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DIARIO DE UN

CAMINO ESPIRITUAL
(Iemei Moharnat)

La Autobiografía del Rabí Natán de Breslov


(desde el año 1780 hasta el año 1835)

Rabí Natán de Breslov

Notas
Jaim Kramer

Traducido al Español por


Guillermo Beilinson

Publicado por
BRESLOV RESEARCH INSTITUTE
Jerusalem/New York
Copyright©2014 Breslov Research Institute
ISBN 978-1-928822-8
Ninguna parte de esta publicación podrá ser traducida,
reproducida, archivada en ningún sistema o transmitida de
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consentimiento previo, por escrito, del editor.

Primera edición
Título del original:

Iemei Moharnat

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POB 5370
Jerusalem, Israel.

Breslov Research Institute


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Estados Unidos de Norteamérica.

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Diseño de la cubierta: P-B

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Índice

Prólogo

Diario del Rabí Natán

Parte I
5540-5571 (1780-1810)

Parte II
5571-5595 (1810-1835)

Parte III
El viaje a Eretz Israel

Anexos:

Biografía del Rabí Natán

Obras del Rabí Natán

Glosario
Prólogo

“Dios hizo las dos grandes luminarias, la luminaria mayor para regir el día y la luminaria
menor para regir la noche” (Génesis 1:16).

El rabí Natán de Breslov (1780-1844) fue uno de los hombres más notables de su
época. Aunque un brillante erudito y un sagaz comerciante, el rabí Natán dedicó su vida a
su mentor, el Rebe Najmán de Breslov (1772-1810). Pese a enfrentar una constante
oposición, nunca abandonó la determinación de recibir y difundir las enseñanzas del Rebe
Najmán para las generaciones futuras. Existen varios precedentes para tal servicio de un
discípulo con su mentor: Ioshúa con Moshé y el rabí Jaim Vital con el Ari, para nombrar
unos pocos. Aun así, en los anales del Jasidismo, donde tales relaciones abundan, el rabí
Natán es único.

El rabí Natán fue quizás más extraordinario en su capacidad de ocultar su grandeza.


Su autobiografía cubre en la primera página los primeros veintidos años de su vida,
incluido su casamiento, ¡como si la vida no hubiese tenido nada para ofrecerle hasta ese
momento! En efecto, comienza la historia de su vida al encontrar al Rebe Najmán (en
septiembre de 1802). Al aumentar la cercanía de su relación, su narrativa se vuelve cada
vez más detallada.

Más de tres cuartos de su historia giran alrededor de los ocho años en que el rabí
Natán sirvió al Rebe. Luego del fallecimiento del Rebe, dedica varias páginas a los
siguientes venticinco años, pero el lector cuidadoso notará que incluso entonces, la mayoría
de los temas tratados pertenece a la difusión de las enseñanzas del Rebe Najmán.

¿Qué hizo que el rabí Natán, cuyo brillo se percibe en todos sus escritos, en las cartas
a su familia y amigos, en sus plegarias y discursos originales, sacrificase todo su ser por el
Rebe Najmán?

El Rebe Najmán mismo respondió a esto, pues una de las primeras lecciones que el
rabí Natán oyó del Rebe hace referencia a esta idea (Likutey Moharán I, 6).

El maestro y el discípulo son análogos al sol y a la luna. Como es sabido, la luna no


tiene luz propia; sólo refleja la luz del sol. En la historia de la Creación, la Torá relata cómo
Dios creó “las dos grandes luminarias”. Pero inmediatamente después, el versículo
continúa, “la luminaria mayor para regir el día y la luminaria menor para regir la noche”. El
Rebe Najmán enseña cómo la persona común, para quien el resplandor del sol, “la
enseñanza del maestro”, es demasiado brillante para comprender, puede beneficiarse de las
lecciones del Tzadik: esas enseñanzas deben estar tamizadas a través de un filtro, al igual
que la luna refleja la luz del sol.

El Rebe Najmán, cuya profundidad y amplitud se encuentran más allá de la capacidad


de comprensión de la persona media, es “la luminaria mayor”, el sol cegador. El rabí Natán
corresponde a la “luminaria menor”, la luna, pues sólo él fue capaz de percibir la tremenda
grandeza del Rebe Najmán y comprender que para que su gran luz pudiese brillar en el
mundo, debía anularse a sí mismo por completo y reflejar la luz del Rebe.
Así es como veremos que el rabí Natán contempla la relación entre el Rebe y él
mismo y por qué todo el foco del rabí Natán se mantiene centrado en el Rebe Najmán, en
sus enseñanzas y su mensaje.

Esto no disminuye de manera alguna la grandeza del rabí Natán ni debemos


minimizar la importancia para nosotros de la lección del rabí Natán al anularse. También
nosotros, de alguna manera, debemos ocuparnos de comprender los escritos del Tzadik y
reflejar esa gran luz para que toda la humanidad la pueda percibir. Originalmente, como
enseña el versículo, había “dos grandes luminarias”. Isaías profetizó que llegará un tiempo
en que “la luz de la luna brillará como la luz del sol y la luz del sol brillará siete veces más,
como la luz [del tiempo de la] Creación” (Isaías 30:26). Cuando todos se vuelvan a Dios
mereceremos ver cuán importante es el discípulo, pues el mundo nunca habría podido
recibir las enseñanzas del Tzadik sin él.

Podamos ser dignos de contemplar la realización de esta profecía, pronto y en


nuestros días. Amén.

Jaim Kramer

12 Shevat, 5557
EL DIARIO DEL RABÍ NATÁN
(Iemei Moharnat)
Parte I

5540-5571 (1780-1810)
5540-5562 (1780-1802)

He decidido registrar brevemente diversos incidentes que ocurrieron en mi vida. Sea


la voluntad de Dios que esto sea para bien.

Nací el 15 del mes de Shevat del año 5540 (22 de enero de 1780), en la ciudad de
Nemirov.1

En el año 5552 (1792), mi padre se acercó al famoso Tzadik y erudito rabí David
Tzvi2 para concertar mi matrimonio [con su hija] y en el año 5553 (1793), la semana del
Shabat Najamú, contraje matrimonio en Sharograd, la ciudad [natal de la novia].3

[Como es costumbre,] durante los primeros dos años de nuestro matrimonio mi


suegro me mantuvo.4 Se oponía fuertemente al Jasidismo y alentó a su familia a alejarse de
los jasidim. Como resultado de su influencia también yo me opuse a ellos. Éste fue mi
punto de vista hasta que mi esposa y yo nos mudamos de Sharograd a Nemirov en Sukot
del año 5556 (1795) y mi padre comenzó a mantenernos.

[Fue un camarada quien cambió mi opinión]. Ese invierno estudié con ese amigo,5
que había sido un jasid desde su infancia y había estado en contacto con varios Tzadikim.
Discutimos incesantemente sobre el tema, él a favor de los jasidim, insistiendo en que eran
temerosos de Dios y enfatizando el hecho de que los famosos Tzadikim que había entre
ellos eran hombres de gran estatura, verdaderos servidores de Dios (como es el caso). Otros
trataron de convencerme de lo mismo, pero yo no era receptivo a sus opiniones y durante
todo el invierno me mantuve tenazmente opuesto a los Tzadikim jasídicos. Aún me
encontraba bajo la influencia del prejuicio de mi suegro. Aunque él era un hombre recto y

1
Localizada cerca de 15 km al noreste de Breslov, Nemirov es una ciudad de la región de Vinitsa en Ucrania. Lo poco
que se sabe sobre los primeros días del rabí Natán puede encontrarse en A Través del Fuego y del Agua, parte I.

2
El padre del rabí Natán fue Reb Naftalí Hertz (1766-1831), un respetado erudito y rico comerciante. El rabí David Zvi
Orbach (m. 1808) era conocido como el rabí David Zvi HaGadol (el Grande), una importante autoridad halájica para los
judíos de Podolia. Nació como resultado de una bendición del Baal Shem Tov y su santidad fue atestiguada por los
principales maestros jasídicos de la generación. Sin embargo, menospreciaba las disputas que existían entre los diferentes
grupos jasídicos y como resultado se volvió un importante opositor al Jasidismo, tal como el rabí Natán mencionará
dentro de poco (ver A Través del Fuego y del Agua, cap. 2).

3
Es costumbre llevar a cabo la boda en el pueblo de la novia. La esposa del rabí Natán se llamaba Esther Sheindel (1781-
1827).

4
Ésta era la costumbre conocida como kest. Usualmente, la pareja era mantenida por los padres de la novia durante los
primeros años y el joven esposo continuaba sus estudios de Torá hasta estar listo para entrar en el mundo de los negocios.
Entonces volvía a la ciudad de su padre para entrar en los negocios familiares. El rabí Natán era un diligente estudiante y
sobresalió bajo el tutelaje de su suegro, al punto en que éste quiso que el rabí Natán tomara a su cargo los negocios cuando
el rabí David Zvi tenía que ausentarse de la ciudad, aunque el rabí Natán apenas había sobrepasado los veinte años de
edad.

5
Este amigo era Reb Lipa. Irónicamente, Reb Lipa dejó más tarde al Rebe Najmán debido a su deseo de riqueza material,
de la cual el Rebe había dicho que no era su porción (ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 4 y nota 9).
temeroso de Dios, nunca había tenido el privilegio de experimentar y apreciar la luz de la
verdad que emanaba de esos Tzadikim y siguió siendo un fuerte opositor.

Sin embargo, mi amigo y otros persistieron y gradualmente llegué a reconocer la


verdad. La fe en los sabios me inspiró y finalmente estuve de acuerdo en que era algo
bueno acercarse a esos Tzadikim, los guedolim entre los jasidim, pues son hombres de
verdad y Dios está con ellos. Subsecuentemente aumentó mi temor a Dios y fui consciente
de haber cambiado para mejor de diversas maneras. Sin embargo, aún estaba desorientado,
buscando [un mentor espiritual]; no veía la diferencia “entre mi derecha y mi izquierda”
pues no tenía el maestro apropiado.6

No hay suficiente espacio aquí para registrar todo lo que me sucedió durante ese
tiempo.

5562-5563 (1802-1803)

Fue en el año 5562, en el mes de Elul (septiembre de 1802) que tuve el privilegio de
acercarme a nuestro mentor y maestro, el verdadero y santo Tzadik, el Rebe Najmán zal. En
su gran misericordia, él me tomó de la mano, alentándome como un padre a su hijo.

Inmediatamente después de Rosh HaShaná del año 5563 comenzó a instruirme para
registrar sus sagradas enseñanzas. Sin embargo no comencé a pasarlas por escrito sino hasta
después del Shabat Jánuca, cuando escribí [la lección] “Vi un Candelabro Dorado” (Likutey
Moharán I, 8).

Antes de registrar la Torá del Rebe, él solía primero repetir para mí la lección que
había dado, como en el Shabat Jánuca. Hablando en idish, solía hacer una síntesis en
segmentos, frase por frase. Yo me sentaba delante de él, traduciendo y transcribiendo al
hebreo lo que él decía. Luego yo solía leerle el texto completo.

No puedo describir la tremenda angustia que sufrí debido a los numerosos obstáculos
que debí enfrentar ese año, el 5563. Toda mi familia -mi esposa, mi padre, toda su casa, al
igual que la de mi abuelo, zal- consideraba mi relación con el Rebe de manera
desfavorable. Rechazaban todos los aspectos de la conducta que nuestro Rebe me había
indicado seguir y desaprobaban mis continuos viajes [para ver al Rebe]. He dejado mucho
sin decir sobre la oposición que enfrenté ante cada uno de mis actos y cada una de mis
visitas al Rebe. Hasta el día de hoy, no sé de dónde obtuve la fuerza para persistir.7

Al comienzo del invierno, mi padre me echó de su hogar y me vi forzado a vivir con


mi abuelo, dejando a mi esposa detrás, en la casa de mi padre. Pero Dios fue bueno

6
Algunos de los maestros jasídicos visitados por el rabí Natán durante ese período fueron: el rabí Leví Itzjak de
Berdichov, el rabí Susha de Anipoli, el rabí Mordejai de Kremenetz, el rabí Abraham Ber (Dov) de Chmelnik, el rabí
Sholom de Probisht, el rabí Baruj de Medzeboz y el rabí Guedalia de Linitz.

7
Los problemas y tribulaciones del rabí Natán durante ese periodo están detallados en A Través del Fuego y del Agua,
capítulos 6-10.
conmigo y pude pasar algún tiempo de ese invierno con el Rebe. Fui a visitarlo antes de
Jánuca y me quedé tres semanas, hasta después del Shabat Jánuca. Cerca de Rosh Jodesh
Shevat volví [a Breslov] y pasé algún tiempo con él.

En ese tiempo, el Rebe viajó a Tulchin para visitar a su tío Reb Baruj,8 con quien aún
estaba en buenos términos.9 Después el Rebe fue a Medvedevka y nosotros lo
acompañamos hasta Linitz, donde el Rebe visitó a Reb Guedalia10 y dio un discurso de
Torá. Reb Guedalia nos saludó cordialmente a todos y recibió al Rebe con un gran honor.

Mi hijo Shajne nació ese año, en Rosh Jodesh Kislev 5563 (26 de noviembre de
1802).11 Ése mismo invierno Sara, la hija del Rebe, se casó con Reb Itzjak Isaac, el jueves,
Rosh Jodesh Nisán (24 de marzo de 1803), en la ciudad de Medvedevka.12

El Rebe viajó a Medvedevka [algunas semanas] antes de la boda y se quedó allí


después. Cuando me enteré de que el Rebe estaba en Medvedevka fui a verlo, dado que yo
estaba en ese momento en Nemirov. Llegué el día de Purim y estuve presente en su fiesta
de Purim.

El Rebe bailó mucho ese Purim, como lo había hecho en Jánuca después de dar un
dvar Torá y en Simjat Torá. El Rebe bailó fervientemente en la boda de su hija. Más tarde
explicó por qué había bailado tanto ese año. Él quería anular todos los decretos severos que
se habían emitidos [en contra de los judíos] ese año y es sabido que el hecho de bailar y
aplaudir [de alegría por una mitzvá] mitiga los juicios severos (ver Likutey Moharán I,
10).13

8
Más conocido como el rabí Baruj de Medzeboz (1757-1810). El rabí Baruj era el líder espiritual de Medzeboz y de
Tulchin, viviendo cerca de medio año en cada ciudad. Era uno de los tres hijos de Odil, la hija del Baal Shem Tov. Sus
otros dos hijos fueron el hermano mayor del rabí Baruj, el rabí Moshé Jaim Efraim de Sudylkov (1740-1800) y su
hermana, Feiga, la madre del Rebe Najmán.

9
Desacuerdos posteriores se presentaron entre el Rebe Najmán y el rabí Baruj y desde ese entonces el rabí Baruj comenzó
a oponerse al Rebe Najmán.

10
El rabí Guedalia de Linitz (m. 1804) fue el discípulo principal del rabí Iehudá Leib, el Maguid de Polonnoye. Fue su
predicción de que la era de los milagros llevados a cabo por los maestros jasídicos llegaría a su fin que llevó a registrarlos
en el Shivjei Baal Shem Tov (Alabanza del Baal Shem Tov).

11
Esther Sheindel, la esposa del rabí Natán, había perdido varios embarazos antes de dar a luz a su primer hijo, Reb
Shajne, unos nueve años después de haberse casado. Tuvieron cuatro hijos más. Tres hijos: Meir (1805-1808), Reb Itzjak
(1808-1871) y Reb David Tzvi (1819-1855?) y una hija, Jana Tsirel (n. 1817?).

12
El Rebe Najmán tuvo un total de ocho hijos: seis hijas y dos hijos varones. Dos de sus hijas y sus dos hijos varones
fallecieron muy jóvenes, en la infancia o antes de los doce años. Las hijas que sobrevivieron fueron: Odil (1787-1864),
Sara (1790-1832), Miriam (1792-1822; falleció sin tener hijos) y Jaia (1801-?).

13
Estos decretos fueron conocidos como los Puncten (Decretos Puntuales), una serie de puntos instituidos por las
autoridades rusas al comienzo del siglo XIX con el objetivo de destruir a la población judía. Esos decretos incluían el
infame exilio de los judíos a la Zona de Asentamiento Judía, la educación secular forzada y el decreto de los Cantonistas,
la conscripción forzada de los jóvenes judíos en los cantones o campamentos paramilitares, algunos desde la temprana
Tuve el privilegio de quedarme con el Rebe desde Purim hasta después de Pesaj y
participé de la boda de su hija, donde oí su inspirador discurso sobre las palabras
“Lashemesh sam ohel bahem” (“Para el sol colocó un pabellón en medio de ellos”). El
Rebe comenzó su lección desde “Y es como un novio que sale de su cámara nupcial”
(Likutey Moharán I, 49).14

No puedo describir las dificultades que experimenté en el viaje a Medvedevka. [Pero


el viaje de retorno fue mucho mejor]. Dejé la ciudad junto con el Rebe, a quien atendí en la
ruta. Mientras viajábamos oí mucha Torá y tuve muchas conversaciones maravillosas con
el Rebe. Finalmente llegué a mi hogar en paz.

En esa época, mi esposa se fue de la casa de mi padre. Él dejó de mantenernos


definitivamente y nosotros nos volvimos autosuficientes, con la ayuda de Dios.15

Ese verano los oponentes del Rebe lo calumniaron delante de su tío Reb Baruj de
Medzeboz y como resultado también Reb Baruj se volvió un opositor al Rebe.

Un Shabat, ese mismo verano, el Rebe me amonestó. Después, al retornar de un viaje,


me reconfortó y una vez más estuvimos cerca, como un padre y su hijo.16

***

5564-5565 (1803-1805)

Mi madre falleció en el año 5564, el segundo día de Kislev (17 de noviembre de


1803), un jueves. Cerca de un mes después, luego del Shabat Jánuca, el Rebe me dijo que
debía aumentar mi estudio de la Halajá (los Códigos).17 Ese verano me dijo que debía
comenzar a estudiar Kabalá.

edad de siete u ocho años, quienes eran bautizados en contra de su voluntad. Al llegar a la edad de 18 años, eran forzados
a entrar en el ejército del zar durante un período de 25 años. Pocos de esos niños volvían a sus padres. Para más detalles
ver Until The Mashiach: Historical Overview y A Través del Fuego y el Agua, capítulos 3, 10, 32.

14
Esta lección contiene alusiones al mes de Nisán, a Sara, Itzjak (el nombre del novio) y a los conceptos de la novia y de
la boda.

15
El rabí Natán abrió un negocio, pero no tuvo mucho éxito. Sus socios vinieron en su ayuda y llevaron su mercadería a
otro negocio que ellos tenían. De esa manera el rabí Natán pudo recibir una parte de las ganancias sin tener que quitarle
tiempo a su estudio ni disminuir el tiempo que pasaba con el Rebe. Con esos ingresos pudo sustentar a su familia durante
quince años. Ver A Través del Fuego y del Agua, páginas 83-84.

16
El Rebe dijo del rabí Natán cuando éste estaba comiendo sentado a la mesa del Rebe, “¡Qué joven tan importante!
¡Yerno del gran rabí David Tzvi Orbach e hijo del rabí Naftalí Hertz!”. El rabí Natán no respondió; simplemente siguió
comiendo. El Rebe lo amonestó. “¿Si alguien te insulta, continúas comiendo?”. El rabí Natán siguió comiendo. Todo ello
era una prueba para comprobar si el rabí Natán podía soportar la vergüenza. Ver A Través del Fuego y del Agua, pg. 84.

17
El rabí Natán estaba muy bien versado en el Shuljan Aruj, pero el Rebe Najmán tenía un sistema diferente para estudiar
los Códigos, que fue lo que el rabí Natán encaró ahora (ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 10).
Esto ocurrió de una manera muy interesante. Yo había ido a visitar al Rebe junto con
Reb Naftalí.18 Cuando me encontré con él, el Rebe me dijo, “Te he traído aquí para
indicarte que comiences una nueva práctica - para estudiar Kabalá. De modo que Dios
organizó las cosas para que vinieras a verme”.19

Inmediatamente después del Shabat Najamú, falleció Feiga, la hija [infante] del
20
Rebe.

En el mes de Jeshván del año 5565 (octubre de 1804), Miriam, la hija del Rebe, se
casó con el hijo del Gaón de Volochisk. La fiesta para la novia que precede al casamiento
tuvo lugar en el Shabat Rosh Jodesh Jeshván, en Breslov y el Rebe bailó con gran
entusiasmo. Tuve el privilegio de acompañar al Rebe a Volochisk para la boda.

En esa época, el Rebe me indicó, al igual que a otros de nuestro grupo, que debíamos
comenzar a componer ideas originales de Torá. No me dijo que debía registrar mis
pensamientos por escrito. En algún momento en el futuro, dijo, él me encargaría poner por
escrito mis propias ideas de Torá. También nos dijo a mí y a los demás de nuestra
comunidad que debíamos recitar el Tikún Jatzot.21

Hay mucho para decir sobre todo lo que me sucedió en esos años, mucho que no he
mencionado en absoluto. Lo que he registrado es realmente sólo una fracción de lo que
ocurrió.

Shlomo Efraim, el hijo del Rebe, nació justo antes del Rosh Jodesh Nisán 5565
(marzo de 1805). En su brit (circuncisión), el Rebe me dio el honor de llevar a cabo parte
de la ceremonia; él mismo fue el sandek y llevó a cabo la circuncisión.22¿Quién sabe qué

18
Reb Naftalí (n. 1780) era el amigo más cercano del rabí Natán en Nemirov. El Rebe Najmán dijo cierta vez, “Nadie me
conoce realmente excepto el rabí Natán y Reb Naftalí, que me conoce un poco”. Después del fallecimiento del Rebe
Najmán, Reb Naftalí se mudó a Umán. Allí falleció en el año 1860.

19
Éste fue un paso muy importante en el desarrollo del rabí Natán. Ver A Través del Fuego y del Agua, pg. 94.

20
Nacida en 1803, no llegó a vivir su primer año.

21
El Tikún Jatzot es una serie de plegarias en las cuales se lamenta la destrucción del Santo Templo. Esas plegarias son
recitadas a medianoche. Ver The Sweetest Hour, publicado por el Breslov Research Institute, que incluye un comentario
completo referido a las ideas de despertarse a medianoche para recitar esas plegarias, con una traducción al inglés de las
plegarias y las súplicas.

22
La ceremonia de circuncisión consiste de dos etapas: la milá, cortar el prepucio que cubre el órgano y la periá, retraer la
membrana. A veces esos dos actos son llevados a cabo por dos personas diferentes, como en este caso, donde el Rebe
Najmán llevó a cabo la milá y el rabí Natán la periá. El rabí Natán era un experto mohel (circuncidador). La sandakut es
un gran honor. El sandek, que recibe ese honor, sostiene al niño durante el brit. En general esto se le otorga a una gran
persona, como diciendo, esperamos que el niño crezca para ser una gran persona al igual que el sandek, quien lo sostuvo
cuando entró en el Pacto de Abraham.
gran persona habría llegado a ser ese niño de haber vivido? Las pocas cosas escritas sobre
él meramente aluden a su potencial.23

Fuimos a ver al Rebe el día siguiente del nacimiento del niño y nos quedamos con él
en el Shabat anterior a la circuncisión y durante la semana posterior, hasta tres días después
del brit. Durante ese tiempo, el Rebe nos enseñó mucha Torá y dio muchas maravillosas e
inspiradoras charlas, algunas de las cuales concernían a la mala inclinación. El Rebe
explicó que la mala inclinación es multifacética y que por lo tanto es necesario desarrollar
continuamente defensas para vencerla. Varias de esas charlas fueron publicadas
subsecuentemente.

Profundas discusiones y lecciones surgían de conversaciones aparentemente ociosas.


En el Shabat anterior al brit, el Rebe hizo notar que mi zapato estaba torcido y dijo que
parecía como si hubiera sido “abofeteado en el rostro”. Entonces dijo, “¡Nuestras
conversaciones casuales!”, como alabándolas. En una nota más seria, preguntó, “¿Quién
entre los Tzadikim puede decirme cómo esa observación contiene los propósitos místico del
brit y las ideas que están detrás de éste?”. Él mismo comenzó a presentar ideas, en su
manera santa, citando a nuestros Sabios: “¡Están aquellos que son abofeteados en el
rostro!” (Menajot 74); “Están aquellos que golpean con una sandalia” (Bava Kama 32b;
Bava Batra 22a); “¿De dónde proviene una sandalia [un embrión informe]?” (Iebamot 42a).
Entonces el Rebe expuso sobre esta idea en una lección inspiradora, que aparece en el
Likutey Moharán I, 63, comenzando con las palabras “El Brit en arameo es llamado
‘Amá’”.

Es imposible reconstruir y describirle a alguien que no estuvo allí el aura de santidad


que sentimos durante ese discurso, que se desarrolló a partir de una conversación
aparentemente casual. Todos los presentes vieron con sus propios ojos la grandeza de Dios
y de Su Torá y la de los verdaderos Tzadikim, en quienes cada momento y palabra denota
grandes y sagradas enseñanzas. Ese comentario sobre mi zapato contenía todo el secreto del
pacto y más, como [el Rebe] mismo dijo.

La lección que el Rebe enseñó relativa al secreto del pacto es tan elevada y profunda
que es difícil que alguien pueda comprenderla bien, especialmente dado que el Rebe no
explicó muchos de sus puntos, sino meramente aludió a muchos conceptos, como es obvio
para todo aquel que la estudie. A lo largo de la vida del Rebe, nosotros, sus discípulos, nos
sentimos verdaderamente bendecidos. “¡Cuán afortunados”, solíamos decirle, “son aquellos
que se encuentran ante ti y oyen tu sabiduría! ¡Cuán afortunados somos de merecerlo!”.
Ésta es nuestra porción pese a todas nuestras dificultades.

23
El Rebe Najmán tenía grandes esperanzas para Shlomo Efraim. Su fallecimiento fue un tremendo golpe para el Rebe
Najmán. Después del fallecimiento del niño, el Rebe dijo, “¡Ahora el Mashíaj no vendrá al menos en cien años!”.
Durante el verano del 5565, entre Pesaj y Shavuot, el Rebe viajó súbitamente a
Sharograd. Eso era algo muy extraño y no tenía una explicación lógica. El motivo para este
viaje ya fue explicado de alguna manera en los relatos de los viajes del Rebe Najmán.

Ese mismo año, 5565 (1805), el Rebe me indicó que debía compilar sus lecciones
dándoles énfasis al consejo y a la aplicación práctica (musar) que había en cada una de
ellas. Hice cómo él me había pedido, pero el Rebe no estuvo satisfecho con lo que yo había
escrito. Cuando comprendí cómo era que el Rebe quería que eso fuera hecho, rehice lo que
había escrito, dándole por título Kitzur Likutey Moharán (“Síntesis de la Colección de
Enseñanzas de nuestro maestro, el Rebe Najmán”).24 Esta vez el Rebe estuvo satisfecho. De
hecho, estuvo extremadamente satisfecho, pues afirmaba con la cabeza mientras lo leía y
comentó más tarde, “Ésta es una agradable escritura”. Percibí entonces su gran anhelo de
que pusiéramos en práctica lo que él enseñaba. ¡Afortunada la persona que se adhiera a las
enseñanzas del Rebe!

[Unos meses antes,] en el invierno de ese año (febrero de 1805), el Rebe me había
indicado que volviese a copiar todas las lecciones, que yo había transcripto y mantenido en
forma manuscrita y desordenada. El Rebe quería que copiase los manuscritos antes de
hacerlos imprimir y encuadernar. Yo hice lo que el Rebe me pidió utilizando papel y tinta
de calidad. Reb Naftalí me ayudó, él leía los manuscritos en voz alta mientras yo los
copiaba palabra por palabra en forma de libro. El trabajo llevó cerca de un cuarto de año,
hasta después de Shavuot.

En esa época, el Rebe aún no me había indicado explícitamente que quería que su
obra se imprimiese y se distribuyese al público en general. Por el contrario, en aquellos días
el Rebe nos advertía de no difundir su Torá entre los extraños, entre aquellos que no eran
sus seguidores. Nos explicó algunos de los motivos para ello y nosotros procuramos
mantener los manuscritos ocultos.

Los manuscritos que yo estaba poniendo en forma de libro me sirvieron


personalmente para un propósito inesperado. Entre Pesaj y Shavuot visité al Rebe varias
veces, viajando desde Nemirov [hacia Breslov junto con Reb Naftalí]. El Rebe comenzó a
mostrar su desaprobación a nuestras frecuentes visitas y por lo tanto nos sentíamos
constreñidos y terriblemente afligidos cada vez que queríamos visitar al Rebe temiendo que
se molestase con nosotros. Hasta ahora no habíamos dejado que nada se interpusiera en el
camino de nuestras visitas al Rebe, superando los temas familiares y financieros, pero ahora
esto se transformaba en un obstáculo. Sin embargo, nuestro anhelo de ver al Rebe, de estar
cerca de él y de su inspiración espiritual, nos ayudó a superar esta dificultad y fuimos
afortunados en poder verlo seguido.

24
Hay una traducción al español con el título Síntesis del Likutey Moharán, publicada por el Breslov Research Institute.
Aunque yo había pasado la festividad de Shavuot con él, ocho días más tarde sentí el
ferviente deseo de viajar para ver al Rebe. Estaba muy preocupado por ciertos temas
relacionados con las maneras de servir a Dios, pero dudaba en ir a ver al Rebe, pensando
que él podía molestarse conmigo. Encontraba difícil superar este obstáculo. No tenía idea
de cómo explicar mi retorno para ver al Rebe, habiendo estado con él tan recientemente,
pero necesitaba con desesperación su ayuda para encontrar maneras de sentirme más cerca
de Dios.

Entonces Dios en Su misericordia me dio una idea. Yo podía viajar a Breslov para
hacer que encuadernaran las lecciones del Rebe. Había terminado de copiar los manuscritos
y el libro estaba listo para ser publicado. El Rebe mismo me había pedido que no hiciese
ese trabajo en Nemirov pues tenía muchos opositores allí (y nosotros procurábamos no
enseñar la Torá del Rebe a nadie que no fuese de nuestro grupo), de modo que el Rebe
mismo me había advertido de no encuadernar su libro en ninguna otra parte que no fuera en
Breslov.

De hecho, yo había tenido la intención de llevar el manuscrito a Breslov para


imprimirlo antes de Shavuot, pero la Providencia Divina me impidió hacerlo. Ahora,
después de Shavuot, yo deseaba desesperadamente ir a ver al Rebe pero estaba preocupado
de que mi llegada no fuera bien recibida. Recordar que tenía un motivo para ir a Breslov -
para encuadernar el libro- fue un regalo de Dios. Tenía una buena excusa para estar en
Breslov y quizás podría incluso llegar a hablar con el Rebe.

Me encaminé inmediatamente hacia Breslov y llegué en la mañana del viernes, pero


tenía miedo de ir a ver al Rebe. Sin embargo el Rebe me vio cuando salía de su habitación
[junto al beit midrash], al volver a su hogar. Se me acercó y me preguntó por qué había ido
a Breslov.

Le respondí que estaba allí para hacer que encuadernasen el libro. Él me dijo,
“¿Viniste sólo para eso?”. Me quedé allí en silencio, incapaz de responderle debido al
temor que me inspiraba.

Fui al encuadernador tan pronto como pude y decidí quedarme allí todo el día hasta
que terminara de trabajar en el libro. Sabía que el Rebe no quería que dejásemos sus
manuscritos sin cuidar en el taller del encuadernador, ni siquiera en Breslov. Aunque el
impresor era uno de nuestro grupo, el Rebe quería que fuésemos extremadamente
cuidadosos en no permitir que ningún extraño tuviera la oportunidad de tocar el manuscrito.

Tenía la intención de pasar el día en el taller del encuadernador y no ver al Rebe hasta
el Shabat. Pero el Rebe fue inestimablemente bueno conmigo - me alejaba con su mano
izquierda, si así pudiera decirse, y me acercaba con su derecha. E incluso cuando él alejaba
a alguien, para el buscador de la verdad ésa era una manera de acercarse. Uno de sus
jasidim se presentó en la oficina del impresor, enviado misericordiosamente por el Rebe.
Tenía la orden de relevarme de mi “guardia” y me dijo que debía ir a ver al Rebe.

Corrí directamente desde el taller del impresor al beit midrash. Lo encontré recostado
en la cama en su pequeña habitación junto al salón de estudio. Una vez más me hizo sentir
muy cerca de él, pues me habló con gran calidez. Me reconfortó y me trajo alegría,
dándome aliento y fortaleciéndome con sus palabras puras y dulces.

Él no durmió [esa tarde] sino que pasó mucho tiempo hablando conmigo. Cuando
terminó, se levantó y [yo lo acompañé] a su casa. Fue entonces cuando comenzó a
revelarme un secreto grande y maravilloso: aquél que haya tenido una emisión nocturna,
Dios no lo permita, deberá recitar diez Salmos [para rectificar su pecado], como está
registrado en los santos escritos del Rebe. Fue cerca de esa época, antes de que yo lo
visitara, cuando el Rebe enseñó la lección que se encuentra impresa en el primer volumen
del Likutey Moharán (205), que comienza diciendo, “Un remedio para el pecado de la
emisión nocturna es decir diez salmos”. Yo no estuve presente cuando el Rebe dio esa
charla.

Más tarde ese día, Reb Ioske, el yerno del Rebe, me explicó algo de esa lección tal
cual él la había comprendido. Más tarde, conversé sobre ella con el Rebe mismo, quien me
la explicó un poco más. Inmediatamente registré por escrito lo que ellos me habían dicho en
la forma en la cual se encuentra hoy en el sefer del Rebe.

Durante esas conversaciones, el Rebe no especificó cuáles eran los diez Salmos que
se debían recitar, sino que dijo que sería una buena idea aclarar cuáles eran los diez Salmos
que correspondían a las Diez Clases de Melodías que se encuentran en el Libro de los
Salmos y que realmente cualquier conjunto de diez Salmos correspondía a las Diez Clases
de Melodías. Sólo varios años más tarde, después de que retornó de Lvov, al volver a
hablar sobre este tema, nos reveló cuáles eran los diez Salmos a los cuales se estaba
refiriendo.25 (Estos pueden encontrarse, en el orden especificado, en el Likutey Moharán II,
al final de la lección 92).

Todo ese viernes el Rebe permaneció en su hogar con un grupo de sus seguidores,
entre quienes me encontraba. Habló mucho con nosotros y no fue a la casa de baños ni a la
mikve hasta poco antes del atardecer (normalmente solía ir a la casa de baños
inmediatamente después del mediodía del viernes). El Rebe suspiró ante nosotros, “¡Cuán
difícil es ser un líder famoso!”. Él quería decir que la carga que soporta un líder es muy
difícil, implicando mucha responsabilidad; y él siempre estaba preocupado con una cosa u
otra. La encuadernación de su libro, explicó el Rebe, podría parecer insignificante, algo de
lo cual él no debería ocuparse pero, en verdad, la existencia de muchos mundos dependía
de la encuadernación de ese libro y era algo de lo cual el Rebe debía ocuparse
personalmente.

Cuando oímos esto, comenzamos a comprender la gravedad y el significado de los


escritos del Rebe, cuya mera encuadernación tenía consecuencias trascendentes. Luego de
esa conversación, el Rebe fue a la mikve.

25
Ver Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #141; ver también El Tikún del Rabí Najmán, publicado por
el Breslov Research Institute, que detalla las ideas subyacentes a los Diez Salmos y a las Diez Clases de Melodías.
Me quedé en Breslov toda la semana pues el encuadernador trabajaba muy
lentamente y terminó recién el jueves siguiente. Durante el transcurso de la semana el Rebe
habló seguido conmigo con la intención de darme fuerzas y alentarme a estar alegre.
“Incluso alguien que se encuentre mortalmente enfermo”, me dijo, “debe ser alentado y
animado. Debemos animarlo a que no deje decaer su espíritu y hacer todo lo posible por ser
fuerte y no abandonar. La persona que está enferma realmente mejora cuando se alegra. Se
pone mejor debido a que no se deja hundir en la depresión ni se abandona debido a la
enfermedad. Su entusiasmo y su negarse a perder la esperanza realmente la ayudan a
mejorar”. Ésta fue la naturaleza de nuestra conversación, con el Rebe diciéndome
enfáticamente que siempre debía estar alegre.

El Rebe también me confió su pena y sufrimiento personal, especialmente su tristeza


al ver a su pequeña nieta enferma de viruela. Me dijo que realmente sentía en el corazón
cada uno de los llantos y gemidos de dolor de la niña y que voluntariamente sufriría en su
lugar.26

Las maneras de Dios, dijo, son incomprensibles. Hay veces en que vemos gente recta
a la cual se le otorga una buena vida y otras veces vemos gente recta que sufre mucho
durante su vida. (El Rebe habló sobre esto en Shavuot de ese año y lo que dijo está
registrado en el Likutey Moharán I, 56).

El Rebe dijo que su propio sufrimiento era un ejemplo de lo inexplicable de las


maneras de Dios. Para ilustrar, relató la historia que se encuentra en Shivjei HaAri.27 El rabí
Jaim Vital28 le pidió una vez al Ari que le revelase cierto secreto esotérico. El Ari objetó,
diciendo que lo pondría en un gran peligro. Pero el rabí Jaim persistió y finalmente el Ari
accedió y le dijo lo que él quería saber, justificando su aceptación al indicar que todo su
propósito en este mundo era perfeccionar el alma de su discípulo, el rabí Jaim Vital y que
por lo tanto no podía negarle ese conocimiento. Sin embargo, inmediatamente después que
el Ari le reveló el secreto al rabí Jaim, el hijo del Ari enfermó y falleció (ver también Shaar
HaKavanot, Sefirat HaOmer, drush 12, p.187).

“¿Cómo es posible comprender esto?”, preguntó el Rebe Najmán. El Ari tenía que
revelarle ese misterio al rabí Jaim Vital pues ése era su propósito en la vida. Sin embargo,
fue castigado por ello. Esto es un ejemplo, concluyó, de lo inexplicable de las maneras de
Dios.

A la luz de esa historia el Rebe Najmán habló entonces de su propio sufrimiento y de


las dificultades con sus hijos y familia. Todo su sufrimiento, dijo, provenía de sus esfuerzos

26
Ver Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #189 y nota 207 allí.

27
Shivjei HaAri (“Alabanza del Ari”), es una colección de historias sobre el rabí Itzjak Luria (1534-1572), considerado
por muchos como el más grande de todos los kabalistas. El Ari es un acróstico de “Adoneinu, Rabí Itzjak” (Nuestro
Maestro, rabí Itzjak), de aquí que sea conocido como el Ari.

28
El rabí Jaim Vital (1542-1620) fue el discípulo más grande del Ari. El Ari dijo que había venido al mundo con el
propósito de perfeccionar el alma del rabí Jaim. Por lo tanto el Ari debía revelarle al rabí Jaim los secretos de los misterios
que él le pidiera explicar.
para llevarnos a nosotros, sus discípulos, más cerca de Dios. Aunque sus intenciones al
enseñarnos eran completamente puras y aunque de seguro debía ser favorable a los ojos de
Dios el que trabajara para ayudarnos a alcanzar la rectificación y estar más cerca de Él,
pues ésta es la principal revelación de la gloria de Dios, fue ese mismo esfuerzo el que
generó sus dificultades. El sufrimiento era Voluntad de Dios, algo que le es imposible
comprender al hombre.

“Pero hay algo que puedo decir en mi propio mérito”, dijo el Rebe Najmán. “Cuando
un niño está enfermo y ustedes vienen a pedirme que ore por su recuperación, yo siento
cada uno de sus dolores, gemidos y quejas. Tal cual siento los de mi propia nieta. Y si
alguien cercano a mí deja nuestro grupo, siento dolor de la misma manera”. El Rebe me
habló de un discípulo que tuvo y del gran dolor y sufrimiento que ese incidente le había
producido (ver también Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #188).

El jueves, cuando el encuadernador terminó su tarea con el libro del Rebe, se lo llevé
al Rebe y se lo presenté. Él me miró y dijo, “Aún no estás contento”. Y agregó en idish, “A
mohl vest du visen mein groskait. ¡Habrá una época en que sabrás de mi grandeza!”. Me
habló entonces del libro que había escrito y que más tarde fue destruido por el fuego.29

***

5566 (1805-1806)

Mi hijo Meir nació después de las festividades del año 5566. Yo quería viajar para
estar con el Rebe pero sólo puede hacerlo después del brit milá. Cuando finalmente pude ir
a ver al Rebe tuve el privilegio de que me mostrase por primera vez el tremendo libro que
más tarde sería quemado. El Rebe me leyó varios capítulos de ese libro y aunque no pude
comprender su contenido me sentí asombrado y profundamente impresionado.

En la época de Jánuca pasé tres semanas con el Rebe y entonces finalicé el primer
volumen del Sefer HaMidot, que comenzara a transcribir en el verano del 5563 (1803) y
que había continuado hasta el 5564.

El año 5566 vio al Rebe bailar con gran fervor después de dar un discurso sobre el
versículo “Ellos estaban vaciando sus sacos” (Génesis 42:35; Likutey Moharán I, 17).

Ese año, después de los Días Tremendos, al comienzo del invierno, el Rebe me
ordenó empezar a escribir las ideas de Torá que estaba componiendo y así lo hice. (El
invierno anterior, me había aconsejado viajar a Mohilev para pedirle a mi suegro que me
diera una posición en el rabinato. ¡Gracias a Dios que me salvé de ese destino!).30

29
El libro es conocido en los círculos de Breslov como Sefer HaNisraf, el “Libro Quemado”. Para detalles de la historia
ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 16.

30
Dado que los ingresos del rabí Natán estaban disminuyendo, su suegro quería que tomase una posición como Rav. El
rabí Natán lo consultó con el Rebe, quien le dijo que aceptara la posición. Pero cuando el rabí Natán insistió en
*

Después de Pesaj el Rebe me envió a ver a Reb Ioshúa de Zorin, quien estaba
enfermo, llevando una nota que contenía ciertos Shemot (meditaciones sobre el Santo
Nombre de Dios) escritos de su propio puño y letra. El Rebe me informó que Reb Ioshúa
no sobreviviría a esa enfermedad y que era importante hacerle un favor para que pudiese
merecer una gran porción en el Mundo que Viene. Al enviarme en esa misión el Rebe me
estaba dando la oportunidad de llevar a cabo una gran mitzvá.

Viajé para ver a Reb Ioshúa y le di esa nota. Le transmití la exhortación del Rebe de
que debía tener en mente los diferentes Shemot. Si podía concentrarse en ellos con su
intelecto, es decir, con su alma -pues el alma es el intelecto- mucho bien le aguardaría en el
Mundo que Viene. El Rebe también me pidió que le dijese a Reb Ioshúa que recordase al
Rebe todos los días, hasta fallecer. Hice todo como el Rebe me lo solicitó.

Ese invierno tuve el honor de transcribir para el Rebe el Sefer HaNisraf, el libro que
él había escrito y que más tarde fue quemado. Después de Pesaj el Rebe me dijo, “Te he
dado la oportunidad de llevar a cabo una gran mitzvá al escribir este libro para mí”.
Declaró, “¡Tu libro ya ha comenzado a lograr algo bueno en el mundo!”.

El Rebe me urgió a orar por su pequeño hijo, Shlomo Efraim, de bendita memoria
[quien estaba enfermo de tuberculosis]. También le pidió a la persona a la cual le había
entregado el libro mencionado más arriba que orase por el niño, pues sabía que ellas [las
fuerzas del mal] atacarían a ese infante. Pero debido a nuestras muchas transgresiones y
pecados, nuestras plegarias no ayudaron y el niño falleció ese verano, después de Shavuot.
Hay muchas historias para contar sobre esto, algunas de las cuales serán contadas y
explicadas en otra instancia. Quiera Dios confortarnos, al Rebe y a nosotros y a todo el
pueblo judío en ese “gran infortunio y tragedia que ocurrió”, para citar al Rebe. Quiera
Dios confortarnos con una doble medida y traernos el Mashíaj pronto y en nuestros días.
Amén.

Nota del editor: he decidido insertar aquí algunos fragmentos de los escritos del rabí
Natán:

Cuando falleció el hijo de nuestro maestro y Rebe, visitamos al Rebe en su ático. El


Rebe nos habló del gran sufrimiento que estaba experimentando y de las tragedias que le
acaecían desde todas partes, tanto internas como externas. Internamente, por el gran dolor
físico que sufría debido a la enfermedad, al igual que el tormento espiritual… Externamente
se sentía angustiado por las terribles disputas y constantes controversias que se desataban a
su alrededor sin motivo alguno y por las acusaciones en su contra basadas en falsas ideas
que los demás habían inventado y le habían atribuido a él - ideas que nunca se le habían

preguntarle, el Rebe le dijo que realmente eso no era lo correcto para el rabí Natán. El rabí Natán estaba contento de no
haber tomado ese puesto pues sentía que le habría entorpecido su crecimiento espiritual.
ocurrido y que nunca había expresado. Todo esto además de toda clase de otros problemas
que lo afligían, pues él sufría constantemente.

Al hablar, murmuró, “Ustedes no saben qué terrible tragedia le ha acaecido al mundo


con la muerte de mi hijo. Estoy quebrantado”. Sagradas lágrimas rodaron por las mejillas
del Rebe.

Avergonzados al ver al Rebe llorar huímos de la habitación. Verlo a él en tal estado


fue como si el mundo entero se hubiese destrozado. Al día siguiente, un viernes, el Rebe
nos dijo, “Si no se hubieran ido, si se hubieran quedado, les habría dicho algo muy
hermoso”. Y el siguiente viernes nos enseñó una maravillosa lección de Torá (Likutey
Moharán I, 65). También expuso sobre el versículo “Él junta los ríos” (Job 28:11; ver
Likutey Moharán I, 232) y explicó que antes de revelar Torá él siempre lloraba. Más
tarde… (parece que el resto del relato falta aquí).

También encontré el siguiente relato en los manuscritos del rabí Natán:

Un domingo, el cinco de Av del año 5566 (19 de julio de 1806), oímos del Rebe los
eventos que acompañarían la llegada del Mashíaj. Dijo que Mashíaj debía venir en pocos
años y que él podía decir en qué día exactamente, en qué año y en qué mes se suponía que
el Redentor debía llegar. Sin embargo, ahora era cierto que no vendría en ese momento. El
Rebe implicó que la muerte de su hijo Shlomo Efraim había retrasado la llegada del
Mashíaj. El Rebe me había dicho algo similar poco antes del fallecimiento del niño,
diciendo que estaba seguro que Mashíaj no vendría entonces.

Otro relato que encontré en las cartas del rabí Natán dice lo siguiente:

Un domingo… el Rebe salió en un viaje por Ucrania. Lo escoltamos hasta las afueras
de Ladizin. Allí, cuando estaba por dejar la ciudad, nos sentamos en su carruaje y el Rebe
nos reveló secretos desconocidos hasta ese momento, algo que nunca se había dicho antes -
los eventos que ocurrirían con la llegada del Mashíaj. Está escrito en alusiones, de manera
muy abreviada, en un manuscrito titulado Meguilat Setarim (Rollo de Secretos) y nos
advirtió severamente que no debíamos copiar nada de lo que estaba registrado en ese
manuscrito. Ciertamente no debíamos imprimirlo de manera alguna (aunque está escrito en
alusiones, aun así no debe ser revelado). Con ello concluyó rápidamente.

Mucho de lo que dijo fue olvidado inmediatamente y nunca fue puesto por escrito
dado que toda la conversación duró cerca de dos horas y se nos dijo que no debíamos
discutirlo y que sólo debía ser registrado como una nota.

En otra instancia el rabí Natán indicó que esos conceptos fueron tratados en otra lección
del Rebe, el viernes 8 de Av del año 5569 (1809), en Breslov. Escribió:

“En esa ocasión nos sentimos fortalecidos por la conversación que tuvo lugar en las
afueras de Ladizin. El Rebe concluyó la lección y continuó su viaje. Cuando volvió a su
hogar le dijimos que nos habíamos sentido muy contentos cuando dio la lección. El Rebe
dijo que también él se había sentido contento después de la conversación de ese día. Le dije
al Rebe que las descripciones que nos había dado eran muy hermosas, ‘pero, ¿cuándo,’
pregunté, ‘vendrá el Mashíaj?’. Él respondió que la conversación misma sobre ese tema era
algo muy digno e importante. Cuando tales secretos, que están ocultos en las cámaras más
internas, son mencionados en este mundo, ello es algo muy grande en sí mismo. ¡Cuán
afortunados fuimos de oír esas palabras no reveladas anteriormente!”.

Esto es lo que copié del manuscrito del rabí Natán. Después del fallecimiento de nuestro
santo maestro, el rabí Natán, los manuscritos del Meguilat Setarim fueron robados o
perdidos. Ellos son irremplazables…

Después del fallecimiento de su hijo [Shlomo Efraim] en el año 5566, el Rebe viajó a
Medvedevka y a las ciudades circundantes. Allí comenzó a relatar el primero de sus
famosos cuentos (La Princesa Perdida). Yo estaba en Breslov cuando él volvió y nos
repitió el cuento. Él dijo, “Durante el viaje relaté un cuento”. Éste se halla impreso [en el
Sipurey Maasiot].

***

5567 (1806-1807)

En Rosh HaShaná del año 5567, después de haber comenzado a relatar los cuentos, el
Rebe dio una lección sobre el Zohar (III, 128a), “Dijo el rabí Shimón: ‘¡Es momento de
actuar por Dios’!” (Likutey Moharán I, 60). Allí hizo referencia a los cuentos que, como
explicó, despiertan a los hombres de su sueño [espiritual]. También habló sobre el hecho de
que la riqueza permite que los Tzadikim mediten y estudien. Dijo que la riqueza debía ser
invertida de tres maneras. Una manera es destinar un tercio de los fondos a bienes
inmuebles.31 Y, en concordancia con lo que enseñó, envió a un agente a Medzeboz para
adquirir allí unos almacenes.

En la noche del Kol Nidrei, cuando el jazán (cantor) comenzó las plegarias
penitenciales después de la Amidá silenciosa, estalló un incendio en Breslov, destruyendo
varias casas grandes. Se desató una vorágine y las plegarias fueron interrumpidas cuando la
gente corrió para salvarse y salvar sus hogares. Sin embargo la casa del Rebe no se quemó
en ese incendio.

Luego de que se extinguiera el incendio en la noche de Iom Kipur, se produjo una


irrupción tremenda en el beit midrash. Varios soldados entraron al salón de estudio y les
ordenaron a los hombres salir a apagar los focos que aún ardían. Nos sentimos
extremadamente perturbados y atemorizados por ello.

31
El Talmud enseña que uno debe invertir sus fondos en tres porciones: un tercio debe ser invertido en los negocios, un
tercio en propiedades y un tercio en efectivo (Bava Metzía 42a).
En motzi Iom Kipur, el Rebe dijo que Reb Shmuel Itzjak le había revelado que habría
un incendio. El nombre Shmuel Itzjak tiene el valor numérico de 585, al igual que la
palabra hebrea srefá, fuego, como se menciona en otra instancia (Tzadik #48). También dijo
que ese Iom Kipur había tenido la intención de llevar a cabo un cierto servicio, para pedirle
algo a Dios.32 El Rebe tenía muchas explicaciones para aclarar por qué debía hacerlo, las
que llenarían muchas páginas. Pero sus planes se vieron perturbados por el incendio.

Iom Kipur pasó y yo volví a mi hogar en Nemirov. Inmediatamente partí hacia


Mohilev, donde mi esposa había ido antes de Rosh HaShaná para quedarse en la casa de sus
padres. Así comenzó mi período de deambular entre Nemirov y Mohilev. Dios arregló las
cosas de modo que cuando me acerqué por primera vez al Rebe mi suegro era rabí en
Kremenetz. Fue tres o cuatro años más tarde [en el 5566], cuando también fue nombrado
rabí de Mohilev, que mi esposa viajó allí con nuestros hijos y yo la seguí después de Iom
Kipur.33

Dios ordenó que mi suegro no estuviese en su hogar cuando llegué. Él estaba en


Kremenetz, donde aún servía como rabino. Pensamos que estaría en Mohilev para Rosh
HaShaná y que mi esposa volvería a Nemirov para Sukot. Yo viajé a Mohilev para Sukot,
con la intención de volver a Nemirov con ella y nuestros hijos inmediatamente después de
la festividad. Dado que mi suegro tuvo que quedarse en Kremenetz, tuvimos que
permanecer en Mohilev más de lo que era mi intención, esperando su llegada inminente

Terminamos quedándonos en Mohilev por cerca de dos años, como más tarde
relataré. Durante esos dos años no pude ver al Rebe tan frecuentemente como en los años
anteriores, dado que Mohilev estaba bastante lejos de Breslov.

Sólo fui a visitar al Rebe cuando él insistía en que debíamos ir: para Rosh HaShaná,
Shavuot y el Shabat Jánuca. Cuando vivía en Nemirov, tenía la costumbre de visitarlo con
frecuencia. Sin embargo, durante los dos años que pasé en Mohilev el Rebe viajó mucho
por todo el país, incluso a Novoritch y Lemberg (Lvov) [de modo que no pude visitarlo tan
seguido].34

32
Ese Iom Kipur el Rebe quería pedirle a Dios que le revelase Torá, tal cual se la había revelado a Moshé Rabeinu en el
desierto. Tiempo después el Rebe dejó entrever que como resultado de lo que había querido lograr en Iom Kipur se había
levantado Arriba una acusación en su contra y que por ello había contraído la tuberculosis, de la cual fallecería. Ver A
Través del Fuego y del Agua, p. 114.

33
Era costumbre nombrar a una importante autoridad halájica como rabino en jefe, no sólo de una ciudad sino de toda una
zona. Cuando el rabí Natán se casó, el rabí David Zvi era el rabino en jefe de Kremenetz y de sus entornos y de Sharograd
y alrededores. Después de unos pocos años, también fue nombrado rabino en jefe de Mohilev y de sus alrededores.
Habiendo pasado los últimos años en Nemirov, la familia fue a visitar al rabí David Zvi. El rabí Natán detalla ahora cómo
esa corta visita a Mohilev se transformó en un exilio de dos años

34
Para detalles ver Tzadik, parte III.
En Mohilev hube de enfrentarme nuevamente con obstáculos que me impedían viajar
para estar con el Rebe. Previamente mencioné las interminables dificultades y sufrimientos
que encontré cuando me acerqué por primera vez al Rebe. No puedo comprender cómo
tuve el privilegio de superarlas a todas. Todo aquel que lo escucha queda asombrado. Y
sólo he contado una mera fracción de lo que tuve que pasar. Pero lo más importante es que
esos obstáculos no duraron mucho. Dios me permitió superarlos rápidamente debido a mi
fuerte resolución de estar cerca del Rebe, no importa lo que pasara.

Cuando comencé a seguir al Rebe, mi padre me echó de su hogar. Mi esposa se vio


entonces compelida a dejar la casa medio año después y nos encontramos forzados a ser
financieramente independientes. Cuando mi padre y el resto de mi familia comprendieron
que no podían persuadirme de cambiar lo que sentía por el Rebe, me dejaron tranquilo.
También mi esposa, aunque no estaba de acuerdo con mis viajes para ver al Rebe, no tuvo
más opción que aceptarlo. Ella llegó a comprender que nada en el mundo me separaría del
Rebe.

En casi todos mis viajes para ver al Rebe tuve que enfrentar muchas dificultades. Sin
embargo eran dificultades que podía manejar y superar, dado que yo era financieramente
independiente y dueño de mi propio hogar. Pude viajar a ver al Rebe cada vez que quise,
cada tres o cuatro semanas al menos. A veces me quedaba con él durante un largo tiempo.
Y en cada visita oía de él palabras del Dios Vivo - lecciones, conversaciones y maravillosas
y tremendas historias que nadie había escuchado antes. Éstas nos dieron vida a mí y a todos
aquellos que más tarde las oyeron de mí o leyeron los escritos que yo había registrado para
las futuras generaciones. Todo ello está allí, escrito en nuestros libros. El buscador de la
verdad verá y comprenderá y retornará al Todopoderoso a través de estos escritos;
comprenderá una pequeña fracción de lo que Dios me dio el privilegio de aprender y de oír
del Rebe en ese tiempo, conceptos que estuvieron ocultos desde el comienzo de los
tiempos, conceptos que nadie había oído antes.

Ésa situación -en la cual podía visitar al Rebe de manera tan frecuente- duró cuatro
años. Entonces, en el año 5567, cuando comenzó mi exilio en Mohilev, todas las
dificultades volvieron a presentarse, esta vez peor que antes. Sólo en un aspecto las cosas
eran más fáciles que en los años anteriores: yo era mucho, mucho más fuerte en mis
convicciones, pues ya había tenido el privilegio de aprender, oír y degustar la dulzura de las
enseñanzas del Rebe. Recordando el principio que el Rebe les enseñó a sus seguidores -
“Los principales obstáculos son aquellos que están en la mente”- pude superar todas las
dificultades.

No puedo relatar aquí todo lo que ocurrió en Mohilev, pero mencionaré brevemente
algunos incidentes.

Fui a Mohilev después de Iom Kipur, llegando allí un jueves, el día trece del mes de
Tishrei. No encontré a mi suegro en casa dado que estaba en Kremenetz, donde era muy
bien considerado. Durante bastante tiempo se había opuesto al jasidismo e incluso a los
grandes y renombrados hombres entre ellos. En verdad, era un hombre recto, conocido por
sus buenas acciones, pero su oposición era fuerte, influenciada por las calumnias que
vilipendiaban incluso a los más grandes de los jasidim. Su esposa y el resto de su familia
estaban en completo acuerdo con él. El hecho de que ellos desaprobaban mi apego al Rebe
lo hizo mucho más difícil para mí. Pero vieron cuán fuerte yo era en esto y comprendieron
que nada de lo que hicieran me iba a disuadir de seguir al Rebe.

Me quedé en Mohilev durante toda la festividad de Sukot. Después de la festividad


aguardé diariamente la inminente llegada de mi suegro, pero él no llegó dado que fue
retenido en Kremenetz por un tema que se había presentado relativo a una mitzvá. No
podíamos retornar a nuestro hogar en Nemirov antes de que él se hiciese presente pues mi
esposa no lo había visto desde hacía mucho tiempo.

Para Jánuca aún no había llegado. Yo estaba atrapado en Mohilev y no había podido
ver al Rebe desde Iom Kipur. Yo sufría terriblemente, pues durante todos los años en que
había estado cerca del Rebe me había acostumbrado a verlo y a oír sus discursos de Torá
varias veces al año. Le escribí al Rebe describiéndole lo que me estaba pasando, el dolor y
las dificultades.

Durante ese período en Mohilev, entre Sukot y Jánuca, le nació un hijo al Rebe en el
Shabat y recibió el nombre de Iaacov. Dado que yo estaba retenido en Mohilev, no pude
estar presente para el brit. Durante la semana del brit, el Rebe habló sobre el tremendo tema
de “Los miles que pueden ser divididos en cientos”, a través de lo cual uno puede
devolverles la vida a los muertos. Ese discurso se enuentra en la compilación impresa al
final del Sipurey Maasiot del Rebe.35 ¡Léelo y comprende las ilimitadas maravillas de Dios!
El Rebe dio con alegría ese discurso de Torá cuando, una noche, Reb L. Dayan le trajo
pescado para la fiesta después del brit milá.

No merecí estar presente en todos esos eventos, pero mis amigos me escribieron
manteniéndome informado sobre todo lo que estaba sucediendo.

Como mencioné anteriormente, tuve que quedarme en Mohilev hasta Jánuca. El


Shabat Jánuca era uno de los días indicados por el Rebe para que estuviéramos con él. Yo
anhelaba viajar a Breslov para el Shabat Jánuca, pero las circunstancias me impedían
hacerlo. Mi suegro aún no había llegado y se lo esperaba de un momento a otro. Si me iba a
Breslov, probablemente él llegaría mientras yo no estaba. De ser así y de no encontrarme
ciertamente se enojaría. Todos, incluyendo mi esposa y mi suegra, objetaban el hecho de
que fuese a Breslov en ese momento. Aquí, la gente más importante de la ciudad venía
todos los días para ver si mi suegro había retornado, esperando ansiosamente su llegada -
mi suegro, después de todo, era una persona muy importante. ¿Cómo era posible que yo no

35
Esta conversación se encuentra en Sabiduría y Enseñanzas del rabí Najmán de Breslov #93. El rabí Natán escribe que
está “al final del Sipurey Maasiot”. Ello se debe a que en la primera impresión de Los Cuentos, en el año 5576 (1816), el
rabí Natán agregó las primeras 116 conversaciones que se encuentran actualmente en Sabiduría y Enseñanzas del rabí
Najmán de Breslov. Las conversaciones posteriores fueron recolectadas e impresas de manera separada.
El rabí Natán explica que esa luz es la Luz de Dios. Cuanto más se la pueda dividir en pequeñas porciones, más
grande será la posibilidad de que alcance a aquellos que se encuentran en los niveles más bajos (ver Likutey Halajot, Edut
4:4).
estuviese para su llegada, especialmente si el motivo de mi ausencia era ir a ver al Rebe? La
familia de mi esposa siempre se había opuesto a mis viajes - ¡cuánto más ahora! Sufrí un
gran tormento por ese viaje. Pero Dios, en su abundante misericordia, me dio la fuerza para
superar todos los obstáculos y salí para Breslov.

Dios ciertamente me estaba ayudando pues, para empezar, no tenía dinero para los
gastos ni para el carruaje. Sin embargo, “¡A quien viene a purificarse lo ayudan desde
Arriba!” (Ioma 38b). Cuando alguien verdadera y realmente anhela algo de la manera
apropiada, todos los obstáculos le son retirados. De alguna forma me las arreglé para
encontrar los fondos y contratar un carruaje para el viaje.

Llegué a Breslov el jueves a la noche, durante Jánuca, Erev Shabat Rosh Jodesh
Tevet (12 de diciembre). Tuve el privilegio de hablar con el Rebe inmediatamente al llegar,
aunque él ya estaba en la cama. Me habló de algo que le había sucedido recientemente. Una
cierta persona malvada había difundido historias sin sentido sobre él. Eso era intolerable y
el Rebe se sentía grandemente angustiado por ello. De hecho, dijo que le parecía no haber
pasado nunca antes por un sufrimiento igual.

Y así estuve con el Rebe para el Shabat Jánuca y oí maravillosa Torá de él, la que
registré. También hablé mucho con el Rebe.

Después fui a Nemirov, donde mi padre me recibió cariñosamente y me hizo un


regalo. Yo esperaba encontrar un carruaje en Nemirov que me llevase a Mohilev, pero no
había ninguno accesible. Decidí que era una pérdida de tiempo seguir esperando en
Nemirov cuando perfectamente podía retornar a Breslov. Quizás podría contratar un coche
desde allí. En el ínterin, tendría la oportunidad de pasar más tiempo con el Rebe.

Volví a Breslov, llegando el martes a la noche. Aún no había recitado el Kidush


Levaná (la bendición de la Luna Nueva) ese mes y ese martes por la noche era la última
noche en que podría decir la bendición. Sin embargo, estaba muy nublado y oscuro y no
había la mínima señal visible de la luna. Me sentía descorazonado. Le pregunté al Rebe si
él ya había bendecido la luna nueva y cuando me respondió que sí lo había hecho, me sentí
mucho más angustiado. Me había estado sintiendo melancólico y esto empeoró mi estado
de ánimo.

Cuando fui a ver al Rebe esa noche, me preguntó por qué estaba tan abatido. Me
quedé en silencio y alguien más respondió por mí: “Está deprimido porque la luna no está
visible”.

Cuando el Rebe oyó esto, me dijo, “Ora a Dios sobre este problema”.

“Pero yo ya Le he pedido a Dios Su ayuda”, le respondí.

El Rebe dijo, “Ora más todavía”.


Uno de los presentes respondió por mí, explicando que yo quería pedirle al Rebe que
Le rogase a Dios por mí. En verdad, no había entrado en mi mente el pedir que el Rebe
orase por mí, aunque me sentía muy desgraciado por no haber dicho la bendición de la luna.
Había cosas mucho más importantes sobre las cuales necesitaba que el Rebe orase por mí.
No estaba en mi corazón el molestar al Rebe también con esto.

Nos quedamos un tiempo con el Rebe y mientras estábamos allí, alguien entró y dijo
que la luna estaba comenzando a aparecer detrás de las nubes. El Rebe dijo, “Sal
inmediatamente. Tan pronto como veas la mínima imagen de la luna detrás de las nubes dí
la bendición de la luna. No pierdas tiempo”.36

Salí y encontré la luna apenas visible detrás de las nubes. Pero no fui lo
suficientemente rápido, como el Rebe me había ordenado y en los pocos segundos en que
me detuve, la luna desapareció por completo. Me sentí terriblemente trastornado y
dolorosamente avergonzado de tener que volver a donde estaba el Rebe, dado que no había
hecho lo que él me dijo. Simplemente me quedé allí durante un corto tiempo y levanté mis
ojos hacia el Cielo, pidiendo a Dios Su ayuda. La luna volvió a aparecer, esta vez más
claramente que antes. Recité inmediatamente la bendición sobre la luna y volví, con alegría,
adonde estaba el Rebe. Tan pronto como entré, el Rebe dijo, “¡Ahora pueden ver que es un
hombre diferente!”. El Rebe estaba muy satisfecho y agregó que si yo y todo nuestro grupo
estuviésemos alegres, ello le traería mucho bien al mundo.

Después charlamos con el Rebe y más tarde él nos contó a mí y a su yerno, Reb
Itzjak, de bendita memoria, una tremenda historia relacionada con las palabras “¡Mazal tov!
¡Mazal tov!” (ver Tzadik #208). Luego nos pidió que cenáramos con él. En general, cuando
visitábamos al Rebe durante la semana, la costumbre era que no comiese con nosotros
excepto en momentos de favor, cuando se sentía de un modo particularmente alegre. Esa
noche era un momento así de modo que nos pidió que comiésemos con él.

Comimos juntos, el Rebe, su yerno y yo. En medio de nuestra comida, se oyó a uno
de nuestros hombres bendecir la luna nueva con gran entusiasmo e intensidad, desde la
profundidad de su corazón, como solían hacer los de nuestro grupo. El Rebe se sintió muy,
muy bien al oírlo y habló al respecto. Durante la conversación, nos reveló asombrosa Torá
sobre el versículo “Por favor dáme una doble porción de tu espíritu” (Reyes II, 2:9).

Era nuestra costumbre decir, cada vez que teníamos el privilegio de oír al Rebe, “Si
sólo hubiéramos sido creados para oír esto, sería suficiente”. Más aún se aplica esto a un
discurso tan largo. ¡Afortunados aquellos que lo oyeron!

Me quedé en Breslov hasta el Shabat. El Rebe tenía invitados para el santo Shabat,
uno de los cuales había llegado de Eretz Israel. El Rebe conversó con él e hizo notar que
con seguridad estaba pleno de anhelo por la Tierra Santa dado que había tenido el privilegio
de vivir allí. En esa conversación el Rebe habló sobre la cuestión de superar los obstáculos.

36
Ver Oraj Jaim 426:2; Mishná Brurá 426:3.
En motzi Shabat el Rebe expuso una asombrosa Torá sobre el tema de recibir el espíritu del
Mashíaj.

Inmediatamente después del Shabat encontré un carruaje que podía llevarme a


Mohilev. Fui a despedirme del Rebe antes del amanecer dado que estaba muy apurado.
Cuando entré a la habitación del Rebe, no había ninguna vela encendida dado que el Rebe
aún estaba en la cama. Le ofrecí traer una vela pero el Rebe dijo que no era necesario. De
modo que me despedí del Rebe en la oscuridad de la noche y conversé con él solo un
momento, pues ya había hablado con él bastante, antes de mi viaje a Nemirov.

Entonces partí para Mohilev. Cuando llegué, encontré que mi suegro ya estaba en
casa. Había vuelto poco después de que yo partiera para Breslov. Fui a verlo, pero no me
recibió con calidez, dado que se había sentido herido por lo que yo había hecho.

Anhelaba volver a Nemirov con mi familia. Como he explicado, habíamos estado


esperando la llegada de mi suegro para emprender el retorno, pero ahora, en medio del
invierno, las condiciones habían vuelto imposible el viaje. Pese a ello traté de encontrar
alguna manera. Sin embargo, poco después de mi llegada a Mohilev, Dios hizo que me
enfermara. Ese invierno estuve en cama tres veces. Tan pronto como me recobraba volvía a
caer enfermo. También mi esposa estuvo enferma tres veces, al igual que mis hijos y la
criada de mi suegro. También nuestra criada enfermó y falleció.

Había una epidemia en la zona. Durante los Diez Días de Arrepentimiento el Rebe
había predicho que una gran debilidad prevalecería en el mundo ese año. El día anterior a
Iom Kipur, al salir de la mikve, el Rebe le dijo al hombre que lo había acompañado, “¡Debo
tomar mi cabeza y sentirla para ver si aún estoy vivo!”. Sentía tan profundamente la tristeza
que plagaría el mundo debido a esas “debilidades”, el Cielo no lo permita, que no sabía si
estaba vivo o no. Y así como lo dijo, inmediatamente después de Iom Kipur, en mi viaje
hacia Mohilev, vi mucha gente enferma en los pueblos por los cuales pasé. La epidemia
llegó a Mohilev después de Jánuca.

Tan pronto como enfermé, pedí que le escribieran una carta al Rebe. El Rebe se
preocupó mucho al recibir la carta. Me envió una respuesta, escrita de su propio puño y
letra. Sus palabras dulces y agradables eran reveladoras. En ellas pude detectar la
maravillosa profundidad de su amor por mí. Su carta me dio vida y me fortaleció. Aún la
tengo en mi poder. No creo que hubiera podido superar la agonía de mi enfermedad de no
haber sido por la carta del Rebe; literalmente me devolvió a la vida.

Alrededor de esa época el Rebe viajó a Medvedevka para el Shabat Shirá, como era
su costumbre. De allí fue a Kremenchug,37 y dado que su visita coincidía con la época en

37
En la década de 1790 el Rebe Najmán se mudó a Medvedevka. Esa ciudad está ubicada en Ucrania oriental, cerca del
río Dnieper, cerca de las ciudades de Zlatipolia, Kremenchug y Tcherin. Muchos de los primeros jasidim del Rebe vivían
que su hija Sara debía dar a luz, se quedó allí por varias semanas hasta que ella dio a luz un
hijo varón. El Rebe había estado muy preocupado por ella, con una expresión adusta en el
rostro todo el tiempo y negándose a que le sirviesen dos clases de alimentos preparados en
una comida [lo que alegra a la persona].

De modo que el Rebe esperó hasta que ella dio a luz a su hijo sin incidentes. En la
noche del nacimiento, el Rebe llegó muy contento e inmediatamente ordenó que se
encendieran velas y se preparase “ponche”. Se quedó en Kremenchug hasta después del brit
y continuó en ese estado de alegría. Pero tres días después Sara enfermó y el Rebe se
preocupó tremendamente, al punto en que partió de Kremenchug con gran apuro y
confusión, como si hubiera estado huyendo. Estaba tan ansioso por irse que ni siquiera
esperó a uno de sus acompañantes y lo dejó detrás. El hombre tuvo que contratar un
carruaje y correr tras el Rebe por varias millas hasta alcanzarlo.

El Rebe dijo, al huir de Kremenchug, que pensó que iría a morir de tristeza. El
sufrimiento que hubo de pasar con sus hijos y familia -que vivan una larga vida- era algo
demasiado difícil de describir. Sus hijos y su familia eran atesoradas almas especiales y el
mundo las necesitaba tremendamente. El Rebe solía decir, “Ellos son preciosos árboles que
producirán maravillosos frutos” y por ese motivo nos advirtió con respecto a ellos. También
nos dijo que el Justo Redentor sería uno de sus descendientes.

De Kremenchug el Rebe retornó a su hogar en Breslov. No se quedó mucho tiempo


sino que volvió a partir para Polise, la piadosa comunidad de Novorich. De allí retornó
hacia Ostrog y Zaslov, tal cual está registrado (Tzadik #48-63). No había una razón
ostensible para ese difícil viaje y el hecho de que el Rebe lo hiciera sigue siendo un
misterio. No recolectó dinero alguno durante el trayecto; por el contrario, gastó una
tremenda cantidad de sus fondos personales para las expensas del viaje. Hasta el día de hoy
nadie tiene idea de por qué hizo ese largo y arduo viaje en el cual gastó tanto dinero.

El Rebe había encarado otros viajes inexplicables, tal como aquel a Sharograd, pero
este viaje fue mucho más inusual y, como mencioné, nadie sabe por qué lo hizo. El Rebe
dijo que si la gente conociese el motivo de sus viajes, besaría cada uno de los pasos que él
daba en el camino debido a que cada uno de esos pasos inclinaba la balanza del mundo
hacia el lado del mérito. Este concepto está explicado, de alguna manera, en otra instancia
(Tzadik #48-63).

Gracias a Dios, mi familia y yo recobramos nuestra buena salud y después de Purim


(marzo del año 1807) viajé a Nemirov para ver a mi amigo Reb Naftalí. Yo sabía que el
Rebe estaba viajando pues Reb Naftalí me mantenía informado por carta. Sin embargo, yo
quería ver a Reb Naftalí en persona y oír directamente de él las nuevas lecciones que había
tenido el privilegio de escuchar del Rebe mientras yo estaba lejos e incapaz de visitarlo.

en esa zona, de modo que el Rebe solía visitarlos al menos dos veces al año: en el Shabat Shirá (en medio del mes de
Shevat, durante el invierno) y para el Shabat Najamú (el Shabat después de Tisha beAv, en el verano).
Tuve que quedarme en Nemirov hasta después de Pesaj y durante ese tiempo Reb Naftalí
me relató varios cuentos que había oído del Rebe y que no habían sido puestos por escrito
debido a que no hubo nadie allí para registrarlos. Inmediatamente procedí a pasarlos por
escrito.38 (Los otros cuentos los oí directamente del Rebe mismo).

¡Bendito sea Dios, Quien me dio la idea de viajar entonces a Nemirov! Debido a que
estuve allí, pude preservar esos cuentos. De no haber ido, no se los habría registrado en
absoluto y se habrían perdido. Esos cuentos han renovado y mantenido con vida a muchas
almas judías y aún lo están haciendo y continuarán haciéndolo en el futuro, cuando la
verdad del Rebe y su santa grandeza sean reveladas, con la ayuda de Dios, sustentando al
pueblo judío y a toda la creación. ¡Bendito sea Dios Quien me permitió registrar los escritos
del Rebe hasta el día de hoy!

Tenía la intención de volver a Mohilev después de Pesaj, pero primero viajé a


Breslov, donde acordé con el filántropo Reb Moshé enviarle dinero al Rebe. El Rebe estaba
en Novoritch y se habían recibido cartas de él donde decía que necesitaba fondos. Reb
Moshé le envió veinticinco rublos al Rebe a Novoritch, de acuerdo con las instrucciones del
Rebe de que todo dinero que se le enviara debía ser remitido a esa ciudad.

El Rebe llegó a Novoritch para Purim. Aparentemente tenía la intención de seguir


viajando más aún desde allí pero cambió de idea y de Novorich volvió en dirección a
Breslov, hacia Ostrog. Una vez allí envió su carruaje a Breslov con Reb Shmuel y otros
seguidores para llevar a su esposa a Ostrog donde ella podría recibir tratamiento médico del
Dr. Gordon. Ella estaba muy enferma de tuberculosis de la cual finalmente falleció.

El Rebe se quedó en Ostrog con solo un asistente, quien había sido contratado para
servirlo hasta la vuelta de Reb Shmuel desde Breslov. La Rebetzin y Reb Shmuel llegarían
para el Shabat HaGadol. Sin embargo, la Rebetzin no estaba satisfecha con el Dr. Gordon.
Ella prefería recibir tratamiento en Zaslov, donde había muchos especialistas y en donde
ella tenía familia.

Inmediatamente después del Shabat el Rebe viajó a Zaslov con su esposa, llegando
allí justo antes de Pesaj. Tuvo que alquilar una casa, siendo la única ayuda Reb Shmuel,
sobre quien recayeron todas las tareas del hogar. Reb Shmuel tuvo que encontrar una casa
para alquilar, asegurarse de conseguir matzot y preparar todos los ítems necesarios para
Pesaj, en un solo día. Las dificultades fueron indescriptibles. Pero después de Pesaj Dios
inspiró a uno de los hombres ricos de Zaslov quien les abrió su casa al Rebe, a su esposa y
a su familia, poniéndola enteramente a su disposición. Dado que no habían tenido tiempo
de encontrar una casa apropiada, ya que habían llegado justo antes de la festividad, estaban
viviendo en una choza desvencijada que habían alquilado desde antes de Pesaj. Incluso
tuvieron que reparar el techo para poder habitarla. Uno puede imaginar las pruebas que

38
Estos serían los cuentos #2 a #6 en el Sipurey Maasiot.
debieron pasar en ese viaje. Sin embargo, aún se desconoce el motivo para el viaje del Rebe
bajo circunstancias tan difíciles.

Después de Pesaj, mientras yo estaba en Mohilev, llegó una carta del Rebe a Breslov
que me fue reenviada. El Rebe decía que se sentía muy débil y nos pedía que orásemos por
él. Otra carta llegó subsecuentemente en la cual el Rebe decía que se había recuperado sin
tomar medicina alguna; nuestras plegarias, escribió, habían sido de gran ayuda.

Era nuestra costumbre visitar al Rebe para Shavuot. El Rebe comprendió que debía
quedarse en Zaslov para la festividad y nos escribió diciendo que ninguno de nosotros debía
ni siquiera levantar un pie para tratar de estar con él. Pero Reb Naftalí, que estaba
frecuentemente en Breslov, vio la carta antes que nadie. Nos escribió a mí y a varios otros
diciendo que, sin embargo, deberíamos viajar a Zaslov para estar con el Rebe. Y eso es lo
que la gente de Breslov hizo, al igual que sus jasidim en Nemirov, Teplik y Dashev. Todos
fueron a Zaslov para Shavuot.

Yo estaba en Mohilev en ese entonces y me sentía ambivalente sobre ese viaje a


Zaslov. Había muchos motivos que se anteponían a mi viaje y yo sabía que el Rebe había
escrito diciendo específicamente que no debíamos ir. Yo vacilaba, incapaz de decidir.
Entonces, a través de la grande y tremenda bondad de Dios, el anhelo de ir superó a mi
duda, de modo que decidí viajar a Breslov, con la intención de continuar de allí hacia
Zaslov.

Las pruebas que tuve que enfrentar en la casa de mi suegro concernientes a ese viaje
son indescriptibles. Mi suegro estaba en ese momento en la casa y habían llegado varias
personas de diferentes ciudades vecinas para consultarlo con respecto a un caso particular.
También él se estaba disponiendo a partir con su esposa para Kremenetz después de
Shavuot, para ocupar el puesto del rabinato allí y quería que yo tomara su lugar en Mohilev.
Cuando llegué de pronto a la casa y comencé a prepararme para el viaje a Breslov, todos se
reunieron incrédulos a mi alrededor y mi esposa comenzó a llorar, pues ella sabía que no
sería capaz de disuadirme.

