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LA TUNDA SE CONVIERTE EN
GALLINA
En “Juyungo” se cuenta que un muchachito esmeraldeño fue enviado a eso de las cinco de la
tarde, hora de oración, a recoger a unas cuantas gallinas que andaban desperdigadas por los
contornos. De pronto una linda gallina blanca atrajo la atención del chicuelo. “Cho, cho, jurón,
jurón” gritaba, corriendo detrás de ella, pero esta era una experta y lo fue llevando hacia el monte.
Cuando quiso regresar ya era tarde, estaba perdido. Era la temible “Tunda” que se había
convertido en gallina.
Pero la Tunda teme a los perros y el solo ladrido de uno de ellos la hace desaparecer; por eso los
parientes de la víctima corrieron por los montes con una verdadera jauría, hasta encontrarlo al
tercer día, casi muerto del susto e indigesto de tanto camarón. ¡Qué mala es la Tunda!
Dicen que la tunda no es negra, si no negrisísisima como una noche sin
luna ni estrellas como una casa sin puertas ni ventanas. La Tunda no tiene bemba, sino bonísima,
quiere decir un bemba así y asá. En vez de pierna derecha, maneja una pata de molinillo, que
suena ¡tum! Cuando camina por el monte. Más cuando ella se ríe, se ilumina la noche y llueve
cocos recién pelados. Vuelan mariposas blancas. Entonces, la gente que ya sabe, se da cuenta que
la Tunda anda por allí. Y al más pesado se le aparecen en el camino meneando sus caderas.
A uno de la comunidad se le apareció, no una mujer sino como perico, que cuando él mas
caminaba el Perico se iba más lejos. Tanto que le hizo caminar toda la noche y no lo pudo cazar.
Tuvo que amanecer en el monte, cruzando por espinales u matorrales, pero él no se hizo daño
porque sentía que alguien le cargaba para pasar las espinas.
La comunidad se preocupó de si desaparición y fueron a buscarle con la madrina, bombo, cununo,
guasa. Cuando lo encontraron, tuvieron que echarle agua bendita, porque gritaba, tenía los ojos
que se le querían salir y el cuerpo gelatinoso, pues había comido el tapa de camarón hecho por
ella. Y esa era la forma de embobar a sus víctimas.
Así, cuando ya cumplía sus propósitos los abandonaba e iba por otro.

LA DAMA TAPADA
Se dice que la Dama Tapada, es un ser de origen desconocido que se aparecía en horas cercanas
a la medianoche a las personas que frecuentaban callejones no muy concurridos. Según las
historias relatadas por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una extraña joven se les
aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla, pero algo muy particular en
ella era que llevaba su rostro tapado con un velo, el cual no permitía que las víctimas la
reconocieran. Al estar cerca de la Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia
agradable, y por ello, casi todos los que la veían quedaban impactados al verla y estar cerca de
ella. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa, pero ella
no permitía que se les acercara lo suficiente. Así, los alejaba del centro urbano y en lugares
remotos empezaba a detenerse. Posteriormente cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle
el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro apreciaban un cadáver
aún en proceso de putrefacción, la cual tenía unos ojos que parecían destellantes bolas de fuego.
La mayoría de las víctimas morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que
emanaba el espectro al transformarse. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban
tunantes. Desde aquellos acontecimientos, hay quienes dicen que posteriormente aun transita por
los callejones por las noches.

