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INSTITUTO BILINGÜE LONDRES

Educamos y formamos inculcando valores Name: _________________________________


Resolución de Aprobación N° 0541-Abril 11 de 2012 Grade_______Code: ___________
AREA: TEACHER: Lic. Sandra Taller en clase Tercer Date _______________________
Lenguaje M. López Contreras periodo

Lee y luego responde

“Yo siempre tengo razón"

"Quien no opina como yo está equivocado". Éste es el convencimiento secreto de todas las personas que
discuten. Y es lógico que así suceda, porque tener una opinión significa creer que se tiene una opinión
acertada; de donde resulta que quienes no tengan la misma opinión tendrán forzosamente una opinión
errónea.

El que las propias opiniones sean siempre acertadas se basa en un hecho ya señalado en un pequeño librito
de cincuenta páginas escrito por el señor Descartes. Comienza diciendo, ese librito, que la inteligencia es la
cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno está conforme con la que tiene. Es decir: con la mucha que
tiene; a lo cual puede, agregarse que cada uno está conforme, también, con la poca que tienen los demás.
Gracias a la mucha inteligencia que uno tiene y a la poca que tienen los demás, resulta que quien siempre está
en lo cierto es uno mismo, y quienes siempre se equivocan son los demás.

Como opinar es tener razón, lo terrible es que a uno no lo dejen opinar y le griten: "¡Usted se calla!". Así los
padres le amargan a uno la adolescencia, y de la misma manera se la amargan los profesores de matemáticas
pues en matemáticas resulta que tampoco lo dejan a uno opinar, que es no dejarlo tener razón. Y lo mismo
sucede en la comunidad, cuando uno les grita a todos: "¡Ustedes se callan!", después de lo cual ese uno
puede, justamente, decir: "¡Yo siempre tengo razón!"

En el famoso librito del señor Descartes se aconseja no discutir y conformarse con la generosa dosis de
inteligencia que Dios le ha dado a cada uno, sin regocijarse por la poca que le ha dado a los demás. Pero sería
falso sostener, sin embargo, que las discusiones son inútiles, porque de ellas no surge ninguna verdad. Surge,
por lo menos, la reafirmación de dos verdades: precisamente las que se refieren a la mucha inteligencia de
uno mismo y a la poca ajena. (Con la ventaja de que de esas dos verdades se convencen las dos personas que
discuten). Como, en definitiva, toda discusión tiende a reafirmar ese convencimiento, no conviene invocar
razones que compliquen una cosa tan sencilla. Las razones se invocan para demostrar la propia inteligencia,
pues tener razón en algo es ser inteligente en la apreciación de ese algo. De ahí que cada uno se resista a
aceptar las razones ajenas, y de ahí, también, que cada uno diga que el otro no quiere entender razones.
El que discute no acepta razones, y hace bien, porque aceptar razones es reconocer que quien está
equivocado es uno mismo y no el otro. Y para llegar a eso no valía la pena discutir. Lo mejor, pues,
cuando alguien desconocedor de la técnica de la discusión, invoca razones, es recurrir al argumento clásico y
definitivo y decirle: "¡A mí no me va a convencer con razones!" (De otra manera, más popular, pero menos
sabia: "¿Usted me quiere trabajar de palabra?").

Un procedimiento eficaz para evitar que la discusión se complique con razones es emitir la propia opinión lo
más oscuramente posible. Es el consejo que hace veintitantos siglos daba el señor Aristóteles, que de estas
cosas entendía una barbaridad: "Es necesario presentar oscuramente la cosa, pues así lo interesante de la
discusión queda en la oscuridad". Si el otro no entiende, tendrá que confesarlo, y confesar que no se entiende
algo es confesar que la inteligencia no le da para tanto. (Con este procedimiento se evita, además, que
aprendan gratis los curiosos atraídos por la discusión).

