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¿La comida

ultraprocesada vuelve a
los niños “adictos” a
alimentos poco
saludables?
De qué manera los ultraprocesados afectan la
salud en el corto, mediano y largo plazo

Cada vez a edades más tempranas se ofrece a los


niños todo tipo de productos industrializados. Cuál
es el efecto de este tipo de alimentación en un
cerebro en desarrollo y de qué manera afecta su
salud a corto, mediano y largo plazo.PorValeria
ChavezPublicado: 23 Sep, 2023 01:00 a.m.Actualizado: 23 Sep, 2023 01:27 p.m. AR
La alimentación es un pilar fundamental de la salud
integral de las personas. Y sobre todo en la infancia, un
momento de la vida en el que los niños están en pleno
desarrollo físico y mental, cada vez hay más evidencia
acerca de la importancia de priorizar una alimentación
“real” por sobre la industrial ultra procesada.
Sin embargo, hoy se ofrece a edades cada vez más
tempranas a los niños todo tipo de alimentos
industrializados. Ya desde que inician la alimentación
complementaria, a los seis meses, no son pocos los
padres que ofrecen alimentos instantáneos a base de
cereales, avena o arroz, que los pediatras recomiendan
preparar con leche materna, o bien fideos y hasta
“postrecitos” de puré de frutas envasados.
Si se lee en detalle el listado de ingredientes de muchos
alimentos que de manera inocente se ofrece a los niños,
podrán leerse palabras como jarabe de maíz de alta
fructosa (JMAF), glutamato monosódico, y otros cientos
de aditivos que no sólo no tienen ningún valor nutricional
sino que, además, dañan la salud.

Claro que como están presentes en muy pequeñas


cantidades, son aceptados por las entidades reguladoras
de cada país, pero el efecto acumulativo termina
resultando nocivo para grandes y chicos. Además de
generar en las personas propensión a comer más y más
de ese tipo de productos.

¿Son los ultraprocesados responsables de que


los niños prefieran alimentos poco saludables?
Para la médica pediatra de la Sociedad Argentina de
Pediatría (SAP) Roxana Anahi Timo (MN 88.956) no hay
dudas de que es así. “Y eso se debe a que la mayoría de
los productos ultraprocesados contienen azúcar, jarabe
de maíz de alta fructosa o glutamato monosódico -
comenzó a explicar la especialista a Infobae-. El
glutamato monosódico se utiliza en snacks y galletas
porque abre las papilas gustativas, haciendo irresistible
al paladar la experiencia de consumirlo. El azúcar y el
JMAF, así como las harinas refinadas, no sólo son
altamente adictivos e inducen al cerebro del niño a
consumir más y más, sino que son muy nocivos para la
salud”.
“El comportamiento compulsivo de muchos niños hacia
los panificados, dulces y snacks se debe a esto”, insistió
la pediatra, quien enfatizó que “los padres que ofrecen
estos productos a los niños desde muy pequeños deben
saber que están estimulando los circuitos placer y
recompensa en el cerebro del niño, los mismos circuitos
asociados al comportamiento adictivo”.

Con ella coincidió la médica pediatra especialista en


medicina funcional en niños y adultos Mariel
Dobenau (MN 127.450), quien destacó que desde hace
tiempo la ciencia debate si definir como adicción lo que
generan este tipo de alimentos: “Yo creo que lo único que
hace el hecho de que no se le ponga nombre y apellido al
problema es que se sigue perdiendo el tiempo sin poder
tomar decisiones a nivel poblacional por no terminar de
definir que la comida ultraprocesada hace daño en
muchos aspectos”.

