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Tartamudez: Nuevos enfoques
TARTAMUDEZ
Es un trastorno del habla, específicamente en la fluidez verbal, por eso es que actualmente
se la denomina DISFLUENCIA. Este trastorno en la fluidez verbal se manifiesta, en general, por
medio de repeticiones, bloqueos o prolongaciones.
La fluidez es la función del habla que permite realizar las transiciones entre los sonidos o
fonemas de manera coordinada témporo-espacialmente; resultando en movimientos para el habla
ágiles y suaves.
APROXIMACIONES ETIOLÓGICAS
Los hallazgos de las diferentes investigaciones han llevado a reconocer el carácter multi-
factorial o multi-dimensional de la tartamudez; siendo determinantes para su aparición, el
desarrollo y el mantenimiento del síntoma factores de tipo genéticos, neurofisiológicos,
lingüísticos, ambientales, socio-emocionales e incluso tal vez temperamentales. Todos estos
factores, a su vez, están íntimamente interrelacionados, haciendo difícil su identificación y
análisis preciso en relación al rol jugado por cada uno de ellos.
La mayoría de las personas disfluentes pasa mucho tiempo tratando de averiguar la causa
de su tartamudez; creen que encontrando una respuesta a esta pregunta, su dificultad
desaparecerá. Resulta interesante tener en cuenta que, muchas de las investigaciones, teorías e
hipótesis sobre la tartamudez fueron desarrolladas por personas disfluentes.
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Lic. Lucía Martínez Echenique
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Aquellos que sostienen esta teoría creen que la tartamudez es de origen emocional o
psicológico.
La causa de la tartamudez estaría relacionada a experiencias traumáticas o infelices de la
infancia.
La tartamudez sería una expresión externa de conflictos emocionales subyacentes.
Algunos adeptos a esta teoría consideran a la tartamudez como un conflicto de acercamiento
/ evitación; en el cual habría una intención de hablar, pero también miedo a hacerlo. Cuando
estas dos tendencias son de igual fuerza se produciría la tartamudez.
Los que apoyan la teoría psicológica creen que la terapia orientada a la reducción y
modificación de los síntomas externos es poco válida; según ellos es necesario encontrar la
causa subyacente al síntoma mediante algún tipo de psicoterapia.
Esta teoría sostiene que la tartamudez es una conducta aprendida y que bajo ciertas
condiciones ambientales muchos niños la desarrollarían.
Se cree que cuando los niños son conscientes de sus repeticiones normales e intentan no
producirlas, aparecería la tartamudez. Los defensores de esta teoría sostienen que lo que el
niño hace para evitar las repeticiones normales se transformaría en tartamudez.
Según esta teoría, etiquetar a un niño de “tartamudo” sólo aumentaría la probabilidad de que
ese niño realmente se vuelva disfluente.
Los que sostienen esta teoría señalan que, dado que la tartamudez es progresiva,
posiblemente sea aprendida.
Los defensores de esta teoría sostienen que los distintos síntomas de la tartamudez: miedo a
palabras y situaciones, secundarismos y problemas de auto-imagen llevan años en
desarrollarse; por lo tanto, la tartamudez sería una conducta aprendida y causada por factores
ambientales.
Entre 1950 y 1980 las teorías relacionadas con el aprendizaje y el conductismo consideran
a la tartamudez como producto de un aprendizaje, como una "respuesta aprendida". Expresan que
la tartamudez ocurre como la resultante de estímulos condicionados que preceden y siguen a su
aparición:
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- Según Wischner (1943) la tartamudez es una conducta aprendida porque es una respuesta
operante de evitación del castigo asociado originalmente con las disfluencias normales.
- Shames y Sherrick (teóricos del sistema Skinneriano) sugirieron que cuando las disfluencias
normales son contingentemente castigadas o hechas notar, el niño modifica su conducta verbal
con el objeto de evitar la estimulación negativa del receptor. La tartamudez será entonces una
respuesta aprendida tendiente a evitar el castigo o estimulación adversa que representa la reacción
del receptor hacia las disfluencias normales.
