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La familia y el conflicto positivo

Beleny Chaves Martínez


Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología
Código 22-0036 Psicoterapia de Familiar y Pareja
M.Psc. Marco Antonio Gálvez Aravena
Marzo 27, 2021
La familia

La mejor forma de entender la familia es pensarla como un organismo vivo, que


evoluciona y a su vez prevalece en el tiempo como un valor humano necesario para satisfacer
necesidades escenciales de sobrevivencia y el bienestar de las personas. Cada ser humano
atribuye su propia concepción de la familia a partir de su misma experiencia de vida, dicha
interpretación según los códigos sociales aprendidos así como sus conocimientos y recursos
psicológicos qie le permitan darle interpretación y significado. Si la experiencia no es positiva es
probable que busque condenarla o resignificarla, si por el contrario le merece una opinión
positiva es probable que busque protegerla y conservarla.
Se puede entender por familia como una institución o grupo social fundamental para la
prevalencia de la sociedad y la vida humana, en la cual se satisfacen necesidades afectivas,
sexuales y de sobrevivencia, pues en sus diferentes formas de conformación cumple diversos
propósitos, entre estos los relacionados al desarrollo biológico, psicológico y social. En este
sentido la familia se proyecta en la sociedad y las normas culturales a través de los valores,
creencias, hábitos, entre otros rasgos que la caracterizan, las normas y códigos sociales y
culturales influyen a su vez sobre las dinámicas de esta institución (Valladares, 2008).

Resulta relevante aclarar que la conformación de la familia responde a diferentes formas


de agrupación, entre estas la estructural, entre sus formas: la familia tradicional o biparental, es
decir conformada por mamá, papá e hijas o hijos, la consanguínea es decir, parientes de sangre,
la familia también se establece de forma mixta o poligínica, integrada por la pareja y los hijos de
una parte o de ambos, otra forma es la familia monoparental como resultado de una separación,
divorcio, abandono, fallecimiento o por decisión de una o ambas partes, están las familias
ampliadas que incluye los vínculos y la convivencia bajo el mismo techo con personas que no
comparten consanguínidad como las amistades y las constituidas por adopción de una persona.
Otra forma de conformación es en función a la convivencia, entre sus formas: la unidad
doméstica, esta se entiende cuando un grupo de personas sin relación consanguínea conviven en
la misma la vivienda, comparten los gastos y las actividades domésticas, la cohabitación no
marital que se refiere a la convivencia en pareja en unión consensuada, e incluso se puede
mencionar la familia extendida con las mascotas (Vásquez, 2005).

En función a dichos tipos de conformación familiar, a la sociedad en la que se


desarrollan, a los factores bio-psicológicos heredados, a las experiencias, los hábitos y dinámicas
del grupo, así como el contexto temporal, vienen a influir directamente o indirectamente en como
se dan las relaciones interpersonales en el núcleo familiar, es decir, incide en las prácticas de
vinculación, educación, crianza y otras dinámicas propias de cada familia. Es importanate
mencionar que estas no son estáticas, sino que cambian constantemente, evolucionan con el
tiempo y la exposición a experiencias. Cada individuo aún dentro del seno la familia experimenta
su propia transformación, vive una serie de estapas del desarrollo que le representan diferentes
necesidades y perspectivas sobre sí mismo y sobre su familia, de esta forma se impacta el
sistema en el que se desenvuelve, y este a su vez le impacta en su desarrollo generando una
versatil y contínua realimentación.

La figura de la familia debe proveer las condiciones suficientes que faciliten el desarrollo
óptimo del ser humano en un contexto humanizador, por esta razón, estudiar y analizar el sistema
familiar desde un enfoque psicológico aporta información de gran valor para entender el
desarrollo óptimo o deficiente de las personas en función a su salud física y psicológica, las
formas de vinculación y socialización con el entorno, las creencias, formas de pensamiento y de
conducta que se repiten en la sociedad y la influencia de esta sobre la familia. Entender a la
familia como un sistema dinámico y fluído permite un análisis más profundo para el desarrollo
de técnicas de abordaje efectivas que fortalezcan los vínculos saludables y funcionales entre las y
los miembros que integran una familia. En este ensayo se analizarán las formas más comunes de
vinculación e interacción familiar, las principales perturbaciones y afectaciones a los lazos
familiares y las técnicas y prácticas para generar relaciones familiares más funcionales entre
todos sus miembros, sin determinar una conformación o estructura específica de familia.

