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B.F.

SKINNER
SOBRE EL
CONDUCTISMO
Revisión y prólogo
RUBÉN ARDILA

Introducción
El conductismo no es la ciencia del comportamiento humano.
Es la filosofía de esa ciencia. Estas son algunas de las preguntas que
plantea: ¿Es realmente posible tal ciencia? ¿Puede explicar cualquier
aspecto del comportamiento humano? ¿Qué métodos puede
emplear? ¿Sus leyes son tan válidas como las de la física y la
biología? ¿Conducirá hacia una tecnología y, en tal caso, qué papel
desempeñará en los asuntos humanos? Es de singular importancia
su relación con tratamientos anteriores del mismo tema. El
comportamiento humano es el rasgo más familiar del mundo en que
vive la gente, y respecto de él se ha dicho más de lo que se dice
respecto de cualquier otra cosa; ¿hasta qué punto lo que se ha dicho
vale algo?
Eventualmente, algunas de estas preguntas recibirán respuesta
con el éxito o fracaso de las empresas científica y tecnológica, pero
los asuntos actuales ya han surgido, y ahora se necesitan respuestas
provisionales. Muchas personas inteligentes creen que ya se han
encontrado tales respuestas, y que todas ellas son muy poco
prometedoras. He aquí, por ejemplo, algunas de las cosas que
usualmente se dicen del conductismo, o que se dicen de la ciencia
del comportamiento. Yo creo que están erradas.
1. Ignora la conciencia, los sentimientos y los estados de la
mente.
2. Descuida el bagaje innato y afirma que todo el
comportamiento se adquiere durante la vida del individuo.
3. Formula el comportamiento simplemente como un
conjunto de respuestas ante los estímulos, representando así a la
persona como un autómata, un robot, un títere o una máquina.
4. No intenta explicar los procesos cognoscitivos.
5. No da lugar a la intencionalidad o el propósito.
6. No puede explicar la realización creadora, por ejemplo
en el arte o en la música, la literatura, la ciencia o las matemáticas.
7. No le asigna un papel al yo o al sentido de sí mismo.
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8. Es necesariamente superficial y no puede manejar las
profundidades de la mente o de la personalidad.
9. Se limita a la predicción y al control del comportamiento
y no investiga la naturaleza esencial del ser humano.
10. Trabaja con animales, particularmente con ratas blancas,
pero no con personas, y, por tanto, su descripción del
comportamiento humano se reduce a los rasgos que el hombre
comparte con los animales.
11. Sus resultados bajo el control del laboratorio no se
pueden duplicar en la vida diaria, y, consecuentemente, lo que tiene
que decir acerca del comportamiento humano en el mundo es
metaciencia sin respaldo.
12. Es extremadamente simple y es ingenuo, y sus hechos
son triviales o ya bien conocidos.
13. Es más cientifista que científico. Simplemente, emula a
las ciencias.
14. Sus realizaciones tecnológicas se hubieran podido lograr
con el empleo del sentido común.
15. Si sus argumentos son válidos, deben aplicarse también
al mismo científico del comportamiento y, por ende, lo que él dice es
solamente aquello que él ha sido condicionado a decir y no puede
ser cierto.
16. Deshumaniza al hombre; es reduccionista y destruye al
hombre en cuanto hombre.
17. Solamente se interesa en principios generales, y por eso
descuida la condición única del individuo.
18. Es antidemocrático por necesidad, porque la relación
entre experimentador y sujeto es manipulativa, y, por tanto, sus
resultados pueden ser utilizados por dictadores y no por los
hombres de buena voluntad.
19. Considera ficciones las ideas abstractas tales como la
moralidad o la justicia.
20. Es indiferente al calor y a la riqueza de la vida humana, e
incompatible con la creación y la fruición del arte, la música y la
literatura y con el afecto por el prójimo.
Estos argumentos representan, en mi opinión, un
extraordinario malentendimiento de los alcances y de la importancia
de una empresa científica. ¿Cómo explicarlo? La historia inicial del
movimiento puede haber causado ciertos problemas. El primer
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conductista explícito fue John B. Watson, quien, en 1913, lanzó una
especie de manifiesto titulado La psicología tal como la ve un
conductista. Como lo indica el título, no estaba proponiendo una
nueva ciencia, sino afirmando que la psicología debía redefinirse
como el estudio del comportamiento. Esto puede haber sido un
error estratégico. La mayoría de los psicólogos de la época creían
estar estudiando procesos mentales en un mundo mental de
conciencia y, naturalmente, no estaban inclinados a estar de acuerdo
con Watson. Los primeros conductistas perdieron mucho tiempo y
confundieron un punto de importancia central cuando atacaron el
estudio introspectivo de la vida mental.
El mismo Watson había hecho importantes observaciones del
comportamiento instintivo, y realmente fue uno de los primeros
otólogos en el sentido moderno de la palabra; pero se impresionó
enormemente con la nueva evidencia de lo que podía aprender a
hacer un organismo, e hizo algunas declaraciones bastante radicales
acerca del potencial del ser humano recién nacido. El mismo las
denominó exageraciones, pero desde entonces se las ha utilizado
para desacreditarlo. Su nueva ciencia nació prematuramente, por así
decirlo. Eran muy pocos los hechos científicos disponibles acerca del
comportamiento, particularmente del comportamiento humano. La
escasez de hechos es siempre un problema en una nueva ciencia,
pero en el agresivo programa de Watson en un campo tan amplio
como es el comportamiento humano fue especialmente perjudicial.
El necesitaba más apoyo fáctico del que pudo encontrar, y no es
extraño que mucho de lo que dijo pareciera demasiado simplificado
e ingenuo.
Entre los hechos comportamentales disponibles estaban los
reflejos y los reflejos condicionados, y Watson los utilizó lo mejor
que pudo; pero el reflejo insinuaba un tipo de causalidad de
«empujar a» no incompatible con la concepción decimonónica de la
máquina. Con el trabajo del fisiólogo ruso Pavlov, publicado por la
misma época, se dio la misma impresión, que no se corrigió con la
psicología de estímulo-respuesta que surgió durante las tres o
cuatro décadas siguientes.
Naturalmente, Watson enfatuó los resultados más
reproducibles que pudo encontrar, y muchos de ellos se habían
obtenido a partir de animales —la rata blanca de la psicología
animal y los perros de Pavlov—. Parecería estar implícito que el
comportamiento humano no tuviera características distintivas. Y
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para fortalecer su proclama de que la psicología era una ciencia y
llenar su texto, admitió préstamos de la anatomía y la fisiología, y
Pavlov siguió la misma línea, insistiendo en que sus experimentos
sobre comportamiento eran, en realidad, «una investigación de la
actividad fisiológica de la corteza cerebral», aunque ninguno de los
dos pudo encontrar observaciones directas del sistema nervioso que
arrojaran luz sobre el comportamiento. También se vieron forzados
a hacer interpretaciones precipitadas del comportamiento complejo;
Watson, diciendo que el pensamiento era simplemente habla
subvocal, y Pavlov, que el lenguaje era simplemente un «segundo
sistema de señales». Poco o nada tenía Watson que decir sobre la
intencionalidad o el propósito, o la creatividad. Destacó la promesa
tecnológica de una ciencia del comportamiento, pero sus ejemplos
no eran incompatibles con el control manipulativo.