Este autor observa que un gran porcentaje de los niños que tartamudean pertenecen a
padres perfeccionistas, quienes exigen de ellos un estilo de lenguaje y habla superior a sus
posibilidades psiconeurológicas.
Este planteamiento está en la misma línea que los postulados de Bloodstein (1965) y de
Brutten y Shoemaker (1969) sobre la génesis de la tartamudez. Según éstos, la falta de fluidez, al
comienzo esporádica, se incrementa por el miedo a no hablar bien.
TEORÍAS NEUROLÓGICAS:
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Según Orton y Travis, en la corteza cerebral existe una asimetría anatómica y funcional
que agrupa en el mismo hemisferio a todos los centros de expresión simbólica (que son los que
rigen el lenguaje hablado y escrito, el lenguaje musical y quizás el matemático). Sostenían que la
mano, como uno de los medios de exteriorización más importante de esa capacidad simbólica, se
hallaría dirigida por el mismo hemisferio dominante. Al obligarse a una persona zurda a usar su
mano derecha, se alteraría la armonía entre las funciones sinérgicas de ambos hemisferios,
produciéndose entre ellos una competencia respecto del control motor del habla. Esta doble
participación hemisférica sería la responsable del desarrollo de la disfluencia
Estas dos hipótesis no pudieron ser comprobadas, por lo cuál esta teoría estuvo enterrada
durante varias décadas.
Yeudall y Boberg (1983) sostienen que la activación balanceada entre ambos hemisferios
cerebrales durante la expresión del lenguaje favorece, en la gran mayoría de los casos, al
hemisferio cerebral izquierdo en las personas que hablan en forma fluida, y al hemisferio cerebral
derecho en las personas que tartamudean. El hemisferio dominante, por lo general el izquierdo,
normalmente mantiene el control motor ejecutivo sobre los sistemas neurales del lenguaje e
inhibe al hemisferio cerebral derecho durante la producción del mismo. En las personas que
tartamudean, la fluidez del habla se ve interrumpida cuando el hemisferio cerebral derecho gana
inapropiadamente el control motor del sistema neural del lenguaje, en el momento previo al
comienzo de la conversación o durante la misma.
Walter Moore, en su estudio sobre las características del sistema nervioso central,
investigó el flujo sanguíneo cerebral y demostró que se producía un aumento del flujo a nivel
frontal en el hemisferio cerebral izquierdo durante el habla fluida, y un aumento del flujo a nivel
frontal en el hemisferio cerebral derecho durante los bloqueos.
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El estudio del flujo cerebral durante el habla se realiza por medio del PET (Positron
Emission Tomography = Tomografía por Emisión de Positrones) y del SPECT (Single Positron
Emission Computerized Tomography = Tomografía Computarizada por Emisión de Positrones
Simple). Ambos constituyen técnicas radiográficas computarizadas que emplean sustancias
radiactivas de contraste, para estudiar la actividad bioquímica del cerebro; de esta manera,
permiten estudiar el sistema nervioso desde una perspectiva funcional.
El grado y la duración del control inhibitorio ejercido por el hemisferio cerebral derecho
durante el habla determinarían la frecuencia y la severidad de la disfluencia.
Resumiendo:
Estas teorías postulan una diferencia orgánica entre las personas disfluentes y las no-
disfluentes.
La diferencia orgánica se relaciona con la falta de dominancia hemisférica cerebral para el
lenguaje. Para que una persona pueda hablar de manera fluida, un hemisferio cerebral,
generalmente el izquierdo, controla todos los aspectos del lenguaje. Los disfluentes carecen
de esta dominancia, es decir que ambos hemisferios cerebrales están involucrados, en lugar
de sólo uno, por lo cual sus músculos del habla no reciben impulsos nerviosos bien
integrados.
Algunos de los adeptos a estas teorías creen que el cambio de la dominancia manual puede
influir adversamente en la dominancia cerebral del niño y causar tartamudez.
