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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

Escolástica. Tomás de Aquino

1. Contexto sociohistórico del siglo XIII. Escolástica

1.1 Breve marco histórico


1.2 Marco cultural y filosófico

2. Filosofía y teología en santo Tomás de Aquino

2.1 Nota biográfica de santo Tomás de Aquino


2.2 Saber teológico y saber filosófico
2.3 Filosofía tomista
2.4 Demostraciones de la existencia de Dios
2.5 Ética
2.6 Breves notas políticas

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(1) CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DEL SIGLO XIII. ESCOLÁSTICA
1.1 Breve marco histórico
La expansión de los primeros siglos de la Baja Edad Media tuvo su motor en el
progreso habido en la agricultura, fuente básica de la economía medieval. El arado de
ruedas, el molino hidráulico y la rotación en los cultivos, entre otros factores,
permitieron incrementar el rendimiento de los campos. Como consecuencia mejoró el
régimen alimenticio y aumentó la población. La crisis surgió, sin embargo, en las
últimas décadas del siglo XIII, cuando fueron apareciendo las tres grandes calamidades
de aquel tiempo: el hambre, la peste y la guerra.
En la época de expansión, a cuyo final asistió santo Tomás, comenzaron a
fraguarse los estados modernos europeos. La unión que el cristianismo había logrado
entre los pueblos en épocas anteriores comenzó a resquebrajarse pese a los intentos del
Papado de erigirse en un poder aglutinador. Francia era, en tales momentos, el principal
país europeo.
En el campo político, la cristiandad contemplaba dos grandes poderes, el del
Emperador y el del Papa, cuyos ámbitos de actuación no estaban claramente
delimitados. El conflicto estalló entre Enrique IV, emperador de Alemania, y el Papa
Gregorio VII, con el deseo de ambos de que se reconociera su supremacía dentro de la
cristiandad. El concordato de Worms, de 1122, zanjó momentáneamente el problema,
pero resurgió en seguida, quedando en el siglo XIII ambos poderes muy debilitados. En
este período Federico I Barbarroja defendió que el Imperio derivaba directamente de
Dios. Federico II, por su enfrentamiento con los Papas, recibió la denominación de
encarnación del Anticristo. En el siglo XIII, el Papa Inociencio III mantuvo la teocracia,
según la cual el poder religioso se consideraba superior al político.

1.2 Marco cultural y filosófico


El término “escolástica” procede del vocablo latino “scholasticus”, cuya
traducción literal al castellano es “al que enseña en una escuela”; concretamente se
llamaba así al maestro que enseñaba las artes liberales, el Trivium y el Quatrivium, en una
escuela monacal. Por otra parte, el término “escolástica” se utiliza en un sentido más
amplio para designar la filosofía de la Edad Media elaborada en las escuelas. Existían
tres clases de escuelas, dependiendo del ambiente en el que se habían establecido:
monacales -formadas alrededor de los monasterios-, catedralicias -fundadas en las
catedrales- y palatinas -establecidas en los palacios de los reyes. En estas se cultivaban

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las artes liberales contenidas en el Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quatrivium
(aritmética, geometría, astronomía y música).
En sentido estricto, la filosofía escolástica es aquella que se elabora dentro del
horizonte del dogma católico, pero sin que este dogma determine unívocamente toda su
reflexión; los filósofos escolásticos, pues, se mantienen en todo momento fieles a los
contenidos dogmáticos de la Iglesia.
El momento culminante de la Escolástica se produce en el siglo XIII, y Tomás
de Aquino (1224-1274) es, sin duda, el máximo exponente de este esplendor. Las
razones de este apogeo son diversas, a continuación señalamos algunas de las más
importantes:

