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ADMINISTRATIVOS DISCIPLINARIOS
Asesor
EDWIN OSORIO RODRÍGUEZ
Dedicatoria
Dedico este trabajo inicialmente a mi madre y abuela, quienes como muchas madres solteras
de este país, con sus ejemplos me enseñaron que la perseverancia es el instrumento para hacer
realidad mis sueños. A mi esposa e hijo, los cuales con su energía y palabras mantuvieron mi
entusiasmo en los momentos más difíciles y como siempre, no menos importante, al Gran
Arquitecto del Universo el cual con su energía me acompañó en el camino, me ha guiado y servido
como faro para tomar todas mis decisiones sin tener que acudir a caminos fáciles o atajos y menos
aún tener que dañar a alguien.
iii
Agradecimientos
Resumen
Abstract
The disciplinary law, in its administrative expression, is subject to a trial of legality by the
jurisdiction through the means of control called "nullity with reinstatement of the right". However,
there is a doctrinal tendency to understand this control as a limited exercise since it is not possible
to transfer what has been discussed in the administrative area to the judicial point, implying that
this position breaks with attempts to build autonomy in this area of law. It is pertinent then to
analyze what has been the position of the High Court in Administrative Litigation to assume this
study of legality and for this the present work goes from understanding how this process develops
within the administration, the evolution that has had its institutions which have been shaped with
the help not only of the doctrine but also of the jurisprudence and in this way culminate with the
study of the scope of said judicial control based on determining judgments proffered by the Council
of State in this regard. In the end it can be said that the judges, rather than closing the path to
autonomy, tend to exert control over the exercise of power based on a constitutional interpretation
of their judicial function.
Tabla de Contenido
Pág.
CAPÍTULO 1. NATURALEZA JURÍDICA Y FUNDAMENTOS DEL DERECHO
DISCIPLINARIO ................................................................................................. 1
3.5 El dilema del tipo de control a aplicarse a los actos administrativos disciplinarios ...... 63
4.4 Esquema de las sentencias según el criterio adoptado por el Tribunal .......................... 98
Introducción
La dinámica que han tenido las diferentes ramas del derecho dentro del sistema jurídico
colombiano a partir de la promulgación de la Constitución Política de 1991 es la de direccionarlo
hacia modelos que propugnen por mayores garantías para los sujetos procesales que se encuentren
inmersos dentro de dichas relaciones, especialmente, cuando las mismas están imbuidas por
situaciones de ejercicios de poder como ocurre con el derecho disciplinario administrativo, materia
sobre la que se ocupa la presente obra.
Bajo el entendido que las decisiones que se toman al interior de los procesos disciplinarios
constituyen actos administrativos por tratarse de un procedimiento administrativo sancionatorio,
además de ello, teniendo como horizonte que los mismos cuentan con una presunción de legalidad,
todo bajo el debido proceso constitucional que rige también para este tipo de actuaciones, se debe
apuntar en este ejercicio académico a establecer cuál es la función y los criterios para el control
jurisdiccional ejercido por los jueces administrativos.
Además de lo anterior, se debe tener también presente que los órganos administrativos
representados por las unidades disciplinarias están “impartiendo justicia disciplinaria”, en sentido
material, al imponer sanciones que van desde la amonestación por escrito, la multa e incluso la
destitución e inhabilidad para ejercer funciones públicas, mínimo por diez años.
Por lo tanto, el cuestionamiento sobre el cual girará esta monografía será el siguiente:
¿Cuáles son los criterios del control jurisdiccional a los actos administrativos
generados al interior del procedimiento disciplinario?
x
Objetivos
Objetivos General
Objetivos Específicos
Explicar los criterios utilizados en las decisiones por los jueces dentro del medio de
control de nulidad con restablecimiento del derecho para los actos administrativos disciplinarios.
Justificación
Por lo planteado anteriormente es que surge está investigación que buscó ahondar un poco
más en el debate para entender los diferentes puntos de vista los cuales se mueven en orillas
adversas que, desde un lado, temen por una pérdida de autonomía pero desde el otro considera que
su función es ejercer un control efectivo sobre autoridades que son netamente administrativas.
Esos planteamientos suscitaron fuertes motivaciones para haber construido este ejercicio
académico, más aún, cuando en mi día a día me muevo en un espacio laboral dentro de una unidad
disciplinaria que funge como operadora desde la administración pública y que, en sana crítica, a
partir de varios casos estudiados se encuentra que más allá de realizar un ejercicio de impartir
justicia disciplinaria me he enfrentado con situaciones en los que este instrumento de auto control
y auto tutela que le brindó la ley a las entidades para ejercerlo sobre sus funcionarios, quiénes al
fin de cuentas le dan cara a los cometidos estatales, termina constituyéndose en un ejercicio de
poder y hasta de persecución no quedando otra alternativa que acudir a un juez para resarcir un
daño ocasionado por una decisión disciplinaria.
Fue así como surgió esta idea que justifica ser abordada en las siguientes líneas para a
futuro servir como referente de otros trabajos que planteo realizar dentro del ejercicio del derecho
disciplinario.
xii
Marco Teórico
El ejercicio del derecho disciplinario se mueve desde dos áreas, la primera de ellas es la
judicial aplicada por el Consejo Superior de la Judicatura sobre los jueces y profesionales del
derecho que no se encuentra sujeta a controles posteriores por tratarse de decisiones
jurisdiccionales y la segunda, en cabeza de la Procuraduría General de la Nación y las unidades
internas disciplinarias de la administración pública, materializada en decisiones que constituyen
actos administrativos sujetos al control judicial. Es respecto a esta última manifestación del
derecho disciplinario dónde se desarrolla el presente trabajo académico.
Existen en la doctrina varios expositores que sirven de referente para el desarrollo del
presente trabajo, sin duda alguna los profesores Carlos Arturo Gómez Pavajeau. (Gómez, 2012)
Fernando Brito Ruiz. (Brito, 2015) y Jaime Mejía Ossman. (Mejía, 2015) permiten hacer una
aproximación a la materia disciplinaria haciendo disquisiciones respecto a los fundamentos del
derecho disciplinario, su autonomía, el manejo procesal y de la prueba sumados a los conceptos
dogmáticos, sobretodo del primero de ellos, que le imprimen a sus escritos.
Además de las obras de los Profesores ya mencionados, resulta importante para este trabajo
los aportes hechos por el Doctor Roa Salguero quién ha desarrollado un estudio juicioso sobre los
pronunciamientos hechos por las altas cortes y como estos han sido sustento para la construcción
de una dogmática propia para el derecho disciplinario y no podía ser menos importante sus críticas
a la concepción de un control pleno e integral quién, junto con el Profesor Gómez Pavajeau, abogan
por una autonomía del derecho disciplinario y teniendo dicha premisa como piedra angular de su
pensamiento consideran improcedente un control pleno.
elementos propios y sujeto a controles por vía judicial según las causales de nulidad previstas por
la ley, para ello se acude a doctrinantes como Roberto Dromi, (Dromi, 1998) Jaime Orlando
Santofimio Gamboa (Santofimio, 1994), Luis Alonso Rico Puerta (Rico, 2013) y Libardo Orlando
Riascos Gómez (Riascos, 2008) entre otros.
Respecto al control judicial y sus alcances, este trabajo se apoya en las sentencias del
Consejo de Estado y para ello se seleccionaron una serie de sentencias para intentar trazar la línea
seguida en este tema. También, apoyados en la doctrina, especialmente de obras como la de la Dra.
Indira Latorre González (Latorre, 2015), quién en su obra para optar al Título de Maestría muestra
la influencia del modelo político del Estado adoptado por la Constitución de 1991 en los
pronunciamientos de los jueces y como estos terminan siendo modeladores y constructores del
derecho a partir de dicha influencia la cual también se ratifica trayendo a colación varias
sentencias, especialmente de la Corte Constitucional.
Marco Conceptual
Una vez entendidos estos conceptos se debe indicar que, al tratarse de órganos en ejercicio
de funciones administrativas, las decisiones tomadas dentro de estos procesos disciplinarios
constituyen per se actos administrativos complejos ya que son producto de una serie de decisiones
previas agotadas en etapas que imprimen la garantía de un debido proceso al cual se someten los
sujetos disciplinables los mismos que, por mandato legal, participan en la discusión probatoria y
pueden acudir, a semejanza de un proceso judicial, a la defensa y argumentación que servirá para
la construcción del acto definitivo que se denomina fallo disciplinario.
impartirse “justicia disciplinaria” en sentido material, pareciera trasladarse el debate dado en sede
administrativa a la sede judicial y por ello algunos doctrinantes consideran que se termina
constituyendo una nueva instancia bajo el criterio de la corrección de las decisiones como ocurren
dentro de la jurisdicción con la consecuencia de terminar restando autonomía a este derecho.
1
Si bien podría decirse que modelos disciplinarios han existido quizás desde los inicios de
la humanidad, ya que se precisa tener un orden entre los diferentes miembros de una comunidad
para poder tener una convivencia que permita tanto su protección como su desarrollo, debemos
señalar que la historia del derecho disciplinario para los servidores públicos se ha construido a la
par con la formación de los diferentes modelos de Estado.
Tenemos entonces que en la época de los reyes, como lo mencionamos un momento atrás,
lo disciplinario se confundía con lo penal y la figura del rey, es por ello que para contextualizar lo
dicho vale la pena traer a colación el siguiente capítulo de la historia enmarcado dentro de lo que
fue el llamado “Motín de Esquilache” en España durante el año 1766 (Pozo, 2005), dónde si bien
tal episodio se mezcla con una serie de situaciones adversas como el alza de algunos productos
2
alimenticios básicos para la dieta de las personas de la época así como una oscura intención de
retirar a la Compañía de Jesús de los procesos educativos, para el caso que nos concita, esto es
revisar algunos antecedentes históricos del derecho disciplinario, importa ver como a través de los
denominados “bandos” el Ministro Leopoldo de Gregorio, conocido en España como Esquilache,
quién era el Ministro preferido de Carlos III según cuenta la historia, buscaba establecer normas
de conducta y sanciones a los funcionarios al servicio de la Corona.
Señala la historia que para la época era de conocimiento general que la utilización de capas
largas y chambergos permitía el ocultamiento de identidad facilitando con ello la comisión de
delitos, pues bien, buscando evitar tal situación deciden establecer un protocolo de vestuario para
los funcionarios y a su vez fijar la sanción por su desacato en la siguiente proclama:
Siendo reparable al rey que los sujetos que se hallan empleados a su real servicio y
oficinas, usen de la capa larga y sombrero redondo, traje que sirve para el embozo y ocultar
las personas dentro de Madrid y en los paseos de fuera con desdoro de los mismos sujetos,
que después de exponerse a muchas contingencias, es impropio del lucimiento de la corte
y de las mismas personas que deben presentarse en todas partes con la distinción en que el
rey los tiene puestos; conviniendo cortar estos abusos que la experiencia hace ver que son
muy perjudiciales a la política y experiencia del buen gobierno, se ha dignado resolver que
se den órdenes generales a los jefes de la tropa, secretarios de despacho, contadurías
generales y particulares y a todas las demás oficinas que Su Majestad tiene dentro y fuera
de Madrid, paseos y en todas las concurrencias que tengan, vayan con el traje que les
corresponde, llevando capa corta o redigot, peluquín o pelo propio, sombrero de tres picos
en lugar de redondo, de modo que vayan siempre descubiertos, pues no debe permitirse
que usen trajes que les oculten cuando no puede presumirse que ninguno tenga probos
motivos para ello... Advirtiendo a todos que están dadas las órdenes convenientes para que
a cualquiera de los empleados que están al servicio del rey que se les encuentre con el traje
que se prohíbe se le asegure y mantenga arrestado a disposición de Su Majestad. (Pozo,
2005)
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Como vimos en este ejemplo, el derecho disciplinario se llegó a confundir con el penal
porque en un momento dado sus sanciones eran similares, de ello da cuenta la historia incluso más
remota, por ejemplo, el Profesor Carlos Arturo Gómez Pavajeau en su artículo “La solidaridad en
la antigüedad y la dogmática de la omisión” (Gómez, 2005) nos enseña como en el Código de
Hammurabi ya se reconocía, principalmente para los soldados, una sanción por desacatar las
órdenes del rey:
Por su parte, la visita consistía en una designación hecha por el Rey a un funcionario
público o particular con suficientes conocimientos en derecho para que realizará, a su nombre, una
inspección a un funcionario y/u organismo para determinar el cabal cumplimiento de las funciones,
estas visitas podían ser generales o especiales y por petición de ciudadanos o funcionarios e incluso
de oficio.
vigilar la función pública pero ahondando en la búsqueda de las garantías de las personas que eran
sujetas a la potestad punitiva del Estado el cual ya no estaba atado a la figura de los reyes. Este
proceso se da en el contexto mundial de la Revolución Francesa y la proclamación de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, veamos:
Si bien se mantuvo los juicios de residencia mencionados anteriormente hasta el año 1821
con la promulgación de la Constitución de la República de Colombia, esta figura tuvo algunas
reformas dependiendo de la Constitución provincial que lo consignara, fue el caso de la
Constitución de Antioquia que lo amplió a la inversión de los caudales público, la infracción a
leyes fundamentales y a la libertad y pureza de las elecciones como objeto principal de sus
ciudadanos. (Ardila et al, 2010).
Debe señalarse que con la Constitución de 1821 se le dio facultades a la Cámara para acusar
de forma exclusiva, ante el Senado, al Presidente de la República, el Vicepresidente y a los
miembros de las Altas Cortes de Justicia y podría decirse que tenía una competencia concurrente
con los jefes y los tribunales para la vigilancia de los demás empleados de Colombia.
