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CONCEPTO DE PENOLOGÍA
SUMARIO DE CONTENIDOS:
1. CONCEPTO DE PENOLOGÍA
2. LA PENOLOGÍA Y OTRAS RAMAS DEL DERECHO
2.1 Penología y Derecho constitucional
2.2 Penología y Teoría jurídica del delito
2.3 Penología y Criminología
2.4 Penología y Ciencia penitenciaria
3. LA PENA
3.1 Concepto y requisitos
3.2 La pena y otras sanciones
3.3 Clasificación legal y doctrinal de las penas
LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
1. CONCEPTO DE PENOLOGÍA
La determinación del significado de Penología tiene como finalidad, por un lado, fijar el objeto de estudio
de esta disciplina y, por otro lado, esbozar algunas de las principales ideas que serán desarrolladas en las
siguientes lecciones. En ese sentido, esta lección tiene un carácter introductorio y, como tal, pretende señalar
cuáles son los principales temas a los cuales dedicaremos nuestra atención en esta asignatura. De este
modo, iniciamos nuestra primera sesión de trabajo. Bienvenidos.
Para cumplir los objetivos antes planteados, se propondrá un concepto de Penología sobre la base de
una serie de afirmaciones que serán complementadas y precisadas de forma sucesiva.
Esta afirmación permite ubicar a la Penología en el marco de las ciencias jurídicas, es decir, de las
ciencias normativas, motivo por el que aquélla pasa a tener un carácter eminentemente normativo. De
este modo, puede decirse de manera preliminar que la Penología se ocupa del estudio y sistematización
de un tipo particular de normas, esto es, de normas jurídicas (y no de normas de carácter ético).
Asimismo, esta inferencia permite sostener que la Penología se distingue de otro tipo de ciencias (como
las sociales y las naturales) en la medida que está referida al mundo del deber ser.
No obstante, cualquier norma del ordenamiento jurídico participa de la misma estructura, es decir, a
la realización de un «supuesto de hecho» se une una «consecuencia jurídica». Tal configuración plantea
la necesidad de precisar qué clase de normas jurídicas constituyen el objeto de estudio de la Penología.
Desde esta perspectiva, la Penología es una rama del Derecho penal (en adelante DP), motivo por
el cual resulta pertinente señalar algunas ideas sobre este último.
Como se sabe, el DP tal y como se le conoce es una consecuencia de la noción moderna de Estado, una de cuyas
principales características es que la protección de los intereses de un grupo social dejó de estar en manos de particulares
(venganza privada) y pasó a ser monopolio de un ente (el Estado), a través de una legislación específica y órganos
encargados de la impartición de justicia. En ese sentido, el Estado moderno asumió la competencia exclusiva para
seleccionar los valores esenciales de una comunidad (bienes jurídicos) y brindarles protección en la legislación penal frente
a las agresiones más graves de las que pudieran ser objeto. Por tanto, la función del DP se ciñe a la protección de bienes
jurídicos.
Por otra parte, al encargarse de la tutela de los principales valores de la colectividad, el DP se configura como un
mecanismo de control que asegura la estabilidad y supervivencia de la sociedad, puesto que informa a todos los ciudadanos
qué tipo de conductas pueden lesionar o poner en peligro tales bienes jurídicos esenciales (delitos). En ese sentido, el DP es
una forma de control social, entendiendo como tal al conjunto de instituciones, estrategias y sanciones sociales que
pretenden promover y garantizar el sometimiento del individuo a los modelos y normas comunitarias. Sin embargo, existen
muchos mecanismos de control social: la religión, la ética, la familia, los partidos políticos, los sindicatos, la escuela, entre
otros. A diferencia de éstos, el DP tiene un objeto específico (el delito), persigue fines particulares (la prevención y represión),
utiliza medios excepcionales (la pena, la medida de seguridad y las consecuencias accesorias) y, sobre todo, está
intensamente formalizado por la sujeción al principio de legalidad. En suma, se habla del DP como un mecanismo de control
social formal.
Así mismo, la vinculación de la Penología al Derecho Penal trae consigo que ésta se ocupe de las
normas jurídico-penales. Al respecto, hay que decir que las normas penales se diferencian de las
normas de otros ámbitos del ordenamiento jurídico en función del contenido material de sus elementos.
Así, el contenido del «supuesto de hecho» de la norma penal es el delito y las «consecuencias jurídicas»
son, en principio, las penas y las medidas de seguridad. En este último caso, cabe añadir que aun
cuando las consecuencias jurídicas del delito son sanciones, no toda sanción constituye una pena. Las
particularidades de la sanción penal serán abordadas al estudiar el concepto de pena.