Investigaciones recientes tienden a demostrar que las personas disfluentes reciben y procesan
más información en el hemisferio cerebral derecho, en relación a las personas no-disfluentes.
La teoría neurológica de la tartamudez está cobrando gran sustento científico y popularidad;
es quizás, la más apoyada por los expertos.
los hemisferios es el dominante para el lenguaje. Las personas disfluentes responden a este
procedimiento de la misma forma que las no disfluentes, produciéndose un deterioro temporario
del habla luego de la inyección en uno de los lados (habitualmente el izquierdo) y no luego de la
inyección en el otro.
Este autor cree que la zona del hemisferio izquierdo interferida es el Area Motora
Suplementaria. Basa su hipótesis en varios hechos, algunos de los cuales son:
- Es a través de esta área que se realizan la mayoría de las conexiones interhemisféricas entre las
áreas motoras de ambos hemisferios cerebrales.
Webster considera que el aumento de la actividad del hemisferio derecho durante el habla,
con la consecuente interferencia sobre la actividad del hemisferio izquierdo, podría deberse a lo
siguiente:
Patrones de actividad eléctrica registrados en las áreas frontales cerebrales izquierda y derecha
sugieren que cuando experimentamos experiencias positivas que nos motivan a acercarnos a una
situación, el hemisferio izquierdo comienza a aumentar su actividad. Por lo contrario, cuando
experimentamos emociones negativas, como miedo o ansiedad o rechazo, emociones que nos
motivan a apartarnos de la situación, comienza a aumentar la actividad en el hemisferio derecho
(Davidson, 1984; Ahern & Shwartz, 1985; Fox & Davidson, 1988). Esto nos lleva a la hipótesis
de que el rechazo provocado por la tartamudez afecta el habla de las personas disfluentes, al estar
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Esta predisposición no basta para que se desarrolle la disfluencia, hacen falta factores
desencadenantes relacionados con demandas motoras, linguísticas, emocionales y cognitivas.
Actualmente no se considera una causa única para explicar la tartamudez, sino que se
plantea un origen multi-factorial, poli-causal o multi-dimensional para explicar su aparición y
evolución. Todos los factores mencionados anteriormente por las diferentes hipótesis planteadas,
podrían contribuir, en mayor o menor medida, a su desarrollo y mantenimiento.
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Los estudios realizados muestran que los adultos disfluentes presentan un patrón de
actividad cerebral atípico cuando realizan actividades lingüísticas, sean éstas orales o silentes. Un
hallazgo muy consistente fue que los sujetos disfluentes que no habían realizado tratamiento
mostraban una mayor activación (mayor procesamiento) en el hemisferio derecho, en relación a
los sujetos no disfluentes. Más aún, los sujetos disfluentes mostraron niveles mayores de
activación general en ambos hemisferios, comparados con los no-disfluentes. Esta mayor
activación global podría reflejar la manera en que los sujetos disfluentes procesan el lenguaje, con
un mayor monitoreo y control constantes. Parecería que en los sujetos disfluentes el lenguaje es
un proceso menos automático, que implica un mayor esfuerzo.
Estos estudios también mostraron diferencias a nivel cerebral entre personas disfluentes y
no disfluentes al realizar tareas de lectura silente. Los sujetos disfluentes mostraron una
activación mayor en la corteza cingular anterior, ubicada en la pared medial de la corteza, la cual
es parte del sistema límbico; una de las funciones de esta área es servir de puente entre el sistema
límbico y la corteza frontal, y se cree que estaría involucrada en reacciones anticipatorias y en la
preparación para respuestas a tareas complejas. Clínicamente, se sabe que muchos adultos
disfluentes suelen “scanear” la estructura fonética y ortográfica de las palabras para encontrar
signos de problemas potenciales de fluidez, aún en tareas lingüísticas silentes. Esta mayor
activación a nivel de la corteza cingular anterior reflejaría un aumento de las reacciones
anticipatorias durante la lectura, incluso un ensayo o repetición sub-vocal (articulación silente) de
las palabras, ya que esta área formaría parte de un bucle articulatorio interno que se activaría
especialmente durante las tareas lingüísticas menos automatizadas.
