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EL CAMPO LACANIANO

EL SEMINAR IO dónde va. Se empieza con las cosquillas y se acaba en la parrilla. Esto

DE JACQUES LACAN también es goce.


Tomaré las cosas por otro lado, que no puede decirse que esté au­
sente del discurso analítico.
Si leen el verdadero corpus conmemorativo que constituye este nú­

LIBRO 17 P. 2 mero del International journal, se comprende que los autores se felici­
ten por la solidez que revelan estos cincuenta afios transcurridos. Les
ruego que lo comprueben - de estos cincuenta años, tomen cualquier
número y nunca sabrán de cuándo es. Siempre dicen lo mismo. Siem­
pre es igual de insípido y, como con el análisis se conservan, siempre

EL REVERSO son los mismos autores. Sólo que, con la fatiga, sus colaboraciones se
van esp.i.ciando cada vez más. Hay uno que se expresa así en una pági­

DEL PSICOANALISIS
na. Se felicitan de que, en suma, estos cincuenta años han confirmado
esas verdades primordiales, que el motor del psicoanálisis es la bondad
y que lo que felizmente se ha evidenciado transcurridos estos años, con
el borramiento progresivo del discurso de Freud, es en particular la so­
lidez y la gloria de un descubrimiento llamado autonomous Ego, o sea el
Ego a salvo de conflictos.
Esto es lo que resulta de cincuenta años de experiencia, gracias a la
V inyección de tres psicoanalistas, que habían florecido en Berlín, en la
sociedad americana, donde este discurso de un Ego sólidamente autó­
EL CAMPO LACANIANO nomo prometía sin duda resultados tentadores. En efecto, no podía ha­
cerse nada mejor para volver al discurso del amo.
73 Esto nos da una idea de los contragolpes, retrógrados, si puede de­
cirse así, que suceden a las tentativas de transgresión de todo tipo, co­
mo fue desde luego el análisis en una época.
Ahora vamos a decir las cosas de una determinada forma, en rela­
ción con una palabra con la que se tropezarán fácilmente a lo largo de
este número, porque es también uno de los temas corrientes de la pro­
2 paganda analítica - en inglés, esto se llama happiness, en francés lo lla­
mamos bonheur.
A menos que se defina de una forma bastante triste, a saber, que es
No vamos a hablar del goce así, por las buenas. ser como todo el mundo, algo a lo que el autonomous Ego muy bien
Ya les he hablado bastante de ello como para que sepan que el goce es el podría decidirse, la felicidad, es preciso decirlo, nadie sabe qué es. Si
tonel de las Danaides y que, una vez que se entra, no se sabe hasta damos crédito a Saint-Just, que fue quien lo dijo, a partir de cierta épo­
ca, la suya, la felicidad se convirtió en un factor de la política.
I. Déchanter: hacer ef discante, por oposición al canto llano, o «cantus Tratemos de dar cuerpo ahora a esta noción mediante otro enun­
firmus». Expresión que significa «bajar el tono» o abandonar determinadas ciado abrupto que es, les ruego que tomen nota, central en la teoría
pretensiones, como «bajarse del burro». freudiana - no hay más felicidad que la del falo.

