE LO PODÍA CREER. Por más que contemplaba aquel paisaje, Elvira no daba
crédito. Muchos años atrás, cuando ella era pequeña, había vivido en este paraje que
recordaba precioso. Pero un mal día, todo aquello se incendió y desapareció bajo las
llamas. Entonces, toda su familia tuvo que emigrar a la ciudad.
A su padre le costó asumir todo aquello. Durante muchos años volvía allí a menudo , a
contemplar las cenizas, y ella, una niña pequeña, le acompañaba. Todavía hoy, tantos
años después, se le pone la piel de gallina cuando recuerda a su padre llorando, como un
niño pequeño, ante todo aquel paisaje convertido en ceniza.
-Algún día todo esto renacerá - repetía su padre con mucha fe-. Algún día, estos
árboles volverán a ser verdes y las aves volverán a anidar en ellos. Algún día, el matorral
volverá a esta tierra y el tomillo y el romero volverán a extender su aroma en este aire.
Hoy, miércoles de ceniza, Elvira ha vuelto a aquel lugar donde vivió de pequeña y que
un incendio destrozó. Y, al contemplar aquel paisaje, no se lo podía creer. La naturaleza
ha reverdecido y los árboles vuelven a prestar sus ramas a los nidos de las aves, y el
matorral ya de nuevo invade todo. Lo que había predicho su padre se ha cumplido:
¡lástima que él no pueda verlo!
La ceniza no fue el final. La ceniza fue el principio de una nueva vida en aquel valle.
Así, la ceniza sólo es el inicio de la Cuaresma. Quemamos todo lo negativo que hay en
nuestra vida y comenzamos a caminar. La Cuaresma es el camino hacia la Pascua. Allí
nos espera la primavera y la resurrección: de la naturaleza y de Cristo. También la
nuestra, si sabemos cambiar nuestra vida.
ORACIÓN
Pero claro, ella está convencida de que la culpa la tienen los demás. Tal vez, la
primera manera de cargar con la propia cruz sea asumir las propias responsabilidades,
para que otros no tengan que cargar con ellas. Así de sencillo.
ORACIÓN:
Señor Jesús, Hoy me has invitado a seguirte, cargando con mi propia cruz.
¿Cuál es mi cruz, Señor?
¡Tus palabras pueden tener tantas lecturas!
Pero sé que, si miro en mi interior, si observo la realidad concreta de mi vida,
sabré cuál la cruz que Tú me pides que cargue.
Dame fuerza, Señor, para aceptar mis propias responsabilidades;
no permitas nunca que las descargue sobre los demás,
no permitas que me desentienda de ellas, cuando eso puede afectar a otras personas.
No me dejes culpar siempre a los demás de todas mis desgracias,
de todos los inconvenientes y las exigencias de la vida,
de todo lo que no sale tal como yo imaginaba.
Enséñame a saber hacer verdadero examen de conciencia,
a descubrir dónde he fallado yo y a poner remedio.
Dame fuerza, Señor, para vivir con dignidad este camino que me lleva hacia ti.
Y enséñame, también, a mirar a los demás que cargan con su propia cruz,
tantas veces mucho más pesada que la mía;
enséñame a saber ser para ellos cirineo en un trecho del camino,
compañía que hace más ligero el peso de la vida.
Así, ayudándonos mutuamente, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.
EL AYUNO
que existían por los libros de ciencias naturales, pero que nunca había sentido en su
propio cuerpo, y todo ello le incomodaba.
Cuando, por fin, volvió a ver a su maestro, protestó por el ayuno, una práctica que no
ayudaba a nadie, ni siquiera a él mismo; una inutilidad.
Pero el maestro le corrigió. El ayuno no había sido inútil si le había hecho descubrir
cosas en su interior que nunca antes había notado e identificado, y le recordó que el
ayuno no sólo podía ser de alimentos, sino de todo aquello que entra por los diferentes
sentidos.
Le recordó que, si profundizaba en la práctica del ayuno, desnudo ya de tantas cosas
superfluas (o, incluso, de aquellas necesarias), se descubriría a sí mismo en su interior,
como había descubierto su intestino, casi con vida propia.
Y, entonces, el discípulo comprendió que lo importante del ayuno no es aquello a lo
que renunciamos, sino todo cuanto ganamos, todo lo que descubrimos dentro de
nosotros, sin la distracción de aquello que nos llega de fuera.
ORACIÓN
Señor Jesús:
El ayuno es una práctica muy antigua, común a todas las religiones
y, sin embargo, yo no siempre la comprendo.
A menudo, estoy tentado de creer que es una tontería y una pérdida de tiempo.
Enséñame tú el verdadero sentido del ayuno.
Enséñame a ayunar, Señor. Y no sólo de alimento.
Enséñame a saber prescindir de todas aquellas cosas superfluas que han ido haciendo
hueco en mi vida hasta convertirse casi en indispensables.
Enséñame, de ese modo, a descubrir nuevas perspectivas,
nuevas e interesantes facetas de la vida.
Enséñame a descubrir lo único y verdaderamente necesario.
Señor, que el ayuno me ayude a descubrir toda la riqueza que tú has depositado en mi
interior.
Enséñame a descubrirte en los latidos de mi corazón,
en todo ese mundo que me habita.
Que el ayuno de todo aquello prescindible
me ayude a comprender a quien no tiene siquiera lo necesario
y me enseñe a solidarizarme con ellos. Con acciones concretas, Señor, no con discursos.
Así, me iré preparando para vivir la Pascua. Amén.
Tal vez la anciana tenía razón. Tal vez no hace falta hacer penitencia. Lo que hace
falta es aprender a aceptar los sacrificios que la vida nos impone a todos.
Cada uno de nosotros sabe qué circunstancias de su vida no le gustan y, a pesar de
ello, no puede cambiarlas.
Aceptar estas circunstancias con paz y serenidad, asumir nuestras limitaciones y las
contrariedades de la vida, ésa es la verdadera penitencia.
Uno querría ser más alto, la otra más delgada. Una querría ser más inteligente, el otro
más robusto físicamente. Alguien querría vivir con otra situación económica, otro
desearía que su hijo tuviera determinadas cualidades...
Aceptarse uno mismo a pesar de las limitaciones. Aceptar las contrariedades que la
vida nos trae. Hacerlo con paz y serenidad, y encontrar, a pesar de ellas, la verdadera
felicidad.
-¿Quiere usted más penitencia, padre?
ORACIÓN
ERA EL REY MIDAS: todo cuanto tocaba se convertía en oro. Los negocios no le podían
ir mejor de cómo le iban. Era un hombre de éxito, casi envidiado por su círculo de
amistades y relaciones laborales. No había alcanzado aún la cuarentena y lo tenía todo:
un par de autos (uno familiar y otro deportivo), una vivienda unifamiliar en la zona alta
de la ciudad, un apartamento en la playa, para los veranos, y otro junto a la mejor
estación de esquí, para los inviernos. Era guapo, joven, elegante y un buen profesional.
Tan bueno que, a pesar de su juventud, acababa de ser nombrado Director General de la
Compañía para toda la zona de España. Se miró en el reflejo de aquella puerta de cristal
que había en su despacho recién estrenado y se lo repitió: "Soy el rey Midas".
En ese mismo instante, en su propia casa, frente al espejo del cuarto de baño, su
esposa lloraba desconsolada. Ciertamente, ella era la envidia de todas sus amigas, pues
tenía todas las posesiones que las otras deseaban y disponía de más dinero del que sabía
gastar cada mes. Pero no era feliz.
Cuando, por la noche, le expuso a su marido que ella y los niños se sentían
abandonados, que apenas le veían, él respondió con la excusa de siempre:
"Me paso el día trabajando para que a ti y a los niños no les falte de nada".
Pero ella no pudo evitar responderle:
"No sólo de pan vive el hombre".
Como él no parecía reaccionar, ella comentó que se estaba planteando la separación
matrimonial. Fue entonces cuando él, el Director General de la Compañía para toda la
zona de España, se volvió ciego de ira. Tenía todo cuanto podía desear, era un hombre
poderoso y ella pretendía abandonarlo.”¡No me arruinarás la vida!", le gritó, y la empujó
contra el armario. Era la manera de reafirmar su poder: todos le obedecían y respetaban;
no iba a consentir que su mujer no lo hiciera.
“Pero si tú no respetas a nadie", le replicó ella entre sollozos, acurrucada en el suelo,
junto al armario. “¡Soy yo quien merece respeto!", gritó él. "Yo soy tu dueño, yo soy tu
dios!", añadió en el colmo de su enfado. "¡Yo soy mi propio dios!"
Y volvió a encerrarse, una vez más, en su despacho.
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La Cuaresma nos invita a reflexionar quién es de verdad nuestro Dios. Nos invita a
salir de nuestro egoísmo. La Cuaresma nos invita a descubrir dónde tenemos puesto, de
verdad, nuestro corazón: qué es lo que nos alimenta de verdad (¿nos alimenta algo más
que aquello material?) y cómo son nuestras relaciones con los demás, (¿son relaciones de
poder o de servicio?).
ORACIÓN
pero enséñame a preocuparme, también, por los aspectos que no son materiales.
Ayúdame a establecer con los demás relaciones de colaboración y hasta de servicio;
nunca de poder y de dominio.
Haz que destierre toda violencia (física, psicológica y verbal) de todas mis relaciones
interpersonales.
Ayúdame a prestar a los demás la atención que reclaman de mí,
siempre que me sea posible.
No dejes que me encierre en mí mismo.
Haz que te reconozca, verdaderamente y no sólo de palabra, como mi Dios y Señor:
eso me hará darme cuenta de que no soy superior a ninguno de mis hermanos.
Así, en igualdad y colaboración, será más fácil caminar hacia la Pascua. Amén.
AQUEL MENDIGO, había recorrido todas las calles y todas las casas de aquella villa,
pero no encontraba nada que lo dejara definitivamente satisfecho. Y no es que los
habitantes de aquel lugar no fueran buena gente. De hecho, lo eran y él no podría decir
que lo trataran mal. A menudo, no le costaba mucho obtener un bocadillo, algún buen
vecino se lo daba enseguida; pero él continuaba con un triste agujero, como un vacío, en
el estómago. A menudo obtenía algunas monedas, porque siempre algunos vecinos se las
daban. Incluso, un día, una vecina llegó a darle un billete de 50 euros. Sí, sí, lo han oído
bien: 50 euros. ¡Una pasada!, pensó él. Pero enseguida descubrió que eso no le hizo ni
menos pobre ni más feliz.
Todo iba siempre así, más o menos, hasta que un día, ya al atardecer, pidiendo
limosna, llegó a un caserón donde le abrió la puerta un joven. Tenía cara de preocupado
y triste. Cuando el mendigo le pidió dinero, el joven contestó:
- Lo siento, no puedo darte nada. He llegado del trabajo hace un momento y me acabo
de dar cuenta de que me han desvalijado la casa: me han robado todo lo que tenía. Pero,
si quieres, me quedan dos cigarrillos: pasa y los compartiremos mientras charlamos un
rato.
El pobre entró y charlaron ante las llamas del hogar, fumándose los dos cigarrillos. Y
aquel día, el pobre ya no sintió ningún agujero en el estómago, aunque no había comido.
Aquel día se sintió un poco menos pobre y un poco más feliz, porque, por primera vez,
alguien no le había dado nada material pero, sencillamente, le había acogido.