- Las ciudades, que son un marco más propicio que el campo para la producción
científica e intelectual, alcanzan una mayor influencia en el conjunto de la vida social, al
ser cada vez más numerosas e importante su potencial económico.
- También en este siglo se crean las universidades (Bolonia, París, Oxford,
Salamanca). Su origen se encuentra en las antiguas escuelas monacales y palatinas.
Como en algunas ciudades coexistían escuelas distintas, incluso con doctrinas contrarias,
pronto se produjeron enfrentamientos entre los estudiantes de unas y otras e incluso
entre los estudiantes y las autoridades de la ciudad. Se requería, pues, una unión entre
estudiantes y profesores y una reglamentación que estableciera los derechos y los
deberes de todos; esta unión entre maestros y discípulos recibió el nombre de
“universidad”. Destacan en este siglo XIII las universidades de Bolonia (Derecho),
Palermo (Medicina), Oxford y París (Teología). La más importante será la de París,
cuyos estatutos se aprueban en el año 1215 y a la que favorecen tanto los reyes, que
buscan en su esplendor un motivo de prestigio político, como la Iglesia, que ven en ella
un medio poderos para extender la verdad religiosa por el mundo.
- La aparición de las órdenes mendicantes: dominicos (1209) y franciscanos
(1216). Estas órdenes suponen una crítica de lo establecido en el campo eclesiástico,
rechazando, por ejemplo, el lujo en la Iglesia.
- Otro factor importante que explica el desarrollo del pensamiento en el siglo
XIII es el contacto con los pensadores árabes y judíos. Al producirse las invasiones
bárbaras, la cultura helenista se había refugiado en el Imperio Romano de Oriente. En
Occidente apenas habían quedado obras de los grandes filósofos griegos. Se pudo
conocer, aunque no completo, el pensamiento de Platón, pero los conocimientos sobre

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Aristóteles fueron mínimos. Los judíos y los árabes, por el contrario, tuvieron contacto
con todo el pensamiento helenista en Oriente1 y desarrollaron una cultura propia que
alcanzó su apogeo entre los siglos X y XII. Avicena y Averroes, entre los árabes, y
Maimónides, entre los judíos, fueron los representantes más significativos de esta época
de auge cultural. El contacto del mundo occidental con la cultura oriental y el “re-
conocimiento” y “re-descubrimiento” de la filosofía helenista –principalmente de
Aristóteles- suponen un impulso que desemboca directamente en el florecimiento
intelectual de este siglo. Este contacto con la cultura oriental se realiza
fundamentalmente por una triple vía: las cruzadas, las Escuelas de Traductores de
Toledo y Sicilia y las cortes de los príncipes cristianos y del Papa, en las que vivían
numerosos árabes y judíos, sobre todo médicos.

(2) FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA EN SANTO TOMÁS DE AQUINO


2.1 Nota biográfica de santo Tomás de Aquino
Tomás de Aquino nació en 1224 en Rocasecca, en la provincia de Nápoles. Hijo del conde de
Aquino, a la edad de cinco años ingresó en el monasterio de Montecassino. Cursó estudios en la
Universidad de Nápoles, donde entró en contacto con la orden dominica, en la que ingresaría en 1243.
Entre los años 1248 y 1252 fue discípulo de Alberto Magno en Colonia. En 1252 comenzó a
impartir clases en la Universidad de París, en la que ocupó una cátedra desde 1256 hasta 1259. Hay que
destacar durante este período la redacción de la Suma contra los gentiles. En los años siguientes peregrinó por
diversas universidades, como era costumbre entre los dominicos. Instalado nuevamente en Italia, su
estancia en Orvieto tuvo una especial importancia: el papa Urbano IV le encargó la reorganización de la
facultad de filosofía en la corte pontificia y Tomás de Aquino aprovechó la estancia para hacer una nueva
y cuidada traducción de las obras de Aristóteles.