Han pasado más de sesenta años desde que Watson lanzó su
manifiesto, y durante ese tiempo han sucedido muchas cosas. El
análisis científico del comportamiento ha experimentado un
progreso dramático, y los defectos de la explicación watsoniana son
ahora, en mi opinión, principalmente de interés histórico. Sin
embargo, la crítica no ha cambiado mucho. Todos los malentendidos
mencionados antes se pueden encontrar en publicaciones actuales
de filósofos, teólogos, científicos sociales, historiadores, hombres y
mujeres de letras, y muchos otros. Las trivialidades de la historia
inicial del movimiento difícilmente bastan como explicación. Sin
duda surge un problema del hecho de que el comportamiento
humano es una materia de estudio delicada. Mucho de ello se refiere
a la forma como nos observamos nosotros mismos, y una
formulación conductista implica ciertamente algunos cambios
incómodos. Más aún: los términos originados en formulaciones
anteriores se encuentran profundamente enraizados en nuestro
lenguaje, y durante siglos se han hecho un lugar en la literatura
técnica y no técnica. Sin embargo, sería injusto decir que la crítica no
ha podido liberarse de estos prejuicios históricos. Tiene que existir
otra razón por la cual el conductismo, como filosofía de la ciencia
del comportamiento, sea todavía tan seriamente malentendido.
Yo creo que la razón reside en lo siguiente: la ciencia misma se
entiende mal. Hay muchas clases diferentes de ciencia del
comportamiento, y, como indicaré más adelante, formulan el campo
de maneras que no llevan a importantes problemas de carácter
conductista. Las críticas mencionadas se contestan en forma muy
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efectiva con una disciplina especial que ha llegado a denominarse
análisis experimental del comportamiento. En ambientes
cuidadosamente controlados se estudia el comportamiento de
organismos individuales y luego se formula la relación entre el
comportamiento y el ambiente. Desafortunadamente, se conoce muy
poco sobre este análisis fuera del ámbito donde se efectúa. Sus
investigadores más activos, y hay cientos de ellos, rara vez hacen
esfuerzos por explicarles sus ideas a quienes no son especialistas. El
resultado es que pocas personas están familiarizadas con los detalles
científicos de lo que —creo yo— es la exposición más convincente de
la posición conductista.
El conductismo que presento en este libro es la filosofía de esa
versión especial de una ciencia del comportamiento. El lector deberá
saber que no todos los conductistas estarán de acuerdo con todo lo
que yo diga.
Watson habló como «el conductista», y en su tiempo él fue el
conductista, pero nadie puede suponer que eso incluya al día de hoy.
Lo que sigue es reconocidamente una visión personal, y, como
conductista, debo decirlo por necesidad. Sin embargo, creo que es
una explicación consistente y coherente que responde
satisfactoriamente a las críticas ya mencionadas. También creo en su
importancia. Los grandes problemas que afronta el mundo de hoy
sólo se pueden solucionar si mejoramos nuestro entendimiento del
comportamiento humano. Los puntos de vista tradicionales han
permanecido durante siglos, y creo que es justo decir que han
demostrado ser inadecuados. En buena medida son responsables de
la situación en la cual nos encontramos ahora. El conductismo ofrece
una alternativa prometedora, y he escrito este libro en un esfuerzo
por poner en claro su posición.
12
1. Las causas del
comportamiento
¿Por qué la gente se comporta de la forma como lo hace?
Probablemente ésta fue primero una pregunta práctica: ¿cómo
podría una persona anticipar y, por tanto, prepararse para lo que
otra persona iba a hacer? Luego se tornaría práctica en otro sentido:
¿cómo se podría inducir a una persona a comportarse de una cierta
manera? Eventualmente se convirtió en el problema de entender y
explicar el comportamiento. Siempre se la podría reducir a una
pregunta acerca de las causas.
Tenemos tendencia a decir, y a menudo temerariamente, que si
una cosa sigue a otra, probablemente ésta cause a aquélla, siguiendo
el antiguo principio de que post hoc, ergo propter hoc («Después de
esto, por lo tanto, a causa de esto»). Entre los muchos ejemplos que
se pueden encontrar en la explicación del comportamiento humano,
uno es de especial importancia aquí. La persona con quien estamos
más familiarizados somos nosotros mismos; muchas de las cosas
que observamos inmediatamente antes de comportarnos ocurren en
el interior de nuestro cuerpo, y es fácil que las tomemos como causa
de nuestro comportamiento. Si se nos pregunta por qué hemos
hablado hostilmente a un amigo, podemos responder «Porque sentí
ira». Es verdad que sentimos ira antes o mientras hablamos, y así
tomamos nuestra ira como causa de nuestra conversación hostil.
Cuando se nos pregunta por qué no tomamos la cena, podemos
decir «Porque no tengo hambre». Con frecuencia sentimos hambre
cuando comemos y, por tanto, concluimos que comemos porque
sentimos hambre.
Cuando se nos pregunta por qué vamos a nadar, podemos
responder: «Porque me siento con deseos de nadar». Parece que
dijésemos: «Antes, cuando me sentí de esta manera, me comporté de
tal y tal modo». Los sentimientos se producen justamente en el
momento preciso para servir como causas del comportamiento, y
durante siglos se les ha mencionado como tales. Nosotros
suponemos que las otras personas sienten como sentimos nosotros
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cuando se comportan como nosotros nos comportamos.
Pero ¿dónde están esos sentimientos y estados de la mente? ¿De
qué están hechos? La respuesta tradicional es la de que están
localizados en un mundo de dimensiones que no son físicas llamado
mente, y que son mentales. Pero entonces surge otra pregunta:
¿cómo puede un hecho mental causar o ser causado por un hecho
físico? Si queremos predecir lo que hará una persona, ¿cómo
podemos descubrir las causas mentales de su comportamiento, y
cómo podemos producir los sentimientos y estados de la mente que
la inducirán a comportarse de una manera determinada? Por
ejemplo, supongamos que queremos hacer que un niño ingiera un
aumento nutritivo pero no muy sabroso. Simplemente, nos
aseguramos de que no haya otro alimento disponible, y él,
eventualmente, lo comerá, Parece que al privarle de alimento (un
hecho físico) hemos conseguido que tenga hambre (un hecho mental)
y que, por haber tenido hambre, ha ingerido el alimento nutritivo
(un hecho físico). ¿Pero cómo condujo el acto físico de la privación a
la sensación de hambre, y cómo movió la sensación a los músculos
implicados en la ingestión? Existen muchas otras preguntas
inquietantes de este tipo. ¿Qué hay que hacer con ellas?
