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Capítulo IV

EL CONTRATO DE SEGURO
Introducción. El seguro es a la vez una actividad económica y un contrato sometido a una normativa jurídica especial.
La actividad económica del seguro comprende fundamentalmente las gestiones mercantiles relativas a la oferta y
contratación masiva de seguros en el mercado y la organización de la empresa mercantil aseguradora y sus
colaboradores.
El contrato de seguro es una relación individual entre asegurado y asegurador, cuyo objeto fundamental es la
transferencia de los riesgos que el primero hace al segundo por el pago de una prima.
En el contexto de nuestro trabajo, los esfuerzos se orientarán a presentar una apretada síntesis sobre el contrato
de seguro.

Principios generales del seguro. Existen de esta materia ciertos principios generales que se aplican y se entienden
incorporados en la mayoría de los contratos de seguros. Estos principios generales son fundamentalmente los
siguientes:
—Principio de la buena fe;
—Principio del interés asegurable;
—Principio de subrogación;
—Principio de la indemnización; —Principio de la contribución, y
—Principio de la causa inmediata.
Tratándose de principios esenciales en el contrato de seguro, la omisión o la contravención de uno de ellos
origina un vicio de la relación jurídica que causa su nulidad o la convierte en otra diferente.
Mediante el principio de la buena fe se exige que el contrato de seguro se celebre y se ejecute por las partes de
buena fe. Para el asegurado esto se traduce en el hecho de que al efectuar la proposición del seguro no debe ocultar
alguna circunstancia esencial para que el asegurador decida aceptar o denegar la transferencia del riesgo de que se
trata. Para el asegurador implica que no puede dar al proponente informaciones inciertas en las negociaciones del
seguro; que no debe emitir pólizas con cláusulas ambiguas ni aceptar seguros cuyo cumplimiento no pueda exigirse
legalmente ante los tribunales de justicia.
En virtud del principio del interés asegurable, el que contrata un seguro debe tener un interés económico y
legítimo para ponerse a cubierto del riesgo. El asegurado resulta beneficiado con el traspaso del riesgo al asegurador
y se verá perjudicado económicamente si ocurre el siniestro sin que haya convenido el seguro. La propiedad de los
bienes, la posesión y los contratos tales como el mutuo, la hipoteca, el arrendamiento, por los derechos que originan,
constituyen sin duda fuente de interés asegurable. Así lo reconoce el Código de Comercio en el artículo 518 inciso 2 0 y
sanciona al contrato en el que falte este interés de "nulo y de ningún valor".
Gracias al principio de la subrogación la empresa aseguradora que paga una indemnización puede perseguir a los
terceros responsables del siniestro y obtener el reembolso de lo pagado. El principio está implícito en los contratos de
seguros de indemnización, sin que sea necesario convenirlo expresamente. Nuestro Código de Comercio lo consagra
en su artículo 553. Pagada la indemnización por el asegurador, tiene derecho a demandar a los terceros responsables
sin necesidad de que el asegurado le ceda sus derechos, porque la facultad emana de la propia ley.
Por aplicación del principio de la indemnización se establece un límite al monto pagadero en caso de siniestro
que corresponde tan sólo a la magnitud del daño sufrido por el asegurado. No puede recibir más y es probable que
reciba menos por alguna franquicia que se haya convenido en la póliza. El principio de la indemnización está
expresamente recogido en el artículo 517 del Código de Comercio cuando señala que el contrato de seguro es de
mera indemnización y jamás puede ser fuente de ganancia para el asegurado. No se aplica en seguros personales ni
en los patrimoniales.
El principio de la contribución se aplica cuando se han celebrado dos o más contratos de seguros de
indemnización que conciernen al mismo interés sobre un mismo bien y en relación con idéntico riesgo, caso en el
cual, ocurrido el siniestro, el pago al asegurado tiene que repartirse a prorrata entre los aseguradores. Esto es
esencial para que opere el principio de la indemnización; no rige tratándose de seguros personales, sino solamente
en los de indemnización, y se aplica aunque las pólizas no lo estipulen expresamente.
Finalmente, el principio de la causa inmediata exige una relación de causa a efecto, según lo cual el siniestro
debe haberse originado por una causa inmediata que esté comprendida en la cobertura de los riesgos prevista en
la póliza. Cumpliéndose esta exigencia, el siniestro queda amparado y será indemnizado.

Clasificación del seguro. Diversos criterios permiten agrupar en distintas categorías a los seguros. Veremos
sucintamente las clasificaciones más importantes.
1. Seguros terrestres, marítimos y aéreos. Para agruparlos de esta manera, se toma en consideración el lugar
donde se producen los riesgos que están cubiertos por ellos. Nuestro Código de Comercio reglamenta los seguros
terrestres y marítimos y el seguro aéreo queda fundamentalmente regulado por las normas del seguro marítimo.
2. Clasificación según grupos, ramos y modalidades. Es la agrupación que mejor refleja la naturaleza jurídica y
técnica del seguro. Por grupos han de entenderse los contratos de seguros de objetos semejantes. En cada grupo
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pueden distinguirse diversos ramos que están formados por contratos que cubren riesgos semejantes y los ramos
pueden adoptar distintas formas particulares denominadas "modalidades".
Existen cuatro grupos de seguros, a saber:
—Primer grupo, de seguros de cosas;
—Segundo grupo, de seguros de derecho;
—Tercer grupo, de seguros de patrimonio total, y
—Cuarto grupo, de seguros de personas.

El primer grupo está formado por el conjunto de ramos de seguros en que el objeto del seguro es el interés del
asegurado en una cosa; ejemplo: seguro contra riesgo de incendio, seguro contra riesgos de transporte terrestre,
seguro contra robo, seguro de naves contra riesgos de la navegación. Puede apreciarse que en todos estos ramos lo
que el seguro ampara es una cosa.
El segundo grupo está integrado por ramos que protegen un derecho existente o que se espera exigir de terceros,
generalmente emanado de un contrato; ejemplos: seguro de garantía, seguro de pérdida de utilidades, seguro de
crédito.
En el tercer grupo encontramos los ramos en que el objeto del seguro es todo el patrimonio considerado en su
conjunto; ejemplos: ramo de seguros de responsabilidad civil, ramo de seguros de accidentes del trabajo.
Finalmente, el cuarto grupo está compuesto por los ramos en que el objeto del seguro es la vida, la salud o la
integridad física o mental de una persona; ejemplos: el seguro de vida, el seguro de accidentes personales, seguro de
riesgo de enfermedades, seguro de desgravamen hipotecario, etcétera.
Las modalidades son distintas variantes de cobertura que el seguro puede adoptar. En las condiciones generales
de las pólizas se señala que, salvo estipulación expresa, el asegurador no responde de siniestros originados por
huelgas, motines, actos terroristas, etcétera. La modalidad se presenta cuando tales sucesos quedan cubiertos por el
seguro. En el seguro de vida se dan fundamentalmente dos modalidades: el seguro puede ser en caso de muerte o
bien en caso de sobrevivencia del asegurado.
3. Una de las clasificaciones más importantes es la que distingue entre seguros de daños y seguros de Personas.
Esta clasificación se emplea también para agrupar las compañías aseguradoras en el artículo 8 0 del D.F.L. NO 251, de
1931. Los seguros de daños se subclasifican en:
a) Seguros reales, que amparan cosas físicas o corporales (seguro de incendio, de transporte, etcétera), y
b) Seguros Patrimoniales, que protegen la totalidad del patrimonio contra desembolsos que deben realizarse y
que puedan afectarlo desfavorablemente (seguro de responsabilidad civil, seguro de lucro cesante, etcétera).
Tratándose de seguros de daños se aplica el principio de la indemnización relacionado con el valor del bien asegurado
y con el grado de interés que el asegurado tenga sobre la cosa asegurada.
Los seguros de personas cubren riesgos relativos a la existencia, integridad física, salud o capacidad de trabajo de
las personas. No se aplica en ellos el principio de la indemnización y los contratantes están en libertad para fijar el
monto de los capitales asegurados y para acumular indemnizaciones.