Fui a despedirme de mi suegro. Por supuesto estaba muy enojado conmigo. Tanto él
como mi suegra trataron de persuadirme para que no me fuera. Pero no les presté atención y
salí, sin dejarme convencer. Tomé mis pertenencias y partí con un poco de dinero, en
verdad ni siquiera el suficiente para cubrir mis gastos. Pero Dios tuvo misericordia de mí y
en una hora tuve todo arreglado. Encontré a dos personas que me prestaron algo de dinero y
un carruaje proveniente de Nemirov que debía retornar ese día.

Estuve ansioso durante todo el viaje; la festividad de Shavuot se acercaba y yo debía


llegar primero a Breslov para unirme al grupo de jasidim que viajaría a Zaslov. El viaje fue
muy arduo, desde la difícil decisión de ir hasta los terribles obstáculos que encontré durante
el camino. Dios, que Él sea bendito, me ayudó a superar todas las adversidades y en poco
tiempo decidí salir y estuve en camino. Era tarde para la partida, pero tan pronto como tomé
la decisión de ir el Gobernante del mundo preparó un carruaje para mí y algún dinero para
cubrir los gastos - todas las necesidades de mi viaje. Así son las maneras de Dios - “Él
ayuda a aquél que viene a purificarse”. En verdad, todos los impedimentos que uno
encuentra son principalmente los de su propia mente. Incluso si parece que las pruebas son
insuperables, las dificultades están todas en la mente. Si el deseo y la voluntad de la
persona son fuertes y realmente anhela completar un acto santo, de seguro superará todo lo
que se encuentre en su camino. Yo, en mi aflicción, pude ver con mis propios ojos cómo
esto ocurrió numerosas veces.

Salí de Mohilev el jueves, temprano por la tarde y viajé en carruaje a Nemirov. Debía
estar en Breslov para el Shabat pues sabía que el grupo saldría para Zaslov tan pronto como
terminara el Shabat. Todo el tiempo me preguntaba si podría llegar a Nemirov el viernes lo
suficientemente temprano como para viajar a Breslov y llegar allí antes del Shabat. Sabía
también que tendría problemas con mi padre - seguramente no estaría de acuerdo con mi
viaje. Si llegaba a su casa en la tarde del viernes con la intención de continuar
inmediatamente hacia Breslov, ciertamente se enojaría conmigo. Por lo tanto, estaba muy
ansioso de que el cochero viajase lo más rápido posible y llegar a las afueras de Nemirov
temprano en el día y así encontrar algún coche para Breslov. Si lograba hallar un carruaje
antes de entrar a la ciudad, tomaría el atajo a Breslov y evitaría pasar por Nemirov.

Pero tan pronto como dejé Mohilev, me enfrenté con más obstáculos. Eso es lo que
sucede en estos viajes. Es común tener dificultades antes de comenzar el viaje. Una vez que
uno supera esas dificultades iniciales y comienza el viaje, se presentan nuevos problemas -
problemas con el cochero y con los caballos, con el carruaje, sus ruedas, las cuerdas y otros
elementos, con la lluvia y el barro... Ningún viaje escapa al menos de algunas de tales
calamidades. Y esas dificultades ocurrían durante todos los viajes para ir a ver al Rebe, no
sólo durante su vida, sino incluso ahora, cuando uno va a visitar su tumba.

Y así, inmediatamente al dejar Mohilev, ya muy ansioso y preocupado, noté que el


cochero sólo tenía dos caballos para tirar de su gran carruaje. Se necesitaban cuatro
caballos o al menos tres, para avanzar rápidamente. Le pregunté al cochero sobre ello y me
explicó que tenía un tercer caballo pero que se había enfermado en el viaje hacia Mohilev y
había tenido que dejarlo una milla atrás. Naturalmente, debido a la falta de fuerza de los
caballos viajamos muy despacio. Además, comenzó a lloviznar. Cuando llegamos al pueblo
donde había dejado su otro caballo, “buenas noticias” esperaban al cochero: el caballo
había muerto. El cochero lamentó la muerte del caballo y se tomó un tiempo para
considerar qué se podía hacer con su cuero.

Allí tuvimos que detenernos y dejamos más tarde el pueblo con el corazón
apesadumbrado. Puedes estar seguro de que viajamos lentamente pues aún había sólo dos
caballos para tirar del carruaje. Pasamos la noche solo a nueve millas de Mohilev, pero aún
muy lejos de Nemirov, que se encontraba a cuarenta millas de allí.

El viernes por la mañana me desperté apesadumbrado, preguntándome qué hacer.

Hice que el cochero me llevara a Marjeve. Ya era cerca del mediodía cuando
llegamos y aún quedaban veinte millas entre nosotros y Nemirov. Estaba muy preocupado
porque sabía que ya sería muy difícil llegar a Nemirov para el Shabat y ni pensar en el
tiempo para encontrar un carruaje y viajar a Breslov. Y si, Dios no lo permita, me viera
forzado a llegar a Breslov después del Shabat, no tendría carruaje ni nadie con quien viajar
a Zaslov.

Consideré qué hacer. Lo mejor sería probablemente alquilar caballos en Marjeve y


cabalgar directamente a Breslov, pero realmente no tenía suficiente dinero para cubrir esos
gastos. Además, era un pueblo pequeño y no era probable encontrar allí caballos veloces
para alquilar.

Al cruzar el puente y entrar a la ciudad Le oré a Dios en voz alta, tan fuerte que hasta
el cochero me oyó: “Por favor, Señor del mundo, envíame un carruaje con cuatro caballos
que me lleve de aquí a Breslov sin tener que pagar”.

Entramos a la ciudad y nos detuvimos en una taberna para que el cochero pudiera
alimentar a sus caballos. Me lavé las manos y me preparé a comer. En el momento en que
estaba por decir la bendición por el pan, el cochero entró y me dijo, “¡Reb Noson, tus
plegarias han sido respondidas! Un carruaje tirado por cuatro caballos acaba de llegar y está
por continuar su viaje a Breslov. El mercader que viaja en él ciertamente te permite que
vayas sin pagar”. El cochero conocía personalmente al mercader y me dio su nombre. Yo
estaba apabullado.

Y así sucedió. Dije la bendición y, después de comer algo de pan, salí


inmediatamente adonde estaba el carruaje. El mercader me recibió contento y partí con él
hacia Breslov.

Llegué temprano por la tarde y encontré a todos mis amigos, preparados para salir el
domingo para Zaslov. Sin embargo no había lugar para mí en su carruaje. Ese problema
también fue resuelto - enviaron un mensajero especial al pueblo cercano para alquilar un
coche barato para mí y para otra persona. Y así salí el domingo con ellos para Zaslov donde
llegamos para ver al Rebe el miércoles, dos días antes de Shavuot.

Comprendí que había visto la maravillosa intervención de Dios y que Él oye las
plegarias de todos. Mi plegaria había sido respondida de manera precisa. Dios me había
enviado, ese viernes, un carruaje con cuatro caballos, sin costo, para viajar a Breslov,
exactamente como yo lo había pedido. Bendito es Aquél Que, con Misericordia, oye todas
las plegarias y Que asiste a todos aquellos que buscan servirLo. Bendito es Quien le da
fuerzas al débil, Quien me ha ayudado hasta aquí.

Toda persona inteligente comprenderá que no es posible explicar por completo, ni por
escrito ni en conversación alguna, tales eventos extraordinarios, y ciertamente no todos los
detalles. No puedo describir los pensamientos que atravesaron mi mente intentando
disuadirme de hacer ese viaje y demás, especialmente dado que el Rebe mismo nos había
dicho que no fuéramos. Es suficiente con decir que las dificultades se presentaban en mi
camino como sólidos muros y que Dios en Su gran poder me ayudó a escalar todos ellos y
llegar al Rebe en Zaslov y oír Torá de él y registrarla, permitiendo que el público se
beneficiara de ella por generaciones. Es por este motivo que tuve que relatar los eventos de
este viaje en detalle - para que las generaciones futuras puedan saber de las dificultades que
debimos pasar y que tuvimos el privilegio de superar a través del gran poder del Rebe.

Yo no fui el único que debió enfrentar tales desafíos. Otros de nuestro grupo
experimentaron tremendas dificultades que se levantaron en el camino de su acercamiento
al Rebe. Especialmente al comienzo. Muchos se alejaron de él debido a esos problemas.
Ellos perdieron mucho, lo que es una pena. Pero afortunados aquellos que se mantuvieron
firmes, que superaron todas las dificultades y pudieron apegarse a nuestro Rebe. Esos
individuos crearon mérito para ellos y para sus descendientes al igual que para todo el
pueblo judío, por toda la eternidad.

El jueves por la mañana, erev Shavuot, oímos Torá del Rebe que le fue revelada en
Zaslov. Entonces el Rebe recitó la bendición de shejeianu sobre unos nuevos utensilios de
plata traídos por aquellos que habían llegado de Teplik. Luego, hacia el atardecer, cuando
habíamos comenzado a juntarnos para las plegarias de la tarde, falleció la primera esposa
del Rebe. El Rebe estaba con ella cuando murió y me dijo después que, cuando falleció, se
sintió lleno de una gran tristeza y confusión (de acuerdo a su nivel), pero tuvo que
concentrarse para el bienestar del alma de ella. Dios lo ayudó y pese a su tristeza y
confusión hizo por ella lo que era necesario. Tan pronto como falleció la sociedad fúnebre
de Zaslov la preparó para la inhumación con notable celeridad. No le pidieron al Rebe pago
alguno; confiaron en su discreción, en que les pagaría aquello que pudiese. Trabajaron tan
rápidamente que pudieron completar la inhumación antes de la festividad de modo que
hubo tiempo para sentarse en shivá, permitiendo que el Rebe cumpliera con su obligación
de sentarse en shivá de acuerdo a la ley.39 Éste fue un gran beneficio para nosotros pues
pudimos oír Torá del Rebe -una maravillosa Torá- en esa festividad de Shavuot.

Nos habían dado una habitación en la casa de estudios local donde llevar a cabo
nuestras plegarias. Pero después del fallecimiento de la Rebetzin, el Rebe nos dijo a todos
de orar en su casa, en la habitación donde ella había fallecido.

La primera noche de Shavuot el Rebe no habló en absoluto con nosotros. Sólo estudió
Torá durante la cena, entre platos. Después de la comida se sentó entre nosotros. Se quedó
despierto con nosotros esa noche y recitó todo el Tikún Leil Shavuot40 rápida y
diligentemente. No le dijo una palabra a nadie. Después de terminar el Tikún, descansó
durante un corto lapso. Se levantó antes del amanecer y fue a la mikve. Luego oró con
nosotros.

39
Ver Iore Dea 399:1.

40
En conmemoración a la Entrega de la Torá, es costumbre quedarse despierto toda la noche de Shavuot y recitar el Tikún
Leil Shavuot que contiene los versículos del comienzo y del final de cada libro de la Biblia, la primera y última Mishná de
cada tratado del Talmud, pasajes del Sefer Ietzirá y del Zohar, las 613 mitzvot de la Torá y varias plegarias.
Tampoco habló con nosotros durante la comida de la mañana. Sólo recitó los pasajes
del Zohar llamados Idra Rabah. Entre platos leyó un pasaje con una voz notablemente
dulce y luego dijo un hermoso dvar Torá, tal cual está registrado en otra instancia.

El viernes por la noche, la segunda noche de Shavuot, el Rebe usó un shtreimel y su


rostro parecía más relajado. Se sentó a la mesa, como hacía normalmente y al terminar la
comida y recitar las Gracias Después de las Comidas, murmuró para sí mismo pasajes de
las plegarias Ata Nigleita y Baruj Simja con una melodía dulce y maravillosa.

Más tarde se sentó con algunos hombres (entre los cuales me encontraba) que se
quedaron con él hasta el amanecer. Durante la comida de la mañana también se sentó con
nosotros, tan alegre como solía estar en cada festividad. La gente de Zaslov envió bebidas,
que compartió con nosotros alegremente. En la tercera comida, el Rebe dio un discurso de
Torá que comenzaba con un pasaje del Génesis (ver Likutey Moharán I, 67).

Después del Shabat nuevamente nos sentamos con el Rebe hasta el amanecer.

Bendito sea Dios, Quien nos ayudó en ese tiempo de dificultad y tristeza, cuando
falleció la primera esposa del Rebe. Pese a esa tragedia, no perdimos la Torá que estábamos
destinados a recibir. La resistencia del Rebe y su conducta eran maravillosas y en verdad
notables. Aunque estuvo de duelo en su santa manera, se sentó con nosotros por tres noches
consecutivas. En su elevada sabiduría y santidad, ni siquiera la tristeza por la pérdida de su
esposa podía sacudirlo. Comprendimos que esa tristeza era muy grande, como él mismo
afirmó y aun así el Rebe no permitió que la aflicción interfiriera con sus esfuerzos para
elevarnos espiritualmente.

El domingo después de la festividad pasé por escrito, con la ayuda de Dios, la Torá
que habíamos oído del Rebe en Shavuot. También hablé mucho con el Rebe y le pedí
permiso para partir. Dejé Zaslov en paz y alegría.

De allí fui a Nemirov para ver a mi padre. Él estaba terriblemente enojado conmigo
por haber ido a Zaslov y, al hacerlo, haber perdido el honor del rabinato en Mohilev, que mi
suegro había querido que tomase en su lugar mientras estaba ausente. Mi padre estaba tan
enojado que ni siquiera me dejó entrar en su casa. Yo estaba muy consternado por ello y
pasé el Shabat en la casa de mi hermana.

Después del Shabat volví a Breslov. Me quedé allí por varios días, confuso y
paralizado por lo que había ocurrido. No podía encontrar un carruaje para Mohilev. No
tenía a nadie hacia quién volverme excepto el Todopoderoso. El Rebe no estaba en su casa
y yo no era bien recibido en casa de mi padre. Ni podía pensar en volver a la casa de mi
suegro, pues también la familia de mi esposa estaba enojada conmigo por viajar a Zaslov.

La severidad de mi tormento en ese tiempo es algo imposible de describir. No podía


pensar con claridad. Me llevó varios días tranquilizarme, después de lo cual contraté un
carruaje para ir a Mohilev. Al llegar, me encontré con que los padres de mi esposa ya
habían salido para Kremenetz. Me quedé en Mohilev hasta Rosh HaShaná.
*

Durante ese período entre Shavuot y Rosh HaShaná, el Rebe se comprometió con una
mujer de Brody. Un Shabat a la tarde, después de volver a su hogar, el Rebe nos dijo, “Les
contaré sobre mi viaje” y procedió a contarnos la historia de “La Mosca y la Araña”
(Cuento #7 del Sipurey Maasiot). Nadie sabe cuál es la conexión entre ese cuento y el viaje
del Rebe y no tuve el privilegio de estar presente cuando el Rebe contó la historia. El Rebe
también relató el cuento sobre el rabí que tenía un solo hijo (Cuento #8).

Algún tiempo después de ese Shabat el Rebe viajó a Medvedevka, tal como hacía
cada año. Dio allí una charla y luego volvió a su hogar. En Elul, el Rebe se casó con su
segunda esposa pero yo no pude estar presente. [Esto fue desafortunado, pues] el Rebe dijo
que todo aquel que hubiera estado en su boda tenía perdonados todos sus pecados (cf.
Ierushalmi, Bikurim 3:3).

Era el final de Elul, cerca de Rosh HaShaná. Estábamos en Mohilev, esperando el


retorno de mi suegro y comencé a hacer los preparativos para el viaje hacia el Rebe para
Rosh HaShaná. Mi esposa sabía de mis planes y trató de disuadirme, pero sus esfuerzos
fueron en vano.

Salí para Breslov antes del Shabat anterior al comienzo de Slijot (las Plegarias
Penitenciales). Me quedé en Nemirov para el Shabat y comí en casa de mi hermana. Fui
también a ver a mi padre, quien se sentía más conciliatorio hacia mí y pasé algún tiempo en
su casa. Mi padre comprendió que no podía impedirme ir a ver al Rebe y que mis
intenciones eran sinceras, sólo para servir a Dios.

Inmediatamente después del Shabat salí para Breslov. Llegué antes de Slijot y tuve el
privilegio de ver al Rebe cuando entraba en el beit midrash para decir Slijot con la
congregación. Después del servicio entré para hablar con él durante un rato.

Me quedé en Breslov toda la semana de Rosh HaShaná, 5568 (3 de octubre de 1807),


que ese año cayó en Shabat. Oímos Torá del Rebe sobre “Rabí Shimón se regocijó y dijo...”
(Likutey Moharán I, 61) donde el Rebe trata el concepto de un libro que es producto de la
disputa, citando el versículo “Mis adversarios escribirían un libro” (Job 31:35).41 En esa
época no comprendimos a qué estaba aludiendo el Rebe.

Pero más tarde ese año el Rebe tuvo el mérito de publicar el Likutey Moharán.

***

41
Esta lección puede verse como una especie de testamento para las futuras generaciones de jasidim. Uno de los puntos
que contiene es la importancia de publicar las obras del Rebe, que serían esenciales para la supervivencia de sus
enseñanzas. Ésa era una alusión al rabí Natán, que dedicaría mucho de su vida a imprimir y difundir las lecciones del
Rebe Najmán frente a una terrible oposición.
5568 (1807-1808)

Así es como el libro del Rebe llegó a ser publicado:

Dejamos al Rebe en Zaslov después del fallecimiento de su primera esposa, de


bendita memoria, ese verano del año 5567 y él partió de vuelta para su hogar. En el camino
se enfermó de tuberculosis. Tan pronto como comenzó a toser el Rebe previó su
fallecimiento y predijo que esa enfermedad le llevaría la vida. Cuando llegó a su hogar, su
condición empeoró.

El Rebe habló mucho sobre su enfermedad y su gravedad. Se encontraba en un estado


precario y nos pidió que orásemos por él. Yo no estaba presente en ese momento dado que
había debido quedarme en Mohilev, pero mi amigo Reb Naftalí me informó
inmediatamente de esa amarga tragedia. Al enterarme me puse a temblar, terriblemente
conmovido. El Rebe ahora hablaba seguido sobre su muerte y sus preparativos para ella.
Habló entre otras cosas de necesitar sesenta “guerreros” (como tenía el Baal Shem Tov, cf.
Cantar de los Cantares 3:7). Con respecto al lugar en donde quería ser inhumado, el Rebe
dijo que le gustaría viajar a la Tierra Santa [para fallecer allí], pero no sabía si tendría la
fuerza para semejante viaje. Aparte, era probable que nadie visitase su tumba allí y la gente
se vería privada del mérito. Algo de esto está escrito en otra instancia (Tzadik, Parte V).
Como dije, yo no estaba presente cuando el Rebe hizo esas declaraciones.

Fui a Breslov para Rosh HaShaná y escuché Torá del Rebe, tal cual mencioné.
Después de Rosh HaShaná, transcribí la Torá delante del Rebe. Se suponía que yo debía
retornar a Nemirov, pero mis planes no resultaron y me quedé en Breslov hasta después de
Iom Kipur.

Después del ayuno, algunos de los jasidim del Rebe saldrían de viaje hacia Mohilev
para un importante asunto de negocios y estuvieron de acuerdo en llevarme con ellos. Me
despedí del Rebe y viajé con ellos hasta Tulchin, dado que debían pasar por esa ciudad para
ir a Mohilev. Dios, en Su maravillosa y benevolente manera, siempre arregla los eventos
para la perfección del mundo y de cada uno de los individuos. Al final, los hombres con los
cuales estaba viajando decidieron retornar a casa sin continuar hacia Mohilev, pues habían
oído en Tulchin que no podrían obtener el dinero de su contrato en Mohilev. (En verdad,
estaban equivocados; podrían haber obtenido los fondos que requerían en Mohilev. Hasta el
día de hoy no han recuperado ese dinero). Me dijeron que tenían que volver a Breslov pero
se sentían mal por dejarme sin medios de llegar a Mohilev. Buscaron otros transportes para
mí y encontraron una carreta que iba a Mohilev llevando un cargamento de vidrio. Les dije
sin embargo que sentía que era impropio para mí viajar de tal manera. De haber estado en
camino a visitar al Rebe no me habría negado a viajar de cualquier manera, aunque no fuera
la más respetable, incluso a pie. Pero para volver a mi hogar, sentía que era inapropiado
llegar en tal carreta. Decidí en su lugar volver a Breslov y al Rebe, con los demás.

Tan pronto como comenzamos el viaje de retorno a Breslov me sentí pleno de alegría,
hasta las lágrimas. Comprendí que Dios me estaba cuidando y que me había permitido
retornar al Rebe. Esa noche fui a ver al Rebe y su rostro brillaba con una maravillosa luz.
Sentí una profunda satisfacción espiritual al contemplarlo, dándome cuenta del gran
privilegio de poder hacerlo, especialmente dado que había pensado, poco tiempo antes, que
no volvería a ver al Rebe en mucho tiempo. Como he explicado, no era fácil para mí
visitarlo de manera frecuente desde Mohilev. Yo apreciaba esa visita en particular mucho
más dado que sabía que el Rebe se estaba preparando para viajar a Lemberg
inmediatamente después de Sukot. Esos momentos adicionales que pasé en su santa
presencia eran más valiosos para mí que cualquier tesoro.

Encontré que también mi amigo Reb Naftalí estaba con el Rebe, habiéndose quedado
junto con algunos de nuestros amigos. Era un momento de favor. Todos comimos juntos
con el Rebe, en alegría y nuestro sentimiento de cercanía era intenso.

A la mañana siguiente, que era un miércoles, el segundo día después de Iom Kipur, el
asistente del Rebe, Reb Mijel, vino mientras yo estaba orando el servicio de la mañana,
entre la Amidá y Ashrei y me dijo que debía ir a ver al Rebe. Me saqué inmediatamente el
talet y los tefilín y corrí a ver al Rebe, encontrándolo en su hogar. Él me dijo, “Muéstrame
ese libro que escribiste, aquel en el cual registraste toda mi Torá y que fue encuadernado
aquí en Breslov”.42

Rápidamente le traje el libro al Rebe. Él lo tomó de mis manos, lo abrió allí y


comenzó a hojear las páginas, deteniéndose a examinar ciertas secciones. Entonces me dijo,
“Vé y trae algo de papel y haz un índice de las palabras de apertura de cada lección en el
libro”.

Hice de inmediato lo que el Rebe me había pedido. Fui a la otra habitación y escribí
hasta finalizar. Cuando concluí el índice, una vez más el asistente del Rebe vino y me dijo
que debía ir rápidamente a ver al Rebe, con el libro, papel y material para escribir. Corrí al
Rebe y lo encontré en su habitación.

“Siéntate”, me ordenó.

Me senté y él tomó su libro, aquel que yo había comenzado a transcribir mucho


tiempo antes pero que no había terminado [el Sefer HaNisraf]. Me había estado preguntado
cuándo tendría el privilegio de terminar de transcribir esa obra grande y desconocida. Ese
día, Dios en Su misericordia me permitió completarla.

Durante varias horas me senté delante del Rebe mientras él leía el libro en voz alta y
yo transcribía cada palabra hasta el final. Los jasidim del Rebe estaban sentados afuera de
la habitación, esperando a que yo saliera. Cuando lo hice, no sabía si era de día o de noche -
tan grande era el impacto de las palabras que acababa de escribir. Sólo retuve una pequeña
cantidad de lo que había transcripto, sólo un vago reflejo de la tremenda grandeza del libro,
pero incluso eso llenaba mi corazón de un entusiasmo tan ardiente que casi olvidé dónde
estaba. Aún no comprendo por qué Dios me trató con tanta bondad, ¡haber merecido

42
Éste era el Sefer Likutey Moharán, en el cual el rabí Natán había transcripto las lecciones del Rebe, tal como relató
anteriormente en su diario.
escribir tales palabras! ¡Bendito es Él Quien derrama bondad sobre los que no la merecen,
Quien me mostró tal misericordia!

El jueves viajé a Nemirov y luego retorné a Breslov, donde pase Sukot con el Rebe.
Tuve el privilegio de oír Torá del Rebe durante la festividad y varias asombrosas
conversaciones.

El día después del Iom Tov, el Rebe salió temprano para Lemberg. No quiso hablar
mucho conmigo durante esa visita, pues ya lo había hecho en mi visita anterior a Breslov.
Me pidió el libro con sus lecciones de Torá que yo había compilado, aquel que ahora es
llamado Likutey Moharán. Después de Iom Kipur, cuando yo había dejado al Rebe, él había
querido quedarse con el libro pero había cambiado de opinión y no lo había tomado. Ahora,
cuando volví a verlo sí lo hizo. No sabía cuáles eran las intenciones del Rebe al quedarse
con el libro ahora; aún no le había revelado a nadie sus intenciones de imprimirlo. Por el
contrario, el Rebe nos había dicho varias veces que debíamos ser muy cuidadosos y no
revelar su Torá a nadie que no fuera su seguidor. Y así, ahora que el Rebe estaba dispuesto
a partir para Lemberg, me sentía muy confuso.

Los mercaderes que debían llevarme a Mohilev pero que retornaron a Breslov estaban
planeando nuevamente ese viaje. Tenían la intención de escoltar al Rebe tan lejos como
Krassnoi y desde allí continuar a Mohilev. Después de mucho argüir, los persuadí de que
me llevaran con ellos. Estuvieron de acuerdo pero me aclararon que sólo podrían llevarme
en su carruaje una vez que llegáramos a Krassnoi. Me aconsejaron que viajase a Krassnoi
en uno de los otros coches que escoltaban al Rebe y salieron inmediatamente.

Sin embargo los otros carruajes salieron mucho después que el Rebe, pues él había
partido con gran urgencia. Esto me afligió profundamente. Yo anhelaba ver al Rebe y
quizás oírlo decir Torá.

El Todopoderoso vino en mi ayuda. Yo seguí tras al Rebe pero no pude alcanzar su


carruaje. En mi angustia olvidé mi caja con escritos en el camino, en la ciudad de Pitchera.
Debimos enviar a buscarla y me fue devuelta en el camino, cuando nos detuvimos a
descansar. ¡Allí, en ese lugar, encontré al Rebe! No me dirigió la palabra y salió poco
después de que yo arribara al pueblo, dado que había llegado allí mucho antes que yo. Tuve
que esperar hasta que los caballos fueron alimentados. Cuando finalmente dejé el pueblo,
aún estaba ansioso pues no podíamos alcanzar al Rebe.

Cayó la noche. El camino estaba muy embarrado y tuvimos que viajar lentamente. Yo
temía que quizás el Rebe se alojara en alguna posada en el camino sin decirle a nadie dónde
estaba, como era su costumbre. No sabría dónde estaba el Rebe y él partiría a la mañana
antes de que pudiera verlo. Nuestro lento avance era por lo tanto muy frustrante y yo estaba
ansioso de alcanzar al Rebe.

Sin embargo llegamos a Krassnoi después de la medianoche y me informaron de


inmediato dónde se alojaba el Rebe. Esa vez no estaba viajando de incógnito y todos sabían
quién era. Fui inmediatamente hacia su hospedaje. Al principio el Rebe no quería recibirme
en absoluto. Sin embargo, después de la cena fui a su habitación en donde estaban algunos
de los de nuestro grupo y el Rebe me dijo, “¿Por qué estás tan abatido? ¿Acaso te
arrepientes de aquello que has comenzado?”.

Yo me quedé allí, avergonzado y respondí en voz baja, “¡No! No me arrepiento de lo


que comencé”.

El Rebe preguntó, “¿Por qué entonces estás tan deprimido?”.

Yo respondí, “Porque quiero ser una buena persona”.

“Si es así, si quieres ser una buena persona, ¿por qué te preocupas?”, exclamó el
Rebe. “¡El mundo entero está trabajando para ti!”. (El Rebe dijo esas palabras en idish: Di
gantze velt horevet oif dir). “Éste está viajando hacia Breslau y ese otro viaja hacia aquí.
Todo es para tu beneficio”.

Sus palabras me devolvieron la vida y me animé a confiarme al Rebe, “Tenía miedo


de que no pudiese volver a verte hoy y ahora he tenido el privilegio de hablar contigo y de
verte”.

“Ah, necesitamos vernos nuevamente”, dijo el Rebe, “y nos volveremos a ver una y
otra vez”. El Rebe repitió esas palabras varias veces y me prometió que yo tendría el
privilegio de verlo cara a cara, muchas veces, por toda la eternidad.

Cuando salí de Breslov para Mohilev, después de Iom Kipur, pensé que no volvería a
ver al Rebe nuevamente durante un largo tiempo. Pero entonces tuve el privilegio de volver
a Breslov y de estar delante del Rebe y de transcribir su santo libro. Merecí oír su Torá y
estar con él durante toda la festividad de Sukot y en Shmini Atzeret y en Simjat Torá. Y
luego, cuando pensé que no volvería a ver al Rebe hasta después de su viaje a Lemberg,
Dios me permitió escoltarlo. Entonces Dios estuvo conmigo al punto en que pude verlo una
vez más. Y Él derramó Su bondad sobre mí permiténdome recibir la promesa del Rebe de
que nos veríamos cara a cara muchas veces en el futuro.

El Rebe se levantó temprano a la mañana siguiente y salió deprisa, sin hablar con
nadie. Pero nuestros corazones aún ardían con el deseo de verlo una vez más y de escuchar
sus santas palabras.

Aunque se fue de la posada con gran prisa y yo sabía que no podría alcanzar a pie el
carruaje tirado por caballos, corrí sin embargo detrás del coche del Rebe. Razoné pensando
que quizás Dios de alguna manera me permitiría alcanzar el vehículo.

Y eso es lo que sucedió. Corrí detrás del carruaje durante un tiempo. Entonces el
coche disminuyó su velocidad, primero para descender una hondonada, luego en un puente
donde uno de los jasidim del Rebe se había ubicado para esperarlo. Ese hombre sabía que el
Rebe no hablaría con él en la posada y aun así quería verlo. De modo que decidió
adelantarse y esperar al Rebe en el puente que debía cruzar en su camino.
Yo alcance al Rebe entonces y me paré frente a él. Mi amigo Reb Naftalí me había
visto salir corriendo detrás del Rebe y corrió junto conmigo alcanzando también el carruaje.

Allí estábamos, tres jasidim, delante del Rebe. El Rebe nos recibió calurosamente y
preguntó, “¿Qué prefieren, que les dé una bendición o que diga Torá para ustedes?”. Yo
sabía que si no oíamos la Torá en ese momento perderíamos la oportunidad de oírla
totalmente.

Yo le dije, “La bendición nos la darás, Dios mediante, cuando retornes a casa. ¡Ahora
dinos Torá!”.

El Rebe nos dijo, “Les explicaré por qué estoy viajando” y nos reveló uno de los
secretos de los Tzadikim - que cada uno construye su propio santuario, un concepto que se
encuentra en la Torá del Likutey Moharán I, 282, que habíamos oído del Rebe en Shmini
Atzeret. Concluyó diciendo, “En verdad, el jazán ve dónde los niños están leyendo”
(Shabat 11a). (No sé cual es la conexión entre esta idea y el viaje del Rebe a Lemberg. Sólo
puedo conjeturar su significado).

Cuando el Rebe terminó la lección de Torá, Reb M., que había esperado al Rebe en el
puente, se despidió de él, besándole la mano. Entonces yo me despedí del Rebe y besé su
mano; mi amigo Reb Naftalí se despidió también y le besó la mano.

El Rebe partió para Lemberg y nuevamente nosotros corrimos detrás del carruaje. Yo
corrí hasta que el coche se perdió de vista y retorné entonces al puente. Aún no había dicho
las plegarias de la mañana y estábamos lejos del pueblo. Pero Dios nos envió una carreta
que estaba yendo hacia allí y entonces oramos. ¡Bendito sea Dios Quien me trata con
bondad y me otorgó tales experiencias!

Más tarde viajé desde Krassnoi a Mohilev. Cuando llegué a la casa de mi suegro él ya
había retornado. No me recibió muy cordialmente, como pueden imaginar, dado que no
estaba en absoluto contento con el hecho de que fui a ver al Rebe, como mencioné. Esta vez
estaba aún más enojado, dado que mi esposa había enfermado gravemente mientras yo
estaba en Breslov. No hubo nadie para cuidar de ella en la casa pues mi suegro y mi suegra
estaban en Kremenetz y yo estaba en Breslov. Ella se había quedado en Mohilev sólo con
una criada y la tarea había recaído en la gente del pueblo, de modo que todo el pueblo
estaba furioso por mi ausencia en semejante momento.

Yo me enteré de la enfermedad de mi esposa recién en Simjat Torá, cuando estaba en


Breslov.43 Se lo comuniqué al Rebe de inmediato y a la mañana siguiente él dio una
hermosa lección de Torá que incluía ideas pertenecientes a ese problema. Tal era el estilo
del Rebe. Solía incluir en su Torá referencias a lo que estaba sucediendo a su alrededor,
especialmente cosas que la gente le había dicho. Su Torá incluía asombrosamente todo.

43
La fecha fue en verdad Shemini Atzeret. Ver Tzadik #159, A Través del Fuego y del Agua, capítulo 16 y nota 1.
Como mencioné, mi suegro estaba muy enojado conmigo por haber dejado a mi
esposa sola y por haberme ido cuando ella se sentía enferma. Pero no tomé muy en cuenta
su ira; yo sabía que si él hubiera comprendido una milésima parte de lo que yo había
aprendido y logrado durante el tiempo en que había tenido el privilegio de estar con el
Rebe, ciertamente habría estado de acuerdo con el viaje e incluso habría besado las plantas
de mis pies [que me habían llevado hacia el Rebe]. Al revés de lo que él dijo, el hecho de
que mi esposa -su hija- estuviese viva se debía al poder de las plegarias y de la Torá del
Rebe. Inmediatamente después de hacerle saber al Rebe de la enfermedad de mi esposa él
dio en ese Shabat [Simjat Torá] un discurso sobre el Shabat, que es la “pareja” del pueblo
judío, su primera esposa. Cuando oí esto, supe que el Rebe había prestado cuidadosa
atención a lo que yo le había comentado la noche anterior y que le había hecho un gran
favor a mi esposa.

El Rebe se quedó en Lemberg durante todo el invierno y no retornó a su hogar sino


hasta mediados del verano, la semana en que leemos la sidra de Balak. Nadie sabe lo que le
sucedió al Rebe mientras estuvo en Lemberg, pues yo no pude visitarlo ni siquiera una vez,
dado que tuve que permanecer en la casa de mis suegros en Mohilev todo ese tiempo. Y así,
debido a nuestros muchos pecados, perdimos las lecciones de ese año del Shabat Jánuca y
de Shavuot debido a que no pudimos visitar al Rebe en Lemberg.

A mediados de ese invierno, mientras yo estaba en Mohilev, mi amigo Reb Naftalí y


Reb D., quienes habían estado viajando con el Rebe, me informaron que el Rebe quería que
su libro [Likutey Moharán] fuera impreso. De hecho había pasado una noche hablando
sobre ello. Mi amigo quería que viajara a Lemberg, pasando por Nemirov, para hacerme
cargo de la impresión. Pero debido a mis muchos pecados no pude hacer el viaje;
demasiadas cosas se interponían en el camino. Aunque había tenido el privilegio de superar
numerosos obstáculos en el pasado, no pude evitar las obstrucciones que me impidieron
hacer el largo viaje a Lemberg. Sin embargo, ya había comenzado a pensar sobre la
publicación del libro, a componer un prefacio y a diseñar la página del título, cuando oí el
rumor de que el Rebe había fallecido en Lemberg. Me sentí tan sacudido por la tristeza que
casi fallezco, hasta que me enteré de que la historia era falsa.

Enviaron un carruaje desde Breslov para llevarme allí y preparar el libro. El Rebe
había enviado un emisario desde Lemberg a Breslov para supervisar la impresión. Yo tomé
el carruaje a Breslov y se me dijo que el Rebe, gracias a Dios, estaba vivo y bien, de modo
que nos regocijamos en la alegría y la felicidad de Purim. Tomé a mi cargo los arreglos
para la publicación del libro del Rebe y volví a Mohilev, mientras que el emisario del Rebe
llevó el manuscrito a Ostrog para su impresión.

Después de Pesaj, el lunes, 19 del mes de Iar, falleció mi suegro, el gaón y Tzadik, de
bendita memoria. Yo estaba presente cuando su alma lo abandonó.
En esa época Reb Shimón,44 que había estado con el Rebe en Lemberg, fue enviado a
Breslov con una llave [para el arcón del Rebe], con la finalidad de tomar el asombroso libro
que mencioné [el Sefer HaNisraf] y quemarlo. Quemó ambas copias del libro - aquella que
el Rebe había escrito y la que yo había copiado para el Rebe, como él me instruyó. En otra
instancia encontrarán una explicación de esta historia, de cómo el Rebe ordenó que el libro
fuese quemado y cuánto lloró antes de dar esa orden (Tzadik #66). La irrecuperable pérdida
de ese libro es una tragedia, pues el Rebe dijo que el libro ya no existía más en este mundo.
Cuán desafortunado es para nosotros que nuestros pecados nos hayan llevado a esto y
causado que un tratado tan digno nos fuese arrebatado. Que Dios nos reconforte
rápidamente. Amén.

En erev Pesaj del año 5568 (11 de abril de 1808), nació mi hijo Itzjak. Su brit se
llevó a cabo el séptimo día de Pesaj. Mi suegro ya estaba enfermo de la enfermedad de la
cual fallecería y no pudo ir a la sinagoga y ser el sandek en el brit.

Permanecí en Mohilev hasta unos días después de Shavuot, durante la semana de


parashat Balak, cuando recibí noticias de que el Rebe había vuelto sin problemas a su
hogar en Breslov. ¡Cuando oí esto, mi espíritu se renovó! Bendito sea Dios por siempre por
toda la bondad que Él derramó sobre nosotros y el mundo al hacer que el Rebe volviese a
nosotros con vida desde Lemberg. Esto fue realmente un milagro - los médicos en Lemberg
le habían dado al Rebe sólo un mes de vida y habían declarado que no podría hacer ni
siquiera el largo viaje de retorno a Breslov. Pero Dios hizo grandes milagros para nosotros.
El Rebe volvió a su hogar sin incidentes y vivió cerca de dos años más.

En esos años finales él nos sustento con su Torá. Dio muchas y maravillosas charlas y
nos contó cuentos que no tienen igual. Débil como estaba durante esos años,
constantemente al límite de la muerte, nos dedicó más tiempo y esfuerzo -a todos nosotros-
que nunca antes. Con la comprensión que le llega a la persona mediante la perspectiva del
tiempo, ahora comprendo que el legado que nos dejó, nuestro atisbo de su fenomenal
sabiduría, lo recibimos como resultado de sus esfuerzos durante esos últimos dos años.
¡Bendito sea su nombre por el bien que nos ha entregado! Aquel que realmente analice los
escritos del Rebe y profundice en verdad en ellos percibirá un poco de la poderosa bondad
y amor que recibimos del Rebe.

Tan pronto como recibí las buenas noticias de que el Rebe había retornado de
Lemberg, fui rápidamente a Breslov. Llegué para el Shabat y tuve el privilegio de verlo. Él
estaba extremadamente débil. Sin embargo, nos reconfortamos viendo que había llegado sin
incidentes y nuestros espíritus revivieron. Me quedé con él hasta después del Shabat
siguiente cuando volví a Nemirov
44
Reb Shimón fue el primer seguidor del Rebe, desde el día del casamiento del Rebe. Aunque mayor que el Rebe, se
apegó mucho a él. Más tarde se mudó a Safed en la Tierra Santa y falleció allí en algún momento entre los años 1835 y
1838.
Dios está detrás de todo lo que ocurre y Él determina cada paso del hombre. El final
del exilio en Mohilev se produjo gracias a Su misericordia y Él me hizo retornar a Nemirov
para que pudiese estar más cerca del Rebe. Organicé mi casa en Nemirov y volví a
Mohilev. Mi suegra y mi esposa ahora aceptaron de muy buena gana volver a Nemirov.
Dado que su padre había fallecido allí y ella había estado enferma tan frecuentemente
mientras vivió en esa ciudad, ahora estaba más que ansiosa por mudarse nuevamente a
Nemirov.

Partí de Mohilev hacia Nemirov después de Tisha beAv. Bendito sea Dios Quien me
ayudó a retornar sin incidentes a mi hogar, en paz, donde podría estar cerca del Rebe.
Ahora podía oír de primera mano muchas de las lecciones, charlas e historias del Rebe y
registrarlas.

Después de mi retorno a Nemirov pude visitar al Rebe varias veces antes de Rosh
HaShaná. Pese a su debilidad, nos transmitió mucha y asombrosa Torá, ¡con la cual
fortalecer el alma por toda la eternidad! Justo antes de Rosh HaShaná, el libro del Rebe, el
Likutey Moharán, fue publicado en Ostrog y la persona a cargo trajo los ejemplares a
Breslov. Al verlos nuestros corazones se regocijaron y el mundo entero se iluminó cuando
los libros se distribuyeron entre los jasidim del Rebe y el público en general.

Dado que desde su retorno de Lemberg el Rebe estaba muy débil, solía hacer
excursiones para facilitar su mejoría. En esos paseos oímos de él muchas y asombrosas
lecciones de Torá. Cierta vez, cuando lo acompañé en una de esas excursiones, me habló
sobre su libro que había sido publicado recientemente y lo alabó en gran manera. Dijo que
ahora que el libro había sido impreso era necesario y apropiado estudiarlo constantemente y
llegar a conocerlo al punto de poder recitarlo de memoria. “Debemos escribir otro libro más
que será todavía más grande que el primero”, agregó.

Luego, ya en el campo [donde el Rebe hizo su caminata] y cuando estaba por retornar
al carruaje para volver a su hogar, reveló sus ideas de Torá sobre el versículo “¿Y dónde
está el carnero para el sacrificio?” (Génesis 22:8). Esa lección es extremadamente profunda
y tiene la capacidad de elevar el alma de la persona desde las profundidades del Sheol [el
nivel más bajo del Gueinom] y otorgar vida en el Mundo que Viene, como es posible
percibir al estudiar el Likutey Moharán II, 12 y mi explicación de esa lección.45

Al volver a casa con el Rebe, me dijo, “Esta [lección] será para el segundo libro”,
haciendo referencia al segundo volumen que había mencionado anteriormente. Cuando oí
esto, comprendí que ya tenía el comienzo del segundo libro. De esa manera el Rebe me dio
un gran entusiasmo para registrar por escrito todas sus enseñanzas. Trabajé hasta compilar
la Torá del Rebe en el santo Likutey Moharán II.

45
El Rabí Natán escribió cerca de doce discursos en el Likutey Halajot sobre esta lección.
Desde el día en que el Rebe retornó de Lemberg comencé a trabajar transcribiendo
por mi propia cuenta los jidushei Torá (ideas originales) del Rebe. Antes de ir a Lemberg,
el Rebe solía escribir las lecciones y luego yo las transcribía en su presencia. Pero desde su
retorno ya no escribió más Torá ni yo volví a escribir en su presencia. Era difícil para mí
reconstruir su Torá de memoria, especialmente los discursos largos que daba cuando todos
sus jasidim se reunían para estar con él en Rosh HaShaná, en el Shabat Jánuca y en
Shavuot. Ésos discursos eran largos y complejos. Agradezco a Dios por haberme dado la
fortaleza de presionar al Rebe para repasar conmigo la mayor parte de esas lecciones
después de haberlas dicho en público. Más tarde transcribía las lecciones por mi cuenta y se
las llevaba al Rebe para mostrárselas. Él estaba complacido con ellas, gracias a Dios.

No relataré en detalle todos los impedimentos que me dificultaron pasar por escrito
cada lección. Bendito sea Él Quien le da fuerzas al débil, Quien me ayudó a registrar tales
palabras de Torá. Bendito es Él Quien levanta al pobre del polvo y le otorga el privilegio de
compilar y escribir tales palabras, palabras del Anciano, ocultas hasta ahora del mundo,
para permitir que la comunidad las merezca para todas las generaciones. ¡Bendito sea Él y
bendito sea Su Nombre por siempre!

Antes de Rosh HaShaná el Rebe les pidió a sus jasidim que copiasen varios
manuscritos que él mismo había escrito. Esto constituye la segunda parte del Sefer HaMidot
(El Libro de los Atributos). Los párrafos del manuscrito del Rebe no estaban en orden
alfabético sino más bien en el orden en el cual él había obtenido cada idea. Nos dijo que
debíamos ordenarlos de manera alfabética. El Rebe no me dio a mí en primera instancia sus
manuscritos, como solía hacerlo, porque yo no estaba presente el día en que los distribuyó.
Yo los recibí de los jasidim a los cuales él se los había entregado. Más tarde el Rebe me dio
varios manuscritos adicionales que fueron parte del Sefer HaMidot. También copié y
ordené todo ello de manera alfabética, insertándolos entre el resto del material. El Rebe
alabó la segunda parte del Sefer HaMidot y dijo que los concepto contenidos allí eran muy,
muy elevados. Un poco más sobre esto está explicado en otra instancia (Tzadik #434).

A finales del año 5568, después de que el Rebe retornó de Lemberg, alguien le llevó
una hermosa silla que había fabricado, un objeto de gran habilidad y artesanía.46 El Rebe
relató una tremenda visión que había tenido en la cual le llevaban una silla rodeada de
fuego. Esa visión está registrada en otra instancia (Tzadik #210). No tuve el privilegio de
estar allí cuando el Rebe contó la historia, pero la oí de mis amigos.

***

5569 (1808-1809)

La lección que el Rebe dio en Rosh HaShaná del año 5569 (22 de septiembre de
1808) fue un comentario sobre el incidente concerniente a la silla. La lección puede

46
Esa silla fue sacada de Rusia en la década de 1930 y puede verse en la sinagoga de Breslov en Jerusalén.
encontrarse al comienzo del Likutey Moharán II, 1. Es interesante ver cómo los detalles de
esa historia se conectan y están entretejidos con la Torá.

De manera alguna el Rebe habría podido dar su discurso ese Rosh HaShaná sin la
ayuda Divina. Había tanta gente presente, cientos de invitados además de la gente del
pueblo. El Santo, bendito sea, estuvo con el Rebe para que pudiese tener la suficiente fuerza
como para mantenerse frente a toda esa gente. ¡Cuán afortunados fueron aquéllos que
merecieron oír esa lección!

En los días posteriores a Rosh HaShaná, el Rebe envió a su hermano Reb Ijiel a la
tumba del Baal Shem Tov en Medzeboz, para orar y pedir que se le otorgase una completa
recuperación de su grave y difícil enfermedad. Mi amigo Reb Naftalí le rogó a Reb Ijiel que
lo llevase con él, pues también él quería visitar la tumba del Baal Shem Tov. Reb Ijiel
estuvo de acuerdo. Cuando me enteré también yo le rogué a Reb Ijiel que me permitiese ir y
él aceptó mi pedido. Salimos para Medzeboz entre Rosh HaShaná y Iom Kipur y llegamos
allí a tiempo para Iom Kipur. Visitamos la tumba del Baal Shem Tov antes de Iom Kipur y
les mostramos el libro del Rebe, el Likutey Moharán que acababa de ser publicado, a varios
importantes eruditos que se habían reunido allí. Ellos se sintieron extremadamente
impresionados. Volvimos después de Iom Kipur a través de Nemirov, donde permanecí
para Sukot, mientras mis amigos continuaron hacia Breslov. Salí para Breslov cuando
terminaron los primeros días del Iom Tov, en motzi Shabat, y me quedé hasta después de
Simjat Torá.

Diez meses más tarde, al acercarse Shavuot, el Rebe se preparó para hacer otro viaje a
Lemberg. Todo estaba empacado y ya estaban dispuestos a partir cuando el Rebe cambió de
idea sobre el viaje. Cuando nosotros, en Nemirov, nos enteramos del viaje que el Rebe
estaba planeando, salimos de prisa para Breslov. Al llegar supimos que el Rebe había
cambiado de opinión sobre ir a Lemberg poco antes de que nosotros llegáramos. En verdad,
todo estaba aún empacado. Comprendimos a partir de lo que el Rebe nos dijo que ese
incidente -su preparación para viajar y su cambio de idea- contenía importantes mensajes
ocultos. Él nos había dicho cierta vez que el cambiar de idea a último minuto sobre hacer
un viaje planeado estaba relacionado con la reencarnación de las almas (ver también
Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #85).

Shavuot se estaba acercando y una vez más enfrentaba tremendos obstáculos para ir a
pasar la festividad con el Rebe.47 La mayor parte de mi confusión se debía a que trataron de
convencerme de que le preguntase al Rebe mismo si es que debía o no ir a Breslov para
Shavuot. De haberle preguntado al Rebe, ciertamente me habría dicho que no debía ir para
el Iom Tov. Tal era su manera - aunque el Rebe quería que la persona superase los
obstáculos para ir a verlo, si uno le preguntaba directamente sobre encarar el esfuerzo, el

47
El Rabí Natán había criado a una joven huérfana en su hogar y su boda estaba dispuesta para inmediatamente después
de Shavuot. Ante tales circunstancias él debía quedarse para Shavuot en su casa. Toda su familia se oponía a que fuese a
pasar Shavuot con el Rebe. Ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 17.
Rebe le decía que no lo hiciera. Incluso podía llegar a advertirle explícitamente que no se
esforzara en ello.

El Rebe explicó que había muchos motivos para su actitud. Algunas personas no iban
a estar con el Rebe en Rosh HaShaná y en otros momentos acostumbrados pues tan pronto
como le preguntaban al Rebe, él les decía que no debían tomarse demasiado trabajo para ir
a verlo. El Cielo lleva al hombre en la dirección en que éste desea ir. También supe de otros
motivos que hacían que el Rebe actuase de esa manera.

Sin embargo, ese erev Shavuot las dificultades se fueron sumando al punto en que
llegué a considerar preguntarle al Rebe qué hacer, sabiendo que seguramente me diría de no
pasar el Iom Tov con él. Sin embargo, Dios me otorgó fuerzas y mi buen amigo Reb Naftalí
me dio su apoyo y aliento. No traté en absoluto el tema con el Rebe, pese a mi urgencia
interior.

Decidí no viajar a Breslov hasta justo antes del Iom Tov. Pues temía que si llegaba
más temprano y el Rebe se enteraba de mis problemas, me enviaría personalmente a mi
hogar para Shavuot, como había hecho el primer año en que me volví su jasid. 48 Ese año,
debido a que había encontrado tantos obstáculos que me impedían ir, el Rebe determinó
que era mejor profanar un Shabat, por así decirlo, para guardar otros (cf. Ioma 85b) y me
envío a mi casa. Por lo tanto, decidí no ir a Breslov hasta el último momento para evitar que
me enviase de vuelta.

Pero las tensiones en mi casa aumentaron. Con todos los miembros de mi familia, de
la familia de mi esposa y la gente del pueblo en mi contra, me vi forzado a viajar a Breslov
varios días antes del Iom Tov. Cuando llegué, tomé la precaución de que el Rebe no se
enterase de que yo estaba allí.

Ese año el primer día de Shavuot caía un lunes. El viernes a la tarde el Rebe se enteró
por alguien sobre la angustia por la yo estaba pasando. Hacia el final del día, cuando ya era
demasiado tarde para que el Rebe me enviase a mi hogar, fui a saludarlo.

“No tenía idea de que te encontrabas en circunstancias tan difíciles”, hizo notar. “De
haberlo sabido, de seguro te habría enviado a casa. Nada podría haberte ayudado. Deberías
haberte ido. Pero dado que ya estás aquí debes comprender que una vez que todos los
obstáculos han sido superados, esto es aún mejor”. El Rebe me dijo esas palabras en idish:
“Az me kumt alding iber, iz dos forte beser”.

Y así tuve el privilegio de estar con el Rebe para Shavuot y pude oírlo dar una lección
de Torá sobre el versículo “Les he ordenado a los cuervos que te alimenten” (Reyes I,
17:4), que más tarde transcribí (Likutey Moharán II, 4).

48
Ese primer año (5563/1803), el Rabí Natán se fue de su casa en medio del invierno y pasó varios meses, desde el final
del mes de Shevat hasta bastante después de Pesaj, con el Rebe en Medvedevka, en el casamiento de Sara, la hija del Rebe
Najmán. Dado que había pasado tanto tiempo con el Rebe Najmán y, como resultado de ello, generado tanta oposición en
su hogar, el Rebe lo envió a su casa para ese primer Shavuot.
Hay mucho para escribir sobre la manera en que el Rebe se comportaba con sus
jasidim cuando le preguntaban sobre ir a verlo si ello implicaba hacer un gran esfuerzo. Él
solía siempre desalentarlos a costo de un gran sacrificio personal, pues en verdad quería
que fueran. Solía decir de manera inequívoca, “Cuando alguien me pregunta, yo debo
contestarle de esa manera” (ver también Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de
Breslov #214). Hay muchas historias maravillosas sobre lo que les sucedió a varios de los
jasidim del Rebe en tales circunstancias.

Ese verano falleció mi hijo Meir, de bendita memoria, en el mes de Jeshvan 5566.
¡Quiera Dios confortarme entre los deudos de Sión y de Jerusalén!49

Ese mismo verano el Rebe me envió a Berdichov para cobrar una deuda de su
cuñado. Tuve que volver cinco veces durante el verano y el siguiente invierno hasta que
pude recolectar los fondos. Varias cosas buenas resultaron de mis viajes a Berdichov en
servicio al Rebe, una de las cuales fue la impresión del segundo volumen del Likutey
Moharán, como relataré más adelante, Dios mediante.50

También ese verano la hija del Rebe, Miriam, viajó a Eretz Israel. Su marido, Reb
Pinjas, el hijo del Gaón de Volochisk, ya había partido para la Tierra Santa con su padre en
el verano del 5565, pero Miriam se había quedado debido a que el Rebe no quería que
viajase en ese momento. El Rebe no quería que hiciera ese viaje tampoco ahora de modo
que ella estaba al borde del divorcio. Pero Dios arregló las cosas para que ella misma
decidiese que quería ir a la Tierra Santa. Por lo tanto, en el verano del 5569, hizo el viaje
con sus cuñados, los hijos del rabí de Volochisk.

El Rebe mismo escoltó a su hija durante una gran distancia fuera de la ciudad. Fue a
pie más allá de los límites de la ciudad, negándose a cabalgar, pues dijo que uno debería ir a
la Tierra Santa a pie. También los hombres del pueblo escoltaron a la hija del Rebe, con
mucha alegría y celebración. El Rebe habló, dando maravillosas ideas de Torá.
Desafortunadamente yo no estaba presente dado que estaba en Berdichov por indicación del
Rebe.

***

5570 (1809-1810)

En Rosh HaShaná 5570 (10 de septiembre de 1809), el Rebe dio la lección de Torá
Tikú Emuná (Likutey Moharán II, 5). Ésta es muy larga, probablemente la más extensa de
todas las lecciones que se encuentran en los libros del Rebe.

49
Meir sólo tenía tres años y medio. Aunque ésta fue una gran tragedia personal, el foco del Rabí Natán se mantiene en el
Rebe y en los incidentes relacionados con él.

50
Este relato, de cómo ese viaje ayudó al Rabí Natán a imprimir el libro, ya no existe.
Varias cosas sucedieron ese Rosh HaShaná. Primero tratamos el tema de los
“guardianes de la tierra”, que uno de los oponentes del Rebe había presentado. Luego, al
dirigirse a Tashlij,51 el Rebe patinó y se cayó. Terminó en el barro, ensuciando sus
vestimentas y manos. Alguien le trajo rápidamente agua para lavarse y un cambio de ropas.
El Rebe no dijo ni una palabra sobre lo sucedido. Continuó y recitó Tashlij cerca de la
sinagoga desde un lugar en el cual podía ver el río Bug, pues ese año no tenía la fuerza
suficiente como para bajar hasta el río mismo, como solía hacer. Después el Rebe dio su
discurso y al final mencionó, con respecto al versículo “Yo tendré misericordia de ellos”,
que uno debe arrojarse al barro y al lodo de ser necesario para llevar a cabo la Voluntad de
Dios. Mediante tal servicio es posible merecer la comprensión del concepto de “La persona
recta que le va bien”. Estudia esa lección y esa tremenda idea y podrás comprender cómo
todo lo que le sucedía al Rebe era asombroso, casi sobrenatural.

Ese año no podíamos obtener etroguim para Sukot. Rosh HaShaná y Iom Kipur
pasaron, luego otro día y otro más, hasta que llegó el día anterior a erev Sukot y aún no
habían llegado etroguim a nuestra área. Finalmente, en motzi Shabat, el día anterior a
Sukot, llegaron etroguim a Nemirov. Hubo una tremenda corrida, pues mucha gente había
estado ansiosa esperando la llegada de los etroguim a Nemirov.

Dios en Su misericordia ordenó las cosas para que los etroguim también fuesen
llevados a Breslov. Reb Naftalí escoltó al comerciante de los etroguim hasta Breslov para
asegurarse de que no llevara su cargamento a otra parte. Arribaron temprano el domingo
por la mañana, varias horas antes del amanecer. Despertaron al Rebe quien compró un
hermoso etrog. Su alegría al adquirir el etrog no tenía límites. Le dijo a Reb Naftalí,
“Cuando llegaste aquí, a Breslov, una gran luz se reveló en los mundos. Yo sabía que
habría etroguim, porque confiaba en las palabras del Tzadik [rabí Levi Itzjak], el Rav de
Berdichov, pues él es la gloria de todos los Tzadikim. ¡Pero que los etroguim llegaran
directamente aquí, a la ‘factoría de idishkait’, eso es realmente maravilloso!”.

Es imposible describir el deleite del Rebe y todo lo que expresó. Dijo que durante tres
días su alegría lo había librado del dolor de la enfermedad. “¡Deberíamos ordenar que
venga una banda de música”, exclamó, “para celebrar nuestra alegría!”.

Después de Sukot, cuando fui a ver al Rebe, aún continuaba hablando sobre el etrog y
elaboró en profundidad sobre la importancia de la mitzvá del etrog (algo de esto ha sido
escrito en otra instancia, ver Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #87). Ese
año hubo varios poblados en los cuales la gente no tuvo la oportunidad de hacer la
bendición sobre un etrog. Y en otras ciudades, se llegaron a pagar fortunas por un etrog -
sesenta, setenta rublos.

El Rebe alabó la sabiduría del pueblo judío que reconoce lo que tiene un valor real y
por lo tanto gasta grandes sumas de dinero por la preciosa mitzvá de recitar la bendición
sobre un etrog. “Es algo muy bueno que no se hayan revelado los motivos para las

51
Tashlij, literalmente “arrojar”, es una plegaria recitada en Rosh HaShaná frente a algún cuerpo de agua. Sacudir las
ropas mientras se recita es un símbolo de arrojar lejos nuestros pecados.
mitzvot”, dijo, “como está escrito en el Midrash. Si supiésemos del verdadero valor de la
mitzvá del etrog, ¡quién sabe hasta dónde llegaría el pueblo judío para obtener etroguim!”.

Inmediatamente después de Sukot falleció el santo Rav de Berdichov, el rabí Levi


Itzjak. Lo siguiente sucedió en esa época:

En el verano del año 5569, el Rav de Berdichov tuvo que hacer un largo viaje a la
provincia de Walachia, conocida como Moldavia (Rumania). El Rav de Berdichov no solía
viajar a Moldavia de modo que el Rebe se sorprendió cuando alguien le comentó sobre la
travesía del Berdichover. Al día siguiente el Rebe le pidió a Reb Iaacov, el verificador de
textos,52 que chequeara sus tefilín. Comprendimos que el Rebe tenía en mente un propósito
especial. Reb Iaacov llegó y comprobó los tefilín del Rebe. Los encontró en perfectas
condiciones. Éstos estaban hermosamente escritos por el famoso escriba Reb Efraim, cuya
obra es tan perdurable que incluso después de muchos años parece como nueva.

El Rebe nos dijo que había estado despierto toda la noche pensando sobre el viaje del
Rav de Berdichov a Moldavia y que por ello había decidido chequear sus tefilín. Hizo una
profunda reflexión sobre ello, como era su costumbre y comprendimos que se estaba
refiriendo al Rav de Berdichov con el título de “Gloria de Israel” (así como los tefilín son
llamados la “Gloria de Israel”). Usó esa expresión nuevamente en referencia al Rav de
Berdichov cuando llegó el cargamento de etroguim, diciendo que estaba seguro que ello
sucedería debido al mérito del Rav de Berdichov, quien era la “Gloria de los Tzadikim”.

Entre Iom Kipur y Sukot el Rebe habló mucho sobre los etroguim mientras esperaba
y anhelaba que Dios llevara a cabo un milagro e hiciese que llegaran los etroguim. El Rebe
hizo lo que tenía que hacer [para tener suficientes etroguim]. Enseñó sobre el tema del
etrog, indicando que la persona merece recibir un etrog hermoso en proporción a la
cualidad con la que haya investido los Días Tremendos. Basó esa idea en el versículo “¡He
aquí! ¡Un niño estaba llorando!” (Éxodo 2:6; ver Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán
de Breslov #87). Durante ese período entre Iom Kipur y Sukot el Rebe también enseñó la
lección que comienza con “El Tzadik debe arrepentirse en aras de Israel” - lección 66 en el
Likutey Moharán II. Estudia ese discurso, con particular atención al motivo por el cual le
damos el nombre de Shem HaShem - el “Nombre de Dios”, al día siguiente a Iom Kipur

Yo no estuve en Breslov entre Iom Kipur y Sukot, cuando el Rebe habló sobre esos
temas. Inmediatamente después de Simjat Torá, el miércoles, el día después de la festividad
(4 de octubre de 1809), visité al Rebe. Tan pronto como llegué mis amigos me hablaron
sobre la lección de Torá que el Rebe había dado e inmediatamente pasé todo por escrito. La
noche siguiente, el jueves a la noche, llevé el manuscrito para que el Rebe lo leyese, pues
yo siempre le mostraba cada nuevo borrador. Mientras el Rebe lo leía cuidadosamente,
detecté un cambio en su manera habitual. Parecía preocupado y las lágrimas llenaban sus
52
Los rollos de la Torá, los tefilín y las mezuzot deben ser chequeados por un especialista. Éste comprueba la escritura
buscando la exactitud en el deletreado, la forma de las letras, etcétera. Esto debe ser hecho periódicamente para
comprobar que no se han desgastado ni desdibujado.
ojos. El Rebe no me explicó el motivo de su desasosiego. Simplemente estaba sentado allí,
en silencio.

Durante la comida del viernes a la noche, en el Shabat parashat Bereshit, el Rav de


Breslov [Reb Aarón]53 llegó para visitar al Rebe. El Rebe habló de manera informal con él,
como solía hacerlo. Estaba lloviendo y el agua se filtraba en la casa mal construida del Rav
tal cual lo haría en una suká y en verdad el Rebe bromeó diciendo que esa casa era como
una suká. Luego dijo, “Mi casa también es como una suká pues no tiene dueño - el Rav no
supervisa cuidadosamente los temas de su casa como lo hace un dueño de casa”.

Entonces habló de otras cosas con los demás invitados a la mesa. Dijo, “En mi
presencia ustedes realmente no sienten nada. En la presencia de otros Tzadikim uno
realmente siente el aura del Shabat Bereshit, pero conmigo, nada”.

Yo le pregunté al Rebe, “¿No es costumbre en este Shabat hablar sobre la conexión


entre el comienzo de la Torá y el final - correlacionando las palabras ‘En el comienzo’ con
‘ante los ojos de todo Israel’?” (Génesis 1:1; Deuteronomio 34:12).

El Rebe respondió casi en broma, “Entonces hablaré de ello”. Inmediatamente


cambio de opinión y dijo, “No puedo”. Entonces pareció recuperarse y dijo, “No, diré
algo”, pero luego volvió a retractarse y dijo, “Pero no puedo”. Siguió cambiando de opinión
hasta que finalmente dijo, “Sea como fuere, diré dvar Torá”.

Entonces el Rebe me preguntó sobre qué habíamos estado hablando. Repetí para el
Rebe algo de la conversación. “No,” respondió, “no quiero decir eso. ¿No estábamos
hablando de una situación en la cual no hay dueño de casa?”. El Rebe se hundió en el
silencio y entonces, con fervor y pasión comenzó a hablar con palabras como carbones
ardientes. Enseñó toda la lección que se encuentra en el Likutey Moharán II, 67,
conectando “En el comienzo” con “ante los ojos de todo Israel”. Esa lección contiene la
idea de la desaparición del Tzadik y de la gloria y del encanto de aquel que es el amo de
casa de este mundo. Habló con gran temor, tal cual era su costumbre, con los ojos llenos de
lágrimas. Nadie supo entonces que el Rebe estaba aludiendo al fallecimiento del Rav de
Berdichov.

El domingo oímos que había fallecido el Rav de Berdichov. Nadie quería creerlo. Esa
noche le llevé al Rebe la copia de la lección de Torá que había dado sobre Bereshit, que yo
había transcripto ese día. La miró una y otra vez, ensimismado en su tristeza y comprendí
entonces que realmente había ocurrido una tragedia.

El Rebe me dijo que sus lecciones de Torá eran muy elevadas, plenas de rúaj
hakodesh (inspiración Divina). Con ellas uno podía predecir eventos futuros y ciertamente

53
Reb Aarón (ben Moshé) Goldstein (1775-1845) era una importante autoridad halájica de por sí siendo aún joven. Una
de las condiciones del Rebe Najmán para mudarse a Breslov era que Reb Aarón fuese el Rav. El Rav decidía sobre temas
halájicos, mientras que el Rebe Najmán trabajaba sobre el crecimiento espiritual de sus seguidores. Reb Aarón era un
amigo muy cercano del Rabí Natán y reconocía su relación única con el Rebe. En el funeral del Rabí Natán, Reb Aarón
elogió al Rabí Natán diciendo, “¡Él poseía todo el tesoro del Rebe Najmán!”.
aprender sobre los eventos que ya han ocurrido. “De seguro puedes encontrar todo incluido
en mi Torá” (esta conversación está explicada en otro lugar) (Sabiduría y Enseñanzas del
Rabí Najmán de Breslov #196).

El lunes volvimos a oír que el Rav de Berdichov había fallecido. Comencé a sentirme
inseguro y a preguntarme si realmente el rumor no era cierto. Me sentía muy triste pues
sabía que de ser así el Rebe se sentiría terriblemente quebrantado. Caminando de aquí para
allá y pensando sobre ello, comprendí que el fallecimiento del Tzadik estaba aludido en la
Torá que el Rebe había dado el viernes por la noche. Él había mencionado la “partida y
desaparición de la Gloria” y nosotros sabíamos que el Rebe utilizaba el término “Gloria”
para el Tzadik de Berdichov. Además, la última noche, ¿no me había dicho el Rebe que uno
puede conocer los eventos futuros a través de su Torá y ciertamente los eventos que ya han
tenido lugar? Me convencí de que los rumores que habíamos oído eran ciertos y fui a ver a
mi amigo Reb Naftalí. Antes de tener la posibilidad de decir algo, Reb Naftalí me dijo,
“Pero por supuesto la muerte del Tzadik de Berdichov fue explicada por el Rebe en la
lección que dio el viernes por la noche”. Reflexionamos sobre las maravillas de Dios, sobre
cómo la Torá del Rebe contenía todo lo que estaba sucediendo en el mundo, un fenómeno
que habíamos observado tantas veces.

Aunque sabíamos que el Rebe era consciente de la muerte del Berdichover a través
del rúaj hakodesh, tuvimos cuidado de no hacer una mención directa de ello en su
presencia, pues el proceso de expresar cosas en palabras crea de por sí una impresión.

El viernes a la noche del Shabat parashat Noaj, aún no le habíamos informado al


Rebe sobre el fallecimiento del Tzadik. El Rebe nos preguntó qué parashá estaríamos
leyendo al día siguiente y le dijimos “Noaj”. El Rebe respondió, “De ahora en adelante voy
a dar una lección de Torá cada Shabat”. Comenzó el discurso de esa semana diciendo que
la sidra de Bereshit era una endecha para Noaj el Tzadik. (Esto está explicado en detalle en
el Likutey Moharán II, 67).

Al terminar de hablar, las lágrimas caían de los ojos del Rebe y de los ojos ojos de
todos los que estábamos allí, pues todos sabíamos que el santo Rav de Berdichov había
fallecido. Pasó el tiempo y aun así nadie habló explícitamente con el Rebe sobre el
fallecimiento del Berdichover. Finalmente el Rebe llamó a uno de sus jasidim y le pidió que
le hablase de la muerte del Tzadik. El hombre le dijo al Rebe, “Yo pensé que no sabía nada
sobre ello y todos me advirtieron que no se lo dijera”.

El Rebe respondió, “¿Cómo podía no saberlo? A esta altura incluso la gente en la


Tierra Santa lo sabe”. Continuó hablando sobre la amarga pérdida sufrida por el mundo
debido al fallecimiento de la Gloria de la generación, un Tzadik tal como el Berdichover,
que su mérito nos proteja.

Más tarde me enteré que el Tzadik había fallecido en la noche en que yo le había
llevado al Rebe el borrador de la lección de Torá concerniente al día después de Iom Kipur,
que es llamado Shem HaShem. Esa lección está conectada con aquella sobre Bereshit, que
la continúa, tal como todo aquel que la estudie podrá percibir. Vi las maravillas de Dios y
comprendí entonces cómo todo le estaba revelado al Rebe y se encontraba explicado en sus
lecciones de Torá. Esto es algo imposible de explicar por escrito.

Esta lección de Torá es de hecho multifacética. Cuando es vista desde un ángulo, la


endecha contenida en la lección de Bereshit es para el Rebe mismo.54 Pero el Rebe dijo lo
que quería decir debido al fallecimiento del Tzadik de Berdichov. Ésa era su manera -
incluir muchas y diferentes alusiones, referencias y conceptos en una sola lección. Todo
esto, sin embargo, no puede ser explicado por escrito.

En motzi Shabat parashat Noaj el Rebe nos relató el cuento de “Los niños
cambiados” (Los Cuentos del Rabí Najmán #11).55 Primero habló sobre N. B. [Napoleón
Bonaparte] (cf. Tzadik #187) - y dijo, “Existen Cámaras de los Intercambios donde las
almas son a veces intercambiadas”. Dijo que tal cosa había sucedido y que cierta vez hubo
un rey que tenía una criada… Y continuó relatando el cuento de cómo los dos niños fueron
intercambiados. Así comenzaron todos los cuentos del Rebe. Empezaba cada uno de
manera incidental, en medio de una conversación. El tema de conversación parecía servir
como un estímulo para contar la historia. Él veía una conexión entre el tema de
conversación y el cuento que se sentía compelido a revelar.

Este patrón puede encontrarse en la mayor parte de las lecciones de Torá del Rebe. Su
Torá estaba asociada siempre, de alguna manera, con el tema de la conversación que le
había precedido. Es imposible describir ese proceso. Sólo aquel que estuviera presente en el
momento y fuera particularmente perceptivo podía observar ese fenómeno y ver las
maravillas de Dios en cada lección de Torá que daba el Rebe y en cada charla que
mantenía. Eso fue particularmente así con respecto a los cuentos del Rebe, más obviamente
en el último relato que el Rebe contó, “Los siete mendigos”. (Esto será explicado más
adelante).

Ese invierno, en el año 5570, el Rebe dio varias lecciones y contó varios cuentos,
historias extensas y maravillosas - “Los niños cambiados”, “El señor de la plegaria” y “Los
siete mendigos”. El Rebe contó todas esas historias en el invierno. Después de Pesaj el
Rebe partió para Umán para prepararse para su muerte, lo que trataré en otra parte. Sin
embargo, voy a relatar algo de ello aquí.

El Rebe me habló sobre esto en Umán. Remarcó el hecho de que había enseñado
mucha Torá y contado muchos cuentos durante el invierno en Breslov y que ahora que
estaba en Umán recordaba ese período con añoranza, porque ya no era más capaz de

54
Ver Tzadik #211. El Rebe Najmán tuvo un sueño que predijo el fallecimiento del Berdichover, pero aun así dijo que el
sueño de hecho era una alusión a él mismo A Través del Fuego y del Agua, capítulo 18.

55
El Rebe Najmán contó esta historia el 14 de octubre de 1809, el mismo día en que se firmó el tratado de Schönbrunn,
dándole a Napoleón el control de la parte austríaca de Polonia. Habló entonces de Napoleón habiendo nacido en una
situación social baja y habiéndose elevado hasta llegar a ser emperador.
enseñar ni de hablar mucho. No puedo relatar apropiadamente todo lo que sucedió durante
ese último año de la vida del Rebe, ni siquiera lo poco que comprendo de los eventos.

Desde el momento en que el Rebe enfermó de tuberculosis, más de tres años antes de
fallecer, declaró que la enfermedad sería fatal y comenzó a hablar sobre su muerte
inminente. Mantuvo muchas charlas sobre este tema, pero yo no estuve presente en la
mayoría de ellas. Cuando el Rebe enfermó por primera vez, yo estaba en Mohilev. Cayó
enfermo al volver a su hogar después de su estadía en Novoritch y Zaslov. Inmediatamente
declaró que iba a morir. Cuando me lo notificaron en Mohilev quedé abrumado por la
tristeza. Sentía como si el mundo hubiera sido destrozado.

Más tarde, poco después de Rosh HaShaná del año 5568, el Rebe viajó a Lemberg y
se difundió el rumor de que allí había fallecido. Luego nos enteramos que el rumor era
falso; había comenzado debido a que el Rebe estaba muy débil. El Rebe retornó a su hogar
durante el verano del 5568, la semana de parashat Balak y permaneció en Breslov todo ese
verano, durante todo el año siguiente, 5569 y la mitad del año 5570. En el 5570, después de
Pesaj, dejó Breslov para ir a Umán. Hay mucho para decir sobre esa época y yo relataré lo
que Dios me permita recordar.

Durante esos tres años el Rebe habló de su muerte. Al retornar de Lemberg nos dijo
varias veces que allí había estado al borde de la muerte y no había tenido miedo. Estaba
orgulloso de cómo se había preparado para morir sin temor. Pero no hubiera sido agradable
para él ser inhumado en Lemberg, aunque varios Tzadikim famosos descansan allí, porque
estaría demasiado lejos de sus jasidim y nadie podría ir a visitar su tumba.

El Rebe habló varias veces con nosotros sobre el lugar en el cual quería ser
inhumado. Era evidente a partir de sus palabras que estaba buscando un lugar para ser
enterrado pero que no había encontrado ninguno que lo satisfaciera. Mencionó varios,
incluido Lemberg, pues muchos grandes Tzadikim estaban enterrados allí. Pero no parecía
ser un buen lugar para el Rebe debido al motivo que he mencionado. Breslov no era
tampoco el lugar apropiado. El Rebe desestimó otras sugerencias también hasta que pensó
en Umán. Ése sería un buen lugar de descanso, dijo. En primera instancia, muchos mártires
estaban enterrados allí (esto está tratado en otro lugar) (ver A Través del Fuego y del Agua,
capítulo 20).

Estando en Breslov el Rebe habló seguido sobre Umán. Decía que quería ir a Umán y
quedarse en la casa de Najmán Natán,56 que había fallecido recientemente, al comienzo del
verano del 5569. Nadie comprendió lo que el Rebe quería decir y él no le reveló a nadie
que tenía la intención de quedarse en Umán hasta el final de su vida. Pero habló seguido
sobre ir a Umán y quedarse en esa casa.

Los jasidim del Rebe que vivían Teplik solían viajar seguido a Umán. Varias veces
fueron a Breslov durante el invierno del 5570 y le preguntaron al Rebe si quería que fuesen
56
Najmán Natán Rappaport era el maskil más importante del movimiento iluminista. Falleció súbitamente en San
Petersburgo. Su yerno fue Hirsch Ber Hurvitz, líder de los maskilim en Umán. El Rebe Najmán había mantenido muchas
conversaciones con los maskilim, tratando de desarraigar su devastadora influencia sobre los judíos de esa época.
a Umán para encontrarle una casa. Ellos sabían que el Rebe sería bien recibido en Umán.
Pero el Rebe se negaba cada vez que venían a verlo y repetían su oferta. Ellos habían oído
que él tenía un gran deseo de mudarse a Umán. Sin embargo, el Rebe no estaba de acuerdo
en que fueran a buscarle una casa allí.

Para la época de Pesaj el Rebe contó la tremenda historia de “Los siete mendigos”
(Los Cuentos del Rabí Najmán #13). Le tomó cerca de dos semanas relatar toda la historia.
Comenzó un Shabat a la noche, el 25 de Adar de 5570. Yo no estaba presente esa noche.
Empezó el cuento con el rey que sólo tenía un hijo a quien quería traspasarle el reino en
vida. Relató el cuento hasta que terminó el relato del Primer Día sobre el Mendigo Ciego
que se enorgullecía de su memoria. Eso es todo lo que contó esa noche.

En la semana siguiente a ese Shabat Reb Naftalí vino a mi casa en Nemirov y me


contó toda la historia tal cual la había oído del Rebe. Yo lo escuché con total asombro y
temor. Aunque había tenido el privilegio de oír del Rebe cosas que nadie había oído antes,
ideas de Torá y muchos cuentos notables, nunca había oído algo parecido a ello. Había
estado planeando viajar a Breslov para ver al Rebe y ahora me apuré y llegué a Breslov el
martes a la noche, justo antes de Rosh Jodesh Nisán.

A la mañana siguiente, después de la plegaria, fui a ver al Rebe y hablé con él largo
tiempo, tal como solíamos hacer cada vez que yo iba a Breslov. Luego traje el tema del
cuento que había relatado en Shabat y que había oído de Reb Naftalí. El Rebe completó
para mí los detalles de las características simbolizadas por cada uno de los Mendigos y me
dio el orden correcto de los eventos. Dijo que el cuento reflejaba los eventos de los siete
días de alegría que siguen a la boda. Uno de los Siete Mendigos vendría y ofrecería un
regalo a la novia y al novio. El Rebe dijo que estaba ansioso por saber el resto de la
historia, qué sucedió en cada uno de los siete días, pues cada día llegaba un Mendigo
diferente y deseaba también conocer la conclusión del cuento relacionado con el rey y su
plan. Tal era la costumbre del Rebe - solía decir que le gustaría mucho conocer aquello que
era su tarea revelar.

Yo quedé expectante a que el Rebe terminase la historia, porque podía sentir que
quería hacerlo. Pero el servidor del Rebe nos interrumpió para anunciar que era hora de
comer y de poner la mesa para el Rebe, de modo que me fui. El Rebe durmió una siesta y
luego volví a verlo. Conversamos durante un rato sobre las necesidades y carencias de
varios individuos, pues yo le hablé de Berdichov, específicamente sobre los hombres ricos
que tenían muchos problemas y preocupaciones. Le cité al Rebe el versículo del Eclesiastés
(3:11), “Dios ha puesto en el corazón de los hombres la eternidad, sin que el hombre pueda
entender la obra que ha hecho Dios, desde el principio hasta el fin”. Cité todo el versículo y
tan pronto como lo concluí el Rebe dijo, “Pero esto de seguro describe nuestro cuento”. Ésa
es su esencia. Me preguntó en qué día de la historia estábamos. Yo quedé anonadado y le
respondí confuso, “En el relato del Segundo Día”.
“El Segundo Día”, repitió el Rebe y concluyó la parte sobre el segundo día, el relato
del Mendigo Sordo. Y no contó nada más. Algunos de los otros jasidim también tuvieron el
privilegio de oírlo.