Para la Constitución de los Estados Unidos de Colombia, mayo 8 de 1863, se crea la figura
del Ministerio Público la cual estaría conformada por la Cámara de Representantes y por un
funcionario denominado “Procurador General de la Nación” y los demás funcionarios que
determine la ley, teniendo como funciones principales “…cuidar de que todos los funcionarios
públicos al servicio de la Unión desempeñen cumplidamente sus deberes…”. (CP, 1863)
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Bajo esta norma constitucional el Senado continuaba adelantando los juicios por delitos en
ejercicio de sus funciones contra los altos funcionarios señalados en el artículo 51 previa acusación
hecha por la Cámara. A su vez, decidiría la suspensión cuando se tratara de delitos comunes por
esos mismos altos funcionarios, salvo los Magistrados de la Corte Suprema Federal, previa
acusación de la Cámara o del recién creado cargo de Procurador General.
Bajo el marco de lo que fue la Constitución de 1886 se tuvo un abundante desarrollo legal
en materia disciplinaria el cual podemos resumir de la siguiente manera:
Esta misma norma organizó los Ministerios y dio a cada uno de ellos la facultad de crear
sus propios reglamentos y asignó, en los secretarios generales, la función de garantizar su
cumplimiento además en los jefes de área se depositó la labor de la vigilancia y reporte de los
subalternos.
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Para el orden territorial también se establecieron algunas normas que tienen implicaciones
en lo disciplinario como por ejemplo a los gobernadores que llegaron incluso a tener la posibilidad
de suspender funcionarios que no hubiesen sido nombrados por este, atribución que también fue
asignada a los denominados “prefectos” (L.4/1913).
Sumado a lo anterior toma mayor presencia la figura del Ministerio Público que si bien
continúa con el ejercicio de la acción penal, ya empieza a desarrollar su función disciplinaria al
señalar:
Señala más adelante, en el artículo 222, que son funciones del Procurador General: “Cuidar
de que todos los funcionarios públicos al servicio de la nación desempeñen cumplidamente sus
deberes” función que se replica en los Personeros Municipales dentro de su jurisdicción.
(L.4/1913).
En este último punto vale la pena examinar, para lo que corresponde a este capítulo, como
el legislador de la época pareciera hacer una distinción entre falta y delito lo cual en un principio
pareciera estar en consonancia con lo que actualmente conocemos en materia disciplinaria y se
establece unos artículos más adelante, específicamente en el Capítulo VII, artículo 309 y
subsiguientes, las denominadas penas correccionales las cuales, en una lectura detallada, terminan
siendo actuaciones administrativas por parte de los empleados con jurisdicción. (L.4/1913).
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Veamos cómo se empieza a tratar de desmarcar el derecho disciplinario del derecho penal,
sin que hasta ese momento se le haya bautizado de esa manera, estableciendo un procedimiento
propio con su debido proceso de forma particular:
ARTICULO 310. Para imponer una pena correccional es necesario probar primero
la falta, bien con una certificación escrita del secretario, o con declaraciones de dos o más
testigos presenciales.
Se exceptúan de lo dispuesto en este artículo los casos en que la ley ordene proceder
de otra manera especial.
Si bien pareciera en un primer momento que este procedimiento estuviera llamado solo
para los particulares, el artículo 311 trae un inciso que determina su aplicación también a los
empleados públicos y que reza: “La conformación de una multa u otra pena, con que se hubiere
conminado a un empleado o particular, se sujeta a las reglas de la imposición de penas
correccionales”.
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Vemos entonces como se empieza a desarrollar otra de las instituciones propias del derecho
disciplinario y es lo atinente a los “deberes” de los servidores públicos.
Más adelante esta misma norma crea los Consejos de Administración y Disciplina con la
función de conocer de oficio o mediante denuncia las quejas contra los servidores de su
competencia, para tal, también crea estos Consejos en la capital de cada Departamento con
competencia sobre los empleados departamentales y municipales.
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Se podría destacar el hecho de que dicha ley otorga, a los Tribunales Administrativos
Seccionales, el conocimiento de las demandas por violación a los derechos consignados en dicha
norma, lo que mirado en conjunto con la creación de los Consejos de Administración y Disciplina
muestra la naturaleza administrativa de las decisiones que toman estos organismos.
Otras normas expedidas bajo el marco de la Constitución de 1886 y que sentaron las bases
de esta área son:
Decreto 1192 de 1940: Estableció como falta grave la entrega de información falsa
sobre sus hojas de vida por parte de los servidores.
Decreto 1679 de 1958: Entrega a la Comisión Nacional del Servicio Civil la
competencia para conocer de las sanciones impuestas a los servidores en carrera administrativa.
Decreto 1732 de 1960: Establece un marco de prohibiciones para los servidores
públicos. Entregó a la comisión de personal de cada entidad el conocimiento de las sanciones pero
no del proceso como tal, ya que este era adelantado por el correspondiente superior del funcionario.
Decreto 2400 de 1968: Hace más amplio el catálogo de deberes y prohibiciones,
esta misma normativa fue ampliada posteriormente por el decreto 3074 de ese mismo año.
Decreto 150 de 1973: Reglamentó los dos decretos mencionados anteriormente,
además, estructuró las competencias en materia disciplinaria como también estableció la
calificación de las faltas graves y leves. Se puede agregar su aporte en materia de la consagración
y materialización de derechos como el de defensa y contradicción.
Ley 25 de 1974: Establece el régimen disciplinario del Ministerio Público y el
marco de competencias de esta frente a los servidores del ejecutivo nacional y del nivel territorial.
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Todo lo desarrollado legalmente podríamos decir que tiene su punto de quiebre a partir de
esta norma, esto por cuanto es a partir de este momento en dónde se empieza a marcar la naturaleza
propia del derecho administrativo y la construcción de sus propias instituciones, de hecho, son
estas normas las que anteceden a la Ley 200 de 1995 que luego daría un nuevo avance con la Ley
734 de 2002 hasta llegar hoy al Nuevo Código General Disciplinario que, a la fecha, se encuentra
para sanción presidencial.
Artículo 1°. Objetivo del régimen disciplinario. El régimen disciplinario es parte del
sistema de administración de personal, y se aplicará tanto a los empleados de carrera como
a los de libre nombramiento y remoción. Tiene por objeto asegurar a la sociedad y a la
administración pública la eficiencia en la prestación de los servicios a cargo del Estado, así
como la moralidad, la responsabilidad y la conducta correcta de los funcionarios públicos, y
a éstos los derechos y las garantías que les corresponden como tales.
Antes de abordar los aportes hechos desde la Constitución de 1991 por las altas Cortes para
definir la naturaleza y el sentido del derecho disciplinario importa abordar un poco lo que la
doctrina ha entendido en esta materia.
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También resulta de trascendencia ver como las normas referidas anteriormente, que son un
gran aporte por parte de Colombia, van en sintonía con lo presentado por las diferentes escuelas y
teorías del pensamiento que se irán exponiendo.
Enseña el Profesor Carlos Arturo Gómez Pavajeau, en su obra “Dogmática del derecho
disciplinario” (Gómez. 2011), que la doctrina entendió el derecho disciplinario desde dos posturas
extremas y una conciliadora las cuales se conocen como las doctrinas de la naturaleza
administrativa, penal y mixta que explicaremos a continuación.
Básicamente el tránsito de una fase a otra es caracterizado por el desarrollo que se realiza
del principio de legalidad tanto de los tipos como de los procedimientos y las sanciones, iniciando
con la inexistencia de este en la fase de la arbitrariedad hasta llegar a su mayor desarrollo y
cimentación en la fase de la legalidad.
Debe indicarse que esta concepción está matizada por los principios de la conveniencia y
la oportunidad sobre los cuáles se funda la discrecionalidad administrativa, está última, sin la
existencia de un control judicial de las decisiones de la administración en un estado primigenio
13
como fue en la fase de la arbitrariedad y como aconteció en Colombia en sus inicios con la
fundación del Consejo de Estado.
Finalmente este autor reconoce (Gómez. 2011) una etapa final denominada “fase de la
legalidad”, en ella, a la par como se avanza en la construcción de los Estados modernos de derecho,
se normativiza aún más lo público y con ello las funciones de los servidores, por ejemplo, los
reglamentos de trabajo interno de las entidades públicas ya se hacen bajo un marco legal el cual
señala el núcleo esencial de la prohibición para que estos terminen de afinar la estructura del ilícito
disciplinario.
Se debe hacer una salvedad sobre lo dicho anteriormente y es que, pese al avance en la fase
de la legalidad, existe una “presunción de culpabilidad” y este elemento, es decir el dolo, no se
toma como componente de la responsabilidad sino como criterio de graduación y bajo esa
presunción la carga probatoria del implicado se invierte quedando únicamente como alternativa
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demostrar el cuidado y la precaución tomada por el agente para degradar dicho dolo a culpa y con
ello obtener una reducción en la sanción.
Debe señalarse entonces que reconoce al derecho disciplinario como una manifestación del
ius puniendi del Estado y que aboga por la protección de bienes jurídicos similares a como ocurre
en lo penal, no obstante, considera que las técnicas a aplicarse, según el caso, serán administrativas
o penales.
Lleva entonces esta doctrina a pensar que, si estamos ante el traslado de los elementos del
tipo penal a lo disciplinario, se entenderá que es viable la admisión de figuras como el error de
tipo o de prohibición y que deberá materializarse el concepto de lesividad.
Esta escuela también admite la existencia de los tipos en blanco, aunque de forma
restringida, pero entendiendo que técnicamente es dificultoso configurar todos los tipos tratándose
de conductas relacionadas con incumplimiento de deberes por parte de los servidores.
Es a partir de esta concepción mixta del derecho disciplinario donde se comienza a cimentar
la búsqueda de la autonomía de esta área del derecho concibiendo instituciones como el ius
puniendi estatal para referirse a la potestad sancionadora que tiene el Estado manifestada en dos
especies a saber: el derecho penal y el derecho administrativo sancionador.
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Sumado a lo anterior desde esta orilla se propugna por un sentido estricto en la aplicación
del principio de legalidad indicando que esta debe determinar los elementos que permiten la
construcción del tipo y dejar menos margen de maniobra a los reglamentos internos.
Ahora bien, el Profesor Gómez Pavajeau considera que el yerro de esta doctrina consiste
en traer del derecho penal los conceptos sobre los cuales tiene algún vacío, como ocurre con figuras
como los errores de tipo, prohibición o de derecho.
Con todo lo anteriormente señalado diversas posiciones se mueven en torno a este tema, es
así como el Profesor Fernando Brito Ruíz (Brito, 2015), hace reparos a estas de la siguiente
manera:
Refiere sobre la posición de la autonomía del derecho disciplinario que esta se da en torno
a que posee su propia normativa la cual regula el procedimiento a seguir, las faltas y sus
correspondientes sanciones, por lo tanto se enmarca dentro del denominado “ius puniendi estatal”.
Sin embargo, enfila sus críticas sobre esta teoría en torno a que no debe llamarse autónoma habida
cuenta que las decisiones expedidas, en el marco del proceso disciplinario a servidores públicos,
son actos administrativos toda vez que emanan de las funciones propias de los empleados públicos
encargados de tales actividades dentro de las unidades disciplinarias internas o la Procuraduría
General de la Nación y que como tal están sujetas al control jurisdiccional, contrario a las
decisiones del Consejo Superior de la Judicatura que al ser expedidas por jueces constituyen por
sí solas sentencias en sentido formal y material no sujetas a dicho control.
Podríamos concluir entonces que, como señaló Gómez Pavajeau, el Profesor Brito muestra
una posición más cercana al derecho administrativo por considerar que se debe acudir criterios de
efectividad y oportunidad en la aplicación del proceso disciplinario, ello se desprende al señalar
textualmente lo siguiente:
(…) desde nuestra perspectiva, está cada vez más alejado del derecho penal, sin
perjuicio de atender ciertas reglas y principios propios de estas disciplinas pero, como lo
ha puntualizado la Corte Constitucional, bajo las especificidades del derecho disciplinario.
En estos términos, nos inclinamos por mantenernos dentro de la órbita del derecho
administrativo, el cual debe seguir ciertas reglas y principios propios del derecho
administrativo, pero amoldadas a los fines y objetos que persigue el derecho disciplinario,
al igual que goza de cierta independencia y autonomías, tomando en cuenta que dispone de
su propia normatividad, lo mismo que de procedimientos y sanciones específicas (…).
(Brito, 2015, p.8)
Esta posición es compartida por el Dr. Oscar Humberto Marmolejo Espitia que señala en
sus apuntes previos del “Régimen disciplinario de los servidores públicos”, al hacer referencia a
los primeros documentos que dieron origen a la Ley 200 de 1995 y que fueron dados por el
entonces Procurador General de la Nación, Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, en los que se indica:
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Ahora bien, pese a lo anterior, comparte la postura del Doctor Gómez Pavajeau sobre la
autonomía a partir de una construcción dogmática propia el Profesor Jaime Mejía Ossman que
señala en su obra sobre Derecho Disciplinario lo siguiente:
De esta manera, es necesario expresar que la ley disciplinaria recibe del Derecho
Administrativo la formalidad que lo informa, los fines que persigue y los principios que lo
estructuran, con independencia de los de oportunidad y conveniencia; y del Derecho Penal,
extracta los principios que están conforme a su naturaleza sancionatoria y aquellos que
sirven de garantía a sus destinatarios de la ley disciplinaria como manifestación
Constitucional y legal y en cumplimiento a las directrices trazadas por la Honorable Corte
Constitucional (Mejía, 2015, p.353)
Entre tanto el Doctor Esiquio Manuel Sánchez Herrera se une a esta postura que propende
por tal autonomía e identidad propia al citar, no sólo al Dr. Gómez Pavajeau, sino que incorpora
varios pronunciamientos de la Corte Constitucional para decir que esta es una manifestación de la
potestad sancionadora del Estado que busca controlar las actividades de sus servidores en torno a
la especial relación de sujeción, además, de la evolución del principio de legalidad en esta área del
derecho, sobretodo, a partir de la Constitución de 1991. (Sánchez, 2014, p.33)
Finalmente podemos ver entonces como con la expedición de la Ley 734 de 2002, el actual
y vigente Código Disciplinario Único, se fortalece la tesis de una autonomía propia del derecho
disciplinario siguiendo lo señalado por la Corte Constitucional durante los análisis de
constitucionalidad realizados a la Ley 200 de 1995 y en sintonía con las posturas de los
doctrinantes reseñados, por ejemplo, como acabamos de ver por el Dr. Sánchez Herrera, esto es,
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manifestar su autonomía pero dentro del género del ius puniendi del Estado con sus dos
manifestaciones propias: de un lado el derecho penal y del otro el derecho administrativo
disciplinario pero teniendo como punto de quiebre la institución de las relaciones de sujeción, la
primera marcada por la relación general de sujeción en la cual todos los sujetos pasivos del derecho
penal son los ciudadanos sin importar su condición y del otro, estos es para el derecho disciplinario,
una relación especial de sujeción enmarcada por la vinculación existente entre el funcionario y el
Estado.