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Estos estudios, junto con otros similares, muestran que los sujetos disfluentes adultos
presentan patrones de activación cerebral atípicos, apoyando la teoría de las bases neurológicas
de la tartamudez.
Estos autores consideran que tanto los procesos cerebrales innatos como los adquiridos
deberían ser considerados al hablar de tartamudez. Ciertos factores (como el mayor nivel de
activación en el hemisferio derecho) se siguen encontrando presentes luego del tratamiento, e
incluso mientras los sujetos hablan fluídamente, lo que indicaría que se trata de procesos neurales
relativamente estables y posiblemente congénitos. Por otro lado, algunos patrones de activación
(como el de la corteza cingular anterior) muestran cambios definitivos luego del tratamiento y de
un período de mantenimiento del uso de las técnicas, lo cual indicaría que se trata de conductas o
patrones de actividad cerebral adquiridos.
En una investigación realizada por Braun, Fox y col. (1997) mediante Tomografía por
Emisión de Positrones (PET), se encontró que el grado de activación temporal y el nivel de
tartamudez eran dos factores inversamente relacionados.
Braun y col. (1997) realizaron una investigación mediante PET a partir de la cual
sugirieron que la producción del habla con disfluencias estaría asociada a un desequilibrio
funcional entre las regiones anteriores del cerebro y el cerebelo, que median los procesos de
organización, iniciación y regulación de la actividad motora, y las regiones post-rolándicas
involucradas en la recepción y decodificación de información sensorial. Podría ser posible que las
regiones posteriores fallan en proveer el input sensorial integrado del cual dependen las regiones
anteriores para regular de manera precisa la función motora. Tal disociación subyacería a la
producción de las instancias de tartamudez.
trastorno. Los resultados de estudios que evalúan la posible relación entre dopamina y tartamudez
deben considerarse en el contexto de todos los factores que contribuyen al desarrollo de la
tartamudez.
Más recientemente, 12 hombres y 4 mujeres disfluentes (edad promedio: 40.8 años) fueron
involucradas en un estudio doble ciego con grupo control con placebo, para estudiar los efectos
de dosis bajas de “risperadone” (bloqueador de dopamina) versus un placebo. No se encontraron
diferencias significativas entre los grupos según la edad y el sexo. El grado de severidad de la
disfluencia en ambos grupos era de grado moderado a severo antes de la administración de la
droga. El porcentaje de sílabas con disfluencias se redujo de 9.6 al 4.7 (50.4 %) luego de la
administración de la droga, en comparación con una reducción de 7.0 a 5.1 (27.1 %) con la
administración del placebo. El puntaje promedio obtenido en escalas de auto-evaluación de la
disfluencia se redujo en 7.8 puntos (de 25.3 a 17.5) luego de la administración de la droga; y en
3.5 (de 24 a 20.5) luego de la administración del placebo.
fluctuante, empeoran en estados de ansiedad y tienen una incidencia de 4 hombres por cada
mujer. El papel de la dopamina en el desarrollo de la tartamudez permanece confuso. El exceso
de actividad dopaminérgica podría no estar presente en niños disfluentes y desarrollarse
secundariamente a la tartamudez como mecanismo compensatorio.
• El circuito motor ganglio basal- tálamo-cortical (ganglios basales, tálamo ventrolateral y áreas
corticales motoras, principalmente el Area Motora Suplementaria: AMS), controla los
movimientos del habla.
• Normalmente los ganglios basales generan las claves de sincronización temporal
(información de timing) indicando al AMS que envíe la señal de disparo (go signal) para la
iniciación del próximo segmento motor del habla.
• La disfunción básica de la tartamudez estaría constituída por el hecho de que los ganglios
basales fallan en proveer al AMS de suficiente información de timing.
La dopamina es un neurotransmisor que regula el funcionamiento de los ganglios basales. Un nivel
equilibrado de dopamina es esencial para su correcto funcionamiento:
una excesiva liberación de dopamina produciría una desinhibición general de impulsos motores y
conductuales
una insuficiente liberación de dopamina produciría una inhibición general de estos impulsos.