Los tipos de familia y sus interacciones


De acuerdo con una gran variedad de estudios las relaciones interpersonales, incluídas la
familiar, son el principal generador de bienestar y felicidad; sin embargo, también pueden
resultar causa de mucha infelicidad y dolor según sean la conformación de los vínculos.
Al igual que las personas, los grupos familiares van cumpliendo ciclos de vida, los cuales
a su vez se traducen en sucesos determinantes para el funcionamiento óptimo o difuncional de la
dinámica familiar. Así, cada integrante de la misma cumple una función o rol dentro de esta que
se entiende en expectativas, comportamientos y actitudes esperadas de cada mienvro ante
determinas circunstancias, por ejemplo el rol de una madre podría asociarse al cuidado,
protección, crianza, afecto, educación de los valores y organización del tiempo y tareas de un
hijo o hija, por su parte se podría esperar de un hijo o hija mayor una mayor responsabilidad en
las tareas del hogar, el cuidado de las o los hermanos menores, independencia en los estudios,
mayor madurez y entendimiento, entre otras. Cabe mencionar que aunque estos roles sean
consensuados y establecidos por la misma familia, no siempre son saludables, justos o acordes
para la persona que se espera que los cumpla.

Los ciclos de vida familiar también pueden cumplir etapas que se relacionan con
determinadas características y cambios que afectan al sistema, estas podrían no darse en su
totalidad o darse en diferente orden secuencial:

1. Formación del ciclo de la familia: es la etapa caracterizada por el cortejo y la


preparación y acuerdos mutuos entre la pareja, en algunos casos termina en unión
libre o marital. Incide directamente la identificación previa de cada uno y la nueva
forma de entenderse y relacionarse en pareja, las costumbres, sus orígenes respectivos
y sus proyecciones y metas a futuro, en base a esto podría evolucionar a una siguiente
etapa de madurez o darse por teminada debido a las diferencias sustanciales.

2. La familia con niños o niñas: con la llegada de un bebé o persona menor por
embarazo o adopación, se requiere de una nueva adaptación en la dinámica de la
pareja. Esta etapa comunmente desestabiliza al principio en los aspectos afectivos,
económicos y espaciales, entre otros. Podría suceder que existan celos por parte del
padre o de la hija o hijo según sea el tiempo que la madre asigne a cada uno y de
como maneje las interacciones. Otro cambio que impacta es la readecuación
económica y la presión por incrementar los ingresos. Esta etapa también se
caracteriza por las interacciones con la familia y círculos sociales extendidos, a los
cuales se les debe poner límites de visita y de intromisión en los asuntos del bebé y la
familia.

3. La familia con un niño o niña escolar: con la entrada de las personas menores a los
centros educativos, la pareja vuelve a liberarse parcialmente de un espacio de tiempo
y atención, comunmente les lleva a reconsiderar la relación de pareja, existiendo la
posibilidad de que esta haya sido cuidad y conservada o haya existido distanciamiento
y descuido del vínculo. Otra posible situación es el manejo de la independencia y
búsqueda de autonomía de la persona menor, la carga equilibrada o desequilibrada de
la madre y el padre en cuanto al apoyo en el estudio, la presencia o ausencia de
alguno de estos por motivos de trabajo u otro. La persona menor también vive
cambios importantes como lo es el estrés de la carga académica, los compromisos
paralelos a la escuela, las presiones sociales y comparaciones, cambios biológicos y
físicos e inclusive psicológicos, al buscar su propia identidad y definir sus propios
límites.

