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EL OBJETO FETICHE

XI
como una formación ideal, en la medida en que el yo (moi) se aísla a
partir del ideal del yo. No les he articulado suficientemente la diferencia
que existe. Pero vayan a Freud, con sus fecundas oscuridades, y miren EL FALO Y LA MADRE INSACIABLE
tan solo sus esquemas, que van de mano en mano sin que a nadie se le
haya ocurrido ni por un momento reproducirlos. ¿Qué encontramos al
final de este capÍtulo? Este esquema, donde pone los yoes de distintos
suJetos. El don se manifiesta al llamar.
La sustitución de las satisfacciones.
GRAPHISCHE DARSTELLUNG DE FREUD La erotización de la necesidad.
El espejo, del júbilo a la depresión.
Papel significante del falo imaginario.
Ideal del yo

, l
!
'',,,, Objeto
-----==:_:-;->x exterior Tengo intención de retomar hoy los términos en los que trato de for-

l mularles la necesaria refundición de la noción de frustración. Sin esta


refundición, en efecto, tal vez no dejará de aumentar la distancia entre
las teorías dominantes en el psicoanálisis de hoy, lo que llaman sus ten-
dencias actuales, y la doctrina freudiana, que constituye a mi modo de
Se trata de saber por qué los sujetos comulgan con un mismo ideal.
ver, nada más y nada menos, la única forma conceptual correcta de la
Freud nos explica que hay identificación del ideal del yo con objetos que
son supuestamente el mismo. Pero, si miramos el esquema, vemos que experiencia fundada por esta misma doctrina.
Hoy trataré de articular, algo tal vez un poco más algebraico que
ha tenido el cuidado de vincular estos tres objetos con un objeto exte-
de costumbre, pero todo lo que hemos hecho hasta ahora sirve como
rior, que se encuentra detrás de todos ellos. ¿No encuentran que esto tie-
ne un parecido chocante con lo que yo les estoy explicando? A propósi- preparación.
Antes de seguir, puntuemos lo que se desprende de algunos de los
to del !ch-Ideal, no se trata tan solo de un objeto, sino de algo que está
términos que nos hemos visto llevados a articular hasta ahora.
más allá del objeto y se refleja, como dice Freud, no pura y simplemente
en el yo, que sin duda se resiente de alguna forma y puede empobrecer-
se, sino en algo que se encuentra en los mismos cimientos del yo, en sus
primeras formas, en sus primeras exigencias y, por decirlo todo, el pri-
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mer velo, algo que se proyecta allí bajo la forma del ideal del yo.

La próxima vez empezaré en este mismo punto donde les dejo, la


He tratado de situarles la frustración en un cuadro triple,
relación entre el ideal del yo, el fetiche y el objeto en cuanto que es el
entre la castración, punto de partida de la experiencia frfudiana, y la pri-
objeto que falta, es decir el falo.
vación, a la que algunos la refieren. Digamos que hay refLrencias distintas.
El psicoanálisis de hoy pone a la frustración en el ¡corazón de todas
las faltas cuyas consecuencias analizables se manifesdrían en los sínto-
6 de febrero de 1957
mas propios de nuestro campo. Necesitamos comprehderla en su expe-
riencia fundamental para usar de ella de forma pues si la ex-
periencia analítica la ha puesto en primer plano los términos en

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uso, no puede ser en absoluto sin alguna razón. Aunque su predominio un instante para darse cuenta de que en sí misa no es comprensible. No
no modifique profundamente la economía de nuestro pensamiento ante hay ninguna razón para no dar una secuencia distinta. Completamente
los fenómenos neuróticos, sin embargo, la conduce a callejones sin sali- al azar, podría decirles frustración-depresión -contricción - podría inven-
da, como yo me esfuerzo en demostrarles, espero que con éxito, con no tar otras. No se trata de preguntarnos ahora por las relaciones de la frus-
pocos ejemplos. A medida que vayan teniendo ustedes más práctica en tración con la regresión. Nunca se ha hecho de forma satisfactoria. Lo
la literatura analítica, y si mantienen los ojos bien abiertos, verán estos que se ha hecho, no digo que sea falso, digo que no es nada satisfactorio,
callejones sin salida, cada vez más comprobados. porque en tal caso la propia noción de regresión no está elaborada.
