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LLÁMAME POR TU






ESTILO DEL LIBRO Y
“No, no iba a llorar, no se trataba de un ataque de
pánico, ni tampoco un «desvanecimiento», ni me iba correr
dentro de mis pantalones cortos, aunque esto lo disfrutaba
mucho, mucho, sobre todo cuando el arco de su pie se
posaba en el mío”.

Elio sobre Oliver, 2da parte “El muro de Monet”. Pág. 97


“La luz de mis ojos, dije, la luz de mis ojos, la luz del
mundo, eso es lo que eres, la luz de mi vida. No tenía idea
de lo que significaba la luz de mis ojos y una parte de mí
se preguntaba de dónde había sacado tal disparate, pero
eran las cosas sin sentido como esas las que hacía que
brotasen lágrimas, unas lágrimas que deseaba ahogar en su
almohada, secar en su bañador, unas lágrimas que quería
que tocase con la punta de la lengua y consiguiese disipar
mi pena”.

Elio hablando sobre Oliver, 2da parte “El muro de Monet”.


Pág. 99
“—Ghiaccio, hielo, Mafalda, per favore, presto (…)”

Elio hablando con Mafalda, 2da parte “El muro de


Monet. Pág. 97
“(…) el color de las palmas de sus manos era igual de pálido que
la suave piel de las plantas de los pies, la del cuello o la del
envés de sus antebrazos, que no habían estado expuestas tanto al
sol. Lucían casi de un rosa claro, tan brillante y suave como la
parte inferior del estómago de un lagarto. Íntimo, casto, implume,
como el rubor en la cara de un atleta o el atisbo de la aurora en
una noche tormentosa”.

Elio describiendo a Oliver. 1ra parte “Si no es luego, ¿Cuándo?”


Pág. 13.
“Era precioso sentir sus manos por todo mi cuerpo bajo las
sábanas, como parte de nosotros, como una avanzadilla de
reconocimiento que había conseguido llegar a la intimidad,
mientras que lo demás, al descubierto fuera de las sábanas, estaba
aún en lucha con las intimidades, como alguien que llega tarde y
camina entre el frío, cuando el resto se está calentando las manos
en el interior de un club nocturno abarrotado”.

Elio. 2da parte “El muro de Monet”. Pág. 149.


⎯ Y, ¿Tirarás sus cosas?

⎯ No, no, por Dios. No puedo. Es que, son parte de mí.


“Y pensar que casi me enamoro de la piel de sus manos, de su
pecho, de sus pies que nunca habían tocado tierra áspera en su
vida y de sus ojos que cuando te dedicaban la otra mirada, la de
semblante dulce, te portaban el milagro de la resurrección. Nunca
era demasiado tiempo el que pasabas mirándolos, sino que
necesitabas seguir al tanto para averiguar por qué no podías
evitarlo”.

Elio sobre Oliver. Primera parte, pág. 18.

“Tú eres mi retorno al hogar. Cuando estoy contigo y estamos bien


juntos no deseo nada más. Consigues que me guste quién soy y en lo
que me convierto cuando estás conmigo, Oliver”.

Elio sobre Oliver. Primera parte, pág. 62.

“Esas palabras hicieron que ansiase e intentase cosas que nunca me


había creído capaz de hacer”.
Elio acerca de la frase “Me matarás si paras” de Oliver. Segunda
parte, pág.123.

“O quizá la presencia del otro, que ayer por la mañana parecía tan
solo un intruso, se convierte indispensable pues nos protege de
nuestro propio infierno”.

Elio. Segunda parte, pág.174.


“Todo lo que sabía es que no tenía nada más que ocultarle y jamás
me había sentido tan libre o seguro en mi vida”.

Elio acerca de Oliver. Tercera parte, pág. 191.

“Nadie era capaz de pronunciar mi nombre de aquella manera”.

Elio sobre Oliver. Cuarta parte, pág. 253.

“Había encontrado en cada estremecimiento que recorría mis brazos,


algo totalmente ajeno y a pesar de ello, muy familiar, como si todo
esto hubiese sido parte de mí durante toda mi vida, lo hubiese
perdido y él me hubiese ayudado a encontrarlo. El sueño era correcto,
esto era como volver a casa, como preguntar: ¿dónde he estado toda
mi vida?, que era otra forma de averiguar: ¿dónde estuviste durante
mi infancia, Oliver? Que a su vez era una manera de inquirir: ¿qué
es la vida sin esto?, que era por lo cual fui yo y no él quien dijo
no una sino muchas, muchas veces “me matarás si paras, me matarás
si paras”. Y era también mi forma de cerrar el círculo completo de
mi sueño y mi fantasía, él y yo. El ansia de palabras de su boca a
mi boca y de vuelta a la suya, intercambiando palabras entre ambas,
que fue cuando debí de empezar a soltar obscenidades que él repetía
después de mí con suavidad al principio, hasta que dijo: “Llámame
por tu nombre y yo te llamaré a ti por el mío”, algo que no había
hecho jamás en mi vida y que en cuanto pronuncié mi propio nombre
como si fuese el suyo, me llevó a un lugar que no había compartido
jamás con nadie antes. Ni desde entonces he vuelto a hacerlo”.

Elio. Segunda parte, pág.150.

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