Todo aquel que oyó al Rebe contar esos cuentos pudo percibir en ellos las maravillas
de Dios. Incluso ahora, aquel que estudie los cuentos cuidadosamente, con la mirada puesta
en la verdad, podrá percibir a partir de ellos la grandeza de Dios, la grandeza de los
Tzadikim y la grandeza de la santa Torá.

Esperé que el Rebe continuase la historia pero recién lo hizo el viernes a la noche, el
día tres de Nisán. Esa noche se sentía abatido debido a que su nieto, el hijo de su hija Odil,
estaba en cama y gravemente enfermo. El Rebe estaba muy preocupado, pues su hija Odil
había pasado mucha angustia para criar a sus hijos y perdió a varias hijas.

Sentado a la mesa el Rebe dio un discurso muy profundo de Torá conectado con su
tristeza, pero fui incapaz de comprenderlo. Entonces preguntó adónde habíamos llegado en
la historia y yo le respondí que estábamos esperando oír sobre el Tercer Día. De modo que
el Rebe continuó y contó que en el Tercer Día volvió el Mendigo con un defecto en el
habla. Nos relató toda la historia del Tercer Día, que incluye el concepto del corazón y de
las dos cosas que lo debilitan y concluyó la historia del Tercer Día. (Esto estaba conectado
de alguna manera con lo que el Rebe había tratando sobre su sufrimiento). Después nos dijo
que la gente en el cuento estuvo muy contenta, “Zei haben a hilo getun - ellos hicieron una
fiesta”. Continuó y nos relató la secuencia del Cuarto Día, sobre los dos pájaros… Entonces
se levantó de la mesa - ya había recitado las Gracias Después de las Comidas antes de
comenzar a contar el cuento.

El domingo siguiente, el Rebe contó lo que sucedió durante el Quinto Día de la


celebración, que trata el concepto de lo pequeño que contiene mucho. El martes el Rebe
continuó con el relato del Sexto Día y la curación de la princesa. Cada vez que el Rebe
continuaba la historia la comenzaba a propósito de algún aspecto de la conversación del
momento. Cuando terminó el relato del Sexto Día, los que estaban presentes comentaron
varios eventos que estaban teniendo lugar. El Rebe declaró, “Aquello de lo que están
hablando está contenido en la historia de lo que sucedió el Séptimo Día”. Sin embargo no
contó el resto de la historia entonces y aún no tuvimos el privilegio de oírla.

Después de Pesaj, cuando acompañé al Rebe a Umán, me dijo durante el camino que
no tendríamos el privilegio de oír esa parte de la historia hasta la llegada del Mashíaj (como
está escrito en el Sipurey Maasiot).

Nos quedamos con el Rebe el Shabat, que era el Shabat HaGadol, después de ese
martes en que el Rebe nos contó lo que había sucedido en el Sexto Día. En ese tiempo no
habló más sobre la historia. En la noche del Shabat HaGadol, falleció el nieto del Rebe (el
hijo de Odil). Aquí no es posible relatar detalles de lo que sucedió con los santos
descendientes del Rebe. Inmediatamente después del Shabat todos volvimos a nuestros
hogares.
Antes de Pesaj los jasidim de Teplik vinieron a ver al Rebe y nuevamente le
preguntaron si debían ir a Umán para buscarle una casa. Esta vez el Rebe respondió que sí.

Durante Pesaj estallaron varios incendios en Breslov. En Isru Jag, un viernes, yo


volví a Breslov con mi amigo Reb Naftalí. (Habíamos estado allí durante Jol HaMoed
Pesaj con nuestro amigo Reb L. y pudimos oír del Rebe asombrosas palabras de Torá). Nos
quedamos para ese Shabat y yo volví a mi hogar en motzi Shabat. El martes volví a Breslov
y me quedé hasta después del Shabat, que también era Rosh Jodesh Iar.

El viernes a la noche el Rebe declaró que no sabía nada en absoluto, como solía
hacerlo en ocasiones, tal cual está explicado en otro lugar (Alabanza del Tzadik #33, p.95).
Mientras estábamos sentados a la mesa con el Rebe, oímos gritos debidos a un incendio en
la calle cerca de la casa del Rebe. Al oír toda esa conmoción, el Rebe murmuró “¡Ya es
momento, ya es momento!”, porque él había esperado ese incendio y había hablado mucho
sobre ello anteriormente. La cena del Rebe quedó interrumpida, el Rebe salió alarmado y
nosotros lo seguimos.

Esa noche la casa del Rebe se incendió completamente. Pero, gracias a Dios, pudimos
salvar todo lo que allí había, hasta “los cordones de los zapatos” (cf. Génesis 14:23).

Durante toda la noche el Rebe estuvo sentado en una colina fuera del pueblo, desde la
cual se podía ver la sinagoga y su casa. Se sentó allí y observó mientras el incendio ardía.
Yo estuve con él largo rato y el Rebe estaba exhultante. Al amanecer volví adonde estaba el
Rebe, que aún seguía sentado allí. El fuego se había apagado y la casa del Rebe había
quedado destruida. Él me dijo, “Volvamos al pueblo”. Fui con el Rebe hacia el río, pero no
retornó a su casa, porque había quedado totalmente quemada. Sólo fue hasta el río para
llegar al puente y yo lo seguí. Mientras caminamos me dijo, “¿Quién hubiera imaginado
que tú y yo estaríamos caminando por esta senda un viernes a la noche antes del
amanecer?”.

Luego fuimos al pueblo, a la casa de Reb Shimón, en el otro extremo del poblado,
sobre el camino que lleva a Umán. El Rebe se quedó allí todo el Shabat hasta el domingo.
Colocamos todas las pertenencias del Rebe en la casa de Reb Zelig, que estaba en el lado
opuesto del pueblo, lejos de la casa de Reb Shimón en donde estaba parando el Rebe. El
domingo el Rebe dejó la casa de Reb Shimón para ir a la casa de Reb Zelig.

El domingo por la tarde el Rebe hizo venir a un hombre que le debía dinero y habló
con él. En medio de esa conversación llegó uno de los jasidim del Rebe de Teplik y le trajo
un mensaje de Umán indicando que su presencia era requerida allí y que podía vivir en la
casa que habían encontrado para él. Mientras el hombre hablaba el rostro del Rebe
enrojeció. (En ese momento no supe por qué; sólo más tarde comprendí que ello se debía a
que había sido llamado a morir, pues el Rebe falleció en Umán).

Yo quería viajar con el Rebe pero comprendí que él no tenía la intención de llevarme
consigo; aparentemente había querido pedirle a Reb Naftalí que lo acompañase. Sin
embargo, Dios decretó que ese domingo, Reb Naftalí se viera forzado a volver a su hogar
varias horas antes de que llegara el hombre de Teplik. Por lo tanto, tan pronto como vi que
el Rebe había decidido ir a Umán yo mismo tomé a cargo los arreglos para el viaje, para
que a mí me pidiese ir con él. Pero el Rebe no dijo si me llevaría a mí o a alguna otra
persona. Por mi propia iniciativa contraté un carruaje y un cochero e hice todos los
preparativos necesarios para el viaje. Al final, tuve el mérito de acompañar al Rebe a
Umán.

Si el único propósito de haber nacido hubiese sido el acompañar al Rebe en ese viaje,
mi vida habría valido la pena. Durante ese viaje tuve el privilegio de oír una tremenda
cantidad de cosas buenas - Torá y conversaciones - que nos sustentarían a mí y a todo Israel
por generaciones, tal cual comprenden en alguna medida aquellos que oyeron todo lo que
escuché en ese viaje.

Cuando llegó el hombre de Teplik para llevar al Rebe a Umán pude percibir las
maravillas de Dios y quedé totalmente asombrado y temblando debido a mi nueva
comprensión. Durante todo el invierno, cuando los hombres de Teplik habían urgido al
Rebe a que les permitiese hacer los arreglos necesarios para que fuese a vivir a Umán, no
los había dejado. Sólo ahora había estado de acuerdo en que viajaran a Umán para
encontrar una casa para él. Fue poco antes de que la casa del Rebe se destruyera en el
incendio, quedando él sin hogar con sus pertenencias desparramadas por todos lados. No
tenía lugar alguno donde quedarse pues la mayor parte de la ciudad se había quemado,
especialmente los edificios en las calles aledañas a la sinagoga y a la casa de estudios.

Y ese hombre había venido de Teplik para pedirle al Rebe que fuese a Umán
exactamente en el momento en que había sido declarado desde Arriba que la casa del Rebe
debía quemarse y él quedar sin hogar. El Todopoderoso había determinado que el remedio
precediera a la enfermedad - fue precisamente justo antes del incendio cuando el Rebe
había dado finalmente órdenes para prepararle una casa en Umán. El mensajero llegó
exactamente en el momento en que era necesario. Dios ordenó que todo sucediese a su
debido momento.

Es imposible relatar por escrito todos mis sentimientos, pues tantas cosas dependían
del viaje del Rebe a Umán y del hecho de que yo fuera con él. Como el Rebe nos había
dicho, directamente y de manera alusiva, los mundos y el mérito de Israel, por generaciones
a venir, dependían de ello, al igual que la perfección de miles y decenas de miles de almas
dañadas que no podrían ser rectificadas excepto a través del fallecimiento del Rebe.

Todo Israel en verdad se ha beneficiado del fallecimiento del Rebe, pues él nos hizo
saber que vendría en ayuda de todo aquel que visitara su tumba y dijese los famosos Diez
Salmos, sin importar quién fuera. Ese viaje a Umán fue el comienzo y la preparación para
todas esas rectificaciones. La ciudad de Umán fue elegida especialmente para ese propósito
e ir allí fue el primer paso para que el Rebe trabajase en esas rectificaciones, incluso más
aún de lo él nos reveló, tal cual comprendimos del Rebe mismo. Así cada acción, cada paso
relacionado con el viaje del Rebe estaba pleno de significado, en donde uno podía percibir
la profundidad y la grandeza del designio de Dios.

Ese domingo, cuando estaba haciendo los preparativos para el viaje, no pude
conseguir ningún carruaje. Ése fue el primer obstáculo que habría impedido que el Rebe
viajara. Tampoco Odil, la hija del Rebe, estaba en absoluto contenta con el hecho de que él
se fuera a Umán y no quería que se vaya. No era la naturaleza del Rebe forzar una
situación, pero yo sabía que él realmente quería ir a Umán. De modo que, pese a la
oposición de su hija, contraté un carruaje a un precio exorbitante e hicimos el viaje desde
Breslov a Umán.

Salimos el martes a la mañana, el 4 del mes de Iar del año 5570 (8 de mayo de 1810).
El Rebe ya había dicho la plegaria de la mañana y tomado algo de café. Yo, sin embargo,
aún no había orado. Me vi forzado a rezar en el carruaje, con el Rebe, el hombre de Teplik
y el asistente del Rebe sentados allí.

Tan pronto como dejamos Breslov, el Rebe comenzó a hablar conmigo, diciendo que
era bueno que estuviésemos partiendo y que estábamos haciendo lo correcto, aunque su
casa no se hubiese quemado - como está explicado en otra instancia (Tzadik #82).

Al acercarnos a Ladizin, encontramos a Reb Meir de Teplik, quien había estado en


Umán organizando la casa del Rebe. Le comentó al Rebe cuán ansiosa estaba la gente en
Umán por el hecho de que él iba hacia allí y el Rebe contestó, “¿Acaso no es todo esto
nuestro? Porque corresponde que el hombre diga, ‘¡El mundo fue creado para mí!’. ¡Mira!
¡Están viajando!”. Esta conversación está registrada en otra instancia (Tzadik #82).

El Rebe continuó hablando sobre el viaje de manera inspiradora y nos dijo que en el
momento en que dejamos Breslov había pensado en esas centelleantes ideas. El Rebe dijo
que tan pronto como esos pensamientos entraron en su mente, quedó asombrado por la
increíble secuencia de eventos que Dios había ordenado. No había querido hablar sobre ello
hasta que nos encontramos con Reb Meir de Teplik. A través de él, la idea pasó del ámbito
de la potencia al ámbito de la acción. Entonces el Rebe habló sobre lo que había estado
pensando y dijo, “¡Así es como Dios conduce el mundo!”.

En camino a Umán, al dejar Ladizin escoltados por mucha gente, el Rebe dijo, “Sin
embargo, la generación no es huérfana”. Hubo un Taná que dijo que la Torá sería olvidada
por el pueblo judío, pero el rabí Shimón bar Iojai afirmó que no sería olvidada y lo probó
con el versículo “No será olvidada de sus hijos” (Deuteronomio 31:21; ver Shabat 138b).
Entonces el Rebe nos reveló el secreto de que ese versículo alude al hecho de que debido al
rabí Shimón la Torá no sería olvidada por Israel, como está escrito en otra instancia
(Likutey Moharán I, Prefacio). Entonces dijo, “¡Ahora hay un Najal Novea Mekor Jojmá -
Un arroyo fluyente, fuente de sabiduría!” (Proverbios 18.4, un acróstico para NaJMaN).
Estas fueron algunas de las profundas declaraciones que oí del Rebe en ese viaje.
Esa noche llegamos a Teplik. La mayor parte del pueblo salió a recibirnos,
incluyendo, por supuesto, los jasidim del Rebe. Ellos lo urgieron a pasar la noche allí, pero
él se negó, aunque había comenzado a llover cuando entramos al pueblo. Seguimos
viajando, pensando pasar la noche en un poblado cercano.

Mucha de la gente de Teplik acompañó al Rebe al poblado y allí Reb Meir fue
nombrado rabino de Teplik. Ese miércoles por la mañana, después de las plegarias, salimos
hacia Umán.

Al alejarnos del poblado hacia nuestro destino, el Rebe habló mucho conmigo sobre
la lección que trata de la muerte del Tzadik, que había dado en el Shabat parashat Bereshit
y la conexión entre las palabras “En el comienzo” y “ante los ojos de todo Israel”. También
habló sobre la conexión entre Rajel llorando por sus hijos (Jeremías 31:14) y la
desaparición del Tzadik, quien es la gloria, la belleza y el encanto del mundo entero, tal
cual puedes encontrar al final de la lección 67 de Likutey Moharán II. Y habló algo más
sobre la grandeza del santo Rav de Berdichov, quien había fallecido recientemente.

Al acercarnos a Umán, el Rebe contó una historia sobre el Baal Shem Tov, quien
había llegado a una ciudad en la que las almas habían estado esperando su rectificación y
perfección durante trecientos años. Esa historia está relatada en detalle en otro lugar (Tzadik
#87). Ese miércoles, al aproximarnos a Umán, el Rebe quedó pensativo y ensimismado.
Sólo más tarde, cuando mencionó nuevamente esa historia, inmediatamente antes de su
fallecimiento en Jol HaMoed Sukot, comprendimos el por qué de ese estado de ánimo. Sólo
entonces comprendí que había estado preocupado, al entrar en Umán, por su inminente
fallecimiento y por las muchas almas que necesitaba perfeccionar allí. Más allá de esto no
sabemos nada sobre el pensamiento del Rebe, pues así como los cielos se encuentran muy
alto por sobre la tierra, de la misma manera los pensamientos del Rebe estaban muy por
encima de nosotros.

El miércoles, el día cinco de Iar, el Rebe llegó a Umán y estableció su hogar en la


casa de Najmán Natán, quien había fallecido el año anterior cerca de Shavuot. Lo sucedido
en Umán es demasiado como para ser relatado aquí; algo de ello está registrado en otra
instancia (Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #153; ver Tzadik, capítulo
V).

El Rebe permaneció en la casa de Najmán Natán hasta después de Shavuot. Como era
costumbre, todos los jasidim del Rebe se reunieron en su casa para Shavuot. Sin embargo el
Rebe no quiso dar ninguna lección. Yo le urgí a decir algo en Shabat, que era el segundo
día de Shavuot, pero el Rebe dijo que no hablaría bajo ninguna circunstancia. Después del
Shabat conversamos con el Rebe sobre el tema de “Ustedes no son tan grandes pecadores”,
tal cual está registrado en otra parte (ver Tzadik #99).

El domingo, el día después de Shavuot, el Rebe se mudó a la casa que le había


alquilado a Reb Iosef Shmuel (yo también le alquilé una habitación mientras estuve en
Umán). Ese mismo día partí hacia mi hogar donde no me quedé mucho tiempo. Retorné a
Umán poco después, al ser llamado por el Rebe a través de Reb Naftalí, quien me trajo una
carta del Rebe donde decía que debía retornar. Me apuré a volver a Umán y me quedé allí
hasta después del Shabat Najamú.

Antes del Shabat Najamú el Rebe dejó la casa de Reb Iosef Shmuel y se mudó a otra
(la casa del Lukatcher). Fue allí donde falleció en paz.

Hay mucho para decir sobre los numerosos incidentes que tuvieron lugar en ese
tiempo. Pero es imposible registrar por escrito las vislumbres que tuve sobre las maravillas
de Dios en cada detalle. Cuando el Rebe todavía estaba viviendo en la casa de Najmán
Natán, alguien vino de la casa del Lukatcher y le pidió al Rebe que fuese a vivir allí, pero el
Rebe no podía mudarse en ese momento. El Rebe dijo que ese incidente también sería una
historia de por sí. Ellos relatarían cómo él estaba viviendo en una casa y de pronto un
hombre que no conocía en absoluto llegó y le pidió que se mudase a su casa.

El Rebe recibió varias visitas en el Shabat Najamú. Dejó su habitación para ir a la


casa en donde estaban parando y recitó el Kidush allí. Estaba muy débil; su hora final
estaba cerca. No se levantó inmediatamente para lavarse las manos sino que, después del
Kidush, se sentó a la mesa durante un tiempo y habló con nosotros. Nos preguntó por qué
habíamos ido y dijo, “Ahora no sé nada en absoluto. Cuando digo Torá, ciertamente es
bueno para ustedes el venir, pero ahora realmente no sé nada en absoluto. Soy sólo un
hombre simple (un prustik). No sé nada en absoluto. No comprendo por qué han venido
todos ustedes”.

El Rebe se explayó sobre este tema - que era un hombre simple y realmente no sabía
nada en absoluto. Dijo que en ese momento tomaba el sustento espiritual sólo de sus
experiencias en la Tierra Santa.

El Rebe continuó de esa manera, que no sabía nada en absoluto, que era un prustik y
que sólo se mantenía a través del hecho de haber estado en la Tierra de Israel. En medio de
esa conversación santa, nos reveló una lección extraordinaria sobre el tema de cómo el
Tzadik puede sustentarse -cuando alcanza el nivel de una persona “común”- a partir de la
experiencia de haber estado en la Tierra Santa (ver Likutey Moharán II, 78).

Sin embargo, es imposible explicar en detalle aquí cómo esa Torá se desarrolló y fue
creada a partir de la nada, por así decirlo. Al comienzo, él realmente no sabía nada en
absoluto. Cada vez que decía que no sabía nada, de hecho no sabía nada. Una vez incluso
llegó a jurarlo por el santo Shabat. Dijo, “Juro ahora por el Shabat,” haciendo referencia al
hecho de que no sabía nada. Y en verdad, comentó el Rebe, ese logro de simpleza era algo
único y asombroso para él. Aquí también, después de describir cómo no sabía nada en
absoluto, llegó a revelar una asombrosa lección sobre ese mismo tema, sobre el hecho de
que sólo se mantenía con vida en ese momento gracias a sus experiencias en la Tierra
Santa.57

Después de dar esa lección, el Rebe se puso muy contento. Nos pidió que cantásemos
mucho y nosotros cantamos “Azamer BiShvajin”.58 Todo esto ocurrió antes de lavarnos las
manos para la comida. Esto era algo bastante inusual, porque normalmente nunca oíamos
Torá ni cantábamos entre el Kidush y el comienzo de la comida. Más bien, solíamos cantar
Azamer BiShvajin después de la bendición sobre el pan. Sin embargo, ahora el Rebe dio
todo este discurso y nos pidió cantar Azamer BiShvajin antes de lavarnos las manos para
comer pan.

El Rebe se lavó las manos, se sentó a la mesa con gran alegría y nos pidió que
cantásemos mucho. Allí dijo cosas maravillosas. “¿De qué tenemos que avergonzarnos? ¡El
mundo fue creado para nosotros!”, nos dijo. Y entonces continuó de manera ligera, “Todo
aquel que no puede decir Fe ZI [no a la inmoralidad] no puede decir FaZIa [poesía]” (ver
Tzadik #113).

Esta lección incluye una referencia al hecho de que estaba viviendo en la casa del
Lukatcher, a la que se había mudado recientemente y en donde fue dada la lección. Habló
sobre la tierra de Israel y sobre las naciones del mundo que acusan al pueblo judío de robar
la tierra. También ahora encontramos judíos que entran en lugares que están muy alejados
de la santidad. Era un hecho sabido que el dueño de la casa era una persona malvada.
Estaba viviendo en San Petersburgo en ese momento, pero su familia le había abierto la
casa al Rebe.

Uno podía observar cosas maravillosas en todo lo que sucedía entonces. No puedo
registrar todo aquí, pero quería al menos presentar un esbozo básico de los eventos para que
no fueran olvidados por nosotros, por nuestros descendientes y nuestros compañeros
jasidim. Parte del problema de escribir sobre esas ocurrencias es que no harán la misma
impresión en el lector como lo hubiera hecho el oír el relato directamente de mí, de primera
mano.

Después del Shabat Najamú volví a mi hogar. Retorné nuevamente a Umán el tercer
día de Slijot para estar allí en Rosh HaShaná. Permanecí en Umán hasta después del
fallecimiento del Rebe y tuve el privilegio de estar con él en la hora de su tremendo y santo
fallecimiento. (En otra instancia podrán encontrar un relato escrito de la muerte del Rebe;
ver Tzadik, capítulo V).

***

5571 (1810)

57
Esta lección, con su comentario, se encuentra en el libro El Tesoro de Dones Inmerecidos, publicado por el Breslov
Research Institute.

58
Azamer BiShvajin (“Cantaré con alabanzas”) fue compuesto por el Ari y contiene alabanzas a Dios y meditaciones para
la noche del viernes durante la comida del Shabat.
El último Rosh HaShaná de la vida del Rebe tuvo lugar en Umán. Durante el Iom
Tov, que cayó en Shabat, el Rebe se debilitó notablemente y el primer día de Rosh
HaShaná comenzó a toser grandes cantidades de sangre. El Rebe se asustaba cada vez que
tosía sangre, especialmente ahora que su condición había empeorado y se había vuelto muy
débil.

Era costumbre del Rebe dar una lección de Torá el primer día de Rosh HaShaná,
antes del atardecer. Todos se habían reunido en la gran habitación dispuesta para el
discurso del Rebe. Estaba muy concurrida, con todos de pie, esperando la entrada del Rebe.
Pero se fue haciendo tarde y la multitud esperaba ansiosa al Rebe. Aún no había salido;
estaba muy débil, tanto que casi falleció en ese momento.

Yo estaba allí con los demás, esperando a que el Rebe saliera, cuando alguien vino a
llamarme para que fuera a la habitación del Rebe. Yo entré y el Rebe me preguntó qué
debía hacer. Estaba sentado y cerca de su cama había una vasija de cobre casi llena de
sangre. Me preguntó qué debía hacer con respecto a su discurso. Al comienzo le dije que no
había nada que él pudiera hacer; si era imposible, era imposible. Pero el Rebe respondió
que sería una lástima no decir Torá a la multitud reunida allí, pues se habían sacrificado
mucho para reunirse en Umán. Y él había estado anhelando todo el verano hablar en Umán
en Rosh HaShaná.

Comprendí que el Rebe ansiaba decir Torá pese a su falta de fuerza. Le dije, “Cuando
llegaste de Lemberg ese Rosh HaShaná (5569) estabas muy débil y de ninguna manera
habrías podido decir Torá sin la ayuda Divina. ¡Dios estuvo contigo y nos enseñaste
entonces mucha Torá!”. Continué hablando en esa tónica hasta que el Rebe respondió, “Si
es así, haré el sacrificio”, como diciendo, “De acuerdo a tus palabras, estoy dispuesto.
Hablaré, aunque ello signifique que deba entregar mi vida”. En verdad, requería un gran
sacrificio y dedicación por parte del Rebe el hablar entonces, estando tan débil.

Sin embargo el Rebe me ordenó mover de lugar la silla que habían preparado para
que él diera la lección y la colocase cerca de la puerta. Si llegaba a sentirse peligrosamente
débil mientras hablaba, podría ser sacado de allí rápidamente.

Le dije al Rebe que la habitación estaba tan llena de gente que sería difícil mover la
silla desde donde estaba. Me respondió que si no colocaba la silla al lado de la puerta, él no
saldría a hablar. Inmediatamente entré en la habitación e insistí en que la multitud hiciera
lugar para que pudiéramos llevar la silla adonde el Rebe la quería.

Cuando le dijimos al Rebe que la silla estaba dispuesta, él entró y nosotros nos
quedamos de pie a su alrededor. La habitación estaba terriblemente abarrotada, unos
encima de los otros y muy ruidosa. Era casi imposible de soportar. Algunos tuvieron que
salir ante el peligro de desmayarse. Pero la mayor parte de nosotros nos quedamos y
toleramos el apretujamiento.

El Rebe, en su terrible debilidad, se sentó en la silla en medio de la multitud. Durante


un tiempo se quedó allí sentado, simplemente, como era su costumbre. Entonces comenzó a
hablar, pero con una voz más baja y suave que lo usual. El haber podido terminar un
discurso tan largo cuando estaba tan enfermo no puede ser algo natural. Pero la Fuente de
toda Misericordia se apiadó de él y de todo el pueblo judío por generaciones por venir y
permitió que el Rebe pudiera decir milagrosamente todo lo que quería decir. Todo excepto
la última parte, donde explica cómo su conclusión está aludida en el versículo de apertura.
Sólo después de Iom Kipur terminó la lección para mí. Ese discurso de Rosh HaShaná
puede encontrarse en el Likutey Moharán II, 8, “Tikú - Amonestación”.

Al concluir, el Rebe nos pidió que cantásemos una melodía, tal cual era su costumbre
y entonces dejó la habitación. Toda esa noche, la segunda noche de Rosh HaShaná, estuvo
tremendamente enfermo. Llamamos a un médico, pero éste no pudo venir y el Rebe dijo
que ésa era una señal de favor. “Todo aquel que valore su vida no dejará que entre un
médico a verlo”.59 Dijo que incluso aunque pudiera suceder que él mismo ordenara traer un
médico, no deberíamos permitir que éste se acercase a él.

Yo no estaba allí cuando el Rebe lo dijo, pero sin embargo no hubiera aceptado bajo
ninguna circunstancia llamar a un médico para el Rebe. La gente estaba en desacuerdo
conmigo en este tema y en erev Sukot llevaron a un médico para el Rebe, contra mi
voluntad. Es muy probable que el médico haya acelerado la muerte del Rebe.

El segundo día de Rosh HaShaná el Rebe no vino a daven (orar) con todos, como era
su costumbre. Había orado con nosotros en el primer día de Rosh HaShaná y también
comió con nosotros en una habitación que había sido dispuesta para ese propósito. Pero en
el segundo día de Rosh HaShaná ni siquiera oró con nosotros, sino que lo hizo en su
habitación. Ciertamente no comió con nosotros. El Rebe estaba indescriptiblemente débil
para ese entonces, pero aun así habló con el grupo y con cada individuo de acuerdo a sus
necesidades. Cuando la gente se fue despidiendo de él después de Rosh HaShaná, el Rebe
habló con cada uno durante un tiempo, como solía hacer. Actuaba como solía hacerlo al
punto en que ni siquiera se nos ocurrió que la muerte del Rebe era inminente. De haberlo
pensado de seguro que no se habrían ido. Incluso sus hijas y sus yernos volvieron a sus
hogares después de Rosh HaShaná; tampoco entraba en sus mentes el que el Rebe estuviese
muriendo.

De haber sido más observadores, habríamos visto la verdad, que él estaba por fallecer
y que cada minuto que vivió era un milagro. El Rebe mismo llamó nuestra atención muchas
veces sobre el hecho de la inminencia de su muerte, pero debido a nuestros muchos pecados
no le prestamos atención a lo que él estaba diciendo. Nos parecía que Dios no podía
llevarse del mundo a un individuo así, a una verdadera luminaria. Perdimos algo debido a
esa falta de percepción. Perdimos todas las enseñanzas que podríamos haber oído del Rebe.
Agradecemos el que Dios tuviese piedad de nosotros y nos permitiese oír todo lo que
pudimos oír del Rebe. Eso en sí mismo es en verdad suficiente para sustentar a este mundo
durante todas las generaciones por venir.

59
En cuanto a la polémica del Rebe Najmán con los médicos, ver Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov
#50.
*

Fue bastante difícil transcribir la lección que el Rebe había dado en Rosh HaShaná.
Su voz era casi inaudible y había muchísimo ruido y confusión entre la multitud. El Rebe
nunca había dado en su vida una lección en tales condiciones. Sin embargo, parece que
Dios me dio una capacidad extra para escuchar bien. Repasé la lección con los amigos que
recordaban algo de ella, especialmente con Reb D. que tenía una mente muy rápida.60 Entre
nosotros ordenamos los contenidos de la lección y yo escribí lo que pude recordar.

Después de Rosh HaShaná le llevé al Rebe el borrador de lo que había escrito. Él lo


corrigió, insertando lo que habíamos dejado fuera y haciédome recordar puntos que
habíamos olvidado por completo. Para Iom Kipur terminé de trabajar sobre la lección
corregida. Quería mostrársela al Rebe antes de la festividad pero las cosas no resultaron
como las había planeado. También tenía un profundo anhelo de tratar con el Rebe
cuestiones personales, pero tenía vergüenza de molestarlo debido a su debilidad, aparte de
otros obstáculos que me lo impedían.

En erev Iom Kipur fuimos a ver al Rebe quien nos dio a cada uno de nosotros una
bendición, como solía hacerlo. Parecía temblar con reverencia y todos los que estuvieron
delante de él para ser bendecidos se sintieron invadidos de temor y también de timidez. Es
difícil describir el rostro santo y brillante del Rebe en ese erev Iom Kipur cuando fuimos a
verlo para recibir la bendición. ¡Cuán afortunados fuimos de recibir esa bendición, pues fue
la última bendición que recibimos de él antes de su muerte!

Al igual que en el segundo día de Rosh HaShaná, el Rebe no oró con nosotros en Iom
Kipur, como solía hacerlo. En su lugar lo hizo en su habitación. Cuando nos estábamos
preparando para la plegaria de cierre, Neilá, nos dimos cuenta que no sabíamos quién debía
guiar la oración. Optamos por buscar el consejo del Rebe y decidí ir yo mismo a
preguntarle, ansioso del privilegio de verlo en una hora de tal reverencia. Reb Naftalí dijo
que también él quería ir a preguntarle al Rebe, por el mismo motivo, de modo que ambos
entramos trepidantes en la habitación del Rebe.

Cada vez que íbamos a ver al Rebe nos era difícil entrar a su habitación, temerosos y
avergonzados de acercarnos al Rebe. Este sentimiento era especialmente agudo en ese Iom
Kipur justo antes de Neilá, poco antes del fallecimiento del Rebe.

Cuando entramos a la habitación del Rebe, nos quedamos en la puerta perplejos y


anonadados. El Rebe nos preguntó para qué habíamos ido y nosotros le respondimos
respetuosamente, “¿Quién daven Neilá?”. Él respondió agitando la mano, como diciendo,
“Vayan, vayan, ahora no tengo nada que ver con esas cosas. Hagan lo que quieran”.

60
Hay varias opiniones sobre quién era “Reb D.”. Algunos dicen que era Reb Dov Jaiales, uno de los primeros seguidores
del Rebe Najmán a través del cual se reveló el Sefer HaMidot. Otros dicen que era Hirsh Ber (ber es dov en idish).
Aunque era un maskil, era muy inteligente y podía comprender la lección del Rebe. Dado que era un hombre muy
poderoso en Umán, la gente le dejó lugar durante el discurso del Rebe (ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 21).
Al terminar Iom Kipur fuimos todos a ver al Rebe. Estaba muy débil y no sonreía. El
día después de Iom Kipur, un martes por la mañana, todos los jasidim que estaban en Umán
fueron a verlo. Esta vez el Rebe estaba contento y le habló al grupo con un rostro alegre.
Yo aún no había orado. Cuando terminé la plegaria de la mañana fui a ver al Rebe quien
todavía estaba hablando de modo agradable con la gente que lo rodeaba. Los hombres de
Teplik estaban de pie delante de él y el Rebe los alentó y habló con mucho amor y alegría
con todos nosotros.

Abandoné la habitación en donde el Rebe estaba sentado y caminé hacia la habitación


adyacente, donde encontré al hermano del Rebe, Reb Ijiel y a otros jasidim. Yo estaba
ansioso, esperando otra oportunidad para mostrarle al Rebe el borrador que había
transcripto de la lección que dio en Rosh HaShaná, pero no tuve la fuerza para acercarme al
Rebe y molestarlo por ello. Le pedí a Reb Ijiel que me diese fuerzas para superar mi
vergüenza y entrar a ver al Rebe. Habló conmigo de manera alentadora hasta que superé mi
timidez y fui a verlo.

El Rebe estaba sentado en una silla en medio de la habitación. Ordenó que cerraran la
puerta y yo me quedé allí, solo, de pie, delante de él. Le mostré los manuscritos y el Rebe
los miró con mucha atención. Corrigió mis errores y completó los puntos que yo había
dejado fuera. Había algunos conceptos que yo no recordaba en absoluto, tal como la
conexión entre Rosh HaShaná y los pulmones. El Rebe pasó revista conmigo a todo y lo
ordenó en la secuencia apropiada. Su trato conmigo era amoroso, alegre e íntimo.

Cuando terminó de repasar toda la lección conmigo dijo, “Ahora, en cuanto al


versículo de apertura mismo”, pues aún no había explicado el versículo “Tikú”, en relación
a los temas de la lección. Había comenzado con ese versículo como fundamento de toda la
lección pero no había llegado a la explicación del versículo mismo. Ahora, después de Iom
Kipur, tuve el privilegio de que el Rebe, por su propia iniciativa, me explicara a mí
personalmente ese versículo y de hecho procedió a comunicarme unas increíbles ideas de
Torá con una amplia explicación del versículo a la luz de toda la lección. Ésa fue la
conclusión de toda la Torá que el Rebe había enseñado en su vida, la última vez en su vida
que dijo Torá.

Cómo puedo agradecerle a Dios lo suficiente por haberme otorgado el privilegio de


oír las ideas de Torá del Rebe en ese momento y sentirme tan cerca suyo, con él
hablándome en términos tan íntimos. Habló mucho conmigo sobre la manera en que sus
lecciones están construidas, cómo se arman en un cierto orden y cómo sus partes están
interconectadas. Me dio un ejemplo, el versículo “Y vio que su lugar de descanso era
bueno” (Génesis 49:15), que está incluido en esa lección de Rosh HaShaná. El Rebe
explicó que “lugar de descanso” hace referencia en verdad a la profecía e ilustró para mí la
manera de comprender la construcción de su Torá en relación a ello y la forma de unir los
conceptos basados en esa comprensión de la profecía. Es difícil explicarle esto a quien no
conozca bien la Torá del Rebe y su método de estudio.

Después salí de la presencia del Rebe e inmediatamente escribí todo lo que él había
dicho. El Rebe siguió sentado en esa habitación y continuó hablando con aquellos que
habían venido a verlo en un estado de ánimo alegre y gozoso.
*

Ese mismo día, después de Iom Kipur, el Rebe tuvo que salir de la casa en la cual
estaba viviendo y volver a la casa que había ocupado previamente, antes de Rosh HaShaná.
Durante ese verano en Umán, el Rebe había vivido en varias casas, primero en la casa de
Najmán Natán, desde el día cinco de Iar hasta después de Shavuot, entonces se mudó a la
casa de Reb Iosef Shmuel. Justo antes del Shabat Najamú se mudó de allí a otra casa más.
(Hay mucho para decir concerniente a estas mudanzas, pero éste no es el lugar para ello).
Entonces, antes de Rosh HaShaná, el Rebe dejó esa casa y se volvió temporariamente a la
casa de Najmán Natán hasta después de Iom Kipur, porque sentía que esa casa era el lugar
apropiado para orar en Rosh HaShaná y dar su discurso de Torá. Se quedó allí hasta la tarde
del día después de Iom Kipur. De allí, retornó a la casa en la cual había estado viviendo
antes de Rosh HaShaná y fue en esa casa donde falleció.

Cuando el Rebe volvió a esa casa, comenzamos a colocar los muebles y utensilios
para él de la forma en que él quería. Cuando quisimos colocar la cama, el Rebe no estuvo
de acuerdo con ninguna ubicación que le sugerimos, hasta que yo moví la cómoda y puse la
cama allí. El Rebe estuvo satisfecho con la ubicación para su cama y fue allí, en esa cama,
donde falleció. Más tarde comprendí por qué el Rebe fue tan meticuloso sobre dónde debía
quedar la cama. El lugar exacto en el cual el Rebe debía fallecer había sido preparado y
determinado desde tiempos antiguos, tal cual comprendimos de lo que el Rebe nos dijo el
día anterior a su fallecimiento.

Desde el momento en que el Rebe retornó a esa casa su estado de ánimo se volvió
adusto. Nuevamente le mostré al Rebe la lección que había transcripto a partir de lo que
había oído de él ese día. Le pregunté sobre las secciones de las cuales no estaba seguro y él
me respondió muy claramente, explicando bien el pasaje, pero pude ver que el Rebe estaba
muy débil y que en los días por venir su condición no mejoraría. Durante la mayor parte del
tiempo estuve ocupado volviendo a escribir su lección de Torá; el Rebe había hecho tantas
correcciones que tuve que reordenar y recopiar el texto. De modo que no pude ver mucho al
Rebe durante los días entre Iom Kipur y Sukot. El Rebe preguntaba continuamente por mí,
queriendo saber dónde me encontraba. De hecho había considerando la idea de volver a mi
hogar para Sukot, pues ninguno de nosotros quería reconocer la posibilidad de que el Rebe
falleciese pronto, aunque no podíamos negar el hecho de que estaba terriblemente débil. Sin
embargo la misericordia de Dios es ilimitada y Él planea los eventos como para impedir
que Su pueblo se aleje de Él. Tuvo piedad de mí y de los demás e hizo que me quedase en
Umán. Y así tuve el privilegio de estar con el Rebe cuando falleció.

El jueves, dos días antes de Sukot, justo antes de la plegaria de la tarde, fui a ver al
Rebe. Mi amigo Reb Naftalí y otros jasidim estaban allí con él. El Rebe estaba
terriblemente frágil y su enfermedad se estaba agravando. Reb Naftalí me dijo que ya había
ido a llamar al médico. Yo me enojé mucho al oírlo, pues sentía que no debíamos llamar a
un médico para el Rebe. Hay mucho para relatar sobre ese incidente; al final, prevalecieron
los de la otra opinión y vino el médico. Ello no ayudó en absoluto y pienso que es muy
probable que precipitara el fallecimiento del Rebe. Desde ese momento no dejamos de estar
junto al Rebe.
*

Pasé esa noche, erev Sukot, junto a la cama del Rebe y él me dictó su testamento.
Debía darle trecientos rublos a su hija Jaia y a su esposa el monto establecido en su ketubá
(contrato matrimonial). Me dio más instrucciones y dijo, “Aún tengo más para decir”.

Yo le respondí, “No es necesario que trates esto ahora. Tú mismo casarás a tu hija”.
Ni siquiera yo mismo quería reconocer el significado de lo que el Rebe estaba diciendo, la
inminencia de su muerte.

“Para el Santo, bendito sea, todo es posible”, respondió el Rebe. Tal era su manera,
no oponerse tercamente a nada de lo que alguien le decía. Agregó, “Sólo un milagro me ha
mantenido con vida estos últimos tres años”. (Fueron los tres años desde que enfermara de
tuberculosis).

“Sería apropiado decirles algo a todos ustedes, pero son gente muy pequeña”.

“Si es así”, respondí, “entonces seguramente habrá una gran compasión para nosotros
Arriba y ciertamente es necesario que continúes con vida”. (Yo no deseaba que el Rebe
dictara ninguna clase de testamento. Sólo quería que siguiera viviendo; ése era nuestro
único deseo).

En respuesta el Rebe repitió, “Para el Santo, bendito sea, todo es posible”, como
diciendo, “yo sé que estoy por morir aunque ciertamente nada es imposible para Dios”.

Todo esto ocurrió el jueves por la noche antes de Sukot. Hubo una discusión junto a
la habitación del Rebe debido a que se había vuelto tan débil y, desde el segundo día de
Rosh HaShaná, había estado tosiendo sangre en cantidades increíbles. Poco después del
amanecer fue llamado un médico, en contra de mi voluntad. El Rebe aceptó ser gobernado
por el consenso general con respecto a los médicos - al menos, eso es lo que yo comprendí
que él quería. Protesté con vehemencia oponiéndome a llamar al médico, pero nadie me
escuchó. Pero éste no es el lugar para elaborar sobre el tema.

El viernes por la mañana el Rebe nos pidió que le buscásemos una buena silla sólida
para que pudiera descansar en su debilidad. Dios nos ayudó a encontrar una silla que le
gustó y ese viernes por la mañana vimos algo maravilloso. Pese a su extrema debilidad, el
Rebe estuvo sentado en la silla durante treinta y seis horas seguidas - desde el viernes a la
mañana hasta después del Shabat, que fue el primer día de Sukot. Sin embargo, no fue en
absoluto a la suká, pues su condición era grave.

Se sentó en esa silla el viernes por la mañana, le colocaron su talet y tefilín y así,
envuelto en su talet y tefilín comenzó a perder conciencia y a toser sangre. Me pidió que lo
sujetara por la cabeza y prácticamente falleció en ese momento, pero gracias a la bondad de
Dios, recobró algo de fuerza y pudo orar.
Permaneció en la silla durante las siguientes treinta y seis horas. Todo ese viernes y el
Shabat nos quedamos con él y pudimos ver que se debilitaba progresivamente. Le dije con
el corazón quebrantado, “¡Rebe! ¡Sálvate a ti mismo!”.

“No tengo deseos de hacerlo”, respondió.

“¡Ten piedad de tus hijos y de tus seguidores!”, le dije.

El Rebe movió su mano y dijo, “Ya, ya”, como si dijera, “Ahora estoy muy lejos y no
estoy oyendo en absoluto”.

Todo ese día y la noche siguiente, es decir, el viernes por la noche y el primer día de
Sukot, el Rebe estuvo sentado en la silla. A veces apoyaba la cabeza en la mesa a su lado y
descansaba, quizás incluso durmió un poco. Nos quedamos con él todo el tiempo,
cambiando guardias de vez en cuando para permitirnos dormir algo, pues no habíamos
dejado su lado desde la noche del jueves.

El Shabat por la mañana, el primer día de Sukot, le colocamos su talet. Él se quedó en


la silla, vestido con las ropas del Shabat y recitó todas las plegarias. Después de la oración,
muchos de los habitantes del pueblo vinieron para expresarle los saludos de la festividad. Él
los recibió calurosamente, pero casi no le dijo una palabra a nadie. Se cuidaba mucho en
esos días de no hablar. El médico había advertido que no debía hablar, pues su fuerza era
muy limitada.

En motzi Shabat, el segundo día de Sukot, el Rebe nos pidió que lo ayudáramos a
recostarse en la cama, diciendo que estaba extremadamente cansado de haber estado tanto
tiempo sentado. Entonces se volvió hacia mí y dijo, con la voz algo más fuerte,
“¿Recuerdas la historia que te conté?”. Yo estaba desconcertado, pues el Rebe me había
contado muchas historias. Le pregunté al Rebe con respeto, “¿Cuál historia?”.

“La historia que te conté cuando veníamos a Umán”, respondió.

Me sobrecogió el temor pues recordaba muy bien esa historia. Era sobre el Baal
Shem Tov, quien había ido a un lugar en donde había muchas almas que tenía que
rectificar. Comprendió que no podía hacer nada a no ser que él mismo falleciera (tal cual
está registrado en otra instancia). Mientras yo estaba allí temblando, el Rebe me dijo en
idish, “Hace mucho tiempo que me están buscando con la intención de traerme aquí y
rectificar las miles, las decenas de miles, las miríadas y miríadas de almas”, prolongando la
palabra miríadas cada vez que la decía. Lo que quería decir era que aquí, en Umán, muchas
decenas de miles de almas estaban a su alrededor, esperando que las rectificara. Esto le
estaba causando un sufrimiento muy amargo. Giró su cabeza hacia la pared y extendió las
manos como diciendo, “Estoy preparado para dar mi vida y acepto todo en aras de Dios”.
Me es imposible describir la escena.
El Rebe habló numerosas veces sobre el tema de rectificar las almas y siempre nos
dejó entrever que estaba muy preocupado por ello. Por ejemplo, mencionó ese concepto en
la lección “Boaz le dijo a Ruth”, con respecto al tema del Señor del Campo (Likutey
Moharán I, 65). Comprendimos a partir de lo que el Rebe nos contó que una de las razones
más importantes de la crítica y la disputa que lo rodeaban y lo hacían sufrir era el hecho de
que estaba tan dedicado a rectificar las almas. Todo su propósito al mudarse a Umán y
fallecer allí era ser capaz de lograr algo en ése área, como se explica en otro lugar.

El jueves, el cuarto día de Sukot, fue el último día de la vida del Rebe. La noche
anterior, después de la medianoche, Reb Naftalí y Reb Shimón se quedaron junto al Rebe.
Reb Naftalí, de hecho, no oyó al Rebe hablar sobre la rectificación de las almas pues se
había quedado dormido. Más tarde esa noche yo también dormí un poco, mientras que él y
Reb Shimón se quedaron con el Rebe. Mientras yo estaba durmiendo, el Rebe volvió a
hablar sobre las almas que quería rectificar, mencionando repetidas veces cuánto había para
hacer (aquí en Umán). Él dijo, “¡Cuántos juicios fueron pronunciados aquí! ¡Cuántos
fueron martirizados aquí!”.

Reb Naftalí le preguntó al Rebe, “¿No dijiste en esa lección sobre Boaz, que la
rectificación de las almas puede ser efectuada por un Tzadik especialmente grande mientras
aún está con vida?”.

El Rebe respondió, “Yo les enseñé sólo un aspecto de este tema. El Tzadik debe
partir de este mundo para lograrlo”.

Y entonces el Rebe recordó algo y tomó la llave de la cómoda. Se la dio a Reb Naftalí
y a Reb Shimón ordenándoles que tan pronto como él falleciera, mientras aún estuviese
yaciendo en el suelo antes de ser enterrado, ellos debían tomar todos sus escritos de dentro
de la cómoda y quemarlos. Les advirtió que hicieran exactamente lo que les decía. Ellos
tomaron la llave del Rebe y se quedaron allí de pie en estupor, temblando y abrumados de
tristeza por esa orden, comentando entre ellos en un susurro el hecho de que el Rebe ya
estaba haciendo preparativos para su muerte.

El Rebe los oyó y dijo, “¿Por qué están susurrando entre ustedes sobre mi muerte?
Pueden hablar de ello en voz alta en mi presencia, pues no temo en absoluto a la muerte”.
Entonces agregó, “Quizás estén hablando sobre ustedes mismos. ¿Por qué se preocupan
tanto siendo que yo estoy yendo delante de ustedes? ¡Si las almas de aquellos que nunca me
conocieron están esperándome para que lleve a cabo su rectificación, ciertamente ustedes
no deben preocuparse con respecto a mi tarea para rectificar sus almas! Pues se requiere de
un cierto esfuerzo para aquellos que han fallecido, pero ustedes, ¿de qué se preocupan si yo
estoy yendo antes que ustedes? No deben temer en absoluto”. El Rebe continuó hablando
de esa manera, sobre las almas y su muerte.

Todo ello sucedió esa noche mientras yo dormía. Me desperté cerca de una hora
después de la medianoche y fui a ver al Rebe, uniéndome a Reb Naftalí y a Reb Shimón. El
Rebe estaba sentado en una silla. Desde el final del Shabat anterior, cuando había estado
sentado en la silla durante treinta y seis horas, el Rebe había alternado entre sentarse y
acostarse. Solía pedirnos que lo ayudáramos a ir a la silla en la cual se sentaba durante un
tiempo, luego hacia la cama donde yacía un tiempo también. Así lo hizo hasta el final.
Cuando oí al Rebe recordar la historia sobre el Baal Shem Tov, él estaba recostado en la
cama. La conversación con Reb Shimón y Reb Naftalí tuvo lugar mientras el Rebe estaba
sentado en la silla.

Como dije, cuando entré esa noche, el Rebe aún estaba sentado en la silla y Reb
Naftalí y Reb Shimón todavía estaban allí. Reb Naftalí me comentó en voz baja lo que
había sucedido durante las horas en que él había estado con el Rebe. Me contó cómo el
Rebe les había dado la llave y les había ordenado quemar sus escritos. Yo permanecí allí,
asustado y conmovido. Sin embargo, me fortalecí diciéndome que de seguro ello era
simplemente parte de la preparación del Rebe para la muerte. Sin embargo, con seguridad
Dios no nos quitaría al Rebe ahora. No podíamos imaginar que Dios pudiera retirar del
mundo una luminaria tan grande antes de que todos hubieran podido beneficiarse de su luz.

Fue debido a tales pensamientos que perdimos todo lo que perdimos. De haber
aceptado que el Rebe estaba por fallecer cuando él nos lo dijo tantas veces, tanto explícita
como indirectamente, podríamos haber oído del Rebe muchas más cosas maravillosas. El
Rebe quería que nosotros le proporcionáramos un “despertar desde abajo”61 para que él
pudiera tratar temas de Torá. Sin embargo estábamos obnubilados, completamente
absorbidos en nuestras esperanzas de que el Rebe pronto recuperaría la salud. No
queríamos siquiera pensar en preguntarle sobre sus instrucciones con respecto a su muerte,
de modo que no lo urgimos a hablar. Y el Rebe no hablaba por su propia iniciativa sin un
estímulo desde abajo.

Como mencioné, yo estaba de pie delante del Rebe junto a Reb Naftalí y Reb
Shimón. El Rebe estaba sentado en la silla mirándonos, sin decir nada. Yo le susurré a Reb
Naftalí, “Vé y descansa un poco. Aún no has dormido nada”.

Reb Naftalí no quería abandonar la habitación. Tenía el corazón quebrantado de haber


oído al Rebe tratar de manera tan seria su muerte inminente. En su amor por el Rebe y en su
deseo de estar simplemente en su presencia y ver su brillante y santo rostro, quería
permanecer allí. Sin embargo, Reb Naftalí casi no podía mantenerse despierto y fue a
recostarse. Reb Shimón se recostó para dormir en el suelo, en la habitación del Rebe. El
sirviente del Rebe y su esposa también estaban durmiendo. Sólo estaba yo para atender al
Rebe.

Esa noche, la última de la vida del Rebe, me quedé con él durante varias horas, desde
después de la medianoche hasta el amanecer. Sin embargo no tuve el mérito de oír ninguna
Torá del Rebe, en absoluto, pues yo no podía aceptar el hecho de que el Rebe estaba
muriendo; no quería preguntarle qué debíamos hacer después de su muerte. En

61
Ésta es una importante enseñanza kabalística, que indica que existe un “despertar desde Arriba” y un “despertar desde
abajo”. El “despertar desde Arriba” significa que Dios ha iniciado el flujo de abundancia. “Un despertar desde abajo”,
significa que el hombre, gracias a sus buenas acciones, inicia el flujo de abundancia desde abajo. De acuerdo a la Kábala,
es preferible el flujo de abundancia iniciado desde abajo. La misma idea se encuentra en las relaciones entre las personas y
es a esto que el rabí Natán hace referencia al decir que “el Rebe quería que sus seguidores iniciaran la conversación para
que él pudiera dar ‘abundancia’, es decir, dar lecciones de Torá”.
retrospectiva, me doy cuenta de que el Rebe estaba ansioso de que le preguntáramos y lo
urgiéramos a arreglar las cosas para nosotros. De haberlo hecho, él hubiera hablado con
nosotros y nos habría dicho lo que debíamos hacer. Pero debido a nuestros muchos
pecados, en nuestro gran anhelo de que el Rebe viviera, no podíamos siquiera pensar sobre
su alejamiento de nosotros, de modo que no lo urgimos a hablar en absoluto.

Esa noche me quedé solo con el Rebe. El Rebe me miró con sus maravillosos ojos
durante todas esas horas y en la medida que concentraba su mirada en mí sentía que me
estaba comunicando algo. ¡Cuánta fortaleza y aliento puedo tomar hoy a partir del recuerdo
de esa mirada! Cuando me encuentro en una situación difícil, como individuo o como parte
de un grupo y Dios me salva en Sus maravillosos caminos, recuerdo cómo los ojos del
Rebe me hablaban, por así decirlo, “Piensa en los tesoros ocultos con los cuales te quedas.
Considera lo que será de ti. Muchos se levantarán contra ti y te desafiarán. ¿Qué podrá
hacer una persona débil como tú?”. Hubo muchos otros mensajes para mí en esa mirada,
más de lo que puedo comprender. Todo eso me fue aludido al mirarme con total
concentración durante esa noche. Cada vez que sus ojos se posaban en mí, permanecían
fijos en mi rostro durante mucho tiempo.

Más tarde el Rebe me pidió que lo ayudase a ir de la silla a la cama, lo que hice.
Apoyó casi todo su peso en mí y sus pies casi no tocaban el suelo, hasta que lo lleve a su
cama, no lejos de la silla. Lo levanté y lo coloqué en el lecho. “Despacio, despacio”, me
dijo el Rebe y yo lo deposité suavemente sobre la cama. Estaba sorprendido de que el Rebe
encontrara necesario advertirme sobre cómo moverlo con cuidado. Él explicó, “Ahora soy
pesado. Por ello te digo ‘despacio’” (pues la persona que está cerca de la muerte se vuelve
más pesada en la medida que la vida abandona su cuerpo). El Rebe estaba tratando de
insinuar que su muerte estaba cerca, pero yo no quería oír eso.

Una vez en la cama el Rebe yació allí y me miró durante un tiempo muy largo. Tuve
el privilegio de atender al Rebe yo mismo en esas horas y darle la asistencia cada vez que la
necesitaba. Le dije al Rebe, “Toma algo para entonarte”.

“¿Qué me darías?”, preguntó.

“Un poco de té”, le respondí.

“Con una yema de huevo”, sugirió, pues a veces le daban té con yema de huevo para
aliviar la tos.

Prepare el té con huevo y azúcar y se lo dí. El Rebe me pidió entonces que le llevase
un poco de agua. Se lavó las manos, tomó el té de mis manos y dijo que aún estaba
demasiado caliente para él. El Rebe se cuidaba mucho de no tomar bebidas muy calientes
para no estimular la hemorragia que en general acompañaba a la tos. Varios días antes de
fallecer había dejado de toser sangre.
Tome el té y lo pasé de taza en taza para enfriarlo. Se lo di al Rebe, pero dijo que aún
seguía muy caliente. Lo volví a tomar y repetí el proceso cuatro veces hasta que el Rebe
estuvo satisfecho. Entonces tomó el té en sus manos, recitó la bendición sobre él y lo bebió.

Me quedé con el Rebe hasta el amanecer, feliz de haber tenido el privilegio de poder
servirlo. No siempre tuve tal oportunidad, pues el Rebe prefería que su sirviente lo ayudase.
Ahora disfruté de esa rara oportunidad durante varias horas y me puso muy contento, pues
sabía que el Rebe realmente necesitaba ayuda en ese momento.

No sabía que en ese día Dios se llevaría al Rebe de nosotros. Por el contrario, me
parecía como que el Rebe aún seguiría viviendo.

Al comenzar el día la gente comenzó a ponerse en movimiento y el sirviente del Rebe


y sus otros ayudantes volvieron a sus puestos. Yo fui a la mikve para prepararme para las
plegarias de la mañana.

Era un jueves, el cuarto día de Sukot. Al volver de la mikve encontré al Rebe sentado
en la cama. Estaba envuelto en su talet y orando. Entonces, aún envuelto en su talet,
sentado en la cama tomó el etrog y el lulav con el Sidur del Ari apoyado en sus rodillas.
Concluyó el Halel sosteniendo las cuatro especies y dijo entonces las Hoshanot, elevando
la voz para que todos en la casa pudieran oírlo. Afortunados aquellos que lo vieron
entonces y que oyeron su voz al sostener las cuatro especies y recitar el Halel y las
Hoshanot en el último día de su santa vida.

Terminamos de orar con un minian en la habitación contigua, que había sido


designada para la plegaria pública. Después de la oración, tuve que pasar por la habitación
del Rebe para hacer algo que necesitaba. Al pasar el Rebe me miró y mi espíritu
súbitamente decayó; se me ocurrió que el Rebe estaba por morir.

Fui a hablar con su hermano, Reb Ijiel. “Necesito que me ayudes y me des ánimo”, le
dije. Él me alentó y me dijo que debía ser fuerte; después de escucharlo, me forcé a no
pensar en que el Rebe iba a fallecer. Nos habíamos prohibido incluso tener tales
pensamientos.

Dejé al Rebe y fui a la habitación de la casa en donde estaba parando. Mi anfitrión no


estaba en ese momento y esperé un largo tiempo a que volviese. Me recosté a descansar un
poco antes de comer, pues estaba muy cansado, pero no pude dormir, de modo que me puse
a trabajar corrigiendo algunas de las lecciones de Torá que había transcripto. Finalmente
retornó mi anfitrión y comí con él. Quería recostarme y descansar pues había estado
despierto la mitad de la noche. Sin embargo me preocupaba mucho el Rebe y necesitaba
saber cómo se sentía.

“Sin embargo”, me dije, “no es posible continuar sin dormir. Si no duermo ahora
tendré que dormir más tarde. ¿Quién sabe lo que sucederá entonces?”.

Quería dormirme inmediatamente pero, sean cuales fueren los pensamientos del
hombre, son los planes de Dios los que se llevan a cabo (Proverbios 19:21). Dios se apiadó
de mí. Me llevó a concluir que de hecho era imposible continuar sin dormir pero que podía
hacerlo en la casa del Rebe. ¿Quién sabe lo que estaba sucediendo allí? Y eso es lo que
hice.

Fui a la casa del Rebe y entré a su habitación para encontrarme con una gran
conmoción. El Rebe estaba sentado en la silla pero la vida se le estaba escapando y ya no
tenía fuerzas siquiera para mantenerse sentado. La gente estaba de pie a su alrededor,
tratando de reanimarlo con sales perfumadas. Junto al Rebe estaba un cierto hombre de
Terhovitza, uno de los jasidim del Rebe que la Providencia había llevado a Umán. Él asistía
al Rebe más que ningún otro hombre en la habitación (se cuenta de que el Rebe le había
prometido cierta vez que así sería). Cuando entré y vi la escena me alarmé sobremanera.
Les dije a los hombres que transfirieran al Rebe a la cama inmediatamente y lo acostasen
allí. Sin embargo, el Rebe movió sus manos, indicando que no quería eso. Pocos minutos
después se hizo obvio que le quedaba muy poca vida y que era imposible que se mantuviese
en la silla. Nuevamente ordené que fuera llevado a la cama y esta vez el Rebe no hizo nada
para demostrar su asentimiento o desaprobación.

El jasid de Terhovitza llevó al Rebe hasta su cama y mientras lo depositaba allí yo


tomé la mano del Rebe en la mía y la besé calurosamente. El Rebe yacía en la cama vestido
con una fina vestimenta de seda y le ordenó a Reb Shimón que le cerrase los puños de las
mangas con las presillas y así lo hizo. También indicó que no quería que la camisa saliese
para afuera. Entonces pidió que limpiasen de su barba las manchas de sangre que había
tosido. Lo limpiaron bien y el Rebe se recostó en la cama, muy relajado. Tomó una
pequeña bola de cera y la hizo rodar entre sus dedos, enfrascado en un profundo
pensamiento, como suelen hacer las grandes personas cuando contemplan temas
importantes.

Durante sus últimos años el Rebe solía hacer eso ocasionalmente. Incluso en ese
último día, durante su última hora, el Rebe estaba lúcido y ocupado en profundos
pensamientos. Sus manos jugaban ligeramente con la cera, moviéndola libremente con una
asombrosa claridad mental como nunca se ha visto.

Le dieron al Rebe algo de sopa para tomar. Se lavó las manos, recitó una bendición y
comió. Poco después le dieron un poco más de sopa pero ya no tuvo fuerzas para comer.
Estuvo en ese estado desde el momento en que se acostó hasta que expiró, cerca de tres
horas.

Mientras el Rebe yacía en cama, la ciudad se conmocionó con la noticia de que había
estallado un incendio cerca. Se había levantado un fuerte viento que destruyó la suká del
Rebe y estaba avivando el fuego. La mayor parte de los hombres salieron a ayudar a apagar
el fuego. Yo no sabía qué hacer. Había decidido que, pasara lo que pasara, no dejaría al
Rebe. Pero me sentía compelido a salir por un momento para ver el incendio y enterarme de
lo que estaba sucediendo. No pensaba que el Rebe moriría en esos pocos instantes.

Mientras corría hacia el incendio, Dios tuvo misericordia de Su pueblo y de manera


milagrosa el fuego se apagó pese al fuerte viento. La gente me vio corriendo y me informó
que, gracias a Dios, el fuego se había apagado. Retorné junto al Rebe y me quedé al lado de
su cama.

La casa estaba llena de gente que había llegado a presentarle sus respetos al Rebe.
Cuando vieron que su vida estaba llegando al final recitaron las plegarias para los Tzadikim
del Maavor Iabok.62 Pensé que el Rebe había fallecido en ese momento y comencé a llorar
y a lamentarme, “Rebe, Rebe, ¿adónde te has ido?”. Nuestros clamores despertaron al Rebe
quien volvió la cabeza hacia nosotros como diciendo, “No los estoy dejando, el Cielo no lo
permita”.

No tardó mucho más. Falleció y fue reunido con su pueblo en santidad y pureza.
Estuvo lúcido hasta el último momento, sin confusión alguna ni extraña contorsión del
cuerpo. Falleció con una calma asombrosa y tremenda. Todos los presentes, la mayoría de
ellos miembros de la jevra kadisha (sociedad fúnebre) y otros que solían atender a los
agonizantes dijeron que habían visto a varios fallecer en pureza y con una mente clara pero
nunca habían sido testigos de una muerte como ésa.

He tratado de describir los eventos en un nivel en el cual nosotros los comprendemos,


pero en verdad no podemos hablar realmente sobre el fallecimiento del Rebe pues nadie
puede entender plenamente lo que sucedió. Aquel que comprenda un poco la grandeza del
Rebe a partir de sus escritos y de sus conversaciones y cuentos entenderá que es imposible
describir el fallecimiento de una personalidad tan maravillosa y única. Nunca ha habido ni
habrá un hombre así, como el Rebe mismo afirmó explícitamente, tal cual está escrito en
otra instancia (Tzadik #246-247). ¿Qué puedo decir? ¿Cómo puedo agradecerle a Dios
haberme dado el privilegio de estar presente cuando partió el alma santa del Rebe? Si sólo
hubiera nacido en este mundo para esa experiencia, mi vida habría estado completa.

Tan pronto como nos dimos cuenta de que el Rebe había fallecido, comenzamos a
llorar y a gemir amargamente. Recitamos en voz alta la plegaria Ana BeKoaj entre muchos
sollozos. Fue inusual el hecho de que no hubiera ninguna mujer en la casa desde ese
momento hasta que fue sacado para ser inhumado. Las hijas del Rebe no estaban en ese
momento en Umán y su esposa del segundo matrimonio no se sentía lo suficientemente
asentada como para estar en la misma habitación donde yacía el cuerpo del Rebe. El Rebe
se había casado con ella tarde en su vida y nunca habían estado cerca. Ella se quedó en su
habitación, lamentándose. Esto no era común - que un hombre falleciera y no hubiese mujer
que llorara por él.

Inmediatamente después del fallecimiento del Rebe, mientras aún le retiraban las
vestimentas, Reb Shimón corrió con la llave que el Rebe le había dado. Abrió la cómoda y
tomó todos los manuscritos del Rebe, los escritos que él no nos había dado cuando estaba
en vida. Entre ellos había varios libros y tratados. Reb Shimón los llevó a la habitación

62
Maavor Iabok, por el rabí Aarón Berejia (ben Moshé) de Medina, contiene las leyes y costumbres relacionadas con la
visita a los enfermos y los preparativos fúnebres.
contigua para arrojarlos en la estufa y quemarlos de acuerdo a las instrucciones del Rebe.
Con mi corazón llorando amargamente, fui con él para poder al menos tener el privilegio de
respirar el humo de la santa Torá del Rebe, que nuestra generación no tuvo el mérito de
disfrutar. ¡Qué pérdida tan grande!

Después de que Reb Shimón arrojó los papeles al fuego volví a la habitación del
Rebe y encontré que su cuerpo ya estaba colocado en el piso. Su rostro estaba descubierto y
parecía sonreir ligeramente. Ésa era la misma expresión que tenía cuando caminaba ida y
vuelta en su casa, inmerso en sus pensamientos. Era una expresión llena de encanto. Tal era
la belleza de su rostro al estar allí, yaciendo en el piso. No es posible describirla, realmente,
excepto para alguien que pudo ver el rostro del Rebe cuando aún estaba vivo, en esos
momentos en que caminaba ida y vuelta por su habitación.

El Rebe falleció en paz el martes a la tarde, el cuarto día de Sukot, 18 Tishrei 5571
(16 de octubre de 1810). Yo no quería acelerar el entierro, no sólo porque separarme del
Rebe era algo muy duro para mí sino también debido a la halajá en el Shuljan Aruj - que
aquel que se apura a enterrar a sus padres o maestros no es digno de alabanza (Iore Dea
324:18, 357:2). Los preparativos llevaron hasta cerca de la caída de la noche y todos
estuvieron de acuerdo en que no sería respetuoso inhumar a una persona tan grande durante
la noche. Por lo tanto el funeral fue pospuesto hasta la mañana siguiente, el miércoles.

A la mañana siguiente se les dijo a todos que se sumergieran en la mikve y después


del servicio de la mañana prepararon al Rebe para el entierro. Su cuerpo estaba limpio y
puro y no emitía ningún olor desagradable: por el contrario, Dios hizo que exudara una
agradable fragancia. Los miembros de la sociedad fúnebre me preguntaron cómo debía ser
llevado a cabo cada paso, prometiendo hacer exactamente lo que nosotros les dijéramos. Yo
les dije que debían seguir el mismo procedimiento como con cualquier persona judía, pues
sabía que eso era lo que el Rebe habría querido. Me preguntaron si los jasidim del Rebe
querían llevar a cabo personalmente los preparativos. Yo les respondí que era mejor que
aquellos que normalmente hacían esas tareas las hicieran también ahora, porque sabía en mi
corazón que ninguna persona era suficientemente grande como para atender al Rebe. Pero
en el lugar de su grandeza, puede encontrarse su humildad. El deseo del Rebe era que cada
hombre llevara a cabo el trabajo adecuado para él. La tarea de enterrar al Rebe
correctamente le pertenecía a la jevra kadisha. Seguramente su atención al Rebe será un
mérito eterno para ellos.

Antes de los preparativos finales para el funeral, busqué una oportunidad para estar
con el Rebe. Oré sólo la primera parte de las plegarias, posponiendo el Halel y las
bendiciones sobre las cuatro especies. Me apuré a ir a la habitación del Rebe, me senté
junto a él en el suelo y dije todas las cosas que había anhelado decirle mientras estaba con
vida. Nunca le había hablado al Rebe de esas cosas y decidí que ahora era el momento de
hacerlo.

Allí lloré una y otra vez. Llegaron otros a la habitación y también lloraron. Pero yo
era el único que estaba sentado en el suelo, junto al Rebe. Sabía que, de todos mis amigos,
yo era el más afectado por su fallecimiento - “mis ojos conmueven mi alma más que a todas
las hijas de mi ciudad” (cf. Lamentaciones 3:51). El Rebe mismo había dicho una vez que
yo estaba más cerca de él que ningún otro, como está escrito en otra instancia (Tzadik,
Introducción).

Comenzaron los preparativos para el entierro. No vi cuando realizaron el lavado ritual


del cuerpo del Rebe, pues no es apropiado que un hombre mire a su maestro cuando es
bañado.

Mientras vestían al Rebe, me quedé allí cerca. Cuán majestuoso se veía vestido con el
talet y ropas especiales. ¡Afortunado el ojo que lo vio! Su cuerpo fue colocado entonces
sobre una tabla y envuelto en su manto de plegaria. Parecía reverente, dispuesto a ascender
adonde estaba destinado a ir.

Afortunado el cuerpo que no participó de los placeres de este mundo. Afortunados los
ojos que no contemplaron este mundo; para ellos el mundo entero no era más que un abrir y
cerrar de ojos. Afortunados fueron los oídos que no buscaron oír los sonidos de este mundo,
al igual que los otros miembros y sentidos. Esas virtudes pueden comprenderse a partir del
cuento del Rebe sobre los Siete Mendigos. Lee esa historia cuidadosamente y trata de
comprender. Ningún otro hombre alabó al Tzadik de manera tan elevada. Si estudias ese
cuento cuidadosamente buscando la verdad, comprenderás un poco de la santidad del Rebe,
que sobrepasaba todas las otras santidades. El hecho de que el Rebe supiera cómo alabar de
esa manera indica que él mismo alcanzó las alturas que él ensalzaba. ¡Cuán afortunado fue!

Mientras llevaban al Rebe fuera de la casa, tomé una esquina de su ropa. Sentí la
grandeza de Dios de una manera tan fuerte que es imposible explicarlo, ni siquiera a mí
mismo.63

El Rebe fue colocado en un ataúd hecho, a mi sugerencia, con la madera de la silla de


respaldo alto en la cual se sentó al dar su lección ese Rosh HaShaná en Umán. Di órdenes
de desmantelarla y de utilizarla para el ataúd.

Miles de judíos escoltaron al Rebe hacia su lugar de descanso final. La multitud era
tan densa que parecía que aquellos que llevaban el ataúd flotaban en el aire. Yo también
ayudé a llevarlo durante un tramo.

En la tarde del quinto día de Sukot (17 de octubre) el Rebe fue enterrado en Umán, la
ciudad en la cual había elegido ser inhumado mientras aún estaba con vida. Muchos habían
oído al Rebe decir numerosas veces que quería ser enterrado en Umán debido a los muchos
mártires judíos enterrados allí (como está registrado en otra parte). Ése fue el motivo
principal por el cual se mudó a Umán medio año antes de su muerte. La Providencia se
encargó de que se llevara a cabo la voluntad del Rebe. Que descanse en paz en ese lugar
preparado para él durante los seis días de la Creación para que pueda purificar para siempre
las almas de toda persona que ore en su tumba y recite los Diez Salmos. El Rebe prometió

63
Ver Likutey Moharán I, 66. El Rebe enseña allí que el discípulo puede alcanzar una doble porción del nivel de su
maestro si está presente cuando el maestro fallece. Eso es lo que experimentó el rabí Natán.
que haría todos los esfuerzos en aras de esas personas. ¡Afortunado el hombre capaz de orar
de esa manera!

***
Parte II

5571-5595 (1810-1835)
5571 (1810-1811)

Ahora relataré lo que me sucedió desde el día en que falleció el Rebe.

Tuve que permanecer en Umán durante un tiempo después del fallecimiento del Rebe
para dividir la herencia entre sus herederos. Inmediatamente después del fallecimiento del
Rebe comencé a reflexionar sobre lo que debía hacer. Pensé que sería una buena idea
publicar los manuscritos del Rebe, aquellos que yo había transcripto después de la
publicación del primer volumen del Likutey Moharán. El Rebe mismo me había insinuado
un año antes, cuando estábamos repasando la lección Tikú - Emuná, que esos tratados
debían ser publicados. Me sentía alentado e inspirado por otras alusiones hechas por el
Rebe relacionadas con la impresión del segundo volumen del Likutey Moharán.

También me sentía inspirado a continuar la práctica de reunirnos cada año en Umán


para Rosh HaShaná, tal cual habíamos hecho durante la vida del Rebe. Él nos había
indicado de varias maneras que ése era su deseo. Para nosotros, el hecho de que el Rebe no
nos lo ordenara directamente, en especial con respecto a cómo actuar después de su
fallecimiento, era tremendo y asombroso en extremo. Había hablado muy poco durante sus
últimos días, tal cual está registrado más arriba. Sin embargo, en verdad, no había nada que
el Rebe no hubiera dejado sin decir durante su vida con respecto a qué debíamos hacer
después de su fallecimiento. Todo lo que necesitábamos saber sobre cómo conducirnos
podía ser recolectado de las enseñanzas del Rebe y de todo lo que nos dijo durante su vida.

De particular significación para nosotros fueron las charlas, lecciones y cuentos que
el Rebe nos transmitió desde que volvió de Lemberg. Yo no había llegado a comprender, en
vida del Rebe, cuán amplias eran sus enseñanzas; en realidad, todas eran su voluntad y
testamento sobre cómo comportarse por siempre. Son un consejo eterno, profundo y sabio.
Ellas fluyen como un manantial fresco en mi corazón y nos hacen recordar y enseñan cómo
conducirnos en todo momento. En verdad, incluso ahora estoy continuamente reconociendo
y aprendiendo a apreciar muchas de las cosas que el Rebe nos dijo. Algunas fueron dichas
específicamente delante de cierta gente, que comprendió totalmente sus implicancias sólo
luego del fallecimiento del Rebe. Es difícil explicar los detalles por escrito.

El Rebe mismo contó cierta vez una historia acerca de un Tzadik que le dijo algo a su
discípulo que éste no comprendió. Sólo después de la muerte del Tzadik el discípulo
entendió lo que su Rebe había tratado de decirle. En todos los eventos que le sucedieron
más tarde en la vida, el discípulo vio concretarse las palabras de su Rebe y recordó lo que
éste le había enseñado (ver Tzadik #544). Esa historia me motivó a prestar cuidadosa
atención a las palabras de nuestro Rebe mientras aún estaba con vida y con ello Dios me
permitió fortalecerme en todos mis emprendimientos.

Después de Sukot el yerno del Rebe llegó a Umán proveniente de Breslov. Reb
Aarón, el Rav de Breslov y yo nos reunimos con él y dispusimos la distribución de la
herencia del Rebe de acuerdo a su testamento, incluida la suma designada para la Rebetzin
en su ketubá. Mediante la bondad de Dios también pudimos construir un mausoleo sobre la
tumba del Rebe. Entonces mi amigo Reb Naftalí y yo volvimos a nuestros hogares. Dado
que el Rebe me había nombrado guardián de su herencia nos llevamos con nosotros a
Nemirov el arcón conteniendo las pertenencias de Miriam, la hija del Rebe, que estaba en
Israel y las de Jaia, la hija del Rebe que aún era niña.

En camino a Nemirov pasamos por Dashev, donde había una gran comunidad de
seguidores del Rebe. Allí hice una colecta para solventar la impresión del segundo volumen
del Likutey Moharán, algo para lo que donaron de todo corazón.

Llegué a mi casa con el corazón quebrantado, como un huérfano y como una oveja
perdida. La Providencia hizo que al llegar tuviera que sentarme en shivá (siete días de
duelo) por el fallecimiento de mi hermano menor, que aún había estado viviendo en la casa
de mi padre. Falleció allí poco después de mi retorno. Mi familia trató de esconderme las
noticias, pero sin resultado. Alguien me informó y dado que me enteré dentro de los treinta
días del fallecimiento, tuve que observar shivá. Un incidente similar había ocurrido el año
anterior, cuando falleció el Rav de Berdichov y yo tuve que sentarme en shivá bajo
circunstancias similares. Sentí que Dios había hecho que las cosas sucedieran de manera
muy precisa pues esos períodos de duelo fueron muy oportunos, dado que habría sido
apropiado sentarse en shivá por tales santos Tzadikim. Que Dios nos consuele a través de la
venida del Mashíaj, pues no tendremos descanso de nuestra tristeza hasta la llegada del
Redentor de Sión y de Jerusalén. ¡Que sea pronto y en nuestros días!

Mientras estaba sentado en shivá, vino a verme uno de los hijos del Rav de Volochisk
junto con uno de sus discípulos. Su intención era retirar el dinero que el Rebe había dejado
para Miriam, la hija que vivía en Israel. Miriam se había casado con otro de los hijos del
Rav, Reb Pinjas. Querían que le diéramos el dinero a Reb Pinjas, pero nos negamos a
entregárselo. Sentía que de dárselo a ellos de seguro se perdería. Retuvimos la suma y la
invertimos, obteniendo un respetable dividendo cada año. Enviamos esas ganancias a Reb
Pinjas, proveyéndolo a él y a su esposa de un abundante ingreso por el resto de sus vidas.
Luego de su muerte quedó una suma considerable que dividimos entre sus herederos

Me quedé en Nemirov todo el invierno. Ni siquiera se me ocurrió mudarme a


Breslov. Durante esos días en Nemirov me parecía imposible atraer a la gente hacia el Rebe
y sus enseñanzas. En su lugar me dediqué a fortalecer mis propias convicciones y a
encontrar formas de acercarme a Dios a través de las lecciones, de las conversaciones y
cuentos que había absorbido del Rebe. Yo sabía y creía que todas las enseñanzas que había
tenido el privilegio de recibir de él durante su vida eran más que suficientes para
sustentarme e iluminar mi camino, incluso después de su fallecimiento, por el resto de mi
vida.

No puedo poner por escrito todo lo que pensé durante ese período, sólo esto puedo
decir: no entró en mi mente en ese momento el que pudiera encontrar un lugar para hablar
públicamente sobre el Rebe y hacer que fuese conocida su grandeza. De seguro que en
Nemirov no podía hablar mucho sobre el Rebe, excepto a un puñado de personas. La mayor
parte de los residentes se habían opuesto al Rebe y discrepaban con sus enseñanzas.
Cuán grandes son las creaciones de Dios. Su designio es incomprensible, pero una
cosa es segura: todo lo que sucede en el mundo es para nosotros. Cada individuo está
obligado a decir, “¡El mundo fue creado sólo para mí!”. Cuánto más aún para el verdadero
Tzadik y sus seguidores. Dios fortaleció mi determinación de publicar el segundo volumen
del Likutey Moharán, que llevó a la oportunidad de perpetuar y difundir las enseñanzas del
Rebe. Éste fue el comienzo de la salvación - que las santas enseñanzas del Rebe
permanecieran por siempre y que su luz no se extinguiera.