La práctica más común, creo yo, es no tenerlas en cuenta. Es
posible creer que el comportamiento expresa sentimientos, anticipar
lo que una persona hará adivinándolo o preguntándole cómo se
siente, y cambiar el ambiente con la esperanza de cambiar los
sentimientos, mientras se presta poca o ninguna atención a los
problemas teóricos. Quienes no se sienten muy cómodos con esta
estrategia se refugian a veces en la fisiología. Se dice que,
eventualmente, se encontrará una base física para la mente. Como
dijo recientemente un neurólogo, «hoy todos aceptan el hecho de
que el cerebro proporciona una base física para el pensamiento
humano». Freud creía que a su complicadísimo aparato mental se le
encontraría una naturaleza fisiológica, y los primeros psicólogos
introspectivos llamaban a su disciplina Psicología Fisiológica. La
teoría del conocimiento denominada Fisicalismo afirma que, cuando
hacemos introspección o tenemos sentimientos, observamos estados
o actividades de nuestros cerebros. Pero las principales dificultades
son de carácter práctico: no podernos anticipar lo que hará una
persona mirando directamente sus sentimientos o su sistema
nervioso, ni podemos cambiar su comportamiento cambiando su
mente o su cerebro. En cualquier caso, no parece que estemos peor si
14
ignoramos los problemas filosóficos.
ESTRUCTURALISMO
Una estrategia más explícita es abandonar la búsqueda de
causas y, simplemente describir lo que hace la gente. Los
antropólogos pueden relatar los usos y costumbres; los científicos de
lo político pueden tomar la dirección del «comportamentalismo» y
registrar la acción política; los economistas pueden acumular
estadísticas sobre lo que la gente compra y vende, ahorra y gasta,
produce y consume, y los psicólogos pueden hacer muestreos de
actitudes y opiniones. Todo esto se puede hacer mediante
observación directa, posiblemente con la ayuda de sistemas de
registro y con entrevistas, cuestionarios, tests y encuestas.
Frecuentemente, el estudio de la literatura, el arte y la música se
reduce a las formas de estos productos del comportamiento humano,
y los lingüistas pueden limitarse a la fonética, la semántica y la
sintaxis. Hay una clase de predicción posible sobre el principio de
que es probable que la gente haga de nuevo lo que ha hecho
frecuentemente; las personas siguen las costumbres porque es
habitual hacerlo, manifiestan hábitos de votación o de compra, y así
sucesivamente. El descubrimiento de principios de organización en
la estructura del comportamiento —tales como los «universales» de
las culturas o los lenguajes, los patrones arquetípicos de la literatura,
o los tipos psicológicos— pueden hacer posible la predicción de
casos de comportamiento que no han ocurrido previamente.
También se puede estudiar la estructura u organización del
comportamiento en función del tiempo o de la edad, como en el
desarrollo del comportamiento verbal del niño, o en sus estrategias
de solución de problemas, o en la secuencia de etapas a través de las
cuales pasa una persona en su camino de la infancia a la madurez, o
en las etapas por las cuales evoluciona una cultura. La historia
enfatiza los cambios que ocurren en el tiempo, y si se pueden
descubrir los patrones de desarrollo o de crecimiento, se puede
probar que éstos son eficaces en la predicción de acontecimientos
futuros.
Otra cosa es el control. Su precio exige evitar el mentalismo (o
«psicologismo»), rechazando la búsqueda de las causas. El
estructuralismo y el desarrollismo no nos dicen por qué se siguen
las costumbres, por qué las personas votan en la forma que le hacen,
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o muestran actitudes o rasgos de carácter, o por qué diferentes
idiomas tienen rasgos comunes. El tiempo o la edad no se pueden
manipular; solamente podemos esperar que una persona o una
cultura pasen por un cierto período evolutivo.
En la práctica, el descuido sistemático de información útil ha
significado con frecuencia que los datos suministrados por el
estructuralista se vean influidos por otros —por ejemplo, por
quienes toman las decisiones, los cuales de alguna manera se las
arreglan para explicar las causas del comportamiento—. En teoría,
ha significado la supervivencia de los conceptos mentalistas. En el
momento de pedir explicaciones, las prácticas de las culturas
primitivas se han atribuido a «la mente del salvaje», la adquisición
del lenguaje a «las reglas innatas de la gramática», el desarrollo de
estrategias de solución de problemas al «crecimiento de la mente», y
así sucesivamente. En resumen, el estructuralismo nos dice cómo se
comporta la gente» pero arroja muy poca luz sobre por qué se
comporta como lo hace. No tiene respuesta para la pregunta con la
cual empezamos este trabajo.
CONDUCTISMO METODOLÓGICO
Es posible evitar el problema mentalista si se va directamente a
las causas físicas primeras, evitando los sentimientos y estados de la
mente intermedios. La manera más rápida de hacer esto es
reduciéndose a lo que uno de los primeros conductistas, Max Meyer,
denominaba «psicología del otro»: considérense solamente aquellos
hechos que se pueden observar objetivamente en el comportamiento
de una persona en relación con su historia ambiental previa. Si todos
los vínculos son válidos, nada se pierde al descuidar los supuestos
vínculos que no son físicos. Así, si sabemos que un niño no ha
comido durante un período largo, y si sabemos que, por tanto,
siente hambre y que por sentir hambre come, entonces sabemos que
si no ha comido durante un período largo, comerá. Y si al impedirle
el acceso a otro tipo de alimento, hacemos que sienta hambre, y, si
por tener hambre, ha de ingerir un alimento especial, entonces se
sigue que, al impedirle el acceso a otro alimento, le induciremos a
ingerir el alimento especial.
De igual manera, si ciertos modos de enseñar a una persona la
conducen a notar diferencias muy pequeñas en sus «sensaciones», y
si, al notar estas diferencias, puede clasificar correctamente los
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objetos coloreados, entonces se sigue que podemos utilizar estas
maneras de enseñarle para clasificar correctamente los objetos. O,
para poner otro ejemplo, si las circunstancias de la historia de una
persona blanca generan en ella sentimientos de agresión hacia los
negros, y si estos sentimientos le hacen comportarse agresivamente,
entonces simplemente podemos manejar la relación entre las
circunstancias de su historia y su comportamiento agresivo.
Desde luego que no hay nada nuevo en tratar de predecir o
controlar el comportamiento observando o manipulando los
acontecimientos públicos. Los estructuralistas y desarrollistas no
han ignorado del todo las historias de sus sujetos, y los historiadores
y biógrafos han explorado la influencia del clima, la cultura, las
personas y los incidentes. La gente ha utilizado técnicas prácticas de
predicción y control del comportamiento con poca preocupación por
los estados mentales. Sin embargo, durante muchos siglos hubo
pocas investigaciones sistemáticas sobre el papel del ambiente físico,
aunque se hayan escrito cientos de volúmenes altamente técnicos
sobre la comprensión humana y la vida de la mente. Solamente se
hizo plausible un programa de conductismo metodológico cuando
empezó a progresarse en la observación científica del
comportamiento, porque sólo entonces fue posible superar el
poderoso efecto del mentalismo que apartaba a la investigación de
estudiar el papel que desempeña el ambiente.
Las explicaciones mentalistas calman la curiosidad y llevan la
indagación al inmovilismo. Es tan fácil observar los sentimientos y
estados de la mente en un momento y en un lugar tales que los
hacen aparecer como causas, que no nos inclinamos a averiguar más.
Sin embargo, una vez que empieza a ser estudiado el ambiente, su
importancia es innegable.