Definición del contrato de seguro. De conformidad con el artículo 512 del Código de Comercio: "El seguro es un
contrato bilateral, condicional y aleatorio por el cual una persona natural o jurídica toma sobre sí por un
determinado tiempo todos o alguno de los riesgos de pérdida o deterioro que corren ciertos objetos
pertenecientes a otra persona, obligándose, mediante una retribución convenida, a indemnizarle la pérdida o
cualquier otro daño estimable que sufran los objetos asegurados".
La definición del Código de Comercio resulta obsoleta debido a los progresos técnicos y a los avances legislativos
en materia de seguros. De ahí que en doctrina se le han formulado una serie de objeciones fundadas en omisiones y
defectos. Se trata de un concepto incompleto del seguro, porque alude tan sólo a los seguros reales, quedando fuera
de la definición los seguros de personas y los seguros patrimoniales. Limita la finalidad del seguro a la indemnización
de las pérdidas, excluyendo la moderna noción de seguro de evento económicamente desfavorable que no comporta
de manera específica pérdida o daño.

En cuanto a las características jurídicas del contrato de seguro nos limitamos a señalar que tiene las siguientes:
bilateral, solemne, nominado, oneroso, de buena fe, de adhesión, dirigido, principal y generalmente es un contrato
individual.

Los sujetos del contrato de seguro

El asegurador. El concepto está definido en el artículo 513 del Código de Comercio como la persona que toma de su
cuenta el riesgo ajeno. Según la normativa en actual vigencia, sólo puede ser asegurador una sociedad anónima
nacional cuyo objeto exclusivo sea el seguro, denominada compañía de seguros". Asimismo actúan como
aseguradores las agencias de compañías de seguros extranjeras debidamente autorizadas para actuar en Chile. Como
ya expresamos, carece de vigencia la norma del artículo 512 del Código de Comercio, de que cualquier persona
natural o jurídica puede tener la calidad jurídica de asegurador.
Tomador, contrayente, asegurado. La contraparte del asegurador se denomina "tomador" o "contrayente" del seguro
y, por lo general, es el mismo asegurado. En el contrayente recaen las obligaciones emanadas del contrato de
seguro. Cuando la persona del tomador no coincide con la del asegurado, alguna de las obligaciones pesan,
además, sobre el propio asegurado.
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El asegurado, según el artículo 513 del Código de Comercio, es quien queda libre del riesgo asumido por el
asegurador.
El caso más simple del negocio del seguro se presenta cuando el contrato se celebra entre asegurador y
asegurado, actuando este último directamente por sí mismo.
Puede además celebrarse el contrato de seguro por una persona actuando en nombre de otra, ya sea porque es
su representante legal, ya sea porque es su mandatario; o su administrador, en el caso de las sociedades. En estas
situaciones, el contrayente es persona distinta del asegurado, pero en virtud del principio de la representación (art.
1448 del Código Civil) el contrato produce efectos respecto del representado como si hubiera contratado él mismo.
También puede celebrarse el contrato de seguro por cuenta de otra persona de quien no se tiene facultad para
representarla. El asegurado puede en este caso ejercer todos los derechos que corresponden a tal calidad, pero
mientras no otorgue su aceptación expresa o tácita, el seguro es revocable por el solo acuerdo del asegurador y del
contrayente. Se trata de la aplicación de la figura jurídica prevista en el artículo 1449 del Código Civil. Mientras el
asegurado no dé su aceptación no es parte del contrato y, en consecuencia, no resulta obligado sino el contrayente;
la aceptación puede darse, en opinión de la doctrina, aun después de ocurrido el siniestro.
Conviene destacar que en los casos de seguro por cuenta ajena, el asegurado puede ser persona determinada o
indeterminada, y esta falta de determinación puede deberse a la circunstancia de que al tiempo de contratarse el
seguro no se sabe quién es el dueño de la cosa asegurada. Esto último sucede en las ventas CIF, en que el seguro se
contrata "por cuenta de quien corresponda", quedando cubierto el titular de los bienes asegurados contra los riesgos
previstos en el contrato, no obstante las transferencias de dominio de los bienes, sin necesidad de traspaso de la
póliza.
Otra forma de seguro por cuenta ajena es el seguro contratado por agente oficioso. Los efectos de esta gestión se
regulan por el Código Civil. El Código de Comercio se limita a señalar en el artículo 521 que carece de valor el seguro
ajustado por agente oficioso si la cosa ya estuviere asegurada por el propio interesado o su mandatario. No estando
la cosa asegurada por el propio interesado ni por su mandatario, la contratación del seguro por agente oficioso, es
válida, cumpliéndose los supuestos del derecho común sobre esta gestión.
Por último, no ha de olvidarse que el asegurado debe tener interés asegurable, esto es, un interés real y efectivo
en evitar los riesgos, ya sea en la calidad de propietario, copartícipe, fideicomisario, usufructuario, arrendatario,
acreedor o administrador de bienes ajenos, o sea, en cualquiera otra calidad que lo convierta en interesado en la
conservación del objeto asegurado. Cuando no existe ese interés, el seguro es nulo y de ningún valor.
Beneficiario del seguro. Además del asegurador; del tomador y del asegurado, puede intervenir también en el
contrato de seguro una persona llamada "beneficiario". Es un tercero interesado, en cuyo provecho se conviene el
seguro y que recibe las indemnizaciones que corresponda pagar al asegurado en caso de siniestro. El beneficiario no
es parte del contrato; en consecuencia, no contrae obligaciones ni está afecto a cargas. Su expectativa se mantiene
mientras el tomador no revoque su nominación como beneficiario y ello puede ocurrir en cualquier momento. Su
derecho eventual a beneficiarse del seguro también puede terminar por nulidad, resolución o resciliación del
contrato de seguro.
El derecho del beneficiario a cobrar la indemnización se explica jurídicamente por aplicación de la estipulación
en favor de otro (art. 1449 del Código Civil) y éste al reclamar la indemnización manifiesta expresa o tácitamente su
aceptación. Es en el seguro de vida donde resulta más usual la institución del beneficiario, quien recibirá la
indemnización en caso de muerte del asegurado. Nada impide que pueda convenirse un beneficiario en los seguros
de cosas, siempre que tenga interés en el bien asegurado.

Requisitos propios del contrato de seguro

Enumeración. Nos referiremos sólo a los requisitos propios del seguro, sin considerar los generales de existencia y los
de validez de todo contrato.
Los requisitos esenciales o propios del contrato de seguro son:
—El interés asegurable;
—El riesgo;
—La prima.
Sin la concurrencia de tales presupuestos no existe el contrato de seguro.
Trataremos por separado, pero resumidamente, cada uno de estos elementos del contrato.