ATAUD AMBULANTE
Por las noches y en los ríos que se juntan para formar el gran Guayas, frecuentemente se observa
un ataúd flotando en las oscuras aguas, con la tapa levantada y una gran vela en la cabecera que
ilumina los dos cadáveres que yacen en su interior. Ahí descansan los cuerpos de la princesa Mina
y su hijo. Mina fue hija del último de los caciques de los daulis: Chauma. A sus espaldas, y en
contra del parecer de su padre, ella se enamoró de un español con quien se casó en secreto. Su
padre, al conocer la noticia, se molestó mucho porque los españoles habían matado a sus
antepasados y despojado a su pueblo de sus tierras. Lleno de ira maldijo su hija por casarse con
un enemigo y convertirse en cristiana. La maldición de Chauma condenó al espíritu de Mina a no
tener descanso después de que se separara de su cuerpo. Luego de unos días, Mina, abrumada por
la melancolía que le provocó la huida de su casa y al conocer la muerte de su padre cuando éste
se disponía a asaltar la ciudad de Guayaquil, falleció dando a luz a su primogénito que también
nació muerto. Su esposo dio cumplimiento al último deseo de la princesa que, presintiendo un
triste desenlace, pidió que al morirnos la enterrase, sino que, colocada dentro de un ataúd, la dejase
en el río con la tapa de la caja levantada. Apenas su esposo abandonó el ataúd en el río, éste, en
vez de hundirse permaneció en la superficie y partió como una flecha a la ribera más lejana.
Cuando llegó, se dirigió de inmediato hacia la otra orilla y así indefinidamente, al mismo tiempo
que apareció una vela encendida en su cabecera para poder ver los cadáveres. Desde entonces,
ciertas noches, se observa el ataúd por los ríos Daule y Babahoyo. Muchos navegantes aseguran
haber visto con claridad los dos cadáveres y una nube de moscas que los rodea, sobre todo en la
noche del 25 de febrero, aniversario del deceso de la princesa, cuando por única vez el ataúd se
queda quieto en la superficie del agua ofreciendo a los curiosos la oportunidad de contemplarlo.
CANTUÑA
Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construido por
Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega
de las obras, transó con el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante
la noche. Numerosos diablillos trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al
amanecer los dos firmantes del contrato sellado con sangre: Cantuña, por un lado, y el diablo por
el otro, se reunieron para hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en un
costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de esperanza,
que la obra estaba incompleta, que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto,
el contrato quedaba insubsistente
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era
solamente una guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus
mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó
atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el
muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo
hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron
los años y don Hernán, buen conquistador, pero mal administrador, cayó en la desgracia.
Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes.
Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar
sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de
la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que
llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo
inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue
declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las
contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e
iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas
ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas
preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los
estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le
procuraba todo el dinero que le pidiese.
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con
Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los
extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña
se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado
había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.

El Farol de la Viuda
Esta leyenda se suscitaba en el barrio de El Vado. Una figura femenina con el rostro cubierto y
supuestamente demacrado que solo se hacía notar por las noches cargando un farol que rompía
con la oscuridad. Se dice que vivía en una casa abandonada en este barrio y que al igual que el
cura, usaba este artilugio para espantar a los curiosos mientras tenía sus encuentros amorosos por
las noches.
“El pueblo manifiesta que el Farol de la Viuda era una mujer que pasadas las doce de la noche,
seguía el curso del agua, buscando el alma de su tierna hija, a quien había matado y abandonado
en una quebrada, por cuanto ella tuvo un nuevo amor y la presencia de su hija le servía de
obstáculo para su nuevo cariño…”
La fémina viuda, realizaba, por decirlo así, una “hazaña heroica”, pues tenia que habérselas,
muchas veces con riesgos donde podía hasta perder la vida o por lo menos su farol, que era su
escudo o su alfanje, porque en más de una ocasión tuvo que habérselas con los canes de los llanos
de “Taita Chavaco”; ya que sus muecas adquirían gestos caricaturales y jocosos cuando a veces
a la luz de la luna, la noche era alumbrada por sus amarillentos rayos, que dejaban ver el rostro
de la heroína y viuda, su faz demacrada.
Y, cuando ella apareció al tablado de sus andanzas era una época de transición, y entre la
imaginación primitiva, esto es, cuando la lógica no había empezado a trabajar, entró la era de
investigar y aun, de crear leyendas propiamente dichas de carácter histórico-literario.
La viuda alegre, cuya compañía y hasta cierto punto custodia, era el farol que se adelantaba a ella,
iluminándole el camino fragoso por el que transitaba, hasta entrar en su aposento, que decía que
estaba ubicado en el barrio del Vado, tan proclive a las apariciones y fantasmas tétricos y donde
había además junto a la Cruz, la Casa de los Ruidos, que luego de algunas averiguaciones se llegó
a la conclusión de que aquellos ruidos eran producidos desde fuera, porque un conocido doctorcito
de la época, y muy connotado de día, y un gagón por la noche, lanzaba unas cuantas piedrecillas
a la ventana que daba al aposento de su “querida”. Señalemos además que el amante furtivo tenía
a flor de labios estas coplas, para garantizar a su amada que siempre la quería ver, claro está en la
oscuridad de la noche, -con paradoja y todo-:
Anoche me fui por verte Por encima del tejado, Salió tu mama y me dijo Este gato está cebado….
O esta otra más enjundiosa: Anoche me fui por verte Por debajo de la cana yuya, Salió tu mama
y me dijo Todo lo de mi hija es tuyo…