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La Cuaresma es un buen tiempo para acoger a los demás, para entregamos a ellos,
para darnos, más que para darles algo. En cada hombre y en cada mujer que sufre,
descubrimos a Jesús, que necesita nuestra escucha, nuestra visita, nuestra acogida. Sólo
si nos ponemos en su lugar, si nos vaciamos de todas nuestras posesiones, podremos
acogerlos con sencillez. Como hizo aquel joven a quien habían desvalijado su casa.
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ORACIÓN:
Señor Jesús: Tu discípulo Juan nos dejó escrito en una de sus cartas:
"Si alguno dice que ama a Dios pero aborrece a su hermano, miente.
Pues el que no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios, a quien no ve" (Jn 4,20)
Enséñame, Señor, a vivir esta afirmación como la gran verdad del cristianismo.
Enséñame a descubrirte en el hermano, especialmente en el más pobre y necesitado.
Es una verdad de fe: si estás realmente presente en los sacramentos,
¡también lo estás en cada hombre y en cada mujer que hallo a mi lado!
Hazme vivir en actitud de entrega generosa,
enséñame a saber dar a mis hermanos aquello que necesitan.
Tú que me permites gozar de tantas cosas, no permitas que sea un egoísta.
Pero enséñame, también, que muchas veces hombres y mujeres no sólo necesitan cosas
materiales,
sino un gesto, una palabra, un poco de mi tiempo.
Enséñame a darme con generosidad y no sólo a dar cosas materiales.
Así, en la entrega generosa, poco a poco, me iré pareciendo a ti, hasta llegar a vivir
contigo la entrega de la Pascua. Amén.
ESCUCHAR A DIOS
AQUEL MONJE había dedicado a Dios toda su vida. Había pasado la vida recitando
oraciones y haciendo sermones. Hablaba de Dios a todas horas: en las clases de religión,
en las catequesis, en las Misas de los domingos y en las de cada día... Siempre había
hablado de Dios, pero ahora se sentía desanimado.
Un ángel le preguntó:
-¿Por qué estás tan desanimado? El monje respondió:
-Porque me he pasado la vida hablando de Dios, pero Él no me habla a mí.
El ángel le miró y, con una sonrisa cariñosa, le respondió:
-¿Estás seguro de que no te ha hablado? ¿O es que, quizá, tú no le has escuchado?
Y, ante la sorpresa del monje, concluyó:
-Estás hablando con un ángel; ¿acaso has olvidado que los ángeles somos mensajeros
de Dios?
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Todos los que creemos en Dios protestamos, alguna vez, de su silencio: a menudo
parece que, cuando más lo necesitamos, Dios calla, Dios guarda silencio. Pero, tal vez, lo
que pasa es que no le escuchamos adecuadamente.
En nuestra sociedad, la gente siempre va de prisa, corriendo, sin tiempo para nada.
Tampoco para Dios. Si queremos que Dios nos hable, hemos de saber escucharle. Hemos
de saber hacer momentos de silencio en nuestra vida, hacer momentos de escucha. Tal
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vez Dios se quiere hacer presente en nuestra vida, nos quiere decir algo, pero nosotros
estamos siempre ocupados, siempre comunicando.
Muchos de los que protestan del silencio de Dios, casi nunca hacen momentos de
oración o, cuando los hacen, es porque tienen muchas cosas que decirle a Dios, porque
tienen una larga lista de peticiones. Hemos de aprender que la oración no sólo es para
hablar a Dios, también hemos de saber hacer oración para escuchar lo que Dios tiene que
decimos. Si queremos que Dios nos hable, hemos de saber escuchar.
Y no olvidemos que, a menudo, Dios envía a sus ángeles para que nos transmitan su
mensaje. Pero no sabemos verlos. j Claro! A estas alturas, aún seguimos buscando
angelitos rubios y con alas.
ORACIÓN
Señor Jesús:
A menudo, mi oración es hablarte, hablarte, hablarte...
y he de aprender, también, a escucharte.
Por eso, en esta séptima noche de Cuaresma,
en esta séptima luna,
mi oración será tan sólo un rato de silencio, para aprender a escucharte.
(Silencio)
''La gente de este tiempo es malvada; pide una señal milagrosa"(Lc 11,29\
ESFUERZO, NO MILAGROS
AQUEL DÍA HABÍA HUELGA GENERAL Y nuestro protagonista, que vive en una gran
ciudad, tuvo que volver a su casa a pie. No había servicio de metro, ni autobuses, ni
taxis... Lo único que había eran sus piernas que, éstas no, hacían huelga general.
Aquel día volvió a descubrir que el camino es esfuerzo. Vivimos en la época de los
medios de transporte. Estamos tan habituados a utilizarlos que, a veces, olvidamos lo
que es un buen paseo, un camino en compañía, un ir poco a poco gozando del hecho de
caminar.
Hay quien coge el auto o la moto para todo. Da lo mismo si sólo ha de ir dos calles
más abajo. Hemos perdido el hábito de caminar y hemos olvidado que caminar requiere
esfuerzo.
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La Cuaresma es un camino, como la vida misma. A veces vamos de prisa, muy de
prisa, y casi no nos cuesta esfuerzo, como si fuéramos en moto o en auto. En cambio,
otras veces, el camino es lento y costoso, requiere nuestro esfuerzo y hemos de saber no
renunciar al camino, no rendimos.
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ORACIÓN
RESPETO
HOY HA SIDO SÁBADO. Esta mañana he hecho sonar mi despertador más fuerte: no
quería quedarme dormido por no haberlo oído. Eran las seis de la mañana, pero es que
hoy hemos ido de excursión con los amigos. He hecho mi aseo personal y me he afeitado
con la maquinita eléctrica. Después, me he preparado el desayuno. Todo como siempre
(no importaba que fuera sábado, no importaba que fuera tan temprano...) Como no
encontraba dónde estaba el azúcar, he despertado a mi madre para preguntárselo.
Después, he jugado un poco con el perro; me encanta hacerle enfadar en broma y que se
ponga a ladrar de esa manera.
Jugando con el perro, me he entretenido un poco y, cuando he llegado al sitio donde
habíamos quedado, ya estaban todos. "¡Venga, tío, que siempre llegas tarde!", me han
dicho todos a la vez; pero no les he hecho caso, siempre me dicen lo mismo, son unos
pesados.
Ha conducido Jaime, nuestro amigo más mayor. Yo me he encargado de la música: he
llevado los CD's que me gustan. Las chicas han protestado, pero ya me lo esperaba, lo
hacen siempre: a ellas sólo les gustan las cancioncitas de moda. Pero no he dejado que
pusieran ni una. ¡Ni hablar!
A la hora de comer, me he acordado de que no tenía bebida: ayer por la tarde, pasé
de ir a comprarme un par de latas. Total, tal como esperaba, no me he quedado sin
beber: siempre hay alguien que lleva de más. Lo peor ha sido que yo me había
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encargado de llevar el postre para todos y me he olvidado... ¡Da lo mismo! ¡No pasa
nada por no tomar postre un día!
María tenía prisa por volver a su casa, hoy ha sido el cumpleaños de su hermano
pequeño, pero yo he convencido a Jaime, el conductor, para que volviéramos un poco
más tarde: no íbamos a renunciar a un rato de sol sólo porque a María le iba bien volver
antes. ¡Si a su hermano lo ve cada día!
Finalmente, he llegado a casa pasadas las ocho y media de la tarde. Mamá me ha
recordado que este mes me toca a mí hacer la limpieza del acuario. ¡Qué pesada! ¿No es
capaz de darse cuenta de que acabo de llegar de excursión y vengo cansado? Se lo he
dicho. Y va y me contesta: Alguna vez tendrías que pensar en los demás y respetarlos.
Ahora son las tres de la madrugada. Estoy en la cama, no puedo dormir y no puedo
dejar de pensar en lo que me ha dicho mi madre. ¿Es que yo no soy respetuoso con los
demás?
ORACIÓN:
Señor Jesús:
Enséñame a ser respetuoso con cuantos me rodean.
Enséñame, incluso, a saber ser delicado, a tener atenciones con los demás,
procurándoles aquello que les gusta y evitando aquello que sé que les puede molestar.
Hablo de cosas sencillas, Señor; de respetar el descanso de los que duermen,
o de no imponer a los vecinos mis gustos musicales;
de saber ceder, a veces, en mis preferencias televisivas,
si eso nos va a permitir ver la televisión en familia;
de respetar unos horarios acordados si eso va a favorecer la convivencia.
La convivencia es hermosa, Señor, pero es difícil.
A menudo los roces son inevitables y surgen malentendidos y discusiones.
Enséñame a poner paz cuando esto ocurra;
a no echar más leña al fuego.
Y enséñame a tener paciencia con aquellos
que no son capaces de tener en cuenta a los demás;
con aquellos que van por la vida arrasando,
imponiendo sus preferencias, dirigiendo la convivencia, a veces sin darse cuenta,
porque siempre imponen sus criterios.
Haz que sepa desarrollar unas actitudes que hagan que sea fácil convivir conmigo.
Tú quieres que el camino de la fe y de la vida,
que es personal, lo hagamos juntos.
Ayúdame a no ser individualista, a pensar en los demás.
Así, caminando en convivencia, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.
LOS ZAPATOS DE ISABEL eran preciosos. El color rojo y los casi tres centímetros de
tacón les conferían una elegancia muy apropiada para las grandes ocasiones. Los había
comprado, cuatro años atrás, en una famosa zapatería del centro de la ciudad, con
motivo de la boda de una prima.
Sin embargo, desde que se le hinchaban los pies, no podía calzarlos: le hacían un
daño espantoso. Hasta ahora, sólo los había llevado en cinco ocasiones; hoy había sido la
sexta y, como en todas las anteriores, el resultado había sido un dolor insufrible, más de
una rozadura en cada uno de los pies y una herida en el dedo meñique del pie izquierdo.
Por eso, acababa de decidir que los iba a regalar mañana mismo, para no tener nunca
más la tentación de volver a ponérselos.
Cuando se planteó a quién podía regalarlos, el primer nombre que le vino a la mente
fue el de Mari Luz, su vecina del segundo piso. De sus tiempos de amistad, recordaba que
Mari Luz tenía sus mismos gustos y sus mismas tallas, lo que hacía que estos zapatos
fuesen perfectos para ella. Si a ella no se le hinchaban los pies, como le pasaba a Isabel,
seguro que le iban a ir a la -medida. Además, había oído en la escalera que Mari Luz
atravesaba dificultades económicas desde que ella y su marido, los dos en el plazo de un
mes, se habían quedado en el paro, ahora hacía de eso cuatro años, los mismos que
tenían esos zapatos, un regalo perfecto para Mari Luz.
Sin embargo, Isabel no estaba dispuesta a regalarle sus zapatos a Mari Luz, porque
estaban peleadas. Hacía más de un año que habían discutido. Poco importaba ahora el
por qué y el quién comenzó la discusión. La cuestión era que llevaban más de un año sin
hablarse y, lógicamente, no podía regalarle a ella los zapatos. La verdad: no le daba la
gana.
Al final, decidió llevarlos a la parroquia donde, después de arrodillarse ante el sagrario
y hacer unos minutos de oración, se los entregó al párroco con toda solemnidad,
diciéndole:
-Padre, los pongo en sus manos como ante el altar: son mi ofrenda personal a Dios,
Nuestro Señor.
Olvidaba Isabel que Dios no usa zapatos y, aunque el párroco sí los usa, no suelen ser
rojos ni tener tres centímetros de tacón.