Muchas cosas sucedieron que casi frenaron mis planes; llevaría páginas y páginas
relatarlas. No tenía absolutamente ningún dinero. Nuestros jasidim, en su mayor parte, eran
pobres y estaban dispersos en diferentes pueblos, haciendo difícil viajar hacia ellos y
recolectar fondos. Los gastos de tales viajes realmente excederían el monto recaudado. Yo
personalmente no podía hacer el viaje por diferentes motivos y sabía que era el único que
podía llevar a cabo la tarea. Éstos y otros impedimentos obstruían mi camino como paredes
de hierro y puertas de cobre. No sabía cómo me las arreglaría para imprimir esta vez el
libro del Rebe.

Sin embargo, gracias a la categórica enseñanza del Rebe de que nada puede ponerse
en el camino de una voluntad fuerte y sincera (ver Likutey Moharán I, 66), fortalecí mi
resolución y me centré en lo que quería hacer. Tenía la fortuna de haber sido nombrado
ejecutor del testamento del Rebe. Debía viajar seguido a Breslov para cobrar las deudas
debidas a la herencia. También tenía que hablar frecuentemente con el yerno del Rebe
concerniente al viaje que planeaba hacer a Medzeboz para aclarar los temas relacionados
con las propiedades que el Rebe tenía allí, un negocio y una casa. El hermano del Rebe
quería tomar posesión de ellas. Viajar a Breslov era fácil para mí dado que estaba
acostumbrado a visitar al Rebe, lo que fue una gran ventaja. También me dio la posibilidad
de hablar de las lecciones del Rebe y de sus conversaciones y hacerles recordar a sus
jasidim la grandeza del Rebe. Todo ello resultó ser un buen medio para perpetuar su legado.

Y así, poco después de haber retornado a mi hogar en Nemirov, volví a Breslov para
el Shabat. Allí, en la tercera comida, tuve la oportunidad de enseñarles a los que estaban
reunidos la lección que el Rebe nos había enseñado en el último Rosh HaShaná de su vida
en Umán, la lección de Tikú - Amonestación. Mi audiencia quedó pasmada por los
maravillosos conceptos contenidos en la lección. Y todos saben que no hay comparación
entre una lección que se oye en persona y aquella que uno lee en un libro. Eso fue
especialmente así con respecto a mi discurso, dado que las palabras del Rebe aún estaban
muy frescas en mi memoria.

Volví a mi hogar. Durante Jánuca mi viejo amigo, Reb Shimón, vino a visitarme a
Nemirov y trató de persuadirme para que lo acompañara en un viaje para recolectar dinero
en vista de la publicación del segundo volumen del Likutey Moharán. Me era imposible ir
personalmente, pero me pareció una buena idea que Reb Shimón hiciera el viaje. Decidí ir a
Breslov a consultar el tema con los demás de nuestro grupo.

Los demás eran de la opinión de que no serviría de nada que Reb Shimón fuese sin
mí, porque la gente no le daría contribución alguna. Dado que yo no podía acompañarlo en
ese momento, el viaje se pospuso.
Aunque en ese momento la posibilidad de publicar el libro del Rebe era muy remota,
no perdí la esperanza y mantuve la intención de continuar con el proyecto, pese a las
dificultades. Continué anhelando y pensando que Dios de alguna manera me ayudaría a
realizar mi plan y me permitiría por lo tanto diseminar las enseñanzas del Rebe. Todas y
cada una de las lecciones, cada discurso del libro contenía toda la Torá, en todos los niveles
y en todos los mundos.

Pasaron días y luego semanas. Alrededor de Rosh Jodesh Shvat decidimos viajar a
Umán para orar en la tumba del Rebe. Reb Naftalí y yo viajamos primero a Breslov, donde
nos unimos a Reb Ioske, el yerno del Rebe64 y el Rav de Breslov. Allí alquilamos unos
carruajes que nos llevarían a Umán.

El día en que debíamos salir para Umán las condiciones del tiempo se volvieron
terribles, con fuertes vientos y una espesa nieve que hacía imposible la travesía. Decidí
partir pese a las dificultades y salimos en una carreta. Pero estando a una milla de la ciudad
nos vimos forzados a retornar. Esto ocurrió tres días antes del Rosh Jodesh Shvat. Sin
embargo tomamos coraje y no dejamos que nos ganara la depresión. Nos ocupamos de
mantener en alto nuestros espíritus durante todo el día. Esto nos alegró y pudimos partir al
día siguiente. Los caminos aún estaban en muy mal estado y Rosh Jodesh se acercaba
rápidamente. Nos pusimos en manos de Dios y seguimos adelante.

Dios nos otorgó una maravillosa buena fortuna y llegamos a Umán el viernes, el día
anterior al Rosh Jodesh. Ésa fue la primera vez que viajamos a Umán después del
fallecimiento del Rebe para orar en su tumba. La promesa del Rebe de ayudar a todo aquel
que fuese a su tumba, dijera los diez Salmos especiales y diera algo de dinero para caridad
está registrada en otra instancia. Él vendría en ayuda de esa persona para toda la eternidad.

Ese viernes visitamos la tumba del Rebe y pasamos el Shabat en Umán. El domingo,
antes de partir para nuestros hogares, volvimos a la tumba del Rebe. El viaje de retorno nos
llevó a través de Teplik, donde alentamos a la gente a donar dinero para la impresión del
libro del Rebe. Dimos cuenta del dinero y continuamos hacia nuestros hogares.

Los fondos estaban lejos de ser los necesarios para cubrir los gastos de impresión.
Después de todo, sólo habíamos hecho los contactos en Dashev, Teplik y un poco en
Breslov. Y de hecho nadie había dado dinero en efectivo; se habían comprometido a
hacerlo. Todos saben cuán difícil es hacer efectivas las promesas; mucho del dinero en
realidad nunca se colecta. Y el monto prometido ni siquiera llegaba a ser la suma que
necesitábamos.

64
Reb Ioske estaba casado con Odil, la hija mayor del Rebe. Falleció en algún momento al comienzo de la década de
1820. Tuvieron dos hijos, Reb Abraham Ber (1815?-1880) y Rivka Miriam.
Continué pensando y diseñando maneras de salir de mi hogar para viajar y recolectar
los fondos. Tantas cosas me impedían ir. Sin embargo, la Providencia me ayudó a formular
un plan.

Había una familia en particular que necesitaba concluir negociaciones matrimoniales


para su hijo. Debido a ello tenían que viajar a Dashev. Normalmente no hubieran pensado
en involucrarme a mí en los procedimientos, primero y ante todo porque no era una familia
de una posición muy elevada y no correspondía a mi posición el que me pidieran que
interviniera; y segundo, yo nunca había estado involucrado en cuestiones matrimoniales,
menos aún en encarar un viaje para tales propósitos. Sin embargo, decidí ofrecerle a esa
familia mis servicios y viajar con ella a Dashev para completar los arreglos y poder así salir
de mi hogar durante un tiempo, con el objetivo aparente de lograr ese arreglo. Reb Shimón
vivía cerca de Dashev y yo tenía la esperanza de que pudiéramos viajar juntos por los
alrededores para lograr la impresión del libro del Rebe.

Partí para Dashev una fría noche de invierno. Al llegar, mis amigos me recibieron con
alegría. El arreglo matrimonial nunca se materializó pues la otra parte ni siquiera llegó para
hablar del tema. Pude entonces dedicar todo el tiempo a mi objetivo original.

Dado que había ido allí ostensiblemente para ayudar en los arreglos matrimoniales,
no podía irme de Dashev sin un buen motivo. Me quedé en la ciudad y le pedí a Reb
Shimón que contratase un carruaje para esa semana. No pudo encontrar ninguno. Todo esto
de acuerdo a lo que habíamos experimentado en todas nuestras tratativas relacionadas con
el Rebe. Siempre encontramos numerosos impedimentos en el camino. Esto no es algo
inusual: todos los emprendimientos santos se ven en general bloqueados por los obstáculos,
y en temas relacionados con el Rebe Najmán parece como que los impedimentos se
multiplican de manera infinita.

Alquilamos un carruaje para ir a Teplik donde pudimos, después de grandes


dificultades, contratar una carreta para toda la semana. Allí fue cuando comencé a notar que
aquellos que habían hecho las promesas no las estaban cumpliendo. En verdad se
encontraban en dificultades financieras y hacían lo posible para posponer el pago, lo que
me desanimó en gran manera.

De Teplik viajé a un pueblo cercano, esperando recolectar una buena suma de dinero,
pero no logré nada. De allí viaje a Umán. Me sentía bastante desalentado. Porque
comenzaba a comprender que estaría viajando de un lugar a otro, bajo el mal tiempo
invernal, con un gran sacrificio de mi parte, lejos de mi hogar y sin posibilidad alguna de
éxito. Consideré acortar el viaje y volver a mi casa.

Llegué a Umán el miércoles, el día 17 de Shvat. Me informaron que también Reb


Naftalí había arribado a Umán proveniente de Breslov. No podía creerlo - habíamos estado
juntos en Umán recientemente para el Rosh Jodesh Shvat.

Me encontré con Reb Naftalí quien había ido a Umán a orar en la tumba del Rebe por
su hijo que estaba enfermo. La llegada de Reb Naftalí a Umán fue providencial para mí. De
seguro, pensé, ha sido enviado aquí por el Cielo para ayudar a publicar el libro del Rebe.
Dios, Quien desentraña todos los misterios, hizo que Reb Naftalí llegara a Umán el mismo
día que yo. Incluso llegué a pensar en enviar a Reb Naftalí en mi lugar pero no pude
decidirme.

El jueves fui a la tumba. Luego decidí que le pediría a Reb Naftalí que hiciese el viaje
para recolectar fondos en mi lugar. Varios temas urgentes requerían mi retorno a casa, entre
ellos los arreglos que debían hacerse en conexión con la herencia del Rebe. De modo que
Reb Naftalí viajó con Reb Shimón y yo volví a mi hogar.

Este incidente ilustra la maravillosa Providencia de Dios sobre nosotros. De no haber


sido por ese encuentro casual, quién sabe si el libro del Rebe hubiera llegado a imprimirse
alguna vez.

Ese jueves, el día 18 de Shvat, encendimos una vela en la tumba del Rebe. Desde
entonces hemos tomado la costumbre de mantener encendida allí una “lámpara eterna” que
nunca se deja apagar. Esa costumbre proviene de un incidente que tuvo lugar en Teplik. No
puedo ahondar en todos los detalles aquí con respecto a lo sucedido. Es suficiente con decir
que varias otras cosas notables sucedieron. No podíamos dejar de sentir la tremenda guía de
Dios. Él nos ayudó a concluir los temas del Rebe, lo que será de gran valor para las
generaciones futuras. Sin la ayuda de Dios nunca habríamos podido lograrlo.

Reb Naftalí viajó desde Umán para visitar a nuestros camaradas en las regiones de
Kremenchug, Tcherin y Medvedevka. Yo utilicé su carruaje para volver a Breslov y de allí
retorné a Nemirov. No podía dejar de pensar sobre cómo haríamos finalmente para
imprimir el libro.

Un tiempo después tuve que ir a Medzeboz por un tema de negocios relacionado con
la herencia del Rebe. Viajé con su yerno, Reb Ioske y pasamos el Shabat en Chmelnik junto
con el padre de Reb Ioske.65 De allí fuimos a Medzeboz, donde y tal como resultaron las
cosas, no logramos nada en relación a los negocios del Rebe. Decepcionados volvimos a
Nemirov cerca de Purim.

Reb Naftalí aún no había vuelto de su viaje. Me preguntaba qué podía haber sucedido
y no estaba seguro de lo que debía hacer. Quería viajar a Mohilev y hacer los arreglos con
el impresor, Reb Z. y su socio, Reb L., para que tan pronto como Reb Naftalí llegara
comenzáramos con la impresión. Sin embargo, ni siquiera tenía los fondos para cubrir mi
viaje a Mohilev y menos aún para el adelanto de la impresión. Como quiso la Providencia,
mientras caminaba por una calle de Nemirov me encontré con Reb L. de Mohilev, el socio
del impresor, quedando apabullado al reconocer el plan Divino en esa coincidencia. De no
haber sido por la misericordia de Dios para conmigo nunca lo habría encontrado. Bajo

65
El padre de Reb Ioske era Reb Abraham (Dov) Ber de Chmelnik (m. 1811) un importante maestro jasídico de la
generación. El rabí Natán había viajado para verlo varias veces antes de volverse un seguidor del Rebe.
circunstancias “normales” no nos habríamos encontrado de manera alguna. Él no había
venido en plan de negocios ni había pensado verme.

Rápidamente me compuse y me acerqué a Reb L. Negocié con él un precio y los


detalles de la impresión hasta que llegamos a un acuerdo.

Hay otras cuestiones que deben ser relatadas.

Reb Naftalí no volvió a Nemirov sino hasta poco antes de Pesaj. Habíamos estado
muy preocupados por su retraso. Al final resultó que la suma de dinero que pudo recolectar
fue considerablemente menor a la necesaria para financiar la impresión y yo estaba muy
descontento.

Sin embargo me fortalecí e inmediatamente después de Pesaj viajé a varios pueblos


cercanos para recolectar el dinero. Estuve fuera cerca de dos semanas y logré juntar una
buena suma. Alentado, tuve fe en que Dios nos proveería del resto.

Estaba ansioso, esperando noticias de Mohilev para saber si habían comprado el


papel para la impresión. Pero ello se atrasó hasta que pude hacer otro depósito. Yo no había
dado ni siquiera lo necesario para cubrir los gastos y estaba esperando que Reb L. me
solicitara otro pago. En el ínterin, pasé mucho tiempo en Breslov, con la esperanza de
recolectar varias deudas a la herencia del Rebe: sin embargo no pude obtener nada.

Volví a Nemirov poco antes de Shavuot. La noche antes de la festividad, Reb L. vino
de Mohilev para recolectar el dinero necesario para el papel. Me encontraba en una
posición muy difícil. Reb Naftalí había prestado el dinero reservado para ese propósito y yo
necesitaba con urgencia recuperarlo. Hay mucho más para relatar sobre el tema pero todo lo
que puedo decir es que Dios estuvo conmigo y Me ayudó a pagarle a Reb L. veinticinco
rublos en erev Shavuot. Esa suma se agregaba a mi primer depósito de diez rublos.

El segundo día de Shavuot, un jueves, estalló un incendio en Nemirov. La mayor


parte de la ciudad quedó arrasada y varias personas perecieron. Como resultado de ello mi
padre quedó tremendamente empobrecido pues su casa y toda su fortuna se fueron con las
llamas. Sin embargo mi casa no se incendió. El hombre del cual habíamos recolectado el
dinero antes de la festividad también perdió todos sus bienes. Comprendimos cuánto nos
había cuidado la Providencia. Si Reb L. no hubiera venido a presionarme por el pago, no
nos habríamos ocupado de recuperar lo que se nos debía y el dinero se habría quemado en
el incendio de la casa del hombre. Entonces hubiéramos tenido que posponer mucho más la
impresión del libro del Rebe y la pérdida habría sido inestimable. Pero Dios calculó
cuidadosamente las cosas con anticipación en nuestro favor y envió a Reb L. para
presionarnos de modo que el libro pudiera ser finalmente impreso y resultar para eterno
beneficio del pueblo judío.

El domingo siguiente a la festividad estalló otro gran incendio en Nemirov. Esta vez
mi casa, la sinagoga, la sala de estudios y algunos otros de los edificios que habían quedado
fueron consumidos. La ciudad quedó en ruinas. En la confusión perdí algunos de mis
propios manuscritos que tenía la intención de publicar. También mis hijos quedaron
desparramados en el tumulto al igual que mis pertenencias. Gracias a Dios recuperé todo,
inclusive los manuscritos.

A la mañana siguiente mi esposa, por propia iniciativa, me urgió a huir de Nemirov y


mudarnos a Breslov. Yo había querido hacer exactamente eso, incluso antes del
fallecimiento del Rebe. Había perdido las esperanzas de llegar a mudarme; no pensaba que
mi esposa aceptaría alguna vez mudarse y dado que el Rebe ya no estaba con vida no se me
ocurrió trasladarnos a Breslov. Pero los planes de Dios siempre prevalecen - “Él hiere y
cura y recompone el sendero de Su nación”. Él ordenó las cosas para mí de una manera
asombrosa. El trágico incendio en Nemirov resultó ser algo bueno; me dio un motivo válido
para dejar Nemirov y residir aquí en Breslov.

Al día siguiente, un lunes, dejé Nemirov. Llegué a Breslov el mismo día y encontré
un lugar para vivir. Ahora hace ya varios años que nos hemos mudado. Es imposible hacer
un recuento de las grandes ventajas de vivir aquí en Breslov y todo lo que pude lograr como
resultado de ello. La perpetuación de la herencia espiritual del Rebe, la publicación de sus
libros, el acercar a la gente a sus caminos y escribir e imprimir las santas plegarias [Likutey
Tefilot] todo tuvo lugar aquí. ¡Cuán grandes son los actos de Dios y cuán profundos Sus
pensamientos!

Al día siguiente de mudarnos a Breslov hubo un tercer incendio en Nemirov. Ese


mismo día estalló un incendio en Tulchin y poco después en Berdichov y en otras ciudades.
Todo esto de acuerdo con una de las lecciones del Rebe: explica en su discurso sobre
Bereshit que cuando fallece el dueño de casa -es decir, un gran líder y Tzadik- se desatan
incendios.

El día en que me mudé a Breslov también llegó a vivir allí un hombre proveniente de
un país lejano (Viena). Dado que se mudó a la misma casa que yo, de alguna manera nos
hicimos conocidos. Él y su esposa estaban en camino a la Tierra Santa y su viaje me inspiró
grandemente a viajar también a mí. Cuando finalmente llegué a Israel, fui huésped en la
casa de ese hombre quien me recibió muy respetuosa y cálidamente. ¡Cuán grandes son las
obras de Dios!

En Breslov esperaba tener novedades de Mohilev informando que habían recibido el


papel, luego de lo cual tenía planeado viajar hasta allí y ayudar a ordenar la impresión del
libro. Sin embargo, después del estallido del incendio, varias dificultades volvieron a
presentarse y Reb Naftalí sintió que yo no podía dedicarles tiempo a los libros. Estábamos
todos desperdigados. Una gran cantidad del dinero dispuesto para pagarle al impresor se
había utilizado para otros propósitos y yo no tenía un lugar permanente donde vivir.

Con la ayuda de Dios me hice fuerte en mi resolución mientras esperaba con


impaciencia novedades del impresor en Mohilev. No recibimos noticia alguna hasta varias
semanas después de Shavuot. Para entonces ya habíamos estado en Umán para erev Rosh
Jodesh Tamuz. Poco después de retornar recibí un mensaje informando que el papel había
llegado a Mohilev. Salí inmediatamente, pero al arribar el impresor no estaba en casa. La
falta de dinero también constituía un importante problema.

Dios en Su infinita misericordia y asombrosa grandeza me ayudó día a día, hasta que
logré publicar en ese verano el segundo volumen del Likutey Moharán, el Sefer HaMidot y
el Kitzur Likutey Moharán. Llevé los libros de vuelta a Umán en el primer Rosh HaShaná
después del fallecimiento del Rebe. Mucha gente se unió a mí en la celebración y en el
agradecimiento a Dios por Su ayuda.

Todo ello sucedió en el 5571 (1811), el año siguiente al fallecimiento del Rebe. En
Rosh HaShaná 5572 pudimos, con la ayuda de Dios, reunirnos en Umán. Desde entonces
nuestro número ha aumentado cada año, en la medida en que más y más gente elige la vida
y viene a orar a la tumba del Rebe cada erev Rosh HaShaná y se une a nosotros en plegaria
en Rosh HaShaná. Éste no es el lugar para describir esta maravillosa reunión anual, esto lo
hemos hecho, en parte, en otra instancia.

***

5572 (1811-1812)

Al volver a mi hogar desde Umán, después de Rosh HaShaná, comencé a hacer


planes para el futuro. Todo ese año había estado ocupado con temas relacionados a la
herencia del Rebe y a la impresión de sus libros, para lo que tuve que viajar muy seguido.
Mis tareas, por supuesto, habían estado relacionadas con mitzvot y con una causa muy
valiosa. Pero me habían impedido dedicarme al estudio regular de la Torá. También había
estado pensando mucho sobre qué era lo mejor que debía hacer ahora que había perdido a
mi maestro, mi torre de fortaleza. Es imposible describir lo que hube de pasar durante ese
año. Es suficiente con decir que las dificultades me impidieron sentarme a estudiar. Ahora,
después de Rosh HaShaná y habiendo completado la tarea con el libro del Rebe, podía
comenzar a estudiar de manera regular. Me senté en el viejo beit midrash en Breslov y
volví a encarar mi programa de estudio.

No sólo fueron la mudanza de Nemirov y el trabajo para publicar los libros del Rebe
los que me distrajeron. En Breslov mismo tuve que mudarme de una casa a otra. No tenía
una casa propia de modo que alquilé una. Un día, durante el invierno, llegó un soldado y
me echó de la casa, de modo que en medio del invierno tuve que buscar otro lugar para
vivir. En verdad ese hecho fue afortunado porque la casa que encontré era mejor que la otra
en varios aspectos. Pero tuve que dedicarle bastante tiempo al alquiler de esas casas. La
angustia más grande que sentía por no tener mi propio lugar era que mi casa carecía de una
habitación donde pudiera practicar hitbodedut (meditación), cada día.66 Eso era algo que
necesitaba sobremanera, pero no lo tenía.

66
Hitbodedut es quizás la enseñanza más importante del Rebe Najmán. Enseña que la persona debe dedicar un tiempo,
cada día, a meditar y hablar con Dios sobre todo lo que le sucede - sus alegrías y éxitos, sus dudas y confusiones. El libro
Donde la Tierra y el Cielo se Besan, publicado por el Breslov Research Institute, explica el camino del hitbodedut del
Rebe Najmán. Ver también Bajo la Mesa, Cruzando el Puente Angosto y Expansión del Alma (en el volumen Meditación,
Fuerza Interior y Fe).
Tampoco en Nemirov tenía una habitación especial que hubiera podido usar para el
hitbodedut, pero dado que estaba viviendo en la casa de mi abuelo, que era bastante grande,
usualmente podía encontrar un lugar tranquilo para meditar. Aquí, en nuestra casa
alquilada, tenía dificultades para encontrar un lugar apropiado y sufrí mucho esa carencia.
Existen diversas estrategias para poder dedicarse, pese a las dificultades, al hitbodedut (tal
cual está tratado en profundidad en las obras del Rebe). Sin embargo, yo necesitaba una
habitación especial en la cual hacer también mi trabajo, especialmente para transcribir las
obras del Rebe, pero nunca había tenido el privilegio de tener un lugar así.

De modo que me sentaba en el beit midrash y estudiaba los Códigos y otros libros
sagrados. No me había dado cuenta que aún era posible inspirar a mis congéneres judíos a
servir a Dios en la manera especial del Rebe. Era como si hubiera estado dormido. Pero
algo dentro de mí estaba despierto - “las palabras de mi amado vibraban dentro de mí”. Las
sagradas palabras de verdad del Rebe, grabadas dentro de mí, ardían como carbones al rojo
y me era imposible contenerlas.

Así, cuando hablaba con la gente joven sobre el propósito de este mundo, emergían
desde dentro de mí las asombrosas enseñanzas del Rebe, las historias que él había contado
y los relatos sobre su vida. Siempre tuve mucho para decirles, palabras que penetraban e
inspiraban las almas de aquellos que las oían. Mis palabras los alentaban a pensar en el
propósito final de sus vidas. Pronto clamaron oír las palabras del Dios Vivo, tal cual ellas
fluían de las fuentes de salvación - de las enseñanzas del Rebe. Ésa fue una época de
muchos eventos maravillosos, demasiados para relatar.

En ese período Dios me ayudó de maneras ocultas. Él sabía cuán pequeño y alicaído
me sentía y que no entraba en mi mente el que pudiera llevar a la gente a Su servicio. Pero
a medida que más hablaba sobre el Rebe y sobre lo que él me había enseñado, comencé a
darme cuenta de que nadie podía hablar sobre el Rebe como yo, insignificante como era. Y
comencé a recordar lo que el Rebe me había recalcado muchas veces. Me había dicho que
quería que yo acercase a la gente al Todopoderoso.

El Rebe me alentó a hacerlo muchas veces y de diferentes maneras. Cada vez que lo
hacía me sentía muy decidido y resuelto. Sin embargo, mi resolución se debilitaba y con
ella el efecto de las palabras estimulantes del Rebe. Ahora, al encontrarme hablándole a la
gente sobre los caminos del Rebe recordaba sus alentadoras palabras.

Sabemos muy bien que incluso después de hablar mucho con la gente sobre el
propósito de la vida e incluso cuando podemos inspirarla a retornar a Dios, el hecho de
llevar a la práctica esa resolución, al menos en un pequeño cambio en la forma de vida, es
algo muy difícil. Es muy duro ayudar a la persona que tiene libertad de elección. Sin
embargo, estamos obligados a hablar con los demás sobre el fortalecimiento de nuestro
temor a Dios y cada uno hará lo que crea conveniente. Aquel que oiga, oirá. Aquel que no,
no. Y como enseñaron nuestros Sabios, “Si es obvio para Ti, ¿es obvio para ellos?” (Shabat
55a). No percibí los resultados de mis conversaciones sobre el Rebe de manera inmediata.
Durante la mayor parte del año no vi ningún resultado concreto, no hasta mediados del
verano.
Un joven, con el cual conversé frecuentemente durante el año, se destacaba por su
capacidad de aprender y era considerado por muchos como un estudiante muy diligente.
Después de observarlo durante un tiempo comencé a amonestarlo, pues percibí que
realmente no estaba estudiando en absoluto. Esto lo admitió abiertamente; sinceramente
quería que lo inspirase a ser más diligente. Pero la naturaleza del hombre se le opone desde
su juventud y era difícil acostumbrarlo a estudiar de manera diligente. Le hablé de la
grandeza del Rebe, de lo que el Rebe había hecho para mí y del maravilloso consejo que me
había dado para ser más aplicado.

Durante todo el invierno sentí que había logrado muy poco con el joven. Estaba
estudiando un poco más que al comienzo, pero no tanto como yo hubiera querido. Sin
embargo, la cálida verdad de mis palabras concernientes al Rebe parecía encender algo en
él. En medio del verano comenzó a estudiar muy seriamente. Estudió con gran diligencia
durante los años siguientes y en ese lapso estudió todo el Shuljan Aruj - ¡las cuatro
secciones! También tuvo cambios positivos en otras áreas. Otros jóvenes también se
interesaron en las enseñanzas del Rebe. Se sintieron motivados a orar con más fervor y
viajaron a la tumba del Rebe en Umán.

Dios me ayudó poco a poco. Durante el segundo y el tercer año después del
fallecimiento del Rebe no tuve una casa propia y no me pude asentar. Sin embargo, como
resultado de oírme hablar tanto sobre el Rebe, varios hombres fueron despertados de su
sueño espiritual y cambiaron para bien. Se volvieron realmente muy apegados a mí y me
demostraron un gran afecto.

Ver a esos hombres atraídos hacia el Rebe y cambiando para mejor fue algo que me
alentó profundamente. Recordé algo que el Rebe me había dicho cierta vez - que
tendríamos el privilegio de brillar en el mundo entero. En verdad, fue a mí más que a
ningún otro a quien el Rebe le habló, aludiendo a esto, fortaleciéndome con un gran
optimismo.

Al fallecer, el Rebe dejó cuatro hijas. Tres de ellas estaban casadas y la cuarta, que
estaba acercándose a los doce años aún no había sido prometida en matrimonio con nadie.
El Rebe, sabiendo que iba a fallecer, había querido arreglar el matrimonio para su hija más
joven pero no encontró un novio apropiado para ella. Varias veces me mencionó el hecho
de que le hubiera gustado sugerir el matrimonio entre su hija y el hijo de Reb Iaacov
Iosef.67 Pero nada resultó de ello, principalmente debido a un desacuerdo sobre dinero. (La
familia de Reb Iaacov Iosef no estaba dispuesta a dar una suma apropiada correspondiente a
tal arreglo matrimonial). Sin embargo, el Rebe sabía a través de su asombrosa y santa
percepción que algún día ese matrimonio se llevaría a cabo. Incluso llegó a decírselo cierta

67
Reb Iaacov Iosef era de Zlatipolia y fue uno de los primeros seguidores del Rebe Najmán desde la época en que vivió
en Medvedevka, al este de Ucrania. A veces el rabí Natán hace referencia a Reb Iaacov Iosef como proveniente de
Tcherin, que también está localizado cerca de Medvedevka.
vez a Reb Iaacov Iosef en Zlatipolia, muchos años antes. “Seremos parientes a través de un
matrimonio”, le había dicho el Rebe.

Pero el Rebe no dio indicios de su previsión cuando los arreglos no fructificaron. De


hecho, continuó adelante y trató con los casamenteros sobre otros posibles maridos para su
hija. Pero, como he mencionado, la hija del Rebe no se comprometió mientras él estuvo con
vida. En su testamento le dejó a esa hija trescientos rublos para la dote.

Cuando el Rebe falleció, todos comenzamos a buscar una pareja adecuada para su
hija. Varias personas adineradas se ofrecieron como posibles pretendientes, pero ninguna
nos pareció favorable. Reb Iaacov Iosef nos escribió inmediatamente rogando que
aceptáramos considerar a su hijo como marido. Financieramente no estaba en posición de
ofrecer el monto de dinero que por derecho debería ser ofrecido para tal matrimonio. Por
ese motivo ello llevó más de un año de negociaciones, después del fallecimiento del Rebe,
para llegar a un acuerdo. Poco antes de Purim del 5572 (marzo de 1812) la hija del Rebe se
comprometió con el hijo de Reb Iaacov Iosef. (Hay mucho más para relatar sobre el
compromiso pero no hay suficiente tiempo).

En el verano del 5572 tuve que viajar a Kremenchug por temas de negocios
relacionados con las perlas que el Rebe le había dejado a su hija menor. En el camino tuve
la oportunidad de visitar a muchos de mis amigos y disfruté de la oportunidad de hablar con
ellos sobre el Rebe y sus enseñanzas. Muchos de esos hombres habían estado
extremadamente cerca del Rebe; eran el fundamento de la Jasidut de Breslov, hombres que
habían estado con el Rebe desde el comienzo.

No había sido mi intención viajar a todos esos pueblos, pero Dios, el Absoluto
Planificador, tenía otros designios. Me llevó a situaciones en las que pude revelar el tesoro
de sabiduría guardado en mi corazón y llevar a otros hacia los caminos del Rebe. Como
resultado, un hombre muy joven y una maravillosa persona eligió unirse a nosotros.
También otros jóvenes comenzaron a hacer cambios positivos en sus vidas.

Durante ese período, como mencioné anteriormente, no tuve una casa propia y nos
mudábamos constantemente. De modo que no podía invitar a la gente a mi casa excepto en
raras ocasiones. La mayor parte de mis conversaciones tuvieron lugar fuera de mi casa,
usualmente en el beit midrash.

Sólo quedaba en Breslov una vieja casa de estudios; la más nueva, junto a la casa del
Rebe, había sido destruida por el incendio que estalló antes de que el Rebe dejara Breslov,
el mismo incendio que destruyó la casa del Rebe. Sin embargo, en el año 5573 (1813), Dios
en Su maravillosa bondad para con Su rebaño, inspiró a varios de los jasidim del Rebe a
reconstruir la sala de estudios del Rebe. Quienes encaran tareas en aras de Dios tienen éxito
- lograron completar el edificio para fin de año, justo antes de Rosh HaShaná 5574.

La sala de estudios recién construida fue un envío de Dios Quien arregló todo para
nosotros de una manera buena y precisa. La sala de estudios se terminó a tiempo y cuando
más se la necesitaba, pues ya no teníamos acceso a otras salas de estudio. La oposición al
Rebe volvió a crecer nuevamente cuando la gente comprendió que yo estaba ganando
nuevos seguidores. Vieron que el espíritu del Rebe no había desaparecido y que cuando
oían hablar de él muchos eran atraídos hacia sus santos caminos.

Pero el mal siempre crece en la medida del bien (Eclesiastés 7:14). La oposición al
Rebe había sido violenta mientras aún estaba con vida, acicateada por Satán y sus fuerzas,
quienes temían que el Rebe, si se le permitía florecer, rectificaría el mundo entero. El Satán
por lo tanto persiguió su objetivo a través de algunos de los líderes del pueblo. Entonces la
gente malvada difundió calumnias sobre el Rebe e impidió que muchos se beneficiaran de
la grandeza y de las enseñanzas verdaderas del Rebe. Durante esa época hubo demasiada
confusión como para ser descripta.

Al fallecer el Rebe disminuyó la oposición, esencialmente cuando la gente vio cómo


había fallecido en pureza y en paz, dejando extraordinarios escritos y buenos discípulos.
Pero cuando comprendieron que yo estaba haciendo el esfuerzo de difundir las enseñanzas
del Rebe -y estaba teniendo éxito- su oposición se encendió nuevamente. La mayor parte de
ellos no podía oponerse al Rebe mismo. Su reputación era demasiado sólida como para ello.
Pero contra sus discípulos y contra mí en particular se sentían envalentonados y eran
vehementes. De modo que fue bueno el tener la nueva sala de estudios, dado que era difícil
hablar en la vieja debido a los oponentes que la utilizaban.

Cuando comenzó la construcción de la nueva sala de estudios se convino que se me


daría el apartamento adyacente a la vieja sala de estudios. El Rav de Breslov, quien estaba
en ese entonces viviendo allí, recibiría un apartamento nuevo junto a la nueva sala de
estudios. Eso me pareció una buena sugerencia; ya no tendría que preocuparme de
mudarme de una casa a otra.

Durante todo el verano estuve haciendo planes para una pequeña habitación que
construiría allí para mí, una habitación en la cual podría ocuparme del servicio a Dios sin
ser molestado. ¡Muchos son los pensamientos en el corazón del hombre, pero sólo
prevalece el plan de Dios! La sala de estudios se terminó en Rosh HaShaná 5574, pero el
apartamento del Rav no estuvo listo. Por lo tanto, tanto él como su familia se quedaron en
sus aposentos junto a la vieja casa de estudios.

***

5574 (1813-1814)

Me sentí bastante molesto al retornar de Umán después de Rosh HaShaná 5574 y


comprobar que el Rav aún estaba ocupando el apartamento. Y la casa en la cual yo había
vivido en el verano no era apta para el invierno.

Estaba muy preocupado. Pero Dios tuvo misericordia de mí y de todos aquellos


dependientes de esta gran tarea. Entre Rosh HaShaná y Iom Kipur, el viernes antes del
Shabat Shuvá, decidí comprar una casa para mí. En verdad no tenía el dinero para hacerlo.
No tenía entrada alguna y estaba viviendo de mis ahorros. No podía utilizar ese dinero para
comprar la casa porque me quedaría en la indigencia. Pero estaba determinado a comprarla
y puse mi fe en la ayuda de Dios.

Le hice saber al dueño de la casa que estaba arrendando que deseaba comprarle esa
casa. Pude ver la mano de la Providencia en acción. En ese mismo momento el terrateniente
local vino a subastar una licencia para la administración de las propiedades de la ciudad y
de sus negocios, pues los administradores anteriores habían fallado. El hombre a quien
quería comprarle la casa le había arrendado una propiedad en una zona cercana y por lo
tanto necesitaba vender su casa. Sabiendo esto, le sugerí que me la vendiese a mí, cosa que
aceptó de inmediato.

El día después de Iom Kipur completamos la transacción. Hubo ciertos problemas


pues la esposa del hombre había cambiado de idea con respecto a la venta. Pero con la
ayuda de Dios ella dio finalmente su consentimiento e incluso vino a desearme bien en mi
nuevo hogar.

El jueves, dos días antes de Sukot, nos mudamos a la casa. ¡Qué tremenda salvación
que fue! Entre otras cosas, la adquisición de la casa nos permitió llevar a cabo varios
proyectos para el Rebe, para mérito del pueblo judío por todas las generaciones.

Tan pronto como me mudé a mi casa ésta se transformó en un lugar de reunión para
los jóvenes temerosos de Dios que venían a aprender de mí. Gracias a Dios, hablé mucho
con ellos y ellos crecieron espiritualmente. Algunos son incluso dignos de ser llamados
Tzadikim y todo aquel que los vea reconocerá que están bendecidos por Dios. Que Dios
aumente su número en miles. También se completaron en mi casa y se imprimieron varios
libros pertenecientes a las enseñanzas del Rebe, como relataré más adelante.

Quiero dejar especialmente registrado para la posteridad lo que tuve que pasar para
adquirir la casa, pues sé muy bien cuántos obstáculos se me presentaron en ese tiempo y
siempre que quise llevar a cabo algún emprendimiento en aras del Rebe. Y en verdad
enfrenté muchos desafíos. Pero es imposible relatar todo lo que ocurrió.

Ese año no hubo etroguim. Al llegar erev Sukot no había un solo etrog en Breslov ni
en el área circundante. Sin embargo, gracias a la bondad de Dios, Nemirov tenía dos
etroguim. Fui hasta allí y, después de bastantes discusiones, pude llevar a Breslov el mejor
de los dos. Pagué por él sesenta y seis rublos de plata, algo que podría considerarse una
ganga. Hay toda una historia para contar sobre cómo logré sacar el etrog de Nemirov, una
ciudad dos veces más grande que Breslov, pero no puedo detenerme a relatarlo. ¡Agradezco
a Dios Quien me ayudó hasta aquí!

Uno de los proyectos que llevamos a cabo en la casa que compré en Breslov fue la
composición de las plegarias sagradas (Likutey Tefilot). El buscador de la verdad
reconocerá la belleza y el valor de esas plegarias.

*
El tiempo no me permite tratar siquiera una pequeña fracción de los sucesos que
ocurrieron entre entonces y ahora, pero haré un breve resumen de los eventos más
importantes, para que puedan ser recordados.

En el año 5571, el año en que falleció el Rebe, imprimí el Likutey Moharán II, el
Sefer HaMidot y el Kitzur Likutey Moharán en Mohilev. Ese mismo año me mudé de
Nemirov a Breslov. Esto resultó ser algo muy importante para la perpetuación del legado
del Rebe al mundo, como he explicado de alguna manera.

En el 5572 concordamos el matrimonio de Jaia, la hija del Rebe, con el hijo de Reb
Iaacov Iosef de Tcherin. Hay mucho para contar sobre el compromiso, pero el tiempo no lo
permite. También, en ese año viajé a Kremenchug por primera vez y hay toda una historia
para relatar al respecto.

En el 5573 se reconstruyó la sala de estudios que había estado junto a la puerta de la


casa del Rebe en Breslov (aquella que fue destruida por el incendio).

En 5574, entre Iom Kipur y Sukot, mediante la salvación de Dios, compré mi casa.
Ese mismo año un jasid muy especial [Reb Iehudá Eliezer] se mudó a uno de los pueblos
cercanos. Había visto al Rebe hacia el final de su vida, pero no puede decirse realmente que
lo hubiera conocido, pues era muy joven en ese tiempo. Este joven se apegó mucho a mí y
le permití copiar algunos manuscritos de los discursos del Rebe y de los cuentos que aún no
se habían publicado. Conversé mucho con el joven y lo inspiré a trabajar sobre él y a
mejorar espiritualmente. Varios años más tarde viajó conmigo a la Tierra Santa. Siento en
mi corazón que todo ello contribuyó a la impresión del Sipurey Maasiot y a otras cosas
relacionadas con el crecimiento y la difusión de las enseñanzas del Rebe.

Cuando me mudé a mi casa levanté un tabique divisorio para tener un lugar en donde
poder sumergirme en el estudio y en el hitbodedut. Sin embargo, aún me distraía mi
familia. Decidí poner mi confianza en Dios e invertir en la construcción de una habitación
separada para mí, a buena distancia del área general.

La habitación se concluyó al final del verano y resultó ser una tremenda ayuda.
Realmente sentí entonces cuánto se debe mantener la esperanza en Dios y no desesperar de
Su salvación, no importa lo que suceda. Aunque los días y los años puedan pasar y aun así
la liberación parezca estar muy lejos, uno debe continuar esperando hasta que Dios mire
desde el Cielo y traiga la salvación. ¿Cuánto tiempo esperé por esa habitación, cuántos días
y años? ¿Y cuántas veces me sentí desilusionado al punto de abandonar por completo?
Dios, en Su gran misericordia, tuvo piedad de mí, en mérito al Rebe y en mérito a aquellos
a quienes yo debía enseñar, y me dio una casa y una habitación para mí, que era
exactamente lo que necesitaba. Tener esa habitación impulsó mi espíritu y así completé,
con la ayuda de Dios, varios volúmenes de Torá que había aprendido del Rebe y que había
compuesto yo mismo.
La hija del Rebe, Jaia, se casó en Medvedevka. La boda fue un jueves, el segundo día
de Elul y nuestra alegría fue muy grande. Viajamos a Tcherin para el Shabat siguiente a la
boda, a la casa del suegro de Jaia, Reb Iaacov Iosef.

***

5575-5583 (1814-1823)

En el año 5575 comencé a componer las plegarias. En el 5576 imprimimos el Sipurey


Maasiot.

En el 5577 empecé a distribuir las plegarias entre los jasidim del Rebe para que
pudieran copiarlas y recitarlas. En ese mismo año, se casó mi hijo Shajne.

En el año 5578 me dediqué también a dar a conocer más las plegarias. Distribuí la
plegaria para ser dicha junto con los diez Salmos que el Rebe nos había indicado que
debíamos recitar en la ocurrencia de una emisión nocturna o al visitar su tumba.

En el 5579 establecí una imprenta en mi hogar, donde podríamos imprimir y volver a


imprimir los santos libros del Rebe con las correcciones necesarias. Tuve que librar grandes
batallas para ello. ¡Tantos impedimentos se presentaron en mi camino! Este proyecto,
establecido en aras de Dios, tuvo éxito y en el lapso de tres años, para finales del 5581 la
imprenta ya estaba operando. En el 5581 logramos imprimir ambos volúmenes del Likutey
Moharán además del Sefer HaMidot con el agregado de Shemot HaTzadikim (los nombres
de los Tzadikim),68 y otros apéndices maravillosos.

Mi hijo Shajne, sin yo saberlo, imprimió el Tikún HaKlalí (los Diez Salmos),69
sembrando las primeras semillas para las siguientes y exitosas impresiones de otras
plegarias. Más tarde, al comienzo del año 5582 mi hijo imprimió las otras plegarias. Sin
embargo se presentaron muchas dificultades y sólo pudo imprimir veintidós de ellas.

En ese mismo año, 5582, viajé a la Tierra Santa con Reb Iehudá Eliezer. Tuve el
privilegio de llegar a Israel y de retornar a mi hogar en el lapso de un año.

En el 5563 volví a mi hogar, tal como se relata al final de este libro y ese año
celebramos el primer matrimonio de mi hijo Itzjak en Cherkasy.

68
El Shemot HaTzadikim es una colección de los nombres de los Tzadikim de la Biblia, el Talmud, el Midrash, el Zohar,
los codificadores y los maestros jasídicos. El Rebe Najmán enseña que la mera mención de sus nombres invoca su Torá y
sus buenas acciones y es una devoción mediante la cual es posible hacer descender sobre uno la santidad de los Tzadikim.
Éste libro ha sido impreso numerosas veces.

69
Ésta fue la primera vez que se imprimieron los diez Salmos como una obra separada. Reb Shajne también incluyó allí la
plegaria del rabí Natán compuesta para ser recitada después de decir los diez Salmos.
***

5583-5590 (1823-1829)

Al volver del casamiento de Itzjak, poco después del comienzo del 5584, tomé la
decisión de terminar de publicar las plegarias. Dios motivó a uno de nuestro grupo, un
hombre bueno y honesto, a contribuir con una suma considerable de dinero para la
impresión de las plegarias. Ello sucedió cuando estaba en camino para encontrarse conmigo
en Umán antes de Rosh HaShaná. También me sentí inspirado en esa época con varias
nuevas ideas relacionadas con las virtudes de las plegarias basadas en las lecciones del
Rebe. El Rebe nos enseñó que la observancia de todos los mandamientos de la Torá
depende de nuestra capacidad de orar de esa manera.

Dios fortaleció mi determinación de trasladar mis ideas del ámbito del pensamiento al
ámbito de la acción y en el 5584 imprimí las plegarias que van desde aquellas basadas en la
Lección 65 de la primera parte del Likutey Moharán hasta el final de ese volumen y desde
el comienzo del segundo volumen del Likutey Moharán hasta la Lección 14. Los problemas
que encontramos cuando quisimos imprimir el libro fueron tremendos. Sin embargo Dios
nos ayudó y nos proveyó de los fondos necesarios. Pasé todo el invierno en el trabajo de la
impresión. Junto con mis amigos pudimos terminar toda la tarea nosotros mismos, sin la
ayuda de artesanos de afuera. En verdad, yo les enseñé el oficio a ellos y uno de los
nuestros, Reb M., que ya lo había aprendido, era especialmente apto.

En Purim (14 de marzo de 1824) que cayó un domingo, hubo una terrible disputa en
Breslov. Como resultado fuimos calumniados delante de los oficiales del gobierno que
vinieron sin advertencia a mi hogar y cerraron la imprenta. Aún hoy, mientras escribo estas
líneas, continúa cerrada. Quiera Dios tener misericordia de nosotros y permitirnos volver a
abrir la imprenta rápidamente, sin peligro ni temor y sin un gasto desmedido de dinero
judío. Esperemos que pronto podamos imprimir libre y públicamente una vez más.
Entonces, con la ayuda de Dios, contaremos toda la historia de lo sucedido.

La imprenta fue cerrada el viernes, 19 Adar II, 5584. El temor era grande pues me
encontraba en grave peligro. Tuve que pagar mucho dinero en sobornos y el tema fue
enviado a la corte en Kaminetz. En los meses que siguieron estuve muy preocupado por lo
que podía resultar de ello. Entonces, en la tarde de Tisha BeAv (3 de agosto) recibimos
noticias de Kaminetz de que no se nos permitiría imprimir nada hasta que yo recibiera un
permiso oficial desde Vilna. Para mí, ésas eran muy buenas noticias. Comprendí que ya no
corría peligro de ser juzgado y le agradecí a Dios por liberarme. Esperamos que ese
permiso de Vilna llegara de un momento a otro.70

70
Para ese entonces las autoridades rusas habían impuesto una fuerte censura sobre la impresión de textos hebreos debido
a la intervención de los maskilim. El peligro al cual hace referencia el rabí Natán es que estaba enfrentando cargos muy
serios del gobierno debido a que operaba una imprenta ilegal en su hogar. Cuando se enteró de que se le daría un permiso
envió el dinero a las autoridades pertinentes. Éstas tomaron el dinero pero nunca le enviaron el permiso. Por lo tanto se
vio forzado a imprimir en otra parte, como pronto veremos. Para más detalles ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo
31-32.
*

En Elul del año 5584 el yerno del Rebe, Reb Itzjak Isaac, casó a su hija, Feiga Sashia,
con el hijo de Reb Israel, el nieto del rabí Baruj de Medzeboz. Reb Itzjak Isaac junto con su
esposa, Sara y su familia viajaron a la boda pasando por Breslov. Yo los acompañé a
Medzeboz y tuve el privilegio de estar en la boda donde vivimos una gran alegría. También
visité al Rav de Apta quien me recibió calurosamente y con quien hablamos sobre la
grandeza del Rebe.71 Gracias a Dios, todo se desarrolló pacíficamente.

Hay mucho para decir sobre la boda y los eventos que tuvieron lugar entonces -
grandes y maravillosas obras de Dios que Él llevó a cabo para mí. Pero no puedo registrar
todo por falta de tiempo y por otros motivos. ¡Todo lo que diré es bendito sea Dios Quien
me ayudó hasta aquí y Quien nunca nos abandonará!

El domingo (2 de octubre de 1824), el día después de Iom Kipur 5585, el día llamado
el Nombre de Dios, recibí noticias de Vilna informándome que se me estaría enviando de
manera inmediata un permiso para la imprenta si pagaba una pequeña suma de dinero.
Agradeciendo a Dios conseguí la suma requerida y el martes de esa semana la envíe a Vilna
con el primer correo. Aún estamos esperando la llegada del permiso. Anhelamos volver a
abrir nuestra imprenta para que una vez más se puedan imprimir los libros del Rebe y así
iluminar el mundo.

El jueves, el día 24 de Tishrei, el día siguiente a la festividad de Sukot del año 5586
(6 de octubre de 1825) volvimos a abrir la imprenta. Había estado cerrada por más de un
año y medio. Sin embargo la prensa misma aún sigue clausurada hasta que Dios tenga
misericordia y yo pueda relatar las maravillas que Dios hizo para mí en esa época,
maravillas que sólo Él puede llevar a cabo - aparte de aquellas que están ocultas para
nosotros. “El receptor de un milagro es inconsciente de su magnitud” (Nidá 31a).

Después de Rosh HaShaná 5586 volví a redactar el libro Likutey Etzot, que es la
versión condensada del Likutey Moharan con muchos agregados.72

Pasó todo un año y aún no recibí una respuesta positiva de Vilna con respecto a mi
imprenta.

71
El Rav de Apta, el rabí Abraham Ioshúa Heshel (1755-1825) era en esa época el líder reconocido de la comunidad
jasídica en Ucrania. En el año 5576 (1816) se opuso enérgicamente a la impresión del Sipurey Maasiot, diciendo que sus
secretos de Torá eran demasiado grandes como para que el mundo pudiera recibirlos. Sin embargo, el rabí Natán, aunque
sentía un profundo respeto por el Rav de Apta, imprimió los cuentos de acuerdo con los deseos del Rebe Najmán. El rabí
Natán temía que ello pudiese llevar a una disputa. Por lo tanto hace notar que su encuentro fue muy amistoso.

72
Likutey Etzot es el consejo práctico que el rabí Natán compiló e imprimió a partir del Likutey Moharán, al igual que el
Kitzur Likutey Moharan. Sin embargo, en esta obra el rabí Natán organizó el consejo de manera alfabética y de acuerdo a
temas. El libro fue impreso en el año 1841. (Ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 44). Hay una traducción al
castellano con el título Consejo, publicada por el Breslov Research Institute.
*

Ese mismo año, en Rosh Jodesh Elul 5586 (2 de septiembre de 1826) fui golpeado
por la Mano de Dios y me fue quitada mi primera esposa. Antes de que ello sucediera tanto
mi hijo como mi hija y mi nuera enfermaron gravemente. Corrieron un gran peligro pero en
la misericordia de Dios todos se recuperaron. Entonces mi esposa enfermó y falleció. En
ese momento yo estaba de viaje. Llegué a mi hogar al tercer día después de su
fallecimiento, con profunda tristeza y quebranto. Mi tristeza continuó durante mucho
tiempo pues mi hijo y mi hija aún no se habían recuperado totalmente.

En medio de todo ello llegó Rosh HaShaná. Tal cual era mi costumbre, partí para
Umán la semana anterior a la Festividad. Dejé a mi hijo y a mi hija huérfanos, solos en mi
hogar, en condiciones de mucha debilidad. El Cielo tuvo misericordia de mí y de ellos. No
puedo comenzar a relatar todo ello.

Durante el viaje a Umán me encontré con un hombre, uno de los jasidim del Rebe,
quien me sugirió que, en caso de que no se pudiese utilizar mi imprenta, terminara de
imprimir las plegarias en otra imprenta. Decidí que completaría el proyecto y que me
apoyaría en la ayuda de Dios para adquirir los fondos necesarios y cubrir los gastos.

En el 5587 terminé de publicar las plegarias, algo nunca visto hasta ahora. Alabo y
agradezco a Dios Quien me permitió beneficiar al pueblo judío.

También en el 5587, al comienzo del mes de Jeshvan, volví a contraer matrimonio,73


y un lunes, cinco de Elul (agosto de 1827), nació mi hijo Najmán. Podamos tener el
privilegio de criarlo y verlo ser un estudioso de Torá, entrar al palio nupcial, llevar a cabo
buenas acciones y vivir muchos largos años.

Al final del 5587, justo antes de Rosh HaShaná, el gobierno emitió un decreto de
conscripción militar para los hombres judíos.74 Nos sobrecogió un gran temor por lo que
compuse plegarias rogando la anulación del decreto. También redacté otras plegarias
basadas en los discursos sobre los cuales aún no las había escrito. ¡Que Dios me ayude a
publicarlas pronto!

73
El nombre de su segunda esposa era Dishel. Era una viuda con dos hijos: una hija, Jaia (m. 1844) y un hijo, Shmuel
Shmelke. Tuvo dos hijos más con el rabí Natán: Najmán, tal cual está registrado aquí por el rabí Natán y Iosef Iona
(1829?-1889).

74
Éste fue el infame y temible Decreto de los Cantonistas bajo el cual los niños judíos eran reclutados en el ejército del
zar por un periodo de veinticinco años (ver más arriba, nota 13). Fue implementado bajo Nicolai, el Zar de hierro y sólo
fue rescindido en el año 1853. Ver A Través del Fuego y del Agua, capítulo 32.
*

5590-5595 (1829-1834)

Al final del 5589 llegamos a Umán, como solíamos hacer, para el Rosh HaShaná del
5590. No teníamos lugar para llevar a cabo nuestros servicios. El primer año luego del
fallecimiento del Rebe tuvimos que orar en la sinagoga nueva, que fuera construida ese
verano; la gente que allí solía orar nos pidió que orásemos en ella y nos recibió con calidez.
En ese lugar llevamos a cabo nuestros servicios durante varios años hasta el 5582. Ese año,
debido al gran número de personas que había llegado a Umán para Rosh HaShaná, ya no
cabíamos dentro del kloiz. La sola concurrencia de nuestros jasidim habría llenado el lugar.
Dios tuvo misericordia de nosotros y un hombre rico con el nombre de Reb Mordejai nos
pidió, con mucho respeto, que fuésemos a orar a su casa. Vació para nosotros un amplio
salón y una habitación adyacente. Colocó mesas y bancos, preparó la iluminación y el
abastecimiento de agua. Durante varios años llevamos a cabo nuestras plegarias allí hasta
dos o tres años después de su fallecimiento. Entonces ya no pudimos utilizar su casa de
modo que volvimos a la casa de Najmán Natán, donde habíamos orado mientras el Rebe
estaba con vida. Allí realizamos los servicios durante varios años, pero en el 5590 ya no
pudimos más orar allí, cosa que nos consternó sobremanera.

Buscamos un lugar para alquilar y encontramos una casa en construcción casi


terminada. El dueño nos pidió que realizáramos nuestros servicios en ella porque quería que
su nueva casa estuviera investida de la santidad de las puras plegarias judías. De modo que
llevamos a cabo nuestros servicios allí.

En esa época Dios me envió la urgencia de dedicarme a construir un salón de


plegarias en Umán que cumpliera con las necesidades de nuestros hombres cada vez que se
reunieran en la ciudad. Esa idea se me había ocurrido antes y habíamos hablado al respecto
pero hasta ese año, cuando nos encontramos sin un lugar para orar, nunca nos habíamos
tomado el trabajo de llevarla a cabo. Pero ahora Dios había fortalecido mi decisión.

Yo sabía que encontraríamos muchas dificultades ante semejante emprendimiento,


tanto en términos de las grandes sumas necesarias como en términos de la oposición que
encontraríamos y de los esfuerzos que harían para frustrar nuestros planes. Sin embargo
sabía que aunque siempre se habían presentado muchos impedimentos a los esfuerzos y
planes que tenían la intención de perpetuar las enseñanzas del Rebe, Dios siempre estuvo
con nosotros y siempre nos ayudó finalmente a lograr lo que queríamos, como Lo hizo
varias veces con la publicación de las obras del Rebe, etcétera. No hay tiempo para entrar
en detalles sobre todo lo que sucedió - pueden estar seguros de que hubo mucha oposición y
muchos problemas en la construcción.75
75
El conflicto provino de los oponentes a los jasidim de Breslov, especialmente del Rav de Savrán. Para ese entonces la
oposición había vuelto a crecer. Como se hizo notar en el mismo texto, poco después del fallecimiento del Rebe Najmán
volvió a presentarse la oposición en contra del rabí Natán y de los jasidim de Breslov. Esa oposición creció
constantemente y estalló en una guerra abierta en el 5595 (finales de 1834). Dado que Savrán estaba cerca de Umán, los
jasidim de Savrán tenían mucha gente en el área y era muy fácil para ellos causarles problemas a los jasidim de Breslov en
su kloiz. Eso era especialmente así debido a que sólo un puñado de jasidim de Breslov vivía en Umán en esa época. Ver A
Través del Fuego y del Agua, capítulo 25, 33.
Este año, 5592 (1831), en el mes de Jeshvan, colocamos los cimientos del edificio,
con la ayuda de Dios. Trabajé muy duro durante dos años recolectando el dinero y
adquiriendo la tierra. Todo ese tiempo experimentamos problemas y dificultades.

En el 5591 (1830-1831) hubo una terrible epidemia de cólera. Ésta es una enfermedad
peor que la peste y mató a decenas de miles de personas. La gente estuvo en cuarentena
durante todo el invierno. Que Dios tenga misericordia de ahora en más. Luego, alrededor de
la época de Shavuot, hubo una gran rebelión en Polonia en contra del emperador.

Pese a esas catástrofes no abandoné mi deseo y mi anhelo y continué orando a Dios


para que me ayudara en mi emprendimiento. Él no nos ocultó Su rostro. Nos ayudó ese año
a establecer los cimientos de la casa de plegarias de Breslov en Umán. Ello fue un logro
que nadie creía posible, tan fuerte era la oposición al proyecto. Pero la verdad se mantiene y
el plan de Dios siempre perdura. Él comenzó y Él terminó, de acuerdo a Su bendita
voluntad. Como verdaderamente tememos a Dios, nos apoyamos en Él para que nos ayude
a completar nuestra sinagoga. Que nuestros ojos puedan ver y nuestros corazones
regocijarse y nuestras almas deleitarse en Tu salvación. Amén.

Este año, 5592, Dios me ayudó a levantar la estructura principal de nuestro edificio,
las vigas de soporte y las vigas transversales. Sólo los milagros nos permitieron lograr tanto
y le pido a Dios que me ayude ahora a completar el edificio.

En el 5592 (diciembre de 1831) falleció Sara, la hija del Rebe, en Kremenchug. Su


marido, Reb Itzjak se casó con su hermana, Odil, poco después del fallecimiento de su
esposa. Reb Naftalí y yo viajamos juntos a Kremenchug para asistir a la boda. En el camino
de ida y vuelta a Kremenchug paramos en Umán en donde me dediqué a supervisar la
construcción de la sinagoga.

Para el 5593, septiembre de 1832, la construcción aún no estaba lista para los
servicios. De modo que ese año tuvimos que alquilar la casa de Reb Zalman de Umán para
llevar a cabo nuestras plegarias de Rosh HaShaná.

Hacia el comienzo del 5593, en Rosh Jodesh Kislev, Reb Simja Baruj, el hijo de Reb
Isaac, se casó con su prima, la hija de Odil. (Odil y Reb Isaac ya estaban casados para ese
entonces). Yo asistí a la boda en Kremenchug y en camino hacia allí pasé por Umán, al
igual que a la vuelta, para supervisar el progreso de nuestro edificio.

Durante todo el verano siguiente estuve ocupado en este proyecto. La falta de fondos
presentaba un grave problema pero finalmente, debido a la abrumadora voluntad de Dios,
ese año completamos el edificio y pudimos orar en él por primera vez en Rosh HaShaná del
año 5594 (1833). Ésa fue la primera vez que tuvimos el privilegio de orar en nuestro propio
beit midrash.76 ¿Quien puede relatar la grandeza de Dios y hablar de Sus tremendas
maravillas? Son realmente increíbles. ¡Bendito sea Dios Quien vino en nuestra ayuda!

La casa y el apartamento que se iban a construir junto al beit midrash aún no estaban
terminados. Ese año, durante Jánuca, falleció Reb Isaac de Kremenchug. En su testamento
estipuló que una gran suma de dinero debía ser entregada a los jasidim de Breslov para
completar el edificio. Yo viajé a Kremenchug con el Rav de Breslov. Lo que sucedió en ese
viaje constituye una larga historia. El testamento de Reb Isaac no fue apropiadamente
honrado y sólo recibimos varios objetos de plata para la sinagoga y una pequeña suma de
dinero.

Al final de ese año, Reb Naftalí se ocupó de terminar el apartamento que habíamos
construido para él, bajo el techo del beit midrash pero tuvo que arreglar la cubierta.
Necesitó desarmar el techo original por completo y volver a construirlo, pero aunque no
completó su apartamento para Rosh HaShaná, pudimos orar por segunda vez en el beit
midrash.

En el año 5595 tuvimos muchos problemas debidos a que el Rav de Savrán [Reb
Moshé Zvi, 1779-1838] nos atacó con ferocidad.77 Relataré esta disputa en detalle en otro
libro.78 Dios nos salvó de ellos, pero sus dientes estaban afilados y tenían la intención de
hacernos daño de modo que todos corrimos un grave peligro, especialmente yo. Pero Dios,
Quien hasta ahora siempre vino en nuestra ayuda, no nos abandonará. Tengo fe en que Él
nunca nos dejará. “Dios está conmigo; no temeré”. “Dios está con nosotros, Él viene en
nuestra ayuda”. “Mucho has hecho, Tú, HaShem nuestro Dios”. “Tampoco ahora nos
dejarás ni nos olvidarás”. “Tú, Dios, no nos abandonarás en nuestra vejez, para que yo les
hable de Tu poder a todas las generaciones, a todos los que buscan Tu fortaleza”. Amén.79

***

76
Este beit midrash es conocido como el kloiz. Todo el relato sobre el kloiz y la subsecuente historia pueden encontrarse
en A Través del Fuego y del Agua, capítulo 33 y las notas allí.

77
Ver A Través del Fuego y del Agua, parte VII.

78
Este libro no existe. Hay un libro sin embargo, denominado Iemei HaTlaot (Días de Sufrimiento) que contiene alguna
información sobre este periodo, escrito por Reb Abraham ben Reb Najmán Jazán (1849-1917), quien registró las historias
de los jasidim de Breslov de la época del rabí Natán. Ver A Través del Fuego y del Agua, parte VII, para una historia
detallada de “Los Años de Opresión”.

79
El rabí Natán falleció el 10 de Tevet del año 5605 (20 de diciembre de 1844). No agregó nada más al Iemei Moharnat,
pero los detalles de su vida después de ese periodo pueden encontrarse, en su mayor parte, en Alim LiTerufá (Colección de
Cartas del rabí Natán). Ver A Través del Fuego y del Agua, parte VIII-IX.
Parte III

El viaje a Eretz Israel


Prefacio del rabí Natán

Cada paso que di durante mi viaje a la Tierra Santa es extremadamente valioso para
mí, en especial al considerar todos los obstáculos que se presentaron en el camino. Por ese
motivo he decidido registrar todo lo que recuerdo de mi viaje a Eretz Israel. Escribo para
que mis descendientes, mis amados y amigos puedan compartir lo que tuve el privilegio de
experimentar. En verdad, se requerirían páginas y páginas para contener todos los detalles y
no puedo describir todo lo que ocurrió. Escribiré tanto como el tiempo me lo permita.

Tan grande es mi amor por la Tierra Santa que me gustaría escribir lo que me sucedió
cada día, en cada etapa del viaje, desde el día en que comencé a planearlo. Me gustaría
contar cada pensamiento, cada palabra y acción que contribuyeron a mi ímpetu para ir a
Israel o que actuaron como freno. Pues incluso los obstáculos tuvieron un propósito
creativo: fortalecer mi deseo de ir. Escribiré para que las futuras generaciones sepan cuánta
convicción y determinación se requieren para alcanzar la Tierra de Israel, con cuánta fuerza
debe luchar para ir a Eretz Israel aquel que desee ser un buen judío, así sea alguien grande o
pequeño y para que ellas se lo cuenten a sus hijos.

La santidad de la Tierra de Israel es suficiente para cada individuo. Cada judío,


grande o pequeño, tiene una parte en la Tierra. Ella es nuestra vida, nuestra santidad,
nuestro lugar para vivir, nuestra tierra, nuestro suelo, nuestro destino. Fuera de la Tierra de
Israel vivimos como extranjeros, errando por las calles y los mercados, pues las tierras
fuera de Eretz Israel no son nuestras tierras. Es por ello que nos referimos a ellas como jutz
la Aretz, “fuera de la Tierra”. De hecho nos encontramos fuera y no estaremos en nuestro
hogar, hasta no alcanzar Eretz Israel.

(Para comprender este concepto estudia los escritos del Rebe en la Lección 20 del
Likutey Moharán I y en la Lección 129 del mismo volumen, titulada “La Tierra que
consume a sus habitantes” [Números 13:32]. Ver también la lección que trata de la gente
simple, “VaEtjanan” [Likutey Moharán II, 78]. Ver también la Lección 40 [Ibid.] sobre el
tema, “Aquel que sabe sobre la Tierra de Israel”. Lee también la lección sobre la paciencia
en el Likutey Moharán I, 155, sobre el versículo “Moisés se dio prisa y se prosternó”
[Éxodo 34]. Dicen los Sabios [Sanhedrín 111a], “¿Qué es lo que vio Moisés? Vio la
paciencia y por lo tanto se prosternó”. La palabra hebrea utilizada para “se prosternó”,
vaikod, tiene la misma raíz que la palabra kikad, “arder”, como si dijera, “Moisés se dio
prisa pues su corazón ardía por la Tierra de Israel”. Además de aquellas que he citado, hay
varias lecciones más que hablan sobre la Tierra de Israel y su santidad. Estúdialas bien al
igual que mis discursos, donde he tratado en extenso el tema del propósito último de la
santidad de cada judío y el hecho de que todas las victorias tienen el propósito de llevarnos
a Eretz Israel).

Quiera Dios otorgarme la gracia de tener pronto el privilegio de llegar a Israel y


lograr allí lo que necesito lograr, retornar a Él en verdad, alegría y bondad del corazón.
Pueda tener el privilegio de empezar nuevamente mi servicio a Dios, como desde el mismo
comienzo, para ser la persona que Él quiere que sea, la persona que el Rebe hubiera querido
que yo fuera, siempre. Que Dios tenga misericordia de Su rebaño y nos traiga al recto
Mashíaj, pronto. Que nos haga retornar a nuestra tierra para que podamos habitar en ella y
regocijarnos con la reconstrucción de nuestro Templo, pronto y en nuestros días. Amén.
Que así sea Su voluntad.

Durante mucho tiempo tuve el anhelo de ver la Tierra Santa. Esto se remonta a la
época en que oí las lecciones del Rebe concernientes a la poderosa santidad de Eretz Israel.
A partir de todas sus enseñanzas queda claro que la santidad del judío depende de la Tierra
Santa. Desde esa época tuve un ardiente deseo de ir a Israel. Ese deseo ha sido
especialmente fuerte desde que oí al Rebe hablar sobre las “Nueve Rectificaciones”
(Likutey Moharán I, 20, lección dada en Rosh HaShaná, 1804). El Rebe mencionó que
aquel que realmente desea ser un “hombre de Israel”, es decir, elevarse a las alturas
espirituales, no podrá hacerlo sin la Tierra de Israel. Dijo que aquel que gana la batalla y
logra alcanzar la Tierra es llamado un “guerrero”. Sólo merecerá ese título al llegar allí.
Mientras aún está en camino hacia la Tierra Santa, todavía se encuentra en la categoría de
aquél que va a la guerra, tal cual nos advierten las Escrituras: “Que el hombre que se ciñe
para la guerra no se vanaglorie como aquél que retorna y se saca la armadura” (Reyes I,
20:11).

El Rebe reveló entonces toda la lección explicando cómo se llega a tener el mérito de
alcanzar la Tierra de Israel. Luego de oír lo que nos dijo le pregunté al Rebe, “¿Qué quieres
decir realmente cuando dices que lo más importante es la Tierra de Israel?”.

En respuesta me retó y dijo, “¡Quiero decir, muy simplemente, esta Tierra, con estas
casas y estos patios!”. (Él me habló en idish, “¡Ij mein take, dos Eretz Israel - mit di
shtieber, mit di jaizer!”). Lo que quería decir era que uno debe viajar literalmente a la
Tierra, a las casas y patios de Safed y Tiberias y otros lugares en Israel. Esto, al igual que
todos los preceptos, debe ser hecho de manera literal y con simpleza. No es posible tener el
mérito de santificarse sin la Tierra de Israel que conocemos, a la cual debemos viajar para
lograrlo.

Desde esa época comprendí que el Rebe quería que todos fuésemos de hecho a la
Tierra de Israel y anhelé mucho hacerlo. Sin embargo durante la vida del Rebe hubo
numerosas cosas que me impidieron viajar a Eretz Israel y asentarme allí. Primero y
principal, no podía apartarme del Rebe, porque él significaba mucho para mí. Él era mi vida
y yo no existía sino para él. También me era difícil imaginar que viajaría a Israel sólo con
la intención de retornar y no de quedarme allí; ello por diversas otras razones, no siendo la
menor los gastos que implicaba. ¿Y cómo me las arreglaría para tener la fuerza de soportar
alejarme tanto tiempo del Rebe, algo implícito en semejante viaje? En esa época estaba
acostumbrado a visitar con frecuencia al Rebe. Cada vez que llegaba oía las “palabras del
Dios Vivo” que beneficiarían a tantos por generaciones. Todo ello me impedía ir a Israel.
Pero mi deseo era muy fuerte, en especial cuando recordaba y pensaba en mi amor por la
Tierra.
El Rebe, en sus conversaciones con nosotros, nos urgía a viajar a la Tierra Santa.
Solía decir que era muy fácil llegar a Israel y que los gastos no eran tan grandes como
pensábamos. También dijo que el viaje no era tan peligroso como la gente imaginaba.
Comprendimos que, simplemente, nos estaba alentando a ir a la Tierra Santa.

Cierta vez, en que el Rebe nos estaba contando sobre las dificultades que tuvo que
enfrentar al ir desde Estambul a Eretz Israel y sobre los terribles peligros que hubo de pasar
allí, dijo, “Pero ustedes podrán llegar a Israel con facilidad”.80 Nos estaba diciendo que
nosotros no enfrentaríamos tales obstáculos y que si realmente lo queríamos, llegaríamos
allí. Esas palabras han estado grabadas en mi corazón desde esa época y ayudaron a
fortalecer mi determinación de llegar a la Tierra Santa.

Cuando el Rebe partió del mundo, hace doce años (5571-1810) fue para nosotros
como si el sol se hubiera puesto en medio del día. Quedamos como huérfanos. Poco
después de que falleciera pensé que debía viajar a Israel con mi esposa y mi familia y
asentarme allí. Me parecía que era algo fácil de hacer y que podría establecer un medio de
subsistencia con la ayuda de nuestros parientes ricos y amigos. También tenía ahorrada una
pequeña cantidad de dinero, cerca de cien rublos, alguna platería y joyas. Tenía la
sensación de que con esos bienes no me sería difícil mantenerme de manera modesta en la
Tierra de Israel.

Pero me di cuenta de que no podía permitirme el lujo de mudarme a la Tierra Santa


pues tenía una responsabilidad frente a la comunidad, aquí en la diáspora. Había tenido el
privilegio de transcribir mucha de la Torá del Rebe pero aún quedaba mucho por escribir,
tanto como yo podía recordar, al igual que copiar y publicar. Y en verdad, en el primer año
luego del fallecimiento del Rebe, logré imprimir sus libros: Likutey Moharán II, Sefer
HaMidot y la Síntesis del Likutey Moharán. Tan ocupado estaba con esos proyectos que
comprendí que me sería imposible partir y establecerme en Israel. Realmente no tenía
tiempo para viajar ni los medios para cubrir los gastos de semejante emprendimiento.
También hubo otros obstáculos. Por todos esos motivos no pude hacer el viaje.

Es naturaleza del hombre olvidar las cosas que no son inmediatas. De modo que
luego de un tiempo olvidé mi fuerte deseo de viajar a Israel. Sin embargo al estudiar y al
escribir la Torá del Rebe mantuve vivo mi anhelo de ir. Dios es Todopoderoso y está pleno
de amor y de salvación. ¡Nada está más allá de Él! El Rebe, en sus enseñanzas, menciona
numerosas veces que uno debe orar a Dios para que le otorgue anhelo por la Tierra Santa.

Durante mucho tiempo supe que no podía llegar a cumplir con mi anhelo de viajar a
la Tierra pues demasiadas cosas se encontraban en mi camino. Pero desde el momento en
que tuve el privilegio de escribir la plegaria basada en la Torá que trata de las “Nueve

80
Los detalles del viaje del Rebe Najmán pueden encontrarse en el libro Alabanza del Tzadik y Relato del Viaje del Rebe
Najmán a Eretz Israel, publicado por el Breslov Research Institute.
Rectificaciones” mencionada más arriba, comencé a pedirle a Dios que me ayudara a ir a la
Tierra Santa. Cada vez que veía levantarse los obstáculos oraba con especial ahínco para
tener el mérito de ir a Israel. Sabía que Dios es grande y que Él me ayudaría a superar todas
las dificultades que me impedían viajar. Subsecuentemente, tuve el privilegio de componer
varias plegarias más relacionadas con Eretz Israel y con cada una se fortaleció mi deseo de
ir. Sin embargo, muchos años pasaron antes de llevar a cabo mis planes.

Es imposible registrar todo lo que sucedió en relación a mis planes. No alcanzarían


muchos folios. Imagina cuan difícil sería registrar todos los pensamientos de un hombre en
un solo día de su vida y podrás apreciar cuán difícil sería registrar los pensamientos y
eventos de muchos años.

***

La Imprenta

Entre los años siguientes desde el fallecimiento del Rebe hasta que pude finalmente
viajar a Eretz Israel, publiqué los cuentos del Rebe, Sipurey Maasiot. (Éste no es el lugar
para hablar sobre ese emprendimiento. Si Dios así lo quiere tendré tiempo y lo haré algún
día). A través de mis esfuerzos la gente comenzó a unirse a nuestras filas y se volvieron
seguidores del Rebe. Hubo muchas críticas dirigidas a mí y a mis compañeros jasidim pero,
nuevamente, dado que esta historia ya será relatada, éste no es el lugar para hablar sobre
esos eventos. Durante esos años comencé a distribuir entre nuestro grupo manuscritos de
las diferentes plegarias que había compuesto y ellos hicieron copias para sí mismos.
Aquellos que se nos oponían supieron de la existencia de esas plegarias, lo que se
transformó en un punto de áspera disputa.

Más tarde concebí la idea de establecer una imprenta en mi hogar con la cual volver a
imprimir todos los libros del Rebe, corrigiendo muchos de los errores de imprenta que
habían aparecido en la primera edición del Likutey Moharán y enmendando otros. Mucho
medité sobre esta idea y pasaron varios años antes de poder llevarla a cabo. Eso fue en el
año 5579 (1819) y Dios me ayudó a conseguir el dinero entre los jasidim más ricos del
Rebe. Esa colecta fue suficiente para comprar el equipo de impresión básico. Ello ocurrió el
mismo año en que el nieto del Rebe, Reb Israel de Chernobil, se casó con la nieta de Rav
Mordejai de la misma ciudad. Llevaría enormes volúmenes el relatar las adversidades que
debimos sufrir para establecer la imprenta. Ciertamente no todo puede ser expresado por
escrito, ¡pero es algo que será muy discutido en este mundo y en el Próximo!81
81
Reb Iehudá Tziegelman, un importante jasid de Breslov en la Polonia de preguerra, fue fundamental para la impresión
de muchos de los escritos de Breslov en esos años. Cierta vez hizo notar que la palabra HaDFaSáH (imprimir) tiene la
misma Guematria (valor numérico) que OLaM HaBa (el Mundo que Viene).
7

Debido a las muchas controversias y frenos y a la falta de dinero se atrasó durante


varios años la adquisición de todo el equipo necesario para la imprenta. No pude imprimir
nada durante el año 5579. Al año siguiente, 5580 (1820), me concentré en idear maneras
para comenzar la impresión. El equipo principal y algo de papel ya estaban en mi casa, pero
carecía de dinero y no podía comenzar el trabajo. Agradezco a Dios por darme la fortaleza
para mantener la esperanza y no desanimarme. Por el contrario, mi deseo de hacer que
fructificase el plan se hizo cada vez más fuerte. Sin embargo, tampoco pude imprimir nada
en el año 5580.

Durante esos años viajé mucho dentro de las provincias de Ucrania para recolectar
dinero entre la gente de nuestro grupo y poder así comenzar con las operaciones de la
imprenta, pero no tuve mucho éxito.

En el año 5580, después de Rosh HaShaná y Sukot, mi anhelo por la Tierra Santa se
hizo mucho más fuerte. Sin embargo, habíamos oído sobre una plaga en Estambul [por
donde debía pasar para ir a Israel] y además, no podía hacer el viaje en ese momento

10

Un día del año 5580, antes del Rosh Jodesh Nisán, decidí hablar con mi amigo, Reb
Iehudá Eliezer, sobre mi deseo de ir a Eretz Israel y compartí mis pensamientos con él.
Decidimos que viajaríamos juntos a la Tierra Santa. Yo sabía que Reb Iehudá Eliezer
también anhelaba ir a Eretz Israel. De hecho, cierta vez me había contado un sueño en el
cual él estaba delante del Rebe. Le había preguntado al Rebe qué hacer y el Rebe le había
dicho que la mejor manera para desarrollarse y corregir su alma sería ir a Eretz Israel.
Podrán entonces comprender que Reb Iehudá Eliezer compartía plenamente mi entusiasmo
por el plan de viajar juntos a la Tierra Santa. Estuvo de acuerdo en darme al menos diez
rublos para costear sus gastos de viaje y me rogó que no llevase a nadie en su lugar.

Esto es lo que planifiqué con Reb Iehudá Eliezer: Después de Pesaj yo viajaría a
Nicolaiev para persuadir a Reb Leib Dubrovner82 a que donara el resto del dinero que
necesitaba para operar la prensa. Si estaba de acuerdo yo volvería a mi hogar para activar la
imprenta, en lugar de viajar a Eretz Israel, pues el proyecto de la impresión era más
importante para mí dado que beneficiaría a la comunidad por generaciones. De no tener
éxito en persuadirlo a donar el monto necesario para la imprenta, que era una suma muy
grande, viajaría a Odessa y de allí a la Tierra Santa El dinero que pudiera recolectar durante

82
Reb Leib Dubrovner era el suegro de Sara, la hija del Rebe. Sara se casó con su hijo Reb Itzjak Isaac. Reb Leib era muy
rico y el rabí Natán pensó que podría ser fundamental para el proyecto de imprimir los escritos del Rebe.
el camino serviría para cubrir los gastos del viaje. Arreglé con Reb Iehudá Eliezer que
viajaría conmigo a Nicolaiev, después de Pesaj, para salir desde allí para Israel, de
presentarse la posibilidad.

