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María Barilla
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acabaste-cabo-e-vela-148928
La historia mágica de la sinuana, legendaria bailadora de porros y fandangos
La semblanza de María de los Ángeles Tapias, mejor conocida como María Barilla,
parece escrita con un cabo de vela diluido al ritmo de un fandango frenético. Por
las aguas del río Sinú hoy deambula solo un recuerdo de aquella mítica bailadora
que se convirtió en la representación humana del porro. Esa leyenda inmortal se
confunde con la espesa vegetación ribereña y con el sonido tranquilizador de las
aves que se ocultan cuando la noche se apodera del día.
Las canciones de cuna que arrullaban a aquella niña de 8 años, eran porros y
fandangos.
Sonreía y se alegraba más cuando algún ‘blanco’ --los ricos de aquella época--, la
sacaban a bailar. “Ella movía las caderas como una diosa, y a cambio recibía plata
pero sin mala intención”, dice Avilés.
Para María no existía un solo sitio, toda vez que viajaba por varios pueblos de la
Costa invitada apenas por el sonido de una banda. De allí que sus biógrafos digan
que bailaba perfectamente el porro.
Lelis Movilla Bello, un escritor de Chochó (Sucre), todas las tardes se apostaba en
el mercado de Montería, en la avenida primera, a conversar con reconocidas
bailadoras de fandango, entre ellas Agustina y María Medrano, al igual que
Francisca Feria.
A ella parecía no importarle porque nunca dejó de mover sus caderas y hombros
al claro de la luz diáfana de la luna de medianoche mientras sonaba la banda.
“Alternaba su eterna pasión por el baile con el trabajo doméstico”, afirmó Movilla.
“Él quería un hijo y María se lo engendró, pero cuando el embarazo estaba forjado
perdió la criatura por un aborto accidental”, afirmó Movilla y eso lo confirma la
leyenda. El historiador comenta que vivieron en la calle 35 con carreras 1 y 2, en
Montería, a pocos metros del río Sinú.
Lelis asevera que un día Perico Barilla salió para nunca más volver. María lo vio
volverse pequeño por la carretera mientras él se alejaba. Prometió regresar, pero
nunca lo hizo.
Luego de ser abandonada por su primer marido, Perico Barilla, María se unió con
el cereteano Antonio Fuentes, con quien concibió su único hijo conocido,
Francisco, la noche del 31 de diciembre de 1912, según referencia Orlando Fals
Borda, en su libro La Historia doble de la Costa.
Activista social
El nombre de María Barilla también estuvo ligado con el del dirigente sindical
Vicente Ádamo y con el de la campesina Juana Julia Guzmán, con quien, al
parecer, fue precursora del movimiento feminista en Montería. Además, dicen, se
dedicaba también a la enfermería. De estos aspectos de la Mayo no se tienen
registros, o por lo menos los dos historiadores consultados por este medio no se
atreven a asegurarlo porque no encontraron pruebas de ello.
"Lo más importante fue María Barilla como bailadora. Se tiene entendido que solo
fue una campesina que hasta estaba 'llevá'", dijo el periodista oriundo de Ciénaga
de Oro, Alcides Avilés Yánez.
Por su parte el historiador sucreño Lelis Movilla Bello aseguró que eludió ese tema
en su libro María Barilla, sol de medianoche, porque no tiene registro alguno que
ella había participado en algún proceso revolucionario. "María Barilla no podía ser
revolucionaria porque su centro de trabajo era la élite monteriana", dijo Movilla.
Así mismo, respecto al tema de la María Barilla con rol activista, el poeta Alexis
Zapata Meza compuso una poesía sobre la diosa fandanguera:
No fue serpiente la que nos dio el pasaporte, para descifrar la cerrazón del
infierno, ni fue tigre ni fue caimán, fuiste tú María Barilla, la que se atrevió a
enfrentar nuestro silencio. (…) ¡Oh, María Barilla! ¡Oh, María Barilla! Fue en la
hora en que le negaron al Sinú el perdón, que la tierra tuvo que parirte, para que tu
cuerpo nos pudiera revivir.
La muerte de la fandanguera
Pero la noche de fandango no es eterna. Las velas se acaban, la banda se cansa
y deja de sonar cuando la alborada empieza. Así también llegó el final de María
Barilla, le tocó cumplir su cita con la eternidad y despedirse de la rueda del
jolgorio.
El fallecido maestro orense Pablo Flórez fue uno de los músicos que más escarbó
en la historia de María Barilla, más que todo sobre sus últimos días. Una muestra
son sus dos piezas magistrales El dolor de María y La muerte de María Barilla,
temas donde relata el ocaso de la vida terrenal de la dama sinuana. En el dolor de
María Pablo Flórez relata: se murió solita, sin ningún consuelo, sus huellas bonitas
se tragó este suelo.
María Barilla dio la vida por el jolgorio, por la música. Nadie se atreve a afirmar
que el fandango la mató, pero sí el descuido por su propia salud fue lo que la
condujo a la muerte. Sus biógrafos coinciden en afirmar que un cuadro de
tuberculosis le impidió mover los pies y las manos para izar las velas en el
fandango, que era como su patria.
Entre tanto Movilla cuenta que ella de día planchaba y de noche se iba para las
fiestas, en donde bailaba sin cansarse como si fuera un cuerpo glorioso rodeado
de luz y musica divina, y cuando volvía a su vivienda se bañaba. "A María la
atendieron los mejores médicos pero finalmente murió", aseveró.
Cosa similar cuenta Orlando Fals en su libro sobre la bailadora, en el que afirma
que "De día planchaba y se calentaba sus manos y su cuerpo y de noche bailaba
al pie del río en los playones y ese cambio de clima la fue minando.
''Ella se fue enfermando hasta que desarrolló tuberculosis y con esos escalofríos
ya no volvía a ponerse la rosca en la cabeza porque se le caía la taza de café.
Murió en la piecita que había tomado en arriendo en la calle 34 con carrera 5 en
Montería, en julio de 1940", dijo Fals.
Cuentan que como buena bailadora y amante del porro pidió que la banda
amenizara su entierro pero, según Fals, esta no pudo tocar porque el director
estaba enfermo. "Pero sí tocaron en el velorio", afirmó.
Quizás porque no le cumplieron esa promesa fue que muchos aseguraron haberla
visto, después de muerta, moviéndose entre la multitud cual presencia fantasmal,
negándose a salir del círculo bullicioso del fandango, en el que estuvo confinada
toda su existencia.