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En el año 529 d. C., el emperador Justiniano decretaba la clausura de las escuelas filosóficas de Atenas.
Con ello, occidente se cerraba definitivamente a la influencia de la especulación helénica; pero el
pensamiento griego había comenzado, mucho antes de esa fecha, a ganar terreno en oriente: ya había
comenzado el movimiento de retorno que debía traer al occidente del siglo XIII el pensamiento de
Aristóteles y del neoplatonismo a través de los filósofos sirios, árabes y judíos. La escuela de Edesa, en
Mesopotamia, fundada en 363 d. C. por san Efrén de Nisibis, enseñaba las doctrinas de Aristóteles,
Hipócrates y Galeno. La necesidad que los sirios convertidos al cristianismo sentían de aprender griego
para leer el Antiguo Testamento o los escritos de los Padres de la Iglesia les llevó a iniciarse en la ciencia
y en la filosofía griegas Se ensañaba filosofía, matemáticas y medicina allí donde se enseñaba teología, y
se traducían al siríaco las obras clásicas griegas. Cuando la escuela de Edesa fue cerrada en 489 sus
profesores pasaron a Persia y a Siria y enseñaron allí. Cuando el Islam remplaza al cristianismo en
Oriente, el papel de los sirios como agentes de transmisión de la filosofía helénica aparece con toda
claridad. Los califas Abbasidas, cuya dinastía se funda en el año 750, llaman a su servicio a los sirios que
continúan sus enseñanzas y sus trabajos bajo los auspicios e estos nuevos señores. De esta manera,
Euclides, Arquímedes, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno, Aristóteles, Teofrasto y Alejandro de Afrodisia son
traducidos, ya directamente del griego al árabe, ya del griego al siríaco y después al árabe. Así, las
escuelas siríacas han sido intermediarias, y gracias a ellas el pensamiento griego llega a los árabes,
esperando el momento en que de los árabes pase a los judíos y a los filósofos del occidente cristiano.

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En 1269 fue llamado nuevamente a París para combatir a los antiaristotélicos. En esa época
redacto su obra principal, la Suma teológica, la indiscutible gran síntesis teológica y filosófica de la Edad
Media. Fue convocado al concilio de Lyon, de 1274, pero su salud, muy debilitada, no le permitió llegar.
Aquel mismo año murió en el monasterio cisterciense de Fossanova.

2.2 Saber teológico y saber filosófico


La filosofía, y las restantes ciencias humanas, descansan simplemente en la luz
natural de la razón. El filósofo utiliza principios que son conocidos por la razón humana
y saca conclusiones que son fruto del razonamiento humano. El teólogo, por el
contrario, aunque utiliza ciertamente su razón, acepta sus principios de la autoridad, de
la fe: los recibe como revelados. Se sigue de ahí que la principal diferencia entre teología
y filosofía radica en el hecho de que el teólogo recibe sus principios de la Revelación, y
considera los objetos de que se ocupa como revelados o como deducibles a partir de lo
revelado, mientras que el filósofo aprehende sus principios por la sola razón, y considera
los objetos de que se ocupa no como revelados, sino como captados por la razón. En
definitiva, la teología trata de Dios como conocido por la fe, y opera a la luz
sobrenatural de la fe, mediante la cual recibe los dogmas revelados; por el contrario, la
filosofía trata a Dios como el Primer Ser, y opera bajo la luz general de la razón,
concedida a todos los hombres de igual modo, y a través de la cual conoce los primeros
principios.
El problema para santo Tomás de Aquino fue el de sintetizar la filosofía con la
teología sin corromper la esencia y naturaleza de la teología. Para ello, santo Tomás
propone la siguiente distinción: algunas verdades son propias de la teología, puesto que
no pueden ser conocidas por la razón, sino solamente por la revelación (el misterio de la
Trinidad, por ejemplo), mientras que otras verdades son propias de la filosofía, en el
sentido de que no han sido reveladas. Sin embargo, hay algunas verdades que son
comunes a la teología y a la filosofía (preambula fidei), puesto que han sido reveladas,
aunque al mismo tiempo pueden ser establecidas por la razón; estas verdades
intermedias o fronterizas son a la vez objeto o supuesto de la revelación y objeto posible
de la razón, por ejemplo, la existencia de Dios o la inmortalidad del alma.