Digo que lo olvidaba porque, de recordarlo, no le hubiera sorprendido tanto descubrir
sus zapatos, cuatro días después, en los pies de otra mujer. No cabía duda: los zapatos
que llevaba Mari Luz, su vecina del segundo piso con la que no se hablaba, eran los
suyos. Otra vecina se lo confirmó: desde que Mari Luz y su marido cumplieron tres años
sin trabajo, tenían que recurrir a la caridad de la parroquia.
Aquella noche, Isabel se acostó muy enfadada con el párroco, aunque la verdad era
que él no tenía por qué saber nada acerca de sus peleas con Mari Luz. Tan enfadada
estaba, que le costó dormirse. Cuando por fin lo logró, el sueño fue pesado, inquieto,
como de pesadilla. Al despertarse a la mañana siguiente, no recordaba nada, pero una
voz resonaba en su cabeza. No podía identificar si era masculina o femenina, pero su
tono era solemne, como de santo, o de ángel, o del mismo Dios en persona.
Y la voz le repetía sin cesar: -Nunca ofrezcas a Dios lo que no estés dispuesta a
ofrecer a tus hermanos.
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ORACIÓN
Señor Jesús: Hoy me has recordado una vez más (y no será la última)
que tú estás presente en el hermano; que, si te quiero hallar,
he de saber descubrirte en el vecino.
Hoy me has vuelto a recordar que no puedo estar a bien contigo si estoy peleado con
mi hermano.
Hoy me dices, Señor, que no quieres sacrificios ni ofrendas,
si no van acompañados de gestos de amor,
de gestos de perdón hacia el hermano. Convénceme de esta verdad, Señor;
convence mi mente y, sobre todo, convence mi corazón.
Haz que ésta sea mi norma de conducta.
Es tu única Ley, Señor, la Ley del Amor;
no dejes que me la salte en mi vida cotidiana;
no me dejes poner el acento en otros preceptos minúsculos
y olvidarme del más importante.
Enséñame a amar, Señor, como tú amaste,
porque el amor es la clave de la Pascua. Amén.
ESTE VERSO DE MACHADO, al cual Joan Manuel Serrat puso música, nos recuerda una
gran verdad: la vida es un camino, un camino que sólo descubrimos cuando lo andamos,
porque es entonces cuando lo construimos. Vivimos en construcción: la vida nunca está
hecha .del todo, siempre hay más por hacer, por vivir, por soñar... Nunca se puede decir:
"Ya he llegado", hasta el día de la muerte. Mantenerse joven es, en parte, esto: tener
planes de futuro, ganas de hacer, de luchar, de construir... Hacerse viejo es haber
perdido toda esperanza y toda ilusión. Los que se creen ya de vuelta de tantas cosas, en
el fondo son unos viejitos sin ilusiones. ¡Qué triste cuando alguien cree que ya lo ha visto
todo, que ya lo ha hecho todo, que nada puede cambiar...!
La vida es un camino y este tiempo de Cuaresma nos lo recuerda. Un camino que sólo
se hace andando: lo que otros han caminado, a ti no te sirve; tú has de recorrer tu
propio camino, con tus pasos, con tus aciertos y tus equivocaciones.
Pero no caminamos solos. La vida es compartir, como se comparte en el camino de
una excursión: compartimos la conversación, el esfuerzo, el sacrificio, la alegría de las
pequeñas metas conquistadas cada día. No se hace sólo el camino: se hace en compañía.
No lo olvides: la vida es un camino. Pero piensa: todo camino te lleva a algún sitio.
¿Hacia dónde vas tú? ¿ o es que, quizá, sólo caminas por caminar? ¡Eso sería una
tontería! Cuando alguien camina, sabe a dónde va.
Nuestro camino y nuestra meta es el Señor.
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ORACIÓN
Señor Jesús:
Mi camino eres tú. Y también mi meta.
Ayúdame a seguir tus caminos, Señor, aunque no siempre sean los más fáciles.
Sé que contigo puedo hallar la verdadera felicidad
que tanto se me promete cuando se me invita a recorrer otras sendas.
No dejes que me deslumbren otros itinerarios más cómodos.
Ayúdame a mejorar cada día,
a vivir siempre en construcción teniendo como lema la superación.
No me dejes ser conformista ni comodón.
Ayúdame a aprender de ti, de tu palabra y de tu vida, para saber cómo debo caminar.
Ayúdame a mirarte siempre a ti, para saber hasta dónde puedo llegar,
hasta dónde el Padre desea que yo llegue.
Haz que mi camino sea seguirte.
Así, siguiendo tus pasos, llegaremos juntos a la Pascua. Amén.
MÁS ALLÁ
La Cuaresma nos recuerda que siempre hemos de mirar más arriba, que las metas de
este caminar nuestro que es la vida no son definitivas. La Cuaresma nos invita a mirar
más allá, a entrever que únicamente más allá está la meta definitiva. Sólo más allá.
Nuestra meta es la Pascua. La Pascua de Jesús. Y la nuestra unida a la de Cristo.
ORACIÓN
Su anodina vida transcurría en aquel quirófano televisivo abarrotado de gente que iba
jaleando las diferentes disecciones, cada sábado, en horario de máxima audiencia. De
pronto, ella tomó la palabra:
-Se dice, se rumorea, se comenta... y esparció el rumor.
No aportó ninguna prueba, no la tenía. Pero nada importaba: aquel público nunca
pedía pruebas, le bastaba con tener algo que llevarse a la boca, para ir haciéndolo más y
más grande a lo largo de toda la semana. Le bastaba el rumor.
El público no pide pruebas, sólo las piden los jueces. Pero ningún juez iba a citarla a
declarar, pues ella había dejado claro que no era su opinión, sino que tan sólo se hacía
eco de lo que otros decían. Nadie podría sentarla en el banquillo.
En aquel mismo instante, a cientos de kilómetros, un hombre vio morir ilusiones y
esperanzas, fama y buen nombre, el amor de su pareja y el respeto de sus hijos... Todo
pereció aquella noche, en un instante, atravesado por el locuaz filo de aquel verbo fácil,
un verbo sin escrúpulos. Pero el juez nunca podría acusarla de homicidio, por más que
ella lo hubiera ejecutado con pública nocturnidad (¡qué contradicción!) y con total
alevosía.
Por eso comenzó diciendo:
-Se dice, se rumorea, se comenta...
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Ella había dejado muy claro que se trataba de un rumor; tan sólo de un rumor. Por
algo presumía ella de ser una profesional. .. ¿Del periodismo?
ORACIÓN
Señor Jesús:
No permitas nunca que yo sea de los que contribuyen a extender un rumor.
No me dejes ser un correveidile ni en mi comunidad de vecinos, o en mi comunidad
religiosa;
ni en mi trabajo, ni entre mis amistades, ni en mi barrio o en mi pueblo.
Enséñame a no juzgar a las personas, a ser delicado con la fama de cada uno.
No permitas que practique nunca la calumnia, ni siquiera la difamación:
¿quién soy yo para hacer público lo que pertenece a la intimidad de cada uno?
Enséñame a ser comprensivo con las debilidades de los demás precisamente porque yo
me sé débil.
No me dejes colgar a las personas etiquetas que condicionen el modo como los demás las
vean.
Dame unos ojos limpios, Señor, para mirar a mis hermanos como tú mismo los miras.
Dame unos oídos sordos a la crítica hiriente.
Dame una lengua muda para extender los rumores.
Y si alguna vez mi conciencia siente la obligación de corregir a un hermano,
que sepa hacerla en privado, Señor, con respeto a su conciencia y a su fama.
Porque sólo con respeto, tratando a los demás como tú me tratas a mí,
podremos gozar juntos de la Pascua. Amén.
~
Martes de la segunda semana
Is 1,10.16-20; Mt 23,1-12
"Atan pesadas cargas y las ponen sobre las espaldas de los hombres pero ellos ni
con un dedo hacen por moverlas" (Mt.23,4)
~-,-
PORQUE YO SOY MAYOR
RAULITO TIENE DOCE AÑOS Y su hermano David, nueve. O sea, que Raulito es el
mayor. Y lo recuerda a menudo.
Un día, Raulito encontró a David subido en un árbol a la orilla del río. Al verlo, se
enfadó y le obligó a bajar. Cuando ya estaba abajo, le dijo:
- No quiero que te vuelvas a subir a un árbol nunca más.
-Pero tú te subes a los árboles... -replicó el pequeño.
-Porque yo soy mayor -sentenció Raulito.
Del mismo modo, otro día, Raulito vio cómo su hermano pequeño circulaba en bicicleta
por la carretera. Le obligó a regresar al casco urbano y le ordenó:
-No quiero que vuelvas a ir en bici por la carretera.
-Pero tú vas por la carretera...
-Porque yo soy mayor.
Igualmente, otro día, Raulito descubrió a David fumando.
-No quiero que fumes. Tú no tienes que fumar -le ordenó.
-Pero tú fumas...
20
ORACIÓN
SE LAS SABÍA TODAS. Era lo que se dice un niño travieso. En el mismo instante en
que aquella idea se le pasó por la cabeza, ya se vio enriquecido de repente, sacando el
máximo partido a la paga semanal que le entregaban sus padres cada viernes. Doblaría
esa paga de la manera más sencilla: partiendo cada moneda en dos mitades.
Luego, el asunto no resultó tan sencillo como parecía a primera vista. La sierra que
utilizaba para los trabajos de marquetería en la clase de manualidades, no resistió el
segundo envite: se partió como se partirían las cuerdas de un violín si un oso pretendiera
interpretar con ellas un concierto.
21
********************
Así ocurre con la Cuaresma Y con la Pascua. Son dos caras de la misma moneda y la
primera, sin la otra, no tiene ningún valor. La Cuaresma hay que vivida mirando hacia la
Pascua, caminando hacia ella.
Y, cuando llegue, no nos hemos de olvidar de vivir la Pascua a fondo. Hay quien pone
mucho acento en los cuarenta días de la Cuaresma Y en sus penitencias y sacrificios, pero
después se olvida de vivir la alegría, de exultar, de gozar los cincuenta de la Pascua.
ORACIÓN
Señor Jesús:
Estamos viviendo la Cuaresma y, a menudo, intensificamos en ella nuestra vida
espiritual,
pero luego la dejamos decaer, de nuevo ya en la Pascua.
Ayúdame a comprender que la Cuaresma es el camino hacia la Pascua,
que sólo es una cara de esta única moneda
y que el acento debo ponerlo, sobre todo, en la Pascua.
Asimismo con la vida, Señor. Siempre nos resulta más fácil,
o nos sale de modo más espontáneo,
poner el acento en los momentos duros, difíciles, de esfuerzo...
22
HAPPY END
PACO salió del cine enfadadísimo. ¡Para una vez que iba! La película había sido
complicada de entender, lenta, larga en exceso y, para colmo, al final no ganaban los
buenos. Es que Paco prefiere, sobre todo, el cine clásico (made in Hollywood) que nos ha
acostumbrado al happy end (final feliz) y, cuando éste no llega, suele quedarse con un
cierto malestar. Tal vez, Paco sea muy elemental, pero él lo tiene muy claro:
-Yo voy al cine a divertirme -argumenta él-; en una película ha de haber buenos y
malos, pero al final tienen que ganar los buenos. Para lo demás, ya está la vida.
********************
La vida... ¿Tendrán un happy end la vida y la historia? Tradicionalmente, uno de los
argumentos que han utilizado algunos pensadores para aceptar la existencia de un Ser
Supremo es la exigencia de una justicia universal. Porque Paco tiene razón: la
experiencia nos enseña a todos, muy pronto, que la vida no es como el cine, que en la
vida no siempre ganan los buenos.
-¿Entonces, por qué y para qué ser buenos? -me preguntan a menudo mis alumnos.