Lo molesto, en una discusión, es que cuando uno está exponiendo sesudamente sus opiniones, el otro lo
interrumpa para preguntarle: "Me permite, ahora, hablar a mí?" O sea: ¿Me permite opinar? Pero, ¿cómo se
lo va a dejar al otro que opine? ¿Cómo se lo va a dejar que, opinando, se forme el prejuicio de que tiene
razón? A veces, el otro, pasándose de vivo, lo interrumpe a uno para decirle: "¡Yo no opino lo mismo!" Y
con eso cree tener razón, sin darse cuenta de que precisamente porque no opina lo mismo está equivocado.
De ahí que, para abreviar la discusión y demostrarle rápidamente al otro que está equivocado, conviene
preguntarle: "¿Usted no opina lo mismo? Si contesta que sí, reconocerá que quien tiene razón es uno; y si
contesta que no, estará perdido, pues habrá confesado que quien no tiene razón es él. Por eso, quienes saben
qué está en juego en una discusión, si se les pregunta: "¿Usted no opina lo mismo?", contestan evasivos:
"Mire, yo francamente... ". El "francamente" es para despistar. Los que así contestan son los que no tienen
interés en ponerse de acuerdo con nadie. Y, si se mira bien, se verá que en las discusiones nadie puede tener
interés de ponerse de acuerdo con nadie. Si después de discutir dos horas es necesario admitir que se estaba
de acuerdo, se produce una doble decepción, porque cada uno se ve obligado a estar conforme con la mucha
inteligencia que al otro le ha tocado en suerte, que es una manera de no estar conforme con la poca
inteligencia que le ha tocado a uno. Y para llegar a eso, tampoco valía la pena discutir.

Como se ve, una buena discusión es toda una técnica de higiene mental; en las discusiones conviene que hable
uno sólo y que el otro sea quien confiese que no opina lo mismo. En rigor, cuando se discute no interesa decir
qué opina uno mismo ni averiguar qué opina el otro. Lo que interesa es decirle, al otro, que está equivocado,
como se asegura que hacía Unamuno. Unamuno entraba en una reunión y preguntaba: "¿De qué se trata?
¡Porque yo me opongo!" Y les demostraba enseguida, sin dejarlos chistar, que todos estaban equivocados. Y si
a alguien se le preguntaba después: "¿Qué dijo Unamuno?", ese alguien contestaba: "¡No sé!" ¡Pero tenía
toda la razón del mundo!"

Y ahora algún lector podrá sostener que no, que todo esto es falso, que la técnica de la discusión no es ésa.
Pero ese lector, por el simple hecho de confesar que no opina como nosotros, reconoce, sin quererlo, que está
equivocado.
[Publicado originalmente en El Mundo (periódico) 17-X-1939. Edición de Ricardo Laudato]
Comprensión lectora

Comprensión interpretativa
1. ¿Cuál es el convencimiento secreto de todas las personas que discuten? Explica tu respuesta
2. ¿Qué significa tener una opinión?
3. ¿Cuál es la diferencia entre tener una opinión acertada y una opinión errónea?
4. ¿Qué quiere decir que cada persona está conforme con la inteligencia que tiene?
5. ¿Qué significa opinar?
6. Generalmente, en las discusiones, ¿cuáles verdades se afirman?
7. ¿Qué significa tener la razón?
8. Explica la conclusión del texto: “ Y ahora algún lector podrá sostener que no, que todo esto es falso, que
la técnica de la discusión no es ésa. Pero ese lector, por el simple hecho de confesar que no opina como
nosotros, reconoce, sin quererlo, que está equivocado.

Comprensión argumentativa

9. ¿Por qué crees que a veces no te dejan opinar?


10. ¿Cuál es la razón por la que Descartes aconseje no pelear?
11. Para ti, ¿Cuando una discusión es inútil y cuándo es útil? Elabora un cuadro.
12. ¿Por qué existe la resistencia a escuchar a los demás?
13. ¿Te parece que es un error aceptar que no se tiene la razón? ¿Qué está en juego?

Todo lo expresado en la lectura va en contra de la ética de la comunicación en la que el interlocutor es


fundamental. Explica, con tus palabras, lo que sería para ti

14. La comunicación
15. El reconocimiento del otro como persona que es capaz de comunicarse.
16. Defender una opinión no pensando en que es la verdad, sino que puede mejorarse con los aportes de los
demás.
17. La condición más importante para establecer un dialogo es la escucha.
18. ¿Cuál de las siguientes posiciones adoptas en una discusión y por qué?
A. ¿Me permite, ahora hablar a mí? ¿Me permite opinar?
B. ¡Yo no opino lo mismo!
C. Preguntas ¿Usted opina lo mismo? O respondes, Mire, yo francamente…

Competencia propositiva

19. Realice un decálogo en los que se especifiquen los requerimientos que se deben tener en una
comunicación exitosa y otro en el que aludan a lo que la obstaculiza.
20. Escribe un texto donde manifiestes tu opinión frente al ensayo leído.

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