El conductismo metodológico podría ser concebido como una
versión psicológica del positivismo lógico o del operacionismo, pero
éstos se interesan en asuntos diferentes. El positivismo lógico u
operacionismo sostiene que, puesto que no hay dos observadores
que puedan estar de acuerdo sobre lo que sucede en el mundo de la
mente, entonces, los hechos mentales son «inobservables»; no puede
haber verdad por consenso, y debemos abandonar el examen de los
hechos mentales y, en cambio, dirigir nuestra atención hacia cómo
se los estudia. No podemos medir las sensaciones y las percepciones
como tales, pero podemos medir la capacidad de una persona para
discriminar entre estímulos, y el concepto de sensación o percepción
17
se puede reducir a la operación de discriminación.
Los positivistas lógicos tenían su versión del «otro». Afirmaban
que el robot que se comportara exactamente como una persona,
respondiendo a los estímulos de la misma manera, cambiando su
comportamiento como resultado de las mismas operaciones, no
sería distinguible de la persona real, aunque no tuviera sentimientos,
sensaciones o ideas. Si se pudiese construir semejante robot,
demostraríamos que ninguna de las supuestas manifestaciones de la
vida mental exigen una manifestación mentalista.
El conductismo metodológico tuvo éxito con relación a sus
propias metas. Desechó muchos de los problemas originados por el
mentalismo y se liberó para trabajar en sus propios proyectos sin
disquisiciones filosóficas. Al dirigir la atención hacia los
antecedentes genéticos y ambientales, evitó concentrarse
injustificadamente en la vida interna. Nos liberó para estudiar el
comportamiento de las especies inferiores, en donde ya no era
posible la introspección (que entonces se consideraba como
exclusivamente humana), y para explorar las semejanzas y
diferencias entre el hombre y las otras especies. Formuló de manera
diferente algunos conceptos anteriormente asociados con hechos
privados.
Pero los problemas continuaron. Muchos conductistas
metodológicos aceptaron la existencia de hechos mentales, aunque
los dejaron fuera de consideración. ¿Quisieron decir, en realidad,
que no les interesaban; que la etapa intermedia de la triple secuencia
físico-mental-físico no aportaba nada; en otras palabras, que los
sentimientos y estados de la mente eran simples epifenómenos? No
sería la primera vez que alguien lo dijera. El punto de vista de que
un mundo puramente físico podría ser autosuficiente ya se había
sugerido siglos antes en la doctrina del paralelismo psicofísico, que
sostenía la existencia de dos mundos —uno de la mente y otro de la
materia—, y que ninguno de los dos tenía efecto alguno sobre el otro.
La demostración de Freud del inconsciente, en la cual un darse
cuenta de los sentimientos o estados de la mente parecía innecesario,
apuntaba en la misma dirección.
¿Pero qué decir de otras evidencias? ¿Es completamente errado
el tradicional argumento post hoc, ergo propter hoc. Los sentimientos
que experimentamos inmediatamente antes de comportarnos ¿están
completamente desligados de nuestro comportamiento? ¿Qué
sucede con el poder de la mente sobre la materia en la medicina
18
psicosomática? ¿Qué decir de la psicofísica y de la relación
matemática entre las magnitudes de los estímulos y las sensaciones?
¿Qué pensar sobre el flujo de la conciencia? ¿Qué sobre los procesos
intrapsíquicos de la psiquiatría, en los cuales los sentimientos
producen o suprimen otros sentimientos y los recuerdos evocan u
ocultan a otros recuerdos? ¿Qué sucede con los procesos
cognoscitivos de los cuales se dice que explican la percepción, el
pensamiento, la construcción de frases y la creación artística? ¿Se
debe ignorar todo esto porque no se lo puede estudiar
objetivamente?
CONDUCTISMO RADICAL
La afirmación de que los conductistas niegan la existencia de
sentimientos, sensaciones, ideas u otros rasgos de la vida mental
necesita mucha aclaración. El conductismo metodológico y algunas
versiones del positivismo lógico pusieron a los hechos privados
fuera de juego porque no podía haber acuerdo público en torno a su
validez. No era posible aceptar a la introspección como práctica
científica y, de acuerdo con eso, se atacó la psicología de personas
tales como Wilhelm Wundt y Edward B. Titchener. Sin embargo, el
conductismo radical siguió una línea diferente.
No niega la posibilidad de la auto-observación o el autoconocimiento,
o su posible utilidad, pero cuestiona la naturaleza de
lo que se siente o se observa y, por tanto, se conoce. Restablece la
introspección, pero no lo que los filósofos y los psicólogos
introspectivos habían creído estar «presenciando», y surge entonces
la pregunta de hasta dónde se puede observar de hecho.
El mentalismo desvió la atención de los hechos antecedentes
externos que podían haber explicado el comportamiento, y pareció
ofrecer una explicación alternativa. El conductismo metodológico
hizo exactamente lo contrario: al interesarse exclusivamente por los
hechos antecedentes externos apartó la atención de la autoobservación
y el auto-conocimiento. El conductismo radical
restablece una especie de equilibrio. No insiste en la verdad por
consenso, y, por consiguiente, tiene en consideración los hechos que
se dan en el mundo privado dentro de la piel. No denomina
inobservables a estos hechos, y no los desecha por subjetivos.
Simplemente cuestiona la naturaleza del objeto observado y la
confiabilidad de las observaciones.
19
La posición se puede establecer de esta manera: lo que se siente
o se observa introspectivamente no es un mundo de naturaleza nofísica
de la conciencia, la mente o la vida mental, sino el propio
cuerpo del observador. Esto no quiere decir, como lo indicaré más
adelante, que la introspección sea una clase de investigación
fisiológica, ni tampoco (y aquí está el núcleo del argumento) que lo
que se sienta o lo que se observe introspectivamente sea la causa del
comportamiento. Un organismo se comporta de la manera como lo
hace por su estructura actual, pero buena parte de ésta está fuera del
alcance de la introspección. Por el momento debemos contentarnos,
como insiste el conductista metodológico, con las historias genética
y ambiental de la persona. Lo que se observa introspectivamente son
ciertos productos colaterales de estas historias.
El ambiente hizo su primera gran contribución durante la
evolución de las especies, pero ejerce un tipo diferente de efecto
durante la vida del individuo, y la combinación de ambos efectos es
el comportamiento que observamos en cualquier momento dado.
Cualquier información disponible acerca de una de esas
contribuciones ayuda en la predicción y el control del
comportamiento humano y en su interpretación en la vida diaria. En
la medida en que se pueda cambiar una de ellas, se puede cambiar
el comportamiento.
Nuestro conocimiento creciente del control ejercido por el
ambiente hace posible examinar el efecto del mundo de dentro de la
piel y la naturaleza del auto-conocimiento. También hace posible la
interpretación de una amplia gama de expresiones mentalistas. Por
ejemplo, podemos mirar los rasgos de comportamiento que han
llevado a la gente a hablar de u acto de voluntad, un sentido del
propósito, de experiencia como distinta de realidad, de ideas innatas
o adquiridas, de memorias, de sentido, y de conocimiento personal
del científico, y de cientos de otras cosas o acontecimientos
mentalistas. Algunos se pueden «traducir por comportamiento»
otros se pueden descartar por innecesarios o inútiles.