Yo sólo puedo responderles que se trata de una opción personal: ellos han de elegir
qué tipo de persona quieren ser, más allá de la utilidad material que eso pueda
reportarles. Con frecuencia, resulta más rentable ser un canalla que ser una persona
honrada. Pero existe, también, otra utilidad: vivir en paz con uno mismo y ser feliz.
De pequeños nos enseñaban que Dios es un juez justo que premia a los buenos y
castiga a los malos. De ser así, tenemos garantizado un final feliz, al modo de Hollywood.
Pero, tal vez, Dios no sea un buen guionista de Hollywood. Quizá, el verdadero final
feliz que Dios tiene planeado es acogemos a todos con su perdón y su amor
misericordioso (Lo cual, por otra parte, nos iría muy bien a todos, porque, ¿quién es
realmente bueno ante Dios?).
De todos modos, para descubrirlo tendremos que esperar a que acabe todo el metraje.
ORACIÓN
23
Señor Jesús:
Me confío a tu misericordia.
Los humanos necesitamos clasificaciones como la que nos divide en buenos y malos.
Es cierto, Señor, que, en este mundo hay personas que pasan haciendo el bien
y otras que van causando dolor a sus semejantes.
Pero hay tantas cosas que no sabemos, tantas circunstancias que no conocemos...
Me confío a tu misericordia, Señor.
No me considero una mala persona porque intento hacer el bien a mi alrededor
o, cuando menos, no hacer el mal.
Pero ante ti, que eres la Bondad, descubro mis imperfecciones.
Por eso apelo a tu misericordia. Dios mío, sé que eres un juez justo.
Padre mío, sé que eres misericordia infinita.
No sé cómo combinarás ambas cosas, pero yo apelo a tu misericordia,
porque me sé indigno de tu amor
y del Cielo que me tienes reservado.
Me confío a tu misericordia, Señor. Tu amor y tu perdón me permitirán
gozar contigo en la Pascua definitiva. Amén.
ALBERTO ES EL CONSERJE de unos grandes laboratorios. Allí se dan cita cada día
doctores en bioquímica, en química, en biología, en farmacia, y en no sabe cuántas
especialidades más. No lo sabe, porque, aunque trabajan en el mismo lugar, nunca se
dirigen la palabra, ni siquiera para la cortesía de un buenos días.
Alberto no acaba de acostumbrarse. Sabe que es la filosofía de la empresa, pero a él le
parece una porquería de filosofía. Claro que, tal vez, si en lugar de ser el conserje fuera
un director de planta, esa filosofía le parecería perfecta.
Él se esfuerza por hacer bien su trabajo. Es puntual cada mañana a la hora de
comenzar a trabajar y, muy a menudo, se marcha más tarde de lo que le correspondería.
Es amable con las personas que vienen a visitar a los especialistas así como con aquellas
que les llaman por teléfono. Con diligencia, reparte el correo a cada uno de los
empleados. En definitiva, hace bien su trabajo y no entiende por qué todos los
sabihondos del lugar le pasan por delante sin saludarle siquiera, como si él fuera
invisible.
Aquella tarde de invierno, cuando ya había oscurecido, se reunieron en la sala de actos
un gran grupo de farmacéuticos, en la que se había anunciado como la convención más
importante convocada nunca en el país.
Alberto alargó un poco su jornada laboral para recibirlos a todos y, cuando comenzó el
acto, se cambió de ropa y se dispuso a irse. Pero, de pronto, se fue la luz y todo quedó a
oscuras.
El apagón duraba ya varios minutos cuando oyó que uno de los directivos se acercaba,
alumbrándose con un mechero, y gritando:
-¡Alberto! ¿Dónde está Alberto? ¡Por Dios, que no se haya ido! ¡Es el único que sabe
cómo solucionar esto!
24
ORACIÓN
Señor Jesús:
En esta luna de Cuaresma quiero pedirte por todas las personas con las que hoy me he
cruzado,
por todos aquellos que hoy me han servido con su trabajo
o a quienes yo he servido con el mío.
Ayúdame a valorar la aportación de cada uno a la sociedad, por pequeña que pueda
parecerme.
Enséñame a no hacer acepción de personas,
a no pensar que es más el que tiene un mejor trabajo,
o el que tiene más dinero, o el que tiene más fama.
Ayúdame, al mismo tiempo, a hacer bien mi trabajo.
Que no me crea imprescindible, Señor, pero que trabaje con tanta dedicación como si lo
fuera.
Señor, no me dejes menospreciar a nadie por su trabajo o por su condición social;
de este modo, sintiendo a los demás como hermanos viviré ya un anticipo de la Pascua.
Amén.
“Hace ya tantos años que te sirvo, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni
siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, llega ahora este
hijo tuyo que ha malgastado tu dinero con prostitutas y matas para él el becerro
cebado". (Lc 15, 29-30)
nada menos que con el mismísimo Secretario General del partido. Le exigió una
explicación. Y el Secretario se la dio:
-Si somos de izquierdas, creemos en la justicia social y, por eso, otros te han pasado
por delante: porque lo necesitaban más que tú.
Ha sido entonces cuando Paco, que se había mantenido fiel hasta en los peores
momentos, ha decidido darse de baja en el partido. Porque él cree que no se han
recompensado sus años de fidelidad a la izquierda.
ADELA ES DE LAS DE DERECHA DE TODA LA VIDA. Ella es católica, apostólica y
romana. Y presume de ello sin avergonzarse. Cada mañana madruga para poder ir a Misa
y comulgar antes de dirigirse a su trabajo. Normalmente, es respetuosa con el clero, pero
hoy no le ha gustado nada la homilía del párroco. El sacerdote ha venido a decir que, en
el cielo, todos seremos iguales.
. Más aún: ha dejado intuir que, a lo mejor, todos iremos al cielo. Y eso a Adela le
parece una estafa. ¡Cuando piensa en todo lo que podría conseguir ella siendo mala! Si
renuncia a todo eso y se esfuerza por ser buena, no es para que luego todos seamos
iguales en el cielo.
Así que, acabada la Misa, hoy ha entrado a la sacristía a protestar, porque no le ha
gustado nada la homilía del párroco.
- y el colmo ha sido cuando ha dicho usted que las prostitutas irán delante de
nosotros en el cielo.
El párroco ha tenido fácil su defensa:
-Eso no lo digo yo, Adela; eso ya lo dice el mismísimo Jesús en el Evangelio.
-Pues espero que se trate de una licencia poética -ha concluido ella, muy ofendida-. A
ver si al final una de ésas va a ser igual que yo, que soy católica de toda la vida.
********************
Será que, como Dios es eterno, no entiende mucho de las cosas temporales y no sabe
distinguir a los de toda la vida por encima de los demás. A Dios, un segundo le basta
para prometer: “Hoy estarás conmigo en el paraíso". (Lc 23,43)
ORACIÓN
Señor Jesús:
Líbrame de la tentación de creerme justo, de saberme bueno.
Recuérdame, cada día, que nada es mérito mío,
sino que todo es don gratuito de tu amor.
Que no te exija nunca, Señor, sino que sepa pedirte con humildad
y aceptar con agradecimiento lo que tu generosidad me brinda.
Que sepa aprobar, Señor, la sincera conversión de los demás.
Que no juzgue al pecador, que no me crea superior a él o con más derecho que él,
para recibir el premio de tu amor.
Que sea yo el instrumento a través del cual puedan descubrir tu amor y acercarse hasta
ti.
Que no me habite la envidia, Señor.
Que si, alguna vez, me siento mejor que otra persona,
eso me exija ser comprensivo con ella, acogerla y no despreciarla,
y me comprometa a ayudarle a cambiar y mejorar su vida.
26
Gracias, Señor, por ser el padre que nos ama y nos acoge
que nos perdona amorosamente y nos prepara una fiesta.
Gracias, Señor, porque a pesar de mis miserias sé que tienes una fiesta preparada para
mí,
cuando celebremos contigo, ya en el cielo, la fiesta de la Pascua definitiva. Amén.
Había decidido ya regresar a palacio, pero ni siquiera tenía las fuerzas necesarias para
ello. Se encontraba lejos, en uno de los barrios marginales de la ciudad. Hambriento y
enfermo, se acercó a una chabola y pidió algo de comer.
Vivía allí una mujer que había sido abandonada por el padre de sus hijos. Como éstos
eran varios y ella tenía que mantenerlos, en realidad malvivían. Por eso, la mujer
preguntó:
-¿Cómo tú, que sólo has de pensar en ti mismo, vienes a pedirme de comer a mí, que
tengo tan poco como tú y, además, he de mantener a estas criaturas?
El príncipe respondió:
"Si supieras quién es el que te pide de comer...”
Pero no pudo acabar la frase, porque cayó exhausto. La mujer, al verlo enfermo e
indefenso, lo recogió y lo llevó a su lecho. Tenía fiebre. Le dio algo de comer y, durante
varios días, lo cuidó como si de uno de sus hijos se tratara. Las vecinas no lo entendían.
Todas le sugerían que lo echara de su casa, que acudiera a los servicios sociales. Pero
ella se compadeció y no pudo echarlo.
¿Hace falta que les cuente el final de la historia? El príncipe y esa mujer se
enamoraron y decidieron casarse, pues él sabía que no le amaba por ser príncipe, ya que
le había cuidado con amor cuando ante sus ojos sólo era un mendigo enfermo. Él la
convirtió en reina y a sus hijos en príncipes de aquel reino. Fueron felices y comieron
perdices. Y colorín colorao...
********************
Sí, ya sé que es un cuento y que ese final no se lo cree nadie. Tal vez, ése es el
problema, que nunca acabamos de creemos que Cristo está realmente presente en los
hombres y mujeres que nos salen al encuentro, especialmente en los más necesitados.
Jesucristo es el príncipe hecho mendigo, el Dios hecho hombre. Él, que es nuestro
creador, quiso hacerse criatura. Es el alfarero hecho arcilla.
Los cristianos, ¿nos creeremos algún día, de verdad, que Cristo está presente en cada
hombre y en cada mujer que nos sale al encuentro, sobre todo, en los más necesitados y
desvalidos?
ORACIÓN
Señor Jesús: Otra vez. Hoy me lo recuerdas otra vez. Es Evangelio puro.
¡Hay tantas cosas que a lo largo de los siglos hemos ido añadiendo al cristianismo...!
Pero esto es tu mensaje en toda su pureza: Estás en el hermano y,
amarle a él, es amarte a ti.
Dame la fe suficiente, Señor, para creer esta gran verdad y para vivirla.
Que yo te reconozca en el hermano, Señor,
especialmente en aquél que me resulta menos agradable,
en el pobre, en el enfermo, en el vecino más antipático de mi edificio.
Remueve mi conciencia para que no anide en ella la indiferencia.
Dame el tacto suficiente y la valentía necesaria
para acercarme a aquellos que viven marginados:
a los grandes marginados de nuestra sociedad,
pero también a los pequeños marginados que tengo más cerca:
al compañero de clase o de trabajo al que todos critican y le hacen el vacío;
a la anciana que vive sola en el vecindario;
28
"Había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero
ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio"(Lc 4,27)
EXTRANJEROS
ÉSTE IBA A SER EL ÚLTIMO MES en el que Jaime cobrara el subsidio por desempleo; o
sea, que ya llevaba dos años sin trabajo. Por eso, se alegró sobremanera cuando le llamó
un funcionario de un ente rogándole que se presentara en las oficinas, porque tal vez
había algún trabajo para él.
