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Las mujeres del ejército de los Andes: Martina Chapanay

Por órdenes militares no se debían admitir mujeres en el ejército de los Andes. Pero las
hubo y algunos de sus nombres y acciones heroicas en pos de la independencia llegaron
hasta hoy.

A quienes viven en la zona de Cuyo el nombre Martina Chapanay les puede resultar muy
conocido, forma parte del folclore local.

El relato de su vida y aventuras pasó de boca en boca, de generación en generación hasta


llegar a hoy y venció la niebla que suele envolver a las mujeres y disidencias de la historia
argentina.

Por lo general su nombre está acompañado de numerosos epítetos propios de la literatura


oral, que dejan entrever su personalidad y sus actos y permiten recordarla con facilidad: la
montonera, ( también la montonera del zonda, la montonera gaucha), la hija del viento
zonda, la quijote-hembra, la vengadora cuyana también la vengadora del Chacho, la
venerada, la mestiza rebelde, entre otros.

La tradición afirma que era mestiza, hija de un cacique huarpe de apellido Chapanay (del
huarpe chapac-nay “zona pantanosa”) y de una mujer blanca cautiva.

Nació alrededor de 1800 en la zona de las lagunas de Guanacache (secas en la actualidad)


ubicadas en la provincia de San Juan, San Luis y Mendoza, allí se consignó el bautismo de
una tal Martha Chapanay el día 15 de marzo de 1799, hija legítima de Ambrosio Chapanay
y Mercedes Gonzalez, el registro no incluye datos del día del nacimiento (Argentina
bautismos: 1645-1930).

REBELDE Y LIBRE

Por haberse convertido en leyenda los detalles de la vida de Martina difieren según la
versión, pero todas coinciden en que era una mujer valiente y aguerrida que rechazó los
roles y estereotipos de género que la sociedad de la época imponía: las tareas domesticas y
de cuidado, muy por el contrario, ella adoptó características que se consideraban
“masculinas” como la destreza en el uso de las armas blancas y boleadoras, la habilidad
para cabalgar y montar en pelo y el vestirse de gaucho con chiripa, poncho y botas de potro,
además fumaba tabaco y bebía.

Felipe Pigna (2012) en su libro “Mujeres tenían que ser” lo resume de esta manera: “ Se
llevó muy bien desde temprano con los caballos y los caminos más difíciles y aprendió a
jugar con el lazo y el cuchillo como las otras niñas lo hacían con las muñecas.

Martina era una niña cuando falleció su madre y por decisión de su padre quedó al cuidado
de una mujer llamada Clara pero al tiempo Martina se escapó y comenzó una larga vida
marginal. Se enamoró de un bandolero, Cruz Cuero, y se convirtió en bandolera, en bandida
rural, como el, pero distribuía lo que robaba con su banda entre las personas más pobres.
Integró las montonera de Facundo Quiroga y luego las del Chacho Peñaloza, cuya muerte
vengó.

Martina habitaba los límites, las fronteras, no era totalmente huarpe, ni totalmente blanca.
Era mujer pero se vestía “como un hombre”, era bandolera pero a lo Robin Hood.

Martina fue un personaje singular pero también fue un arquetipo de la travesía como
gaucho. Fue una rebelde propia de la época, como India era característico que viva al borde
de la civilización: “es marginada y marginal a la vez”.

Así, la figura de Martina, tan rebelde y de armas tomar se contrapone en el imaginario


popular a la de las chicas dulces, mansas y serviciales y a la de las mujeres cautivas
usualmente representadas en el arte pictórico como mujeres blancas, pasivas, lánguidas,
desnudas y vulnerables. Mientras las cautivas eran llevadas a la fuerza a caballo por
hombres indígenas (“la barbarie”) y las chinas les cebaban mate a sus gauchos, la propia
Martina era una mujer que cabalgaba libre, poncho al viento.

CHASQUI DE SAN MARTÍN

Cuando Martina se enteró que San Martín se preparaba para cruzar los Andes se presentó
para ofrecer sus servicios como chasqui. Los chasquis eran mensajeros, personas que tenían
como oficio llevar mensajes montados o a pie.

Martina era la persona ideal para la tarea: era valiente, buena baqueana y una jineta
extraordinaria, conocía como nadie el terreno y fue eficaz chasqui entre las columnas del
ejército libertador de aquella epopeya le quedó una chaqueta que lució orgullosa durante
años (Pigna 2018).

MARTINA EN LA LITERATURA Y LA MÚSICA

Sobre ella tratan varios textos literarios como la novela “La Chapanay “ de Pedro
Echague(1884); “La Martina Chapanay”, poema histórico del maestro normal Julio
Fernández Pelaez(1934) y más reciente la novela “Martina Montonera del Zonda”, de
Mabel Pagano(2009).

Por el lado de la música podemos mencionar cuatro canciones que tratan sobre Martina una
de ellas es “Bandidos rurales” de León Gieco donde se la nombra entre otros bandidos de la
Argentina, otra canción sobre ella integra el álbum “San Martin vuelve” de Mariano
Saravia, Gustavo Maturano y Juan Martin Medina y se titula “Martina Chapanay”.

Una cueca “guanacacheña” de Los Trovadores de Cuyo que se titula “La Martina
Chapanay” y cuya letra la recuerda así:

Fue Martina Chapanay

la nobleza del lugar.

Cuyanita buena

de cara morena y serena

no te han de olvidar.

DEVOCIÓN POPULAR HACIA LA ETERNIDAD.

Se dice que sus restos descansan en el cementerio de la localidad de Mogna, en el nordeste


de la provincia de San Juan, en una tumba de laja blanca sin ninguna inscripción, pero que
no tiene nada de anónima, la gente del lugar la visita para las fechas patrias y le deja
ofrendas. Esa es la tumba de la Martina Chapanay, símbolo de la defensa de las personas
más pobres y de las causas justas y forma parte de la devoción popular.
En su homenaje se estableció en Mendoza el 22 de febrero el día de la mujer cuyana que se
celebró por primera vez en 2022.

Trabajo realizado por: Aldana Soria

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