El interés asegurable. Como todo contrato, el seguro requiere para su validez de un objeto lícito. Según el artículo
522 del Código de Comercio, los requisitos que debe reunir la cosa objeto del seguro son los siguientes:
—Que se trate de cosas corporales o incorporales que existan al tiempo del contrato o en la época que principien
a correr los riesgos por cuenta del asegurador;
—Que tengan valor estimable en dinero;
—Que puedan ser objeto de una especulación lícita, y
—Que se encuentren expuestas a perderse por el riesgo que tome sobre sí el asegurador.
No hay que olvidar que los riesgos de la persona humana pueden también ser objeto del contrato de seguro, a
pesar de que la disposición legal citada no los señala. Igual criterio debe tenerse para admitir los seguros cuyo objeto
es el resguardo del patrimonio del asegurado.
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La norma del artículo 522 del Código de Comercio establece también algunas cosas que no pueden constituir
objeto del contrato de seguro; ellas son:
—Las ganancias o beneficios esperados;
—Los objetos de ilícito comercio;
—Las cosas íntegramente aseguradas, a no ser que el último seguro se refiera a tiempo o riesgo diverso, y
—Las cosas que han corrido ya el riesgo, se hayan salvado o perecido en él.
Sin embargo, no basta que las cosas objeto del seguro cumplan las exigencias que acabamos de analizar, cuya
omisión está sancionada con la nulidad de pleno derecho del contrato, sino que se requiere además que la persona
que contrata el seguro tenga respecto de ellas un interés asegurable.
El interés asegurable "es una relación susceptible de valoración económica, entre un sujeto y una cosa apta
para satisfacer una necesidad o prestar una utilidad" 4 Se trata de una noción de índole económica y no afectiva,
toda vez que, según el artículo 518 del Código de Comercio, se refiere al propósito de evitar los riesgos y al interés en
conservar la cosa asegurada. Este interés asegurable, como elemento esencial del contrato de seguro, está
consagrado en la norma legal recién citada, que pone varios ejemplos de los diversos títulos en cuya virtud el
asegurado debe tener, al tiempo del contrato, un interés real en evitar los riesgos, a saber:
—Propietario de cosa asegurada;
—Copartícipe de la misma;
—Fideicomisario;
—Usufructuario;
—Arrendatario;
—Acreedor o administrador de bienes ajenos;
—Cualquier otro que lo constituya interesado en la conservación del objeto asegurado.
Tratándose de seguros de personas, el interés asegurable rige respecto de la persona misma que se asegura o
respecto de quien contrate el seguro por tener un interés actual y efectivo en la conservación de la vida o integridad
personal de un tercero.

El riesgo. Es otro de los elementos esenciales del seguro y constituye, a su vez, la causa lícita del contrato, requisito
de validez del mismo.
El riesgo es una amenaza de pérdida o deterioro que afecta a bienes determinados, o a derechos específicos, o al
patrimonio mismo de una persona, en su totalidad. Esta amenaza puede cernirse también sobre la vida, la salud y la
integridad física e intelectual de un individuo e importar un peligro de muerte, de enfermedad o de accidente.
El concepto legal de riesgo está definido en el artículo 513 del Código de Comercio, como "la eventualidad de
todo caso fortuito que pueda causar la pérdida o deterioro de los objetos asegurados". La definición no es
apropiada, porque el riesgo no sólo está constituido por la eventualidad de un caso fortuito, sino también por actos
culpables o intencionales de terceros, y porque la amenaza que comporta el riesgo no sólo afecta bienes sino también
derechos específicos, patrimonio, vida, salud e integridad física de las personas.
El riesgo está vinculado estrechamente con el interés asegurable, porque para que un hecho sea riesgoso
respecto de un individuo, es preciso que éste tenga un interés real y efectivo en evitar los daños que puedan afectar
al objeto asegurado.

Clasificación de los riesgos. Diversos criterios permiten agrupar los riesgos en diferentes categorías. Veremos las
principales clasificaciones.
En primer término, atendiendo a las variaciones que pueden experimentar, los riesgos se clasifican en constantes
y variables. Los riesgos constantes son aquellos cuya peligrosidad se mantiene sin alteraciones en un período
determinado. Son riesgos variables aquellos que sufren alteraciones sea aumentando o disminuyendo su intensidad
en el período considerado. Los riesgos variables pueden ser Progresivos o decrecientes, según que se agraven o se
atenúen con el transcurso del tiempo. Ejemplo de riesgo variable: incendios forestales, que son más frecuentes en
verano y no así en invierno. Ejemplo de riesgo progresivo: el riesgo de muerte, que aumenta con los años; y ejemplo
de riesgo decreciente: el de sobrevivencia, porque a medida que pasa el tiempo es más difícil que la persona
sobreviva, luego se atenúa dicho riesgo.
En segundo lugar, atendiendo al hecho constitutivo del riesgo, pueden distinguirse riesgos por eventos positivos y
riesgos por eventos negativos. Pertenecen a la primera clase los riesgos de incendio, de robo, de naufragio,
etcétera, y son riesgos por eventos negativos, el de incumplimiento de obligaciones, la mora en el cumplimiento de
una prestación, etcétera. Con este mismo criterio se distinguen los riesgos constituidos por fenómenos naturales,
como la helada, los terremotos, maremotos, nevazones, etcétera; los riesgos constituidos por vicio propio de la cosa,
o riesgos constituidos por hecho del hombre, como el robo, el choque culpable de un vehículo, etcétera.
En tercer lugar pueden distinguirse, atendiendo a la amplitud de las consecuencias, riesgos catastróficos y riesgos
normales. Son riesgos catastróficos aquellos que tienen grandes consecuencias, cuya extensión no es mensurable;
ejemplo: riesgo de maremoto. Constituyen riesgos normales aquellos cuyas consecuencias son ponderables, limitadas
y susceptibles de medir.
Existen asimismo riesgos objetivos, que dependen de las condiciones y circunstancias materiales de la cosa
asegurada, y riesgos subjetivos, cuya intensidad o peligrosidad dependen de circunstancias personales del asegurado
o de la persona a quien se confía la cosa asegurada.
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Clasificación legal de los riesgos. La ley atiende a la responsabilidad del asegurador para clasificar los riesgos de la
siguiente forma:
1. Riesgos de los cuales responde naturalmente el asegurador, aun sin mención expresa, salvo estipulación en
contrario. Se trata de todos los riesgos constituidos por caso fortuito, según lo previsto en los artículos 513, 550, 552,
575, 582, 597 y 1161 del Código de Comercio.
2. Riesgos de los cuales responde el asegurador, sólo en caso que se haya estipulado expresamente cubrirlos.
Están señalados en el artículo 552 y son, a saber:
—Vicio propio de la cosa asegurada;
—Culpa leve o levísima del asegurado, y
—Actos culpables o dolosos de las personas respecto de las cuales el asegurado responde civilmente.
3. Riesgos de los cuales no responde el asegurador en caso alguno.

