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MAESTRIA EN PSICOLOGÍA, CON MENCIÓN EN PROBLEMAS

DE APRENDIZAJE

TRASTORNOS AFECTIVOS Y DE LA CONDUCTA EN NIÑOS


CON PROBLEMAS DE APRENDIZAJE

TEMA : La Familia: Competencias Parentales

INTEGRANTES : Ada Calderón Taramona

Ana Chávez Chumpitaz

Rosario Elizabeth Tito Torres.

PROFESOR : Mg. Manuel Pequeña .

LIMA, 2021
INDICE

INTRODUCCIÓN

CAPITULO I: LA FAMILIA
1.1. Definición
1.2. Etapas de la Familia
1.3. Tipos de Familia
1.3.1 Tipos de familia según Salvador Minuchin
1.4. Estilos de Crianza
1.5. Teoría Sistémica de la Familia
1.7.1 Características de la teoría sistémica
1.7.2 Elementos de la teoría sistémica

CAPITULO II: LA PARENTALIDAD


2.1. Competencias parentales
2.2. Parentalidad Biológica y Social
2.3. Finalidades de la parentalidad
2.4. Cubrir las necesidades nutritivas, de afecto, de cuidado y de
estimulación
2.5. Componentes de la parentalidad social
2.6. ¿Cómo evaluar las competencias parentales?

CAPITULO III: LA FAMILIA Y DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE

CAPITULO IV: PROGRAMAS


4.1 Programas de formación de padres y madres
4.2 programa de intervención familiar

CAPITULO VI: INTERVENCIÓN TERAPÉUTICA


INTRODUCCIÓN

El concepto de familia ha ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad.

Su dinámica, estructura y composición han ido adaptándose a los diferentes

cambios sociales, pero sus funciones siguen siendo muy importantes en nuestra

sociedad. Ya históricamente, se hablaba de la familia como promotora del

desarrollo del individuo, y si bien es cierto es un concepto tradicional, la familia

sigue considerándose la unidad básica de nuestra sociedad.

En este sentido se podría decir que la familia es el contexto más deseable para

criar y educar niños y adolescentes, quien mejor puede promover su desarrollo

personal, social e intelectual, y también quien mejor puede protegerlos de

situaciones de riesgo; cumpliendo un papel clave en el desarrollo de los niños,

ya que es el espacio desde donde comienzan a descubrir el mundo, a

relacionarse, a interactuar con el entorno y desarrollarse como seres sociales.

En el contexto actual, encontramos que los núcleos familiares son cada vez más

reducidos e individualizados; además, las dinámicas y los roles de género dentro

de las familias están cambiando (tanto los de la pareja como los de los hijos/as)

basándose en principios más igualitarios. Estos cambios también afectan a las

relaciones entre padres e hijos que han pasado de tener una estructura

jerárquica a plantearse como relaciones más horizontales y democráticas

(Martín, Máiquez y Rodrigo, 2009).

Por otra parte, hay que tener presente que el concepto de familia es dinámico,

ya que va cambiando con el paso del tiempo a medida que avanza su ciclo vital

(pasamos de ser hijos a ser pareja, de ser pareja a ser padres, de ser padres a

ser abuelos, etc.). Los niños y jóvenes de nuestra sociedad no sólo reciben
influencias del contexto familiar, sino que a medida que van creciendo aumentan

las influencias de otros contextos como los iguales, la escuela, los medios de

comunicación, etc. (Muñoz, 2005). Pero aun así, la familia sigue siendo el

contexto más importante, probablemente porque las influencias familiares son

las primeras y las más persistentes, y además, porque las relaciones familiares

suelen caracterizarse por una intensidad afectiva especial.(Palacios, 1999).

Asi también tenemos como base de este trabajo el reconocido y asentado

modelo de las competencias parentales de Barudy, donde indica la intención de

garantizar los cuidados y buenos tratos necesarios para la infancia y resguardar

así el interés superior del niño, la cual se ha convertido en una referencia

obligatoria. Para entender este punto debemos partir en principio del concepto

de parentalidad, concretamente Barudy, el cual hace referencia a las actividades

desarrolladas por los padres y madres para cuidar y educar a sus hijos, al tiempo

que promover su socialización.

Ser padres y madres hoy, es una tarea dinámica en continua transformación,

dado que vivimos en una sociedad donde se producen cambios temporales,

histórico-sociales y evolutivos que interfieren inevitablemente en la forma de

educar y de relacionarse padres e hijos. En función de la presencia e intensidad

de afecto, control, valores y creencias de los adultos responsables de su crianza,

se va a desarrollar en cada familia un estilo educativo determinado.

Sin embargo, hoy día la familia se observa fragilizada, expuesta a un juicio

público en cuanto a su diversidad y transformación, redefinición de sus roles y

funciones y respecto a su eficiencia y eficacia en la crianza, protección y

orientación de los hijos. es decir, la parentalidad y la capacidad cierta de los

padres para ejercerla de forma adecuada. Es por ello, en este contexto resulta
necesario conocer y comprender el alcance de las competencias parentales en

la vida de los hijos, ya que un apoyo psicosocial, educativo o terapéutico

otorgado a los padres puede marcar la diferencia. Desde esta perspectiva, es

necesario conocer las competencias parentales con el fin de detectar las

debilidades en el ejercicio, luego analizar cada uno de los casos, y construir

estrategias para superar las dificultades, con el fin de garantizar un desarrollo

óptimo en los menores.

Uno de los derechos fundamentales de todos los niños es que sus necesidades

se satisfagan para poder desarrollarse adecuadamente y crecer de forma sana,

pero esta responsabilidad no sólo pertenece a los padres de estos niños sino

que todos sus cuidadores y el conjunto de la sociedad tienen la responsabilidad

de que así sea. Por ello es esencial que los padres y madres posean las

competencias parentales adecuadas para hacer frente a su paternidad y

maternidad; sólo eso nos asegurará el buen trato de los niños en todos los

aspectos de su desarrollo.
CAPITULO I

FAMILIA

1.1. Definición

Son muchas las definiciones que hay de familia, pero la mayoría plantea

que es la estructura social básica donde padres e hijos se relacionan.

Para la Organización de Naciones Unidas (2003) la familia es un grupo de

personas del hogar que tienen cierto grado de parentesco por sangre,

adopción o matrimonio, limitado por lo general al jefe de familia, su esposa

y los hijos solteros que conviven con ellos.

Según Minuchin (1986) “La familia es un grupo natural que en el curso del

tiempo ha elaborado pautas de interacción. Estas constituyen la estructura

familiar, que a su vez rige el funcionamiento de los miembros de la familia,

define su gama de conductas y facilita su interacción recíproca”16. (p. 25)

Entonces una familia podría definirse como un núcleo estable y duradero

de afectos que hace posible la vida suficientemente feliz a los adultos

donde está presente la maduración y la educación de los hijos (Jaume,

1996 citado por Benitez, 2017). La familia está formada por dos o más

personas unidas por el afecto, el matrimonio o la filiación, que viven juntas,

ponen sus recursos económicos en común y consumen conjuntamente

una serie de bienes en su vida cotidiana (Alberdi,1999 tomado por Benitez

2017).
1.2. Etapas de la familia

El ciclo vital familiar está inmerso en la cultura y costumbres a la que

pertenece la familia, por lo que no podemos decir que haya formas

correctas o incorrectas de pasar por las diferentes etapas. Estas etapas

son:

A. Constitución de la pareja

B. Nacimiento y crianza

C. Hijos en edad escolar

D. Adolescencia

E. Casamiento y salida de los hijos del hogar

F. Pareja en edad madura

G. Ancianidad.

A continuación, se describen cada una de las etapas:

A. Constitución de la pareja: Con la formación de una pareja

queda constituido un nuevo sistema, que será el inicio de una

nueva familia. Este nuevo sistema/pareja tendrá características

nuevas y propias. A su vez cada uno de los miembros de la

pareja traerá creencias, modalidades y expectativas que habrán

heredado de sus propias familias de origen.

Al formar un nuevo sistema tendrán que examinar cada una de

éstas y negociar para establecer su nueva identidad como una

nueva familia; aceptando las diferencias y manteniendo sus

individualidades.
Algunos aspectos que nos pueden llamar la atención pueden

ser:

▪ Alianza con la familia de origen de uno o ambos miembros,

esto acarrea una dificultad para asumir el rol de esposo/a ,

padre/madre.

▪ Transferencia del rol de padre/madre en el otro miembro de

la pareja: la llegada del hijo es vivida como una competencia

por el cariño del otro.

▪ Alianza fraternal entre los cónyuges como forma de poder

salir del hogar de origen. Impide la inclusión del hijo como

tal.

▪ Búsqueda de un hijo para consolidar la unión de la pareja

que todavía no ha sido lograda

B. Nacimiento y crianza: El nacimiento de un hijo crea muchos

cambios tanto en la relación de pareja como en toda la familia.

Aparecen nuevos roles y funciones: madre, padre (función

materna y función paterna); y con ellos los de la familia extensa:

abuelos, tíos, primos, etc.

Las funciones de los padres se diferencian para poder brindarle

al niño la atención y cuidados que necesita. La madre se unirá

con el bebé, interpretando y descifrando sus demandas de

cuidado y alimentación. Esta unión es normal y necesaria para

la buena evolución de toda la familia. Durante este período el

padre es un observador que participa activamente desde afuera


sosteniendo esta relación y haciendo el nexo entre madre-

hijo/mundo exterior. Llegará el momento donde el hombre

deberá recuperar a su mujer como pareja y a su hijo en relación

a él.

La incorporación de un hijo en la familia provoca

inevitablemente mucha tensión en la pareja. Son frecuentes los

reproches, la depresión, cansancio de ambos padres, dificultad

para ponerse de acuerdo en cómo y cuándo hacer las cosas.

Es un momento de vuelco hacia la familia extensa. A veces esto

es tomado con alegría y en forma positiva y en otras aumenta

la tensión o los conflictos.

C. Hijos en edad escolar: Esta es una etapa crucial en la evolución

de la familia. Es el primer desprendimiento del niño del seno

familiar. Se unirá a una nueva institución con maestros y

compañeros y realizará nuevas actividades fuera del hogar. En

cierta medida es la puesta a prueba de todo lo que la familia

inculcó en los primeros años al niño (límites, relación con la

autoridad y pares, si es correcto preguntar o no, etc.).

La red social del niño se amplía y se comenzará a relacionar

con otros adultos significativos (maestros). Estas nuevas

experiencias pueden ser transmitidas al niño como algo bueno,

donde el crecimiento tiene una connotación positiva o pueden

ser vividas como una pérdida o un abandono, lo cual hará que

el niño se encuentre en una situación muy conflictiva (de


elección entre familia y afuera) y dificulte su adaptación. Por otro

lado, los padres tendrán por primera vez una imagen externa de

su hijo, la imagen que le transmitirán los maestros.