Lo primero que le propusieron fue algo de descargar camiones en el puerto, pero él
sugirió al funcionario que su físico no era el más adecuado para realizar un trabajo de
este tipo. Le hablaron, entonces, de la posibilidad de ser dependiente en unos almacenes
o camarero en un restaurante, pero él cayó en la cuenta de que esos empleo s exigían
trabajar en sábado y él necesitaba el fin de semana para descansar y estar con su
esposa, que trabajaba el resto de la semana, y con sus hijos.
Así que volvió a su casa sin empleo. Estaba algo desanimado y su esposa, para quitar
dramatismo a la situación, le propuso que el sábado salieran a cenar. Así lo hicieron.
Dejaron a los niños con los abuelos y se fueron a un restaurante, en el centro de la
ciudad, que tenía una buena carta y unos precios no demasiado altos.
Cenaron muy a gusto, conversando sobre diferentes cuestiones. La esposa intentaba
distraerlo, pero el fantasma del desempleo sobrevolaba una y otra vez la conversación.
Estaban ya tomando el postre (eran más de las once de esa noche de sábado) cuando
él le comentó a su mujer:
-¿Te has dado cuenta de que todos los camareros que nos han servido son
extranjeros?
Su mujer asintió con la cabeza. Él concluyó:
-Es una vergüenza: nos están quitando el trabajo a los que somos de aquí.
********************
Los cristianos tenemos que creemos, de una vez, que si Dios es el Padre común, todos
somos hermanos, más allá de razas y fronteras.
ORACIÓN
Señor Jesús:
Líbrame de la tentación de culpar siempre al que viene de fuera de todos los males que
nos acechan.
Que no les culpe a ellos de aceptar lo que, tal vez, yo antes rechacé.
Que descubra en ello al hermano más necesitado de mi apoyo
porque vive una situación de mayor debilidad.
Que no les juzgue, Señor.
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"Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo pediste. También tú debiste escuchar a
tu compañero y tener compasión de él, como yo la tuve de ti" (Mt 18,32-33).
AQUELLA CHICA DE 15 AÑOS estaba muy preocupada. Había un asunto que la tenía
angustiada. Fue por eso que decidió explicárselo a su madre.
La madre estaba muy ocupada: tenía que hacer las camas, poner la lavadora, preparar
la comida... La chica la iba siguiendo por todo el piso, de aquí para allá, de habitación en
habitación. La madre continuaba haciendo sus tareas.
Finalmente, la chica explotó:
-¡Mamá, no me estás escuchando!
La madre le respondió sin detenerse:
-¡Claro que te oigo, hija! Sigue explicándome...
La chica protestó:
-Eso es, mamá. Eso, precisamente: ¡me oyes, pero no me escuchas!
********************
Escuchar es diferente de oír. Oír es una cosa, escuchar es otra. La escucha requiere
paciencia y dedicación. Requiere atención hacia la otra persona. La escucha requiere
empatía: saber ponerte en el lugar del otro, intentar imaginar cómo se está sintiendo, dar
importancia a las mismas cosas a las que el otro le da. Oír es una cosa; escuchar es otra.
La Cuaresma es un buen tiempo para escuchar a los demás. Tal vez, entonces podremos
aspirar a que Dios nos escuche a nosotros.
ORACIÓN
Y, por encima de la ley, están los derechos humanos, llamados así porque pertenecen
a todo ser humano, independientemente de su conducta. Son derechos que no nos
ganamos por ser buenos, sino que nos pertenecen por el mero hecho de ser humanos. La
escrupulosidad en su respeto, aunque a veces pueda resultar hiriente a ciertas víctimas,
es un signo de evolución y de sabiduría. Abolir la pena de muerte, por ejemplo, nos hace
más sabios que nuestros antepasados, aunque en momentos dolorosos a algunos no
pueda parecerles así. El respeto de los derechos humanos debe ser escrupuloso: no
debemos saltamos nunca ni un punto ni una coma de esa ley.
ORACIÓN
Señor Jesús:
Ayúdame a ser siempre respetuoso con la ley que garantiza los derechos de las personas.
No permitas nunca que yo me sitúe en posiciones de poder sobre los otros.
Que yo sepa declinar, Señor,
todo privilegio que repercute negativamente sobre los demás.
Hazme civilizado, Señor, escrupuloso, incluso, en el respeto de los derechos de cada
persona.
Que yo sepa defender la vida, Señor, la libertad, la igualdad...
Pero con mis obras, Señor, no con discursos.
Que yo sepa trabajar por construir un mundo más humano.
Que luche por defender, en el día a día, los derechos de los que,
en mi propio pueblo o ciudad, viven marginados.
Que entre todos sepamos construir un mundo de fraternidad
mientras caminamos hacia la fraternidad definitiva contigo ya en la Pascua. Amén.
EL DEMONIO MUDO
CUANDO JAVIER DESCUBRIÓ que su jefe no incluía el IVA en muchas facturas, pensó
que era mejor no decir nada: es algo que hace muchísima gente y, además, tampoco es
tan grave.
Javier era el jefe de contabilidad de la empresa y esto le permitía tener conocimiento
de muchos detalles que los demás trabajadores ignoraban. Así, por ejemplo, por su cargo
sabía de la existencia de una doble contabilidad: la oficial y la otra, es decir, el dinero en
negro. Con ese negro se pagaba una parte del sueldo de algunos trabajadores y, sobre
todo, con el negro se enriquecía su amo. Pero él callaba.
Supo, también, que a algunos trabajadores se les estaba pagando por debajo de lo
estipulado en el convenio colectivo. Incluso, conoció que había trabajadores por los que
la empresa no estaba cotizando a la Seguridad Social. Pero él no dijo nada: si ellos
estaban de acuerdo, no iba a protestar él.
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Su jefe confiaba plenamente en él y, por eso, le contó que en el sótano había unos
trabajadores chinos que le resultaban muy rentables a la empresa. Eran extranjeros sin
permiso de residencia y, por tanto, no estaban legalmente contratados, ni cotizaban a la
Seguridad Social, ni nada de eso. Como vivían y dormían en el mismo sótano y en él se
les daba de comer, su sueldo se cubría con cuatro miserables euros. O sea, una ganga
para la empresa.
Fue entonces cuando Javier empezó a tener dudas sobre si hablar o no. Pero el miedo
era un demonio que lo mantenía mudo. Él no era responsable de la situación de esos
extranjeros y, sin embargo, denunciarla podría resultarle muy caro: podría quedarse sin
trabajo. Por esta razón callaba. Aunque cada tarde volvía a su casa con un enorme peso
en su conciencia. Pensaba que, tal vez, debería hablar; pero seguía mudo...
Por eso, aquella mañana, cuando llegó a trabajar y vio el edificio de su empresa
rodeado de camiones de bomberos, y coches de policía, y ambulancias, un sudor frío le
recorrió el cuerpo. Poco después, cuando empezaron a sacar cadáveres del sótano, él
comenzó a llorar como un niño pequeño y, en su desconsuelo, maldijo aquel demonio que
hasta entonces le había habitado y le había mantenido mudo.
********************
A menudo, la comodidad nos invita a callar; la honestidad, a hablar.
ORACIÓN
liMI PRÓXIMO
principales intereses. Le gustaba hablar con propiedad. Sus aficiones iban desde resolver
crucigramas y sopas de letras, hasta las adivinanzas y los trabalenguas. Y, por supuesto,
la lectura. Le encantaba leer siempre con un diccionario a mano para averiguar el
significado de nuevas palabras, o descubrir nuevas acepciones de vocablos ya conocidos.
De sus tiempos de soltera conservaba aún una costumbre: acabar cada jornada
resolviendo, ya en la cama, el crucigrama de algún diario.
Tal vez por esta afición a la Lengua, no dudó ni un instante en aceptar la propuesta
que le habían hecho: visitar como voluntaria uno de los barrios marginales de su ciudad
para enseñar los rudimentos de la Lengua a los numerosos extranjeros que habitaban en
él. Ciertamente, su agenda estaba muy apretada, pero aceptó, porque sólo se trataba de
una tarde a la semana...
Sin embargo, su marido y su hija no estuvieron de acuerdo. Y ella no supo comprender
esta negativa, que interpretó tan sólo como fruto del egoísmo.
-Los que nos llamamos cristianos tenemos que amar a nuestro prójimo -argumentó
ella.
-Si, querida -replicó su marido -, pero tú ya colaboras con Cáritas, y con un centro
para transeúntes, y con una fundación para enfermos terminales, y con un grupo de
emigrantes, y, además, estás en dos o tres grupos parroquiales...
-No irás a criticarme por ayudar a los demás... -se excusó ella.
-Pues ayúdame a mí a hacer los deberes, mamá -pidió su hija.
-Tú ya tienes cada tarde una profesora particular que te pagamos, cariño. Otros me
necesitan más que tú. No olvides que hemos de amar al prójimo.
y fue entonces cuando la niña preguntó:
-¿Y quién es el prójimo, mamá?
Durante toda la tarde, la pregunta de la niña quedó en el aire, sin respuesta. Por
evidente, parecía incontestable. Ya por la noche, marido y mujer se acostaron en la
misma cama sin apenas dirigirse la palabra. A pesar de ello, a él no le costó nada
conciliar el sueño. Sus ronquidos fueron la música de fondo con la que ella resolvió, como
cada noche, uno de los crucigramas de la prensa del día. Ya casi al final, en el 9
horizontal, leyó: Estado Federal de Centroamérica. Contó las casillas: seis. Estaba claro,
aunque por unas décimas de segundo, la X en la tercera casilla le despistó. Pero
enseguida cayó en la cuenta de que los nativos de aquel lugar, aunque pronuncian
Méjico, escriben México.
Y, de pronto, una luz iluminó su alma:
-Si Méjico equivale a México -pensó en voz alta-, prójimo equivale a próximo.
Y no supo conciliar el sueño sin ofrecer un beso de buenas noches a su hija y a su
marido, que dormían a su lado, tan, tan próximos...
ORACIÓN
Señor Jesús:
A veces, soy muy sensible y muy cercano
a las personas que me encuentro por la calle pidiendo limosna,
a los que sufren en las grandes catástrofes causadas por los fenómenos atmosféricos
o por la injusticia humana; verlos en la televisión me conmueve
y procuro hacer algo por ellos,
34
ORACIÓN:
Señor Jesús:
Despierta mi atención hacia aquellos que no llaman la atención.
Hazme atento a las necesidades de la gente más sencilla que tal vez no pide por no
molestar.
Enséñame a llamar a cada uno por su nombre,
a tratar con importancia a todas las personas con las que me relaciono:
a los que viven cerca, a los que trabajan en mi misma empresa, a todos y a cada uno,
Señor.
Que no me deje deslumbrar por los que sobresalen en lo bueno o en lo malo.
Que sepa acercarme también a quien siempre guarda silencio, a quien no se queja,
a quien no protesta y no exige mi atención.
Que yo sepa acoger al que se humilla pasando de puntillas, sin hacer ruido, por las calles
de la vida.
Que yo me fije en ellos, Señor, como tú te fijas en mí y me tienes presente ante tu vista.
Así, de la mano de aquellos más sencillos todos llegaremos a la Pascua. Amén.
EN EL PAÍS DE LOS CIEGOS, el rumor se extendió tan rápido como arde la pólvora: El
Sol no existe. Rápidamente, a todos los recovecos del lugar fue llegando esta habladuría
y se fue consolidando de tal manera que, una generación más tarde, la gran mayoría de
los ciegos afirmaba que el Sol no existe. (Y es que, en el país de los ciegos, la ceguera
era hereditaria, si no por vía genética, sí a través de la educación, los usos, hábitos y
costumbres).