4. La familia con preadolescente o adolescentes: la preadolescencia se da entre los 10 y


los 12 años, se caracteriza por los cambios importantes en el desarrollo físico, la voz,
las hormonas y cambios psicológicos, por ejemplo la inteligencia se acerca a su más
alto apogeo, desequilibrio emocional más presente, el sentimiento de confusión que
permanece durante la adolescencia. En esta última, se define mejor la identidad
personal, la necesidad de aceptación social, las constantes crisis, inseguridades,
proyección de metas a futuro, la búsqueda constante de un lugar en la sociedad, la
reafirmación del rol sexual, todo esto comunmente hace difícil la experiencia tanto
para quien la vive como para la familia, que no siempre sabe lidiar con tantos
cambios. Por su parte la pareja también se encuentra lidiando con sus propios
cambios físicos y psicológicos, entrando a una adultez más avanzada, mayor
sensación de cansancio, entre otras comunes a la edad y a la circunstancia que se viva
de forma específica.

5. La plataforma de lanzamiento: consiste en que las y los hijos dehan el hogar para
independizarse de la madre y el padre, ya sea por motivos de estudio, laborales,
matrimonio, necesidad o voluntad. Sea una acción planificada o espontánea, la
separación de la familia es un evento comunmente estresante que conlleva una
readecuación del sistema familiar

Se debe aclarar que no todas las familias siguen estas etapas o el mismo orden, a pesar de
que existe una gran variedad de formas de desarrollo del ciclo familiar, las anteriores siguen
siendo las más presentes, sin afán de caer en simplismos o invisibilizar otras formas de
desarrollo. Además, cabe destacar las situaciones no planificadas que impactan
considerablemente el ciclo y las dinámicas, por ejemplo los fallecimientos, los divorcios, las
enfermedades, los traumas, las situaciones de violencia, infidelidades, abuso de drogas, los
embarazos no planificados, entre otras situaciones complejas.

Los conflictos en la pareja y la familia

Comunmente las relaciones familiares se dan en un ámbito de estrecha convivencia


humana, a partir de las interacciones entre su diversidad de miembros es esperable que se
manifiesten diferencias y discrepancias, es decir, conflictos, a pesar de que la palabra pueda tener
cognotación negativa, por ejemplo al relacionarlo con la competitividad, el ganar o peder, la
resistencia al cambio, las emociones no saludables, la falta de claridad, la rigidez o posturas
inflexibles, el personalizar el asunto; sin embargo, el conflicto realmente es “una situación de
confrontación de dos o más protagonistas, entre los cuales existe un antagonismo motivado por
una confrontación de intereses” (Fernández, 1998), en este sentido el conflicto es un elemento
social natural con el que se debe aprender a vivir y sobre todo gestionar.
Los conflictos más frecuentes en una familia se relacionan con desacuerdos entre la
pareja, objetivos diferentes para la relación por ejemplo el deseo de tener o no tener hijos,
conflictos de intereses entre las y los hermanos, transcición entre las etapas de cada individuo
como la adolescencia, diferencia de opiniones sobre temas comunes a cada miembro, pérdida de
la tranquilidad debido a conflictos entre padres, decisiones sobre la educación y crianza,
problemas financieros, roces entre el núcleo familiar y la familia extendida, pérdida de trabajo, el
divorcio, adicciones, enfermedad mental o física, etc., dichosamente, todo conflicto tiene
alternativas de solución que aunque no siempre sean las más deseadas, lo cierto es que hay
formas de incorporar las necesidades de las partes en la búsqueda de alternativas y la toma de
decisón sobre las soluciones.

El conflicto es absolutamente necesario para el éxito a largo plazo de cualquier relación,


al ser enfocado hacia lo positivo, es una interacción importante para conocer los intereses y
necesidades de la o las otras personas y al contrarrestarlas con las propias, poder tomar
decisiones más conscientes que permitan la satisfacción plena o parcial de las partes, es decir, el
conflicto no solo promueve entender las realidades de la otra persona sino que al darse permite la
readecuación, transformación o cambio en la relación o hacia una situación en específico. Sin
embargo, el conflicto puede darse también en encuebierto, o sea, cuando no se expresa
verbalmente pero genera malestar que se manifiesta en el lenguaje no verbal o en evitación de la
otra persona o del tema. La forma más saludable de expresión es la abierta o verbal, aunque bajo
ciertos parámetros de conducta como la escucha activa, la elección del momento y lugar
adecuado, el tono de voz moderado, la evitación de todo tipo de violencia y muy importante,
centrarse en el objetivo común y no en las diferencias, centrarse en la situación y no en la
persona.

