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LA NATURALEZA DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL POR

ACTIVIDADES PELIGROSAS

Sentencia SC2111-2021 del 2 de junio de 2021

1. La síntesis del litigio y del proceso

1.1. Los hechos y la primera instancia. La causa de las pretensiones consistió en un


accidente de tránsito entre una motocicleta y un camión, conducido por su arrendatario,
afiliado a una sociedad de transporte, de propiedad de un banco y asegurado mediante un
seguro de responsabilidad civil.

La demanda fue promovida por los familiares del conductor de la motocicleta, quien
falleció a raíz del accidente de tránsito, en contra del conductor arrendatario del camión y
de la sociedad afiliadora. La discusión probatoria en el proceso se centró en determinar cuál
de los vehículos invadió el carril contrario.

El Juzgado Promiscuo del Circuito de Monterrey, en la sentencia de primera instancia,


condenó solidariamente a los demandados, al encontrar probado que el camión invadió el
carril sobre el que se desplazaba la motocicleta.

1.2. La sentencia de segunda instancia. El Tribunal Superior del Distrito Judicial de


Yopal revocó la decisión de primera instancia, con base en el siguiente raciocinio:
considerando que tanto la víctima directa como los demandados ejercían actividades
peligrosas, se anularon las presunciones de culpa, de suerte que debía aplicarse
estrictamente la regla de la carga de la prueba.

Luego de valorar las pruebas, el Tribunal concluyó que el accidente se produjo por el hecho
exclusivo de la víctima, en la medida en que esta, debido al exceso de velocidad, perdió el
control e invadió el carril por el que transitaba el camión.

2. La posición de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia

En la sentencia SC2111-2021 del 2 de junio de 2021, con ponencia del doctor Luis
Armando Tolosa Villabona, la Sala Civil de la Corte decidió no casar la sentencia de
segunda instancia. Aunque la legalidad de la sentencia de segunda instancia se afirmó
pacíficamente, las consideraciones del magistrado sustanciador acerca de la naturaleza de la
responsabilidad por actividades peligrosas produjeron un hondo debate entre los
magistrados de la Sala.

2.1. La naturaleza de la responsabilidad civil por actividades peligrosas. El magistrado


sustanciador aprovechó la ocasión para teorizar respecto de los «requisitos axiológicos de
la responsabilidad civil extracontractual derivada de actividades peligrosas, todo en el
marco del artículo 2356 del Código Civil»[1].
Según afirma el magistrado sustanciador en la sentencia, la Corte retoma una vieja
jurisprudencia[2] a fin de precisar que el verdadero alcance del régimen extracontractual de
las actividades peligrosas es el de la responsabilidad «con riesgo u objetiva»[3], en la que
es absolutamente irrelevante la imputación subjetiva, incluso bajo una presunción de
derecho.

Para no parafrasear las importantes palabras de la Corte, el párrafo más significativo de la


sentencia es este: «El artículo 2356 del Código Civil, en consecuencia, se orienta por una
presunción de responsabilidad, de ahí, como lo tiene sentado la Sala, la culpa no sirve
para condenar ni para exonerar. Demostrado el hecho peligroso, el daño y la relación de
causalidad entre aquel y este, la liberación de indemnizar deviene de la presencia de un
elemento extraño. Se trata, entonces, de una actividad guiada por la responsabilidad
objetiva»[4].

En efecto, acuña la sentencia el «concepto de “presunción de responsabilidad” en el


ejercicio de actividades peligrosas»[5], lo que, en «estricto sentido, se trata de una
“presunción de causalidad”, ante el imposible lógico de la “presunción de culpa”»[6].

2.2. Las dispares aclaraciones de voto. Los demás magistrados de la Sala accedieron al
proyecto de la sentencia en su parte resolutiva, pero, con argumentos distantes, cuatro de
ellos aclararon el voto.

El doctor Álvaro Fernando García Restrepo sostuvo que en la parte motiva de la sentencia
se confunden los conceptos de culpa y de responsabilidad, así que en nuestro país la
responsabilidad extracontractual es con culpa, aun cuando en ciertas ocasiones se presuma,
como en el caso de las actividades peligrosas. Negó de manera enérgica, además, que la
Sala Civil ya haya acogido la responsabilidad objetiva en materia de actividades peligrosas
y afirmó que, para ello, es necesario el concierto claro de los magistrados de la Sala.

