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Modulo 4 Teniendo en Cuenta La Memoria de Trabajo de Mis Alumnos 3 REV Clase 4
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Docente en Neurociencias
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Memoria de trabajo y aprendizaje en el aula (3era parte)
¿cómo podemos saber que una persona en realidad está prestando atención?
Sin embargo, el alumno que está mirando y tomando apuntes puede estar
convincentemente fingiendo que está atento.
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Dicho de otro modo, aunque los investigadores pueden saber quién no está
prestando atención, es difícil que sepan quién sí lo está.
Wilson solo pudo hallar que la regla de los diez minutos deriva primariamente
de un trabajo bien intencionado, pero no extremadamente fiable de un grupo
de los investigadores que visitaron algunas clases y cronometraron el comienzo
de un “período de falta general de concentración que involucraba a la mayoría
del grupo y no solamente a individuos aislados”.
Es decir, los docentes ya saben que los alumnos pierden su foco atencional con
el tiempo y también que es más probable que sus mentes comiencen a
vagabundear cuanto más larga sea su tarea. Este conocimiento basado en el
sentido común hace que las reglas sumamente específicas emitidas por
profesionales seguros (como, por ejemplo, “un niño de seis años de edad
puede prestar atención solamente durante seis minutos”) se perciban como
convincentes y útiles. Pero a estas prescripciones les falta una investigación
sólida y pueden llevarnos a adoptar una estrategia contraproducente.
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Otra investigación (2) trató el problema de la medición de la atención utilizando
pulsadores en el aula. Se trabajó con alumnos de tres diferentes secciones de
una cursada de química en secundaria: química aplicada a la ingeniería, química
orgánica y química general. A cada grupo se le informó que debía apretar un
botón de un pulsador cuando se diera cuenta de que no estaban prestando
atención. De esta forma, se recogieron datos específicos acerca de alumnos
individuales, sin caer en una impresión general acerca de una clase.
Este trabajo reveló varios errores importantes en la regla de los diez minutos.
Primero, estos tres grupos mostraron patrones atencionales dramáticamente
diferentes en los primeros minutos de la clase.
Los diferentes grupos tuvieron picos de falta de atención a los tres minutos, a
los cinco minutos, a los siete minutos y, sí, a los diez minutos. Dicho
simplemente, la regla de los diez minutos no es una regla y no dura diez
minutos.
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preguntas, este cambio de ritmo redujo a la mitad el índice de falta de atención
durante cinco minutos después de que la clase volviera a continuar.
Ha leído bien. Simplemente una pausa para hacer algo más interactivo reduce
el índice de falta de atención a la mitad.
El fin de este principio también tiene otra cara de la moneda importante. Las
escuelas Montessori instruyen a sus docentes a dejar solos a los alumnos que
están focalizados. Si están trabajando en forma productiva por largos períodos
de tiempo (esto es, si sus estado de alerta no ha disminuido a pesar de estar
veinte minutos concentrados en la tarea) usted no debe dejar que ninguna
“regla” de enseñanza lo obligue a interrumpirlos.
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libertad condicional, no debería importar la hora de llegaba al juzgado. En otros
términos, graficando el porcentaje de solicitantes a los que se les concedió la
libertad condicional según el horario del día, esperaríamos una línea más o
menos plana.
Los puntos rodeados por un círculo indican la primera decisión del juez en cada
una de las tres sesiones. Las líneas punteadas revelan los descansos para
comer.
Claramente los acusados que solicitaban libertad condicional al comienzo del día
o inmediatamente después de los descansos de los jueces tenían una buena
oportunidad de una decisión favorable.
Pero a medida que cada sesión del tribunal progresaba las posibilidades del
acusado caían prácticamente a cero. Simplemente mirando la imagen podemos
observar que los datos legales del asunto significaban menos en las decisiones
judiciales que la longitud del tiempo que el juez había estado considerando
casos ese día. Al final de cada sesión, los magistrados habían gastado tanta
energía mental, tanto estado de alerta, que simplemente aceptaban la petición
sin tener el impulso mental de cuestionarla. Y en este sistema judicial la
petición es siempre negar la libertad condicional.
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Recientes reformas educativas han enfatizado la importancia del tiempo que los
alumnos están trabajando. Los docentes lo miden y los padres lo demandan.
