Está en la página 1de 4

1

Psicología Social e Institucional-2° año

Aportes del Psicoanálisis a la Psicología Social e Institucional

Como punto de partida, es oportuno citar al propio Freud en un texto de 1921, es decir, ya bastante avanzada su
obra teórica, que se llama “Psicología de las Masas y Análisis del Yo”. Ya el título de este libro pone en relación
los fenómenos sociales de masas o multitudes (grandes agrupamientos, movimientos, sectas, fanatismos, por
ejemplo el nazismo) con el proceso de construcción del Yo, o el proceso de estructuración del aparato psíquico.
Bien, en la Introducción a este texto (que van a encontrar como Bibliografía de este apunte, junto con el cap
VII ), Freud pone el acento en que separar a las psicologías en individual y social cada una por su lado es un
contrasentido porque el ser humano no nace y se humaniza justamente en el vacío, necesita que haya otro que
desee. Que lo desee, que desee para ese “recién llegado” algo, un proyecto, un nombre, un lugar. Y ese deseo
tiene que ver con cuestiones que sexualizan, libinidinizan, lo cargan afectivamente a ese cachorro humano en
vías de constituirse sujeto. No nacemos sujeto, devenimos sujetos durante la infancia si hay una mamá o
alguien que cumpla la función materna, si hay un papá o alguien que cumpla la función paterna, y si hay una
familia, es decir, si pasamos por el complejo de Edipo. Como bien lo señala Freud en sus textos, el Complejo de
Edipo es el fenómeno (y el concepto) central en la estructuración del psiquismo humano.

Vuelvo a Psicología de las Masas y Análisis del Yo, donde Freud pone la luz en la cuestión fundamental del
vínculo con el otro: “En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como
objeto, como auxiliar y como enemigo…. La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de
amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han sido indagados preferentemente
por el Psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales”. Este planteo es
maravilloso porque nos habla de que todo lo que de adulto vivamos, suframos o simplemente seamos, va a
estar marcado por estos vínculos fundamentales que nos subjetivaron en nuestra infancia, cuyas marcas y
recuerdos quedan en lo inconsciente y están ahí pujando cuando aparece el síntoma neurótico, cuando se
produce un acto fallido, cuando recordamos un sueño o nos angustiamos. Y en este mismo planteo nos señala el
rumbo de la Psicología más actual, que nunca se trata del individuo aislado, si no de un sujeto vincular, que hace
lazo con los otros siempre, que al consultorio llega solo o que a un servicio llega solo tal vez, o la escuela misma
ingresa individualmente, pero es la suma o anudamiento de todos esos vínculos, sobre todo los que estableció
en su infancia, pero también los actuales, que reeditan aquellos y que están marcados, determinados, de alguna
forma por aquellos, por los vínculos edípicos.

Por qué les planteo todo esto? Porque leyendo a cualquier otro autor o texto relacionado con el Psicoanálisis se
pierde de vista esta dimensión vincular, social, intersubjetiva. Y es necesario recuperarla.

Repasemos Complejo de Edipo y su centralidad: el infante pasa por una serie de etapas que están relacionadas
con el desarrollo de su sexualidad y que están vinculadas a zonas corporales. Durante el primer año y medio, el
niño se encuentra en la etapa oral, cuyo centro es la boca, que está relacionada con el placer producido por la
alimentación, y por chupar y morder objetos. El objeto de deseo es el pecho de la madre. Durante la etapa anal,
el ano se convierte en la zona erógena y se encuentra placer en la eliminación o retención de las heces. Es la
etapa en que se empieza a educar a los niños en el control de los esfínteres y a que aprendan a eliminar en
lugares determinados, estableciendo un control sobre las funciones corporales: el niño puede atender a la
demanda de los padres o resistirse a ellas; luego Freud ubica la fase fálica, donde plantea el Complejo de Edipo,
haciendo referencia a que se produce la primera elección de objeto (para el niño y la niña, aunque son diversas
consecuencias, el primer objeto es la madre). Posteriormente el período de latencia, que abarca la segunda
infancia y hasta la adolescencia. Las pulsiones sexuales quedan como “dormidas”, hay un aquietamiento
temporario o en “estado latente”, esto como consecuencia de la intensidad del conflicto edípico: son tan fuertes
las emociones sentidas, tan importantes las fantasías que las acompañan, y las vivencias se vuelven recuerdos
tan importantes, que es necesario olvidarlas (reprimirlas) para poder ser sujetos civilizados. Pensemos en los
celos por la llegada de un hermanito, la sensación de abandono cuando la madre se va a trabajar, el dolor por el
2