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
El estudio del «supuesto de hecho» de las normas jurídico-penales se lleva a cabo mediante la
Teoría jurídica del delito. Esta última reúne en un sistema los elementos que, en base al Derecho
positivo, pueden considerarse comunes a todo delito o a ciertos grupos de delitos. En esa medida, es
obra de la doctrina jurídico-penal y constituye la manifestación más característica y elaborada de la
dogmática del DP (MIR PUIG). Por el contrario, la Penología o Teoría de la pena se encarga de las
«consecuencias jurídicas» previstas en las normas penales. Con todo, esta división no puede llevar a
suponer que las consecuencias y resultados que se deriven de los estudios realizados en la Teoría
jurídica del delito no deban ser tomados en cuenta en la Penología, toda vez que se tratan de dos
enfoques de un mismo objeto: la norma jurídico-penal.
Ciertamente, con anterioridad se señaló que las «consecuencias jurídicas del delito» estaban
compuestas, en principio, por las penas y las medidas de seguridad. No obstante, una revisión atenta
del conjunto de legislación penal (Código penal, en adelante CP, y leyes especiales) nos permite atribuir
la condición de «consecuencia jurídica del delito» a otro tipo de sanciones.
Imaginemos que tres sujetos (A, B y C) cometen el delito de robo con fuerza en las cosas tipificado en el art. 238 CP. En
principio, estas personas serían sancionadas con una pena de prisión de uno a tres años (art. 240.1).
Hasta ahí no parecería existir ningún problema en sostener que la «consecuencia jurídica» del delito de robo con fuerza
en las cosas es la pena privativa de libertad. Sin embargo, si se asumiese que B padece una grave enfermedad mental,
entonces tendría que admitirse que no puede aplicársele la pena antes mencionada porque se encuentra exento de
responsabilidad penal. No obstante, si B exteriorizó peligrosidad en la comisión del delito (art. 6.1 CP) entonces cabría
imponerle una medida de seguridad (arts. 95 y ss. CP).
Asimismo, si se tuviese en cuenta que C participó en el delito cuando tenía 16 años, éste no podría recibir ni una pena ni
una medida de seguridad, sino tan sólo una medida sancionadora-educativa, toda vez que la responsabilidad criminal de los
menores de edad (art. 69) se rige por la Ley Orgánica (en adelante LO) 5/2000, de 12 de enero, sobre responsabilidad penal
del menor.
Finalmente, los tres sujetos que realizaron el delito también serían responsables civilmente por los daños ocasionados
a raíz de su conducta delictiva (art. 116 CP y ss).
Este panorama nos muestra que la noción de «consecuencia jurídica del delito» abarca las diversas
formas de sanciones penales. Cada una tiene entidad y naturaleza particular, pero en su conjunto
conforman un sistema. Por consiguiente, la Penología puede ser definida como una disciplina jurídico-
penal (o una rama del DP) encargada del estudio del sistema de consecuencias jurídicas del delito.
En el apartado anterior se ha definido a la Penología como una rama del DP, concepto que proporciona
una idea sobre su ubicación en el amplio espectro de las ciencias jurídicas. En esa medida, las normas
jurídico-penales -objeto de estudio de la Penología- conviven armónicamente con las de los otros sectores
del ordenamiento jurídico, puesto que éste es un todo orgánico bajo el imperio de los principios de
racionalidad, sistematicidad y unidad. Este encuadramiento obliga a delimitar qué tipo de relaciones se
establecen entre la Penología y otras ramas del Derecho, ya que en última instancia nos permitirá una mejor
comprensión de la materia de esta asignatura.
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
En rigor el Derecho constitucional (en adelante DC) y la Constitución (en adelante CE) no pueden
equipararse. Sin embargo, para una mayor claridad expositiva, nos referiremos a la CE para esclarecer las
relaciones que existen entre el DC y la Penología. Esta ruta de trabajo puede ser válida en la medida que se
asuma que el DC centra su atención en la Carta Fundamental, no sólo como «norma jurídica» sino también
como «proyecto político». En este sentido, los postulados que extraen del DC son de aplicación directa e
inmediata a otras disciplinas jurídico-penales como la Penología.
Así, por un lado, la CE se configura como una «norma jurídica», aunque distinta de cualquier otra puesto
que se trata de una «norma cualificada», es decir, es la «norma suprema del ordenamiento jurídico». Tal
condición otorga a los principios, valores, derechos y libertades públicas que contiene un carácter
«vinculante» sobre los poderes públicos y los ciudadanos (art. 9.1 CE).
La Constitución, para GARCÍA DE ENTERRÍA, «por una parte, configura y ordena los poderes del Estado por ella construidos;
por otra, establece los límites del ejercicio del poder y el ámbito de las libertades y derechos fundamentales, así como los
objetivos positivos y las prestaciones que el poder debe cumplir en beneficio de la comunidad. En todos esos contenidos la
Constitución se presenta como un sistema preceptivo que emana del pueblo como titular de la soberanía, en su función
constituyente, preceptos dirigidos tanto a los diversos órganos del poder por la propia Constitución establecidos como a los
ciudadanos».