Los recreos se esfuman para fomentar este tiempo que los alumnos están
trabajando. Pero esta investigación nos sugiere que demasiado tiempo
trabajando puede generar menos foco.
Uno puede imaginarse a estos jueces escuchando caso tras caso, uno nuevo
cada seis minutos. Por esto, no debe sorprendernos que, después de varias
horas, simplemente no tengan energía mental para pensar sobre los datos.
Pueden ser profesionales dedicados, pero también son seres humanos, y los
cerebros humanos no pueden permanecer constantemente alerta durante horas
sin parar. No necesitan más tiempo concentrados en sus obligaciones. Precisan
más tiempo desconcentrados.
Para comenzar proporcione tiempo para descansos. Y aún más simple, los
docentes pueden observar cuando el nivel del estado de alerta de los alumnos
está disminuyendo y parar la clase durante unos minutos.
En realidad esta investigación puede respaldar una intuición que hace mucho
que usted aplica. Algunos docentes cuentan chistes. Algunos hacen comentarios
sobre eventos actuales. Cualquier estrategia que se adapte a su estilo de
enseñanza. Sepa que el descanso puede revitalizar el estado de alerta en el
aula que si no, puede hundirse en el letargo.
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Un comentario final sobre esta
investigación: muchos docentes
preguntan si la comida que los
jueves comían durante sus
descansos recuperaba su estado de
alerta más que el descanso. Esta es
una excelente pregunta y
volveremos a una discusión sobre la
comida cuando pensemos sobre la
orientación más adelante.
Moverse, despertarse
Hace muchos años fui a una gran conferencia para docentes. Usted se imagina
el escenario: pequeñas sillas alineadas en largas filas bajo las luces de un salón
de un hotel. Alrededor de 300 docentes empaquetados en una atmósfera que
gradualmente se calentaba.
A pesar de que había dormido bien la noche anterior y había tomado una buena
dosis de cafeína en el desayuno, tres horas de charlas teóricas me indujeron en
un estado de estupor.
Cuando el tercer orador se acercó al podio para dar una nueva presentación de
90 minutos me pregunté cómo haría para aguantar despierto
hasta el almuerzo. Por suerte, él se preguntó lo mismo. Nos
invitó a todos a pararnos y nos hizo hacer una serie rápida de
estiramientos. Aún en mi estrecho espacio acorralado por las
sillas y los docentes barrigones, tuve suficiente espacio para
aumentar mi frecuencia cardíaca y clarificar mis pensamientos.
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estén sentados inmóviles no contemplan el movimiento por un posible
desequilibrio en los niveles atención. Los alumnos más pequeños, naturalmente
burbujeantes de la energía que les provee su curiosidad natural, pueden
rápidamente llenarse con la necesidad de moverse.
Los alumnos secundarios, con una privación crónica del sueño, luchan contra su
estado letárgico (4). Aun cuando desean aprender, la inmovilidad los vacía de
energía. No importa su edad: a todos se les prohíbe moverse y deben luchar
para lograr un nivel moderado de su estado de alerta esencial para estar
atentos.
La solución para este problema no puede ser más clara: encuentre formas de
permitir (y estimular) el movimiento. Haga que los chicos escriban en el
pizarrón: tienen que moverse para llegar hasta él. Divida el grupo en pequeños
subgrupos para practicar una nueva habilidad.
Si ese orador pudo reavivar cientos de docentes abombados con dos minutos
de elongaciones, nosotros también encontraremos estrategias para lograr lo
mismo en nuestras aulas.
Investigaciones recientes sugieren que los muebles del aula también ayudar
para que los alumnos se muevan (6).
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Los docentes pueden promover los niveles del estado de alerta de sus alumnos
con sus propios movimientos. Si estamos fijos e inmóviles detrás de nuestro
escritorio, no tendremos éxito en reavivarlos o calmarlos.
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AtenciÓn
Estado de Orientación
Atención
alerta ejecutiva
Estas tácticas serán de gran ayuda si usted las aplica a su propia práctica
docente.
¿Cómo puede darles a sus alumnos algunos recreos y cómo puede hacerlos
volver a la actividad? ¿Qué técnicas les permitirán a sus alumnos moverse por
el aula sin que esto resulte un caos?