La prima del seguro. Es el precio del seguro; la remuneración que el asegurado debe al asegurador en contrapartida
del riesgo que toma a su cargo. Se trata de un requisito propio y esencial del contrato de seguro, a tal punto que, en
los términos del artículo 541 del Código de Comercio, "el seguro contratado sin estipulación de Inima es nulo y de
ningún valm2'.
Por otra parte, la prima constituye una de las principales obligaciones del asegurado y su pago puede convenirse
en una cantidad de dinero o en la prestación de una cosa o de un hecho estimable en dinero. Si nada se estipula, se
entiende pagadera en dinero, como es lo usual en la práctica.
En conformidad con las normas del artículo 543 del Código de Comercio, la prima puede pagarse toda de una vez,
o parcialmente, por meses o por años. Se hace exigible desde que el asegurador comienza a correr los riesgos, y si es
pagadera por parcialidades, cada cuota debe pagarse al comienzo de cada uno de los respectivos períodos. Si la prima
no se paga en el plazo previsto, el asegurador puede demandar su pago o la resolución del seguro, con indemnización
de perjuicios. Demandándose el pago de la prima, el seguro queda subsistente; en caso contrario, solicitada la
resolución del contrato, los riesgos dejan de correr de inmediato por cuenta del asegurador. Esto último se entiende
que ocurre notificada que sea la respectiva demanda (art. 544 del Código de Comercio).
El asegurador debe ejercer sus facultades recién señaladas dentro del término de tres días, contado desde el
vencimiento del plazo estipulado para el pago de la prima. No ejerciéndolas, el seguro queda a firme y el asegurador
sólo puede demandar el pago de la prima (art. 545 del Código de Comercio).
Cuando el asegurador concede un plazo de gracia para el pago de la prima, y el siniestro tiene lugar dentro de tal
plazo, el seguro produce todos los efectos jurídicos que le son propios. Ocurrido el siniestro luego de expirado el
plazo de gracia, el asegurador sólo responde si la prima fue pagada oportunamente (art. 546 del Código de
Comercio).
Finalmente, en caso de pagarse la prima mediante la aceptación de endoso de letras de cambio, u otros efectos
de comercio, deberá tenerse presente que, salvo pacto expreso en contrario, no se extingue la obligación de pagarle
emanada de la relación jurídica fundamental, contrato de seguro, ni se causa novación (art. 12 de la Ley NO 18.092). Si
se dieron en pago documentos al portador, se causa novación si el acreedor al recibirlos no hace formal reserva de
sus derechos para el caso que los títulos no sean pagados. Es usual, en la práctica, que los formularios de pólizas
contengan la cláusula en virtud de la cual los cheques, letras o pagarés que se reciben en pago de la prima, no
extinguen, por ese solo hecho, la obligación de pagarla.

Devolución de la Prima. El asegurador gana irrevocablemente la prima desde el momento en que los riesgos
empiezan a correr por su cuenta (art. 542 del Código de Comercio). Conviene precisar el alcance de la norma en los
casos de inexistencia, nulidad, resolución o resciliación del seguro.
Cuando el contrato de seguro es inexistente, por omisión de un requisito esencial, según el artículo 1444 del
Código Civil, el asegurador debe restituir la prima, en caso de haberla recibido, y el tomador no está obligado a
entregarla, si no la hubiere pagado. El pago de la prima en esta situación carece de causa.
Declarada la nulidad del contrato de seguro, queda sin efecto la obligación de pagar la prima, y si ha sido pagada,
debe ser devuelta. El Código de Comercio no ha modificado las normas del derecho común, de manera que la regla
general es que la prima no es exigible o debe restituirse, en caso de nulidad del seguro, salvo dolo por parte del
asegurador (arts. 525, 534 y 558 del Código de Comercio).
Tratándose de la resolución o terminación del seguro, según las reglas generales procede la restitución de la
prima.
Sin embargo, por ser el seguro un contrato de tracto sucesivo, sólo debe devolverse la parte de la prima
correspondiente al tiempo por el cual los riesgos dejan de ser de cargo del asegurador. Terminado o resuelto el
seguro, no puede exigirse pago de la prima (art. 544 del Código de Comercio).
En el evento de que el seguro se deje sin efecto por acuerdo mutuo de los contratantes, resulta lógico sostener
que la prima se reduce al tiempo de vigencia del contrato. Igual solución ha de aplicarse a las hipótesis de
terminación del contrato por decisión unilateral del asegurador o del asegurado, previstas en las pólizas.
En general, toda vez que el seguro concluye porque cesan los riesgos o expira el interés asegurable del
contrayente o asegurador, debe restituirse la parte de la prima correspondiente al tiempo de vigencia del contrato
durante el cual éste no va a producir sus efectos. Con todo, el artículo 531 del Código de Comercio, que contempla
una situación muy clara de conclusión del interés asegurado (enajenación del bien asegurado), establece que el
asegurador puede reclamar la prima íntegra. Por otra parte, el artículo 547 del mismo Código señala que, caducando
el seguro contratado por meses o por años, el asegurado no deberá cantidad alguna por los meses o años que no
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hubieren principiado a correr; pero tampoco podrá repetir porción alguna de la prima que hubiere pagado por la
parte del mes o año que no hubiere corrido.
En conclusión, en caso de extinción del seguro por cesación de los riesgos o del interés asegurable, se aplica la
regla del artículo 542 del Código de Comercio, en cuanto a que la prima se gana irrevocablemente. La razón se
encuentra en el carácter aleatorio del contrato de seguro, dentro del cual queda comprendida la contingencia incierta
de ganancia o pérdida, que favorece al asegurador precisamente por darse la eventual cesación de los riesgos o del
interés asegurable.

Libre competencia sobe prima de seguros. A diferencia de lo que sucedía bajo la vigencia del Decreto con Fuerza de
Ley NO 251, de 1931, en que las tasas y tarifas eran fijadas por la autoridad de control de seguros, a partir de la
entrada en vigencia de la nueva normativa contenida en el Decreto Ley N O 3.057, de 1980, las primas son de libre
fijación por las partes.
Sin embargo, el cálculo técnico de la prima debe hacerse considerando los siguientes factores:
—El costo técnico de los riesgos o prima pura, porcentaje determinado por la ley de los grandes números y el
cálculo de las probabilidades y que corresponde a la frecuencia estadística con que ocurren los siniestros en el ramo
respectivo;1
—El costo de Producción, relativo a los gastos en que incurre el asegurador al celebrar el negocio, como son la
comisión del corredor, productor o agente de seguros, y los gastos de publicidad.
—El costo de administración, que incluye la proporción de gastos que la empresa realiza para manejar el negocio
de seguros, aplicado al contrato de seguro de que se trata, representado por gastos en remuneraciones del personal,
leyes sociales, materiales y útiles, etcétera.
—El costo fiscal, representado por impuestos y gravámenes que afectan a la prima, por ejemplo el 18% del
Impuesto al Valor Agregado, y
—La utilidad determinada o esperada por la empresa aseguradora, para sus operaciones.

