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CAMPUS DE MADRID
FACULTAD DE TEOLOGÍA
SECCIÓN DE TEOLOGÍA PASTORAL
Trabajo final:
“Los jóvenes y la fraternidad”
Sobre la comunidad en la pastoral con jóvenes
Madrid – 2023
1 INTRODUCCIÓN
Juan 13:35
Del estudio de la materia “Eclesiología pastoral” y del trabajo reflexivo con dicho
libro de Juan Pablo García Maestro, extraigo, de entre muchos temas significativos, este
de la “fraternidad” como clave para mi trabajo teológico pastoral, especialmente en torno
al ámbito juvenil.
Veamos cómo los jóvenes de nuestros días serán también sensibles a esta esencia.
2
2 ECLESIOLOGÍA DE LA PRAXIS PASTORAL
Las principales cuestiones que atraviesan todos sus capítulos son: el lugar
preminente del Espíritu Santo en la Iglesia, la íntima relación y mutua necesidad de las
dimensiones intra y extra eclesial y la cuestión fundamental del ecumenismo y la unidad
de los cristianos.
“Hoy necesitamos una Iglesia que hable de Dios. La Iglesia como iniciadora en la
experiencia de Dios; pero no cualquier Dios, sino el Dios de Jesucristo.”1
Así, queda revelada una aceptación de la situación actual de la Iglesia, una Iglesia
necesitada de conversión, de recuperación de su esencia como anunciadora de Dios, cuya
misión fue encomendada por el mismo Jesús, al cual hemos de volver fuertemente.
En el primer capítulo se plantean los “retos para la Iglesia al comienzo del nuevo
milenio”. En él se recupera el contexto histórico, y la trayectoria, de la Iglesia en el último
siglo, clarificando la identidad que fue configurando hacia la actualidad.
“La Iglesia o comunidad de los creyentes sería así lo que dicen que está
llamada a ser: símbolo evocador y provocador del Reino.”2
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por sus miembros, lo cual deberá reubicarse y convertiste continuamente según el fin que
le fue encomendada, para el cual fue creada.
Y de ello que la pregunta sobre la Iglesia pueda trasladarse a ¿cómo entender el Reino
de Dios? García Maestro insistirá en que, por una parte, el Reino se manifestará allí donde
los testigos de Cristo se disponen a servir a las víctimas de la historia, mostrando con sus
obras al Dios Padre y Madre que confiesan, como asimismo donde dichos sufrientes sean
olvidados queda cuestionada la misma profesión de fe y el futuro del cristianismo
amenazado.3 Pero también, por otro lado, afirma que el Espíritu Santo actúa más allá de
la institución eclesial, y que allí donde las personas construyen la hermandad y
contribuyen a la justicia y dignidad humanas, estará presente el Reino.4
“Dentro de ese proyecto del Reino, tal como lo vive, Jesús no piensa en fundar
una Iglesia. ¿Por qué? Porque él relaciona la venida del Reino -vinculada a su
persona, ciertamente- con la renovación de Israel. Es su meta inmediata. Y ese es
el sentido de la ‘institución’ de los Doce. Los Doce representan no un colegio
apostólico, fundamento de una futura jerarquía eclesiástica, sino las doce tribus
que, cuando Jesús nace, se hallan desintegradas, casi desaparecidas. Él desea
rehacer su pueblo, Israel, el pueblo elegido, para que realice las tareas
encomendadas por Dios.”5
El segundo capítulo mantendrá esta línea acerca de “La Iglesia que Jesús quería”. La
exposición aquí es una detallada eclesiología bíblica, la cual descubre las cualidades y
concepciones de la Iglesia desde las teologías de cada evangelista y desde las teologías de
Pablo y de la carta de Juan.