Durante este primer recorrido conceptual sobre las diferentes posturas que giran en torno a
la naturaleza del derecho disciplinario se ha podido ver, en líneas generales, como esta rama del
derecho viene ganando una autonomía propia para encajar dentro de ese poder sancionador del
Estado en algo llamado “derecho administrativo disciplinario” bajo el instituto de las “relaciones
especiales de sujeción” pero guardando un total respeto por los derechos fundamentales
consignados en la carta constitucional y que son transversales a cualquier manifestación punitiva
del Estado, bien sea de tipo jurisdiccional o administrativa, como lo veremos a continuación a
través de los diferentes pronunciamientos de las altas Cortes.
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Continúa la providencia mostrando como el derecho penal informa a todas las demás áreas
dónde se aplican sanciones, informa cuales son las garantías que se deben respetar para hacer
efectiva esa represión estatal que no se reduce simplemente a penas de carácter privativas de la
libertad sino que es más amplia, a tal punto, que llega a considerar que el derecho disciplinario es
“derecho penal administrativo”.
Funda la Corte sus anteriores apreciaciones citando al experto Juan Fernández Carrasquilla
que en su obra “Derecho penal fundamental – Tomo I” manifestó que el Estado al imponer
sanciones a sus funcionarios por faltar a sus deberes y a la lealtad debida, funge más como
“patrón” que como soberano, lo que le permite tener un margen de discreción amplio y que la
sanción penal no es incompatible con la disciplinaria teniendo presente que, en sede disciplinaria,
no importa como tal la peligrosidad de la conducta desplegada.
Concluye la Corte en esta sentencia señalando que el mismo Código Penal de la época
prescribía en su artículo 375: "Las disposiciones contenidas en el Libro Primero de este Código se
aplicarán también a las materias penales de que tratan otras leyes o normas, siempre que éstas no
dispongan otra cosa".
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Ya luego, con el advenimiento de la Ley 200 de 1995, que constituyó un avance importante
en la construcción de lo que es el actual derecho disciplinario y que fue un punto quiebre para
comenzarse a hablar de la “autonomía” del derecho disciplinario y sobretodo desarrollar una
dogmática propia, la Corte Constitucional empieza a dar cimientos al discurso mediante
manifestaciones como:
(…) entre el derecho penal y los otros derechos sancionadores existen diferencias que
no pueden ser desestimadas. Así, el derecho penal no sólo afecta un derecho tan fundamental
como la libertad sino que además sus mandatos se dirigen a todas las personas, por lo cual
21
es natural que en ese campo se apliquen con máximo rigor las garantías del debido proceso.
En cambio, otros derechos sancionadores no sólo no afectan la libertad física, pues se
imponen otro tipo de sanciones, sino que además sus normas operan en ámbitos específicos,
ya que se aplican a personas que están sometidas a una sujeción especial -como los
servidores públicos- o a profesionales que tienen determinados deberes especiales, como
médicos, abogados o contadores. En estos casos, la Corte ha reconocido que los principios
del debido proceso se siguen aplicando pero pueden operar con una cierta flexibilidad en
relación con el derecho penal (…). (CConst., C-594/1996, A. Martínez)
Si bien las instituciones del derecho penal inspiran al derecho disciplinario, no puede
confundirse con este ya que existen claras diferencias entre ellos y las cuales podemos rescatar de
forma sucinta:
Las sanciones en materia penal afectan la libertad como forma de represión, por su
parte en materia disciplinaria las sanciones, por tratarse de afectación a funciones, se dirigen a la
hoja de vida del servidor y su vida laboral para con el Estado.
y/o culposos individualmente de allí que se entienda que ante la existencia de un tipo doloso, sin
que la norma lo señale, se entiende la existencia de su par culposo siempre y cuando el tipo lo
permita. Esta figura no es posible en materia penal donde las descripciones del tipo tienen un
trasfondo “prohibitivo”, por lo tanto la ley penal debe señalar la modalidad culposa o
preterintencional salvo que del tipo se desprenda que solo pueda existir la modalidad dolosa.
Se podría seguir con un ejercicio más profundo de estas diferencias, pero al no ser objeto
de este trabajo, creemos que las hasta acá mencionadas permiten esbozar lo que se pretende y es
indicar que el derecho disciplinario no forma parte como tal del derecho penal.
Es así como podemos indicar que la Corte Constitucional ha señalado tres elementos claros
para distinguir el derecho disciplinario del derecho penal:
Dicha especificidad en lo que tiene que ver con el derecho disciplinario ha sido
objeto de consideración por esta Corporación en numerosas ocasiones, en las que se ha
referido particularmente a tres aspectos (…), ello son (i) la imposibilidad de transportar
integralmente los principios del derecho penal al derecho disciplinario, (ii) el
incumplimiento de los deberes funcionales como fundamento de la responsabilidad
disciplinaria y (iii) la vigencia en el derecho disciplinario del sistema de sanción de las
faltas disciplinarias denominado de los números abiertos, o numerus apertus, por oposición
al sistema de números cerrados o clausus del derecho penal. (CConst., C-948/2002, A.
Tafúr).
Debemos entonces señalar como conclusión que el derecho disciplinario forma parte de la
potestad sancionadora del Estado dentro de la cual están el derecho penal y el derecho
administrativo sancionador del cual se desprenden el derecho correccional, el contravencional y el
que interesa a nuestro trabajo, esto es, el derecho disciplinario de los servidores públicos y los
particulares que desarrollan función pública.
24
Una vez explicados los antecedentes del derecho disciplinario vistos desde la historia
pasando por las posturas doctrinales sobre su naturaleza hasta llegar a los aportes hechos desde la
jurisprudencia, sigue a continuación conocer de dónde emerge en Colombia, constitucional y
legalmente, la potestad sancionadora del Estado en materia disciplinaria para continuar con el
análisis de los actos administrativos proferidos dentro del ejercicio de dicha potestad a partir de
los elementos que deben conformar tal acto pero desde la perspectiva disciplinaria.
Señala, de forma general, el recién publicado Diccionario del español jurídico (Real
Academia Española, 2016)
Como se puede leer, las potestades entonces tienen como características principales que:
García de Enterría y Fernández (1986) citado por Oscar Humberto Marmolejo indica como
características de la potestad que esta no se genera en relación jurídica alguna, tampoco de actos o
25
hechos singulares, quiere decir esto que procede del ordenamiento pero que, ante todo, tiene un
carácter genérico. (Marmolejo, 2017, p.25)
Finalmente concluye diciendo que es por todo esto que, especialmente dado su origen legal,
las potestades son inalienables, intransmisibles e irrenunciables, es decir, el titular podrá ejercerla
o no, pero nunca transferirla, también indica que estas son imprescriptibles pero su ejercicio puede
estar sometido a una caducidad.
Del mismo modo Mejía Ossman (Mejía 2015, p. 146) la entiende en un sentido general
dentro de la denominada “potestad administrativa” la cual dota a órganos, funcionarios y agentes
del Estado de facultades o competencias para que este pueda cumplir con los fines para los cuales
fue constituido, por esto es que en virtud de que son muchas las competencias que tiene que ejercer
el ejecutivo estas se delegan y se dividen en: potestad de mando, potestad reglamentaria, potestad
administrativa disciplinaria o sancionatoria. (Mejía, 2015).
Y el mismo profesor Mejía Ossman (2015, p. 156) cita a Teófilo Cabrera Castro (1996)
para señalar que la potestad disciplinaria se caracteriza por ser de tres tipos:
Se podría entonces concluir, desde la doctrina, con el aporte de Jaime Mejía Ossman quién
profundiza bastante en el tema de la potestad disciplinaria y la termina definiendo:
Con todo lo anterior es menester entonces revisar cómo está reglada, tanto en la
Constitución como en la Ley, dicha potestad en Colombia.
que señala: “Los particulares sólo son responsables ante las autoridades por infringir la
Constitución y las leyes. Los servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o
extralimitación en el ejercicio de sus funciones.”
En ese orden de ideas y estructurando el piso constitucional de este derecho, el artículo 122
establece que no habrá empleo público que no tenga detallada sus funciones bien sea en la ley o
reglamento, fijando seguidamente en su artículo 123 quiénes son servidores públicos y
entregándole a la ley la facultad de reglamentar su régimen de responsabilidades y la forma de
hacerla efectiva en el artículo 124, así mismo, la consecuencia de infringir tal régimen
disciplinario, estos es, la desvinculación del servicio público contemplada en el artículo 125
constitucional.
Se indica en el Código Disciplinario, artículo 67, cuales son los organismos encargados de
ejercer esta potestad a través de la acción disciplinaria y allí encontramos, además de la
Procuraduría General de la Nación (D. Ley N° 262/2000), al Consejo Superior de la Judicatura
junto con sus Consejos Seccionales, la Superintendencia de Notariado y Registro, los Personeros
Distritales y Municipales, las Oficinas de Control Disciplinario Interno y los nominadores o
29
superiores jerárquicos en los casos en dónde no se haya conformado oficina o grupo de trabajo
especializado en este tema. (Circular DAFP PGN N° 001, 2002).
Ahora bien a la luz de los principios contenidos en la misma norma se señala en el artículo
2 sobre la competencia que existe, de un lado, un proceso jurisdiccional disciplinario que se
desarrolla bajo el amparo de esta ley, estos procesos son los que se adelantan por el Consejo
Superior y los Seccionales de la Judicatura en razón de que son verdaderos jueces imponiendo
sentencias sobre los funcionarios judiciales y los abogados en ejercicio y, de otro lado, el
procedimiento administrativo que se despliega en dos esferas, uno interno y otro externo, el
primero a través de las oficinas de control disciplinario de cada entidad y el segundo que lo realiza
la Procuraduría General de la Nación.
Sobre ese control externo que realiza la Procuraduría es que se configura la figura del
“poder preferente” según la cual su ejercicio implica que esta entidad podría “(…) iniciar,
proseguir o remitir cualquier investigación o juzgamiento de competencia de los órganos de control
disciplinario interno de las entidades públicas. Igualmente podrá asumir el proceso en segunda
instancia”. (L. 734/2002, art. 3)
Cabe señalar que de ese poder preferente ejercido por la Procuraduría escapan los procesos
disciplinarios seguidos contra funcionarios judiciales precisamente por su naturaleza jurisdiccional
al ser adelantados por los Consejos Superior y Seccionales de la Judicatura (L. 734/2002), quiere
decir esto que tales decisiones no podrán ser objeto de debate en la Jurisdicción Contencioso
Administrativa porque no se tratan de actos administrativos como si ocurre con las proferidas por
las unidades disciplinarias y la Procuraduría.
Para el Consejo de Estado resulta indudable que los actos de control disciplinario
adoptados por la Administración Pública y por la Procuraduría General de la Nación, es
decir, aquellos actos expedidos en ejercicio de la potestad disciplinaria en sus ámbitos
30
interno y externo, constituyen ejercicio de función administrativa, y por lo tanto son actos
administrativos sujetos al pleno control de legalidad y constitucionalidad por la jurisdicción
contencioso-administrativa. No se trata de actos que manifiesten la función jurisdiccional,
ni mucho menos de una función sui generis o nueva del Estado, sino -se reitera con énfasis-
de actos administrativos que tienen, por definición, control judicial. (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 0256-11, 2013, G. Gómez)
Con todo, se debe señalar entonces que la potestad disciplinaria de la cual es titular el
Estado en gracia a esa “relación especial de sujeción” que nace cuando la persona presta sus
servicios al Estado bien sea mediante una relación laboral o legal y reglamentaria, así como la de
los particulares que pueden ser disciplinables, es ejercida en dos vías, la primera de ellas a partir
de un control externo que realiza la Procuraduría General de la Nación por mandato constitucional
y la segunda por un control interno el cual, este sí por disposición legal, se encarga al interior de
cada entidad sin que sea óbice para que intervenga el Ministerio Público mediante la figura del
“poder preferente”, pero teniendo presente que ambos se ejercen, por su naturaleza y porque
ninguno de ellos tiene función jurisdiccional según la composición y estructura del Estado
colombiano, a partir de actos administrativos sujetos a un control de legalidad por parte de la
jurisdicción contencioso administrativa.
La anterior definición permite comprender su dimensión a partir del ente que emite la
decisión considerada como acto administrativo, sin embargo, la misma se queda corta para cuando
se trata de particulares que también ejercen funciones públicas, como por ejemplo, las Cámaras de
Comercio las cuales profieren actos administrativos en ejercicio de la función del registro
mercantil así como en lo relacionado con el Registro Único de Proponentes (RUP).
Al respecto se puede abrir un paréntesis para decir que por ejemplo hay particulares que
disciplinan y sus decisiones son objeto de control jurisdiccional por constituir actos
administrativos como es el caso de los colegios profesionales a los cuales, por fundamento del
artículo 26 constitucional, se les ha confiado una función pública de la vigilancia de los
profesionales. Acá tenemos a los Tribunales de Ética Médica, el Tribunal de Ética Odontológica
así como al Comité de Ética de los Contadores y otros. Al respecto la Corte Constitucional ha
dicho:
de justicia es función pública a cargo de los órganos que integran la rama judicial del poder
público, con las excepciones previstas en el ordenamiento jurídico. (CConst., C-628/2008,
C. Vargas).
Por lo tanto tenemos que si bien los miembros de estos Colegios o Tribunales no son
funcionarios públicos propiamente dichos, si ejercen funciones públicas y emanan como
consecuencia de ellos actos administrativos que pueden ser sometidos a un control de legalidad
por parte de la jurisdicción. (L. 23/1981)
Se debe decir entonces que, encontrar una definición que satisfaga plenamente lo que es
hoy el campo de ejercicio del derecho administrativo no es una tarea sencilla, sin embargo ha
habido intentos como el hecho por el Profesor Gustavo Penagos que trata de definir el acto
administrativo como “ (…) la manifestación unilateral de la voluntad administrativa, a través del
cualquier rama del poder público, o de los particulares, que tiene por finalidad crear, modificar o
extinguir una situación jurídica.” (Penagos, 1992, p.86)
Con todo, podemos de mejor forma señalar que los actos administrativos son en sí mismo
la manifestación expresa de la voluntad de la administración o los particulares que ejerzan función
pública los cuáles, en ejercicio de esa potestad administrativa, buscan crear, modificar o extinguir
situaciones jurídicas.