La celebración del contrato de seguro

La Póliza de seguro. El contrato de seguro es solemne, toda vez que se perfecciona y prueba por escritura pública o
privada (art. 514 del Código de Comercio). El documento justificativo del seguro se denomina "póliza". Cuando la
póliza se emite por instrumento privado, que es lo que ocurre de ordinario en la práctica, es preciso extender dos
ejemplares, uno para la empresa aseguradora y otro para el tomador o contrayente del seguro.
La emisión de la póliza es la última de las numerosas etapas que comporta la celebración de un contrato de
seguro. En efecto, en primer lugar está una oferta indeterminada que hace al público la empresa aseguradora,
contenida en avisos publicitarios, prospectos, folletos, etc., dando a conocer las diversas modalidades de los seguros
ofrecidos. La segunda etapa consiste en una Propuesta de seguro, mediante la cual el asegurado requiere la
cobertura de determinado riesgo, allegando los antecedentes necesarios para evaluarlo y calcular el valor de la prima.
En teoría la propuesta debe contenerse en un documento escrito y firmado por el asegurado, pero en la práctica
puede hacerse verbalmente, por teléfono, por télex o mediante el empleo de cualquier medio moderno de
comunicación.
Recibida la propuesta, la compañía aseguradora puede dar su respuesta o exigir el cumplimiento de
determinadas condiciones previas, como el reconocimiento del riesgo (en el seguro de incendio, revisar la vivienda
para verificar el grado de combustión, o en el seguro de vida, que se practique previamente examen médico del
asegurado). La aceptación de la empresa no importa por sí sola que el contrato se haya perfeccionado, porque, como
dijimos, éste es solemne.
Para que se perfeccione el contrato, una vez que la compañía ha aceptado la propuesta presentada por el
asegurado, se requiere el otorgamiento de la póliza. Mientras no se emita la póliza, en estricto derecho el contrato de
seguro no existe, de manera que si se produce el siniestro en el tiempo que media entre la aceptación de la
propuesta y el otorgamiento formal de la póliza, la compañía no es responsable, porque el contrato no ha nacido aún,
ni está obligada a indemnizar, porque tal obligación es un efecto jurídico del contrato. En la práctica, sin embargo,
aceptada la propuesta y pagada la prima, la compañía se considera obligada a la indemnización del siniestro por
aplicación del principio de la buena fe, solución que en todo caso depende únicamente de ella.
Si la empresa aseguradora retarda el otorgamiento de la póliza, lo que resulta sin duda perjudicial para el
proponente, este último puede demandar la emisión de dicho documento, toda vez que el seguro ajustado
verbalmente vale como promesa, con tal que se haya convenido formalmente en la cosa, riesgo y prima (art. 515 del
Código de Comercio). Ahora bien, si en el hecho el proponente resulta perjudicado por la falta de otorgamiento de
póliza, puede demandar la indemnización de todos los perjuicios resultantes de un siniestro no cubierto por el
seguro, debido a la omisión culpable o dolosa de la empresa en otorgarle la póliza. De conformidad con el artículo
549 del Código de Comercio, la póliza debe entregarse firmada por el asegurador al asegurado dentro de veinticuatro
horas contadas desde que el contrato quedó convenido o ajustado entre la compañía y el asegurado o su mandatario.
Si el seguro se celebra por medio de corredor, la póliza debe ser firmada y entregada por el asegurador en el término
de cuatro días contados desde la conclusión del contrato.
Por último, si la empresa condiciona la emisión de la póliza o la aceptación de la propuesta de seguro al pago de
la prima, ello comporta una nueva propuesta, según el artículo 102 del Código de Comercio, y no se formaría el
consentimiento sino una vez aceptada la contraproposición, esto es, pagada que sea la prima.

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Derecho Comercial 193

Contenido de la Póliza. Las pólizas contienen, fundamentalmente, dos secciones:


—Las condiciones Particulares, en las que se especifican las singularidades propias del contrato que se celebra,
como son: nombre y apellidos del asegurado, objeto materia del seguro, vigencia, etcétera, y
—Las condiciones generales, que son estipulaciones para los seguros de un mismo ramo. El núcleo de las
condiciones generales está constituido por la determinación de los riesgos cubiertos, y por la exclusiones de
cobertura, que permiten determinar la responsabilidad que la empresa aseguradora asume ante el asegurado.
El artículo 516 del Código de Comercio señala las menciones que deben contener las pólizas, respecto de toda
clase de seguros; otras reglas contemplan exigencias especiales para ciertos tipos de seguros: artículos 573, respecto
del seguro de vida; 579, relativo al seguro de incendio; 587, concerniente al seguro agrícola; 591, sobre seguro de
transporte terrestre, y 1173, referente al seguro marítimo.
Las normas legales citadas se ocupan de reglamentar las llamadas "condiciones particulares" del seguro. Al igual
que tratándose de otra clase de documentos, se pueden distinguir enunciaciones esenciales, de la naturaleza y
meramente accidentales. Pertenece a la primera categoría la mención relativa a la estipulación de prima, cuya
omisión está sancionada expresamente con la nulidad (art. 541 del Código de Comercio). Asimismo, la omisión de
cualquiera de los otros requisitos del artículo 516, relativos a la esencia del contrato, origina la inexistencia del
seguro.7 Tratándose de otras estipulaciones que no sean de la esencia del contrato, su omisión impide probarlas,
porque la póliza es el único medio para acreditarlas. La omisión de cláusulas tales como la falta de consignación del
valor de las cosas aseguradas y del monto del seguro (N OS 30 y 40 del art. 516), está suplida por los artículos 533 y 535,
respectivamente, del Código de Comercio, de suerte que no produce la nulidad ni la inexistencia del contrato. Igual
cosa sucede cuando se omite la enunciación relativa a la duración del contrato (N O 60 del art. 516), suplida por el
artículo 537, y con la falta de designación del riesgo asegurado (N O 50 del art. 516), que está suplida con la norma del
artículo 536 del Código de Comercio.

Por último, el artículo 516 N O 90, en la parte final, deja abierta la posibilidad de las partes para convenir otras
estipulaciones que ni esencial ni naturalmente pertenecen al seguro, pero que pueden introducirse mediante pacto
expreso.
Con todo, en la práctica el contrato de seguro se celebra empleando pólizas impresas como formularios, cuyos
espacios en blanco se llenan siguiendo las instrucciones de la compañía, de donde resulta improbable que se incurra
en omisión de enunciaciones esenciales.

Efectos del contrato de seguro

Obligaciones y cargas del contrayente y asegurado. Por ser el seguro un contrato bilateral, se generan derechos y
obligaciones recíprocos entre las partes. En estos términos, lo que constituye obligación para el asegurado es un
derecho para el asegurador, y viceversa.
El contrato de seguro es más complejo en sus efectos en cuanto a que da origen a obligaciones y cargas. Las
obligaciones son deberes impuestos a un individuo para tutelar un interés de la otra parte, a la cual corresponde un
derecho subjetivo y por tanto dotado de una acción para su resguardo. Las cargas, por el contrario, son deberes
impuestos al sujeto en resguardo de un interés propio, cuya observancia es necesaria para alcanzar un determinado
resultado y cuya violación origina la pérdida o el perjuicio del resultado.8 La distinción entre obligaciones y cargas no
está expresamente contemplada en nuestro derecho, pero tampoco está prohibido estructurar un contrato
estipulando obligaciones como cargas. Las pólizas están concebidas de manera que si ciertos deberes del asegurado o
del contrayente no se observan, dicho incumplimiento hace caducar o disminuir el derecho del asegurado.
Las obligaciones y cargas que el seguro genera pesan sobre el contrayente; éste puede ser la misma persona
asegurada o bien puede tratarse de sujetos diferentes. Cuando el contrayente y el asegurado son una misma persona,
no se plantea problema alguno; pero si son diferentes personas, pueden quedar sujetas a obligaciones y cargas
distintas y exclusivas. Siendo así, la obligación establecida en el artículo 556 N O 1 0 del Código de Comercio,
consistente en declarar sinceramente para identificar la cosa y apreciar la extensión del riesgo, pesa sobre el
contrayente o tomador del seguro y no sobre el asegurado, salvo en la hipótesis que este último contrate seguro en
su propio beneficio.
Es importante precisar al sujeto pasivo de la obligación o de la carga, para determinar las consecuencias que
acarrea la infracción o el incumplimiento. Cuando el asegurado es el dueño y poseedor de la cosa asegurada y ha
tomado el seguro en su propio favor, el agravamiento de los riesgos ocasionado por él mismo le hace perder su
derecho a la indemnización del siniestro. En cambio, esta consecuencia no se produce cuando el seguro se ha tomado
para proteger a un tercero (acreedor hipotecario), porque ella no conculca deber alguno que se haya puesto de su
cargo.
La ley impone una serie de obligaciones y cargas al asegurado, para cuyo análisis resulta más didáctico distinguir
las que se generan al tiempo de celebrar el contrato, las que existen durante su vigencia y, por último, las que deben
observarse una vez ocurrido el siniestro.