Yo planeaba estar en Umán el día anterior a Rosh Jodesh Nisán, como es mi


costumbre cada año y quedarme allí durante unos días para orar en la tumba del Rebe.
Quería pedir que interviniera por mí para que se me mostrase el sendero de la verdad y
tener el privilegio de llegar a la Tierra Santa.

Sin embargo hube de quedarme en Umán durante varios días más, hasta después del
Shabat. Luego tuve que volver a mi hogar. Muchas cosas ocurrieron entonces en el camino
de mi viaje a Eretz Israel. Comprendí que no llegaría a Nicolaiev para después de Pesaj. De
modo que cuando retorné a mi hogar no continué con la planificación del viaje con Reb
Iehudá Eliezer.

Como era de esperar, no pude ir a Nicolaiev. Tuve que concentrarme en la imprenta.


Sin embargo, en medio de toda la actividad, me encontré pensando con anhelo en Eretz
Israel.

11

Ese año, en Lag BaOmer, viajé a Dashev y de allí a Umán, donde me quedé hasta el
día antes de Rosh Jodesh Sivan. Al volver a casa se me informó que el oficial de la policía
local había sido transferido de su puesto en Breslov. Para mí esto era un gran milagro y una
victoria para la imprenta. Si ese hombre hubiese retenido su puesto en Breslov muy
probablemente no se me habría permitido nunca operar la imprenta, pues ya había
solicitado el permiso de él y me lo había negado.83

12

Después de Shavuot me sentí más bien confuso y consternado. Estaba preocupado


pensando cómo podría alguna vez poner en funcionamiento la imprenta. Tantas cosas se
encontraban en mi camino, no siendo la menor de ellas la gran cantidad de dinero que
necesitaba para cubrir los costos; y no tenía un centavo. Consideré viajar con la esperanza
de recolectar algunos fondos, pero hubo muchas cosas que me retuvieron. Estuve
pensándolo durante varias semanas después de la festividad y no me decidía a salir para
recolectar el dinero.

13

Partí para Umán antes del Rosh Jodesh Av para orar en la tumba del Rebe en erev
Rosh Jodesh. De allí continué a Nicolaiev para hablar con Reb Leib sobre la imprenta. Reb

83
Las imprentas se encontraban bajo estricta supervisión de los censores rusos y toda imprenta privada debía estar
registrada.
Iehudá Eliezer no me acompañó pues, al partir de mi hogar hacia Nicolaiev, no tenía la
intención de viajar a Eretz Israel.

Al llegar a Umán escuché que mi viejo amigo Reb Shimón estaba en Odessa
planeando salir para Eretz Israel y corría también el rumor de que mi amigo Reb Naftalí iba
a viajar con él. Ello no me sorprendió en absoluto. Yo sabía que hacía tiempo que Reb
Naftalí sentía un profundo anhelo de visitar la Tierra Santa. Al oír esto, mi corazón se
inflamó con el deseo de ir a Eretz Israel y me entusiasmé pensando en la Tierra Santa.
Consideré seriamente hacer el viaje a Eretz Israel con Reb Shimón.

Viajé de Umán a Nicolaiev a través de Terhovitza y pasé el Shabat anterior a Tisha


beAv en Bufalia. Mientras estaba allí me encontré con varios jóvenes que se sintieron
inspirados a servir a Dios con fervor, como jasidim de Breslov.

De Bufalia fui a Nicolaiev llegando a tiempo para el Shabat Najamú. Me encontré


con Reb Leib y hablé con él sobre la imprenta. No tuve éxito en persuadirlo a donar para el
proyecto. Sólo me dio una pequeña suma para mis necesidades personales.

Continué hacia Odessa, pensando durante todo el camino en la posibilidad de viajar


desde allí a Israel. Pero mi precaria situación financiera pesaba sobre mí y no estaba seguro
del viaje.

Fue el 15 de Av, un miércoles, cuando llegué a Odessa. Al acercarme a la ciudad me


sentí sobrecogido de alegría. Sentía que de allí partiría a la Tierra Santa. Mis pensamientos
fueron inconscientemente proféticos. Pues fue debido a ese viaje que finalmente llegué a
Eretz Israel, pero no en ese momento.

En todo caso, llegué a Odessa el miércoles al anochecer. Reb Shimón sólo se enteró
de mi arribo tarde por la noche y fue a visitarme. Nuestro encuentro fue de mucha alegría
porque sentíamos un gran afecto el uno por el otro.

El jueves por la mañana, durante las plegarias, Reb Shimón se acercó a mí después de
haber completado las Shmone Esere, mientras yo aún llevaba mi talet y tefilín. Me dijo que
sería muy fácil para mí el ir con él a la Tierra Santa. Me informó sobre cómo comprar el
pasaje y hacer todos los otros arreglos para el viaje. Mi anhelo de ir con él era muy fuerte.
Sin embargo, no estaba preparado mentalmente para ese viaje ni tenía los fondos adecuados
para hacerlo, sólo cerca de cien rublos. Le dije a Reb Shimón que tenía que pensar el
asunto. Pero realmente no había tiempo para pensarlo; el barco debía partir inmediatamente
después del Shabat y el pasaje tenía que ser adquirido lo antes posible. Sin embargo, le
sugerí que fuese a su casa y esperase mi decisión, la que le haría saber a la brevedad.

Reb Shimón se fue a su casa y yo terminé las plegarias. Pensé mucho sobre el tema,
vacilante, sin saber qué hacer. Entonces tomé una decisión: ¡Iría a Eretz Israel! Fui a ver a
Reb Shimón y le comuniqué mi decisión. Envié de vuelta a mi hogar el carruaje con su
cochero, Reb Liebele de Terhovitza, y le pagué al agente marítimo un depósito de dos
monedas para el pasaje, pidiéndole que reservara un lugar para mí. Ese Shabat me quedé en
Odessa.
14

Después del Shabat volví a pensar el asunto. No sabía qué hacer. Finalmente, dos o
tres días después del Shabat, tomé la decisión de perder el depósito y el jueves por la
mañana volví a Umán. No viajé a Eretz Israel ni tampoco logré nada con respecto a la
imprenta. Con el corazón quebrantado volví a Umán bastante deprimido. Y como si ello
fuera poco, tuve un accidente con el carruaje el viernes, en ruta hacia Umán.

Estaba recitando las plegarias de la mañana en el coche tratando con mucho cuidado
de que las esquinas de mi talet no quedaran enganchadas en las ruedas. El talet podía
enredarse y hacerse jirones. Pese a mi cuidado, mientras estaba terminando la plegaria y al
cambiar de posición en el carruaje cubierto, un fuerte viento hizo volar la esquina de mi
talet hacia la rueda, enredándose allí y rasgándose en pedazos. ¡Sentí una angustia mortal!
En mi miseria me puse a llorar y a clamar.

Estaba muy ansioso por volver a Umán y estar allí en erev Rosh Jodesh Elul. Ése era
el momento en que muchos de los jasidim del Rebe se reunían para orar junto a su tumba.
Dios me ayudó haciéndome llegar a Bufalia para el Shabat, desde donde continué hacia
Umán. Pude estar junto a la tumba del Rebe el día anterior al Rosh Jodesh.

Entre los hombres allí reunidos se encontraba mi amigo Reb Iaacov Iosef [de
Zlatipolia] quien en el 5579 (1819) me había dado una considerable suma de dinero para la
imprenta. Yo quería hablar con él sobre el proyecto y su importancia y sobre los esfuerzos
requeridos para comenzar su operación. Realmente quería hablar abiertamente con él, pero
no hubo oportunidad. Estuve de pie a su lado, junto a la tumba del Rebe, que no era
precisamente el lugar para hablar. Más tarde lo vi en el mercado pero ambos estábamos
demasiado ocupados para conversar. Le dije que debíamos encontrar un momento para
hablar y él me respondió afirmativamente - no podía imaginar que eso no sucedería. Al
final, tuvo que apurarse y volver con los hombres en el carruaje que habían alquilado para
llevarlos a Umán, pues estaban muy ansiosos por retornar a sus hogares. Entristecido y muy
desilusionado por el resultado de los eventos fui al día siguiente a la tumba del Rebe y allí
derramé mi corazón.

Esos tiempos fueron muy difíciles para mí. Había hecho un gran esfuerzo para
establecer la imprenta pero ello no había dado ningún resultado. Mucho dinero se había
invertido en ese proyecto y no se había logrado nada. Aún necesitábamos más fondos, más
de doscientos rublos, para operar la imprenta. Me era imposible conseguir un tercio o
siquiera un cuarto de esa cantidad. Mis ingresos personales eran muy magros y tenía
muchas deudas, por lo que no me era posible establecer la imprenta con mis propios
fondos. Había otros obstáculos y dificultades en el establecimiento de la imprenta y por
supuesto, el temor al censor.

De modo que no pude ir a la Tierra Santa ni logré recolectar la suma de dinero


suficiente como para cubrir siquiera mis gastos personales. Sólo logré muchos dolores de
cabeza. Sin embargo, no abandoné mi deseo de ir a Eretz Israel y continué pergeñando
maneras para hacer operacional la imprenta y terminar la impresión de los libros que quería
publicar. Llevaría varios volúmenes el contar todos los eventos relacionados.

15

Dios lleva a cabo milagros constantemente y hace que nos sucedan muchas cosas
buenas y asombrosas. Aunque no pude lograr lo que esperaba para la imprenta cuando nos
reunimos en Umán para Rosh HaShaná 5581 (1820), volví a mi hogar con un estado mental
positivo. Dios me dio la paciencia para esperar Su salvación sin más preocupaciones.
Estaba decidido a no dejarme amedrentar por mis enemigos, los censores, ni por mi propia
pobreza, que era lo más duro de todo. En Su manera maravillosa, Dios me ayudó a elaborar
una estrategia para comenzar a operar la imprenta y publicar el primero y el segundo
volumen del Likutey Moharán. También imprimimos el Sefer HaMidot y los Shemot
HaTzadikim, una lista de los nombres de los Tzadikim, todo en un formato corregido, un
logro que nos trajo una gran satisfacción. Éste no es el lugar para relatar todos los detalles
de esa maravillosa salvación. El hecho mismo de que la imprenta estaba ahora en
funcionamiento era un milagro que influyó en las generaciones futuras de manera muy
positiva.

16

La imprenta comenzó a operar el 15 de Shvat del 5581 (18 de enero de 1821) y nos
regocijamos en la bondad de Dios. En medio de nuestra alegría recibimos invitados para el
Shabat, el venerable Reb David, el hijo del gaón de Chmelnik y el hermano de Reb Ioske,
el yerno del Rebe.84 Reb David venía viajando desde Eretz Israel como emisario del kolel.
Tan pronto como me enteré de la llegada de Reb David me puse a pensar sobre cuál sería el
mensaje de su presencia para mí, pues es mi costumbre examinar los eventos diarios y mis
pensamientos, pues creo que Dios hace que las cosas que ocurren conlleven el potencial
para acercarme a Él. Comprendí inmediatamente que Reb David había sido enviado para
hacerme recordar a la Tierra Santa y comencé a pensar nuevamente sobre mi anhelo de ir.

Comprendí que quizás ahora, después de haber superado los obstáculos que me
habían impedido establecer la imprenta y habiendo aprendido, en el proceso, muchas
lecciones de paciencia y autocontrol, tendría el privilegio de llegar a Eretz Israel. Quizás la
tolerancia que había desarrollado a través de las muchas frustraciones que me sucedieron,
con la ayuda de Dios y Su dirección, era el “erej apaim” (paciencia) necesario a través de lo
cual uno logra entrar a Eretz Israel (ver Likutey Moharán I, 155). ¡Tanta experiencia había
ganado en paciencia y en combinar la diligencia con la decisión! Quizás ahora podía
utilizar para llegar a Eretz Israel los mismos atributos que me permitieron alcanzar el éxito
con la imprenta, pese a todos los poderosos impedimentos a mi viaje. Esa idea me
fortaleció inmensamente.

84
Reb Ioske se casó con Odil, la hija mayor del Rebe Najmán. Su padre, el gaón, fue el rabí Abraham Ber de Chmelnik
(m. 5571/1811).
Cuando fui a ver a Reb David conversamos sobre Israel, lo que me inspiró a hacer el
viaje. Más adelante, el Shabat por la mañana, hablé con mis amigos sobre la tremenda
santidad de la Tierra Santa, sobre la Torá plena de alabanzas a Eretz Israel y sobre el hecho
de que no hay lugar para el pueblo de Israel excepto la tierra de Israel. Ésa es nuestra tierra
y nuestro país. Hablé mucho sobre la Tierra Santa pues en verdad sólo allí el judío puede
alcanzar la perfección.

Tiempo más tarde, después de Pesaj, pasé un Shabat en Chmelnik, de camino a


Berdichov, para comprar papel para la imprenta. Sucedió que ese día era el iortzait del Rav
de Chmelnik (2 de Iar) y Reb David se encontraba allí, de modo que tuvimos la
oportunidad de reunirnos y volver a conversar. Cuando nos sentamos a beber juntos, me
dijo, “¿Quién sabe? Quizás el año próximo estaremos bebiendo juntos en Eretz Israel”. Al
decir esto aludió al hecho de mi viaje a Eretz Israel y de esa manera volvió a encender mi
deseo por visitar la Tierra Santa.

17

Durante todo ese año, 5581 (1821), estuve muy ocupado con la imprenta. Sin
embargo, mi corazón ardía por Eretz Israel. Varias semanas después de Pesaj, hasta el Rosh
Jodesh Av, dejamos de operar la imprenta pues nos habíamos quedado sin papel. Durante
todas esas semanas me sentí como si deseara saltar por sobre las montañas para alcanzar
Eretz Israel.

Finalmente fui inspirado con una idea. En lugar de dejar que la imprenta estuviera
ociosa mientras esperábamos la entrega del papel necesario para los libros más grandes,
podría utilizar todo el papel accesible para imprimir copias del Sefer HaMidot. Mi hijo
proveyó del dinero para ese proyecto y comenzamos a imprimir el libro más pequeño.

Decidí enmendar el libro agregando los nombres de todos los Tanaim y Amoraim.85
Originalmente sólo algunos de sus nombres habían aparecido en el libro. Me ocupé de
buscar los agregados requeridos, lo que me llevó mucho trabajo. Mientras estaba inmerso
en la escritura de los nombres de los Tzadikim se me ocurrió que en mérito a lo que estaba
haciendo se me permitiría llegar a la Tierra Santa. Es sabido que mencionar los nombres de
los Tzadikim es de mucha ayuda para acercarnos al servicio a Dios, tal como he explicado
en otra instancia. Con la ayuda de Dios explicaré con más detalles el tremendo beneficio
que se obtiene de mencionar los nombres de los Tzadikim (ver Likutey Halajot, Hiljot
Netilat Iadaim LiSeudá, 4). Y así comprendí que el mérito de compilar la lista de los
Tzadikim, Tanaim y Amoraim del Talmud, del Sifri y del Midrash, para beneficio del
público, podría en sí mismo permitirme llegar a la Tierra Santa. En verdad, el versículo,
“Los Tzadikim heredarán la tierra” (Salmos 37:29) enseña que es imposible llegar a Eretz
Israel si no es mediante el poder de los verdaderos Tzadikim. El considerar todo esto
aumentó mucho más mi deseo de ir a Eretz Israel.

85
Los Tanaim son los Sabios mencionados en la Mishná. Los Amoraim son los Sabios de la Guemará y el Midrash.
Sin embargo, sabía que no podía hacer el viaje a Eretz Israel hasta no haber
terminado de editar e imprimir lo que había comenzado. Dios me ayudó y llegó el
cargamento de papel que estaba esperando. Para Rosh HaShaná del año 5582 (27 de
septiembre de 1821), logré publicar tanto los libros grandes como los pequeños.

Llevé los libros a Umán, donde los distribuí entre los seguidores del Rebe. Nos
regocijamos grandemente y todos se maravillaron de la gran salvación que Dios me había
otorgado, permitiéndome finalmente superar todos los problemas que me impedían operar
la imprenta. Agradecimos a Dios por la tremenda bondad y las maravillas que hizo por
nosotros y por todo Israel.

18

Durante el verano del 5581 (1821) todo mi pensamiento había sido el ir a la Tierra
Santa tan pronto como terminara la impresión. Mi plan era estar en Umán para Rosh
HaShaná y salir directamente de allí hacia Odessa y de Odessa a Israel. Sin embargo,
cuando estuve en Umán para Rosh HaShaná se presentaron muchas cosas que impidieron
mi partida, entre ellas los problemas financieros. También los libros que había impreso
debían ser encuadernados de modo que de Umán retorné a mi hogar.

Transcurrió el mes de Tishrei y llegó el invierno y por supuesto, es imposible viajar a


Eretz Israel en invierno. Entre Iom Kipur y Sukot, Reb David pasó por el área de Breslov
camino a Tulchin, en su viaje de retorno a Eretz Israel, pero no pude viajar con él. Había
tenido la esperanza de hacer la travesía juntos, pero fui retenido en casa.86

En esa época también oímos que los griegos estaban en guerra [con los turcos] y la
gente decía que no era momento para viajar a Eretz Israel. 87 El Rav de Apta no quería que
Reb David y otros emisarios de los Kolel de Israel hicieran el viaje debido al peligro
involucrado. Sólo después de mucho urgir y de explicar que los pobres de Eretz Israel
estaban esperando la llegada de los emisarios, el Rav les permitió ir. Sin embargo no
viajaron a través de Estambul sino por tierra, que era mucho más caro, pues querían evitar
los peligros de quedar atrapados en medio de la revuelta griega.

19

Después de las festividades, Dios nos permitió comenzar a imprimir las plegarias
[Likutey Tefilot], algo que hicimos en secreto.88 Hay mucho para contar sobre ese
emprendimiento y sobre la Mano de Dios en él, pero éste no es el lugar para tratar el tema.

86
El rabí Natán aún carecía de los fondos y tenía que terminar de encuadernar los libros.

87
Ésta fue la guerra de independencia griega contra los turcos del imperio Otomano, entre los años 1821 y 1829.
Obviamente, la guerra hacía que el viaje por el Mediterráneo fuera muy peligroso.

88
El rabí Natán se ocupó de ocultar sus actividades de aquellos que se le oponían. Tampoco tenía un permiso del gobierno
de modo que no podía tomar operarios de afuera. Toda la tarea fue hecha por el rabí Natán, por su hijo Reb Shajne y por
algunos de sus discípulos más cercanos.
Nuevamente me sentí dominado por un ferviente anhelo de viajar a Eretz Israel y
difícilmente pasaba un día sin tener pensamientos al respecto. Durante ese tiempo Dios me
ayudó a concebir y desarrollar maravillosas ideas de Torá relacionadas con la gran
paciencia que cada persona debe tener para alcanzar la Tierra Santa. En verdad, ésta es la
batalla principal de la cual se debe emerger victorioso en este mundo. ¡Cuánta fuerza
debemos tener para superar todas las dificultades que nos impiden el acceso a Eretz Israel!
¡Cuán grande es la santidad de la Tierra Santa! La Torá está llena de alabanzas a esta
santidad - como está explicado en mis escritos.

Pese a mi comprensión y a mi ferviente deseo de hacer el viaje a Eretz Israel seguía


teniendo dudas. Éstas eran meros impedimentos de la mente pero se levantaban entre mi
objetivo y yo, como paredes de cobre y portales de hierro.

No puedo entrar en detalles sobre todo lo que me sucedió hasta que, con la ayuda de
Dios, salí de mi hogar finalmente con el objetivo de ir a Eretz Israel.

***

20

La Partida

Salí hacia Umán, para estar allí el día antes del Rosh Jodesh Shvat. No le dije a nadie
que pensaba extender ese viaje hacia Odessa y de allí ir a la Tierra Santa. En verdad, yo
mismo no sabía si tendría éxito en llevar a cabo mis planes. Aún tenía dudas.

Dios me ayudó hasta que pude llegar a Odessa y reservar un pasaje. Dos veces ya he
navegado por el Mar Negro y el Mediterráneo, en medio de la guerra y ahora es el cuarto
día de nuestro viaje desde Alejandría hacia Sidón, que queda en el límite de Israel. Estoy
escribiendo estas líneas en el barco. ¡Que Dios me permita llegar con seguridad y
rápidamente a la Tierra Santa!

El jueves 24 de Tevet 5582 (17 de enero de 1822) partí para Umán. No había
carruajes disponibles debido a las malas condiciones de los caminos en el invierno. Me vi
forzado a contratar un coche que me llevaría sólo hasta Heisin. Tan pronto como contraté la
carreta se desató una fiera tormenta de nieve con fuertes vientos, lo que me llevó a dudar
del viaje. Sin embargo, Dios me ayudó y pudimos avanzar a través de la fuerte tormenta.
Tuve que pasar la noche en un poblado con un posadero borracho. Pero pese a su condición
nos recibió bien y nos preparó una comida. En su borrachera divagó sobre la tremenda
santidad del pueblo de Israel y se burló de las creencias de los idólatras. Varios hombres de
Heisin estaban sentados a su mesa y escuchaban mientras él alababa al Rebe y a sus
seguidores. Su balbuceo me alegró (y para mí, especialmente, el mejor aliento proviene de
sentirme contento).

El viernes, temprano por la mañana, dejamos la posada en dirección a Heisin.


Planeaba contratar un carruaje desde Heisin a Teplik donde pasaría el Shabat. Pero la nieve
era tan espesa que me vi forzado a quedarme en Heisin para el Shabat. 89 Oré en el salón de
estudios y tuve el placer de hablarle sobre la Torá del Rebe a un grupo de hombres que se
había reunido a mi alrededor.

El domingo desayuné en la casa de mi anfitrión, Reb Itzjak. En el curso de nuestra


conversación hablé sobre la lección del Rebe concerniente a la paciencia en virtud de la
cual la persona adquiere el privilegio de llegar a Eretz Israel. Recité toda la lección para
todos los presentes, explicándola plenamente y llevado a cabo una agradable conversación
de la clase que inspira a los hombres a actuar.

Esa experiencia me alentó mucho y disipó mis dudas, esas dudas y temores que me
hacían sentir ambivalente sobre el viaje y eran los frenos principales ante mi objetivo,
plagando mi pensamiento. No puedo realmente explicar por escrito lo dividida que estaba
mi mente.

21

El domingo de la semana en la cual leemos la porción Bo (Éxodo 10), viajé de Heisin


a Teplik, llegando allí por la noche. Me encontré con Reb Moshé de Palia y le pregunté si él
podía alquilar un carruaje para mí en ese pueblo, para llevarme a Umán o, si era posible,
para utilizar durante toda la semana. Este último arreglo sería preferible. El lunes por la
mañana, mientras estaba diciendo las plegarias, se presentó un gentil trayendo para mí una
carta de Reb Moshé en la cual se me informaba que ese hombre había sido contratado para
ser mi cochero durante toda la semana a un costo fijo. Tomé el desayuno y partí, después
del mediodía, hacia Umán.

El día siguiente, martes, era erev Rosh Jodesh [Shvat]. Llegamos a un poblado ruso
donde tuvimos que detenernos para permitir que descansaran los caballos. Mi cochero
sugirió contratar otro carruaje. Yo quería estar en la tumba del Rebe junto con mis
camaradas para erev Rosh Jodesh Shvat, según era la costumbre que habíamos observado
cada año desde el fallecimiento del Rebe. De modo que me urgía llegar a Umán al día
siguiente.

De manera providencial encontramos a otro gentil a quien le pagué diez gulden para
que nos llevase a Umán esa noche. Reb Mendel y yo viajamos con él y mediante la ayuda
de Dios, arribamos a Umán cerca de tres o cuatro horas después de la caída de la noche.
Para cuando llegamos todos en la casa de mi anfitrión, Reb Abraham, estaban durmiendo,
de modo que tuve que pasar la noche en la casa de mi amigo, Reb Naftalí. Esperaba
encontrar allí a algunos de mis otros amigos, que deberían haber llegado a Umán el día
anterior al Rosh Jodesh, dado que usualmente se quedaban en la casa de Reb Naftalí. Pero
ninguno de ellos estaba allí. Aparentemente, muchos de mis amigos no habían podido hacer
el viaje debido a las terribles condiciones del tiempo y aquellos que viajaron no llegaron
sino recién temprano en la mañana siguiente.

89
Fue durante esa visita a Heisin que el rabí Natán encontró a un niño llamado Najmán, sobrino de su anfitrión. Ese niño
creció para llegar a ser Reb Najmán Tulchiner, el discípulo más cercano del rabí Natán.
Al llegar encontré a mi amigo Reb Naftalí en medio de la fiesta de una boda, con
muchas personas importantes allí reunidas. Aparentemente Reb Naftalí había casado a uno
de nuestros camaradas y se encontraba extremadamente contento. Me uní a ellos para la
cena.

A la mañana siguiente oré en la casa de Reb Naftalí. En medio de mis plegarias


llegaron nuestros amigos de Breslov. Todos juntos fuimos a la tumba del Rebe donde
derramamos nuestros corazones en plegaria, tal cual es nuestra costumbre.

22

Más tarde, nuestros camaradas volvieron a la casa y yo almorcé en la casa de Reb


Abraham. Entre los jasidim presentes ese día se encontraba un joven que había venido a
Umán por primera vez. Reb Jaim Najum era el hijo de Reb Shmuel de Zorin. Era un viudo
que se había divorciado de su [segunda] esposa y había estado en mi casa cerca de dos
meses antes de Jánuca. Hice un gran esfuerzo para ser amistoso con él debido a mi amor
por su padre, que era uno de nuestros camaradas. Realmente quise ayudarlo a encontrar otra
esposa, pero no se presentó la oportunidad. Además, mi preocupación por el viaje a la
Tierra Santa me impedía tomar cualquier otra obligación. Tampoco el Rav90 ni Reb Ioske
tenían deseo de aceptar tal responsabilidad sobre la comunidad de Breslov.

El joven se quedó en mi casa hasta antes del comienzo de Shvat, lo que demostró ser
muy providencial. Yo quería llevarlo conmigo a Umán, pero debido a todas las dificultades
del viaje en ese momento, la única persona que vino conmigo fue Reb Mendel de Tulchin,
quien viajó conmigo hasta Odessa antes de volver a su hogar. Reb Jaim Najum se quedó en
mi casa durante varios días después de mi partida y llegó a Umán después del Shabat, junto
con mi hijo y otros jasidim. Antes de partir le pedí a mi hijo que se ocupase de que él fuera
con ellos, con los gastos a mi cargo, lo que pagué cuando todos arribaron.

Después de volver de la tumba del Rebe y haber almorzado, conversamos sobre


posibles parejas matrimoniales para Reb Jaim Najum, pensando que quizás había alguna
adecuada para él en Umán. Bendito Sea Dios Quien Se dedica a hacer parejas. Alguien
sugirió la hija de uno de nuestros respetados amigos, Reb Zalman de Umán, como posible
novia para Reb Jaim Najum y ello pareció ser una excelente idea. Reb Ioske y el Rav de
Breslov se estaban preparando para volver a sus casas y yo traté de retenerlos hasta
completar los arreglos de la pareja. No querían esperar, aunque Reb Ioske estaba muy
contento con el arreglo. Tomó sobre sí toda la responsabilidad de proveer a Reb Jaim
Najum de las ropas necesarias. Yo sólo pude prometer cincuenta gulden, que él recibiría en
Tcherin.

Reb Ioske y el Rav volvieron a sus casas y mi hijo, el viudo y nuestros otros amigos
que habían venido en su carruaje, se quedaron conmigo en Umán. Esa noche el arreglo se

90
El Rav, hace referencia a un amigo muy cercano del rabí Natán, Reb Aarón de Breslov (m. 1845). Cuando el Rebe
Najmán se mudó a Breslov en el año 1802 llevó consigo a Reb Aarón, para ser la autoridad halájica del pueblo.
completó con buena fortuna y yo me sentí muy contento y alegre de haber tenido el
privilegio de llevar a cabo la gran mitzvá de casar a un huérfano que también era una
persona de estatura y el hijo de uno de nuestros queridos amigos.

23

Hacia la noche de ese erev Rosh Jodesh llegó el venerable Reb Shmuel Isaac.91 Había
sido detenido en ruta a Umán y no pudo estar con nosotros esa mañana en la tumba del
Rebe. Llegó cerca del atardecer y aún no había comido nada en ese día. Aunque quería ir al
cementerio inmediatamente, me di cuenta que tenía frío y estaba muy cansado del viaje. Era
ya tarde y le sería muy difícil ir de modo que lo hice quedar. Inmediatamente estuvo de
acuerdo en que sería mejor para él ir al día siguiente, el Rosh Jodesh y se sentó a comer
algo. Esa noche se unió con nosotros en la celebración del compromiso de Reb Jaim Najum
y a la mañana siguiente fue a la tumba del Rebe.

Cuando volvió del cementerio sentí una súbita urgencia de ir también, aunque ya
había estado allí el día anterior. No había tenido la intención de ir durante el Rosh Jodesh
pues planeaba quedarme algunos días más en Umán. Pero dado que Reb Shmuel Isaac
había ido con algunos de nuestros amigos, también yo sentí un gran deseo de ir. De modo
que fui y oré allí. Ello me hizo sentir mucho más confiado en el viaje planeado.

24

Almorcé ese día en la casa de mi amigo Reb Abraham. Después fui a contratar una
carreta para transferir mis pertenencias desde la casa de Reb Naftalí, donde las había dejado
el martes por la noche, hasta la casa de Reb Abraham. Luego fuimos a ver a Reb Mordejai,
en cuya casa habíamos realizado los servicios el último Rosh HaShaná.

25

Más tarde fuimos a la casa de Reb Naftalí. Allí nos encontramos con un hombre que
había llegado recientemente de Israel. Estábamos ansiosos de hablar con él sobre la Tierra
Santa y esperábamos oír novedades de nuestro amigo, Reb Shimón. Habíamos escuchado el
terrible rumor de que la nave en la cual viajaba Reb Shimón se había hundido en el mar.

Fui a ver al hombre de Eretz Israel unas horas antes de la plegaria de la tarde y hablé
con él largo tiempo. Me habló de su viaje desde Eretz Israel a Europa.

Se estaba desarrollando una guerra, con los griegos en revuelta en contra del rey turco
y era muy peligroso viajar. Muchos que habían querido hacer el viaje a Eretz Israel estaban
varados en Odessa, tan grande era el temor y el peligro. Todas esas dificultades sólo
aumentaron mi deseo de lograr ese maravilloso objetivo, de ir a la Tierra Santa - la buena y
hermosa tierra que Dios entregó a nuestros padres. En verdad, cuando logré superar mis

91
Reb Shmuel Isaac (1765-1826) fue uno de los primeros seguidores del Rebe Najmán, desde comienzos de 1790, incluso
antes que el rabí Natán. Era conocido por su intensa devoción.
dudas y temores y me fortalecí frente a todos los peligros, Dios me permitió hacer la
travesía.

El hombre de Eretz Israel me contó su historia. Me describió la ruta por la cual había
viajado. El puerto de Acco estaba cerrado debido al levantamiento de modo que tuvo que
adquirir un lugar en una nave en la cual se embarcó desde un punto al sur de Acco. Sólo
navegaron una corta distancia cuando el capitán de un barco con el cual se cruzaron los
envió de vuelta, explicándoles que los peligros del viaje eran demasiado grandes como para
continuar. Ellos mismos habían oído los clamores de los hombres que habían perecido en
aquella nave. Ése era el barco [perdido] sobre el que todos habíamos oído. De acuerdo a
ellos Reb Zev de Trastinetz y Reb Shimón estaban también a bordo de esa nave. Los
rumores que llegaron a Europa indicaban que cerca de sesenta y cinco hombres habían
muerto; el hombre de Eretz Israel dijo que los hombres de su nave conocían a cincuenta y
siete de ellos.

La nave en la cual estaba viajando el hombre de Eretz Israel volvió a Acco. Los
pasajeros le preguntaron al capitán, quien planeaba volver a su hogar, qué debían hacer.
Éste les aconsejó ir adonde pudieran para evitar la guerra. Continuaron viajando hasta
llegar a un lugar -que creo que era Rodas- donde algunos de ellos alquilaron caballos para ir
hasta Estambul. Otros, que eran pobres y no tenían dinero continuaron a pie, viajando de
ciudad en ciudad, hasta llegar a Estambul.

El hombre me contó que aquellos que pasaban por comunidades judías recibían ayuda
allí adonde iban. Les daban dinero para cubrir las expensas del viaje, para comprar
alimentos y bebidas. Los judíos son realmente “compasivos e hijos de compasivos”, buenos
y misericordiosos. Les llevó desde Rosh Jodesh Iar, momento en que dejaron Israel, hasta
Tishrei, arribar a la cuarentena en Odessa.92

Mucho me preocupé al oír la historia de ese hombre, lo que actuó como un freno ante
mi deseo de ir a la Tierra Santa. Sin embargo, después de meditar sobre el asunto pude
verlo en una perspectiva diferente y me sentí invadido de una renovada determinación.
¿Acaso esa gente no había hecho el viaje, llegando a salvo pese a los grandes riesgos?
Presionados por las circunstancias, habían puesto en peligro sus vidas, viajando desde Eretz
Israel para buscar el sustento y Dios les otorgó un viaje seguro. Cuánto más aún me
incumbía a mí enfrentar los riesgos en la búsqueda de la rectificación espiritual y viajar
hacia Eretz Israel, confiando en que Dios me haría llegar allí a salvo. Además, uno llega y
adquiere Eretz Israel sólo a través del sufrimiento y las dificultades. También el Rebe había
viajado hacia allí en medio de una gran guerra [las guerras napoleónicas, en 1798-1799].

En verdad no puedo compararme con el Rebe. Nadie y menos aún una persona tan
insignificante como yo, puede compararse con él. Sin embargo, cuando se trata de alcanzar
un objetivo de santidad, hasta la persona más pequeña debe buscar los grandes objetivos, tal
cual el Rebe nos dijo una vez. En verdad, yo estaba mucho más obligado que él a arriesgar
mi vida para alcanzar Eretz Israel. Incluso antes de llegar a Eretz Israel el Rebe ya había

92
La gente que viajaba desde otros países debía quedar en cuarentena para asegurar que no trajera ninguna enfermedad.
alcanzado enormes alturas de santidad y rectitud; su nivel ya era extraordinariamente
grande y necesitaba llegar a Eretz Israel sólo para lograr alturas mucho más elevadas. La
grandeza de Dios es infinita [y el potencial de acercarse a Él también es infinito].

Sin embargo y de ser necesario, nosotros humildes huérfanos debemos sumirnos en el


barro y en la inmundicia y arrastrarnos en el suelo entre serpientes y escorpiones, hasta
tener el privilegio de besar la tierra de Eretz Israel y respirar su aire santo. Debemos viajar a
Eretz Israel aunque no podamos apreciar lo que realmente significa Eretz Israel para
nosotros, así como no podemos apreciar plenamente el significado de los tzitzit ni de los
tefilín, de la suká ni del lulav. El significado de los mandamientos no les fue revelado a los
mortales y ciertamente no a nosotros. El versículo afirma, “Tus testimonios son
asombrosos” (Salmos. 19:129) y “Todos Tus mandamientos [son] fe” (ibid., 86). ¿Acaso
deberíamos ser exceptuados, Dios no lo permita, de llevar a cabo los mandamientos porque
no conocemos una explicación para ellos?

Estamos obligados a ir a Eretz Israel aunque no comprendamos plenamente el


significado de la santidad de la Tierra Santa. La Torá misma, nuestros Sabios en el Talmud,
específicamente en el tratado Ketuvot, en el Midrash y especialmente el Rebe en sus
escritos sagrados, todos nos revelan la grandeza de la tierra de Israel. Ellos enseñaron que
toda la santidad del judío depende absolutamente de Eretz Israel.

Si ahora, debido a las tremendas dificultades que cada uno debe enfrentar en la vida,
no tenemos el privilegio de establecer nuestros hogares permanentes en la Tierra Santa,
cada individuo debe al menos tratar de visitarla una vez durante su vida. Nuestros Sabios
enfatizan el hecho de que incluso si la persona sólo logra caminar cuatro codos en la Tierra
Santa, aun así obtendrá el mérito. Quizás al caminar esos cuatro codos mereceremos
retornar y asentarnos allí. ¿Cómo no podemos dejar de sentir la necesidad de alcanzar Israel
al menos una vez en nuestras vidas, para estar en nuestros lugares sagrados, en la hermosa y
amada tierra que Dios les prometió a nuestros antepasados una y otra vez?

Contemplando esas ideas pude fortalecerme y superar los obstáculos que se


encontraban en mi camino. Sin embargo, mi corazón aún estaba dividido y me sentía
indeciso debido a mi ambivalencia, algo que no puedo detallar aquí.

26

El jueves me levanté temprano y oré en la casa de mi anfitrión. No fui a la mikve ni a


la tumba del Rebe. Había pocos coches para alquilar. Había pasado todo el día miércoles
averiguando sobre los carruajes. Se me dijo que no había muchos pues los caminos estaban
en malas condiciones y muchos habían sido alquilados por largo tiempo. Bajo esas
circunstancias decidí que lo mejor sería quedarme en Umán para el Shabat - sentía en mi
corazón que era importante para mí ser paciente en este viaje.

El hombre alberga muchos pensamientos en su corazón, pero los planes de Dios son
los que prevalecen (Proverbios 19:21). Después de terminar de orar ese jueves por la
mañana se me ocurrió que podría contratar un coche para Terhovitza. Inmediatamente les
pedí a Reb Mendel y a otros de nuestro grupo de Umán que me alquilaran un carruaje para
Terhovitza. Después de mucho buscar finalmente encontraron a un gentil que tenía un
coche disponible y lo llevaron a mi casa.

En medio de todo ello se me pidió que fuera a comer a la casa de Reb Iona en honor a
la familia del novio de su hija. Fui con mis amigos, Reb Naftalí y Reb Moshé. Reb Iona
pidió disculpas por la controversia en Umán y declaró que no tenía nada que ver con ello.
Por algún motivo eso era algo que nosotros debíamos saber.

Me quedé en casa de Reb Iona hasta dos o tres horas después del mediodía. Estaba
seguro de que el cochero que habíamos contratado se había ido debido a la larga espera,
pero lo encontré esperándome. Inmediatamente salimos para Terhovitza, deteniéndonos en
el camino para pasar la noche.

El viernes por la mañana tuve la intención de orar allí (en donde habíamos
pernoctado) pero lo pensé mejor y decidí decir las plegarias de la mañana en Terhovitza.
Aunque nos apuramos para llegar a la ciudad a tiempo para las plegarias de la mañana
llegamos tarde, cuando estaban finalizando las plegarias en el beit midrash del Maguid.93

Tan pronto como mis amigos me vieron me saludaron con gran alegría, como siempre
hacían. “Aquí está la silla de Elías dispuesta para un brit milá que se hará en cualquier
momento”, me dijeron.94 “¿Querrías llevar a cabo la circuncisión?”.

Me sentí pleno de alegría por tener la oportunidad de llevar a cabo semejante mitzvá
ni bien llegué a la ciudad. Rápidamente me puse el talet y los tefilín y llevé a cabo la
circuncisión. Este incidente me dio una verdadera alegría. Había tenido dudas sobre viajar a
Terhovitza para el Shabat. Ahora pude ver que mi decisión fue la correcta a los ojos de
Dios, pues tuve la posibilidad de hacer una mitzvá que usualmente no se presenta cuando
estoy de viaje.

Estaba especialmente contento porque comprendí de inmediato que existe una


maravillosa conexión entre la mitzvá de la circuncisión y la santidad de Eretz Israel.
Nuestro padre Abraham recibió la promesa de que sus hijos heredarían la Tierra Santa al
mismo tiempo en que Dios le ordenó realizar la mitzvá de la circuncisión: “Guarda Mi
pacto y Yo te daré a ti y a tus hijos la tierra en la cual habitas” (Génesis 17); “E hizo el
pacto con él de darle la tierra de los cananeos…” (Nehemías 9). Por ese motivo es
costumbre cantar este último versículo en una circuncisión. Me sentí fortalecido por ese
incidente y oré la plegaria de la mañana con alegría y entusiasmo. ¡Alabado sea Dios,
Quien me ha ayudado hasta ahora!

93
Reb Ikutiel, el Maguid de Terhovitza, también era uno de los primeros seguidores del Rebe Najmán. Fue un importante
maestro jasídico de por sí pero consideró al Rebe Najmán como único incluso dentro del movimiento jasídico. Por ello se
volvió discípulo del Rebe Najmán, ¡aunque tenía dos veces su edad! No se conoce la fecha de su fallecimiento aunque se
cree que tenía más de 80 años, falleciendo después que el Rebe Najmán.

94
El profeta Elías es llamado “el ángel del pacto” (ver Malaji 2:5). Es por lo tanto costumbre poner una silla para Elías,
que está presente en cada circuncisión.
Pasamos el Shabat en la casa de nuestro amigo Reb Itzjak, el yerno del Maguid. Nos
enteramos que el martes se llevaría a cabo la circuncisión del hijo de un hombre que se
había unido hacia poco a nuestro grupo. El viernes a la noche nos regocijamos y bailamos y
fuimos al shalom zajar, la celebración con la cual se le da la bienvenida a un niño varón
[realizada el viernes por la noche luego del nacimiento del niño]. El Shabat por la tarde
repasé una de las lecciones del Rebe, que comienza con “Aquel que sabe sobre Eretz Israel,
que realmente ha degustado la Tierra Santa” (ver Likutey Moharán II, 40).

Permanecí en Terhovitza hasta el martes y fui el sandak (quien sostiene al niño) en el


brit milá del hijo de nuestro amigo.

27

El miércoles alquilé el carruaje de Reb Iona para que me llevase a Medvedevka,


donde pasaría el Shabat. Las rutas estaban en muy malas condiciones y no sabíamos si
debíamos llevar un coche o un trineo. Nevaba de manera intermitente, pero la nieve se
derretía. Eso hacía estragos en los caminos volviéndolos resbaladizos y poco seguros. El
jueves por la mañana salí con el carruaje, escoltado por todos nuestros camaradas de
Terhovitza. No les dije que estaba pensando ir a Eretz Israel en ese viaje, porque aún tenía
dudas.

28

El jueves, cuando dejé Terhovitza, salí acompañado por mi viejo amigo Reb
Guershon, nieto del Maguid, quien viajó conmigo hasta Tcherin. Pasamos la noche en
Zlatipolia, en la casa de Reb Ikutiel, uno de los jasidim del Rebe en cuyo hogar había
vivido el Rebe cuando estuvo parando en Zlatipolia. Allí encontré a nuestro querido amigo,
Reb Jaikel,95 quien vino a visitarnos esa noche. Mucho nos alegramos de verlo.

29

El viernes, antes del amanecer, dejamos Zlatipolia y partimos hacia el poblado de


Krasnisilke. Nuestro amigo Reb Tzvi vivía allí pero no lo encontramos en casa.
Continuamos viajando a Kaminka adonde llegamos después del mediodía, de modo que nos
quedamos para el Shabat Shirá. El hecho de que Reb Guershon estuviese conmigo fue algo
enviado por Dios, dado que la familia del Rav de Kaminka estaba emparentada con Reb
Guershon por matrimonio. Durante el Shabat vino a vernos Reb Iosef Hirsch, el cuñado de
Reb Guershon, acompañado de un hombre de Medvedevka, cuyo yerno era el jazán en
Kaminka.

Reb Ishaia, el yerno del Rav del pueblo, también pasó con nosotros todo el día. Nos
contó que cierta vez había ido a ver al Rebe en una misión del Shpola Zeide y de su suegro,
el Rav. Nos contó cómo había ido a ver al Rebe y que había quedado tremendamente
impresionado por él. Que habló mucho tiempo con el Rebe y aparentemente había abierto

95
Reb Jaikel era el jazán del grupo del Rebe Najmán
su corazón delante de él. Al ver al Rebe experimentó un gran deseo de arrepentirse. Esto es
algo bien sabido, que tan pronto como alguien iba a ver al Rebe se sentía inmediatamente
dominado por un gran anhelo de arrepentirse y de acercarse a Dios. Todo aquel que se
mantenía firme junto al Rebe, como su jasid, se transformaba en una persona recta y
temerosa de Dios.

El efecto sobre Reb Ishaia fue tal que al retornar a su hogar, algunas personas del
pueblo se dieron cuenta de que había ido a ver al Rebe. Eso le trajo muchos problemas y no
pudo volver a verlo. Ahora comprendía cuán diferente habría sido para él haber seguido
siendo un seguidor del Rebe. Aquellos que impidieron que Reb Ishaia volviese lo privaron
de la verdadera vida. Todo aquel que busque la verdad podrá decidir si realmente le
hicieron un favor al impedirle acercarse al Rebe o si verdaderamente le hicieron daño.

30

El Shabat por la mañana vino a verme un joven llamado Shmuel. Tenía una hermosa
voz y cantó para nosotros. Se sintió muy atraído por nuestro grupo y el domingo por la
mañana habló conmigo durante mucho tiempo, confesando su tremendo deseo y anhelo de
la verdad. Pero nos separaba una barrera, formidable como una elevada montaña. Además,
en Kaminka había muchos mitnagdim, incluyendo a su padre. Sin embargo, fue bueno que
ese joven se acercara al menos un poco a nosotros, pues siempre valorará el habernos
conocido.

31

En la noche del Shabat Shirá (3 de febrero de 1822) estuve pensando sobre la porción
de la lectura de la Torá de esa semana, que trata del viaje a la Tierra Santa. Las palabras de
apertura de esa porción son “Y sucedió, cuando faraón dejó salir al pueblo”. Los hijos de
Israel dejaron Egipto para ir a Eretz Israel, como Dios dice en la Torá, “Yo los saqué de la
aflicción de Egipto y los llevé a una buena tierra”. Esa porción, Beshalaj (Éxodo, capítulos
14-17) comienza con la ruta que tomaron los hijos de Israel para llegar a Eretz Israel: “Dios
no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, si bien era una ruta más corta” - la
ruta corta hacia Eretz Israel, que es adonde estaban yendo, tal como explica Rashi.

Yo podía aplicar todo eso a mi propio viaje. Está escrito en la Torá que es necesario
hacer un rodeo para llegar a la Tierra Santa. Dios no llevó a Su pueblo por la ruta más
corta; sino que lo llevó a través del Mar Rojo, a través del desierto. De la misma manera,
Dios me llevaba a Eretz Israel haciendo un rodeo. La ruta directa para ir a la Tierra Santa
sería a través de Odessa directamente desde Breslov y de allí a Eretz Israel. Breslov está
muy cerca de Odessa. Mucha gente viaja diariamente, ida y vuelta, entre Breslov y Odessa,
dado que Odessa, siendo la ciudad más grande cercana a Breslov, es el centro local de
transacciones comerciales. Y aquí estaba yo, yendo hacia Odessa a través de un rodeo - vía
Kaminka, Tcherin, Cherkassy, Kremenchug. Pensando en ello pude apreciar cómo la Torá
está contenida en cada individuo, a cada momento. Encontrar en la Torá esa alusión a mi
viaje, en esa porción de la semana, me dio mucha alegría.
Comencé a meditar sobre el propósito de viajar a Eretz Israel de esta manera,
haciendo un rodeo, pero no pude encontrar ningún motivo claro y sólido para ello, sólo
algunas vagas posibilidades. Hablé sobre mis ideas con aquellos que estuvieron en la
comida del viernes por la noche. Ellos no comprendieron plenamente lo que estaba
aludiendo cuando hablé sobre el hecho de que la Torá nos dice que debemos hacer un rodeo
para llegar a la Tierra Santa, porque no sabían que estaba planeando continuar hacia Eretz
Israel.

Más tarde, se me ocurrió una especie de explicación para el hecho de tomar una ruta
indirecta hacia Eretz Israel, surgida de las enseñanzas del Rebe. Decidí registrar mis
pensamientos allí, en el camino, por así decirlo.

En el Likutey Moharán I (lección 66), el Rebe afirma que todas las barreras que el
hombre encuentra cuando quiere llevar a cabo una mitzvá están allí para aumentar su deseo
de realizar esa mitzvá. Cuanto más grande sea el objetivo mayor será el impedimento. Esto
sirve para crear un mayor anhelo. El impedimento sólo existe en aras del deseo y por lo
tanto puede de hecho fortalecer el anhelo.

Por ejemplo, si uno le muestra un objeto atractivo a un niño y luego lo esconde, ello
sólo servirá para hacer que el niño quiera mucho más el objeto e intente tomarlo. De
manera similar, cuando la persona se ve impedida de hacer una mitzvá, su deseo también
aumenta. Cuanto mayor sea el objeto u objetivo sagrado, más grandes serán las dificultades
que surgan para aumentar el anhelo. (Ver el Likutey Moharán para una lección más
detallada sobre este tema). Ese conocimiento es muy importante [para llevar los buenos
deseos de la potencia al acto]. Aquel que tome en cuenta estas palabras logrará comprender
mejor las dificultades que encuentre. Podrá reunir la fuerza necesaria para superar todos los
obstáculos y llegar finalmente a las alturas de santidad a las que aspira. Nada puede
enfrentarse al anhelo, si éste es suficientemente fuerte. Más aún, con ello superará todos los
impedimentos. La única función de los obstáculos es aumentar el deseo. Así, cuanto más
grandes sean los obstáculos que uno encuentre, mayor será el valor del logro sagrado que
anhele. Comprender esto será de una gran ayuda.

A la luz de lo que he escrito, podemos comprender por qué Dios llevó al pueblo judío
hacia la Tierra de Israel mediante un rodeo. No los llevó por la ruta más fácil y corta pues
quería aumentar el deseo del pueblo judío y su anhelo por la Tierra Santa, forzándolo a
enfrentar las difíciles condiciones del desierto y entablar guerras, antes de entrar a Israel.
Esta experiencia serviría para aumentar el deseo de aquellos que realmente querían llegar a
la Tierra Santa. Todo aquel que no pudiera soportar las pruebas no entraría a Eretz Israel.

Esto es característico de la manera como Dios trata con el hombre. Prueba al hombre,
enfrentándolo con dificultades en el momento en que éste busca alcanzar la santidad y los
objetivos dignos. Esto es ciertamente así en relación a un objetivo como llegar a Eretz
Israel o acercarse al verdadero Tzadik, pues esos objetivos tienen una poderosa influencia
sobre el idishkait de la persona. Es por ello que los obstáculos parecen tan difíciles de
superar. Todo es para aumentar el deseo de alcanzar el objetivo, tal cual expliqué.
Mediante esas tremendas dificultades la persona podrá comprender la grandeza de su
objetivo. Entonces fortalecerá su anhelo hasta que éste sea muy poderoso, de acuerdo con la
grandeza del desafío. Con ese deseo de seguro superará el obstáculo y llegará a Eretz Israel
o al verdadero Tzadik. Los obstáculos sólo están allí para aumentar el deseo.

Por el contrario, aquel que sea incapaz de superar los obstáculos se alejará de Dios y
de los logros elevados. Todo aquello que Dios hace que le suceda a la persona, desde lo
más significativo a lo más trivial, es en aras de probar a esa persona. El hombre viene a este
bajo mundo sólo para cumplir con el propósito de superar esas pruebas. No puedo escribir
más aquí.

32

El Shabat en Kaminka transcurrió apacible. El domingo, Reb Guershon, Reb Mendel


y yo viajamos a Tcherin. En el camino pasamos por un poblado donde vivía uno de
nuestros camaradas, Reb Ber. No lo encontramos en su hogar ni tampoco hallamos a su
hermano mayor, a quien yo también conocía. Sólo estaba en casa su hijo menor, que es un
jatán (novio, comprometido en matrimonio). Nos recibió y nos convidó con algo de beber.
De allí continuamos nuestro viaje.

Llegamos a Tcherin por la noche. Yo ya había dicho la plegaria de la tarde en el


carruaje. Antes de orar me había sentido melancólico por lo cual hablé con Reb Guershon y
Reb Mendel sobre mis problemas. Ellos me alentaron y dijeron, “¿Acaso no dijo el Rebe
que debíamos reírnos del mundo entero?”. Y así Reb Guershon y yo comenzamos a reír
durante un largo rato, quizás durante una hora seguida. De esa manera pude alegrarme un
poco, algo que necesitaba con desesperación en ese momento.

33

Como mencioné, oramos la plegaria de la tarde en el carruaje y llegamos a Tcherin


por la noche. Allí visitamos a nuestro viejo amigo, Reb Dov Ber.96 Al llegar, un grupo de
hombres estaba orando la plegaria de minjá.

Mi intención era cruzar el río con el transbordador hacia el centro de la ciudad para
ver a mi amigo, Reb Iaacov Iosef, en cuya casa usualmente me alojaba cuando estaba en
Tcherin, pero Reb Ber nos pidió que pasáramos la noche en su hogar. Resultó que, de todas
maneras, Reb Iaacov Iosef no estaba en su casa. De modo que nos quedamos en la casa de
Reb Ber, para pasar la noche y cenar allí.

También se encontraban en la casa de Reb Ber dos jóvenes que venían desde Merirad
para estudiar las enseñanzas del Rebe con Reb Iudel [en Medvedevka].97 No pudieron

96
Reb Dov Ber también era uno de los primeros seguidores del Rebe Najmán. Proveniente originalmente de Dashev, fue
al visitar a sus parientes en Medvedevka que se unió al Rebe. Reb Dov Ber fue fundamental en hacer que Reb Shmuel
Isaac y Reb Iudel, ambos provenientes de Dashev, se volvieran seguidores del Rebe Najmán.
llegar allí antes del Shabat de modo que pasaron el Shabat, en casa de Reb Ber, en las
afueras de la ciudad. Allí se enteraron de que Reb Iudel no estaba en su casa en
Medvedevka por lo que habían ido a Tcherin, el domingo, en su búsqueda. Tampoco lo
hallaron en Tcherin, porque había salido de viaje para recolectar dinero para redimir a unos
judíos que habían sido hechos prisioneros. Los jóvenes se sentían terriblemente
desilusionados por no haber encontrado a Reb Iudel. No tenían mucho dinero e hicieron un
gran esfuerzo para viajar, habían superado toda clase de dificultades e incurrido en muchos
gastos que difícilmente podían afrontar. Ésas dificultades eran, por supuesto, aquellas que
enfrentan todos los que desean acercarse al Rebe. Después de todo ello no habían podido
lograr lo que querían.

Llegué a Tcherin cuando los dos jóvenes estaban preparándose para retornar a sus
hogares. Se quedaron unas horas esperando la posibilidad de hablar conmigo. Conversé con
ellos y los consolé. Les dije que era muy común que la gente saliera en viaje de negocios
para ver a alguien y al llegar encontrara que la persona se había ido. También retornaban a
sus casas. Todo el dinero utilizado en el viaje había sido gastado en vano. Sin embargo,
volvían y trataban otra vez. Y muy seguido la persona a quien querían ver seguía ausente o
no recibía visitas, aunque estaba en casa, porque estaba muy ocupada.

Cuánto más importante es hacer el esfuerzo de volver una y otra vez para ver a una
persona recta de la cual uno puede absorber vitalidad espiritual que será para el eterno bien
de aquel que la reciba.

Cuando uno viaja en busca de algo sagrado, aunque no logre alcanzarlo, el esfuerzo
mismo nunca se pierde. Sus intenciones son ciertamente buenas y Dios le retribuirá por
cada paso que haya tomado y por cada centavo que haya gastado. Ninguna acción llevada a
cabo en búsqueda de la santidad se pierde, aunque el objetivo no se logre. Les mencioné a
los jóvenes lo que había leído con respecto al versículo: “El fin de algo es mejor que su
comienzo” (Eclesiastés 7:8). Se tranquilizaron y se fortalecieron con mis palabras y
viajaron en paz.

34

Me quedé en Tcherin durante una semana, hasta el martes (13 de febrero) de la


semana en la cual leemos la porción de Mishpatim (Éxodo, capítulos 21-24).

El lunes (5 de febrero) de la semana anterior, cuando se lee la porción de Itró (Éxodo,


capítulo 18-20), nos levantamos muy temprano. Cruzamos el río, que se había congelado
durante la noche, para pasar a la otra sección de Tcherin, sumergirnos en la mikve y orar la
plegaria de la mañana en el beit midrash de allí. Después de las plegarias fui a la casa de
Reb Iaacov Iosef, donde usualmente me quedaba cuando estaba en Tcherin, pero me enteré
que aún no había vuelto a su hogar.

97
Reb Iudel (1757? -1838) ya era un consumado kabalista y cerca de quince años mayor que el Rebe Najmán cuando se
enteró del Rebe a través de Reb Dov Ber. Cuando viajó para ver al Rebe se sintió invadido de una nueva y muy profunda
percepción del temor a Dios volviéndose su discípulo.
Mientras esperaba la llegada de Reb Iaacov Iosef hablé con su familia sobre el arreglo
matrimonial que él había llevado a cabo recientemente para alguien de Brod, algo que yo
necesitaba saber. Luego almorzamos. Sin embargo ni Reb Iudel ni Reb Iaacov volvieron.

El cochero estaba apurado y Reb Guershon tuvo que regresar a su hogar sin poder
encontrarse con Reb Iudel, a quien había ido a ver específicamente. Pasé un tiempo
conversando sobre el Rebe con Reb Zev, el hijo de Reb Iaacov Iosef. También le di para
que leyera algo de la Torá que yo había compuesto.

Reb Iaacov Iosef llegó cerca del anochecer y me recibió con gran afecto, como
siempre.

35

En esa época, Reb Iaacov Iosef y su socio, Reb Dov, estaban teniendo un conflicto
relacionado con un apartamento que Reb Iaacov Iosef quería alquilar en San Petersburgo.
Al comienzo no quise involucrarme, pero más tarde, el martes, comencé a prestarles
atención a los argumentos de ambas partes. Gracias a Dios, Reb Tzvi pudo hacer las paces
entre los dos hombres y sugirió un compromiso con mi ayuda.

Esa noche, que era Tu biShvat (7 de febrero) y también mi cumpleaños, Reb Dov
preparó una comida en mi honor. Invitó a todos nuestros prominentes camaradas al igual
que a Reb Iaacov Iosef y a su hijo. Todos nos sentamos juntos para esa comida.

36

Reb Iudel había llegado esa tarde. Hablamos durante un tiempo con gran afecto. Por
la noche, cuando cenamos juntos, hablamos mucho sobre el Rebe. Conversamos sobre la
grandeza del libro que él nos había ordenado quemar y de todas las otras cosas asombrosas
del Rebe. Yo aproveché la oportunidad para amonestar a alguien por algo que no me había
gustado. (Todas estas cosas están conectadas, en mi mente, con mi viaje a Eretz Israel. Es
por ello que las estoy registrando, para recordarlas. Pero no puedo explicar qué papel
juegan específicamente en mi viaje).

Más tarde, los jasidim más jóvenes, que no habían sido invitados a la cena, se unieron
a nosotros y cantaron varias melodías. Nos sentíamos muy alegres y la comida continuó
hasta la medianoche.

37

El miércoles por la tarde, el día 15 de Shvat, Reb Iaacov Iosef preparó una comida en
su hogar a la que fueron invitados todos los que he mencionado, incluido Reb Dov. Poco
antes de la comida, se concluyó el trato entre Reb Iaacov Iosef y Reb Dov. Durante la
comida también hablamos sobre el Rebe y así continuamos hasta la noche. Recitamos
entonces juntas las plegarias de la tarde y de la noche.
Dado que yo estaba muy cansado, no habiendo dormido suficiente la noche anterior y
sin dormir en absoluto durante el día, me fui a acostar inmediatamente después de comer.
Me habría gustado dormir y no ser despertado para la cena. Sin embargo, me desperté, con
la intención de tomar una comida ligera. Pero entonces recordé que había dejado pasar Tu
biShvat sin regocijarme de la manera apropiada, de modo que hice una pequeña
celebración. Uno de nuestros camaradas, Reb Ishaia de Cherkasy estaba allí. Lo arrastré a
nuestra celebración y le obligué a bailar conmigo. Al comienzo estuvo reacio pero lo forcé
a unirse a nosotros y no pudo hacerme cambiar de opinión. Lentamente se sumó a nuestra
alegría.

Esto se encuentra en una de las lecciones del Rebe: es posible que en un comienzo la
persona deba esforzarse por estar contenta y que luego llegue a sentir verdadera alegría. Yo
oí esto personalmente y de manera explícita de los santos labios del Rebe.

El baile y la alegría que compartimos esa noche fueron algo muy valioso para mí -
más que el oro y la plata. No había pensado que llegaría a celebrar el día de la manera
apropiada porque me había dormido, pero Dios me ayudó y me hizo despertar y vivir ese
poco de alegría. Cada momento de regocijo que puedo experimentar es muy importante y
valioso para mí, aunque suceda durante los días de la semana. El Rebe me amonestó con
mucha fuerza y varias veces diciendo que debía estar contento y hacer todo lo posible por
alcanzar la alegría. Enfatizó que es importante alegrarse aunque sea mediante las bromas e
incluso las tonterías. En virtud de habernos regocijado esa noche también estuvimos alegres
en el santo Shabat. Con nuestra alegría y baile le transmití a Reb Ishaia un estado de ánimo
alegre que continuó con él durante todo el Shabat.

Mi alegría era especialmente importante para mí debido al efecto que tenía sobre mi
decisión de hacer el viaje a la Tierra Santa. Cada momento de alegría que experimentaba en
mi camino hacia allí, grande o pequeño, constituía un poco de la ayuda Celestial para
llevarme cada vez más cerca de la Tierra Santa. Sin ello no habría tenido la fuerza para
llegar allí.

38

Me quedé en Tcherin para el Shabat parashat Itró. También se quedó el honorable


Reb Iudel aunque no comió conmigo el viernes a la noche en casa de Reb Iaacov Iosef sino
que se quedó con mi anfitrión, Reb Dov, en casa de quien siempre paraba cuando estaba en
Tcherin. El viernes a la noche nos sentimos muy alegres y bailamos en honor del Shabat.
Reb Iudel comió con nosotros en la mañana. Ese Shabat fue muy alegre y apacible, gracias
a Dios y bailamos nuevamente en motzi Shabat.

39

Durante todo ese tiempo seguí indeciso sobre mi viaje a la Tierra Santa. Continuaba
pensando que había muchos obstáculos que me impedirían llegar a salvo a Israel: la falta de
fondos, los peligros del viaje, la guerra griega de la cual nos habían informado. Todos esos
temores debilitaban mi determinación y yo seguía diciéndome que era imposible ir, Dios no
lo permita. Había estado listo para viajar a Eretz Israel en Elul 5580, cerca de un año y
medio atrás. Había llegado a Odessa y reservado un pasaje en el barco. Pero mis dudas me
habían hecho vacilar por lo que nunca abordé la nave.

El Rebe nos enseñó a no dejar nunca que se debilite el deseo de llevar a cabo una
mitzvá. Mi deseo de ir a Eretz Israel crecía en proporción a la cantidad y severidad de los
obstáculos, particularmente los impedimentos en mi mente. Pero mi confusión continuaba y
no podía decidirme. Había veces en que concluía que definitivamente no iría y otras en que
decidía lo contrario. A veces no podía tomar ninguna decisión en absoluto.

Cada vez que sentía que se presentaba la confusión me calmaba diciendo que no
estaba obligado a decidir en ese momento. Me decía, ¿por qué debo preocuparme por esto
ahora? Ahora estoy aquí. Aún tengo que viajar a otras ciudades. ¿Por qué preocuparme por
el mañana? Cuando llegue el momento de ir a Odessa, entonces decidiré. E incluso
entonces, la decisión no será definitiva. Puedo viajar a Odessa aunque no continúe hacia la
Tierra Santa. Una vez que esté en Odessa decidiré si debo volver a casa o viajar a Eretz
Israel.

Tuve que engañarme muchas veces de esa manera para mantener quietos mis
ansiosos pensamientos. Cada vez que llegaba a otra ciudad volvían mis cavilaciones, pues
en verdad, cuando salí de mi hogar mi intención fue viajar un poco para recolectar fondos
de nuestros jasidim y cubrir así los gastos del viaje. Entonces viajaría a Odessa (así lo había
planeado) y vería si -quizás- tendría el mérito de hacer el viaje a Israel.

Sin embargo, debido a que estaba tan ansioso, en cada etapa del viaje debía decirme,
“Ahora iré solamente hasta ese lugar”. Me decía que incluso aunque ahora no tenía
intención de ir a Eretz Israel debía ir a Umán. Una vez en Umán, tenía dudas sobre
continuar más adelante, pero me veía forzado a seguir. Una vez llegado a Terhovitza, aún
seguía indeciso sobre continuar mi viaje por los alrededores para recolectar fondos entre
mis amigos. Pues los caminos estaban en muy malas condiciones, los gastos del viaje eran
muy altos y mi éxito no era muy grande. Era una época en que la gente tenía poco dinero.
Sin embargo, Dios me ayudó una y otra vez y continué viajando hasta Tcherin. Al llegar a
Tcherin ya no seguí cuestionándome la posibilidad de visitar las ciudades de los
alrededores. ¿Cómo podría volver a mi hogar sin visitar Medvedevka, Kremenchug y las
demás? Pero aún no estaba seguro de viajar a Odessa.

40

El Señor del universo, en Su gran misericordia, ordena las cosas para bien. Cada uno
debe decir, “¡El mundo entero fue creado para mí!” (Sanedrín 37a). Todo lo que sucede,
sucede para mí. Y especialmente yo estaba obligado a mirar el mundo de esa manera, pues
el Rebe me había amonestado explícitamente sobre esto cuando lo acompañé desde Breslov
a Umán. Él declaró, “Todo es nuestro. La persona debe decir, ‘El mundo fue creado para
mí’. Vemos a la gente viajando… - como tal, Dios me hizo un socio en los seis días de la
Creación”.

41
Fui testigo de las maravillas de Dios - cómo el Cielo me ayudó a llegar a Nicolaiev y
Odessa y viajar así a la Tierra Santa. Al llegar a Tcherin se me informó que el estimado
Reb Shlomo, el hijo de Reb Leib, estaba visitando a su madre [en Kremenchug] y planeaba
salir para Nicolaiev para ver a su padre. Comprendí que esa información me llegaba con un
propósito. Era obvio para mí que su objetivo era otorgarme una manera fácil de llegar a
Nicolaiev - viajaría con Reb Shlomo.

Y así lo hice. De no haber sido por esa oportunidad no habría ido a Odessa ni a la
Tierra Santa. Aún no estaba decidido a hacer el viaje a Eretz Israel, pero cada vez que
pensaba en la coincidencia de que Reb Shlomo estuviese en Kremenchug, comprendía que
Dios me había dado la señal de que debía ir a la Tierra Santa. Reb Shlomo había ido a
Kremenchug en ese momento sólo para mí. Y así fue, con la ayuda de Dios.

42

Al llegar a Tcherin, el domingo de la semana de la parashat Itró, comprendí que no


podría partir antes del Shabat. Por lo tanto no debía preocuparme de tomar decisión alguna
sobre continuar mi viaje después del Shabat. Sin embargo, al terminar el Shabat no pude
posponerlo más; comencé a pensar qué debía hacer a continuación. De no acompañar a Reb
Shlomo a Nicolaiev debía viajar por el área de Tcherin e ir a Medvedevka, Cherkassy y las
otras ciudades cercanas y luego retornar a mi hogar. Pero si quería ir a Nicolaiev desde
Tcherin, primero debía visitar todas las otras ciudades para recolectar los fondos para los
gastos del viaje y también quizás enviar algo de dinero a mi hogar para pagar una deuda y
darle algo a mi familia mientras yo estuviese fuera.

Mientras estaba deliberando, mi pariente por matrimonio, Reb Elimelej, que había
llegado a Tcherin el viernes, me ofreció una sugerencia. Propuso que el martes fuese con él
a Cherkassy y retornase para el Shabat. “Entonces”, me dijo, “podrás venir conmigo a
Kremenchug y retornar, dado que también yo debo ir hasta allí”. Esto me pareció una buena
recomendación - ello disminuiría mis gastos de viaje pues estaba haciendo un rodeo muy
difícil. De modo que acepté y viajé con mi pariente a Cherkasy.

En el camino comprendí que Medvedevka estaba más cerca de Cherkassy que


Tcherin. Parecía una buena idea pasar el Shabat en Medvedevka en caso de no volver a
Tcherin a tiempo. Llegamos a Cherkassy el martes después de la medianoche y me quedé
allí todo el miércoles y el jueves. Mi pariente no retornó a Tcherin el jueves tal cual estaba
planeado de modo que le pedí que me permitiese utilizar su carruaje para ir a Medvedevka
para el Shabat.

Mi amigo Reb Mendel no vino conmigo a Medvedevka. El carruaje de mi pariente


era demasiado pequeño para llevarnos a los dos, de modo que se quedó en Tcherin. Y así
pasé en Medvedevka el Shabat parashat Mishpatim (Éxodo, capítulos 21-24). También fue
la parashat Shekalim (que trata sobre la recolección de las monedas de medio shekel para la
manutención del Templo). Fue un Shabat muy alegre. La alegría de mi amigo Reb Iudel lo
llevó a ponerse de pie y bailar y yo me uní a él. Reb Jaikel también vino a verme ese
Shabat.
43

Al día siguiente, domingo (18 de febrero) reprendí a alguien de quien me habían


dicho que estaba arreglando un viaje en contra de la voluntad de Reb Iudel. No puedo
entrar en detalles aquí, pero también hablé sobre el mismo tema con algunos otros jóvenes.
De haber viajado a Medvedevka sólo por ese motivo, ello habría sido valioso de por sí.

44

El domingo por la noche Reb Shmuel, el hijo de Reb Dov, del pueblo de Iopkovitz,
organizó una cena. Allí estuvimos con Reb Iudel. Reb Shmuel no invitó a los otros jóvenes.
Hablé mucho tiempo con Reb Iudel en camino hacia allí y tuvimos la cena en la casa de
Reb Shmuel. El domingo retornamos a Medvedevka. Mi intención era continuar
directamente a Tcherin. Sin embargo, tuve que quedarme hasta el martes, con la esperanza
de encontrar gente a quien quería visitar.

El martes partí de Medvedevka hacia Tcherin, escoltado por Reb Leib, el hijo de Reb
Jaikel, por el hijo de Reb Elia y algunos de los otros jóvenes, que nos acompañaron hasta el
pueblo de Nosovelitz. Planeaba pasar la noche en el poblado de Subitov, de modo que
todos viajamos hasta allí por el río, que se había congelado durante la noche. Llegamos al
pueblo y fuimos a la casa de Reb Abraham, quien nos preparó una gran comida. Hablé
mucho con la gente allí reunida y pudimos conversar sobre la lección del Rebe en
VaEtjanan (Likutey Moharán II, 78).

La lección trata sobre la gente simple y sobre la ruta a Eretz Israel. Expliqué la
lección en profundidad - yo la conocía muy bien, gracias a Dios, dado que había oído la
explicación del Rebe mismo (esto no puede hacerse igualmente bien por escrito) y logré
infundir en mis oyentes un nuevo espíritu. Yo mismo me sentí inspirado por la experiencia.
Vi en ello una indicación de que debía ir a la Tierra Santa. Pero aún no estaba
completamente seguro y mi decisión era débil - en Medvedevka aún planeaba volver a mi
hogar.

Esa noche repasé también otra de las lecciones del Rebe sobre el tema “Aquel que
está despierto de noche” (Likutey Moharán I, 52). Nuestros corazones se alegraron al
respirar la fragancia de la Torá del Rebe y nos sentamos a comer de muy buen ánimo. Más
tarde los jóvenes bailaron y cantaron con alegría, como corresponde a alguien que ha tenido
el mérito de oír palabras tan tremendamente inspiradoras, como nunca antes se oyeron.

El miércoles por la mañana Reb Abraham viajó conmigo para visitar a su hermano,
que vivía en Subitov. Los jóvenes que nos habían acompañado se quedaron en la casa de
Reb Abraham. Allí oramos y luego tomamos el desayuno. También recibí una buena suma
de dinero. Reb Leib viajó conmigo hasta Tcherin adonde llegamos el miércoles por la
mañana (21 de febrero), cerca del mediodía. Yo había completado mi ronda de visitas en
todos los pueblos del área salvo Kremenchug.

45
Al llegar a Tcherin me sentía muy cansado de viajar y sólo quería volver a mi hogar.
Ir hasta Odessa y luego a Israel era algo que estaba absolutamente lejos de mi mente. De no
ser por el hecho de que las hijas del Rebe, Sara, Jaia y sus hijos, vivían en Kremenchug,
probablemente me habría vuelto a mi hogar inmediatamente. No me convenía ir a
Kremenchug para recolectar fondos - los gastos del viaje serían probablemente mayores
que lo que podría obtener. Pero dado que Sara, Jaia y sus familias estaban tan cerca no
podía dejar de visitarlas y pasar por alto la oportunidad de llevarles recuerdos de su
hermana, Odil. Estoy obligado a servir a los hijos del Rebe tanto como pueda.

Al llegar a Tcherin contraté inmediatamente un carruaje para que me llevara a


Kremenchug y me trajera de retorno a Tcherin. Definitivamente no estaba interesado, en
ese momento, en continuar desde Kremenchug con Reb Shlomo hacia Nicolaiev y Odessa.
Y así, aunque me habría costado menos alquilar un coche para viajar a Kremenchug sólo de
ida, estaba determinado a volver a Tcherin y de allí retornar a mi hogar. Por lo tanto
contraté un coche para ir y volver. Tenía la intención de partir a la mañana siguiente
inmediatamente después de las plegarias. Mi plan era quedarme en Kremenchug para el
Shabat y volver el lunes siguiente.

46

El jueves por la mañana, el día anterior al Rosh Jodesh Adar, me desperté temprano
por la mañana, apurado y ansioso de salir para Kremenchug. Tan pronto como desperté,
Dios me envió el pensamiento de que quizás debería ir después de todo con Reb Shlomo a
Nicolaiev desde Kremenchug. Me parecía que no era una coincidencia el que Reb Shlomo
llegara cuando lo hizo. Ciertamente ello debía decirme algo. No quise dejar de lado
simplemente ese pensamiento y me tomé el tiempo para meditarlo, sopesando todos los
motivos por los cuales yo debía hacer el viaje a Eretz Israel contra las razones por las
cuales no tenía que ir. Comprendí que, sin importar cuán grandes llegaran a ser los peligros
y lo difíciles que fueran los problemas que debería enfrentar, estaba ciertamente en poder
de Dios el ayudarme a superar todas las dificultades y llegar a Eretz Israel.

Llegué a la conclusión de que debía al menos dejar abierta la opción de continuar a


Nicolaiev desde Kremenchug y no volver a Tcherin y no tomar ahora la decisión definitiva
de retornar aquí. Prácticamente ello significaba que ahora debía aprovechar al máximo mi
estadía en Tcherin y recolectar todos los fondos que pudiera para el viaje. No podía confiar
en ocuparme de las cosas a mi retorno a Tcherin porque podría no volver pronto. Debía
hacer todo ahora. Quizás Dios estaría conmigo y podría ir a Nicolaiev con Reb Shlomo. Ésa
fue la decisión que tomé antes de decir las plegarias de la mañana.

Después de terminar las oraciones fui a ver a Reb Iaacov Iosef y a mis otros amigos y
les comenté sobre mi plan. Les expliqué que era posible que siguiera viajando desde
Kremenchug a Nicolaiev pero que también era posible que retornara a Tcherin. Les
pregunté si podían facilitarme ahora algo de los fondos que tenían planeado darme. Cada
uno me dio su donación de buena gana y la mayor parte de ellos dijo que creía que yo
retornaría a Tcherin. Les respondí que, sin embargo, yo quería dejar terminados mis asuntos
en Tcherin, dado que no sabía cómo resultarían las cosas. Dios haría lo que Él considerara
adecuado.
El jueves por la noche, cuando estaba preparándome para salir hacia Kremenchug con
Reb Mendel, se presentó un difícil y complicado problema en la casa de Reb Iaacov Iosef.
No había obtenido los documentos que necesitaba para viajar a San Petersburgo. Se
encontraba en un gran dilema y no sabía qué hacer. Casi toda su fortuna dependía de ese
viaje y de su resultado. Dios me ayudó a darle un buen consejo.

Le dije que su mayor dilema implicaba comprender y llevar a cabo la voluntad de


Dios. Ese objetivo debería dirigir sus acciones. Seguramente una persona religiosa como él
comprendía que el dinero en sí mismo era una vanidad. La persona no es acompañada [al
Mundo que Viene] ni por la plata ni por el otro. El propósito y el valor del dinero en este
mundo es solamente permitirle al hombre llevar a cabo los preceptos de Dios, donar dinero
para caridad y demás. (Reb Iaacov Iosef es una persona muy generosa - que haya muchos
más como él entre el pueblo judío). Los deseos del hombre de ganar dinero deben estar
motivados por su necesidad de servir a Dios de la mejor manera posible. Si contemplaba su
problema desde ese punto de vista y se centraba en el hecho de que el dinero mismo no
tenía ningún valor eterno -que lo que cuenta es cómo es utilizado- seguramente podría
liberarse de la angustia de que sus planes no resultaran. Esa angustia era muy dañina. Sin
embargo, si su dilema era cómo servir mejor a Dios, entonces ese mismo hecho debía
alegrarlo.

Continué hablando de esa manera con Reb Iaacov Iosef y aunque no se sentía con
ánimos, logré persuadirlo a que comiera conmigo en honor al Rosh Jodesh. Otros más se
unieron a nosotros para la comida y al sentarnos a la mesa les dije que yo estaba luchando
con un dilema aún mayor que el de ellos. Mientras que el de ellos implicaba temas
financieros -preocupaciones terrestres y materiales- el mío trataba con temas del alma al
igual que con dinero. Estuvieron de acuerdo en que eso era muy verdadero.

47

Después de la comida me despedí de mis amigos y salimos para Kremenchug.


Llegamos a Krakov el viernes, varias horas después del mediodía. Estábamos ansiosos de
cruzar el río Dnieper y estuvimos agradecidos de encontrar un transbordador y hacer el
cruce sin dificultad. Llegamos a Kremenchug cuando aún faltaba mucho para el anochecer.
Fui de inmediato a encontrarme con Reb Shlomo, quien me había dicho que saldría para
Nicolaiev inmediatamente después del Shabat. Me comentó que había un carruaje que iba a
Nicolaiev desde Odessa, el cual podríamos tomar todos nosotros. Uno de mis buenos
amigos podría reservar lugar para mí. Me contacté inmediatamente con ese amigo y le pedí
que hiciera los arreglos para mí.

Pasamos el Shabat en el hogar del yerno del Rebe, Reb Isaac [el marido de Sara]. El
viernes a la noche la hija recién nacida de Reb Isaac enfermó gravemente. Cuando llegamos
de la sinagoga Sara nos dijo que los pies de la niña eran como hielo y permaneció muy
preocupada junto a la cuna. Cuando vi lo que estaba sucediendo se me entristeció el
corazón. Levanté mis ojos en plegaria por la niña.
“¿Quién soy yo”, pensé, “para estar orando por los hijos del Rebe?”. Pero entonces
recordé que el Rebe mismo me había pedido que orara por sus descendientes. “Señor del
mundo”, dije, “por favor ten misericordia y no permitas que haya tristezas en el Shabat.
Ésta es la primera vez que vengo aquí de visita en dos años. Por favor ten piedad de
nosotros y no permitas que nuestra alegría de estar juntos se vea oscurecida”. En la bondad
de Dios, la niña recuperó las fuerzas. Para la mañana del Shabat ya estaba claramente en
vías de recuperación y el espíritu de toda la casa se elevó.