La frustración, planteemos de entrada, no es la negación de un obje- La frustración no es pues denegar un objeto de satisfacción. No obe-
to de satisfacción en el sentido puro y simple. Satisfacción quiere decir dece a eso. A este respecto, quiero desplegar ante ustedes un encadena-
satisfacción de una necesidad, no tengo necesidad de insistir en este punto. miento de tal forma que puedan retener sus principales articulaciones
Habitualmente, cuando se habla de frustración, se usa el término sin para comprobar si sirven, y como me contentaré con poner a continua-
ninguna otra consideración - tenemos experiencias frustrantes, creemos ción una serie de fórmulas que ya han sido trabajadas aquí, estoy relati-
que dejan huellas. Simplemente olvidamos que, si las cosas han de ser vamente dispensado, salvo por alusión, de demostrarlas.
tan simples, sería preciso explicar también porqué el deseo que habría Sometámonos a la vía consistente en tomar las cosas desde el princi-
resultado frustrado de esta forma respondería a esa característica tan des- pio - no digo del desarrollo, porque esto no tiene el carácter de un desa-
tacada por Freud desde un principio, a saber, que el deseo es, en el in- rrollo, sino en la relación primitiva del niño con su madre. Digamos que,
consciente, reprimido, indestructible, enigma que precisamente todo el en el origen, la frustración - y no cualquier frustración, sino la utiliza-
desarrollo de su obra está destinado a responder. ble en nuestra dialéctica - sólo es concebible como la negación de un
Esta propiedad es propiamente inexplicable limitándose a la perspec- don, en la medida en que el don es símbolo del amor.
tiva de la necesidad. Toda la experiencia que podemos tener de lo que Cuando digo esto, no estoy diciendo nada que no esté en Freud con
ocurre e:n una economía animal nos lo demuestra. La frustración de una todas las letras. El carácter fundamental de la relación de amor, con lo
necesida Ld acarrea modificaciones diversas, más o menos soportables para que tiene de elaborado, no en segundo grado, sino en tercer grado, no
el organismo, pero si hay algo evidente y confirmado por la experiencia, supone estar frente a un objeto, sino frente a un ser. Así se plantea en
es que n.o engendra el mantenimiento del deseo propiamente dicho. O muchos pasajes de Freud la relación que hay al principio. ¿Qué quiere
el indivi du\o sucumbe, o el deseo se modifica, o declina. En todo caso, decir esto? No quiere decir que el niño haya hecho filosofía del amor,
no se ninguna coherencia entre la frustración y la permanencia que distinga, por ejemplo, el amor y el deseo. Quiere decir que de entra-
del dese•o, o su insistencia, para emplear el término que me vi llevado da se encuentra sumergido en un baño que implica la existencia del or-
a destacar c 1ando hablamos del automatismo de repetición. den simbólico. Tenemos pruebas de ello en su conducta. Ocurren algu-
Además, \Freud nunca habla de frustración. Habla de la Versagung, nas cosas que sólo son concebibles si el orden simbólico está ya presente.
que se mucho más adecuadamente en la noción de denuncia, Siempre encontramos en este punto una ambigüedad cuyo origen
como se dice ,denunciar un tratado o se habla de retractarse de un com- es que tenemos una ciencia que es una ciencia del sujeto, no una ciencia
promiso. Esto \es tan cierto, que incluso se puede poner a veces la Versa- del individuo. Ahora bien, sucumbimos a la necesidad de poner al prin-
gung en el polc¡) opuesto, ya que la palabra puede significar a la vez pro- cipio al sujeto, olvidando que el sujeto, como sujeto, no es identificable
mesa y ruptur.\-:i de promesa. Esto sucede a menudo en las palabras con el individuo. Aunque el sujeto esté ajeno, como individuo, al orden
precedi,das de v ·e r-, prefijo tan esencial en alemán y que tiene un lugar que le concierne como sujeto, ese orden no deja de existir. En efecto,
eminente en la \elección de las palabras en la teoría analítica. la ley de las relaciones intersubjetivas gobierna profundamente a aque-
Digámoslo de una vez, la tríada frustración-agresión-regresión, plan- llos de quienes depende el individuo, implicándole en dicho orden, sea
teada así, está m ,uy lejos de tener el carácter atrayente de significación o no consciente de ello como individuo. Tratar de hacer surgir, a partir
inmediatamente .comprensible que se le supone. Basta con considerarla de las angustias del niño en la oscuridad, la imagen del padre, es un in-

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tento desesperado y que sin embargo se hace una y otra vez. Me refiero articulación esencial que permite situar la satisfacción y hace que tenga
a lo que articula un tal Mallet sobre las fobias primitivas. Esta tentativa sentido.