destete o la lucha de un niño por dormir en la cama grande y cuánto le cuesta dormir solo en su cama y cuarto
propios, por mencionar sólo unos ejemplos de vivencias infantiles muy importantes para el devenir sujeto. Aquí
se instala la amnesia infantil mencionada muchas veces. Y por último la etapa genital, en la que la que al
desarrollo de la sexualidad se conjuga la madurez genital. Entonces, claramente Freud plantea la sexualidad
humana como sucediendo en dos tiempos: un primer momento infantil, pregenital, edípico, donde no se
confunde sexualidad con genitalidad; y un segundo momento, a partir de la pubertad, donde hay en
encuentro bajo la primacía genital pero de todos modos las zonas erógenas siguen cumpliendo un papel
fundamental en el encuentro sexual.

Todo este recorrido que termina siendo la historia infantil y la historia de la constitución subjetiva del ser
humano no se despliega o desenvuelve en el vacío o por una determinación genética o biológica. Esto es posible
porque hay otro, quien cumple la función materna (la madre o su sustituto) que desea, a partir de su propia
historia infantil, del pasaje por su propio complejo de Edipo, a ese bebé en tanto hijo, piensa o fantasea con él
desde mucho antes de su existencia; y puede libidinizarlo, sexualizarlo en tanto objeto de amor, no sólo
mediante las acciones de alimentación, cuidado, abrigo, higiene, sostén, fundamentales porque van recortando
esas zonas erógenas, la boca poniendo a andar la pulsión oral, el ano en la limpieza y el cambiado y el festejar la
“caca” del bebé como un regalo motorizando la pulsión anal, etc; si no fundamentalmente a través del lenguaje:
la mamá y los demás adultos hablan del recién nacido y del bebé, y le hablan, ya lo toman como sujeto del
lenguaje cuando todavía no hay ahí un sujeto, sólo hay un inicio de actividad psíquica, y tampoco hay lenguaje
en el bebé, este se adquiere después de mucho tiempo, y los significados más tarde aún, sin embargo lo
simbólico está presente para recibir al niño en el nombre que se le ha elegido para él, y en todas las expresiones
de amor que ubican a ese pequeño en un lugar privilegiado: que es el bebé más lindo del mundo, que es el niño
más amado del universo, que si es varón va a ser futbolista como Messi, que todo lo que hace es lo más
maravilloso que le podía pasar a esta mamá o a este papá, aunque sea sonreír, o vomitar. “His majesty, the
baby” va a describirlo Freud, “su majestad, el bebé”. Este primer momento es fundamental para la constitución
psíquica, el ser todo para la madre, a condición de dejar de serlo, más adelante en algún momento. Como
mencionábamos hoy, cualquier vivencia que saque al niño de ese lugar majestuoso en el que fue ubicado: la
llegada de un hermanito implica un desaire importante, el niño se pregunta ¿cómo no era que yo era lo más
maravilloso que te había ocurrido en el universo?¿si es así, para qué querés otro bebé si conmigo ya es
suficiente? Siguiendo una lógica infantil posible para pensar estas cuestiones. O en el caso de la cama grande:
“mi mamá me dice que me ama y no puede vivir sin mí pero a la hora de dormir duerme en la cama grande con
mi papá y a mí me lleva a otro cuarto”, etc. Etc. Todas estas cuestiones son fundamentales y de pasaje
necesario, si no, no se constituiría la subjetividad humana.

En su texto “Psicología de las Masas y Análisis del Yo”, que ya estuvimos mencionando más arriba, Freud se
pregunta cuál es la esencia de la psicología de las masas o grandes multitudes de individuos agrupados
(ejemplo el nazismo, aunque no fue contemporáneo a la producción de esta obra psicoanalítica, más adelante
Freud deberá exiliarse para no terminar en un campo de concentración, y sus libros fueron prohibidos y
quemados).