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Freud lo escrib e de diversas formas, incluso lo escribe de la forma Hay muchas otras formas, refinadas, de sustituir este goce c uyo
ingen ua que consiste en d ecir que no puede alcanzarse goce más p er­ aparato, que es lo social y conduce al comple jo de Edipo, hace que sea
fecto que el del orgasmo masc ulino. excluido, precisam e nte porque es el único que daría la felicidad. Esta es
Sólo que la teoría freudiana, dond e pone el acento es en que el propiamente la significación del complejo de Edipo. Por eso, lo que i�­
únic� �ue es feliz es el falo, no su. portador. Incl uso cuando, no por teresa en la investigación analítica es sab er de qu é man era, para suplir
_
oblat1V1dad, smo a la desesperada, lo ll eva, al susodicho, al seno de el goce fálico prohibido, se aporta alguna cosa cuyo orig e n �emos defi
:
una partenaire que s up uestam ente e stá d esolada por no ser a su vez nido con algo muy distinto que el goce fálico, con el goce situado y, si
portadora. p uede decirse así, cuadriculado, por la función del plus de goce.
Esto es lo que positivamente nos ens eña la experi encia psicoanalíti­ Lo que hago no es más que recordar los brillantes logros del discur­
ca. El portador del susodicho, tal como yo me expreso, pugna por ha­ so freudiano que ya he puesto de r eliev e muchas veces y que des eo in­
cer ac eptar a su partenaire esta privación, en nombre de la cual todos troducir en u na relación de configuración, no central sino conexa, res­
sus esfu erzos amorosos, las delicad ezas, los tiernos servicios, son en va­ pecto de la situación que trato de dar de las relaciones del discurso con
no, puesto que así r eaviva la llamada herida de la privación. Esta heri­ el goce. Si los m enciono es por eso y porq ue quie ro darl e otro �ce nto,
da, pues, no pued e compensarse por la satisfacción que el portador ten­ destinado a cambiar el aura que puede cons ervar para uste des la idea de
dría al apaciguarla, por el contrario su presencia la' reaviva, la presencia que el discurso se centra en los datos biológicos de la sexualidad.
.
de aquello cuya añoranza causa la herida. Veremos si doy la talla, algo que, debo confesarlo, he desc ubierto
Esto, precisam ente, nos revela lo que Freud supo extraer del discur­ no hace mucho. Las cosas más visibles, las que se exhiben, son sie mpre
so de la histérica. A partir d e ahí, se entiende que la histérica simbolice las que menos se ven. D e pronto me pre gunté - pero ¿cómo se dice
la insatisfacción primordial. Puse de relieve su promoción del deseo in­ sexo en griego?
satisfecho, basándom e en el ejemplo mínimo que comenté en ese escri­ Lo peor es que no tenía diccionario francés-griego, por otra parte
to que quedó con el título La Dirección de la cura y los principios de su no lo hay, o en fin, son p eque ños, malos. Había encontrado genos, que
poder, a sab er, el sueño llamado de la bella carnicera. por supuesto no tiene nada que ver con el s exo, puesto que quiere decir
Recordémoslo, está la b ella carnicera y el follador de su marido, u n montón de cosas, la raza, el linaje, el enge ndramie nto, la reproduc­
que es u n verdade ro chocho d e oro, y a cambio ella tiene que demos­ ción. Enseguida me apareció en e l horizonte otra palabra, pero sus con­
trarl e que no le va todo eso con lo que él quiere atiborrarla por añadi­ notaciones son muy distintas - fisis, la naturale za.
dura, lo que significa que en cuanto a lo esencial eso no arregla nada, Esta repartición de los seres vivos, de una parte de e llos, en dos cla­
aunque lo es encial ella ya lo tenga. Lo que ella no ve, porque su peque­ ses, con todo lo que esto comporta, como es p erceptible, a saber, muy
ño horizonte también tiene sus límites, es que sería dejándole ese mari­ probablemente la irr upción de la muerte, porque los otros, los que no
do suyo tan es encial a otra como encontraría el pl us de goce, ya que de e stán sexuados, no tie nen tanto asp ecto d e morirs e, cuando decimos se­
eso se trata en el sueño. Ella e n el s ue ño no lo ve, esto es todo lo que xo no s e trata de eso, en absoluto, no tiene en absoluto el mismo acen­
puede decirse. to. Lo más relevante, sin duda, no e s de ningún modo esta refe rencia
Otras sí lo ven. Por ejemplo, Dora, lo que hace es eso. Adorando al biológica. Esto indica que hay que ser muy, pero que muy pr udente,
obj�to de deseo en que se ha convertido, en su horizonte, la mujer, la antes de pensar que lo que pone en primer plano la función del sexo en
muJ er que es su envoltura y que en la observación se llama señora K, la el discurso freu diano e s una refere ncia, no ya a un organicismo c ual­
que va a conte mplar bajo la figura de la Madonna de Dresde, obtura quiera, sino incluso a la biología.
con esta adoración s u r eivindicación p eniana. Esto me p ermite decir Entonc es se da uno c uenta de que sexo, con el acento que tiene pa­
que la bella carnic era no ve que a fin d e cu entas sería feliz, como Dora, ra nosotros y las reglas de su empleo, su difusión significativa, es sexus.
si l e dejara ese obj eto a otra. Para el griego, habría q ue seguir la inv estigación en otras lenguas posi­
Hay otras sol uciones. Si indico ésta, es porque es la más escandalosa. tivas, p ero en latín esto se relaciona, muy claram ente, con secare. El se-

