Está en la página 1de 3

INVITACIÓN A MI LABERINTO. Parte 1: La palabra.

(Sólo un pensamiento sobre el don de la comunicación y del diálogo).

Parte 1.- LAS PALABRAS.

Las palabras son una puerta al mundo de las ideas, si se saben entender se puede acceder al
dominio de la expresión. Esto no es bueno o malo por sí mismo, sólo es algo que nos permite
elegir a la medida de nuestra capacidad e intención si es que se decide entrar por esta puerta al
encuentro enriquecedor con el otro o al laberinto de la confrontación que tergiversa todo lo que
se dice.

Lo primero exige el saber escuchar en silencio, con paciencia y reflexión. Lo segundo necesita de
rapidez, destreza y cierta costumbre a ridiculizar el sentido de alguna expresión. Por ejemplo, si yo
digo que para impedir que el diálogo se trasforme en una discusión vulgar es necesario el amor,
quizá sería ridiculizado por expresarlo así, por esto mismo tenemos que escuchar la sabiduría de
los pueblos cuando dice que es imperativo el amor en un mundo que pretende el dominio de la
técnica como un bien en sí mismo (y si desde aquí ya no comprendiste, el verdadero diálogo exige
que te detengas a meditarlo).

Sin el amor la técnica no es desarrollo de bien común y se convierte en una posesión de necios que
hacen daño, la falta de amor no es potencia, pero sus daños son severos. La necedad a menudo
ocupa el lugar de un ídolo, uno que no preciso vela por el bien supremo del mundo… pero que sí
cuestiona con intenciones de llevar agua a su molino y cambia de forma todo. Y es que entre los
argumentos actuales, muchos sólo son forma y nada de fondo, por ejemplo, se dice que hay que
ser de cabeza más abierta a las ideas, a lo cual pienso si sólo quiero jugar con la figura y no el
fondo: Sí, pero hay que tener cuidado de no tener una cabeza tan abierta que se termine por caer
el cerebro. Las palabras pues, más que construir muros deben ser para construir puentes. Más que
divisiones malsanas, uniones que edifiquen en el bien común.

1.2. DISCUSIONES.

Las discusiones, son como el sitio de un castillo, este castillo es de ideas, de conceptos. Las
palabras son el signo, el arma, el estandarte que representa todo un mundo de pensamientos, de
tradición, de creencias, de posturas... A menudo estas discusiones se desarrollan desde conceptos
no compartidos, por ejemplo el mundo “moderno” juzgando al cristianismo por basarse en el
Dogma si antes entender la palabra Dogma, ni cómo observa realmente un cristiano el Dogma. No
en su imaginario sino en su enseñanza real, ni observar antes con esa misma severidad con que
juzga al otro los dogmas que sin darse cuenta él mismo tiene, es decir, se discute un corpus sin las
mismas figuras o bien un distinto corpus con las mismas figuras (forma y contenido). Lo cual es lo
mismo a decir que la forma no define al contenido ni el contenido justifica la forma. Comúnmente
a este nivel es al que se debate, pero aquí no hay verdadero avance. Esto es argumentado con
base en el prejuicio y todo no por llegar a nada, sino sólo por humillar al oponente y obtener la
victoria a fuerza de decir lo contrario por cualquier medio que va ocurriendo al momento en base
de oír y al momento ir formulando una refutación a lo dicho… esto es bien reconocido porque son
discusiones que son como un carrusel en el cual se sube o se baja dependiendo del contexto o de
la habilidad de argumentación del que expone, pero no es más que eso, no es un movimiento
hacia la verdad, sino más bien es como un movimiento hacía la marea de las necedades.

1.3. TODO TIENE UN NIVEL EN LA REALIDAD.

¿Cómo salir de este enredo?. Pues, más o menos sencillo, hay que pensar en que todo tiene un
nivel en la realidad, busquemos en ello sin tratar de enturbiar las cosas con posturas que se
pueden sostener sólo en una crítica unilateral.

