2°AÑO – PSICOPEDAGOGÍA UNIVERSIDAD NACIONAL DE FORMOSA REFERENCIAS ■ Freud, S. (1992). Sobre la dinámica de la transferencia. Obras Completas. Tomo XII (pp. 93-105). Amorrortu. ■ Freud, S. (1992). Recordar, repetir y reelaborar. Obras Completas. Tomo XII (pp. 145-157). Amorrortu. ■ Laplanche, J. & Pontalis, J-B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Paidós. SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA (1912) ■ Todo ser humano por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, y las pulsiones que satisfará, así como las metas que habrá de fijarse. Disposición y azar determinan el destino del hombre. ■ Esto da por resultado uno o varios clisés (inscripción-impresión) que se repiten de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles. ■ Solo un sector de esas mociones ha recorrido el pleno desarrollo psíquico: ese sector está vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente. ■ Otra parte de las mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, está apartada de la personalidad consciente y la realidad objetiva, y sólo tuvo permitido desplegarse en la fantasía o ha permanecido por entero en lo inconsciente. ■ Si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, se verá precisado a volcarse con unas nuevas representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca. ■ Es normal que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. ■ Esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés, insertará al médico en una de las series psíquicas que ha formado. ■ Responde a los vínculos reales con el médico que para semejante seriación se vuelva decisiva la “imago paterna”, según una feliz expresión de Jung (1911-12). ■ Empero, la trasferencia no está atada a ese modelo; también puede producirse siguiendo la imago materna o de un hermano varón. ■ Imago, no como imagen o copia fiel, sino entendida como una versión interior de la relación con el padre. ■ No solo las representaciones-expectativa conscientes han producido la transferencia, sino también las rezagadas o inconscientes. ■ La transferencia se hace intensa en neuróticos bajo análisis (también fuera de el); y es la más fuerte resistencia al tratamiento, siendo que, fuera del análisis, debe ser reconocida como portadora del efecto salutífero, como condición del éxito. ■ Cuando las asociaciones libres fallan, se deniegan verdaderamente, es porque está bajo el imperio de una ocurrencia relativa al analista o a algo perteneciente a él (ej.: me acordé de ud. en la semana). Según Freud es necesario que el médico ponga esto en evidencia, lo esclarezca. ■ La más poderosa palanca del éxito se muda en el medio más potente de resistencia. ■ Este proceso no es característico del psicoanálisis sino de la neurosis. ■ Una condición previa de toda psiconeurosis es la introversión de la libido: disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad, y en esa medida aumenta el sector de ella entrañada de la realidad objetiva, inconsciente. La libido se ha internado por el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Todas las fuerzas que causaron la regresión se elevan como resistencias al trabajo para conservar ese estado. La introversión se produjo por una frustración de la satisfacción exterior. La libido disponible había estado bajo la atracción de las partes de complejos inconscientes (alimenta las fantasías del sujeto). ■ Para liberarla es preciso vencer la atracción de lo inconsciente, cancelar la represión (esfuerzo de desalojo) de las pulsiones inconscientes y sus producciones. Cada acto del paciente se forma como compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y aquellas que la contrarían. ■ Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación consciente (síntoma) hasta su raíz inconsciente, hay una zona donde la resistencia se hace nítida y la ocurrencia que surja aparece como un claro compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. ■ En este punto sobreviene la transferencia: algo del material del complejo (de su contenido) es transferido sobre el psicoanalista, esa transferencia da una ocurrencia inmediata y se anuncia mediante una resistencia (ej.: detención de las ocurrencias). ■ Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte susceptible de transferencia, y es defendida con la máxima tenacidad. ■ En la cura analítica la transferencia se presenta como el arma más poderosa de la resistencia, y la intensidad será efecto y expresión de ésta última. ■ No se puede comprender el empleo de la trasferencia como resistencia mientras se piense en una “trasferencia” a secas ■ Hay dos tipos de transferencias: (1) una positiva, de sentimientos tiernos, y (2) una negativa de sentimientos hostiles. ■ La positiva puede ser amistosa (susceptible de conciencia) y erótica (inconsciente). ■ La transferencia que puede resultar como resistencia de la cura es la negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas. ■ El otro componente, el consciente, es el portador del éxito. ■ La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus transferencias al servicio de la resistencia. ■ Otra cuestión vinculada con la transferencia tiene que ver con que quien haya recogido la impresión correcta sobre cómo el analizado es expulsado de sus vínculos objetivos (real) con el médico tan pronto cae bajo el imperio de una vasta resistencia trasferencial; cómo luego se arroga la libertad de descuidar la “regla fundamental del psicoanálisis”, según la cual uno debe comunicar sin previa crítica todo cuanto le venga a la mente; olvida los designios con los que entró en el tratamiento, y cómo ahora le resultan indiferentes unos nexos lógicos y razonamientos que poco antes le habrían hecho la mayor impresión. ■ Esa persona, decimos, sentirá la necesidad de explicarse aquella impresión por otros factores además de los ya consignados, y de hecho esos otros factores no son remotos: resultan, también ellos, de la situación psicológica en que la cura ha puesto al analizado. ■ Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconsciente. ■ Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconscientes; quiere actuar (agieren) sus pasiones sin atender a la situación objetiva (real). ■ El médico quiere constreñirlo a insertar esas mociones en la trama del tratamiento y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernirlas por su valor psíquico (lucha entre intelecto y vida pulsional, discernir y querer actuar). ■ La transferencia brinda el servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes, pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie (en ausencia o en representación). SÍNTESIS ■ Designa, en psicoanálisis, el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. ■ Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad. Casi siempre lo que los psicoanalistas denominan transferencia, sin otro calificativo, es la transferencia en la cura. ■ La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el que se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración, modalidades, interpretación