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Cada docente responderá estas preguntas de forma diferente, pero todas las
respuestas ayudarán a moderar el estado de alerta de sus alumnos.
Orientación
Por esto, una vez que hemos moderado los niveles del estado de alerta de
nuestros alumnos, debemos también volver a equilibrar la prominencia de los
estímulos del aula. Debemos disminuir la prominencia de los estímulos que
desorientan al alumno e incrementar la del tema de la clase.
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Re-equilibrando la prominencia de los estímulos en el aula
Este gráfico organiza los estímulos desorientadores en dos grupos. Los dos
superiores (la compañera interesante y el almuerzo) representan distracciones
internas provocadas por motivaciones biológicas.
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Elimine lo negativo, acentúe lo positivo
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Debemos, en forma sistemática, repensar nuestras responsabilidades. Por la
misma razón que debo saber que el tálamo es una estructura relacionada con
las vías sensoriales debo saber cómo funcionan los sistemas atencionales de
mis alumnos y cómo crear un óptimo ambiente de aula.
De todas las aulas que he visitado o que he dado clase, una se destaca por su
silencioso, pero memorable drama. Ese día visité varios salones por lo que
estuve en particular solamente unos diez minutos: el suficiente tiempo para
advertir su notable estilo.
Había una sola sugestión que podía ofrecerle: que arreglaran la calefacción.
Durante los diez minutos que visité el aula yo mismo me pregunté si no podía
cambiar mi ropa por algo más confortable (tal vez una malla de baño).
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Tres alumnos había preparado uno de los temas más complejos y su esfuerzo
simplemente se había perdido en las profundidades de un calor tórrido.
No existe una única solución a este problema, pero el abordaje correcto es fácil
de identificar: los docentes debemos decidir que la temperatura del aula es
nuestra responsabilidad. Una vez que reconocemos este compromiso los
próximos pasos se volverán más claros. ¿Podemos abrir las ventanas o llamar a
alguien de mantenimiento? ¿Podemos flexibilizar el código del uniforme para
que los alumnos se saquen las capas de ropa que los recalientan?
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Pero el comienzo de la adolescencia trae aparejado, entre otras muchas cosas,
una alta sensibilidad. Puede ser simplemente imposible para un alumno
levantar la mano y pedir ir al baño: hacer esto revela que tiene que ir a hacer
sus necesidades. La vergüenza de esta revelación puede perdurar toda una vida
(hasta el almuerzo).
Por supuesto que las estrategias varían de escuela en escuela, de aula en aula
y de docente en docente. Su contexto determinará cuál es la mejor solución.
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Si tienen hambre deben levantar la mano y decírmelo, y yo repartiré su comida
y sus golosinas entre sus compañeros. Pero nunca deben tener hambre, está
contra las reglas”.
• ¿Podemos darle a los alumnos unos minutos para saquen una fruta de sus
mochilas?
• ¿Podemos hablar con los directivos para que el horario del almuerzo sea
más temprano y más largo?
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Dado que sabemos con certeza que el hambre desorienta a nuestros alumnos
todos los adultos en la escuela deben focalizarse en este problema.
d) Hormonas
Los docentes pueden sentir que la ley de Boyle es sexy, pero nuestros alumnos
no la encuentran ni de lejos tan sexy como su compañera o compañero que
está a su lado.
Aun cuando no podamos hacer mucho para disminuir este problema, debemos
tratar de hacer todo lo posible que esté a nuestro alcance.
El interés entre nuestros estudiantes por el pico hormonal puberal reintroduce
el alumno somnoliento ya mencionado. Como todo docente secundario sabe
nada es más imperioso que un alumno dormitando en el aula.
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Primero estará lo suficientemente alerta para poder aprender. Y, segundo, sus
compañeros no estarán más desorientados por este soporífero drama.
Resumiendo, para reducir las distracciones internas, los docentes deben
recordar que los impulsos biológicos internos siempre toman la prioridad en el
cerebro por encima del tema de la clase.
