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HISTORIA
El síndrome de Estocolmo es un
término utilizado por primera vez
en Suecia en 1973 por Nils
Bejerot para describir un
fenómeno paradójico de
vinculación afectiva entre los
rehenes y sus captores en el
transcurso de un asalto a un
banco en EstocolmoA partir de
este hecho, ha habido muchos
intentos de interpretar,
caracterizar y describir este
término. Las aportaciones
internacionales son variadas,
existiendo por un lado autores
que lo cuestionan,
considerándolo como una
conducta no generalizada ni generalizable o quizá un mito), hasta autores que lo
consideran como una valiosa aportación para la explicación de conductas y actitudes
de víctimas hacia sus agresores o incluso como un término que, como teoría, ayuda a
dar sentido a hechos, alentar la investigación y predecir de alguna manera el
comportamiento futuro, lo cual impactará también en el descubrimiento de formas de
mejorar ciertas situaciones
Los reportes con respecto a la prevalencia del síndrome de Estocolmo son escasos. De
acuerdo a la aparición del trastorno es más una excepción que una regla, ya que los
datos empíricos actuales reportan un bajo porcentaje de personas que lo desarrollan;
sin embargo, ésta aportación está basada principalmente en casos de secuestro,
mientras que la evidencia de estadísticas en otro tipo de situaciones es nula.
Actualmente existe una sola revisión sistemática del síndrome de Estocolmo, la cual
fue realizada por en idioma inglés, cuyo objetivo fue analizar y comparar el uso del
término síndrome de Estocolmo, sus criterios diagnósticos y sus características. Para
este fin se consideraron 12 artículos, que consistieron principalmente en estudios de
caso. Encontraron características comunes entre los diferentes casos analizados
relacionadas con el tipo de relación entre la víctima y el captor, así como la situación,
actitudes y comportamientos de la víctima. Por su parte Cantor y Price (2007) realizaron una
revisión selectiva de la literatura con el fin de identificar temas relacionados con el
atrapamiento traumático, el estrés postraumático (TEPT) complejo y el síndrome de
Estocolmo desde una perspectiva evolutiva, destacando puntos comunes en las
respuestas conductuales entre diferentes especies de mamíferos, especialmente
primates, con respecto a las relaciones paradójicamente positivas que desarrollan las
víctimas con sus opresores, las cuales pueden persistir más allá de la liberación.
La expansión de la etiqueta síndrome de
Estocolmo y su aplicación a un rango de
situaciones cada vez mayor (lo cual se ha
denominado expansión de dominio por su
aplicación, no solo a respuestas individuales
sino a reacciones colectivas o grupales
(Graham et al., 1994), y sus aportaciones a
diversos fenómenos presentes en la relación
captor-cautivo, víctima-victimario, etc. han
motivado la realización del presente trabajo,
cuyo objetivo es revisar y sintetizar la
literatura existente sobre el síndrome de Estocolmo: definición, características,
postulados, propuestas de criterios diagnósticos y relación con otras psicopatologías,
grupos o experiencias en las cuales se aplica el término, así como los factores
predisponentes y precursores y las variables asociadas a su desarrollo y
mantenimiento.
El SIES-d plantea que la persona víctima del maltrato por parte de su pareja llega a
adaptarse a esa situación aversiva que se da, incrementando la habilidad para afrontar
estímulos adversos y la habilidad de minimizar el dolor. Estas personas suelen
presentar distorsiones cognitivas como son la disociación, la negación o la
minimización. Esto les permite soportar las situaciones e incidentes de violencia que se
ejerce sobre ellas/os.