Ante una situación, los individuos no responden automáticamente,sino que antes de


emitir una respuesta emocional o conductual perciben,clasifican, interpretan,evalúan y asignan
significado alestímulo en función de sus supuestos previos o esquemas cognitivos, estos son
construcciones mentales subjetivas, más o menos estables, que actúan como filtros a la hora de
percibir el mundo por parte del individuo.
Adams y Laursen (2001) identifican tres tipos de conflictos comunes en las relaciones
familiares: 1) conflictos coercitivos: percepción negativa de la persona, tácticas coercitivas y
resultados no equitativos o favorables; 2) conflictos no resueltos: se expresan de diferentes
formas y tácticas, pero siempre involucran la desvinculación sin un resultado o resolución clara
y; 3) conflictos constructivos: que incluyen percepción positiva o neutra, tácticas de
cooperación, resultados favorables, equitativos y resoluciones consensuadas y negociadas.
Consecuentemente otro factor que influye en el conflicto son las distorsiones cognitivas,
es decir, errores en el pensamiento o en la forma de interpretar las situaciones, entre estas se
encuentran la abstracción selectiva, se trata de prestar atención a un solo aspecto de la situación
en lugar de considerar todos sus elementos, el pensamiento dicotómico, son los acontecimientos
que se valoran deforma extrema, la inferencia arbitraria, consiste en sacar conclusiones de una
situación que no están apoyadas por los hechos, la magnificación y minimización, que es la
tendencia exagerar lo negativos de una situación, un suceso o un cualidad propia y aminimizar lo
positivo, la personalización, que es hacer referencia a la costumbre de relacionar los hechos del
entorno con la persona, el “deberías”, consiste en mantener reglas rígidas y exigentes sobre cómo
deben suceder las cosas, las etiquetas globales, consiste en poner etiquetas globales a la persona
misma o a los demás sin tener en cuenta toda su integralidad, la culpabilidad, consiste en
atribuirse a la persona misma o a los demás toda responsabilidad de los acontecimientos
ignorando otros factores que contribuyen a los mismos.

Para entender a profundidad el conflicto cabe mencionar uno de estudios más importantes
en el campo de la psicología realizado por Muzafer Sherif (1974) quien tomó a un grupo de
personas y lo dividió en dos, creó un conflicto entre los dos grupos y observó cómo se podía
resolver ese conflicto, en ese momento el modelo más utilizado era la teoría de resolución de
conflictos a través de la hipótesis del contacto, es decir, resolver el conflicto juntando a las
partes, ponerles en el mismo espacio y dejar que solucionen. El autor cuestionó esta premisa y
demostró que, en realidad, la hipótesis del conflicto no solamente estaaba equivocada, sino que
llevaba a que el conflicto escalara. Solamente permanecer juntos no es suficiente, para resolver
los conflictos se deben unir a las personas implicadas para trabajar juntos en una meta de orden
superior a los intereses individuales. Dicho de otra forma, en algo que les importe a ambos o al
grupo, algo en lo que reconozcan que necesitan al otro para lograrlo; así es como disminuyen los
estereotipos, juicios y disgustos entre las personas, considerando siempre disminuir o eliminar la
hostilidad de la ecuación y aumentando la empatía, no uno contra el otro, pero sí uno junto al
otro.
Los conflictos en las parejas y la familia son y serán inevitables pero más interesante aún
es considerarlos necesarios para la adecuación y ajustes en las dinámicas, para cambiar lo que
necesita ser cambiado, para fortalecer vínculos y crecer en colectividad y apoyo mutuo.
Conivivir en la misma casa y tener reglas claras no serán suficientes para solucionar conflictos
de forma sostenible, es necesario crear alianzas colaborativas que permitan la participación de las
partes, haciéndoles sentir co-responsabilidad y protagonismo en la búsqueda de soluciones
(Sherif, 1958).

