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El Caballo del Diablo

En pueblo Nuevo de Colán, se dice que en plena conquista española, cuando los
conquistadores reconocían el territorio colonés, un fuerte adulto de nombre “La Chira”,
descendiente del insigne cacique de Sullana, solía realizar largas caminatas por el valle del
bajo Piura en compañía de una bella doncella colonesa de nombre “Anela”, doncella de
cabellera voladora muy apetecida por los jóvenes de su pueblo de Colán. Para conquistar el
corazón de la hermosa doncella de cabellera voladora, La Chira tuvo que atacar de forma
violenta, con su flecha de oro a un bravo español, a quien dio muerte dolorosa y sangrienta,
y arrebató su veloz caballo blanco.
Y huyó con él, alzándose sobre sus ancas a la bella muchacha de la cabellera voladora, que
había corrido desesperadamente a su encuentro, porque lo amaba como jamás había amado.
Sin embargo, frente al mar de Colán, la bella pareja colonesa fue descubierta por otro jinete
español, que al reconocer a la pareja, incitó e inició la persecución.
La pareja colonesa corrió velozmente por el inmenso arenal de Colán..
Un feroz disparo de fusil hirió mortalmente al caballo blanco, que cayó pesadamente sobre
el arenal, el cual se tiño de abundante sangre animal.
La enamorada pareja indiana se hundió misteriosamente en el valle, donde se perdió para
siempre.
Desde entonces, el histórico caballo blanco hispano se perdió en la leyenda., pero cuando
los coloneses se establecieron en ese lugar, el caballo resucitó de y empezó a trotar
misteriosamente por el fecundo valle del bajo chira.
Sus apariciones tenían cronograma invariable, los martes y viernes. Entonces era razón
suficiente para que ellos se llenaran de espanto. Lo llamaban “El caballo del diablo”, porque
creían que se trataba de un heraldo del demonio que se dejaba notar justo en esos días en
que el diablo suele merodear por la faz de la tierra, y porque cuando trataron de capturarlo
por la calle Bolognesi por donde pasaba a las doce de la noche, se escapaba velozmente o se
perdía como por arte de magia por ese inmenso arenal del Pueblo Nuevo de Colán.
A comienzos del siglo, se le vio por última vez en el arenal, movía la cabeza y la cola. Sus
ojos brillantes como dos diamantes, enloquecían a la gentes que pretendían darle caza. El
caballo del diablo empezó luego a moverse con trote solemne y los ojos relucientes como
luces diabólicas, llenaron de terror a la gente que huyó desfavorecido. El caballo del diablo
avanzó por la calle de Bolognesi.
La chira y la bella Anela de cabellera voladora, iban. Sobre él, victoriosos amantes y felices
también y se perdieron quizá para siempre en la profundidad del océano.
María Dominga

Como varios pobladores sechuranos refieren, el personaje de María Dominga es una mujer
que suele aparecerse de la nada a los pobladores, en algunos casos para brindarles
beneficios económicos o proponerles matrimonio; pero aseguran que quien rechaza esta
última propuesta suele tener resultados poco alentadores.
María Dominga era una niña que se perdió en la zona de Catacaos cuando iba a pastorear
chivos y después de un tiempo empezó a aparecerse en la zona de Sechura. Jesús Pingo la
reconoció cuando se acercaba pues a su paso sonaba como si arrastraran metales y dicen
que era porque llevaba un vestido de oro y plata.
De acuerdo al relato narrado, la parcela donde cosechaba camotes este morador, que se
llamaba El Overo y estaba ubicada en el desierto de Sechura, fue arrasado por las aguas del
río; sin embargo, antes de este encuentro, el hombre de campo era exitoso en la producción
de este tubérculo, situación que no volvió a suceder tras el pedido de matrimonio de dicha
mujer.
Existen algunos pescadores que creen en María Dominga, pues los ayuda a tener una buena
pesca; sin embargo, hay otras personas como la moradora Alejandrina Bancayán Sánchez,
quien se la topó y por miedo no salió de su casa en más de 5 años, refieren los pobladores.
a viuda Negra

Era una mujer, toda vestida de negro, con un manto de mismo color que le caía desde la
frente. La falda parecía ser de seda y le llegaba hasta los talones. Parecía una mujer de
buena posición social.
Algunos sostienen que estas historia cabalísticas de la viuda negra, se trataba del espíritu de
una mujer víctima de uxoricidio, otros aseguran que se trataban del alma de una mujer que
se auto eliminó luego de matar al marido infiel. Aseguran haberla visto desplazarse
sigilosamente con su clásico manto negro por el arenal, hasta perderse por Pachitea. Decían
otros que esta mujer diabólica hacía sus apariciones por el sector que hoy es “once de abril”.
Eran tiempos en que este sector oeste de Piura era sólo desierto. El despoblado avanzaba
hasta los alrededores del viejo Club Grau, la avenida Loreto era una serie de rocas, al otro
lado de los suelos se extendía los rieles del ferrocarril Paita-Piura.
Cuentan que un día, un par de borrachos caminando atrás del viejo club de Grau, fueron
sorprendidos por la viuda negra. Al principio se asustaron, pero luego que se les esfumó la
borrachera, se propusieron en perseguirla con palos y palabrotas, la viuda negra aceleró el
paso y se perdió por una de las calles de Pachitea.
Dicen que en ese barrio otros beodos la vieron ingresar en una casona deshabitada, adonde
llegaba de vez en cuando un moreno, muy hábil en el baile de la marinera y el tondero pues
era de Morropón. Después de un tiempo el mulato desapareció para siempre de ese barrio, y
no se supo si retornó a su tierra o se cambió de domicilio, o se fue al infierno. Lo cierto es
que la viuda negra continuó sus andanzas.
El Espíritu del Cerro Aypate
Una vez llegó al cerro de Aypate una comitiva de gente. Así el cerro escogió en la comitiva
a una jovencita de 18 años. Allí encontró una mano de batán. De oro puro. La muchacha
regresó sin decir nada. Pero pocos días después se volvió loca y se fue al cerro. Se fueron a
buscarla los parientes, pero no dieron con ella. La encontraron, en fin, que estaba casi
desnuda, como fiera. Y así debía de ser porque el Cerro la había escogido. Llamaron a un
“maestro” para que hablara con Aypate y le hiciera devolver la razón a aquella pobrecita .
Era un maestro muy conocido el que vino con Aypate, y el cerro le dijo que para devolver la
sombre a la muchacha era preciso pagar con un cuy de siete colores. Con ese cuy que le
pagaron al Cerro se pudo deshacer el encanto y devolver la razón a la joven. Para que el
Cerro hable hay que hacer mesada con un maestro buenazo que sepa preparar San Pedro de
siete hilos que es el mejor. Hay que extraer la mesa y que haya hombres machos que tomen
San Pedro. Y es preciso que sean fuertes porque de repente se encuentran con el “Cholo
Viejo” (El Inca o el poder personificado del Cerro) que ataca y entonces hay que agarrarlo.
Si uno no está fuerte y lo atacan se vuelve loco y puede morirse pues el cholo le saca la
sombra.

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