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La existencia del lenguaje, locura y razón


Fernanda Antonia Toro Báez
Taller de comunicación

Universidad San Sebastián


Facultad de Humanidades y Psicología
Santiago de Chile
2023
Taller de comunicación, facultad de Humanidades y Psicología.2

Entendemos la comunicación como un acto de interacción entre uno o más seres


capaces de transmitir información (Watzlawick, 1981). En este ensayo me enfocaré
específicamente en formas de comunicación humanas y en una forma particular de
ella: la comunicación paradójica y su relación con la locura.
El estudio de la comunicación se diversifica en distintas áreas debido al
intento de establecer una ciencia estructurada: la lingüística. De ella se desprende la
pragmática, estudio que observa y evalúa los efectos que genera la comunicación
en la conducta. Como humanos, constantemente empleamos múltiples formas de
expresión, la que cada una por sí sola es un campo de estudio tan basto como el
orden mismo que llamamos lenguaje. Entre ellas, un tipo particularmente versátil
(tanto en su forma de manifestarse como en el motivo y su resultado) es la
comunicación paradójica, por ello, infecta gran parte de los canales de transmisión
de ideas (Watzlawick, 1981).
Para entender en qué consiste la comunicación paradójica es necesario
definir primero qué es la paradoja. Es aquella contradicción a la que llegamos
cuando dos ideas se anulan mutuamente, las que son congruentes, lógicas y sin
falacias de por medio; si bien pueden existir aquellas que no posean una lógica
necesariamente axiomática. A grandes rasgos se entenderá como una afirmación
de dos ideas de alta relevancia que se excluyen mutuamente. Esto se puede
apreciar con mayor claridad, y a modo de ejemplo, en el Tractatus Logico-
Philosophicus (Wittgenstein, 1921): “La cosa es independiente en la medida en que
puede ocurrir en todos los posibles estados de cosas, pero esta forma de
independencia es una forma de interpelación con el estado de las cosas, una forma
de dependencia” (p. 58).
Frente a la paradoja se hace inevitable la aparición de la confusión y una
nueva búsqueda del sentido ante los enunciados que se nos presentan, afectando
no solo la forma de percibir el mundo de los sujetos, sino también su conducta. Esta
se altera de forma tal que autores como Watzlawick (1981) consideraron incluso que
podría ser justificante de cuadros esquizofrénicos.
Es específicamente en la pérdida del sentido que nos encontramos con
aquello que ya no se rige por las normas establecidas de esta sociedad, alejándose
del dogma propio de ésta y de lo que se definirá entonces como “lo normal” (como
forma de hacer sentido). Mientras todo lo que se escapa de esto (i.e. lo anormal), es
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discriminado y sentenciado a un diagnóstico, atacando entonces a lo distinto, lo otro,