Gestión del conflicto en la familia

No existen los conflictos difíciles, existen situaciones que las personas no saben resolver
ya sea porque carecen de recursos internos o de experiencia, la buena noticia es que puede
trabajarse. Un enfoque positivo lo propone el investigador en este tema John Gottman (1993)
quien descubrió que en las relaciones más sanas hay una proporción de 5 a 1 de positividad, es
decir, que por cada desacuerdo, conflicto, o enojo entre la pareja o los miembros de la familia,
hay cinco acciones positivas como besarse, abrazarse, sonreír, pasar tiempo de calidad, hacer el
amor (en caso de la pareja), etc. Él recomienda que en vez de eliminar o evadir el conflicto, lo
que se debe hacer es acentuar constantemente lo positivo. Por ejemplo a través de los
reforzadores del amor, estos son actividades que se introducen en la rutina diaria que acentúan lo
positivo, como los detalles, aquellas acciones que salgan de la rutina, que sorprendan y envíen
mensajes que expresen amor y apreciación, los momentos frecuentes de contacto físico, ya sea
para dar un beso, abrazo, tomar de las manos, de tale forma que físicamente se estimule la
conexión, los halagos y muestras de interés por el otro u otra, esto es expresar lo que gusta de la
otra persona, lo que admira, valora, aprecia, de forma verbal, escrita o cualquier mensaje
creativo, variar las rutinas a través de planes sorpresa, la espontaneidad y por último, en el caso
de la pareja, las relaciones sexuales íntimas, placenteras y significativas. El autor también hace
énfasis en propiciar que el conflicto sea positivo, o sea, en enfocarse la situación o problema y no
en la persona, en asumirlo con responsabilidad compartida, desde una actitud positiva que abra
alternativas de solución, que visibilice las habilidades y competencias de las partes para
encontrar soluciones, que se maneje con herramientas de comunicación asertiva, como la
comunicación no violenta y que se busque la solución, el cambio positivo y el aprendizaje para
todas las partes.

En relación a una saludable y feliz vinculación entre la pareja, los investigadores John
Gottman y David Schnarch concluyen que hay al menos cuatro componentes esenciales en una
relación romántica feliz y estable, estos son: 1) invertir el uno en el otro, es decir disponer
tiempo, voluntad y esfuerzo al servicio de la relación, cultivarla; 2) reconocer y ser conocido por
la otra persona, validar y ser validado, permitirse abrir al otro física y conceptualmente; 3) dar un
espacio para el conflicto pero también un lugar para la felicidad; y 4) apreciar lo positivo, por
ejemplo a través de la regla de 5 x 1, es decir por cada señalamiento de algo negativo se hace el
reconocimiento de cinco aspectos positivos.

Para Schnarch, en el manejo positivo del conflicto debe primar una serie de principios, a
conocer el Principio de necesidad personal, esto se refiere a que cada miembro de la familia sepa
reconocer sus necesidades personales y asumirlas con responsabilidad, socializarlas en función
de obtener apoyo y satisfacción, aunque no siempre se vean resueltas en su totalidad. La
intimidad es permitirse ser verdaderamente conocido por el otro, incluyendo las partes propias o
del otro que no les gustan. No se trata solamente de conocer las características físicas o
superficiales como su color favorito, con frecuencia implica también mostrar las fortalezas que
han estado escondiendo. La mayoría de los enfoques se centran en obtener la validación de su
pareja y la aceptación cuando uno o varios miembros “se desnudan” emocionalmente, aún
sabiendo que la otra persona puede no validarlo.

Resolver las perturbaciones en las relaciones requiere de una intimidad, esto se basa en
validarse primero a sí mismo desde un lugar de vulnerabilidad y consciencia. Por ejemplo el
permitirse entender su vinculación con cada miembro de la familia, la forma de comunicación,
cercanía, necesidad de cantidad y calidad de tiempo y afecto, establecer límites con cada
miembro, consensuar intereses y acordar responsabilidades según las capacidades y
competencias, desde este reconocimiento y auto-validación es más sencillo interactuar y
consciliar con el entorno, darse a entender y entender también al otro.
Otro Principio fundamental en el de intimidad, este significa generar conexión con las y
los demás, fortalecer el sentido de pertenencia, generar vínculos cercanos y no solo
interacciones, en espacios de seguridad y apoyo para cada miembro. Las habilidades para intimar
se relacionan con la capacidad de escucha activa, de empatía, de separación del pensamiento o
señalamiento juicioso, de hacer sentir a la persona protegida, validada e importante. El último
Principio es el de la perspectiva positiva, este ayuda a interpretar las cosas desde un lugar más
apreciativo y constructivo, se aplica al apreciar las cosas que funcionan dentro de la familia y las
relaciones, en adoptar una respuesta activa-constructiva enfocándose en los beneficios en lugar
de la falla y en ver el potencial de la persona, de lo que él o ella son y de sus potencialidades.