Origen de la denominación
Su denominación está vinculada con el síndrome de Estocolmo, que fue definido a partir
de un concreto incidente en el que tras un atraco a un banco de Estocolmo, «una cajera
se enamora de uno de los atracadores. Sandor Ferenczi (1873-1933) llamó a este
mecanismo de defensa identificación con el agresor, vínculo que se crea cuando una
persona se encuentra impotente frente a su agresor en una situación donde su vida
corre peligro». Se trata de un mecanismo de supervivencia que se crea en la mujer
víctima de maltrato para convivir con la repetida violencia que su pareja ejerce sobre
ella. Se denominó así a este proceso que se da en la mente de la víctima. Por ello
también se le ha llamado síndrome de Estocolmo doméstico al proceso mental que
sufre una mujer víctima de maltrato por parte de su pareja sentimental.4
Fue formulado por Leonare Walker en Estados Unidos en 1979, quien lo usó para
describir las secuelas psicológicas que se daban en las mujeres víctimas de violencia
de género.12 El origen de la formulación de este síndrome estaría fundamentado en la
teoría de la indefensión aprendida.
Dicha teoría toma como fundamento experimentos realizados por Martin Seligman, los
cuales tuvieron incluso repercusión para el análisis de la depresión en los seres
humanos. El autor partió del estudio de perros que fueron sometidos a choques
eléctricos intermitentes. Estos choques se daban de forma discontinua y al azar cuando
los perros se aproximaban a buscar sus alimentos; este procedimiento les produjo una
conducta, la cual les hacía arrinconarse en una esquina de su jaula a la que
denominaremos «esquina segura». Permanecían en esa esquina segura hasta que
decidían volver nuevamente a la búsqueda de los alimentos y a veces recibían choques
y otras no. Como resultado de este proceso se crearon sentimientos de incertidumbre
al mismo tiempo que los perros se volvían más dependientes del propio
experimentador. A razón de estos resultados se estableció un paralelismo entre la
conducta aprendida desarrollada por estos perros y la conducta de la mujer maltratada.
También se han dado algunas posiciones críticas que defendían que la incertidumbre
asociada a la violencia repetida e intermitente es un proceso clave en el desarrollo del
vínculo, pero que sin embargo de ninguna manera puede ser el único.13
Este síndrome fue muy arraigado durante la primera y segunda guerra mundial, en
donde las enfermeras se sintieron fuertemente relacionadas con sus pacientes
retornados y tras post tratamientos, era clásico de la época que ex combatientes se
casaran con sus enfermeras y acompañantes terapéuticos. A nivel Educativo se trabaja
para profesores que tienden a sobre relacionarse e identificarse con las problemáticas
y círculos sociales en el alumno.
Fases
El síndrome viene determinado por una serie de cambios y adaptaciones que se dan a
través de un proceso formado por cuatro fases a nivel psicológico en la víctima de
maltrato por parte de su pareja.
Adaptación: la víctima proyecta la culpa hacia otros, hacia el exterior (locus de control
externo) y, el síndrome de Estocolmo doméstico se consolida a través de un proceso
de identificación con el agresor.
Sobre este tema Vallejo Rubinstein señala que el «desconocimiento de estos procesos
y de sus secuelas hace que muchas veces las mujeres agredidas sean tratadas y
retratadas como masoquistas, locas o histéricas a las que les gusta que les peguen.
Como explica Rojas Marcos, a la hora de analizar las representaciones que se hacen
de víctimas y agresores (especialmente de los medios de comunicación que raramente
toman en cuenta o narran estos procesos), la mujer sale mucho peor parada que el
agresor, que suele aparecer como un señor normal, que nunca ha sido violento según
los vecinos y testigos, no el monstruo que uno espera, versus una mujer desencajada
y fuera de sí que lo provoca con sus comportamientos (1995, p.34). Esta concepción
patológica de la mujer objeto de abuso es solo una de las muchas imágenes o
estereotipos que circulan en la sociedad respecto a víctimas y agresores»
CAUSAS
Existen distintas causas que propician el desarrollo del síndrome de Estocolmo.
Debemos tener en cuenta las condiciones límites en las que se da el síndrome y la
variable tiempo que también influye, no es lo mismo estar unas horas secuestrado que
pasar años, el vínculo que se puede establecer variará.