33
Pero más que la definición, lo que nos permite comprender porque la administración debe
hacer expresa dicha voluntad en esos actos administrativos lo constituye su origen, al respecto, el
Profesor Luis Alonso Rico Puerta (2013) nos enseña al respecto que “el origen de la noción de
acto administrativo lo radican algunos en el surgimiento del constitucionalismo, la separación de
poderes y el Estado de derecho, es decir, la subordinación del Estado a lo jurídico, criterio
inexistente en el Estado policía”. (Rico, 2013, p.16)
Vale la pena entonces realizar un análisis de los elementos del acto administrativo
disciplinario que nos permita entender cómo se modela el fallo del operador para continuar, en el
siguiente capítulo, con el estudio del medio de control adecuado y las tesis que se sostienen
respecto sobre la jurisdicción como tercera instancia disciplinaria.
Así como no existe un concepto unánime frente a una definición de lo que es el acto
administrativo la relación de sus elementos no es la excepción.
situación que, para los actos administrativos generales reglamentarios, se daría con la publicación
del mismo. (Dromi, 1998, p. 205).
El Profesor Jaime Orlando Santofimio Gamboa (1994) en su modo de ver recoge en tres
grupos los elementos esenciales para darle validez y existencia al acto administrativo: 1) los
elementos externos en los que se tiene el sujeto activo (competencia y voluntad), sujeto pasivo y
las formalidades del acto; 2) los elementos internos del acto que vendrían a ser el objeto, el motivo
y la finalidad del acto administrativo y 3) el mérito u oportunidad que como él mismo señala no
vicia su legalidad pero lo considera un argumento en la vida práctica. (Santofimio, 1994, p.69)
Por su parte el Profesor Luis Alonso Rico Puerta a partir de una definición amplia del acto
administrativo y sus consecuencias enumera como elementos a saber: 1- Sujetos y órganos; 2-
Competencia y capacidad en el agente; 3-Voluntad y exteriorización; 4- Causa o motivos, o
fundamento del acto; 5- Forma y 6- Fin. (Rico, 2013, p.19).
El artículo 84 del CCA está hoy recogido en el artículo 137 del CPACA y establece como
causales de nulidad las mismas que el otrora CCA, es decir, el Decreto 01 de 1984.
Una vez visto los elementos se procederá entonces a revisarlos uno a uno a la luz del
procedimiento disciplinario, sin embargo, debe señalarse que la revisión de los mismos se hará a
partir de los enunciados por el Consejo de Estado y que como lo manifestará este órgano
jurisdiccional de cierre en lo administrativo constituyen, vistos en forma negativa, los que
configuran la nulidad de los actos administrativos.
Tenemos entonces que la competencia en materia disciplinaria debe tener una doble
mirada, una externa y la otra interna, como lo señalamos más atrás en este mismo capítulo. La
primera materializada en la existencia de una titularidad constitucional en la vigilancia de la
función pública en cabeza de la Procuraduría General de la Nación y la segunda asignada por el
artículo 76 del Código Disciplinario. (L. 734/2002, art. 76)
Más adelante en el artículo 277 constitucional indica que, puntualmente sobre las funciones
del Procurador General, deberá “ 6) Ejercer vigilancia superior de la conducta oficial de quienes
desempeñen funciones públicas, inclusive las de elección popular; ejercer preferentemente el
36
Se tiene entonces que por esa condición de tener la titularidad constitucional, para vigilar
la conducta oficial de los servidores, fue que el constituyente configuró la figura del poder
preferente lo cual significa que podrá desplazar la competencia de una unidad disciplinaria interna
e incluso, de ser necesario, asumir el conocimiento de un proceso en etapa investigativa o fungir
como segunda instancia.
Todos los anteriores hacen referencia a una competencia en razón del sujeto disciplinable,
porque también en razón de la conducta existe una competencia en primera instancia de la
Procuraduría General de la Nación en los casos por graves violaciones de los D.D.H.H. sin
distinguir el nivel o rango del agente, bien sea de la fuerza pública o de las demás entidades, lo
cual también ocurre por infracciones del D.I.H.
competencia, en primera instancia, sobre los funcionarios de rango inferior a Secretario General
de la rama ejecutiva nacional, legislativa, judicial y de los órganos de control diferentes a la misma
Procuraduría1, también de los organismos electorales y el Banco de la República. También
comprende los servidores de los órganos de dirección y administración de las áreas metropolitanas,
concejales de las ciudades capitales de departamentos, sus diputados y los miembros de los órganos
de control de los mismos. Finalmente en esta esfera de primera instancia quedan comprendidos los
jueces de circuitos, oficiales subalternos de la fuerza pública salvo cuando se trate de graves
violaciones a los DD.HH. e infracciones al D.I.H. y será primera instancia en los sitios donde no
existan Procuradores Distritales o Provinciales.
Deberá señalarse que estas Procuradurías Regionales podrán conocer, en segunda instancia,
de los procesos que en primera hayan sido adelantados por los Personeros Municipales,
Procuradores Provinciales y Procuradores Judiciales I.
Sobre los Personeros Municipales debe indicarse que el artículo 178 de la Ley 136 de 1994
le asignó las funciones de control disciplinario, en poder preferente, sobre los servidores de la
Administración Municipal, el Concejo y la Contraloría Municipal exceptuándose a los alcaldes,
concejales y contralores. La organización de las Personerías deberán ser aquella que permita, en
lo disciplinario, la doble instancia y en caso de no poderse le corresponderá a la Procuraduría
Regional ejercerla. (L 734/2002)
1
Al respecto debe señalarse que el Control Disciplinario al interior de la Procuraduría es ejercido por la Veeduría, el
Procurador General de la Nación y cuando se trate de faltas leves será los superiores inmediatos quiénes puedan
adelantar la correspondiente acción disciplinaria. (Artículos 72 y s.s. Decreto 262 de 2000).
38
En lo concerniente al control disciplinario interno, esto es, las unidades disciplinarias que
deben tener las entidades públicas, el código ha previsto que deberá conformarse una unidad u
oficina del “más alto nivel” preservando en todo caso la garantía de la segunda instancia, sin
embargo, cuando esto no sea posible será la Procuraduría General de la Nación conforme a sus
competencias la que conocerá del recurso de apelación.
Finalmente debe indicarse que la norma establece la posibilidad de que haya entidades
donde no se han implementado estas oficinas, por lo cual asigna la potestad disciplinaria en los
superiores inmediatos del investigado y la segunda instancia en el superior jerárquico de aquel. (L.
734,/2002)
Con todo lo visto se tiene un panorama de las competencias desde lo que es el control
interno disciplinario de las entidades y el externo ejercido por la Procuraduría General de la Nación
por mandato constitucional, este último, ejercido preferentemente y desplazando la competencia
de aquel la cual está regulada en la Resolución 346 de 2002 expedida por la Procuraduría General
de la Nación y que establece los requisitos para que un proceso adelantado en una unidad
disciplinaria interna sea trasladado en cualquier etapa a la Procuraduría General bien sea por
ejercicio del “poder preferente” o esta unidad continúe conociéndolo pero bajo la figura de la
“supervigilancia administrativa” establecida en el mismo acto administrativo en mención.
Claramente el artículo 170 del Código Disciplinario Único determina no solamente el deber
de motivar el fallo sino adicionalmente los parámetros que debe incluir, a saber:
La ley disciplinaria es clara al señalar cada una de las etapas procesales que se deben surtir
antes de expedir un fallo disciplinario, como se vio anteriormente, el artículo 170 indica la
estructura de este pero previamente existe una etapa probatoria necesaria contemplada y
estrictamente señalada en los artículos 150 sobre la justificación, finalidad y términos de la
indagación preliminar, más adelante, en el artículos 152, 153, 156 y 160-A indica de igual manera
los términos, justificación, finalidad de la investigación disciplinaria y su correspondiente cierre y
continua, para llamarlo de alguna forma, con la fase del juicio disciplinario que en el caso del
procedimiento ordinario se inicia con la formulación del pliego de cargos a partir del artículo 162
y s.s. o la citación a audiencia en el procedimiento verbal contemplada en el artículo 175 y s.s.
Con todo, es necesario entonces que el operador disciplinario sustente los hechos sobre los
cuales va direccionada su acusación (en el pliego de cargos o la citación a audiencia) y de esa
misma forma la imputación que realice en el fallo, pero además, se haga a partir de las pruebas
40
aportadas en el proceso teniendo presente que, para el caso del derecho disciplinario, está obligado
el operador a llevar a cabo un recaudo probatorio integral, esto es, que deberá obtener todas las
pruebas que resulten pertinentes, conducentes y útiles sin importar si las mismas resultan
favorables o desfavorables al servidor encartado.
Sobre lo anterior tenemos que el artículo 128 de la Ley 734 de 2002 señala: “Toda decisión
interlocutoria y el fallo disciplinario deben fundarse en pruebas legalmente producidas y aportadas
al proceso por petición de cualquier sujeto procesal o en forma oficiosa. La carga de la prueba
corresponde al Estado”
El funcionario buscará la verdad real. Para ello deberá investigar con igual rigor los
hechos y circunstancias que demuestren la existencia de la falta disciplinaria y la
responsabilidad del investigado, y los que tiendan a demostrar su inexistencia o lo eximan
de responsabilidad. Para tal efecto, el funcionario podrá decretar pruebas de oficio.
se demuestra que los motivos que se expresan en el acto como fuente del mismo no son
reales, o no existen, o están maquillados, se presenta un vicio que invalida el acto
administrativo, llamado falsa motivación.
En síntesis, el vicio de falsa motivación es aquel que afecta el elemento causal
del acto administrativo, referido a los antecedentes de hecho y de derecho que, de
conformidad con el ordenamiento jurídico, facultan su expedición y, para efectos de su
configuración, corresponderá al impugnante demostrar que lo expresado en el acto
administrativo no corresponde a la realidad. (CE Contencioso Administrativo, Exp.
3644, 2005, D. Quiñones)
(…) es el vicio que afecta el elemento causal del acto administrativo, referente a los
antecedentes legales y de hecho previstos en el ordenamiento jurídico para provocarlo, es
decir, que las razones expuestas por la Administración al tomar la decisión, sean contrarias
a la realidad. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 9772, 2000, D. Manrique)
Debe agregarse que también puede existir una falsa motivación cuando, en palabras del
Consejo de Estado, a partir de la parte motiva del acto administrativo se encuentra que estos
sirvieron de fundamento para una decisión desproporcionada, al respecto este alto Tribunal indicó:
(…) para que una motivación pueda ser calificada de “falsa”, para que esa clase de
ilegalidad se de en un caso determinado, es necesario que los motivos alegados por el
funcionario que expidió el acto, en realidad no hayan existido o no tengan el carácter
jurídico que el autor les ha dado, o sea que se estructure la ilegalidad por inexistencia
material o jurídica de los motivos, por una parte, o que los motivos no sean de tal naturaleza
que justifiquen la medida tomada.” (CE Contencioso Administrativo, Exp. 00265-01, 2016,
M. Rojas)
Es clara entonces la posición del Consejo de Estado cuando señala que puede existir una
falsa motivación a partir de:
42
4) Porque los motivos que sirven de fundamento del acto no justifican la decisión
tomada
Con todo, es preciso indicar que es por esto que el acto administrativo disciplinario debe
tener un soporte en lo probatorio para evitar incurrir en esta causal este será sustento no solo de
los hechos sino adicionalmente permite determinar la modalidad de la conducta, su modulación a
efectos de la sanción, también si existió algún eximente de responsabilidad y todo ello para
finalmente hacer proporcional la sanción a la falta probada.
Quizás es una de las causales que generan mayor dificultad en la medida que su incursión
se da por aplicación de las facultades discrecionales con que cuenta la administración y sostenida
generalmente en argumentos como el mejoramiento del servicio, la actualización de planta, entre
otros, situación propia de los actos administrativos de remoción en los cargos que tienen la
naturaleza de ser de libre nombramiento y donde no se requiere la motivación del acto.
(…) es una modalidad de ilegalidad que se predica del elemento teleológico del acto
administrativo, que en los actos discrecionales gira en torno a lograr la mejor prestación
del servicio público y la buena marcha de la administración (artículo 2° de la Constitución
Política y artículo 2° del Código Contencioso Administrativo), lo cual constituye la esencia
de su ser. (Rivadeneira, 2013, p. 136)
Se puede decir que esta como tal es una causal subsidiaria o genérica, ya que resulta lógico
que cualquiera de los vicios señalados anteriormente atenta directamente a la legalidad en la
producción del acto administrativo, en tanto que como se ha visto, la ley misma precisa quién es
el funcionario competente para expedir el acto administrativo disciplinario, seguidamente señala
los términos que tiene para cada una de las etapas, como se debe motivar el pliego de cargos o la
citación a audiencia, también las causales de exclusión y archivo, así como los criterios para
dosificar la sanción que se vaya a imponer.