Señalamos a continuación, en resumen, las líneas generales de la doctrina


tomista sobre las relaciones entre la fe y la razón:

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(1) Fe y razón son autónomas, es decir, tiene cada una su propio campo de
estudio.
(2) Fe y razón a veces hablan de una misma verdad -por ejemplo de la existencia
de Dios-, es decir, que pueden tener el mismo objeto material. En ese caso, la
razón se acerca a la verdad por su camino propio que es el razonamiento, y
la fe por el suyo, que es la Revelación.
(3) La razón ayuda a la fe, le presta su aparato lingüístico (vocabulario), permite
entenderse con otros filósofos que no comparten la fe.
(4) La fe ayuda a la razón, propone nuevas verdades (por ejemplo, que “Dios es
Padre”, que “resucitaremos después de la muerte”, que “Dios es uno y tres”,
etc.); es fuente de conocimiento distinta.
(5) ¿Conflicto entre fe y razón? Si entre la fe y la razón surgiera un conflicto –si
una afirmara una verdad y la otra, otra- tendríamos:
- que se debe a un fallo de la razón; por tanto, si hubiera que optar por
fe o razón, la fe sería la preferida.
- que se debe a una insuficiente consideración de los datos de la fe.

2.3 Filosofía tomista


Partiendo del sentido común, para santo Tomás existen una multiplicidad de
sustancias. La mente humana conoce en dependencia de la experiencia sensible, y los
primeros objetos concretos que conoce la mente son los objetos materiales en relación
con los cuales entra a través de los sentidos. Pero una pequeña reflexión lleva en seguida
a la mente a distinguir entre sustancia y accidente al modo aristotélico. De entrada,
santo Tomás acepta del estagirita la doctrina de las diez categorías: la sustancia y las
nueve categorías de accidentes. De aquí se llega a la concepción, por una parte, de un
sustrato subyacente a los cambios, que, considerado en sí mismo, no puede recibir el
nombre de ninguna sustancia determinada, y, por otra parte, a la de un elemento
determinante. El primer elemento es la “materia prima”, el sustrato indeterminado del
cambio sustancial; el segundo elemento es la forma sustancial, que hace a la sustancia tal
como es, la pone en su clase específica, y la determina como lo que es. Toda sustancia
material está, así, compuesta de materia y forma.
Por otro lado, hay una composición más profunda que afecta a todos los seres
finitos: esencia y existencia. La esencia de un ser corpóreo es la sustancia compuesta de
materia y forma, mientras que la esencia de un ser finito inmaterial (los ángeles) es la

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forma sola; pero aquello por lo cual una sustancia material o una sustancia inmaterial es
un ser real es la existencia, que está con la esencia en la relación del acto a la
potencialidad. Ningún ser finito existe necesariamente; el ser finito tiene o posee
existencia, que es distinta de la esencia2, como el acto es distinto de la potencialidad. La
existencia, pues, no es ni materia ni forma; no es ni una esencia ni parte de una esencia;
es el acto por el cual la esencia es o tiene ser.
Santo Tomás descubre en el corazón de todo ser finito una cierta inestabilidad,
una contingencia que apunta inmediatamente hacia la existencia de un Ser que es la
fuente de la existencia finita, el autor de la composición de esencia y existencia, y que no
puede estar a su vez compuesto de esencia y existencia, sino que debe tener existencia
como su verdadera esencia, es decir, existir necesariamente. Este descubrimiento de
santo Tomás (la existencia como algo necesario en un Ser del que emana todo lo real)
nos conduce directamente a pasar a desarrollar las pruebas de la existencia de Dios,
pues constituye una reformulación de la tercera de las vías.

