Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Creación en grupo,
Caso colombiano: un disenso.
Por JOSÉ DOMINGO GARZÓN1
Preliminar.
Por el carácter de este Congreso y por la naturaleza del tema que convoca, muy
probablemente una nutrida parte de las intervenciones habrá hecho el abordaje de
la Creación en Grupo desde la perspectiva positivista, apologética y de aliento a
esta forma de trabajo teatral, tan arraigada en la historia reciente del teatro
colombiano. Yo prefiero convertir en pregunta el asunto: ¿creación en grupo?, y
plantear un disenso, sin otro ánimo distinto al de colaborar con una mirada
tridimensional, crítica de la cuestión, para vadear el unanimismo, que se sabe que
todos los unanimismos son sospechosos, y para aportar al ensayo, si no de otra
lectura, sí al menos desde un punto de vista más alejado, puede ser opuesto, que se
aparte de las usanzas teóricas y de las hegemonías conceptuales de quienes se han
empeñado en caracterizar como beneficioso y digno de tomarse en cuenta,
dignificante y dignificador, un solo tipo de asociación creadora.
Así pues, en la lectura que hago del fenómeno a tratar, insisto, no voy a decir cosas
que suenen agradables a todos ni haré la apología de la creación en grupo, en
razón a que tengo muchas observaciones y de muchas índoles con respecto a ello,
y también cuestionamientos al papel y la responsabilidad que han desempeñado
muchos de sus “estudiosos” en la crisis de calidad y de credibilidad del teatro en
Colombia. Tampoco quisiera que, por lo aquí expresado, algunos continúen
promulgando la especie de que soy enemigo del teatro colombiano, porque no
1
Pedagogo, autor y director de teatro colombiano. Premio Nacional de Dirección teatral del Ministerio de Cultura en 2005; Premio
Nacional de Dramaturgia, Universidad de Antioquia, 2006. Actual Decano de la Facultad de Artes de la Universidad Pedagógica
Nacional.
2
comulgo con muchos discursos tendenciosos que han borrado, como en las fotos
oficiales de ciertos momentos del soviet, los otros muchos teatros y las formas de
asociación que se han venido dando y se dan en el país.
I. Separación de cuerpos.
Para atender este espacio de reflexión denominado “Creación en Grupo” quisiera,
primero que todo, hacer una disección y separar términos, y lo quisiera hacer a
propósito, porque como se verá más adelante, considero que no son sinónimos, ni
pareja indisoluble y esto es importante, ya que en el contexto del teatro
colombiano que llamaré “oficial2” sí parecen serlo: indisolubles y pareja estable.
Es más, cuestionar la unión parecería en algunos círculos improcedente, porque se
considera axioma, aún es dogma y se asume como condición incuestionable en los
ámbitos de la creación.
Desde la academia nos dijeron que la historia del teatro colombiano fue
oscurantismo, provincia, trivialidad y nadería hasta la llegada de un maestro de las
tablas, llamado Seki Sano, discípulo directo del gran ruso Konstantin Stanislawski,
a finales de los años cincuenta. Como todo buen apóstol, en escasos tres meses,
antes de ser deportado por la dictadura que, según se dice, descubrió que no era el
tipo adecuado para formar a los actores de la naciente televisión, el maestro
sembró la semilla del teatro e inoculó la savia de un arte revolucionario a un
puñado de jóvenes con conciencia, que precisaban desembarazarse de las
telarañas, del anquilosamiento; que intuían, cuando no veían, cómo allende las
fronteras, en la postguerra, se estaba trastocando el órden mundial, consolidando
nuevos equilibrios geopolíticos, re-alinderando posturas, transformando a las
juventudes hasta hacerlas partícipes de los fenómenos sociales.
De la academia proviene esa información. En los pocos libros que circulan sobre
el Teatro en Colombia se replica aquello y nosotros lo seguimos pontificando, ya
como académicos, aunque no se sabe si por el principio de la buena fe o porque
parecía todo tan verosímil nunca nos preguntamos cosas como estas:
Preguntas ellas que serían interesantes para un abordaje más serio y aplicado desde
un punto de vista investigativo, que sirva para contrastar las numerosas y
farragosas apologías de culto que sobre el teatro y los creadores del “teatro oficial”
se han emprendido hasta ahora.
II. Grupo.
En cualquier caso, para adelantar el marco de reflexión del asunto de la creación
en grupo, deseo concluir que, en mi opinión, lo que pasó a finales de los años
cincuenta no fue la fundación del teatro moderno o contemporáneo en Colombia.
