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SUMARIO DE CONTENIDOS:
1. INTRODUCCIÓN
2. TEORÍAS SOBRE LOS FINES Y FUNCIONES DE LA PENA
2.1 Teorías absolutas
2.2 Teorías relativas
2.2.1 Teoría de la Prevención general negativa
2.2.2 Teoría de la Prevención general positiva
2.2.3 Teorías de la Prevención especial
2.3 Teorías mixtas o unitarias
3. LOS FINES Y FUNCIONES DE LA PENA EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO-PENAL
ESPAÑOL
1. INTRODUCCIÓN
En la lección anterior se sostuvo que la pena era una consecuencia jurídica del delito. En
ese sentido, se añadió que la misma constituía un mal en tanto en cuanto entrañaba la privación
o restricción de bienes jurídicos y, además, que sólo podía imponerse a quien era declarado
responsable por la comisión de un delito, luego de un proceso justo y equitativo (debido
proceso). Sin embargo, esta noción por sí misma no permite esclarecer cuáles son los fines y
funciones de la pena, interrogantes que agrupan una serie de temas complejos, de permanente
actualidad y de carácter no sólo penal sino también filosófico, en la medida que en ellos
confluyen las diversas concepciones existentes sobre el individuo, la sociedad y el Estado.
A efectos de una mayor claridad expositiva abordaremos los fines y funciones de la pena a
partir de tres aspectos: la justificación, el sentido (o esencia) y los fines de las penas.
Siguiendo este orden, puede decirse que la pena suele justificarse sobre la base de
confirmar su necesidad. Dicho de otro modo, la pena resulta necesaria como mecanismo de
represión indispensable para mantener las condiciones de vida fundamentales para una
comunidad; sin aquélla, la convivencia humana en la sociedad actual sería imposible. De ahí
que, parafraseando una expresión acuñada en el Proyecto Alternativo de Código penal alemán
de 1962, la doctrina coincida en calificar a la pena como una «amarga necesidad».
A diferencia de su justificación, las interpretaciones sobre el sentido (o esencia) y los fines
de la pena en modo alguno son pacíficas. Ciertamente, sobre el sentido de la pena se admite
unánimemente su calidad de castigo, de mal, es decir, de retribución (proporcional) del daño
ocasionado por la realización de un delito. No obstante, tal explicación del sentido de la pena no
puede ser aplicada para precisar los fines de la pena. De lo contrario, se confundiría el ser de la
pena (castigo, mal, retribución) con el deber ser de la pena, es decir, con los fines que debe
cumplir.
Sobre la base de estas precisiones, en lo que sigue se dará cuenta de las principales
elaboraciones doctrinales sobre los fines de la pena.
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restablecer la vigencia de la «voluntad general» representada por el orden jurídico, la misma que había
sido negada por la «voluntad especial» del delincuente. De este modo, la pena era la negación de la
negación realizada por el delincuente, con miras a reafirmar la «voluntad general» (MIR PUIG).
Las Teorías absolutas aportaron una primera versión del principio de Proporcionalidad de
las penas. Así, ellas se basaban dos principios: el reconocimiento de que existe culpabilidad, que
puede medirse y graduarse; y el de que puedan armonizarse la gravedad de la culpa y de la
pena, de suerte que ésta se experimente como algo merecido por el individuo y por la
comunidad. En similar sentido, se afirma que la proporcionalidad entre delito y pena predicada
en las Teorías absolutas permitía establecer un «límite de garantía para el ciudadano», conforme
al cual la gravedad de la pena no puede rebasar la que determina la gravedad del delito, aunque
lo contraria resulte aconsejable por razones preventivas.
Sin embargo, las interpretaciones retributivas no establecieron fronteras claras para lo que
se debía castigar, así como tampoco para la oportunidad en que debía imponerse la pena. Por
ello, ROXIN señala que tal doctrina, por un lado, no indicó cuándo se tiene que penar y, por otro
lado, fracasó ante la tarea de establecer un límite en cuanto al contenido, es decir, a la potestad
penal estatal. A ello debe sumarse, como ya se ha señalado, que estas tesis no aportaron ningún
dato sobre su finalidad.
Estas y otras razones llevaron a que el centro del debate se dirija a las teorías relativas, las
cuales se basan en la idea general de la prevención de los delitos. En ellas, a diferencia de la
perspectiva retributiva, la búsqueda de las finalidades de la pena no radica en la pena en sí
misma. Al contrario, los fines de la pena consisten en evitar la comisión de nuevos delitos
(BERDUGO Y OTROS). Asimismo, reciben la denominación de teorías utilitarias por entender la
pena como medio para la obtención fines útiles (OCTAVIO DE TOLEDO).
Siguiendo a VAELLO ESQUERDO, estas tesis sí son auténticas teorías de los fines de la pena,
en la medida que se castiga para que no se delinca, con lo cual, la pena se justifica por sus
efectos preventivos, vale decir, por el objetivo de evitar la comisión de futuros delitos. Las
posturas preventivas suelen clasificarse en Teorías de la Prevención general y Teorías de la
Prevención especial, orientándose la primera a la colectividad y la segunda al autor concreto. A
su vez, las primeras se dividen en dos corrientes: la prevención general negativa y la prevención
general positiva.
