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La teoría de la pena

Evolución de las teorías de las penas

En todas las épocas de la historia, las distintas agrupaciones humanas, ya sea familias,
tribus o pueblos, han castigado el delito. La única transformación operada al hacer la
observación de este fenómeno, es la de que, primitivamente se castigaba al delincuente
sea ya por la familia o por la tribu, a título de venganza; en cambio, cuando se organizó
el Estado con sus poderes y facultades, a éste correspondió y corresponde la función
punitiva. Más, en el estudio y evolución del Derecho Penal, lógico es interrogar cuál es
el fundamento o fundamentos que han existido y existen para que la sociedad
organizada en forma de Estado, pueda imponer penas a los que han delinquido. Punto
es éste más de la filosofía del Derecho, íntimamente ligado a la propia disciplina penal y
que como consecuencia amerita su estudio.

Las distintas teorías para fundamentar el derecho de castigar, dependen de la función


que se asigne a la pena, o sea al afecto que se debe tener ella y producir en virtud del
cual es utilizada por el Estado. Estas teorías se clasifican en dos grupos: teorías
absolutas y relativas. Las primeras consideran únicamente el delito cometido, o sea que
la pena se impone porque se ha incurrido en una infracción; las segundas buscan el
fundamento y fin de la pena, no porque se ha delinquido, sino que en atención un
objetivo más trascendente, cual es, que la pena debe imponerse para que no se
delinca.

La pena es lo que caracteriza el derecho penal, cada teoría de la pena es una teoría del
derecho penal que tiene sus raíces filosóficas y políticas; no obstante, las teorías de la
pena suelen tratarse conjuntamente.

Las teorías de la pena suelen clasificarse en absolutas, relativas y mixtas.

TEORÍAS ABSOLUTAS.

Surgen en el siglo XIX y se considera la concepción más tradicional de la pena. Se dice


que son teorías absolutas las que sostienen que la pena halla su justificación en sí
misma, sin que pueda considerarse un medio para fines ulteriores. Tales son las
sostenidas por Kant y Hegel; pero en la actualidad tales teorías no tienen adeptos.
El fundamento ético de la retribución proviene del filósofo alemán Emmanuel Kant,
quien sostiene que el hombre es un “fin en sí mismo”, que no puede ser
instrumentalizado en función de beneficio alguno para la sociedad.

Por ello no es ético fundar el castigo del delincuente en razones de utilidad social.

Así afirma que cuando se impone una pena, es porque quien delinque la merece, como
exigencia de la justicia; y no debe constituir una función utilitaria para una determinada
sociedad.

Para Muñoz Conde las teorías absolutas atienden solo al sentido de la pena,
prescindiendo totalmente de la idea de fin. Para ellas, el sentido de la pena radica en la
retribución, en la imposición de un mal cometido. En esto se agota y termina la función
de la pena.

El fundamento jurídico de la retribución, se debe a una proposición de Hegel, para


quien el carácter retributivo de la pena se justifica por la necesidad de restablecer la
vigencia de la voluntad general, representada por el orden jurídico, que resulta negada
por la voluntad del delincuente, habrá que negar esta negación a través del castigo
penal para que surja de nuevo la afirmación de la voluntad general.

Así la pena, en la teoría de Hegel, se nos presenta como una necesidad dialéctica,
fundada sobre la exigencia de la no violación del Derecho como Derecho.

TEORÍAS RELATIVAS

A las teorías absolutas se opusieron las teorías relativas, las teorías relativas son
llamadas también teleológicas o finalistas, porque miran o previenen la comisión de
futuros delitos. Se pena, afirman tales teorías, no porque delinquió, sino para que no se
delinca y en consecuencia consideran el delito como un antecedente de la pena, pero
no como su fundamento.

La pena se concibe como un medio para la obtención de ulteriores objetivos. Estas


teorías son las que se subdividen en teorías relativas de la prevención general y de la
prevención especial; en la prevención general, la pena surte efecto sobre los miembros
de la comunidad jurídica que no han delinquido, el fin de la pena es la intimidación de la
generalidad de los ciudadanos, para que se aparten de la comisión del delito; en tanto
que la prevención especial lo surte sobre el penado. Ve el fin de la pena en apartar al
que ya ha delinquido, bien a través de su corrección o intimidación, bien a través de su
aseguramiento apartándolo de la vida social en libertad.

