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Cross
HER BEAST, HIS BEAUTY
Britta
Debí haber tenido miedo cuando dijo que era suya.
Su corazón se había vuelto duro y frío, su aislamiento le hacía odiar el
mundo. Pensó que la gente debía temerle por las cicatrices que llevaba, pero
encontré belleza en ellas. Solo era el ama de llaves, pero no podía evitar lo
que sentía por él.
Tal vez era una bestia, un animal vicioso escondido bajo un cuerpo duro y
poderoso. Quizá debí haber corrido, pero sabía que vendría por mí, que me
encontraría. En el fondo, donde no podía mentir, quería que fuera mío.
Y eso me asustó más que nada.
BRITTA
Dios, contrólate.
Asintió una vez y se bebió el resto de su copa antes de ponerse
de pie y caminar hacia la chimenea y poner el vaso en el manto. Se
quedó allí durante largos segundos, y cuando finalmente se giró para
mirarme, su cuerpo estaba parcialmente envuelto en sombras.
—No voy a andar con rodeos por esto, Britta.
Oírle decir mi nombre fue como el gas en un incendio.
—Debería haber dicho algo en el desayuno, pero se me conoce
por ser grosero, y asustarte es lo último que quiero hacer.
— ¿Asustarme?
Se acercó a mí, y me enderecé, mi cuerpo tan caliente, tan
preparado. Estaba mojada entre mis muslos, y mis pezones se sentían
como si se desgarraran a través de mi camisa.
—No mientas y digas que no sientes esta conexión, esta química
entre nosotros. — Se sentó en el borde de la mesa de café ahora, sus
rodillas casi tocando las mías, su cuerpo bloqueando la luz de la
chimenea. Apenas podía ver sus rasgos faciales ahora.
Y quiero experimentarlo aquí mismo, ahora mismo, sin importar lo que pase.
Hizo este profundo sonido en su pecho. —Dilo otra vez, más
fuerte.
Tragué y lamí mis labios, mirando su cara. —Yo también lo
siento, Rofus. Y quiero más.
Un año después…
Me quedé detrás de la pared de cristal y vi como Rofus trabajaba
en la sala de conferencias. Sabía que tenía una estúpida sonrisa en
mi cara, pero me encantaba verlo en acción, me encantaba ver de
primera mano lo que mi hombre podía hacer.
Durante el último año muchas cosas habían cambiado. Rofus
había pasado lentamente de la aislada “Bestia” a un hombre que
amaba la vida. Todavía llevaba la barba, pero ahora estaba recortada.
Y su pelo era aún más largo, aunque estaba recortado y atado en su
cara. Me encantaba que mantuviera su aspecto rudo, porque su
apariencia, junto con el caro traje de tres piezas que llevaba, me
excitaba como ninguna otra cosa.
No podía oír lo que se decía, pero no me importaba. Me agarré a
la pila de papeles que tenía en el pecho y miré a Rofus. Me había
mirado varias veces, y el guiño que me dio me hizo apretar los muslos.
Acepté trabajar en su compañía cuando decidió volver a la fuerza
de trabajo fuera de su casa. Pero le hice prometer que no
trabajaríamos juntos directamente, y que respondería ante otras
personas. No quería que nuestra relación laboral se viera empañada
por la química sexual.
Pero no era como si no tuviéramos eso con solo mirarnos el uno
al otro.
Se veía tan feroz, tan dominante. Debí haberme alejado, pero
cuando despidió a todo el mundo, me encontré todavía ahí de pie
mirándolo.
Fin…