sólo puede llevarse a cabo con algún truco muy grosero. El orden de No quiero decir que no haya en el niño, con ocasión de este juego,
la paternidad de por sí existe, viva o no el niño terrores infantiles, los una satisfacción atribuida a algo como un puro ritmo vital. Digo que
cuales sólo pueden llegar a tener un sentido articulado en la relación in- toda satisfacción implicada en la frustración lo está sobre el fondo del
tersubjetiva padre-hijo, profundamente organizada simbólicamente, que carácter fundamentalmente decepcionante del orden simbólico. La satis-
forma el contexto subjetivo donde desarrolla el niño su experiencia. La facción aquí no es más que sucedáneo, compensación. El niño aplasta
experiencia del niño está en todo momento atrapada en y es retroactiva- lo que tiene de decepcionante el juego simbólico mediante la incauta-
mente reordenada por la relación intersubjetiva en la que se comprome- ción oral del objeto real de satisfacción, en este caso el pecho. Lo que
te mediante una serie de esbozos, que lo serán precisamente porque lo adormece de esta satisfacción es precisamente su decepción, su frus-
arrancan. tración, el rechazo que puede haber experimentado.
Les hablé del don. El don implica todo el ciclo del intercambio en La dolorosa dialéctica del objeto, a la vez presente y siempre ausen-
el que se introduce el sujeto tan primitivamente como puedan ustedes te, en la que el niño se ejercita, nos lo simboliza aquel ejercicio genial-
suponer. Si hay don, es sólo porque hay una inmensa circulación de do- mente captado por Freud en estado puro, en su forma aislada. Es el fon-
nes que recubre todo el conjunto intersubjetivo. El don surge de un más do de la relación del sujeto con el par presencia-ausencia, relación con
allá de la relación objetal, pues supone todo el orden del intercambio la presencia sobre fondo de ausencia, con la ausencia como constitutiva
en el que ya ha entrado el niño, y únicamente puede surgir de este más de la presencia. El niño aplasta con la satisfacción la insatisfacción fun-
allá con el carácter que lo constituye como propiamente simbólico. No damental de esta relación. Despista con la incautación oral. Ahoga lo
hay don que no esté constituido por el acto que previamente lo había que resulta de la relación fundamentalmente simbólica.
anulado o revocado. Sobre este fondo, como signo de amor, primero anu- Así, nada tiene de sorprendente para nosotros que sea precisamente
lado para reaparecer luego como pura presencia, el don se da o no se en el sueño donde se manifieste la persistencia del deseo en el plano sim-
da al llamar. bólico. Vuelvo a insistir en ello, ni siquiera el deseo del niño está vincu-
Diré más. Hablo de la llamada porque éste es el primer plano, el pri- lado sólo con la pura y simple satisfacción natural. Vean aquel sueño
mer tiempo, de la palabra, pero acuérdense de lo que les decía cuando pretendidamente archisimple que es el sueño infantil, por ejemplo, el
hablábamos de la psicosis. Les decía que la llamada es esencial en la pala- de la pequeña Anna Freud, que dice en sueños -Frambuesa,flan. Todos
bra. Sería un error limitarme a esto, porque la estructura de palabra im- estos objetos son para ella objetos trascendentes. Tanto han entrado en
plica en el Otro que el sujeto reciba su propio mensaje en forma inverti- el orden simbólico, que todos ellos son precisamente objetos prohibi-
da. Todavía no hemos alcanzado este nivel, pero la llamada no puede dos. Nada nos obliga a creer que la pequeña Anna Freud estuviera insa-
sostenerse ya aisladamente, como lo demuestra la imagen freudiana del tisfecha esa misma noche, al contrario. Lo que se mantiene en el sueño
niño con su Fort·Da. La llamada ya exige enfrentarse con su opuesto. como un deseo, eso sí, expresado sin disfraz alguno, pero con toda la trans-
Llamar lo localiza. Si la llamada es fundamental, fundadora en el orden posición propia del orden simbólico, es el deseo de lo imposible.