Dentro de la prevención general cabe citar la antigua teoría de la intimidación y una


versión un poco más moderada que fue la teoría de la “coacción psicológica”.

Para esta teoría, la pena es una amenaza que debe tener la suficiente entidad para
configurar una coacción psicológica capaz de apartar del delito a todos los posibles
autores.

La prevención especial fue sostenida por los positivistas. Estos ven el fin de la pena en
apartar al que ya ha delinquid o de la comisión de futuros delitos, bien a través de su
corrección o intimidación, bien a través de su aseguramiento apartándolo de la vida
social en libertad.

TEORÍA MIXTA O DE LA UNIÓN.

Consiste en la relación de las teorías antes expuestas; la pena no se agota en la idea


de retribución, sino que cumple también otra función importante luchando contra el
delito a través de su prevención: a través de la prevención general, intimidando a la
generalidad de los ciudadanos, amenazando con una pena, el comportamiento
prohibido, pero también, demostrando la superioridad de la norma jurídica y los valores
que representa, así como fortaleciendo y restableciendo la confianza de los ciudadanos
en el Derecho; y así incidiendo sobre el delincuente ya condenado, corrigiéndolo y
recuperándolo para la convivencia, fomentando en él una actitud de respeto por las
normas jurídicas.

LA PENA

La pena es la más importante consecuencia jurídica del hecho delictivo, la sanción


tradicional del delito, y hoy sigue siendo la principal forma de reacción jurídica frente al
mismo.
En la actualidad el concepto de pena lo podemos abordar en dos alcances: estricto y
sentido amplio.

La pena en sentido estricto:

Para BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE y otros, la pena es una privación de bienes


jurídicos prevista por la ley que se impone por los órganos jurisdiccionales competentes
al responsable de un delictivo.

Para LUZON PEÑA, la pena consiste en una privación o restricción de derechos, de


bienes jurídicos, aplicada obligatoria y, si es preciso, coercitivamente al delincuente.

La pena en sentido amplio.

En los conceptos de sentido estricto se destaca que se trata de una privación o


restricción de bienes jurídicos y de derechos que alcanza al autor o participe con motivo
de su participación criminal y en la medida del hecho punible cometido. Arts.65 y 66 CP.

Pero la pena no es la única consecuencia jurídica que se deriva de un hecho punible,


aunque si es la más importante. Y decimos que no es la única porque existen otras
consecuencias tales como:

Las medidas de seguridad, que pueden ser de internación, de tratamiento médico


ambulatorio y de vigilancia. Arts.93 CP.

Por consiguiente se alude a la totalidad de las consecuencias jurídicas que dimanan de


un delito, entonces hablamos de la pena en sentido amplio. En tal sentido, pena
equivale a todo mal que se impone por la autoridad judicial como sanción por un hecho.
En efecto, las consecuencias jurídicas del delito en el Derecho Penal moderno son las
penas y las medidas de seguridad. Pero la pena en sentido amplio abarca todas las
consecuencias jurídicas penales del hecho punible, esto es la totalidad de
consecuencias reguladas por el Código Penal.

ORIGEN DE LA PENA

Pese a que el origen de la pena se pierde en una época oscura dominada por el
pensamiento mágico, según lo indica JESCHECK, es posible señalar de la génesis de
la pena tres concepciones que gravitan en su aparición tales son: la concepción
iusprivatista, la teológica y la pública.

CONCEPCIÓN IUSPRIVATISTA DE LA PENA

El origen de la pena aparece en la época en la que la venganza privada (concepción


iusprivatista del Derecho Penal I, se presenta como la primera forma de reacción por la
comisión de un hecho punible.

La venganza privada es pues la primigenia forma punitiva que se conoce y en atención


al sujeto que tomaba la iniciativa se bifurca en venganza privada y venganza de sangre.
Cuando la reacción proviene personalmente de la víctima, se habla de privada; cuando
procede de los parientes, de venganza de la sangre o familiar. El paso del tiempo dio
origen a una tercera forma: la venganza colectiva reacción punitiva que pone ya no al
individuo a título personal ni a la familia consanguínea a que procure la venganza, sino
a la tribu a que pertenece la víctima.

Concepción teológica de la pena.