Por otro lado, en la CE se asienta un «proyecto político» determinado, debido a que expresa los
consensos básicos de los miembros de una comunidad y la jerarquía de intereses que se estiman esenciales
para el funcionamiento del sistema social. Además, porque contiene una serie de principios que regulan el
poder punitivo estatal. Se trata en buena cuenta de un «conjunto de postulados político-jurídicos y político-
criminales que constituyen el marco normativo en el cual el legislador penal puede y debe tomar sus
decisiones y en el que el juez debe inspirarse para interpretar las leyes que le corresponda aplicar».
En lo que aquí interesa, estas dos perspectivas de la CE traen consigo, en primer lugar, la obligación de
que toda norma jurídico-penal que prevea consecuencias jurídicas del delito deba ser creada siguiendo el
procedimiento constitucionalmente previsto. A ello debe sumarse que en estos casos, la norma penal deba
adoptar la forma de Leyes Orgánicas por tratarse de disposiciones que limitan derechos fundamentales y
libertades públicas (art. 81 CE y ss.)
En segundo lugar, las normas penales que contengan consecuencias jurídicas del delito deberán ser
interpretadas, cuando existan diversas alternativas posibles, de la forma que mejor se adecue a los valores
y principios recogidos en el texto constitucional. De esta forma, la CE se convierte en una fuente de criterios
interpretativos de la legislación penal y, asimismo, en el principal parámetro de validez de las normas
penales.
En ese sentido, IGNACIO DE OTTO explica que establecerse en los ordenamientos jurídicos modernos una norma suprema,
es decir una Constitución, implica que la creación normativa o legislación en el sentido amplio del término queda a su vez
sujeta a normas que son el fundamento y límite de su validez.
En tercer lugar, las normas jurídico-penales que establezcan consecuencias jurídicas deberán respetar
el contenido material de todos los principios y valores que inspiran el «proyecto político» instaurado en la CE
y, en caso contrario, su constitucionalidad puede ser revisada por el Tribunal Constitucional (en adelante TC).
En ese último supuesto, la declaración de inconstitucionalidad de una norma penal conllevará su expulsión
del sistema jurídico y la pérdida de toda validez.
En atención a lo dicho, puede confirmarse que la materia estudiada por la Penología está subordinada
a los preceptos y postulados constitucionales, cuyo estudio genérico corresponde al DC. Por consiguiente, el
sistema de consecuencias jurídicas del delito no puede diseñarse sin tomar en cuenta previsiones
constitucionales tales como la exigencia de proporcionalidad entre la pena impuesta y la magnitud del delito
(tema que trataremos primero al revisar el concepto de pena y luego en la siguiente lección); la prohibición
de la pena de muerte contenida en el art. 15 CE (aspecto que se abordará el iniciar la tercera lección); la
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
finalidad de reeducadora y de reinserción social que deben tener, sin perjuicio de otros fines, las penas
privativas de libertad conforme al art. 25.2 CE, entre otras.
Las relaciones entre la Teoría de la pena (Penología) y la Teoría jurídica del delito ya fueron expuestas
al precisar el objeto de estudio de la primera. De cualquier forma, conviene recordar que ambas teorías están
dedicadas, respectivamente, al estudio del «supuesto de hecho» y a las «consecuencias jurídicas», es decir,
al delito y sus elementos y al sistema de consecuencias jurídicas de la infracción penal. Se trata, en buena
cuenta, de disciplinas jurídico-penales relativamente autónomas en la medida que cada una enfoca un
elemento particular de la norma jurídico-penal, pero como ya se dejara en claro, tal división no impide
reconocer que están estrechamente conectadas.
Siguiendo a CUELLO CALÓN deben rechazarse las opiniones que atribuyen a la Penología la condición
de disciplina integrada dentro de la Criminología. Al contrario, la Penología es una rama del DP autónoma
que, para la realización de sus fines, toma en cuenta los datos e informes que la ciencia criminológica le
proporciona.
Así, la Criminología dirige sus investigaciones hacia la etiología del delito y sus formas de aparición
como fenómeno social y natural. En cambio, la Penología tiene otro objetivo: el estudio de los diversos
medios de represión y prevención directa del delito (penas y medidas de seguridad), así como de sus
métodos para determinar la aplicación de una sanción penal concreta.
3. LA PENA
Es usual en la doctrina definir a la pena como la principal consecuencia jurídica del delito. Sin perjuicio
de la validez de tal interpretación, en este punto trataremos de construir una definición que permita entender
su contenido y, al mismo tiempo, nos permita luego detectar qué condiciones se precisan para advertir que
técnicamente estamos frente a una pena.
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
a. La pena es un mal.
Debe señalarse que la pena es un mal para quien la recibe. En modo alguno es una afirmación banal.
Y ello en la medida que la pena constituye una privación, total o parcial, de bienes jurídicos como la
libertad ambulatoria.
De este modo, tan sólo desde los presupuestos del correccionalismo más exacerbado cabría decir que la pena es un
bien, en tanto medio racional y necesario para ayudar a la voluntad de un miembro del Estado, injustamente determinada, a
ordenarse por sí misma.