Más bien, fue el establecimiento y la entronización hegemónica por un largo
tiempo del teatro político o con fines didácticos, a través de un proyecto de cultura
popular y de masas desde el teatro, una de cuyas premisas de consigna, no se sabe
si de origen, pero sí de esencia, fue el concepto de grupo.
Y si la finalidad del teatro era esa, la operatividad pasó por la noción de grupo. El
grupo como célula, como fortaleza de voluntades y como reducto de intenciones e
intereses compartidos; el grupo como espacio de los asentimientos y las
coincidencias; el grupo como refugio, como familia, como lugar de pertenencia y
sinónimo de arraigo. El grupo como lugar de la educación, de la reeducación, de la
preparación, de la formación política y de la formación artística. También, cómo
no, el grupo como el taller de la investigación, el laboratorio creativo, el espacio
de la solidaridad; incluso, de la formación para la cotidianidad, para la vida en
pareja, para la crianza de los hijos. Se sabe de grupos y directores que debatían
democráticamente sobre la conveniencia de parejas para sus integrantes, de
directores que fungían como consejeros sentimentales, que aprobaban y
desaprobaban enlaces, en fin.
Todo ello abarca la noción de grupo, y más, porque más allá de la anécdota, del
tono menor, será importante a la hora de revisar la forma, reconocer el significado
de la figura del individuo en sus múltiples roles, sus polivalencias como: activista-
gestor-creador dentro de la estructura de los grupos.
Pero ¿para qué acercar una indigna mirada a la trastienda? Bueno, lo de la “vida
privada” de los grupos viene a cuento porque, ya en una perspectiva
antropológica, puede ser material que ilustre muchas de las escalas de valoración
7
definitivas. En muchas de las salas, de los grupos, arañadas y diseñadas por ellos,
uno se pregunta a la mitad de la interpretación ¿la extrema incomodidad de estar
sentados durante horas, con serios riesgos para la salud, hace parte de la
experiencia? ¿Importa que la gente esté cómoda o la comodidad es un complejo
burgués?
Casas de familia, casas grandes de las de antes y casas chicas de las de ahora se
volvieron salas de teatro. Hay en Colombia más de 100, cuyos patios traseros o
cuartos grandes quedaron convertidos gracias a los ladrillos y a las enramadas y,
de nuevo, al laborioso trabajo del grupo-familia-obrero-artista, todo en uno, en
teatros, en salas independientes3, aunque nunca haya quedado claro
¿independientes de qué?.
Aquí, fuerza hablar de ello, aventuro una asociación de ideas muy de uso también
doméstico para tratar de categorizar esta mescolanza formal, entre lo organizativo,
lo vivencial y lo funcional: el grupo como matrimonio. Un matrimonio, una
“poliandriagamia”: unión no ya para procrear, sino para crear, en contexto de arte,
en casa. Unión indisoluble como vínculo de afectos con calidad de constitución
familiar, con derechos plenos a la opinión y a las decisiones, pero sobre todo a los
consensos y con muchos deberes de solidaridad, fraternidad, fidelidad, comunidad,
lealtad, asentimiento y respeto por las decisiones de los mayores, es decir, de las
3
Aunque nunca haya quedado claro esto: ¿independientes de qué o de quién? ¿De lo político? No, porque
declaradamente todos fueron y la mayoría son políticos. ¿De la economía de mercado? no, porque ella ha
condicionado y condiciona las condiciones técnicas de las casas-salas y las facturas de los montajes y de las
creaciones, y por que en la mayoría de los casos el público, que garantizaría una independencia radical, no
sostiene un teatro con el pago de la taquilla. ¿De los condicionamientos estéticos? No mucho, porque desde
que se descubrió el termino “público cautivo”, que es una obscenidad para referirse a la población escolar,
las obras con contenido curricular y pedagógico se tomaron muchos de los teatros. Todavía recuerdo que la
propuesta de un colega citadino para acabar con las afugias del teatro era que el gobierno distrital le
comprara al sector teatral bogotano, anualmente, dos millones de entradas para repartir a la población
escolar de Bogotá, para obligarla a ver teatro. ¿Independientes del estado? No puede ser, porque la mayoría
depende en gran parte de las convocatorias y de los requisitos y de los indicadores y de los miserables
recursos que él prodiga. ¿Independiente de los públicos? ¿De los medios de comunicación? ¿De las modas?
Me atrevo a creer que muchos, y son muchos los grupos, de lo que realmente son independientes es del
teatro.