D. Adolescencia: La adolescencia es una etapa de grandes crisis

para la mayoría de los individuos y las familias. Se producen

grandes cambios en todos los integrantes del núcleo familiar y

en la relación de éstos con el exterior.

El adolescente sufre una gran crisis de identidad. Su cuerpo

sufre cambios y aparecen los caracteres sexuales secundarios

bien definidos (Ej: cambios en la voz, vellos). Comienza a

ampliar su contacto con el mundo externo y el espacio

geográfico en el que se mueve, lugares donde los padres no

son invitados a participar.

Es una etapa de grandes turbulencias emocionales para el

adolescente que atraviesa el desafío de transformarse en adulto

(dejando la imagen idealizada de los padres de la infancia),

definir su identidad sexual y conquistar cierto grado de

autonomía en lo emocional y mental. Las relaciones con sus

pares, su grupo, pasan a ser primordiales en la vida del

adolescente.

El grupo ayuda a elaborar todos los cambios que le van

sucediendo y ayuda a separarse de sus padres. Es importante

para el adolescente sentir que se puede alejar de su casa sin

perder a los padres, lo que intenta confirmar con sus actos de

rebeldía. Por momentos el adolescente se torna un ser de difícil


manejo y comprensión por parte de los padres, la familia y la

sociedad en general.

Para el adolescente es importante la presencia de los límites

firmes (con posibilidad de renegociarlos de acuerdo al

crecimiento), con espacio para que ellos experimenten y se

equivoquen, teniendo la oportunidad de recurrir a sus padres si

los necesitara. Esto lo hace sentir seguro.

E. Salida de los hijos del hogar: Esta nueva etapa está marcada

por la capacidad de la familia de origen para desprenderse de

sus hijos y de incorporar a nuevos individuos como el cónyuge

y la familia política. Los hijos entrarán en una nueva etapa

donde deberán formar su propia familia, con las características

que vimos al inicio del capítulo, para poder continuar el ciclo

vital.

Desde el punto de vista de los padres, se enfrentan con la salida

definitiva de los hijos del hogar. Hasta ahora se había

agrandado el círculo social y afectivo en que se movía el/la

joven, pero seguía siendo la familia de origen la única y la de

pertenencia. A partir de este momento los padres deberán

reconocer a la nueva familia como diferente y con

características propias, aceptando la incorporación de otros en

la vida familiar.

F. Edad Madura: La pareja se enfrentará a nuevos desafíos. Por

un lado, el reencuentro entre ellos, dado por la salida de los hijos


del hogar y por el cese laboral. De las características de este

encuentro dependerá que la pareja continúe unida o no. Por otro

lado, deberán afrontar cambios no solo en lo individual sino

también a nivel familiar.

El fin de la vida laboral (jubilación) que por algunos es tomado

como el inicio de una nueva etapa, donde tendrán la

oportunidad de realizar cosas postergadas durante la juventud,

disfrutar de los nietos y seguir generando proyectos, para otros

es el fin de su vida activa y el paso hacia una etapa

“improductiva”.

Dentro de las familias aparecerán nuevos roles: abuelo/a. Este

nuevo rol les permite a los padres, ahora abuelos, tener un

contacto más libre y placentero con los nietos que lo que tenían

con sus propios hijos.

G. Ancianidad Cada uno de los integrantes sufrirá cambios a nivel

corporal (mayor fragilidad, enfermedades crónicas, etc.) y/o

emocional (pensamientos con respecto a la muerte, pérdida de

seres queridos, etc). Todo esto requiere de un tiempo de

procesamiento. En esta etapa del ciclo vital suele haber un

revés en cuanto a quién proporciona los cuidados físicos,

emocionales e incluso económicos de los padres.

Las características de estos nuevos vínculos dependerán de

cómo se establecieron las relaciones a lo largo de la historia

familiar. Por otro lado, son los abuelos los encargados de

transmitir la historia, ritos y costumbres a las nuevas


generaciones, ayudando así a establecer su identidad individual

y familiar. Esto los pone a ellos en un lugar privilegiado, que hoy

en día es descuidado por las familias y la sociedad en general.

1.3. Tipos de Familia

Clasificar a las familias sin duda es una de los desafíos más grandes

de los expertos durante años, muchos se niegan a clasificar o etiquetar

a las familias, otros por el contrario prefieren agruparlas por

características generales que pueden estar en cierto grupo de personas

(Valdez 2007p. 109)

En si la clasificación familiar no está determinada por un solo aspecto,

como lo explica Suares, M. (2002), “diferentes estudiosos del tema de

familia se han preocupado por realizarlas con el objeto de poder

comprender a las familias y facilitar su abordaje” (p. 205), dado esto las

familias no pertenecen a un grupo en especial sino más bien esta se va

adaptando a las circunstancias según se presenten los hechos.

1.3.1. Tipos de familia según Salvador Minuchin

La tipología más conocida a nivel mundial es la propuesta por Minuchin

(1982), basada en los conceptos de la terapia familiar de la teoría general

de los sistemas, esta muestra a las familias como grupos sistemáticos en

permanente desarrollo que son capaces de combinar las características

de cada tipo de familia, añadiendo que “no existen familias puras y esta

como cualquier otra tipología, es útil para comunicarnos entre las

personas que operamos con ellas”.


La tipología propuesta por él contiene tres tipos de familias: aglutinadas,

desligada y psicosomática.

A. Familia aglutinada “este tipo de familias se caracterizan

porque los límites son muy difusos, tanto entre sus

integrantes como entre los distintos subsistemas que la

conforman” (Suares. M., 2002, p. 207), es decir, son

familias muy rígidas en cuanto a la repetición de pautas,

mantienen un estilo repetitivo y son muy poco flexibles

para optar por pautas alternativas o nuevas.

B. Familia desligada, “El límite que circunda a la familia

desligada es muy difuso, y por eso no ofrece una

regulación a las intrusiones del mundo exterior” (Suares.

M., 2002, p. 208), estas familias desarrollan una ventaja

a la posibilidad de independencia por parte cada

miembro, sin embargo, en ocasiones se torna difícil

recibir apoyo del sistema familiar cuando se presentan

problemas.

C. Familia psicosomática, estas familias se caracterizan por

tener extrema rigidez en cuanto a sus límites o porque

estos límites se están tomando a la ligera y sin

importancia, además estas familias como lo menciona

Pillcorema, (2013):

“Presentan incapacidad para resolver problemas y una

enorme preocupación por mantener la paz o evitar los

conflictos, la misma que se da con una rigidez entre sus


miembros quienes no pueden relacionarse con el medio”,

(p,28)

1.4. Estilos de Crianza

Steinberg (como se citó en Merino y Arndt, 2004) presenta cinco estilos

de crianza:

A. Padres autoritativos se determinan por dirigirse de manera

racionalmente, exigentes con las reglas, afectuosos, tienden a

escuchar a sus hijos, se desenvuelven en una relación de dar

tomar, tienen perspectivas altas, dan afecto, están siempre

prestos a supervisar la conducta sus hijos y les proporcionan

modelos de conducta dentro de un ambiente asertivo, más que

restringido intrusivo.

B. Padres autoritarios se caracterizan por imponer normas

estrictas, proclaman su poder sin ser objetados, emplean la

presión física como coacción o sanción y no proveen de afecto

ni muestras de ello; característico de este tipo de padres.

Tienden a ser demasiado exigentes, demandantes y directivos.

Se guían en dirección a la confirmación del poderío y la

búsqueda de la obediencia; pueden a ser excesivamente

intrusivos. Merino & Arndt (2004)

C. Padres permisivos se caracterizan porque permiten que los

hijos realicen sus actividades sin interferir mucho en ellas. Por

lo general no imponen normas; normalmente los hijos toman

sus propias decisiones sin previa coordinación con los padres.


Propio de ellos es el brindar afecto y manifestar su bondad,

explican las cosas de manera razonable y persuasiva más que

la aseveración de poderío. Sus hijos tienden a mostrar

dificultades escolares y de comportamiento. Estos progenitores

son conocidos como, padres indulgentes o no directivos.

Obtienen niveles altos en afectividad/ responsividad y niveles

bajos en exigencia/disciplina. Aprueban la auto-regulación en

sus hijos, por lo cual estimulan la autosuficiencia y la

supervisión bajo las propias convicciones y necesidades.

Cuando se trata de disciplinar, evitan la confrontación y

habitualmente acceden a los requerimientos de los hijos. Merino

& Arndt (2004)

D. Padres negligentes se caracterizan por manifestar escaso

compromiso en su papel de progenitores. No ponen reglas a sus

vástagos debido a la falta de interés de hacerlo. No expresan

afecto y no ejercen un control conductual en condiciones

cotidianas o donde crucialmente se requiere. Son progenitores

que obtienen niveles bajos en las dimensiones de severidad y

afectividad. En situaciones extremas, claramente son

rechazantes. Merino & Arndt (2004)

E. Padres mixtos no tienen un estilo de crianza definido, ya que

tienen distintos modos de vincularse con sus hijos. Este tipo de

padre es inestable, en ocasiones se puede presentarse como

padre autoritario en otras como permisivo y así en otro tipo.

Estévez, Jiménez y Musitu (2007) sostienen que este estilo de


padre, solo puede traer consigo hijos inseguros, rebeldes e

inestables.

1.5. Teoría Sistémica de la Familia

La terapia familiar sistémica: Se entiende como un conjunto de personas

relacionadas entre sí y unidas frente al medio externo con el que

interactúa un sistema. Ponce de León y Fernández (2009 citado por Ponce

2020)

1.5.1. Características

El modelo sistémico según Campanini y Luppi (1991 citado por Ponce

2020) presenta las siguientes características:

• La hipotetización qué es la aplicación inicial o los motivos a

contrastar con la realidad.

• La noción de circularidad, las relaciones familiares no son

unilaterales.

• La neutralidad, que enlaza directamente con el estudio de las

interacciones familiares en forma de Alianza.

Para Ochoa del Alda (1995 tomado por Ponce,2020) Es un sistema

familiar se pueden observar algunas características que coinciden con los

principios de la teoría general de sistemas.

A. Totalidad: (principio general de la teoría de los sistemas), la

conducta del sistema no puede entenderse como la suma de las


conductas de los miembros ya que incluye las relaciones entre

los mismos. La comprensión de la conducta estará siempre

medida por la observación de la conducta de los miembros

como una totalidad. Cualquier cambio en una parte afectada al

todo debido a la interdependencia existente entre los elementos

que la componente.

B. Causalidad circular: Describe las relaciones familiares Cómo

recíprocas pautadas y repetitivas traducido en una secuencia

de conductas muy simplificadas. Las familias regulan su

funcionamiento incorporando ciertas secuencias de interacción

que se repiten de forma pausada.