simbólico, es en la medida en que lo reclamado puede ser rehusado. La Y si todavía dudan que la palabra juegue en este caso un papel esen-
llamada es ya una introducción a la palabra completamente comprome- cial, les haré notar que si la pequeña Anna Freud no hubiera articulado
tida en el orden simbólico.
esto en palabras, nunca hubiéramos sabido nada de ello.
El don se manifiesta al llamar. La llamada se hace oír cuando el ob-
jeto no está. Cuando está, el objeto se manifiesta esencialmente sólo como
signo del don, es decir, como nada a tÍtulo de objeto _de satisfacción. Está
ahí precisamente para ser rechazado en cuanto nada. Este juego simbóli-
co tiene pues un carácter fundamentalmente decepcionante. He aquí la

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pel no haya ningún objeto real en absoluto. En efecto, se trata únicamen-
te de lo que da lugar a una satisfacción sustitutiva de la saturación sim-
bólica. Sólo esto puede explicar la verdadera función de un síntoma como
Prosigamos con la dialéctica de la frustración y preguntémonos -
el de la anorexia mental. Ya les dije que la anorexia mental no es un no
¿qué ocurre en el momento en que interviene la satisfacción de la nece-
sidad y sustituye a la satisfacción simbólica? comer, sino un no comer nada. Insisto - eso significa comer nada. Nada,
es precisamente algo que existe en el plano simbólico. No es un nicht
Por el propio hecho de esta sustitución, la satisfacción de la necesi-
essen, es un 'n ichts essen. Este punto es indispensable para comprender
dad sufre una transformación. ¿Cuál? Como yo les digo que el objeto
la fenomenología de la anorexia mental. Se trata, en detalle, de que el
real adquiere entonces el valor de símbolo, podría decirles que, en con-
niño come nada, algo muy distinto que una negación de la actividad.
secuencia, se ha convertido en símbolo o casi, pero sólo sería un puro
Frente a lo que tiene delante, es decir, la madre de quien depende, hace
y simple juego de manos. Lo que adquiere carácter y valor simbólico,
uso de esa ausencia que saborea. Gracias a esta nada, consigue que ella
es la actividad, el modo de aprehensión, que deja al niño en posesión
del objeto. dependa de él. Si no captan esto, no pueden entender nada, no sólo de
la anorexia mental, sino también de otros síntomas, y cometerán las fal-
Así, la oralidad se convierte en lo que es. Como forma instintiva del
tas más graves.
hambre, es portadora de una libido conservadora del cuerpo propio, pero
Les he situado pues el momento de vuelco que nos introduce en la
no es sólo esto. Freud se pregunta por la identidad de esta libido -¿es
dialéctica simbólica de la actividad oral. Luego otras actividades quedan
libido de la conservación o libido sexual? Por supuesto, aspira a la con-
igualmente capturadas en la dialéctica libidinal. Pero esto no es todo lo
servación del individuo, lo que también implica la destrudo, pero preci-
que se produce. A la inversa y al mismo tiempo, cuando se introduce
samente, como ha entrado en la dialéctica de la sustitución de la exigen-
en lo real el vuelco simbólico de la actividad sustitutiva, la madre, hasta
cia de amor por la satisfacción, es en verdad una actividad erotizada. Es
libido en el sentido propio, y libido sexual. ese momento sujeto de la exigencia simbólica, simplemente el lugar donde
podía manifestarse la presencia o la ausencia, se convierte en un ser real,
Todo esto no es una vana articulación retórica, sino que responde
lo que plantea un interrogante sobre la irrealidad de la relación primiti-
de una forma distinta que eludiéndolas a objeciones hechas por gente
va con la madre. En efecto, como la madre puede rehusar eternamente,
sin duda no muy sutil - por ejemplo el Sr. Charles Blondel en el últi-
lo puede literalmente todo. Como ya les dije, en ella aparecerá por pri-
mo número de los Études philosophiques, consagrado al centenario de Freud
mera vez - y no como lo plantea esa extraña hipótesis de una especie
- a algunas observaciones psicoanalíticas, por ejemplo, a propósito de
de megalomanía que proyecta en el niño algo que sólo existe en la men-
la erotización del pecho. Dicho autor planteaba en uno de sus artículos,
te del analista - la dimensión de la omnipotencia, la Wirklichkeit, que
como la señora Favez-Boutonnier nos recuerda - Me gustaría entender-
en alemán identifica omnipotencia con realidad. La eficacia esencial se
lo, pero ¿qué ocurre si el niño no mama del pecho de su madre, sino que
presenta de entrada como la omnipotencia del ser real de quien depen-
es alimentado con biberón? Precisamente a esta objeción responde lo que
de, de forma absoluta y sin recurso posible, el don o el no don.