Sin embargo, más allá de consideraciones de tipo ideal que señalan que la pena puede dar lugar a una serie de bienes,
la pena -desde un punto de vista material- considerada en sí misma se cifra y concreta en un mal: la privación o restricción
de bienes jurídicos. Es más, los efectos negativos de la pena no se agotan en el contenido aflictivo material previsto en las
leyes penales, puesto que la desocialización inherente a la ejecución de la pena (paradigmáticamente en la pena privativa
de libertad) y la estigmatización que produce -incluso en el proceso penal, aun cuando la condena o ejecución queden en
suspenso- son otras consecuencias nocivas que pueden superar el daño que importa la afectación de bienes jurídicos.
La vigencia general del principio de Legalidad consustancial al Estado de Derecho (art. 9.3 CE) se
manifiesta en el establecimiento en la Ley de la pena a imponer por el Juez. En esa orientación deben
interpretarse, en particular, dos preceptos ubicados en la CE y en el CP, toda vez que consagran lo que
la doctrina denomina la garantía penal:
Art. 25.1 CE: «Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no
constituyan delito, falta, o infracción administrativa según la legislación vigente en el momento».
Art. 2.1 Cp: «No será castigado ningún delito con pena que no se halle prevista por Ley anterior a su perpetración».
Adicionalmente, la plena vigencia del principio de Legalidad requiere que la Ley que prevea
consecuencias jurídicas del delito sea manifestación de la voluntad general manifestada por los
representantes del pueblo. En ese sentido, la doctrina indica que la pena debe ser popular. Tal exigencia
lleva a que la legislación penal deba ser promulgada por el parlamento, y en esa medida, adopte la
forma de una Ley Orgánica en tanto la pena afecta al desarrollo de derechos fundamentales y libertades
públicas (art. 81.1 CE).
Por otra parte, la garantía penal constituye una pieza clave para la seguridad jurídica, en la medida
que informa a todos los ciudadanos las consecuencias jurídico-penales de la realización de ciertas
conductas (delitos). Finalmente, hay que decir que esta garantía, junto a las otras derivadas del principio
de Legalidad (la garantía criminal prevista en los arts. 1.1 y 4.2 CP; la garantía jurisdiccional contenida
en el art. 3.1 CP y la garantía de ejecución señalada en el art. 3.2 CP) componen en su conjunto el
principal límite al ius puniendi o la facultad estatal de establecer normas penales y aplicarlas (art. 149.6
CE).
El debido proceso suele definirse como una cláusula amplia y polivalente en la medida que agrupa
en su interior todos los derechos y garantías de Derecho procesal y de Derecho orgánico que son
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
indicativas de un proceso justo y equitativo. De este modo, la noción de Debido proceso agrupa una
serie de exigencias (garantías y derechos) que deben respetar los órganos encargados de la impartición
de justicia (jueces y tribunales independientes, imparciales, competentes, etc.). En ese sentido, engloba
a una serie de derechos fundamentales como el de defensa (y los principios acusatorio y de
contradicción); a la tutela jurisdiccional; a la presunción de inocencia; a ser juzgado sin dilaciones
indebidas, etc.
Sobre esta base, así como en función de lo establecido en el art. 24 CE, debe interpretarse el mandato
previsto en el art. 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (en adelante LECRM) y en el art. 3.1 CP, según
el cual, nadie puede recibir una pena si no media una sentencia firme que emana de un proceso legal
seguido ante el tribunal legalmente establecido.
De este modo, la Ley actúa como garante a lo largo de todo el proceso, en cuanto en el mismo siempre se materializa
un conflicto entre el Derecho subjetivo del Estado a castigar y los derechos de los ciudadanos.
Si como se acaba de indicar, la pena sólo puede aplicarse luego de un proceso justo y equitativo,
ello necesariamente implica que en el proceso se declare la responsabilidad penal de quien realizó el
delito.
Al respecto, del principio de culpabilidad se derivan algunos rasgos de la pena que conviene precisar
con claridad.
En primer lugar, la responsabilidad penal tiene un carácter estrictamente personal. En efecto, el CP establece que la
responsabilidad penal sólo puede ser atribuida a un sujeto sino es a título de autor (arts. 27 y 28) o de cómplice (arts. 27 y
29). Dicho de otro modo, en el ordenamiento jurídico penal español no cabe la responsabilidad penal por los hechos
realizados por personas que no se encuentren en los supuestos antes mencionados.
En segundo lugar, la responsabilidad penal de un sujeto requiere de modo previo que se acredite la existencia de dolo
o culpa en su conducta delictiva (art. 10 CP). Por consiguiente, la responsabilidad objetiva por el resultado (o responsabilidad
puramente objetiva), propia de legislaciones autoritarias, está proscrita del DP español. En ese sentido, el principio de
Culpabilidad impide la atribución a un sujeto de un resultado imprevisible, reduciendo las formas de imputación de un
resultado al dolo y a la imprudencia.