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sistemas están encargados del planeamiento y ejecución de los movimientos, incluyendo el habla., bajo
condiciones diferentes.
• Sistema lateral (cerebelo y corteza premotora lateral): cuando la sincronización temporal de
los segmentos del habla se combina con un estímulo externo (como un metrónomo o la voz de
otra persona en la lectura coral), cuando se usa una forma de hablar no automática, durante el
canto, cuando se modifica el feedback auditivo.
• Sistema medial (ganglios basales – AMS): basado en programas automatizados, encargado
del control de la sincronización temporal durante el habla espontánea.
Se reduce o desaparece la tartamudez cuando el control lo realiza el sistema lateral. La información de
timing externa, a través del sistema cerebelar – corteza premotora, compensaría la deficiente información
brindada por los ganglios basales al AMS.
El cerebelo y la corteza premotora lateral formarían un sistema que compensaría las disfunciones del
sistema ganglio basal – AMS.
Por otra parte, desde hace diez años existe gran evidencia que sugiere que la tartamudez no
se debe sólo a un trastorno en la ejecución o en la coordinación motora, sino que involucraría
también a funciones más centrales de planeamiento verbal.
Las producciones verbales de mayor longitud y complejidad gramatical son más proclives
a poseer disfluencias que las producciones más cortas y simples. Este hecho no podría ser
explicado sólo por un trastorno en el control motor del habla, por lo cual se sugiere que la
tartamudez está también asociada al planeamiento de la producción lingüística, y no sólo a su
ejecución.
Según Conture, las personas disfluentes poseen mayores dificultades en las transiciones
entre sonidos que las personas no disfluentes. Esto puede explicarse como consecuencia del
trastorno en el control motor del habla (dificultad motora para ejecutar las finas transiciones entre
sonidos; lo cual produciría disrupciones en el habla).
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- Una de ellas, liderada por la Dra. Nancy Cox, se está llevando a cabo en la Universidad de
Chicago y se basa en el estudio de una comunidad (denominada Hutterites) alojada en South
Dakota. Debido a sus creencias religiosas y culturales los integrantes de esta comunidad se han
casado entre ellos durante mas de 200 años. Al hallarse una gran incidencia de tartamudez en
dicha comunidad, se evaluaron las características genéticas y se encontró que los cromosomas
asociados a la tartamudez en este grupo de personas fueron los cromosomas 1, 13 y 17.
-Otra de las investigaciones, liderada por el Dr. Dennis Drayna, se está llevado a cabo en el
Instituto Nacional de Salud (National Institute of Health) en Bethesda. Este estudio tiene como
objetivo el hallazgo de marcadores genéticos asociados a la tartamudez (es decir, características
genéticas específicas heredadas ligadas a la tartamudez, de las cuales se conoce el gen o genes
que la transmiten). A diferencia de la investigación anterior, ésta última se realiza en la población
americana en general.
A pesar de que ya se sabe que factores genéticos actúan como predisponentes al desarrollo
de la tartamudez, aún no se sabe cuántos genes estarían implicados y cómo sería su interacción o
su contribución al desarrollo de la misma.
MEDICACION Y TARTAMUDEZ
Las drogas que han sido reportadas como beneficiosas son: alprazolam (Xanax), droga
ansiolítica; citalopram (Celexa), inhibidora de la serotonina; y clomipramine (Anafranil), también
inhibidora de la serotonina. Se cree que dichas drogas actuarían más sobre la ansiedad
desarrollada como consecuencia de la tartamudez, que sobre la dificultad misma. Por otro lado,
estas drogas han reducido la tartamudez sólo en algunos pacientes, los cuales, a su vez, han
sufrido de ciertos efectos secundarios.
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Las siguientes tres drogas han logrado reducir la disfluencia en pacientes de manera
selectiva. Podría ser que los adultos disfluentes requirieran dos medicaciones diferentes, cada una
destinada a cada uno de los componentes del desorden: los síntomas neuromotores y la ansiedad
anticipatoria.