La comunicación es uno de los factores de interacción más relevantes en la especie


humana, afecta de forma positiva o negativa su relación con sí mismo y con las demás personas.
La comunicación ya sea por estar limitada, por ser violenta o por no lograr transmitir el mensaje
central, entre otros motivos, puede dar origen a dinámicas disfuncionales. Cabe mencionar que
cuando se trata de evitar las conversaciones difíciles, relamente se está intercambiando un
momento breve de incomodidad por un largo periodo de disfuncionalidad. En este sentido
gestionar una adecuada comunicación con los miembros de la familia resulta un ejercicio
necesario para prevenir y para gestionar adecuadamente el conflicto. Una metodología de
comunicación altamente efectiva y orientada a la resolución de conflictos es la propuesta por
Marshal Rosenberg (2013) llamada Comunicación No Violenta o CNV, la misma enfoca
principalmente en tres aspectos a considerar: la auto-empatía, que se entiende como una
profunda y compasiva auto-percepción de la experiencia interior, empatía, que significa entender
y conectar con la emoción de la otra persona y la auto-expresión honesta, que es expresarse de
una forma auténtica y tan consciente que es más probable que provoque la compasión en las
otras personas.

La CNV es una manera de interpretar la realidad que permite apreciarla desde una mirada
más amable, reflexiva y humana, además, funciona como entrenamiento para identificar aquellas
veces en las que se presta atención a un aspecto específico de una situación más compleja o
integral, y que genera malestar, pensamientos rumiantes o un pensamiento dualista o separatista.
Para llevarla a la práctica es necesario identificar el núcleo de la experiencia, es decir lo que cada
persona del grupo familiar percibe que pasa, lo que sienten, sus necesidades, sus intenciones y
sus contribuciones o responsabilidades. Una vez identificado existe una forma sugerida de
expresar el conflicto, la misma se puede adecuar a las necesidades específicas de la familia o la
situación, estas son: comenzar con la narrativa del acontecimiento de forma objetiva, es decir,
libre de juicios personales, posteriormente permitirse abrirse emocionalmente y expresar los
sentimientos experimentados, el tercer paso consiste en expresar las necesidades personales de
forma auténtica, o sea lo que realmente le importa a la persona y por último manifestar la
petición, lo que a la persona le gustaría que pasara o la propuesta de solución. Si cada miembro
de la familia se permite hablar con este modelo se facilita el entendimiento profundo de las
necesidades e intenciones de cada persona, haciendo más sencillo el ejercicio de consensuar,
negociar, o simplemente direccionar el conflicto hacia una o varias opciones de solución, de tal
firma que se consideren de forma integral a cada miembro.

Otras recomendaciones para gestionar el conflicto en la familia entán relacionadas con las
normas internas, es decir, los parametros donde fluyen las interacciones que organizan y
determinan la vida familiar. Las reglas familiares determinan cómo debe entenderse la conducta,
de tal forma que delimiten el quién, el dónde, el cuándo, y en qué condiciones el núcleo
completo o determinado miembro de la familia puede comportarse de determinada manera. Las
normas son establecidas comunmente en tres aspectos: 1) las domésticas, relacionadas con la
organización del hogar, las tareas repartidas equitativamente, la co-responsabilidad entre todos
los miembros del núcleo a partir de sus edades, competencias y disponibilidades, 2) el medio
intra y extra familiar, es decir las dinámicas, costumbres y hábitos a lo interno y como este se
relaciona con el contexto y 3) las afectivas, que son la expresión del afecto, sentimientos y los
vínculos entre las partes (Bustos, Valenzuela y Villa, 2007). Tanto las normas familiares como
los roles de cada miembro deben ser un asunto claro, aunque flexible en muchos casos, la
propuesta es que cada quien se sienta parte responsible de estar normas, protagonistas desde su
construcción hasta su ejecución, entendiendo el aporte necesario para el buen funcionamiento de
la familia. Estas son dadas en múltiples actividades cotidianas y situacionales, por ejemplo los
acuerdos en relación a los horarios de alimentación y descanso, la forma y espacios para la
crianza de las personas menores, el presupuesto familiar y los aportes de cada miembro, la co-
responsabilidad de los asuntos relacionados a la educación de las personas menores, la
planificación de los paseos familiares, los límites en relación al espacio privado de cada
miembro, entre muchas otras situaciones comunes al entorno familiar.