De esta manera reparamos el mayor daño producido por el
mentalismo. Cuando lo que una persona hace se atribuye a lo que
sucede dentro de ella, se pone punto final a la investigación. ¿Para
qué explicar la explicación? Durante veinticinco siglos, la gente se ha
preocupado por los sentimientos y la vida mental, pero sólo
recientemente se ha mostrado algún interés por un análisis más
preciso del papel del ambiente. La ignorancia de este papel ha
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conducido, en primer lugar, a ficciones mentales y se ha perpetuado
por la práctica explicativa a la que da lugar.
UNAS PALABRAS DE ALERTA
Como anoté en la introducción, no estoy hablando como el
conductista. Creo que he escrito un relato consistente y coherente,
pero refleja mi propia historia ambiental. Una vez, Bertrand Russell
comentó que los animales experimentales estudiados por los
conductistas norteamericanos se comportaban como
norteamericanos, corriendo de una manera casi al azar, mientras
que los animales estudiados por los alemanes se comportaban como
alemanes, se sentaban y pensaban. Ese comentario pudo haber sido
oportuno en su momento; pero hoy carece de sentido. Sin embargo,
estaba en lo cierto al insistir en que todos estamos ligados a la
cultura y que nos acercamos con preconcepciones al estudio del
comportamiento. (Por supuesto que los filósofos también actúan así.
La explicación de Russell sobre cómo piensa la gente es muy
británica, muy russelliana. Los pensamientos de Mao Tse-tung sobre
el mismo tema son muy chinos. ¿Cómo podría ser de otra manera?)
No he presupuesto ningún conocimiento técnico por parte del
lector. Espero que algunos hechos y principios se vuelvan
suficientemente familiares como para que resulten útiles, pues no se
puede continuar la discusión en un vacío; sin embargo, este libro no
versa sobre una ciencia del comportamiento, sino sobre su filosofía,
y he mantenido el material científico en un mínimo evidente. Hay
algunos términos que aparecen muchas veces, pero eso no significa
que el texto sea muy reiterativo. En los últimos capítulos, por
ejemplo, aparece la expresión «contingencias de refuerzo» en casi
todas las páginas, pero es a las contingencias a lo que se refieren
dichos capítulos. Si se refirieran a los hongos, entonces la palabra
«hongo» se repetiría con la misma frecuencia.
Buena parte de la argumentación va más allá de los hechos
establecidos. En este momento me interesa más la interpretación que
la predicción y el control. Cualquier campo científico tiene una
frontera más allá de la cual la discusión, aunque necesaria, no puede
ser tan precisa como se quisiera. Algún escritor ha dicho
recientemente que «la simple especulación que no se puede someter
a la prueba de la verificación experimental no forma parte de la
ciencia», pero si eso fuese cierto gran parte de la astronomía, por
21
ejemplo, o de la física atómica, no sería ciencia. En realidad, la
especulación es necesaria para procurar los métodos que pongan
bajo control una materia de estudio.
Consideraré decenas, si no cientos, de ejemplos del empleo
mentalista. Los tomaré de la literatura actual, pero no citaré las
fuentes. No discuto con los autores, sino con las prácticas
ejemplificadas por sus términos o pasajes. De los ejemplos hago el
mismo empleo que se hace de un manual del uso del inglés.
(Presento mis disculpas si los autores prefirieren que se les
mencione, pero he aplicado la regla de oro y he hecho a otros lo que
hubiese querido que se hiciera conmigo sí yo hubiera utilizado tales
expresiones.) Muchas de esas expresiones las puedo «traducir por
comportamiento», y lo hago reconociendo que traduttori tradittori —
los traductores son traidores—, y que tal vez no haya equivalentes
comportamentales exactos, y, ciertamente, no los hay para los
énfasis y contextos de los originales. Emplear mucho tiempo en las
redefiniciones exactas de conciencia, voluntad, deseos, sublimación,
etc., sería tan insensato como lo sería para los físicos hacer lo mismo
con el éter, el flogisto o la vis viva. Finalmente, unas palabras sobre
mi propio comportamiento verbal. El idioma inglés está
sobrecargado de mentalismo. Los sentimientos y los estados de la
mente han gozado de un puesto privilegiado en la explicación del
comportamiento humano, y la literatura, interesada como está en
cómo y por qué siente la gente, les ofrece apoyo permanente. Como
resultado, es imposible entrar en una conversación casual sin hacer
surgir los fantasmas de las teorías mentalistas. El papel del ambiente
se ha descubierto hace muy poco tiempo y aún no ha surgido un
vocabulario popular para describirlo. En lo relacionado con el
lenguaje corriente, no veo razones para evitar expresiones tales
como «He elegido discutir...» (aunque yo cuestiono la posibilidad de
la libre elección), o «Me doy cuenta del hecho...» (aunque yo
establezco una interpretación muy especial de la percatación).
El conductista neófito se confunde algunas veces cuando se
sorprende a sí mismo utilizando términos mentalistas, pero el
castigo que le produce ese obstáculo solamente se justifica cuando
los términos se utilizan en una discusión técnica. Cuando es
importante ser claro acerca de un tema, nada es mejor que el
vocabulario técnico. A menudo uno se ve forzado a andar con
rodeos. Con dificultad se abandonan las viejas maneras de hablar, y
las nuevas maneras son incómodas y desagradables, pero el cambio
22
tiene que hacerse.
No es esta la primera vez que una ciencia sufre tal transición.
Hubo períodos en los cuales al astrónomo le resultaba difícil no
hablar como astrólogo (o ser un astrólogo en el fondo), y el químico
no tenía modo de liberarse de la alquimia. En la ciencia del
comportamiento estamos en una etapa similar, y cuanto antes se
haga la transición, tanto mejor. Las consecuencias prácticas de esto
se demuestran fácilmente: la educación, la política, la psicoterapia,
la penología, y muchos otros campos de la actividad humana se
resienten del empleo ecléctico del vocabulario lego. Las
consecuencias teóricas son más difíciles de demostrar, pero, como
espero probarlo, son igualmente importantes.
23
2. El mundo debajo de
la piel
Dentro de la piel de cada uno de nosotros está contenida una
pequeña parte del universo. No hay razón para que tenga un estatus
físico especial por encontrarse dentro de estas fronteras, y,
eventualmente, se podría lograr una explicación completa de ese
mundo a partir de la anatomía y la fisiología. Sin embargo, en la
actualidad no se dispone de buenas explicaciones, y, por tanto,
parece que lo más importante es establecer contacto con ese mundo
por otros caminos. Lo sentimos y, en cierta forma, lo observamos, y
parecería tonto descuidar esta forma de información sólo porque
únicamente una persona pueda entrar en contacto con el propio
mundo interno. Con todo, de establecer tal contacto, es necesario
examinar nuestro comportamiento.
Respondemos a nuestro propio cuerpo con tres sistemas
nerviosos, dos de los cuales se relacionan particularmente con
rasgos internos. El sistema llamado interoceptivo transporta
información de órganos como el hígado y el aparato digestivo, de
las glándulas y sus conductos y de los vasos sanguíneos. Es de
importancia primordial para la economía interna del organismo.
