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TOMAR DECISIONES

Hay personas para las que elegir un camino supone un mundo. A la mayoría nos genera ansiedad el no tomar
la decisión correcta y esto se vuelve aún más grave cuando se trata de problemas o temas importantes que
realmente tienen un impacto en nuestras vidas.
El primer error está en pensar que un problema solo tiene una única solución, porque eso significará
que no estamos reconociendo su complejidad. Tomar en cuenta todas las opciones y posibilidades e,
incluso combinarlas cuando es posible, nos permitirá que tomar nuestras decisiones habiendo hecho una
reflexión previa sobre quiénes somos, en qué creemos y qué es lo que necesitamos en esa situación concreta.
Cuando elegimos algo a la ligera, solemos hacerlo para evitar la ansiedad que nos provoca la indecisión y el
sentirnos vulnerables ante la idea de no tomar la decisión correcta. También es probable que, actuando así, lo
estemos haciendo siguiendo lo que nos dicta la sociedad o lo que los demás creen que está bien. Debemos
desechar la idea de que las dudas son símbolo de debilidad, porque no es así. Las dudas son una parte
más de la vida.
Los expertos recomiendan hacer lo que se llama una búsqueda interna. Con este método, conseguiremos
obtener claridad sobre un asunto y sobre qué solución se alinea más con quiénes somos y nuestros valores.
En lugar de tomar una decisión precipitada, se trata de mantenernos un tiempo en ese espacio de
desconocimiento hasta que surja esa claridad que tanto buscamos.
Y, ¿cómo podemos hacer esto? Muy fácil. Simplemente dejándonos sentir, estando solos con nuestros
pensamientos y siendo conscientes de todas las sensaciones que aparecen en nuestro cuerpo cuando le damos
vueltas a las preocupaciones que nos provoca ese asunto determinado. Haciendo esto, finalmente sentiremos
en nuestra mente o cuerpo cuál es la opción que está bien, la correcta para nosotros.
No se trata de buscar y buscar una solución hasta acabar exhaustos, sino de permitirnos a nosotros mismos
pensar y sentir sin límites, para luego identificar esas sensaciones hasta que todo nos quede más claro. Tras
ello, la solución vendrá sola.
Pongamos un ejemplo. Imaginamos que nos encontramos en un momento en el que tenemos que elegir un
camino en nuestra carrera. Por una parte, queremos pasar más tiempo con nuestra familia, pero nuestro
trabajo nos lo impide y, por otro lado, queremos seguir avanzando profesionalmente en ese ámbito.
Aparentemente, tenemos dos opciones: dejar nuestro trabajo para pasar más tiempo con los nuestros, o
ignorar ese deseo de estar en familia para perseguir nuestro sueño profesional.
A medida que nos adentramos en esa búsqueda interna, surgirán diversos sentimientos. Si dejamos el
trabajo, tendremos más tiempo para forjar un nuevo camino que también nos llene, pero ello vendrá con la
ansiedad de vernos desempleados. Y, si nos quedamos con nuestro puesto, surgirán sentimientos de culpa por
no pasar tiempo con nuestra familia,

Dejando esos sentimientos aflorar y siendo conscientes de ellos, acabaremos dándonos cuenta de cuáles son
los valores que verdaderamente nos importan, y que podemos integrarlos de una forma u otra en nuestra
vida. Por ejemplo, pidiendo una reducción de jornada en nuestro trabajo actual durante un tiempo, o buscar
un puesto similar en otra empresa, pero con mejores condiciones.
Debemos tener en cuenta que cada experiencia utilizando este método es única. Quizás otra persona se
hubiese dado cuenta de que en realidad prefería dejar el trabajo, y otra, pasar unos años sacrificando la vida
familiar por avanzar profesionalmente. Todo dependerá de los valores y prioridades de cada uno y de cómo
sienta que puede aportar más el mundo.
¿Cómo realizamos la búsqueda interna?
Iniciar este proceso no tiene por qué ser complicado. Debemos sentarnos en un sitio tranquilo y elegir el
problema o preocupación sobre la que queremos reflexionar. Respiramos hondo varias veces y nos
enfocamos en él, dejándonos llevar por nuestros pensamientos, y sensaciones mentales y corporales.
La paciencia aquí es fundamental, porque debemos dejar que todos esos sentimientos se entremezclen hasta
que surja la calidad de la que hablamos. Pero, ¿cómo sabremos que hemos dado con ese momento de
lucidez? Simplemente lo sabremos porque reconoceremos cuál es el camino óptimo al sentirlo dentro de
nosotros. Sentiremos que, sencillamente, es el correcto.
Hacer algo así requiere valor, porque supone enfrentarnos cara a cara a nuestros miedos y ansiedades, en
lugar de lanzarnos directamente hacia el camino fácil. Pero, finalmente, mejorará nuestra capacidad de tomar
decisiones y, con ello, nuestra vida.

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