Por el mismo motivo que un auto con una calefacción muy alta, una vejiga a
punto de explotar y un estómago vacío lo desorienta cuando maneja hacia su
entrevista de trabajo, también desorientan a sus alumnos mientras tratan de
entender el pretérito pluscuamperfecto, los viajes de Magallanes o los secretos
de dividir fracciones.
El trabajo improvisado necesario para disminuir estos problemas puede ser que
un docente no lo sienta como parte de su trabajo, pero cualquier cosa que
distrae a sus alumnos de lo que está aprendiendo es sin duda su trabajo.
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especialmente aquellos que escuchaban números irrelevantes, tuvieron el doble
de errores mientras copiaban los datos.
Los investigadores afirman que este tipo de errores no pueden ser controlados
por las personas y ocurren a pesar de los esfuerzos de las personas.
Los alumnos en forma automática se orientan hacia los sonidos nuevos que los
distraen, y esta desorientación hace que el aprendizaje sea más dificultoso.
Una vez más este dato se agrega a nuestra lista de obligaciones docentes.
Las bisagras chirriantes de la puerta no tienen nada que ver con nuestra tarea
docente, pero sí con el aprendizaje de nuestros alumnos.
Lo mismo sucede con ese persistente olor a lavandina. Los docentes que están
todo el día cerca de la puerta o del corredor que es limpiado con lavandina se
acostumbran a este hedor, pero los alumnos raramente lo logran.
Ellos se pueden orientar hacia el tema del aula más fácilmente cuando no están
desorientados por sonidos u olores extraños.
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Esta investigación, sin embargo, no debe motivar a los docentes a desnudar las
paredes de sus aulas. Con moderación, esta decoración tiene un propósito muy
importante: crea una sensación de pertenencia. Como clase no nos juntamos
en un aula genérica y aleatoria. En lugar de esto nos encontramos en un
espacio particular: uno que nos pertenece. Podemos resaltar nuestra
pertenencia mediante una decoración apropiada: algunos trabajos de los
alumnos (pero no todos), fotos del perro de la maestra (pero no todas),
algunos posters relacionados con el tema que estamos estudiando (pero, por
favor, tan solo unos pocos).
Podemos lograr que sintamos que ese espacio nos pertenezca encontrando un
punto medio entre unas paredes blancas y un desmadre de decoraciones.
Toda esta investigación sobre estímulos desorientadores lleva a una sugestión
específica. En algún momento de la semana próxima observe su aula con
nuevos ojos. Mejor aún, pídale a alguien que nunca antes haya estado en su
aula, que la acompañe. Deliberadamente dese cuenta qué experiencias
sensoriales se destacan.
¿Hay una fotografía en particular que es dramáticamente más brillante que las
otras?
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Esto no computa
Si uno se sienta al fondo del aula en ciertos colegios, puede ver que muchos
alumnos utilizan computadoras para tomar apuntes… Pero a decir verdad pasan
poco tiempo tomando apuntes. Al menos un 75% de los alumnos que tienen
computadoras están surfeando en la web, mirando videos, mirando Facebook o
Youtube.
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Mientras estoy escribiendo este módulo, estoy redactando en un procesador de
palabras, mirando resúmenes de artículos en una base de datos, buscando
artículos en Google, abriéndolos en Adobe Acrobat, etc.
Las soluciones a este tipo de problemas variarán dependiendo del contexto del
aula, pero siempre comenzará de la misma forma: debemos aceptar que las
distracciones por la tecnología son nuestra complicación. Con esta convicción
en mente, podemos pensar sobre estos dilemas en dos tipos de categorías:
exótico y doméstico.
Tecnología exótica
Al igual que las especies exóticas que invaden un nicho biológico, las
tecnologías exóticas no tienen un lugar natural en el aula.
Pocos docentes, por ejemplo, hacen que sus alumnos utilicen sus celulares para
las tareas áulicas (si usted es uno de esos docentes que utilizan el celular en el
aula entonces piense en estos aparatos en la categoría de tecnología
doméstica). En estos casos buscamos la forma más efectiva de removerlos en
forma completa del campo atencional de nuestros alumnos.
Por ejemplo, algunos maestros les piden a sus discípulos que pongan sus
celulares en un contenedor especial colocado en el frente del aula.
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mensajes de texto en veinte minutos no necesitarán realizar miradas furtivas
hacia la pantalla de su celular durante el desarrollo de la clase.