La capa del estudiante


Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes se preparaban para rendir los últimos exámenes de su año
lectivo. Uno de ellos, Juan, estaba muy preocupado por el estado calamitoso en el que se hallaban sus botas
y el hecho de no tener suficiente dinero para reemplazarlas.

Para él era imposible presentarse a sus exámenes en semejantes fachas; ¿sus compañeros le propusieron
vender o empeñar su capa, pero para él eso era imposible? Finalmente le ofrecieron algunas monedas para
aliviar su situación, pero la ayuda tenía un precio; sus amigos le dijeron que para ganárselas debía ir a las
doce de la noche al cementerio del El Tejar, llegar hasta la tumba de una mujer que se quitó la vida, y clavar
un clavo, Juan aceptó.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan tuvo amores en el pasado y que se quitó la
vida a causa de su traición. ¿El joven estaba lleno de remordimientos? Pero como necesitaba el dinero,
acudió a la cita. ¿Subió por el muro y llegó hasta la tumba señalada? Mientras clavaba, interiormente pedía
perdón por el daño ocasionado. ¿Pero cuando quiso retirarse del lugar no pudo moverse de su sitio porque
algo le sujetaba la capa y le impedía la huida? Sus amigos le esperaban afuera del cementerio, pero Juan
nunca salió.

A la mañana siguiente, preocupados por la tardanza se aventuraron a buscarlo y lo encontraron muerto.


¿Uno de ellos se percató de que Juan había fijado su capa junto al clavo? No hubo ni aparecidos ni
venganzas del más allá, a Juan lo mató el susto.
LEYENDA DEL AGUILA
En el sector de Muyuna, al oeste de la ciudad de Tena. existe una piedra que tiene grabada la
figura de un águila
Es uno de nuestros tantos petroglifos, guarda una hermosa leyenda hace muchísimos años cuando
Tena aún no se llamaba Tena llego a la comunidad un águila que se dedicó a la ingrata tarea
de alimentarse de los animales domesticados. cada vez desaparecían un trompetero, un perico, un
mono, una lora la gente estaba disgustada un día paso por allí un chullo Maui duende bueno de la
selva caminaba saltando por que tenía un solo pie. Las afligidas madres de familia le conversaron
sobre el ave que causaba tanto daño.
Chula maqui ofreció ayudarlas esa noche durmió en la comunidad y muy por la mañana amarró
una guanta en el patio de una de las chozas a eso de las 10 de la mañana apareció el ave en el cielo
cuando diviso a la guanta se lanzo contra ella y lo tomo con sus garras, en ese fue el momento
que aprovecho chulla maqui para atraparla la tomo firmemente de las patas y haciéndola girar
sobre la cabeza la lanzo lo más lejos que pudo lo hizo con tanta fuerza que el águila fue a
estrellarse por Muyuna y en una piedra se quedó grabado su forma.