Dos generaciones después, la inexistencia del Sol era ya, prácticamente, una verdad
científica que casi nadie se atrevía a contradecir (si bien, ningún científico la había
corroborado experimentalmente). Es cierto que quedaban algunos habitantes que seguían
defendiendo la existencia del Sol, pero eran considerados por la mayoría como unos
tradicionalistas irredentos, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos.
Incluso, algún ciego llegó a afirmar que había visto el Sol, porque él no era ciego de
nacimiento; pero psicólogos y psiquiatras llegaron a la conclusión de que se trataba de un
mecanismo psicológico inconsciente de autodefensa, porque aquel invidente no era capaz
de asumir la ceguera sobrevenida después de haber gozado de visión.
También algunos otros se atrevían a afirmar que, aunque no podían verlo, sentían
claramente la existencia del Sol, su presencia, su calor... Pero lo políticamente correcto
era afirmar que las sensaciones siempre son un engaño subjetivo, es decir, que sentir la
presencia de algo que no se ve, puede ser, simplemente, una cuestión de
sentimentalismo, una alucinación sensorial, un engaño psicológico.
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Y el rumor se consolidó, de tal manera que, en el país de los ciegos, una generación
tras otra vivió con el convencimiento de que el Sol no existe. Pero el Sol seguía saliendo
cada mañana y, con su luz y su calor, seguía haciendo posible la vida, cada día, en el país
de los ciegos.
********************
Como si un ciego pretendiera demostrar que el Sol no existe, así los hombres sin fe
con respecto a Dios.
ORACIÓN
DOÑA ANITA VIVÍA MUY SOLA. Enviudó muy joven; tanto, que casi sólo se recordaba
viuda. Mientras los hijos fueron pequeños, todo era distinto; pero, en cuanto se
independizaron, la soledad se fue adueñando, poco a poco, de su casa y hasta de su
alma. Sola vivía, en una ciudad inhóspita, por más que fuera su ciudad de siempre. Las
amigas ya murieron, o marcharon a vivir con los hijos, o fueron ingresadas en una
residencia... Estaba sola, con la única, pero enorme compañía de su perra: Tara.
Tara llegó a su casa hacía quince años, con la boda de una de sus hijas. El marido le
había regalado la perrita con motivo de la Navidad, pero, cuando llegó el verano, el
animal molestaba para poder viajar en vacaciones, así que el joven matrimonio pensó
que la anciana podría cuidado. Por teléfono, ella se negó en redondo; pero su hija sabía
que, si veía al animal, no podría dejado en la escalera. Y así fue. Al principio, aquel
Teckel de pelo duro le pareció un ser deforme, con sus patitas tan cortas y su cuerpo casi
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de trolebús. Pero después de quince días cuidando de la perra, se encariñó de ella y casi
se ofendió cuando un niño la llamó "una salchicha con pelo". Tanto se encariñó que acabó
pidiéndole a su hija que no se la llevara. Y la perra fue ya suya. Durante quince años. Su
primer pensamiento de cada mañana era para su perra: se levantaba de prisa para
sacarla a pasear. Cocinaba para ella. Hablaba con ella. Apenas salía de casa sin ella y, si
había tenido que ir al médico o a algún otro sitio donde la perra no podía entrar,
regresaba lo más rápidamente posible. En verano, y también en invierno a pesar del frío,
se vestía de nuevo a las nueve de la noche para darle el último paseo de cada jornada y,
después, la acostaba en un colchoncito, junto a su propio lecho. Y pasaba la noche en
vela si la perra vomitaba o se mostraba inquieta.
De este modo, Tara se convirtió en la gran compañera de su vida. Por eso, cuando
Don Álex, el veterinario, desahució a su perra, Doña Anita sintió un dolor profundo, tan
sólo comparable con el que experimentó en el momento de enviudar.
-No exagere, Doña Ana -le recomendó el párroco, a quien la viuda acudió en busca de
consuelo.
-¡Cómo se nota que usted no ha tenido nunca perro! -protestó la anciana-. Los que no
tienen perro no pueden entenderlo, no saben cuánto se llega a querer a un animal.
A pesar de la insistencia del veterinario para que Doña Ana le dejara el animal y se
marchara a casa, ella se empeñó en estar presente cuando Don Álex le administró a la
perra la fatal inyección.
-No quiero que muera sola, como un perro. Quiero ser lo último que vea. Y se esforzó
por sonreír hasta que el animal hubo cerrado los ojos para siempre. Sólo entonces rompió
a llorar.
Ahora, Doña Anita, mientras a cada momento de la jornada echaba de menos a su
perra, cada tarde presentaba al párroco sus dudas de escatología.
-¿Habrá perros en el cielo? -le preguntaba.
-No serán necesarios -respondía el sacerdote-. En el cielo seremos plenamente felices.
-Pues, entonces, tendrá que haber perros en el cielo -sentenciaba la anciana-. Si no
encuentro allí a mi perra Tara, no podré ser plenamente feliz.
Las primeras veces, el párroco casi se escandalizaba; pero, al fin, aprendió a concluir:
-Tal vez, sí que habrá perros en el cielo; en algún lugar leí que renacerá la creación
entera.
ORACIÓN
-Usted sabe que fumar en un centro hospitalario está estrictamente prohibido por la
ley. Y con mucha más razón en la U.C.I.
Y María, dispuesta a aceptar un expediente sancionador, respondió:
-Lo sé. Pero también sé que el enfermo es más importante que la ley.
********************
Amigo lector, no te confundas.
Nunca he defendido la anarquía: me parece tan idílica como inviable. Los humanos
vivimos en sociedad y necesitamos normas y leyes que regulen nuestra convivencia. Y yo
siempre defiendo el respeto de las leyes. Pero no olvido la frase de Jesús: "El sábado
está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2, 27). Y el sábado era la
ley. La persona siempre está por encima de la ley.
ORACIÓN
Señor Jesús:
¡La persona! ¡La persona por encima de la ley y de la norma!
Ordéname la escala de valores. No me dejes posponer nunca a la persona.
Que el individuo sea, para mí, más importante que el grupo;
la persona mucho más importante que la estructura.
Que no anteponga nada al bien de cada uno.
Que nada pase por delante del amor al prójimo concreto, individual, personal.
Que me crea de verdad que cada persona tiene un valor absoluto. ¡Absoluto!
Que sepa reconocer que toda persona es fin en sí misma y nunca medio, ¡nunca!,
ni siquiera para los más nobles fines.
Que respete la ley, Señor, que ayuda a la convivencia; pero que respete, sobre todo, a la
persona.
Porque personal es el amor que tú nos tienes y personal la invitación
a participar en la fiesta de tu Pascua. Amén.
MATEO ES UN NIÑO. Un niño, aunque ya tiene 46 años. Pero es un niño. Porque sólo
hace lo que tiene que hacer si alguien le vigila. En el despacho, sólo trabaja (o hace como
que trabaja) cuando está el jefe; el día que el jefe no viene a la oficina, Mateo pierde el
tiempo olímpicamente. Y hasta se burla de los demás cuando los ve trabajar.
Cuando conduce, sólo respeta el límite de velocidad si ve cerca algún coche de la
policía. Le gusta presumir de un coche potente. En casa, es incapaz de compartir las
tareas del hogar; sabe que si él no las hace, su mujer, cansada, las acabará haciendo
ella.
Los domingos, en el fútbol, grita como un energúmeno, insulta a todo el mundo y,
siempre que puede, entra al estadio cristales o cosas prohibidas, para arrojárselas al
árbitro si hace falta.
40
ORACIÓN
Señor Jesús:
Gracias, porque tú me enseñaste que Dios no es un policía que fiscaliza mis acciones,
sino un Padre que me acoge y me perdona.
Enséñame a responder a este amor generoso y gratuito,
un amor que tomó la iniciativa y me amó aun antes de que yo pudiera amarle;
Ese amor que tú mismo me enseñaste clavado en la cruz.
Enséñame a responder con mi vida.
Hazme responsable de mi propia vida y de mis acciones.
No me dejes "escurrir el bulto" ni culpar siempre a los demás o a las circunstancias.
Enséñame el amor puro, aquel que obra sin tener en cuenta el premio o el castigo.
Eso es la Pascua: tu amor crucificado dando vida más allá de premios y castigos. Amén.
EL COCHE DE RUBÉN
EL COCHE DE RUBÉN valía unos cuarenta mil euros. No es que Rubén sea rico, ¡qué
va! Si sólo tiene veinte años y un empleo modesto. Pero ese coche era la ilusión de su
viday decidió comprarlo. Con un poquito de esfuerzo, pudo ahorrar cinco mil euros para
dar la entrada, a los que sumó otros seis mil euros que aportó su madre, eso sí, con
mucho más esfuerzo (porque su madre es viuda y mantiene a toda la familia: cuatro
hijos, de los cuales el único que trabaja es Rubén, el mayor, y no aporta casi nada a la
economía familiar, porque él tiene muchos gastos... personales).
El coche de Rubén era un deportivo descapotable que llegó importado de Alemania.
Era bonito, potente y seguro. Era la envidia de todos sus amigos. Pero la entrada que
pudo aportar resultaba en realidad pequeña comparada con el coste total y, por eso, tuvo
que pedir al banco un crédito a ocho años, que Rubén sigue pagando todavía. Por esta
razón, sólo había contratado un seguro a terceros, porque el seguro a todo riesgo
resultaba muy caro, y él ya tenía bastante gasto con el crédito.
41
ORACIÓN
pero que nunca cometa el error de creer que ellas por sí mismas me alcanzarán la
felicidad.
Recuérdame que la verdadera felicidad sólo podré hallarla compartiendo con mis
hermanos
para llegar juntos a tu Pascua. Amén.
ERA LA PRIMERA VEZ que Josefina asistía a una reunión de la comunidad de vecinos
de su sector, algo que hasta ahora siempre había hecho su marido, pero, al quedarse
viuda, tenía que empezar a acostumbrarse. Quizá porque era la primera vez, le costó
entender el funcionamiento de todo aquello. Sobre todo, cuando la reunión se convirtió
en un continuo criticar a Encarnación, la vecina del segundo piso que, por supuesto,
estaba ausente.
-Es que ella se cree mejor que las demás -afirmó la vecina del primero.
Josefina no entendía por qué la comunidad llegaba a esta conclusión y lo preguntó.
-A ver -aclaró la otra vecina del segundo, con evidente nerviosismo- ¿por qué tiene
que bajar ella mi bolsa de basura cuando la dejo en el rellano?
-O ¿por qué tiene que limpiar ella la papelera de la entrada cuando no le toca? -añadió
otro vecino--. ¡Quedamos que lo haríamos por turnos!
-Si ya pagamos una empresa de limpieza para la escalera y vienen dos veces por
semana, ¿por qué tiene que fregar ella si lo ve sucio? -preguntó el presidente.
Toda esta lista de reproches a Josefina le parecía propia del teatro del absurdo. Ella
entendía que aquello por lo que protestaban sus vecinos no eran, precisamente, defectos.
-Además -añadió el del ático- siempre quiere quedar bien con todos; todo le parece
bien. Ella votó a favor de poner las parabólicas en el terrado de la finca: ¡cómo se nota
que ella vive en el segundo! Si viviera en el ático como yo...
Josefina intentó aclarar:
-Pero creo que ella era la más perjudicada, ¿no? El cable tenía que pasar justo por
delante de su ventana... -Ya ves tú, por un cable de nada...
-y siempre haciendo de dama de compañía de Doña Manuela, la del tercero.