Obligaciones o cargas al tiempo de la celebración del contrato. Según el artículo 556 NO 1 0 del Código de Comercio,
el asegurado está obligado "a declarar sinceramente todas las circunstancias necesarias para identificar la cosa
194 Ricardo Sandoval López
asegurada y apreciar la extensión de los riesgos". Tal obligación pesa sobre el asegurado porque él es el interesado en
señalar cuál es el objeto de su interés asegurable y cuáles son los riesgos que pueden afectarlo.
La norma que impone la obligación de declarar sinceramente para identificar la cosa y apreciar la extensión del
riesgo, concuerda con el artículo 516 N O 90 , que señala como enunciación de la póliza esta misma declaración que
debe hacerse al asegurador para que tenga un conocimiento exacto y completo de los riesgos que asume en el
seguro.
La falta de cumplimiento de esta obligación del asegurado está sancionada con la nulidad del contrato, en el
artículo 557 NO 1 0 del Código de Comercio.
Otra obligación del asegurado al tiempo de la celebración del contrato es la de declarar los demás seguros que
pueda tener contratados sobre los mismos objetos materia del contrato que se celebra . El incumplimiento de esta
obligación libera a la compañía de la obligación de indemnizar en caso de siniestro.
También el asegurado está obligado a declarar el tipo de interés asegurable al momento de celebrar el contrato.
Dicha obligación se desprende del artículo 516 N O 20 en relación con el artículo 518 y el artículo 556 N O 1 0 , todos del
Código de Comercio. El incumplimiento de esta obligación se produce por omitir la declaración como por efectuarla
errónea o falsa. Si omite la declaración, el asegurado debe probar, para reclamar la indemnización, que tenía un
interés legítimo en conservar la cosa asegurada tanto al convenir el seguro cuanto al momento de producirse el
siniestro. Tratándose de declaración errónea o falsa, la compañía puede excusarse de pagar la indemnización, salvo
que la equivocación no tenga ninguna influencia en la determinación del interés asegurable.
La obligación esencial del asegurado consiste en pagar la prima y ella puede establecerse como condición para la
formación del contrato. Al ser de esta última forma ella debe cumplirse al tiempo de la celebración del contrato. En
cambio, si se ha estipulado pagarla por cuotas, es una obligación que debe cumplirse durante la vigencia del contrato.
Cuando el pago de la prima es la condición que debe cumplirse para que el contrato se celebre, no es
propiamente una obligación, porque ésta es un efecto jurídico originado por un contrato legalmente celebrado, que
en este caso no existiría antes de pagar la prima.

Obligaciones o cargas durante la vigencia del seguro. Mientras el contrato está vigente deben observarse las
siguientes obligaciones o cargas:
a) Obligación de cuidar el objeto asegurado, contemplada en el artículo 556 NO 30 del Código de Comercio, que
impone emplear todo el cuidado y celo de un diligente padre de familia para prevenir el siniestro. En los términos del
artículo 44 del Código Civil, el contrayente debe observar la diligencia o cuidado mediano en la prevención del
siniestro, por lo que responde de la culpa leve. Por disposición del artículo 582 N O 1 0 del Código de Comercio, el
asegurador responde aun de los siniestros originados por culpa leve del asegurado, por lo cual en el seguro de
incendio no rige la obligación en estudio, quedando el contrayente obligado sólo a no incurrir en culpa grave.
De conformidad con lo previsto en el artículo 539 del Código de Comercio, el siniestro se presume ocurrido por
caso fortuito. Corresponde al asegurador acreditar que el siniestro ha tenido origen en un accidente que no le hace
responsable según la ley o el contrato. Ahora bien, según el artículo 584 del mismo Código, tratándose de seguro de
incendio, cesa la responsabilidad del asegurador si el incendio se origina por haber infringido el contrayente las leyes
o reglamentos de policía destinados a prevenir esos accidentes. En este caso la ley presume que el asegurado ha
infringido su obligación de emplear en la prevención del siniestro el cuidado correspondiente, lo que queda de
manifiesto una vez ocurrido el siniestro.
b) Obligación de no agravar los riesgos, que pesa sobre el asegurado durante la vigencia del contrato. La fuente
legal es el artículo 538 del Código de Comercio, que impone al asegurado el deber de no variar por sí solo el lugar del
riesgo, ni cualquiera otra de las circunstancias consideradas para estimarlo, y haciéndolo sin consentimiento del
asegurador puede resolverse el contrato, si a juicio del tribunal ello importa la agravación o extensión de los riesgos.
La obligación que nos ocupa está íntimamente vinculada con la que tratamos antes, consistente en cuidar el
objeto asegurado. En materia de seguro de incendio, el artículo 583 del Código de Comercio hace una aplicación
concreta de este principio al disponer que cesa la responsabilidad del asegurador si el edificio asegurado fuere
destinado, después del contrato, a un uso que agrave los riesgos de incendio, de manera que pueda presumirse que
el asegurador no lo habría asegurado o lo habría hecho en distintas condiciones.
c) Obligación de comunicar todo nuevo seguro que se contrate sobre las mismas cosas y riesgos. La fuente de
esta obligación está representada por las pólizas de seguro, que estipulan, en caso contrario, la falta de
responsabilidad de las compañías.

Obligaciones o cargas una vez ocurrido el siniestro. Básicamente, ellas son las siguientes:

a) Obligación de salvar la cosa asegurada o conservar sus restos. Tiene como fuente legal el artículo 556 N O 40
del Código de Comercio, que impone al contrayente o al asegurado, ante la ocurrencia del siniestro, el deber de
esforzarse por limitar sus consecuencias para evitar que se extienda y, por último, para velar que los restos queden
debidamente custodiados, porque siempre tendrán un valor que pueda imputarse a la indemnización o que permita a
la compañía resarcirse en parte de las pérdidas. Dada la circunstancia de que las medidas de conservación de los
restos del siniestro (salvataje) benefician al asegurador, está obligado a reembolsar al asegurado los gastos que le
hubiere ocasionado el cumplimiento de este deber legal.
b) Obligación de denunciar el siniestro al asegurador. Contemplada en el artículo 556 N O 50 del Código de
Comercio, ella debe cumplirse en el término de tres días, plazo que es variable según el tipo de seguro. A la empresa
aseguradora le interesa el cumplimiento de esta obligación, toda vez que le permite tomar medidas para evitar el
aumento de los daños, para dejar a salvo sus derechos de subrogación y para constatar fehacientemente el siniestro y
los perjuicios producidos.
Derecho Comercial 195
c) Obligación de justificar el derecho de indemnización. En virtud del artículo 557 NO 70 del Código de Comercio,
el asegurado está obligado "a probar la coexistencia de todas las circunstancias necesarias para establecer la
responsabilidad del asegurador". Cabe tener presente que, según el artículo 539 de dicho Código, el siniestro se
presume ocurrido por caso fortuito; corresponde al asegurador probar que el siniestro se ha debido a un accidente
que no lo constituye responsable. Siendo así, el asegurado tiene que acreditar únicamente que ha ocurrido el
siniestro y que éste se ha debido al riesgo asegurado y el monto de los daños.
Se trata en verdad de una carga que impone el deber de probar sólo las circunstancias recién señaladas.