Considero que los siguientes rasgos cualifican fiel y sintéticamente las conclusiones
del autor acerca de esta eclesiología bíblica. Por un lado, descubrimos en el Nuevo
Testamento que las comunidades están apoyadas radicalmente en la persona de Jesús,
“marcadas por la vida y la enseñanza de Jesús”6, cuyo conocimiento vivo fue transmitido
por sus primeros testigos y compañeros. Por otra parte, son comunidades que “se
4
caracterizaron por su pluralismo y no por el monolitismo”7, es decir, cuyas diferencias,
cuya diversidad es expuesta sin camuflajes, considerada como una riqueza y también
admitidas las dificultades y tensiones que ello implicó. También “que todas ellas son
comunidades vivas, en las que cada miembro se sabe llamado a participar”8 y donde sus
miembros se entienden como iguales, como hermanos, “comunidades fraternales, tanto
en el nivel estructural (…) como en el nivel de compartirlo todo con los más pobres”9; esto
último es especialmente importante ya que la estructura no ha absorbido aun los vínculos
comunitarios sino que está a su servicio, lo cual querrá recuperarse en nuestro tiempo
tan anhelante de una nueva sinodalidad.
El tercer capítulo coronará esta primera eclesiología más histórica, presentando “La
Iglesia que nos dejó el Concilio Vaticano II”. El acento, una vez más, está en la Iglesia como
comunidad de fieles, de bautizados, cuyo
Quedan así planteados los dos temas, tal vez principales, de la eclesiología de nuestro
tiempo: la comunidad de bautizados y la relevancia de la unidad en la diversidad entre
cristianos.
7 Ibíd., 81.
8 Ibíd., 81-82.
9 Ibíd., 82.
10 Ibíd., 85.
11 Ibíd., 96.
5
diferenciación entre cada una de las confesiones cristianas, detalladas especialmente en
el capítulo quinto -“Nuestras Iglesias hermanas”. Este subconjunto -al menos en torno a
la misma temática- concluye con el capítulo sexto, “Los ortodoxos y el consejo mundial de
las Iglesias”, en el cual se presentan los antecedentes y el origen de dicho Consejo Mundial
de las Iglesias. Queda allí expreso aquel respeto fraternal que el autor demuestra,
reverente, hacia las demás comunidades:
“No es fácil para un católico tener que escribir sobre otra confesión cristiana,
pero lo hago con enorme respeto y como signo de unidad hacia nuestros hermanos
ortodoxos. Pienso que ellos fueron los pioneros en la creación del CMI.”12
Y aunque son admitidos los fracasos y los esfuerzos insuficientes en dicho proceso
de unidad, se insiste en que “el primero y más importante [fruto] era el redescubrimiento
de la fraternidad entre los cristianos.”14 Esta palabra “fraternidad” que sigue resonando
con tanta fuerza y relevancia a lo largo de estas líneas.
12 Ibíd., 135.
13 Ibíd., 137.
14 Ibíd., 157.
15 Cf. ibíd., 161-162.
6
aunque acepto que no es esa la finalidad de este trabajo; de entre todas elijo estas acerca
de la responsabilidad vocacional de los laicos en la comunidad eclesial:
También las palabras, valientes, dirigidas hacia la justa exposición teológica del valor
del laicado, pero la insuficiente transformación estructural para promoverla:
16 Ibíd., 163-164.
17 Ibíd., 168-169.
18 Ibíd., 174
19 Ibíd., 185.
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En el capítulo noveno –“La Iglesia del futuro: una Iglesia para los demás”- se anticipa,
bastante proféticamente, el planteo que traerá poco tiempo después el nuevo Papa
Francisco como una “Iglesia samaritana y en salida”. Esa es la Iglesia del futuro, sugerida
por García Maestro y confirmada luego por el nuevo pontífice.
Como podemos observar, los capítulos tratan con considerable amplitud diferentes
y variados aspectos en relación a la Iglesia y la realidad pastoral en la actualidad; creo
que allí se encuentra una de sus fortalezas más significativas. Asimismo, ya señalé en su
momento las intuiciones tan reveladoras para mi interés acerca de la corresponsabilidad
y formación de los laicos, y la increíble profecía de la Iglesia samaritana que el mundo
necesita y que García Maestro exponía con tanta seguridad apenas meses antes de la
elección del nuevo pontífice, el Papa Francisco, que vendría a confirmar con toda claridad
aquellos planteos.
Tal vez, como fragilidad, le reclamo a la obra una mayor categorización de sus
temáticas, especialmente en cuanto estructura general. Siendo un libro que afronta tantas
cuestiones, echo de menos un cierto recorrido más claro en sus contenidos principales.
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vez primero los atraen afectivamente desde su deseo de ser queridos, de pertenecer, pero
que ello concluye en una decidida pertenencia eclesial.