-Es que la pobre vive sola -aclaró Josefina.
-Pues si no puede vivir sola, que se la lleven sus hijos a su casa. ¡A ver por qué la
vamos a tener que cuidar nosotros!
Josefina protestó:
-¡Pero si la única que la cuida es Encarnación! ¡Y ella no protesta!
-¡Sólo faltaría que la tuviéramos que cuidar nosotros!
Josefina no estaba entendiendo nada. Pero la vecina del primero concluyó:
-Nada, que ella se cree mejor que los demás y ella es igual que todos nosotros.
43
ORACIÓN
Señor Jesús:
Enséñame a admirar la bondad que descubro en los demás y a imitarla.
Enséñame a no perseguirla.
No me dejes poner zancadillas a los buenos, ni malinterpretarlos,
ni juzgarlos y condenarlos por su bondad
Que siga su ejemplo, Señor,
y que no me importe ser bueno, aunque, a veces, pueda parecer tonto.
Tú y yo conocemos bien la diferencia, no permitas que refrene mis gestos de bondad
tan sólo por guardar las apariencias.
Haz que sea ésta mi gran aspiración, el único título que desee conquistar, el de la
bondad.
y que, al final de mis días, alguien pueda resumir mi vida
con el mismo resumen que tus discípulos hicieron de la tuya:
"pasó haciendo el bien".
Aunque, parecerme a ti en eso pueda llevarme a compartir también contigo
el juicio y la incomprensión de los demás,
pero con la esperanza de alcanzar también el gozo de la Pascua. Amén.
LA PRIMERA VEZ que aquel matrimonio oyó hablar del Maestro de la Verdadera
Elocuencia, fue en unas clases de yoga a las que asistían regularmente. Nadie de los
presentes conocía al tal Maestro, pero todos habían oído maravillas de él. Posteriormente,
en otros lugares y momentos, volvieron a oír hablar de él y en tal modo, que decidieron
viajar para encontrarlo. El conocimiento interior y la verdadera sabiduría estaban entre
sus prioridades. Tenían que poder escuchar las enseñanzas de ese Maestro de viva voz,
en persona.
El primer problema fue saber exactamente dónde vivía: las agencias de viajes nada
conocían de él, no se contaba entre los destinos turísticos. De todos modos, decidieron
emprender su búsqueda, aunque para ello hubieran de gastar todos sus ahorros de
tantos años.
Recorrieron diferentes países de Oriente. En multitud de pueblos y ciudades habían
oído hablar de este Maestro, pero nadie podía ofrecerles referencias exactas. Esto les fue
desanimando de tal modo que llegaron a creer que sólo se trataba de una leyenda.
Ya estaban casi decididos a regresar a su casa cuando una anciana, en un pequeño
pueblecito, les indicó que el Maestro de la Verdadera Elocuencia vivía en esa aldea.
Dudaron de que se tratara, de verdad, del Maestro que andaban buscando: siempre
habían dado por supuesto que el tal Maestro debería de vivir en las montañas, alejado de
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toda vida social, dedicado a la meditación, lejos del mundanal ruido y ofreciendo sus
discursos colmados de sabiduría a la selectas minorías que se acercaban a él. Sin
embargo, a pesar de sus dudas, aceptaron que la anciana les acompañara a conocerlo.
La anciana les presentó a un hombre no demasiado joven ni demasiado anciano; de
hecho, resultaba difícil adivinar su edad, ni siquiera de un modo aproximado. Vivía en una
humilde morada, vestía con sencillez y tenía un cuenco de arroz como único alimento. Sin
embargo, sus ojos irradiaban paz, serenidad y felicidad. El matrimonio ya estaba casi
convencido de haber hallado al Maestro de la Verdadera Elocuencia, pero, cuando
intentaron entablar conversación con él, experimentaron una gran desilusión: ¡ERA
MUDO!
Completamente decepcionados, ya habían decidido regresar a su hogar, cuando
alguien entró en la chabola del Maestro. Era un niño que tenía hambre y el Maestro le
ofreció su cuenco de arroz. Cuando el niño hubo comido, el Maestro se levantó y marchó
a la parte más pobre de la aldea; el matrimonio le siguió. Allí i,~ curó enfermos, asistió a
moribundos, consoló a los que lloraban y jugó con los niños... Había pasado una jornada
entera y ya anochecía. Aquel hombre se retiró cansado a reposar en su humilde morada;
invitó al matrimonio a entrar y le ofreció su lecho, mientras él se tumbaba en el suelo.
Sólo entonces, el matrimonio comprendió que, por fin, había encontrado al Maestro de
la Verdadera Elocuencia: la de las obras.
ORACIÓN
Señor Jesús:
Tú eres mi Maestro de la Verdadera Elocuencia.
Tú eres la Palabra hecha carne y acampada entre nosotros.
Nunca nadie ha hablado como tú.
Tus palabras son hermosas, Señor, y bellos tus mensajes,
pero es hermoso, sobre todo, el testimonio de tu vida:
lo que predicaste, lo viviste; lo que anunciaste, lo hiciste realidad.
Enséñame, Señor, a parecerme a ti.
Hazme testigo de tu amor en mis acciones, y no tanto en mis palabras.
Hazme coherente, Señor; que nunca nadie quede escandalizado por el ejemplo de mi
vida.
Con esa esperanza, caminamos en Cuaresma hacia la Pascua. Amén.
"Yo no puedo creer en Dios. Yo iba a Misa cada domingo; rezaba cada noche cuando
me iba a la cama. Procuraba ser una buena persona. Nunca he hecho daño a nadie. Mi
hermano tuvo un accidente con la moto. Estuvo muy grave. Yo le pedí a Dios que lo
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curara. Recé como nadie ha rezado nunca. Lloré delante de Dios. Pero Él no me escuchó.
Mi hermano murió. Ahora ya sé por qué. Porque Dios no existe. Yo no puedo creer en Él"
(Rosa C., 17 años)
"Creer en Dios es de estúpidos y de analfabetos. A ver, ¿dónde está Dios? ¿Qué
pruebas tenemos de Él? ¡Ninguna! Dios no es demostrable; por tanto, no existe. Estamos
en el siglo XXI, ¿cómo puede haber todavía personas que creen en algo que no se puede
demostrar científicamente? ¡Hay que ser estúpido!" (Albert E., 16 años)
"Creer en Dios es dejar a los humanos a la altura del barro. Si de verdad existiera un
Dios, el hombre sería un muñeco, una marioneta sin ninguna libertad. Si Dios existiera,
nunca nos podríamos realizar plenamente los humanos. No seríamos libres, sino
absolutamente dependientes. Por tanto, no puedo creer en Dios: yo creo en los seres
humanos". (Richard G., 21 años)
********************
En las intervenciones anteriores descubrimos que una de las dificultades más graves
con las que siempre se ha encontrado la fe en Dios es la cuestión de la existencia del mal
en el mundo y, en concreto, del dolor y el sufrimiento que provoca.
A continuación, intentaremos dar una pequeña explicación sobre eso. Pero, quizá, lo
primero que hay que decir es que ninguna de estas explicaciones nos resultará útil
cuando nos encontraremos con alguna persona concreta que sufre. En aquel momento,
no tendremos que intentar explicarle el origen del mal, sino intentar aliviar su dolor o,
por lo menos, hacerle sentir nuestra cercanía.
Podemos diferenciar dos tipos de mal: el mal físico y el mal moral. En el primer caso,
podríamos poner como ejemplo la enfermedad o los terremotos. En el segundo, cualquier
injusticia. El mal físico es consecuencia de la finitud del mundo. Si el mundo es algo
diferente del mismo Dios (o sea, no es Dios), no puede ser perfecto. La imperfección es
inherente a toda criatura (al hecho de haber sido creado). Si Dios hubiera creado algo
absolutamente perfecto, habría creado otro Dios (y eso es imposible).
Así, pues, Dios ha creado un mundo concreto, con unas leyes que respeta. Y eso nos
permite estudiar las leyes que rigen el universo. Si Dios las modificara a cada momento
(si estuviera haciendo milagros a todas horas) la ciencia no podría avanzar.
En cuanto al mal moral, los cristianos pensamos que ha estado introducido en el
mundo por el ser humano, por el mal uso que ha hecho de la libertad que Dios le dio. Ya
el primer libro de la Biblia nos lo hace entender así.
Antiguas religiones creían en dos dioses: uno bueno y uno malo, cada uno de los
cuales había creado las cosas buenas y las cosas malas, respectivamente. El judaísmo y
el cristianismo no lo creen así. En los primeros párrafos de la Biblia, cuando nos explica la
creación del mundo, después de cada acto creador de Dios, el autor bíblico repite: "Y vio
Dios que era bueno”. De esta manera, la Biblia quiere dejar claro que Dios no ha creado
el mal.
Pero, entonces, ¿de dónde ha salido? Porque es evidente que el mal (la injusticia, la
opresión, etc.) nos lo encontramos cada día.
El autor bíblico nos explica el pecado de Adán y Eva, el que llamamos pecado original.
¿En qué consistió ese pecado? No lo sabemos. (Evidentemente, no fue comer de una
manzana. De hecho, si leemos con atención el capítulo 3 del libro del Génesis,
descubrimos que no se habla de ninguna manzana).
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Lo que quiere decir la Biblia es que Dios creó a los seres humanos con libertad y éstos,
haciendo de ella un mal uso, introdujeron el mal en el mundo. Pero Dios no es el autor
del mal. Él sólo respeta la libertad con la que nos creó.
Pero, como dijo el filósofo Leibniz, es mejor un mundo con libertad que un mundo en
el que no haya libertad. Aunque ésta nos aporte el mal.
Todos, ante un momento de dolor, de enfermedad, de muerte..., hemos
experimentado, como una pesada losa, el silencio de Dios. Ante la injusticia, la opresión,
el oprobio..., nos hemos preguntado: ¿Dónde está Dios ahora? El mismo Jesús vivió esta
experiencia ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
En esos momentos de oscuridad extrema, la fe se convierte en el único rayito de
esperanza, tenue y tembloroso, como la llama de una vela, pero iluminador al fin y al
cabo. Esa luz nos impulsa a creer que después de cada Viernes Santo hay un Domingo de
Resurrección.
Dios, que tanto calla, ha de tener la última palabra.
ORACIÓN
Señor Jesús: En esta noche quiero pedirte por los que no creen en ti;
por aquellos que no saben descubrirte entre las sombras del mundo,
por aquellos que te buscan con sinceridad de corazón y no te encuentran,
y también por aquellos que huyen de ti para que no los encuentres.
Tienes que reconocer, Señor, (te lo digo humildemente),
que lo has organizado todo de un modo complicado.
Te agradezco que, a pesar de tanta oscuridad, yo creo en ti,
y sé que esto es don generoso de tu amor,
aunque no pueda comprender por qué no todos pueden gozar de este mismo don.
En esta hora de la noche cuando la soledad parece consustancial a este mi ser humano,
quiero pedirte por todos los que sufren, acércate a ellos con el bálsamo de tu amor,
y sírvete de mí, de mis pobres obras, para que otros puedan descubrir que tú les amas
y que en silencio sigues siendo el Dios de la elocuencia.
Que los que hoy participan de tu Pasión gocen contigo de la Resurrección
en el día definitivo de la Pascua. Amén.
MISERICORDIA QUIERO...
ORACIÓN
MARCIANOS DECEPCIONADOS
MARCIANOS NO HAY. Ya lo sabemos. Pero aplicamos este nombre genérico a todos los
extraterrestres, sin importamos ahora cuál sea su planeta de origen (¡son tan pocos los
planetas que conocemos!).