El sistema llamado propioceptivo transporta estimulación de
los músculos, las articulaciones y los tendones de la estructura
esquelética y de otros órganos implicados en el mantenimiento del
equilibrio y en la ejecución de movimientos. Nosotros utilizamos el
verbo sentir para describir nuestro contacto con estas dos clases de
estimulación. El tercer sistema nervioso, el exteroceptivo, se
relaciona primordialmente con la visión, el oído, el gusto, el olfato y
con la percepción de las cosas del mundo que nos rodea, pero
también desempeña un papel importante en la observación de
nuestro propio cuerpo.
24
OBSERVACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL MUNDO
DEBAJO DE LA PIEL
Los tres sistemas nerviosos presumiblemente evolucionaron
hasta su estado actual porque cumplieron importantes funciones
biológicas, pero llegaron a cumplir otra función con la aparición del
comportamiento verbal. Eventualmente, las personas se hacían
preguntas unas a otras, cuyas respuestas exigían una clase de
respuestas diferentes al cuerpo. Preguntas tales como: «¿Tienes
hambre?», «¿Te duele la cabeza?», «¿Qué estás haciendo?», «¿Qué
piensas hacer mañana?», «¿Qué hiciste ayer?» y «¿Por qué haces
esto?» generan respuestas que son útiles en la predicción y en la
preparación para lo que hará una persona, y parecen suministrar
información acerca del mundo que está más allá del alcance de otras
personas.
Podríamos esperar que una persona, por estar en contacto tan
íntimo con su propio cuerpo, pudiera describir sus condiciones y
procesos sumamente bien, pero el carácter privado que parece
conferir un privilegio especial al individuo dificulta a la comunidad
el enseñarle a hacer distinciones. La comunidad puede enseñar al
niño a nombrar los colores de diversas maneras. Por ejemplo, le
puede presentar objetos coloreados, pedirle que responda con
palabras de colores y elogiarlo o corregirlo cuando sus respuestas
corresponden, o no corresponden, con los colores de los objetos. Si el
niño tiene una visión normal del color, esperamos que aprenda a
identificar apropiadamente los colores. Sin embargo, la comunidad
no puede seguir la misma práctica al enseñarle a describir los
estados de su propio cuerpo porque carece de la información que
necesita para elogiarlo o corregirlo.
INFORME DE LO QUE SE SIENTE
Afortunadamente, eso no implica que no se pueda aprender a
describir algunos de los estados del cuerpo, porque la comunidad
verbal puede solucionar en alguna medida el problema de lo
privado. Por ejemplo, puede enseñar respuestas descriptivas de
condiciones internas utilizando condiciones públicas que se le
asocian. Algo así sucede cuando un maestro que simplemente ve los
objetos le enseña a un ciego a nombrar los objetos que el ciego siente.
El maestro puede elogiarle o corregirle porque los estímulos
25
visuales y los táctiles se correlacionan casi perfectamente. La
comunidad verbal sigue una práctica muy similar cuando enseña al
niño expresiones tales como «Eso duele». Cuando el niño ha
recibido un fuerte golpe o un corte, el golpe o el corte públicos se
asocian de modo bastante confiable con los estímulos privados
generados por ellos. La comunidad verbal utiliza la información
pública, pero eventualmente el niño podrá decir «Eso duele» al
responder solamente al hecho privado. Ha aprendido a describir un
estímulo privado con una precisión que solamente depende del
grado en que concuerdan los hechos privados y los públicos.
La práctica explica el porqué los términos que describen dolores,
casi siempre describen sus causas públicas. El término «dolor»
deriva de vocablos griegos y latinos que significan castigo. Un dolor
agudo es el dolor producido por un objeto agudo; un dolor ligero, el
producido por un objeto ligero. Los dolores pueden ser de retortijón
o de punzada; un dolor de cabeza puede ser martillante; y
«crucificante» se relaciona con crucifixión. Con frecuencia
preguntamos acerca de los sentimientos diciendo «¿Como qué se
siente?», y normalmente la respuesta se refiere a una condición
pública que a menudo produce un efecto privado similar. Así, una
persona que ha tenido un golpe de suerte, puede decir: «Me siento
como si hubiera ganado un millón de dólares». Hay una práctica
literaria común que consiste en describir los sentimientos
describiendo las condiciones que probablemente desencadenan
sentimientos semejantes. Keats relataba de la siguiente manera cómo
se sentía cuando examinó la traducción de Homero realizada por
Chapman:
Entonces me sentí como un observador del firmamento
Cuando en su panorama aparece un nuevo planeta.
Como el valiente Cortés, cuando con ojos de águila
Divisó el Pacífico.
La comunidad verbal puede también superar las restricciones
impuestas por lo privado utilizando respuestas colaterales a los
estímulos que una persona debe aprender a identificar o describir.
Por ejemplo, puede observar no sólo que el niño recibe un golpe
doloroso, sino también que llora. Los estímulos privados que vienen
a controlar la respuesta «Eso duele» tienen entonces menos
probabilidad de describirse con términos primariamente
26
descriptivos de estímulos públicos. De igual manera, aunque la
comunidad puede enseñar al niño a decir «Tengo hambre» porque
sabe que hace tiempo que el niño no ha comido, tiene más
probabilidad de aprovechar el comportamiento colateral: observa
que el niño responde rápidamente o come vorazmente cuando se le
da alimento. Entonces le dice que él tiene hambre, y el niño puede
adquirir la expresión «Tengo hambre» con referencia a los estímulos
privados colaterales a los cuales no tiene acceso la comunidad
verbal.
Los términos referentes a los estados emocionales o
motivacionales muestran a menudo cierta relación con las
circunstancias externas que los generan. Por ejemplo, nos sentimos
tristes en el sentido original de entristecidos, o excitados en el sentido
de perturbados, pero estas expresiones apenas pueden ser algo más
que metáforas. No estamos tensos en el sentido literal de que se nos
oprima. Podemos haber adquirido estas palabras en circunstancias
que no tienen relación con el comportamiento o los sentimientos.
Casi todos los términos que describen emociones que tienen una
referencia directa con las condiciones incitadoras fueron
originalmente metáforas.
Aunque la comunidad verbal soluciona de esta manera el
problema de los acontecimientos privados y logra enseñar a la
persona a describir muchos estados de su cuerpo, esas descripciones
nunca son completamente precisas. El médico permite mucha
flexibilidad cuando el paciente le describe sus padecimientos. La
dificultad no radica en que el paciente no reciba la estimulación de
una manera perfectamente clara; es, simplemente, que nunca le han
sido ofrecidas las condiciones instruccionales en las cuales pueda
haber aprendido a describir adecuadamente los estímulos. Más aún
—y este es un punto de la mayor importancia, sobre el cual volveré
más adelante—, las funciones biológicas originales responsables de
la evolución del sistema nervioso no han producido el sistema que
necesita la comunidad verbal. Como resultado, es muy probable que
distorsionemos los informes sobre la estimulación privada,
especialmente cuando la descripción tiene otras consecuencias como,
por ejemplo, cuando fingimos estar enfermos.