Sobre todo, quiero profundizar en esta última fortaleza. Allí donde hay experiencia
de fraternidad, en la realidad pastoral, resulta impulsada la vivencia eclesial, además de
confirmada la experiencia creyente, ya que como afirma Benedicto XVI: “la comprensión
de la fraternidad entre los hombres tan sólo se le concede a quien es capaz de ver en la fe
la paternidad plena de Dios”20.
“Solo una pastoral capaz de renovarse a partir del cuidado de las relaciones y
del vigor de la comunidad cristiana será importante y atractiva para los jóvenes.
Así la Iglesia podrá presentarse ante ellos como un hogar acogedor, caracterizado
por un ambiente familiar, hecho de confianza y seguridad. El anhelo de
fraternidad, que emerge de la escucha sinodal de los jóvenes, pide que la Iglesia
sea «madre para todos y casa para muchos» (Francisco, Evangelii gaudium, 288):
la pastoral tiene el deber de realizar en la historia la maternidad universal de la
20 J. RATZINGER, “La fraternidad de los cristianos”, Ediciones Sígueme, Salamanca 2015, 71.
9
Iglesia, mediante gestos concretos y proféticos de una acogida alegre y cotidiana,
que hagan de ella un hogar para los jóvenes.”21
En esta familia de la Iglesia, todos importan, más aun los que están más heridos.
21 Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos "Los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional", Roma 2018, 138. En adelante: DF.
22 DF 57
23 PAPA FRANCISCO, “Exhortación apostólica postsinodal Christus vivit”, Roma 2019, 231. En adelante: CHV.
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Si hay algo que atenta contra esta fraternidad es el clericalismo, que como insiste el
Papa Francisco, es tentación tanto de los clérigos como de los laicos -y de los jóvenes.
“No hay que excluir a nadie, ni dejar que nadie se autoexcluya. Esta es la
manera de evitar tanto el clericalismo, que excluye a muchos de los procesos de
decisión, como la ‘clericalización’ de los laicos, que los confina en lugar de
impulsarlos hacia el compromiso misionero en el mundo.”24
También el clericalismo en los jóvenes es una amenaza. Esto puede manifestarse, por
una parte, como una dependencia absoluta de la figura del sacerdote, lo cual limita
enormemente la autonomía -y la vida- de las comunidades juveniles al recaer todo el peso
en el pastor, que debe conducir una comunidad -o varias- más allá de ellos. Por otra parte,
puede manifestarte también como una “clericalización” en la que los jóvenes se encierran
en roles o estructuras eclesiales, distanciándose del mundo, cerrándose sobre sí y por ello
24 DF 123.
25 CHV 98.
11
amenazando la fraternidad evangélica que reclama apertura; los jóvenes de fuera en
seguida experimentan estos ambientes clericalizados con extrañeza y los rechazan.
“Pero los jóvenes podrán ayudar mucho más si se sienten de corazón parte
del «santo y paciente Pueblo fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu
Santo», porque «será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la
plaga del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones»”.26
Vale añadir que el clericalismo no es solo una amenaza para los jóvenes, también lo
es para los mismos sacerdotes, muchas veces agobiados con la sobrecarga pastoral, o con
la soledad del ministerio. Asimismo, los mismos sacerdotes son beneficiados -afectiva y
efectivamente- con la fraternidad evangélica recuperada en la comunidad. Si bien
“fraterno” equivale directamente al trato entre hermanos, lo cual es cierto también con
los sacerdotes por el bautismo, muchas veces esta sana fraternidad dará frutos también
en una sana paternidad, como también en una justa amistad, todo ello experimentado
como bendición.
Emancipar a los jóvenes. Hay un nuevo peligro en la vinculación de los jóvenes con
la comunidad eclesial que yo llamo “la orfandad pastoral”. Comienza, a mi parecer, como
una honesta búsqueda de dar lugar y protagonismo a los jóvenes, pero acaba en un
abandono pastoral, por el cual se comprende erróneamente que son los jóvenes los que
deben decidir todo sobre sus comunidades juveniles, minimizando la presencia del adulto
hasta una figura ficticia que no hace más que asentir o consentir los deseos juveniles.
