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Por órdenes militares no se debían admitir mujeres en el ejército de los Andes. Pero las
hubo y algunos de sus nombres y acciones heroicas en pos de la independencia llegaron
hasta hoy.
A quienes viven en la zona de Cuyo el nombre Martina Chapanay les puede resultar muy
conocido, forma parte del folclore local.
La tradición afirma que era mestiza, hija de un cacique huarpe de apellido Chapanay (del
huarpe chapac-nay “zona pantanosa”) y de una mujer blanca cautiva.
REBELDE Y LIBRE
Por haberse convertido en leyenda los detalles de la vida de Martina difieren según la
versión, pero todas coinciden en que era una mujer valiente y aguerrida que rechazó los
roles y estereotipos de género que la sociedad de la época imponía: las tareas domesticas y
de cuidado, muy por el contrario, ella adoptó características que se consideraban
“masculinas” como la destreza en el uso de las armas blancas y boleadoras, la habilidad
para cabalgar y montar en pelo y el vestirse de gaucho con chiripa, poncho y botas de potro,
además fumaba tabaco y bebía.
Felipe Pigna (2012) en su libro “Mujeres tenían que ser” lo resume de esta manera: “ Se
llevó muy bien desde temprano con los caballos y los caminos más difíciles y aprendió a
jugar con el lazo y el cuchillo como las otras niñas lo hacían con las muñecas.
Martina era una niña cuando falleció su madre y por decisión de su padre quedó al cuidado
de una mujer llamada Clara pero al tiempo Martina se escapó y comenzó una larga vida
marginal. Se enamoró de un bandolero, Cruz Cuero, y se convirtió en bandolera, en bandida
rural, como el, pero distribuía lo que robaba con su banda entre las personas más pobres.
Integró las montonera de Facundo Quiroga y luego las del Chacho Peñaloza, cuya muerte
vengó.
Martina habitaba los límites, las fronteras, no era totalmente huarpe, ni totalmente blanca.
Era mujer pero se vestía “como un hombre”, era bandolera pero a lo Robin Hood.
Martina fue un personaje singular pero también fue un arquetipo de la travesía como
gaucho. Fue una rebelde propia de la época, como India era característico que viva al borde
de la civilización: “es marginada y marginal a la vez”.
Cuando Martina se enteró que San Martín se preparaba para cruzar los Andes se presentó
para ofrecer sus servicios como chasqui. Los chasquis eran mensajeros, personas que tenían
como oficio llevar mensajes montados o a pie.
Martina era la persona ideal para la tarea: era valiente, buena baqueana y una jineta
extraordinaria, conocía como nadie el terreno y fue eficaz chasqui entre las columnas del
ejército libertador de aquella epopeya le quedó una chaqueta que lució orgullosa durante
años (Pigna 2018).
Sobre ella tratan varios textos literarios como la novela “La Chapanay “ de Pedro
Echague(1884); “La Martina Chapanay”, poema histórico del maestro normal Julio
Fernández Pelaez(1934) y más reciente la novela “Martina Montonera del Zonda”, de
Mabel Pagano(2009).
Por el lado de la música podemos mencionar cuatro canciones que tratan sobre Martina una
de ellas es “Bandidos rurales” de León Gieco donde se la nombra entre otros bandidos de la
Argentina, otra canción sobre ella integra el álbum “San Martin vuelve” de Mariano
Saravia, Gustavo Maturano y Juan Martin Medina y se titula “Martina Chapanay”.
Una cueca “guanacacheña” de Los Trovadores de Cuyo que se titula “La Martina
Chapanay” y cuya letra la recuerda así:
Cuyanita buena
no te han de olvidar.