• Alprazolam (Xanax): ansiolítico
• Citalopram (Celexa): inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina
• Clomipramine (Anafranil): inhibidor de la recaptación de serotoninatico
• Clonazepám (Clonazepam): anticonvulsivante
• Levetiracetam (Keppra): anticonvulsivante
• •
Ciertas investigaciones sugieren que las personas disfluentes tendrían niveles de dopamina
demasiado altos en áreas cerebrales cruciales para el control del habla. Gerald Maguire, del
Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California, actualmente está llevando a cabo
pruebas clínicas en adultos con una nueva generación de drogas -risperidona y olanzapina-
utilizadas para tratar la esquizofrenia y el Sindrome de Tourette, las cuales actúan como
bloqueadores de la recaptación de dopamina. El objetivo del uso de estas drogas consiste en
bloquear los impulsos nerviosos que provocan la disfluencia.
Existen muchas drogas que logran reducir los niveles de dopamina. Diferentes
investigaciones con dichas drogas hallaron reducciones de la disfluencia de entre 25-60%
promedio.
Podría resultar beneficioso administrar una droga durante las primeras semanas de un
programa de tratamiento fonoaudiológico intensivo para la disfluencia, y luego reducir hasta
eliminar las dosis a medida que la persona avanza con el tratamiento.
Las drogas más comúnmente prescriptas a personas disfluentes son las utilizadas en el
tratamiento de la esquizofrenia, pero estas drogas suelen tener gran cantidad de efectos
colaterales adversos.
Existen investigaciones que refieren una total remisión de los síntomas de disfluencia al
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La elección de una droga debe considerar una cantidad importante de variables. Estas
incluyen decisiones tomadas sobre la base de los supuestos teóricos asumidos en relación a las
causas de la disfluencia, la naturaleza de los síntomas, y a veces la experiencia de otras personas
disfluentes que hayan tomado la droga en cuestión.
Sedantes y Tranquilizantes: otra popular teoría consideraba al miedo y la ansiedad como causa
desencadenante y de mantenimiento de la disfluencia, y por lo tanto utilizaba varias formas de
sedantes y otros agentes tranquilizantes. Las drogas antihistamínicas -hydroxyzine-, que poseen
efectos ansiolíticos e hipnóticos leves, fueron probadas (Yannatos, 1960) pero parecen tener muy
pococs efectos positivos al ser utilizadas como forma única de tratamiento.
Otros tranquilizantes menores utilizados incluyen reserpine (Diupres, Hydropres, Diutensen) y
meprobamate (Miltown, Equanil), ambos considerados efectivos para reducir la ansiedad y le
excesiva tensión física. En contraposición a estudios tempranos no controlados, investigaciones
recientes utilizando placebo y experimentos doble ciego (donde tanto paciente como investigador
desconocen si el sujeto recibe droga o placebo) no pudieron demostrar que las drogas tuvieran
mayores efectos que el placebo (Kent y Williams, 1959; Kent, 1963). Los agentes ansiolíticos
primitivos como meprobamate también implicaban ciertos riesgos letales, incluyendo depresión
respiratoria y/o central. Algunas investigaciones más recientes han utilizado algunas de las
benzodiazepinas más seguras (Librium, Valium); pero también los estudios placebo-control no
pudieron demostrar su efectividad para reducir la disfluencia (Leanderson y Levi, 1967).
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Algunas drogas han sido utilizadas por resultar efectivas para tratar alguno de los síntomas
de la disfluencia, más que específicamente la etiología subyacente.