lo ajeno.
En estos roles es donde justamente existe una mayor debilidad ante estas
interacciones paradójicas, a la comunicación doble vincular y una gama de
malestares. En la psicoterapia y/o investigaciones, se utiliza de este recurso para
darle una vuelta (y un uso generalmente indirecto) totalmente opuesta a la
empleada en estos lazos nocivos. Es decir, permitir/facilitar una dinámica
comunicacional que permita al paciente reconocer su actuar y su contradicción por
medio de esta misma. De esta forma, se da paso al cambio en el paciente: una
mejoría clara en la forma de comunicarse y relacionarse de la persona con el
mundo, así como consigo misma.
Al fin y al cabo, la esquizofrenia no es sino un resultado de las interacciones
interpersonales, y de una forma u otra, el veneno es entonces también el antídoto
según como se administre. Esta idea ambivalente generada por las comunicaciones
paradójicas nos entrega por debajo de la mesa una problemática más común de lo
que se cree, pues, si se cuestiona, la idea del trauma tanto como la idea de la locura
buscan de algún modo ser visibilizadas y ser reconocidas. Se manifiestan en
síntomas, involuntarios e incontrolables que sacan a relucir aquello que ha sido
borrado y suprimido para poder enfrentar el sinsentido de la vida.
Esto puede ser observado relacionando la vida y obra de Wittgenstein. A lo
largo de ella, escribe sobre aquello que no se puede decir, de la mudez; del acto de
callar ante lo inexpresable. ¿Pueden estas ideas nacer del trauma? La muerte de
sus tres hermanos por suicidio, y el aprisionamiento que sufre en la guerra,
engendran en él una desesperanza tal, que siente en sí mismo la incapacidad de
hablar sobre lo que vivió, no sabe cómo hacerlo. Eventualmente, esta idea del callar
se transforma en el sentir aquello que no podemos decir, solo podemos mostrarlo
(Davoine & Gaudilliere, 2008).
Esta compulsión que tiene la locura por buscar ser visible es, en realidad, una
forma de oponerse a la cosificación de los sujetos, pues el loco emplea un papel
desensibilizado, está enfermo, corrupto, leproso, como expone Foucault en Historia
de la locura (1961). Es alguien que no será comprendido por nadie, un ser doliente
que no tiene ningún testigo de su dolor. Gran parte de las personas con algún grado
de locura/esquizofrenia no presentan mejoría alguna en sus síntomas ni calidad de
vida, pues la intervención en psicoterapia sigue tratando de “corregir” aquello que de
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alguna forma es inherente a los seres humanos, dado que pareciese ser que no
podemos estudiar ni abordar de forma efectiva algo desde dentro, en su orden o
sistema, si no es desde otro orden, el afuera, lo externo.
Si la locura pertenece a los seres humanos, no podemos estar fuera de ser
humanos para estudiarla realmente. Existe entonces la gran pregunta de qué es lo
que se integra dentro del conjunto de lo loco y que es lo que sale fuera; lo cuerdo.
Sería imposible establecerlo solamente con el uso de un método científico, pues
estamos frente a una expresión de la misma cosa que se refleja en sí misma; quizá
sería más fácil si nos quedamos con la idea de la quiralidad química. Esto es un
fenómeno físico que _______ donde no se pueden superponer estas dos formas.
Pero no podemos atribuir tintes físicos a algo que por naturaleza es más que eso, y
que más que solo lo metafísico, queriendo fragmentarlo en partes más pequeñas
para así creer entenderlo mejor, como un doctor que aísla una enfermedad en la
piel; pero es la locura, no es la piel. Suena ilógico querer abarcarlo de la misma
forma.
Entonces la motivación no es entender y cambiar la locura, erradicarla, sino
dejarla mostrarse a sí misma; la locura es lo místico, lo paradójico, lo propio del
lenguaje, lo indecible que nace al mismo tiempo que la comunicación. No resulta ser
una casualidad sino una relación estrecha entre las formas de manifestarnos y el
ser. La comunicación paradójica existe y seguirá existiendo en la humanidad porque
la complejidad del lenguaje nos lo permite y, así como puede justificar la
manifestación incómoda de la esquizofrenia, también nos lleva a buscar respuestas
y avanzar como especie. Nos permite desarrollar las matemáticas, sintaxis, filosofía,
semántica, conducta, pragmática, incluso arte.
Como humanos, como aquellos seres que buscan el conocimiento y también
se ven sometidos a no encontrar todas las respuestas (más por la presencia misma
de la conciencia y aquello que solo se siente, la mística), aprendemos a
relacionarnos con la locura, que no es más ni menos que la otra cara de la moneda
del pensamiento racional y lógico. Con esta dualidad hemos alcanzado este punto y
posiblemente, también alcancemos muchos más.
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Referencias
Davoine, F., Gaudilliere, J. (2008). El Acta de Nacimiento de los Fantasmas.

Colección Seminarios: Córdoba, Argentina.

Foucault, M. (2015). Historia de La Locura En La Época Clásica, I.

Watzlawick, P., Bavelas, J. B., & Jackson, D. D. (1981). Teoría de la comunicación

humana: interacciones, patologías y paradojas.

Wittgenstein, L. (1999). Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial Sa.

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