Esta concepción entrecruzada la venganza privada con los actos simbólicos divinos
para aplacar la ira de los Dioses ofendidos por el delito. (Concepción teológica o de la
venganza divina del Derecho Penal)

Las manifestaciones punitivas de los antiguos pueblos, y aun la de algunos en la


actualidad, aparecen mezcladas con aspectos religiosos. La justicia punitiva se ejercita
en el nombre de Dios, representando una justicia teocrática. Conforme a ella la pena
tiene una finalidad: evitar los rigores de la venganza divina.

Concepción pública de la pena

Finalmente, cuando se traslada la reacción punitiva al poder pública (concepción


pública del Derecho Penal), aparece la pena pública o estatal constituyendo la pena,
desde los comienzos de la cultura humana, uno de los medios de poder estatal más
importantes. De esa manera, el poder público representado por el Estado, ejerce la
función punitiva en nombre de la colectividad.
Entonces ahora podemos decir que la pena es una privación de bienes jurídicos y de
derechos prevista en la ley que se impone por los órganos jurisdiccionales competentes
al responsable de un hecho delictivo.

El que tenga que estar prevista en la ley, y el que su imposición se efectué por la
jurisdicción competente, no son sino garantías derivadas del Estado de Derecho en
cuyo marco debe ser considerada.

La justificación (por qué se castiga) y sentido de la pena (para que se castiga), es una
cuestión que desde la antigüedad ha merecido diferentes respuestas que se han
sistematizado en tres grupos, las teorías absolutas, que consideran únicamente el delito
cometido como parámetro retribuido (PUNITUR, QUIA PECCATUM EST= SE PENA
PORQUE SE HA DELINQUIDO), las teorías relativas, que miran en la imposición de
una pena para que no se delinca y las teorías mixtas, que combinan y armonizan la
antinomia entre pena no dirigía al fin (principio de justica) y pena con miras al fin
(principio de utilidad)

A los posibles sentidos de la pena se les denomina teorías penales o simplemente


teorías de la pena.

LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD

Evolución histórica de las medidas de seguridad en El Salvador.

El Código Penal de 1904: que ordenaba el internamiento del loco o demente que
hubiera ejecutado un hecho previsto en la Ley como delito Grave, en un hospital y si no
fuese posible en cárcel pública, de donde no podría salir sin autorización del tribunal
que hubiese dispuesto el internamiento.

Según la doctrina, el concepto “Medidas de Seguridad” fue considerado inadecuado,


desde 1950 ya había varios doctrinarios que lo tachaban de “rebasado” y para los
cuales era preferible hablar de “medidas de defensa social” o de “medidas de
protección, de educación y de tratamiento”, postura que es compartida a la fecha por
otros estudiosos, sin embargo el concepto “medidas de seguridad” es el generalmente
aceptado y utilizado en la doctrina y la legislación. Otros autores se inclinan por llamar a
las medidas de seguridad, como medidas de reinserción y reeducación social, al
entender que en ellas se comprenden no sólo los fines aseguramiento del ordenamiento
jurídico frente al sujeto a quien se aplican, sino también los fines correctivos o curativos.
Además con esta expresión, afirman que se evita la confusión con otras consecuencias
señaladas por el sistema jurídico, también conocidas por medidas, pero cuya finalidad
no es el aseguramiento frente a personas, sino frente al peligro que representan
determinados objetos y actividades.

Según Cuello Calón para quién son: “Especiales medios preventivos, privativos o
limitativos de bienes jurídicos, impuestos por los órganos estatales competentes a
determinados delincuentes para la obtención de alguno de los siguientes fines: su
readaptación a la vida social (medidas de corrección, educación, curación); b)
separación de la misma (medidas de aseguramiento de delincuentes inadaptables); c)
o, aún sin aspirar específicamente a los fines anteriores, a prevenir la comisión de
nuevos delitos”. A la anterior definición se le objeta que al referirse a bienes jurídicos no
se afirma perteneciente a quienes, tampoco menciona que las medidas están
previamente establecidas en la ley.

Ante las definiciones citadas, y al tomarse en consideración la manera en que se


plantean las medidas de seguridad en la legislación salvadoreña, se propone la
siguiente: Medidas de Seguridad: es la consecuencia jurídica del delito o injusto penal,
establecida previamente en la ley, que consiste en la privación o limitación de ciertos
bienes jurídicos a la persona que se le aplican. Tienen como finalidad la reducción o
eliminación de la peligrosidad en los sujetos activos del hecho punible. Son impuestas
en un proceso judicial a sujetos que presentan una causa de inimputabilidad, y cuya
ejecución conlleva una finalidad que puede ser correctiva, educativa o curativa.

