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Cómo ser un buen guerrero - Mensaje de la Profeta

Montserrat Bogaert
Publicado el28 diciembre, 2015

Me gusta la guerra, no cabe la menor duda. Hay muchas palabras proféticas para esta
casa, todos los que vienen a ella la definen como guerrera, y si hay guerreros es porque
hay guerra, si hay guerra es porque hay guerreros, y yo soy una guerrera.

Dios cataloga o identifica las iglesias; esta es una iglesia con un llamado de guerra, por
lo tanto, toda persona que viene a este lugar tiene que estar consciente que debe
prepararse para ser guerrero; si no le gusta la guerra, inicie el entrenamiento que tal vez
al final le guste. Muchos entran a la milicia y lo primero que le ponen a hacer es a pelar
las papas, cientos de ellas para que se canse el alistado, y diga: No resisto, pero vamos a
probar cada uno de nosotros, a ver si es verdad que somos guerreros, porque si Dios te
trajo a este lugar es porque Él sabe que hay material dentro de ti que puede ser de
guerrero, sino no te hubiera traído.

Hay cuatro enemigos que debes vencer para que Él pueda hacer la obra en ti. El primer
enemigo es el interno, éste hace que nos enfoquemos en las cosas de la carne, batalla
por los deseos de la carne, y se resiste a que oigas la voz de Dios, que te llama para
alistarte.

El segundo enemigo, el externo, te envuelve en las ofertas del mundo.

Dice la Palabra en 1 Juan 2:15

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él.

Cuando entras en sus caminos tienes que estar decidido a cortar con amistades, con
aquellos que te hacen sombra, los que te atraen y no te dejan avanzar, y no debes asistir
a lugares que antes visitabas.
Tienes que vencer a esos enemigos, toma la decisión de romper con cada uno de ellos;
hay que decirle a las amistades que te atraen y te alejan de los caminos de Dios basta. Es
lo primero que tienes que abandonar cuando te alistas en los caminos de Dios, porque
vas a entrar a un entrenamiento que te exige, y la disciplina del Señor es fuerte. Cuando
entramos en un cuartel militar, lo primero que te ponen son las condiciones, no es que la
vas a abandonar, luego cuando te prepares como guerrero, irás a ese lugar a rescatarlos,
pero mientras no te sientas fortalecido ni preparado, no puedes pelear esa batalla.

Tenemos otro enemigo, la mente, la batalla más grande, ésta permite que sólo sus
conceptos entren a nosotros; podemos predicar, enseñar, hacer cuantas cosas el Espíritu
pone, pero tus fortalezas son un blanco neutral para que la palabra no penetre. El
Espíritu puede venir aquí, y gemir como dice la Palabra, clama con gemidos por nuestra
necesidad para que seas libre y te trae a esta casa y te dice: Oye hijo lo que están
hablando, oye la Palabra, escúchala, pero nuestras fortalezas mentales, dicen: No recibo
esa palabra, porque no va con mis principios, no va con lo que creo y considero, y
automáticamente la palabra rebota.

El enemigo infernal, todos lo conocen; desde que fue destituido nos declaró la guerra.
Tenemos cuatro enemigos que vencer para ser obedientes a la Palabra de Dios y poder
ejercer el llamado que Él nos hace. Es tiempo de que reconozcas cuáles son las armas
que Él te ha entregado y no sólo que la reconozcas, sino que la veas y la sepas usar.

El Espíritu Santo está preparando la iglesia; muchos mensajes se han hablado sobre esta
casa, pero, ¿Cuándo te has interesado en saber cómo se usan las armas? Es fácil cuando
estás en necesidad decirle a alguien: Ven, socórreme. Debes usar tu arma, el otro tiene
sus problemas, y no puedes depender más de él, el que ora, que se mantiene en ayuno,
que intercede. En algún momento tienes que preguntarte: ¿Por qué yo no lo puedo
hacer?, si Dios te llamó en esta casa, es porque realmente Él sabe que tienes naturaleza
de guerrero, y puedes manejar las armas con tanta destreza como la maneja el pastor, la
pastora o cualquier líder. Dios nos da esa habilidad.

Un soldado no puede ir a la guerra si la carne lo domina, el mundo lo domina, si la


mente lo domina, porque cuando el general le dice: Lánzate 100 metros de profundidad,
y busca esa dinamita, el soldado no va a decir si me tiro me mato, si me tiro me explota,
el soldado obedece la orden y dice tengo que entrar a las profundidades del mar y
desactivar la bomba que hay ahí.