y resolución de la transferencia. RECORDAR, REPETIR Y REELABORAR (1914) ■ En la fase de la catarsis breueriana, recordar y abreaccionar (descarga de emociones y afectos ligados a recuerdos) eran en aquel tiempo las metas que se procuraba alcanzar con auxilio del estado hipnótico. ■ Luego, después de que se renunció a la hipnosis, pasó a primer plano la tarea de deducir desde las ocurrencias libres del analizado aquello que él denegaba recordar. Se pretendía sortear la resistencia mediante el trabajo interpretativo y la comunicación de sus resultados al enfermo. ■ Por último, se plasmó la consecuente técnica que hoy empleamos: el médico renuncia a enfocar un momento o un problema determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez, y se vale del arte interpretativo, en lo esencial, para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y hacérselas consientes. ■ Así se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados. ■ En términos descriptivos: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos; vencer las resistencias de la represión. ■ El recordar, en aquellos tratamientos hipnóticos, cobraba una forma muy simple. El paciente se trasladaba a una situación anterior, que no parecía confundir nunca con la situación presente; comunicaba los procesos psíquicos de ella hasta donde habían permanecido normales, y agregaba lo que pudiera resultar por la trasposición de los procesos entonces inconscientes en consientes. ■ Freud pasa del recordar como tarea, pasa por el olvido y los recuerdos encubridores que son el contrapeso de la amnesia infantil. ■ La nueva técnica tiene un signo distintivo respecto de la anterior (hipnosis y abreacción), podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. ■ No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite sin saber que lo hace. ■ Por ejemplo, el analizado no refiere acordarse de haber sido desafiante e incrédulo frente a la autoridad de los padres; en cambio, se comporta de esa manera frente al médico. Él empieza la cura con una repetición. ■ Tras comunicar la “regla fundamental del psicoanálisis”, y exhortarlo luego a decir cuánto se le ocurra, uno espera que sus comunicaciones fluyan, pero, al principio, calla y afirma que no se le ocurre nada. Esta es la repetición de una actitud homosexual (entrega homosexual al padre edípico) que se esfuerza hacia el primer plano como resistencia a todo recordar. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se librará de esta compulsión de repetición; uno comprende que esta es su manera de recordar. ■ Lo que más nos interesa es la relación de esta compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. ■ La transferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la trasferencia del pasado olvidado, sobre todos los ámbitos de la situación presente. Por eso tenemos que estar preparados para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye al impulso de recordar. ■ Tampoco es difícil discernir la participación de la resistencia. ■ Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir). ■ El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia. ¿Qué repite o actúa, en verdad? ■ Repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter, y, además, durante el tratamiento repite todos sus síntomas. ■ La condición de enfermo del analizado no puede cesar con el comienzo de su análisis, por lo que debemos tratar su enfermedad como un poder actual. ■ Esta condición patológica va entrando pieza por pieza dentro del campo de acción de la cura, y mientras el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y actual, tenemos nosotros que realizar el trabajo terapéutico, que en buena parte consiste en la reconducción al pasado. ■ El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, según esta técnica, equivale a convocar un fragmento de la vida real, y por eso no en todos los casos puede ser inofensivo y carente de peligro. De aquí el problema del “empeoramiento durante la cura”. ■ Freud instaba a sus pacientes a no tomar decisiones importantes durante el tratamiento, ya que podrían vincularse a ese repetir. ■ La introducción del tratamiento conlleva, particularmente, que el enfermo cambie su actitud consciente frente a la enfermedad; por lo común se ha conformado con lamentarse de ella, despreciarla, menospreciarla, pero en lo demás ha prolongado frente a sus exteriorizaciones la conducta represora. ■ Para la cura, es preciso que el paciente cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su enfermedad. Ya no tiene permitido considerarla algo despreciable. Así es preparada desde el comienzo la reconciliación con eso reprimido que se exterioriza en los síntomas. Si en virtud de esta nueva relación con la enfermedad se agudizan conflictos y resaltan al primer plano unos síntomas que antes eran casi imperceptibles, uno puede fácilmente consolar de ello al paciente puntualizándole que son unos empeoramientos necesarios, pero pasajeros. ■ El principal recurso para domeñar la compulsión de repetición y transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. ■ Volvemos esa compulsión inocua y aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la trasferencia como el campo donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado. ■ Se consigue dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo significado trasferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de trasferencia (neurosis artificial), de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. ■ La trasferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta. ■ El nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible a nuestra intervención. Al mismo tiempo es un fragmento del vivenciar real-objetivo, pero posibilitado por unas condiciones particularmente favorables, y que posee la naturaleza de algo provisional. De las reacciones de repetición, que se muestran en la trasferencia, los caminos consabidos llevan luego al despertar de los recuerdos, que, vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad. ■ El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto y comunicársela al analizado. ■ Nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato, es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia, no consabida para él, para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental. ■ Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. El médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco apurado. ■ Esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una prueba de paciencia y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo, y en la teoría, se la puede equiparar a la abreacción de los montos de afecto estrangulados por la represión. SÍNTESIS
■ RECORDAR: poner en palabras un elemento del pasado.
■ REPETIR: poner en acto un elemento del pasado, olvidado, reprimido, sin saber que se lo esta repitiendo. ■ REELABORAR (trabajar a través – trabajo psíquico asociativo): reconducir esto que se repite al elemento del pasado correspondiente poniéndolo en palabras y venciendo la resistencia.