EL CHIUTA Y EL SUMACO
Cuando el ińachic yaya (padre creador), castigó el pecado de las personas con el gran diluvio
universal, los cielos descargaron torrentes de agua que empezaron a inundar la selva. La gente
desesperada no sabía que hacer todas las que vivían en las zonas bajas empezaron a morir
ahogadas, muchos subieron al volcán Zumaco por ser la elevación más alta de la zona y unos
pocos se fueron hacia el Chiuta, que es un cerrito pequeño que queda en la comunidad de el
Calvario. Los que estaban en el Zumaco, se reían de aquellos que estaban en la cumbre del Chiuta.
Son unos tontos decían unos, con toda seguridad los vamos a ver ahogarse decían otros.
Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente,
y cosa rara; ¡Ą Oh milagro! El Chiita también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el
Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los
árboles. El Chiuta en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre
sobresalía de las aguas.
Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su nivel, el Chiuta a la par que ella
se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que al final llegó a su tamaño normal, que es como
lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios (papá Dios), solo se salvaron los indígenas
que estuvieron en la cumbre del Chiuta. Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente,
se escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el Sumaco y las voces de alegría de
los que estuvieron en el Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy pocos se atreven
a subir.
EL MISTERIO DE LA BOCANA
DEL RIO MISAHUALLI
Cuando recién se iniciaba la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del
río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, asentó su campamento un hombre blanco, que se
dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca del río Aguarico. Así pasaron los meses
y un nuevo colono llegó al lugar acompañado de su hermosísima hija, la que inmediatamente
causó estragos en el corazón del cauchero. La playa, las aves y las flores, propiciaron el
florecimiento del amor, y el romance sonreía en los recodos del río Como vivían en plena selva y
ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, ésta decidió unir sus
cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba. Pero como el
amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al Aguarico para recoger la
balata recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos.
La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la extensa
playa solitaria cuando la bańaba el suave sol de la mańana, era ésta una costumbre que le había
impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el cauchero jamás
volvió.
La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se la
hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por doquier, pero
todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia.
Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mańana brumosa y fría, unos indígenas que
pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la margen
izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo seńalo el agua, y
lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie se sumergió.
Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer que
desapareció sin dejar rastros.
En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí, se
escucha con frecuencia en las mańanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor perdido.
Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar con intención
expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.
Leyenda de la Loca Viuda en Chambo
Caída compadre, yo gano. Sírvase otra que este es cuarenta mamones, - dijo uno de los
trasnochadores sonriendo.
Viera usted el trabajo que me cuesta, - respondió el aludido con tono irónico.
Bueno señores yo me retiro. Dijo un tercero, - Ya me aburrí de ser juez, además se hace tarde,
y hay que tener cuidado, para llegar a mi casa toca pasar por las tres esquinas, mi abuelito dice
que es una mala señal. –
De lo único que tengo miedo, es del berrinche de mi mujer mañana - dijo riendo a carcajadas el
que había ganado a las cartas. - No hable pendejadas compadre, usted ya no está para creer en
esas tonteras, ¿o sí? - añadió mientras fruncía el entrecejo.
No es miedo, más bien es como respeto a la oscuridad. Además ¿acaso usted no sabe la historia
de la Loca, Viuda compadre? Sirva la última y les cuento.
En la antigua Riobamba vivía una hermosa doncella, pertenecía a la nueva aristocracia criolla, se
llamaba María Cristina. A los diecisiete años se casó con un joven de su misma clase social: Juan
José. Al regresar del largo viaje de luna de miel, vivieron felices durante poco tiempo. Un 15 de
agosto fatal, durante los festejos por la fundación de Santiago Quito en tierras que los indígenas
llamaban Liribamba, se ofreció al pueblo una corrida de toros. Ante el clamor popular, soltaron
al temible animal de seiscientos kilos que llamaban Shililata, el más temido de que se tenga