Finalmente, en tercer lugar, considerando que la pena depende del grado de participación o responsabilidad subjetiva
del sujeto en la realización del delito, puede sostenerse que ésta se encuentra ausente no sólo cuando no hay dolo o
imprudencia respecto al resultado delictivo, sino también cuando el sujeto carece del grado de desarrollo mental necesario
o no le era exigible otro comportamiento. En estos casos carece de sentido aplicar una pena ya que la norma penal no puede
desarrollar la función motivadora que la caracteriza. Así, en tales supuestos no es posible considerar que, por medio de la
pena, se pueda motivar a los ciudadanos para que no vulneren los valores esenciales de la comunidad.
En atención a los rasgos conceptuales de la pena, puede concluirse que ésta es el castigo consistente
en la privación de un bien jurídico por la autoridad legalmente determinada a quien, tras el debido proceso,
aparece como responsable de una infracción del derecho, y a causa de tal infracción.
El cabal entendimiento de la pena como consecuencia jurídica del delito conduce a poner atención a
una serie de requisitos que se derivan de su régimen jurídico en un Estado social y democrático de Derecho
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
(art. 1 CE). La doctrina entiende que la mayoría de estas exigencias tuvieron su origen en el pensamiento
ilustrado, aunque incluso antes de este movimiento BECCARIA señaló al respecto:
«Para que la pena no sea violencia de uno o de muchos contra un particular ciudadano, debe ser la pena pública, pronta,
necesaria, la menor de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los delitos y dictada por las leyes».
Según acaba de estudiarse, la plena vigencia del principio de culpabilidad determina que la
imposición de una sanción penal debe recaer sobre quien ha sido declarado responsable de la comisión
de un delito a título de autor o de cómplice, en tanto haya realizado su conducta de forma dolosa o
imprudente.
Así vista, la necesidad se configura como un criterio limitativo de la intervención penal que está
vinculada a la idea de «utilidad». En efecto, si la intervención penal en un Estado social y democrático
de Derecho (art. 1 CE) se legitima en la medida que protege a la sociedad, perderá su justificación si se
demuestra «inútil» para tal labor, es decir, será «inútil» cuando su función pueda realizarse a través de
otros mecanismos menos lesivos para los derechos fundamentales y libertades públicas. Sobre esta
base, la necesidad se traduce en el principio de Intervención mínima del DP. Este principio se plasma
en dos postulados básicos.
En segundo lugar, se deriva el carácter fragmentario del DP, en virtud del cual éste no puede sancionar
todas las conductas que supongan lesión de cualquier bien jurídico, sino únicamente de los más
importantes, y ni siquiera protege a éstos frene a cualquier clase de atentados, sino tan sólo frente a los
ataques más intolerables.
Por otra parte, algunos autores sostienen que la pena no sólo debe ser necesaria, sino también
suficiente. En ese sentido, más allá de lo preciso, la pena sería una auténtica extralimitación, pero
menos, también.
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
Por un lado, este requisito está referido al derecho fundamental de todo justiciable a un «proceso
público y sin dilaciones indebidas» (art. 24.2 CE). Asimismo, por otro lado, la exigencia de que la pena
sea pronta e ineludible está vinculada a la eficacia de la finalidad de prevención del delito que orienta el
sistema de consecuencias jurídicas del delito (sobre esta finalidad volveremos en la siguiente lección).
En ese sentido, puede decirse que una administración de justicia ineficaz consigue, con su lentitud, que
el poder intimidante de la pena desaparezca. Por consiguiente, la conciencia social perturbada por el
crimen quedará insatisfecha al ver que los culpables siguen sin castigo y la ejemplaridad de ésta
desparece con el paso del tiempo. Asimismo, la pena tardíamente aplicada no se revela sólo como inútil,
sino como contraproducente, ya que con frecuencia introducirá en procesos marginalizantes a sujetos
que, si bien tienen una escasa socialización, también tienen posibilidades de reinsertarse en la sociedad.
Al momento de delimitar el concepto de Penología se indicó que esta disciplina jurídico-penal se ocupa
del estudio de las consecuencias jurídicas del delito, entendiendo por tales al sistema de sanciones penales
previstas para hacer frente al delito. En lo que aquí interesa, este planteamiento permite recordar que si bien
la pena es una sanción, en rigor, no toda sanción es una pena. Esta precisión servirá de apoyo para distinguir
ciertos tipos de sanciones de lo que técnicamente es una pena.
Al respecto, el art. 34 CP establece un catálogo de sanciones que no pueden ser consideradas como
penas:
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
En lo que sigue, comentaremos cada uno de los numerales del precepto que acaba de citarse.