La disfluencia comparte síntomas similares con el Sindrome de Tourette y con los Tics
motores. Los tres trastornos aparecen durante la infancia y responden a un patrón cíclico de
ocurrencia, con síntomas que empeoran bajo condiciones de stress emocional. Asimismo, la
prevalencia de los tres trastornos es mayor en varones que en mujeres. Brady (1991), sugiere que
la repentina detención temporaria de los articuladores observada en pacientes con Parkinson
comparte similitudes con la disfluencia. Las drogas que afectan los sistemas dopaminérgicos del
cerebro a menudo tienen efectos beneficiosos sobre los síntomas del Sindrome de Tourette, los
Tics motores y el Parkinson. Dado que la disfluencia comparte síntomas similares, se han
utilizado drogas dopaminérgicas para tratarla, con algunos resultados favorables. El Haloperidol
bloquea la transmición neuroquímica a través de ciertos receptores de dopamina; el hecho de
exhibir un alto grado de selectividad hacia determinados tipos de receptores de dopamina mucho
mayor que la mayoría de los demás neurolépticos, puede explicar por qué resulta más efectivo en
el tratamiento de la dislfuencia. Algunas de las más recientes investigaciones mediante PET (Wu,
Maguire, Riley, Fallon, LaCasse, Chin, Klein, Tang, Caldwell y Lottenberg, 1995; Wu, Maguire,
Riley, Lee, Keator, Tang, Fallon y Najafi, 1997) sugieren anormalidades en los niveles de
actividad en determinadas regiones del cerebro en personas disfluentes, siendo la hiperactividad
de los receptores dopaminérgicos una explicación muy probable. Se han informado muy buenos
resultados en pruebas clínicas utilizando Risperidona en el tratamiento de la disfluencia. Esta
droga trabaja de manera muy similar al Haloperidol al bloquear receptores dopaminérgicos
específcos, con la ventaja de no provocar los serios efectos colaterales que provoca esta última.
En algunos casos, cuando una persona disfluente es tratada con medicación para otro
trastorno u enfermedad, puede experimentar una disminución o desaparición de la disfluencia
debido a la droga administrada. Esta ocurrencia casual suele llamar la atención sobre la droga en
cuestión como una nueva alternativa para el tratamiento de la disfluencia. Por ejemplo, Zachariah
(1980) informó sobre un caso en el cual un paciente disfluente mostró una marcada mejoría en su
fluidez al tomar Verapamil, un bloqueador de los canales de calcio utilizado en el tratamiento de
arritmias cardíacas. En estudios posteriores con 70 adultos disfluentes, Zachariah informó
resultados muy favorables y sugirió que dicha droga podría actuar reduciendo los espasmos en los
músculos articulatorios, tal como lo hace con la musculatura cardíaca. Sin embargo, en un
artículo de 1991, Brady cuestionó el efecto que verapamil tendría sobre la musculatura estriada de
los articuladores, en oposición a la musculatura lisa cardíaca. Brady informó de otros
bloqueadores de los canales de calcio, específicamente nifedipine (Adalat, Procardia) y diltiazem
(Cardazem, Dilacor) que tendrían efectos favorables similares sobre la disfluencia.
Otros tipos de drogas cardíacas también han demostrado efectos favorables sobre la
disfluencia. Las drogas conocidas como antagonistas beta-andrenérgicos (beta-bloqueadores) son
utilizadas para ayudar a controlar la presión sanguínea y la contracción cardíaca, y son conocidas
por tener propiedades ansiolíticas. El Propranolol (Inderal) y el Betaxolol (Kerlone) fueron
utilizadas en estudios abiertos sin placebo y mostraron tener efectos beneficiosos sobre la
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disfluencia; pero en un estudio doble ciego con placebo no se hallaron efectos favorables con un
beta-bloqueador similar (oxprenolol).