2.4 Demostraciones de la existencia de Dios


Santo Tomás procuró mostrar que no es inútil o superfluo facilitar pruebas de la
existencia de Dios, pues ayudaría a reforzar el conocimiento de Dios por la fe.
Podemos dar dos tipos de demostraciones de la existencia de Dios: a priori y a
posteriori. Una demostración a priori parte del concepto de Dios, como por ejemplo la
prueba que dio san Anselmo. Por el contrario, una demostración a posteriori parte de la
experiencia, de la realidad.
Si la existencia de Dios no puede ser demostrada a priori, por la idea de Dios,
por su esencia, deberemos probarla a posteriori, mediante un examen de los efectos de
Dios. Así, Tomás de Aquino presenta cinco pruebas o argumentos (vías) de la existencia
de Dios:
La primera de las cinco pruebas de la existencia de Dios presentadas por santo
Tomás es la del movimiento. Sabemos por la percepción sensible que algunas cosas
del mundo se mueven, que el movimiento es un hecho. En ese sentido, todo lo que se
mueve es movido por otro. Si ese otro es a su vez movido, debe ser movido por otro

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Distinta en tanto que en el ser finito la existencia no es necesaria (sólo contingente), y la esencia sí lo es
por definición, pues, como se ha dicho anteriormente, “la esencia de un ser corpóreo es la sustancia
compuesta de materia y forma”.

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agente; y como una serie infinita es imposible llegamos al fin a un motor inmóvil, y
todos entendemos que ese primer motor es Dios.
La segunda vía toma también su punto de partida en el mundo sensible, pero
esta vez en la causalidad. Nada puede ser la causa de sí mismo, porque, para serlo,
tendría que haber existido antes de sí mismo. Por otra parte, es imposible proceder al
infinito en la serie de las causas eficientes; así pues, debe haber una primera causa
eficiente, a la que todos los hombres llaman Dios.
La tercera prueba se basa en la existencia. Los seres empiezan a existir y
perecen, lo que muestra que pueden ser y no ser, que son contingentes, puesto que si
fueran necesarios siempre habrían existido, y ni empezarían a ser ni perecerían. Santo
Tomás arguye entonces que debe haber un ser necesario, el cual es la razón de que los
seres contingentes lleguen a existir. Si no hubiera un ser necesario, no existiría nada en
absoluto.
La cuarta prueba toma su punto de partida en los grados de perfección. Los
juicios comparativos de bondad, de verdad, etc., permiten afirmar cosas como “eso es
más bello que esto” o “este es más bueno que aquel”. Santo Tomás argumenta que los
grados de perfección implican necesariamente la existencia de un máximo verdadero, lo
cual será también el ser supremo.
La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que los
cuerpos naturales obran por un fin. Por lo tanto, debe existir un ser inteligente que
dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios.

2.5 Ética
Santo Tomás adoptó, en materia ética, un punto de vista similar al de
Aristóteles. Los únicos actos del hombre que caen propiamente dentro del campo de la
moral son los actos libres. Esos actos humanos proceden de la voluntad, y el objeto de la
voluntad es el bien.
Ahora bien, ¿cuál es el bien universal en concreto? No puede consistir en las
riquezas, por ejemplo, ya que éstas son simplemente un medio para un fin, mientras que
el bien universal es necesariamente fin último, y no puede ser a su vez un medio para un
fin ulterior. La perfecta felicidad, el fin último, no ha de buscarse en ninguna cosa
creada, sino solamente en Dios, el Bien supremo e infinito. Dios es el bien universal en
concreto, y aunque es el fin de todas las cosas, tanto de las criaturas racionales como de
las irracionales, únicamente las criaturas racionales pueden alcanzar ese bien último por