A Freud no le alcanzan las explicaciones que dan otros autores de su época que ponen el acento en por ejemplo
en la influencia del número de personas, del contagio de la afectividad, la fascinación y el prestigio del
conductor o líder de la masa o movimiento, todos elementos que también se relacionan con la “sugestión”
(hipnosis). Otra premisa que Freud plantea es que no existiría una “pulsión social” que hace que nos juntemos o
amuchemos, si no que lo esencial de estos fenómenos se encuentra más acá, más a mano, y tiene que ver con el
amor, con la libido, con los vínculos. Y que debemos buscar su explicación en un círculo más cercano, la familia…
cuando Freud dice familia nosotras sabemos que dice: Complejo de Edipo.

Es en la Introducción donde Freud hecha luz a la cuestión fundamental del vínculo con el otro: “En la vida
anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como
3

enemigo…. La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su
médico, vale decir, todos los vínculos que han sido indagados preferentemente por el Psicoanálisis, tienen
derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales”. Y más adelante se remite al concepto de libido,
que es la energía, considerada como magnitud cuantitativa, como cantidad, de las pulsiones que tienen que ver
con el amor. El núcleo del amor es el amor cuya meta es la unión sexual, pero también es amor el amor por sí
mismo (narcisismo, la libido que toma por objeto al yo y lo inviste), por el otro, amor filial, el amor a los hijos, la
amistad, etc. Todas estas aspiraciones son expresión de las mismas pulsiones de meta sexual directa pero que
han sido esforzadas a apartarse de esa meta, han sido desviadas, inhibidas, permaneciendo o convirtiéndose en
tiernas, es decir tienen que ver con la ternura, con el cariño.

Freud dice que la esencia del alma de las masas lo constituyen estos vínculos de amor.

Freud explica ya desde otros textos y giran alrededor de sus conceptos principales, que el primer objeto de
amor del niño es la madre y en él busca satisfacer sus pulsiones sexuales de la etapa fálica, pero por la represión
tuvo que renunciar a tal satisfacción y la consecuencia fue una profunda modificación de la relación con los
padres: permanece ligado a ellos por pulsiones de meta inhibida, por sentimientos tiernos, aunque las
aspiraciones sexuales del complejo de Edipo permanecen en lo inconsciente.

Siguiendo esta línea, Freud explica que el vínculo que establece cualquier miembro o integrante de la masa
social y su conductor tiene que ver con una ligazón del primero al segundo a través de pulsiones de meta
inhibida. Por ejemplo, para los cristianos, la ligazón con el Papa Francisco sería de esta índole. Además dentro
del aparato psíquico Freud distingue dentro del yo al Ideal del yo, aunque inconciente; instancia con la que nos
comparamos y nos juzgamos, y que en tanto objeto idealizado, el conductor vendría a ocupar ese lugar psíquico
del ideal del yo.

Entonces por un lado hablando de vínculos desde el psicoanálisis, Freud nos dice que una forma o mecanismo
de vinculación es la elección de objeto. La primera elección de objeto de todo ser humano es la edípica, infantil,
y está destinada al fracaso, a la frustración; el niño debe renunciar a ella quedando como saldo las pulsiones de
meta inhibida, y su afecto la ternura. Pero posibilitando que a partir de la adolescencia y la fase genital
propiamente dicha sí sea posible una elección de objeto no edípico, exogámico, en el que las pulsiones sexuales
logran la satisfacción y la concreción del vínculo amoroso duradero, más allá de la satisfacción sexual.

Pero Freud agrega además de la elección de objeto, otro modo o mecanismo que tenemos los seres humanos
para vincularnos con los demás o para hacer lazo: las IDENTIFICACIONES. No hay sólo una, si no varias. Hay
diversidad de planteos respecto de este mecanismo inconciente, nosotros vamos a abordar el modo en que
Freud las explica en este texto de 1921:

En primer lugar plantea, en el capítulo VII de Psicología de las Masas y Análisis del Yo, una identificación como
primera ligazón afectiva con cualquier ser humano. Es una ligazón o lazo primario, preedípica (es decir,
anterior al complejo de Edipo, por lo tanto anterior a la primera elección de objeto), o sea que se produce
entre el nacimiento y la entrada al Complejo de Edipo alrededor de los 4-5 años. En esta identificación primaria
el niño o el bebé toma al padre como modelo, quiere ser como él, lo toma como su ideal. Lo copia, podemos
decir, lo imita, se quiere parecer. En algún momento el niño comienza a entrar en el complejo de Edipo,
tomando como objeto de amor a la madre, y entonces el padre modelo deviene rival, enemigo, la identificación
toma tonalidad hostil.