Se ha observado que los sujetos que muestran mayor tendencia a presentar este tipo
de síndrome son los que han sufrido algún tipo de acoso, es decir, que han sido
capturados o se han visto sometidos por otra persona o grupo de personas. Así
podemos observar este síndrome en rehenes, víctimas de violencia de género o
doméstica, miembros de una secta, víctimas de abuso sexual o prisiones de guerra.
Una de las causas relacionadas con este síndrome es el mismo objetivo que persiguen
tanto secuestrador como víctima, ambos quieren salir ilesos y libres de la situación.
Asimismo la situación de alarma y pérdida de control que viven los rehenes y el miedo
a poder salir heridos, puesto que no saben cuál puede ser la reacción de sus
secuestradores, facilita que se muestran colaboradores y hagan lo que se les pide.
Vinculado también con la pérdida de control que siente la víctima, la manera de lograr
recuperar un poco de sentido y dominio de la situación, consiste en hacer suyas las
intenciones o metas del delincuente. Otra explicación que se ha planteado para
entender la reacción de los rehenes consiste en relacionar su actuación con la conducta
infantil, es decir, con la reacción padre-hijo y la obediencia y buen comportamiento que
debía tener el niño (él) para evitar castigos y que todo saliera bien.
Del mismo modo, también se ha apuntado que esta reacción psicológica que muestran
las víctimas es causa del sentimiento de soledad y abandono que pueden sentir por
parte del resto de la sociedad, incluso de los profesionales que los deben rescatar. Ante
la falta de relación y de compañía, al ser los secuestradores los únicos sujetos con los
que pueden interactuar y compartir tiempo, terminan estableciendo un vínculo con ellos
y sintiendo el abandono de los demás.
SINTOMAS
Al estudiar el síndrome de Estocolmo en distintos sujetos se han observado algunos
síntomas que se repiten y se muestran característicos. Como ya mencionamos las
víctimas tienden a desarrollar sentimientos positivos respecto a sus
secuestradores, empatizando con ellos, valorando cualquier conducta positiva que
puedan realizar como una actuación bondadosa y percibiendo que ambos tienen el
mismo objetivo que es salir vivos de la situación en la que se encuentran. Esta creencia,
que actúa como autodefensa hace que los rehenes se muestran colaboradores y tengan
conductas de ayuda y cooperación con los delincuentes.
Por otro lado también es típica la reacción aversiva hacia las personas que deben o
tienen la función de protegerlos o rescatarlos. Muestran sentimientos negativos hacia
ellos y actúan de manera colaboradora con el secuestrador pudiendo así entorpecer el
trabajo de los policías o personas que tratan de ayudarlos.
Se han descrito 4 fases que presentan con frecuencia los sujetos que terminan
desarrollando este síndrome, sobre todo personas que han sido víctimas de secuestro
o de abuso por parte de individuos con los que ya mantenían una relación, por ejemplo
mujer y marido o hijo y padre. En un primer momento aparece un desencadenante, una
conducta negativa, hacia el sujeto, víctima, que genera una pérdida de control de la
situación y falta de seguridad.
A continuación puede tratar de buscar apoyo, pero con frecuencia se siente solo y
termina aislándose más. Esta situación, el no poder encontrarle sentido, produce en la
víctima un sentimiento de autoculpa, de sentir que ella es culpable de los hechos que
están sucediendo. Finalmente la víctima con el propósito de protegerse puede proyectar
la culpa hacia el exterior, a gente externa, quitándole la culpa a su agresor.
TRATAMIENTO
El malestar que pueden referir los sujetos con este síndrome, la confusión que
muestran, hace necesario realizar una intervención por parte de profesionales. Las
técnicas utilizadas para tratar y conseguir una mejora serán las propias del trastorno de
estrés postraumático. La víctima ha vivido una situación traumática y como tal necesita
procesar correctamente lo sucedido, poder aceptarlo y recolocarlo en su vida y así tener
la posibilidad de seguir adelante de manera funcional, sin que la vivencia traumática le
repercuta.