Pues se considera que incluye los siguientes elementos: Respeto al principio de


legalidad, al afirmar que se establecen preliminarmente en la ley. Privación o limitación
de bienes jurídicos, pues es en ello consisten dichas medidas, en la que se incluye el
tratamiento médico ambulatorio pues implica el sometimiento de una persona a un
determinado tratamiento médico. Presupuesto de peligrosidad, que se ve reflejado en la
comisión del injusto penal. Naturaleza judicial en la imposición de las mismas, pues se
lleva a cabo a través de un proceso penal, en el caso salvadoreño el juicio para la
aplicación exclusiva de medidas de seguridad.

NATURALEZA DE LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD. Es un tema de amplia discusión


en el que se han generado variadas ideas y al respecto prevalecen dos teorías, por un
lado están los que sostienen que pertenecen al campo administrativo, ya que estas
medidas no son una pena y la descartan con ello del ámbito penitenciario y los que
afirman que pertenecen al ámbito penal pues es junto a la pena en relación a la
responsabilidad penal la otra consecuencia jurídica del delito.

FINALIDAD DE LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD. Respecto a la medida de seguridad,


existe cierta unanimidad en admitir que su finalidad esencial es la de la prevención
especial. La prevención especial es la finalidad genérica a la cual se encaminan las
diversas medidas de seguridad, pero -a su vez- existen finalidades (o funciones)
específicas de tales medidas consideradas en particular: curativos, educativos,
eliminatorios, etc. También estas designaciones suelen ser presentadas por la doctrina
bajo el título de clasificación o especies de las medidas de seguridad. A los fines
comprensivos resulta indistinto, veamos entonces cuales son las notas sobresalientes
de unas y otras:

1. CURATIVAS: son aquellas medidas que tienen una finalidad eminentemente


terapéutica, se proponen curar o mejorar la salud mental, y se destinan por ello a
los delincuentes inimputables en razón de anomalías de sus facultades, a los
toxicómanos, a los bebedores, etc., quienes son sometidos al tratamiento
necesario en los establecimientos adecuados. Ej.: internación en un psiquiátrico,
tratamiento ambulatorio.
2. EDUCATIVAS: son aquellas medidas que tienden a reformar al delincuente, a
educarlo o re-educarlo (según los casos), aplicándose especialmente a los
menores. En la actualidad, son denominadas más frecuentemente como:
Medidas Tutelares. Ej.: internación en un establecimiento de corrección.
3. ELIMINATORIAS: son aquellas medidas que se aplican a delincuentes
reincidentes o habituales, y que tienden a lograr un mejoramiento en la conducta
del interno. Ej.: reclusión accesoria por tiempo indeterminado”.
Las medidas de seguridad tienen por excelencia una función de prevención especial, al
dirigirse al individuo, concreto y determinado, que por sus rasgos particulares y previa
infracción penal, está inclinado a la delincuencia futura. Las características personales
del individuo integran la propia estructura de las medidas penales, ya que su aplicación
sólo es posible frente a sujetos catalogados como inimputables o semimputables, que
han cometido delito, y se encuentran en los supuestos previstos legalmente (Art. 94 y
95 C.P.), que a su vez alude a las causas excluyentes de responsabilidad penal (Art. 27
núm. 4 C.P.)

SUJETOS A QUIENES SE APLICAN LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD.

En la doctrina se reconocen como sujetos de aplicación de las medidas de seguridad, a


sujetos inimputables, semi-imputables, e incluso imputables peligrosos.

En base a lo regulado por la legislación salvadoreña, pueden aplicarse a sujetos en los


que incurran las siguientes causas de inimputabilidad: enajenación mental, grave
perturbación de la conciencia y desarrollo psíquico retardado o incompleto; ya sea, de
manera completa o incompleta.

Debido a las numerosas contradicciones teóricas que definen a la inimputabilidad, es


difícil encontrar una definición unánime del mencionado concepto, sin embargo, a partir
de la imputabilidad que es su concepto contrario, puede entenderse a modo excluyente.
Según el libro de medicina legal de Juan Antonio Gisbert, la imputabilidad es definida
como: “el conjunto de condiciones psico-biológicas de las personas requerido por las
disposiciones legales vigentes para que la acción sea comprendida como causada
psíquicamente y éticamente por aquellas”.