9
Así, desde finales de los setenta hasta principios de los 80, justo cuando se
extinguió el autodenominado movimiento del “nuevo teatro” y cuando las
divergencias ideológicas terminaron por ser definitivamente insalvables, cuando
las filigranas de antagonismo entre corrientes llamadas históricas e histéricas
saltaron a la palestra, cuando las furias entre maoistas, troskos, anarcos, mamertos
y otros los catapultaron, a cada uno, a los territorios particulares de cada fe,
10
sucedió algo, se retificó algo, se mantuvo algo incólume, sagrado, apropiado, re-
significado: la idea, el concepto de grupo.
En efecto, en medio del aislamiento y los múltiples desengaños y las fatigas de los
foros que destruyeron con encono más prestigios que perversas simplificaciones
estéticas y que terminaron por acabar con los “festivales nacionales del nuevo
teatro”, se salva la idea de grupo, la idea de conjunto, la idea de mantenerse, del
parche, de los amigos.
Juventud con cara de hijos y nietos nuestros, a la que no siempre la idea de grupo
y todos esos factores asociados no le dice gran cosa, que no están del todo
dispuestas a la apuesta por gestas gloriosas de la redención, la pala y el ladrillo.
Algunos, gran blasfemia, cobran salario por su trabajo. Juventud de desperdicio,
nos quejamos los mayores con desencanto.
Pero es que estamos hablando casi siempre de un concepto de grupo que en las
postrimerías del siglo XX y a inicios del XXI persiste en ideas de colectivismo y
11
Por allá a mediados de esos referidos ochentas, la discreta y casi que vergonzante
disidencia de algunos artistas y comerciantes del teatro prendieron las alarmas del
“movimiento” de los grupos -del paradigma- y apareció Satán en forma del
modelo de la “compañía teatral”, aquella espúrea, a la que llegaban los
mercenarios y las meretrices para el trabajo ocasional. Condición espúrea,
ilegítima, por fuera de la religión. Los actores y directores de teatro que se
desliazaron hacia allá, perdieron su calidad de “salvadores”, fueron prostitutas,
12
Brecht lo decía, cuando postulaba que un artista -un actor- era un ser social como
cualquiera, como un plomero por ejemplo, cuya función era desempeñar su trabajo
con calidad. Idoneidad. Por eso el tipo también, como Pambelé, postulaba que no
había sino dos tipos de teatro: el bueno y el malo. Y ninguno de los dos es inocuo.
Llegados a este punto ¿No debe esperarse tan solo una ética y una competencia
profesional del artista? ¿Si decide irse para la televisión, el cine o el teatro
comercial, no es su problema? ¿No es mi problema quedarme en el teatro?
Así las cosas, un singular relativismo moral campeó desde los orígenes del teatro
oficial y los otros teatros artísticos de grupo, para señalar con desprecio a los
actores y teatros que abiertamente determinaron un campo distinto de acción al del
grupo, de suerte que el fundamentalismo mesiánico se juntó con el nacionalismo a
rajatabla, para pregonar que cualquier cagarrutica que hiciéramos, mientras fuera
nuestra, sería parte de nuestro teatro y nuestra noción de patria y país.
O será que porque somos nacionalistas, debemos acotar de manera acrítica y hacer
venia al peso del concepto de Creación Colectiva, que técnicamente es y sigue
siendo de sesgo, porque las teorías colectivistas y asociativas que en las diversas
actividades humanas han profundizado en la perspectiva post-industrial, ya dan
14
En conclusión, para este apartado, el cuento del grupo, tan asociado al unanimismo
y al sindicalismo artístico, configura una suerte de comprensión de lo teatral
cercana al monopolio conceptual, a la hegemonía y tienden al desprecio y al
desconocimiento de otras formas de asociación creadora, libre de las ataduras
maritales que se han impuesto desde el mismo concepto de grupo.
Ese es el modelo de grupo que se vendió al país desde los albores, desde la
“fundación” y que prospera en su superficie y que se cuenta por centenares, casi
miles de grupos, en los inventarios periódicos que se hacen desde el “teatro
oficial” para dar cuenta de la potencia del movimiento teatral colombiano, digno
de mencionarse en todo el mundo. En la realidad, y se comenta en los corrillos de
encuentros de colegas, en voz baja, son pocos, desesperanzadoramente pocos los
grupos que son auténticos centros de la creación, más allá de los señalamientos, las
satanizaciones, los carácteres sectarios y las ampulosas presunciones. Como dice
alguien en la Biblia, creo que era el Salvador: por sus obras los conocéis y los
conoceréis.