48

Durante la comida de la mañana del Shabat llegaron varios hombres de visita. Por
algún motivo me era difícil hablar con ellos lo que debía haber hablado - sobre la grandeza
de la Torá del Rebe. Ni tampoco estábamos lo suficientemente contentos. De pronto, un
anciano se sintió inflamado de alegría y comenzó a bailar, llevando a otro hombre con él.
No sé exactamente qué es lo que le sucedió pero era precisamente lo que necesitábamos.
Puse todas mis fuerzas en ese estado de ánimo alegre e hice que los demás cantaran y
aplaudieran para él, lo que, con la ayuda de Dios, nos llevó a un estado de gran regocijo.
Todos comenzaron a bailar y yo también. Bailé con gran júbilo. Entonces pude hablar y
finalmente llegar a la lección que comienza con, “Aquél que sabe de Eretz Israel” (Likutey
Moharán I, 40). Y repetí toda la lección para los allí reunidos.

Ello me animó sobremanera, viendo que había tenido el mérito de hablar sobre la
Tierra Santa. Sentí que era un mérito especial el haber tenido la oportunidad de tratar sobre
una lección tan maravillosa y tremenda como ésa.

49

Uno de los hombres del grupo me contó que había visto al Rebe zal cuando estuvo en
camino hacia Eretz Israel. En esa oportunidad, dijo, un seguidor del Rebe, un hombre muy
rico y de una buena familia, que sentía muchos deseos de ir junto con el Rebe a la Tierra
Santa, le envió varios amigos y emisarios pidiéndole que le permitiese acompañarlo.

El Rebe le dijo al hombre, “Si tanto deseas ir a la tierra Santa, ¿por qué no vas
directamente?”.

El hombre le respondió, “Si me llevas contigo iré inmediatamente”.

“¿Por qué deseas ir a Israel?”, preguntó el Rebe. “Hay árabes que también quieren ir
allí. ¿Por qué motivo deseas ir?”.

El hombre le dio una respuesta, dijo, pero no recordaba bien la historia. Lo que es
importante recordar para nosotros es que el Rebe tembló al responderle y rechazó al
hombre. Les habló a los demás que estaban presentes. Sus palabras, como era costumbre,
eran como carbones ardientes. Él dijo, “Si alguien quiere ir a Eretz Israel y me dice, ‘Si me
llevas contigo iré’, ¿espera acaso llegar así a la Tierra Santa? Cuando uno quiere ir a Eretz
Israel debe estar dispuesto a hacerlo a pie. Ésta es la expresión utilizada por Dios cuando
habló con nuestro patriarca Abraham. Él dijo, ‘Lej lejá -Ve desde tu tierra, desde tu lugar
de nacimiento- a la tierra’. Dios utilizó la palabra lej, que significa literalmente ‘camina’.
Uno debe de hecho estar dispuesto a caminar para llegar a Eretz Israel”. Cuando el Rebe
dijo esas palabras lo hizo imbuido de un ardiente celo.

El oír esas palabras del jasid, ese Shabat por la mañana, fue el aliento que necesitaba
para viajar a Eretz Israel. Yo atesoraba toda cita o historia sobre el Rebe que no hubiese
conocido con anterioridad. Y ciertamente aprecié oír algo nuevo y tan oportuno como esa
anécdota, pues el tópico estaba dirigido a mí, de una manera muy personal. Nos sentamos
juntos y hablamos todo el día al igual que en la Tercera Comida.

Los shojtim (matarifes rituales) del pueblo también vinieron a visitarme y hablé con
ellos sobre la lección del Rebe que trata de los shojtim. Ésta lección también menciona la
Tierra de Israel (Likutey Moharán I, 37).

50

Pese a ese aliento, el domingo aún seguía confundido e indeciso. Sin embargo,
despedí el carruaje que había contratado y envíe al cochero a su casa. Permanecí en
Kremenchug hasta el martes. El cochero viajó a un pueblo cercano a Kremenchug con la
intención de retornar inmediatamente, pero lo hizo recién el jueves. El atraso sólo me dio
más tiempo para albergar dudas sobre mi viaje. Reb Shlomo también estaba indeciso sobre
lo que debía hacer. Al comienzo dijo que viajaría él solo a Nicolaiev, con un cochero
diferente. Luego dijo que no viajaría en absoluto. Todo ello representaba obstáculos para
mi viaje, pues era importante para mí que Reb Shlomo me acompañara para poder así
contratar al cochero.

51

Ese martes Reb Isaac salió para Siklov. Antes de partir preparó una comida en la cual
estuvieron presentes Reb Aarón, el yerno del Rebe,98 con su hermano Reb S. En ese tiempo
Reb Aarón estaba en medio de una disputa con su hermano.

52

Al partir Reb Itzjak lo escoltamos durante un largo trecho fuera de la ciudad. Cuando
el cochero volvió se acercó a mí y me preguntó si deseaba contratarlo, pero el monto que
quería era demasiado alto. Me dijo que si alguien más viajaba conmigo las condiciones
serían más fáciles. Sin embargo Reb Shlomo no quería siquiera discutir la posibilidad de
viajar conmigo pues, me dijo, había decidido no ir en absoluto. Me sentí deprimido por ello
y se me hizo difícil pensar en la posibilidad de viajar a Nicolaiev.

No le di ninguna respuesta al cochero y éste se fue, dándome la impresión de que no


volvería. Tal como sucedieron las cosas, éste pasó la noche en Kremenchug.
98
Reb Aarón, también conocido como Reb Arki, era el segundo marido de Jaia, la hija más joven del Rebe Najmán. Su
primer marido, Reb Zalman, el hijo de Reb Iaacov Iosef de Zlatipolia, falleció siendo muy joven (se habían casado en el
5513/1813). Reb Aarón era el nieto del rabí Shneur Zalman de Liadi, el fundador de la Jasidut Jabad (Lubavitch).
Entre las plegarias de la tarde y de la noche fui a la casa de Reb Leib. Aún no habían
encendido ninguna vela en la habitación y yo me recosté en la cama, en la oscuridad,
considerando qué debía hacer, confundido, sopesando el tema de un lado y otro, hasta que
realmente llegué a confundirme. No puedo explicar lo que tuve que atravesar durante esas
horas.

De alguna manera Dios, en Su misericordia, cambió mi fortuna. Durante la cena de


esa noche, Reb Shlomo declaró que había decidido ir a Nicolaiev. No sólo eso sino que yo
también me sentía mucho más decidido a viajar y los dos estuvimos de acuerdo en contratar
un carruaje. Reb Shlomo me comunicó que el coche que había querido alquilar
originalmente aún estaba en la ciudad y dijo que se ocuparía de contratarlo al día siguiente.
Eso hizo exactamente y el miércoles (27 de febrero) de la semana en la cual se lee la
porción de Tetzavé (Éxodo, capítulos 27-30), Reb Mendel y yo partimos de Kremenchug
hacia Nicolaiev. Cruzamos el río Dnieper y pernoctamos en la casa de algunos jasidim en
Krakov. Sin embargo, Reb Shlomo había decidido pasar la noche en Kremenchug.

53

El jueves por la mañana Reb Shlomo se unió a nosotros y juntos viajamos hacia
Nicolaiev pasando el Shabat Zajor (2 de marzo) en la comunidad de Petrokovka. Habíamos
pensado estar en Iallisivet para ese Shabat pero no llegamos a tiempo. Nos retrasamos
debido a que en la tarde del jueves el cochero se enojó por algún motivo y en su ira
retrocedió tres kilómetros hasta el pueblo de Alexandria. Por supuesto, fue la voluntad de
Dios el que pasáramos el Shabat en Petrokovka y obviamente es por ello que sucedió ese
incidente y otros.

Fue por ello que pasamos la festividad de Purim (7 de marzo) en el pueblo de


Javediravka. Allí llegamos después del mediodía del Taanit Esther (ayuno que se lleva a
cabo el día anterior a Purim), que cayó un miércoles. Nos quedamos para oír la lectura de la
Meguilat Esther y fuimos huéspedes de nuestro amigo Reb Mordejai.

A la mañana, después de la lectura de la Meguilá, nos apuramos para salir hacia


Nicolaiev. Terminamos rápidamente la comida de la mañana con la intención de llegar a la
ciudad a tiempo para la fiesta de Purim de esa tarde. Dado que era Purim tomamos vino con
el desayuno y mi amigo Reb Mordejai brindó conmigo con el deseo de que tuviéramos el
privilegio de beber juntos en la Tierra Santa. Me sentí muy conmovido por ello pues yo no
le había dicho a nadie en Javediravka sobre mis planes de continuar el viaje a Odessa y de
allí a la Tierra Santa, ni había explicado que era debido a esos planes que estaba viajando a
Nicolaiev. El hecho de que Reb Mordejai mencionara Eretz Israel por su propia cuenta fue
algo maravilloso y me puso muy contento. El hecho de que eso sucediera en Purim me dio
una especial alegría pues sentía que el mérito mismo de Purim me ayudaría a llegar a Eretz
Israel.

Inmediatamente le pregunté a Reb Mordejai si realmente quería ir a Eretz Israel. Él


me dijo que sí y me explicó que su padre, Reb Itzele el shojet, estaba viviendo en la Tierra
Santa y que él anhelaba ir. Quedé asombrado por el hecho de que la Providencia me
hubiera llevado al hogar de un hombre cuyo padre vivía en la Tierra Santa y por el hecho de
que era Purim y yo estaba hablando con él sobre Eretz Israel. Ello me puso muy contento.
Inmediatamente le revelé a Reb Mordejai que estaba en camino hacia la Tierra Santa, lo
que aumentó nuestra alegría.

Compartimos la alegría de Purim, bailamos y celebramos. Sin embargo, estábamos


presionados por el tiempo dado que debíamos ir a Nicolaiev. En medio de la alegría y la
fiesta abordamos el coche y mis amigos nos escoltaron alegremente.

Hacia el atardecer llegamos a salvo a Nicolaiev. Ya todos estaban sentados para la


fiesta de Purim y nos sumamos a la mesa. Por la noche, después de la fiesta, quise visitar a
Reb L. pero no pude debido que hubo un incendio y una casa se había quemado. Pasamos
el Shabat parashat Ki Tisá (Éxodo, capítulo 31-34) en Nicolaiev.

54

El lunes (11 de marzo) partí de Nicolaiev. Cruzamos el río en una barca y pasé la
noche del otro lado. Contraté un carruaje para que me llevara al pueblo en donde vivía Reb
Mordejai. Pasamos el jueves viajando y llegamos el viernes. Allí encontramos a uno de
nuestros amigos, un hombre llamado Reb Meir.

55

El miércoles por la noche, cuando estábamos por sentarnos a cenar en la casa de Reb
Mordejai, llegaron dos visitantes. Uno, Reb Rubén, era muy joven y había vuelto
recientemente de Eretz Israel. Su compañero, Reb Litman, quien viajaba con él, había
dejado una esposa y una hija en Eretz Israel. Esa reunión fue de gran valor para mí -
comprendí que allí adonde iba la gente mencionaba la Tierra Santa. También en Nicolaiev
se me informó que varias personas acababan de llegar de Eretz Israel.

Al viajar de Nicolaiev hacia esos lugares, fui acompañado por un shojet quien desde
hacía mucho deseaba ir a Eretz Israel. Me contó que cuando estuvo dispuesto a viajar a la
Tierra Santa vendió su carnicería pero que por algún motivo se había retrasado y no había
ido. Durante el tiempo en que viajamos juntos habló mucho sobre Eretz Israel, lo que
también fue muy significativo para mí.

La conversación con los dos visitantes que encontré en la casa de Reb Mordejai
también fue muy importante y útil, aunque los hombres no eran muy simpáticos. Fue bueno
oír varias de las cosas que dijo el joven recién vuelto de la Tierra Santa. En especial habló
sobre cuán compasivos son los judíos entre sí y sobre cómo en cada lugar al que uno va la
gente trata de ayudar, en especial a la gente que viajaba en esos tiempos. Necesitaba oír
esas cosas y el hecho de que la conversación fuera sobre la Tierra Santa significó mucho
para mí.

56
El jueves, Reb Mordejai viajó con nosotros a Odessa, pues ya tenía planeado ir.
Llegamos a Odessa el viernes, justo antes del Shabat parashat Vaiakel-Pekudei (15 de
marzo de 1822).

***

Odessa

57

Llegué a Odessa el viernes justo antes del Shabat parashat Vaiakel-Pekudei. También
era el Shabat en que se lee la parashat Pará, la porción concerniente a las leyes de la Vaca
Roja. Aún estaba esperando que Dios me iluminara sobre la conexión entre la parashat
Pará y mi viaje a la Tierra Santa. Fue el viernes por la noche que se me ocurrió una idea
sobre el tema, conectando Purim y la porción de la Vaca Roja. Había estado meditando
sobre este tema durante varias semanas a la luz de la lección del Rebe “Tikú-Tojajá”
(Likutey Moharán II, 8).99 Había registrado algunos de los pensamientos relacionados con
Purim y Pesaj pero aún no había podido escribir nada sobre las cuatro porciones especiales
de Torá que leemos entre la semana anterior al Rosh Jodesh Adar y Pesaj.

Concerniente a la porción de la Vaca Roja me parecía que había algunas buenas ideas
relativas al significado de la rama de cedro y el hisopo mencionados allí. El cedro y el
hisopo parecen representar la amplitud y la estrechez del pensamiento respectivamente.
Ambas cualidades componen la humildad en su forma más completa, como dice en la
Guemará, “Allí en donde encuentres Su grandeza, allí encontrarás Su humildad” (Meguilá
31a). Éstos corresponden a su vez a la categoría de amplitud y estrechez del pensamiento.
Ambos se juntan como uno durante el Seder de Pesaj, cuando la persona puede alcanzar la
perfección. En esa noche uno merece reconocer su propia fortaleza y grandeza para
enfrentar el pecado y la confusión, pero sin embargo debe ser verdaderamente humilde,
pues los hombres se equivocan con respecto a la humildad, como el Rebe nos enseñó. El
hombre también debe reconocer su fortaleza y su capacidad (Likutey Moharán II, 22). Este
concepto está aludido en la lección “Tikú-Tojajá”, donde el Rebe explica que el adulterio
surge de la estrechez del pensamiento.

Ya había escrito sobre la aplicación de esos conceptos a la festividad de Purim pero


no había sido capaz de completar mis ideas tal cual se relacionan con las cuatro Parashiot,
con Pesaj, con Purim y con la cuenta del Omer. Que Dios me otorgue el privilegio de
completar y escribir todas esas ideas, tal como Él me ha ayudado siempre, con Su tremenda
bondad, alabado sea Dios.

Existe también alguna conexión con la Tierra Santa. El final de la lección contiene
una mención a la canción que será cantada en el futuro. Es una canción sobre las maravillas
de la Providencia de Dios, que se sienten con más fuerza en Eretz Israel.

99
Ver Likutey Halajot, Birkot HaReiaj 4, el discurso compuesto por el rabí Natán en ese viaje a la Tierra Santa. También
menciona el viaje a la Tierra y, en el párrafo 43, menciona a Sidón, donde desembarcó y entró a la Tierra Santa.
En Odessa me alojé en el hogar de Reb Henoj de Nemirov. Allí había otros
huéspedes, uno de los cuales era un hombre de Terhovitza que había tenido cierta conexión
con el Rav de Savrán. Nadie vino a verme el viernes por la noche, pero varios hombres
llegaron el Shabat por la mañana. Después de la comida de la mañana hablé durante un
tiempo con la gente de Nemirov que estaba parando en casa de Reb Tzvi de Nemirov, uno
de nuestros hombres. Entre ellos estaba Reb Itzele de Ladizin.

58

Luego me fui a dormir y después de la siesta, antes de la plegaria de Minjá, recibí la


visita de Reb Zev de Terhovitza. Reb Zev era el hijo de Reb Elia, un cuñado de Reb
Guershon, que estaba entonces en Odessa. Vino con su hijo y con otro pariente, un maestro
de Brahilov y algunas otras personas. Evidentemente habían estado bebiendo y vinieron a
decirme que querían traerme vino. Así lo hicieron pero yo no quería beber antes de las
plegarias de la tarde.

Recitamos juntos las plegarias de la tarde y ellos se quedaron conmigo para la


Tercera Comida. Pensé para mí que esa reunión ciertamente había sido obra de Dios. Mi
costumbre es buscar constantemente la mano de Dios en todo lo que me sucede cada día y
contemplar cómo Dios hace que las cosas sucedan dándome señales para acercarme a Él.

Busqué una oportunidad para introducir ante los presentes una conversación sobre la
Torá del Rebe. Era consciente de que siempre había obstáculos cuya intención era
impedírmelo, debido a la gran oposición al Rebe y a sus enseñanzas. Parecía que no tendría
el privilegio de enseñar la Torá del Rebe en Odessa.

¡Cuán grande es la fortaleza del Rebe, con la cual él viene en ayuda de alguien tan
débil como yo! Siempre intervendrá por nosotros con éxito y todo será concluido de
acuerdo a su voluntad, pues él realmente desea que se cumpla la voluntad de Dios. Durante
esa comida pensé en cómo todo sucede por voluntad de Dios y cómo Él está enviándonos
constantemente sutiles alusiones en todo lo que ocurre (ver Likutey Moharán I, 54).

En un comienzo no creí que tendría oportunidad de mencionar la Torá del Rebe en


esa Tercera Comida, pues no había nadie allí para oír y aceptar lo que tenía que decir. Pero
dado que todas esas personas estaban comiendo conmigo y Reb Tzvi y la gente de
Nemirov, que habían venido a la mañana, también estaban allí, sentí que debía transmitir
algo de las enseñanzas del Rebe y busqué una oportunidad en la conversación. La charla en
la mesa giraba alrededor de tonterías. Estaban hablando sobre bañarse y encontré difícil
insertar mis observaciones en la conversación.

Me llamó la atención un diálogo entre dos maestros sobre el tema del servicio a Dios
- “para recibir la recompensa” (cf. Avot 1:3). Su conversación bordeaba lo ridículo y habían
comenzado a hacer preguntas filosóficas imposibles de responder. Comprendiendo la
implicancia de sus preguntas, hice notar que era imposible responder sus cuestiones al igual
que era imposible explicar los motivos y las leyes de la Vaca Roja.
Sucedió que mi anfitrión había estado conversando conmigo sobre la Vaca Roja
durante todo el Shabat. No era un hombre erudito pero el año anterior había oído de un
huésped una discusión sin valor sobre la Vaca Roja y varios puntos le habían llamado la
atención. Recordaba algunos temas concernientes al poema litúrgico (recitado en las
plegarias del Shabat cuando se lee la porción concerniente a la Vaca Roja), pero al no ser
un erudito, mi anfitrión no podía explicar con claridad ninguno de los puntos. Esto tuvo de
alguna manera un resultado positivo pues me llevó a pensar sobre la conexión entre la Vaca
Roja y mi viaje a Eretz Israel.

No fue sino sólo después de la Tercera Comida cuando se me ocurrió que esa
conexión está bien explicada en la lección 55 del Likutey Moharán, “Dijo Aba Shaúl, ‘Yo
era un sepulturero’”, y la idea me asombró. Dios me ayudó y pude analizar varios puntos de
esa lección en compañía de los presentes en la comida. Para mí, esa fue una ocurrencia
asombrosa pues sabía que cada vez que repetía las palabras del Rebe ello era un milagro de
Dios, dado que siempre había tremendos obstáculos en el camino.

59

El domingo (17 de marzo), fui a ver al agente marítimo para reservar un pasaje, pero
no llegamos a un acuerdo definitivo sobre el precio. El lunes pasé por escrito las ideas que
había estado pensando recientemente, incluidas aquellas del Shabat. El martes le escribí una
carta a Reb Iehudá Eliezer, pidiéndole que viniera, algo sobre lo cual había tenido muchos
pensamientos encontrados. El jueves (21 de marzo) llegué a un acuerdo con el agente sobre
el pasaje, por un monto de sesenta y cinco rublos, de los cuales le di cincuenta como
depósito. Que Dios me permita llegar a buen fin, con vida y en paz.

Mi segundo Shabat en Odessa fue en el que leemos una porción concerniente a las
leyes de la Luna Nueva. También fue Rosh Jodesh Nisán (23 de marzo). Durante la comida
de la mañana vino a verme el hombre de Nemirov. También llegó de visita un buen hombre
llamado Reb Aarón Iehudá, quien había querido viajar a Eretz Israel. Estaba en Odessa
desde antes del Rosh HaShaná anterior y se encontraba en la indigencia. Oraba con gran
fervor y en voz alta y por ese motivo los hombres que rezaban en el beit midrash de Odessa
mantenían distancia de él. Vagaba de un lugar a otro y la gente me dijo que estaba loco
(esto de acuerdo al versículo “Aquel que se aparte del mal parecerá un loco”, Isaías 59:15).
De hecho, su comportamiento era extraño pero encontré que era un hombre valioso. De no
haberle escrito a Reb Iehudá Eliezer diciéndole que viniera a Odessa para viajar juntos es
muy probable que habría llevado conmigo a Reb Aarón Iehudá a Eretz Israel.

También vinieron a verme dos hombres de Medzeboz, con quienes conversé durante
un tiempo y con quienes estudiamos la lección del Rebe Azamra LeElokai baOdi (Likutey
Moharán I, 282). Dijeron que se sentían vigorizados después de haber oído esa lección. Yo
esperaba realmente que esa lección los ayudara, pues podía ver cuánto necesitaban del
aliento y de los conceptos que contenía. (Ya sabíamos que las enseñanzas del Rebe tenían
la cualidad de renovar a la persona, especialmente esa lección de “¡Azamra! -
¡Cantaré!”).100

60

Después del Shabat comencé a hacer averiguaciones sobre las naves que estaban por
partir. Habría aceptado incluso embarcarme antes de Pesaj pero, sin embargo y por varios
motivos, me tomé el tiempo. Primero y ante todo, debido a Pesaj. Yo sabía que sería muy
difícil observar Pesaj y evitar la levadura entre los no judíos. Segundo, debido a que le
había escrito a Reb Iehudá Eliezer y estaba esperando su llegada. Y tercero, en ese
momento los vientos no eran buenos para navegar y sólo muy pocos barcos estaban
saliendo (la mayor parte estaba esperando unas condiciones metereológicas más
favorables).

61

El jueves (2 de abril) de la semana de la parashat Tzav (Levítico, capítulos 6-8) le


envié otra carta a Reb Iehudá Eliezer pidiéndole que se me uniera. Le pedí que me
respondiera y me contestara si vendría o no.

62

El miércoles envié unas cartas, por medio de un mensajero, a mi familia, al Rav de


Breslov y a todos los jasidim. También envié diez rublos de plata para pagarles a los
maestros de mis hijos aparte de los tres rublos de plata que había enviado a mi hogar.

63

El jueves Reb Ioske partió de Odessa hacia su hogar.

64

Hacia la noche del miércoles el agente marítimo me fue a ver al hogar de Reb Tzvi y
me informó que podía haber una nave saliendo para Estambul antes del Shabat. Tenía
muchos deseos de ir en ese barco y llevar conmigo a Reb Mendel, pero el proceso de
reservas no había sido completado. Se lo dije al agente quien me garantizó que mi pasaje
estaría arreglado para el día siguiente, tal como había prometido cuando recibió el depósito.
Sin embargo, el pasaje no estuvo disponible sino en la semana siguiente, que era la semana
anterior a Pesaj. Perdí la esperanza de partir antes de Pesaj y comprendí que la Providencia
estaba retrasando mi partida para que me quedase en Odessa para la festividad. Podía ver
que eso sería algo bueno, por muchos motivos.

65

100
Esta lección, ¡Azamra!, se encuentra en el libro Cuatro Lecciones del rabí Najmán de Breslov publicado por el Breslov
Research Institute.
Celebramos el Shabat HaGadol (30 de marzo), el Shabat anterior a Pesaj, en el hogar
de Reb Tzvi. Comimos al mediodía en la casa de Reb Henoj y después nos regocijamos en
la alegría del Shabat HaGadol en la casa de Reb Tzvi. Yo ya había pasado en Odessa dos
semanas y aún no había tenido el privilegio de sentir tanta alegría y bailar como en ese
Shabat HaGadol. Me sentí grandemente animado por mi alegría, lo que me parecía un
augurio alentador.

66

Durante toda la semana siguiente al Shabat HaGadol esperé con impaciencia una
carta o algún mensaje de mi hogar informándome si Reb Iehudá Eliezer estaba viniendo.
No recibí nada. En verdad, ellos habían enviado una carta que debía haber llegado antes de
Pesaj, pues el correo entre Breslov y Odessa es usualmente muy rápido. Pero por algún
motivo la carta se retrasó en el camino y llegó recién en el Jol HaMoed Pesaj. Para ese
entonces Reb Iehudá Eliezer ya estaba en Odessa.

67

El día antes de Pesaj, un viernes, celebramos la finalización del estudio de un


volumen del Talmud. Comimos y bebimos algo de vino y yo me sentí pleno de alegría.
Cerca del mediodía me recosté a dormir y fui despertado, para mi extremo deleite, por Reb
Iehudá Eliezer. Estaba tan contento de verlo que le di un beso y agradecí a Dios el que
hubiese llegado.

Para explicar un poco lo sucedido: Después de dos semanas de haberle escrito a Reb
Iehudá Eliezer diciéndole que viniera, le mencioné la carta a Reb Ioske. “¿No sabes qué le
sucedió a Reb Iehudá Eliezer?”, me preguntó, “Tiene un buen motivo para no estar aquí”.
Reb Ioske procedió a contarme que cuando estuvo en Breslov preparándose para venir a
Odessa, llegaron informes a la ciudad de que un oficial había atacado a Reb Iehudá Eliezer
en el pueblo en donde vivía y lo había golpeado mortalmente. Aún estaban esperando saber
cuándo sería el funeral cuando Reb Ioske partió hacia Odessa.

Al oír eso me sentí terriblemente afectado. Tenía el corazón quebrantado por tales
noticias sobre mi amado amigo, más cercano a mí que un hermano. Mi tristeza se veía
intensificada al pensar sobre el hecho de que había planificado viajar a Eretz Israel con él y
otras cosas que no puedo decir aquí. Por ese motivo escribí una segunda carta pidiendo que
me respondiesen rápidamente. Sin embargo ello no fue de ayuda alguna pues, como he
mencionado, la respuesta se atrasó en el camino.

Pueden imaginar, por lo tanto, lo agradecido y contento que estuve de ver a mi amigo
Reb Iehudá Eliezer, ese erev Pesaj. Aparentemente, después del ataque Reb Iehudá Eliezer
quedó inconsciente por varias horas debido a la golpiza, pero gracias a Dios, revivió.
¡Bendito sea Él, Quien nos ha mantenido con vida, nos ha sustentado y nos ha traído hasta
este día! En todos esos eventos pude ver que Dios me estaba ayudando y que realmente
quería que llegase a la Tierra Santa con Reb Iehudá Eliezer, como habíamos convenido
muchos años antes y tal como he relatado.
68

El primer día de Pesaj (6 de abril de 1822) se me dio el honor de llevar a cabo una
circuncisión. Mis amigos y yo quedamos muy sorprendidos de que se me otorgara tal honor
en Odessa, pues allí teníamos muchos opositores. Sentí que Dios estaba conmigo. Y me
sentí especialmente privilegiado, dado que existe una fuerte conexión entre el pacto de la
circuncisión y la Tierra de Israel. Esa conexión se vuelve especialmente evidente en Pesaj,
pues el Éxodo de Egipto tuvo lugar en mérito a la mitzvá de la circuncisión; como enseñan
nuestros Sabios (Ezequiel 16:6; ver Targum).

La mañana de la circuncisión entré a la sinagoga mientras el jazán (cantor) estaba


repitiendo la plegaria de la Amidá, después de terminar la plegaria por el rocío. Escuché la
mayor parte de la plegaria y también la Kedushá y luego circuncidé al niño, de acuerdo a la
ley. Gracias a Dios.

69

Con la ayuda de Dios, me sentí muy contento los dos primeros días de Pesaj y en mi
júbilo canté y bailé. Junto con Reb Iehudá Eliezer había llegado otro de nuestros amigos,
Reb Z., el hermano de Reb P. y otros dos que también estaban presentes. Mi anfitrión, Reb
S. también bailó mucho. Yo conté varias historias maravillosas sobre el Rebe y agradecí a
Dios el que estuviéramos tan contentos durante la festividad. Reb Mendel, que había
viajado conmigo durante tanto tiempo, se sentía especialmente alegre y la gente se
preguntaba de dónde sacaba esa fuerza aparentemente sobrehumana para bailar como lo
hacía. (Ellos no sabían nada del “espíritu que entra en las seis secciones de los brazos y de
las piernas”, que sustenta el aplaudir y el bailar, tal cual está explicado en la lección 10 del
Likutey Moharán I).

70

El lunes, el primer día de Jol HaMoed Pesaj, Reb Mendel partió para su hogar, en el
mismo carruaje que había traído a Reb Iehudá Eliezer a Odessa. Todos nosotros lo
acompañamos hasta los límites de la ciudad.

El séptimo día de Pesaj fui nuevamente honrado con el pedido de llevar a cabo una
circuncisión y también ello me llegó como una gran sorpresa.

71

Es costumbre entre los jasidim de Breslov decir las plegarias de la mañana del
séptimo día de Pesaj muy temprano, al amanecer, similar a la práctica de todos los
descendientes y seguidores del Baal Shem Tov. Sin embargo pensé que en Odessa nunca
podríamos encontrar un quórum de hombres que quisieran orar con nosotros a esa hora.
Pero Dios estuvo con nosotros y se reunieron suficientes hombres para llevar nuestro
número a diez y orar como lo hubiéramos hecho en casa.
Antes del servicio de la mañana nos sumergimos en la mikve, como es costumbre.
Luego oramos todo el servicio juntos, en un minian. Recitamos las diferentes liturgias
particulares del séptimo día de Pesaj y leímos de la Torá. Reb Y., que había venido junto
con Reb Iehudá Eliezer, recitó la bendición de los sacerdotes. Yo esperé hasta que se
completara todo el servicio en la sinagoga y luego circuncidé al niño.

Esos eventos nos dieron una gran alegría y pasamos la mayor parte del día en
regocijo. Primero bailamos y celebramos en la casa de Reb S., en donde yo había comido.
Luego fuimos a la casa de la familia del niño circuncidado. Nuestra alegría no tenía límites
y logramos transmitirles a todos los que estaban a nuestro alrededor la alegría de la
festividad y de la circuncisión. Aquellos que se consideraban más serios compartieron
nuestro estado de ánimo exultante en honor a la festividad. Incluso el padre del niño,
usualmente un hombre taciturno, se vio afectado y se unió al canto y al baile. Está escrito
que es una gran mitzvá llevarle alegría a una persona triste o taciturna, en especial en una
festividad y especialmente en la comida que se celebra con motivo de una circuncisión.
Luego fuimos a la casa de Reb Z. donde también bailamos y nos regocijamos.

De ese modo el viernes, el séptimo día de Pesaj (12 de abril) pasó con gran alegría y
también el Shabat, el último día de la festividad (13 de abril).

Durante el desayuno del octavo día estuvimos más bien quietos, cansados del
esfuerzo del día anterior. Yo quería hablar sobre la Torá del Rebe y estar contento. Dios me
dio la fuerza y comencé a decirle a la gente que me acompañaba todo aquello que me
pasaba por la cabeza. Esa conversación pareció fluir hacia la lección sobre “VaieShaSeF”,
un acrónimo para Shavuot, Sukot y Pesaj. La lección también trata sobre las plegarias
iniciadas por Abraham Avinu, las plegarias de la mañana y sobre la imposibilidad de que el
hombre conciba a Dios excepto por medio de constricciones (Likutey Moharán I, 30; ibid.
I, 135). Con esas palabras logré animar a todos los que me oyeron. Más tarde fuimos
llevados a una gran alegría, que “llegó hasta nuestros pies” y volvimos a bailar mucho.

Así pasó el Shabat, con gran alegría. Nuestro júbilo, en los últimos días de Pesaj, fue
mayor incluso que el de los primeros días. Gracias a Dios, Quien nos ayudó hasta ahora y
fortaleció nuestros corazones con alegría, pues vimos que la alegría de Dios es nuestra
fortaleza.

72

El domingo después de Pesaj (14 de abril) quise reservar el pasaje en una nave, pero
no pude hacerlo debido a que era un día feriado gentil, situación que se extendió durante los
tres días siguientes.

73

El miércoles de la semana en que leemos la porción de Shmini (Levítico, capítulos 9-


11), el undécimo día del Omer, Reb Iehudá Eliezer y yo fuimos a ver a Reb A., el agente
marítimo. Éste nos acompañó hasta las puertas de la ciudad donde inmediatamente pudimos
adquirir pasajes en una nave, para ambos, al precio de cien rublos. Al comienzo tenía dudas
sobre pagar una suma tan grande, pues me quedaba con menos de lo necesario para cubrir
los gastos del resto del viaje. Yo sabía que la distancia entre Estambul y Eretz Israel era
mayor que la distancia entre Odessa y Estambul, pero decidí “arrojar mi carga sobre Dios”
y adquirir los pasajes por esa suma.

74

Estando en Odessa quise tener la oportunidad de ver a algunas personas que también
viajaban hacia Eretz Israel. Esta gente estaba viviendo en Odessa de manera temporal hasta
que mejoraran las condiciones del viaje y pudiera continuar hacia la Tierra Santa. Había
virtualmente una comunidad de tales personas en Odessa y en un pueblo cercano. Varios
hombres habían llegado a Odessa con sus esposas e hijos durante el verano anterior (5581-
1821) y no habían querido viajar debido a las terribles noticias de la revuelta griega.
Algunos habían ido a un pueblo cercano para pasar el invierno, por no poder hacerles frente
a los altos costos de vida en la ciudad. Incluso había una mujer parando en la casa de Reb
Henoj, donde yo me estaba alojando. Sin embargo, no hablé con ella en absoluto sobre mi
viaje a Eretz Israel, pues sentía que no me sería de ningún beneficio viajar con ella,
especialmente dado que tenía la impresión de que no estaba muy apurada en hacer la
travesía. Al final no pude estar en Odessa con la gente que estaba esperando hacer el viaje a
Eretz Israel porque no oré en el beit midrash mientras estuve allí. La única persona que
encontré fue Reb Aarón Iehudá, a quien ya mencioné anteriormente.

75

Un día me encontré en la casa de Reb Tzvi con cierto hombre pobre. En Odessa yo
solía pasar los días allí, pues Reb Tzvi me había dado mi propia habitación para utilizar
cada vez que la necesitara. Ello me fue de mucha ayuda y creo que sin esto no habría
soportado el período de espera en Odessa. No era fácil para mí esperar allí. Como dije, solía
pasar mis días en casa de Reb Tzvi pero comía y dormía en la casa de Reb Henoj.

76

Como mencioné, un día me encontré en la casa de Reb Tzvi con un hombre pobre
que reconocí como uno de los que vivían temporalmente en Odessa, esperando hacer el
viaje a la Tierra Santa. Hablando con él me dijo que estaba ansioso por retornar. Le
pregunté si había en Odessa algunas personas adineradas en su misma situación y me habló
de un hombre muy rico, Reb Iosef François de Tarnopol quien estaba viviendo en Odessa
con su familia.

Fuimos a la casa de Reb Iosef y lo encontramos descansando, pues era temprano en la


tarde. Más tarde, conversando con él, me habló sobre el tremendo peligro que implicaba
viajar a Eretz Israel. Me dijo que acababa de recibir algunas cartas de allí diciendo que la
situación era tan peligrosa que era imposible viajar por el Mar Blanco (el Mediterráneo).
Continuó hablando sobre la fuerza de los griegos quienes, dijo, tenían muchas colonias de
las cuales nosotros ni siquiera sabíamos, donde estaban llevando a cabo una violenta guerra
en contra de los árabes (los turcos). “Es por esto,” explicó, “que es imposible viajar ahora.”
Al comienzo me sentí muy desanimado por lo que decía Reb Iosef de Tarnopol, pero
entonces me dije, “Éste es sólo otro impedimento que me han arrojado al camino para
aumentar mi deseo de llegar a la Tierra Santa”.

Este Reb Iosef también me contó que estaba disuadiendo de viajar a Eretz Israel a
muchas otras personas y comprendí que simplemente era un emisario del Satán enviado a
disuadir a la gente de ir a la Tierra Santa, de modo que me levanté y me fui.

Desde ese día decidí no consultar en absoluto a ninguna de las personas que
esperaban hacer el viaje a la Tierra Santa, para no verme sujeto a más desánimo. En verdad,
también mis amigos en Odessa estaban tratando de persuadirme de que era demasiado
peligroso viajar a Eretz Israel en ese momento. Pero Dios me dio la fortaleza de corazón
necesaria para dejar de lado todas esas tremendas advertencias y depender solamente de Él.
Dios me ayudó a hacer el viaje sin problemas, gracias a Su bondad.

Mientras estuve en Odessa me hablaron de algunos emisarios en viaje a la Tierra


Santa provenientes de Vilna, conocidos como los perushim (i.e., mitnagdim), quienes
estaban por llegar.101 Quería encontrarme con ellos pues sabía que de seguro harían el viaje.
Sin embargo no llegaron antes de Pesaj y el miércoles después de Pesaj se presentó la
oportunidad de viajar de modo que reservé los pasajes de manera inmediata. Decidí no
esperar a los emisarios aunque ello significaba que Reb Iehudá Eliezer y yo seríamos los
únicos judíos a bordo y yo nunca había viajado por mar anteriormente. Mi amor por Eretz
Israel sobrepasó a todos mis temores.

77

Los emisarios de Vilna llegaron el viernes de la semana siguiente a Pesaj, mientras yo


estaba corriendo frenéticamente por los mercados de Odessa, haciendo preparativos para
abordar la nave. Ya le había pagado al capitán nuestro pasaje completo, cien rublos y la
nave debía partir al día siguiente. Debíamos abordar el barco dentro de las horas siguientes,
antes de que se cerraran las puertas, momento desde el cual ya no podríamos subir al barco.
En medio de todo ello me avisaron que los emisarios habían llegado. Apurado como estaba,
no pude resistir el ir a su encuentro. Fui a verlos y hablé brevemente con ellos. Me dieron
algunas cartas para llevar a Eretz Israel y partimos hacia el muelle para abordar la nave.

Mucho más tarde, el domingo de la semana de parashat Emor (Levítico, capítulos


21-24) encontré a esos hombres en Constantinopla (Estambul) en casa de Reb Abraham,
donde yo estaba desde hacía nueve días. Se alojaron en la misma posada que yo y debido a
que estaban pagando muy bien por su alojamiento el posadero les dio nuestra habitación
mudándonos al ático, donde permanecimos por unos días hasta que nuestro barco salió ese
miércoles.

101
Los perushim eran liderados por discípulos del rabí Eliahu, el Gaón de Vilna, quienes llegaron a la Tierra Santa en el
año 1808. Tenían una comunidad en Safed, dirigida por Reb Israel de Shklov, quien era el líder principal de la comunidad
de perushim.
Durante el tiempo en que estuvimos juntos hablé un poco con ellos y un día llegamos
a discutir sobre las diferencias entre los jasidim y los mitnagdim. Los hombres pertenecían
a este último grupo, que era famoso por su fuerte oposición a los jasidim. Comencé a hablar
con ellos sobre la fe en nuestros sabios, pues suponía que ellos tenían fe en su maestro, el
Gaón de Vilna.

“¿Acaso debo tener fe en un ser humano?”, exclamó uno de los hombres que fungía
de vocero del grupo. Todos ellos compartían obviamente sus sentimientos. Yo empecé a
argüir con él sobre la naturaleza de la fe que se debe tener en nuestros sabios. Ellos no me
escuchaban en absoluto y respondían con comentarios vanos que parecían bordear la
apostasía. La verdad es que aquel que no tiene fe en nuestros sabios no tiene una fe
completa en Dios. Esto está explicado en la Torá del Rebe, particularmente en el discurso
Tikú-Tojajá (Likutey Moharán II, 8).

Esta discusión me ilustró sobre las grandes diferencias entre jasidim y mitnagdim.
Comprobé que ellos no tenían fe ni siquiera en el talmid jajam, una persona erudita, entre
los mitnagdim, alguien a quien ellos consideraban una persona muy recta. Les dije
directamente a esos hombres que, en verdad, yo solía pensar que aunque ellos no tenían fe
en los Tzadikim de los jasidim al menos creían en sus propios sabios - pero ahora
comprendía que no tenían fe en absoluto.

78

En medio de la discusión, que se volvió bastante acalorada, los hombres quisieron


empujarme fuera de la posada. Estábamos al límite de una tremenda reyerta pero yo no
quería causar una disputa. El dueño de la posada trató de intervenir, de separarnos y
calmarnos para prevenir una pelea.

Si los jasidim, al ir a ver a los Tzadikim, no logran otra cosa que estar en su
presencia, dando expresión y fortaleza a su fe en ellos, ello es suficiente. La fe en nuestros
Sabios es el fundamento mismo de nuestra sagrada fe y es el cimiento de toda la Torá (Avot
6:5). Afortunado en verdad es aquel que pasa por alto las diversas disputas entre los
Tzadikim y tiene fe en todos ellos.

Esos emisarios no querían viajar por mar y habían hecho planes para hacerlo por
tierra. Yo no tenía ni pensado encarar semejante viaje a caballo, pues había oído en
Estambul cuán agotador era y cuán poco civilizados y crueles eran los hombres con quienes
a veces uno debía viajar. Había oído de que incluso golpeaban a la gente con la cual
viajaban. Decidí por lo tanto colocar mi carga sobre HaShem y viajar por mar. ¡Que Dios
me lleve con seguridad a la Tierra Santa, a una larga vida y en paz!

***

Volvamos al relato central de nuestra historia, en Odessa.

79
El viernes de la semana en que leemos parashat Shmini, el 28 de Nisán del 5582 (19
de abril), el día trece de la cuenta del Omer, abordamos la nave para Estambul, cerca de dos
horas después del mediodía. Salimos de la posada al mediodía, llevando todas nuestras
pertenencias y fuimos directamente a los guardias que cuidaban el malecón a lo largo del
mar, presentándoles nuestros documentos. Los oficiales sellaron nuestros papeles de
inmediato, de acuerdo a la ley. El procedimiento llevó igualmente cerca de dos horas.
Algunos de mis amigos más cercanos nos acompañaron hasta allí a quienes despedí en ese
puesto de control. Nos separamos con un sentimiento de fuerte amor mutuo y me desearon
un buen viaje. Estuvieron con nosotros hasta que atravesamos los portones. Nadie podía
entrar ni salir por esas puertas sin el permiso de los guardias.

Al atravesar esos portales, mi corazón se llenó de alegría y junto a mi amigo Reb


Iehudá Eliezer caminamos con paso ágil. Debíamos ir hasta los muelles para llegar a
nuestro barco. No lo pudimos localizar inmediatamente y les preguntamos a algunos no
judíos que vimos en el camino la manera de llegar a la nave del capitán Iakop Todriavitch.
La mayor parte de ellos no comprendía nuestros dialectos locales y en su mayoría hablaban
italiano y árabe y sólo podían entender unas pocas palabras de lo que les decíamos. Al
seguir andando por el muelle fuimos dirigidos hacia un marinero de quien nos dijeron que
formaba parte de la tripulación del capitán Iakop T.

El hecho de que el marinero estuviera pasando en ese momento por allí fue un envío
de Dios, pues sin él no sé cómo habríamos podido alguna vez encontrar la nave. Anclada al
final del muelle, era necesario pasar por otros diez barcos antes de llegar a ella.

El marinero nos llevó al muelle, pasando por muchas otras naves, hasta que llegamos
al final del embarcadero. Nos hizo descender a una barca que estaba amarrada allí pero que
no era tampoco la nuestra. Nos llevó con ese bote hacia otro más. El hecho de pasar de un
barco a otro de esa manera significaba saltar desde una altura de un edificio de un piso
hacia botes más pequeños, cargados de trigo de Odessa, en dirección a barcos más grandes.
No había escaleras ni escalas para descender de modo que debíamos hacerlo mediante una
soga. Aunque yo nunca había trepado con cuerdas de esa manera, de un barco a otro, no
tuve temor en absoluto pues tan grande era mi alegría de comenzar el viaje a Eretz Israel.
Simplemente pasaba ágilmente de una barca a otra, al igual que el marinero. Mi amigo Reb
Iehudá Eliezer me seguía. Al comienzo tuvo miedo de descender de una barca a otra, pero
al verme trepar por la cuerda superó su temor. Cruzamos varios barcos de esa manera hasta
que llegamos a nuestra nave.

A bordo del navío sólo estaba la tripulación; no hubo ningún otro judío con nosotros
durante todo el viaje desde Odessa a Estambul. En verdad, tampoco había judío alguno en
ninguno de los barcos anclados cerca de nosotros.

Subimos a la cubierta. Nadie a bordo parecía hablar ruso ni ningún otro idioma
familiar para nosotros. Descendimos a la cabina del capitán. Conocía el camino pues cierta
vez había estado a bordo de un barco anclado en el muelle de Odessa.

Al entrar a la cabina del capitán encontramos dos hombres comiendo. El capitán


mismo estaba almorzando a bordo de otra nave.
Al pasar a la cabina pregunté inmediatamente si la nave pertenecía a Iakob
Todriavitch, para confirmar que estábamos en el lugar correcto. Afortunadamente uno de
los hombres hablaba algo de alemán y me respondió de manera afirmativa. Comprendiendo
que éramos pasajeros, el hombre nos dio una amable bienvenida. Aparentemente el capitán
ya les había informado que unos judíos habían pagado el pasaje en su barco y que estaban
por llegar. Le preguntamos al marinero que hablaba algo de alemán si era posible conseguir
un bote para ir hasta la costa y traer nuestras pertenencias. Allí las habíamos dejado, en un
edificio dispuesto para el depósito temporal del equipaje.

“Ciertamente”, replicó el marinero, “pero tendrán que esperar hasta que los hombres
terminen de comer, pues es su hora de almuerzo”.

Mientras tanto volvimos a la cubierta, donde vimos a los marineros sentados y


comiendo. Caminamos por la cubierta mirando lo que había. Todo era extraño y
maravilloso para nosotros, especialmente para Reb Iehudá Eliezer, quien nunca en su vida
había estado en un barco así. Incluso yo, que había estado una vez en una nave atracada en
el puerto de Jarstan, nunca había estado en un barco tan grande como ése. Aquella otra nave
era más pequeña y yo no había tenido la oportunidad de explorarla. Con alegría anduvimos
por la cubierta hasta que el marinero que hablaba alemán subió de la cabina.

Preguntamos el motivo del retraso. Estábamos ansiosos de traer nuestro equipaje a


bordo, pues ya era tarde en ese erev Shabat. El marinero nos dijo que aún no habían
terminado de comer. Tuvimos que esperar un poco más hasta que finalmente nos dieron el
bote y los dos lo abordamos.

De hecho, Reb Iehudá Eliezer podría haber traído él solo nuestro equipaje, pero yo
estaba tan entusiasmado que fui con él. Además, quería volver a ver una vez más a nuestros
amigos que nos habían acompañado hasta el muelle. De seguro nos estaban esperando. Tan
pronto como alcanzamos la costa los divisamos desde lejos y les indicamos que se
acercaran. Reb Tzvi y Reb Ber de Lipovitz se adelantaron a saludarnos calurosamente, con
gran anhelo. Sin embargo, no podíamos comunicarnos fácilmente sino sólo desde una
distancia, a través de la cerca (como saben todos aquéllos familiarizados con los muelles).

No sabía si tenía permitido ir al edificio en donde estaba nuestro equipaje de modo


que le pedí permiso a alguien de allí. Esta persona me reconoció y me dijo que el portón no
estaba cerrado. Abrí la puerta y Reb Iehudá Eliezer, el marinero y yo recobramos nuestro
equipaje y lo colocamos en el pequeño bote. Luego volvimos a hablar a través del portón
con nuestros amigos y les contamos cómo habíamos tenido que cruzar todos esos barcos y
deslizarnos por las cuerdas en el proceso.

Nos despedimos de nuestros amigos nuevamente y volvimos a la nave. Otros amigos


estaban allí, contemplándonos desde lejos, subidos a una alta colina. Nos saludamos con la
mano con afecto y añoranza y a voz en cuello nos enviamos saludos de amor y de paz hasta
que pasamos entre unos grandes barcos perdiéndolos de vista.
Al volver a la nave los marineros subieron rápidamente nuestro equipaje a bordo.
Todo esto lo hicimos con entusiasmo y celeridad. Nuevamente a bordo del barco
comprobamos que el capitán aún no había retornado. Dejamos todas nuestras pertenencias
en la cubierta superior pues no queríamos llevarlas a la cabina, tal como habíamos
conversado, antes de recibir un permiso expreso del capitán.

80

Mientras tanto, encendimos un fuego en la cubierta preparándonos para cocinar una


gallina que habíamos llevado, en honor al Shabat. Varias horas después llegó el capitán.
Nos saludó de manera cortés y lo seguimos hacia su camarote. Con él venía un caballero de
otra nave. Una de las primeras cosas que nos preguntó fue, “¿Dónde están los demás?”. Le
respondí que Reb Iehudá Eliezer era el único que venía conmigo. “¿No se supone que
también vendrían dos hombres más?”, quiso saber el capitán.

¿Qué había sucedido? El agente marítimo, Reb A. de Odessa le había dicho el


capitán, cuando reservó pasaje para nosotros, que habría también otros dos pasajeros pues
pensó que otras dos personas más de Odessa estarían interesadas en viajar en ese barco.
Pero finalmente esas personas no se presentaron. Cuando concluimos las negociaciones
estableciendo que el precio sería de cincuenta rublos por persona nadie hizo una mención
específica de si eso se aplicaba a dos hombres al igual que a cuatro. Yo le había dado un
depósito y al retornar a la posada en Odessa me pregunté si el capitán insistiría en llevar
cuatro hombres. Le hice llegar la pregunta al agente sobre ese punto y su respuesta fue que
no importaba el número de pasajeros.

Al día siguiente, un jueves, cuando fui al muelle a pagarle al capitán lo que quedaba
de los cien rublos y él me entregó el recibo no se hizo mención alguna de la cantidad de
pasajeros esperada. Entonces yo mismo fui y le pregunté al agente si pensaba que el capitán
insistiría en que hubiese cuatro personas. Se rió y dijo que al capitán poco le importaría. De
modo que pagamos nuestro pasaje y el agente dijo lo que todos los agentes suelen decir.
Pero ahora que el barco estaba por partir, el capitán parecía enojado y yo estaba muy
preocupado.

“¡Pensé que vendrían cuatro pasajeros y por lo tanto vacié toda la cabina para
ustedes!”, se quejó el capitán. “¡Pero resulta que sólo hay dos!”.

“¿Acaso, señor, la cabina no debería haber estado preparada para usted también?”, le
pregunté.

“Habría sido suficiente para mi cama el espacio detrás del mamparo”, respondió.
“Habría podido llenar el área libre con trigo, tal cual hice con el resto de la nave”.

“Aún es su prerrogativa el acopiar trigo en la cabina, mientras haya algo de espacio


donde podamos dormir”, respondí.

El capitán se quedó en silencio. Yo me sentía muy aprensivo, pues temía que el


capitán me pidiera pagar otros cien rublos a cuenta de los dos pasajeros que no se habían
presentado. Esperaba que se quejara diciendo que ya no le era posible acopiar allí el trigo,
pues la carga estaba completa. Sin embargo, no deseaba discutir con él. Por otro lado, me
era imposible hablar bien en otros idiomas, incluso el ruso. El capitán tampoco hablaba
muy bien el idioma y sonábamos como dos ignorantes dedicados a una discusión de halajá,
en la cual ninguno se da cuenta de los errores del otro.

Dejé la cabina y subí a cubierta bastante consternado, pero mantuve el control de mí


mismo y razoné pensando que, sin importar lo que sucediera, al menos ya estaba a bordo
del barco, gracias a Dios y en camino.

Volvimos al tema de cocinar para el Shabat. Los marineros se comportaron muy bien
con nosotros. Nos mostraron cómo sacar agua dulce de los barriles con la bomba. Hicimos
un fuego y cocinamos la gallina que habíamos llevado.

Nuestro equipaje aún estaba en la cubierta pues no quería preguntarle al capitán


dónde dejar todo. Pensé que debía esperar a que se le fuera el enojo, levanté mis ojos al
Cielo y oré. “¡Señor del mundo! Yo soy Tuyo y el poco dinero que tengo también es Tuyo.
Haz con nosotros como desees. Yo sé que si este hombre me fuerza a pagar, Tú ciertamente
me ayudarás a obtener más dinero. Pero por favor, sálvame de él y no permitas que el
dinero judío le sea dado a un no judío sin motivo alguno. ¡Y por favor no permitas que me
sienta tan preocupado!”.

Dije algunas otras cosas brevemente y luego me recosté sobre mis arcones y me
dormí. Al despertar, me compuse y fui a hablar con el capitán.

“¿Por favor, podría decirme señor, dónde colocar mi equipaje?”, le pregunté.

Inmediatamente descendió conmigo a la cabina y me dijo de modo amable, “Toda la


cabina está a su disposición. Pongan las cosas en donde quieran”. Me sentí aliviado por su
respuesta y fui a ver a Reb Iehudá Eliezer para hacérselo saber. Sin embargo no teníamos
tiempo para llevar abajo nuestro equipaje pues debíamos terminar de cocinar para el
Shabat. Cerca de una hora después nos dimos cuenta de que era demasiado tarde y que el
Shabat era inminente. Nos apuramos a sacar la olla del fuego y luego procedimos a llevar
abajo nuestro equipaje. Los marineros llevaron para nosotros unos de los arcones más
pesados y algunos de ellos bajaron a la cabina y la barrieron para nosotros. Notamos que
estaban haciendo todo para nosotros - ¡estaban limpiando la casa para nosotros en honor al
Shabat!

Estibamos nuestras cosas y nos vestimos para el Shabat. La cabina estaba vacía pues
el capitán se había ido a otra nave, en un pequeño bote, y los marineros habían subido a
cubierta. Tuvimos la cabina para nosotros la mayor parte del día, al igual que la mayor
parte de los otros días de nuestro viaje. Estábamos libres de hacer lo que quisiéramos en esa
cabina - orar, estudiar, escribir y dedicarnos al hitbodedut.

Reb Iehudá Eliezer y yo dijimos las plegarias del Shabat en la cabina, con alegría y
sin ninguna intrusión. Al terminar el servicio, nuestros corazones estaban plenos de
felicidad. Recitamos “Shalom Aleijem” y preparamos la mesa con dos hogazas de pan y una
copa de vino para el kidush. Recitamos el kidush, nos lavamos las manos y comimos con
alegría. Teníamos algo de pescado seco que habíamos llevado con nosotros, la gallina y el
vino. Luego recitamos contentos las Gracias Después de las Comidas. Bailamos un poco
llevados por nuestra alegría y luego nos acostamos a dormir.

El capitán aún no había vuelto. Fue tarde por la noche cuando llegó y ni siquiera lo
oímos debido a que no hizo ningún ruido que pudiera despertarnos.

Por la mañana, el día del Shabat, subimos a la cubierta y vimos a la tripulación


ocupada en tensar las sogas y desplegar las velas. Creíamos que la nave zarparía el Shabat
por la tarde, de acuerdo a lo estipulado. Sin embargo ese día no partimos. Sólo movieron el
barco un poco más allá del muelle mientras estábamos diciendo las plegarias de la mañana.

Esa mañana el capitán bajó a tierra firme para confirmar que todos los documentos
estaban en orden y allí se quedó hasta pasado el mediodía. Dijimos las plegarias de Shajarit
y de Musaf tal cual siempre lo hacíamos. Nadie estuvo con nosotros en la cabina mientras
oramos y ni siquiera nos perturbó el hecho de que un marinero entrase a buscar algo.

Cuando terminamos de orar dijimos el kidush sobre la copa de vino. Luego leímos la
porción de la Torá de esa semana, dos veces el texto en hebreo y una vez su traducción al
arameo. Más tarde salimos a caminar por el barco y observamos cómo los marineros
ordenaban las cuerdas y arriaban las velas. Estaban ocupados con toda clase de tareas y
sentimos un gran placer en observarlos.

A veces sucedía que los barcos tardaban mucho en zarpar, pese a la promesa del
capitán de una partida inmediata. El último Tishrei una nave estuvo detenida por tres
semanas. Las vituallas de los pasajeros se acabaron, incluso antes de comenzar el viaje.
Llegó el clima frío y, de acuerdo con lo que había oído en Odessa, los viajeros sufrieron
terriblemente, al punto en que sus vidas corrieron peligro. ¡Gracias a Dios, no debimos
pasar tal sufrimiento! El viernes abordamos la nave, el Shabat el barco fue movido de su
sitio y el domingo, Rosh Jodesh Iar, levamos anclas y partimos.

Volviendo a nuestro primer Shabat a bordo, tomamos la comida de la mañana y


después volvimos a caminar por cubierta. Luego nos sentamos y allí nos quedamos durante
la mayor parte de la tarde hasta Minjá, pues el aire era muy placentero. Descendimos a la
cabina sólo para comer, beber y orar. Durante todo el día del Shabat la tripulación estuvo
ocupada preparando la nave.

En la mañana del Shabat el capitán nos pidió que le diéramos nuestros documentos.
Nos explicó que antes de la salida de la nave debía mostrarles los papeles a las autoridades
del puerto. Le dimos nuestros documentos y salió para ocuparse del asunto, llevando
consigo a uno de los marineros, aquel que hablaba un poco de alemán, con quien habíamos
hecho una cierta amistad. Hacia el hora de Minjá el marinero que hablaba alemán volvió
solo, en un pequeño bote, cargado de bolsas de trigo. Las depositó en la cabina, después de
limpiar una zona, moviendo nuestro equipaje hacia un lado. Nos sentimos muy aliviados
por ello. Sabíamos que el capitán había traído ese trigo de Odessa, tal como lo habría hecho
de haber sabido desde un comienzo que sólo tendría dos pasajeros. Ahora no nos haría más
demandas.

Dijimos las plegarias de la tarde y comimos la tercera comida, cantando Bnei Heijolo
con una dulce melodía.102 La comida continuó hasta la noche cuando recitamos las
plegarias de la noche para el Rosh Jodesh Iar. Dijimos la havdalá sobre una copa de vino,
pero no habíamos llevado especias con nosotros. Encontré algo de pimienta molida en la
mesa, pues los marineros estaban disponiéndose a comer. La tomé en mi mano y recite la
bendición sobre las especias. Luego preparamos y bebimos algo de café.

Como pueden ver, el Shabat pasó de manera apacible y con alegría. Agradecí a Dios
no haber tenido ninguna molestia ni dificultad en el Shabat y Le expresé mi gratitud por
ayudarme a llegar a ese momento.

81

El domingo, el primer día del Rosh Jodesh Iar (21 de abril de 1822),
aproximadamente una hora antes del amanecer, los marineros comenzaron a preparar las
cuerdas y a desplegar las velas con gran actividad. El capitán se despertó y nosotros ya no
pudimos seguir durmiendo. Nos despabilaron los gritos de los marineros y subimos
rápidamente para comprobar qué estaba sucediendo a bordo de la nave. Fuimos a cubierta y
observamos a los marineros en su tarea. Percibimos, en la habilidad de su ocupación
marinera, la grandeza de Dios. Alabamos a Dios, Quien creó la tierra y el mar y le dio al
hombre la sabiduría para construir grandes naves y aprender las habilidades que le permiten
navegar por los mares. Observamos a los marineros durante dos o tres horas hasta que salió
el sol. Entonces descendimos a la cabina y oramos. Mientras estábamos recitando las
plegarias, la nave levantó anclas y comenzamos a movernos.

Sin embargo, ese domingo los vientos no eran muy buenos y tuvieron que remolcar la
nave a remo por lo que sólo recorrimos una corta distancia. Había cuatro o cinco naves que
viajaban junto a nosotros, una de las cuales estaba muy cerca. El capitán iba y venía entre
una nave y la otra para comer y beber.

Todo el domingo nos sentimos bien, para nada mareados. Estábamos sorprendidos de
ello pues habíamos oído que los viajeros en general sufrían la primera vez que estaban en el
mar, pero nosotros no sentíamos ningún malestar.

El domingo por la mañana el capitán habló con nosotros. “De seguro que tienen
mucho dinero”, nos dijo.

“No, señor”, le contestamos, “realmente no tenemos dinero. Somos pobres y vivimos


de la caridad”.

102
Esta canción fue escrita por el Ari en honor a la tercera comida del Shabat. La melodía de Breslov entonada por el rabí
Natán y los jasidim de Breslov puede encontrarse en el CD Bnei Heijolo, del Breslov Research Institute.
Pero él repitió, “Seguramente tienen dinero”.

Sentí cierto temor del cariz de esa conversación.

El capitán pasó la mayor parte del día en la otra nave, pero ya entrada la tarde volvió
a hablar con nosotros. Estaba fumando en pipa y me preguntó si yo fumaba. Le contesté
que no y él respondió, “Seguramente tienen dinero pero no quieren gastarlo, ni en tabaco ni
en nada más. Lo único que quieren es ahorrar su dinero. Incluso veo que no comen de la
manera apropiada, tal como le corresponde al sustento de los hombres. Y no fuman porque
son muy avaros”.

“No, señor”, le respondí. “Realmente no tenemos dinero. Es por ello que no trajimos
las provisiones apropiadas”.

No había enojo por parte del capitán. Parecía ser una conversación normal.

Nos dejó y salió para hablar con el marinero alemán, que actuaba como escriba del
capitán. Vinieron y nos preguntaron si comíamos arroz. Al comienzo no entendíamos qué
estaban diciendo. Parecía como que nos estaban preguntando si éramos shojtim. Nos llevó
un tiempo comprender que preguntaban si comíamos arroz. Les respondimos de manera
afirmativa e inmediatamente el capitán ordenó que se nos diera una gran cantidad de arroz.
“Si se les acaba esto”, nos dijo, “les daré más”. El capitán nos dejó y luego volvió. “Quizás
no tengan pan seco. Puedo darles un poco”.

“Gracias a Dios, tenemos mucho pan”, le contestamos. “Pero nos olvidamos de traer
limones y naranjas”.

“Sólo tenemos unos pocos limones”, respondió, “y debemos usarlos con mucho
cuidado. Los necesitamos tener a mano en caso de que alguien se enferme”. Sin embargo
ordenó que se nos diera un limón grande. Gracias a Dios, encontramos favor a los ojos del
capitán quien nos trató muy amablemente.

Inmediatamente nos pusimos a cocinar algo de arroz con un trozo de gallina que
teníamos. Ésa fue nuestra cena del segundo día del Rosh Jodesh Iar.

82

El lunes, el segundo día del Rosh Jodesh, comenzó a soplar un viento bastante fuerte.
Los marineros desplegaron las velas y agregaron algunas más. Amarraron nuestra nave a
aquella que estaba viajando a nuestro lado y las dos avanzaron juntas tranquilamente.

Comencé a sentirme algo mareado y a debilitarme. Me fue muy difícil terminar la


plegaria. Debía esforzarme. Después de orar le pregunté al marinero alemán, al escriba de
la nave, si era mejor para mí quedarme en el camarote o subir a cubierta, pues me estaba
mareando mucho. Me respondió que era mucho mejor si me sentaba en cubierta.
Sintiéndome muy débil ascendí a la cubierta pero tampoco allí encontré sosiego. No tenía la
fuerza suficiente para quedarme de pie de modo que busqué un lugar dónde recostarme. No
podía comer ni beber. Tampoco pude retener el poco café que había tomado. Vomité todo
lo que había comido y después me sentí algo mejor. Pasé la mayor parte del día recostado
en cubierta, sintiéndome muy débil.

Reb Iehudá Eliezer se sentía muy bien esa mañana y comió lo que había preparado
para ambos. Pero por la tarde se sintió mal y enfermo. El capitán nos preguntaba
continuamente cómo nos sentíamos y nosotros le respondíamos que estábamos mareados.
Nos dijo que no debíamos preocuparnos por ello y que más tarde ello nos haría sentir más
fuertes.

No pude comer ni beber durante todo el lunes. Comencé a vomitar nuevamente cerca
del mediodía y unas horas después me sentí un poco mejor. Reb Iehudá Eliezer parecía
mucho peor. Sin embargo, todo ese episodio fue acompañado de una cierta bondad;
considerando lo que habíamos oído de otros sobre su primera vez en el mar, nuestro mareo
era muy ligero.

Dijimos las plegarias de la tarde y de la noche en cubierta, pues no queríamos


descender a la cabina. Entre las plegarias de la tarde y de la noche, el capitán se nos acercó
y conversó con nosotros durante un tiempo. Nos dijo que había estado en América y en
muchos otros países. Los criticó y nos habló sobre su religión. Nos dijo que había muchas
diferencias entre ellos y también entre las naciones creyentes… Y varias otras cosas.

Después de las plegarias de la noche descendimos a la cabina. Sobre la mesa, para


nosotros, había cuatro naranjas y un limón. Agradecí a Dios, Quien le da sustento al mundo
entero, por satisfacer nuestras necesidades en el mar y por hacer que el capitán nos tratara
con amabilidad, dándonos todo lo que no teníamos. ¿Cómo podemos expresar nuestro
agradecimiento por las muchas bondades que Dios lleva a cabo para nosotros en todo
momento?

83

No queríamos irnos a dormir esa noche, después de habernos sentido tan enfermos
durante el día. El barco, por supuesto, también seguiría moviéndose por la noche y nos
preocupaba el enfermarnos más aún, Dios no lo permita. Pero dormimos toda la noche y el
martes por la mañana nos despertamos sintiéndonos mucho mejor. Apenas estábamos
mareados y pudimos comer y beber un poco. Gracias a Dios, Quien nos ha ayudado hasta
ahora.

84

El martes, mientras estaba escribiendo todo esto en mi diario, el escriba alemán entró
a la cabina pero no me interrumpió. Después de esperar un rato me mostró un mapa del mar
sobre el cual estábamos viajando. Señaló a Odessa, Jarsan, Nicolaiev, Atjacov, Estambul y
otros lugares. Ya habíamos recorrido una tercera parte de la distancia entre Odessa y
Estambul, nos explicó. Eso fue alrededor de las diez de la mañana.

¡Que Dios continúe llevándonos sanos y salvos hasta llegar a la Tierra Santa!
85

Pasamos todo el jueves recuperándonos y lentamente nos volvió la fuerza.

El martes por la noche el capitán tomó un instrumento musical y tocó para nosotros.
Nos preguntó si sabíamos tocar y respondimos que no. Conversamos un rato, él sobre
instrumentos musicales y yo sobre el baile, explicando que estábamos acostumbrados a
bailar en las festividades y en las bodas. Luego de la conversación descendí a nuestra
cabina pero los marineros en cubierta se sintieron inspirados por nuestra charla y uno de
ellos comenzó a bailar. Reb Iehudá Eliezer también sintió la necesidad de bailar de modo
que se quedó en cubierta durante un tiempo antes de descender a la cabina para ayudarme
con la cena. Yo ya había comido solo, pero él no.

Después de cenar, Reb Iehudá Eliezer dijo que tenía ganas de seguir bailando y subió
a la cubierta. El capitán y otro marinero estaban tocando instrumentos musicales simples y
Reb Iehudá Eliezer bailó y bailó hasta que yo me uní a él. Ambos bailamos durante un
tiempo y dos de los marineros se nos sumaron. Ellos bailaban y se alegraban por la alegría
misma. Nosotros bailamos por la alegría de saber que teníamos el privilegio de estar en
camino a la Tierra de Israel, la Tierra Santa, donde podríamos llegar a reconocer al Creador
del mundo.

Ello me hizo recordar una parábola contada en nombre del Baal Shem Tov (Toldot
Iaacov Iosef). Cierta vez había un príncipe que estaba cautivo. Recibió una carta de su
padre que lo hizo extremadamente feliz y quiso celebrar. Les sirvió bebidas a todos los que
estaban con él. Todos se emborracharon, bailaron y se regocijaron. Ellos bailaron y se
alegraron debido a que estaban borrachos, él bailó y se regocijó de alegría por tener noticias
de su padre.

Nos parecería muy notable el hecho de que pudiésemos bailar y celebrar en una nave,
rodeados de no judíos. Éramos los únicos judíos a bordo. Sabemos muy bien que para
nosotros, la alegría es la mejor fuente de fortaleza interior, como dice la Torá: “Pues la
alegría en Dios es tu fortaleza” (Nehemías 8:10). Esta idea se repite innumerables veces en
la Torá del Rebe.

También el miércoles la nave avanzó suavemente durante todo el día, con la ayuda de
Dios.

86

El miércoles por la tarde, el escriba alemán nos informó que ya habíamos cubierto
tres cuartas partes de la distancia entre Odessa y Estambul. ¡Gracias a Dios, Quien nos trajo
hasta aquí sin peligros ni tormentas y sin temor! ¡Que Él me lleve pronto y en paz a Eretz
Israel!

87
Ese miércoles el capitán nos volvió a preguntar qué comida querríamos que nos diese.
Nos ofreció aceite de oliva, sardinas -un pequeño pez salado- aceitunas y algunas
legumbres. Estaba ansioso por darnos todo lo que quisiéramos.

Ese día no quise aceptar nada de él. Simplemente le agradecí calurosamente su


bondadosa oferta - ¡Bendito sea Dios, Quien hace que caigamos bien a los ojos los
hombres!

Gracias a Dios, el miércoles nos sentimos perfectamente bien, comimos y bebimos


aquello que teníamos con nosotros, sin ningún problema.

***

Estambul

88

Arribamos a Estambul el viernes de la semana en la cual leemos la porción de la Torá


de Tazría-Metzorá (Levítico, capítulos 12-16; 26 de abril). La nave tuvo que esperar fuera
del muelle durante un tiempo antes de atracar y en el ínterin comenzó el Shabat, de modo
que pasamos todo el Shabat a bordo del barco.

89

El domingo (28 de abril) de la semana siguiente, cuando leemos la porción de Ajarei


Mot-Kedoshim (Levítico, capítulos 17-20) el séptimo día del mes de Iar, entramos en el
barrio judío de Estambul, a través de la ciudad de Galita. Primero fui a la casa de Reb
Shimón Bresler, pero no lo hallé. De allí fui a ver al hijo de Reb Iosef, Reb Pinjas, para
entregarle una carta que estaba llevando para Reb Iosef, desde Odessa. Los miembros de la
familia se alegraron al recibir la carta. Me recibieron muy calurosamente y nos dieron un
poco de aguardiente.

Mientras estábamos allí, la casa se llenó de numerosos judíos polacos que vivían en
Estambul y me sentí muy contento de tener gente con quien podría conversar. Entre ellos
había un hombre llamado Reb Abraham, un agente marítimo. Ese Reb Abraham me llevó a
su casa y me mostró dónde podía guardar mis pertenencias. Luego me acompañó al barco,
para retirar mi equipaje y llevarlo a la ciudad. Tuvimos que pagar una pequeña suma por
nuestras cosas, cerca de cuarenta pacis.

Llevamos todo a la casa de ese Reb Abraham y le agradecí a Dios por proveerme de
alojamiento, pues era muy difícil encontrar lugar en Estambul, especialmente dado que no
conocíamos el dialecto local.

Fui al mercado, donde me encontré con varios judíos de Polonia, quienes se alegraron
de ver visitantes provenientes de su país. En el camino me crucé con Reb Shimón. Al
comienzo me sentí muy contento de verlo, pues tendría un amigo con quien conversar. Él, a
su vez, me saludó con amor y respeto. Sin embargo su amor pronto me causó un gran dolor.
Cuando le dije que estaba de paso por Estambul en camino a Eretz Israel trató de
disuadirme. “No hay manera alguna de llegar allí”, insistió, describiendo los grandes
peligros que implicaba viajar por el Mediterráneo. Evidentemente habló debido a su amor
por mí, manteniendo que la única cosa lógica y apropiada de hacer, bajo las presentes
circunstancias, era volver a Odessa. No había otra opción posible. Traté de hacerlo callar,
pero él repitió esto dos o tres veces, produciéndome una gran angustia. Entonces lo dejé,
con el corazón quebrantado, después de oír lo que pensaba sobre mi viaje.

Llegué a Estambul sintiéndome muy melancólico y desanimado, al punto en que ya


no podía soportarlo. Pero Dios me trató con bondad y me permitió encontrar rápidamente
un buen alojamiento. Sin embargo, de inmediato todos los judíos polacos se ocuparon de
decirme que no había manera alguna de llegar a Eretz Israel. Reb Shimón, en especial, me
rogó que no fuera y todos los que lo oyeron estuvieron de acuerdo. Con quien me
encontrara en el mercado trataba de convencerme de no ir a Eretz Israel, aunque yo no
solicitara consejo alguno. Ofrecían sus opiniones sin habérselas pedido y trataban de
convencerme de que el viaje ahora era imposible.

Sólo Dios sabe cuánta angustia y desánimo estaba sintiendo. Volví a mi habitación y
salí al balcón para pensar. Me senté allí cavilando, hasta que comencé a llorar con
amargura. Finalmente me compuse un poco, arrojé mi carga sobre Dios y me sentí más
fuerte. Comprendí que era imperativo encontrar inmediatamente una nave que me llevara a
Alejandría, Egipto.

90

Dios me dio alivio en mi tristeza - alguien me informó que había una nave
disponiéndose a partir para Odessa y que un hombre y una mujer, que estaban a bordo,
podrían llevarle una carta a mi familia. Mi informante me acompañó al barco y yo les
entregué la carta. La mujer habló con nosotros y nos dio mucho aliento. Las cosas no eran
como la gente las estaban describiendo, nos dijo. Ella había llegado de Eretz Israel
recientemente, cuando las condiciones eran mucho peores. Me sentí mejor al oír sus
palabras; era la primera persona que me había hablado de una manera tan alentadora en
todo el día.

91

El lunes fui otra vez a visitar la nave que saldría para Odessa y nuevamente me
dijeron que las condiciones del viaje no eran tan peligrosas, como la gente decía. Sin
embargo, comprendí que el viaje implicaba un gran peligro y que necesitaría la
misericordia de Dios y Su salvación, especialmente dado que tenía poco dinero. En tales
situaciones uno debe estar preparado a gastar más de lo usual para las expensas del viaje.

El lunes, tan pronto como volví de esa nave, salimos en un pequeño bote para la
ciudad de Haskiya. Pensábamos que podríamos vender algunos de los libros que había
traído conmigo. Sabía que la cantidad de menos de 150 táleros que tenía no cubriría ni
siquiera la mitad de lo que quedaba del viaje a Eretz Israel y ni pensar del viaje de retorno.
Nuestra visita a Haskiya fue una difícil experiencia, aunque la mayoría de la
población era judía. De hecho, Haskiya tenía la mayor comunidad judía de todo Estambul.
Pero hay muy pocos judíos polacos o ashkenazíes en Haskiya; la mayor parte de los judíos
polacos viven en Galita. Sólo fui a Haskiya por necesidad. Pensé que quizás era
providencial el hecho de verme forzado a visitar Haskiya para dejar algunos de los libros
del Rebe allí. ¿Cómo podía estar en Estambul y no dejar algunos de los libros del Rebe?
Fue por ese motivo que hice el esfuerzo de ir.

Mi amigo, Reb Iehudá Eliezer, trató de convencerme de no ir, diciendo que era muy
tarde y que allí no teníamos lugar en dónde pasar la noche. Era bien sabido que les era muy
difícil a los judíos polacos encontrar alojamiento entre los judíos sefardíes.

Me convencí de que también las palabras de Reb Iehudá Eliezer no eran más que un
impedimento y no quería dejar de ir a Haskiya. Pasara lo que pasara, iríamos allí. De modo
que fuimos, llevando varios libros, algunos de los libros del Rebe y mi talet y tefilín.

Caminando hacia el mercado de Galita nos cruzamos con un conocido polaco. Le


pedimos que nos mostrara el camino a Haskiya y nos llevó hasta al portón que llevaba al
mar. Dado que era casi de noche tuvimos que darle al guardián dos pacis. (No hay cargo
para pasar durante el día). Caminamos hasta la playa donde encontramos unos botes
dispuestos a llevar pasajeros.

Nuestro conocido nos hizo subir apresuradamente a un bote en el cual había tres o
cuatro personas esperando y salimos para Haskiya. El viaje llevó cerca de media hora y le
pagamos al barquero 5 pacis por cada uno de nosotros.

Reb Iehudá Eliezer y yo llegamos a Haskiya sin conocer un alma. Nadie comprendía
el idioma que hablábamos y fue incluso muy difícil encontrar alguien que entendiese
nuestro hebreo. Anduvimos perdidos durante un tiempo, arrastrando nuestros bultos, sin
saber a dónde ir. Les preguntamos a los transeúntes dónde estaba la sinagoga o la casa de
estudios, pero nadie entendía lo que le estábamos diciendo. Ellos llaman a la sinagoga kehal
kodesh (congregación santa) y no tienen un beit midrash (sala de estudio) sino que
denominan al lugar en donde los hombres se sientan y estudian la ieshivá. Hay otro lugar
donde la gente desocupada se sienta y lee salmos, conocido como hesguer.

Mucho más tarde aprendimos esas diferentes expresiones. Cuando entramos por
primera vez a Haskiya, no sabíamos nada de eso. Por lo tanto preguntamos dónde estaba el
beit kneset. Algunos nos comprendían y otros no. Pedimos ver al Jajam o al Rav.103 Los
niños se reían de nosotros y corrían detrás como lo harían tras un loco. Finalmente uno de
los sefardíes le ordenó a un joven que nos llevase al rabino en jefe de la comunidad. Ese
rabino actuaba como el rabino en jefe de todo Estambul.

Fuimos con el joven sin comprender adónde nos estaba llevando. Pensamos que nos
guiaba hasta la sinagoga o la sala de estudios. El joven iba delante nuestro muy alegre,

103
Tradicionalmente, el jefe de la comunidad sefardí era conocido como el Jajam (literalmente, “hombre sabio”).
disfrutando la oportunidad de estar con unos ashkenazim “dementes”. Nos llevó
directamente a la casa del rabino en jefe.

Nos sentíamos bastante extraños ante el hecho de encontrarnos con el rabino en jefe -
pues él no nos entendería debido a que no hablaba nuestro idioma y nosotros nos
presentábamos cargados de bultos. Dejé a Reb Iehudá Eliezer con nuestras cosas y fui yo
solo a encontrarme con el Rav.