C. Equifinalidad: Alude al hecho de que un sistema puede alcanzar

el mismo estado final a partir de unas condiciones iniciales

distintas, lo que dificulta conseguir encontrar una causa única

del problema.

D. Equicasualidad: La misma condición inicial puede dar lugar a

estados finales distintos esta propiedad y la anterior hace que

el trabajador social abandone la idea de buscar la causa inicial

del síntoma su carácter circular impide la visión de una

causalidad directa. Por eso, el profesional se centrará en el aquí

y el ahora es decir determinar los factores que incitan al

mantenimiento del problema (no los factores etiológicos) para

interpretar la situación familiar y poder influir en ellos e iniciar un

cambio.
E. Limitación: cuando se determina una secuencia de interacción

disminuye la probabilidad de que el sistema emita otra

respuesta distinta haciendo que se reitere en el tiempo.

F. Regla de relación; en todo el sistema existe la necesidad de

definir Cuál es la relación entre los componentes la

comunicación es uno de los factores trascendentes en la vida

de la familia.

G. Ordenación jerárquica ciertos miembros de la familia tendrán

mayor capacidad de decisión poder o responsabilidad indicando

a los demás lo que se debe hacer los padres indicarán a los

hijos lo que deben hacer esta ordenación jerárquica se

establece con carácter individual y por subsistemas.

H. Teleología El sistema familiar se adapta a las diferentes

exigencias de los diversos estadios de desarrollo por los que

atraviesa, a fin de asegurar continuidad y crecimiento

psicosocial a sus miembros. Este proceso de continuidad y de

crecimiento ocurre a través de un equilibrio dinámico ente dos

funciones complementarias, morfostasis y morfogénesis.

1.5.2. Elementos

A. Estructura: Los componentes que forman la familia y sus

características.
B. Necesidad: Para poder cubrir una serie de necesidades entre

las que se podrían destacar alimentación educación y

socialización.

C. Función: Los miembros de la familia y su finalidad dentro del

Sistema. Cada miembro desarrolla una determinada tarea en el

cumplimiento de los compromisos de los roles hace posible el

cumplimiento de los objetivos familiares.

D. Subsistema conyugal parental pareja padre: Compuesto por la

pareja inicial que desea compartir necesidades e intereses lo

que le dará fruto a nuevas interacciones cuando la pareja tiene

hijos sería el subsistema parental que normalmente coincide

con el anterior y fruto de ello será la comunicación establecida

entre el padre y la madre.

E. Subsistema fraternal hermanos: Compuesto por las

interacciones entre los hermanos aprenden a cooperar

compartir negociar convivir y competir.

F. Subsistema paterno filial: Compuesto por la interacción entre

padres e hijos.

G. Suprasistema: Sería la relación de la familia con otros entornos

externos colegio trabajo asociaciones que influyen en la misma

Ponce (2020) Manifiesta que el enfoque sistémico constituye un

modelo explicativo, heurístico y de evaluación familiar, que

también sirve para fundamentar la intervención familiar, cuya

eficacia valida empíricamente el modelo teórico. Al considerar a

la familia como un sistema, hemos de considerarla como un


conjunto con una identidad propia y diferenciada del entorno, con

su propia dinámica interna que autorregula su continuo proceso

de cambio
CAPÍTULO II

PARENTALIDAD, BUENOS TRATOS Y COMPETENCIAS PARENTALES

De todas las especies de mamíferos, los bebés humanos son los seres más

indefensos, inmaduros y dependientes de sus progenitores; de modo que, si no

tienen el apoyo de la tribu, manada o comunidad, puede el bebé deteriorarse o

hasta morir.

Nacer con un cerebro inmaduro es el precio que el bebé tiene que pagar por

pertenecer a la especie humana, ya que esta inmadurez es la que determina la

extrema dependencia de los bebés a la calidad, cantidad y permanencia de los

cuidados y protección de los adultos, en particular de sus progenitores. Estos

cuidados son totalmente necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse.

Desde esta perspectiva, los bebés necesitan que por lo menos un adulto,

generalmente su madre, tenga las competencias para cuidarlo, estimularlo,

protegerlo y educarlo. Todo ello para que se desarrolle como un niño o una niña

sanos.

Si el recién nacido es bien cuidado y estimulado, a los 3 o 6 primeros meses o al

año de vida, habrá experimentado una transformación increíble, adquiriendo a lo

largo de su desarrollo, mayor autonomía. Aproximadamente a los 18 meses, el

niño empieza a expresar su mundo interno y lo que observa, a través del

lenguaje. Este proceso podrá ser estimulado por los padres, si ellos llegan a

tener la competencia necesaria para reconocer a sus hijos como sujetos de

comunicación y hablan con ellos regularmente, dependiendo, además, de la

calidad de las interacciones entre los padres. Los niños y niñas queridos y
tratados como personas, a los cuales se les reconoce capacidades para

comprender e interactuar, hablarán mucho antes y mejor que aquellos que no

reciben afecto o consideración con sus capacidades.

2.1. PARENTALIDAD Y MARENTALIDAD

Al conjunto de competencias que hacen posible el óptimo desarrollo infantil,

Barudy y Dantagnan (2010) los denominan como “parentalidad”; en este mismo

sentido, los autores emplean el término “marentalidad” para reconocer el hecho

social e histórico de que las madres, en su mayoría asumen esta tarea.

El desafío fundamental de la parentalidad o marentalidad es contribuir al

bienestar infantil a través de la producción de buenos tratos para los hijos y las

hijas. Los buenos tratos infantiles, así como los malos tratos, son una producción

social (Barudy, 1998, 2000; Barudy y Dantagnan, 2005).

2.2. BUENOS TRATOS:

Los diferentes niveles interactúan para favorecer el desarrollo sano de todos los

niños y niñas de una comunidad por la satisfacción de sus necesidades y el

respeto a sus derechos. De esta manera, el bienestar infantil es, sobretodo, la

consecuencia de los refuerzos y recursos coordinados que una comunidad pone

al servicio del desarrollo integral de todos sus niños y niñas. Así, el aporte de los

padres o de sus sustitutos es fundamental, pero solo es una parte de las

dinámicas que lo hacen posible. Por lo tanto, el bienestar infantil es la

consecuencia del predominio de experiencias de buen trato que un niño o una

niña tiene el derecho de conocer para desarrollarse sana y felizmente. El


bienestar infantil es producto del buen trato que el niño reciben y este a su vez

es el resultado de la disposición de unas competencias parentales que permiten

a los adultos responsables responder adecuadamente a sus necesidades. Para

que ello ocurra, deben existir, además, recursos comunitarios que ayuden a

cubrir las necesidades de los adultos y de los niños. De acuerdo a lo expuesto,

el modelo propuesto por Barudy y Dantagnan (2010) alude a la responsabilidad

del conjunto de la comunidad para esta tarea.

2.3. COMPETENCIAS PARENTALES Y SATISFACCIÓN DE LAS

NECESIDADES INFANTILES:

Barudy y Dantagnan (2010) recalcan la relación existente entre competencias

parentales y necesidades infantiles:

A. El desafío de la función parental implica poder satisfacer las múltiples

necesidades de sus hijos (alimentación, cuidados corporales, protección,

necesidades cognitivas, emocionales, socioculturales, entre otras). Pero

debido a que estas necesidades son evolutivas, los padres deben poseer

una plasticidad estructural que les permita adaptarse a los cambios de las

necesidades de sus hijos. Es evidente que no es lo mismo atender a un

bebé que a un adolescente.

B. Si los padres no poseen las competencias parentales necesarias para

satisfacer las necesidades de sus hijos y, además, les hacen daño, es

muy probable que los niños en el momento de la intervención presenten

necesidades especiales tanto a nivel terapéutico como educativo. Cuanto

más tardía e incoherente sea la intervención, mayores serán esas


necesidades, lo que obliga a mejores y mayores esfuerzos de los

programas de protección para proporcionar a los niños los recursos

reparativos a los que tienen derecho.

2.4. PARENTALIDAD BIOLÓGICA Y PARENTALIDAD SOCIAL: LAS

COMPETENCIAS PARENTALES

Barudy y Dagtagnan (2010) afirman que la parentalidad y marentalidad son

formas semánticas para hacer referencia a las capacidades prácticas que

tienen las madres y los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos, y

así asegurarles un desarrollo suficientemente sano.

En este sentido, las competencias parentales forman parte de la parentalidad

social, diferenciándose de la parentalidad biológica, es decir de la capacidad

de procrear o dar la vida a una cría. Las competencias parentales se asocian

con la parentalidad social y, por lo tanto, se diferencian de la parentalidad

biológica. Ello permite distinguir la existencia de madres y padres que pueden

engendrar a sus hijos, pero no tuvieron la posibilidad de adquirir las

competencias necesarias para asegurar una crianza adecuada, produciendo

contextos de carencias, abusos múltiples y malos tratos.

Con intervenciones adecuadas, estas incompetencias pueden ser

compensadas por otras figuras significativas (cuidadores, padres adoptivos,

padres de acogida) con capacidades para ofrecer una parentalidad social que

satisfaga de una manera integral las necesidades de los niños y niñas. En

ningún caso, debe excluirse a los padres biológicos en la historia de los niños.
La mayoría de padres y madres asumen la parentalidad como una

continuidad de la parentalidad biológica. Sin embargo, un grupo de padres

carecerán de las competencias para ejercer una parentalidad suficientemente

adecuada; a consecuencia de ello, los niños pueden sufrir diferentes tipos de

malos tratos y para evitarlo, los niños tienen el derecho de que otros adultos

ofrezcan una parentalidad social que compense las incompetencias de sus

padres biológicos para asegurar su integridad y la estimulación necesaria

para su crecimiento y desarrollo.

2.5. LA ADQUISICIÓN DE LAS COMPETENCIAS PARENTALES:

Ser padre o madre competente es una tarea delicada y compleja, pero

sobretodo es fundamental para la preservación de la especie. Las

capacidades parentales se conforman a partir de la articulación de factores

biológicos y hereditarios y su interacción con las experiencias vitales y el

contexto sociocultural de desarrollo de los progenitores o cuidadores de un

niño o niña. Por lo tanto, la adquisición de competencias parentales es el

resultado de procesos complejos en los que se entremezclan diferentes

niveles:

• Las posibilidades innatas marcadas, sin ninguna duda, por factores

hereditarios.

• Los procesos de aprendizaje influenciados por los momentos

históricos, los contextos sociales y la cultura.

• Las experiencias de buen trato o mal trato que la futura madre o futuro

padre hayan conocido en sus historias personales, especialmente en

la infancia y en la adolescencia.
Gran parte de la actividad parental de padres y madres está guiada por una

especie de “piloto automático” que es una especie de mecánica espontánea,

casi inconsciente, que permite responder a las múltiples y evolutivas (van

cambiando a medida que los hijos crecen) necesidades fundamentales de

sus hijos.