III. La creación
Seré breve en este apartado. Aprendimos de nuestra cultura occidental que es
condición del conocimiento hacerse preguntas. Pero ¿para qué hacerse preguntas?
¿Para regodearse en la incertidumbre? La actividad matríz del teatro tiene un
nombre muy seductor, lleno de acepciones interesantes: ensayo, ensayar. Lo dije
antes, el teatro ha prestado de otros campos del saber términos como laboratorio,
taller, centro experimental: términos que traducen acción, acción que en línea
dialéctica significaría aventurar por territorios desconocidos, tantear, desbrozar,
15
A Matacandelas, que es grupo -que las excepciones se hicieron para validar las
reglas- los hago mis provocadores constantes y mis referentes de la creación,
independiente de que sea grupo, porque veo su desespero por no parecerse a sí
mismos siempre, por retarse, por crear. Si los de Matacandelas desde las limitadas
condiciones técnicas de una sala-casa como la de los otros casi cien, desde los
“Noel”, pudieron retar la patología clínica de un teatro y un público perezosos,
para crear el asombro poético que es su “Marinheiro” o para crear el desparpajo
auditivo y visual de su “Chica que quería ser Dios”, es porque resulta evidente que
no es condición ni del teatro, ni del grupo, ni de los espectadores la pereza y la
estulticia. Ni que la creación está necesariamente ligada al grupo, sino que es
condición de los individuos con nombre y apodo, de los creadores que, paradoja,
la creación desde lo colectivo y lo democrático, tiende a la anulación o el
adormecimiento.
Aparté el concepto de crear, porque admite por su propio camino una serie de
presupuestos. El primero, ya lo expresé, es que su condición de asociación a grupo
16
4
Tatarkiewicz, Wladyslaw, Historia de seis ideas, Tecnos, Colección Metrópolis, Madrid, 4a. edición 1995. Pgs279 y ss.
17
descubre e inventa, sí su valoración social y estima hacia el arte están del lado de
la admiración por lo que es la energía de la innovación.
Descubrir, inventar, innovar. Los reductos que sostienen la tesis de lugar de las
artes. ¿Qué tanto en el teatro o desde el teatro colombiano se descubre, se inventa,
se innova? ¿Por qué preguntarse, por ejemplo, sobre la creación en grupo y no
sobre la creación, a secas?
Nos acaba de suceder. Hemos destinado la mayor parte de este ensayo a hablar no
del teatro ni de la creación teatral, sino de los cómos. ¿Por qué será que, cincuenta
años después de su inicio, no ha sido posible ensayar otro tipo de clasificación
sobre el teatro colombiano, que la clasificación política? ¿Porqué ha sido
imposible ensayar lecturas o discursos en razón a las formas de la creación o las
estéticas? Por qué no se reconoce y sí se disimula el que muchos artistas teatrales,
hace mucho tiempo, en este país, hacemos un teatro que no comulga con las
ideologías ni con la pornomiseria que las ha ido reemplazando, para redimir ahora
a personas en condiciones de vulnerabilidad? ¿Y lo de creación, y lo de la calidad
para la dignificación del oficio? Y lo de los prejuicios?
La creación, para que en verdad sea ello, precisa de más iconoclastas, de más
asesinos de padres, de más riesgos. Que entre otras cosas se ponga en tela de juicio
el ritual aburguesado del teatro, de la sala a oscuras, del reflector y de los
decorados, de la dramaturgia de los dialogos sobrepujados de “poesía visceral”. La
creación, para que dignifique y se dignifique, debe desatarse de sus compromisos
de forma, debe de dejar de preseumirse desde el sacrificio y la condición previa de
fracaso
facilita la creación? ¿Sí será cierto que el trabajo en grupo garantiza la pertinencia
de las preguntas en los abordajes de la creación? ¿Sí será cierto que el trabajo en
grupo permite investigar? ¿Podemos hablar de que en la creación teatral de grupo
se investiga, en rigor? ¿Qué entendemos por investigación? ¿Que hay con los
grupos y las nociones de vanguardia de los teatros de fractura, hay teatros de
fractura, cómo son sus procesos creadores ?
Y una gorda, que alcanza a ser presunción, que dejo para el final final, no va más:
¿No será que más que la noción de trabajo de creación en grupo, hay es una
suplantación en la que la figura del Autor-Director se ha camuflado, haciéndonos
crerer que el grupo es el centro de todo, incluso de la creación, cuando en realidad
es su objeto de uso?