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xus latín implica lo que de entrada puse en evidencia, a saber, que todo La cuestión es articular lo que sucede con esta exclusión fálica en el
el juego se produce alrededor del falo. gran juego humano de nuestra tradición, el juego del deseo.
Por supuesto que en las relaciones sexuales no sólo está el falo. Pe­ El deseo no tiene una relación de proximidad inmediata con este
ro el privilegio de este órgano es que de alguna manera su goce pue­ campo. Nuestra tradición lo plantea tal como es, Eros, la presencia de
de aislarse. Puede pensarse como excluido. Para decirlo crudamente la falta.
- no voy a embrollar esto con un simbolismo-, tiene precisamente Entonces puede surgir la pregunta: ¿cómo se puede desear algo,
una propiedad que podemos considerar, en el conjunto del campo sea lo que sea? ¿Qué es lo que falta? Hubo alguien que dijo un día: no
constituido por los aparatos sexuales, como muy local, muy excepcio­ le dé más vueltas, no me falta nada, miren los lirios de los campos, ni
nal. En efecto, no hay muchos animales en los que el órgano decisivo tejen, ni hilan, ellos son los que están en su sitio en el Reino de los
de la copulación sea algo tan fácilmente aislable en sus funciones de Cielos.
tumescencia y detumescencia, que determinan una curva, llamada or­ Es evidente que para lanzar este verdadero desafío tenía que ser,
gásmica, perfectamente definible - cuando se termina, se termina. verdaderamente, el mismo que se identificaba con la negación de esa
Post coitum animal triste, es lo que se ha dicho. No es forzoso, por otra armonía.
parte. Pero vamos, es una muestra de que se siente frustrado. Ahí hay Al menos así se comprendió, así fue interpretado, cuando se le califi­
algo que no le concierne. Puede tomarse las cosas de otra manera, có como el Verbo. Tenía que ser el propio Verbo para que pudiera negar
puede tomárselo alegremente, pero en fin, Horacio lo encontraba más lo evidente hasta ese punto. En fin, ésa es la idea que se hicieron. El no
bien triste- lo que demuestra que se hacía todavía algunas ilusiones dijo tanto. Dijo, si damos crédito a uno de sus discípulos, Yo soy el Ca­
sobre las relaciones con la fisis griega, con ese brote que sería el deseo mino, /,a Verdad, /,a Vida. Pero el hecho de que lo hayan convertido en el
sexual. Verbo indica que la gente sabía, a pesar de todo, lo que decía cuando
Esto pone las cosas en su lugar, ya que vemos que con todo es así pensaban que sólo el Verbo era capaz de retractarse hasta ese punto.
como Freud presenta las cosas. Si hay algo en la biología que pueda re­ Es verdad que muy bien podemos imaginar los lirios de los campos
flejar, no como su raíz, sino como un vago parecido, esta posición cu­ como un cuerpo enteramente entregado al goce. Cada etapa de su cre­
yas raíces de discurso vamos a indicar ahora, si hay algo que, como un cimiento idéntica a una sensación sin forma. Goce de la planta. En to­
bye-bye al dominio de la biología, puede darnos una idea aproximada do caso, no hay manera de escapar de él. Tal vez ser una planta sea un
de qué representa lo que está en juego en todo esto, donde uno no tie­ dolor infinito. En fin, nadie se entretiene pensando estas cosas, excepto
ne y el otro no sabe qué hacer, sería más o menos lo que se produce en yo mismo.
ciertas especies animales. No sucede igual con el animal, que tiene lo que nosotros interpre­
He visto recientemente, por eso se lo cuento, unos peces muy boni­ tamos como una economía, la posibilidad de moverse para obtener so­
tos, monstruosos como debe serlo una especie en la que la hembra es bre todo el menor goce. Esto es lo que se llama el principio del placer.
así de grande y el macho es así, pequefi.ito. El se pega a su vientre y No nos quedemos ahí donde se goza, porque sabe Dios adónde nos lle­
tanto se pega que sus tejidos no se pueden distinguir- no se puede, varía, ya lo he dicho antes.
ni siquiera con el microscopio, ver dónde empiezan los tejidos de uno Ahora bien, resulta que de todos modos conocemos los medios del
y los tejidos del otro. Ahí está él, enganchado por la boca, y en esa po­ goce. Hace un momento les hablaba de las cosquillas y de la parrilla.
sición cumple, si así puede decirse, sus funciones de macho. No es in­ Esos sí que saben hacerlo. Eso es exactamente el saber. En principio,
concebible que eso simplifique el problema de las relaciones sexuales, nadie tiene ganas de abusar de él, y sin embargo es tentador.
cuando al fin, cuando el macho ya está cansado, se disuelve su corazón, Esto es precisamente lo que Freud descubrió hacia 1920 y ahí está,
su hígado, todo desaparece y él queda ahí, colgado del lugar oportuno, de algún modo, el punto de reversión de su descubrimiento.
reducido a lo que queda al cabo de cierto tiempo en esa bolsita animal, Su descubrimiento consistía en haber deletreado el inconsciente, y
o sea, principalmente, los testículos. desafío a quienquiera que diga que se trata de algo distinto de esta ob-

