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Artículo: Derechos civiles y sociales del individuo.

Hugo Armando Meraz Barajas 155048

La idea de un derecho inalienable está en la esencia de la democracia estadounidense,


un derecho con el que la gente nace y que nunca se puede quitar.

Los derechos inalienables son aquellos considerados como fundamentales.


Dichos derechos, universales, no pueden ser legítimamente negados a una persona ni
por otro individuo ni por cualquier tipo de gobierno o autoridad, ya que forman parte de
la esencia de la persona. Los derechos humanos son derechos inalienables. También
han sido llamados derechos naturales, puesto que deberían formar parte de los
derechos que dependen de la individualidad de la persona. Lo dijo Stéphane Hessel en
la UNESCO (Superviviente de los campos de concentración nazis, Stéphane Hessel es
un diplomático y escritor franco-alemán que participó en el gran acontecimiento de la
redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948):

“No se pueden aducir diferencias culturales para negarlos. Por lo demás, los
propios países occidentales pueden incurrir en violaciones de esos derechos: ahí
tenemos los casos de la cárcel de Guantánamo y la prisión de Abu Ghraib en
Iraq. El hecho de que sean occidentales no disminuye para nada la
responsabilidad de esos países. Debemos mantenernos fieles al principio de la
universalidad de los derechos humanos. Esto es fundamental.”

En donde a parte de aludir a la naturaleza de inalienabilidad de los derechos humanos


que él mismo contribuyó a redactar, hace referencia también y de manera clara y
ejemplificando también, al criterio de universalidad; y de como para él, todos somos
responsables, aunque nos encontremos al otro lado del planeta. Nada nos debería ser
ajeno.

Aludiendo al proverbio latín:


“Homo sum, humani nihil a me alienum puto”

“Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno”; ampliamente utilizado por hombres


célebres y revolucionarios como Karl Marx, para citar a alguno de ellos.

El principio de universalidad deviene del reconocimiento de la dignidad que


tienen todos los miembros de la raza humana sin distinción de nacionalidad, credo,
edad, sexo, preferencias o cualquier otra, por lo que los derechos humanos se
consideran prerrogativas que le corresponden a toda persona por el simple hecho de
serlo. Parafraseando nuevamente a Stéphane Hessel, se deben difuminar esas líneas
que separan a lo occidental de lo oriental. Pues todos los humanos somos
contemporáneos. Todos los derechos humanos, por tanto, deben ser universales, es
decir, iguales para todos y sin distinción o discriminación alguna.

El principio de Indivisibilidad indica que todos los derechos humanos son


infragmentables, indivisibles, sea cual fuere su naturaleza. Cada uno de ellos conforma
una totalidad, de tal forma que se deben garantizar en esa integralidad por el Estado y
los gobiernos, pues todos ellos derivan de la necesaria protección de la dignidad
humana. Propia, como hemos dicho ya anteriormente, de todos y cada uno de ellos.

El principio de progresividad establece la obligación del Estado de generar en


cada momento histórico una mayor y mejor protección y garantía de los derechos
humanos, de tal forma, que siempre estén en constante evolución y bajo ninguna
justificación en retroceso. Es decir, que todos y cada uno de los derechos humanos que
cada constitución o enmienda establezcan, deben estar debida y pertinentemente
actualizados, así como periódicamente revisados para su posterior aceptación o
modificación; para asegurar así, que todos los derechos humanos sean adecuados y
estén debidamente sustentados tanto en su naturaleza como en su redacción y práctica
pública y privada.

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