acabo de estructurarles. En cuanto entra en la dialéctica de la frustración,
Les estoy diciendo que la madre es primordialmente omnipotente,
el objeto real no es en sí mismo indiferente, pero no tiene ninguna nece-
que no podemos eliminarla de esta dialéctica, que es una condición esencial
sidad de ser específico. Aunque no sea el pecho de la madre, no por ello
para entender cualquier cosa que merezca la pena entender. No les estoy
perderá nada del lugar que le corresponde en la dialéctica sexual, cuyo
diciendo, con la señora Melanie Klein, que la madre lo contenga todo.
resultado es la erotización de la zona oral. Lo que desempeña aquí el pa-
Eso es otro asunto, y sólo lo menciono de paso. Ahora podemos entre-
pel esencial no es el objeto, sino el hecho de que la actividad ha adquiri-
ver cómo es posible que todos los objetos fantasmáticos primitivos se
do una función erotizada en el plano del deseo, el cual se ordena en el
orden simbólico. encuentren reunidos en el inmenso continente del cuerpo materno. Que
es posible, la señora Melanie Klein nos lo demostró de forma genial, pero
Tanto es así, se lo advierto de paso, que puede que jugando estepa-
siempre tuvo dificultades para explicarnos cómo es posible, y sus adver-

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sarios no se privaron de argüido para decir que soñaba. Por supuesto, pero es muy distinto cuando, una vez recibida ya esta forma, se encuen-
soñaba, y tenía razones para hacerlo, porque eso sólo es posible a través tra con la realidad del amo. Así, el momento de su triunfo es también
de una proyección retroactiva de toda la gama de objetos imaginarios el heraldo de su derrota. Cuando se encuentra en presencia de esa totali-
en el seno del cuerpo materno. Sí que están ahí, en efecto, porque la ma- dad bajo la forma del cuerpo materno, se ve obligado a constatar que
dre constituye un campo virtual de nadificación'; simbólica, que dará a ella no le obedece. Cuando entra ert juego la estructura especular refleja
todos los objetos venideros, cada uno en su momento, todo su valor sim- del estadio del espejo, la omnipotencia materna sólo se refleja entonces
bólico. Con sólo tomar al sujeto a un nivel algo más avanzado, por ejem- en posición netamente depresiva, y entonces hay en el niño sentimiento
plo, un niño de unos dos años de edad, no es en absoluto extraño que de impotencia.
ella encuentre objetos reproyectados retroactivamente. Y puede decirse Aquí puede introducirse lo que mencioné hace un momento cuan-
en cierto sentido que, como siempre ocurre, si estaban listos para ir a do les hablaba de la anorexia mental. Podríamos ir algo más deprisa y
parar ahí algún día, ya estaban. En este punto, el niño se encuentra fren- decir que el único poder a disposición del sujeto contra la omnipoten-
te a la omnipotencia materna. cia, es decir no en el plano de la acción, introduciendo aquí la dimen-
Como acabo de hacer una rápida alusión a la posición paranoide, sión del negativismo, algo que no carece de relación con el momento
tal como la señora Melanie Klein la llama, añadiré que la posición de- que estoy considerando. No obstante, diría yo, ténganlo en cuenta, la
presiva, que según ella ya se esboza por entonces, podemos sospechar experiencia nos muestra, y con razón, que la resistencia a la omnipoten-
que no carece de relación con la omnipotencia. Es una especie de anona- cia no se elabora en el plano de la acción bajo la forma del negativismo,
damiento, una micromanía, lo contrario de la megalomanía. Pero cuida- sino en el del objeto, que se nos ha revelado bajo el signo de la nada.