Ese orden de ideas, en primer lugar, la pena debe ser diferenciada de las medidas cautelares de carácter
personal dictadas durante el desarrollo de un proceso penal (art. 34.1 CP). Ciertamente, tanto la detención y
la prisión preventiva como la pena tienen en común la afectación del mismo bien jurídico (la libertad
ambulatoria), y en esa medida, constituyen un mal para quien las recibe. No obstante, en el caso de las
medidas cautelares, la restricción de la libertad sólo puede justificarse por la necesidad de garantizar la
sujeción de una persona para que en su momento puedan hacerse efectivas las consecuencias jurídicas de
un delito.
En el proceso penal la restricción de la libertad mediante una medida cautelar debe ajustarse al principio de legalidad y
regirse por los postulados de necesidad, adecuación, discrecionalidad y gradualidad, así como al principio de presunción de
inocencia. En ese sentido, las medidas cautelares tienen por objeto garantizar la eficacia de la sentencia condenatoria, del
ius puniendi, impidiendo que el imputado evada la acción de la justicia. Asimismo, en tanto coartan la libertad individual se
les califica como medidas cautelares personales. Por consiguiente, suponen el punto más crítico del difícil equilibrio entre
los intereses contrapuestos sobre el que gira el proceso penal: respeto de los derechos del imputado, por una parte, y eficacia
en la represión de los delitos, por otra.
En ese sentido, las medidas cautelares tienen un carácter instrumental de cara a garantizar el éxito del
proceso penal, y por tanto, tienen por única finalidad asegurar la presencia del procesado, mas no su castigo.
En cambio, la pena es un auténtico castigo que se impone luego de un proceso justo y equitativo (debido
proceso) a quien es declarado responsable de una infracción penal.
En segundo lugar, la pena debe distinguirse de las sanciones impuestas por la Administración en
ejercicio de sus potestades correctiva y disciplinaria (art. 34.2 CP).
Al respecto, de entrada, hay que decir que las diferencias entre la sanción penal y la sanción administrativa se sitúan en
el marco de las complejas y controvertidas relaciones entre el DP y el Derecho Administrativo (en adelante DA), toda vez que
la Administración tiene la facultad de establecer preceptos -mandatos y prohibiciones- y de conminar e imponer sanciones a
quienes los desobedezcan.
Esta situación permite sostener que tanto la sanción administrativa como la sanción penal se imponen
como consecuencia de la previa infracción de una norma jurídica, y sobre esta base, producen la afectación
o limitación de los bienes de quienes transgredieron una disposición del ordenamiento jurídico.
No obstante, el contenido del «supuesto de hecho» de la norma jurídica administrativa es distinto del
previsto en la norma penal, pues en el primer caso se trata de una infracción administrativa, mientras que en
el segundo estamos frente a un delito.
Profundizando en esta diferencia, puede decirse que la potestad correctiva de la Administración se dirige
a la generalidad de los administrados con el objeto de garantizar el cumplimiento de los fines de aquélla.
Asimismo, la potestad disciplinaria de la Administración se dirige a las personas vinculadas a la misma (con
una especial relación de sujeción permanente o transitoria), a fin de garantizar el funcionamiento de la
organización interna. Pues bien, ambas finalidades justifican la creación de un ilícito administrativo, el cual
se circunscribe a la autotutela de la Administración. Ahora bien, ello no quiere decir que si el DP tutela las
condiciones mínimas que posibilitan el funcionamiento de la sociedad, éstas no puedan referirse tanto a los
intereses del individuo como a los intereses de la Administración. De este modo, el DP también puede tutelar
bienes jurídicos referidos a la Administración cuando el principio de Intervención mínima (ultima ratio y
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
fragmentariedad) así lo determine («Derecho penal administrativo»), aunque con una diferencia sustantiva:
la mayor gravedad de la sanción penal.
Esto último nos permite señalar otra diferencia entre la sanción administrativa y la sanción penal, es
decir, una distinción de carácter cuantitativo. De este modo, la mayoría de la doctrina considera que la
mayor gravedad de la pena reside en dos factores. Por un lado, la mayor importancia de los bienes jurídicos
que afecta. Así, la libertad individual puede ser restringida o privada mediante una pena, mientras que esta
afectación está prohibida para la Administración (art. 25.3 CE). Por otro lado, la pena produce un efecto
estigmatizante que no se traduce necesariamente en el ámbito administrativo. En efecto, aun cuando la multa
es una sanción empleada tanto en el DP como en el DA, y pese a que en ocasiones la multa administrativa
puede ser patrimonialmente superior a la multa penal, ésta tiene un efecto sociológico que la hace más
negativa que la sanción administrativa.
Por otra parte, también puede encontrarse diferencias en torno al órgano que aplica la sanción: en el
ámbito penal se tratará de un tribunal o un juzgado, mientras que en el ámbito administrativo será el órgano
competente de la Administración.
Finalmente, en tercer lugar, debemos distinguir la pena de las privaciones de derechos y sanciones
reparadoras (art. 34.3 CP). En los primeros supuestos, la legislación civil contiene algunas disposiciones que
afectan derechos -como la pérdida de la patria potestad- que pueden llegar a tener un verdadero carácter
punitivo. En ese sentido, algunas han sido reconocidas como penas (vid., art. 39.b CP). Sobre este tema
volveremos en la cuarta lección. En cuanto a las sanciones que consisten en la reparación (tal es el caso de
la reparación civil por el daño causado, art. 1902 CC), sólo cabe indicar que no tienen una entidad punitiva
pese a que pueden tener un verdadero carácter de mal para quien las recibe.