“El tema de la adicción tiene que ver con que este tipo de
comida comparte circuitos de recompensa a nivel
cerebral con muchas drogas de abuso -explicó la
experta-. Entonces, el gran problema que tiene la comida
ultraprocesada es que tiene un impacto a nivel
sensorial en el cerebro, o sea, da información que es
supra fisiológica, y esto es porque el placer de comer
estos productos genera un circuito de recompensa
favorable para repetir el acto, lo cual da señales
totalmente diferentes al cerebro de las que podría dar la
comida real”.
En opinión de la médica pediatra Ángela Nakab (MN
68.722), presidenta de la Subcomisión de Medios y
Comunicación de la SAP y jefa del Hospital de Día
Polivalente del Hospital Elizalde, “actualmente existe gran
evidencia científica de que el ser humano
posee neuronas en el intestino que están conectadas
directamente con el cerebro, entonces cuando se ingieren
-y sobre todo los niños más pequeños- alimentos que
tienen azúcar agregada, ya sean dulces, salados o
cualquier tipo de alimentos procesados y ultraprocesados
se estimulan estas zonas del cerebro y generan más
necesidad, intención y deseo de volver a consumirlos y
por eso es que las personas prefieren estos alimentos
que tienen el azúcar escondida sobre otros”.

Y tras destacar que “este estímulo reiterado en los niños


que comen todo el tiempo este tipo de alimentos hace
que empiecen a desplazar a los alimentos ricos en
nutrientes que son más saludables y más naturales”, la
especialista señaló: “Por eso es muy importante que las
familias lean los ingredientes que poseen cada uno
de los de los alimentos que compran”. Y recordó que
la mayoría de los alimentos que están en los
supermercados, son alimentos ultraprocesados, mientras
que los alimentos que vienen de la tierra o que tienen un
origen mucho más sano y pueden comprarse en las
verdulerías, carnicerías o dietéticas “no van a estimular
de esa manera las neuronas del intestino”.
“Tanto el azúcar como la sal tienen un potencial de crear
una respuesta de recompensa en el cerebro similar a
otros tipos de productos que generan adicción, entonces
esto puede llevar a patrones de alimentación poco
saludables y a una mayor preferencia de estos
alimentos”, agregó.

Para Dobenau, además, “como este placer (que generan


los ultraprocesados) está mediado por el neurotransmisor
llamado dopamina, esto genera un efecto llamado don’t
regulation, que altera la sensibilidad y cada vez las
personas necesitan una mayor dosis de estos productos
para lograr ese beneficio”.

“Y si se piensa que los niños tienen un cerebro plástico,


que justamente está aprendiendo de todo esto, hay que
saber que esta combinación sensorial que tiene la comida
ultraprocesada no existe en la comida real -insistió la
especialista-. Esta combinación de una cantidad de
azúcar, grasa, realzadores del sabor, etc produce una
activación a nivel ya de las papilas gustativas y de
respuesta sensorial, que es incomparable con la comida
real, entonces eso también va a ser que a los chicos
después les cueste más poder elegir comida real, porque
ésta no puede ni igualar el mecanismo de recompensa
que le genera la comida ultraprocesada”.

- ¿Cómo influye la edad en que se expone a un


niño a este tipo de productos? ¿A menos edad
más riesgo o no varía?

Nakab: Es muy importante la nutrición en la infancia


porque está directamente relacionada con el desarrollo
del cerebro. Los alimentos ricos en nutrientes, como
frutas, verduras, proteínas magras, proporcionan
elementos necesarios para un desarrollo cerebral óptimo,
en cambio los alimentos ultraprocesados carecen de
estos nutrientes esenciales y pueden interferir en el
crecimiento y en el desarrollo adecuado del cerebro. Por
eso la exposición temprana a alimentos ultraprocesados
puede establecer patrones alimentarios muy poco
saludables que pueden persistir en la vida adulta.

Por eso es importante, cuanto más temprano en la vida


se generen buenos hábitos, mejor posibilidades del
desarrollo tanto cerebral como físico. De cualquier
manera, se sabe que los chicos tienen mucha plasticidad
y podemos ir cambiando hábitos; todo tiene que ver
con los cambios de hábitos a nivel familiar. Si los chicos
empezaron comiendo muchos alimentos dulces y están
muy acostumbrados a los jugos industriales, a los
excesos de azúcar, de sal, a veces es difícil el cambio,
pero sí siempre tenemos que pensar que es posible
hacerlo; tiene que ver con hábitos pequeños que se van
dando día a día y de esta manera los chicos pueden ir
cambiandolos.