Las investigaciones todavía no nos ofrecen una guía clara sobre cuáles son las
estrategias más efectivas. Mientras tanto, los docentes deberemos realizar esta
experimentación nosotros mismos en nuestras aulas mediante la vieja
estrategia de la prueba y el error.
Tecnología doméstica
En estos casos no podemos (ni debemos) desterrar las computadoras hacia las
mochilas de los alumnos. En lugar de eso, debemos tratar de cosechar los
beneficios de la tecnología mientras evitamos sus “malas hierbas”.
Debido a que se orientan hacia ellas, pero que no tienen ningún propósito,
ignoran la esencia de la tarea que les asignamos. Podemos prevenir esta
desorientación de varias formas:
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También podemos monitorear cuidadosamente cómo nuestros alumnos usan la
tecnología para asegurarnos que incrementa el aprendizaje sin quitar su foco
atencional del contenido que se está explicando.
Chequeando la realidad
Una técnica de este investigador es muy útil. Muchas veces los alumnos
repasan la tarea sobre vocabulario de una forma predecible. El primer chico que
está a la derecha del docente lee en voz alta la primera oración, el próximo
alumno lee la siguiente oración, etc.
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En vez de esto, el alumno en la décima hilera de bancos rápidamente calcula
qué oración le tocará leer y luego la leerá para ver si puede hacerlo de forma
correcta. Si no lo logra puede pegarle una mirada a su libro de vocabulario o
preguntarle al compañero que está a su lado. Una vez que confirma su
respuesta puede dedicarle un tiempo a pensar sobre cosas más interesantes.
Solamente la oración número diez es prominente para él porque es la única que
tendrá que leer.
Los docentes necesitamos una estrategia que de manera genuina logre que
todas las oraciones sean prominentes para todos los alumnos.
Una estrategia para lograr esto requiere una caja y algunos palitos de helado.
Los apellidos de todos se escriben en estos palitos y se colocan en la caja.
Ahora el repaso del vocabulario tiene un ritmo enteramente diferente. El
docente anuncia que comenzarán con la oración número uno, hace una pausa
dramática, durante ésta, la oración número uno es prominente para todos
porque cuando meta la mano en la caja y saque un palito, este puede tener el
apellido de cualquiera.
Por esta razón, todos, no sólo quien está a la derecha, se abalanzan sobre la
primera oración para estar seguros de que saben cómo responderla. Cuando
pronunció el nombre del afortunado, todos los chicos se pueden relajar y
descubrir si su respuesta era la correcta.
Para que esta técnica sea totalmente efectiva, los docentes debemos prestarle
mucha atención al palito de helado luego de que los sacamos de la caja. Si lo
dejamos afuera, ese alumno sabe que está “fuera de la línea de fuego” por un
rato. La próxima oración no es prominente para él porque está seguro de que
él no será llamado por el docente.
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Otra técnica aborda el tema de la prominencia de una forma diferente. La
planificación de una clase a menudo incluye una lista bastante específica de lo
que se hará en el aula. Por ejemplo, se comenzará con la explicación de un
problema algebraico en particular, luego daremos un ejemplo y hablaremos de
la tarea para el hogar; finalmente repasaremos la evaluación formativa que
hicimos ayer. Equipados con esta planificación podemos entrar al aula con
confianza.
Mientras todo esto sucede, los alumnos están “haciendo” una única cosa:
miran. Una vez que diseñó una lección a dos columnas, este cambio de formato
constantemente recuerda que hay que pensar sobre la actividad de los alumnos
y asegurarse de que tengan un trabajo específico, significativo y prominente.
Los esfuerzos de los docentes para hacer que el trabajo en el aula sea más
prominente puede también beneficiarse de otra investigación (16).
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Si bien se les había informado a los participantes que todo se daría de forma
azarosa, en realidad las decisiones ya habían sido tomadas. El grupo A realizó
problemas de matemáticas luego del primero de los tres segmentos y un
examen luego del cuarto. Por su parte, el grupo B realizó una prueba luego de
cada segmento. Finalmente, los grupos A y B efectuaron un examen idéntico
luego del cuarto segmento del video, que no los evaluaba sobre el contenido de
los primeros tres.