Antes de realizar cualquier tipo de intervención específica se recomienda, puesto que
ayuda a conseguir mayor adherencia del paciente y que conozca mejor el porqué de
sus síntomas, que pueda entender mejor lo que le sucede, hacer psicoeducación. La
psicoeducación consiste en explicar al sujeto qué es lo que le sucede, que le puede dar
nombre y sepa que no está “loco” que hay otros individuos que se encuentran en
situaciones similares, hay otros casos como el suyo y que hay tratamiento posible.
Las intervenciones que se han probado más eficaces para el trastorno de estrés
postraumático son la terapia cognitiva y la terapia en exposición. Referente a la técnica
de exposición consiste en exponer al sujeto a recuerdos, emociones, que vincula con
el trauma e impedir que lo evite. De este modo, permitiremos que los afronte y sea
capaz de aceptarlos y procesarlos de manera adecuada, que pueda vivir con ello.
Asimismo, también puede realizar exposición en vivo donde por ejemplo vuelva a
lugares que vincula con el trauma. Este proceso se puede hacer de modo más o menos
progresivo según el estado del paciente y la agresividad que le genere la exposición.
Los sujetos que han vivido experiencias traumáticas muestran frecuentemente
hiperactivación corporal, es decir, síntomas de activación del organismo. De esta
manera también puede ser útil la exposición interoceptiva que consiste en generar los
signos de activación propios del trastorno para poder hacerles frente en un entorno
controlado y seguro.
La terapia cognitiva, que como hemos dicho también ha obtenido buenos resultados en
la intervención de sujetos que han sufrido experiencias traumáticas, tiene la finalidad
principal de modificar las creencias irracionales y disfuncionales que pueden presentar
los pacientes. La técnica que se utiliza con mayor frecuencia es la reestructuración
cognitiva, que consiste en modificar las falsas creencias que el sujeto puede tener sobre
el trastorno o sobre el trauma. Se le plantea distintas cuestiones vinculadas con las
creencias para que pueda lograr darles una respuesta más racional, disminuir así las
distorsiones cognitivas que puede tener y por consiguiente reduciendo también el
malestar que le comportan.
MEDICACION
Debido a que el síndrome de Estocolmo no se diagnostica con facilidad, solo cuando la
persona se encuentra en una situación de riesgo, no hay un tratamiento específico para
este síndrome.
Además, las características del síndrome de Estocolmo son debido a una respuesta del
subconsciente, sin que sea posible confirmar el motivo por el cual realmente se
producen, sin embargo, se cree que quien ha pasado por alguna experiencia traumática
abusiva, como abuso sexual, por ejemplo, desarrollar este síndrome con mayor
facilidad.
A pesar de que no hay un tratamiento bien establecido, este síndrome puede tratarse
como los trastornos de estrés, por medio de psicoterapia cognitivo conductual y, en
casos más graves, medicamentos como inhibidores de la recaptación de serotonina,
por ejemplo.
NIÑOS
Los padres tienen poder sobre sus hijos. Y ante situaciones en que ven frustrados sus
anhelos para ellos, vienen frases hirientes nacidas de la desilusión generada. Y así
empieza el peligro. El pequeño empieza de acuerdo a lo que quieren los otros y no
según sus necesidades y de esta forma puede no desarrollar sus capacidades.
Desde entonces, el fenómeno psicológico del secuestrado que toma partido con su
secuestrador se conoce como el Síndrome de Estocolmo. El mismo sucede en
situaciones de desventaja ó de fuerza, se produce cuando la persona se identifica con
el otro.
Por ejemplo el niño que es maltratado ó burlado, se identifica con ese estilo y lo copia,
maltrata a otros compañeros y cuando crece reproduce con sus hijos u otras personas
el mismo estilo de trato. Su pensamiento es “si me pegan es porque soy malo, me lo
merezco, no soy digno de buen trato”.
https://medicoplus.com/psicologia/sindrome-estocolmo
https://bebesyembarazos.com/como-se-manifiesta-el-sindrome-de-estocolmo-en-los-
ninos/
https://www.healthline.com/health/es/sindrome-de-estocolmo#en-la-sociedad-actual