Resulta importante agregar que estas normas deben considerar las etapas de vida de cada
miembro para no incurrir en errores comunes como la asignación de una mayor responsabilidad
de las o los hermanos mayores en el cuidado de las o los hermanos menores, lo cual puede privar
los primeros de vivir plenamente su etapa de vida y apresurar una madurez con responsabilidades
no acordes a su rol en la familia. Se sobre entiende que existen necesidades familiares que
puedan llevar a requerir de un apoyo de este tipo, sin embargo debe ser visto como un apoyo y
no como una responsabilidad de adquirir un rol materno o paterno a quien no corresponde. Como
este exiten otras posibilidades de normar consensuadas que podrían no ser del todo saludables o
equitativas y traer en un futuro rupturas, resentimientos y dolor a la familia. En este sentido se
recomienda buscar un balance entre la responsabilidad y libertad de cada miembro, permitiendo
que cada uno llegue a la conclusión de la relevancia de su rol y su compromiso paralobrar
bienestar en la familia, pues desde un lugar de voluntad y no de obligación o dominancia, las
normas son obedecidas con una mayor grado de responsabilidad y con mayor probabilidad de
prevalecer en el tiempo.

Podría suceder que aún siguiendo las recomendaciones para una orientación del conflicto
hacia lo positivo exista la necesidad de solicitar la intervención profesional por parte de una
profesional en psicología que acompañe y modere la situación familiar a partir del enfoque
clínico y las técnicas de la corriente sistémica principalmente. En este sentido es recomendable
entrar a un proceso de psicoterapia familiar, un método especial de tratamiento de los desórdenes
emocionales que interviene a la familia a través de uno o varios de sus miembros, plantea la
familia como un todo, y las interacciones entre sus partes conforman ese todo; entre sus objetivos
están eliminar síntomas, adecuar o reubicar a cada individuo al entorno, buscar cambios prontos
en la conducta, es decir modificar el presente no explorando ni interpretando el pasado sino
identificando la situación conflictiva y motivando cuanto antes el cambio de la actitud y la
conducta.
La terapia familiar se recomienda utilizar cuando una familia no tiene un buen
funcionamiento, cuando se presentan dificultades de relación entre sus miembros, cuando ocurre
un evento traumático o que desestabilice emocionalmente, de forma ideal se asiste de manera
preventiva, es decir a la hora de predecir una posible situación conflictiva, de tal forma que no
pase a mayor gravedad. El o la terapeuta clínica normalmente considera su participación dentro
del sistema familiar a través de estrategias de coparticipación, o interviniendo a través de
movimientos de reestructuración y reencuadre, desafiando la visión del núcleo sobre el conflicto,
como un intruso activo que cambia la dinámica con su sola presencia. Esta terapia tiene el
propósito de lograr el socio-aprendizaje y el fortalecimiento y sostenibilidad del sistema con el
finde lograr el desarrollo personal de cada miembro (Chinchilla, 2015).