26 CHV 102.
12
“En el Sínodo, uno de los jóvenes auditores proveniente de las islas Samoa, dijo que
la Iglesia es una canoa, en la cual los viejos ayudan a mantener la dirección interpretando
la posición de las estrellas, y los jóvenes reman con fuerza imaginando lo que les espera
más allá. No nos dejemos llevar ni por los jóvenes que piensan que los adultos son un
pasado que ya no cuenta, que ya caducó, ni por los adultos que creen saber siempre cómo
deben comportarse los jóvenes. Mejor subámonos todos a la misma canoa y entre todos
busquemos un mundo mejor, bajo el impulso siempre nuevo del Espíritu Santo.”27
Una Iglesia sin Eucaristía. Otra expresión de este peligro de abandono pastoral
tiene que ver con la oposición entre novedad y tradición. Y me quiero referir
puntualmente a la tentación actual de intentar una pastoral juvenil indiferente -cuando
no despectiva- hacia los sacramentos, de modo más habitual hacia la Eucaristía.
“Pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla
en el pasado, detenerla, volverla inmóvil. También pidamos que la libere de otra
tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se
renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es
ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía,
de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz
de volver una y otra vez a su fuente.” CHV 35
Es tan peligroso el abandono que deja a los jóvenes solos en la pastoral como su
distanciación de los sacramentos, todas esas desviaciones de la fraternidad evangélica
que se construye familia eclesial, alimentada en torno a la mesa eucarística de Cristo.
27 CHV 201.
13
Durante los últimos años el ámbito de los “co-workings” se volvió una moda
profesional. Se trata de espacios colaborativos, en su mayoría instalaciones a modo de
oficinas abiertas, en las que cada cual va a trabajar en sus empresas, secciones o proyectos
pero todos compartiendo un mismo espacio. Esto se volvió beneficioso tanto
económicamente, ya que los gastos de oficina se comparten, pero mucho más aun por la
riqueza de la mutua inspiración y colaboración en trabajos que buscan compartirse y
desarrollarse en conjunto.
Así, esta imagen del “co-working” puede ser reveladora para el rol de los jóvenes en
la Iglesia, que no vienen a anular otros ministerios o carismas, pero sí a participar
activamente, enriqueciendo y enriqueciéndose en el trabajo compartido.
28 UNITED STATES CONFERENCE OF CATHOLIC BISHOPS, “Colaboradores en la viña del Señor”, diciembre 2005
disponible en https://www.usccb.org/upload/co-workers-vineyard-lay-ecclesial-ministry-2005.pdf
[23/3/2023].
29 DF 123.
14
Su participación activa podrá incomodar o desacomodar la dinámica eclesial que
venimos teniendo, pero en la medida en que vivamos el proceso evangélicamente, será
una transformación a favor de una mayor fraternidad, tanto hacia el interior del Pueblo
de Dios como hacia nuestra misión y fraternidad universal.
Al final, esta “fraternidad” será una de las manifestaciones de la Iglesia sinodal tan
promovida en estos tiempos. Así lo atestiguan los padres sinodales del Sínodo de jóvenes:
4 CONCLUSIONES
30 DF 119.
31 G. CAVAGNARI, “Id y haced discípulos a todos los jóvenes”, Editorial CCS, Madrid 2021, 141.
15
A lo largo de estas páginas pudimos ir desentrañando diferentes elementos
influyentes en la relación entre la Iglesia, la realidad pastoral actual y, de modo especial,
con los jóvenes. Llama alegremente la atención, como lo indicábamos con anterioridad,
que muchas de las afirmaciones de la eclesiología pastoral propuestas por García Maestro
anticipan y preparan grandes claves confirmadas en nuestros días; entre ellas rescato: la
corresponsabilidad en la Iglesia -especialmente de los laicos y de los jóvenes, y la
sinodalidad, expresada en un caminar todos juntos como comunidad eclesial, podríamos
agregar, redundando el término, construir esta sinodalidad desde la fraternidad
desentrañada en estas páginas.
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5 BIBLIOGRAFÍA
CAVAGNARI, GUSTAVO, “Id y haced discípulos a todos los jóvenes”, Editorial CCS, Madrid
2021.
Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos "Los
jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", Roma 2018.
GARCÍA MAESTRO, JUAN PABLO, “Eclesiología de la praxis pastoral”, PPC, Madrid 2012.
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