El Jajam no se estaba sintiendo bien y me preguntó, con lo que parecía un cierto


fastidio, de dónde veníamos. Tímidamente le di una corta respuesta. No me comprendió
bien. Había otro hombre sentado con él e intercambiaron sólo unas pocas palabras
conmigo. Me respondió con la palabra para “mañana”, indicando que deberíamos volver al
día siguiente. El hombre sentado junto al Rav me hizo un gesto como diciendo, “¿Acaso no
puede ver que el Rav no se siente bien hoy?”.

Me sentí aliviado de salir de ante la presencia del rabino en jefe. El poco tiempo que
había pasado con él había sido muy extenuante pues nunca me había encontrado en una
situación igual.

Salí a la calle. Nos detuvimos a descansar bajo un gran árbol que crecía junto a una
casa y allí depositamos nuestro equipaje. A nuestro alrededor comenzó a juntarse una
muchedumbre preguntándonos si éramos vendedores de libros. Les mostramos nuestros
libros, pero les era muy difícil comprendernos. Entendían sólo un poco de nuestro hebreo.
Se hizo presente un vendedor de libros quien habló con nosotros. Nos compró un juego de
pequeñas Mishnaiot. Nos dio un depósito diciendo que se llevaría un volumen y que
vendría por el resto al día siguiente.

No teníamos lugar en dónde pasar la noche y ya era tarde. Apareció un hombre en


escena quien expresó interés en comprar algunos de los libros. Nos llevó a su casa y en el
camino le preguntamos si podíamos pasar la noche allí. Al principio se negó pero pudimos
persuadirlo y nos dejó quedar.

Agradecimos y alabamos a Dios por habernos permitido encontrar un lugar para


dormir. El hombre nos confesó más tarde que sólo había aceptado alojarnos por esa noche
pues su esposa no estaba en casa. De haber estado, él no habría podido ni siquiera
permitirnos quedar bajo ninguna circunstancia, pues sus mujeres no reciben huéspedes,
particularmente ashkenazim.

92

Más tarde esa noche fuimos visitados por un hombre llamado Iaacov. Era un cantor y
hablaba un poco nuestro idioma. Conversó con nosotros también al día siguiente y cada vez
que lo cruzamos.

93
Pasamos todo el martes y el miércoles vendiendo libros, viajando ida y vuelta entre
Haskiya y Galita. Mi mayor esperanza era encontrar hombres interesados en comprar los
libros del Rebe. Fue recién el miércoles por la mañana cuando aparecieron unos
compradores y pude vender seis volúmenes grandes del Likutey Moharán. El martes por la
noche dormimos en la ieshivá.

94

Al acercarse el miércoles recordé que aún no había ido a ver al cónsul para tratar el
tema de nuestros documentos de viaje. Habían pasado tres días desde que nuestro capitán
dejara los documentos con el cónsul, indicándonos que debíamos cambiar los viejos por
unos nuevos y aún no lo habíamos hecho. De modo que el miércoles por la mañana,
después de la plegaria, volvimos apresuradamente a Galita. En el bote viajaban con
nosotros los hombres que nos habían comprado los libros del Rebe esa mañana. Querían
adquirir más libros y mientras navegábamos hablamos sobre varios temas de Torá.

Me dijeron que las letras del medio del nombre Iaacov (en hebreo se deletrea con las
letras iUd, aIn, kUf, beIt) tienen el valor numérico de la palabra LeV (corazón, 32). La
conversación que llevó a esto comenzó cuando me preguntaron cuándo vendría el Mashíaj.

“Éste es un tema que está oculto de los ojos de todos los vivos”, respondí, “pues es la
más grande de todas las maravillas. Es como escribió Daniel: ‘Las palabras están ocultas y
selladas’. Ni siquiera Dios Se las ha revelado a Su boca desde Su corazón. En palabras del
Tikuney Zohar, ‘Le he revelado el secreto a Mi corazón, pero no a mis Miembros’”.

Tratamos sobre el significado de esas palabras, “Le he revelado el secreto a Mi


corazón pero no a Mis miembros”. Les dije que existen ciertos Tzadikim que son
comparados al corazón y a quienes Dios les revela el maravilloso final. Hay otros Tzadikim
que son comparados con los miembros y a quienes Dios no les revela el final. “¿Quién es
comparado al corazón?”, preguntaron mis compañeros. Ellos mismos explicaron que el
nombre de Iaacov, contiene el valor numérico de la palabra “corazón”.

Les transmití entonces la maravillosa explicación que había dado el Rebe en relación
al versículo, “Pues ella [la Torá] no será olvidada de la boca de su simiente”. Las letras
finales de esas cinco palabras en hebreo conforman el nombre Iojai, una alusión al rabí
Shimón bar Iojai. Ese pensamiento, que se encuentra en la introducción del Likutey
Moharán, les agradó mucho a los hombres. Les dije también que las últimas letras del
primer versículo del Éxodo conforman las palabras hebreas tehilim y teshuvá, “salmos” y
“arrepentimiento” (Likutey Moharán II, 73). Sin embargo, no pude explicarles todo el
concepto pues no comprendían bien mi hebreo.

Fue algo maravilloso y asombroso el que se me hubiera otorgado la oportunidad de


hablar de la Torá del Rebe en Estambul y vender sus libros allí, textos que son considerados
como heraldos de la Redención.

Llegué a Galita cerca del mediodía y encontré a mi anfitrión en su casa. Me dijo que
había una nave dispuesta a partir para Alejandría ese Shabat o el domingo. Tenía por lo
tanto mucho apuro por ver al cónsul y solucionar el tema de los documentos de viaje por lo
que no quería quedarme involucrado en una conversación con los hombres que habían
venido conmigo a comprar los libros. Tuve que despedirlos y Reb Iehudá Eliezer, mi
anfitrión, Reb Abraham y yo fuimos rápidamente a la ciudad de Bialeh donde se
encontraban las oficinas de diversos consulados.

Nos llevaron por el camino de las casas de plegaria de los árabes (intencionalmente,
aunque había una ruta más corta) hasta que llegamos al consulado de Austria. Al entrar nos
hicieron pasar de un oficial a otro, como es común, hasta que llegamos ante el escriba. Me
mostró mi documento de viaje. “¿Es éste?”, me preguntó y yo le respondí afirmativamente.

“¿Por qué vino aquí con este documento?”, preguntó. “Es un documento ruso y no
nos pertenece”.

“Mi querido señor”, respondí, “la ley rusa indica que el documento consular debe ser
cambiado por un documento ruso. De no hacerlo, uno no puede dejar el territorio ruso.
Pero, en verdad, mi documento indica que yo soy un ciudadano austríaco”.

“No es así”, respondió el escriba. “Varios hombres estuvieron aquí y no tuvieron


problemas en darme sus papeles correctos”.

“Por favor, lea lo que dice mi documento de viaje”, lo urgí. “Verá que afirma que yo
soy de Austria”.104

“No entiendo el ruso. Llévenselo a alguien que sepa el ruso y que lo pueda leer”.

Desalentados, salimos de allí. El escriba también había mencionado algo sobre los
espías. Yo me sentía muy ansioso. Tomamos el documento y volvimos a nuestro
alojamiento. Salí al balcón y me senté allí, adormilándome.

En el ínterin, mi anfitrión, Reb Abraham, salió a buscar a alguien que conociera el


ruso. Al retornar me llamó y juntos volvimos a Bialeh, al encuentro de un hombre que sabía
ruso. Pero no estaba en su casa.

Fuimos a un café y nos sentamos a descansar. Allí nos quedamos por un largo rato
hasta que alguien nos habló de un hombre que sabía el ruso - había sido escriba en el
consulado ruso. Ahora bien, no había un cónsul ruso en Estambul pues éste había vuelto a
Rusia, temiendo problemas debidos a la rebelión griega. Era por eso que estábamos
teniendo tantos inconvenientes.

Fuimos a la casa del escriba. Éste salió a encontrarnos en el portón, donde le


explicamos lo que queríamos de él. Tomó mi documento y lo leyó, diciendo que allí se

104
Cuando nació el rabí Natán (1780), la Ucrania, que era una provincia de Polonia, había sido cedida a Austria. Después
de las particiones de Polonia su región fue cedida a los rusos. De aquí sus dificultades en el consulado. Además, el
gobierno ruso estaba apoyando a los griegos en el levantamiento contra los turcos. Esto colocaba al rabí Natán, siendo un
ciudadano ruso, bajo una más estricta inspección.
afirmaba que yo era del imperio austríaco. Pero no le gustaba el aspecto que tenía el sello
(tenía el sello de un águila). Las letras del sello no estaban claras. En verdad, el sello estaba
bastante borroneado. En cuanto a la firma del Barón Ladziran, dijo que no la reconocía
pues hacía doce años que no había vuelto a Rusia. Le parecía muy sospechoso que el sello
redondo estuviese tan distorsionado al punto en que no era posible distinguir ni el águila ni
las letras. Nos sentimos muy afligidos por lo que dijo.

Subió a su casa, llevando el documento consigo. Copió el documento, letra por letra y
nos lo trajo de vuelta junto con una copia que llevaba su firma. Nos explicó que el
documento afirmaba que yo era un ciudadano de Su Majestad, el emperador de Austria,
pero que no reconocía la firma del Barón. Mi corazón estaba cargado de temor. Me
preocupaba que la declaración del escriba pudiera empeorar las cosas, Dios no lo permita.

Ya era pasado el mediodía, lo que significaba que no podríamos volver al consulado.


No teníamos más alternativa que esperar al día siguiente. Me fui, desalentado y alicaído.
Allí estaba yo, un extranjero en una tierra extraña. Si el cónsul no aceptaba mis papeles, en
especial, en esos tiempos peligrosos en los cuales arreciaba una guerra, ¿quién sabe lo que
sería de mí?

Más tarde ese día tuve que ir nuevamente a Haskiya para finalizar unos temas
relacionados con los libros que había dejado allí. Pasé varios momentos de ansiedad hasta
encontrar a nuestros clientes y finalmente dormimos en la casa del mencionado Iaacov
Jazán.

95

El jueves por la mañana, después de las plegarias, concluí nuestros asuntos


relacionados con los libros. Gracias a Dios, obtuve cerca de 120 táleross por los libros que
vendí allí. Ello me fue de tremenda ayuda. En tales momentos uno debe estar preparado
para los gastos imprevistos del viaje.

96

Son demasiados los eventos improbables que HaShem ordenó que nos ocurriesen
durante esos días en Haskiya y en Galita como para poder enumerarlos. Dios llevó a cabo
para nosotros muchos actos de bondad, cada día, a cada hora y a cada momento.

97

El jueves volví apresuradamente a Galita. Estábamos muy apurados por retornar a la


ciudad y llegar al consulado antes del mediodía para poder así recibir nuestra tan esperada
respuesta, sobre la cual dependían nuestras mismas vidas. No dejé ningún libro en Haskiya.

Llegamos a nuestro alojamiento en Galita e inmediatamente salimos para Bialeh.


Volvimos a ver al escriba y le dimos nuestros documentos de viaje al igual que la copia
sellada del escriba ruso. Él la abrió y la leyó.
“Bueno, pero el escriba mismo dice que no reconoce la firma”, hizo notar el oficial.
“Tendré que consultar al vicecónsul”. (El cónsul no estaba en ese momento).

Salimos de allí muy preocupados y con cierto temor. No puedo siquiera describir mi
ansiedad. De nuevo en Galita me senté desolado en el balcón hasta que comencé a llorar.
Estaba en un país lejano donde no conocía a nadie y me encontraba en un grave peligro.

Esperé ansiosamente hasta el viernes, después de las plegarias de la mañana, cuando


retornamos a ver al secretario. Nos dijo que debíamos ir a ver al vicecónsul mismo dado
que él, el secretario, aún no había recibido una respuesta. Ese oficial aún no estaba en la
representación y lo esperamos con gran ansiedad e inquietud.

Después de dos o tres horas de espera, el hombre volvió y se nos dijo que podíamos
pasar a verlo. Arguyó con nosotros, al igual que había hecho el secretario. También nos
preguntó sobre nuestro destino. “Jerusalén”, fue mi respuesta.

“El emperador no mira con buenos ojos a aquellos que van a Jerusalén. Él quiere que
la gente se quede en su país. Aquellos que se van engañan a todos. Se llevan el dinero fuera
de nuestro país”. (Es bien sabido que el emperador prohíbe recolectar dinero para enviar a
Eretz Israel).

“Yo quiero retornar inmediatamente”, le dije. Esto lo tranquilizó, pero no nos


devolvió el documento. En su lugar, dijo que tendría que presentarle el asunto al cónsul
mismo. Sería imposible tener una respuesta antes del lunes siguiente. Guardó el documento
y la copia para poder mostrársela al cónsul ante lo cual nosotros partimos.

No puedo describir el estado de temor en el cual nos encontrábamos. Retorné a


nuestro alojamiento y nuevamente lloré ante Dios pidiéndole que tuviera misericordia de
mí.

98

Todos podrán comprender cuán ansiosamente esperamos el lunes - el día designado


por Dios para darnos a conocer nuestro destino. El lunes (6 de mayo) de la semana en la
cual leemos la porción Emor (Levítico, capítulos 21-24), el día 30 del Omer, retornamos
una vez más al consulado. Al llegar tuvimos que esperar durante un rato. Finalmente entró
un hombre y nos dio a ambos dos documentos de viaje, escritos apropiadamente y
firmados, junto con dos notas escritas en árabe. Bendito sea Dios, Quien fue
maravillosamente bondadoso con nosotros y nos ayudó hasta aquí. ¡Que Él complete esa
bondad hacia nosotros llevándonos sanos y salvos a la Tierra Santa!

99

El miércoles, el día 32 del Omer, que fue 17 de Iar (8 de mayo) abordamos la nave
para Alejandría. El miércoles de la semana anterior, al volver a Galita desde Haskiya,
nuestro anfitrión nos habló de una nave que salía para Alejandría el siguiente viernes o
Shabat. Nos dijo que el pasaje era muy caro - 18 rublos. “¡Eso es más que trescientos
táleros!”, le dije.

“Yo podría arreglar todo el asunto por sólo trescientos táleros”, respondió.

Fue entonces que fui a ver al cónsul junto con Reb Abraham y que experimenté todos
los problemas con mis papeles de viaje que describí más arriba. En ese difícil día, volví a
Haskiya para completar mis negocios relacionados con los libros que estaba vendiendo y
retorné a Galita el jueves. Al volver de ver al cónsul, sin haber obtenido nuestros
documentos de viaje, Reb Abraham nos dijo que ya le había hecho un pago adelantado de
50 táleros al capitán del barco del cual nos había hablado. Aunque comprendí que Reb
Abraham me había engañado, actuando sin mi consentimiento, inmediatamente le devolví
30 táleros. Realmente no sabía cómo reaccionar. Temía enojarlo dado que lo necesitaba
para que viniese conmigo y me ayudase a obtener mis documentos. Sentía que debía darle
los 30 táleros.

La obtención de nuestros documentos de viaje se retrasó hasta el lunes. En el Shabat,


uno de los judíos polacos nos invitó para el kidush. Nos sirvió whisky, que no es algo fácil
de conseguir en Estambul. También nos ofrecieron algunas frutas, de acuerdo a la
costumbre local. En el kidush había presentes otros hombres de Polonia. “Seguro que Reb
Abraham te está engañando”, me dijeron. “No es posible que el costo del pasaje a
Alejandría sea tan alto”.

El jueves también alguien me dijo que el monto que pedían era exorbitante, lo que
nos dejó muy preocupados. No teníamos el dinero para cubrir la suma que se nos requería y
no sabía dónde pedir dinero prestado en Alejandría, para pagarle al capitán. Esa semana la
pasé terriblemente angustiado. Además de los problemas que estábamos teniendo con los
documentos, debía enfrentar el hecho de que nuestro “amigo” nos estaba engañando. No
veía salida posible a la situación sin perder los 30 táleros que había dado como depósito.

Ese Shabat varios hombres me dijeron que era posible viajar a Eretz Israel a través de
Beirut y que el viaje a Beirut era menos caro y estaba más cerca de mi destino. Ello me dejó
muy indeciso sobre qué camino tomar.

100

El domingo llegaron los emisarios de Vilna a quienes habíamos encontrado


anteriormente. Eran mitnagdim, opuestos a los jasidim y se los conocía como perushim.
Vinieron a quedarse con nuestro anfitrión y nosotros debimos llevar nuestro equipaje al
ático para hacerles lugar.

También esos emisarios nos dijeron que era mejor viajar a través de Beirut. Yo habría
estado de acuerdo en perder el depósito que había hecho y comprar un pasaje en una nave a
Beirut, pero no lo hice principalmente debido a que no saldría ningún barco hacia Beirut en
las dos semanas siguientes. Por otro lado, la nave para Alejandría estaba por partir de
inmediato. Cada día que pasaba en Estambul era como un año para mí, de modo que seguí
con el primer acuerdo. Sin embargo, aún estaba disgustado, pues no tenía suficiente dinero
para pagar toda la suma y habíamos sido engañados.

Hablé con Reb Abraham sobre mi falta de dinero. Le pregunté si sería posible
convencer al capitán de llevarnos a los dos por menos de trescientos táleros. Finalmente,
después de recibir nuestros documentos de viaje el lunes, Reb Abraham vino a informarnos
que luego de mucho regatear con el capitán había logrado una reducción de treinta táleros.
En ese punto, nosotros ya sabíamos la verdad y comprendimos que estábamos siendo
engañados - quién sabe cuánto realmente Reb Abraham le estaría pagando el capitán. Sin
embargo, después de mucha deliberación decidí que lo mejor era simular que no sabía nada
y que le creía a Reb Abraham. Agradecí a Dios de haber podido ahorrar, al menos, treinta
táleros.

Ese mismo día, el domingo, alguien vino de Haskiya y compró varios libros, entre
ellos algunos del Rebe. Con la venta conseguí la suma que necesitaba para pagar el pasaje y
comprar una limitada cantidad de provisiones para el viaje. Estaba tranquilo, confiando en
que Dios cuidaría de mí, habiendo decidido que debíamos viajar a Alejandría en la nave en
la cual habíamos reservado el pasaje. El barco debía partir de inmediato y eso era lo más
importante. Para mí eso parecía algo predeterminado, dado que ya había pagado el
adelanto.

Estaba preparado a partir de inmediato. Sin embargo Reb Abraham nos dijo que
abordaríamos en dos días, el martes.

101

El martes por la mañana, al levantarme y disponerme a orar, llegó Reb Abraham


corriendo, diciendo que alguien le había dicho que nuestra nave ya había zarpado. Nos
sentimos terriblemente molestos y corrimos con Reb Abraham para ver si podíamos
encontrar la nave aún en el puerto. Lo seguí a través de calles desconocidas. Dejamos
Galita y entramos en otra ciudad. Caminamos muy lejos, hasta llegar al mar y a la zona en
la cual estaban anclados los barcos. Contratamos un pequeño bote para que nos llevara a los
barcos más grandes y averiguar sobre nuestra nave. Sin embargo no la encontramos y
volvimos a la casa desilusionados.

Ya había transcurrido una buena parte del día y yo aún no había dicho la plegaria de
la mañana. Oré apresuradamente mientras Reb Abraham salió solo para buscar la nave en
otra área. Volvió sin haberla encontrado. Nos sentíamos terriblemente consternados por
haber perdido los treinta táleros del depósito y más aún porque el barco había partido sin
nosotros. Para ese entonces estábamos muy ansiosos de dejar Estambul.

Reb Abraham sugirió que podríamos encontrar la nave si nos internábamos más en el
mar. Deberíamos pagar cuatro o cinco táleros para tener la posibilidad de encontrar el barco
y nos preparamos a pasar el día entero en su búsqueda. En el camino nos encontramos con
un no judío de uno de los barcos que nos dijo, “Vengan conmigo y los llevaré a la nave que
contrataron”. Nos llevó una corta distancia por la orilla. Luego tomó un pequeño bote y
remó hasta nuestra nave. No encontramos al capitán abordo pero le agradecimos a Dios por
cuidarnos y habernos devuelto nuestro “objeto perdido”. Le estaba muy agradecido a Dios
por los muchos milagros, grandes y pequeños, llevados a cabo para nosotros en todo el
viaje. Después de todo, éramos, ante todas las cosas, mudos y prácticamente indigentes -
sin los milagros de Dios y sin Su ayuda, ¡quién sabe lo que habría sido de nosotros!

102

Mientras estábamos a bordo de la nave nos enteramos de que no saldría sino hasta el
día siguiente. El barco había dejado meramente el amarradero y era por ello que Reb
Abraham no pudo encontrarlo.

Ese martes, después del mediodía, Reb Abraham vino a la casa y nos dijo que había
encontrado al capitán del barco. Éste le había dicho que debido a que había rebajado el
pasaje en treinta táleros no quería esperar hasta que el barco arribara a Alejandría para
recibir el pago completo. Quería que le pagara toda la suma, hasta el último centavo,
inmediatamente, de una sola vez. Esta demanda me causó mucha confusión e indecisión.

Finalmente, fuimos con Reb Abraham al consulado, donde pensábamos encontrar al


escriba del barco, a quien le podríamos pagar y pedir un recibo. No lo encontramos en el
consulado. De allí fuimos a las cortes turcas para obtener la validación del documento que
nos habían dado en el consulado y poder así dejar Estambul. Allí debimos quedarnos unas
horas. Más tarde volvimos a la nave, donde le pagamos el resto del pasaje al cajero del
barco quien nos dio un recibo a cambio. Volvimos entonces a nuestro alojamiento, para
pasar la noche; a la mañana siguiente debíamos abordar el barco hacia Eretz Israel.

103

Hoy, miércoles (8 de mayo), abordamos la nave. ¡Que Dios nos lleve a Eretz Israel
rápido y en paz!

104

Gracias a Dios pudimos pagar todo el pasaje. También pagamos la comisión del
agente, el costo del changador y el pasaje en un pequeño bote. Compramos algunas frutas y
algunas otras vituallas. Gracias a Dios aún teníamos pan seco que traíamos desde Odessa.
Sólo no quedaron tres táleros. ¡Que Dios nos ayude!

105

El viernes, el barco no se movió ni tampoco el jueves, que era Lag BaOmer. Yo me


sentía muy molesto, pues el agente había prometido que la nave zarparía de inmediato. Se
suponía que debía haber salido el Shabat anterior y aún estaba anclada en Estambul. Volví a
temer que nos hubieran engañado otra vez.

Recordé una historia que me contaron para advertirme de tener cuidado con los
agentes. La historia concernía a un talmid jajam, a una persona erudita, cuyo nombre era
Reb Leib Ashkenazí, quien estudiaba Torá día y noche, prácticamente sin dormir. Un
agente lo engañó haciéndolo pensar que había contratado un barco para él. Reb Leib pagó
todo el pasaje por adelantado y abordó la nave. Esperó y esperó la salida del barco, pero
cada día el capitán le presentaba otra excusa. Se quedó en el barco durante varios meses -
seis, si no me equivoco- hasta que finalmente fue forzado a desembarcar. Resultó que había
sido un engaño; el barco nunca saldría y sólo se lo había utilizado para robar el dinero de
Reb Leib.

Cuando Reb Leib dejó el barco, fue y le dijo al agente, “Te perdono por el dolor que
me causaste, pero no te perdonaré por todo el tiempo que me hiciste perder en el estudio de
la Torá. Dios te lo retribuirá”. El agente era un hombre adinerado, con esposa y dos hijas.
Poco después del incidente con Reb Leib, comenzaron a fallecer uno tras otro hasta que en
un corto periodo todos estaban muertos. No quedó nada de la memoria de esa familia.

La historia sólo fortalecía lo que yo ya sabía – que los agentes, en su mayoría, eran
embaucadores. Pero no sabía cómo evitarlos. No conocía en absoluto el dialecto local de
modo que me era imposible reservar un pasaje en barco alguno sin un agente.

Si mal no recuerdo, el hombre que nos contó la historia era un jazán que parecía un
hombre honesto, pero su intención al contar la historia era convencerme de que lo
contratase a él como agente. Allí fue cuando comprendí que no era un hombre de verdad,
sólo tenía puesta la mirada en nuestro dinero y quería ganar algo de mí. “Si Dios no me
cuida”, pensé, “nunca podré protegerme de estos charlatanes, especialmente debido que
estoy tan deseoso de continuar mi viaje”. Por lo tanto mi corazón comenzó a golpear
cuando la nave se retrasó dos días. ¿Quién sabe cuánto más se quedaría allí?

Me daba la impresión de que no había mucho embuste en este caso. Sin embargo, el
hombre tiene muchos pensamientos y me encontré albergando temores de ser engañado y
de nunca llegar a Eretz Israel.

106

El viernes por la mañana, mientras estaba orando, los marineros levaron anclas y
desplegaron las velas. La nave zarpó inmediatamente, navegando suavemente. Agradecí a
Dios por liberarnos de nuestras preocupaciones y hacer que el viaje siguiera su curso. Sin
embargo todo el viernes, todo el Shabat y hoy mismo, el domingo (12 de mayo) de la
semana en la cual leemos la porción de la Torá de Behar-Bejukotai (Levítico, capítulos 25-
27) los vientos no han sido muy buenos para navegar; son muy suaves y no soplan en la
dirección correcta, alejándonos de nuestro curso. Que Dios nos envíe un viento bueno y
fuerte, que nos lleve a nuestro destino pronto y tengamos el privilegio de entrar en Eretz
Israel en santidad y pureza.

107

Ese Shabat, parashat Emor, después de nuestra siesta de la tarde, tanto yo como mi
amigo Reb Iehudá Eliezer nos sentimos algo enfermos debido al movimiento de la nave y
al aire marino. La debilidad no era muy grande y no duró mucho.
108

El lunes sopló un viento algo tormentoso. Yo estaba en nuestro pequeño cuarto abajo,
orando y Reb Iehudá Eliezer estaba en cubierta cocinando algo para nosotros. Se asustó
mucho cuando la nave prácticamente se escoró hacia un lado, con la proa casi tocando el
agua. El viento se hizo muy fuerte y el capitán y la tripulación ajustaron las cuerdas
frenéticamente, haciendo todo lo que debían hacer para controlar la nave en condiciones de
tormenta.

Dado que yo estaba en medio de la plegaria, no me di cuenta de lo que estaba


sucediendo y no sentí temor alguno de la tempestad. Todo el temor que sentía se debía a
que sabía que estábamos navegando en una zona montañosa, cercanos a la costa por ambos
lados. Desde el viernes habíamos estado navegando entre islas, muy comunes en esa región.
En un punto pasamos a través de una serie de canales, unos llevando a otros y yo sabía que
las áreas montañosas eran mucho más peligrosas en una tormenta, pero aun así no sentía
demasiado temor.

Por otro lado, Reb Iehudá Eliezer sintiendo verdadero pánico me gritó, “¡Oi vei, Reb
Noson! ¡Ora a Dios!”. Al escuchar sus gritos mi temor aumentó, pero no entré en pánico.
Continué orando normalmente. La tormenta siguió así durante varias horas. Más tarde,
mientras estaba recitando los Salmos después de las plegarias de la mañana, Reb Iehudá
Eliezer me gritó una y otra vez con una voz desesperada, “¡El mar se está poniendo cada
vez más tormentoso!”. Dejé de recitar los Salmos y me saqué el talet y los tefilín.

El tiempo ese día fue amenazador pero, gracias a Dios, no hubo problemas y
continuamos sanos y salvos. Los vientos tormentosos no soplaban favorables para nuestro
destino, algo bastante molesto, pero con la ayuda de Dios los marineros pudieron girar la
nave y ponerla nuevamente en curso.

109

El martes el viento no fue tan fuerte y sopló a favor de nosotros durante la mayor
parte del día.

110

El martes por la noche pasamos cerca de algunos poblados árabes. Los marineros
bajaron el ancla y el barco quedó allí toda la noche. No supe por qué. El miércoles por la
mañana, al disponernos a orar, levaron anclas y la nave zarpó nuevamente. Todo ese día el
viento estuvo a nuestro favor, con la ayuda de Dios.

111

El miércoles pasamos frente a unos poblados en los que se veía la estructura de una
gran fortaleza. La tripulación amainó alguna de las velas para aminorar la marcha de la
nave y luego hicieron descender un bote al agua. El capitán me ordenó que le diese mis
documentos de viaje. Comprendí que en la fortaleza había oficiales del gobierno turco cuya
tarea era inspeccionar los documentos de los viajeros. El capitán remó hasta la costa,
trayendo luego varios turcos a bordo de nuestra nave.

Reb Iehudá Eliezer y yo estábamos abajo, en el camarote. A través de la escotilla


podíamos ver a los turcos caminando por cubierta. No queríamos subir y hablar con ellos,
pero uno de los turcos descendió a nuestra cabina y comenzó a hacer preguntas. No
podíamos responderle pues no entendíamos el idioma, de modo que subió y volvió a
cubierta. Entonces el capitán nos llamó. Había un oficial parado junto a él, quien tomó
nuestros documentos de viaje sin decir una palabra. Simplemente los firmó de la manera
usual.

Finalmente los turcos dejaron nuestra nave. Sucedió que había un judío entre ellos,
pero nosotros no lo sabíamos debido a que es difícil distinguir entre judíos y turcos. Habló
con nosotros en hebreo, dándonos la mano y diciendo, “Shalom” y “Iaacov siguió su
camino”, (su acostumbrada bendición a los viajeros). Nosotros le dijimos “Shalom” con
afecto y los turcos se fueron. Los marineros volvieron a desplegar las velas y, con el viento
soplando en nuestra dirección, la nave continuó su viaje.

112

Varias horas después, ese miércoles, cerca de las cuatro de la tarde, se levantó una
tormenta. El viento se hizo cada vez más fuerte y hubo una gran conmoción a bordo de la
nave cuando los marineros encararon su difícil tarea. Debían moverse rápidamente, de un
puesto a otro, pues los vientos se iban intensificando y giraban en todas direcciones, como
suelen hacer los vientos tormentosos. Los marineros debían desplegar algunas velas y
amainar otras, pero su habilidad de poco servía frente a un viento tan fuerte. El barco roló y
cabeceó en todas direcciones, moviéndose en ángulo. Primero se inclinaba hacia un lado,
casi hasta el nivel del agua y luego hacia el otro lado. Realmente sentíamos temor, pues nos
encontrábamos en un grave peligro.

Reb Iehudá Eliezer sentía más miedo que yo y bajó a la cabina. No podía soportar las
violentas sacudidas del barco ni el rugido y el estallido de las olas. Yo permanecí en
cubierta durante un tiempo y luego bajé a orarle a Dios por Su misericordia y ayuda. Hasta
ahora nunca habíamos encontrado una tormenta así durante todo el período en que
estuvimos en el mar, ni siquiera en nuestro viaje hacia Estambul a través del Mar Negro y
tampoco ahora durante los seis días en que habíamos estado en el mar. Aparte del tiempo
tormentoso del lunes, que duró poco tiempo, nunca habíamos encontrado nada parecido a
esto.

El viento continuó haciéndose cada vez más fuerte. Otros barcos navegaban cerca de
nosotros y podíamos verlos lanzados hacia el cielo y luego hundidos hacia los abismos del
mar, al igual que nuestra nave. La tormenta duró mucho tiempo. Hacia la noche, durante las
plegarias de la tarde, la tripulación echó anclas, recogió las velas y ató fuertemente la nave.
Agradecimos a Dios el que pudieran estabilizar el barco, pues ello significaba que el
peligro sería menor. El mar continuó embravecido como agua hirviendo y los vientos
aullaron toda la noche.
Naturalmente, el violento movimiento de la nave nos enfermó. Durante la plegaria de
la noche me debilité sobremanera y temprano esa noche vomité dos veces. Aunque la nave
estaba anclada, continuó moviéndose en el mar tormentoso durante toda la noche. Esa
noche casi no comimos.

Cuando Reb Iehudá Eliezer salió esa noche a sacar agua del mar para nuestras
necesidades personales, un marinero le arrojó bromeando una soga a la cabeza haciéndole
caer el sombrero, que desapareció en el mar. ¡Y allí quedó hasta el día de hoy!

Nos acostamos a dormir sintiéndonos muy débiles y enfermos. Y como si la amenaza


del mar no fuera suficiente, esa noche encontramos otros peligros. En nuestra estrecha y
larga cabina dormía un miembro de la tripulación que estaba sufriendo de un dolor de
muelas. Hizo fuego en nuestra habitación para quemar azúcar y curar su diente. Mientras
me hundía en el sueño sentí aprensión por ese fuego. ¡Quién sabe lo que podría pasar! La
escotilla que llevaba del camarote a la cubierta estaba abierta y con el viento soplando
como lo estaba haciendo, era obvio que teníamos que tener cuidado con el fuego.

El capitán era muy meticuloso con respecto a la cuestión de encender fuego en los
camarotes. Nos había dado órdenes estrictas de que si alguna vela estaba encendida en la
cabina, no deberíamos dormirnos sin antes extinguirla. El viernes a la noche, cuando
encendimos unas velas y éstas continuaron ardiendo hasta después que terminamos de
comer, no se nos permitió irnos a dormir hasta que no se apagaron. Tuvimos que hacer que
un marinero (indicándole por supuesto el asunto de manera indirecta) bajara y apagara las
velas antes de irnos a dormir. Después de eso nunca llevamos vela alguna a nuestro
camarote; por la noche comíamos afuera, al aire libre, en la cubierta del barco, bajo la luz
de las estrellas.

Ahora bien, ese hombre había traído fuego a nuestra habitación y mientras me dormía
no podía dejar de sentirme preocupado, pero no podía decirle nada, pues no comprendía mi
idioma y estaba seguro que de todas maneras no me prestaría atención. De modo que me
dormí. A mitad de la noche me desperté para ver un gran fuego sobre la mesa, las llamas
elevándose hacia arriba. Algunos de los libros del marinero y varios papeles que estaban
sobre la mesa ardían, al igual que parte del mueble. Ya alguien había alertado sobre el
fuego y los hombres estaban ocupados apagándolo. Aquel que había causado el fuego me
dijo, “No tenga miedo”. Yo les di algo del agua que había preparado para lavar nuestras
manos por la mañana. Sofocaron el fuego y varios otros marineros descendieron y
terminaron de extinguirlo.

Gracias a Dios que apagaron el fuego. ¡Con sólo imaginar el peligro que había en
ello! El camarote era muy angosto y la única salida era la escotilla que llevaba a la cubierta.
Si el fuego se hubiera difundido más aún, hacia el lado de la escotilla, Dios no lo permita (y
estaba muy cerca de ella), no habríamos podido salir.

Reb Iehudá Eliezer durmió durante todo el episodio. A la mañana, le conté lo que
había sucedido y el peligro en el cual nos habíamos encontrado durante la noche.
Observamos que aparte del peligro del agua ahora habíamos experimentado el peligro del
fuego. ¡Bendito sea Dios, Quien nos salvó del fuego y del agua!
Le comenté a Reb Iehudá Eliezer lo que el Rebe había dicho cuando habló sobre las
“Nueve Rectificaciones” (Likutey Moharán I, 20). Había hablado sobre Eretz Israel y sobre
el fuego y el agua.

El Rebe explicó que las palabras de la persona deben ser como carbones ardientes,
pues de esa manera podrá recibir la Torá del alma. “Entonces la roca [que golpeó Moshé]
se abrió y fluyó de ella el agua”. El Rebe dijo de manera ligera, “Ij jab heint gezagt far fier
un far vaser”. “Hoy he hablado para el fuego y para el agua”.

El contarle esa anécdota a Reb Iehudá Eliezer me llevó a una hermosa conversación
con él sobre el Rebe y su tremenda Torá. Ello nos alegró un poco. Sin embargo, el mar aún
seguía tormentoso y estábamos muy débiles. Nos era difícil orar. Antes de ponerme el talet
y los tefilín tuve que vomitar. Oré sintiéndome muy enfermo. Mientras aún tenía puestos el
talet y los tefilín, antes de decir “VeHu rajum”, una plegaria recitada los lunes y los jueves,
me sentí tan enfermo que tuve que sacármelos. Me estaba sintiendo muy mal y el mar
continuaba totalmente revuelto.

Los marineros levaron anclas y trataron de navegar con la tormenta, pero varias horas
después, cerca de una hora después del mediodía, volvieron a echar el ancla y a ajustar el
barco. El viento aún no había amainado y la nave rolaba y cabeceaba. Gracias al cielo,
nuestro mareo disminuyó un poco pero aún no habíamos recuperado las fuerzas. ¡Que Dios
tenga misericordia, calme el poderoso viento y nos devuelva rápido nuestra fuerza!

Todo el día jueves el barco estuvo anclado, zarandeándose en el mar tormentoso.


Hacia el anochecer los vientos comenzaron a calmarse y el viernes ya no eran tan fuertes.
Sin embargo volvieron a soplar después del mediodía del viernes y esa noche nos fue muy
difícil encontrar un lugar en donde poner las velas para que no se apagaran. Debimos
colocarlas en una esquina, en el suelo. Durante toda la noche del viernes el viento sopló con
mucha fuerza, pero el barco quedó anclado. Fue algo providencial que la nave se
mantuviese estable, más o menos, pues ello nos permitió algún descanso y la posibilidad de
recuperar nuestra energía. Sin embargo, ya estábamos débiles y el movimiento del barco en
su amarra sólo contribuía a nuestro mareo.

113

El capitán y la tripulación se levantaron temprano en la mañana del Shabat y levaron


anclas. El viento era fuente y tormentoso pero estaba soplando exactamente en la dirección
correcta para nosotros. Por lo tanto se apuraron a ponerse en movimiento y aprovecharlo.
La nave comenzó a volar hacia adelante dando grandes cabezazos. Estábamos seguros que
el movimiento de la nave nos haría marear y eso fue lo que sucedió.

Oramos las plegarias de la mañana y de Musaf y luego comimos algo de pan con
aceite de oliva, como comida de la mañana, pues eso era todo lo que teníamos para ingerir
en el Shabat. Debía esforzarme en tragar algo de pan. Dije las Gracias Después de las
Comidas y me recosté. Desde ese momento la enfermedad comenzó a empeorar hasta que
no pudimos siquiera levantarnos de la cucheta. Todo el Shabat estuvimos muy débiles y no
pude comer nada en la Tercera Comida, ni siquiera un limón ni una naranja. Recitamos la
plegaria de Minjá del Shabat, la plegaria de la noche y contamos el Omer, acostados en la
cama, cansados y débiles.

Mucho sufrimos desde el Shabat hasta el miércoles por la mañana. El mar estaba
enfurecido, con un tremendo clamor. El viento soplaba fuerte y el barco se movía y giraba
en todas direcciones, elevándose y cayendo con las olas. Las inmensas olas arrojaban agua
sobre el barco y a veces entraba en los camarotes - “Subiendo a los cielos y bajando hasta
los abismos” (Salmos 107:26). Las olas nos agitaban y atormentaban mientras yacíamos en
cama, con un gran dolor, sintiéndonos muy débiles. Ese día vomité varias veces. Gracias a
Dios, Quien le da fuerzas al débil, Quien me ayudó hasta ahora.

El miércoles comenzamos a recobrar nuestra fuerza, gracias a Dios y también el


viento se aplacó un poco. Durante todos esos días no pude comer nada. Sólo podía beber té
y café, lo que más tarde vomitaba. Gracias a Dios, en ese miércoles pudimos comer y
lentamente recobrar nuestras fuerzas.

“¡Éste es el día que ha hecho Dios!” (Salmos 118:24). Hoy, jueves, el tercer día de
Sivan (23 de mayo de 1822), llegamos a salvo a la ciudad de Alejandría, Egipto, libres de
todo daño, gracias a Dios. ¡Aquellos que trataron de disuadirnos de emprender el viaje y de
asustarnos dijeron mentiras! Gracias a Dios que no los escuchamos.

***

Alejandría

114

Ese jueves de la semana en que leemos la parashat Bamidbar (Números, capítulos 1-


4), el primero de los tres días de preparación que preceden a la festividad de Shavuot,
descendí a tierra con el capitán, en un pequeño bote. No tenía idea de hacia dónde ir, dado
que no conocía a nadie en Alejandría. No podía hablar palabra alguna del idioma y no había
judíos de Polonia ni de Alemania por esas zonas.

Bajé a tierra con el capitán y lo seguí a la ciudad. Vi a mi alrededor gente de aspecto


extraño. Las costumbres de la gente de Egipto son diferentes de las de Estambul, en el
habla, en la vestimenta, en la clase de animales que tienen y en otras cosas más. Me sentía
intimidado por lo que veía y caminé por la ciudad como un sordomudo. Todos me miraban.
Algunos de ellos se reían, burlándose en mi cara, pero nadie trató de hacerme daño, Dios no
lo permita. Ni siquiera podía preguntar dónde estaba el barrio judío, pues no sabía una
palabra de su idioma.

Al andar por la ciudad comencé a notar que había algunas personas provenientes de
nuestra parte del mundo, de lugares como Alemania e Italia. Cuando esos europeos me
vieron, la sensación fue como la de encontrarse con parientes. Al ver que yo venía de su
parte del mundo se acercaron y me hablaron. Desafortunadamente, no podía comunicarme
con ellos porque hablaban sólo el italiano o el ladino.
En el ínterin perdí de vista al capitán y de pronto me encontré caminando solo,
atravesando calles abarrotadas de gente. No tenía idea de hacia dónde estaba yendo. Quería
saber cómo encontrar al Rav, Jajam, y no había nadie a quién preguntarle, pues sólo veía
árabes.

En medio de esa dificultad y con la ayuda de Dios, encontré a dos freinkin (judíos
sefardíes), quienes me hicieron señas con la mano y me preguntaron cómo estaba. Tampoco
ellos entendían el alemán (o el idish) pero me las arreglé para hacerles saber que necesitaba
llegar a la casa del Rav o Jajam. Uno dijo que me llevaría a lo del Jajam y así lo hizo. Me
llevó hasta la casa del Rav, que resultó estar cerca. Gracias a Dios, llegué allí a salvo.

Dios me hizo un gran favor al permitirme pasar sano y salvo, a mí, un total
extranjero, a través de esa ciudad. No es por nada que agradecemos a Dios tres veces por
día en nuestras plegarias, por los milagros que Él hace para nosotros. Si uno debe agradecer
por los favores que se le otorgan cuando está seguro en su hogar, ¡ciertamente deberá
agradecer cuando está en una tierra lejana y extraña! ¡Que el Nombre de Dios sea
bendecido por siempre!

115

Al llegar a la casa del Rav, el hombre que me había llevado hasta allí se marchó y yo
me quedé solo, frente a la puerta cerrada. En eso llegó un judío que, aparentemente,
necesitaba ver al Rav. Golpeó en la puerta. La mujer que abrió no me dejó entrar,
explicando con gestos de la mano que el Rav estaba durmiendo. Le pregunté si podía
esperar adentro hasta que él despertara, pero ella se negó. Decidí sentarme en el umbral. No
iba a moverme de allí hasta que el Rav se despertara.

Allí me quedé sentado, solo, descansando y meditando en todo aquello que necesitaba
pensar. Mientras estaba sentado allí, volvió el hombre que había venido anteriormente y se
sentó conmigo. Hizo esfuerzos por ser amigable, pero sólo entendía muy poco hebreo. El
hebreo de los judíos egipcios es muy diferente al nuestro. Aquellos que son estudiosos y
hablan el idioma, pueden comprender algo, pero la mayor parte de la gente no es instruida y
es muy difícil comprender el hebreo que utiliza.

Estuve sentado en el umbral por más de una hora. El Rav finalmente abrió la puerta y
entré a su casa. Me preguntó quién era pero me era difícil comunicarme también con él.

Providencialmente, estando en Estambul, me encontré con un hombre llamado Reb


Ijiel de Safed. Provenía de Lituania y había llegado recientemente a Estambul procedente
de Alejandría, donde había pasado cinco meses. Había llegado a ser conocido del Rav y del
filántropo Reb Abraham Tilke. Me dio dos cartas - una para el Rav y otra para Reb
Abraham. Reb Ijiel había parado en la casa del filántropo durante los cinco meses que
estuvo en Alejandría.

Esas cartas eran muy valiosas para un hombre como yo. No me gustaba verme sujeto
a la vergüenza de pedir la ayuda del Rav. Era algo muy difícil para mí y me sentía
especialmente incómodo debido a mi incapacidad de comunicarme. Mis labios estaban
cerrados en ese país, incluso en hebreo. Esas cartas eran una manera de hacerme conocer
por el Rav.

El Rav era algo impaciente y habló conmigo con un tono un poco áspero -tal como lo
hacía la gente en Estambul- explicándome cuán peligroso y difícil era llegar ahora a Eretz
Israel, en medio de la guerra griega. En verdad, en Alejandría no sabían qué es lo que
pasaba con la guerra. “Dado que ya estoy aquí”, le dije al Rav, “¿no será posible darme un
lugar para alojarnos?”.

“¿Tienen medios para pagar el alojamiento?”, preguntó.

“¿Acaso no tienen aquí un lugar para recibir a los huéspedes?”, le respondí.

“En nuestra comunidad tenemos como condición no recibir a un huésped por más de
tres días”, me respondió.

“Bien”, le respondí. “Después de tres días comeremos nuestra propia comida pero por
ahora, por favor, facilítenos un lugar para quedarnos y en donde podamos dejar nuestras
pertenencias”.

El Rav me envió con el hombre que había estado esperando para verlo. Éste me llevó
a través de las calles y del mercado. Me era muy difícil conversar con él. Finalmente
llegamos a un patio desde el cual me hizo subir por unas escaleras hasta una casa. La única
persona allí era una mujer que me habló en árabe y me indicó con un gesto de la mano que
ella sería mi anfitriona. Sin embargo, yo necesitaba hablar con el dueño de casa para
conseguir que Reb Iehudá Eliezer y nuestro equipaje fueran traídos desde el barco.

Sin deseos de quedarme en la casa, salí con el hombre. No tenía idea de adónde me
estaba llevando. Por el camino se encontró con algunos conocidos. No comprendí una
palabra de su conversación. Entonces se fue por su lado, pero no sin antes pedirle a una
pobre mujer que me guiara. Ella me hizo unos gestos y yo la seguí.

En Alejandría no es común ver mujeres afuera ni hombres caminando en público con


mujeres, de modo que yo la seguí a cierta distancia. Pasamos a través de un grupo de árabes
en una zona muy atestada de gente, hasta que llegamos al patio en donde estaría mi
anfitrión. Era un platero llamado Moshé Gabay y jazán de la sinagoga local. Los artesanos
aquí trabajan en los negocios en lugar de hacerlo en sus casas. Y allí es adonde me llevaron
- al negocio de ese hombre. Al entrar al patio me saludó diciendo “Shalom” y
“bienvenido”.

Estaba conversando con él respecto de traer a Reb Iehudá Eliezer y el equipaje


cuando me di cuenta de que me encontraba en un problema muy grande. ¡No podía retornar
a la nave porque no sabía dónde estaba! Sería muy difícil volver a encontrarla debido a que
no conocía el dialecto local en absoluto. Ya me era suficientemente difícil hablar con los
judíos del lugar.
Mi angustia me hizo sentir confundido, pero sin embargo hablé con el dueño de casa
con bastante aplomo. Mi anfitrión percibió mi confusión y se dio cuenta de que no sabía
dónde estaba el barco. Envió a su hijo conmigo para que me llevase al puerto. Le pedí a mi
anfitrión que le dijera al niño que contratase un pequeño bote para mí.

El niño fue conmigo hasta la costa. Allí no había botes pequeños pues no era el lugar
en donde se podían alquilar. Eso realmente no importaba pues yo no sabía adónde quería
que me llevara el bote. Había muchos barcos en la rada y no podía discernir cuál era el mío.

No puedo describir mi angustia, temor y confusión, pero no dejé que el niño supiera
que yo no sabía dónde estaba mi nave. Sólo le dije que me llevara a un lugar en el cual
pudiera contratar un bote pequeño. El niño le preguntó la dirección a alguien y me llevó un
largo trecho, a través de la ciudad, hasta que volvimos a la costa, en un punto en donde
había pequeños botes para alquilar. Desde allí era posible ver todos los grandes barcos en la
rada. ¡Había varios cientos de ellos! Mi angustia y preocupación aumentaron. ¿Cómo
encontraría mi barco?

El niño no pudo encontrar un bote pequeño pues casi no había ninguno para alquilar.
En verdad, más tarde me enteré que el motivo real de la dificultad consistía en que yo no
sabía dónde estaba mi nave. Los botes pequeños operaban usualmente cerca de los grandes,
llevando a diferentes personas de diversos barcos. El botero acercaba a cada pasajero a su
nave y luego retornaba a la costa donde inmediatamente cargaba a otros pasajeros. Mientras
estuve allí, con el niño, pasaron varios botes. Pero cuando el niño les pedía que me llevaran,
los boteros preguntaban a qué barco iba y cuando yo no les podía dar una respuesta clara -
dado que yo mismo no lo sabía- continuaban adelante.

Me sentía muy preocupado y caminé ida y vuelta por la costa, con la esperanza de
divisar el pequeño bote del capitán de nuestra nave, aquel que nos había traído a tierra
firme. Pero no pude encontrarlo, lo que me hizo sentir muy angustiado, sin saber qué
hacer. Mientras tanto, el día continuó su marcha y ya era cerca del atardecer.

El niño me llevó de vuelta a su padre y le dijo que yo no sabía dónde estaba el barco.
Yo dije que era una falta del niño, quien era demasiado joven y no sabía cómo contratar un
bote. Ambas declaraciones eran verdaderas.

¡Entonces Dios se apiadó de mí! Cerca de allí había un hombre, llamado Reb Aarón
de Salónica, que estaba en Alejandría por unas semanas. Sabía un poco de hebreo y sintió
pena por mí. Me acompañó a la costa por segunda vez. Yo estaba muy cansado, pues había
caminado mucho ese día, pero volví con él a la zona en donde estaban los pequeños botes.
Allí estuvimos durante un largo tiempo sin encontrar uno para alquilar y los pocos que
vimos no querían llevarme pues yo no sabía adónde quería ir.

Nuevamente estaba allí, de pie, en la costa, preocupado y alicaído, lleno de anhelo.


No sabía qué hacer. Caminé en todas direcciones con la esperanza de encontrar el bote que
me había traído a la costa, pero sin suerte. Así pasé mucho tiempo y Reb Aarón fue lo
suficientemente bondadoso como para quedarse conmigo.
Hacia el anochecer llegó un pequeño bote. Reb Aarón habló con su dueño explicando
nuestro problema. El barquero aceptó llevarnos y nos dijo, a Reb Aarón y a mí, que
subiéramos al bote. A bordo, un botero árabe dijo que conocía el área en donde atracaban
los barcos que llegaban de Estambul. Tenía la esperanza de que a través de él pudiésemos
encontrar mi barco, con la ayuda de Dios. Había también otros pasajeros en la barca, árabes
de los diferentes navíos. Llevó a cada uno a su nave, pasando cerca de otras en el camino.

Algunos de esos navíos eran barcos de guerra, cargados de soldados árabes. Al verme
se reían y hacían bromas, pero ésa era su única muestra de hostilidad. Ninguno de ellos me
hizo nada, gracias a Dios. Fuimos de barco en barco, depositando los pasajeros. Entonces
llegó la puesta del sol y el tiempo de decir la plegaria de la tarde.

Yo me sentía muy descorazonado. ¿Cómo podríamos continuar la búsqueda tan cerca


de la noche? Pronto estaría muy oscuro. Y estaba comenzando a soplar un viento
tormentoso. Cuando el barquero dejó a todos los pasajeros sólo Reb Aarón y yo quedamos
a bordo.

“Debemos retornar a casa, está oscureciendo”, me dijo Reb Aarón, “y no podemos


seguir buscando más. Mañana vendré contigo otra vez para buscar la nave”. Aunque no
deseaba pasar la noche preocupado y anhelante, sentí que era lo mejor para no ponerme en
peligro en un pequeño bote, a la noche, especialmente dado que necesitábamos luz para
buscar mi nave.

Volví a la costa y no tuve que pagarle ni un centavo al barquero. Reb Aarón me llevó
de vuelta a la casa de mi anfitrión, en un estado de gran preocupación.

En el camino de retorno, Reb Aarón me preguntó si llevaba algún libro nuevo


conmigo. Su pregunta fue un aliento de vida para mí y le respondí con rapidez, “Sí, tengo
un libro nuevo que nunca ha sido distribuido en esta zona. Se llama el Likutey Moharán”.

Me sentí revitalizado por ese encuentro. Hizo que todas mis dificultades y el
deambular, que me habían hecho sentir como si estuviera en el exilio en Egipto, valieran la
pena. Aquí estaba, errante de aquí para allá, confuso en Alejandría, Egipto. Jamás había
imaginado estar en este lugar. Pero si mi destino me había traído aquí, el solo hecho de
mencionar el nombre del libro del Rebe en el mercado de Alejandría hizo que mi
sufrimiento valiese la pena. Pues eso sentía, a partir de lo poco que conocía de la gran
santidad de esa obra y de su tremendo impacto en el mundo. De no haber llegado allí,
¿quién sabe cuándo el libro se habría conocido en esa parte del mundo? Ese solo incidente
hizo que todo el viaje valiera la pena, especialmente dado que comprendí, a partir de la
pregunta de Reb Aarón, que tendría la fortuna de vender algunas copias del libro aquí y eso
era más precioso para mí que cualquier tesoro.

Reb Aarón me acompañó a la casa de mi anfitrión, Reb Moshé y me llevó a mi


habitación. Reb Moshé aún no había llegado a la casa y sólo su esposa estaba allí. Ella me
recibió, respetuosamente, con gestos. Inmediatamente dije la plegaria de la tarde, dado que
el día ya estaba terminando y después de Minjá me senté para tranquilizarme y pensar sobre
los eventos recientes. Me consolé y fortalecí mi confianza en Dios diciéndome que debía
depender de Él, Quien en Su gran bondad haría que todo saliera bien. Luego dije las
plegarias de la noche y conté el Omer. Antes de terminar la oración llegó Reb Moshé quien
me saludó cordialmente.

Me senté con él, sobre almohadones, como era costumbre y Reb Iosef, quien estaba
también comiendo en casa de Reb Moshé, llegó con varios vecinos. Hablé con ellos y me
recibieron bien, aconsejándome las mejores rutas a Eretz Israel. Algunos de ellos me
recomendaron viajar a través de la ciudad de Domiata, una ciudad egipcia. Después de oír
todas sus sugerencias me pareció que lo mejor sería ir de Alejandría a Sidón y de allí a
Safed. Me sentía reconfortado y alentado de tener la oportunidad de tratar sobre mi viaje a
Eretz Israel tan pronto.

Más tarde llegaron algunos jóvenes de entre quince y dieciseis años, que se sentaron
con mi anfitrión y leyeron la porción de Bamidbar para él, cantando y enunciando tal cual
era su costumbre. Varias horas más tarde tomamos la cena, que consistió en una pasta y
queso. Comimos con las manos, ayudados con el pan, de acuerdo a su costumbre. Encontré
esto muy agradable. Aquí estaba yo, en un lugar muy lejano, con la fortuna suficiente de
haber encontrado un lugar para quedarme en el cual también me daban de comer. Mi
habitación estaba en el piso superior y ellos me dieron una manta y un jergón de paja sobre
el cual dormir, dado que yo no tenía conmigo ni mi almohada ni las frazadas. Sentí que se
ocupaban bien de mí, pero esa noche no dormí muy bien.

Temprano a la mañana siguiente, el hijo de mi anfitrión fue conmigo a la sinagoga.


Pregunté si había una mikve en el lugar. Tuvieron una gran dificultad en comprenderme
pero finalmente me dijeron que había una mikve en la sinagoga, pero que los hombres no se
sumergían en ella, en absoluto, ni siquiera en erev Shabat ni erev Iom Tov. Sin embargo le
pedí al niño que me llevara a la mikve e hizo lo que le solicité.

En la mikve había una mujer encargada de supervisar la inmersión de las mujeres. Al


comienzo no quería dejarme pasar, pero el niño arguyó por mí y finalmente pude entrar y
sumergirme. Me sentí revivir. Habían pasado dos semanas desde la última vez que me
había sumergido en una mikve y eso me había estado preocupando. Esta oportunidad de
purificarme me dio por lo tanto mucha alegría.

Fui a la sinagoga y sólo encontré allí a unos pocos hombres. No oraban juntos y ni
siquiera llegaban a formar un quórum para decir la Kedushá y el Barju. Tomé prestados
talet y tefilín para orar. Sus tefilín son muy pequeños, más pequeños que el ancho del
pulgar. El manto de plegaria que tomé prestado estaba hecho de algodón y también era muy
pequeño. Los mantos de plegaria de lana son utilizados allí por algunos, pero en ese
momento la mayor parte de los hombres tenía mantos de plegaria de algodón. En todo caso,
oré con el talet y los tefilín en la sinagoga. Más tarde volví con el niño a mi alojamiento,
donde me ofrecieron café y torta.

Esperé largo rato a que Reb Aarón finalizara las plegarias de la mañana y dijera los
Salmos. Cuando terminó me acompañó nuevamente al puerto a buscar mi nave. En el
camino me volvió la aprensión del día anterior. No sabía dónde estaba el barco. Era viernes,
erev Shabat al igual que erev Shavuot. Si, Dios no lo permita, no encontraba el barco hoy,
¿qué haría en el Shabat y en Shavuot? Estaría solo, sin mi amigo Reb Iehudá Eliezer.
¿Cómo podría disfrutar del Shabat y de la festividad separado de mi amigo y él separado de
mí? Ciertamente en el Shabat y el Iom Tov no podríamos continuar la búsqueda.

Mientras caminábamos nos encontramos con un judío sefardí de Jerusalén que había
viajado de Smirna. En su barco se había enterado que habíamos llegado de Estambul. El
escriba de nuestra nave había abordado su barco y le había informado de ello. Dijo que
había bajado a la ciudad recién ahora para buscarme, para ver si tenía una carta para él de
los judíos sefardíes de Estambul. Yo no tenía cartas de Estambul, le dije. Hablé un poco
con ese hombre, lo que me alegró. Entonces Reb Aarón fue con el judío sefardí para
ayudarlo con un cierto asunto y yo caminé detrás de ellos.

Luego, volvimos con Reb Aarón a la costa. Nos sentamos y esperamos durante un
largo tiempo, pero no pasó ningún bote que cumpliera con nuestras necesidades. Tampoco
pudimos encontrar al barquero árabe del día anterior. Mi ansiedad comenzó a crecer a
medida que pasaba el tiempo. Entonces se acercaron dos jóvenes árabes en un bote. Reb
Aarón fue a hablar con ellos y los contrató, diciéndome que me subiera al bote. Al
embarcar me sentí preocupado y escéptico, porque podía ver que los barqueros eran muy
jóvenes y sentía que no serían de mucha ayuda para encontrar mi nave.

Los barqueros nos llevaron primero a varios barcos a los cuales tenían que ir de todas
maneras. Entonces remaron por los alrededores en busca de mi nave. Continuamente me
preguntaban, “¿Dónde está su barco?”. Esa pregunta era muy dolorosa para mí, pues no lo
sabía. Al navegar por los alrededores, buscando la nave, encontramos otro pequeño bote un
poco más grande que el nuestro en el cual remaban dos fornidos no judíos. Reb Aarón
habló con ellos. No sé qué les dijo, pero el bote se acercó al nuestro y nosotros nos pasamos
a él. Tenía un buen sentimiento sobre esos dos corpulentos árabes; me parecía que ellos
sabían lo que estaban haciendo cuando se trataba de buscar el barco en el cual yo había
arribado.

Fuimos con ellos hacia la zona en la cual estaban anclados los barcos italianos.
Pasamos de una nave a la otra, sin localizar la mía. Frente a cada barco me llenaba de
expectación, anhelando que fuera el mío, pensando que podría ver alguna señal familiar,
quizás a uno de los miembros de la tripulación. Pero no vi a nadie conocido y comencé a
gritar “¡Iehudá Leizer! ¡Iehudá Leizer!”. Pero sin respuesta.

Cuando finalmente pasamos frente a mi nave no la reconocí. Sin embargo el barquero


dijo que quería acercarse. Remamos más cerca y con la gracia de Dios llegamos a mi nave.
Los marineros me vieron inmediatamente y comenzaron a gritar. Algunos fueron a llamar a
Reb Iehudá Eliezer, quien estaba abajo, en nuestra cabina. Se apuró a salir y a saludarme.
¡Yo estaba extremadamente contento de verlo! Reb Iehudá Eliezer también estaba
exultante. Se había preocupado por mi larga ausencia. Había estado fuera por cerca de
veinticuatro horas.

¡Bendito sea Dios, Quien le hace favores a quien no lo merece y Quien me dio la
fuerza para perseverar hasta aquí!
Cargamos nuestras pertenencias en el pequeño bote. Reb Iehudá Eliezer descendió a
la barca y volvimos a la ciudad. Tan pronto como llegamos a la costa aparecieron unos
changadores árabes que tomaron todos nuestros bultos, como es su costumbre. Había una
cantidad de ellos, sentados en el muelle, compitiendo por la oportunidad de llevar el
equipaje de los pasajeros y cobrar por ello. Gracias a Dios, el contenido de nuestros bultos
no fue dañado por el brutal manejo, gracias a Reb Aarón, quien podía hablar el lenguaje de
los árabes. Contrató a los changadores y les indicó adónde debían llevarlo. Todo el equipaje
fue llevado a salvo a nuestro alojamiento. Bendito sea Dios, Quien me envió ese hombre,
Reb Aarón, quien me ayudó de manera tan desinteresada. Sin él, no sé qué podría haber
hecho.

116

Pasamos momentos difíciles mientras los changadores árabes llevaban nuestras


pertenencias. Uno de ellos se detuvo para arreglar la carga y se quedó detrás de los demás.
Yo permanecí con él pero no podía indicarle la dirección, pues no conocía el camino. El
changador quería dejar los bultos en diferentes casas a lo largo del camino, pues no sabía
adónde llevarlos. Con la ayuda de Dios pude finalmente encontrar la casa de mi anfitrión.
Subimos a la habitación que había ocupado la noche anterior y dejamos todo allí. Alabé y
agradecí a Dios, Quien nos permitió estar juntos, sanos y salvos y en un buen alojamiento,
donde ocupamos un piso entero en el que podíamos hacer lo que quisiéramos - estudiar
Torá y orar como era nuestra costumbre, que es muy diferente a la manera en que oran los
sefardíes. Gracias a Dios, Quien nos ha ayudado hasta ahora.

117

Comenzamos a prepararnos para el Shabat y el Iom Tov y fuimos a que nos cortara el
cabello un peluquero árabe. Sus métodos de cortar el cabello son muy diferentes a los
nuestros.

Luego fuimos a sumergirnos en la mikve de la sinagoga. No había una casa de baños


judía y generalmente nadie utilizaba la mikve antes del Shabat y del Iom Tov. Y
ciertamente no en Shabat y en el Iom Tov mismos. Todo resultó bien, gracias a Dios.
Estábamos muy contentos de encontrarnos en un lugar tan apacible para el Shabat y
Shavuot, después de haber sufrido tanto con nuestro mareo y las dificultades en el mar.

118

Ese erev Shabat, mientras estábamos en el patio de la sinagoga, esperando para entrar
y sumergirnos en la mikve, charlamos con un hombre pobre, sefardí de Safed, quien
conocía algo de nuestro idioma. Disfrutamos hablar con él. La mayor parte de los viajeros
sefardíes, especialmente los más pobres y los menos prominentes recibían alojamiento en el
patio de la sinagoga. Sólo los más privilegiados se quedaban con Reb Moshé Gabay.

Mientras estábamos conversando, llegó de la ciudad un hombre llamado Reb Iehudá.


Por lo que nos dijo pudimos entender que había una nave preparada para partir hacia Sidón
después de la festividad. Nos prometió ocuparse del asunto más adelante y hacernos
conocer los detalles pertinentes. ¡Eran muy buenas noticias para nosotros en un lugar como
ése!

119

En el Shabat y el Iom Tov nuestro anfitrión demostró una gran hospitalidad. Tuvimos
un lugar para descansar en el piso superior y permiso para hacer lo que quisiéramos allí.
Dios me ayudó a componer ideas originales de Torá, en honor al Shabat y a la festividad,
sobre el tópico de recibir la Torá.

120

En el Shabat, la Providencia arregló que llegara otro huésped. Había venido a


Alejandría de la ciudad de Chernikles, cerca de Estambul. Provenía de nuestra área, de la
ciudad de Premishlan. Hacía dos años que había salido de su hogar, solo y sin un centavo.
Con la ayuda de Dios había llegado a Eretz Israel donde permaneció por varios meses. Dejó
la Tierra Santa y viajó por varios países árabes hasta llegar aquí, en el Shabat. El Rav
también lo envió a la casa de Reb Moshé Gabay, donde recibió alojamiento. Estábamos
muy contentos de que hubiera alguien con quien pudiéramos hablar. Para mí eso era algo
muy importante, por varios motivos.

El sábado a la noche, la primera noche de Shavuot, varios hombres se reunieron en la


casa de nuestro anfitrión. No tenían salones de estudio, sino sólo sinagogas y no se
quedaban despiertos toda la noche en la sinagoga. Algunos se reunieron en el hogar de
nuestro anfitrión. Nos quedamos despiertos con ellos toda la noche y sentimos un gran
placer de lo que sucedió allí. Dijimos todo el Tikún,105 incluyendo el Idra Rabah,106 pues la
noche en Alejandría es muy larga en esa época del año -casi el doble de lo que es en Rusia-
cerca de ocho horas. Sin embargo, no nos resultó difícil mantenernos despiertos pues nos
sentamos con gran confort en sus divanes y constantemente se nos ofreció café para beber.
Antes del amanecer le dieron a cada uno un buen aguardiente con un condimento hecho de
cáscara de naranja y comenzaron a cantar. Algunas de las canciones eran familiares; otras
las entonaban con sus propias melodías. También cantaron “Ka Ribon”107 con un acento y
melodía nada familiares.

Aunque era extraño, lo disfrutamos mucho y cantamos junto con ellos. Estaba muy
contento de ver a hombres de todo el mundo cantando y alabando el bendito Nombre de
Dios.

105
En conmemoración de la entrega de la Torá, es costumbre mantenerse despierto en la noche de Shavuot y recitar el
Tikún leil Shavuot, que contiene los versículos del comienzo y del final de cada libro de la Biblia, la primera y la última
Mishná de cada tratado del Talmud, pasajes del Sefer Ietzirá y del Zohar, las 613 mitzvot de la Torá y algunas plegarias.
Justo antes del amanecer es costumbre sumergirse en la mikve, como hicieron los judíos antes de la recepción de la Torá.

106
El Idra Rabah es una porción del Zohar (III; 127b-145a) que contiene algunos de los misterios más profundos de la
Kabalá.

107
Ka Ribon es una canción escrita por el rabí Israel Nájara, un discípulo del Ari (rabí Itzjak Luria). Es una melodía que
se entona en la mesa de la cena del viernes a la noche, en honor al Shabat.
Al amanecer fuimos a sumergirnos en la mikve. Los otros fueron a la sinagoga a orar.
Aunque la mayor parte de ellos no se quedó despierta toda la noche, su costumbre era orar
temprano en Shavuot. Nosotros oramos en nuestra habitación. Después de los servicios,
todos comimos arroz con leche y miel, pues su costumbre es comer leche y miel en
Shavuot.

En la segunda noche de Shavuot tuvimos la fortuna de que hubiera otro huésped


presente en la mesa de nuestro anfitrión. Este invitado comenzó a hacer bromas y los demás
cantaron para él. Bailó y nosotros nos unimos a él con gran alegría. Les transmitimos a
todos nuestro estado de ánimo, pues estábamos muy contentos de tener el privilegio de
regocijarnos y de bailar así, en la santa festividad de Shavuot, que celebra la entrega de la
Torá, en ese lugar tan extraño y alejado. No habíamos imaginado que sería así. Pensamos
que estaríamos retenidos a bordo de la nave, durante todo Shavuot, Dios no lo permita. Pero
Dios ordenó las cosas para mí, para llegar a esa ciudad, encontrar un buen alojamiento y
regocijarnos y bailar en el santo día de Shavuot.

121

El lunes, después de las plegarias de la mañana, fuimos a ver al Rav.

Yo no había estado en la sinagoga ni en el Shabat ni en el Iom Tov, sólo el viernes


para las plegarias de la mañana y el viernes por la noche. Pero Reb Iehudá Eliezer había
estado allí y se lo había llamado para la lectura de la Torá. Me comentó que los rollos de la
Torá eran guardados en una caja y que no se sacaban mientras se los leía. Que el rollo no
era apoyado horizontalmente sobre la mesa de lectura, tal cual era costumbre en nuestras
sinagogas, sino que se mantenía en posición vertical dentro de la caja, que se abría y
cerraba de acuerdo a la necesidad.

De la casa del Rav fuimos al hogar del filántropo, Reb Abraham Tilka. Al comienzo
nos llevaron a la casa de su hermano, Reb Iosef. Ambos vivían en el mismo patio. Luego
fuimos a la casa de Reb Abraham quien nos recibió con gran honor. Yo le di la carta que
tenía para él de Reb Ijiel. Me dijo que si necesitaba algo deberíamos ir a verlo después del
Iom Tov. Salimos en paz.

122

El Shabat y la festividad de Shavuot pasaron apaciblemente y con alegría. Sin


embargo, en la segunda noche del Iom Tov, cuando me fui a dormir después de la comida,
me sentí enfermo. Aún no me había recuperado completamente del terrible mareo que había
sufrido en la nave. Aún después del Iom Tov no me sentí totalmente recuperado y me era
difícil comer.

123

Después del Iom Tov volví a pensar en dejar Alejandría para ir a Eretz Israel. Ya
antes del Iom Tov había comprendido que necesitaría una tremenda misericordia y una gran
salvación para partir. Pero antes del Iom Tov dejé eso de lado y saqué de mi mente todos
los pensamientos sobre el asunto, pues no quería estropear el Shabat y la festividad con
preocupaciones. Cuando volví a pensar las cosas después del Iom Tov, comprendí lo difícil
de mi situación.

Había llegado a Alejandría con sólo tres táleros. El alquiler de los pequeños botes, los
costos de aduana y otros gastos debidos a la mudanza desde la nave hasta mi alojamiento en
Alejandría habían costado cerca de ocho táleros egipcios (que valen un 33 por ciento menos
que los táleros de Estambul). No tenía dinero a mano para pagar todos esos gastos.

Dios tuvo misericordia y Reb Aarón me trató bondadosamente, ocupándose mucho de


mí. Él había pagado los ocho táleros de su propio bolsillo. Los pocos paris que me
quedaban los necesitaba para cubrir los pequeños gastos que pudieran ocurrir. Ahora tenía
que devolverle el dinero que le debía a Reb Aarón y contratar un barco para Sidón o Acco -
un viaje de tres días, casi la misma distancia que hay desde Odessa a Estambul. Desde Acco
o Sidón es necesario contratar burros para llegar a Safed y ciertamente habría otros gastos a
bordo de la nave. No tenía suficiente dinero para todo ello.

A partir de lo que el Rav me había dicho antes de Shavuot tenía la impresión de que
quería librarse de nosotros y que no le gustaba nuestra llegada en ese momento. Con todo
ello, el día después de Shavuot sentí una gran ansiedad por partir, pero me fortalecí en mi fe
en Dios y en mi fe en que Él me sacaría de allí.

124

El martes, después de Shavuot, mi amigo Reb Iehudá Eliezer y yo fuimos a ver al


Rav. Reb Iehudá Eliezer fue sin su sombrero, dado que lo había perdido en el mar. Ello no
nos causaba ninguna alegría, pero en verdad, nos veíamos igualmente extraños con nuestras
vestimentas de forasteros. ¡Sea lo que fuere que vistiéramos, ello era apropiado en cuanto a
lo que concernía a los residentes locales! Sin embargo, yo me sentía consternado, pues no
era respetuoso presentarnos al Rav de esa manera. ¿Pero qué podíamos hacer? Uno no
puede quejarse de los dictados de la necesidad.

De modo que fuimos a ver al Rav. Él nos dijo de manera directa que no nos podría
ayudar y que nada de lo que le dijéramos lo podría convencer de lo contrario. Dijo que
nadie querría darles dinero a hombres que deseaban visitar las tumbas de los Tzadikim en
Eretz Israel; esa costumbre, ese mismo concepto, era algo extraño para ellos. “Nosotros
podemos hacer lo que queramos con nuestro dinero”, dijo, agregando que la gente no iba a
tener deseo alguno de contribuir a nuestra causa.

“¿Acaso debo perder porque soy un hombre?” (cf. Ketuvot 108b), argüí con él.
“¿Debido a que estoy viajando en aras de llevar a cabo una mitzvá, de adquirir algo de la
santidad de Eretz Israel, no soy digno de recibir ayuda?”.

El Rav no quería escucharnos. Dijo que aunque enviara hombres a juntar dinero para
nosotros no lograrían nada. Como pueden comprender, yo me estaba sintiendo muy
descorazonado. Sólo después de nuestra continua y persistente solicitud estuvo de acuerdo
en enviar dos hombres para que nos ayudaran. Lo convencimos de hacer su parte,
confiando en que Dios haría lo que fuera bueno para Él. El Rav aceptó con una voz muy
apagada, como diciendo, “Muy bien, pero ellos no van a lograr nada”.

Salí de allí, decepcionado. Sin embargo, me consolé con el pensamiento de que aún
tenía varios libros para vender y que el Rav quería comprar algunos. Esto, pensé, me daría
el dinero necesario para cubrir los gastos. Si ello no resultaba suficiente podríamos vender
nuestras frazadas y almohadas. Y quizás Dios nos ayudase a recibir alguna ayuda de la
comunidad de Alejandría.

125

Dios fue bueno conmigo de una manera inesperada. El filántropo nos dio cincuenta
táleros para los tres -Reb Iehudá Eliezer, yo mismo y el otro huésped que había estado allí
para el Shabat- y los hombres recolectaron cuarenta y cuatro táleros del resto de la gente del
pueblo. El Rav nos dio sesenta y dos táleros y también me compró cuarenta táleros en
libros, entre ellos el Likutey Moharán y el Sefer HaMidot. Yo estaba muy contento de haber
tenido la oportunidad de dejar libros del Rebe en una comunidad tan lejana. También Reb
Aarón compró dos volúmenes del Likutey Moharán y dos volúmenes del Sefer HaMidot,
para llevarlos con él a Salónica. Salónica es una gran ciudad árabe con una población judía
más grande que la de Estambul.

126

Comencé a buscar un barco que nos pudiese llevar a Eretz Israel. Pero sabía que
nadie me podría ayudar y, al no hablar el idioma, me fue muy difícil encontrar una nave.
No sabía qué ruta sería la mejor, si debía ir a Acco, a Sidón o a Iafo.

No puedo comenzar a describir todo lo que la Providencia hizo por nosotros durante
esos días en Alejandría. No había pensado siquiera que podríamos salir tan rápidamente,
antes del Shabat. Pero Dios en Su misericordia arregló las cosas para que Reb Iehudá
viniese a mi alojamiento el jueves por la tarde. Éste era el mismo Reb Iehudá que nos había
comentado, el erev Shabat anterior, sobre una nave que estaba por partir. Ahora vino con
un árabe y me informó que había un barco preparado para partir hacia Sidón, aclarando que
debía ir de inmediato al consulado para obtener un certificado denominado tiskira. Parecía
que sin ese documento el capitán no podría permitirnos abordar su nave.

Me apuré a ver al Rav, al filántropo y al cónsul. El cónsul firmó nuestros documentos


de viaje inmediatamente (por lo cual pagué seis táleros), pero el tiskira sólo estaría listo
para la tarde del día siguiente.

127

Me levanté muy temprano el viernes. Estaba muy ansioso pues aún no había hablado
con el capitán ni reservado pasaje en la nave. Tampoco había recibido el tiskira ni el dinero
que se suponía que debía obtener del Rav. Era erev Shabat y hoy mismo debíamos abordar
la nave y comprar las provisiones necesarias.
128

No tengo tiempo para contar todos los eventos de ese viernes. Caminé por allí
buscando al capitán. Cuando lo encontré no pude comunicarme con él. Con gran dificultad
pude encontrar a un conocido a quien le solicité que fuera mi traductor. Tampoco podía
comunicarme muy bien con ese hombre. ¡Él no entendía lo que yo estaba diciendo ni yo lo
que él decía! Traté, pero no pude llegar a ningún arreglo con el capitán. Se me dijo que él
quería treinta táleros por el pasaje de ambos [Reb Iehudá Eliezer y yo].

Salí para ver al cónsul. Mientras estaba allí esperando, Reb Iehudá Eliezer llegó a
decirme que uno de los hombres que conocíamos había dicho que el capitán estaba
pidiendo cincuenta y cuatro táleros. Reb Iehudá Eliezer pensaba que yo no estaría dispuesto
a pagar una suma tan exorbitante pero, para ese entonces, yo estaba deseoso de pagar
incluso esa suma, viendo cuán difícil nos era dejar Alejandría. Eso se debía principalmente
a que no comprendíamos el idioma hablado allí y que incluso el dialecto de los judíos era
muy difícil de entender y de hablar.

Salí de la oficina del cónsul, dejando allí a Reb Iehudá Eliezer. Fui a ver al hombre
con quien había hablado mi amigo, quien me dijo que Reb Iehudá Eliezer no lo había
comprendido bien. ¡El capitán estaba pidiendo cincuenta táleros por persona! Mi
preocupación y confusión aumentaron enormemente y las negociaciones continuaron
durante tres o cuatro horas después del mediodía de ese viernes, con el Shabat acercándose
rápidamente.

Dios vino en mi ayuda y me dio una fuerza adicional para apurarme y terminar las
cosas con el fin de dejar Alejandría ese mismo día. El barco estaba dispuesto para partir
inmediatamente y yo no quería perdérmelo. Sentía que si dejaba pasar esa oportunidad nos
quedaríamos allí por un período indeterminado. Uno no encuentra una nave todos los días e
incluso si la hay, es muy probable que uno no se entere a tiempo. Por lo tanto me apuré y
Dios vino en nuestra ayuda, arreglando para que todas las cosas estuvieran a favor de
nosotros, de una manera notable.

Finalmente, el mismo Reb Aarón que me había ayudado tanto al llegar a Alejandría,
tuvo el mérito de ser un buen emisario. Lo encontré en el mercado, estando yo molesto y
nervioso. No tenía a nadie que me tradujera lo que el capitán me decía. Reb Aarón vino
conmigo y habló con los hombres del capitán. Aún no podía llegar a un acuerdo con ellos
pues el capitán mismo no estaba presente. Reb Aarón volvió a nuestro alojamiento y yo fui
a la casa del cónsul a retirar el tiskira, procediendo luego a dárselo a un árabe de la aduana.
Al retornar a mis habitaciones encontré allí a Reb Aarón. Me dijo que no debería haberle
dado el tiskira a ese árabe tan rápidamente y yo me sentí preocupado por haberlo hecho.