44
Suele suceder que esta causal generalmente va acompañada de otra por eso su condición
de genérica, por ejemplo con la falsa motivación, podemos traer a colación una sentencia del
Consejo de Estado:
Se desprende del anterior extracto con claridad las normas que fueron acusadas de ser
violadas por la unidad disciplinaria permitiendo con ello la configuración de una infracción de
normas superiores en las que se funda el acto administrativo disciplinario de carácter
sancionatorio, pero como se dijo, esta causal por su amplitud permite que concurse con otra como
por ejemplo la falsa motivación, guardando lógica en la medida en que si esta se vislumbra pues
de bulto se dirá que se violó la normativa superior porque las normas necesariamente no sirven de
sustento de una indebida o irregular motivación.
45
La facultad de solicitar y aportar las pruebas que pretenda hacer valer dentro del
proceso además de poder contradecirlas y participar en la práctica de los interrogatorios.
Rendir su versión libre sobre los hechos, libre de apremio o juramento, si lo desea.
Definido entonces que el control disciplinario realizado por las unidades disciplinarias y la
Procuraduría General de la Nación, en su ámbito interno y externo respectivamente, constituyen
una manifestación administrativa de la potestad sancionadora del Estado el cual propende por la
consecución de los fines constitucionalmente establecidos y que se dan a partir de la aplicación y
cumplimiento de los principios de la función pública que se materializa a través de actos
administrativos con un procedimiento previo para su expedición, deberá continuarse este trabajo
analizando el desarrollo que ha tenido el medio de control llamado “nulidad y restablecimiento
del derecho” como instrumento idóneo para atacar la legalidad de estos actos.
Establecer los fundamentos para determinar per se la razón del control de legalidad por
parte de los jueces al ejercicio de la potestades con que cuenta la administración dependerá también
entonces a partir del modelo constitucional y de Estado que se adopte, pero sobre todo en materia
administrativa, esta se realiza gracias a la proactividad judicial que termina sentando las bases con
las cuales muchas de sus instituciones se moldean a partir de jurisprudencia.
48
Sobre este aspecto también resulta relevante el aporte de la Doctora Indira Latorre
González (Latorre, 2015) quién señala como los elementos ideológico jurídicos sobre los que se
cimienta el Estado hace que los jueces resulten siendo influidos por estos. Un ejemplo podría darse
con nuestra Constitución Política ya que es a partir de ella donde se han construido avances en
materia de derecho administrativo sin cerrarse a lo sentando en la normativa vigente para la época,
esto es, el Decreto 01 de 1984 que era el antiguo Código Contencioso Administrativo; por el
contrario, esta influencia del modelo de Estado Social de Derecho institucionalizado en la Carta
del 91 permitió a los jueces, especialmente el Consejo de Estado, forjar las bases para lo que es el
actual Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo, Ley 1437 de
2011.
Pese a que el control jurisdiccional a los actos administrativos fue expresamente reconocido
en textos legales desde la creación de esta jurisdicción (L. 130/1913), de hecho constituye su
núcleo central, han sido las decisiones de esta las que han permitido ir avanzado y desarrollando
estos controles.
declarar que dicho control se realiza de forma amplia e integral y es allí donde se ha empezado a
debatir sobre la constitución de la jurisdicción como una tercera instancia en materia disciplinaria.
Someter al Estado a ese control para frenar las potenciales amenazas por la ejecución de
sus actividades hace que se deba constituir un poder que verifique su actuar y es allí donde nace el
fundamento del control de legalidad sobre las actuaciones administrativas por parte de la
jurisdicción.
Los mandatos constitucionales reseñados sirven de fundamento para los medios de control
existente y que, para el caso del de nulidad con restablecimiento del derecho, propugnan porque:
Actualmente el legislador, mediante la Ley 1437 de 2011 desarrolló todos estos medios de
control que venían de tiempo atrás en otras normas buscando hacer efectiva esa protección del
orden legal que para el caso de la nulidad sus requisitos fueron consignados en el artículo 137 el
cual señala que “…Procederá cuando hayan sido expedidos con infracción de las normas en que
deberían fundarse, o sin competencia, o en forma irregular, o con desconocimiento del derecho de
audiencia y defensa, o mediante falsa motivación, o con desviación de las atribuciones propias de
quien los profirió…”.
51
Por su parte toda vez que el acto administrativo que se profiere como fallo disciplinario al
interior de un proceso genera una consecuencia al sancionado como lo es la afectación a sus
derechos como serían el trabajo, la seguridad social, el mínimo vital o la posibilidad de acceder a
cargos públicos bien sean mediante vinculación legal o reglamentaria, por contrato laboral, de
prestación de servicios e incluso por elección popular, es que deberá acudirse al medio de control
conocido como nulidad y restablecimiento del derecho en la medida que, como consecuencia de
la declaratoria de la nulidad, el juez mediante su pronunciamiento deberá retornar las cosas en el
estado en que se encontraban y de no ser posible ordenar la reparación de los daños. Por esto es
que mientras el primer medio de control protege en principio la legalidad en abstracto, el segundo
persigue un interés particular y se habla por ello de que trae consigo un interés subjetivo por parte
de quién emprende su uso.
Si bien es cierto que cuando hablamos de legalidad en un sentido estricto podría decirse
que con esta palabra nos referimos a la protección del orden legal, entendiendo la protección de la
ley en sentido formal y material, se debe señalar que en un Estado fundado bajo el imperio de una
Constitución no podemos ceñirnos únicamente a tratar tal principio de esta manera restrictiva.
En la doctrina tal principio, desde un enfoque administrativo, se ha mirado desde sus dos
vertientes, una amplia la cual lo reconoce como el principio de juridicidad y otra restringida que
lo denomina simplemente como principio de legalidad.
Acerca de la posición que propende por un sentido amplio del principio de legalidad
llegándolo a llamar principio de juridicidad, autores como Hauriou citado por Libardo Rodríguez
han señalado:
parlamentario, sino al ordenamiento jurídico entero, incluyendo tanto normas legales como
reglamentarias, en lo que se denomina el “bloque de legalidad”. (Rodríguez, 2011, p.182)
Los que abogan por una interpretación restrictiva del principio de legalidad señalan que
entenderlo de la forma como lo hacen los partidarios de la posición amplia es incurrir en
redundancias y en un debate carente de fondo ya que necesariamente en un Estado Constitucional,
como lo sería un Estado Social de Derecho, es claro que todas las decisiones de los estamentos
públicos deben estar sometidos a la totalidad del ordenamiento jurídico partiendo de la
Constitución misma de tal manera que la consagración amplia de este principio no le aporta nada
nuevo a la discusión y agregan, como segunda crítica, que darle tal connotación a este como
principio de juridicidad implica dejar a un lado la concepción clásica del sometimiento de las
decisiones administrativas a la ley en estricto sentido y de esta a la Constitución manteniendo con
ello intacta la concepción piramidal propio del pensamiento Kelseniano.
Cobra sentido tener presente estas posiciones en la medida que para el caso del derecho
disciplinario al juez le corresponde cotejar el fallo disciplinario con todo el sistema jurídico y no
limitarse únicamente a lo señalado por el Código Disciplinario o el Código de Procedimiento Penal
en materia probatoria, sumado a ello y como también se verá más adelante, al operador
disciplinario se le está permitido realizar interpretaciones de la ley las cuales también operan ipso
jure en la labor de argumentación y toma de decisiones por parte del juez con lo cual termina, en
la mayoría de ocasiones, tornándose en un ejercicio de choque entre las interpretaciones de una
autoridad administrativa con las del juez por el otro.
Retomando el tema del alcance del principio de legalidad debemos señalar que para la
Corte Constitucional la comprensión del principio de legalidad implica cotejar dicho acto con todo
el sistema jurídico, es decir se inclinan por una visión amplia de este principio. Tal interpretación
es señalada en los siguientes términos:
poder público, por estimarse contrario a la norma superior de derecho a la cual debe estar
sujeto. A través de dicha acción se garantiza el principio de legalidad que es consustancial
al Estado Social de Derecho que nuestra Constitución institucionaliza y se asegura el
respeto y la vigencia de la jerarquía normativa. Dicha jerarquía, cuya base es la
Constitución, se integra además con la variedad de actos regla, que en los diferentes
grados u órdenes de competencia son expedidos por los órganos que cumplen las funciones
estatales, en ejercicio de las competencias constitucionales y legales de que han sido
investidos formal, funcional o materialmente. (CConst., C513/1994, A. Barrera)
Más adelanta en este mismo pronunciamiento es más claro el concepto cuando señala que
el fundamento del principio de legalidad lo constituye no solamente las normas que hemos
reseñado anteriormente sino el artículo 4° que dispone la prevalencia de la Constitución por encima
de todo el sistema normativo, lo cual necesariamente involucra a los actos administrativos
disciplinarios que son un desarrollo de la facultad conferida por ley a las entidades estatales para
vigilar las funciones que desempeñan sus servidores y finaliza su pronunciamiento concluyendo:
Visto hasta acá lo que constituye el principio de legalidad, su alcance y la forma como el
juez administrativo está llamado a interpretarlo dentro de un Estado Social de Derecho fundado en
el respeto por la Constitución y la ley in extenso, es preciso mirar como la potestad disciplinaria
ejercida por sus operadores implica también un ejercicio de interpretación de la misma norma
disciplinaria.
Resulta preciso destacar como en materia disciplinaria existen conceptos jurídicos que al
momento de hacer la correspondiente adecuación del tipo disciplinario le permiten al operador
actuar con un mayor espectro para la interpretación la cual, como se verá más adelante, puede
contrastar con la dada por el juez en el control de legalidad y de allí que se desaten los conflictos
que terminarán a la postre por desarrollar la idea de que este, dentro del control de nulidad con
restablecimiento de derecho, termina constituyéndose en una tercera instancia que impone su
interpretación sobre la del titular de la acción disciplinaria.
Vale la pena señalar que el sistema de numerus apertus o denominado de los tipos abiertos
establece que todos los tipos señalados son por regla general dolosos y conlleva su par culposo sin
que sea necesario que la misma norma lo indique como si ocurre en materia penal, salvo que de la
lectura del tipo se entienda que no hay cabida a la modalidad culposa. Respecto a los tipos en
blanco, excepcionales en materia penal pero que en disciplinario constituyen la generalidad, se
trata de aquellas descripciones típicas en los que se requiere, por remisión, llenarse con otras
normas que se encuentran por fuera de la normativa disciplinaria que lo describen.
Todo lo anterior por cuanto resulta imposible vaciar todos los contenidos funcionales de
los servidores en un código dada la variedad de operaciones que desempeñan los funcionarios en
todas y cada una de las entidades del Estado.
56
Quiere decir lo anterior que corresponde al operador disciplinario hacer una interpretación
de la norma para establecer que tipos ameritan o permiten la degradación del dolo a la modalidad
culposa así como las normas a las cuales se debe remitir en lo que respecta a los tipos en blanco y
adicionalmente debe hacer un ejercicio de interpretación de las normas y de lo recaudado
probatoriamente para de paso determinar la gravedad de la falta y de esta manera poder imponer
la sanción. Es por las consideraciones anteriores que se marca una independencia del derecho penal
específicamente en lo atinente a la legalidad y que genera los choques con los jueces que intentan,
desde su punto de vista, interpretar y amoldar el acto administrativo llevando a que prime su
interpretación por encima de la del operador.
Tenemos entonces como a partir de la aplicación de las instituciones de los tipos en blanco
y el sistema de numerus apertus se flexibiliza los principios de legalidad y de tipicidad para los
operadores disciplinarios y es por ello que, en algunos pronunciamientos de la Corte
Constitucional, se ha señalado que más que operadores disciplinarios deben tratarse más como
jueces disciplinarios porque imparten justicia en sentido material pese a que el Consejo de Estado
no les dé tal categoría y es que, mirado de fondo, las unidades disciplinarias deben de todas formas
58
hacer un ejercicio de hermenéutica que implica la interpretación del sistema jurídico tal como lo
realiza el juez al conocer en demanda de nulidad, esta postura ha tenido un desarrollo pacífico en
múltiples sentencias de la Corte Constitucional al estudiar estas figuras, por ejemplo ha señalado:
La segunda de las diferencias del derecho disciplinario respecto del derecho penal,
que se mencionara anteriormente y que se deriva de la admisión de los tipos en blanco o
abiertos y de los conceptos jurídicos indeterminados en materia disciplinaria, hace
referencia a la amplitud hermenéutica con que cuenta el operador disciplinario al
momento de interpretar y aplicar la norma disciplinaria. (CConst., C-030/2012, L.
Vargas)
Esta postura como se dijo ha sido pacífica en los pronunciamientos de la Corte, de ello
pueden dar cuenta sentencias como la C-155 de 2002, C-124 de 2003 y C-818 de 2005, entre otras.
Iniciando este capítulo se presentaron unos argumentos por parte la Dra. Indira Latorre
González en el cual señala como en sus estudios encontró una tendencia de parte de los jueces de
ser actores protagónicos en la construcción del derecho a partir de lo que denominó elementos
ideológico jurídicos emanados de la Carta Constitucional y es que, a partir de la Carta Política del
91, los jueces han venido cumpliendo un papel más activo y con mayor participación desde la
jurisdicción contenciosa administrativa y en lo atinente al control sobre los actos de la
administración se ha venido asentando esa actitud.
59
Resulta entonces que los jueces han venido respondiendo al nuevo rol otorgado gracias al
espaldarazo dado por la Corte Constitucional quién se ha pronunciado en los siguientes términos:
Podemos entonces señalar que con ello el control de legalidad necesariamente no podrá
limitarse a una simple lista de chequeo legal sino que deberá abarcar una interpretación completa
del sistema jurídico colombiano, interpretación que por demás ya se supondría, habría realizado el
operador disciplinario al momento de pronunciarse dentro de un proceso revestido de garantías
para el servidor público.
Resulta importante extraer del mismo pronunciamiento de la Corte como trae a colación el
papel del juez en el contexto de un Estado Social de Derecho describiendo cual era el rol de este
en el modelo del Estado Liberal de Derecho:
referir a los casos particulares las previsiones generales del legislador. (CConst., C-
037/2000, V. Naranjo)
De todo lo señalado se puede extraer como el juez, dentro del Estado Constitucional, tiene
un campo de acción muy amplio y este papel se cristaliza en el medio de control de nulidad
mediante el cotejo del acto administrativo con todo un sistema jurídico que tiene como bastión la
constitución y con ello el bloque de constitucionalidad seguido por las leyes y todo la normativa
que, en ejercicio de sus funciones, profieren las autoridades administrativas. Ahora bien, no
solamente sería la norma tomada bajo una lupa exegética sino que esta labor de contera inserta las
sentencias de las altas Cortes porque como se evidencia también son generadoras de derecho con
lo cual se garantiza un control efectivo a la función administrativa del ejecutivo.