En segundo lugar plantea otra identificación, diferente, secundaria a la elección o relación de objeto, regresiva,
parcial, en la que una vez renunciado a dicho objeto, un rasgo del objeto es introyectado en el yo,
modificándolo. El yo copia un rasgo del objeto amado y perdido. Esta identificación se produce luego y como
producto del trabajo de duelo por la pérdida de objeto, es su saldo. Por ejemplo, en el caso del complejo de
Edipo, el niño debe renunciar a la madre como objeto, y lo logra a partir de identificarse a un rasgo de dicho
objeto, modificando el carácter de su yo, es una identificación parcial, donde se copia un rasgo. Pensemos como
4

ejemplo, puede ser un latiguillo en el hablar, la forma de pararse, la modificación en relación a un gusto por
algo, una situación, por ejemplo una comida, un elemento compartido, etc. Se la llama regresiva porque la
elección de objeto “regresa” a la identificación, o para más claridad, la identificación “reemplaza”, sustituye, a
la elección de objeto. Este mecanismo de identificación secundaria se pone nuevamente en juego ya de adultos
cada vez que un vínculo se rompe e implica un duelo de nuestra parte. Algo de poder aceptar la ruptura y la
pérdida tiene que ver con identificarnos con algo del otro y modificar nuestro carácter. Cuántas veces
descubrimos luego de una separación amorosa, que lo que antes nos desagradaba, ahora que el objeto no está,
nos agrada: una canción, una película, una idea, etc. También es el arduo trabajo psíquico que nos depara la
muerte de un ser querido, e incorporar y reconocer un rasgo de ese otro tan importante en nosotros, es
maravilloso. Y en relación a esto, cómo podemos asumir que ese ser que partió físicamente ahora forma parte
de nosotros, o está en nuestro corazón, tiene que ver con esta identificación luego de la pérdida como proceso
de duelo normal y esperable.

Por último, hay otro tipo de identificación que surge a raíz de una comunidad o punto en común con otra
persona que no es objeto de pulsiones sexuales (identificación secundaria) ni es tomada como modelo
(identificación primaria). Es decir, puede ser con cualquier ser humano, con el que tengo algo en común, mi yo
y el yo del otro por esto compartido se identifican entre sí. Siguiendo el ejemplo del cristianismo, el punto en
común entre dos o más yo, es el Papa Francisco, ubicado en el lugar del ideal del yo de cada uno.

El mecanismo de esta última identificación que explica Freud funciona sobre la base de poder o querer ponerse
en la situación del otro (en el lugar del otro), y la llama “infección psíquica”. Y de esta identificación es que
nace la empatía dice Freud, concepto fundamental en la actualidad.

Si bien Freud plantea estas cuestiones en relación a la formación de síntomas, hoy en día las pensamos como
mecanismos subjetivos fundamentales para poder vincularnos con los demás, que están produciéndose o no
todo el tiempo.

Sintetizando, en relación a los fenómenos sociales de grandes masas o muchedumbres, Freud va a decir que
“una masa con conductor es una multitud de individuos que han colocado un objeto, uno y el mismo, en el lugar
de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo”. Y a esto lo llama "doble
ligazón libidinosa" y de este anudamiento tan fuerte es de dónde surge la importancia en la fuerza y persistencia
de los fenómenos sociales e institucionales con figuras de líderes o conductores, reales o virtuales.
Mencionamos el ejemplo de la Iglesia, que es uno de los ejemplos que analiza Freud, poniendo a Cristo como
conductor y junto a él al papa... pero también podemos pensar en ejemplos como la pasión por un club de
fútbol, la bandera o valores nacionales, por un artista como el Indio Solari. Piensen en ejemplos en los que uds.
puedan también reconocerse como sujetos dentro de un grupo o multitud.

Podemos pensar que como sujetos todo el tiempo nos identificamos en este
sentido con otro ajeno, lejano, extraño, a partir de reconocer en él algo, un punto
en común, que no sabemos qué es pero que sin embargo nos toca y nos
conmueve como en el cuento “Amigos por el Viento” de Liliana Bodoc (también
lo encuentran en Bibliografía y hay un Actividad individual con entrega para
realizar). Esa obra literaria breve es muy interesante porque nos ayuda a pensar y
ubicar elementos del complejo de Edipo de la niña, y de las sucesivas
identificaciones del personaje. Y nuestras con ella, también. Espero que les guste
y les sirva como ejercicio para pensar lo que estamos viendo.

También podría gustarte