do con ir demasiado aprisa, porque ello no resulta únicamente de que Con este objeto anulado, en cuanto simbólico, el niño pone trabas a su
la madre, surgida como omnipotente, sea real. Para que la omnipotencia dependencia, y precisamente alimentándose de nada. Aquí invierte su
real engendre en el sujeto un estado depresivo, es necesario además que relación de dependencia, haciéndose por este medio, él, que depende de
pueda reflexionar sobre sí mismo y sobre el contraste de su impotencia. esa omnipotencia ávida de hacerle vivir, su amo. Así es ella quien depen-
La experiencia clínica permite situar este punto alrededor de ese sexto de por su deseo, ella quien está a su merced, a merced de las manifesta-
mes, destacado ya por Freud, cuando se produce el fenómeno del esta- ciones de su capricho, a merced de su omnipotencia, la de él.
dio del espejo.
En consecuencia, nos es muy necesario sostener, en nuestro fuero
Me objetarán ustedes que, como yo mismo enseñé, cuando el sujeto interno, que el orden simbólico es, por así decirlo, el lecho necesario para
capta la totalidad de su propio cuerpo en su reflexión especular, cuando que pueda entrar en juego la primera relación imaginaria sobre la cual
en cierto modo se consuma en ese otro total y se presenta a sí mismo, se produce el juego de la proyección y de su contrario.
experimenta más bien un sentimiento de triunfo. A esto, que es una re- Para ilustrar esto ahora en términos psicológicos - pero es una de-
construcción, no le falta confirmación en la experiencia, y el carácter gradación respecto de esta primera exposición que acabo de hacerles -,
jubiloso de este encuentro es indudable. Pero conviene no confundir aquí la intencionalidad de amor constituye muy precozmente, antes de cual-
dos cosas.
quier más allá del objeto, una estructuración fundamentalmente simbó-
Por una parte, está la experiencia del dominio, que dará a la relación lica, imposible de concebir sin plantear que el propio orden simbólico
del niño con su propio yo (moi) un elemento de splitting esencial, de está ya instituido y presente. La experiencia nos lo demuestra. Como la
distinción respecto de sí mismo, que quedará siempre ahí. Por otra par- señora Susan Isaacs nos hizo observar hace ya mucho tiempo, desde una
te, está el encuentro con la realidad del amo. Como la forma del domi- edad muy precoz un niño distingue un castigo de un maltrato arbitra-
nio la obtiene el sujeto bajo la forma de una totalidad alienada de sí mis- rio. Incluso antes de hablar, un niño no reacciona de la misma forma
mo, pero estrechamente vinculada con él y dependiente de él, hay júbilo, ante un golpe que ante una bofetada.
Les dejo meditar sobre lo que esto implica. Me dirán ustedes que es
" Néantisation. (T.)
curioso, que el animal también, al menos el animal doméstico. A esta

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objeci6n es fácil darle la vuelta. Demuestra precisamente que el animal El Fort-Da es aquí esencial. El grito que tenemos en cuenta en la frus-
puede llegar a un esbozo de más allá que lo introduce en relaciones de tración se inserta en un mundo sincrónico de gritos organizado como
identificaci6n muy particulares con su amo. Pero justamente porque, a sistema simbólico. Los gritos están ya virtualmente organizados en
diferencia del hombre, el animal no está implicado en todo su ser en un un sistema simb6lico. El sujeto humano no sólo advierte en el grito algo
orden de lenguaje, la cosa no va a más allá en él, salvo que es un buen que señala un objeto cada vez. Es falso, falaz y erróneo plantear la cues-
perrito. No obstante, consigue algo tan elaborado como distinguir entre tión del signo cuando se trata del sistema simbólico. Desde el origen,
el hecho de recibir un golpe cariñoso y que se le aplique un castigo. el grito está ahí para que se levante acta de él, incluso para que además
Como por ahora se trata de dejar claros los límites, tal vez hayan haya que rendir cuentas a otro. No hay más que ver la necesidad esen-
visto ustedes una especie de cuaderno aparecido en diciembre de 1956, cial que tiene el niño de recibir esos gritos modelados y articulados lla-
como cuarto número del año del Intemational ]ournal ofPsycho-Analysis. mados palabras, así como su interés por el propio sistema del lenguaje.