Claro está entonces que el fallo disciplinario debe guardar armonía con el sistema jurídico
y bajo esta simple pero sustanciosa premisa es que se mueve el juez al hacer el control de legalidad
ampliando su horizonte en el cual debe conducir su juicio.
Ahora bien, es por todo lo anterior que en criterio de esta Sala no le asiste la razón
al Tribunal que profirió el fallo apelado al afirmar que el control que efectúa esta
Jurisdicción respecto de los actos administrativos, es únicamente de legalidad y no de
constitucionalidad. Si bien es cierto que el análisis que se realiza en sede Contenciosa
Administrativa incluye la confrontación entre el acto administrativo y la Ley, ello no obsta
para que se examinen los actos demandados a la luz de la Constitución que, como ya se
61
Se denota entonces como el Consejo de Estado marca tendencia con la moderna visión del
sistema jurídico y les señala a los jueces su derrotero a seguir en torno a la confrontación de los
actos administrativos con todo un sistema jurídico que tiene como basamento la Constitución, lo
cual necesariamente hace que sus decisiones tengan un protagonismo inusitado en otrora cuando
la legalidad se circunscribía únicamente a la verificación de lo ordenado por la ley.
1. Las medidas cautelares: En el artículo 229 s.s. del CPACA se establece la posibilidad de
que se expidan medidas cautelares clasificándolas en preventivas, conservativas, anticipativas o
de suspensión siempre y cuando tengan relación directa con la pretensión.
Ahora, frente a la suspensión le señala en el numeral 2 del artículo 230 del CPACA: “A
esta medida sólo acudirá el juez o magistrado ponente cuando no exista otra posibilidad de conjurar
o superar la situación que dé lugar a su adopción”.
Posteriormente el artículo 231 establece como requisitos para la suspensión provisional del
acto administrativo:
Cuando tal violación surja del análisis del acto demandado y su confrontación con
las normas superiores o del estudio de las pruebas arrimadas junto con la demanda
Indica, para los demás casos, como requisitos:
Pues bien, en materia disciplinaria, tenemos como el Consejo de Estado respecto al caso
de Gustavo Petro decidió adoptarlas y suspendió la ejecución de la sanción de destitución e
inhabilidad por quince años luego de haber hecho un análisis de los requisitos de la solicitud de la
medida y bajo los siguientes argumentos:
Del análisis y confrontación de las normas que se invocan se tiene que en el acto
sancionatorio la imputación se hizo a título de dolo bajo consideraciones, que a juicio de
este Despacho no constituyen una motivación que de manera razonable y con suficiencia
argumentativa y probatoria, permita atribuir sin dubitación alguna que la falta disciplinaria
es imputable a título de dolo. El dolo como elemento subjetivo debe estar plenamente
probado y la valoración de la conducta debe comprender a su vez el análisis del elemento
volitivo o motivación del acto, el cual también requiere de su plena comprobación. (CE
Contencioso Administrativo, Exp. 1131-14, 2014, G. Arenas)
Podemos ver cómo, sin haberse iniciado el debate dentro del proceso judicial ya el Consejo
de Estado, investido de plenos poderes, empieza a dar un debate probatorio y de interpretación
para con ello hacer de este lo que alguno llaman una nueva instancia por fuera del procedimiento
63
administrativo, es decir, una tercera instancia disciplinaria aparte del debate en lo político muy
expuesto por los medios de comunicación.
Encontramos acá como esta también termina siendo una facultad amplia que le da
posibilidades al juez de suplir la decisión tomada por el operador disciplinario, no solamente
declarando su nulidad sino también pudiendo cambiar su dosificación como ocurrió con el caso
del Señor Alonso Salazar exalcalde de la ciudad de Medellín quién había sido destituido e
inhabilitado para el ejercicio de funciones públicas por un período de doce años por parte de la
Procuraduría General de la Nación y que se redujo a una amonestación por escrita por parte del
Consejo de Estado bajo la siguiente argumentación:
3.5 El dilema del tipo de control a aplicarse a los actos administrativos disciplinarios
cual fue accionado el Tribunal Administrativo de Cundinamarca por cuenta de una sentencia en la
cual dejaron sin efectos un fallo de la unidad disciplinaria de la Superintendencia de Sociedad que,
a juicio del Tribunal, fue expedido dentro de un procedimiento disciplinario verbal por cuenta de
una errónea interpretación del artículo 175 de la ley 734 de 2002 cuando debió, a juicio del juez
administrativo, ser adelantado por el procedimiento ordinario. Al respecto la Corte Constitucional
sentenció:
Dicha posición abría paso a que los jueces por vía de la nulidad o incluso de la tutela
terminasen ejerciendo un control amplio e integral a los actos administrativos disciplinarios lo cual
genera un rechazo de parte de la Procuraduría General. Sin embargo posteriormente este Tribunal
en sentencia, también de tutela, intentó “enmendar” el camino señalando cuando conoció de una
tutela contra un fallo emitido por el máximo órgano del Ministerio Público. Allí se dijo lo
siguiente:
4.8. No es del resorte del juez de tutela cuestionar los fundamentos interpretativos
que de la ley y la jurisprudencia haya realizado el máximo organismo de control
disciplinario para adoptar su decisión en un caso particular, pues al hacerlo estaría
65
Si bien podría decirse que resulta algo revolucionaria esta tesis de que el juez realice un
control pleno del acto administrativo disciplinario para el 2009, debemos señalar que la entrada en
vigencia de la Constitución de 1991 fue el punto de quiebre que llevó a que el papel del juez dejará
de ser un mero “notario de la ley”.
Pero lo que permitió que se asomará esa idea de un control pleno de parte del juez
contencioso en lo administrativo, en el año 2009, fue señalado por la Corte en esta misma sentencia
unas líneas más adelante cuando manifestó: “(…) que tratándose de derechos fundamentales de
aplicación inmediata, el juez administrativo a efecto de asegurar su vigencia y goce efectivos debe
66
Como se puede ver, el Alto Tribunal en lo constitucional abrió el camino para que los
jueces pudieran tener una apreciación más amplia respecto al acto administrativo a juzgar en lo
atinente a la legalidad del mismo, esto es, permitiendo que de hallarse en esta manifestación de la
administración una vulneración de los derechos fundamentales deberá, así la parte demandante no
lo hubiere solicitado, declarar su nulidad y salvaguardar los derechos del afectado con dicho acto
por mandato del artículo 4 constitucional.
Con lo precedente la Corte puso fin a lo que se denominó “la tesis estricta de restricción”
la cual estuvo en vigencia desde la ley 167 de 1941 y que cerraba la posibilidad de que el juez
hiciera manifestaciones por fuera de lo solicitado en la demanda materializando en todo su
esplendor el concepto de “justicia rogada” y la “deferencia especial” dentro del derecho
administrativo sancionador (CE Contencioso Administrativa, Exp. 00316-00, 2016, W.
Hernández).
Sin embargo, esta postura no es compartida por algunos exponentes en materia de derecho
disciplinario como el Dr. Gómez Pavajeau (Gómez y Ostau, 2012, p.102), ya que como se vio en
capítulos anteriores este aboga por la naturaleza especial del derecho disciplinario que si bien está
inscrito dentro del derecho administrativo considera que sus fallos no son actos administrativos en
sentido general sino que tienen condiciones especiales. Esta precisión la hace tomando como punto
67
de partida varias decisiones de la Corte Constitucional que le han dado la condición, al operador
disciplinario y sus decisiones, de ser jueces disciplinarios y a su vez de impartir justicia, veamos:
el debate sobre la amplitud del control que deben realizar los jueces ya que si se sostiene tal teoría
el juez administrativo se vería limitado, al respecto señala Gómez Pavajeau:
El Profesor Gómez Pavajeau señala que los jueces en control de legalidad no deben ampliar
sus controles al acto administrativo disciplinario más allá de lo que debe ser un juicio de revisión
de aplicación correcta de la hermenéutica disciplinaria dictada por la Procuraduría General de la
Nación y de otro lado que, en caso de aplicación de normas con dudosa interpretación, el operador
disciplinario no haya caído en una arbitrariedad aprovechándose de ese estado de cosas. Al
respecto señala como propuestas (Gómez, 2014) para ese control:
Debe recordar la Sala, que el proceso disciplinario por sí mismo ofrece garantías
procesales que de no ser respetadas por el operador le abren paso al juez contencioso
administrativo para que en el marco propio del proceso ordinario y conforme a las causales
señaladas por el legislador, decrete la nulidad de las decisiones allí tomadas; lo que de otra
manera indica, que el proceso de nulidad y restablecimiento no es una tercera instancia que
permita reabrir el debate para conceder una lectura diferente a las pruebas, o a los escritos
defensivos o a la calificación de las faltas controvertidas en las instancia administrativas.
No obstante, si en la actuación disciplinaria se evidencia que hubo violación al debido
proceso (art. 29 CP), la intervención judicial es viable o mejor obligatoria, para restablecer
la legalidad de las actuaciones o de las decisiones de la administración… (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 2274-08, 2011, G. Gómez)
No es del resorte del juez de tutela cuestionar los fundamentos interpretativos que
de la ley y la jurisprudencia haya realizado el máximo organismo de control disciplinario
para adoptar su decisión en un caso particular, pues al hacerlo estaría atentando de manera
abierta y flagrante contra la autonomía e independencia funcional de que está investido en
su calidad de juez disciplinario. Además, como se expuso anteriormente, la acción de tutela
resulta en principio improcedente cuando se promueve contra actos administrativos, dada
70
Sin embargo el culmen de este debate llegaría con la sentencia proferida por el máximo
Tribunal Administrativo el pasado 9 de agosto de 2016 al definir la demanda interpuesta por la
Señora Piedad Esneda Córdoba Ruiz contra la Procuraduría General de la Nación. En dicha
providencia el Consejo de Estado, mediante sentencia de unificación (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 00316-00, 2016, W. Hernández), señaló claramente que el control de
legalidad sobre los actos administrativos disciplinarios es un control “pleno e integral” sobre la
labor del operador disciplinario al amparo de las siguientes reglas:
71
Con lo anterior tenemos entonces como el control es amplio pese a los pronunciamientos
que en otrora buscaban su limitación, sin embargo, del análisis de las diferentes sentencias que
expondré en el siguiente capítulo se verá como no existió del todo una posición clara hasta está
sentencia de unificación ya que en algunas ocasiones el contencioso administrativo limitaba sus
facultades y hablaba de que no era una tercera instancia pero, en el fondo, hacía apreciaciones
probatorias e incluso calificaciones de falta llegando a cambiar las sanciones impuestas por el
operador lo que en la práctica es un juicio de corrección y como tal una instancia adicional.
72
Para hacer este análisis debemos partir del pronunciamiento más reciente realizado por el
Alto Tribunal en lo Contencioso Administrativo respecto a la acción de nulidad con
restablecimiento del derecho interpuesta por la ciudadana Piedad Esneda Córdoba Ruiz en contra
de la Procuraduría General de la Nación. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 00316-00, 2016,
W. Hernández)
De entrada el Consejo de Estado comienza a hacer una precisión que sirve de faro para
darnos una idea hacia dónde direccionaría el sentido de su decisión cuando en el primer párrafo de
las consideraciones señala que se hará un “juicio de legalidad” y no un “control de legalidad”
73
como tradicionalmente se le había venido llamando y sienta tal posición haciendo un llamado, a
nota de pie de página, de que el juicio de legalidad envuelve implícitamente lo que se denomina
“control judicial de legalidad” haciendo notoria la participación del juez y sacándolo de la
invisibilidad, como quisieran algunos, cuando se le denomina simplemente “control de
legalidad”. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 00316-00, 2016, W. Hernández)
La Sala inicia entendiendo dos momentos históricos en lo que el control judicial de las
decisiones disciplinarias hace referencia, el primero antes de la Constitución Política de 1991 a
partir de la Ley 167 de 1941 y hasta las sentencia C-197 de 1999 que lo denomina como el período
de la “tesis estricta de restricción” amparado en la figura de la justicia rogada pero sobretodo en
la clara separación de los poderes y consecuentemente de las funciones ya que las decisiones
técnicas y administrativas debían quedar en manos del ejecutivo y el poder judicial no debía
entrometerse. Finaliza indicando que en materia disciplinaria no se hacía referencia explícitamente
de estas tesis porque, como se indicó anteriormente, se escondían en conceptos como la “justicia
rogada” y un respeto por las decisiones tomadas en materia disciplinaria especialmente por la
Procuraduría General de la Nación.
el ejercicio de la facultad disciplinaria, pues en ella está ordenado que se cite a la parte
supuestamente agraviada, quien por lo mismo es sujeto esencial en el juicio correccional y
que se respeten las garantías derivadas del derecho de defensa y del debido proceso, entre
otras. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 2060-10, 2011, V. Alvarado)
Esta sentencia, que fue proferida en el 2011, viene antecedida como lo señala esta
providencia por una del año 2009 en el que se indicó:
75
(…) el juicio que se abre con la acción de nulidad, no es una simple extensión del
proceso disciplinario, sino que debe ser algo funcionalmente distinto, si es que el legislador
consagró el debido proceso disciplinario como el lugar en que debe hacerse la crítica
probatoria y el debate sobre la interrelación de la normatividad aplicable como soporte de
la sanción. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 4980-05, 2009, V. Alvarado).
Quiere decir que el debate sobre la interpretación probatoria no debe discurrir a través del
medio de control de nulidad porque para ello se estableció dentro del proceso disciplinario unas
garantías materializadas en la posibilidad que tiene el implicado de aportar pruebas, ejercer su
defensa material y técnicamente, objetar, presentar recursos, contradecir y acudir a una segunda
instancia para que revise las decisiones del inferior porque, para el Consejo de Estado, se estaría
en presencia de una tercera instancia.