Por lo tanto la ausencia del conjunto de condiciones a las que alude la definición antes
citada debe considerarse inimputabilidad.

La legislación vigente en El Salvador, menciona como causa de inimputabilidad a la


enajenación mental, la cual se considera, según algunos autores, como la ausencia de
razón o de raciocinio, puede entenderse como a plena perturbación de las facultades
intelectivas (de conocer el significado antijurídico de la conducta) o volitivas (orientar la
propia actividad conforme a ese conocimiento) de cierta permanencia y cierta
intensidad.

La enajenación no puede entenderse sino como equivalente a alteración o deficiencia


psíquica. No importa tanto, pues, la causa de la anormalidad como su efecto sobre la
capacidad de culpabilidad. Lo importante ahora es que esa discapacidad concurra en el
momento de ejecutar el hecho, con independencia de que su origen sea una
enfermedad, una deficiencia o una alteración psíquica, que produzca un efecto
psicológico el cual radica en la imposibilidad para el sujeto de comprender lo ilícito de
su acción u omisión o de determinarse de acuerdo a esa comprensión. En cuanto a la
grave perturbación de la conciencia, puede afirmarse que es una alteración psíquica,
por causas independientes a la voluntad, que puede tener cualquier origen, pero a
diferencia de la enajenación esta posee carácter transitorio.

No obstante, lo relevante es entender que para ser eficaz como eximente, debe ser
grave, y que la gravedad ha de medirse y constatarse en relación con su idoneidad para
producir el efecto psicológico en el momento de ejecutar el hecho. En esta segunda
causa de inimputabilidad han de entenderse comprendidos los supuestos de
intoxicación consiguientes al consumo o uso de sustancias como el alcohol, drogas
psicotrópicas o estupefacientes, o sustancias de efectos semejantes. Aunque,
apartándose de lo que es tónica general en los códigos iberoamericanos, el C.P.
salvadoreño no aluda expresamente a estas intoxicaciones, debe tenerse en cuenta
que el Artículo 29 núm. 1) considera como circunstancia atenuante, la de “estar el
culpable en estado de intoxicación alcohólica o de otra índole, que... no llegue a
plenitud de efectos sobre el sujeto”. Luego, cuando esa intoxicación, no pre ordenada al
delito, logre la “plenitud de efectos” en el sujeto, tendrá efectos eximentes, como una
modalidad más de “perturbación”. También el síndrome de abstinencia, como
consecuencia de la adicción a tales sustancias, debe entenderse ceñido en tal
eximente.

En relación al desarrollo psíquico retardado o incompleto puede afirmarse que cuando


el grado de desarrollo personal, es tan deficiente que no existe esa capacidad de captar
lo valioso y lo que no lo es, ni la capacidad de adecuar el propio comportamiento al
mensaje prescriptivo implícito en aquella valoración, el sujeto no puede ser culpable. De
tal manera, que esta causal importa una base biológica o de socialización de la
persona.

Las causales de inimputabilidad brevemente desarrolladas en los párrafos anteriores, al


presentarse en el sujeto que cometió el ilícito, excluyen la posibilidad de imponer al
mismo una pena, pero habilitan la posibilidad de aplicar una medida de seguridad; el
ordenamiento jurídico salvadoreño inclusive establece la posibilidad de que en aquellos
casos en que se presente de forma incompleta alguna de las excluyentes de
responsabilidad mencionadas (los conocidos como semi imputables que también son
sujetos de aplicación de las medidas de seguridad), sea posible la imposición de
medidas de seguridad de manera conjunta con la pena.

PRESCRIPCIÓN DE LAS MEDIDAS CAUTELARES.

Las medidas cautelares son aquellas resoluciones emanadas por el órgano


jurisdiccional, que pueden adoptarse contra el presunto responsable de la acción
delictuosa, como consecuencia, de un lado, del surgimiento de su calidad de imputado
y, de otro, de su ocultación personal o patrimonial en 5 el curso de un procedimiento
penal, por lo que se limita provisionalmente la libertad o la libre disposición de sus
bienes con el fin de garantizar los efectos penales y civiles de la sentencia.