Si desde muy chiquitos fomentamos una dieta rica en


alimentos frescos, de esa manera, vamos a generar
hábitos alimentarios, saludables a largo plazo, que junto
con la actividad física y los buenos vínculos van a mejorar
la calidad de vida actual y futura de los chicos

- Dobenau: La edad por supuesto que influye; si bien uno


siempre puede revertir el efecto con tiempo y constancia,
mientras más temprano los chicos tienen contacto con
estos alimentos justamente la generación del mecanismo
de recompensa ya se va forjando y tatuando desde las
primeras etapas de la vida.
Los primeros tres años de vida son “momentos
impronta” desde lo metabólico, lo nutricional y también
desde los sensorial y la elección de determinados
nutrientes. Entonces hay muchas cosas culturales que
tenemos que desarmar desde el momento en que
normalizamos con un niño desayune yogures
endulzados, galletitas, cereales de colores.
Normalizamos la industrialización del alimento a tal
punto que el niño que no come eso hoy es visto como un
niño raro o se cree que la familia es exagerada por tomar
estas conductas.

Por supuesto que es posible disminuir el consumo, lo que


pasa que tenemos que tener en cuenta que la comida
ultraprocesada es difícil de moderar porque justamente,
como altera el mecanismo de hambre y saciedad real
porque no permite que lleguen al cerebro las señales
correctas, es muy difícil poder moderar una porción. Es
un engaño creer que se puede moderar algo que está
hecho para no poder moderar su consumo y eso también
lleva a la frustración y fracaso a los padres que intentan
darle “poquito” a los hijos.

La mejor forma de que los chicos dejen de comer


procesados es que no los vean, que no tengan
contacto porque a nivel sensorial no los pueden
rechazar. Entonces, como padres, no tenemos que
pretender que los chicos coman poquito, tenemos que
entender que no pueden comer poquito de eso, porque
está alterando su sensorialidad. La mejor estrategia para
este momento en que hemos industrializado la infancia es
la abstinencia del estímulo, para que ese chico vuelva a
recuperar a nivel sensorial el comer comida real, el
obtener saciedad real, comer nutrientes reales. En este
caso, creo que la moderación no es una buena
estrategia, porque lleva al fracaso sin ninguna duda.
Y a largo plazo, continuó, “se empieza a ver cada vez
más en la adolescencia y en los adultos jóvenes la
aparición de enfermedades crónicas, como la diabetes
tipo 2, alteraciones cardiovasculares, hipertensión,
obesidad, alteraciones cognitivas con disminución de los
periodos de concentración, y sobre todo, hábitos
alimentarios poco saludables que hacen que se generen
patrones de alimentación que no son los más adecuados
para el organismo, tanto en lo físico como lo emocional”.

Finalmente, para Dobenau, “más allá de todos los daños


a nivel metabólico, el daño que les genera el hecho de
que la comida ultraprocesada no es comida densa en
nutrientes -no tiene nutrientes de calidad, que es lo que
un niño necesita para crecer- se traduce en que se le
está dando al niño un impacto a nivel sensorial para toda
la vida, además de que se está evitando que ese chico
después acepte comida real porque, como se vio, nunca
va a poder igualar el mismo valor de de recompensa”.

“La alimentación es un pilar fundamental para una


correcta salud y crecimiento. Y los ultraprocesados afecta
a los niños en su crecimiento, a nivel sensorial y
metabólico, y están tatuando improntas para toda la vida,
alterándolos cognitivamente -porque sabemos que los
chicos que viven de ultraprocesados van a tener menos
función cognitiva, van a tener una peor calidad de vida y
van a tener muchísimas enfermedades, que están
asociadas justamente al estilo de vida-”, apuntó la
experta, para quien “probablemente las consecuencias
metabólicas lleven un poco más de tiempo en
manifestarse porque los niños en crecimiento
metabólicamente pueden amortizar mejor estas
alteraciones, pero el tatuaje sensorial, la alteración de
hambre y saciedad y la incorrecta elección de los
alimentos los va a acompañar el resto de su vida si no se
hacen cambios a tiempo”.

Y concluyó: “El rol como padres es impedir que eso


suceda, aún en una sociedad en la que es muy complejo.
Tomar conciencia de que la los alimentos
ultraprocesados, la comida industrial y envasada genera
un impacto sensorial y en la salud a largo plazo es un
primer paso fundamental para empezar a tomar
decisiones no sólo a nivel familiar sino también
poblacional”.

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