Con todo se señala que si bien está postura reconoce una autonomía propia del operador
disciplinario, ello no debe llevar al juez a desaprovechar la oportunidad de revisar el procedimiento
para determinar si en su ejecución se vulneraron garantías fundamentales al momento de practicar
las pruebas, precisa el Alto Tribunal:
Pero no solamente se habla del proceso de aducción de la prueba sino también que el juez
puede realizar una valoración de esta cuando de la lectura del acto administrativo se encuentra que
el operador ha hecho, en palabras de la Sala, una apreciación contraevidente de la misma alejada
del sentido común y de toda razonabilidad.
76
Esta postura se ratifica en la sentencia del 1° de octubre del mismo año manteniendo la
misma línea de argumento y sosteniendo:
Pese a lo anterior esta misma sala, unos años atrás, había acogido la posibilidad de hacer
un reexamen de las pruebas recaudadas y valoradas en el proceso disciplinario. En este caso, si
bien los argumentos de la demandan iban dirigidos a que se trasladará la decisión del proceso penal
al proceso disciplinario, es decir, el debate se centraba en la aplicación del non bis in ídem el cual
fue esbozado en este trabajo en líneas anteriores, la Sala optó por realizar un nuevo análisis
probatorio al indicar:
la sentencia de primera instancia que, por ende, será confirmada. (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 1605-04, 2006, A. Olaya)
Entonces se puede concluir en este caso que si bien el debate debió discurrir sobre la
aplicación del principio del non bis in ídem en materia de derecho penal y disciplinario la Sala
prefirió, sin ahondar en el debate sobre la tercera instancia o el control pleno o limitado, hacer un
nuevo análisis probatorio.
Claro está que tal postura no obedeció específicamente a una línea jurisprudencial clara, ya
que como se ha visto hasta acá entre el 2009 y el 2012 se optó por mantener un respeto hacia la
decisión y la valoración de las pruebas hechas en sede administrativa así antes se hubiese tenido
una postura tendiente a realizar revisiones amplias al acto administrativo sancionador incluyendo,
como lo dijo el Consejo de Estado, el riesgo que ello conllevaba.
Tal postura adoptada en 2006 tiene una tendencia de permanencia hasta el año 2009, en ese
período de tiempo se tienen sentencias como la proferida el 24 de agosto de 2006 por el Consejero
Alejandro Ordoñez Maldonado quién, paradójicamente, mostró una postura diferente siendo Jefe
del Ministerio Público, en su momento señaló en la providencia en la cual se analizaron los actos
sancionatorios proferidos por la DIAN:
Se reitera que para dicha época el debate sobre el control pleno o limitado no tenía mucha
relevancia y los jueces no eran censurados en su momento por atender a ese control amplio así en
78
el mismo se volvieran a revisar las pruebas ya valoradas dentro del proceso, seguramente porque
hoy día existe un derecho disciplinario más maduro, con doctrinantes de mayor peso que han
insistido en la autonomía de esta rama y que, de tenerse un control amplio, se pondría en riesgo
esa llamada “autonomía” así sea dentro del ramo del derecho administrativo.
Tenemos entonces que entre el año 2006 y 2009 si bien no existió el debate abierto sobre
el control pleno de los actos administrativos disciplinario en la práctica si se adoptó esta postura,
de hecho, en las sentencias leídas que correspondieron para esa época el debate no es abordado a
partir de esta tesis sino referida a la protección de los derechos fundamentales a partir de la
valoración de la prueba, su oportunidad para controvertirla y de verificar la aplicación de la sana
crítica evitando desviaciones de poder a la hora de proferir los fallos, es por ello que el Alto
Tribunal se constituye en una tercera instancia sin que se hable de ello porque finalmente, al
tomarse la posibilidad de hacer interpretaciones y poder corregir los actos administrativos, se
reabre un debate cerrado en sede administrativa.
Contrariamente es a partir del 2009 al 2012 dónde se encuentra como se vio, una postura
decididamente opuesta a señalar un respeto por la decisión administrativa disciplinaria, sin
embargo, la Corte Constitucional intentó abrir el debate a partir de un fallo de tutela del Magistrado
Mauricio González Cuervo quién indicó:
Como se puede observar la Corte Constitucional hace un llamado para que los jueces
administrativos tenga un rol más activo que implica la interpretación de las normas disciplinarias,
es decir, reabrir el debate sobre situaciones ya debatidas al interior de la sede administrativa, lo
paradójico es que esta misma Corte corrigió su postura con ponencia del mismo Magistrado ese
mismo año al indicar:
4.8. No es del resorte del juez de tutela cuestionar los fundamentos interpretativos
que de la ley y la jurisprudencia haya realizado el máximo organismo de control
disciplinario para adoptar su decisión en un caso particular, pues al hacerlo estaría
atentando de manera abierta y flagrante contra la autonomía e independencia funcional de
que está investido en su calidad de juez disciplinario. (CConst., T-161/2009, M. González)
Se debe indicar que los argumentos esgrimidos en el año 2011 para no darle apertura a un
control amplio se centraron en que el proceso disciplinario contemplaba sus propias etapas y que
de encontrarse un respeto al artículo 29 constitucional no podría reabrirse debate alguno sobre
otros aspectos, al respecto concluyó:
Debe recordar la Sala, que el proceso disciplinario por sí mismo ofrece garantías
procesales que de no ser respetadas por el operador le abren paso al juez contencioso
administrativo para que en el marco propio del proceso ordinario y conforme a las causales
señaladas por el legislador, decrete la nulidad de las decisiones allí tomadas; lo que de otra
manera indica, que el proceso de nulidad y restablecimiento no es una tercera instancia que
permita reabrir el debate para conceder una lectura diferente a las pruebas, o a los escritos
defensivos o a la calificación de las faltas controvertidas en las instancias administrativas.
No obstante, si en la actuación disciplinaria se evidencia que hubo violación del debido
proceso (art. 29 CP), la intervención judicial es viable o mejor obligatoria, para restablecer
la legalidad de las actuaciones o de las decisiones de la administración. (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 2274-08, 2011, G. Gómez)
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A partir de la Sentencia proferida en el caso del Señor Fernando Londoño Hoyos a finales
del año 2012 (CE Contencioso Administrativo, Exp. 00012-00, 2012, J. Díaz), el debate sobre el
control pleno comienza a tomar forma pero siempre bajo el concepto según el cual los juicios en
la jurisdicción no deberían constituir una instancia adicional.
Vemos como en este pronunciamiento el máximo Tribunal intenta de entrada señalar que
el control es pleno partiendo de posiciones principalmente doctrinarias que jurisprudenciales ya
que, como se ha visto, no existía hasta ese momento una línea al respecto toda vez que se siempre
que se trataba el tema se hacía desde la perspectiva del estudio del análisis de legalidad dentro del
marco constitucional del artículo 29 y dónde el proceso jurisdiccional no debía ser una tercera
instancia en la medida que el juez debía convalidar la aplicación del debido proceso más no
81
Justifica en su sentencia de 2012 que no existe excepción legal alguna que permita tener
una deferencia frente a los actos administrativos disciplinarios, cosa distinta ocurre cuando se trata
de procesos disciplinarios de conocimiento del Consejo Superior de la Judicatura los cuales si bien
se nutren de parte de la misma normativa estos constituyen verdadera jurisdicción por tratarse de
decisiones de Jueces de la República y como tal no están sujetos a dicho control.
Pero acá nuevamente el Consejo de Estado, luego de dar vueltas tratando de justificar como
el acto administrativo disciplinario es una manifestación más del poder que debe ser sujetada al
control judicial a pesar de ser especial, trae el ya vetusto argumento de la imposibilidad de que el
debate en la jurisdicción se convierta en una instancia adicional, en dicho momento señaló:
Resulta entonces paradójico que señalando de entrada que el control es pleno quiera
mantener la línea trazada respecto a no ser una manifestación de una tercera instancia.
Sin embargo líneas más adelantes, sin que modifique la decisión del operador disciplinario,
si hace un análisis extenso de la tipificación realizada por la Procuraduría auscultando las razones
y motivaciones que llevaron al operador a tomar la decisión y de esa forma, quizás, tratar de variar
el criterio de interpretación para al final advertir:
Y de hecho continúa haciendo un reproche de las actuaciones del Señor Fernando Londoño
como si quisiera profundizar aún más en la argumentación y las razones que llevaron a la
Procuraduría a destituirlo tal como sucede en un juicio de instancias:
83
Con todo se observa como en este fallo, sin que se hiciera una modificación al acto
administrativo disciplinario, si se muestra desde ya una inclinación de los togados por ampliar el
marco de su control en la medida que intervienen haciendo apreciaciones de fondo en asuntos
como la interpretación hecha por el operador disciplinario y los criterios para su sanción.
Más adelante se verá cómo esta puerta abierta del “control pleno” permite reabrir incluso
debates probatorios que se supone, como se ha visto en este trabajo, se han agotado en la instancia
administrativa.
Vale decir entonces que como muchos doctrinantes han sostenido existe cierta autonomía
pero materializada, al parecer, únicamente en normas porque finalmente el juez administrativo
termina tomando el control del proceso haciendo nuevos análisis y pudiendo modificar lo decidido.
Una evidencia de lo indicado en la línea anterior lo trae el caso del Señor Fabio Alonso
Salazar Jaramillo. Este caso, fallado en el 2014, comienza a solidificar la posición del Consejo de
Estado respecto al “control pleno e integral” superando los concepto instituidos de tiempo atrás
como el de “justicia rogada” y aplicando posiciones básicamente nacidas con el nuevo esquema
legal fundado a partir de la Constitución de 1991 y la forma del Estado Social de Derecho:
Se debe recordar que el caso corresponde a una sanción impuesta por la Procuraduría
General de la Nación al haber expresado en redes sociales, siendo Alcalde de Medellín, una serie
de trinos en los cuales afirmaba que el entonces candidato a la Alcaldía, Luis Emilio Pérez
Gutiérrez, tenía acercamientos con bandas criminales de la ciudad. Tales afirmaciones, que luego
fueron ampliadas en documentos de prensa con algunas imágenes, fueron el objeto del reproche
disciplinario por parte de la Procuraduría que lo destituyó e inhabilitó para el ejercicio de funciones
públicas por un período de 12 años que luego, en aplicación del concepto del “control pleno e
integral”, el Consejo de Estado logró reducirla a un llamado de atención por escrito.
Esta sentencia es de importancia porque representa una postura rígida que no da lugar a
dudas respecto a que los fallos emitidos tanto por la Procuraduría como por las unidades internas
de control disciplinario no son más que actos administrativos sujetos a un control pleno y deja
abandonada la tesis, de la que una parte de la doctrina hizo eco, sobre una especie de autonomía
del derecho disciplinario y como los operadores disciplinarios de forma sui generis eran “jueces
85
disciplinarios” como se vio en unas líneas anteriores en algunos fallos, especialmente de la Corte
Constitucional. El Consejo de Estado borra de tajo esas argumentaciones al señalar:
Para el Consejo de Estado resulta indudable que los actos de control disciplinario
adoptados por la Administración Pública y por la Procuraduría General de la Nación, es
decir, aquellos actos expedidos en ejercicio de la potestad disciplinaria en sus ámbitos
interno y externo, constituyen ejercicio de función administrativa, y por lo tanto son actos
administrativos sujetos al pleno control de legalidad y constitucionalidad por la jurisdicción
contencioso-administrativa. No se trata de actos que manifiesten la función jurisdiccional,
ni mucho menos de una función sui generis o nueva del Estado, sino de actos
administrativos que tienen, por definición, control judicial. La única excepción a la
naturaleza administrativa de los actos de la Procuraduría es la que indica la propia
Constitución en su artículo 277, inciso final, según el cual “para el cumplimiento de sus
funciones la Procuraduría tendrá atribuciones de policía judicial. (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 0263-13, 2014, G. Gómez).
Con esta afirmación podemos decir que si en algún momento buena parte de la doctrina
consideró la posibilidad de marcar una diferencia respecto a los demás actos de la administración
para considerar los fallos disciplinarios como una función especial, este pronunciamiento retrotrajo
todo y puso en igualdad todos los actos de la administración ya que ni siquiera se hace mención
del análisis limitado únicamente en la verificación del respecto del debido proceso y de los
derechos fundamentales del implicado como en otrora se indicaba por parte del Alto Tribunal.
También es claro que con este pronunciamiento el Consejo de Estado libera de una vez por
todas el control de legalidad al concepto de “justicia rogada” otorgando con ello un papel
protagónico al juez quién, amparado en las normas constitucionales y legales, podrán realizar una
nueva interpretación de las pruebas y las normas disciplinarias, al respecto se asevera en la
sentencia:
Reconoce eso sí que en antaño el debate sobre el control pleno se escondía tras el velo de
que la jurisdicción no constituía una tercera instancia así finalmente los jueces terminaran
realizando análisis de pruebas e incluso interpretaciones para concluir estableciendo una regla
importante, respecto a tal limitación, la cual señala:
aplicar en tanto parámetros normativos no sólo las garantías puramente procesales sino
también las disposiciones sustantivas de la Constitución Política que resulten relevantes.
(CE Contencioso Administrativo, Exp. 0263-13, 2014, G. Gómez)
Con todo, podría decirse que esta sentencia funda la línea del control pleno de estos actos
administrativos rompiendo de tajo una tradición sobre la “intangibilidad relativa” de las
decisiones disciplinarias administrativas la cual, de una forma u otra, venía siendo respetada por
considerarse que la función administrativa disciplinaria era de cierta forma una manera de impartir
justicia, materialmente hablando, en el área disciplinaria y que permitía a la doctrina hablar de una
cierta autonomía de este tipo de derecho.