Segundo, los investigadores hallaron que los alumnos que se orientaban más
hacia la clase aprendían más de ella. Cuando los grupos A y B realizaron el
mismo examen luego del cuarto segmento, los del grupo A (permitieron que
sus mentes divagaran) obtuvieron un 70% de respuestas correctas. Los
alumnos del grupo B (que se orientaron hacia los contenidos de la clase)
obtuvieron un 89% de respuestas correctas.
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El grupo A de alumnos, que sólo realizó una evaluación, calificó su nivel de
ansiedad durante la investigación con un 4 en la escalada de 1 a 10. Los
alumnos del grupo B, que realizaron cuatro evaluaciones, calificaron su nivel de
ansiedad en 2,5.
Así es, los alumnos que realizaron evaluaciones frecuentes tuvieron un nivel de
ansiedad más bajo que aquellos que sólo realizaron una sola evaluación.
¿Por qué las evaluaciones frecuentes reducen los niveles de ansiedad?
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computadora. Este contexto es importante ya que los que aprenden online
tienen más dificultades para orientarse. Imágenes de humanos son menos
prominentes que humanos reales y es por esto que los alumnos que observan
una clase online se distraen con facilidad.
En este contexto, la decisión de evaluar a los alumnos cada cinco minutos tiene
sentido. Sin embargo, cuando trabajamos en el aula con los alumnos enfrente
de nosotros nuestra propia presencia nos hace más prominentes.
En otras palabras, en un aula típica una evaluación cada cinco minutos sería
con toda seguridad algo excesivo.
Clases tribales
Usted debe ser una especie de comediante que nunca pierde una oportunidad
de utilizar un ejemplo gracioso; una especie de madre nodriza cuyos alumnos la
llaman “mamá” a sus espaldas o un cuentacuentos cuya clase transcurre a un
ritmo lento. También un artista que le dedica mucho tiempo y energía para
pensar interesantes aplicaciones, muchas de las cuales involucran artefactos
que ha realizado en su casa.
En cada uno de estos casos los alumnos se orientan hacia el material no porque
lo encuentren especialmente interesante sino porque ven en usted un referente
atrayente.
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poetas muertos). En cada uno de estos casos, la conexión emocional del
docente con sus alumnos, por un lado, los inspira a aprender y gradualmente
los une para que formen una comunidad en el aula.
El psicólogo Louis Cozolino (17) describe este resultado con esta frase: “la clase
tribal”. Cozolino argumenta que cuanto más el ambiente de un aula se parece a
los componentes emocionales y motivacionales de nuestro pasado tribal, más
nuestros instintos primitivos activarán la neuroquímica del aprendizaje.
Deseamos que nuestras aulas tengan sus propias identidades, sus propias
membrecías y su propio espíritu de cuerpo. La clase de matemática que adopta
un rótulo (burlándose de ellos mismos) de “ratones de bibliotecas”, el equipo de
natación que se tiñe el cabello de verde antes de la gran competencia, etc.:
todas construyen una identidad tribal que los docentes pueden utilizar para
focalizar la atención de sus alumnos en los contenidos de su clase.
Una vez que nuestros alumnos han logrado un nivel moderado de alerta,
necesitamos asegurarnos de que se orienten hacia los estímulos de los
contenidos de la clase que deben aprender. Podemos reducir la prominencia de
estímulos desorientadores de varias formas, primariamente aceptando que es
nuestra responsabilidad hacerlo. El llamativo poster que está pegado en la
pared desde 1990; el chirrido agudo que proviene del tubo fluorescente; el olor
a estiércol expele del lavabo; si desorientan a nuestros alumnos, debemos
hacer lo que está a nuestro alcance para minimizar sus efectos sobre su
aprendizaje.
La distracción por este tipo de molestias está más allá del control de lo
estudiantes y ocurre a pesar de su mejor esfuerzo. Es por esto que debemos
ponernos a trabajar de una forma directa y enérgica.
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realmente interesantes para nuestros alumnos en este preciso momento, no
probablemente desde la perspectiva del docente.
El concepto de las clases tribales nos recuerda una verdad que ya conocemos:
si estimulamos el espíritu de cuerpo, los docentes podemos conectar a los
alumnos con los contenidos de la clase a través de la energía de su
personalidad así como también a través de la diversión.