2.6. FINALIDADES DE LA PARENTALIDAD:

Cualquier adulto que ejerza la parentalidad social, sea padre biológico, padre

sustituto, cuidador o educador de un hogar infantil tiene que asegurar los

siguientes objetivos para que esta parentalidad sea considerada

competetente:

• El aporte nutritivo, de afecto, cuidados y estimulación.

• Los aportes educativos.

• Los aportes socializadores.

• Los aportes protectores.

• La promoción de la resiliencia.

A. El aporte nutritivo, de afecto, cuidados y estimulación:

Esta función no se refiere solo a la alimentación con el aporte de los

nutrientes necesarios para asegurar el crecimiento y prevenir la

desnutrición, sino también al aporte de experiencias sensoriales,

emocionales y afectivas que permiten a los hijos, por un lado, construir el

apego seguro y, por otro, percibir el mundo familiar y social como un

espacio seguro. Esta experiencia permitirá al niño y a la niña hacer frente

a los desafíos del crecimiento y a la adaptación de los diferentes cambios

de su entorno. Aunque la experiencia de apego haya sido deficiente en la


familia, es posible, hasta cierto punto, repararla ofreciendo una relación

de calidad y de este modo, no solo contribuir también a posibilitar un

desarrollo infantil suficientemente sano. En este sentido, es importante,

que en ausencia de los padres biológicos, o en caso de incompetencias

parentales severas, alguna persona pueda actuar como una figura

parental de sustitución, para así, asegurar el proceso de maduración

biológica, psicológica y social de los niños.

Los intercambios sensoriales, como las sensaciones emocionales entre

los padres y sus bebés, incluso las que ocurren en la vida intrauterina,

permiten el desarrollo de una impronta adecuada que proporciona

emociones placenteras y seguras cuando padre e hijo están juntos, y

desagradables y dolorosas cuando uno de los dos desaparece o daña al

otro. El desarrollo de una buena impronta es necesario para el desarrollo

de un apego seguro que permitirá a su vez a los niños percibirse en un

ambiente seguro en el que pueden proseguir todos los aprendizajes

necesarios para su desarrollo. Tanto la impronta como el apego, es un

proceso fundamental para el modelado del cerebro del bebé.

La maduración del cerebro depende de la satisfacción de la necesidad

nutritiva, tanto alimenticia como afectiva de la parentalidad social. Esto

permitirá o no al niño o niña, desarrollar neurológicamente una

sensibilidad singular del mundo que percibe. Así, para desarrollar un

apego seguro es preciso que los canales de comunicación sensorial,

emocional y, más tarde, los verbales no sean en ningún caso obturados,


pervertidos o violentados; de lo contrario, se quebrará el normal proceso

emocional de familiarización. Las fuentes de estrés y de carencias, que

alteran la finalidad nutricia de la parentalidad, pueden resultar del propio

funcionamiento familiar, cuando, por ejemplo, existe violencia conyugal,

consumo de tóxicos o una enfermedad mental de uno o ambos padres. A

su vez, estos trastornos de apego son las bases de los modelos

maltratantes de los padres, las impresiones emocionales se

transformarán en representaciones y modelos de conducta que

determinarán, en gran manera, la forma en que padres y madres se

relacionarán con sus hijos.

Por otro lado, el incumplimiento de la finalidad nutritiva que impide la

constitución de un apego infantil seguro, traen aparejado un riesgo

importante en el desarrollo de la empatía, considerada una capacidad

básica y necesaria para que un adulto acceda a una parentalidad

competente y de buenos tratos intrafamiliares. Cuando el mundo del niño

se caracteriza por una carencia de aportes nutritivos y de cuidados,

además de estar plagado de experiencias dolorosas, toda la información

proveniente del entorno adquiere la forma emocional de un contenido

agresivo, puesto que ha desarrollado un tipo de apego inseguro.

B. Los aportes educativos:

Cuantas más experiencias de buenos tratos hayan conocido los padres,

más modelos y herramientas positivas y eficaces tendrán para ejercer una

influencia educativa competente y moralmente positiva sobre sus hijos. La

función educativa está estrechamente vinculada con la nutritiva. Los


padres, en especial la madre competente, que es capaz de traducir los

llantos y los gestos de su bebé como indicadores de necesidades y

responde para satisfacerlas, está al mismo tiempo induciendo un proceso

que se traducirá en el desarrollo de las capacidades de autocontrol

emocional y conductual. Los niños a medida que van creciendo, van

cambiando el modo de manifestar sus necesidades. Por ejemplo, el llanto

se va haciendo menos intenso y estruendoso, se calman con más

facilidad, porque son cada vez más sensibles a los gestos de las madres

con los que ella les señala su presencia y la proximidad de la respuesta a

sus necesidades.

Los hijos de padres y madres con incompetencias parentales, que

producen contextos de negligencia y estrés, no conocen de estas

dinámicas educativas, por lo que podemos entender que sus dificultades

y sufrimientos son también el resultado de carencias educativas o “una

mala educación”. El tipo de educación que un niño o una niña reciben,

proceso que empieza incluso en el vientre materno, determina el tipo de

acceso al mundo social de éste, por lo tanto, sus posibilidades de

pertenecer a uno u otro tejido social. Así, los niños y niñas aprenden a ser

educados con y para alguien, siempre que se sientan amados y

bientratados. El estilo educativo de la parentalidad bientratante es el que

los padres o cuidadores asumen en la responsabilidad de ser los

educadores principales de sus hijos, ejerciendo una autoridad afectuosa,

caracterizada por la empatía y dominancia o autoridad.


Para asegurar la finalidad educativa de la parentalidad, los modelos

educativos tanto intrafamiliares como extrafamiliares, en virtud de lo ya

señalado, deben contemplar al menos cuatro contenidos básicos:

• El afecto: Cuando el cariño y la ternura están presentes reflejan

un modelo educativo nutritivo y bientratante. Cuando estos

aspectos están ausentes o con ambivalencias, estamos en el

dominio de los malos tratos.

• La comunicación: Si los padres se comunican con sus hijos en

un ambiente de escucha mutua, respeto y empatía, pero

manteniendo una jerarquía de competencias, nos encontramos en

un dominio educativo bientratante. Si por el contrario, se usa de

manera permanente imposiciones arbitrarias de ideas,

sentimientos y conductas o, si los padres ceden siempre a lo que

los hijos opinan o piden, o los engañan, es un reflejo de

incapacidad educativa. Ambas situaciones están presentes en

situaciones de negligencia, malos tratos físicos y psicológicos.

• El apoyo en los procesos de desarrollo y las exigencias de

madurez: Los niños y niñas necesitan no solo de nutrientes para

crecer y desarrollarse, requieren además de estímulos de los

adultos de su entorno. Los padres competentes son aquellos que

en este aspecto no solo estimulan y ofrecen apoyo a sus hijos, sino

que además les plantean retos para estimular sus logros,

acompañados de reconocimiento y gratificación. Los padres y

madres incompetentes hacen lo contrario, es decir, no estimulan a

sus hijos y muchas veces, de una forma explícita, subestiman las


capacidades de los niños, descalificándolos o enviándoles

mensajes negativos.

• El control: Los niños necesitan de la ayuda de los adultos

significativos para aprender a modular sus impulsos, emociones o

deseos, en otras palabras, para desarrollar una inteligencia

emocional y relacional. Este aprendizaje se expresa en el

desarrollo de la capacidad de controlar sus emociones, impulsos y

deseos, manejando la impulsividad de los comportamientos que

pueden presentarse cuando se necesita o desea algo, o ante la

frustración por no tener lo que se quiere. Cuando los hijos no

obedecen o trasgreden las normas, los padres competentes

aprovechan estas situaciones para promover procesos de

reflexión que les ayude a integrar dos nociones fundamentales: la

responsabilidad en sus actos y las consecuencias que estos

pueden acarrear; y aprender de sus errores y las faltas, reparando

los daños (Barudy y Dantagnan, 2007).

C. Los aportes socializadores:

Este objetivo tiene relación con la contribución de los padres a la

construcción del concepto de sí mismo o identidad de sus hijos; así como

a la facilitación de experiencias relacionales que sirvan como modelos de

aprendizaje para vivir de una forma respetuosa, adaptada y armónica de

la sociedad (Barudy y Dantagnan, 2007). Este proceso se inicia también

con los cuidados y la afectividad de las improntas parentales que marcan

la memoria infantil. Es a partir de estas experiencias, que se inicia la


construcción de su concepto de sí mismo, ya sea como niño bien tratado

o lo contrario. La formación de este concepto de sí, dependerá, en gran

medida, de la representación que el otro, padre o madre, tiene de los

niños, en general, y, de sus hijos en particular. Estas representaciones

son, a su vez, el resultado de las historias de los padres y, en particular

de sus experiencias como hijos e hijas de sus padres. Este es un proceso

que se transmite través de las generaciones. La formación de la identidad

del niño o de la niña depende de las evaluaciones que de ellos tienen sus

otros seres significativos, fundamentalmente sus progenitores, es decir, el

autoconcepto es la reunión de las ideas que la persona tiene de sí misma

respecto de las ideas que otras personas tienen de él. De esta manera, el

autoconcepto se manifiesta en 3 niveles:

• El nivel cognitivo: Corresponde al conjunto de rasgos con los que

el hijo o hija se describe y, aunque no sean necesariamente

verdaderos, guían su modo habitual de ser o comportarse.

• El nivel afectivo: Corresponde a los afectos, emociones y

evaluaciones que acompañan a la descripción de uno mismo.

• El nivel conductual: Corresponde a las conductas cotidianas, ya

que el concepto que una persona tiene de sí misma, influye

claramente en su conducta diaria. El autoconcepto condiciona la

forma de comportarse.

En consecuencia, es competencia de los padres o sus sustitutos,

contribuir a la formación positiva del autoconcepto y de una autoestima

positiva de los niños y de las niñas. Los niños y niñas con alta

autoestima provienen de un hogar con padres con alta autoestima, que


aceptan y apoyan más a sus hijos; sucede también a la inversa, es

decir, los hijos con baja autoestima son, hijos de padres con baja

autoestima, lo que impide que apoyen a sus hijos, viéndose

desbordados en la crianza.

Es necesario fomentar nuevas y renovadas capacidades parentales

que se orienten a contraponer a os estilos parentales deficientes. Para

ello es importante evaluar las competencias parentales en el presente,

ofreciendo a los padres, programas de rehabilitación de sus

competencias. Esto puede permitir, en muchos casos, que estabilicen

la percepción de sí mismos a partir del desarrollo de rasgos positivos,

como la capacidad de evaluarse en forma realista, asumir la

responsabilidad de sus actos, tener confianza en sí mismos, una

elevada autoestima, empatía y confianza en las relaciones. A su vez,

ello, serán los ingredientes fundamentales para una parentalidad

competente en la vida adulta de sus hijos, lo que cambiará, a su vez,

su historia generacional.