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vía de conocimiento y amor: solamente las criaturas racionales pueden llegar a la visión
de Dios, donde únicamente se encuentra la felicidad perfecta. La voluntad del hombre
desea necesariamente la felicidad, la beatitud, y, de hecho, esa beatitud solamente puede
encontrarse en la visión de Dios.
El fin último y la felicidad del hombre deben consistir, pues, en la visión de Dios
tal como Él es en sí mismo, en la visión de la esencia divina, una visión que nos ha sido
prometida en las Escrituras y por la que el hombre verá a Dios “cara a cara”. En esta
vida el hombre puede conocer que Dios existe, y puede alcanzar una noción de la
naturaleza de Dios, pero solamente en la vida futura puede conocer a Dios como es en
sí mismo, y ningún otro fin puede satisfacer plenamente al hombre.
La beatitud consistiría principalmente en el conocimiento natural y en el amor
natural de Dios tal como puede alcanzarse en esta vida (beatitud imperfecta) y como
puede alcanzarse en la vida futura (beatitud perfecta). Serán buenas aquellas acciones
que conducen al logro de la beatitud o son compatibles con ésta, mientras que serían
malas las acciones incompatibles con la beatitud (el conocimiento y el amor natural de
Dios). Todo acto humano individual, es decir, todo acto deliberado, o está de acuerdo
con el orden de la razón o está en desacuerdo, de modo que todo acto humano es bueno
o malo. Santo Tomás sigue a Aristóteles al tratar las virtudes morales o intelectuales
como hábitos, como cualidades o hábitos buenos de la mente, por los que el hombre
vive rectamente. El hábito virtuoso se forma mediante actos buenos, y facilita la
ejecución de actos subsiguientes para el mismo fin. La virtud moral consiste en un
término medio. El objeto de la virtud moral es asegurar o facilitar la conformidad a la
regla de la razón en la parte apetitiva del alma; pero esa conformidad implica que se
eviten los extremos del exceso y del defecto.
La regla de la medida de los actos humanos es la razón, porque es a la razón a
quien corresponde dirigir la actividad del hombre hacia su fin. Como ser racional, el
hombre puede formular ciertas normas de conducta de acuerdo con las exigencias de su
propia naturaleza. El contenido de la ley natural se deduce del repertorio de tres
inclinaciones de la naturaleza del hombre:

(1) Sustancia es todo aquello que tiende a conservar su propia existencia.


El ser humano, en tanto que ser vivo, tiende a conservar su
existencia, y de acuerdo con esta inclinación que es común a toda

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sustancia, pertenece a la ley positiva todo aquello que ayuda a la
conservación de la vida humana e impide su destrucción.
(2) Encontramos en el ser humano una inclinación, en tanto que
animal, por la cual tiende a procrear, es decir, a conservar la
existencia de su especie. De esta tendencia cabe deducir ciertas
normas de conducta relativas a la consecución del fin de la
procreación y cuidados de los hijos.
(3) También hallamos en el ser humano, en tanto que ser racional, la
capacidad reflexiva y la tendencia a buscar la verdad acerca de Dios
y a vivir en sociedad. Y según esto, pertenece a la ley positiva todo lo
que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia y respetar a
los conciudadanos.

La ley natural impone estos tres principios; la ley positiva, aquel código
legislativo formulado por el ser humano para posibilitar la vida en sociedad, es una
exigencia de la ley natural, al tiempo que constituye una prolongación de la misma, pues
su contenido (de la ley positiva) viene a concretar las normas naturales. Finalmente, las
exigencias de la ley natural deben ser respetadas por la legislación positiva, pues aquella
constituye el marco que señala los límites dentro de los cuales ha de organizarse
moralmente la convivencia humana.

El problema del mal


Respecto de otro aspecto de la naturaleza de Dios, que es la omnipotencia, cabe
plantear la cuestión del sentido en que debe entenderse la omnipotencia divina y qué
relación tiene con el problema del mal. ¿Creó Dios el mal al tiempo que creó el
universo?
Al querer este universo, Dios no quiere los males contenidos en el mismo. Dios
ama necesariamente su propia esencia, que es bondad infinita; Dios no puede amar lo
que se opone a la bondad, a saber, el mal. Pero, ¿no previó Dios, para hablar en
lenguaje humano, los males del mundo? El mal es, como enseño san Agustín, una
privación. El mal no es algo positivo, y Dios no puede haberlo creado, puesto que no es
creable, sino que existe solamente como una privación de lo bueno. Además, el mal
como tal no puede ser querido ni siquiera por la voluntad humana, porque el objeto de
la voluntad es necesariamente el bien, o lo que parece tal. Dios no quiso el sufrimiento

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como tal, pero quiso que la naturaleza llevase consigo la capacidad de sufrir. La
respuesta filosófica de santo Tomás al problema del mal en su relación a Dios puede
resumirse en dos afirmaciones: primera, que Dios no quiso el mal moral en ningún
sentido, sino solamente lo permitió en razón de un bien mayor que el que podía
alcanzarse impidiendo aquél, es decir, no haciendo al hombre libre, y segunda, que
aunque Dios no quiso el mal físico por razón del mismo, puede decirse que quiso ciertos
males físicos en provecho de la perfección del orden del universo, como la capacidad de
sufrir del hombre.