INFORME DEL COMPORTAMIENTO
Comportamiento actual. La pregunta «¿Qué haces?» demanda
27
una información que bien puede ser pública, pero que, por el
momento, está fuera del alcance de quien pregunta, el cual puede
estar hablando por teléfono, o en la oscuridad, o al otro lado de una
esquina. El vocabulario con el cual se da la respuesta se puede
adquirir cuando el comportamiento es visible para todas las partes y,
por consiguiente, la comunidad verbal no sufre limitaciones. Las
descripciones pueden limitarse a la topografía («Estoy agitando la
mano»), o pueden incluir efectos sobre el ambiente («Estoy bebiendo
un vaso de agua» o «Estoy cosiendo un botón a mi camisa»). Los
estímulos propioceptivos predominan cuando la persona describe
su propio comportamiento en la oscuridad, pero están
estrechamente relacionados con los estímulos públicos utilizados en
la instrucción dada por la comunidad verbal. Esta clase de
preguntas se hace porque sus respuestas son importantes para la
comunidad, pero, como veremos más adelante, también resultan
importantes para quien habla y de maneras que posiblemente
mantengan su precisión.
Comportamiento probable. «¿Qué te inclinas a hacer?» es una
pregunta metafórica cuya respuesta metafórica podría ser «Me
inclino a ir». Tender a hacer algo también es una metáfora que
sugiere que uno se ve impelido o estirado. Probablemente las
respuestas dependan de la estimulación generada por las
condiciones asociadas con una alta probabilidad de acción. Cuando
sucede algo jocoso en una situación solemne, podemos decir «Me
sentí a punto de echarme a reír», o «Me entraron ganas de reír», o
«Casi no podía contener la risa». La estimulación así descrita
posiblemente acompañó a las ocasiones anteriores en las cuales
ocurrió la risa y se adquirió un vocabulario conveniente.
Comportamiento perceptivo. Se puede preguntar a una persona
«¿Ves eso?», o «¿Estás viendo eso?», y se puede verificar la
respuesta preguntando el nombre o la descripción de lo que se ve.
Comportamiento pasado. En preguntas tales como «¿Qué hiciste
ayer?» o «¿A quién viste?», se puede utilizar un vocabulario
adquirido en relación con el comportamiento actual. La persona
simplemente habla desde un punto privilegiado: necesariamente
estuvo ahí. Tales preguntas escasamente se diferencian de, por
ejemplo, «¿Qué pasó ayer?». (Resulta de alguna importancia el que
28
sea más fácil describir el comportamiento de ayer si también ayer se
describió. Se ha dicho, por ejemplo, que no recordamos lo que
aconteció en la infancia porque no fuimos capaces de describirlo
entonces [en una época, «infante» significó «incapaz de hablar»],
pero no describimos constantemente el comportamiento que
estamos ejecutando aunque normalmente podemos describirlo más
tarde. Sin embargo, el olvido rápido de los sueños y de los
pensamientos pasajeros que no se han «anotado», claramente indica
que el relato simultáneo es la mejor manera de asegurar que en
fecha posterior se pueda describir el comportamiento.)
Comportamiento encubierto. Una pregunta mucho más difícil es
«¿Qué estás pensando?», en la cual «pensando» se refiere al
comportamiento ejecutado a una escala tan pequeña que no es
visible para los demás. (En el capítulo 7 se discuten otros empleos
de la palabra «pensar».) Cuando describimos el comportamiento
encubierto, podemos estar describiendo el comportamiento público
en miniatura; pero es más probable que estemos describiendo
condiciones privadas asociadas con el comportamiento público,
aunque no necesariamente generadas por él. El comportamiento
verbal fácilmente puede convertirse en encubierto porque no
requiere de ayuda ambiental. La expresión «Yo me dije...» se utiliza
como equivalente de «Yo pensé...», pero no decimos «Yo me nadé»,
El comportamiento perceptivo encubierto es particularmente
intrigante. Imaginar o fantasear, como maneras de «ver» algo en
ausencia de la cosa vista, posiblemente tienen relación con hacer lo
que se hace cuando está presente la cosa vista. En el capítulo 5
volveré sobre este punto.
La comunidad verbal puede recurrir a la ampliación
instrumental, como en la actitud muscular, y así, en cierto sentido,
convierte en público el comportamiento encubierto, y propicia un
retorno al nivel manifiesto como cuando se pide a una persona que
«Piense en voz alta», pero no puede mantener la precisión del
comportamiento encubierto. Sin embargo, no existe el problema del
origen del vocabulario. Las palabras utilizadas para describir el
comportamiento encubierto son las palabras que uno adquiere
cuando se comporta públicamente.
Comportamiento futuro. Otra pregunta difícil es «¿Qué vas a
hacer?». Desde luego, la respuesta no es una descripción del
29
comportamiento futuro en sí mismo. Puede ser un informe de un
fuerte comportamiento encubierto que probablemente se ha de
emitir públicamente cuando se presente la ocasión («Cuando le vea,
le recordaré que me debe diez dólares»). Puede ser una descripción
de comportamiento basada en las condiciones actuales con las
cuales frecuentemente se asocia el comportamiento («Cuando las
cosas se presentan así, generalmente me rindo», o «Tengo hambre y
voy a conseguir algo de comer»). Puede ser un informe de una
fuerte probabilidad de comportarse de una manera dada.
Las proposiciones acerca del comportamiento futuro
frecuentemente implican la palabra «sentir». Quizá la proposición
«Siento ganas de jugar a las cartas» puede traducirse por «Me siento
como con frecuencia me siento cuando he empezado a jugar a las
cartas». «¿Qué quieres hacer?» puede referirse al futuro en el sentido
de preguntar sobre la probabilidad de un comportamiento.
La actitud («¿Realmente quieres hacer lo que estás haciendo?»,
o «¿Realmente quieres ir de vacaciones a la playa?») puede formar
parte de la metáfora de inclinación o tendencia.
En general, la comunidad verbal puede verificar la precisión de
las afirmaciones referentes a las inclinaciones y tendencias, por lo
menos de una manera estadística, viendo lo que acontece, y así se
asegura hasta cierto punto la precisión del control mantenido por
los estímulos privados. Veremos que el comportamiento autodescriptivo
sirve también al mismo individuo, y que, cuando así
sucede, tiende a ser preciso.
Traducciones múltiples. Las condiciones pertinentes al
comportamiento se informan de acuerdo con las circunstancias en
las cuales se han adquirido, y esto significa que una expresión se
puede traducir de muchas maneras. Considérese el informe «Tengo,
tuve o tendré hambre». «Tengo hambre» puede ser equivalente a
«Tengo punzadas de hambre», y si la comunicación verbal tuviera
alguna manera de observar las contracciones estomacales asociadas
con las punzadas, podría identificar la sola respuesta a estos
estímulos. También puede ser equivalente a «Estoy comiendo
ávidamente». La persona que observa que está comiendo con
voracidad puede decir «Realmente tengo hambre» o, en forma
retrospectiva, «Tenía más hambre de lo que creía», descartando
como poco fiables otras evidencias. «Tengo hambre» puede
equivaler también a «Desde hace bastante tiempo no he comido
30
nada», aunque tal expresión posiblemente se utilice más en la
descripción del comportamiento futuro. «Si pierdo mi cena, tendré
hambre». «Tengo hambre» también puede ser equivalente a decir:
«Así me he sentido antes «cuando he dejado de comer». Puede
equivaler a «Encubiertamente estoy emitiendo un comportamiento
similar al comportamiento implicado en obtener y consumir
alimento», o «Estoy fantaseando con comer», o «Pienso en cosas que
me gusta comer», o «Me estoy devorando». Decir «Tengo hambre»
puede ser informar sobre algunas o todas estas condiciones.