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servación, que hay un saber perfectamente articulado del que, hablan­ ensefia a su pequefio a pavonearse. Conduce hacia el plus de goce por­
do con propiedad, ningún sujeto es responsable. Cuando de pronto un que ella, la mujer, como la flor, sumerge sus raíces en el mismo goce.
sujeto tropieza con él, puede tocar ese saber inesperado, se queda, él, el Los medios del goce se abren con este principio, que él haya renuncia­
que habla, bien desconcertado, ya lo creo. do al goce cerrado y extrafio, a la madre.
Esto fue el primer hallazgo. Freud les dijo, a los sujetos - vayan Ahí se insertará luego la amplia connivencia social que invierte lo
hablando, hagan como la histérica, ya veremos con qué saber se tropie­ que podemos llamar la diferencia de los sexos al natural para convertir­
zan y de qué manera les arrastra o, por el contrario, cómo lo rechazan, la en sexualización de la diferencia orgánica. Esta inversión implica el
ya veremos qué pasa. Y esto le condujo necesariamente a aquel descu­ común denominador de la exclusión del órgano específicamente mas­
brimiento que se llama el más allá del principio del placer. Es lo si­ culino. Desde ese momento el macho es y no es lo que es con respecto
guiente, que todo aquello con lo que nos enfrentamos al explorar el in­ del goce. Y también por eso la mujer es promóvida como objeto, preci­
consciente, lo determina, esencialmente, la repetición. samente porque no es lo que él es, diferencia sexual por una parte, y
La repetición no quiere decir que cuando acabamos algo volvemos por otra parte porque es eso mismo a lo que él renuncia como goce.
a empezar, como la digestión o cualquier otra función fisiológica. La Es esencial recordar esto en el momento en que, al hablar del rever­
repetición es una denotación precisa de un rasgo que he extraído para so del psicoanálisis, se plantea la cuestión del lugar que tiene el psico­
ustedes del texto de Freud como idéntico al rasgo unario, un palote, un análisis en lo político.
elemento de la escritura, un rasgo en tanto conmemora una irrupción
del goce.
Por eso es concebible que el placer sea violado en cuanto a su regla
y su principio, por eso cede al displacer. No hay más que decir, no al
dolor necesariamente, al displacer, que no quiere decir nada más que el
goce.
Aquí la inserción de la generación, de lo genital, de lo genésico, en
el deseo, se muestra como algo completamente distinto de la madurez
sexual. Sin duda hablar de sexualización prematura tiene su interés.
Ciertamente, lo que llaman los primeros impulsos sexuales en el hom­
bre son evidentemente, tal como se dice, prematuros. Pero aparte del
hecho de que pueda, en efecto, implicar una intervención de goce, no
es menos cierto que lo que va a introducir el corte entre la libido y la
naturaleza no es sólo el autoerotismo orgánico. Además de los hom­
bres, hay otros animales que son capaces de hacerse cosquillas, los mo­
nos, y eso no les ha llevado a una elaboración demasiado avanzada del
deseo. Por el contrario, aquí se obtiene un beneficio en función del dis­
curso.
No se trata sólo de hablar de las prohibiciones, sino simplemente
de un predominio de la mujer como madre, y madre que dice, madre a
quien se pide, madre que ordena y así instituye la dependencia del
nifio.
La mujer le permite al goce osar llevar la máscara de la repetición.
Se presenta aquí como lo que es, como institución de la mascarada. Le 2. Caché: «Oculto».

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