También pueden ser definidas, “como aquellas diligencias procesales, ordenadas por el
juez competente, con carácter provisional, que, incidiendo en la libertad o el patrimonio
de los imputados, van destinadas a asegurar la presencia en el acto del juicio de los
presuntos responsables y, en su caso, la ejecución de la sentencia”

Las medidas de seguridad limitan su duración al tiempo que se establece para la pena
por el delito respectivo, esto establece no sólo el límite máximo de duración de la
medida de seguridad sino también –en algunas legislaciones- el tiempo de prescripción
de las medidas de seguridad, vale aclarar que en el ordenamiento jurídico salvadoreño
esto no es así y la prescripción de las medidas de seguridad se establece de modo
particular en una disposición legal especifica (Art. 103 C.P.), y se establece como
tiempo de prescripción de las medidas de seguridad cinco años para las medidas que
impliquen privación de libertad y tres años para aquellas que no sean privativas de
libertad, comienza a correr el término de la prescripción desde que la resolución que
impuso las medidas adquiere firmeza, o desde que debió empezar a cumplirse, en caso
de cumplimiento sucesivo.

Lo anterior es a efecto de establecer seguridad jurídica, ya que no implica ningún


beneficio para el sujeto que debió cumplirlas, en el entendido que, por ejemplo, un
sujeto que deba someterse a un tratamiento médico ambulatorio y no lo haga, al haber
transcurrido el plazo de la prescripción puede incluso representar mayor peligrosidad, al
haber agravado su condición. Vale mencionar que además de ello el Código Penal de
El Salvador se establece la prohibición de la extinción de las medidas de seguridad por
amnistía o por indulto (Art. 108 C.P.), se entiende que ello obedece a que las razones
por las cuales se otorgan los mencionados ocursos de gracia (situaciones de convulsión
popular debido a manifestaciones políticas o conflictos civiles de magnitud nacional) no
tienen ninguna vinculación con la finalidad, ni con el fundamento, de las medidas de
seguridad, concederlos implicaría que la sociedad deba soportar el riesgo implícito de la
peligrosidad aún presente en el sujeto.

En el proceso penal vigente, encontramos como novedad, las denominadas medidas


cautelares, las cuales en un principio podemos decir que su fin es garantizar el
desarrollo del proceso penal; de manera que la sentencia pueda ser ejecutoriada sin
obstáculos ni irregularidades.

Este tipo de medidas son variadas y por tanto afectan o pueden afectar diferentes
derechos a aquel al que se le aplican; pues se le puede limitar desde su libertad
ambulatoria hasta los bienes que posee.

Estas limitantes, muchas veces resultan en la práctica como abusos por parte de los
aplicadores de justicia, pues al detener a una persona, limitando su libertad
ambulatoria, con el pretexto que este evada el proceso penal y la consecuente sanción
del mismo; sin embargo, el costo de lograr el desarrollo del proceso sin interferencias
de ningún tipo por parte del imputado es jurídicamente inaceptable. Puesto que, pueden
cometerse ilegalidades que perjudiquen al imputado; pues si el tiempo de investigación
del hecho se prolonga de manera excesiva y mientras tanto el imputado permanece
privado de su libertad, indiscutiblemente se está sometiendo a una sanción anticipada,
la cual únicamente podría ser legal a través de una sentencia definitiva, dictada al
finalizar el proceso, sin embargo como podemos apreciar en la aplicación de las
medidas cautelares, estas se efectúan al inicio del proceso, e incluso en las etapas
donde el proceso no a iniciado formalmente.

En razón de los anterior, se puede establecer que no únicamente las medidas


cautelares de carácter personal restringen derechos naturales establecidos en nuestra
constitución de la república, ya que así como la libertad ambulatoria se ve restringida,
también el patrimonio de los individuos se vulnera, con la finalidad de ser utilizados
como medida de presión para lograr someter al imputado, y esto se manifiesta como un
chantaje judicial, para desesperar al imputado, podría ser catalogada esta práctica
como una tortura moderna, lo que es jurídicamente reprochable, ya que de esta manera
se vea restringido en las decisiones que pueda tomar en razón de la situación jurídica
que pueda presentársele.

Las medidas cautelares de carácter personal, representan una limitante al derecho


natural e inherente de la libertad ambulatoria, puesto que los efectos de estas van
dirigidos a privar de libertad a los individuos que son objeto de investigación; con el
propósito de asegurar el desarrollo del proceso, y la ejecutoriedad de la consecuente
sentencia. Pues de nada valdría iniciar un proceso si en su culminación al dictar
sentencia esta únicamente surtiera efectos meramente declarativos sin posibilidad de
consumarse.

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