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El Derecho mercantil es aquel Derecho privado especial que tiene por objeto al empresario, al
estatuto jurídico de ese empresario y a la peculiar actividad que éste desarrolla en el mercado.
Empresario es aquella persona, natural o jurídica, que ejercita en nombre propio una actividad
empresarial.
Actividad empresarial es un modo especial de desarrollar, dentro del mercado, una actividad
económica cualificada.
El Derecho mercantil es Derecho privado, distinto del Derecho civil. Ese Derecho privado especial se
contiene en el ordenamiento jurídico español, en el Ccom, y sobre todo en las leyes mercantiles. El
Derecho español pertenece a los llamados sistemas dualistas, caracterizados por la división interna
del Derecho privado.
Dos son los sistemas para la distinción de los actos mercantiles frente a los civiles:
El sistema subjetivo que establece la distinción en atención a que el contrato se realice o no por un
comerciante o empresario en el ejercicio de la profesión mercantil.
El sistema objetivo o de los actos de comercio, que atiende a la naturaleza del acto contrario, con
independencia de la condición de comerciantes o empresarios de quienes intervengan en él.
Los sistemas objetivos han utilizado diferentes técnicas para determinar la mercantilidad de los actos
o contratos: en unos ordenamientos se sigue, en efecto, el criterio de la enumeración, determinando
aquella mercantilidad, mediante el elenco de los actos de comercio, en tanto que en otros sistemas
se sigue el criterio de la definición, intentando ofrecer un concepto del acto de comercio recurriendo
a sus características.
El Derecho español vigente, pertenece a los sistemas objetivos, pero con alguna particularidad. En
realidad, ni define, ni enumera y sigue más bien una posición intermedia. Para determinar la
mercantilidad de los actos de comercio recurre a dos criterios complementarios:
Al criterio de la inclusión, entendiendo que son mercantiles todos los actos incluidos o mencionados
por la Ley mercantil.
Acudiendo a la analogía para estimar que son actos de comercio los que, sin estar incluidos en
aquella Ley mercantil, son de naturaleza análoga a los comprendidos en ella.
El art. 2.2 CCom proclama en este sentido "que serán reputados actos de comercio los
comprendidos en este Código y cualesquiera otros de naturaleza análoga". El criterio elegido parece
claro, pero las dificultades surgen tan pronto como tratamos de encontrar una noción positiva
unitaria del acto de comercio buscando las notas que caracterizan a los actos de comercio,
comprendidos en este código: unas veces se califican como mercantiles invocando la participación
de un comerciante (arts. 239, 244, 303, 311 y 349).
El Derecho mercantil, se ocupa de una clase especial de sujetos, los empresarios, y de la actividad
profesional ejercitada por ellos.
Ese derecho nuevo (ius mercatorum) tiene unas características muy peculiares:
El Derecho mercantil de los siglos XVI a XVIII, sin dejar de ser un Derecho de los comerciantes, inicia
un doble proceso de objetivación y de estatalización:
A comienzos del siglo XIX ya es posible percibir con claridad el giro histórico del Derecho mercantil
preparado en la etapa anterior y encontrar las bases de una nueva orientación en consonancia con la
ideología liberal triunfante.
Mientras el Código de Comercio francés (1807) es posterior al Código Civil (1804), en España la
codificación mercantil se consigue mucho antes que la codificación civil. El problema foral, retrasó la
promulgación del primer y único CC (1885), al que preceden dos Códigos de Comercio: el de 1829 y
el todavía vigente de 1885.
El primer CCom español, el de 1829, obra de Pedro Sainz de Andino, ha sido considerado como el
mejor Código de su tiempo. Este Código se compone de cuatro libros:
De un lado, la globalización de la economía ha dado lugar al nacimiento de una nueva lex mercatoria
de vigencia universal. De otra parte, en el ámbito continental, el Tratado de Roma, por el que se
constituyó la Comunidad Europea (CEE) y el Tratado de Maastricht de 1992, de constitución de la
Unión Europea (UE), ambos modificados por el Tratado de Niza de 2001, así como el Tratado de
Lisboa de 2007, han incidido íntimamente en el Derecho mercantil de los Estados miembros. De otro
lado, en fin, esa tendencia a la unificación, tanto a nivel mundial como comunitario, va unida a una
incesante creación de nuevas instituciones e instrumentos jurídicos que van dando una imagen
nueva al Derecho mercantil.
El Derecho mercantil de nuestros días ofrece algunos rasgos que lo acercan a su consideración como
un Derecho del mercado, es decir, a la configuración del mercado como institución central de
nuestra disciplina.
4.3. Constitución económica y Derecho mercantil
Hablamos de Constitución económica para referirnos a aquellos artículos de la Constitución de 1978
que configuran el modelo económico español.
El art. 38 reconoce "la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado", y el art. 33.1
reconoce el derecho a la propiedad privada. Éstas son las libertades económicas imprescindibles,
para que exista una economía de mercado.
Las condiciones favorables a una política de estabilidad económica y pleno empleo (art.
40.1).
La educación y defensa de los consumidores y usuarios (art. 51.1 y 2).
El reconocimiento de la iniciativa pública en la actividad económica (art. 128.2).
La subordinación de toda la riqueza del país al interés general (art. 128.1).
El fomento de las sociedades cooperativas y el establecimiento de los medios de acceso de
los trabajadores a la propiedad de los medios de producción (art. 129.2).
La facultad de planificación de la actividad económica general (art. 131).
Dentro de este contexto, el art. 51 CE otorgó rango constitucional a la protección de los intereses
económicos de los consumidores y/o usuarios, motivando el desarrollo y delimitación de esos
derechos por medio de la posterior Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.
La Ley mercantil.
La costumbre mercantil.
El Derecho común
Conviene destacar, de un lado, que el precepto no va referido a todo el Derecho mercantil, sino sólo
al Derecho de los contratos mercantiles o, si se quiere, a los actos de comercio; y de otro, que ese
sistema de prelación de fuentes no deja de ser contradictorio: el art. 50 CCom, al regular los
contratos mercantiles, se olvida de los usos de comercio, para situar las reglas generales del Derecho
común inmediatamente después del Código de Comercio y demás leyes mercantiles.
La legislación mercantil así entendida es de competencia exclusiva del Estado (art. 149.1.6 CE). El
Estado tiene atribuidas la producción de normas con rango de ley y las funciones de ejecución de la
normativa.
La legislación mercantil entendida como Derecho privado especial, que tiene por objeto el
empresario y la actividad empresarial es, por exigencias de la misma unidad de mercado, de ámbito
y carácter estatal.
Junto a Reglamentos y Directivas, el art. 288 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea
(TFUE), en vigor desde el 1 de diciembre de 2009, reconoce otras tres categorías de actos jurídicos:
En cuanto a las clases de usos de comercio por la materia que regulan, pueden ser, comunes a todo
género de actividad o especiales, y por razón del espacio cabe hablar de usos internacionales, usos
nacionales y usos regionales, locales o de plaza (el art. 21 CCom se refiere a los usos de "cada
plaza"). Pero la clasificación más importante es aquella que distingue entre usos normativos y usos
interpretativos, reservando la primera a los usos nacidos para suplir las lagunas de la ley, y la
segunda a aquellos otros usos que ayudan simplemente a la interpretación de los contratos,
"supliendo en éstos la omisión de cláusulas que de ordinario suelen establecerse" (art. 1287 CC).
En cuanto a la prueba del uso, si no es un uso notorio, necesita demostrar su existencia por parte de
quien la alegue.