2.6 Breves notas políticas


Tanto la ética como la política están basadas filosóficamente en Aristóteles, pero
con un complemento teológico. Para santo Tomás el hombre tiene un fin sobrenatural,
el cual no puede satisfacer el Estado. De ahí que se plantee también las relaciones
Iglesia-Estado. Al igual que la Iglesia ha sido instituida para ayudar al hombre a
alcanzar su fin sobrenatural (el Bien Supremo), el estado ha sido instituido para ayudar
al hombre a alcanzar su bien temporal.
El Estado, como para Aristóteles, es una institución natural, fundamentada en la
naturaleza del hombre. El hombre no es individuo aislado, sino que es un ser social,
nacido para vivir en común con otros hombres. Necesita de la sociedad. Si la sociedad
es natural, también el gobierno. Lo mismo que el cuerpo se desintegra cuando falta el
alma, también sucede lo mismo si falta el principio que unifique (gobierno) y dirija las
actividades de los ciudadanos para el bien común. La cabeza rige el cuerpo; el gobierno,
el Estado.
Tanto el gobierno como el Estado son queridos por Dios. Dios es el que
gobierna el mundo mediante su Ley Eterna, la razón divina. Las cosas están gobernadas
por la razón divina, es decir, llevan dentro una razón de ser, una forma de actuar,
conforme a la ley eterna; es la inclinación de la naturaleza, las leyes naturales. Las
personas racionales participan activamente de la ley eterna, de la razón divina. En la
naturaleza humana existen unas leyes morales (haz el bien y evita el mal) que es la
participación del hombre en la ley divina. La ley humana positiva es una concreción de
esa ley natural. El Estado no es consecuencia del pecado original (S. Agustín) ni una
creación del egoísmo humano.
El Estado es una sociedad perfecta, tiene todos los medios materiales necesarios
para conseguir su propio fin (el bien común de los ciudadanos). Para ello es necesaria la

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paz, la economía, la defensa, los tribunales de justicia, etc., y el gobierno que asegure
esas cosas.
El fin de la Iglesia es sobrenatural, más elevado que el del Estado. La Iglesia es
una sociedad superior al Estado. De algún modo, aquél debe supeditarse a ésta, en
cuanto que no impida lograr su fin. El gobierno del Estado debe facilitar al hombre la
posibilidad de conseguir su fin sobrenatural.
Es algo parecido al tema fe-razón. La razón posee su propio campo, pero debe
estar supeditada a la fe. El Estado tiene su propia esfera, pero de algún modo debe estar
supeditado a la Iglesia.
En las relaciones entre el individuo y el Estado Tomás mantiene que la parte se
ordena al todo, y, puesto que el individuo es parte, las leyes del Estado deben ordenarse
al todo, al bien común. De alguna manera, el hombre, la parte, está subordinada al
todo, estado.
Así, arguye que es justo que la autoridad pública condene a muerte a un
ciudadano por crímenes graves, porque el ciudadano se ordena a la comunidad.
La soberanía del Estado no es absoluta, sino que está limitada:

(1) Por la ley natural: el legislador y el soberano tienen que aplicar y concretar la
ley natural, porque los preceptos naturales son muy generales. Pero nunca puede ir en
contra de una ley natural, porque la autoridad proviene de Dios y Dios es el autor de la
ley natural.
(2) Por el bien común: una ley puede ser injusta si va contra el bien común (por
fines egoístas del legislador). Entonces los súbditos no tienen obligación de cumplirla; es
más, es lícito desobedecerles porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
(3) La autoridad viene dada por Dios al pueblo, y éste es el que la delega en el
gobernante.

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