Obligaciones de la empresa aseguradora. Se trata fundamentalmente de dos obligaciones:


—Entregar la póliza,
e —Indemnizar los daños.

a) Obligación de entregar la Póliza. Hemos tenido ocasión de señalar que el artículo 549 del Código de Comercio
establece que, ajustado el seguro entre el asegurador y el asegurado, o su mandatario, el primero debe entregar al
segundo la póliza firmada dentro de veinticuatro horas contadas desde la fecha del ajuste.
Cuando el seguro se celebra por intermedio de un corredor, la póliza debe entregarse firmada en el término de
cuatro días contado desde la conclusión del convenio.
La sanción al incumplimiento de esta obligación consiste en el derecho que se reconoce al asegurado de reclamar
daños y perjuicios que pudiere haber experimentado por este motivo, tanto del asegurador como del corredor de
seguros.
b) Obligación de indemnizar. Para que proceda la obligación esencial del asegurador se requiere:
1 0 Existencia de un contrato de seguro y que éste sea válido;
20 Que el asegurado haya cumplido todas las obligaciones y cargas que le imponen el contrato y la ley;
30 Que ocurra el siniestro por alguno de los riesgos previstos en la póliza y cubiertos por ella, y
40 Que el siniestro tenga lugar durante la vigencia del contrato.
Como hemos tenido oportunidad de referirnos a estos requisitos a propósito de otros aspectos del contrato de
seguro, no ahondaremos en detalles que exceden los límites de este trabajo.9

Innovaciones en materia de seguros marítimos

Aspectos generales. En la evolución de las normas sobre seguros marítimos se advierte una gran influencia del
comercio internacional y de los grandes centros aseguradores mundiales, particularmente el sistema de seguros del
Mercado de Londres, donde radica la gran capacidad aseguradora y reaseguradora internacional. Dicho centro
asegurador mundial está en permanente progreso, lo que determina la variación de los principios y reglas aplicables
al seguro marítimo.
Las normas de nuestro Código de Comercio en materia de seguros marítimos estaban obsoletas y no contribuían
en ninguna medida al desarrollo de esta clase de seguros ni habían incorporado los adelantos técnicos del transporte
ni del seguro.
En la Ley NO 18.680, que entró a regir el 12 de julio de 1988, sustituyendo el Libro III del Código de Comercio, se
establecen ahora normas básicas, que reemplazan las numerosas reglas existentes anteriormente. Las nuevas normas
se aplican en el silencio de la convención de las partes, salvo en las materias en que la norma sea expresamente
imperativa. Las reglas del Código de Comercio sobre seguros marítimos nunca pudieron ser utilizadas y cayeron en
rápida obsolescencia. La estructura de las normas que ahora se aplican al seguro marítimo permite adaptarlo a los
cambios que puedan generarse en la materia; no hay soluciones acabadas a los problemas de interpretación. Se
consagran normas esenciales y se deja a las partes que desarrollen los detalles.
A los seguros marítimos se aplican las disposiciones contenidas en los artículos 512 y siguientes hasta el 560 del
Código de Comercio, como disposiciones comunes, y se les aplican en especial las reglas del Título VII del Libro III, que
constituyen las normas especiales de seguros marítimos.

Principales innovaciones sobre seguros marítimos. Trataremos las más importantes, que son las siguientes:
196 Ricardo Sandoval López
Modificaciones sobre el objeto del según Artículo 1160. La disposición actual menciona claramente los intereses y
bienes asegurables y se clasifican las coberturas de riesgos acorde con las tendencias actuales de los mercados de
seguros.
La norma distingue tres clases de seguros:
a) Seguro de casco, relativo a la nave y artefactos navales;
b) Seguro de carga, relativo a mercaderías o cualquiera otra clase de bienes que puedan sufrir riesgos del
transporte marítimo, fluvial o lacustre, y
c) Seguro de responsabilidad de una nave u otro objeto, por los perjuicios que puedan resultar frente a terceros
como consecuencia de su uso o navegación.
Estos últimos seguros los contratan las asociaciones de armadores, para resguardar la actividad de sus miembros.

Innovaciones en materia de riesgos. Artículos 1162 y 1163. Se consideran riesgos todos los que implican aventuras
marítimas, incluyendo los que ocurran en ríos, lagos o canales navegables. Los riesgos de la naturaleza del seguro
marítimo sólo pueden ser excluidos mediante cláusula expresa en la póliza respectiva.

Modificaciones sobre interés asegurable. En esta materia se trata de adoptar la terminología de la ley inglesa que
señala cuándo se entiende que existe interés asegurable. Conforme con ello, la nueva regla del artículo 1164 dispone
que puede tomar seguro marítimo toda persona que tenga un interés en la conservación de la cosa asegurada
mientras corra los riesgos de una aventura marítima, sea que ese interés afecte directamente a su patrimonio o a
determinadas obligaciones suyas, en relación con la cosa asegurada. ¿Cuándo debe existir el interés asegurable? En la
época que ocurra la pérdida. ¿Qué sucede cuando hay cambio de tenencia o de propiedad durante el período
asegurado? La nueva normativa deja en claro (art. 1167) que el seguro se entiende celebrado por quien corresponda.
Particularmente los seguros de carga son por cuenta de quien corresponda, aunque no sea el dueño de la cosa
asegurada, relacionando esto con la facultad de transferir los beneficios del seguro (art. 1168).

Valor asegurado. El nuevo texto del art. 1169 del Código de Comercio adapta nuestro sistema de seguros a las
modernas tendencias aplicadas en los centros internacionales de seguros marítimos. Se hace la distinción clásica
entre pólizas valuadas y no valuadas, según que la cosa asegurada haya sido o no valorada en la póliza respectiva.
Cuando la cosa no ha sido avaluada se aplican las normas de los artículos 532, 533 y 535 del mismo Código, en
relación con el verdadero valor del bien asegurado, y después del siniestro se establecerá dicho valor por todos los
medios de prueba. En el caso de los seguros de casco, las partes pueden fijar de común acuerdo el valor de la cosa
asegurada en la póliza. Se presumirá que así se ha hecho, si se ha consignado expresamente en la póliza un valor para
la cosa asegurada. Este es el único verdadero valor para todos los efectos del contrato, salvo que se pruebe fraude de
alguna de las partes, caso en el cual se reconoce la facultad de hacer una nueva valoración. No puede impugnarse el
valor de la cosa asegurada valiéndose de la ocurrencia de un error como antes sucedía en las normas del antiguo
Código de Comercio sobre la materia.
Puede ocurrir que alzando el valor de la cosa asegurada se pueda obtener enriquecimiento sin causa, pero se
estima que éste es un riesgo propio al contratar una póliza de seguro. En un caso de jurisprudencia que tuvo lugar en
Inglaterra, la Corte no dio lugar a la demanda de anulación del seguro basada en sobreavaluación de la nave, porque
estimó que ambas partes estaban en iguales condiciones para hacer esa valoración. Esta es la tendencia que sigue
ahora nuestra legislación en materia de valor asegurado, a menos que se demuestre fraude, como quedó dicho.
En materia de seguros de carga, el artículo 1171 establece que la suma asegurada, además del valor de las cosas
en el puerto donde empieza la expedición, puede comprender todos los costos razonables para hacerlas llegar al
lugar de su destino, incluida la prima del seguro. Se consagra la facultad de llevar la suma asegurada más allá del
costo de la cosa asegurada, pudiendo incluirse por ejemplo las ganancias previstas por el exportador. Esto tiene una
enorme importancia tratándose de exportaciones de frutas, cuando los exportadores no pudieran obtener el precio
de venta de las mercaderías, por algún siniestro o hecho que impida que lleguen a tiempo.