En el mismo sentido, el doctor Augusto Tejeiro Duque dijo que la interpretación del
magistrado sustanciador se aparta del texto del artículo 2356 del Código Civil y cuestionó
que en las actividades peligrosas fuere predicable una «presunción de responsabilidad»,
comoquiera que las actividades riesgosas no son en sí mismas responsabilidad. Es más, el
doctor Luis Alonso Rico Puerta, apegándose firmemente a la literalidad del artículo 2356 y
dejando de lado las consecuencias prácticas de su interpretación, concluyó que en nuestra
ley civil sobre la responsabilidad extracontractual por actividades peligrosas existe una
presunción de culpa que debería admitir prueba en contrario.

Por su parte, el doctor Aroldo Wilson Quiroz Monsalvo aclaró su voto para respaldar al
magistrado sustanciador: a raíz del proyecto de la sentencia, se convenció de conferirle a la
responsabilidad civil extracontractual por actividades peligrosas el calificativo de
responsabilidad objetiva.

2.3. Otras consideraciones de las actividades peligrosas en la sentencia. En la sentencia


la Corte reiteró que, en presencia de actividades peligrosas concurrentes del demandante y
del demandado ―colisión de actividades peligrosas―, es preciso investigar la incidencia
causal del comportamiento de cada uno de los agentes, con miras a determinar el causante
del daño.

De otro lado, pese a reconocer que la guarda de una actividad peligrosa puede tener varias
fuentes, la sentencia parece inclinarse por le teoría del riesgo-provecho, al decir de paso que
«quien se aprovecha de una actividad peligrosa con riesgos para otros sujetos de derecho,
éstos, al no estar obligados a soportarlos, deben ser resarcidos de los menoscabos
recibidos»[7].

3. Comentarios de Tamayo Jaramillo & Asociados

3.1. En la práctica, hay responsabilidad objetiva. Es cierto, conforme lo afirmaron la


mayoría de los magistrados que salvaron el voto, que el artículo 2356 del Código Civil
impide sostener categóricamente la responsabilidad objetiva por actividades peligrosas.
Con todo, la posición tradicional de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, de
acuerdo con la cual existe una presunción de derecho en relación con la culpa del causante
del daño, en la práctica, equivale a asumir la responsabilidad objetiva.

En ambos casos, el guardián de la actividad peligrosa solo se exonerará mediante la prueba


de una causa extraña.

3.2. Aclaración del alcance de la «presunción de responsabilidad». Como se vio, en la


sentencia se equipara la responsabilidad objetiva con la «presunción de responsabilidad»
en el ejercicio de actividades peligrosas. Pero esta terminología provoca una peligrosa
confusión.

En rigor, la «presunción de responsabilidad» comprende un beneficio mayor para el


demandante a la mera responsabilidad objetiva. La responsabilidad objetiva excluirá el dolo
y la culpa del juicio de responsabilidad civil, mientras que la «presunción de
responsabilidad» podría comportar una inversión de la carga de la prueba, en perjuicio del
demandado, incluso en cuanto al nexo de causalidad.

A pesar de emplear las expresiones «presunción de responsabilidad», en la sentencia la


Corte deja claro que en el régimen extracontractual de actividades peligrosas la víctima
debe probar «el hecho peligroso, el daño y la relación de causa a efecto entre éste y aquel
(causalidad material y jurídica)»[8].

3.3. La sentencia no es precedente judicial.

La interesante discusión sobre la naturaleza de la responsabilidad extracontractual por


actividades peligrosas, entonces, ha quedado abierta entre los magistrados de la Sala Civil.

3.4. Acoger la teoría del riesgo-provecho es un retroceso. Creemos que es un retroceso


radicar la guarda de una actividad peligrosa en el provecho obtenido por ella. La
jurisprudencia nacional y extranjera, de la mano de la doctrina, han concluido con razón
que el responsable de la actividad riesgosa es aquel que ostente el poder intelectual de
dirección, manejo y control de la actividad, al margen del beneficio que reporte a ciertos
sujetos.

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