D. Los aportes protectores:

La necesidad de proteger a las crías por largos períodos es una de las

características que también distingue a la especie humana de otras

especies. Su desarrollo inacabado al momento de nacer y la inmadurez,

en especial, del cerebro y del sistema nervioso, explican la dependencia

que los seres nacidos y los bebés tienen de las capacidades cuidadoras

y protectoras de sus padres. Así, la función protectora se aplica a dos

niveles. El primero corresponde a proteger a los hijos de los contextos

externos, familiares y sociales, que pueden dañarles directamente o


alterar su proceso de maduración, crecimiento y desarrollo. El segundo

corresponde a protegerlos de los riesgos y peligros derivados de su propio

crecimiento y desarrollo. Por ello, esta función tiene una estrecha relación

con otras funciones, en especial, la cuidadora y la educativa.

E. La promoción de la resiliencia:

El cumplimiento de los cuatro objetivos señalados, nos conduce a la

realización de este quinto objetivo, el desarrollo en los hijos de padres

bientratantes de lo que hoy se conoce como resiliencia, que corresponde

a un conjunto de capacidades para hacer frente a los desafíos de la

existencia, incluyendo experiencias con contenido traumático,

manteniendo un proceso sano de desarrollo. Esta capacidad es

denominada por Barudy y Dantagnan(2010) como resiliencia primaria, y

la distinguen de aquella que emerge en niños y niñas que no han conocido

una parentalidad adecuada, pero, no obstante, logran salir adelante en la

vida, gracias a la afectividad y al apoyo social que les han brindado

adultos de sus entornos. Además, estos adultos les han brindado la

posibilidad de resignificar sus experiencias, entre otras, las de malos

tratos producidos por las incompetencias de sus progenitores. A este

fenómeno, los autores les denominan resiliencia secundaria. En síntesis,

la resiliencia infantil depende de un conjunto de actitudes positivas hacía

sí mismo, resultado de experiencias relacionales de buen trato que

fortalecen un buen concepto de sí mismo y óptimos grados de resiliencia.


El buen despliegue de las competencias parentales permite la

estructuración de contextos sanos, donde son los niños sujetos activos,

creativos y experimentadores, es decir, permiten y facilitan un contexto de

aprendizaje, experimentación y evaluación de la realidad desde las

capacidades que el niño va formando.

Cuando se presenta un estilo vinculante en el que existe abuso y

violencia, esto puede explicarse por una incompetencia completa o parcial

de los padres, entre otros, caracterizada por una ausencia de elaboración

y control de sus emociones, impulsos y conductas; esto se manifiesta en

el ejercicio de la tarea parental como una dificultad para controlar sus

frustraciones y el dolor de sus historias infantiles que manifiestan, de un

modo agresivo y abusador contra sus hijos e hijas.

2.7. COMPONENTES DE LA PARENTALIDAD SOCIAL

Para Barudy y Dantagnan (2010) las competencias parentales engloban

dos componentes que se mezclan de forma dinámica y está formada por

dos componentes principales:

COMPETENCIAS PARENTALES

Capacidades parentales Habilidades parentales

Dar respuestas adecuadas y


Modelos de crianza
adaptadas a cada etapa

Recursos emotivos
cognitivos y conductuales
Capacidad de Participación en redes
de los padres
vincularse sociales y uso de los
recursos comunitarios.
Empatía
2.7.1. LAS CAPACIDADES PARENTALES FUNDAMENTALES:

Se refieren a los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que los

progenitores disponen y que les permiten vincularse correctamente a sus

hijos, proporcionándoles respuestas adecuadas a sus necesidades.

A. La Capacidad de vincularse a los hijos (Apego):

Depende de la capacidad de los progenitores para crear vínculos con los

hijos. Esta capacidad depende de sus potenciales biológicos, de sus

experiencias de vinculación y de factores ambientales. Las experiencias

de apego seguro proporcionan una seguridad de base y una personalidad

sana y permitirán también en la vida adulta desarrollar relaciones basadas

en la confianza y la seguridad y, por consiguiente, capacita para una

parentalidad competente.

El apego es el resultado de un proceso relacional en donde las

características y comportamientos de los hijos influencian las reacciones

y conductas de los padres, y viceversa. No obstante, son a los padres a

quienes les cabe la responsabilidad de animar este proceso, de asegurar

un apego sano y seguro a sus hijos. A pesar de los progresos operados

en la cultura, siguen siendo principalmente las madres las garantes de

este proceso.

A.1. Del apego infantil al apego adulto

La capacidad de vincularse con los hijos y las hijas, sintiéndolos,

reconociéndolos y cuidándolos, es uno de los requisitos indispensables

para poder ejercer las múltiples tareas de la parentalidad social. Esto es

válido para los padres biológicos, pero también para cualquier adulto que

opte por asegurar la crianza de niños, sean padres adoptivos, padres


acogedores, cuidadores o educadores de hogares de acogida de

menores.

Este sistema influye y organiza las emociones, las motivaciones, la

memoria, la conducta y las representaciones que rigen la relación de los

niños y de las niñas con sus figuras cuidadoras y protectoras. El apego

sano y seguro desempeña un papel fundamental para el desarrollo

integral de los niños, su escolarización, así como para su educación e

integración social.

A.2. Los diferentes modelos de apegos infantiles

Mary Ainsworth propuso la primera clasificación del apego infantil,

describiendo tres patrones generales de apego (Ainsworth, Blehar,

Waters y Wall, 1978):

• Seguro

Los progenitores competentes, aquellos que están

emocionalmente disponibles, perceptivos y capaces de sintonizar

con los estados mentales de sus bebés, o sea, sensibles a las

señales con que los niños manifiestan sus emociones y sus

necesidades, tienen hijos que en una gran mayoría de los casos

presentan apegos «seguros». El ofrecer a un hijo o a una hija una

respuesta adecuada, cuando éstos activan su sistema de apego,

es un indicador importante de capacidad parental. Esta danza

relacional es crucial no sólo para organizar en los niños una

experiencia continua de estar vinculado con una fuente de

seguridad, sino que, como ya lo hemos señalado, desempeña un


papel fundamental para el crecimiento y la organización de las

neuronas de su cerebro en desarrollo

• Evitativo

Los progenitores con diferentes grados de incompetencias

parentales, es decir, aquellos que son emocionalmente

inaccesibles o reactivos, no perceptivos, y con poca o deficiente

capacidad para responder a las señales de sus hijos y que,

además, muestran actitudes de rechazo o violencia física, son

padres y madres de hijos que se vinculan de un modo inseguro

«evitativo». Estos niños y niñas parecen ignorar la reaparición de

sus progenitores en la Situación Extraña. Su estado mental está

caracterizado por una desactivación de su atención y por

representaciones que identifican a los progenitores como fuentes

de amenaza y de peligro. Esto provoca que su conducta externa

sea la de evitar o minimizar la búsqueda de proximidad. En la

población general de bajo riesgo se ha descubierto que entre el 20

y el 30 por 100 de los bebés se vinculan con sus madres y sus

padres de un modo evitativo.

• Ambivalente o resistente

los progenitores que se muestran incompetentes, que presentan

diferentes grados de no disponibilidad y de incapacidad de percibir

lo que sus hijos sienten y necesitan, son incoherentes y

negligentes a la hora de responder a las señales de sus hijos.

Estos padres, que se inclinan a imponer sus propios estados


mentales, tienden a tener hijos con apegos «resistentes» o

«ambivalentes». En la prueba de la Situación Extraña, esos niños

aparecen ansiosos, difíciles de tranquilizar con la vuelta de los

progenitores y presentan una marcada dificultad a interesarse o

volver a jugar aun con la presencia de éstos. A diferencia de la

respuesta anterior, en la que el niño intentaba evitar el contacto

con su progenitor, en este caso existe una «sobreactivación del

sistema de apego» con la que el niño intenta conseguir seguridad

a través de la búsqueda desesperada de proximidad con su figura

de apego, pero que, al mismo tiempo, no logra calmarse con su

presencia.

A.3. Relación entre el tipo de apego infantil con el resultado de la entrevista

del apego de sus progenitores.

Apego infantil seguro. Apego adulto seguro/autónomo (F)

APEGO SEGURO APEGO SEGURO


Reacciones infantiles Relato del adulto
• El niño o la niña se muestran cómodos • El progenitor responde a las preguntas
con el progenitor que le acompaña. con un relato coherente.
• Examinan el recinto y los juguetes con • Su comunicación es colaboradora.
interés en los momentos previos a la • Valora las experiencias y relaciones de
separación. apego, pero parece objetivo al establecer
• Muestran señales de echar de menos a una relación entre los hechos y el contexto
su progenitor cuando éste sale de la sala. relacional donde ocurrieron.
Pueden llorar si es sometido a una • La descripción y evaluación de las
segunda separación. experiencias relacionadas con el
• Muestran una preferencia evidente por su apego son coherentes, tanto si las
progenitor frente al examinador. experiencias son favorables como si son
• Saludan al progenitor activamente desfavorables
cuando éste vuelve; reestablecen el • Su discurso no viola de modo
contacto físico que mantienen durante significativo ninguna de las máximas de
cierto tiempo para volver a interesarse por Grice.
los juguetes y a jugar.
Apego infantil evitativo. Apego adulto temeroso (TS)

APEGO EVITATIVO APEGO TEMEROSO


Reacciones infantiles Relato del adulto
• El niño o la niña se muestran distantes y • El relato es incoherente.
a veces temerosos con el progenitor que • Rechaza las experiencias y las
los acompaña. relaciones referidas al apego.
• El niño o la niña no lloran; en algunos • Tiende a normalizar las conductas de sus
casos se muestran aliviados durante la cuidadores, «una madre excelente, un
separación del progenitor. padre normal»; acompaña relatos que
• Evitan e ignoran activamente al reflejan representaciones generalizadas de
progenitor en el reencuentro, después del historias que manifiestan falta de afecto y
lapso de la separación, alejándose, apoyo.
mirando en otra dirección o soltándose de • Se muestra contrariado cuando se le
los brazos cuando se los alza. insiste en que aclare.
• Escasa o ninguna proximidad ni • Viola la máxima de calidad de Grice.
búsqueda de contacto; no hay señales de • Las transcripciones de sus relatos
angustia ni de ira tienden a ser excesivamente breves,
• La respuesta del progenitor parece violando la máxima de Grice de cantidad.
carecer de emoción.
• Se interesan más por el recinto y los
juguetes que por la presencia de su
progenitor.