¿Hasta cuándo la iglesia seguirá siendo ratón?, no somos ratones, somos leones. En mi
oficina tengo un cuadro de un león y cuando me mira a los ojos me desafía, yo lo miro,
él me mira. Me dice tú puedes, y digo sí, vamos para allá; uno va a la guera y sale
muchas veces herido, pero aun cuando vayas a la guerra herido tienes que seguir
luchando porque eso es lo que te hace ser guerrero. ¿Qué te cortaron el brazo? Tengo
otro, y con ese te disparo.

Muchas veces cuando estoy herida porque he entrado a lugares para destruir
principados, gobernadores, potestades, huestes de maldad, porque el Señor me envía, no
se crea que voy a jugar con maripositas, es a luchar con demonios, y muchas veces
salgo herida, pero cuando el león de la tribu de Judá me desafía, yo lo miro, él me mira,
no me queda más que levantarme y decirle: Dígame general aquí estoy devuelta otra vez
para seguir comandando el cuartel que me ha dado.
Somos probados en todo, hemos tenido que sacrificar muchas cosas como guerreros y
no demostrar temor, y el pueblo de Dios vive bajo temor, no se atreve a nada, y lo
primero que tienes que vencer es el temor, no importa el escuadrón que venga sobre ti,
atrás y delante hay uno mayor; no vamos solos a la guerra, vamos con Él, y nos llama a
que enfrentemos nuestras debilidades, y le digamos basta. Dios fue específico con
Jeremías y le dijo: No temas delante de él. Un buen soldado no tiene temor de nada. Si
hay un estorbo enfilas el cañon más poderoso y lo sacas del camino.

Desde antes de la formación del mundo Jeremías tenía su llamado: Profeta (Jeremías
1:4) y tú desde antes de la formación del mundo tienes tu llamado: Guerrera, guerrero.
Cuando el Señor habla dices; Ay ay, no tengo madurez, y el Señor te dice: Cállate,
porque donde te envíe irás, y lo que te diga, lo vas a hacer, y hoy te está hablando, y te
está diciendo que vayas a la guerra.

¿Qué tanto hablan de guerra? Porque tenemos que enfrentar las potestades, los
gobernadores, huestes que se interponen en contra del crecimiento y el avance de la
Palabra de Dios. Si quieres ser parte de esta iglesia, no te vistas de chamaco si aún no
estás preparado porque el primero que quedará tendido serás tú. Hay muchos que dicen:
Pónganme, ya estoy preparado, y viene el enemigo y los saca, tienes que vencer tus
enemigos; no digas que puedes vencer el enemigo de otros si no has podido con tus
debilidades.

Un soldado está dispuesto para deshacer todo. Nosotros como generales de guerra todos
los días tenemos que arrancar el pecado, derribarlo, y empezar a plantar y a edificar
buena palabra, ayuno oración; edifico con hermanos que comparten la fe, cambio lo
viejo por lo nuevo, arranco lo que fue mi semilla y pongo una semilla mayor. No hay
quien desee ir a la batalla y el Señor te dice: Pelea, pelea.

Dice la palabra en Jeremías 6:16:

“Paraos en los caminos y mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen
camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestras almas”.

Párate en los caminos y busca las sendas antiguas, no la de tus padres, sino las sendas de
Abraham, Jacob.

El buen soldado sufre penalidades como buen soldado de Cristo, no importa quién sea,
sólo que haya sido el Señor que te lo haya puesto en el corazón. Ve a la batalla para que
recibas la recompensa de Dios, para que la medalla que Él te pónga sea la corona que te
distinga por el esfuerzo que hiciste, y lo que sufriste.

Se tiene que levantar una iglesia de la pasividad, tenemos que ganar las almas, tenemos
que ganar el pueblo de Dios.

Dice filipenses 4:13 en la versión Palabra de Dios para todos:

“Cualquier situación la he podido enfrentar porque Cristo me ha dado el poder”.

No digas que no puedes, Cristo te ha dado la fortaleza.


Pablo le dijo a Timoteo: Fortalécete en la gracia de Jesucristo para que resistas y
aguantes, sé fuerte, resiste.

Se levanta una nueva generación con valentía y con el poder de Jesucristo.

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