Atención ejecutiva
• ¿Qué ideas nuevas para su aula le vienen a la mente mientras repasa estas
preguntas?
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AtenciÓn
Estado de Orientación
Atención
alerta ejecutiva
Los alumnos habitualmente están en un estado de alerta muy bajo o muy alto,
mientras dormitan o demuelen la clase. Los docentes pueden moderar los
estados de alerta utilizando en forma estratégica novedades visuales, variando
con inteligencia las actividades de sus alumnos, dándoles recreos mentales y
estimulando el movimiento en el aula.
Los estudiantes sólo pueden orientarse hacia unos pocos de los miles de
estímulos que los rodean. Por ello, debemos disminuir todos estos estímulos
desorientadores y aumentar los estímulos relevantes para el aprendizaje.
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sentido apoyarse. Especialmente si uno está bajo la presión del tiempo, este
proceso de elección se siente como una carga mental adicional.
¿Qué diablos estaba pasando en el cerebro de este alumno que hizo que
generara esta respuesta tan bizarra? Lo más probable es que este alumno
simplemente tuviera demasiados tipos deferentes de información repiqueteando
en su cerebro.
El esfuerzo de este estudiante se parece al suyo cuando tenía que señalar los
números más grandes. Una línea de pensamiento le decía que el 3 era más
grande (físicamente), otra que el 5 era más grande (en valor). Para poder
apuntar en forma correcta usted necesitó separar estos pensamientos que
competían entre sí. El pobre chico, sin embrago, tenía tantas líneas de
pensamientos activadas al mismo tiempo que simplemente no pudo
desenredarlas entre sí.
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El resultado: una respuesta al azar, una que nos muestra que este alumno
estaba pensando sobre este problema de la forma incorrecta.
Torta de chocolate
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capacidad de ordenar la información de la forma en la que la atención ejecutiva
la necesita (18).
La mitad de estos alumnos tenía una carga muy leve en su memoria de trabajo
porque debía recordar solamente dos dígitos (por ejemplo, 26). La otra mitad
sufría una sobrecarga mayor porque la cifra era un número de siete dígitos (por
ejemplo, 2659314).
La respuesta depende de una variable más. Una vez que los participantes
llegaban a la segunda habitación los investigadores les entregaban una lista de
adjetivos como, por ejemplo, descuidado, y les pedían que evaluaran qué tan
bien estos los describían.
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Basados en estas autoevaluaciones, los investigadores pudieron dividir a los
participantes en dos grupos: aquellos que eran relativamente más impulsivos y
aquellos que eran relativamente más prudentes.
Los alumnos que tuvieron que recordar un número de solo dos dígitos, tanto los
impulsivos como los prudentes, gestionaron correctamente sus procesos
cognitivos.
Cuando escuchaban una vocecita interna que les decía “mirá ese delicioso
chocolate”, eran capaces de alejarse de esa vocecita y prestar atención a la voz
que les decía: “la fruta tiene menos calorías y tiene muchas fibras”. En otras
palabras, cuando las demandas sobre la memoria de trabajo eran bajas, la
atención ejecutiva funcionó correctamente en ambos grupos.
Entre los participantes que enfrentaron una sobrecarga importante sobre sus
memorias de trabajo (aquellos que tuvieron que recordar un número de siete
dígitos), quienes eran prudentes lograron gestionar correctamente su atención
ejecutiva. Aun bajo una gran presión sobre su memoria de trabajo, pudieron
alejarse de la voz que los atraía hacia la torta y acercarse a la ensalada de
frutas. En otras palabras: para los alumnos prudentes la sobrecarga de su
memoria de trabajo no generó ninguna diferencia.
Ellos se parecen a usted cuando el tamaño de fuente del número 3 fue tan
tentador que no pudo evitar apuntar hacia él, aun cuando sabía que el número
5 tenía un valor más grande.
Esta investigación nos invita a que si un alumno nos da una respuesta en la que
parece que está pensando sobre el problema en una forma incorrecta debemos
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reducir las demandas sobre su memoria de trabajo. De esta forma, estaremos
estimulando su atención ejecutiva.
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Referencias bibliográficas
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