Apego infantil ansioso-ambivalente (C). Apego adulto preocupado (E)

APEGO AMBIVALENTE APEGO PREOCUPADO


• Pueden mostrarse cautos o angustiados • Su relato no es coherente.
antes de la exploración, con escasa • Muestra preocupación al abordar sus
exploración. relaciones y experiencias de apego del
• Se muestran preocupados por el pasado.
progenitor durante todo el proceso; • El progenitor parece airado, pasivo o
pueden parecer furiosos o pasivos. temeroso durante la entrevista.
• No logran recuperarse y calmarse en el • Sus frases en el relato son con
reencuentro con el progenitor; casi frecuencia largas y gramaticalmente
siempre continúa llamando su atención y complejas o repletas de términos vagos.
llorando. No logran volver a explorar el • Sus relatos violan la norma de Grice
entorno tras el reencuentro. sobre el modo y la relevancia.
• Además, las transcripciones suelen ser
excesivamente largas, violando la máxima
de cantidad de Grice.

B. La Empatía:

La capacidad de una persona para manejar su mundo emocional poniéndolo

al servicio de una finalidad altruista es lo que se conoce hoy como

inteligencia emocional, estrechamente relacionada con la vinculación


afectiva; reconociendo las manifestaciones emocionales y gestuales, así

como sus necesidades.

Se define como «la capacidad de percibir las vivencias internas de sus hijos

e hijas a través de la comprensión de sus manifestaciones emocionales y

gestuales por medio de las cuales manifiestan sus necesidades, y responder

adecuadamente a ellas». Los padres que tienen esta capacidad son hábiles

para sintonizar con el mundo interno de sus hijos y para responder

adecuadamente a sus necesidades. Los trastornos de la empatía están en

estrecha relación con los trastornos del apego; en la mayoría de los casos

son una consecuencia de éste.

Durante toda la infancia, tales conexiones interpersonales permiten la

creación de conexiones cerebrales, que son vitales para el desarrollo de la

capacidad de autorregulación del niño y, por ende, del desarrollo del apego,

la empatía y la resiliencia primaria (Barudy, 2008). La sensibilidad de los

padres ante las señales de sus hijos es uno de los componentes

fundamentales de la construcción de los sistemas de apego seguro y de la

empatía infantil. En este aspecto, las capacidades de apego y empatía se

articulan. En este tipo de interacción, el cerebro de la madre y del bebé se

influencian mutuamente y constituyen un sistema de corregulación

Los padres o los cuidadores empáticos, al ofrecer refugio o tranquilidad a

sus hijos no sólo consiguen calmarse, sino aprender un modelo de acción,

que, al repetirse infinidad de veces, se integrará en el niño o la niña como un

modelo de reacción frente a las necesidades de los demás. Esto constituirá

en un futuro, la base de la capacidad parental empática y protectora. En el


caso de padres incompetentes, sea con sistemas de apego inseguro o

desorganizado, esto no ocurre así. La presencia de sus progenitores no les

proporciona siempre un refugio seguro, y menos una respuesta empática,

sino que, al contrario, ésta es fuente de mayor inseguridad, por lo que existen

muchas posibilidades de que la capacidad empática protectora no se

desarrolle

2.7.2. LAS HABILIDADES PARENTALES:

Corresponde a la plasticidad de las madres y padres, que les permite dar una

respuesta adecuada y permitenente a las necesidades de sus hijos de una

forma singular, de acuerdo con sus fases de desarrollo.

Dicha plasticidad se basa en las experiencias de vida en un contexto social

adecuado. La prevención de los malos tratos también debe de entenderse

como un conjunto de acciones destinadas a facilitar los procesos adaptativos

y el apoyo social para hacer frente a situaciones de estrés. La promoción y

rehabiltación de las competencias parentales como fuentes de buen trato

infantil abarca el apoyo de las capacidades parentales y el desarrollo de sus

habilidades

A. Los modelos de crianza:

Son modelos culturales resultantes de los aprendizajes sociales y

familiares que se transmiten, se aprenden fundamentalmente en el núcleo

de la familia de origen mediante la transmisión de modelos familiares y

por mecanismos de aprendizaje: imitación, identificación y aprendizaje

social.
B. La habilidad para participar en redes sociales y utilizar recursos

comunitarios:

Dado que la parentalidad es una práctica social, requiere crear redes de

apoyo que fortalezcan y proporcionen recursos para la vida familiar. Hace

referencia al apoyo familiar y social y también a la capacidad de participar

y buscar apoyo en las instituciones y en los profesionales que velan por la

infancia.

Otros autores como Rodrigo, Martín, Cabrera y Máiquez (2009) exponen

una serie de habilidades que deberían estar presentes en una

parentalidad competente y concretan las competencias en cinco grandes

bloques:

✓ Educativas

✓ Calidez y afecto en las relaciones y reconocimiento de los logros

evolutivos conseguidos a la medida de sus posibilidades.

✓ Control y supervisión del comportamiento del menor gracias a la

comunicación y fomento de la confianza en sus buenas intenciones

y capacidades y organización de actividades de ocio con toda la

familia.

✓ Estimulación y apoyo al aprendizaje: fomentar la motivación,

proporcionar ayuda contingente a las capacidades del menor,

planificar las actividades y tareas, orientarse hacia el futuro e

implicación en educación formal (colegio).

✓ Adaptabilidad a las características del menor: capacidad de

observación y flexibilidad para ajustarse a los cambios evolutivos,


perspectivismo (capacidad de ponerse en el lugar del otro),

autocorrección ante los errores, reflexión sobre la praxis educativa

y flexibilidad para aplicar las pautas educativas.

• Autoeficacia parental:

✓ Percepción de las propias capacidades para llevar a cabo el rol

de padres.

✓ Locus de control interno: Percepción que se tiene control sobre

sus vidas y capacidad de cambiar lo que pasa a su alrededor que

tenga que ser cambiado.

• Agencia parental

✓ En la pareja: se acuerdan con la pareja los criterios educativos

y los comportamientos a seguir con los hijos.

✓ Percepción ajustada del rol parental: Se tiene una idea realista

que la tarea de ser padres implica esfuerzo, tiempo y

dedicación.

✓ Reconocimiento de la importancia de los progenitores en el

bienestar del menor.

• De autonomía personal y capacidad de búsqueda de apoyo

social

✓ Implicación en la tarea educativa

✓ Responsabilidad ante el bienestar del niño/a

✓ Visión positiva del niño/a y de la familia


✓ Buscar ayuda de personas significativas con la finalidad de

complementar el rol parental en lugar de substituirlo o

devaluarlo.

✓ Identificar y utilizar los recursos para cubrir las necesidades

como padres y como adultos.

✓ Búsqueda de ayuda de personas significativas y/o instituciones

cuando tiene problemas personales y/o con los hijos.

✓ Confianza y colaboración con los profesionales e instituciones

que les quieren ofrecer apoyo y ayuda

• Habilidades para la vida personal

✓ Control de los impulsos

✓ Asertividad

✓ Autoestima

✓ Habilidades sociales

✓ Estrategias de enfrentamiento frente a situaciones de estrés

✓ Resolución, de conflictos interpersonales

✓ Capacidad para responder a múltiples tareas y retos.

✓ Planificación y proyecto de vida

✓ Visión optimista y positiva de la vida, así como de los

problemas y crisis.

• Habilidades para la organización doméstica

✓ Administración eficiente de la economía doméstica

✓ Mantenimiento de la limpieza y el orden de la casa

✓ Higiene y control de la salud de los miembros de la familia

✓ Preparación regular de comidas saludables


✓ Arreglos y mantenimiento de la vivienda.

Cuando una familia no demuestra estas habilidades hay diferentes

formas de intervención que deben permitir fomentarlas,

modificarlas y/o adquirirlas. En el ámbito socioeducativo

encontramos diferentes modalidades formativas diseñadas con

este objetivo.

2.8. CÓMO EVALUAR LAS COMPETENCIAS PARENTALES

Los profesionales de la intervención socioeducativa deben estar

preparados para evaluar a las familias en función de su competencia

para desarrollar su rol de padre o madre de forma sana y adecuada y/o

evaluar los factores de riesgo y/o las potencialidades.

Las áreas que se valoran nos deben permitir anticipar como las familias

podrán desarrollar sus roles maternos o paterno. Estos aspectos son:

A. Estilo educativo

Hace referencia a los estilos educativos adquiridos del entorno familiar y

social que puedan influir positiva o negativamente. En el estilo educativo

influyen los patrones vividos, pero también aspectos de la personalidad

de la persona y de la pareja en cuanto a padres.

B. Aptitudes educativas

Las experiencias de crianza que han vivido las personas evaluadas y

cómo han influido en su desarrollo y la capacidad para ponerse en el


lugar del niño y poder empatizar con sus emociones y necesidades son

aspectos fundamentales en la valoración. También evaluar las creencias

y expectativas que tienen hacia la educación de un hijo y la

responsabilidad que conlleva y la capacidad de afrontar las dificultades

educativas de forma positiva nos puede ayudar a anticipar la capacidad

de la familia para adaptarse a nuevas situaciones familiares ya una

realidad concreta.

C. Principios educativos

Identificar los principios educativos de la familia y su influencia en el

desarrollo del rol materno / paterno, tales como:

✓ Conocimientos intuitivos de psicología evolutiva

✓ Valoración de las necesidades afectivas

✓ Concreción de las necesidades educativas de los niños y niñas

✓ Papel del diálogo y de los pactos

✓ Capacidad de escucha activa

✓ Capacidad de poner límites

✓ Tolerancia y flexibilidad

✓ Métodos correctivos.

D. Habilidades para enfrentarse a las dificultades educativas

En algunas ocasiones educar a un niño es un reto más complicado de lo

que la familia había podido anticipar. Poder valorar las habilidades para

adaptarse a las nuevas circunstancias educativas que provocará la

llegada de un niño adoptado y/o acogido y cuáles son las dificultades


que puede presentar y anticipar las estrategias adecuadas para

afrontarlas son algunos de los aspectos que nos pueden dar información

sobre las habilidades de la familia. Es importante conocer la capacidad

de la familia para pedir ayuda en caso necesario, para resolver

problemas y para buscar información que les puedan ayudar a

desarrollar su rol.

E. Entorno educativo y social

El entorno educativo es un elemento importantísimo para favorecer el

desarrollo de las habilidades necesarias para favorecer la integración del

niño. Es importante conocer el entorno social de la familia adoptiva y/o

acogedora, la capacidad de favorecer relaciones educativas y las ideas

generales sobre el papel de la escuela en la educación del niño/a.

Una de las principales dificultades de la valoración de las competencias

parentales en estas familias, es que en muchos casos aún no están

ejerciendo su rol paterno o materno y el diagnóstico se centra básica-

mente en reconocer los puntos fuertes y también analizar los elementos

que pueden constituir un riesgo para ejercer responsablemente sus

funciones.