La pena puede ser objeto de diversas clasificaciones, entre las cuales destacan la realizada por la Ley
penal y las propuestas por la doctrina. Considerando que algunas de éstas últimas tienen su respaldo en
determinadas previsiones legislativas, a continuación se presentarán las tipologías legal y doctrinal.
De cualquier forma, cabe advertir que estas clasificaciones en modo alguno terminan siendo
compartimentos cerrados, toda vez que una determinada pena puede ser clasificada de diversas formas en
atención a su naturaleza, gravedad, forma de aplicación y origen.
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Al respecto, son penas privativas de libertad las señaladas en el art. 35 CP: la prisión permanente
revisable (introducida por la L.O. 1/2015, de 30 de marzo), la prisión, la localización permanente y la
responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa.
El art. 33 CP clasifica las penas en atención a «su naturaleza y duración» en penas graves, penas menos
graves y, finalmente, en penas leves. Antes de proceder a su presentación, deben llevarse a cabo una
precisión.
Así, esta clasificación está estrechamente vinculada a la división tripartita con la que el CP clasifica a las
infracciones penales en él tipificadas. De este modo, en atención al art. 13 CP los delitos pueden agruparse
precisamente en función de la naturaleza y duración de las consecuencias jurídicas que se les atribuyen, con
lo cual se tiene que:
Asimismo, esta división tiene un particular correlato en las normas de atribución de competencia:
Delito grave → pena grave → Audiencia Provincial
Delito menos grave → pena menos grave → Juzgados de lo penal
Delito leve → pena leve → Juzgados de Instrucción
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
5. La responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa tendrá naturaleza menos grave o leve, según la que
corresponda a la pena que sustituya.
6. Las penas accesorias tendrán la duración que respectivamente tenga la pena principal, excepto lo que dispongan
expresamente otros preceptos de este Código”.
Mediante la LO 5/2010, se introdujeron en este precepto las penas aplicables a las personas jurídicas, que
tienen todas la consideración de graves, sin que la L.O. 1/2015 modificara aspecto alguno del mismo. Así,
b) Disolución de la persona jurídica. La disolución producirá la pérdida definitiva de su personalidad jurídica, así como la
de su capacidad de actuar de cualquier modo en el tráfico jurídico, o llevar a cabo cualquier clase de actividad, aunque
sea lícita.
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
c) Suspensión de sus actividades por un plazo que no podrá exceder de cinco años.
d) Clausura de sus locales y establecimientos por un plazo que no podrá exceder de cinco años.
e) Prohibición de realizar en el futuro las actividades en cuyo ejercicio se haya cometido, favorecido o encubierto el delito.
Esta prohibición podrá ser temporal o definitiva. Si fuere temporal, el plazo no podrá exceder de quince años.
f) Inhabilitación para obtener subvenciones y ayudas públicas, para contratar con el sector público y para gozar de
beneficios e incentivos fiscales o de la Seguridad Social, por un plazo que no podrá exceder de quince años.
g) Intervención judicial para salvaguardar los derechos de los trabajadores o de los acreedores por el tiempo que se estime
necesario, que no podrá exceder de cinco años.
La intervención podrá afectar a la totalidad de la organización o limitarse a alguna de sus instalaciones, secciones o
unidades de negocio. El Juez o Tribunal, en la sentencia o, posteriormente, mediante auto, determinará exactamente el
contenido de la intervención y determinará quién se hará cargo de la intervención y en qué plazos deberá realizar informes
de seguimiento para el órgano judicial. La intervención se podrá modificar o suspender en todo momento previo informe
del interventor y del Ministerio Fiscal. El interventor tendrá derecho a acceder a todas las instalaciones y locales de la
empresa o persona jurídica y a recibir cuanta información estime necesaria para el ejercicio de sus funciones.
Reglamentariamente se determinarán los aspectos relacionados con el ejercicio de la función de interventor, como la
retribución o la cualificación necesaria.
La clausura temporal de los locales o establecimientos, la suspensión de las actividades sociales y la intervención judicial
podrán ser acordadas también por el Juez Instructor como medida cautelar durante la instrucción de la causa.»
Con este criterio se quiere llamar la atención sobre la forma en que las penas pueden ser aplicadas. En
ese sentido, las penas pueden ser consideradas como principales y accesorias. Así lo indica el art. 32 CP:
«Las penas que pueden ser aplicadas con arreglo a este Código, bien con carácter principal bien como
accesorias...»
Entrando en materia, las penas principales son aquellas que pueden ser aplicadas por sí solas, en el
sentido de que no dependen de otras para su imposición.