Como se ha mencionado la familia es el principal espacio socializador del ser humano,


donde comienza la convivencia, se transmiten los valores, los hábitos y la cultura, aunque estos
no sean estáticos. Esta convivencia permite el desarrollo de cada miembro a través de las
expereincias y los aprendizajes que además son proyectados en la sociedad. La cohesión y los
lazos profundos en la familia contribuyen al fortalecimiento del sentido de pertenencia y al
trabajo en equipo para lograr objetivos comunes. Si bien cada familia puede encontrar diferentes
formas de lograr estas bases de entendimiento y movilización, existen pilares comunes que los
favorecen, como la demostración de afecto e interés por el otro, el contacto físico como las
caricias y el abrazo, la validación de cada persona como individuo, el reconocimiento de lo
bueno de cada uno, su valor y la importancia de este dentro del sistema familiar, el apoyo
durante las situaciones compleja y el apoyo para alcanzar las metas y objetivos individuales, el
respeto por las diferencias individuales y la autonomía, la autoridad y liderazgo de las personas
adultas, la co-responsabilidad en el cuidado de otros miembros vulnerables de la familia, el
cuidado de la salud física y emocional de todos sus miembros, la confianza en las capacidades de
las personas y en su potencias y la confianza en el vínculo, la comunicación asertiva, la
capacidad de resiliencia y de adaptación al cambio y la lealtad a la familia como prioridad.

Un último aspecto que merece principal atención es la fortaleza de perdonar y de


perdonarse, esto es reconocer cuando la persona ha cometido un error intencional o no y
reconocer además el daño que ha ocasionado a sí mismo y a otra u otras personas de la familia.
Lo principal es la consciencia de lo acontecido, poder identificar motivaciones y también el
impacto, para entonces sincerarse con humildad. No solo es importante verbalizar el perdón, pero
es igual y en ocasiones más imprtante el buscar la mejor forma de compensarlo, corregirlo y así
recuperar la confianza de las otras personas. La mejor actitud es asumir la situación o el error con
responsabilidad, voluntad de cambio y compensación, sin embargo es es igual de relevante que el
otro u otros miembros de la familia experimenten el perdón genuinamente, esto es, no
arrastrando la situación al momento presente, no utilizarla a manera de reclamo de forma
contínua, es no naturalizar la culpa y la vergüenza, sino dar la oportunidad de ver a la persona de
forma integral y no a partir del error, es propiciar el aprendizaje de la experiencia vivida.

El tema del manejo del conflicto en el entorno familiar no es sencillo de manejar pues
existen una gran diversidad de variantes que determinan el buen o mal funcionamiento de una
familia, así como la multiplicidad de posibles conflictos, interpretaciones y recursos con los que
cuenta cada familia para afrontarlos. Sumano al cuidado y la sensibilidad que representa no caer
en teorías y clasificaciones estrictas sobre las dinámicas familiares sino interpretar cada una de
forma individual con sus propias cacacterísticas, creencias y vivencias.

Todas las personas quieren lograr relaciones familiares sanas y satisfactorias, en las
cuales se cumplan los objetivos y funciones propias de forma satisfactoria, como lo son las
afectivo-emocinales, las relacionadas a la protección y cuidado, transmisión de valores, entre
otros. Estas se construyen en el tiempo y a partir de la participación de cada miembro, es un
proceso como resultado del esfuerzo y la constancia. Un ciclo de vida familiar funcional no
consiste en encajar en las presiones de la sociedad con respecto a la ilusión de la “familia
perfecta”, sino en saber identificar y aceptar el modelo familiar propio, en normalizar el conflicto
positivo y reconocer la oportunidad que este trae al desarrollo de toda la familia y de cada
miembro en lo individual. Se trata de llevar el foco de atención a lo interno de cada miembro
para interactuar y vincularse mejor con los otros miembros, enfocandose en lo importante, en lo
que construye y en aquello que más les da sentido.

La evolución del ciclo de vida familiar es adaptativa en el tiempo y adecuada a las


necesidades tanto individuales como colectivas, con flexibilidad en la planificación de estrategias
de resolución, buscando desarrollar la capacidad resolutiva de conflictos evitan paralizar el
proceso con la negación o reactividad, provocan un efecto positivo para estimular los cambios de
desarrollo necesarios y no se detienen en situar el conflicto en un individuo y formulando con
afecto y creatividad una mayor tolerancia a la frustración e intención de vinculación auténtica y
duradera.

Referencias

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with
Parents and Friends. Journal of Marriage and Family, 63, 97-110. Extraído de:
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