En los casos donde los padres ya están ejerciendo su rol materno y/o

paterno, se utiliza la valoración de las competencias parentales como un

instrumento para diagnosticar las posibles dificultades de los padres

para ejercer su rol correctamente. Así pues, desde un punto de vista

sistémico nos centramos en aspectos vinculados a los padres, los hijos

y al contexto social donde se desarrollan. Destacamos:


✓ Valoración de los padres respecto a sus capacidades: analizar los

estilos educativos, modelos de crianza, nivel de conciencia de cómo

afectan sus actuaciones a los hijos, capacidad para conectar con los

estados emocionales y necesidades de los hijos, aspectos de

personalidad, dinámica familiar, hábitos saludables, etc.

✓ Valoración de los hijos para comprobar en qué grado la familia nuclear

satisface sus necesidades básicas lo mismo físicas que emocionales.

✓ Valoración del entorno familiar extenso y de la red social y

comunitaria.

La exploración de estas áreas debe permitir radiografiar la situación fami-

liar y, una vez detectados los puntos fuertes y débiles de la familia,

intentar intervenir potenciando una parentalidad positiva, que se centre

en las posibilidades más que en las limitaciones, preservando siempre

y, por encima de todo, el bienestar del niño.

Por tal motivo Barudy (2009) destaca la importancia de contar con

programas específicos que han de permitir evaluar las incompetencias

parentales, determinando su recuperabilidad y evaluar las necesidades

especiales de los niños dañados por estas incompetencias, para poder

proporcionar el apoyo terapéutico necesario.

Evaluar las competencias parentales es un proceso complejo y, a

menudo, faltan instrumentos psicométricos que permitan hacer una

valoración objetiva de cada situación y realidad familiar. Esto se da

porque en el entorno familiar hay muchas influencias y variables difíciles

de cuantificar y evaluar.
Entre los principales instrumentos que se utilizan para la valoración de

las competencias tenemos:

• La entrevista: es una herramienta indispensable para poder valorar

aspectos relevantes de las experiencias de vida y educativas. Permite

hacer entrevistas individuales con cada uno de los padres o tutores,

entrevistas conjuntas con los dos miembros de la pareja, entrevistas a

los hijos (en los casos necesarios), etc.

• La observación: fundamental para observar las dinámicas familiares,

sobre todo en las visitas al propio domicilio, permite valorar la calidad de

la interacción entre padres e hijos y las relaciones que se establecen.

• Pruebas psicométricas: en los últimos años la editorial TEA ha

editado el CUIDA (Cuestionario para la evaluación de adoptantes,

cuidadores, tutores y mediadores). Este test ha sido creado para evaluar

la capacidad de un sujeto para proporcionar la atención y el cuidado

adecuados a una persona en situación de dependencia (hijo biológico,

adoptado o en custodia, menor a cargo de una institución; mayores,

enfermos, discapacitados...). Incluye la evaluación de 14 variables de

personalidad (Altruismo, Apertura, Asertividad, Autoestima, Capacidad

de resolver problemas, Empatía, Equilibrio emocional, Independencia,

Flexibilidad, Reflexividad, Sociabilidad, Tolerancia a la frustración,

Capacidad de establecer vínculos afectivos y Capacidad de resolución

del duelo), 3 índices de validez y control de las respuestas y 3

puntuaciones de segundo orden (Cuidado responsable, Cuidado

afectivo, Sensibilidad hacia los demás y Agresividad).


• Trabajo en red: el hecho de trabajar conjuntamente con otros servicios

o instituciones que tienen una relación directa con la familia, a menudo

se convierte en una importante fuente de información que permite

contrastar y verificar las hipótesis planteadas.

Los profesionales de la intervención socioeducativa que trabajan por el

bienestar de la infancia deben estar preparados para poder evaluar a las

familias en función de su competencia para poder desarrollar su rol de

padre o madre de forma sana y adecuada y/o evaluar sus potencialidad

y los factores de riesgo.


CAPITULO III

LA FAMILIA Y LA ESCUELA

Según Comellas et.al (2013) Es preciso valorar que después de la familia,

la escuela es el microsistema que más influirá en el presente y futuro del

alumnado, por las oportunidades que ofrece en la construcción de vínculos de

afiliación (amistades, cultura, comunidad). Aunque sean vínculos que no han

sido escogidos por el alumnado, permiten construir unas habilidades que serán

la puerta hacia el mundo. Por tanto, es el núcleo donde se hace este aprendizaje

para la vida y permite entender la sociedad y la cultura en la que se vive de forma

más amplia que en el marco familiar. La escuela, al igual que la familia,

constituye un microsistema social diferenciado donde sus actores constituyen, a

su vez, subsistemas entrecruzados y relacionados entre sí.

La escuela está regulada por un marco administrativo unificado que

determina de manera explícita su organización y funciones: la obligatoriedad, los

horarios, los programas, los aspectos evaluativos, los espacios físicos, las

normas de convi- vencia y las relaciones entre los diferentes subsistemas, etc.,

y el rol de las personas adultas que intervienen y tienen contacto con los

alumnos, desde diferentes posiciones.

A pesar de los numerosos cambios acontecidos a lo largo del tiempo, el

sistema escolar tiene una estabilidad temporal y, por su mayor complejidad,

necesita más tiempo para reaccionar frente a los cambios que se presentan. La

institución escolar está, al igual que la familia, muy determinada por el

macro sistema y las políticas educativas en las que está inmersa. En este
sentido, se deben considerar las repercusiones que pueden tener las

disposiciones coyunturales tanto en relación a las condiciones laborales y

formativas del profesorado como las que se refieren al alumnado y a sus

familias. En este microsistema se llevará a cabo el proceso de socialización en

el marco de un grupo amplio de iguales, desde las primeras edades y durante un

largo periodo de tiempo, lo que permitirá, a través de estas etapas tan

significativas de la vida (infancia y adolescencia), establecer vínculos que

tendrán una gran repercusión en la construcción de la propia identidad.

3.1. El clima escolar

Es importante constatar la dificultad y a la vez el interés de estabilizar un

clima en el seno de la institución escolar. El profesorado, por ser el colectivo

profesional, tiene una responsabilidad educativa y un papel determinante y

muy activo en la dinamización y potenciación de oportunidades para

favorecer un clima relacional de buen entendimiento. Esto no implica

afinidad ideológica, ni cultural, sino una manera de gestionar las situaciones,

de reconocer a las personas, de poder dar respuesta asertiva a las diferentes

situaciones, de manera que no haya agravios ni tensiones fruto de las

relaciones o las situaciones más complejas. En el momento en que se

muestra empatía con las criaturas, por extensión habrá empatía con las

familias, lo que potenciará el diálogo y minimizará las dificultades que

puedan presentarse. Esta comprensión no implica ceder a la ideología del

centro o del enfoque pedagógico, sino poder defender, con claridad, los

objetivos, las decisiones y las actuaciones que se derivan. Un buen clima,


sin duda, ofrece mayores oportunidades de coordinación y de compresión,

elemento calve en el entorno educativo.

3.2. Dificultades del Aprendizaje relacionado con los factores sociocultural

3.2.1. La deprivación sociocultural

Fiuza y Fernandez (2014) Hacen referencia a situaciones escolares en

las que se detectan necesidades educativas especiales asociadas a

factores de salud e higiene, familiares, económicos y socioculturales

entendiendo que son los que obstaculizan el normal desarrollo cognitivo,

físico y/o emocional del niño.

A) Factores socioculturales y rendimiento académico: El nivel

sociocultural determina la inadaptación del niño en la escuela

según Pacheco y Zarco (2002):

✓ Coordinación positiva entre el nivel educativos de los padres

y el CI del niño.

✓ Diferentes estilos de patrones afectivos y de información

madre e hijo.

✓ La privación social y familiar.

✓ El grado de motivación de la familia.

✓ El nivel ocupacional de los padres (ocupación paterna y CI del

niño)

✓ Nivel de ingresos familiares o socioeconómicos.


3.2.2. Los niños procedentes de otras culturas

La diversidad etnicocultural se ha visto incrementada en las últimas

décadas por un número creciente de inmingrantes que han llegado de

todo el mundo:

✓ Un patrón cultural diferente del páis de acogida (religión, ritos,

tradiciones).

✓ Lengua materna distinta a la española.

✓ Condiciones de vida y subsistencia (cambio de residencia)

✓ Condiciones personales y familiares (marginación, legalidad)

3.3. Dificultades del Aprendizaje relacionado con los factores

comportamentales

Dentro de los problemas de convivencia en los centros escolares las

conductas más frecuentes son el desinterés académico y las conductas

disruptivas, seguido de las conductas agresivas hacia los compañeros y

la falta de habilidades para comunicarse, y en menor grado las conductas

exhibicionistas y groseras, junto con las conductas agresivas hacia los

docentes.

Según Díaz y Díaz – Sibaja (1998), es importante no olvidar que ciertas

conductas perturbadoras cumplen una función en distintas etapas del

desarrollo.

Los niños experimentan el cambio que va de ser dependientes a ser unos

niños verbales dinámicos; el desarrollo cognitivo de los niños es

relativamente rápido y aunque los padres potencien su independencia en


ciertos hábitos y áreas, no siempre logran desprenderse de lo que supone

el crecimiento del niño, de manera que viven su autonomía de una manera

problemática.

La detección en la escuela de alumnado con trastorno conductual surge

como consecuencia de conductas disruptivas, se derivan de conductas de

agresión, falta de respeto grave a la autoridad de un adulto, daño físico

grave a un compañero y requieren la adopción de medidas inmediatas

3.3.1. Problemas de conductas disruptivas en el aula

Constituyen un conjuto de comportamientos que deterioran o

interrumpen el proceso de enseñanza- aprendizaje (Ramirez y Justicia,

2006).

✓ Identificación de las conductas disruptivas en el aula

Los niños con conductas disruptivas en el aula requieren una

atención en la que es necesario descubrir las posibles causas

que las ocasionan (sobreprotección por parte de los padres,

violencia física y vernal en el hogar, falta de atención en el aula,

desmotivación, baja autoestima, poca integración con el grupo).

Los docentes tienen la obligación de informar a los padres y

representantes cuando un estudiante presenta una conducta

fuera de lo normal dentro del aula y tomar las medidas

pertinentes para corregir las posibles causas.

Dentro de las pautas de identificación tenemos:

- No realizan actividades en el aula por la poca atención que

demuestran, interrumpen constantemente la clase con preguntas.


- Molestan constantemente en el aula levantándose de su sitio,

deambular por el aula.

- Hacen ruidos corporales (risas, toses, eruptos, etc.)

- Piden permiso para ir al baño constantemente.

- Molestan a sus compañeros

- No suelen traer realizadas sus tareas de casa.

- Se olvidan en casa los útiles escolares

- No obedecen ni respetan a los docentes.

- El rechazo que sienten hacia sus compañetos y docentes hace que

se muestren más rebeldes en muchas ocasiones.

- Se sientes discriminados por el resto de los compañetos, lo que

conduce a que sean etiquetados.