Los marcianos de nuestra historia decidieron informarse a fondo sobre la vida de los
terrícolas y gracias a la internet interespacial consiguieron recopilar documentos
fundamentales de la humanidad que los filólogos marcianos se ocuparon en descifrar.
Así, leyeron y tradujeron a su propia lengua los pensamientos de Confucio, la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica (la primera en la historia de la
humanidad), y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU,
y hasta la Constitución Española de 1978, y quedaron admirados de la sabiduría terrícola,
de su pensamiento y de su organización social, por lo que decidieron visitamos.
No pretendían asustamos en modo alguno, por esta razón, estimaron mejor que, en un
primer momento, dos marcianos con aspecto de terrícolas se infiltrarían entre los
humanos y remitirían la información pertinente a su planeta de origen, antes de
comenzar la relación oficial entre las dos civilizaciones. Sin embargo, a la semana de
estar entre nosotros, los marcianos establecieron una conexión de urgencia con su base
central. Aseguraban haberse equivocado de planeta. En la base central repasaron todas
las coordenadas, revisaron todos los mapas espaciales de que disponían, y les
respondieron que eso era imposible: no había habido ningún error, se encontraban, sin
duda alguna, en el planeta Tierra.
Pero los marcianos viajeros no se lo podían creer. La vida de los terrícolas no tenía
nada que ver con los documentos que habían estudiado, leído y admirado. Descubrieron
que los terrícolas se roban entre sí y, en ocasiones, hasta se explotan unos a otros.
Descubrieron que hay desigualdades entre ellos: mientras unos viven en la opulencia,
otros malviven bajo algún puente. Incluso hay desigualdades derivadas, tan sólo, de su
condición sexual. Descubrieron que existen cachorros humanos abandonados por sus
progenitores. Descubrieron que los humanos practican el asesinato. Descubrieron, en fin,
que la vida de los humanos no tiene demasiado que ver con las grandes proclamaciones
que hacen en sus documentos. Y los marcianos decidieron regresar a su planeta de
origen, convencidos de que ellos no eran de este mundo.
Un relato de... ¿ficción?
ORACIÓN
Señor Jesús:
A menudo, Señor, mis grandes propósitos se quedan sin realizar.
En ocasiones, me vence la pereza y la comodidad:
quisiera sobreponerme, pero estoy demasiado apegado a este mundo.
Enséñame, Señor, a saber elevarme sobre esta realidad,
pero sin olvidarla por completo: ¡hay tantos seres humanos que la padecen!
Ayúdame a ser solidario con ellos,
a saber descubrir a mi alrededor quién me necesita.
Nosotros sí somos de este mundo.
Directa o indirectamente, algo tenemos que ver
con toda esa realidad negativa que se extiende por nuestro planeta
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Dn 3,14-20.91-92.95; Jn 8, 31-42
"La verdad os hará libres" (Jn 8,32)
MENTIROSO COMPULSIVO
HACE YA TIEMPO QUE DAVID quiere tener en casa uno de esos teléfonos que llevan
incorporada una pequeña pantalla en la que puedes ver el número de teléfono desde el
que te están llamando, pero, por una u otra razón, no acaba nunca de llamar a la
compañía telefónica para que se lo instalen. Por eso ahora, al oír sonar el teléfono, se ha
puesto de los nervios: porque no puede saber quién le está llamando.
Ha pensado en no contestar, pero si quien le llama es Ana, él quedará muy mal,
porque cuando ella le ha invitado a ir al cine esta noche, él le ha respondido que no se
encontraba muy bien y que no se iba a mover de casa. Así, pues, no coger el teléfono no
es una buena idea.
Sin embargo, descolgarlo no parece una idea mejor. Si quien llama es su amigo
Carlos, quedará fatal, porque él le ha dicho a Carlos que este fin de semana se tenía que
ir al pueblo a visitar a unos tíos. Del mismo modo, no le conviene contestar si quien llama
es Patricia, porque a ella le ha hecho creer que se ha ido a esquiar a los Alpes franceses,
sólo para que pareciera que él podía estar un poquito a su altura.
Antes, todo era mucho más fácil, porque era su madre quien respondía siempre al
teléfono y él le iba indicando por señas qué era lo que debía decir. Pero hace quince días
su madre se plantó y decidió que no iba a participar nunca más en este laberinto de
mentiras y medias verdades.
-Desde ahora, arréglatelas -le había dicho su madre. Y desde entonces necesitaba y
deseaba como nunca uno de esos teléfonos con identificador de llamada.
Mientras el teléfono seguía sonando, ha dirigido una mirada de súplica a su madre,
pero ella ha negado con la cabeza.
-¡Pero es que estoy atrapado, mamá! -ha suplicado él.
-Pues aprende de una vez a decir la verdad y serás libre -ha concluido ella.
********************
David es un adolescente, pero también hay adultos que viven en esta maraña de
mentiras y se complican la vida por querer aparentar, o por querer quedar bien con todo
el mundo, o porque llevan una doble vida, o por mil y unas razones. Y se van enredando
en un sinfín de excusas y explicaciones, diferentes para cada persona. A veces, incluso,
los amigos ya saben que se trata de una mentira (porque ya son muchos años), pero
hacen, compasivamente, como si no .lo supieran.
Siempre es mejor ir con la verdad por delante. Además, mentir puede ser
relativamente sencillo, pero mantener las mentiras ya no es tan fácil. Sobre todo, cuando
ya se ha perdido la cuenta de ellas.
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ORACIÓN
"Es mi Padre, el mismo que dicen que es su Dios. Pero ustedes no le conocen"
(Jn 8,54b-55a)
SILENCIO
ORACIÓN
“Todos mis amigos acechan mi traspié: Quizá se deje seducir y podamos con él"
(Jer 20,10)
NECESITAMOS CÓMPLICES
CARLOS NO HA PROBADO NUNCA LAS DROGAS. Y mira que es difícil, porque hoy te
las encuentras por todas partes, de día y de noche. Pero él, hasta ahora, ha sabido
mantenerse firme y no las ha probado. Sin embargo, ahora el problema es más duro que
nunca, porque todos sus amigos las han probado ya. O sea, que las consumen
habitualmente cada sábado por la noche. ¿Podrá él seguir manteniendo sus convicciones?
Carlos creía que sí, pero no contaba con que sus amigos, a los que siempre había
tenido por respetuosos con las decisiones de los demás, iban a ser tan insistentes.
-¡Ven! Que eres el único del grupo que no toma nada.
-¡Vamos, que no pasa nada! ¡Vas a ver qué bien te lo pasas...!
Una noche más, él se ha mantenido firme y ha dicho que no. Pero justo en el
momento de despedirse, su amigo Pepe le ha dicho:
-No te preocupes, que caerás. Si nosotros hemos caído, tú caerás. ¡Como todos!
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*******************
Lo de las drogas, sólo es un ejemplo. A menudo, ponemos más interés en arrastrar a
los otros hacia el mal que hacia el bien; es decir, cuando algo no nos deja plenamente
satisfechos, queremos conquistar la compañía de los demás, tal vez para justificamos y
sentimos respaldados. En general, necesitamos cómplices tanto como amigos. Pero es
muy importante que no confundamos los unos con los otros...
ORACIÓN
Señor Jesús:
No dejes que me arrastren hacia la maldad,
ni permitas que yo mismo pueda llevar a otros hasta ella.
Enséñame a respetar la libertad de los demás, a no forzarlos nunca.
No consientas que yo mismo busque cómplices para justificar mis propias decisiones.
Que mis alianzas sean sólo para el bien.
"No permitas ", "no me dejes ", "no consientas"... pero, ¿qué te estoy pidiendo?
He olvidado que tú me hiciste libre y respetas mis propias decisiones.
Sólo si yo lo quiero me llevarás contigo hasta la Pascua. Amén.
EL PARTO INÚTIL
pero sí fue el más doloroso. Le provocó un dolor agudo por inútil. El dolor de parir un hijo
muerto.
La recuperación fue lenta; más lenta y dolorosa que la de un parto normal.
Físicamente dolorosa, pero, además, sin el consuelo psicológico de haber engendrado
una nueva vida.
-Hubiera deseado evitarle este dolor -le aseguró el doctor cuando ya se hubo
recuperado-, pero era imposible: tenía que pasar por esto.
********************
Así nos ocurre, a veces, en la vida. Debemos pasar por partos inútiles, pero
inevitables. Debemos atravesar dolores e injusticias que nos parecen sin sentido, pero
que no podemos esquivar.
La Pasión de Jesús, que nos disponemos a celebrar la próxima semana, nos recuerda
que, tal vez, todo tiene un sentido, aunque ahora no alcancemos a comprenderlo.
Nuestra visión es demasiado parcial, demasiado limitada.
Pero para quien tiene fe, ningún parto es inútil.
ORACIÓN
Señor Jesús:
Cercanos ya los días de tu Pasión, recuerdo, una vez más, a todos los que sufren.
Hazte presente en ellos, que sientan tu cercanía sosteniendo sus momentos más oscuros.
Recuerdo, igualmente, mi propio dolor experimentado en tantos momentos de mi vida.
Recuerdo tu silencio en ese trance, como espada que atraviesa con su filo
y recuerdo la fe que vestida de esperanza me sostiene en la certeza de tu amor,
entonces escondido a los sentidos.
Así lo has querido, Señor, sin que logremos del todo comprenderlo.
Nos tienes caminando a oscuras sin conseguir hallar todo el sentido.
Que se haga tu voluntad y no la nuestra.
Danos el valor para la lucha: no nos dejes aceptar el sufrimiento, pero, si éste se hace
inevitable,
ayúdanos a vestirlo de sentido.
Que viéndote a ti crucificado sintamos de verdad que no hay dolor inútil,
que todo habrá de hallar un último sentido cuando gocemos contigo de la Pascua. Amén.
"Tan desfigurado estaba su aspecto que no parecía ser humano. No hay en él parecer,
no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos.
Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el
sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le
tengamos en cuenta. Pero él soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores,
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mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido. Fue
traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra
paz fue sobre él y en sus llagas hemos sido curados" (Is 52,14b.53,2b-5).
********************
La vida se nos presenta en ocasiones como un jorobado, como un ser deforme sobre el
cual ni siquiera podemos mantener la mirada. Sin embargo, siempre hay alguien que nos
ayuda a ver algo de belleza en medio de aquello más deforme. Pidamos al Señor que nos
conceda la mirada de aquella niña, que supo descubrir unos ojos preciosos, donde yo no
supe sino apartar los míos.
La oración nos graduará la vista para ir descubriendo, poco a poco, aquello hermoso
que la vida nos presenta. No se trata de olvidarse del dolor, pero sí de no convertirlo en
el único habitante de nuestra morada.
La Pasión de Jesús, que nos disponemos a celebrar en la semana que hoy
comenzamos, es el compendio de todas las deformidades del mundo: de todo dolor, de
toda enfermedad, de toda injusticia... Pero cuando ya vemos únicamente ruina, Dios
sabe poner un rayo de esperanza, que sólo la sencillez puede avistar. De allí donde reina
el sin sentido y la fealdad, Dios sabe extraer salud para nosotros.
La Cuaresma ha sido el camino hacia la Pascua. La Pasión de Jesús es su paso de la
muerte a la vida. Y el nuestro con él. En el Crucificado descubrimos la deformidad
humana (la del mundo y la de la historia) pero con una mirada preciosa, que la
embellece y le da sentido: EL AMOR DE DIOS.
ORACIÓN
APÉNDICE