Todo tiene un nivel en la realidad, un corpus del cual se sustenta, esto va más allá de la
argumentación y habilidad de palabra, a menudo más razón tiene quien espera en el lenguaje de
los hechos que de las promesas de argumentada habilidad. Recuerdo con eso a San Juan Fisher en
un escrito titulado “Las maravillas de Dios” en donde escribe: Todo ello, más que argumentos, son
signos evidentes del inmenso amor y bondad de Dios para con nosotros.

Lo que no me gusta de los debatientes pseudo intelectuales es que piensan que con preguntar,
acorralar en un laberinto de palabras lograrán la razón, incluso muchas veces saben que están
sometiendo a la verdad a ser mera apariencia (grave delito) pues construyen un castillo utilizando
la palabra no como un camino sino más bien como un garrote, o en la mayoría de casos, pensando
que conocen la postura contraria, rechazando antes de comprender, pero ¿y el Amor?, ¿Y la
verdad? ¿Y el bien?... ten cuidado de si te sientes orgulloso por haber apaleado al otro con tus
argumentos, pues entonces, más allá de una victoria (aparente), estarás realmente equivocado, y
en el grado mayor de la realidad, habrás perdido.

1.4. ORIGEN.

Me parece conveniente observar que las palabras no son un mundo que existe porque sí, como un
hecho preexistente y nada más, hay que observar el origen de las palabras, porque las palabras tal
cual las conocemos hoy tienen un origen y este origen responde a necesidades prácticas y de ahí
las palabras que surgen responden a toda una cosmovisión particular. En gran parte mucho de
esto fue desarrollado en monasterios, así que ¿quién tendrá pues el pleno dominio de las
profundidades sino quien más que desmenuzar, creó semejante estética del mundo de las ideas?.
O, ¿es acaso que se vale criticar sólo lo que hace el otro sin yo nunca entender su creación?.

1.5. DIÁLOGO O CAOS.

Si profundizamos abriremos muchas ventanas para los argumentos, pero no se trata de abrirlas,
sino de cerrarlas. Es decir, para iluminar se trata de abrir las cortinas pero no abrir las ventanas al
asaltante o al mal tiempo. Me refiero a que, veces nos gusta la investigación de la verdad, pero no
nos gusta la verdad, o no queremos llegar a nada, y a eso le llamamos "pensar", pero pensar por
pensar ¿es eso ya una virtud? Lo cierto es que es un don, no una virtud en sí misma, la búsqueda
del bien no nos asegura el bien en sí mismo, el bien en sí mismo es el Bien, que no es algo, sino
Alguien.

Resumo esto en que más allá de la búsqueda de figuras para debatir, busquemos el silencio y la
comprensión del otro, partiendo en claro, saber pararnos primero en un auténtico y honesto
deseo por llegar juntos al aporte de la verdad, pero con una búsqueda comprometida. Es una
tristeza que nos hayamos acostumbrado a hablar sin tener conciencia de lo que decimos, sin
comprender que lo que decimos nos compromete.

Si no hay diálogo hay caos, por ejemplo cuando escucho que se habla de las instituciones como
“máximo mal del mundo”, al observar los argumentos veo que hay una desligue de las raíces, es
entonces que me pregunto, ¿cómo decir que tal verdad es de determinada manera, si tal verdad
debatida tiene su fortaleza en lo que decimos el máximo mal del mundo?, cómo es que se puede
hacer un juicio tal sobre la realidad si cuando hablan por ejemplo de “mandar buenas vibras” ni
siquiera tienen definido en la realidad lo que esto significa y guarda?, se puede vivir así por
comodidad, pero a la hora de hacer condenas o aprobaciones contundentes se debe hacer un
análisis serio de los grados de una realidad concreta que deseemos defender o refutar . Espero
comprendamos cada día mejor las palabras que son la estética del mundo de las ideas el cual tuvo
un origen, cuidemos pues, de al debatir, no terminar matando a nuestros padres con la misma
espada que ellos nos heredaron para defender la Verdad.

También podría gustarte