✓ Pautas de Intervención psicoeducativa en el aula

Los docentes son los primeros en detectar los problemas que tienen

los alumnos y deben buscar herramientas para solucionarlos, ya que

las conductas disruptivas ocasionan situaciones que no permiten el

desarrollo de las actividades en el aula con tranuilidad y eficacia.

Entre las pautas de intervención psicoeducativa tenemos:

- Ayudarles con actitudes comprensivas, hacer que se sientan

queridos y valorados.

- Organizar hábitos y rutinas de aprendizaje que sean de su interés.

- Tener preparados materiales y actividades para atender a la

diversidad.
- Los cuentacuentos y dramatizaciones son actividades que

permiten expresar con intensidad emocional y acción gestual.

- Juego didácticos motrices y sociales ayudan a calmarse y a

relajarse.

- Mantener el contacto visual, usar los nombres propios y emplear

el nosotros.

- Mostrar cómo los contenidos de cada tarea tienen algo que ver

con lo que ya saben los alumnos, y si es posible con algo curioso

o de cierto interés para ellos.

- Explicar la tarea con precisión. Si el trabajo es por parejas o en

grupos, ayudar a distribuir la tarea entre los diferentes miembros,

dando instrucciones o pautas específicas de trabajo.

- Organizar y planificar movimientos, dar avisos de cambios,

recordar las normas.

- Incluir variedad de actividades (mirar, escuchar, hablar, escribir) y

de situaciones (en parejas, en grupos)

3.3.2. El conflicto y la agresión dentro del aula

Las conductas de desobediencia y agresivas en el aula constituyen la

mayor parte de las quejas de los educadores y en la práctica clínica infantil

ambos tipos de conductas aparecen con frecuencia unidos. Se entiende

por desobediencia al negarse a hacer aquello que se pide o el hacer

aquello que se indica que no se haga, bien ante una petición directa o

cuando se hace o se deja de hacer algo sltándose una regla establecida.

Suelen a desaparecer con la edad y sólo cuando llegan a ser


extremadamente graves recien el nombre de trastorno negativista

desafiante.

Las conductas agresivas se caracterizan por acciones específicas como

destructividad, combatividad, crueldad, desafío a la autoridad, necesidad

de llamar la atención y bajos niveles de sentimientos de culpabilidad.


CAPITULO IV

PROGRAMAS DE REHABILITACIÓN DE LAS COMPETENCIAS

PARENTALES

4.1. Programas de formación de padres y madres:

Los programas y actividades realizadas con padres pretenden facilitar que

los padres y madres, u otros adultos con responsabilidades educativas

familiares, adquieran estrategias personales, emocionales y educativas

que les permitan implicarse de forma eficaz en la construcción de una

dinámica de convivencia familiar positiva y en el desarrollo de modelos

parentales adecuados para los niños y jóvenes. Con ello se espera que

las familias puedan prevenir y afrontar de forma constructiva problemas y

conflictos familiares que podrían llegar a producir efectos negativos en el

desarrollo personal de sus miembros, tanto en los niños como en los

adultos.

La organización de los programas de formación de padres, la

configuración de los objetivos, los contenidos, los métodos y los

procedimientos de evaluación varían dependiendo de las necesidades de

los participantes, las características del contexto desde el que parte la

intervención, los enfoques teóricos que enmarcan los programas y los

modelos de intervención adoptados por el orientador.

Sin embargo, cualquier programa de formación y/o intervención debe

tener unos objetivos claros y bien definidos:


• Formar a los padres, para mejorar las habilidades en la detección

de las necesidades de sus hijos y de su cobertura.

• Fomentar y trabajar la capacidad de empatía, para ponerse en el

lugar del hijo, verlo de forma diferenciada y respetar sus tiempos

evolutivos.

• Conocer el modelo de crianza del que parten y trabajar los

cambios en los aspectos no adecuados (roles, pautas educativas,

hábitos, límites, etc.).

• Trabajar sobre el estilo educativo de la familia

• Formar a los padres para que puedan abordar los conflictos

conductuales que aparecen en los distintos momentos evolutivos

de sus hijos, saber lo que significan estos y dotarlos de estrategias

para afrontarlos (pataletas, sueño, miedos, llantos, agresividad).

• Conocer los procesos de socialización que dan a los hijos,

ayudarlos a reflexionar sobre las disfuncionalidades y a vincularse

a la red de apoyo para favorecer los procesos de adquisición de

autonomía de los menores.

La metodología utilizada suele constar de varias sesiones con un mismo

grupo reducido, el cual decide sobre qué temas quiere hablar y se

reflexiona en torno a ellos, intentando buscar soluciones o mejorando las

actuaciones de los padres. Los juegos de rol o el estudio de algún caso

también pueden ser muy útiles para ilustrar de forma muy práctica el

tema a trabajar. Estos programas pueden ser considerados de

prevención primaria ya que pretenden ofrecer un servicio a un gran


número de familias para prevenir retrasos en el desarrollo y pautas

educativas inadecuadas. Un ejemplo de este tipo de programas serían

los que ofrecen un servicio de cuidados prenatales a las madres

primerizas y/o masaje infantil, o bien por ejemplo, los programas de

formación para madres y padres, las llamadas “Escuelas de padres” que

pretenden informar y formar a un gran número de padres y madres.

Suelen organizarse a través de Centros Educativos o a escala municipal.

4.2. Programas de intervención familiar:

Los programas de intervención familiar son de acceso limitado, ya que

están dirigidos a familias que presentan unos problemas específicos y

que, por circunstancias diversas, les faltan elementos para poder ejercer

las competencias parentales de forma adecuada. Las personas que

participan en estos grupos tienen mayor probabilidad de manifestar

problemas en su desarrollo o en el de sus hijos si no se realiza ninguna

intervención. Estas intervenciones sólo pueden ser entendidas desde una

perspectiva sistémica. El individuo es el elemento primordial y activo de

desarrollo integral, pero este individuo está influenciado por su entorno;

por consiguiente, cuando se interviene sobre un determinado colectivo

hay que tener siempre presente qué elementos lo rodean. En el caso de

la intervención psicoeducativa para la adquisición de competencias

parentales, nos referimos principalmente a grupos familiares donde hay

factores potenciales de riesgo (familias desfavorecidas socialmente que

provienen principalmente de entornos sociales y comunitarios

deprimidos). Así pues, no podemos tratar el problema desde la


individualidad de uno de los miembros, sino que debemos entender la

familia como un grupo de personas que interaccionan y se influyen entre

sí y que conviven en un contexto social (comunidad) delque también

forman parte. La intervención en familias en riesgo de exclusión social

pasa muchas veces por poder hacer una valoración previa que permite

observar cuáles son los principales problemas, detectarlos y analizarlos.

Este análisis nos ha de permitir poder ver cuáles son los puntos fuertes y

débiles del entorno familiar y si hay que hacer un trabajo terapéutico previo

que permita resolver determinadas circunstancias. En este tipo de

intervención hay que destacar también la importancia del trabajo en red

(la familia, la escuela, la comunidad, la red social, etc.). Debemos conocer

de qué recursos disponemos en el entorno social y comunitario que nos

ayuden a adquirir o rehabilitar las competencias parentales del núcleo

familiar y que nos permitan llevar a cabo una intervención conjunta con

propuestas coherentes y coordinadas. Este tipo de programas pueden

estar dirigidos a padres y madres con nivel educativo y económico bajo;

para la prevención del abuso infantil y la negligencia, para la prevención

de la violencia y la delincuencia juvenil; para la educación de hijos con

discapacidades o con problemas de conducta y para la educación parental

de las madres adolescentes, entre otros.


CAPITULO V

INTERVENCIÓN TERAPÉUTICA

La intervención terapéutica va dirigida a familias donde hay añadidas

problemáticas que dificultan o imposibilitan desarrollar un rol materno o paterno

que garantice el bienestar de los niños. Este proceso puede variar en función de

la orientación psicológica desde la que se actúe, pero generalmente consiste en

la aplicación de un conjunto de técnicas y procedimientos destinados a producir

un cambio o modificación de las pautas disfuncionales de relación familiar; por

consiguiente, las familias tributarias de intervención terapéutica son las

disfuncionales. La intervención es principalmente a escala individual y puede

llevarse a cabo en varias sesiones individualizadas o de grupo con otras

personas que sufren las mismas circunstancias y comparten un objetivo común.

Los objetivos a alcanzar se plantean a medio o largo plazo. Las intervenciones

individuales variarán en función de la problemática a trabajar; así, por ejemplo,

en el caso de personas en riesgo de abuso de sustancias, delincuencia y

conductas agresivas se centran en la enseñanza directa de competencias

sociales, cognitivas y sobre todo emocionales, mediante estrategias de solución

de problemas, de control de la ira, de fomento de habilidades prosociales y de

lenguaje emocional. En el caso de familias maltratadas, desde el modelo

propuesto por Barudy, los objetivos se consensúan y se dirigen a modular las

emociones y resignificar el trauma, y periódicamente se someten a revisión y se

contrastan los objetivos alcanzados y los esfuerzos alcanzados.


En los casos donde hay una situación de vulnerabilidad, es necesario también

actuar desde la prevención y ofrecer un apoyo directo a las familias con recursos

materiales, educativos y terapéuticos para asegurar una cobertura de las

necesidades infantiles y la protección de sus derechos.

Sin embargo, en muchas ocasiones, cuando los profesionales intervienen, el

niño ya ha vivido en un entorno que no ha favorecido su desarrollo y hay que

formar a los padres, tutores, educadores, para que puedan ayudarle a superar la

adversidad. Varios estudios han permitido establecer qué experiencias

favorecen la emergencia de la resiliencia en niños y adolescentes, y estas

experiencias son el núcleo de las intervenciones tanto a escala preventiva para

promover el bienestar de los niños, como a escala terapéutica para reparar los

daños producidos. Antes, de detallar cuáles son las acciones promotoras de

resiliencia, es necesario que nos detengamos a definir el concepto de resiliencia.

Así pues, las intervenciones deben basarse en acciones destinadas a (Barudy,

2009; Cyrulnik, 2002):

• Ofrecer vínculos afectivos seguros, fiables y con continuidad como

mínimo con un adulto significativo, preferentemente de su entorno

familiar.

• Facilitar procesos relacionales que permitan dotar de significado las

experiencias.

• Proporcionar apoyo social

• Facilitar la participación de los niños, jóvenes, padres y/o profesiona-

les en redes y dinámicas sociales destinadas a obtener una mejora


en la distribución de la riqueza, a obtener más justicia y asegurar los

buenos tratos y la erradicación de la violencia en las relaciones

humanas, etc.

• Promover y participar de procesos educativos que potencien el

respeto de los derechos de todas las personas, especialmente de la

infancia, así como el respeto por la naturaleza.

• Participar en actividades con contenidos relacionados con valores,

que permitan un compromiso social, etc.

• Favorecer las experiencias que promuevan la alegría y el humor

• Favorecer el desarrollo de la creatividad y el arte.


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ANEXOS

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