IDENTIFICACIÓN DE LAS CAUSAS DEL
COMPORTAMIENTO PROPIO
La expresión «¿Qué estás haciendo?» frecuentemente es una
solicitud de mayor información. Esta pregunta se podría hacer a
alguien que está escudriñando en una caja con objetos pequeños, y
una respuesta característica podría ser «Estoy buscando mi navaja
vieja». La palabra «escudriñando» describe una clase particular de
comportamiento; además de una topografía particular, implica una
razón. La persona que escudriña está buscando algo, y cuando lo
encuentre cesará de escudriñar. Una pregunta diferente es «¿Qué
estás buscando?», cuya aparición pondrá fin al comportamiento.
Otra pregunta, «¿Por qué buscas tu navaja?», puede llevar a la
respuesta «Porque la necesito», lo cual usualmente significa más
«Porque carezco de ella».
Una pregunta más directa acerca de las causas es «¿Por qué
haces eso?», y la respuesta usualmente es una descripción de
sentimientos: «Porque quiero hacerlo». Con frecuencia, esta
respuesta es aceptable, pero si la comunidad verbal insiste en algo
más, puede preguntar «¿Por qué quieres hacerlo?», y entonces la
respuesta será o bien una referencia a otros sentimientos, o (en
última instancia) a las circunstancias externas. Así, en respuesta a
«¿Por qué mueves tu silla?», la persona puede decir «La luz era
mala», o «Para tener más luz sobre el libro».
No siempre se responde correctamente a preguntas de esta
clase, pues a menudo no sabemos por qué nos comportamos como
lo hacemos. Pese a la aparente intimidad del mundo debajo de la
piel, y pese a la ventaja de que disfruta la persona como observador
de su propia historia personal, otra persona puede saber más sobre
31
por qué se comporta como lo hace. El psicoterapeuta que trata de
aportar comprensión a su paciente, presumiblemente está
enfatizando relaciones causales de las cuales su paciente aún no se
ha percatado.
Cuando no sabemos por qué nos comportamos, posiblemente
inventemos causas: «Yo lo hice, luego debo haber pensado que sería
útil hacerlo». Es posible que muchos mitos sean poco más que
causas inventadas del comportamiento supersticioso que careciera
de causa aparente, lo cual se discutirá en el capítulo 8.
Las explicaciones del comportamiento varían con las clases de
respuestas aceptadas por la comunidad verbal. Si basta con un
simple «Quiero hacerlo», no aparecerá nada más. Freud ejerció gran
influencia cuando cambió las clases de respuestas que
ordinariamente se dan a «¿Por qué estás haciendo eso?». Puso
énfasis en los sentimientos, pero dio lugar a referencias de la historia
personal. El análisis experimental del comportamiento va
directamente a las causas antecedentes del ambiente.
AUTO-CONOCIMIENTO
He destacado la diferencia entre los sentimientos y el informe
de lo que se siente. Podemos suponer que el sentimiento es
simplemente responder a estímulos, pero el informe es el producto
de las contingencias ambientales especiales dispuestas por la
comunidad. Existe una diferencia similar entre comportarse e
informar que se está comportando o informar acerca de las causas
del propio comportamiento. Cuando dispone las condiciones bajo
las cuales la persona describe el mundo público o privado en el cual
vive, la comunidad origina esa forma tan especial de
comportamiento denominada conocimiento. Una cosa es responder
a un estómago vacío obteniendo e ingiriendo alimento; otra cosa es
saber que se tiene hambre. Una cosa es marchar sobre terreno
escabroso; otra, saber que se está haciendo eso.
El auto-conocimiento es de origen social. Sólo cuando el mundo
privado de una persona se torna importante para otras personas, se
hace importante para ella. Entonces queda bajo el control del
comportamiento denominado conocer. Pero el auto-conocimiento
tiene un valor especial para el individuo. La persona que se ha
hecho «consciente de sí misma» por las preguntas que se le han
formulado está en mejor situación para predecir y controlar su
32
propio comportamiento.
Un análisis conductista no pregunta por la utilidad práctica de
los informes del mundo interno que se siente y se observa
introspectivamente. Son pautas: 1) para el comportamiento pasado y
para las condiciones que lo afectaron; 2) para el comportamiento
actual y las condiciones que lo afectan; y 3) para las condiciones
relacionadas con el comportamiento futuro. Sin embargo, el mundo
privado debajo de la piel no se observa o se conoce claramente. He
mencionado dos razones sobre las cuales tendré muchas ocasiones
de volver: al enseñar el auto-conocimiento, 1) la comunidad debe
tratar con sistemas nerviosos bastante primitivos y 2) no puede
solucionar completamente el problema de los acontecimientos
privados. Hay un viejo principio de que nada es diferente mientras
no marque una diferencia; con relación a los acontecimientos del
mundo bajo la piel, la comunidad verbal no ha podido hacer las
cosas suficientemente diferentes. Como resultado, hay sitio para la
especulación, la cual durante siglos ha demostrado la
heterogeneidad más extraordinaria.
Se ha dicho que Platón descubrió la mente, pero yo precisaría
más diciendo que inventó una versión de ella. Mucho antes que él,
los griegos habían construido un complicado sistema explicativo,
extraña mezcla de filosofía y metafísica. No tardó en hacer su
aparición un mentalismo puro que ha dominado el pensamiento
occidental durante más de dos mil años. Casi todas las versiones
afirman que la mente es un espacio de naturaleza no física en el cual
los hechos obedecen a leyes que no son físicas. La «conciencia», de la
cual se dice que la persona se percata, se ha vuelto tan indispensable
en el pensamiento occidental que «cualquiera sabe lo que significa
ser consciente», y al conductista que formula la pregunta se le llama
ingenuo, como si estuviera rechazando la evidencia de sus sentidos.
Incluso quienes insisten en la realidad de la vida mental
aceptarán que desde los días de Platón poco o nada se ha
progresado. Las teorías mentalistas están sujetas a los cambios de la
moda, como sucede con la historia del vestuario y de la arquitectura;
sólo hay que esperar el tiempo necesario para ver cómo un punto de
vista antiguo vuelve a estar de moda. Hemos tenido renovadores en
Aristóteles, y se dice que ahora estamos volviendo a Platón. La
psicología moderna puede proclamar que está más allá de Platón
cuando controla los ambientes de los cuales se dice que las personas
son conscientes, pero no ha mejorado mucho su acceso a la
33
conciencia misma, porque no ha podido mejorar las contingencias
verbales bajo las cuales se describen y conocen los sentimientos y
estados de la mente. Basta con estudiar media docena de teorías
mentalistas actuales para ver cuánta variedad es todavía posible.
Por su parte, el conductismo sí ha avanzado. Aprovechando los
adelantos recientes del análisis experimental del comportamiento,
ha mirado más de cerca las condiciones en las cuales las personas
responden al mundo bajo su piel y puede ahora analizar uno por
uno los términos claves del arsenal mentalista. Lo que sigue se
presenta como ejemplo de esto.

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