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pena no forme parte de esta concepción, puesto que la prevención general arranca de un sentimiento
social -la ejemplaridad del castigo-, por lo que a la postre, no es más que el modo de formular
jurídicamente esa idea (QUINTERO OLIVARES Y OTROS).
A estas objeciones los partidarios de la prevención general han respondido distinguiendo los
conceptos de prevención general e intimidación, hasta arribar a la tendencia denominada
prevención general positiva o integradora.
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Las Teorías de la Prevención especial se manifestaron en cuatro tendencias: el
correccionalismo, la escuela positiva italiana, la moderna escuela o escuela sociológica alemana
y el llamado movimiento de la defensa social (GARCÍA-PABLOS DE MOLINA). En esta lección sólo se
tratará la tercera de ellas, cuyo principal exponente fue FRANZ VON LISZT.
VON LISZT partió de la idea de «fin» como inspiradora de todo progreso en el Derecho, y sobre esta
base, sostuvo que la pena sólo podía justificarse por su finalidad preventiva, de donde formuló el
concepto de «pena final» (vid., La idea de fin en el Derecho penal, obra también conocida como el
«Programa de Marburgo»). Desde esta perspectiva, VON LISZT consideró que la finalidad de prevención
especial se cumplía de forma distinta según las categorías de delincuentes que proporciona la
Criminología: a) Tratándose del delincuente ocasional, la pena servía como un correctivo o un
recordatorio que lo inhibiera de seguir delinquiendo; b) Tratándose del delincuente no ocasional pero
corregible la adecuada ejecución de la pena buscaba su corrección y resocialización; c) Tratándose del
delincuente habitual incorregible la pena lo neutralizaba (inocuizaba).
Detrás del pensamiento de VON LISZT se halla, como indica MIR PUIG, una concepción del DP
como instrumento de lucha contra el delito, lucha dirigida contra sus causas empíricas, las cuales
se reflejarían en la personalidad del delincuente.
Las Teorías de la prevención especial tienen, sin duda, una serie de méritos entre los que
destacan: (i) Mostrar el profundo abismo que separaba la teoría de la práctica. Además, puso en
evidencia los fallos de la teoría, básicamente, por desconocer la trascendencia del momento
concreto de aplicación de la pena y su repercusión en el hombre también concreto, en el que tan
poco se había reparado. (ii) Enfatizar que el castigo como un acto humano más, debe someterse
a criterios consideraciones «finales» (GARCÍA-PABLOS DE MOLINA). (iii) Poner de relieve la
importancia del tratamiento individualizado y ajustado a las características del sujeto (QUINTERO
OLIVARES Y OTROS).
No obstante, las Teorías de la prevención especial han recibido una serie de críticas
importantes. Sin ánimo de exhaustividad pueden mencionarse las siguientes: (i) Al igual que las
Teorías absolutas, tampoco definen los límites de lo punible. La potestad punitiva del Estado
adquiere un contenido terapéutico en la que no se determina el universo de los inadaptados,
constituyendo un punto de partida peligroso. A ello se suma que la intervención estatal no tiene
un rango temporal preciso, pues está sujeta a la corrección del sujeto (ROXIN). (ii) No prestan
atención a la conminación legal abstracta, ni a la propia institución de la pena, sino en la pena
que se ha impuesto ya. Con ello se deja de lado un problema esencial, el cual consiste en
analizar, ante todo, el derecho a castigar en cuanto «institución» (GARCÍA-PABLOS DE MOLINA). (iii)
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El objetivo resocializador ha sido cuestionado por traslucir la imposición de un determinado
sistema de valores sociales al infractor -modelo de por sí difícil de determinar- así como la
imposibilidad de lograrlo a partir de la pena privativa de libertad.
A pesar de todas estas críticas, cabe destacar la opinión de un sector de la doctrina para el
cual la prevención especial es una finalidad adecuada para la función a desarrollar por la pena
en un Estado social y democrático de Derecho, aunque limitada por las exigencias y garantías
del propio modelo de Estado y por la finalidad última de protección de bienes jurídicos que debe
desempeñar el DP (BERDUGO Y OTROS).
MUÑOZ CONDE y GARCÍA ARÁN explican que estas teorías, también denominadas unitarias (o
unificadoras), aparecen en la historia del DP como una solución de compromiso en la «lucha de
Escuelas» que dividió a los penalistas entre los partidarios de las Teorías absolutas y los
seguidores de las Teorías de la prevención (general y especial).
Desde tal perspectiva, las tesis mixtas -actualmente mayoritarias en la doctrina- toman
algunos aspectos de las anteriores teorías. Así, de las Teorías absolutas toman que la pena es
una retribución proporcionada al mal causado por el delito, pero orientadas a la realización de los
fines de prevención general y especial, mediante la prevención de nuevos delitos y la
resocialización del delincuente. Si bien estas teorías han sido formuladas de distintas formas,
puede destacarse que defienden la idea de que la pena se legitima en la media que sea tanto
justa como útil.
