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Ridículo

Dormir

Mes

Lindo

Mujer

Abusar

- Quizá lo hayamos visto –quizá. Pero no lo hemos visto actualizado, fresco,

no lo hemos visto ahora, en el contexto de lo post—radical de un mundo

post—humano donde los gestos del radicalismo cobran un nuevo sentido

en una sociedad para la que el gesto radical es sólo una forma más de

entretenimiento, otro producto más –en este caso una pieza artística—

listo para ser consumido.

- El teatro no tiene nada que ver con todo esto y rechazo categóricamente tu

insinuación de que tengo algo de Nazi.

XII: ¡EXTRAÑAMENTE!

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- Ella se aleja de una ciudad bombardeada a bordo de un Cadillac rojo

metálico circa 1956…

- ¡NOMBRE!

- … hasta que llega a un punto de inspección iluminado por una hoguera de

llantas en donde le piden –justamente— su nombre…

- ¡EXTRAÑAMENTE!

- Extrañamente no responde a este razonable cuestionamiento sino que

comienza una letanía de insultos de grueso calibre: “Cobardes asesinos

hijos de puta”, dice. “Cerdos bastardos mamavergas”.

- ¡ESA BOCA!

- “Lameculos violadores mataniños criminales de mierda”.

- ¡LA BOCA!

- “Me cago en sus muertos y en los muertos de su puta madre…”

- ¡IDENTIFICACIÓN!

- “… y en los muertos de toda su puta y maldita raza”. Y cuando le piden –es

cierto— su identificación, permanece callada.

- ¡SILENCIO!

Silencio.

- ¿QUÉ MÁS?

Silencio.

- ¿QUE MÁS?

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- Murmura algo acerca de su jardín y de unos ciruelos y las fuentes secas de

la ciudad. Algo acerca de –qué es eso— algo acerca del agua que guardaba

en botellas de plástico para mantenerla tibia. Murmura algo acerca de…

- ¡HABLA MÁS ALTO!

- … murmura algo acerca de –eso es cierto: habla más alto, perra— algo

acerca de apagones, de noches enteras pasadas en completa oscuridad y de

la escasez de carne congelada. Algo acerca de mujeres golpeando cacerolas

en la calle como una especie de lamento…

- ¡NOMBRE!

- … algo acerca de incendios que consumían bibliotecas enteras y reducían

libros incunables y manuscritos inmemoriales a cenizas, algo acerca de

hojas de pan duro que se caían de la parte trasera de los camiones

cargueros y algo acerca de unos ciruelos y unas flores blancas…

- ¡MIENTRAS TANTO!

- … y algo acerca del olor del café hecho con aguas negras y de restos

humanos y mientras tanto –mientras tanto, tiene usted razón— el

regimiento de soldados rodean el Cadillac iluminado por llantas ardientes

de esa mujer sin nombre y con el cabello gris manchado de sangre y le

preguntan que adónde la puta madre del carajo en este planeta de mierda

cree que va.

Silencio.

- ¿QUÉ MÁS?

Silencio.

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- ¿QUÉ MÁS?

- “Al aeropuerto”.

- ¡HABLA!

- “Al aeropuerto. Llevo a mi niña al aeropuerto. No tienen por qué gritarme.

Soy una mujer educada –no una campesina cualquiera que vino a la ciudad

a lavar los excusados de gente rica. Tengo pasaporte y una cuenta de banco

en dólares y estaba llevando a mi niña al aeropuerto”.

- ¡EXTRAÑAMENTE!

- “Ahora por favor déjenme pasar”. Pero extrañamente, como usted bien

dice, no se ve a ninguna niña. Y ella no tiene la pinta de las mujeres con

pasaporte. Las mujeres con cuenta en dólares no tiene ese aspecto. Llevan

peinados de salón con luces y grafilados profesionales, sin manchas de

sangre. No manejan Cadillacs abollados sino Jeeps japoneses 4 x 4 con la

llanta de refacción debidamente ubicada en la parte trasera, no amarrada

precariamente a una de las puertas. Vamos a prender las linternas y mirar

en el asiento trasero del auto para ver de qué habla.

- ¿NIÑA? ¿CUÁL NIÑA?

- Vamos a prender las linternas –exactamente: cuál niña— para ver

exactamente de qué habla, qué es lo quiere decir esta mujer de cabello gris

y cicatrices de varicela en la cara cuando dice “niña”. Y ya que reparamos

en su aspecto, ¿por qué no fue una mujer un poco más agraciada? ¿Por

qué no fue una mujer un poco más simpática? ¿Por qué no fue alguien con

un poco más de dientes? ¿Por qué no se agacha y nos deja verle el culo?

¿Por qué no se pone a llorar y nos permite consolarla en vez de mirarnos

con esos ojos y escupirnos?

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- ¡EXTRAÑAMENTE!

- Y entonces --¿qué?—. Sí –perdone—, la luz de la linterna revela que en el

asiento trasero del auto sólo hay dos bolsas negras amarradas con lazo

pero ni rastro de niña alguna.

- ¿NIÑA? ¿CUÁL NIÑA?

- Y ahora ella murmura algo acerca de…

- ¡SIGUE HABLANDO!

- … algo acerca de un columpio en un jardín, algo acerca de su niña, su niña

pequeña, su pequeña Annie, su Annushka. Algo acerca de que –un

momento, qué es esto, sigue hablando— algo acerca de que su Annushka

“está en las bolsas”, algo acerca de su necesidad, de su urgencia por llevar

esas bolsas al aeropuerto con todo y su educación y su cuenta en dólares

para comprar boletos de avión. ¿Qué no se da cuenta que el aeropuerto

está cerrado? ¿No se ha enterado de que la pista ha sido bombardeada?

¿No vio cuando los misiles teledirigidos hacían añicos el concreto?

- ¡EXTRAÑAMENTE!

- ¿No siente el olor de la turbosina ardiente? No. Extrañamente, como usted

dice, ella parece creer que el aeropuerto funciona normalmente.

Extrañamente parece creer que las playas más exclusivas y las grandes

urbes del mundo aún están a unas cuantas horas de viaje.

- ¡EXTRAÑAMENTE!

- Extrañamente esta mujer sin nombre parece suponer que aún puede

disponer de efectivo con su tarjeta de plástico y que aún puede volar en

primera clase con la pequeña Anne, con Annushka, y de esa manera evitar

las ráfagas de artillería y arribar a una ciudad llena de galerías de arte, de

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parques iluminados con luminarias de halógeno, cafés coquetos y

zapaterías de lujo.

- ¡EXTRAÑAMENTE!

Silencio.

- Y sí –extrañamente— nadie le pregunta qué quiere decir cuando dice que

Annushka está “en las bolsas”.

- ¡EXTRAÑAMENTE!

Silencio.

- Y sí –extrañamente— nadie se ofrece a inspeccionar las bolsas.

Silencio.

- ¡EXTRAÑAMENTE!

Silencio.

- Y sí, extrañamente –y quizá sea lo más extraño de todo— nadie le pregunta,

en todo caso, el por qué la niña va dentro de dos bolsas y no de una, como

sería normal.

Silencio.

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- ¡EXTRAÑAMENTE!

XIII: COMUNICACIONES EXTRATERRESTRES.

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