Las penas accesorias son aquéllas que únicamente pueden ser impuestas junto a una principal. En este
último caso, el CP prevé una serie de reglas que conviene presentar de forma breve.
En primer lugar, se considera que las penas de inhabilitación son accesorias en los casos en que, no
imponiéndolas especialmente, la Ley declare que otras la llevan consigo (art. 54 CP).
En segundo lugar, se establece que la pena de prisión igual o superior a diez años llevará consigo la
pena de inhabilitación absoluta durante el tiempo de la condena, salvo que ésta ya estuviera prevista como
pena principal (art. 55 CP). Estamos, pues, frente a un supuesto imperativo en el cual la inhabilitación absoluta
adquiere necesariamente un carácter accesorio cuando la pena de prisión tiene la duración antes
mencionada.
En tercer lugar, se prevé que la penas accesorias tendrán la misma duración que tenga la principal,
salvo lo que dispongan expresamente otros preceptos del Código (art. 33.6 CP).
En cuarto lugar, el art. 56.1 CP indica que si la pena de prisión tiene una duración inferior a los diez
años, se impondrán, atendiendo a la gravedad del delito, como penas accesorias, alguna o algunas de las
siguientes:
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
Finalmente, en cuarto lugar, el art. 57 CP establece una serie de disposiciones que regulan la aplicación
de penas accesorias en determinados delitos. Así:
«Art. 57 CP:
1. Las autoridades judiciales, en los delitos de homicidio, aborto, lesiones, contra la libertad, de
torturas y contra la integridad moral, trata de seres humanos, contra la libertad e indemnidad
sexuales, la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, el honor, el
patrimonio, el orden socioeconómico y las relaciones familiares, atendiendo a la gravedad de los
hechos o al peligro que el delincuente represente, podrán acordar en sus sentencias la imposición
de una o varias de las prohibiciones contempladas en el artículo 48, por un tiempo que no excederá
de diez años si el delito fuera grave, o de cinco si fuera menos grave.
2. En los supuestos de los delitos mencionados en el primer párrafo del apartado 1 de este artículo
cometidos contra quien sea o haya sido el cónyuge, o sobre persona que esté o haya estado
ligada al condenado por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia, o sobre
descendientes, ascendientes o hermanos por naturaleza, adopción o afinidad, propios o del
cónyuge o conviviente, o sobre menores o incapaces que con él convivan o que se hallen sujetos
a la patria potestad, tutela, curatela, acogimiento o guarda de hecho del cónyuge o conviviente, o
sobre persona amparada en cualquier otra relación por la que se encuentre integrada en el núcleo
de su convivencia familiar, así como sobre las personas que por su especial vulnerabilidad se
encuentran sometidas a su custodia o guarda en centros públicos o privados se acordará, en todo
caso, la aplicación de la pena prevista en el apartado 2 del artículo 48 por un tiempo que no
excederá de diez años si el delito fuera grave o de cinco si fuera menos grave, sin perjuicio de lo
dispuesto en el párrafo segundo del apartado anterior.
3. También podrán imponerse las prohibiciones establecidas en el artículo 48, por un período de
tiempo que no excederá de seis meses, por la comisión de los delitos mencionados en el primer
párrafo del apartado 1 de este artículo que tengan la consideración de delitos leves».
La pena que corresponde a un determinado delito puede presentar diversas modalidades. En ese
sentido, las penas serán únicas cuando consisten en una sola pena de determinada naturaleza. Tal es el
caso del delito de homicidio, tipificado en el art. 138.1 CP, que prevé solamente la pena de prisión de diez a
quince años.
Por otra parte, las penas serán cumulativas en tanto estén constituidas por la acumulación de dos o
más penas de distinta naturaleza que deberán aplicarse conjuntamente. Dentro de este supuesto puede
incluirse al delito de allanamiento de morada realizado con violencia o intimidación (art. 202.1 CP), toda vez
que esta conducta está castigada con una pena de prisión de uno a cuatro años y una multa de seis a doce
meses.
Finalmente, estaremos frente a penas alternativas cuando en un determinado delito, el juez
puede optar por sólo una entre varias de diversa naturaleza. Este supuesto puede apreciarse en
el delito del art. 183.1 del CP que castiga con la pena de prisión de uno a tres años o multa de
doce a veinticuatro meses “EL QUE a través de internet, del teléfono o de cualquier otra tecnología
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LECCIÓN I: CONCEPTO DE PENOLOGÍA
Las penas originarias son aquellas que establece el legislador como pena prevista en el tipo penal para
un delito determinado. Por el contrario, las penas sustitutivas son las de naturaleza distinta a la originalmente
impuesta en una sentencia condenatoria y que el juez puede aplicar en lugar de aquélla. De ahí que se
también se hable de pena sustituida y de pena sustitutiva. Las penas sustitutivas serán estudiadas en la
Lección VII.
Con la revisión de las clasificaciones legales y doctrinales de las penas terminamos la primera lección
de esta asignatura.
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