Dentro de esta corriente, uno de los aportes más importantes fue realizado por ROXIN
mediante su «Teoría dialéctica de la unión». Según esta postura, la retribución se concibe como
el límite máximo de la prevención, de modo que la pena nunca debería rebasar la medida de la
culpabilidad del autor por razones de prevención general o especial. De este modo, la
culpabilidad de quien ha delinquido sirve de límite a la posibilidad de extender irracionalmente la
aplicación de una pena en base a razones de prevención, pues de lo contrario, la pena resultaría
injusta. Asimismo, cabe destacar en la interpretación de ROXIN, la posibilidad de reducir la pena o
incluso no aplicarla si los fines de prevención especial así lo aconsejan.
No obstante, las Teorías unitarias han recibido algunas críticas importantes: (i) Se objeta
que la retribución y la prevención son dos polos opuestos de una misma realidad que no pueden
subordinarse uno al otro, sino coordinarse mutuamente. Así, la primera mira al pasado y la
segunda al futuro, de modo que no pueden reconducirse a una unidad. (ii) Ciertamente, a su
favor puede señalarse haber superado la excesiva parcialidad que entrañaban las teorías
absolutas y las relativas. Sin embargo, para las Teorías unitarias lo principal sigue siendo la
retribución, y dentro de esta perspectiva, por vía de excepción admiten que el castigo busca fines
preventivos.
Por otra parte, un importante sector de la doctrina afirma que la pena no tiene una función
única, ni tampoco posee un solo fin, sino por el contrario, persigue distintos fines según el
momento o fase de que se trate.
Así, una de las formulaciones de las Teorías unitarias que más éxito ha tenido es la que sostiene
que la prevención general predominará en la llamada fase de la conminación legal abstracta, es decir, en
el momento en que el legislador crea una conducta delictiva y le asigna una determinada pena. En la
fase de la aplicación de la pena, o sea, cuando el juez lleva a cabo la medición de la misma, estará
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presente la idea de retribución (asignándose una respuesta proporcionada al hecho) así como la
prevención general y especial. Y, finalmente, en el momento de cumplimiento o de ejecución de la pena,
sobre todo si se trata de una pena privativa de libertad, predominará la prevención especial.
Este apartado tiene como objetivo analizar los fines y funciones que corresponden a la
pena, no ya en un sentido general y abstracto, sino en relación con un sistema político en
particular como el Estado social y democrático de Derecho, así como en un ordenamiento
jurídico en concreto como el español. En atención a ambos parámetros, en lo que resta de esta
lección esbozaremos algunos rasgos que pueden servir como elementos de juicio para
determinar el papel que representa pena en el ordenamiento jurídico-penal español.
El texto constitucional contiene una serie de preceptos que la doctrina ha interpretado para
deducir las finalidades que pueden atribuirse a la pena.
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(ii) La pena en la legislación penal
Del mismo modo, el Código sanciona más benignamente el comportamiento imprudente que el
correlativo comportamiento doloso; o establece un distinto régimen penal del error (art. 14), según sea
invencible o vencible.
No obstante, como indica MIR PUIG, la observación del Derecho positivo español muestra
que, aun entendida como castigo o retribución, la pena se orienta a una labor preventiva de
defensa de bienes jurídicos:
En primer lugar, la protección de bienes jurídico-penales es fragmentaria. Así, no se castigan todos
los ataques que producen una determinada lesión en dichos bienes jurídicos, sino sólo las modalidades
más peligrosas a los mismos. Ello responde no parece responder a un criterio de Justicia (recuérdese
que en las teorías absolutas la pena respondía a exigencias incondicionales o absolutas derivadas de
este valor), sino a la finalidad de prevenir los ataques según su peligrosidad.
En segundo lugar, el fundamento de la mayor parte de las agravantes reside en el empleo de medios
de comisión, de situaciones subjetivas o de ocasión más peligrosos para el bien jurídico de que se trate.
En tercer lugar, el CP contiene instituciones en las que la pena no está orientada a satisfacer las
exigencias de Justicia. En este rubro se ubica la extinción de la responsabilidad penal por obra de la
prescripción del delito o de la pena, del indulto y del perdón del ofendido en ciertos delitos (art. 130.3, 4,
5, 6); la existencia de delitos cuya persecución se hace depender de la voluntad del agraviado o de
quien lo sustituya legalmente, exigiéndose su previa denuncia (algunos delitos contra la libertad sexual)
o incluso una previa querella (delitos de calumnia e injuria); la existencia de «condiciones objetivas de
punibilidad» o «excusas absolutorias» basadas en puras razones de oportunidad y no de Justicia (arts.
268, 480 y 606).
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especial, como resocialización, a las penas privativas de libertad. En las demás penas, la prevención
especial constituye una consecuencia implícita a la concreta intimidación que supone su ejecución para
el delincuente.