Entonces cambié una pequeña cantidad de dinero que pensé que me sobraría después
de pagar todos mis gastos en la moneda local. Cuando uno deja Egipto para ir a otro país
árabe debe recordar que la moneda egipcia no vale nada en otra parte.
Le pregunté a Reb Aarón si iría conmigo nuevamente a ver al capitán y estuvo de
acuerdo. Finalmente reservé pasaje en la nave, pagando cuarenta y cinco táleros egipcios
por ambos. Le di al capitán toda la suma y Reb Aarón contrató algunos changadores árabes
para traer todas nuestras pertenencias hasta la costa. Luego alquiló un pequeño bote para
nosotros.

Gracias a Dios, embarcamos en Alejandría el viernes (31 de mayo) el día anterior al


Shabat en el cual leemos la porción de Nasó (Números, capítulos 4-7). Nos fuimos con gran
apuro, dos o tres horas antes del Shabat. Salimos de Alejandría al igual que nuestros
antepasados salieron de Egipto - con gran prisa, sin provisiones para el viaje. Tan grande
fue nuestro apuro que no compramos ninguna vitualla aparte de algunos pepinos y un poco
de pan. Aún teníamos algo del pan seco de Odessa.

Cuando subimos a bordo de la nave, un par de horas antes del Shabat, agradecimos a
Dios por sacarnos de Egipto. En verdad, durante todo mi viaje desde Estambul a
Alejandría, me sentí mal por el hecho de verme forzado a viajar a Egipto. No veía el día y
la hora en la cual tuviera el privilegio de irme. Con la bondad de Dios partimos
rápidamente.

129

El barco permaneció en las amarras durante todo el Shabat. No teníamos ningún


alimento cocido para el Shabat, ni vino para el kidush y la havdalá, pues habíamos salido
con mucha prisa. Temprano, el domingo por la mañana, el navío comenzó a moverse.
Durante el Shabat me sentí algo débil y el domingo mi condición empeoró y me sentí muy
mareado. El lunes, con la ayuda de Dios, comencé a recuperar mi fuerza, pero no estuve
completamente curado. Sufrí de mareos durante todo el viaje, generados por el movimiento
del barco. Sin embargo fui tratado con bondad, pues no tuve que yacer en cama como lo
había hecho en el tramo desde Estambul a Alejandría.

Hoy, jueves (6 de junio), cerca de tres horas antes del anochecer, divisamos tierra.

130

Esperábamos llegar a nuestro destino, Sidón, ese jueves, pero la tierra que vimos
resultó ser la costa de Acco. El viernes a la mañana pasamos, a la distancia, frente a una
ciudad que los marineros nos dijeron era Acco. El capitán no quería atracar allí y
continuamos el viaje. Después del mediodía del viernes llegamos a otra ciudad donde el
capitán soltó el ancla. La ciudad era Tiro. Pensé en desembarcar allí, pues entendía que la
distancia hasta Safed era mucho más corta desde Tiro que desde Sidón, pero debido a que
no estaba seguro de encontrar judíos allí, me quedé a bordo del barco.

No teníamos nada para la comida del Shabat sino sólo pan seco. Le di a uno de los
marineros un paris y le pedí que, al volver de la ciudad, me trajera algo de pan fresco y
pepinos. Me entendió con gran dificultad pero nos trajo lo que le pedimos y así tuvimos
algo para comer en el Shabat.
El barco siguió anclado cerca de Tiro hasta después de la medianoche del viernes. A
eso de las dos de la mañana la nave comenzó a navegar nuevamente. Viajamos durante
doce horas, desde Tiro a Sidón. Cerca de las dos de la tarde del Shabat llegamos al puerto
de Sidón donde echamos anclas. El capitán y los marineros nos ordenaron dejar la nave de
manera inmediata, dado que querían continuar hacia Beirut. Les rogamos que nos dejaran
quedar a bordo hasta después de la finalización del Shabat, explicándoles que no queríamos
profanar el Shabat llevando nuestras pertenencias y dinero a tierra. A regañadientes el
capitán lo permitió y nos quedamos a bordo hasta el comienzo de la noche. Antes de
terminar las Gracias después de la Tercera Comida comenzaron a llevarse nuestro equipaje
y así me vi forzado a desembarcar el sábado a la noche.

Al comienzo nos sentimos muy preocupados por tener que entrar a una ciudad
extraña, tan tarde en la noche. ¿Dónde nos alojaríamos? Ni siquiera podíamos preguntar
pues no conocíamos el idioma que allí se hablaba. ¿Pero qué podíamos hacer? Decidimos
confiar en Dios, Quien ciertamente continuaría ayudándonos como hasta ese momento.

Tan pronto como llegamos a la costa, los changadores árabes corrieron a tomar
nuestro equipaje, como era lo usual, cada uno compitiendo por la tarea, esperando ganar el
dinero. Al desembarcar un hombre vino a nuestro encuentro. En un comienzo no nos dimos
cuenta de que era judío. Fue muy cordial con nosotros y nos mostró un lugar cerca de la
casa de aduanas donde podríamos dejar nuestro equipaje y pasar la noche. También nos
trajo unas esteras para que pusiéramos debajo de nosotros al acostarnos. No se nos permitía
entrar a la ciudad, pues el oficial de aduanas, que debía chequear todos los ítems que
traíamos para ver si había alguna mercadería, no estaba en su puesto.

Pronto otros judíos se reunieron a nuestro alrededor, comportándose de manera muy


amistosa. Dijeron que nos albergarían en una habitación especial para huéspedes en el patio
de la sinagoga. El guardián de la sinagoga se encontraba entre los hombres que llegaron a
recibirnos y dijo que volvería al día siguiente para llevarnos a la habitación de huéspedes.
Le pregunté dónde podría obtener alguna bebida para recitar la havdalá. En Sidón la gente
no puede guardar el vino debido a que se echa a perder por el calor; sólo tienen aguardiente
y cerveza. El guardián de la sinagoga me trajo aguardiente y hojas de limonero para usar
como especias y yo recite la havdalá, con la ayuda de Dios.

131

Mientras conversábamos, los hombres me dijeron que la tumba de Zevulún, el hijo de


Iaacov, nuestro patriarca, estaba cerca de Sidón. Había algunos que decían que también
Isajar estaba enterrado allí. Nos agradó mucho la perspectiva de tener el privilegio de estar
en las tumbas de los antepasados de una de las doce tribus. Bendito sea Dios por darnos ese
privilegio y llevarnos a la frontera de Eretz Israel.

***

Eretz Israel

132
Por la mañana entramos a Sidón y visitamos la tumba de Zebulún. Hay un hermoso
mausoleo sobre la tumba y en ella hay lámparas encendidas con aceite de oliva. Allí hay un
cuidador árabe pues también los musulmanes reverencian su tumba. ¿Cómo puedo
devolverle a Dios toda Su bondad para con nosotros, que merecimos estar en una tumba tan
santa y tremenda como ésa? Encendimos aceite de oliva allí y luego partimos.

Más tarde nos dijeron que la ciudad de Sidón propiamente dicha no es considerada
Eretz Israel. Sólo el área donde yace enterrado Zebulún se encuentra dentro de los límites
de Eretz Israel.

¡Cómo podré alguna vez agradecerle apropiadamente a Dios por otorgarnos el


privilegio de orar en esa santa tumba, en Eretz Israel, en ese día, domingo, 20 de Sivan! (9
de junio). Mañana, Dios mediante, saldremos para Safed. ¡Que Dios nos lleve allí a salvo y
nos permita beneficiarnos verdaderamente de la santidad de Eretz Israel! ¡Amén!

133

Contraté unos burros para que nos llevaran a Safed el lunes, pero nos retrasamos
hasta el martes a la noche. Salimos desde la habitación de huéspedes de la sinagoga de
Sidón donde estábamos alojados. Algunos changadores llevaron nuestro equipaje hasta las
afueras de la ciudad donde los burros nos esperaban en una caravana. Ésta constaba de
cerca de cincuenta burros. Todos menos uno eran montados por no judíos. Había un judío
en la caravana que tenía su propio burro y nos sentimos muy agradecidos de su presencia.
Esperamos en las afueras, con nuestro equipaje, durante varias horas, hasta que el sol
comenzó a ponerse, de modo que de hecho no salimos de Sidón sino el martes a la noche,
dos horas después del anochecer.

Viajamos toda la noche sobre los burros, hasta temprano a la mañana. Esa noche
entramos en el territorio que indudablemente era Eretz Israel y nos sentimos
extremadamente contentos.

134

El jueves de la semana en que leemos la porción de la Torá Shelaj Leja (Números,


capítulos 13-15), el 24 de Sivan (13 de junio), un poco antes del mediodía, arribamos a
Safed. Llegamos a una pequeña colina cerca de los portales de la ciudad donde el equipaje
fue transferido de los burros a los changadores, quienes lo llevaron a la ciudad. Tan pronto
como llegamos, la gente salió a recibirnos. Todos estaban asombrados de ver a alguien que
llegara a visitar Eretz Israel en tiempos tan peligrosos. Estaban extremadamente contentos
de vernos. Estas personas eran perushim, pues los perushim vivían cerca del portal de la
ciudad.108

108
Ver la nota 22.
Una de las primeras cosas que nos preguntaron los perushim fue si sabíamos algo de
sus emisarios, que habían salido cerca de dos años antes y de quienes nunca habían tenido
noticias. Les dije que había hablado con los emisarios en Estambul y que tenía una carta
para ellos. Agregué que los emisarios estarían llegando pronto, explicándoles que no habían
querido viajar conmigo por mar, desde Alejandría, pues tenían miedo de encontrarse en
medio de la guerra griega. En su lugar habían decidido viajar por tierra.

Oyendo esas nuevas, las gentes reunidas a mi alrededor estallaron en algazara y


alegría. Rápidamente tomaron mis pertenencias y las llevaron a una casa cercana,
pidiéndome la carta. Abrí el arcón y saqué la carta.

Mientras tanto, me rodeó un gran grupo de gente, la mayor parte perushim, pues todo
ello tenía lugar en su calle. Me rogaron que fuera con ellos a ver al Rav Israel, el líder de su
comunidad. Me sentía obligado a hacer lo que pedían. Mientras caminamos, nuestro grupo
fue creciendo cada vez más de modo que para cuando llegamos a la casa del Rav Israel
había tanta gente allí que fue necesario poner guardias para asegurarse de que no entrasen a
la casa.

Entré a la casa de Rav Israel solo, mientras Reb Iehudá Eliezer se quedaba afuera con
nuestro equipaje. No todas las personas reunidas frente a la casa del Rav Israel tenían
permitido entrar. Sólo a unas pocas se las dejó pasar; el resto se quedó afuera, en la
explanada que rodeaba la casa.

Ese día no había comido nada, llegando a Safed en ayunas. Agradecí que me sirvieran
café y procedí a contarle al Rav Israel sobre mi encuentro con sus emisarios. A él le di la
carta.

Los perushim estaban indescriptiblemente contentos; podía ver que las noticias que
les traje les habían dado un nuevo aliento de vida. De inmediato enviaron un mensajero a
Jerusalén avisándole de ello a Rav Mendel, su líder, cuyo hijo, Rav Nota, era uno de los
emisarios. Los otros emisarios eran Rav Nota B. y Rav Itzele. Unos días después, Rav
Israel me dijo que había recibido una misiva de Jerusalén describiendo la alegría que había
sentido la comunidad al recibir las buenas noticias que yo había traído, de las cuales tanta
gente dependía.

135

Me quedé de visita un rato en casa de Rav Israel. Mientras estaba allí, las noticias de
mi llegada se difundieron rápidamente por toda la ciudad. Cuando los judíos polacos
oyeron que dos hombres habían llegado sanos y salvos a la Tierra Santa procedentes de
Europa, su comunidad vibró de excitación. Dos años habían pasado desde la llegada de las
últimas personas provenientes de Europa.109

109
La comunidad de judíos polacos había sido fundada a finales del 1780 con la aliá jasídica de Reb Menajem Mendel de
Vitebsk y algo más de trescientas personas, a Tiberias y Safed.
Los judíos polacos vinieron a vernos y me invitaron a visitarlos. Inmediatamente los
acompañé a la casa del Rav de Skolia. Al llegar encontramos una multitud de hombres y
mujeres ya reunidos, esperando vernos. Entre ellos estaba la hermana del Rebe, que su
memoria sea para bendición. Ella había quedado viuda recientemente, su marido había sido
Reb Pinjas Meir.110

La multitud nos recibió con gran alegría. Todos estaban alborozados y asombrados de
que dos hombres hubieran podido llegar a Eretz Israel bajo esas circunstancias tan adversas,
con la intención de volver a sus hogares y con el único propósito de poner pie en la Tierra
Santa.

Es imposible describir la gran alegría que les trajo nuestro arribo a Eretz Israel. ¡Nos
dijeron que ello les había dado una nueva vida! Hacía dos años que no veían a nadie de
nuestra región sin recibir noticias de allí. No sabían si era posible viajar por mar durante esa
época. Todo aquel que pensara viajar al exterior se había enfrentado con un dilema, hasta
que llegamos nosotros. Habrían hecho el viaje por tierra, una empresa muy difícil y costosa.
Oír que habíamos logrado hacer la travesía por mar los puso muy contentos. En verdad,
dijeron, nuestra llegada le trajo alivio y júbilo a todo el pueblo de Eretz Israel.

Algunos declararon que no éramos simples seres humanos, sino ángeles enviados del
Cielo. Otros dijeron que el súbito arribo de gente proveniente de la diáspora era similar al
heraldo anunciando la llegada de Elías. Incluso sus emisarios habían decidido viajar por
tierra y por ese motivo nadie había llegado a Eretz Israel por cerca de dos años. Estaban
especialmente asombrados pues nosotros habíamos llegado sólo para una breve visita, sin
ninguna intención de asentarnos allí.

Reb Zev de Balte nos dijo, “Ustedes le han devuelto la vida a todo Israel”.

136

Más tarde, ese día, dejé la casa del Rav de Skolia. Adonde íbamos nos rodeaba la
gente, hombres y mujeres, preguntando si teníamos noticias de sus parientes en Europa. Yo
no traía ninguna carta, pues había dejado Europa sin decirle a nadie que estaba viajando a
Eretz Israel. Yo mismo no estaba seguro de si realmente iría hasta que me encontré a bordo
de la nave. Sin embargo, pude darles a algunos de ellos buenas noticias de sus familias,
dado que preguntaban sobre gente que yo conocía, pudiendo decirles que estaban vivos y
bien. Aquellos que recibieron tales noticias se sintieron muy bien y contentos; y, de alguna
manera, incluso aquellos a quienes no pude darles noticias directas de los parientes,
sintieron placer simplemente por el hecho de ver a alguien de su país, después de tanto
tiempo de no ver a nadie de allí.

137

110
El Rebe Najmán tenía una hermana, Perel, que se había mudado a Safed.
Me quedé en la casa de Reb Feivish, el hijo del Rav de Volochisk. 111 El apartamento
de la viuda Perel, la hermana del Rebe, estaba en el mismo edificio. Yo comí en la casa de
mi pariente, Reb Shaúl HaCohen de Brod.

138

El viernes, Reb Iehudá Eliezer y yo fuimos a la tumba del Ari.112 Cerca de él


descansa el RaMaK,113 y el rabí Shlomo Alkabetz, compositor del Leja Dodi.114 Muchos
otros Tzadikim están enterrados cerca, el Beit Iosef, el rabí Iosef Karo115 y el Alshij,116
entre ellos.

Estuvimos ante la tumba del Ari y derramamos nuestros corazones en plegaria. Dios,
en Su gran misericordia, me ayudó hasta ahora, otorgándome el privilegio de llegar a Eretz
Israel en época de guerra. ¡Cuán grandes son las obras de Dios! ¡Me sentí inmensamente
agradecido por todos los favores que Él me estaba otorgando!

139

En el Shabat cené en la casa de Reb Shaúl. Mucha gente vino a verme el viernes por
la noche y hablé mucho sobre el Rebe y su viaje a Eretz Israel. También hablé sobre la Torá
del Rebe. Reb Shaúl logró convencerme de visitar al Rav de Skolia y fuimos a su casa cerca
de la medianoche. También en la casa del Rav hablé de la Torá del Rebe. Me sentía
exultante de tener el privilegio de estar en Eretz Israel y de enseñar allí las tremendas
palabras de la Torá del Rebe.

140

111
Reb Feivish era el hermano de Reb Pinjas, el yerno del Rebe Najmán. Miriam, la hija del Rebe, se casó con Reb Pinjas
en 1804 y se mudaron a Safed en el verano de 1809.

112
El rabí Itzjak Luria (1534-1572). Fue él quien reveló la mayor parte de la Kabalá tal cual se conoce y se comprende
hoy en día. Sus obras, registradas por su principal discípulo, el rabí Jaim Vital (1542-1620), incluyen el Etz Jaim, el Pri
Etz Jaim, Shmone Shearim, y muchas otras.

113
El rabí Moshé Cordovero (1522-1570). Fue la cabeza de la escuela de Kabalá de Safed antes del Ari. Fue autor del
Pardes Rimonim, del Or Iakar, un comentario sobre el Zohar y otras obras.

114
El rabí Shlomo Alkabetz (c. 1572). Fue un miembro del “círculo interior” del Ari y autor de varias obras kabalísticas.
Es mejor conocido por su “Leja Dodi”, la liturgia cantada en las sinagogas de todo el mundo, el viernes a la noche, dando
la bienvenida a la reina Shabat.

115
El rabí Iosef Karo (1488-1575) fue la autoridad halájica más importante de su generación. Compuso su famosa obra, el
Beit Iosef, como un comentario al Tur Shuljan Aruj, debatiendo las fuentes de las decisiones que se encuentran en el Tur y
citando codificadores adicionales. De esa obra, el Beit Iosef, surgió el Shuljan Aruj (Código de Leyes Judías), que aún
sigue siendo la fuente básica de todas las decisiones halájicas.

116
El rabí Moshé Alshij (1521-1593) escribió importantes comentarios sobre toda la Biblia. Vivió en Safed durante la
época del Ari y fue un predicador altamente respetado al igual que una autoridad halájica.
En el Shabat, oré en el shul. Por la mañana, varios hombres importantes vinieron a
saludarme. Mucha más gente llegó durante la comida del Shabat y comimos y bebimos con
alegría. Yo me sentía un poco perturbado por no tener la oportunidad de recitar en la mesa
algo de la Torá del Rebe; había demasiado ruido y tumulto.

141

Después de la comida del mediodía, fui a la casa de Reb Feivish y dormí un poco. Al
despertar, compuse la Torá que había estado elaborando. Era sobre el tema del ayuno, que
pertenece a Eretz Israel. Este tema está tratado en las leyes que corresponden a la bendición
por los milagros, a la anulación de los malos sueños y a la bendición de shejeianu, que se
recita cuando uno ve a un amigo querido después de una larga ausencia.117

Recité las plegarias de la tarde en la sala de estudios y volví a la casa de Reb Shaúl,
donde tomamos la Tercera Comida. Allí había algunas otras personas presentes a quienes
les hablé sobre el maravilloso discurso del Rebe basado en el versículo “Cantaré a mi Dios
con lo poco que tengo” (Salmos 146; ver Likutey Moharán I, 282). También hablamos
sobre otros comentarios del Rebe.

Y así tuve el privilegio de pasar el Shabat en Eretz Israel, difundiendo en la Tierra


Santa algo de nuestro santo Rebe y de sus sagradas enseñanzas. Todo ello tuvo un tremendo
efecto Arriba. Gracias a Dios, Quien me ha ayudado hasta ahora.

142

El domingo de la semana en que leemos la porción de la Torá de Koraj (Números,


capítulos 16-18) fui a la cueva donde está enterrado el profeta Hoshea, el hijo de Berí.
Enfrente se encuentra la cueva de Berí, que también era un profeta. Dado que no teníamos
la llave para entrar a la cueva de Hoshea, nos quedamos afuera, junto al portón y allí
derramamos nuestros pedidos y súplicas en plegaria. También oramos en la cueva de Berí.

En camino a la cueva de Hoshea, visitamos las tumbas del Inuka y de tres Tzadikim
de quienes el Ari dijo que poseían las cualidades de Abraham, Itzjak y Iaacov. También
fuimos a la cueva del Rav de Volochisk. Miriam, la hija del Rebe, su marido y su hijo,
están todos inhumados allí. También visitamos las tumbas de otros Tzadikim.

De la cueva de Hoshea volvimos a Safed, pasando por la tumba del Tanna, rabí
Pinjas ben Iair. De allí fuimos a la mikve del Ari donde nos sumergimos.118

143

117
Este discurso se encuentra en el Likutey Halajot, Birkot HaReia 4.

118
Hay una tradición de que todo aquel que se sumerja en la mikve del Ari no se irá de este mundo sin arrepentirse.
El lunes fui a la tumba del Tanna, rabí Jutzpit HaTurgueman, uno de los diez
mártires.119 La tumba de Ieoiadá el Cohen,120 se encuentra cerca y también nos detuvimos
allí.

144

El martes sería erev Rosh Jodesh Tamuz. Mi intención era viajar el lunes a Merón,
desde Safed y quedarnos allí toda la noche, pero se presentaron obstáculos que me
impidieron salir ese día. El martes por la mañana también tuve dificultades, pero las pude
superar, gracias a Dios y partí para Merón junto con mi amigo, Reb Iehudá Eliezer.
Llevamos con nosotros a Reb Aarón de Gradiv y a un hombre que habíamos contratado
como guía.

Llegamos a Merón cerca del mediodía y entramos en la tremenda sinagoga, en la que


se encuentra la tumba del rabí Shimón bar Iojai121 y de su hijo, el rabí Elazar. Recitamos
Salmos así como varias plegarias y súplicas. Debido a que me sentía muy débil no pude
orar de la manera en que hubiera deseado.

De allí fuimos a la tumba del Tanna, rabí Iojanan HaSandlar, que está cerca del pozo
en el cual solía procesar el cuero. Gracias a Dios me sentí mucho más alerta al estar parado
junto a la tumba del rabí Iojanan.

Luego fuimos a las tumbas de Hilel el anciano y de sus discípulos. Entramos a la


cueva en donde se encuentran inhumados varios de los discípulos y allí bebí del agua que
fluye fuera de la cueva. Esto me fortaleció de alguna manera y subí a la cámara donde
descansa Hilel el anciano, que está cerrada y allí derramé mi corazón en plegaria. Recitando
allí las plegarias de la tarde nos sentimos imbuídos de una gran alegría.

De allí queríamos ir a la cueva de Shamai, pero no pudimos hacerlo.

También visitamos la tumba del Tanna, Rav Itzjak, en el patio de la sinagoga en la


cual se encuentra la tumba del rabí Shimón bar Iojai.

145

En el viaje de retorno a Safed nos detuvimos en la tumba del rabí Biniamin ben Iefet
y en las tumbas del Tanna, rabí Iehudá bar Ilai y de su padre, el rabí Ilai. No tuve el
privilegio de ir a la tumba del rabí Kruspedai, que se encuentra cerca. En camino a Merón
también visitamos la tumba del rabí Iosei de Iukreis.

119
Hay una plegaria que relata la historia de los diez mártires, los grandes Sabios que fueron perseguidos y murieron
santificando el Nombre de Dios. La plegaria es parte de la liturgia de musaf de Iom Kipur y también puede encontrarse en
las lamentaciones del ayuno del Nueve de Av.

120
Ieoiadá era un sacerdote en época del Primer Templo. Ver Reyes 2, capítulo 11.

121
Autor del Zohar.
146

El jueves (1 de julio), viajamos a Tiberias. Nuestra llegada allí fue precedida de una
alegre celebración y fuimos recibidos con un gran honor.

147

El viernes fui al cementerio y visité las tumbas del rabí Najmán Horodenker, del rabí
Mendel de Vitebsk, del rabí Aarón Kalisker, del Rav de Shepetevka y de otros tremendos
Tzadikim.122 Luego fui a la cueva en donde están enterrados el rabí Kahana123 y sus
discípulos. Más tarde fuimos a la tumba del Tanna, rabí Meir Baal HaNes. Pasamos la
mayor parte del día -hasta mediados de la tarde- visitando esas tumbas sagradas y luego
fuimos a bañarnos en las fuentes termales de Tiberias. También visitamos la tumba del rabí
Irmiáhu quien, de acuerdo a nuestros Sabios, se encuentra enterrado en posición vertical.

En Tiberias fuimos huéspedes de Reb David, el hijo del Rav de Chmelnik y pasamos
un alegre Shabat en su hogar.

148

¡En motzi Shabat estuvimos muy contentos de participar en la celebración de una


boda!

149

El lunes de la semana en que leemos la porción de la Torá de Jukat (Números,


capítulos 19:21), visitamos la tumba del rabí Akiba y de sus veinticuatro mil discípulos.
Están enterrados en una alta montaña, en cuya cima hay un monumento que marca su
tumba. Frente a ésta se encuentra la cueva en la cual está inhumada su esposa.

De allí continuamos hasta llegar a la cueva del rabí Jiá y de sus hijos.124 Luego
volvimos a casa.
122
El rabí Najmán Horodenker (1680-1766) fue el abuelo del Rebe Najmán y un discípulo muy cercano del Baal Shem
Tov. Reb Menajem Mendel de Vitebsk (1730-1788), Reb Abraham Kalisker (m. 1810) y Reb Iaacov Shimshon de
Shepetevka (m. 1801) fueron los principales discípulos de Reb Dov Ber, el Maguid de Mezritch, el discípulo más cercano
del Baal Shem Tov.
Reb Menajem Mendel de Vitebsk lideró la aliá jasídica a Tiberias en el año 1787. Al fallecer, el rabí Abraham
Kalisker se volvió el líder de la comunidad. Otros discípulos del Baal Shem Tov y del Maguid enterrados en el cementerio
de Tiberias son: el rabí Zev Wolf de Charni-Ostrov (m. 1823; el Rebe Najmán se encontró con él en Estambul, durante su
peregrinaje. Recibió también al rabí Natán cuando estuvo en Tiberias) y el rabí Mendel de Premishlan.

123
El rabí Kahana fue un discípulo de Rav, en épocas Talmúdicas. Está enterrado cerca del centro de Tiberias, no muy
lejos de Maimónides.

124
El rabí Jiá fue un discípulo del rabí Iehudá HaNasí, autor de la Mishná.
La preponderancia de los Sabios de la última época de la Mishná y del comienzo del Talmud, que se encuentran
enterrados en la Galilea, se debe a la salida de Jerusalén del Sanedrín (la Corte Suprema Rabínica), después de la
destrucción del Segundo Templo. El Sanedrín fue forzado a diez exilios, hasta que finalmente se disolvió. Tiberias fue el
último lugar en que sesionó (ver Rosh HaShaná 31a).
150

El martes visitamos el lugar de descanso del rabí Iojanan ben Zakai y de sus
discípulos. A un lado del rabí Iojanan ben Zakai se encuentra el rabí Iojanan, que fue la
autoridad espiritual de la Tierra de Israel en su época. Del otro lado descansan el rabí Asi y
el rabí Ami.125 Cerca se encuentra la tumba del Shela, el rabí Ishaia Horowitz.126

151

El miércoles visitamos el lugar de las tumbas de las mujeres rectas, localizado a una
cierta distancia de la ciudad. Entre las mujeres enterradas allí se encuentran: Elisheva, la
hija de Aminadav, la esposa de Aarón; Tzipora, la esposa de Moshé; Iojeved, la madre de
Moshé y de Aarón; Hulda; Bila; Zilpa y Avigail. Hay algunos que dicen que también la
reina Ester está enterrada allí. Existen diferentes opiniones sobre si esas mujeres están todas
enterradas en ese lugar. Sin embargo, de acuerdo a todas las opiniones, en su gran mayoría
esas mujeres rectas están inhumadas allí.

152

El jueves, volví a la cueva de Rav Kahana y de sus hijos.

153

Una vez más, el viernes volví al cementerio y fui a la tumba del rabí Mendel
Premishlaner y a las de los otros Tzadikim. Nuevamente, caminé desde allí hasta llegar a la
tumba del rabí Meir Baal HaNes y luego fui a las aguas termales de Tiberias. El Shabat
comí en el hogar del famoso Rav, Reb Zev de Charni-Ostrov.

154

Una cosa que me inquietó durante mi estadía en Eretz Israel fue el hecho de estar
quedándome sin dinero. Ya había gastado todos mis fondos al llegar y no me quedaba
dinero para retornar. Supuse que obtendría algo del dinero de Reb S. que estaba en custodia
de Reb D. Sin embargo éste último se negó a darme más de cincuentra grush. Me sentía
bastante molesto por ello. Por ese motivo pasé el segundo Shabat en Tiberias.

El domingo (11 de julio) de la semana en que leemos la porción de Balak (Números,


capítulos 22-25), Dios tuvo misericordia de mí y, de la manera más milagrosa, llegó a
verme una mujer con un pedido especial. Yo estaba tomando el desayuno en la casa de un

125
El rabí Iojanan fue un Sabio talmúdico de la primera generación. El rabí Ami y el rabí Asi fueron sus discípulos.

126
El rabí Ishaia Horowitz de Praga (1556-1632). Su obra, el SheLaH es un acróstico de Shnei Lujot HaBrit, un gran
clásico del pensamiento de la Torá, de la Kabalá y de enseñanzas éticas. El rabí Iojanan ben Zakai, sus discípulos, el rabí
Iojanan y el rabí Horowitz, están todos enterrados cerca de Maimónides, en el centro de Tiberias.
hombre que había preparado una comida especial para nosotros. De pronto entró la mujer y
preguntó si yo podría llevar conmigo unos platos de plata al volver. Me dio permiso para
venderlos en Alejandría y entregarle el dinero que pudiera obtener a su hijo, en Europa. De
ese modo pude asegurarme de tener dinero para el viaje de retorno a mi hogar.

Agradecí a Dios por haberse apiadado de mí y no haberme olvidado en esa tierra tan
lejana. Le estaba agradecido a Dios por haber venido en mi ayuda y haberme cuidado.

155

El lunes de la misma semana dejé Tiberias. Fui escoltado fuera de la ciudad y se me


demostró un gran honor. Llegué a Safed el martes (13 de julio).

El miércoles fui a la tumba de Benaiahu ben Ioiadá.127 El jueves volvimos


nuevamente a la tumba del Ari. El Shabat fui huésped del Rav de Skolia, donde bailamos
con alegría el viernes a la noche, junto con Reb Aba, el shojet y Reb Moshé Iona.

El lunes (19 de julio) de la semana siguiente, cuando leemos la porción de la Torá


Pinjas (Números, capítulos 25-29) volvimos a la cueva de Hoshea ben Berí. Esta vez un
niño nos abrió la cueva y pudimos entrar. Allí derramamos nuestros corazones a Dios en
plegarias y súplicas.

Ahora estábamos dispuestos a dejar Safed y comenzar el viaje de retorno a nuestro


hogar.

***

El Viaje de Retorno

156

Dejamos Safed el martes (20 de julio), de la semana en que leemos la porción de


Pinjas, escoltados por casi todos los miembros importantes de la comunidad. Una gran
multitud se reunió para vernos. Constantemente sentimos cómo Dios nos estaba ayudando.

157

El miércoles llegamos a salvo a Jaifa. Allí nos encontramos con los emisarios y los
otros hombres que habían salido de Safed la semana anterior, en su camino hacia Europa.

158

127
Benaiahu ben Ioiadá fue uno de los poderosos guerreros del rey David y su confidente (ver Shmuel 2 23:20-23).
El jueves, visitamos el cementerio y fuimos a la tumba del rabí Itzjak Nafja. El rabí
Irmiá de Jaifa también está enterrado en ese área. Luego, caminamos hasta que llegamos a
la cueva del profeta Elías.

Al principio, no pudimos entrar. La gente que estaba allí no nos dejaba pasar y hubo
otros obstáculos. Pero Dios nos ayudó a superar las dificultades y pudimos entrar a la
cueva. Para nosotros, eso fue una maravillosa y nueva experiencia. Nos sobrecogió un
sentimiento de alegría y al salir, al llegar al lugar en que la cueva termina en un patio,
comenzamos a tararear y cantar hasta que finalmente estallamos en una danza.

De allí, fuimos a la tumba del profeta Elisha ben Shafat. Una casa de adoración
cristiana se había levantado sobre la tumba hasta un poco antes de nuestra llegada. Muy
recientemente el pashá había ordenado su demolición, de modo que ahora nos fue posible
entrar a ese lugar sagrado. Gracias a Dios, pudimos estar allí.

159

Nos quedamos en Jaifa hasta el miércoles de la semana en que leemos la porción de


Matot-Masei (Números, capítulos 30-36; 17 de julio). De hecho, estaba contento de que
hubiésemos sido demorados allí, pues como resultado de ello merecimos pasar unos días
más en Eretz Israel. Yo estaba especialmente agradecido pues sabía que Jaifa era el lugar en
donde el Rebe había pisado por primera vez Eretz Israel y que fue allí donde tuvo el
privilegio de alcanzar tanto y tan de inmediato en el ámbito espiritual. Nuestro Rebe
permaneció en Jaifa durante todas las festividades - desde Rosh HaShaná hasta después de
Sukot. ¡Bendito sea Dios, Quien me permitió caminar sobre la misma tierra santa que el
Rebe mismo pisó!

160

Ese miércoles, partimos de Jaifa hacia Dumaie, un viaje de dos días por mar. Sin
embargo la Providencia ordenó que no tuviéramos vientos favorables para nuestro trayecto,
de modo que el barco se alejó de su curso. Así, en el Shabat, nos encontramos cerca de
Limison, en la isla de Chipre. Echamos anclas y allí nos quedamos durante varias horas,
hasta que el capitán estuvo en condiciones de retomar el curso. Finalmente, ordenó levar
anclas y el barco comenzó a moverse.

Los árabes que vivían en Limison nos divisaron y salieron en persecución de nuestra
nave. Finalmente nos alcanzaron y abordaron el barco, con estruendo y furor. Sentíamos
bastante miedo pues sabíamos que los árabes estaban luchando entre ellos. Estaban en
guerra con el pashá de Acco, quien se había rebelado contra el sultán, tal cual todos sabían.
Es por ello que fueron detrás de nuestra nave.

Tan pronto como los árabes abordaron nuestro barco, nos demandaron un rescate que
consistía en cinco táleros y medio por persona. Gritaban mucho y eran muy violentos, de
modo que no tuve más opción que pasarles el dinero aunque era Shabat. Recolectaron un
total de 120 táleros, comportándose de manera violenta y golpeando a algunos en su
impaciencia. Todos sentíamos un gran temor.
Cuando terminaron de juntar el dinero, se llevaron con ellos al capitán, por la fuerza,
a la ciudad. Varios hombres de nuestra nave siguieron detrás para llevar el asunto al
consulado. Se encontraron con el cónsul de alguna nacionalidad que se comportó bastante
bien con ellos. Les informó que el capitán y su nave estarían detenidos por algún tiempo,
pero que él contrataría algún otro barco para nosotros, los pasajeros.

En el Shabat, el cónsul ordenó que el capitán les devolviese a los pasajeros 70 táleros
del pasaje que habían pagado. Les dijo que debían retornar al día siguiente y que él trataría
de recuperar el rescate que habíamos pagado, esperando tenerlo para ese entonces.

Nosotros nos quedamos a bordo de la nave durante todo el día, esperando


ansiosamente noticias de cómo les había ido a nuestros hombres y qué les había dicho el
cónsul. Cerca del anochecer los hombres retornaron y nos relataron toda la historia.

El domingo de la semana en que leemos la porción de Devarim (Deuteronomio,


capítulos 1-3), los hombres volvieron a la ciudad. Yo fui con ellos. Allí nos quedamos todo
el día, pero finalmente no recuperamos el dinero del rescate. En cambio sí tuvimos éxito en
contratar otra nave, a la que abordamos tan pronto como terminamos de transferir nuestras
pertenencias de un barco al otro.

De modo que el domingo volvimos de la ciudad para abordar la segunda nave. El


lunes zarpamos para Alejandría, un viaje de dos días bajo condiciones favorables. Sin
embargo no tuvimos buenos vientos y nos retrasamos hasta después de Tisha beAv. El
martes de la semana en que leemos la porción de VaEtjanan (Deuteronomio, capítulos 4-7),
la nave llegó a Alejandría.

Durante todo el viaje, desde Jaifa hasta Alejandría, tuvimos grandes problemas con
nuestra reserva de agua. Los árabes, en ambas naves, nos dieron raciones muy magras.
Aparte de eso, el agua que nos daban estaba podrida en su mayor parte. También estábamos
muy hacinados y no había lugar en realidad para descansar. Yo estuve también mareado
casi todo el tiempo y no dejé de vomitar.

Sin embargo, sentíamos que Dios estaba siendo bueno con nosotros; pues las cosas
podrían haber sido mucho peor. Incluso en nuestra aflicción, Dios nos dio momentos de
alivio. No puedo entrar en una descripción detallada de todo lo que ocurrió. Es suficiente
con decir que estuvimos agradecidos a Dios por Su bondad diaria y por llevarnos a salvo a
Alejandría.

162

En Alejandría encontramos gente de Safed que había llegado poco antes que
nosotros. Nos informaron que había muchas naves que estaban por salir para Estambul.
Cuatro de esas personas ya habían adquirido pasajes por la suma de ocho daras cada una y,
nos dijeron, había naves accesibles por menos.
El miércoles pude comprar pasajes en una nave que debía salir al día siguiente.
Estaba bastante contento por ello, especialmente pensando que podría llegar a Umán a
tiempo para Rosh HaShaná. Sin embargo fui retenido por mis compañeros de viaje y perdí
esa nave. Tuve que quedarme en Alejandría durante otras tres semanas antes de conseguir
otra nave para Estambul. Recién partimos el domingo de la semana en que leemos la
porción de la Torá de Shoftim (Deuteronomio, capítulos 17-21).

Debido al retraso en Alejandría, tuvimos que enfrentar muchos problemas. En la


semana en que leemos la porción de Ekev (Deuteronomio, capítulos 8-11) reservamos
pasaje en una nave. El capitán nos engañó, haciéndonos pensar que zarparíamos de
inmediato. Cuando la partida se atrasó sobremanera, nos sentimos muy molestos y lo
llevamos ante el cónsul. La decisión del cónsul no estuvo a nuestro favor. Nos dijo que
cada uno de nosotros debía compensar al capitán con un dara y luego reservar pasaje en
otra parte.

Finalmente, en la tarde del viernes, justo antes del Shabat, nos enteramos de que
había un barco que estaba por partir al día siguiente. Reservamos pasajes en esa nave para
el Shabat, pues estábamos muy presionados, pagando cuatro daras cada uno.128 Nos vimos
retrasados debido a Reb G. y Reb Y. Hubo una cierta disputa entre nosotros por ello.
Algunos querían salir inmediatamente, pero yo prevalecí y al final viajamos todos juntos.

163

Abordamos la nave el domingo de la semana en que leemos la porción de Shoftim. El


lunes zarpamos de Alejandría. Viajamos cómodamente a bordo de esa nave -todos tenían
lugares confortables- pero no hubo vientos favorables.

Nos llevó nueve días llegar a la isla de Rodas. Al arribar, el martes de la semana en
que leemos Ki Tetzé (Deuteronomio, capítulos 21-25), bajamos a la ciudad para comprar
provisiones para nuestro viaje - vino, vinagre, pan y demás.

164

El jueves envié a Reb Iehudá Eliezer a la ciudad para vender los libros del Rebe.
Tuvo éxito en vender el Sefer HaMidot. Permanecimos en Rodas hasta ese jueves.

165

La nave dejó Rodas el jueves. Nuevamente los vientos no fueron favorables. Después
de varios días de navegación en aguas calmas se desató una tormenta. Era el domingo de la
semana en que leemos Ki Tavó (Deuteronomio, capítulos 26-29). Pero los vientos
tormentosos no soplaban en la dirección correcta. De modo que echamos el ancla cerca de
una tierra que parecía poco poblada. Nos quedamos anclados hasta el martes. Esa mañana,

128
Ver Oraj Jaim 306:6, donde el Shuljan Aruj afirma que se permite hacer arreglos en el Shabat para beneficio de la
comunidad, si el tema es urgente y sólo puede ser realizado en ese momento.
la nave navegó un poco, pero volvieron a echar anclas casi de inmediato. Después de un
corto tiempo levaron el ancla y mientras escribo estas palabras nos acercamos a Estambul.

Las festividades se están acercando. Que Dios nos lleve a salvo en nuestro camino.

166

Hoy, una nave de Chipre pasó cerca de nosotros. A bordo había judíos de Safed.
Hablamos con ellos a la distancia y nos enteramos de sus nombres - Reb Itzik de Tarnopol
y Reb Tzvi de Perushim.

167

Continuamos viajando desde el martes hasta el viernes, cuando volvieron a echar


anclas en una ciudad denominada Samla. Allí nos quedamos hasta el lunes de la semana
siguiente.

Los retrasos nos preocupaban, especialmente dado que las festividades estaban tan
cerca. Pero obviamente esos retrasos eran ordenados por el Todopoderoso, pues no había
vientos apropiados para navegar.

Había algo bueno en el hecho de anclar en esos lugares. Al menos podíamos comprar
víveres.

168

Ese lunes volvieron a levar anclas. Continuamos viajando hasta el miércoles, cuando
nuevamente echaron anclas cerca de una ciudad. Algunos decían que era la ciudad de Siya
y otros decían que era Sakis. No podíamos estar seguros porque no entendíamos muy bien
su idioma. Era obvio que la ciudad había sido arrasada recientemente por los turcos durante
la revuelta griega.129

El área estaba habitada por griegos. Se nos dijo que ochenta mil personas -hombres,
mujeres y niños- habían sido masacradas en la vecindad, durante la batalla y más de sesenta
ciudades habían sido destruidas. El capitán de nuestra nave nos dijo que aún había muchos
cuerpos sin enterrar, desparramados por la ciudad, en las calles y en los mercados. Pudimos
ver por nosotros mismos que la ciudad estaba desolada y ennegrecida por el fuego. Nos
dijeron que allí no hubo judíos. Supusimos que todos habían huido cuando la guerra se hizo
inminente.

169

129
Esa ciudad estaba en la isla de Khios, que había sido capturada por los griegos en el 1821, pero subsecuentemente
recapturada por los turcos.
Mientras estábamos fondeados cerca de Samla se nos dijo que había cerca de cuarenta
mil turcos acampados por allí, cuyo objetivo era destruir el territorio griego. Por otro lado,
estaban juntando doscientos mil soldados griegos para pelear.

Esas noticias nos asustaron de alguna manera, pero no demasiado. Vimos que los
turcos estaban prevaleciendo en la guerra y que, gracias a Dios, parecían no tener nada en
contra de los judíos. Por el contrario, salvaban a los judíos y los defendían de los griegos.

170

Hoy, jueves de la semana en que leemos la porción de Nitzavim (Deuteronomio,


capítulos 29-30), aún seguimos anclados. Rosh HaShaná es el próximo lunes (16 de
septiembre de 1822). Quiera Dios apiadarse de nosotros y llevarnos a un lugar en donde
podamos pasar Rosh HaShaná en tranquilidad. Nos consoló el hecho de que teníamos un
shofar con nosotros, en la nave, en caso de necesitarlo y más que un quórum de hombres.
¡Dios hará lo que Le parezca bueno!

171

Finalmente, algunos de nuestros hombres dejaron la nave y bajaron a la ciudad. Nos


dijeron que el nombre de la ciudad era en verdad Sakis pero que algunos la llaman Siya.
Allí compramos algunas uvas y otros alimentos. El viernes nos trajeron treinta hogazas de
pan y dos cajas de uvas. Esto había sido donado por los pocos judíos que vivían en Sakis; la
mayor parte de la población judía había huido ante la guerra que se avecinaba.

172

Anclados cerca de Sakis, el capitán nos dijo que allí nos quedaríamos hasta el lunes,
el día de Rosh HaShaná. Nos informó que quería traer a bordo unos cuarenta turcos,
incluido un pashá. Por lo tanto, reorganizó el espacio que nos habían dado en el depósito y
trajo mamparas a nuestro área. Nuestros lugares, que hasta ahora habían sido bastante
confortables, quedaron muy estrechos. Esto llevó a un montón de discusiones entre la gente
a bordo de la nave, la mayor parte de la cual tuvo ahora que mudarse. También nos
preocupaba el hecho de cómo nos las arreglaríamos para Rosh HaShaná. ¿Cómo podríamos
orar y tocar el shofar entre los turcos, que eran tan particulares? También nos preocupaban
las otras dificultades que sufriríamos si ellos, Dios no lo permita, subían a bordo.

Dios tuvo misericordia de nosotros, confundió los planes del capitán y de los turcos y
ninguno de ellos abordó la nave finalmente.

173

En erev Shabat, dos hombres dejaron el barco para pasar el Shabat en la ciudad,
suponiendo que éste no se movería hasta después del Shabat. También nosotros sopesamos
la idea de dejar la nave durante un tiempo, el domingo, erev Rosh HaShaná, para visitar la
tumba del rabí Iaacov (ben rabí Asher), el autor del Tur Shuljan Aruj.130

¡Muchos son los planes formulados por los hombres que no se llevan a cabo! El
viernes a la noche, los vientos volvieron a soplar. Los marineros se enfadaron con los dos
hombres que habían dejado la nave, quienes no tuvieron más opción que abordar el barco
en Shabat. El domingo, erev Rosh HaShaná, nuestra nave dejó el puerto de Sakis.

Los dos hombres que habían bajado a la ciudad nos contaron de sus experiencias.
Nuestros hermanos judíos de allí, siguiendo la gran tradición de nuestros padres,
abastecedores de actos buenos por generación tras generación, los recibieron con gran
honor. Les contaron a sus huéspedes sobre el milagro que les había sucedido durante el
último Pesaj, en medio de la guerra griega.

De acuerdo a lo que contaron, los griegos habían rodeado la ciudad y los judíos
quedaron atrapados dentro de la fortaleza, junto con la población turca. Los griegos les
dijeron a los turcos que si les entregaban a los judíos, les prometían liberar un número de
prisioneros de guerra árabes, como intercambio. Gracias a la maravillosa misericordia de
Dios por Su pueblo, el pashá decidió no entregarles a los griegos ni la uña de un judío.

Los judíos estuvieron en peligro durante todo el mes de Nisán, hasta después de
Pesaj, esperando desesperadamente refuerzos del ejército árabe provenientes de Estambul.
La ayuda tardaba en llegar. En la séptima noche de Pesaj, se produjo un milagro - una gran
cantidad de refuerzos llegó de Estambul. En una noche pudieron cubrir la distancia que
normalmente requiere varios días de viaje. Así los judíos de la comunidad se vieron
salvados.

Esos judíos les contaron a nuestros compañeros que estaban planeando escribir todo
el relato del milagro que Dios había hecho para ellos.

174

Como mencioné más arriba, partimos de Sakis en erev Rosh HaShaná. En lugar de
una mikve, esa mañana nos sumergimos en el mar, descendiendo al agua atados con sogas.
De modo que así llegó el tremendo y santo día de Rosh HaShaná. Gracias a Dios teníamos
hombres para liderar las plegarias y tocar el shofar.

Yo había traído conmigo un shofar de Safed. Se lo estaba llevando a su dueño, un


residente de Safed que había partido para Europa una semana antes que yo y había olvidado
llevarlo. Cuando pedí llevar el shofar y volverme un agente para el cumplimiento de la
mitzvá sentí inmediatamente que ese incidente era providencial.

130
El rabí Iaacov ber Asher (1268-1340) fue un importante codificador que compiló el Tur Shuljan Aruj, el precursor del
Shuljan Aruj que tenemos hoy en día (ver más arriba, nota 36, con respecto al Beit Iosef). También escribió un comentario
sobre la Torá conocido como el Baal HaTurim. Fue el hijo del rabí Asher ben Ijiel, el líder reconocido de la judería
europea y española del siglo XII. El rabí Asher huyó con su familia de Alemania hacia España y más tarde el rabí Iaacov
se volvió un líder de Torá en Toledo. Intentó viajar a la Tierra Santa y asentarse allí, pero falleció en la ruta, en Sakis.
Había diecinueve hombres judíos y dos mujeres judías a bordo de nuestra nave.

175

Una furiosa tormenta se desató la primera noche de Rosh HaShaná. Sentimos mucho
temor debido a los fuertes vientos, que aullaron y rugieron durante toda la noche y el día
siguiente hasta la tarde. Yo volví a enfermarme debido a los mares tormentosos y estuve tan
mareado que casi no pude orar. También enfermó la mayor parte de los otros pasajeros.

Le agradecía a Dios haberme dado la fuerza para orar un poco y oír el sonido del
shofar, lo que me hizo llorar. Los hombres que guiaban la plegaria lo hacían sentados. Todo
eso fue con la ayuda de Dios. También pudimos llevar a cabo la mitzvá de tocar el shofar
de la manera apropiada.

El segundo día de Rosh HaShaná, después de haber completado las plegarias, después
de haber hecho sonar el shofar y de haber tomado la comida de la mañana, el barco se
detuvo. Esta vez estábamos cerca de la ciudad de Chernikles, aproximadamente a un día de
viaje por tierra. La mayor parte de los pasajeros estaba molesta por la detención de la nave
en ese momento, pero yo no me dejé arrastrar por el estado de ánimo de tristeza de los
demás. Por el contrario, me sentí alegre y bailé regocijado en el segundo día de Rosh
HaShaná.

176

Pero, ¡ay! cuando terminó Rosh HaShaná, nos embargó una gran tristeza pues el
capitán nos informó que era posible que nos retrasáramos durante varios días, quizás hasta
cuarenta días. Nos explicó que estábamos cerca del canal que conecta los dos mares (el Mar
Negro con el Mediterráneo). Es imposible cruzar ese canal sin vientos que soplen
exactamente en la dirección indicada, algo que era bastante poco común en esa época del
año. Hasta ahora habíamos estado viajando con vientos que nos daban de costado, pero aquí
esos vientos no servían. Necesitábamos vientos directos de popa.

¿Quién sabe cuánto habríamos tenido que esperar un viento directo? De acuerdo a los
cálculos de los marineros, era probable que no obtuviéramos ningún viento apropiado en
esa época del año. Había muchos otros barcos anclados allí, esperando con nosotros; y
varios más llegaban a cada momento. Al llegar se detenían y esperaban. Se nos dijo que
algunos de ellos estaban allí desde hacía semanas. Otros nos dijeron que en otra parte, cerca
de allí, había otros doscientos barcos esperando los vientos directos que les permitieran
cruzar el canal.

Nos sentíamos terriblemente consternados por esas noticias. Nuestra nave quedó allí,
durante una semana entera. En erev Shabat, los marineros trajeron algunas uvas. El capitán
fue también bueno con nosotros y nos vendió a crédito algo de pan seco. Esto lo vimos
como un favor desde Arriba y sentimos que Dios nos estaba dando algún alivio en medio de
nuestra dificultad (ver Likutey Moharán I, 195).
Levanté mis ojos al cielo y oré a Dios. “Señor del mundo”, dije, “ten misericordia de
nosotros y no nos retrases mucho más. Yo creo firmemente que los navegantes no saben
nada en absoluto de lo que están hablando y que todo lo que sucede en el mundo, sólo
sucede de acuerdo a Tu plan y determinación. Tú puedes cambiar el viento a voluntad en
cualquier momento” (en este punto falta algo del manuscrito original).

177

El barco navegó todo el día del Shabat. El sábado a la noche anclamos cerca de la
ciudad de Chernikles. El domingo de la semana en que leemos la porción de Haazinu, el
séptimo día de los Diez Días de Arrepentimiento, levamos anclas. Estando aún cerca de
Chernikles, fuimos abordados por los turcos. Les mostramos nuestros documentos y se
fueron de inmediato.

Hoy es domingo y el viento está soplando en nuestra dirección, gracias a Dios. Todos
pueden ver que sólo la determinación de Dios dirige lo que sucede en el mundo y a cada
momento. Nadie conoce el camino del viento, como está escrito, “así como no sabes cuál es
el camino del viento” (Eclesiastés 11:5), sólo el viento que es enviado por el Cielo dirige
las naves. Gracias a Dios, Quien nos ayudó hasta ahora.

178

El martes, erev Iom Kipur (24 de septiembre), llegamos a Constantinopla, conocida


también como Estambul.

179

Habiendo llegado al puerto de Estambul, permanecimos a bordo de la nave desde el


martes, erev Iom Kipur, después del mediodía, hasta el lunes, el primer día de Sukot,
después de la comida de la mañana. Así lo hicimos, pues queríamos comprar un pasaje para
Europa en el mismo barco que nos había traído a Estambul (aparentemente falta algo del
manuscrito original también aquí).

180

El primer día de Sukot (30 de septiembre), Dios llevó a cabo un milagro para
nosotros. El capitán decidió súbitamente echarnos de su nave, justo en el momento en que
estábamos terminando la comida de la mañana. Aún no había cumplido con la mitzvá de
agitar las Cuatro Especies y ciertamente tampoco la de habitar en la suká. Dios, en Su
bondad, hizo que el capitán nos echara súbitamente de su nave. Esto resultó ser algo bueno.
Tan pronto como bajamos a tierra y con nuestro equipaje aún al aire libre, fuimos con todos
los otros hombres a buscar alojamiento. En el camino pregunté dónde podría encontrar un
etrog.

Fui al lugar que me habían indicado y allí pude, gracias a la asombrosa bondad de
Dios, cumplir con la mitzvá de tomar el etrog y las otras Cuatro Especies. Ello fue en la
tarde del primer día de Sukot, cuando ya habíamos perdido la esperanza de llevar a cabo
esa mitzvá. Reb Shimón nos sirvió vino y torta y fuimos a la suká que estaba en su ático,
donde recitamos la bendición por habitar en la suká y shejeianu. Comimos y bebimos con
alegría y regocijo.

181

Volvimos a buscar alojamiento. Bailé un poco por el camino, agradeciendo a Dios


por tratarnos de manera tan maravillosa y bondadosa, dándonos el privilegio de decir la
bendición sobre el etrog y de sentarnos en la suká, después de haber perdido totalmente la
esperanza de hacerlo. Creía firmemente que habíamos merecido la oportunidad de cumplir
con esas mitzvot en virtud de nuestra sincera alegría en la primera noche de Sukot. Fue la
fuerza de esa alegría la que nos dio el mérito de llevar a cabo esas mitzvot. Todo mi ser, al
regocijarme y bailar esa noche, estaba centrado en el hecho de que ella fuera un vehículo
para merecer el cumplimiento de la mitzvá de la Cuatro Especies y eso es lo que ocurrió.

Hay mucho para decir sobre todo lo que ocurrió entre erev Iom Kipur y el primer día
de Sukot. Nos era imposible llevar a cabo esas dos santas mitzvot a bordo de la nave, por lo
que habíamos perdido la esperanza de realizarlas. Y casi perdimos, Dios no lo permita, esas
dos preciosas mitzvot. Hay mucho para contar y, si Dios está de acuerdo, en otro momento
lo relataré con detalles, con Su ayuda.

182

El jueves, que era el segundo de los días intermedios de Sukot, fui a la ciudad de
Harkiya, en Estambul, para solicitarle a Reb Leib Jaikes, el pago de un documento que me
debía. Dios actuó de manera milagrosa conmigo, permitiéndome recolectar el dinero. Debía
pasar la noche en algún lugar y no encontré alojamiento, de modo que pasé la noche en un
almacén que estaba cerrado. Dios estuvo conmigo y allí compuse ideas originales de Torá.

183

El viernes volví de Harkiya a mi alojamiento, en Galita. Ese erev Shabat, hacia la


tarde, compré pasajes para siete personas en un barco que saldría para Odessa. En Hoshana
Raba el resto del grupo adquirió pasajes en ese mismo barco.

En Simjat Torá nos regocijamos grandemente y bailamos mucho con la gente


adinerada de la comunidad.

184

El viernes anterior al Shabat en el cual leemos la porción de Bereshit (Génesis,


capítulos 1-6), abordamos la nave para Odessa. El miércoles, el segundo día del Rosh
Jodesh Jeshván 5583 (16 de octubre) dejé la nave y bajé a Estambul, propiamente dicha,
donde viven los turcos, para buscar a mi amigo Reb Iehudá Eliezer y avisarle que el barco
estaba por zarpar. En el camino me perdí y me asusté, pues la nave salía en poco tiempo.
La Providencia me ayudó. Un marinero huyó del barco y otros bajaron a la ciudad
para buscarlo. Ello retrasó la partida de la nave.

Finalmente, no partimos el miércoles. Dejamos Estambul el jueves de la semana en


que leemos la porción de Noaj (Génesis, capítulos 6-11), el segundo día de Jeshvan.

185

El Shabat, hacia el atardecer, avistamos Odessa desde lejos. Nos había llevado tres
días llegar a Odessa y recién pudimos atracar el jueves, hacia el anochecer.

El martes de la semana siguiente, (22 de octubre) llegamos a Odessa, regocijándonos


en la salvación de Dios. Esa noche dijimos la bendición de la Luna Nueva con gran alegría.

186

En Odessa tuvimos que esperar una semana, anclados en el mar, antes de poder
adentrarnos en el puerto. Eso fue el martes (29 de octubre) de la semana en que leemos la
porción de Vaierá (Génesis, capítulos 18-22). En la víspera del Shabat una terrible tormenta
arrastró nuestro barco, dándonos un terrible susto y haciéndome enfermar. Por la gracia de
Dios, sobrevivimos.

187

El martes, dejamos la nave y entramos al puerto. Pasamos el Shabat en el kolinter


(cuarentena). La noche del viernes la pasamos con alegría, pero ocurrió algo por parte del
Satán. Estalló una disputa con un cierto Reb Itzjak. Reb G. apoyó a Reb Iehudá Eliezer a
voz en cuello y le dio varias bendiciones. Que ellas se cumplan rápidamente.

Nos quedamos en Odessa durante dos semanas.

188

El martes de la semana en la cual leemos la porción de Toldot (Génesis, capítulos 25-


28) tuvimos una gran celebración con Reb Shaúl y el rabí que estaba allí. Reb G. también
se encontraba en ese lugar, al igual que algunos otros de nuestro barco.

189

Dejé Odessa el viernes siguiente y pasé el Shabat en Pitotsky.

190

El jueves (28 de noviembre de 1822) de la semana en la cual leemos la porción de


Vaishlaj (Génesis, capítulos 32-36), llegué sano, salvo y muy contento a mi casa. Todos
nos recibieron con gran alegría.
Bendito sea Dios, Quien me ha ayudado hasta aquí en Su misericordia y Cuya bondad
no me ha abandonado. ¡Bendito sea Él, Quien me otorgó el privilegio de llegar a Eretz
Israel y de volver a mi casa en paz! Que también nos otorgue el privilegio de retornar a Él,
de ahora en adelante, en un verdadero arrepentimiento. Todos los pensamientos e
intenciones ocultos en el corazón están revelados para Dios. Es por ello que me tomé el
trabajo de ir a Eretz Israel - Él hizo conmigo lo que es bueno a Sus ojos. Siempre pondré mi
esperanza en Dios. Quizás Él tenga piedad. Quizás Él tenga misericordia. Amén.

***
BIOGRAFÍA DEL RABÍ NATÁN

El rabí Natán Sternhartz nació en Nemirov el 15 de Shvat del año 5540 (22 de Enero
de 1780). A los trece años se casó con Ester Shaindel, hija del prominente Rabí Dovid Zvi
Orbach, renombrado erudito halájico de Polonia y Ucrania. El rabí Natán tenía veintidós
años cuando el Rebe Najmán se trasladó a Breslov y pronto llegó a ser su discípulo más
conspicuo. Fue también escribiente del Rebe, registrando por escrito todas sus
conversaciones y enseñanzas. El mismo Rebe Najmán dijo: “De no ser por el rabí Natán ni
una página de mis escritos hubiera quedado” (ver Tzadik #367).
Luego del fallecimiento del Rebe Najmán, el rabí Natán se mudó a Breslov (1811).
Publicó todos los escritos del Rebe Najmán y escribió sus propios y originales discursos y
enseñanzas, algunos de los cuales fueron publicados durante su vida. Viajó también por
toda la Ucrania, visitando a los seguidores del Rebe Najmán y difundiendo sus enseñanzas.
En el año 1822 realizó una peregrinación a la Tierra Santa, un viaje que rivalizó en muchos
aspectos con el del Rebe Najmán tanto en aventura como en suspenso. Durante esos años
los negocios de Reb Neftalí Hertz anduvieron muy mal reduciendo al rabí Natán a un
estado de pobreza. Comentó el rabí Natán, respecto a esa época, que cuando comenzó a
comer con vajilla de madera no le sentía ningún gusto a la comida. Alrededor del año 1830
y debido al constante aumento de aquellos que llegaban a Umán para pasar allí Rosh
HaShaná, el rabí Natán inició la construcción de una gran sinagoga de Breslov (hasta ese
momento habían estado alquilando un lugar en la ciudad para la reunión del kibutz).
A finales del año 1834, Rabí Moshe Zvi de Savran, conocido como el Rebe de Savran,
desató una dura y fanática oposición al rabí Natán y a los Jasidim de Breslov. Esta
oposición llegó incluso a acusar al rabí Natán ante las autoridades, llevándolo a la cárcel.
Al ser liberado, el rabí Natán huyó de ciudad en ciudad por toda la Ucrania, retornando a
Breslov en la primavera de 1835. Poco tiempo después fue expulsado de Breslov y se lo
obligó bajo apercibimiento judicial a permanecer en su ciudad natal. Aunque obtuvo un
permiso para viajar a Umán para Rosh HaShaná y para otras ocasiones especiales, de hecho
estaba virtualmente prisionero en Nemirov. Su confinamiento también lo dejó a merced de
sus enemigos quienes no perdían oportunidad para atormentarlo. Con la súbita muerte del
Savraner ocurrida en el año 1838, la oposición al rabí Natán se diluyó y pudo entonces
retornar a Breslov a finales de ese año.
El rabí Natán tuvo cinco hijos y una hija, todos los cuales llegaron a sobrevivirlo. Reb
Sajne (n.1802) y Reb Itzjak (n.1808) nacieron en vida del Rebe Najmán. La única hija del
rabí Natán, Jana Tzirel (n.1820) y su tercer hijo Reb David Zvi (n.1822) fueron también
fruto de su primera mujer, Ester Shaindel (m. 1826). Al enviudar, el rabí Natán se casó con
Dishel, quien le dio dos hijos, Reb Najmán (n.1827) y Reb Iosef Iona (n.1829).
Pese a su gran sufrimiento en el plano personal, tanto por su pobreza como por la
oposición que debió enfrentar, el rabí Natán fue el único responsable de la formación del
movimiento de Breslov dándole la vibrante forma que hoy tiene, y ello pese al hecho de
que no existe un rebe “vivo”. A la mañana del día en que moría, el 10 de Tevet de 5605 (20
de Diciembre de 1844), el rabí Natán pidió que le leyeran las dos primeras historias de los
Cuentos del Rebe Najmán. La segunda historia termina con las siguientes palabras:
“¡...volvamos a casa!”. Al escuchar estas palabras el rabí Natán asintió con su cabeza como
diciendo: “Si, es el momento de que vuelva a casa”. Falleció más tarde, ese día, en su hogar
de Breslov, un momento antes del comienzo del Shabat. Reb Naftalí, amigo de la infancia
del rabí Natán, vivía en ese momento en Umán. A la mañana siguiente comentó que estaba
seguro de que “El rabí Natán había fallecido la noche anterior”. Cuando se le preguntó
cómo lo supo respondió: “Tuve un sueño en el que vi al rabí Natán. Estaba corriendo. Le
pregunté: ‘¿Reb Natán, adónde corres?’, ‘¿Yo?’ me contestó. ‘¡Derecho al Rebe!’”
(Tradición oral).
OBRAS DEL RABÍ NATÁN

Hemos dividido las obras del Rabí Natán en dos secciones: aquellas referidas al Rebe
Najmán y sus obras y aquellas que contienen sus propios pensamientos originales.

OBRAS SOBRE EL REBE NAJMÁN

Shevajey veSijot HaRan - (Alabanza del Tzadik y Sabiduría y Enseñanzas del Rabí
Najmán de Breslov). El Shevajey HaRan es un relato de los logros espirituales del Rebe
Najmán. Incluye el peregrinaje del Rebe a Tierra Santa durante los años 1798-99. Sijot
HaRan es una recopilación de conversaciones y enseñanzas que abarcan desde los simples
consejos diarios hasta los más esotéricos misterios kabalísticos. En el año 1973 se publicó
una importante traducción al inglés incluyendo amplias referencias y algunas notas
explicativas. Este trabajo, realizado por Rabí Aryeh Kaplan y editado por Rabí Zvi Aryeh
Rosenfeld fue publicado con el título de “Rabbi Nachman’s wisdom”. Existe una
traducción de Sijot HaRan al español (Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de
Breslov).

Jaiei Moharán - (Tzadik). Este libro se divide en tres secciones. La primera, Jaiei
Moharán, incluye el relato de cómo fueron reveladas las lecciones del Rebe Najmán
conjuntamente con los eventos asociados con ellas; las fechas de muchas de ellas y otro
material relevante; relatos de los sueños y visiones del Rebe Najmán conjuntamente con
otras experiencias místicas; un detalle de su vida incluyendo los acontecimientos e
incidentes más importantes de esa época. La segunda parte describe los logros espirituales
del Rebe Najmán y la tercera contiene conversaciones y enseñanzas adicionales referidas a
una variedad de temas, similar a la colección de conversaciones de Sabiduría y Enseñanzas
del Rabí Najmán de Breslov. Este libro fue preparado por el Rabí Natán con la finalidad de
mostrar la vitalidad única del Rebe Najmán, “un hombre que estaba verdaderamente vivo”
según las palabras del Rabí Natán y con la intención de preservar la mayor cantidad posible
de conversaciones. Fue escrito en el año 1824 pero debido a la controversia y antagonismos
que en esa época sufriera el Rabí Natán sólo circuló de manera privada entre sus
seguidores. Fue publicado más tarde, en el año 1874, por el Rav de Tcherin. Existe una
importante traducción al inglés (Tzaddik), realizada por Avraham Greenbaum en el año
1987, que incluye notas explicativas y referencias. También está traducido al español con
el título de Tzadik.

Likutey Etzot - (Consejo) y Kitzur Likutey Moharán. En 1805 el Rebe Najmán le pidió
al Rabí Natán que reuniera los aspectos prácticos y los consejos contenidos en el Likutey
Moharán y los presentase de una forma concisa. El resultado fue el Kitzur Likutey
Moharán. Al mostrarle al Rebe Najmán el fruto de su labor, el Rebe dijo de ello que era “a
shein tzetel (lindo trabajo)”. Más tarde, en el año 1826, el Rabí Natán comenzó a recopilar
el resto de los consejos hallados en las enseñanzas del Rebe Najmán. Estos fueron
agrupados de acuerdo al tema que trataran y el conjunto se conoció como Likutey Etzot
(Antología de Consejos). Ambas obras han sido presentadas conjuntamente, pero de hecho
son dos textos independientes.
El Likutey Etzot es un texto único pues posee la cualidad de llegar directamente al
corazón del tema tratado en las lecciones del Rebe Najmán. Por muy complejo que parezca
el Likutey Moharán, es posible hallar en esta obra la esencia de cada discurso, expuesta de
una manera simple, permitiéndole al lector utilizar y aplicar directamente el consejo en su
vida.
Likutey Etzot fue traducido al español con el título de Consejo.
Kitzur Likutey Moharán está traducido también al español como Síntesis del Likutey
Moharán.

*
OBRAS DEL RABÍ NATÁN

Likutey Halajot. Esta “Colección de Leyes” es el magnum opus del Rabí Natán. Es un
monumental trabajo en ocho volúmenes basado en el pensamiento de Breslov y siguiendo
el orden temático del Shuljan Aruj. Con el Likutey Moharán como base, el Rabí Natán
estudia los aspectos internos de la halajá desde un punto de vista ético. Subraya muchos de
los conceptos más importantes de las enseñanzas del Rebe Najmán y de manera única y
original demuestra su aplicación práctica y su conexión con todos los aspectos de la vida
Judía.
Es conocido el hecho de abrir un volumen del Likutey Halajot de manera azarosa y
encontrar que el Rabí Natán nos habla directamente a nosotros respecto al tema que más
nos importa en ese momento. No existe nada igual en toda nuestra literatura sagrada. Sus
discursos son fáciles de seguir requiriendo sólo un conocimiento fluido del idioma hebreo.
Aunque debido a su forma y estructura es muy difícil traducirlos directamente a otros
idiomas, partes del Likutey Halajot han aparecido traducidas al español en Tefilin, El
Jardín de las Almas, Cuatro Lecciones del Rabí Najmán de Breslov (Azamra, Aié, Tsoar y
Maim) y El Castillo de Agua.

Likutey Tefilot - (Antología de Plegarias). En respuesta al consejo del Rebe Najmán


respecto a “transformar la Torá en plegaria”, el Rabí Natán compuso los dos volúmenes del
Likutey Tefilot, “Colección de Plegarias”. Estas oraciones toman como base el Likutey
Moharán y con las palabras de la plegaria expresan de manera sistemática las ideas y
conceptos de cada lección (explicando así cada una de ellas). Esas mismas plegarias con su
sinceridad y simpleza permiten al mismo tiempo, que el lector pueda también, mediante
ellas, derramar su corazón ante Dios. El primer volumen contiene 152 plegarias y el
segundo, 58 plegarias.
En muchas de las ediciones recientes se han agregado las plegarias adicionales del
Tefilot veTajanunim, “Plegarias y Súplicas” compuestas por el Rav de Tcherin sobre
algunos de los puntos no tratados por el Rabí Natán y sobre otras lecciones y
conversaciones.
El Likutey Tefilot es el libro básico para cualquiera que desee experimentar lo que
significa una auténtica plegaria. Aunque nadie esperaría duplicar o siquiera acercarse a la
elocuencia del hebreo poético utilizado por el Rabí Natán, existe al presente un proyecto de
traducción al inglés. Este trabajo, comenzado por Abraham Greenbaum tiene el título de
The Fiftieth Gate y lleva publicado hasta el momento los 4 primeros volúmenes que
incluyen las plegarias 1 a 110. En español existe una traducción de las plegarias 1 a 20 con
el título El Portal de la Plegaria y una selección de las plegarias titulada La Llama del
Corazón.

Alim LiTrufá - “Hojas de Curación” o “Las Cartas del Rabí Natán”. Esas cartas, en su
mayoría, fueron escritas a su hijo, Reb Itzjak, quien vivía en la vecina ciudad de Tulchin,
pero también contiene algunas dirigidas a sus contemporáneos y seguidores. Pese al hecho
de haber sido escritas a determinados individuos en particular, el entusiasmo y el
fortalecimiento espiritual que de ellas emana puede aplicarse a todos y cada uno. El Rabí
Natán suele hacer referencia en ellas a las ideas que le enseñara el Rebe Najmán, de
manera que es posible estudiar esta obra como una síntesis de muchas de las enseñanzas
del Rebe. Grande es también su importancia biográfica e histórica, abarcando el período
que media entre los años 1822 y 1844, momento del fallecimiento del Rabí Natán.
Existe una traducción al inglés de Alim LiTrufá titulada Eternally Yours y una
selección y traducción al español de dichas cartas titulada Hojas que curan el Alma.

Shemot HaTzadikim. Este trabajo incluye la lista de los nombres de la mayoría de los
Tzadikim del Tanaj, Talmud, Midrash y Zohar, incluyendo a los Gaonim, Rishonim y
Ajaronim hasta los tiempos del Rabí Natán. Fue compilada por el Rabí Natán en el año
1821 poco antes de su salida para Tierra Santa. Y de hecho, el Rabí Natán sintió que fue el
mérito de este trabajo lo que le permitió llegar a Eretz Israel.
Su versión hebrea se halla impresa en el libro Rabbi Nachman's Tikun, luego de los
Diez Salmos y conjuntamente con una explicación de la grandeza y la importancia de
recitar los nombres de los Tzadikim.
Glosario

Amidá. La “plegaria de pie”, la plegaria central de la liturgia judía, recitada tres veces por
día
Asader LiSudoso. “Me prepararé para la fiesta”, palabras de apertura de la canción
compuesta por el rabí Itzjak Luria (el Ari) para la comida de la mañana del Shabat
Azamer Bishvojin. “Cantaré con alabanza”, palabras de apertura de la canción compuesta
por el rabí Itzjak Luria (el Ari) para la comida de la noche del Shabat
Azamra. “Cantaré”, (Salmos 146:2), título dado a la lección del Rebe Najmán en el Likutey
Moharán I, 282
beit din. Corte rabínica
beit midrash. sala de estudios
Birkat HaMazón. gracias después de las comidas
brit. circuncisión (lit. pacto)
brit milá. circuncisión
jajam. sabio, rabí (usado en las comunidades sefardíes)
jatán. novio
jatzot. medianoche, el lamento de medianoche
jazán, pl. jazanim. cantor
Eliahu HaNaví. el profeta Elías
Emet. verdad
Eretz Israel. Tierra de Israel
Erev Shabat. víspera del Shabat
Erev Iom Tov. víspera de la festividad
Etrog. cítrico utilizado en Sukot
Gaón. sabio ilustre, genio (lit. luz brillante)
Halajá. ley judía
Haskalá. “iluminismo”
Havdalá. ceremonia marcando la conclusión del Shabat (lit. diferenciación)
Hitbodedut. plegaria recluida y meditación
Iom Tov, pl. Iomim Tovim. festividad
Iore Dea. segunda sección del Shuljan Aruj que cubre las leyes de kashrut, pureza familiar,
intereses y otros tópicos
Kadish. lit. santificación, plegaria de alabanza dicha por una persona de duelo
Ketuvá. contrato matrimonial garantizando el pago a la esposa de una suma de dinero en el
caso de divorcio o de viudez
Kibutz. reunión
Kidush. santificación recitada sobre el vino en la noche y a la mañana del Shabat y del Iom
Tov
Kidush Levaná. santificación de la Luna Nueva
kloiz. sinagoga
Cohen. sacerdote
Kol Nidrei. “Todas las promesas”, anulación de las promesas recitada al comienzo de las
plegarias en la víspera de Iom Kipur, el Día de Expiación
lamdan, pl. lamdanim. erudito
Leví. levita
Lulav. hoja de palmera tomada en Sukot
Maariv. plegaria de la noche
Maguid. predicador
maskil, pl. maskilim. “iluminado”
Meguilá. rollo, usualmente se refiere al Libro de Esther leído en Purim
melave malka. la comida festiva tomada después de la conclusión del Shabat, lit.
“acompañando a la Reina”
mikve. pileta para inmersión ritual
Minjá. plegaria de la tarde
Minian. quórum de plegaria de diez varones
Mitnagued, pl. mitnagdim. oponente
Mohel. El que realiza la circuncisión
motzi Shabat. partida del Shabat, sábado por la noche
musaf. plegaria adicional recitada en el Shabat, la Luna Nueva y en las Festividades
Neilá. plegaria de conclusión de Iom Kipur, el “Día de Expiación”
Oraj Jaim. primera sección del Shuljan Aruj que trata de las leyes de las plegarias, las
bendiciones, del Shabat y las Festividades, etc.
Perushim. lit. aquellos que se han separado del mundo para vivir una vida de santidad,
refiriéndose a las comunidades de los que no eran jasidim, es decir, los mitnagdim
Parnasá. sustento
Parashá, pl. parashiot. porción de la Torá leída en el Shabat
prustock. persona simple
rav. rabino
Rosh HaShaná. Año Nuevo
rúaj hakodesh. espíritu sagrado, alto nivel de visión y de comprensión espiritual
sandek. aquel que tiene al niño durante la circuncisión
seder. programa de estudio
Sefer. libro
Sefer Torá. rollo de la Torá
Sefirat HaOmer. cuenta del Omer, cuenta de los días desde Pesaj hasta Shavuot (Entrega
de la Ley)
Sefarim. libros
Slijot. plegarias penitenciales recitadas diariamente antes de Rosh HaShaná y hasta Iom
Kipur y en varios días de ayuno público durante el año
Shabat Bereshit. primer Shabat después de Sukot, cuando se lee la primera porción del
libro de Génesis
Shabat Jazón. Shabat anterior al ayuno del 9 de Av, cuando se lee la visión (jazón) de
Isaías (Capítulo 1)
Shabat HaGadol. el Shabat anterior a Pesaj
Shabat Najamú. Shabat posterior al ayuno del 9 de Av, cuando se lee el Capítulo 40 de
Isaías, Najamú
Shabat Shekalim. un Shabat pocas semanas antes de Purim cuando se lee una porción
adicional de la Torá relacionada con la entrega del regalo de caridad anual al Templo
(Éxodo 30:11-16)
Shabat Shirá. Shabat durante la primavera cuando la lectura de la Torá (Éxodo 13:17-
17:16) incluye la Canción (Shirá) cantada después del cruce del Mar Rojo
Shabat Shuvá. Shabat de Arrepentimiento, entre Rosh HaShaná y Iom Kipur
Shajarit. las plegarias de la mañana
shalom zajar. celebración del viernes por la noche después del nacimiento de un niño varón
shalosh seudot. la tercera comida del Shabat, tomada en la tarde del Shabat
shames. encargado de la sinagoga
Shavuot. Festividad de las Semanas celebrando la Entrega de la Torá
Shejiná. la Presencia Inmanente de Dios
Shemá. “Oye, Israel” (Deuteronomio 6:4-9 y 11:13-21 y Números 15:37-41) recitada en las
plegarias de la mañana y de la noche
sheva berajot. siete bendiciones de la novia y el novio recitadas en la ceremonia del
matrimonio y en las comidas festivas durante la semana siguiente
shiduj pl. shidujim. arreglo matrimonial
shiur pl. shiurim. sesiones de estudio
shiva. período de duelo de siete días para los parientes cercanos
shofar. cuerno de carnero hecho sonar en Rosh HaShaná
shtreimel. sombrero de piel utilizado en Shabat y en las festividades, etc.
shul. sinagoga
Shuljan Aruj. Código estándar de la Ley Judía por el rabí Iosef Karo y con glosas por el
rabí Moshé Isserles
Simja. alegría, felicidad
Suká. cabaña utilizada para la festividad de Sukot
Taanit Esther. Ayuno de Esther usualmente en el día anterior a Purim
talet pl. taletim. manto de plegaria
talmid jajam. erudito (lit. alumno de un sabio)
tanaim. términos de acuerdo para el matrimonio de una pareja
TaNaJ. acrónimo de Torá, Neviim (Profetas) y Ketuvim (Escritos)
Tashlij. ceremonia realizada al lado de un arroyo, un lago, etc. en la tarde de Rosh HaShaná
simbolizando el perdón de los pecados
Tefilín. filacterias
Teshuvá. arrepentimiento
tikún, pl. tikunim. arreglo, remedio, rectificación
Tikún HaKlalí. El Remedio General, los Diez Salmos prescriptos por el Rebe Najmán para
esto
Tikún Leil Shavuot. sesión de estudio durante toda la noche de Shavuot en la cual se leen
secciones de todos los libros de la Biblia, de todos los tratados de la Mishná y
extractos de otras obras
Tzion. tumba
Tzadik, pl. Tzadikim. persona recta
zemirot. canciones entonadas en la comida del Shabat

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