memoria en toda la historia del antiguo Riobamba. Yo sé de uno más bravo en Chunchi, le dicen
Cogsheño, ese toro se comió a más de una docena en las últimas fiestas compadre.
- Juan José se había pasado de copas. En un golpe de inspiración causado por la embriaguez, tomó
la capa de lidia y se lanzó al ruedo ante la angustia de su esposa que no pudo hacer nada para
evitarlo. Luego de ofrecer la corrida a María Cristina, el joven desafió a Shililata. Cuando el toro
arremetió con sus pitones descomunales, Juan José hizo algunos pasos de matador
experto. Parecía que todo iba bien, hasta que se vio al novillero temerario arrodillarse frente a la
bestia, esta lo embistió con bravura y se lo llevó por delante causándole una muerte trágica.
Igualito le pasó a mucha gente con el famoso toro Cutucho en San Juan compadre.
Sírvase otra para que le refresque la garganta. - Su esposa se murió con él. Nunca volvió a
recuperar la cordura. Falleció algún tiempo después en el mismo lugar en el que lloró con furia la
partida de Juan José. Desde entonces, en las noches se suele ver a una misteriosa mujer vestida
de negro, que peregrinaba por las calles y plazas del pueblo, lamentando con sollozos de
desolación la muerte de su marido.
Oiga compadre, esa historia se ha regado por toda la provincia, mi suegro me contó que la había
visto aquí en Chambo, en las tres esquinas, pero estaba borrachísimo, apenas se acuerda
¡Saludsita! La botella se terminó, de modo que enrumbaron sus pasos a casa. Era una noche
sombría de luna huérfana. Caminaron felices por la reciente euforia de la farra, hasta que llegaron
al sector de las tres esquinas. El ambiente se puso pesado, se les borró la sonrisa de los labios. De
pronto, desde lo profundo de las tinieblas, apareció la mujer más hermosa de que tuvieran
memoria, tenía un admirable cuerpo de guitarra, estaba vestida de negro, un velo cubría su rostro
y levitaba a medio metro sobre el suelo lodoso.
Los trasnochadores huyeron despavoridos. Uno de ellos, que vivía a media cuadra, se metió a su
casa por la ventana. Su padre se levantó de la cama alarmado ¡La Loca Viuda! gritó aterrado el
joven, y con dificultad, señaló la ventana, mientras una sustancia espumosa le brotaba en la
comisura de los labios.
¡Carajo, ¿Qué va a ser la loca viuda! - aulló su padre, - Es alguien que quiere asustarte -
argumentó, mientras se armaba con un cabestro, enseguida fue a la puerta principal. Cuando
salió a la calle, comprobó que la dama misteriosa estaba levitando en el punto donde las tres
esquinas se unían, se armó de valor y arremetió a cabestrazos furiosos. Quedó petrificado al
comprobar que su cabestro de cuero genuino traspasaba a través del vestido negro de la dama, era
como si estuviera golpeando al viento. Cuando la mujer se quitó el velo, el hombre blanco de
espanto, vio que su rostro era una calavera, el corazón quería salirse del pecho, corrió de vuelta a
su casa tan rápido como sus piernas le permitieron.
A esa misma hora, en aquella noche increíble, pasó un entierro nocturno de los que se
acostumbran en Chambo, cuando el muerto es un niño. El papá del trasnochador, aunque
aterrado, se quedó atisbando detrás de la ventana. Cuando se fijó en el cortejo fúnebre, vio que al
final venía la mujer abstracta. El velo negro sobresalía medio metro sobre todos los deudos, que
venían detrás del ataúd, sin ver a la dama.

El duende de San Gerardo


El maestro universitario César Herrera Paula ha recopilado una serie de leyendas y tradiciones de
nuestra provincia. Una de ellas es la que contamos a continuación.
En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba, Juan
trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía atravesar un bosque;
salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche.
Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más allá escuchó
una voz ronca que le dijo: No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla y la voz nuevamente se
dejó escuchar.
De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su mano, y
llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.
Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su madre le
aconsejó llevar siempre un crucifijo.
Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a castigarle
con el látigo. Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto. Esta
aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San Gerardo.

Las Brujas de Chambo


Dicen que son brujas voladoras. Las brujas hacen el mal al prójimo e inclusive dicen que le matan.
Eso dicen de las brujas. Verá, antes dice que, así mismo, que ha habido una niña que ha sido del
barrio de San Juan y estaba con otras guaguas jugando. Entonces, dice que la bruja les ha dicho
que ella se va a convertir en ¡"Cuyembite"!, por querer decir "culebrita". Entonces, dice que entra
y, al cabo de unos instantes, sale una culebra. Eso conversaban, es que yo he andado con personas
mayores y me ha gustado preguntar todas estas historias, estas leyendas. Yo he sido curioso.

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