Al parecer se han planteado que de todos modos había algo interesante El don tipo es precisamente el don de la palabra, porque en efecto el
en el lenguaje, y parece que algunas personas han sido llamadas a res- don es aquí, por así decirlo, igual en su principio. Desde el origen, el
ponder al encargo. El artÍculo del señor Lowenstein está marcado por niño se nutre de palabras tanto como de pan, y muere por ellas. Como
una prudencia distante no carente de habilidad, que consiste, tras enume- dice el Evangelio, el hombre no sólo muere por lo que entra en su boca,
rar algunos personajes secundarios de Hamlet, en recordar que el señor sino también por lo que de ella sale.
Como ya deben haber visto - más exactamente, no lo han visto,
de Saussure enseñ6 que hay un significante y un significado. En resumen,
muestran que están un poco al corriente, pero eso queda totalmente inar- pero he de insistir para dar este tema por concluido -, el término de
regresión puede tener aquí una incidencia que no es la que ordinaria-
ticulado con respecto a nuestra experiencia, salvo para subrayar que es
cuesti6n de tener cuidado con lo que decimos. En vista del nivel de ela- mente se pone de manifiesto.
El término de regresión es aplicable a lo que ocurre cuando el obje-
boraci6n en el que todo esto se ha quedado rezagado, disculpo al autor
to real, junto con la actividad dirigida a hacerse con él, sustituye a la
por no citar mi enseñanza - nosotros hemos llegado mucho más lejos.
exigencia simbólica. E.l hecho de que el niño aplaste su decepción satu-
También hay un tal Charles Rycroft que, en representaci6n de los
rándose y saciándose con el pecho, o con cualquier otro objeto, le per-
londinenses, trata de añadir algo más, haciendo, como en suma hacemos
mitirá entrar en la necesidad del mecanismo que hace que a una frustra-
nosotros, la teoría analítica de las instancias intrapsíquicas y de su arti-
ción simbólica pueda sucederle siempre la regresión. Una le abre la puerta
culaci6n. Tal vez debiéramos recordar, dice este autor, que la teoría de
la comunicaci6n existe. Así, nos recuerda que cuando un niño grita, se a la otra.
produce una situación total que incluye a la madre, al grito, al niño. En
consecuencia, estamos en plena teoría de la comunicaci6n - el niño gri-
ta y la madre recibe su grito como una señal, una señal de la necesidad. 3
Si partimos de ahí, sugiere el autor, tal vez consiguiéramos reorganizar
nuestra experiencia.
En lo que yo les estoy enseñando no se trata en absoluto de esto. Ahora se trata de construir la siguiente etapa, y para eso tenemos
Como lo demuestra lo que Freud destaca en la manifestaci6n del niño, que dar un jump.
el grito en cuestión no se toma como señal. Se trata del grito en la medi- Podríamos contentarnos con decir, pero resultaría artificial, que desde
da en que reclama una respuesta, que llama, diría yo, sobre un fondo la apertura que encuentra el significante con la entrada de lo imaginario,
de respuesta. El grito se produce en un estado de cosas en el cual no s6lo todo anda solo. En efecto, todas las relaciones con el cuerpo propio esta-
el lenguaje ya está instituido para el niño, sino que éste nada en un me- blecidas a través de la relación especular, todas las del cuerpo,
dio de lenguaje y se apodera de sus primeras migajas, las articula, como
par de alternancia. '' Appartenances. También «dependencias». Véase nota pág. 99. (T.)

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