Dentro de ese juicio de corrección, que va más allá del juicio de validez, el Consejo de
Estado aplica el artículo 187 del CPACA visto en apartes anteriores que permite, en aras de
restablecer y proteger el derecho, suplantar la decisión de la autoridad administrativa y con ello
reduce la sanción del Señor Salazar de destitución e inhabilidad por 12 años a un llamado de
atención por escrito luego de haber hecho un análisis del plenario probatorio y de la interpretación
hecha por la Procuraduría al concluir:
Con este tipo de apreciaciones tenemos más que a un juez administrativo a un “juez
disciplinario” que se sustrae de la hermenéutica de la Procuraduría, máximo órgano en esta
materia, para dar una nueva interpretación de los hechos y de las pruebas allegadas legalmente
porque de hecho no se hace censura alguna al proceso probatorio que implique su nulidad por
violación al debido proceso como en otrora se hacía y que servía de sustento para señalar que por
esta vía no existía una tercera instancia y que en sede judicial el debate debía ser más depurado y
especial para evitar nuevas interpretaciones legales y/o probatorias, ya agotadas en la instancia
administrativa.
Esta posición es reforzada en las sentencias del Alto Tribunal de ahí en adelante, tanto así,
que unos meses después atizan sus argumentos al desmontar la idea de la existencia de un “juez
disciplinario” de parte de la Procuraduría y lo etiquetan como simple “máxima autoridad
administrativa en lo disciplinario” y deja al acto administrativo disciplinario desprovisto de
intangibilidad alguna al sentenciar:
Para esta Corporación resulta indudable que los actos de control disciplinario
adoptados por la Administración Pública y por la Procuraduría General de la Nación, es
decir, aquellos actos expedidos en ejercicio de la potestad disciplinaria en sus ámbitos
interno y externo, constituyen ejercicio de función administrativa, y por lo tanto son actos
administrativos sujetos al pleno control de constitucionalidad y legalidad por la jurisdicción
contencioso-administrativa. No se trata de actos que manifiesten la función jurisdiccional,
ni mucho menos de una función sui generis o nueva del Estado, sino -se reitera con énfasis-
de actos administrativos que tienen, por definición, control judicial. (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 0864-11, 2014, G. Gómez)
Y sobre lo que algunos han llamado la intangibilidad de la decisión disciplinaria y que este
concepto sirve para fundar tesis que avocan por una autonomía de esta rama, indica:
Con todo, mantiene la regla planteada en la Sentencia del caso de Alonso Salazar según la
cual no se puede confundir la presunción de legalidad del acto administrativo con la condición de
cosa juzgada que ampara las decisiones tomadas por los jueces y que, para el caso de los fallos
disciplinarios, simplemente es un efecto de los actos administrativos definida como “cosa
decidida”.
También acoge la postura según la cual se debe superar el concepto de “justicia rogada”
la cual, en palabra del Consejo de Estado, riñe con la nueva concepción de Estado Constitucional,
para lo cual arguye:
Cierra en esta sentencia con un llamado a realizar valoraciones de fondo de los actos
administrativos, esto es, no solo a limitarse al petitorio del actor sino avanzar a la revisión del
cumplimiento de los derechos fundamentales al debido proceso e incluso ir hasta la valoración de
las pruebas, nuevamente, por parte del juez administrativo así ese debate allá discurrido ya en el
despacho del Director del proceso disciplinario administrativo, al respecto indicó:
Lo paradójico es que pese a lo que se ha leído textualmente en las líneas anteriores indica
que el debate en sede judicial debe ser diferente al surtido en sede administrativa y que el debate
debe ser especial, depurado y funcionalmente distinto para que no se convierta en una tercera
instancia.
En estas líneas se refleja claramente la posición adversa del control sobre los actos
administrativos disciplinarios otorgándoles esa intangibilidad en razón a su condición de estar
reglado el proceso bajo los principios del derecho de defensa materializados en la posibilidad de
formar parte del debate que construye la decisión del operador disciplinario aportando pruebas,
contradiciendo, presentando sus descargos y alegato y pudiendo apelar la decisión que le resulte
desfavorable.
Cabe la posibilidad de señalar que el Consejero que más ha insistido en una postura sobre
el control pleno es el Dr. Gustavo Eduardo Gómez Aranguren y de hecho su tesis tuvo un triunfo
con la ponencia del CP William Hernández Gómez cuando el Consejo de Estado en Sala Plena de
lo Contencioso Administrativo decidió zanjar toda discusión al respecto y elevó en sentencia de
unificación, en el ya referido caso de la Señora Piedad Córdoba, la tesis del control pleno e integral.
92
La tesis del control pleno cobra vigencia en el derecho administrativo como consecuencia
de la madurez de la Constitución de 1991 que ha permeado todas las ramas del derecho y de ello
no ha escapado la administrativa, podríamos sentar que ello ocurre por varios fenómenos:
a) La generalidad de las normas y el papel proactivo del juez hacen que estos superen
su papel de ser simples escrutadores de la ley y se convierta en un actor adicional en la construcción
del derecho.
b) A partir del concepto de la primacía de la Constitución dentro del sistema jurídico
colombiano se tiene que los juicios de nulidad vayan más allá del cotejo normativo legal y se
impregne de todas las concepciones filosóficas y políticas que inspiraron la Carta de 1991.
c) La conjunción de los dos fenómenos descritos anteriormente hicieron que los jueces
aprehendieran su rol como actores del sistema de pesos y contrapesos para entender en cierta
medida que existen aspectos discrecionales de la administración, como el control disciplinario,
que ameritan poner coto a los abusos.
d) Lo anterior por cuenta de que existen márgenes amplios de discrecionalidad en el
derecho disciplinario administrativo que no pueden escapar del escrutinio del juez como son las
instituciones del sistema de “numerus apertus” o de “tipos abiertos” y “tipos en blanco”, además
del ejercicio de valoración probatoria el cual le permite al operador disciplinario, a partir de
conceptos efectivistas, prestarse para interpretaciones equivocadas que afecten al servidor público
disciplinado. Con todo lo anterior, si llama la atención el hecho de que el control pleno termine
siendo un juicio de corrección y parece ser que esa preocupación fue compartida en salvamento de
voto de la CP Sandra Lisset Ibarra Vélez quién dentro de la sentencia de unificación manifestó:
Y es que por ejemplo se tiene como la sanción depende del criterio del operador
disciplinario al momento de tipificar la conducta y establecer el grado de culpabilidad que, si es
tocada por el juez, conducirá necesariamente a convertir este ejercicio judicial en uno correccional
semejante al de instancias configurado en el sistema judicial, al respecto tenemos el siguiente
cuadro para ejemplificar lo dicho por la Consejera en su salvamento:
Modalidad
Culpa
Dolo Culpa
gravísima
Falta
Destitución Destitución
Suspensión e
Gravísima e inhabilidad e inhabilidad
inhabilidad especial
general general
Suspensión
Suspensión en -------------
Grave e inhabilidad
el ejercicio del cargo ----
especial
Amonestación -------------
Leve Multa
escrita ---
Por ejemplo, en el caso ya visto de Alonso Salazar el juez administrativo corrigió lo que
consideró un yerro en la interpretación de parte del operador disciplinario y mermó dicha sanción
al pasar la falta de una gravísima a título de dolo a una leve culposa con lo cual pasó de destitución
e inhabilidad al llamado de atención por escrito. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 0263-13,
2014, G. Gómez)
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Con lo anterior tenemos que efectivamente así el Consejo de Estado no quiera admitirlo
expresamente, quizás por no aumentar la confrontación con los doctrinantes que aspiran a tener
una autonomía para esta rama del derecho, lo cierto es que si estamos en presencia de una nueva
instancia que puede alterar la sanción dada por el operador, en este caso concreto del Señor Salazar
el Consejo de Estado intervino efectivamente para corregir el proceso de subsunción típica
realizado por la Procuraduría General de la Nación considerando que, si bien existe una
discrecionalidad de parte del operador en este aspecto, esta tiene sus límites y se apoyó para ello
en un pronunciamiento de la Corte Constitucional que señaló:
Este tipo disciplinario abierto debe ser interpretado por el juez de la causa –en este
caso, el Consejo de Estado en aplicación de sus potestades legales de decretar el
restablecimiento del derecho mediante la adopción de decisiones nuevas que reemplacen
las anuladas- en forma sistemática, teniendo en cuenta otras normas que consagran los
deberes violados por el funcionario disciplinado. En este caso, se considera que el deber
incumplido por el señor Salazar, que a su turno causó la incursión en falta disciplinaria, fue
el consagrado en el artículo 34-5 del CDU. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 0263-
13, 2014, G. Gómez)
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Sin embargo, por el contexto en el cual tuvo lugar dicha entrega y declaraciones,
por la formación y el conocimiento y experiencia del señor Salazar en estos asuntos, por su
conocimiento expreso del régimen de deberes y prohibiciones que le obligaba como
Alcalde, y por las declaraciones que ha hecho a lo largo de este proceso, la Sala considera
que sí obró con imprudencia, esto es, con un grado de culpa leve al haber efectuado dicha
entrega de información y documentación a El Colombiano. Dado que tenía el deber de
custodiar y guardar dicha información e impedir su utilización indebida, pudo haber
previsto que entregarla a un medio de comunicación podría eventualmente facilitar su
utilización ilícita por terceros indeterminados. Sin embargo, no se trataba de información
sujeta a reserva legal. (CE Contencioso Administrativo, Exp. 0263-13, 2014, G. Gómez)
Llama también la atención como frente a casos tan publicitados como el del Señor Gustavo
Petro tales análisis se realizan incluso desde la solicitud de medidas cautelares empujado de un
lado por la presión social y de otro por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el
auto que suspendió la ejecución de la sanción impuesta de destitución por la Sala Disciplinaria de
la Procuraduría General de la Nación se señaló:
Del análisis y confrontación de las normas que se invocan y que han sido citadas en
esta providencia, se tiene que en el acto sancionatorio la imputación se hizo a título de dolo
bajo consideraciones, que a juicio de este Despacho no constituyen una motivación que de
manera razonable y con suficiencia argumentativa y probatoria, permita atribuir sin
dubitación alguna que la falta disciplinaria es imputable a título de dolo (CE Contencioso
Administrativo, Exp. 1131-14, 2014, G. Arenas)
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Y precisa seguidamente:
Para la Sala las citadas afirmaciones, no concuerdan con la realidad procesal ni con
lo dicho por el demandante en su versión libre, quien indicó que sí estaba armado al
manifestar « […] es de anotar que en mi pretina portaba un revólver marca llama de mi
propiedad, al saltar a quitarle los documentos se me cayó y lo cojo y guardo nuevamente
en la pretina del pantalón». Versión que contradice lo aseverado por los dos testigos,
quienes al estar presentes observando el acaecimiento de las situaciones fácticas debieron
haber visto que se le cayó un arma de fuego al señor Faris Norbey Ocampo Cañas, lo que
para la Sala le resta credibilidad a sus declaraciones y a su vez no les permite tener la
97
Adicionalmente se puede ver, como en todo proceso de formación de los criterios que
sientan una línea, que hay algunas decisiones que se toman dentro de un período determinado pero
que tratan de salirse de ese marco y por eso se clasifican y se incorporan según el criterio usado
así no coincida la fecha de su expedición con el período señalado en la columna 2.
Sentencias Sentencias
Criterio Período Corte Consejo de
Constitucional Estado
Tesis estricta o de la
deferencia especial
Antes de
la Constitución
(El juez no debe T073/1997
de 1991
modificar el acto T-060/2009
(Ley 167
administrativo, solo verificar
de 1941)
que se haya hecho acatando la
ley)
99
Tesis restrictiva
Desde la
flexible
Constitución de
1991 pero
(Cuando existe una C-197/1999
solamente es
violación a los derechos C-429/2001
reconocida
fundamentales, el debido C-107/2004
judicialmente a
proceso y normas T-161/2009
partir del año
constitucionales le es dado al
1999 hasta el año
juez realizar un control
2006
especial)
Exp. 4925-02
(año 2009)
Control limitado
Exp. 4493-04
(año 2009)
(Solamente se puede
cerrar el debate en la
Exp. 4980-05
jurisdicción a situaciones
(año 2009)
especiales que impliquen
vulneración de derechos a la Desde el
Exp. 2060-10
defensa o el debido proceso y año 2006 hasta el C-242/2010
(año 2011)
no puede tomarse la año 2012
jurisdicción como una tercera
Exp. 2274-08
instancia para reabrir el debate
(año 2011)
probatorio hacia nuevas
interpretaciones ya que estos
Exp. 00012-00
actos tienen una “presunción
(año 2012)
de acierto”)
Exp. 1797-11
(año 2016)
100
Exp. 1605-04
(año 2006)
Exp. 2011-03
Control pleno e
(año 2006)
integral
Exp. 0429-11
(año 2017)
101
Conclusiones
Se debe sumar que lo anterior me lleva a concluir que la hipótesis sobre la cual se trabajó
a partir de que el juicio de legalidad terminaba convirtiéndose en una tercera instancia es cierta en
la medida que, como se evidenció en la investigación, los jueces terminan abordando en sus
pronunciamiento situaciones superadas en el procedimiento administrativo como el análisis
probatorio e incluso modifican las sanciones a partir de darles interpretaciones tal como ocurre en
los juicios de corrección al interior de las sentencias proferidas por los jueces y sujetas a los
recursos de alzada.
Nación sino incorporar en sus análisis los pronunciamiento hechos por el Consejo de Estado para
con ello evitar, en caso de acciones judiciales, que los jueces anulen sus actos administrativos
disciplinarios.
103
Referencias Bibliográficas
Corte Constitucional. Sentencia C-429 de 2001 (M.P. Jaime Araujo Rentería, mayo
2 de 2001).
Corte Constitucional. Sentencia C-107 de 2004 (M.P. Jaime Araujo Rentería; enero
10 de 2004).
Corte Constitucional. Sentencia C-620 de 2008 (M.P. Clara Inés Vargas Hernández,
junio 25 de 2008).
Corte Constitucional. Sentencia C-030 de 2012 (M.P. Luis Ernesto Vargas Gil;
febrero 1 de 2012).
Corte Constitucional. Sentencia C-259 de 2015 (M.P. Gloria Stella Ortiz Delgado,
mayo 6 de 2015).