Una dificultad con respecto a este tema es que el término disfluencia ha sido utilizado
inapropiada o imprecisamente en las investigaciones. Algunas drogas inducen un patrón de
disfluencia que refleja dificultades en la evocación léxica; una vez que las palabras son evocadas,
el habla, la producción verbal de las mismas, ocurre con mínima o sin ninguna dificultad. Este
patrón es diferente al del modelo tradicional de la “disfluencia del desarrollo”, en el cual la
persona sabe cuál es la palabra/s que quiere producir pero es incapaz de iniciar fácilmente el acto
de habla o de producir las palabras sin repeticiones o prolongaciones de sonidos y otras
dificultades similares en la producción. Un tercer tipo de disfluencia inducida por drogas es
resultado de la disartria, que consiste en dificultades para producir las palabras debido a
debilidad, parálisis o incoordinación de los músculos del habla. Un cuarto tipo de disfluencia,
conocido como adquirida o “disfluencia neurogénica” generalmente aparece tardíamente y luego
de algún tipo de lesión cerebral, como ACV, TEC, tumores, etc.. Tanto la disartria como los
problemas de evocación léxica pueden ser inducidos por drogas, sin embargo, su sintomatología
es muy diferente a la de la disfluencia y no será la considerada aquí. La naturaleza exacta de la
disfluencia inducida por drogas en muchas investigaciones publicadas no brinda información
adecuada como para poder diferenciar si las disfluencias se refieren a las de la disfluencia del
desarrollo, o a las de la disfluencia adquirida.
Los fármacos que inducen disfluencia pertenecen a diferentes clases de drogas. Estas incluyen
neurolépticos, antidepresivos tricíclicos, antihistamínicos y broncodilatadores, tranquilizantes y
los antidepresivos del tipo inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
Como puede observarse, algunas de las drogas que inducen disfluencia en sujetos no
disfluentes son las mismas que la disminuyen en muchas personas disfluentes; por ejemplo los
neurolépticos.
Brady (1998) teorizó que podría haber cuatro mecanismos posibles subyacentes en cuanto
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a si una droga paricular tiende a aliviar la disfluencia versus a si la induce. Uno de los
mecanismos se refiere al sistema colinérgico y su reacción a los antidepresivos tricíclicos,
posiblemente debido a sus facultades para afectar el encendido neuronal. El segundo mecanismo
se refiere al sistema dopaminérgico y se relaciona con el sistema colinérgico.
Menkes and Ungvari (1993) especularon que el equilibrio entre dopamina y acetilcolina puede ser
tan importante para el hecho de que la disfluencia sea aliviada o empeorada como la reactividad a
cualquiera de los químicos aisladamente. Brady (1998) sugiere que esta característica podría
explicar la diversidad de respuestas ante las drogas neurolépticas.
El tercer mecanismo es el sistema noradrenérgico. Las fenotiazinas son conocidas por provocar
tanto una disminución como un aumento de la disfluencia. Adler y col. (1987) sugieren que los
efectos aumentativos de la dislfuencia se relacionarían con la presencia de síntomas de
hiperactividad como agitación motora, incapacidad para permanecer quieto o dormir. El cuarto
mecanismo es el sistema serotonérgico. El tipo de droga con efectos aumentativos de la
disfluencia prevalente son los antidepresivos del tipo inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina. Se han reportado mayores niveles de síntomas de hiperactivación en pacientes que
experimentaban disfluencia inducida por este tipo de drogas. La serotonina sería la disfuncionante
en estos casos mediante sus efectos sobre los caminos dopaminérgicos (Hamilton y Opler, 1992).
Como se ha visto, al igual que con las drogas para el tratamiento de la disfluencia, no
existe un único fármaco con un rol principal en la inducción de síntomas de disfluencia en sujetos
no disfluentes. Varios tipos de drogas tienen efectos inductores de disfluencia, y dichos efectos
son inconsistentes entre individuos, lo mismo que ocurre con los efectos beneficiosos en la
disfluencia del desarrollo. Una posible interpretación es que esta inconsistencia indicaría que la
disfluencia, tanto del desarrollo como inducida, reflejaría la interacción de numerosos sistemas de
neurotransmisores, más que un único mecanismo. Brady propuso que tal modelo explicaría la
inconsistencia de reacciones entre individuos en el caso de disfluencia inducida por drogas. Dicha
teoría también explicaría la inconsistencia de resultados hallados en el tratamiento de la
disfluencia, además de explicar el aparentemente efecto paradojal de algunas drogas en relación a
provocar o disminuir la disfluencia.
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Tartamudez: Nuevos enfoques
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Lic. Lucía Martínez Echenique