Modificaciones sobre Perfeccionamiento del seguro. El contrato de seguro es solemne por regla general; se requiere
el otorgamiento de una póliza. Se aplica el principio "sin póliza no hay seguro". Si se han convenido en forma verbal
cosa, riesgo y prima, este acto tiene el carácter de una promesa de seguro y permite a las partes exigir el
otorgamiento de la póliza. Lo anterior ratifica el principio general en materia de seguro que "sin póliza no hay seguro"

Este principio originaba problemas y desarmonías en los sistemas aseguradores mundiales. Es práctica
generalmente observada que el asegurador convenga un contrato y se otorguen algunos documentos preparatorios.
Dependiendo la emisión de la póliza sólo del asegurador, no puede dejarse al asegurado en la eventualidad de
carecer de seguro para cubrir un determinado riesgo.
La nueva normativa señala en el artículo 1173 la forma en que se perfecciona el seguro marítimo. La regla está
inspirada en el derecho inglés, especialmente en el Marine Insurance Act, sección 'P. Tratándose del seguro de carga,
que como ya dijimos se entiende contratado por quien corresponda, no es necesaria la individualización precisa del
asegurado. Por otra parte, el artículo 1175 consagra la práctica mundial según la cual las partes se remiten a
condiciones preestablecidas en formularios que se entienden incorporados al contrato con la sola mención de la
cláusula respectiva del correspondiente formulario. En verdad, la nueva regla del artículo 1175 del Código de
Derecho Comercial 197
Comercio no hace sino mantener la norma que ya se había consagrado en el artículo 1565 del Código Civil sobre
interpretación de los contratos.

Efectos del contrato de seguro marítimo. Al respecto la nueva reglamentación no establece grandes innovaciones en
relación a lo que estaba previsto en el texto antiguo del Código de Comercio. Con todo, conviene destacar que el
artículo 1176 enfatiza la obligación del asegurado de informar cabalmente al asegurador, antes de perfeccionarse el
contrato, de toda circunstancia relativa a los riesgos que se propone asegurar y que sea conocida de dicho asegurado.
La norma está consagrada en prácticamente todas las legislaciones de seguros del mundo; también lo estaba en el
antiguo texto del Código de Comercio, pero se consideró necesario enfatizarla porque los reaseguros marítimos se
contratan en Inglaterra y en este país es obligación señalar cabalmente los riesgos para aceptar o rechazar la
cobertura de los mismos.

Prueba del siniestro Artículo 1177. ¿Qué debe justificar el asegurado para obtener la indemnización de un siniestro?
Respecto del daño, debe señalar los hechos que presumiblemente lo causaron. Constituye un derecho del asegurado
por su condición de tal el que deba ser indemnizado cuando ocurre un siniestro, de manera que sólo se limita a
justificar que el daño ha ocurrido y los hechos que presumiblemente lo causaron. Se invierte el peso de la prueba: es
el asegurador quien debe acreditar que el siniestro ocurrió por un riesgo no cubierto por la póliza.

Regla de la causa principal del daño. Artículo 1184. El asegurador es responsable cuando se trata de un riesgo
cubierto por la póliza. En la nueva normativa es difícil acreditar cuándo un siniestro no está cubierto. Según la regla
del artículo 1184, cuando la pérdida o daño de la cosa asegurada proviene de varias causas, el asegurador es
responsable si la causa principal o determinante es un riesgo cubierto por la póliza. Si no es posible determinar cuál
fue la causa principal o si varias causas determinantes fueron simultáneas y entre ellas hay una que constituye riesgo
asegurado, el asegurador es responsable por el daño en los términos señalados en la póliza. Las reglas indicadas
sobre el caso en que no puede determinarse cuál fue la causa principal o cuándo existen varias, se aplican,
cualesquiera que sean las estipulaciones del contrato. Aquí estamos frente a una regla imperativa.

Derechos del asegurado. A este propósito podemos señalar que se actualizan los conceptos de averías, riesgos,
pérdida total asimilada. Respecto de esta última se indican en el artículo 1189 los casos más actuales según la
costumbre de los países en los cuales el seguro marítimo está más desarrollado. En cuanto a riesgos indemnizables, el
artículo 1191 dispone que salvo que la póliza estipule otra cosa, el asegurador es responsable por todos los
siniestros que sufra la cosa asegurada durante el período de cobertura, aunque el monto de ellos exceda la suma
asegurada.

Seguro de responsabilidad. Artículos 1200 y siguientes. Constituye una novedad introducida por la Ley N O 18.680, que
reemplazó el Libro III del Código de Comercio. Con este seguro se cubre la responsabilidad de los armadores por los
perjuicios que la nave o los artefactos navales puedan causar a terceros por su uso y navegación. El origen de estos
seguros está en la existencia de un Club de Protección entre los armadores. El asegurado sólo tiene derecho a
reembolso de la indemnización y de los gastos, cuando ya hubiere pagado la indemnización de los perjuicios
causados a los terceros. No existe ninguna relación entre el tercero perjudicado y el asegurador de la
responsabilidad de la nave, de suerte que este tercero carece de todo derecho para demandar al asegurador. Este
principio tiene una importante excepción, que se presenta cuando un asegurador de responsabilidad otorga una
garantía para cubrir la responsabilidad del asegurado, caso en el cual puede ser demandado directamente por el
tercero a cuyo favor se ha emitido dicha garantía (art. 1201).

Modificación del artículo 553 del Código de Comercio. Antes que esta norma fuera modificada, el asegurador podía
exigir la cesión de los derechos del asegurado contra el tercero autor del siniestro, cuando hubiera pagado la
indemnización. Como interesado en la conservación de la cosa y en virtud de la cesión de los derechos del asegurado,
podía demandar al tercero responsable. Este sistema tenía el inconveniente de que se hacían impugnaciones a la
forma en que se había efectuado la cesión de derechos, no que retardaba o enervaba el ejercicio de la acción.
Frente a esta dificultad que presentaba la antigua normativa, se pensó en la posibilidad de otorgar una acción
directa extracontractual, pero tal solución se desechó porque iba contra la tendencia de unificar la responsabilidad
marítima. La solución acogida en las nuevas reglas consiste en que el pago de la indemnización subroga al
asegurador en los derechos del asegurado contra el tercero responsable del siniestro . Esta subrogación opera
automáticamente en virtud del pago hecho por el asegurador; mientras no intervenga dicho pago, sólo el asegurado
tiene acción en contra del tercero responsable del daño.

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